Condiciones objetivas y subjetivas de la transformación social

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III Escuela Distrital de Liderazgos Colectivos | Bogotá - 2016
Condiciones objetivas y subjetivas de la transformación social
Charla introductoria III Cohorte de la Escuela Distrital de Liderazgos Populares – IAPES
José Martí - Bogotá 2016.
Esta es una invitación a cualificar nuestra conciencia política para la comprensión del
mundo, de nuestra sociedad colombiana y para la lucha política que nos permita avanzar
un proyecto político y social basado en la justicia social, por ello es necesario entender
que la conciencia política no se forma o desarrolla espontáneamente, o solo leyendo
libros de autores clásicos o destacados, sino que se forja primordialmente en la lucha
social, participando en ella, por lo cual enfatizar entonces que el propósito de cualificar
nuestra conciencia política no es por puro conocimiento intelectual, sino
fundamentalmente para dimensionar la lucha política. Se trata de una relación integral
entre práctica y conocimiento, sin orden jerárquico entre una y otro, esta relación es
denominada “praxis”.
Para poder participar conscientemente en la gran lucha histórica por la paz, la democracia
y mantener vigente en nuestra conciencia y en nuestra práctica política el proyecto del
socialismo, hay que conocer las causas reales y las fuerzas motrices de los
acontecimientos históricos, para eso estamos acá, por ello vamos a leer la historia por lo
alto y a hilar fino por lo bajo. La historia es un proceso de largo aliento y debemos estar
atentos a concatenar todos sus componentes y aspectos.
Vamos a analizar brevemente el proyecto de la sociedad burguesa, el llamado proyecto de
la modernidad en el que estamos, así desde finales del siglo XX se nos haya planteado
que rebasamos la modernidad y estamos ahora en la postmodernidad. Vamos a ver que
esta forma de plantear la historia tiene que ver con una postura encubridora, esta postura
es el idealismo. ¿Y qué encubre? Las causas reales de la lucha de clases en la que
estamos y en la que nos jugamos la vida por habitar en este mundo.
¿Para qué vamos a hacer este análisis? Pues para entender los referentes históricos que
configuran nuestra realidad actual y enfáticamente para tener claro desde qué posición
asumimos la lucha.
Nuestro sustento analítico va a ser “la concepción materialista de la historia”.
Fijémonos que decimos “concepción”, esto implica una postura de ser y estar en el
mundo.
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Así entonces la Concepción del Mundo es un sistema coherente de puntos de vista
sobre el mundo (es decir: la naturaleza, la sociedad y el pensamiento) que influye de
manera fundamental en la actividad del hombre.
Según la solución que dan al problema de las relaciones entre el pensar y el ser, la
filosofía y otras formas de pensamiento, se dividen en dos direcciones fundamentales. Los
materialistas explican el mundo partiendo del mundo mismo, sin recurrir a ninguna clase
de fuerzas sobrenaturales, que se suponen exteriores al mundo. Los idealistas consideran
que lo primero de todo, lo primordial, es el pensamiento, el “espíritu”. Sostienen que el
espíritu es anterior a la naturaleza e independiente de ella. Bajo esta perspectiva distintos
periodos históricos de la humanidad se explicaron y se siguen explicando el mundo
apelando a las ideas, apelando a la autoridad, ya fuera de la tradición o de la revelación.
El carácter de la concepción del mundo es determinado, en última instancia, por el nivel
de desarrollo social, por el estado de la ciencia y el nivel de conocimiento social. Pero al
mismo tiempo, la concepción del mundo de personas que viven en una misma sociedad
es muy distinta, y esta diferencia no se puede explicar por la disparidad de sus
temperamentos, como lo hacen algunos filósofos. La esencia de la cuestión no es esa. La
sociedad capitalista se compone de clases con intereses políticos y económicos opuestos,
por lo cual, los puntos de vista de sus representantes en cuanto al desarrollo del
conocimiento, etc., también son opuestos. En una forma más generalizada, la diferencia
de los intereses de clase se manifiesta en el pensamiento, que constituye la base de
cualquier concepción del mundo.
Por lo general los ideólogos (y representantes) de las clases conservadoras, defienden el
punto de vista del idealismo, por consiguiente, la concepción idealista del mundo. Y si esta
clase ejerce el poder, trata de hacer (y a menudo lo logra) que su concepción del mundo
sea la dominante en la sociedad, imponiéndola por todos los medios. Con estos fines se
utiliza especialmente la religión [y los medios masivos de comunicación]. Por eso la
concepción idealista del mundo, adopta a menudo formas religiosas, místicas, sin
sustento científico.
Estas dos concepciones de mundo mantienen una relación de lucha, la cual se ha librado
a lo largo de la historia, esta lucha se da en el orden del pensamiento, de la conciencia,
de la razón. ¿Lucha? Sí, lucha, dado que las sociedades no son homogéneas, no todos
viven de la misma manera o participan en la vida social de la misma manera.
¿Qué es entonces la concepción materialista de la historia?
Al respecto escriben Marx y Engels en La Ideología Alemana1: “las premisas de que
partimos no son arbitrarias, no son dogmas, sino premisas reales, de las que solo es
1 Carlos Marx, Federico Engels. La Ideología Alemana. Crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes
Feuerbach, B. Bauer y Stirner, y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas. Versión digital. Consultado en:
https://www.marxists.org/espanol/m-e/
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posible abstraerse en la imaginación. Son los individuos reales, su acción y sus
condiciones materiales de vida, tanto aquellas con que se han encontrado ya hechas,
como las engendradas por su propia acción. Estas premisas pueden comprobarse,
consiguientemente por la vía puramente empírica.
Unas líneas más adelante dicen: “Al producir sus medios de vida, el hombre produce
indirectamente su propia vida material. El modo de producir los medios de vida de los
hombres depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se
encuentran y que hay que reproducir.”
Así entonces la esencia de la concepción materialista de la historia es la siguiente: “Nos
encontramos pues con el hecho de que determinados individuos que se dedican de un
determinado modo a la producción, contraen entre sí estas relaciones sociales y políticas
determinadas. La observación empírica tiene necesariamente que poner de relieve en
cada caso concreto, empíricamente y sin ninguna clase de embaucamiento y
especulación, la relación existente entre la estructura social y política y la producción. La
estructura social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de determinados
individuos; pero de estos individuos, no como puedan presentarse ante la imaginación
propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir, tal y como actúan y como
producen materialmente y, por tanto, tal y como desarrollan sus actividades bajo
determinados límites, premisas y condiciones materiales, independientemente de su
voluntad”.
La concepción materialista de la historia devela que las condiciones de liberación real de
los hombres están en relación con el desarrollo de las fuerzas productivas, con la
capacidad de producir para satisfacer las necesidades básicas de la existencia, estas
necesidades básicas son materiales y de igual forma son espirituales. Por ello la
liberación es un acto histórico y no mental.
Teniendo claro que nuestro punto de partida es la concepción materialista de la historia, la
cual es la base teórica de la sociología crítica que surgió a mediados del siglo XIX, esta
sociología crítica nos aportó el concepto de “formación económico social”, valiéndonos
de este concepto vamos a desarrollar este análisis socio-histórico y a intentar develar sus
claves.
Una formación económico-social es una fase determinada del desarrollo de la sociedad,
un tipo determinado de sociedad. En la historia de la humanidad se observa una sucesión
de diversos tipos de sociedad, cada una de estas formaciones económico-sociales no son
más que “una sociedad con un determinado grado de desarrollo histórico”2
2 C. Marx y F. Engels. Trabajo asalariado y capital.. Obras escogidas en dos tomos, edición en español, Tomo I. Ediciones en Lenguas
Extranjeras. Moscú. 1955
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Cada formación económico-social es un organismo social singular, cuyos aspectos todos
están concatenados y dependen los unos de los otros, por tanto no se deben destacar ni
combinar arbitrariamente unos u otros aspectos de la vida social sin tener en cuenta su
concatenación orgánica. Con esto podemos entender que la sociedad es un organismo
vivo, en constante desarrollo. Un aspecto determinante para comprender una formación
económico-social es el modo de producción. En cada formación económico-social
predomina un modo de producción, el cual se caracteriza por unas fuerzas productivas y
unas relaciones de producción inherentes a ellas.
Las relaciones de producción son las formas particulares que adoptan las relaciones
sociales, entre mujeres y hombres, entre seres de carne y hueso en el día a día, para
producir los bienes materiales de existencia. Las fuerzas productivas de la sociedad la
componen los medios de producción creados por la sociedad, ante todo las herramientas,
las maquinas, la tecnología, la ciencia, e igualmente componen las mujeres y los hombres
que los ponen en funcionamiento y producen los bienes materiales de existencia.
Las fuerzas productivas de una formación económico-social son correspondientes al nivel
de desarrollo histórico de dicha sociedad, hoy día dichas fuerzas productivas están en un
nivel alto de desarrollo, con la informática, la robótica, la física cuántica, la exploración
espacial, las telecomunicaciones al nivel de la instantaneidad, el desciframiento del código
genético de nuestra especie y de cientos de otras especies de nuestro planeta.
Sobre la base de unas fuerzas productivas determinadas se establecen unas relaciones
de producción. El tipo determinado de estas relaciones de producción es lo que
caracteriza principalmente lo específico de cada formación económico-social y le da su
fisonomía peculiar y la distingue de otras formaciones sociales.
Asumiendo esta metáfora de la sociedad como organismo vivo, lo clave es la
concatenación de sus elementos componentes y su dinámica relacional, así entonces
debemos tener en cuenta que produciendo la vida, la vida material y la vida simbólica de
cada miembro de la sociedad y de la sociedad en su conjunto, se producen igualmente
relaciones políticas, relaciones culturales, relaciones religiosas, relaciones morales,
artísticas, ideológicas, ninguna prima sobre la otra, no olvidemos esto, lo importante es
ver la dinámica de conjunto.
Esto evita reducir la formación económico-social a las relaciones económicas de la
sociedad, es decir, las relaciones que establece cada sociedad particular para producir el
alimento, el vestido, la vivienda, lo básico para mantener la vida, la biológica y la
simbólica, es decir, sus ideas, sus valores, etc.
Acorde al lugar que ocupe cada miembro de la sociedad en el ámbito de las relaciones de
producción, se hace parte igualmente de una determinada clase social, dichas clases
sociales, en virtud de su diferenciación en el rol que ocupen en la producción de la vida
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material, tienen intereses distintos, diferenciados, hasta el punto que en las sociedades
divididas en clases, los intereses de las distintas clases pueden ser, y de hecho lo son,
antagónicos.
Así abordamos el concepto de lucha de clases, el verdadero motor de la historia. Este es
el contexto básico que nos permite entender que vivimos en sociedades antagónicas en la
cual hay intereses diferenciados entre las clases que la componen, las cuales libran
permanentemente una lucha violenta por la defensa de sus intereses históricos.
En las sociedades divididas en clases con intereses antagónicos, existen clases
dominantes y clases dominadas, clases explotadoras y clases explotadas, no solo en el
orden económico, sino en todos los aspectos en que discurre la vida social, dadas las
relaciones mutuas, necesarias, que se dan entre unos miembros y otros de la sociedad
para producir y mantener la vida. Más adelante veremos que en las sociedades divididas
en clases, las relaciones de producción tienen el carácter de relaciones de dominación y
subordinación.
Al respecto Marx planteó lo siguiente: “que la existencia de las clases sociales solo va
unida a determinadas formas históricas de desarrollo de la producción”.3 La división de la
sociedad en clases también es un proceso histórico, en una determinada fase de
desarrollo histórico de la sociedad, una parte de ella concentró bajo su dominio los medios
fundamentales de producción, la tierra por ejemplo, y despojó de dichos medios a otra
parte de la sociedad.
Las condiciones económico-sociales del surgimiento de las clases fueron: el desarrollo de
las fuerzas productivas y la aparición del producto excedente, la división social del trabajo,
el surgimiento del intercambio y la producción mercantil, la propiedad privada y la
desigualdad en la posesión de los bienes.
El concepto de lucha de clases nos permite comprender la historia de la sociedad. Sin
tener en cuenta este concepto nos será más difícil e incomprensible analizar las
relaciones que existen entre las personas en la sociedad y determinar el lugar de cada
clase en la vida social, su esencia, sus fines e intereses genuinos. Este concepto es un
punto de referencia esencial para elaborar la estrategia y la táctica de la lucha por la
liberación de los pueblos, la lucha por la transformación de la sociedad.4
Ahora valiéndonos de la concepción materialista de la historia vamos a analizar la
formación económico-social burguesa y su proyecto de la modernidad.
3 Carta de Carlos Marx a Joseph Weydemeyer el 5 de marzo de 1852
4 Lenin planteó al respecto: “Los hombres han sido siempre en política víctimas necias del engaño de los demás y del engaño propio, y lo
seguirán siendo mientras no aprendan a discernir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y
sociales, los intereses de una u otra clase”. V. I. Lenin. Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo. Obras escogidas en tres tomos.
Edición en español. Editorial Progreso. Moscú, 1961.
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El proyecto de la modernidad (Occidente y el resto)
Bajo el idealismo es usual la fragmentación de los hechos históricos. Según esta
perspectiva los hechos sociales no tienen relación con la cultura, con el momento
histórico, con la política, con la economía, etc., en consecuencia nos relatan el
surgimiento de la sociedad burguesa, con su proyecto de la modernidad, a partir del
renacimiento de las ideas filosóficas de la antigüedad clásica griega, básicamente con la
recuperación de las obras de Platón en los países centrales de Europa a finales del siglo
XV.
También es usual que nos presenten la historia como un proceso en el que unos hombres
y mujeres destacados, con sus grandes capacidades y carisma, marcaron nuevos
horizontes. La modernidad así surge de los aportes de filósofos como Descartes, Kant,
Hegel, teóricos de la política como Thomas Hobbes, John Locke, Juan Jacobo Rousseau,
teóricos de la economía como Adam Smith y David Ricardo, etc., ante lo cual ya tenemos
los elementos para reconocer esta forma fragmentaria y descontextualizada.
Así denominaron a este momento “Renacimiento”, de la filosofía y de la razón como
elemento mediador entre el hombre y el mundo. Nos presentan la modernidad derivada
de la “ilustración”, del triunfo de la razón sobre el oscurantismo del dogma religioso,
empobreciendo así la comprensión de los hechos históricos.
Veamos, en el mundo medieval el régimen político imperante era la monarquía, el poder lo
detentaba un individuo, el rey, con el respaldo de la nobleza, la clase subsidiaria del poder
real y con el respaldo de la iglesia. Había un marcado predominio de la fe religiosa como
fundamento explicativo del mundo y de la iglesia como organización política, militar e
ideológica que regulaba casi toda la vida social de ese momento.
En este periodo histórico el modo de producción tributario es el más generalizado. Es una
sociedad dividida en clases, de una parte persiste la comunidad aldeana e igualmente
existe un aparato social y político de explotación de ésta bajo la forma de cobro de
tributos. Así debemos entender el llamado “modo de producción feudal”, éste es solo una
de las formas que adoptó el modo de producción tributario en los países centrales de
Europa, y de ningún modo fue un modo de producción generalizado a lo largo y ancho del
mundo, con esto enfatizamos que un modo de producción no existe en estado puro, sino
que en una formación económico-social coexisten distintos modos de producción, pero
uno es el que predomina.
En el siglo XVI, derivado de una situación de crisis económica, en la búsqueda de
materias primas y rutas de comercio se da una disputa entre los imperios Español y
Portugués por el control de las rutas marítimas para el comercio con los países de oriente.
Esta disputa abre una nueva fase histórica en la que se invaden territorios transmarinos.
En ese momento la producción mundial era controlada mayoritariamente por China, India,
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los países de medio oriente y Asía. Oriente era una región del mundo, que comparada con
Europa, tenía mayores desarrollos tecnológicos, científicos, culturales, filosóficos,
militares, entre otros.
En esta lucha por el control comercial con los países de oriente, lucha marcadamente
económica, se invade América (en ese momento una región del mundo desconocida para
los europeos, más no así para los chinos). Bajo el contexto del modo de producción
tributario imperante en Europa, ahora ya no solo se exige tributo sobre el excedente de
producción a la población europea, sino que se extiende el modelo a los territorios recién
invadidos.
Se inicia lo que los historiadores han denominado “el Colonialismo”. Es importante tener
en cuenta este contexto ya que nos faltarían elementos para entender el capitalismo y su
expansión a nivel global si no captamos el papel determinante del colonialismo en la
historia de los pueblos del mundo.
El colonialismo básicamente es la invasión de territorios por parte de foráneos, se ejerce
dominio territorial, control político, económico, cultural, ideológico, religioso, etc., para el
saqueo de sus recursos naturales, sometiendo a la población nativa a través de todos los
medios posibles, la violencia es el medio ideal para cumplir estos propósitos. Una de las
razones que se adujeron en su momento y aún hoy muchos teóricos sostienen esta
postura, es que se justifica el colonialismo en razón a que la civilización se lleva a
territorios en que los pueblos vivían o viven en estado de salvajismo y barbarie.
El colonialismo se explica igualmente a partir de una marcada separación entre el mundo
civilizado (Europa) que se concibe como “el Centro” del mundo y el resto, es decir, los
territorios periféricos, los salvajes, los colonizados. Esta perspectiva se sostiene hasta hoy
con la terminología de “países desarrollados” y “países subdesarrollados”. Bajo la
concepción materialista de la historia y basándonos en el concepto de formación
económico-social tenemos un ámbito comprensivo propicio para reconocer las engañifas
con que pretenden ocultar las causas reales de los procesos históricos.
Un aspecto destacado en la historia de este proceso social es la lucha que se libró en el
orden religioso, de la fe. La religión católica no solo mediaba entre los hombres y Dios,
sino que era una de las mayores propietarias de tierras de su momento y ejercía un fuerte
control ideológico en la sociedad.
En el siglo XVI, Martín Lutero, un fraile alemán de la orden de los agustinos, denuncia el
carácter económico de la mediación de los curas entre los hombres y Dios. Protesta en
contra del cobro de las indulgencias (para la salvación de las almas). Este es un buen
ejemplo del modo de producción tributario, dado que el cobro de las indulgencias se
constituye en un verdadero tributo que financiaba la construcción de iglesias y las guerras
de fe que libraba la iglesia católica contra las demás religiones.
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En dicho contexto medieval los comerciantes tenían gran relevancia en el ámbito
económico y lograron transformar las rígidas relaciones económicas de su momento. Los
comerciantes ya no habitan los feudos, es decir, dentro del dominio territorial del señor
feudal, sino que fundan pequeñas villas o ciudades, que denominaron “burgs” vocablo de
origen alemán que significa “atalaya”. En ella se concentran las actividades comerciales.
De allí se deriva la expresión “burgués”, el habitante de los burgos, pero más que por su
localización urbana, el burgués se explica es por su actividad económica. Los burgueses
iniciaron su actividad comerciando productos y gradualmente dieron el salto a encargarse
de la producción de los mismos.
La comunidad aldeana en los territorios del señor feudal tenían medios de producción,
aunque no fueran propietarios de la tierra, ésta era un medio de producción con el que
contaban, además tenían las máquinas para hilar y tejer telas, forjaban metales, eran
artesanos del cuero, en general, tenían medios de producción para satisfacer sus
necesidades básicas de existencia, sin embargo eran “siervos”, es decir, estaban sujetos
a una relación de servidumbre en el orden jurídico y político respecto del señor feudal, y
eran siervos de la iglesia en el ámbito ideológico, religioso, moral.
Los burgos son una innovación en el contexto de urbanización de la Europa ruralizada de
ese momento, grandes masas de población se desplazan allí. Al salir de la influencia del
poder de los señores feudales, las masas de población que se desplazan a los burgos son
masas “libres”, ya no están atados por lazos de dependencia respecto de los señores
feudales, pero también ya no cuentan con medios de producción. Libres denota acá que
estas masas de población han sido liberadas de sus relaciones serviles y han sido
expropiados de sus medios de producción.
Estas dos son las características claves para entender la naciente clase social asociada
históricamente a los burgueses, el proletariado. La expresión “proletariado” tiene esta
doble referencia: es la población sin medios de producción y es la que mayoritariamente
“reproduce” constantemente la población social. La masa trabajadora sin medios de
producción entra en una nueva relación con los burgueses, ya no están sujetos por
relaciones serviles, sino que “venden” libremente su fuerza de trabajo al servicio de la
producción que controla el burgués.
Los burgueses desarrollan las fuerzas productivas sociales de su momento, se apropian
el producto excedente de la producción a través de la plusvalía (concepto que
desarrollaremos más adelante), se multiplica la división social del trabajo.
Un primer logro histórico de la clase de los burgueses es la transformación del modo de
producción tributario imperante en el mundo medieval y gradualmente instauran un nuevo
modo de producción, el modo de producción capitalista.
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Sin embargo el poder político, filosófico, ideológico, moral, etc., seguía en poder de las
monarquías y del clero. Los burgueses inician una nueva fase de su lucha por la
conquista del poder político, sus intereses económicos les llevan a confrontar el poder
político. En distintos periodos históricos y regiones de Europa se dan estas luchas de
clases.
En Inglaterra desde mediados hasta finales del siglo XVII (1642 hasta 1689) se libra la
lucha entre el poder monárquico y el poder parlamentario de mayoría burgués. Es una
disputa política con trasfondo económico, dado que los intereses de la naciente burguesía
chocaban con los intereses económicos del poder monárquico, e igualmente es una lucha
por las ideas religiosas protestantes en contra de la hegemonía católica.
En los Estados Unidos igualmente se libró una lucha entre las colonias asentadas en
territorio estadounidense y el poder político inglés de quien eran súbditos. Esta lucha se
libró entre 1775 hasta 1787, se inicia con la declaración de independencia promulgada en
1776, hasta la redacción de la constitución en 1787.
En Francia se da una encarnizada lucha entre la naciente burguesía de ese país y la
monarquía, lucha que va de 1789 hasta 1799. En 1789, la expresión política de la
burguesía se autoproclama Asamblea Nacional (parlamento francés) como el “tercer
estado”, en contra del poder despótico de la monarquía (primer estado) y de la iglesia
(segundo estado).
Todas las anteriormente mencionadas son revoluciones burguesas, que propiciaron la
expansión de la revolución a otros territorios y países europeos y posteriormente a otros
territorios del mundo. Las revoluciones burguesas socavaron el poder político de la
monarquía. A la burguesía le era necesario transformar las relaciones políticas que
obstaculizaban sus actividades económicas, comerciales y productivas.
Así entonces, en el orden político, la burguesía como clase promovió la Republica (rex
pública), la división de poderes como sistema político. Poder ejecutivo, poder legislativo y
poder judicial. La República se fundamenta en el gobierno de las leyes, en el sistema
jurídico, en la igualdad de cada mujer y hombre ante la ley (esta igualdad es formal ya que
en las sociedades divididas en clases con intereses antagónicos esto no se cumple en la
práctica)
Igualmente promovió la democracia como régimen político. La democracia en sentido
amplio es el gobierno de las mayorías, del pueblo. La idea que subyace a la democracia
es que no haya extralimitación del poder en contra de la sociedad. Sin embargo esto es
solo una formalidad teórica. La práctica histórica ha demostrado suficientemente la
inconsistencia de este planteamiento.
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Podemos ver que el modo de producción tributario de la sociedad medieval no encajaba
con el modo de producción capitalista, razón por la cual la burguesía se constituyó en este
momento como clase revolucionaria, básicamente transformando las relaciones sociales
de producción y reproducción de la vida social. Es importante tener en cuenta que una
vez la burguesía como clase asumió el poder político en el contexto europeo y en otros
territorios del mundo, dejó de ser clase revolucionaria y desde entonces asume la defensa
de sus intereses como clase reaccionaria.
Las rígidas y limitadas relaciones económicas de la sociedad medieval europea no
facilitaban las relaciones económicas de la burguesía, por ello exigieron libertades para el
ejercicio de la economía. La frase “laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même;
«Dejen hacer, dejen pasar, el mundo va solo” traduce perfectamente los ideales
burgueses de libre mercado, libre manufactura, bajos o nulos impuestos, libre mercado
laboral y mínima intervención del Estado en la actividad productiva.
Según el planteamiento de Adam Smith, existe “una mano invisible” que regula el libre
ejercicio de la oferta y la demanda. Dicha mano invisible sería quien evitaría la
extralimitación de alguna de las partes, dado que primaría el beneficio de toda la sociedad
en el ejercicio libre de la economía. Lo que la historia ha demostrado es que no hay sino
un fundamento idealista en este planteamiento, la economía capitalista permanentemente
está llevando al límite todos los posibles obstáculos que se le oponen, sean de orden
político, ético, biológicos, de la naturaleza, humanos, cualquiera que sea, y han
demostrado capacidad y voluntad de no detenerse ante nada.
El laissez faire, es el fundamento teórico del liberalismo económico y de su relanzamiento
a partir de la década de los 60 del siglo XX, el neoliberalismo, a partir de la renovación de
las ideas de Adam Smith realizadas por Milton Friedman en la Escuela de Economía de
Chicago.
Los elementos esenciales de la formación económico-social burguesa y llamado proyecto
de la modernidad son básicamente los siguientes: la idea progreso (progreso de la razón,
de la ciencia, de la economía, de la política, de la sociedad, etc.), el Estado tiene como
misión principal proteger esos derechos, así como las libertades individuales de los
ciudadanos, la democracia, la igualdad ante la ley, la civilización, la paz, el sufragio
universal, la ciudadanía, y sumado a lo anterior, la defensa del derecho de propiedad
como el rasgo más distintivo de esta formación económico-social.
El proyecto de la modernidad, construido teóricamente sobre una concepción de mundo
idealista, se quiebra en la práctica histórica con los aproximadamente 31 millones de
muertos de la primera guerra mundial y los aproximadamente 73 millones de muertos de
la segunda guerra mundial. No se tiene una cifra exacta de los muertos de la colonización
en el mundo, en América la cifra oscila entre 65 millones de indígenas tras la invasión de
los europeos, se capturaron como esclavos alrededor de 60 millones de pobladores de
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África, aproximadamente solo 12 millones llegó con vida a América, no hay una cifra
exacta de los muertos en África y Oriente por la colonización.
Estos datos, evidencia irrefutable de que los valores de la modernidad, del proyecto
burgués, son solo ideales, mientras sus prácticas priorizan la violencia para el logro de
sus intereses de clase, son los hechos en que se basa la crítica a este proyecto social.
Esta crítica da origen al llamado “pensamiento crítico” alentado por diversos sectores
sociales en la misma Europa, en América, Oriente y África.
La crítica evidencia el quiebre histórico de la sociedad burguesa, a partir de la cual se
plantea un nuevo momento histórico denominado “postmodernidad”. La llamada
postmodernidad no es más que reflejo de las adaptaciones de dicha formación
económico-social a las condiciones históricas. La postmodernidad es correspondiente con
la crisis económica de la década de los años 70 del siglo XX.
La postmodernidad como crítica al proyecto de la modernidad es la demostración práctica
de su incoherencia, dado que los valores que promulgó teóricamente no se convirtieron
en práctica social. Sus valores solo viabilizaron el colonialismo, el neocolonialismo, las
guerras raciales, sexuales, económicas, políticas, etc., en las cuales hoy luchamos y
resistimos.
Con los elementos anteriormente planteados podemos entender que el proyecto de la
modernidad e igualmente la llamada postmodernidad, son solo fases históricas del
proceso de adaptación dinámica de la formación económico-social burguesa, que aún hoy
se impone a nivel global, exceptuando algunos países. Formación económico-social que
emerge en el siglo XV y se mantiene vigente hasta nuestros días, con sus adaptaciones, y
transformaciones de forma, más no de fondo.
La contextualización histórica nos permite evidenciar que la lucha de liberación de los
pueblos exige entender, bajo fundamentos científicos, la dinámica social, sus leyes
esenciales, sus valores, los intereses de clase que los animan, y es necesario para las
mujeres y los hombres cualificar su conciencia en todos estos aspectos para encarar la
lucha por la transformación de este orden de cosas. La lucha es un evento práctico, es
una práctica, dado que, como se planteó anteriormente, la liberación de los pueblos no es
un asunto mental sino histórico.
Instituto de Investigación-Acción en Procesos Educativos y Sociales - IAPES "José Martí" - Bogotá
Integrante de la Escuela Nacional Orlando Fals Borda / www.escuelafalsborda.org
Correo: [email protected] | Facebook: IAPESJoseMartiBogota | Twitter: @escuelafals/#Bogota
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