Alejandro Alejandro Magno (356-323 a.C.) cambió el rostro de Judea junto con el del resto del mundo entonces conocido. En el 336 a.C. se convirtió en rey de Macedonia y de las ciudades-estado griegas conquistadas por su padre, Filipo II. Antes de una década había derrotado a los persas y heredado su imperio. A comienzos de esa década, en el 332 a.C., conquistó Judea, una conquista que habría de tener efectos de largo alcance en la historia judía. La propia conquista no era algo nuevo para los judíos: Judea había sido conquistada en varias ocasiones. Pero esta vez el conquistador vino del oeste, y no del este (como Asiria, Babilonia y Persia). Pero ello no era particularmente significativo. Otros dos factores hacen histórica la conquista de Alejandro: el primero es cultural, y el segundo geográfico. Los griegos estaban interesados no solamente en las victorias militares, la expansión política y la ganancia económica. También estaban entregados a difundir su forma de vida, sus instituciones, normas e ideas al mundo de los "bárbaros", como llamaban a los no griegos. Además de la hegemonía política y la imposición de tasas, la conquista griega expuso al Mediterráneo oriental y otras zonas a una forma de vida enteramente diferente: el helenismo1. Tal vez el medio más efectivo por el cual se propagó el helenismo en nuevas regiones fue la fundación de una ciudad griega, o la reconstitución de una ciudad ya existente, como una polis. Cada paso acarreaba con él ramificaciones políticas, religiosas y culturales. La ciudad nuevamente fundada operaba políticamente bajo una constitución griega, las divinidades griegas eran introducidas en el panteón de la ciudad, y se establecían instituciones educativas y lúdicas griegas. En el siglo posterior a la conquista de Judá por Alejandro, se fundaron ciudades griegas a lo largo de la costa mediterránea, así como en el interior, como Beth Shean (Escitópolis) y Samaria (Sebastie), e incluso más al este, en Transjordania. Un boulé o consejo legislativo se reunía regularmente; los archei (cabezas) eran escogidos de entre ese cuerpo para la administración de los asuntos cotidianos, y un demos constituído por ciudadanos ordinarios se reunía esporádicamente. Esas ciudades sirvieron como centros de vida e influencia griega y se reforzaban unas a otras a través de empresas conjuntas de orden comercial, cultural y atlético2. Las consecuencias geográficas de la conquista de Alejandro afectaron también al curso de la historia de Israel. En previas conquistas Israel había permanecido invariablemente en la periferia de imperios mundiales, lejos de los centros de poder y autoridad. Su localización geográfica marginal aseguraba a los judíos una cierta dosis de estabilidad y aislamiento. Pero a la muerte de Alejandro en el 323 a.C. y la ruptura de su imperio Judea se vió en el vértice de la actividad política y militar. Geográficamente emparedada entre los dos focos de poder, el reino seleúcida con base en Siria, y el reino ptolemaico de Egipto, cuya capital estaba en Alejandría, Judea sirvió de campo de batalla en el que los seleúcidas y los tolomeos se enfrentaron a lo largo de la centuria siguiente. No menos de cinco guerras a gran escala tuvieron lugar entre Egipto y Siria durante el siglo III a.C., cada una con una duración de varios años. Por todo Judea, incluído Jerusalem, hubo guarniciones militares, y grandes ejércitos se estacionaron a través del país. Cualquiera de esos factores, la exposición a la cultura helenística o la centralidad geográfica, hubieran sido desestabilizadores en cualquier circunstancia. Pero para los judíos de Judea esos factores fueron demoledores, porque en los siglos inmediatamente precedentes a la conquista habían vivido en una especie de aislamiento. Cuando Persia gobernaba el mundo, Ciro mantuvo una política de apoyo activo a los grupos étnicos y religiosos, animándolos a reconstruir sus instituciones y a desarrollar tradiciones indígenas. Naturalmente, esa política fue recibida con los brazos abiertos por los lìderes judíos. Los persas sólo pedían lealtad política y pago de impuestos. El distrito de Judea, o Yehud, consistía en una pequeña zona alrededor de Jerusalem que se encontraba lejos de las ciudades principales y vías internacionales del país. 1 A.M.Abel, "Hellénisme et orientalisme en Palestine au déclin de la période séleucide", RB 53 (1946), pp. 385-402 2 .M. Tcherikover, Hellenistic Civilization and the Jews, Philadelphia 1959, pp. 90-116 1 Su situación permitía un relativo aislamiento del mundo circundante, geográfica, social y religiosamente hablando3. Así no debe sorprender que, tras la conquista de Alejandro, la inundación de Judea por oficiales del gobierno, mercaderes, soldados y demás fuese traumática para muchos judíos. Jerusalem no podía ya permanecer aislada del mundo exterior, y muchos de sus habitantes tampoco lo querían. Las oportunidades y atractivos de la más amplia cultura no podían negarse. Las monedas de plata acuñadas por las autoridades de Jerusalem entre el 300 y el 250 a.C. proporcionan una expresiva muestra de una respuesta judía positiva a la influencia helenística. Esas monedas llevan representaciones del rey egipcio Tolomeo I, de su esposa Berenice y un águila, símbolo ésta última de la hegemonía tolemaica. La presencia de esos símbolos en monedas judías es un claro testimonio del deseo, al menos de algunos, de una integración en el nuevo orden mundial4. Es difícil apreciar, sin embargo, cómo la sociedad judía en su conjunto respondió a esa nueva realidad. Esto es, si las circunstancias de aislamiento geográfico de los judíos combinadas con diferencias étnicas y religiosas crearon un compartimento, siquiera parcial, entre ellos y el mundo exterior. O, por el contrario, si la sociedad judía fue profundamente afectada por los cambios, aunque en menor medida que los habitantes no judíos de otras partes del mediterráneo. Las fuentes de que disponemos son inadecuadas para responder a ese tipo de cuestiones. Los indicios de aquí y de allá sólo trazan un borroso cuadro de las muchas y variadas respuestas judías a los desafíos de la nueva era. En general, podría decirse que las divisiones en el seno de la sociedad judía se profundizaron como resultado de la dominación helenística, las alianzas políticas se polarizaron en facciones inclinadas al norte (seleúcidas) o al sur (tolomeos), las divergencias sociales y económicas se exacerbaron y las creencias y prácticas tradicionales religiosas fueron amenazadas5. Sin embargo, el grado de helenización entre los judíos durante el periodo helenístico (desde la conquista de Alejandro hasta el establecimiento de la dinastía hasmonea en el 141 a.C.) permanece poco claro. Los autores han venido manteniendo posturas maximalistas y minimalistas, según vean un profundo impacto del helenismo6 o una superficial incidencia7. Tal vez ambas posiciones contengan parte de razón, pero sin duda la realidad era mucho más compleja. Dependerá de a qué nos estamos refiriendo, si a un aristócrata urbano o a un granjero; a qué periodo específico, si el s. IV o el II a.C.; y a qué aspectos de la sociedad, si a la cultura material, a las creencias religiosas o a las instituciones sociales. Mucha de la literatura judía escrita o editada durante el periodo helenístico temprano refleja una contienda con ideas del mundo exterior. El libro bíblico del Eclesiastés (Kohelet) sigue siendo el más explícito y detallado testimonio que poseemos acerca del perturbador impacto de ese nuevo entorno sobre el pensamiento y la religión judía. La fe y la certeza se habían perdido, y en su lugar había duda, indecisión y escepticismo. A la vuelta del s. II a.C. Ben Sira compuso una respuesta a ese tipo de pensamiento, llamado en latín Eclesiasticus (el pequeño Eclesiastés)8, tal vez proporcionándonos alguna indicación acerca de la gravedad del escepticismo y falta de fe reflejado en Eclesiastés. En la misma línea el Libro de los Jubileos presenta un casi polémico énfasis en mandamientos tan básicos como la circuncisiòn (15,23-34) y el sábado (2, 16-33), trasluciendo quizás una 3 J. Bright, Historia de Israel . pp. 360-402; F.M. Cross, "A reconstruction of the Judean Restoration", JBL 94 (1975), pp. 90-116. 4 J. Meshorer, Ancient Jewish Coinage, I, New York 1981, pp. 13-34. 5 Tcherikover. Helenistic Civilization..., pp. 117-151; Eugene Taeubler, "Jerusalem 201-199 b.C.E", JQR 37 (1946-47), pp. 1-30, 125-137, 249-263 6 Bickerman, From Ezra to the Last of the Maccabees, New York 1962, y The God of the Maccabees, Leiden 1979; Martin Hengel, Judaism and Helenism, 2 vols. Philadelphia, 1974; John J. Collins, "Jewish Apocaliptic Against Its Hellenistic Near Eastern Environment", BASOR 220 (1975), pp. 27-36 7 Tcherikover, Hellenistic Civilization..., pp. 152-174; Fergus Millar, "The Background to the Maccabean Revolution: Reflections on Martin Hengel's 'Judaism and Hellenism'", JJS 29 (1978), pp. 1-21; Paul Hanson, "Jewish Apocalyptic Against Its Near Eastern Environment", RB 78 (1971), pp. 31-58 8 Fue incluído en la traducción griega de los LXX y forma parte de la Biblia católica, siendo "apócrifo" para judíos y protestantes 2 cierta laxitud en su observancia como resultado de la exposición al mundo exterior. Finalmente, un canto de amor tan gráfico como el Cantar de los Cantares fue probablemente editado hacia ese momento y refleja temas bien atestiguados en la poesía helenística. Hasta qué punto esas corrientes intelectuales y religiosas afectaron a la sociedad judía es difícil de aquilatar. La evidencia disponible ofrece datos contradictorios. Por un lado, después de que el seleúcida Antíoco III conquistase Jerusalem (hacia el 200 a.C.), promulgó un edicto garantizando los privilegios de los judíos de la ciudad; esto parece confirmar el tradicional status de liderazgo de Jerusalem. Ancianos, sumo sacerdote, sacerdotes y otro personal del Templo fueron reconocidos como líderes de la comunidad y se les acordaron los privilegios correspondientes. Los temas que toca el edicto de Antioco atañen al Templo, al culto, a los preceptos religiosos y al bienestar de la ciudad. Es probable que esos temas estuvieran en el primer plano de los asuntos de Jerusalem durantes décadas, si no siglos. Por otra parte, ese cuasi idílico cuadro se oscurece visto en la perspectiva de otras fuentes. El historiador judío Josefo, por ejemplo, reseña la crónica de la familia Tobiad, cuyos miembros tuvieron un papel destacado en la política de Jerusalem hacia esos momentos. Ellos representan los intereses judíos ante la corte tolemaica en Alejandría y sin duda tuvieron también un importante papel en los asuntos internos de Judea. Los Tobiad ostentan un significativo grado de aculturación, adoptando nombres , maneras y formas de vida griegos. Un segundo ejemplo de una situación más compleja se conserva en 2 Mc 4. Los reyes seleúcidas estaban a menudo desesperadamente necesitados de dinero para pagar su tributo anual a Roma. En el 175 a.C. Jasón, un jerosolimitano de linaje sacerdotal, ofreció al recién coronado rey seleúcida Antioco IV una cantidad de dinero para asegurarse su propio nombramiento como sumo sacedote en el Templo de Jerusalem. Jasón añadió después una cantidad adicional para el derecho de convertir a Jerusalem en una polis griega. Eso significaba que los habitantes de Jerusalem serían registrados como ciudadanos de una polis, que la ciudad sería reestructurada políticamente, que las instituciones sociales serían reorganizadas en el espíritu de una ciudad griega, y que se establecerían un gymnasion y un ephebeion9. No cabe duda de que esto constituía un paso muy atrevido. Como se ha dicho, no está claro el grado de helenización que había penetrado en la sociedad judía de ese tiempo. Así que cabe preguntarse si el programa de Jasón tenía un apoyo activo o pasivo de un amplio segmento de la población o era un superficial mimetismo de modos griegos por parte de una pequeña élite de Jerusalem. Si era un paso espectacular y repentino con poca planificación. o era la culminación de un largo proceso. Ninguna de esas cuestiones puede ser contestada con seguridad. Sin embargo está bastante claro que hacia el 175 a.C. muchos destacados jerosolimitanos, especialmente sacerdotes, estaban comprometidos con un cierto grado de aculturación. Aunque no conocemos la reacción inmediata a la iniciativa de Jasón, lo que es cierto es que en los años siguientes la sociedad judía fue sacudida por una serie de acontecimientos que la conmovieron hasta sus propios cimientos. Antioco IV y el surgimiento de los Macabeos Poco después de que Jasón se convirtiera en sumo sacerdote por compra y Jerusalem se convirtiera en una polis, el gobernante seleúcida Antioco IV Epifanes visitó Jerusalem (probablemente hacia el 173 a.C.) y fue recibido por la población con una procesión de antorchas y una aclamación general. Hacia ese mismo momento, la ciudad envió una delegación para participar en los juegos atléticos en Tiro, en la costa de Fenicia. Parece que los miembros judíos de esa delegación se encontraban a disgusto ofreciendo el habitual obsequio a la deidad local en la apertura de los juegos; en lugar de ello, dieron su dinero al comité de la ciudad. 9 Un Gymnasion es equivalente a una High school, con especial atención a temas físicos y académicos; el ephebeion es una escuela más avanzada especializada en el entrenamiento militar. 3 En 172 a.C. otro sacerdote de Jerusalem, Menelao, trató de seguir el precedente de Jasón sobornando al rey seleúcida para que le nombrase sumo sacerdote en lugar de Jasón. Para cumplir su compromiso económico, Menelao tuvo que recurrir a saquear el tesoro del Templo, lo que enfureció a la población. La subsiguiente explosión de violencia fue sofocada, pero con grandes dificultades. La tensión entre los seguidores de Jasón y Menelao continuó. La violencia estalló de nuevo el 169-168 a.C., provocada en esta ocasión por el rey seleúcida Antioco IV. Primero saqueó el templo, causando alguna destrucción. Luego . sofocó la agitación causada por la amenaza de Jasón a la autoridad de Menelao. La masacre siguió al pillaje y el fuego destruyó parte de la ciudad. No lejos del templo, Antioco contruyó una fortaleza, llamada el Akra, que guarneció con tropas sirias10. Jerusalem hervía de descontento, porque estaba claro que la presencia de tropas paganas significaba la introducción de cultos extranjeros en la ciudad. Aproximadamente un año más tarde, en el mes de kislev (diciembre 167 a.C.), Antioco emitió un decreto prohibiendo la circuncisión, el estudio religioso, la observancia de la ley (incluyendo el sábado y las fiestas), y forzaba a los judíos a cometer lo que ellos consideraban el peor de los pecados: idolatría y comida de alimentos prohibidos. Antioco profanó el lugar más sagrado de los judíos introduciendo culto idolátrico en el propio recinto del Templo. Cabe plantearse las razones de Antioco al hacer esto. Las fuentes principales (1 y 2 Macabeos) difieren, como lo hacen los historiadores modernos. Lo que está claro sin embargo es que los decretos de Antioco no tenían precedente. La persecución religiosa no había existido antes en el mundo pagano. Un conquistador podía imponer sus deidades a la población local, pero nunca prohibiría la práctica de las tradiciones locales11. Se diga lo que se quiera sobre la personalidad y rarezas de Antioco (al que en lugar de Epifanes se le llamaba en broma Epimanes, esto es, "loco"), había sido educado en lo mejor de la tradición helenística, y la persecución religiosa no formaba parte de su herencia cultural o política. Conscientes de lo insólito de su política, los historiadores han tratado de buscar explicaciones alternativas, tales como: Fueron los extremadamente helenizados de Menelao los que instigaron esta revuelta (Bickerman, Hengel); Antioco seguía una política de persecución religiosa que había asimilado cuando estuvo en Roma (Goldstein); la persecución religiosa de Antíoco era parte de un intento de suprimir una revuelta que había ya estallado en Jerusalem y que tenía un sesgo claramente religioso (Tcherikover). Sean cuales fueren las razones, estas persecuciones suscitaron respuestas de enorme alcance para la historia judía subsiguiente. La reacción inmediata fue de desbandada. Algunos judíos no vieron más forma de responder que la aquiescencia pasiva. Otros huyeron al desierto de Judea y quizás más allá de sus fronteras. Otros desesperaron de las medidas terrenas y se refugiaron en sueños místico-mesiánicos de intervención y salvación divinas 12. En los años siguientes a la imposición de los decretos de Antioco el conflicto armado estalló solamente en la lejana ciudad de Modi'in en el noroeste de Judea. Y sin embargo, ésta fue la respuesta que luego llevaría a una radical reorganización de la sociedad judía. La revuelta de Modi'in fue organizada y liderada por un sacerdote llamado Matatías y sus cinco hijos, Judas Macabeo13, Simeon, Johanan, Eleazar y Jonatan. Con el tiempo esos hijos habrían de restablecer por primera vez en 450 años un estado soberano, y una nueva dinastía de reyes judíos, los Hasmoneos14. 10 Willis A. Shotwell, "The Problem of the Syrian Akra", BASOR 176 (1964), pp.10-19 La única aparente excepción, muchos siglos antes (s. XIV a.C.) prueba justamente lo contrario. La persecución de Eknaton hacia el clero tradicional egipcio refleja más bien un celo monoteísta que una intolerancia pagana. 12 Ver por ejemplo Dn 7-12) 13 Un sobrenombre dado a Judas y más tarde aplicado a toda la familia, sin que haya hasta el momento una satisfactoria explicación de su significado. 14 El término Hasmoneo se refiere a un antepasado de Matatías y más tarde se convirtió en el título familiar de los Macabeos. Ver Ant. 12,265; Guerras 1,36) 11 4 5 Un cuarto de siglo de ascensión hasmonea La ascención Hasmonea al poder fue un largo y arduo proceso que triunfó solamente tras veinticinco años de lucha. Este cuarto de siglo puede ser dividido en cuatro periodos distintos: 1. 166-164 a.C. Estos fueron años de continua guerra de guerrillas. Dirigidos por los Macabeos, los judíos , comandados por Judas Macabeo, atacaron a los ejércitos seleúcidas cuando intentaban llegar a Jerusalem para reforzar su guarnición. Las fuerzas seleúcidas se acercaron a Jerusalem casi desde cada dirección (norte, noroeste, oeste y sur), pero cada vez eran vencidas y sus armas robadas para engrosar la fuerza de los irregulares hasmoneos. Los heroicos y casi siempre victoriosos esfuerzos militares hasmoneos están vivamente descritos en 1 y 2 Macabeos. Solamente un encuentro en Bet Tsur (al sur de Jerusalem) en la primavera del 164 a.C. fue una batalla que quedó en tablas, y se declaró un armisticio temporal como resultado de la intervención combinada de judíos helenizados y refuerzos romanos. Seis meses más tarde, sin embargo, Judas Macabeo y sus tropas sorprendieron a la guarnición siria de Jerusalem, capturaron la ciudad, purificaron el Templo y restablecieron los ritos sacrificiales judíos. Esto ocurría en el mes de Kislev del 164 a.C., exactamente tres años después de que comenzara la persecución de los judíos. Esta recuperación de Jerusalem, limpieza del Templo y reinstauración de los sacrificios es recordada hasta hoy por los judíos en la fiesta de Hanukkah15. 2. 164-160 a.C. Estos años estuvieron marcados por cambios dramáticos en la suerte de los hasta entonces victoriosos Macabeos. Antioco V envió su ejército seleúcida para aplastar a los rebeldes, y en una batalla cerca de Bet Zechariah, cerca de jerusalem, los seleúcidas vencieron. Sin embargo, no aprovecharon su vistoria porque llegaron noticias de una grancrisis en Antioquía que requería la inmediata presencia del comandante, Lisias, y sus tropas. Así se firmó un apresurado tratado de paz, favorable para los judíos, en el que los decretos que prohibían la práctica del judaísmo fueron oficialmente revocados. Los judíos, por su parte, aceptaron como sumo sacerdote a un tal Alcimus, un judío helenista moderado. La mayoría de la población parece haberse conformado con este compromiso, incluídos los Hasidim, un grupo pietista que se unió a la rebelión desde su comienzo, y cuyos orígenes han sido explicados de muy diversas formas según los autores. Solamente los Hasmoneos rechazaron este arreglo, y fueron entonces iaslados y forzados a marcharse de jerusalem. En el 161, la política y la suerte militar de los Macabeos cambió de nuevo, esta vez a mejor. Judas Macabeo reunió un considerable ejército en Adasa, al norte de jerusalem, y venció al general griego Nicanor en una importante batalla. Su victoria, aunque espectacular, duró poco. Un año después un nuevo ejército sirio apareció en Judea, esta vez bajo el mando de Bacchides. En una encarnizada batalla en la fueron diezmados los judíos, murió Judas Macabeo. Se había borrado cualquier esperanza de una vuelta al poder político macabeo a corto plazo. 3. 160-152 a.C. Estos fueron años de declive para los Hasmoneos. Quedaron pocos de sus partidarios en Jerusalem. Al principio huyeron a la región de Tekoa, en el desierto de Judea, al sureste de belén. Expulsados de alli, se reasentaron en Micmash, cerca de Betel en el nordeste de Judea, donde vivieron en semi-aislamiento, fuera de la escena del poder y desprovistos de todo tipo de títulos o privilegios. 15 Las razones de una fiesta de ocho días han sido explicadas de diferentes formas por distintas fuentes. 2 Mc 1,9 indica que la fiesta fue originalmente una fiesta de Sukkot pospuesta; Megillat Taanit dice que el proceso de purificación duró ocho días. El Talmud babilónico (Sabbat 21b) habla del milagro de la jarra de aceite; fiestas de ocho días de luz en mitad del invierno son bien conocidas en la antigüedad en general y por los judíos no menos (Ab Zar 8a), costumbre que pudo influir en la naturaleza de la fiesta de Hanukah. Finalmente, 2Cr 29,17 menciona una celebración de ocho días después de que el Templo fuera purificado por Ezequías. 6 4. 152-141a.C. Este es el periodo de la ascensión hasmonea que culminó con el establecimiento de un estado judío soberano. El cambio vino de forma casi fortuita. El 152 a.C. Alejandro Balas y Demetrio, ambos pretendientes al trono seleúcida, trataron de obtener el apoyo de Jonatan, hermano de Judas Macabeo y lider de los hasmoneos, compitiendo uno con otro en las ofertas de privilegios y honores. Finalmente, Jotanan se inclinó por Demetrio y por ello fue generosamente recompensado. Fue hecho sumo sacerdote, recibió permiso para mantener tropas y se le otorgaron amplios privilegios fiscales. Así, a pesar de su cuasi exilio durante los ocho años anteriores, los hasmoneos eran los únicos judíos en el país capaces de reunir una fuerza considerable, y esto fue el factor decisivo. Con los beneficios recibidos de Demetrio, Jonatan tuvo pronto el firme control de la sociedad judía y fue reconocido como el representante indiscutible de los seleúcidas en Judea. Es irónico que un cuarto de siglo antes los helenizados Jasón y Menelao adquiriesen el sumo sacerdocio sobornando a un rey gentil; ahora los hasmoneos los seguían pagando en lugar de con dinero con servicios. Como oficiales seleúcidas, Jonatan y su hermano Simón sirvieron lealmente al reino, e incluso enviaron una vez 3.000 soldados a Antioquía a petición del rey seleúcida para sofocar allí una revuelta. Durante esta década los hasmoneos fueron recompensados con más territorios en el norte y noroeste de Judea. Jonatan pronto cayó víctima de las mismas intrigas y maquinaciones políticas que anteriormente había explotado en su propio beneficio. Fue asesinado a traición el 143 a.C. por fuerzas opuestas a su rey-patrón. Simón, el último de los hermanos macabeos, asumió entonces el sumo sacerdocio y el liderazgo político. Imediatamente arrojó del Akra de Jerusalem a los restos de la guarnición siria y a los judíos helenizados. Luego, en una impresionante ceremonia en el 141 a.C. proclamó su independencia del gobierno seleúcida. Resumen de los motivos del éxito macabeo Resumiendo esos veinticinco años, cabría preguntarse por qué los macabeos triunfaron como lo hicieron. Una buena parte de su éxito puede deberse al carisma de la propia familia macabea. Sus logros en campaña, la purificación del Templo y el hecho de que muchos miembros de la familia dieran sus vidas defendiendo el Templo y la ciudad santa les daban muchas opciones para el liderazgo. Fueron asimismo capaces de consolidar amplios sectores de la población en torno a ellos. Los ancianos (líderes rurales y urbanos), sacerdotes, levitas y otros participaron todos en la ceremonia de coronación de Simón, tan brillantemente descrita en I Mc 14. Además, la tenacidad hasmonea en la prosecución de sus propósitos políticos a pesar de todos los obstáculos les situaron en posición de tomar ventaja de cualquier oportunidad que pudiera presentarse. Pero también los hasmoneos fueron favorecidos por las circunstancias en el plano internacional. La segunda mitad del siglo II a.C. contempló el declive de los dos principales poderes helenísticos, los tolomeos y los seleúcidas. El vacío político en la región fue rápidamente llenado por reinos vasallos étnicos (itureos, nabateos) y estados independientes (Tiro, Sidón, Ascalón). Precisamente en ese momento los hasmoneos aprovecharon para obtener una independencia política todas esas circunstancias favorables. En realidad, sólo otra vez en la historia de Israel una situación similar cristalizó internacionalmente, en el s. X a.C., cuando David y Salomón levantaron su ya lejano cuasi-imperio. Combinando el poder político y religioso Con la emergencia del estado hasmoneo, las circunstancias políticas del pueblo judío cambiaron radicalmente. El poder y los ornamentos de una entidad política autogobernada fueron introducidos en la sociedad judía. El control de las distintas instituciones sociales se llevaron a cabo con gran autoridad e influencia. Desde el principio, los hasmoneos se definieron a sí mismos como líderes supremos del pueblo, tanto en política como en religión. Habiendo sido ya elevados al sumo sacerdocio (se recuerda que Jonatan había sido nombrado 7 sumo sacerdote con la ayuda de Demetrio en el 152 a.C.), asumieron dos títulos más en el 141 a.C.: etnarca (cabeza del pueblo) y strategos (comandante del ejército). Una generación más tarde, el 104 a.C., el título de rey reemplazó al de etnarca, y desde entonces una dinastía de reyes judíos gobernó Judea. Combinar la autoridad política de un estado soberano con el más alto título religioso fue desde luego una innovación en la historia judía. Antes, en el periodo del primer Templo, el sumo sacerdote y el rey funcionaban como dos fuentes de autoridad independientes. Igualmente, en el periodo posterior al gobierno hasmoneo, herodes separaría claramente esos dos ámbitos, reservando la política para él y relegando el religioso, con su status secundario, a otros. Combinar esas dos vertientes por parte de los hasmoneos era explosivo, tanto en el sentido positivo como en el negativo, porque venía a proporcionar un componente ideológico que motivaba y justificaba las actividades políticas y militares. La expansión del gobierno hasmoneo Uno de los más señalados logros de los hasmoneos fue su nuevo trazado del mapa de Judea. Lo que una vez fue una pequeña y aislada subprovincia en el periodo persa y a comienzos del periodo helenístico se convirtió, hacia el final de la era hasmonea, en una entidad política importante que abarcaba el territorio del actual Israel (menos el sur del Negueb) y parte del sur del Líbano y de Jordania occidental. Simón, que gobernó el nuevo estado de 142 a 134 a.C., hizo una fuerte campaña militar hacia el mar, hacia el noroeste. Conquistó Guezer, expulsó a sus habitantes gentiles, purificó la ciudad y la repobló con judíos observantes 16. Desde Guezer continuó a Joppa (Yaffo) , que una vez tomada se convirtió en el puerto principal del estado hasmoneo. El hijo y sucesor de Simón, Juan Hircano, gobernó durante 30 años (134-104 a.C.) y, como su padre, expandió espectacularmente los límites del país. Amplió su dominio a lo largo de la costa e incluso estableció su presencia al este del Jordán. Dedicó también sus esfuerzos contra varios grupos étnicos que vivían en la comarca montañosa, los idumeos en el sur de Judea y el Negev septentrional , y los samaritanos en el norte. Hircano probablemente conquistó también Galilea, aunque la composición de su población por este tiempo es desconocida. Hircano fue sucedido por su hijo Aristóbulo I, el primer hasmoneo que adoptó el título de "rey". Aunque sólo reinó un año (104-103 a.C.), consiguió anexionar territorio itureo en el sur del Líbano. Aristóbulo fue sucedido por su hermano Alejandro Yanneo (103-76 a.C.), el último pero tal vez el más grande de los líderes militares de la dinastía hasmonea. Yanneo anexionó nuevos territorio casi en todas las direcciones. Al noroeste, la Torre Straton (posterior Cesarea) y Dor; al suroeste , el distrito costero, incluyendo Gaza , una de las mayores ciudades helenísticas de su tiempo; al nordeste, gran parte del Golán y Gilead (noroeste de la actual Jordania); y al sureste, conquistó amplias zonas de Moab. El control de los pueblos vecinos, de las ciudades, de las rutas y puertos comerciales importantes fue una obvia motivación de la extensión de esas conquistas Hasmoneas. La dimensión religioso-nacionallista, sin embargo, no era un factor menos significativo en la política hasmonea. Los hasmoneos se veían a sí mismos como los sucesores de los grandes líderes del pasado, los Jueces y los reyes del periodo del Primer Templo. Esto queda sutilmente claro en IMc, escrito hacia el final del s. II a.C. bajo el patronazgo hasmoneo. Tanto el lenguaje como los términos que usa son reminiscencia de los libros de Jueces y Reyes, dibujando conscientemente una analogía entre los hasmoneo, por un lado, y el desarrollo e institucionalización del liderazgo político judío en tiempos bíblicos, por otro. La ceremonia de coronación de Simón , descrita en 1Mc 14, representa la culminación de ese libro: es un relato cuidadosamente escrito, que alude con frecuencia a los gloriosos días del rey Salomón. 16 I Mc 13, 43-48 8 En la misma línea, las monedas hasmoneas usaban la antigua escritura resucitada del periodo del Primer Templo, más que la escritura cuadrada aramea entonces en uso. Era sin duda un intento consciente de los hasmoneos para identificar tu gobierno con el de la anterior monarquía davídica. Ideología religiosa hasmonea En la esfera religiosa, los hasmoneos estuvieron preocupados por limpiar todos sus territorios de toda práctica idolátrica. La purificación religiosa del país se convirtió en una política básica. A veces esto significaba expulsar a los habitantes paganos y después purificar el lugar; en otras ocasiones, se requería la conversión de la población. Así, poblaciones enteras, tanto rústicas como urbanas, fueron conertidas al judaísmo. Los dos ejemplos más representativos de esta política son la conversión de los idumeos por Juan Hircano y la conversión de los itureos por Aristóbulo I. Es difícil determinar el grado de "suavidad" de tal política. No se mencionan en las fuentes resistencias a estas conversiones forzosar, aunque naturalmente tuvo que haberlas. Se desprende de la elección ofrecida entre conversión o muerte a los habitantes de Pella, en Transjordania. El componente ideológico que acompañó al éxito Hasmoneo era un arma de dos filos. Por un lado, dio un impulso y una motivación adicional para las conquistas macabeas, y proporcionó una causa trascendente firmemente enrraizada en una fe bíblica que sobrepasaba los temas políticos ordinarios. Por otra parte, una tal actitud anti-pagana estaba destinada a levantar animosidad. El celo hasmoneo puede ser interpretado, tal vez correctamente, como un rechazo de los valores y forma de vida paganas. Algunas de las más tempranas evidencias de antisemitismo pagano, como una negativa descripción de los judíos y el judaísmo por parte de los consejeros de Antioco VII17 y la hostilidad de Posidonio de Siria y otros escritores era en gran parte una reacción a las acciones anti-paganas de los hasmoneos. En el siglo I a.C. circulaban ampliamente varias acusaciones antijudías: los judíos eran misántropos, los preceptos religiosos judíos creaban animosidad social y perversión moral, el culto judío en el Templo de Jerusalem era primitivo y bárbaro, etc. Algunas de estas hostilidades eran tal vez motivadas por oposición política y religiosa a los hasmoneos. El hecho de que muchos paganos y judíos vieran las conquistas hasmoneas como parte de un esfuerzo para el control del país, un esfuerzo en el que cada parte reclamaba la posesión de la tierra, sin duda exacerbaría las reacciones paganas. La combinación hasmonea del poder político y la ideología religiosa era igualmente problemática en el frente doméstico. Desde luego, el modelo había sido adoptado por otros elementos en su sociedad, particularmente por grupos religiosos. En contraste con el final del periodo del Segundo Templo, en que el carácter religioso de las distintas sectas judías era predominante, durante la época hasmonea la implicación política de esos grupos era muy grande. Por ejemplo, encontramos líderes de las dos principales sectas, fariseos y saduceos, ocupando puestos en el gabinete del rey. Hacia el final del s. II a.C., los saduceos trabajaban al lado de Juan Hircano, que favorecía a las clases sacerdotales aristocráticas. Las maquinaciones conjuntas de los saduceos y de los seguidores de Juan Hircano forzaron finalmente a los fariseos a salir del gobierno. Los farsieos, sin embargo, se convirtieron enseguida en una oposición militante; de hecho, mucha de la inestabilidad que tuvo lugar durante el reinado de Alejandro Yanneo fue apoyada, animada y dirigida por los fariseos. La abierta hostilidad de los fariseos y su conducta irrespetuosa hacia Yanneo acarreó severas medidas que incluían exilio, persecución e incluso una crucificación masiva. La oposición llegó al extremo de invitar al rey sirio Demetrio VI a atacar Jerusalem. Cuando la batalla tuvo lugar, el lado seleúcida estaba poblado de disidentes judíos y el lado hasmoneo reforzado por mercenarios paganos. Más tarde, la esposa y sucesora de Yanneo, Salomé Alexandra (76-67 a.C.) reinstauró a los fariseos y les dio el control completo de los asuntos internos del país. No perdieron tiempo en vengarse de los saduceos y ricos aristócratas que antes les habían perseguido. 17 Según el historiador griego Diodoro 9 La más extrema reacción a esta situación fue tomada por miembros de otra secta judía, los esenios o secta del Mar Muerto. En protesta contra el liderazgo político y religioso de los hasmoneos, los esenios abandonaron Jerusalem y se asentaron en una remota región del desierto de Judea para esperar allí la caída de los hasmoneos como parte del drama mesiánico que, en su opinión, iba a producirse inmediatamente. Así, la implicación política de las sectas religiosas en la sociedad hasmonea era endémica. Todos los grupos, saduceos, fariseos y esenios, no estaban menos organizados como partidos políticos que como sectas religiosas. Esto introducía en el teatro político elementos de rigidez ideológica que sólo incrementaba las tensiones. Una síntesis única de judaísmo y helenismo En otro orden de cosas, los hasmoneos establecieron un modelo de conducta que afectó profundamente al ambiente social y cultural de la comunidad judía. Introdujeron en la Judea hasmonea una peculiar síntesis entre helenismo y judaísmo, que algunos autores han descrito como una forma moderada de helenismo. Los hasmoneos trataron de adaptar formas helenísticas al judaísmo, y no al revés, como pretendían los judíos extremadamente helenizados. Tal vez la mejor muestra de este deseo hasmoneo de integración entre los dos mundos sean las monedas que acuñaron. En las pequeñas monedas, una especie de calderilla concebida para propósitos propagandísticos y pequeños cambios, hay símbolos e inscripciones que dan un claro mensaje: los mundos judío y griego no son irreconciliables. El idioma era griego o hebreo (sólo unas pocas están en arameo, la lengua semítica comúnmente utilizada en ese tiempo). La inscripción griega usa el título secular del gobernante judío (rey) y su nombre griego (Alexander /Yanneus/); las monedas hebreas usan su título judío (sumo sacerdote) y su nombre hebreo (Yonatan). Además, la escritura hebrea no es la forma aramea "cuadrada", sino una más antigua usada en el periodo del Primer Templo, pero no usada anteriormente en el periodo del Segundo Templo. Los símbolos que se encuentran en esas monedas son también un importante indicio de la actitud hasmonea hacia la cultura circundante. La rama de palma, el ancla, la cornucopia, la estrella circular y otros que se encuentran también en las llamadas "monedas de ciudad" acuñadas en varias ciudades de la región, como Gezer, Tiro y Ascalón. las únicas excepciones a esta regla son dos acuñaciones del nieto de Alejandro Yanneo y último de los reyes hasmoneos, Matatías Antígono (40-37 a.C.), en las que aparece la menorah y la mesa de la proposición. Pero la mayoría de las monedas hasmoneas exhiben símbolos de origen pagano, aunque cuidadosamente seleccionados en una política de compromiso. Parecido contraste y síntesis se encuentra en el magnífico palacio hasmoneo de invierno excavado no hace mucho en Jericó 18. Algunas de las más exquisitas comodidades del mundo helenístico pueden encontrarse all: una gran piscina, baños, un gran pabellón, paredes con frescos y suelos de mosaicos con motivos geométricos, columnas dóricas cuidadosamente talladas y frisos, etc. Pero entre el palacio y la piscina había varios mikvaot o baños rituales, que serían usados por los hasmoneos quienes, en su calidad de sacerdotes, debían estar ritualmente puros antes de repartir las ofrendas voluntarias (terumot) dadas por el pueblo. Hasta ahora son los más tempranos ejemplos de mikvaot : no se han encontrado esas instalaciones en yacimientos pre-hasmoneos, ni son nunca mencionados en fuentes bíblicas. Así, los hasmoneos no sólo adoptaron estilos arquitectónicos helenísticos y sus correspondientes comodidades, sino que crearon una institución exclusivamente judía como el baño ritual. La sociedad judía refleja igualmente ese deseo de adoptar influencias helenísticas, pero con el mismo espíritu selectivo que generalmente se traducía por el rechazo a las formas abiertamente paganas. 18 E. Netzer, "The winter palaces of the Judean kings at Jericho at the end of the Second Temple period", BASOR 228 (1977) ; EAEHL, vol. 3, pp. 682-691. En el año 2000 tuvo lugar una exposición de los palacios hasmoneos en la Universidad Hebrea de Jerusalem (Monte Scopus) 10 Veamos algunos ejemplos: Los restos funerarios de la zona de Jerusalem reflejan un alto grado de influencia foránea, invariablemente imitando modelos helenísticos conocidos. La tumba de Jasón, por ejemplo, un rico aristócrata de Jerusalem del siglo I a.C., tiene una forma piramidal; la tumba de los hijos de Hezir (Bnei Hezir) en el valle del Cedrón, al este de Jerusalem, siguen otra tradición egipcia con su fachada columnada y el adyacente monumento funerario. El difunto se depositaba generalmente en kohkim o loculi , pequeñas cavidades de aproximadamente el largo y el ancho de un cuerpo humano, excavados en las paredes de las cuevas. Esta forma de enterramiento deriva de los modelos helenísticos que se originaron en la Alejandría del s. IV a.C. No menos helenísticos en origen son las fachadas de las tumbas y los atrios exteriores (como en la tumba de Jasón). Columnas, frisos, capiteles y arquitrabes de los distintos órdenes griegos aparecen en esas tumbas. Las inscripciones están por lo general en griego, hebreo y arameo. Lo que es judío en esas tumbas es su expresión artística, que representa una quiebra con el mundo pagano. Las representaciones figurativas son comunes en las tumbas paganas de Palestina, como por ejemplo en Maresha o Marissa (figuras en procesión musical), y a través del mundo helenístico. Sin embargo, las representaciones figurativas son prácticamente inexistentes en las tumbas judías. La ausencia de representaciones figurativas refleja un desarrollo religioso y cultural significativo en la era hasmonea. En los anteriores mil años de historia judía, las representaciones figurativas existían: Los querubes del arca, los leones del trono de Salomón, los toros del "mar de bronce" del patio del Templo, la serpiente de bronce usada hasta los tiempos de Ezequías, etc. Por no mencionar, ya que pudiera aducirse que se trataba de culto heterodoxos, los toros de Dan y Betel. Pero también hay numerosas figurillas que han aparecido en yacimientos arqueológicos de la época del Primer Templo a lo largo y ancho de Israel y Judá, de las que parece haber sido un centro productor el propio Jerusalem. Y ya en el periodo del Segundo Templo, hay monedas con representaciones animales y humanas acuñadas en Jerusalem a finales del periodo persa y comienzos del periodo helenístico, que dan evidencia del uso del arte figurativo. A partir de los hasmoneos, y durante trescientos años (hasta el tiempo de Bar Kohkba, 135 d.C.), los judíos manifestaron una casi total aversión por el arte figurativo. Josefo y la literatura rabínica , así como los restos arqueológicos del periodo, confirman una amplia adhesión a esta estricta prohibición. La razones no están totalmente claras, aunque puede inferirse que tal vez fuera una reacción traumática a los decretos de Antioco IV que, para horror de los judíos, introdujo ídolos en el sagrado recinsto del Templo. Después de todo, la proscripción de imágenes en el segundo mandamiento iba en principio dirigida contra la idolatría. O tal vez se debió a la supremacía durante los hasmoneos de una interpretación más estricta y conservadora (¿de los saduceos?) de la Torah en general y del segundo mandamiento en particular. En lugar de prohibir solamente el arte figurativo con propósitos idolátricos, una postura más permisiva adoptada en tiempos bíblicos y más tarde en el periodo talmúdico, los hasmoneos prohibieron todas las representaciones figurativas. En esta reacción contra la práctica helenística general, los judíos se distinguieron claramente con respecto a la cultura circundante. Otra ilustración de la síntesis de las culturas helenística y griega está conservada en un libro apócrifo, las adiciones griegas a Ester. En esas adiciones se trata de dar un sesgo más piadoso y judío al libro, que tal como estaba suscitaba algunos problemas: ¿por qué no se menciona el nombre de Dios? ¿por qué no hay expresiones de piedad judía, como la oración? ¿por qué una respetable doncella judía como Ester se casa con un rey gentil, duerme con él, come en su mesa? Las adiciones suplementan el texto bíblico con un tono particularista y religioso pro-judío y anti-pagano. Lo curioso es que fueron escritas en un fino griego literario, en Jerusalem, por un sacerdote llamado Lisímaco y llevadas a Alejandría por un levita llamado Tolomeo. Así que algunos cultos y educados judíos (con esos nombres) habían trazado una clara línea entre su educación helenística y sus lealtades judías. Los nombres de la gente a menudo indican proclividades culturales. Además de los nombres griegos de los líderes hasmoneos, muchos miembros de familias importantes de su reino tenían también nombres griegos: Eupolemos, Numerius, Antiochus, Jason, Antipater, Apollonius, Alexander, Dositeus, Diodorus, Lysimmachus, Pausanias, Josephus, Mennaeus, Aeneas, Aristobulus, Amyntas, Sosipater, Philip19. 19 Ver I Mc 8,17; 12,16; 14,22 11 La influencia helenística no se limitó a la cultura material, arte y arquitectura, o a los nombres y lengua griega. Penetró profundamente, afectando incluso a instituciones y creencias religiosas de la sociedad hasmonea. Ya hemos visto, por ejemplo, las prácticas funerarias. En otro orden de cosas, las fuentes rabínicas arrojan interesante luz sobre las leyes matrimoniales. La tradición adscribe a Simón Ben Setah, un líder fariseo que floreció en la primera mitad del s. I a.C., una alteración importante de la ketubah o contrato matrimonial que contiene la obligación del novio hacia la novia. Anteriormente, el novio debía poner aparte una suma de dinero o propiedad, usualmente depositada en manos de la familia de la novia, con la que hacía el contrato. Este arreglo tiene sus raíces en la más temprana práctica mesopotámica. Según al menos una tradición rabínica, esto hacía el divorcio demasiado fácil: el marido tenía poco que perder, porque lo que debiese a la esposa en caso de divorcio ya había sido apartado. Hacia el s. IV o III a.C. otro tipo de acuerdo, procedente de Egipto, se introdujo en los contratos matrimoniales no judíos. El contrato era negociado directamente entre el marido y la esposa, estipulando que en caso de divorcio el marido debía pagar lo que se estableciera de su propio peculio, y no se apartaba nada en el momento del matrimonio. Esto trataba de hacer más difícil el divorcio. En algún momento de comienzos del s. I a.C. Simeon ben Setah introdujo esta práctica egipcia en la ceremonia matrimonial judía, inspirada en modelos helenísticos.. El impacto del helenismo en la tradición farisea no se limita a la ketubah. En la mayoría de los casos es difícil de trazar. Por ejemplo, la academia farisea, o bet midrash tiene mucho en común con la escuela filosófica griega. Los paralelos no están tanto en lo que se aprendía, aunque en materia de ética la influencia era notoria, sino en la propia naturaleza y organización de la institución. La bet midrash era una escuela de educación superior abierta a todos, con normas que regulaban su funcionamiento muy similares a las de las escuelas filosóficas griegas. La relación entre maestro y discípulo y los principios de exégesis aplicados también se parecían a los de su paralelo griego. Puesto que no existía en Palestina una institución similar antes del periodo helenístico, parece probable que la creación de esa institución judía se inspirase en el modelo griego. Otros conceptos fariseos, como la otra vida en forma de resurrección corporal y el concepto de la ley dual, oral y escrita, pudieron originarse fuera de la tradición judía. Ninguno de esos conceptos tiene claros precedentes en la literatura bíblica, pero pueden encontrarse en una u otra forma en tradiciones no judías (griega y babilónica). Ninguna discusión sobre las influencias foráneas sobre formas del judaísmo en el periodo hasmoneo puede dejar de lado la evidencia de las cuevas del Mar Muerto y Qumran. Se ha demostrado una y otra vez que la ideología de la secta de Qumran estaba llena de ideas muy diferentes de las formulaciones bíblicas y notablemente similar a conceptos del mundo helenístico, sobre todo oriental. Ideas y conceptos relativos al dualismo, predestinación, astrología, angeleología, demoniología, un calendario solar y una particular noción de la sabiduría y del espíritu, todo ello puede encontrarse en el helenismo oriental. Otras instituciones como el vivir comunitario, el concepto de comunidad (yahad ), ritos de iniciación, código penal, celibato y ascetismo, tienen también allí llamativos paralelos. Explicar todo ese caudal de influencias extrañas en la ideología de una secta judía como la de los esenios de Qumran es un desafío formidable. Si además se considera que de todos los grupos el de los esenios es el más autoaislado y físicamente divorciado del resto de la sociedad, tal abundancia de influencias foráneas es más sorprendente. Se han dado muchas explicaciones, pero ninguna convincente del todo. Para algunos20, la secta se originó en la diáspora oriental (Babilonia) y para cuando llegaron a Judea ya habían asumido esos conceptos. Otros sugieren que esas ideas eran corrientes en la sociedad judía del periodo helenístico y que los seguidores de Qumran las adoptaron pronto como parte integral del bagage religioso y cultural legítimo de su entorno. Examinando la sociedad hasmonea como un todo, se puede concluir que ningún sector de la población dejó de estar afectado por la cultura helenística. La cuestión es solamente de grado: cuánto, en qué áreas, con qué intensidad y a qué partes de la población . 20 J. Murphy-O'Connor, "The Essenes and their History", RB 81 (1974), pp. 215-244 12 A veces se ha retratado al estado hasmoneo como una reacción contra el helenismo, una reafirmación del nacionalismo religioso judía, contra las tentaciones y coerciones externas de un mundo mayor. Sin embargo, esto es sólo en parte cierto., como se ha visto. También puede contemplarse el estado hasmoneo como un producto del helenismo, como una afirmación de la cultura circundante al tiempo que un rechazo de algunos de sus aspectos, y como una expresión de la soberanía nacional nutrida y modelada por su contexto internacional. El estado hasmoneo incorpora así una nueva disposición judía que incluye una resurgente identidad judía con un alto grado de lehenismo. La mayor parte de los judíos estaban preparados para adoptar en su forma de vida maneras helenísticas, aunque gradualmente y de forma seleccionada. Jerusalem, el Templo y los sacerdotes en tiempos de los hasmoneos. La creación del estado hasmoneo tuvo un efecto revolucionario sobre su capital Jerusalem. Desde el comienzo del periodo del Segundo Templo en el s. VI a.C. Jerusalem había ocupado una pequeña superficie que incluía la antigua ciudad de David y el área del Templo (unos 30 acres). Su población sólo llegaba a 5.000 o 6.000 personas. Esta situación se mantuvo durante casi 400 años (c. 540-140 a.C.). Lugo, de repente, en el corto periodo del gobierno hasmoneo, Jerusalem se expandió y se multiplicó por cinco, ocupando unos 160 acres y llegando a los 30.000 habitantes. Incluía toda la colina occidental (el Monte Sión) y hasta la actual ciudadela o torre de David junto a la puerta de Yaffo. Se han descubierto restos de la muralla hasmonea en el barrio judío de la ciudad vieja, en la propia ciudadela y en las faldas del Monte Sión. En muchos sitios esta muralla seguía el mismo trazado que la murrala judaita del periodo del Primer Templo; de hecho, los constructores hasmoneos no sólo conocían esta anterior muralla, sino que integraron partes de ella en sus fortificaciones posteriores. Datar de una manera exacta esa muralla no es fácil. Aunque las fuentes literarias están llenas de referencias a la construcción de las fortificaciones de la ciudad bajo distintos monarcas hasmoneos, ninguna menciona explícitamente una expansión a gran escala de los límites de la ciudad. Además, la evidencia arqueológica para datar esas murallas es escasa y no concluyente. Podría pensarse que, puesto que se aprecian varios estadios en la muralla hasmonea, sobre todo en el área de la ciudadela, esa muralla sería construída primeramente en el s. II a.C., probablemente bajo Yonatan o Simón, y luego reparada y reforzada periódicamente. La población de Jerusalem durante ese periodo fue predominantemente, si no exclusivamente, judía. Los sacerdotes eran la clase privilegiada en la sociedad judía. No sólo controlaban la más importante institución en la ciudad (el Templo), sino que también eran parte integral de la aristocracia local. Con el surgimiento del estado hasmoneo los sacerdotes tuvieron un papel de liderazgo no sólo en los asuntos religiosos, sino también en los políticos, diplomáticos y militares. Por ejemplo, los nombres de los emisarios enviados a Roma, a Esparta y otros lugares indican que eran casi siempre de estirpe sacerdotal. La evidencia de la preeminencia sacerdotal puede también rastrearse en la mencionada tumba de Jasón (casi con seguridad un sacerdote) y la de los Benei Hezir, también de origen sacerdotal21, y en las adiciones al libro de Ester, escritas en Jerusalem por un sacerdote llamado Lisímaco. La casta sacerdotal era sin duda un grupo no homogéneo. Algunos eran helenistas entusiastas, como por ejemplo Jasón, Menelao y otros de los que se dice que iban mucho al gymnasium en lugar de cumplir con sus deberes sacerdotales. Por otra parte, Josefo cuenta los heroicos esfuerzos de los sacerdotes de Jerusalem durante el asedio romano de Pompeyo en el 63 a.C. A pesar de su depauperación, cumplían fielmente con sus obligaciones cúlticas. Algunos incluso fueron masacrados por los romanos mientras estaban sirviendo sus cometidos sacerdotales. A través de los tiempos el punto geográfico focal de Jerusalem ha sido el Templo y el Monte del Templo. Sin embargo, en el periodo del Primer Templo el poder y el prestigio estaban divididos entre tres diferentes tipos de líderes: el rey, el sumo sacerdote y los profetas. Cada uno tenía su 21 I Cr 24,15 13 esfera de influencia y cada uno operaba en un ámbito completamente diferente: el rey desde su palacio y a través de su burocracia, el sumo sacerdote en el Templo, y el profeta en la plaza del mercado. En el periodo del Segundo Templo, en tiempos de Esdras y Nehemías, esta estructura de poder se alteró profundamente. El trono y la profecía habían desaparecido y fueron sustituídos por la rica aristocracia (como Nehemías) y el estudioso-escriba (como Esdras). Desde entonces hasta la destrucción del Segundo Templo (70 a.C.) el sumo sacerdocio dominó como líder religioso y político del puehblo, tanto internamente como frente a otras autoridades gobernantes. En el periodo helenístico, en tiempos de Tolomeo I (353-285 a.C.) el sumo sacedote Hezequías es mencionado como líder del pueblo. En el s. III a.C. Esparta se comunica con propósitos diplomáticos con el sumo sacerdote Onías I. El sumo sacerdote Onías II sirvió como representante ante la corte tolemaica en Alejandría. Otro sumo sacerdote, Simón el Justo, a finales del s. IIIa.C. es mencionado por Ben Sira como líder de su puieblo. El sumo sacerdote Jasón alteró radicalmente las instituciones políticas y culturales de Jerusalem en el 175 a.C. Así que el camino estaba preparado para que los hasmoneos culminasen el proceso uniendo el sumo sacerdocio al más amplio poder temporal disfrutado por un gobernante judío desde el 586 a.C.: soberanía política y jefatura del ejército. La importancia y prestigio del Templo creció durante el gobierno hasmoneo en proporción al del estado. La sanrtidad del Templo era la quintaesencia del judaísmo, según se refleja de una forma particularmente interesante en II Mc, un libro producido con los auspicios hasmoneos con proósitos religiosos y políticos. Es resumen de un trabajo más amplio, en cinco volúmenes, hoy perdido, escrito por Jasón de Cirene hacia el 150 a.C. Recoge los acontecimientos que tuvieron lugar en Jerusalem y Judea entre el 175 y el 160 a.C. (a la muerte de Judas Macabeo). El libro fue escrito en los primeros años del reinado de Juan Hircano (hacia el 120 a.C.) para impresionar a los judíos de Alejandría con los antiguos logros militares y religiosos hasmoneos: su triunfo sobre los seleúcidas, su purificación del Templo y su celebración de Hannukkah. Además de su posible valor histórico, II Mc es un exponente de la propaganda hasmonea. La santidad del Templo es su principal tema; comienza y termina con la preservación de la pureza del Templo en el 164 a.C. El mensaje político de II Mc es claro: fueron los hasmoneos los que lucharon y vertieron su sangre para preservar la santidad del Templo, y este hecho debería otorgarles legitimidad y autoridad a los ojos del pueblo. Un cierto número de prácticas que dan énfasis a la centralidad del Templo se habían ya desarrollado en el s. I a.C.: las grandes peregrinaciones a Jerusalem por judíos de la Diáspora, así como de Judea, y el medio shekel anual fueron apoyados por los líderes hasmoneos. Esas prácticas no sólo enaltecían el status de los hasmoneos como sumos sacerdotes, sino que ponían de relieve que jerusalem, con su Templo, era el centro espiritual de la judería mundial. Finalmente, las más importantes instituciones del periodo tenían su sede en los recintos del Templo o en el Monte del Templo. Servían como centro ritual para las muchas y variadas celebraciones nacionales a lo largo del año, pero eran también el lugar de reunión de los altos tribunales y probablemente del hever ha-yehudim (el cuerpo de gobierno del alto consejo de los judíos), un importante cuerpo representativo mencionado en las monedas hasmoneas. Uno de los más importantes mercados de la ciudad que servía a las necesidades del Templo operaba allí, y los líderes de las diferentes sectas enseñaban a sus discípulos en esos recintos. Ninguna otra institución en la sociedad judia rivalizaba con el Templo en santidad e importancia. A pesar de la ausencia de referencias explícitas de una sinagoga en Judea, hay pocas dudas de que esa institución ya se habría desarrollado sustancialmente en tiempos de los hasmoneos. Pero aunque la sinagoga parece haber tenido una naturaleza comunal con un cierto número de funciones religiosas, como la lectura de las escrituras, su traducción al arameo, sermones y tal vez oraciones comunales, en modo alguno amenazaba la supremacía del Templo. Esto fue así a través de todo el periodo del Segundo Templo, y solamente después de la destrucción del Templo en el 70 d.C. desarrolló la sinagoga su propio perfil religioso. En el periodo hasmoneo, la religión del judío ordinario se centraba en gran parte en el Templo, sus rituales y requerimientos. Además de las ofrendas a sacerdotes y levitas, un judío estaba obligado a llevar los primeros frutos (bikkurim) y el primer producto de sus rebaños, a Jerusalem. Además. cuatro veces cada siete años debía gastar una décima parte de sus 14 ganacias dentro de los límites de Jerusalem. Estas obligaciones eran además de la contribución de medio shekel y el requerimiento (a menudo no cumplido por quienes vivían lejos) de estar presente en la Ciudad Santa en cada uno de los tres festivbales de peregrinación: Pesah, Shavuot y Sukkot. Si había ocasión, los judíos podían a título individual presentarse en el Templo para ofrecer sacrificios por razones personales (en expiación de una culpa o pecado), ofrendas voluntarias, en cumplimiento de un voto o tras el nacimiento de un hijo. El final de la soberanía judía La soberanía judía se perdió cuando Pompeyo conquistó Judea en el 63 a.C. Cabría preguntarse si esto fue evitable, si el reino hasmoneo hubiera podido soslayar tan drámtico cambio de suerte. La respuesta de Josefo es afirmativa, y proclama que todo se perdió por el conflicto interno entre Hircano II y Aristóbulo II (67-63 a.C.). Estos hermanos en guerra llevaron la ruina a su reino por no haber presentado un frente unido ante Roma. Josefo tiene razón al afirmar que la debilidad y la división hasmonea contribuyó decisivamente a la pérdida del reino. Si hubieran ofrecido un frente unido, hubieran evitado grandes pérdidas. Pero Josefo está equivocado al sugerir que ese frente unido hubiera significado una sustancial diferencia. Roma estaba destinada a conquistar Oriente, y lo hubiera hecho de todas formas. Lo cierto es que el reino hubiera podido sobrevivir más tiempo y permanecer más intacto. Fue un gran error político que les costó la independencia y la hegemonia sobre la sociedad judía. 15