The Social Construction of Age. Adult Foreign Language Learners.

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he Social Construction of Age. Adult Foreign Language Learners.
Andrew, Patricia. Bristol – Buffalo – Ontario: Multilingual Matters.
Second Language Acquisition: 63, 2012, 180 p.
T
he Social Construction of Age surgió de
la tesis doctoral de su autora, preparada
y defendida en la Universidad de Londres,
Gran Bretaña. Representa una contribución
original que se enmarca en un terreno transdisciplinario que abarca a la sociolingüística
—bajo el enfoque del construccionismo social, como indica el propio título— a la lingüística aplicada a la enseñanza de las lenguas
extranjeras y dentro de ella, a su adquisición,
así como a los estudios culturales.
La obra inicia con una introducción, que
presenta el estudio de un modo tanto académico-científico como personal. Al abordar la
identidad de edad, la Dra. Andrew partía de
una doble experiencia: la de ser profesora de
lengua inglesa en el Centro de Enseñanza de
Idiomas de nuestra Facultad, donde los grupos
están constituidos por estudiantes adultos, situados en un rango muy amplio de edades, y la
de volver a la universidad para emprender un
doctorado cuando tenía alrededor de 60 años.
núm. 11, 2012, pp. 119-122
El trabajo está dividido en dos partes. La
primera presenta las bases conceptuales sobre
las que se fundamenta la investigación y lleva
por título “Enmarcar la edad como socialmente construida”. Consta de tres capítulos
(traduzco): “El factor de la edad y la adquisición de segundas lenguas” —en realidad, de
lenguas extranjeras—; “Enfoques actuales en
el estudio de la edad” y “Ver la edad bajo una
lente construccionista social”.
La segunda parte muestra los resultados
del trabajo empírico realizado, cuyo nombre
es “La construcción social de la edad en México”. A su vez, se subdivide en tres capítulos: “Construir la edad como adulto mayor”,
“Construir la edad como adulto maduro” y,
finalmente, “Construir la edad como joven
adulto”. El libro se cierra con las consideraciones finales, a las que siguen las referencias
y el índice de autores y nociones.
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Yolanda
G. LópezCastrejón
Franco García
Gabino Eduardo
A medida que uno va leyendo, se va percatando de la complejidad que encierra el tema
abordado. Como la autora señala, estamos inmersos en una serie de discursos, estereotipos
y preconceptos en torno a la edad, que nos
ocultan la mayor parte de los factores que están realmente en juego cuando se construye la
identidad de un individuo —para sí mismo y
por parte de los demás— y, concretamente, su
identidad de edad.
Al adentrarse en la parte teórica de la obra,
descubrimos que se ha estudiado relativamente
poco la influencia del factor etario en la adquisición de una lengua extranjera. Generalmente la cuestión ha sido abordada desde la
perspectiva de la psicolingüística cognitiva,
que considera al individuo aislado, y el estudio
se ha limitado a explorar la llamada “hipótesis
del período crítico”, surgida en los años 1950.
Dicha hipótesis sostiene que hay un lapso en
el que el ser humano tiene la capacidad de adquirir con toda facilidad y eficacia su lengua
materna, situado entre el nacimiento y la pubertad, luego del cual la plasticidad cerebral
disminuye y la adquisición es defectuosa.
Esta hipótesis ha sido trasladada al terreno
de las segundas lenguas y las lenguas extranjeras, pero la autora muestra cómo hay numerosa
evidencia que contradice la hipótesis, al menos
parcialmente. En efecto, en la literatura científica se encuentran registrados numerosos casos
en los que la adquisición ocurrió después de la
pubertad y sin embargo, los aprendices lograron
una competencia y una realización muy cercanas a las de los hablantes nativos de la lengua.
La Dra. Andrew discute este enfoque y encuentra que es insuficiente desde dos puntos de
vista: en primer lugar, porque no se ha estudiado
la adquisición en adultos de diferentes edades,
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sino que sólo se opone a niños y adultos; y en
segundo lugar, porque no se tiene en cuenta el
hecho de que la lengua se adquiere en medio de
la interacción social, no en el aislamiento.
¿Cómo dar cuenta, entonces, de la realidad que encontramos diariamente en nuestros
salones de clase del Centro de Enseñanza de
Idiomas de nuestra Facultad, en el que la autora y yo misma trabajamos? Nuestros grupos de
lengua extranjera, como decía yo en un principio, se caracterizan por la heterogeneidad: no
solamente los estudiantes provienen de las diferentes licenciaturas y posgrados que ofrece esta
unidad multidisciplinaria, sino también de las
otras dependencias universitarias. Pero además,
por estar abiertos los cursos a la comunidad
circunvecina, encontramos de igual manera
hombres y mujeres de todas las ocupaciones,
profesiones y edades. El rango de edad empieza
desde los 16 años pero no tiene un límite último. Actualmente tengo en uno de mis grupos
un estudiante que pasa de los 80 años.
Las herramientas teórico-metodológicas
que la Dra. Andrew halló como idóneas para
estudiar la influencia del factor de la edad en
el aprendizaje de una lengua extranjera en
México son las que proporciona el enfoque
del construccionismo social que, en el campo
de la psicopedagogía halla sus antecedentes en
pensadores como Vygotski, Luria o Bakhtín. La
lengua es adquirida en la interacción y pasa del
terreno de lo interpersonal al de lo intrapersonal, en un movimiento de afuera hacia adentro
y nuevamente hacia afuera. El contexto con sus
actores sociales, su época y el lugar específico
que lo constituyen es decisivo, pues, en la adquisición de la lengua, ya sea materna, segunda o extranjera. Quienes están aprendiendo una
lengua en un salón de clase viven una experiencia
LETRILLAS
LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO
que va más allá de lo puramente lingüístico y
desborda sobre lo que ocurre fuera de él, así
como es influida por ello. En palabras de la autora: “Aprender una nueva lengua, como lo he
observado, comprende experiencias vitales de
naturaleza social” (p. XIII).
jistas”. Antes de la era industrial, la enfermedad y la muerte se asociaban a los bebés y a
los niños pequeños. Quien llegaba a adulto y,
mejor aún, a viejo, era un sobreviviente, que
ganaba en su devenir la sabiduría y el respeto
de su comunidad.
Pero ¿quién es el estudiante? No es una entidad teórica, como el autómata chomskiano.
Es un ser humano complejo, al que hay que
entender en su individualidad, pero también
siempre dentro del marco de la interacción social. Y al preguntar “¿quién es?”, se está hablando de su identidad. Como demuestra la Dra.
Andrew en su brillante estudio, la identidad
no es una y la misma para siempre. Se trata de
un sistema dinámico, en donde distintas identidades de un mismo individuo interactúan,
se construyen, cambian, desde dentro y desde
el entorno: la de edad es una de ellas, como
también la de género, de profesión, de clase social, de etnia. Se traslapan, se superponen o se
destaca momentáneamente una de ellas sobre
las demás, para más adelante subyacer mientras
otra toma el primer plano. Y donde se manifiesta esta dinámica es en el discurso.
En la actualidad, donde el principio de
la productividad es el que priva, sólo tienen
importancia y valor los jóvenes, por lo que
los discursos predominantes trazan una línea
de la vida que se inicia en un ascenso, llega a
una cima y a partir de ahí, lo único que cabe
esperar es la decadencia y la muerte. Pero ésta
no es la única posibilidad real, ni el único
discurso, ni la única alternativa. La construcción de la propia identidad etaria debe llevar a
sentirse a gusto, cómodo con los cambios que
se van produciendo a medida que transcurre
la vida y a distinguir y aprovechar las nuevas
posibilidades que van surgiendo, sin vivir enfocado en las pérdidas, ya que también hay
ganancias y, sobre todo, transformaciones.
Aquí es donde el contexto social muestra
su importancia decisiva. La edad se construye
en la interacción, en el discurso y ambos están
anclados en el aquí-ahora de la experiencia actual, pero desbordan igualmente en el tiempo, en las experiencias vividas y que se espera
vivir. La autora señala que en las sociedades
industrializadas occidentales contemporáneas, al igual que en las que están en esa tendencia, como la mexicana, los conceptos clave
de la edad y el envejecimiento se construyen y
manifiestan en los discursos sociales que asocian la vejez con la decadencia, la enfermedad
y la muerte, los que ella llama “discursos vie-
En el estudio que Patricia Andrew realizó
con estudiantes de nuestros cursos de inglés,
que van desde los 23 a los 69 años, se muestra
cómo los discursos viejistas han sido internalizados, de tal manera que las creencias y actitudes, tanto dentro como fuera del salón de clase,
los reflejan y tienen una influencia en la experiencia que significa aprender una lengua extranjera en ese preciso momento de sus vidas.
Uno de los principales aprendizajes que la
investigación dejó a su autora y a lo que tácitamente nos compele la lectura de este libro es
a crear conciencia, primero en nosotros mismos, como educadores, y luego en nuestros
estudiantes e incluso más allá del contexto
universitario, sobre lo nocivos que pueden ser
esos discursos dominantes en la vida cotidiana
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Franco García
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de la gente, especialmente de la más vieja. La
obra nos invita a no reforzar los prejuicios y
estereotipos viejistas. Y luego nos estimula a
estar alerta ante las manifestaciones de dichos
discursos en nuestros materiales, actividades e
interacciones grupales para eludirlos o ponerlos en evidencia cuando surjan. Es necesario
crear conciencia para contrarrestar en nuestros
estudiantes la autoinvalidación, el autodesprecio y la automarginación.
Finalmente, deseo resaltar que el rigor
científico con el que se realizó el estudio no
está peleado con el placer de la lectura. En
efecto, la calidad del texto de la Dra. Andrew
hace que las teorías más complejas se vuelvan diáfanas sin que pierdan su profundidad,
que las vidas de los participantes en el estudio sean puestas en el papel con todo su dramatismo o su sensibilidad, con sus logros y
motivaciones. Los estudiantes entrevistados,
observados en clase y cuyas bitácoras orales se
analizaron no son “objetos de estudio”, sino
personas en toda su riqueza, inmersas en un
contexto social determinado.
Aunque se trata del producto de una investigación académica de punta, The Social
Construction of Age. Adult Foreign Language
Learners, de la Dra. Patricia J. Andrew, es una
obra que puede interesar no solamente a los
sociolingüistas, a los lingüistas aplicados a la
enseñanza de idiomas o a los expertos en estudios culturales, sino que el público general,
el de a pie, también lo puede disfrutar. Invito,
pues, a su lectura y a su disfrute.
Yolanda G. López Franco
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