II CONGRESO INTERNACIONAL DE NEUROPSICOLOGÍA EN INTERNET (http: www.serviciodc.com/congreso/): SÍNDROMES NEUROPSICOLÓGICOS ESPECÍFICOS Alteraciones perceptivas y práxicas en pacientes con traumatismo craneoencefálico: relevancia en las actividades de la vida diaria M. García-Peña, A. Sánchez-Cabeza PERCEPTIVE AND PRAXIC IMPAIRMENTS IN TRAUMATIC BRAIN INJURY PATIENTS: SIGNIFICANCE IN ACTIVITIES OF DAILY LIVING Summary. Objective. The main goal of the present study is to describe the implication of different perceptive and praxic deficits in activities of daily living (ADL). We also review some assessing scales and intervention techniques used in the training of these mentioned alterations after a traumatic brain injury (TBI). Development. There are three kinds of processes important for a correct ideation, motor planification and execution of a learned purposeful movement (praxis). Some of these processes are related to the visual basic perception of the objects (colour, form, size, etc). Others are related to the most complex perception functions (depth, location, recognition ,etc). The third group of functions are those integrating the sensory information (discrimination right-left side, corporal scheme disorders, etc). If ADL performance needs a suitable functioning of different structures of the nervous central system, then assessment and treatment will be necessary to obtain the best independence level of TBI patients. This is the main objective in occupational therapy. ADL may be separated in two different groups: basic abilities (feeding, grooming, dressing, etc) and instrumental abilities (meal preparation, managing money, shopping, using public transportation, etc). Conclusion. Impairments in both praxic and perceptive processes constitute one of the most prevalent deficits in TBI patients. From a clinical point of view, these deficits may lack the capacity to carry an independent life. [REV NEUROL 2004; 38: 775-84] Key words. Activities of daily living. Agnosia. Apraxia. Occupational therapy. Perceptual impairment. Traumatic brain injury. EPIDEMIOLOGÍA Y DEFINICIÓN La incidencia de traumatismos craneoencefálicos (TCE) en Europa se sitúa en los 150-250 casos por cada 100.000 habitantes, lo que supone del orden de unos 80.000-100.000 nuevos casos al año en nuestro país [1]. De estos casos, unos 2.000 se considerarán como graves y presentarán serias secuelas físicas y neuropsicológicas, que incapacitarán a la persona para desarrollar un trabajo habitual y para las actividades de la vida diaria (AVD) [2,3], por lo que necesitarán asistencia intensiva. Podría definirse la percepción [4,5] como.un proceso dinámico de recepción de información del entorno a través de los sentidos y su transformación en un concepto significativo basado en e influido por la experiencia previa del entorno y/o el aprendizaje [6,7]. La visión es un importante prerrequisito para la percepción y la cognición. Influye tanto en la planificación motora como en el control postural, y nos permite tener una exitosa adaptación al medio [8]. Según la gravedad y localización de la lesión, pueden existir varios déficit en la percepción [9-15]. Algunos autores describen el procesamiento visual a través de la teoría general del procesamiento de la información [16]. La primera fase, o input del procesamiento, resulta influida por la integridad del sistema óptico; en la segunda fase, o integradora, la información sensorial y propioceptiva se interrelacionan y producen como resultado un concepto o plan que servirá como guía para una acción o respuesta. La fase final incluye la integración de la respuesta oculomotora, la relación entre la convergencia y la acomodación, la fusión y la integración visuomotora. Desde las áreas visuales primarias, la información viaja hasta las áreas de asociación del lóbulo occipital, donde tiene lugar 2004, REVISTA DE NEUROLOGÍA el análisis de la información visual; de ahí, una vía continúa hacia el lóbulo parietal y contribuye al análisis de la información espacial, la percepción del movimiento y la atención, y la otra vía, hacia la parte inferior del lóbulo temporal. Esta segunda vía está relacionada con la percepción de la forma y el color y el reconocimiento de objetos [7,17-21]. Por otra parte, en relación con los déficit práxicos, Steinthal acuñó, en 1871, el término apraxia, que significa etimológicamente ‘sin movimiento’; no obstante, en la literatura también aparece el término dispraxia, utilizado habitualmente en Pediatría o en relación con los déficit práxicos asociados a los trastornos del desarrollo en niños. De forma genérica, las apraxias se pueden definir como los trastornos de la actividad gestual aprendida, ya se trate de movimientos adaptados a un fin o de la manipulación real o por mímica de objetos, que no se explican ni por lesión sensitiva, motora o perceptiva, ni por alteración mental o de comprensión verbal, y que aparecen tras lesiones en determinadas zonas cerebrales [22]. De acuerdo con la definición anterior, se deduce que la descripción de los déficit práxicos se establece en parte por exclusión, es decir, se identifican éstos a partir de otros signos que se descartan. No obstante, conviene indicar que en la práctica clínica diaria es poco frecuente observar casos con alteraciones puras y concretas, en los que no interfieran otras, ya que, habitualmente, coexisten diferentes déficit, como puede ser la presencia de trastornos perceptivos asociados a déficit práxicos. Las primeras hipótesis y descripciones clínicas acerca del procesamiento práxico las realiza Liepmann en 1900, al diferenciar las apraxias de otro tipo de alteraciones neuropsicológicas [23]. Este investigador propuso, en 1905, una hipótesis sobre el sistema de procesamiento de la acción lateralizado en el hemisferio cerebral izquierdo, a partir de casos reales en los que observó la presencia de apraxia asociada a una lesión cerebral izquierda y en los que se establece como hemisferio dominante el izquierdo, tanto para los movimientos como para el lenguaje. En estudios más recientes realizados por diversos autores, REV NEUROL 2004; 38 (8): 775-784 775 Recibido: 31.05.03. Aceptado: 25.02.04. Unidad de Daño Cerebral. Hospital Beata María Ana. Madrid, España. Correspondencia: Dra. Marta García Peña. Unidad de Daño Cerebral. Hospital Beata María Ana. Vaquerías, 7. E-28007 Madrid. Fax: +34 915 731 188. E-mail: [email protected] M. GARCÍA-PEÑA, ET AL como Geschwind y Heilman, se confirmó el papel del lóbulo parietal contralateral a la mano dominante, como ‘almacén’ de la memoria de acción necesaria para los movimientos implicados en la utilización de objetos. Asimismo, otros autores, como Goldberg, plantean, además, una analogía: las áreas premotoras y el área motora suplementaria (AMS) –la cual recibe proyecciones del lóbulo parietal– cooperan en el control de la actividad en las áreas motoras primarias, de la misma forma que un piloto y el sistema de navegación controlan el vuelo de un avión [24]. De acuerdo con estos y otros estudios similares, se establece una serie de características comunes que describen el modelo neuroanatómico, que integra el lóbulo parietal izquierdo como responsable del conocimiento semántico (conceptual) de las acciones (gestos, función de los objetos a utilizar, etc.) con las áreas motoras en los lóbulos frontales encargadas de los componentes de ejecución de las mismas. Posteriormente, las investigaciones realizadas por autores como Roy y Square en 1985 [25], así como Rothi et al en 1991 [26], coinciden con los trabajos pioneros de Liepmann, si bien sugieren actualizar el modelo anterior. En el modelo de procesamiento de la información se identifican dos componentes: sistema semántico (conceptual) y sistema de producción. El primero procesa la asociación entre la función del objeto y la secuencia de acción, y el segundo asume las funciones de especificar las relaciones espaciotemporales del movimiento y activar la ejecución del mismo. Desde una perspectiva operativa, con relación a las bases teóricas anteriormente expuestas, podrían describirse tres fases generales en la realización con una actividad aprendida [27]: – Ideación: formación del concepto/idea para saber lo que hay que hacer. – Plan motor: organización de la secuencia de movimientos necesarios para realizar la tarea/actividad. – Ejecución: realización de la secuencia de movimientos planeados previamente de manera correcta. Cuando se pide a una persona que ejecute un gesto, debe recordar, en primer lugar, su configuración general, y luego, ha de ser capaz de transformar esta configuración en un patrón bien coordinado de órdenes, que han de transmitirse a los centros ejecutivos motores. Este conjunto de órdenes que permite la consecución del gesto adecuado se conoce como programa motor, y determina la correcta posición, orientación y precisión del movimiento funcional. Una vez que los programas motores se aprenden y automatizan, se consolidan como engramas motores en la memoria y activan redes de procesamiento que implican al lóbulo parietal izquierdo, como engramas visuocinestésicos. Junto al concepto de programa motor único y específico se debe destacar el término ‘esquema de acción’ para referirse más globalmente al conjunto de componentes sensoriomotores de la secuencia de una actividad. Cada esquema estaría formado por varios subesquemas y, a su vez, el conjunto de secuencias de cada subesquema se activaría cuando se necesitara realizar una actividad y lograr un objetivo. Por ejemplo, la tarea de preparar un café (esquema de acción) requiere la activación de diversos subesquemas, tales como llenar la cafetera con agua, añadir el café, encender el fuego, esperar a que hierva, elegir una taza, etc. Por tanto, la repetición de un patrón motor al llevar a cabo una actividad permite que se consolide este esquema motor (esquema de acción), así como los patrones de movimiento normal que constituyen el punto de partida del movimiento funcional y la actividad gestual [27]. 776 Tabla I. Clasificación de los déficit visuoperceptivos. Unsworth (1999) Déficit perceptivos simples (agnosias) Déficit perceptivos complejos: visuoperceptivos, visuoconstructivos, alteraciones del esquema corporal y visuoespaciales (síndrome de relaciones espaciales, desorientación topográfica, negligencia unilateral) Umphred (2001) Negligencia Ceguera cortical, alteraciones del color y agnosia visual Alteraciones visuoespaciales Alteraciones visuoconstructivas Alteraciones del análisis y síntesis visual Zoltan (1996) Habilidades de procesamiento visual: agudeza visual, control oculomotor, rastreo y campo visual, inatención, convergencia, fijación Alteraciones del esquema corporal: agnosia de dedos, anosognosia, somatognosia, discriminación derecha-izquierda, negligencia unilateral corporal Habilidades para la discriminación visual: forma, figura-fondo, profundidad, relaciones espaciales, desorientación topográfica Agnosias: visual de objetos, prosopagnosia, simultagnosia, del esquema corporal, visuoespacial y apractoagnosia Arnadottir (1990) Disfunción cortical: alteración de la corteza visual primaria, alteraciones de la corteza visual secundaria, agnosia visual Alteración de la fisiología del procesamiento de la información visual CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS E IMPLICACIONES FUNCIONALES DE LOS DÉFICIT PERCEPTIVOS Y PRÁXICOS: CLASIFICACIÓN La descripción de los déficit visuoperceptivos se divide en un gran número de categorías: negligencia unilateral espacial, ceguera cortical, alteraciones en la percepción del color, agnosia visual, alteraciones visuoespaciales, déficit de las funciones de análisis visual y trastornos en la síntesis visual, entre otros. Todos estos problemas presentan una relación directa con la interpretación del estímulo visual y, aunque cada uno de estos términos representa síntomas reconocidos por sus diferentes autores, hay que recordar que no existen límites claramente establecidos en todos los déficit [28]. Las clasificaciones relacionadas con los déficit visuoperceptivos utilizan varios criterios: la relación anatómica y funcional de las estructuras corticales implicadas en estas funciones; las repercusiones clínicas y la expresión del déficit (síndromes y déficit clínicos); también existen las basadas en el intento de simplificar tan variada clasificación según los dos criterios mencionados anteriormente (percepción visual básica, alteraciones o déficit simples y alteraciones o déficit complejos) (Tabla I). Las apraxias constituyen, junto a las afasias, agnosias y amnesias, entidades neuropsicológicas clásicas, si bien conceptual y taxonómicamente, autores como McCarthy y Warrington [29] destacan la particular inconsistencia y la confusión en relación con la terminología utilizada para referirse a estos déficit, lo que REV NEUROL 2004; 38 (8): 775-784 II CINI: SÍNDROMES NEUROPSICOLÓGICOS ESPECÍFICOS ha provocado la aparición de numerosas revisiones en relación con las variadas y alternativas clasificaciones que han surgido en la literatura. Uno de los aspectos de especial relevancia, y directamente relacionado con el tema de este artículo, es la particular situación que existe respecto a la denominación de determinadas alteraciones (apraxia del vestido, apraxia constructiva o construccional, etc.) utilizando la ‘etiqueta’ apraxia, y que todavía da lugar a discrepancias entre autores que defienden la inclusión de éstas como un tipo de apraxias en determinados casos, según los mecanismos responsables del trastorno, y otros que consideran que no son verdaderas apraxias de acuerdo con las descripciones originales de estos déficit, sino que más bien se relacionan con trastornos perceptivos (visuoespaciales, trastornos del esquema corporal, heminegligencia, etc.). No obstante, a pesar de la disparidad existente sobre la terminología conceptual que se debe utilizar en cada caso, la cual tiene una relevancia directa en el diagnóstico y en la práctica clínica, la clasificación tradicional, basada en los estudios originales de Liepmann y referida por la mayoría de los investigadores contemporáneos, distingue dos tipos principales de apraxias: apraxia ideomotora –en algunos casos, como subtipo de la apraxia motora; el otro subtipo es la apraxia melanocinética– y apraxia ideatoria o ideacional –para algunos autores, subdividida en apraxia conceptual y apraxia ideatoria. La apraxia ideomotora se caracteriza por un déficit en el programa motor que se precisa para la realización del gesto –la persona sabe qué tiene que hacer, pero no sabe cómo hacerlo–. Los principales errores que pueden evidenciarse mediante la observación clínica son [24,30,31]: – Errores en la producción temporales (p. ej., velocidad o ritmo inadecuados que pueden dar lugar a movimientos fragmentados, sin continuidad) y espaciales (p. ej., orientación y desplazamiento de las manos y los dedos incorrectos respecto al objeto a utilizar). – Utilización de una parte del cuerpo como si fuera un objeto (tras una correcta asociación objeto-función-acción; p. ej., utilizar el dedo índice en la boca como cepillo de dientes). – Realce gestual (p. ej., movimiento exagerado o desproporcionado en relación con el gesto que se pide). Algunas de las implicaciones funcionales en las AVD serían [7]: – Alimentación: dificultad para realizar una prensión correcta del cubierto y, una vez sujeto, pueden surgir problemas para orientarlo y desplazarlo adecuadamente en relación con el alimento que está en el plato. – Cuidados de apariencia externa (p. ej., afeitado): dificultad para orientar y situar de forma apropiada la máquina eléctrica de afeitar hacia la cara, de forma que las cuchillas puede que no estén en contacto directo con la mejilla para cortar la barba. – Vestido: dificultad para ajustar o adecuar la correcta colocación y prensión manual respecto al tipo de prenda –se valora la alteración o no de habilidades perceptivas, como la orientación de la prenda, con relación al propio cuerpo o en el espacio que forman parte de la misma actividad y que pueden asociarse– o para el gesto de abrochar y desabrochar los botones de una camisa (se descartan otros trastornos: ataxia, dismetría, trastornos de la sensibilidad, etc.). La apraxia ideatoria se caracteriza por una alteración en el plan ideacional de la acción. Se produce una pérdida del concepto REV NEUROL 2004; 38 (8): 775-784 del gesto, así como de las secuencias de movimientos y el orden de los pasos que se precisan para la actividad, por lo que la persona no sabe qué tiene que hacer [7]. Este tipo de apraxia se ha interpretado como una ‘agnosia del uso’, aunque De Renzi y Luchelli [30,32] consideran que ‘amnesia del uso’ podría ser una descripción más adecuada. Los principales errores que pueden evidenciarse en la observación clínica son [24,30,31]: – Realización de una acción reconocible, pero inapropiada para el objeto presentado. – Errores en la secuencia (orden erróneo de los pasos, omisiones, elementos mezclados o interpuestos). Algunas de las implicaciones funcionales en las AVD serían [7]: – Alimentación: utilizar un cubierto inadecuado para el tipo de alimento (p. ej., emplear el tenedor para comer cereales con leche en una taza) y asociación incorrecta objeto-acción (p. ej., echar mantequilla en el café en lugar de azúcar teniendo las dos posibilidades al alcance). – Cuidados de la apariencia externa: utilizar el jabón para lavar el lavabo en lugar de las manos, emplear el cepillo de dientes para peinarse o echarse la pasta de dientes en la cara en lugar de hacerlo en el cepillo. – Vestido: ponerse los pantalones por los brazos, no saber si hay que atar los cordones de unas zapatillas o abrochar los botones de una camisa, realizar los pasos en orden erróneo y colocarse en primer lugar el jersey y después la camiseta... La presencia de movimientos perseverantes (p. ej., repetir el movimiento varias veces, tanto si es correcto como si no lo es; seguir utilizando un objeto que se empleó en una acción previa, como el peine, tras peinarse, para una acción posterior, como cepillarse los dientes) constituye otro de los errores cualitativos aceptado por algunos autores como signo clínico asociado a los trastornos práxicos, mientras que otros no lo consideran característico de ninguno de los dos tipos de apraxia descritos [30]. En cualquier caso, y retomando el modelo de procesamiento de la información en la praxis, autores como Ochipa et al [33] plantean como punto de partida para un diagnóstico diferencial el identificar si los errores que se producen dependen de la presencia o la ausencia del conocimiento previo del objeto (asociación objeto-acción). EVALUACIÓN DE LOS DÉFICIT PERCEPTIVOS Y PRÁXICOS Estos procedimientos se basan fundamentalmente en la aplicación de test neuropsicológicos [34], en los que se aplican estímulos controlados y se solicita una respuesta esperada. A pesar de las grandes dificultades que suponen estos aspectos, se han desarrollado gran número de evaluaciones en las últimas dos décadas con el fin de explicar e identificar de manera teórica y clínica estos déficit. Mientras que algunos evalúan principalmente las actividades funcionales, otros se centran en los componentes subyacentes necesarios para llevar a cabo dichas actividades. También existen modelos que examinan la capacidad potencial del paciente para aprender, con el fin de identificar el tipo de estrategias de rehabilitación que serán más efectivas (Tabla II). Evaluaciones funcionales Se basan en el examen de actividades funcionales y en la identificación de tareas en las que el individuo tiene dificultades [13, 777 M. GARCÍA-PEÑA, ET AL Tabla II. Principales tipos de evaluación para los déficit perceptivos. Evaluación Descripción Ventajas Desventajas Funcional Evaluación de tareas funcionales específicas y actividades de la vida diaria Conocimiento del grado de ejecución del paciente en tareas relevantes. Presentación comprensible para el paciente y la familia No proporciona información referente al déficit que causa el problema funcional Componentes Evalúan las capacidades perceptivas y construccionales del paciente, que se supone que contribuyen a un adecuado desempeño funcional Identificación de los puntos débiles y fuertes para el diseño del plan de tratamiento (estrategias) Se encuentran múltiples déficit. El entrenamiento en los componentes afectados no se relaciona con una mejora funcional Dinámica Proporciona información sobre la capacidad de aprendizaje del paciente y establece las directrices para la selección adecuada de estrategias de intervención Requiere experiencia clínica. Sus puntuaciones no están estandarizadas Evaluación que analiza la respuesta del paciente a características y modificaciones de la tarea 35,36]. Se solicita al paciente que lleve a cabo una AVD donde se refleja su grado de efectividad, necesidad de órdenes verbales y cantidad, y tiempo necesario para llevar a cabo la tarea de manera completa. Una crítica a este tipo de evaluaciones es que suelen reflejar de una manera más exhaustiva los déficit físicos, más que los perceptivos, en los pacientes con daño cerebral. Evaluación de los componentes perceptivos de la actividad Se evalúan las capacidades perceptivas específicas para identificar los componentes que interfieren con la actividad funcional. La ventaja de este tipo de evaluaciones es que permite identificar los puntos fuertes y débiles, para diseñar de manera apropiada las técnicas de intervención y las estrategias que podrían conducir a la recuperación de los déficit [37-39]. Sin embargo, es importante destacar que la mejora en los componentes no se traduce automáticamente en la mejora de los resultados funcionales del paciente [40]. Además, en los pacientes con daño cerebral adquirido, la existencia de múltiples déficit es frecuente, y, a menudo, es difícil precisar exactamente qué factor interfiere en la función de manera específica [41]. Evaluación dinámica Toglia [41-44] propone un abordaje de investigación dinámica, con el fin de sustituir las evaluaciones convencionales que medían exclusivamente el déficit y poder así realizar un análisis significativo de las estrategias del procesamiento de la información del paciente, determinar su potencial de aprendizaje y las modificaciones necesarias de las tareas. Enfatiza que la disfunción no es específica de la tarea, sino que se relaciona con las características de la misma y el entorno en el que tiene lugar. La ventaja del modelo dinámico es que proporciona más información relevante para el tratamiento que los modelos tradicionales; sin embargo, requiere una mayor experiencia clínica por parte del terapeuta [45]. Análisis y síntesis visual Estas habilidades incluyen la discriminación visual, la diferenciación de la figura del fondo, el reconocimiento de objetos basado en figuras incompletas y la síntesis de elementos disgregados en un conjunto con significado [21,46]. Como ejemplos que miden este tipo de déficit, tenemos el Hooper visual organization test [47] o el visual form discrimination tests [48], que evalúan la capacidad para analizar las características críticas de las formas e identificar qué estímulos respuesta se relacionan 778 con el estímulo objetivo. Entre los test que evalúan aspectos simples (únicos) de la percepción visual están el VOSP (del inglés visual object and space perception tests) [49], el MVPT (del inglés motor-free visual perception test) [50,51] y el TVPS (del inglés test of visual perceptual skills) [52]. Mientras que el VOSP incluye varios subtest en los que cada uno mide un aspecto de la percepción visual, el MVPT evalúa una combinación de habilidades visuoperceptivas (Tabla III). Percepción espacial La orientación espacial, uno de los componentes de la percepción visual, hace referencia a ‘la capacidad para relacionar la posición, dirección o movimiento de los objetos o puntos en el espacio’ [15]. Como ejemplos significativos de este déficit, destaca la alteración para la percepción de la orientación de las líneas y para la orientación topográfica. La primera se evalúa normalmente mediante el judgment of line orientation test [48], en el que al sujeto se le solicita que identifique la orientación de una o dos líneas que se le muestran con relación a un modelo; la segunda [53,54] se examina a través de evaluaciones que no están estandarizadas. Frecuentemente, el paciente se valora a partir de la observación de sus movimientos dentro de un entorno en respuesta a estímulos direccionales; por ejemplo, ‘indíqueme cómo ir al departamento de Terapia Ocupacional’ o ‘dibuje un mapa para que podamos llegar hasta la cafetería’. Síndromes agnósicos De manera muy resumida, las bases teóricas que describen los déficit agnósicos relacionados con la visión incluyen la descripción de ambos tipos de agnosias: aperceptivas y asociativas. La agnosia aperceptiva aparecería como consecuencia de alteraciones en la percepción visual; existe una distorsión del estímulo en los niveles sensorioperceptivos que provocarían un fallo en el reconocimiento visual del objeto presentado. La agnosia asociativa es el resultado de alteraciones en los procesos de integración de la información sensorial. Existen varias evaluaciones que permiten detectar este tipo de déficit. Por ejemplo, el LOTCA (del inglés Lowenstein occupational therapy cognitive assessment) [28,55], que posee una sección específica para el reconocimiento visual de los objetos. Así mismo, destacan en este sentido aquellas evaluaciones que miden la agnosia para el color, como el test de Ishihara [56], en el que se solicita al sujeto que identifique diferentes números presentados en tarjetas constituidas por colores. REV NEUROL 2004; 38 (8): 775-784 II CINI: SÍNDROMES NEUROPSICOLÓGICOS ESPECÍFICOS Tabla III. Principales tests de percepción visual. Título Autor Descripción Hooper visual organization test Hooper, 1958; revisado en 1983 Consta de 30 dibujos de objetos que se han dividido en piezas y que el sujeto debe identificar Visual form discrimination Benton, 1983 Libro de 16 dibujos en los que el sujeto debe identificar un objeto entre varias opciones VOSP (del inglés visual object and space perception) Warrington y James, 1991 Consta de nueve test: discriminación de formas, percepción de objetos, reconocimiento de letras, siluetas, etc. Motor free visual perception test (revisado). Colarusso y Hammill, 1996; Bouska y Kwatny, 1983 36 ítems, donde al sujeto se le pide que clasifique los estímulos modelos eligiendo entre varias opciones Test of visual perceptual skills Gardner, 1982 Evalúa siete áreas: discriminación, memoria, relaciones espaciales, constancia de forma, secuencias, figura-fondo y figuras incompletas Judgement of line orientation Benton, 1983 Se solicita al sujeto que clasifique líneas con la misma inclinación que las mostradas por el examinador Picture completion Weschsler, 1981 Identificación de características de figuras Tabla IV. Tests que valoran la presencia de negligencia unilateral. Título Autor Descripción Line bisection test Schenkenberg et al, 1980 Bisección de 20 líneas de tres tipos diferentes de longitud Cancellation test Mesulam, 1985 Consta de cuatro test de cancelación: dos que incluyen letras y dos con símbolos Unilateral inattention test Toglia, 1991 Utiliza la evaluación de este síndrome desde una perspectiva dinámica The indented paragraph test Caplan, 1987 Se solicita al sujeto que lea en voz alta un párrafo en el que el margen izquierdo es variable Behavioral inattention test Wilson et al, 1987 Consta de seis test convencionales y nueve funcionales, como, por ejemplo, marcar por teléfono, leer un menú, etc. Alteraciones del esquema corporal Las alteraciones del esquema corporal pueden incluir diferentes déficit: somatognosia, anosognosia, alteraciones para discriminar la derecha de la izquierda, etc. Las evaluaciones empleadas consisten en la localización de diferentes partes del cuerpo a la orden verbal, por imitación del examinador, visualización del cuerpo y de los conceptos espaciales (p. ej., a través de preguntas tales como: ¿están tus rodillas por debajo de las caderas?, etc.) o bien mediante evaluaciones estandarizadas, como el test draw a man [57], en el que se solicita al sujeto que dibuje la figura de un cuerpo. Síndrome de negligencia El trastorno perceptivo más frecuente es la negligencia, considerada más un síndrome con manifestaciones variadas que un déficit neurológico singular. La importancia fundamental de este síndrome se debe a las grandes limitaciones funcionales que experimentan los sujetos que lo sufren, así como el peor pronóstico que implica para los objetivos de la rehabilitación [58,59]. Destacaremos el BIT (del inglés behavioral inattention test). Este test se desarrolló para evaluar a pacientes que presentaban negligencia unilateral visual y proporcionar información al terapeuta sobre cómo esta alteración afectaba a la capacidad del paciente en la realización de sus AVD (Tabla IV). Contiene nueve subtest basados en actividades (rastreo visual de una foto, leer un menú, desplazarse por un mapa, leer un artículo, marcar un número de teléfono, clasificar monedas y decir y mirar la hora) y seis subtest que se realizan con tareas de lápiz y papel (marcar líneas, cancelación de estrellas, cancelación de letras, copiar figuras y formas, y bisección de líneas) [60]. REV NEUROL 2004; 38 (8): 775-784 Los protocolos de valoración de las apraxias han seguido dos tipos principales de análisis: cuantitativo y cualitativo [24,30]. El enfoque cuantitativo ha dado lugar a diversas pruebas, como el movement imitation test y el use of objects test [61], que se administra siguiendo tres modalidades: verbal (el objeto no es visible), visual (el objeto se puede ver a una distancia prefijada) y táctil (se permite el uso real del objeto). En un trabajo posterior, De Renzi y Luchelli [62] han incluido un nuevo test, denominado multiple objects test, con el que se valoran varias actividades compuestas de varios pasos y objetos. Esto nos da una indicación general de la gravedad del problema, pero no ofrece información sobre dónde está la dificultad. Como contrapunto, el enfoque cualitativo enfatiza el análisis más detallado de lo que constituye un error y de los tipos de errores que se pueden observar. Diversos autores han propuesto clasificaciones para identificar y estructurar los diferentes tipos de errores; destaca el estudio de Alexander et al [63], que identifica seis tipos de categorías de errores, colocados en orden jerárquico según el aumento de distorsión del movimiento: errores en la producción temporal y espacial, sustituciones –movimientos que no tienen ningún parecido con los que se requieren–, utilización de un parte del cuerpo como si fuera un objeto, realce gestual –exageración del movimiento con o sin autoinstrucciones verbales–, errores perseverantes y ausencia de movimiento. De forma general, en el estudio de la actividad gestual, sí hay un mayor acuerdo en relación con la exploración de las apraxias en tres situaciones diferentes: a la orden verbal, mediante imitación y a través de la utilización de objetos [24,31]. Teniendo en cuenta esas tres situaciones, se valorarán: gestos simbólicos sig- 779 M. GARCÍA-PEÑA, ET AL nificativos (p. ej., despedirse con la mano, hacer la señal de autostop, etc.) y no significativos, así como movimientos orientados al objeto: en ausencia o en presencia del objeto –esta última situación con variante visual o táctil–. A modo de ejemplo, se puede comentar el FAST (del inglés Florida apraxia screening test) [64], que valora la realización de determinadas actividades gestuales en las tres condiciones anteriores: gesto espontáneo (mediante orden verbal: ‘enséñeme cómo...’), imitación –inmediatamente después de la demostración por parte del evaluador– y utilización de objetos. Consta de 30 ítems, en los que se incluye la valoración de gestos intransitivos –sin objeto–, como saludar con la mano, y gestos transitivos –implican la utilización de un objeto–, como utilizar una llave, cepillarse los dientes, marcar un número de teléfono, abrir una botella de agua, etc. Las pruebas específicas, como la anteriormente descrita, son útiles para investigar determinados aspectos diagnósticos de las alteraciones práxicas, ya que se evalúan gestos concretos que nos pueden informar sobre la presencia de dichos déficit, si bien no ofrecen demasiada información acerca de las limitaciones funcionales que originan los mismos en el funcionamiento diario de la persona. Así, cada vez se concede mayor importancia a complementar la información de las pruebas estandarizadas con otras evaluaciones de carácter funcional que registren la implicación del déficit en el desempeño de las AVD, ya que conseguir el mayor nivel de independencia posible en aquellas personas que han sufrido un TCE constituye un objetivo prioritario de la terapia ocupacional, sin olvidar que la disminución de la autonomía en las mismas se convierte a medio y largo plazo en uno de los elementos más discapacitantes para conseguir una mayor calidad de vida para las personas afectadas y sus familias [27]. Dentro de las evaluaciones que no son específicas de los déficit visuoperceptivos y práxicos, pero que sí nos permiten relacionar dichos déficit con el desempeño del paciente en sus actividades cotidianas, destacaremos dos: – Arnadottir OT-ADL neurobehavioral evaluation –A-ONE– (evaluación neuroconductual de las actividades de la vida diaria en terapia ocupacional) [7]: esta medida se diseñó específicamente para evaluar a poblaciones con daño cerebral adquirido. Su propósito es doble: por un lado, evaluar el grado de independencia funcional y los tipos de asistencia necesarios, y, por otro, identificar los tipos y gravedad de los déficit neuroconductuales. La forman dos partes. La primera parte incluye dos escalas, functional Independence scale y neurobehavioral specific impairment scale, donde se evalúan cinco AVD básicas (vestido, aseo personal y cuidados de apariencia externa, transferencias y movilidad, alimentación y comunicación). La segunda parte, denominada neurobehavioral scale summary sheet, permite al terapeuta identificar la posible localización de la lesión y su posible asociación con la presencia de déficit neuroconductuales observados durante la evaluación. Las ventajas que presenta son una buena especificidad –diseñada inicialmente teniendo en cuenta las características de este colectivo– y la observación directa de la realización de las AVD. – Structured observational test of function (test de observación estructurada de la función) [65]: esta escala se diseñó para evaluar la ejecución en las AVD y el funcionamiento neuropsicológico en las personas mayores con un daño cerebral adquirido. Evalúa cuatro ámbitos de función: ejecución ocupacional, componentes de la ejecución, componentes conductuales (behavioral skill components) y déficit neuropsicológi- 780 cos. La forman tres secciones: una primera hoja inicial de exploración que recoge los datos generales del paciente, como su visión, su equilibrio en sedestación, valoración de los miembros superiores, prensión manual, dominancia, uso o no de ayudas técnicas, y un apartado de resumen y observaciones. En segundo lugar, una escala que evalúa cuatro AVD básicas: comer, lavarse/secarse, servir líquidos-beber y vestido (tronco superior); estas actividades se dividen en los pasos necesarios para poder realizarse, y se valora si es capaz o no (able/unable); se recogen propuestas y evaluaciones adicionales requeridas, hipótesis y comentarios. Por último, aparece un listado completo de características neuropsicológicas que se valoran en función de la ejecución en las cuatro tareas evaluadas y la exploración inicial. INTERVENCIÓN Las pautas de tratamiento para la rehabilitación de los déficit del paciente que ha sufrido una lesión cerebral son muchas y variadas; pero, de forma general, se pueden clasificar en dos grandes grupos: estrategias adaptativas o funcionales y estrategias de recuperación o restauración. La aplicación de unas u otras, o de varias a la vez, dependerá en gran medida de la zona afectada, del grado de gravedad de la lesión, de las características del paciente y de las características de la tarea y su entorno. Las estrategias funcionales se basan en la asistencia o ayuda al paciente a través de su adaptación a los déficit, modificando los parámetros de la tarea y llevando a cabo adaptaciones de la misma, así como de su entorno, para facilitar la función. También utilizan los puntos fuertes del paciente para compensar la pérdida de la función [66]. Normalmente, este tipo de estrategias se suele utilizar con pacientes que poseen un bajo potencial de aprendizaje. Un ejemplo de adaptación sería la utilización de un mantel de color muy diferente al del plato donde vamos a servir la comida, con el fin de paliar un déficit en la discriminación de la figura del fondo. También el establecimiento de una rutina y de un entorno constante –sin variaciones llamativas–, con participaciones repetidas en actividades familiares para el sujeto, a menudo es la estrategia que más éxito tiene. Una limitación importante que presenta este tipo de estrategias es la falta de generalización de los aprendizajes por la especificidad de las tareas. Las estrategias de recuperación enfatizan el uso de las técnicas con el fin de estimular las funciones perceptivas afectadas por la lesión, sobre la base de los principios de recuperación del sistema nervioso central y la estimulación de nuevas conexiones neuronales para el restablecimiento de la función. Se basa en que las tareas de lápiz y papel o de ordenador que estimulan las habilidades perceptivas facilitarán la puesta en práctica de las mismas cuando se estimulen en otras actividades cotidianas; es decir, asumen que la mejora en estas tareas se debe traducir en mejoras en el desempeño funcional del paciente [67,68]. Neistadt [69] opina que sólo los pacientes que poseen una adecuada capacidad para la transferencia de aprendizajes se beneficiarían de este tipo de estrategias, e insiste en el entrenamiento en un entorno lo más similar al real del paciente. Ambos tipos poseen ventajas y desventajas, pero, normalmente, en la práctica clínica solemos utilizarlos conjuntamente en función del problema y de las características del paciente (Tabla V). Las investigaciones actuales indican que el uso aislado de una de las dos estrategias siempre conlleva desventajas; además, REV NEUROL 2004; 38 (8): 775-784 II CINI: SÍNDROMES NEUROPSICOLÓGICOS ESPECÍFICOS Tabla V. Comparación de los tratamientos ‘recuperadores’ y ‘funcionales’. Funcional/adaptativo Recuperador/restaurador Enfatiza las actividades Enfatiza las funciones cognitivas/perceptivas de la vida diaria Su objetivo son los síntomas de la disfunción Su objetivo es la causa de la disfunción Utiliza la adaptación del medio y técnicas de compensación de los déficit Utiliza ejercicios que estimulan las funciones cognitivas necesarias para la realización de funciones más complejas Utiliza la práctica repetitiva Asume que la mejora en los ejercicios de AVD para mejorar la propuestos se traduce en mejoras independencia del sujeto funcionales (generalización) El entrenamiento específico en tareas cotidianas no se generaliza Sí se produce generalización con la mejora de los componentes cognitivos/perceptivos es fundamental considerar el potencial para aprender del paciente, su capacidad para generalizar la información, la gravedad de la lesión, su estado general de salud, su edad y el sistema de apoyo (recursos) de los que dispone. Tradicionalmente, se han utilizado de forma aislada; pero, en la actualidad, Abreu et al [66] han propuesto un modelo basado en los principios de ambas estrategias para el tratamiento, en el que las AVD y los contextos donde tienen lugar se utilizan para cambiar o modificar las habilidades perceptivas del paciente. Por ejemplo, podríamos utilizar la actividad de la alimentación con un plato de puré para trabajar la inatención sobre el lado izquierdo del plato o de los elementos situados a este lado. Variando las características de la actividad y del entorno se puede modificar la capacidad de aprendizaje del paciente, así como su generalización a otras actividades cotidianas. Estrategias de intervención Técnicas de tratamiento generales – Estrategias basadas en el procesamiento activo: se basan en el análisis por parte del paciente y del terapeuta de los objetivos y resultados de las actividades. La conciencia del problema por parte del paciente se utiliza como realimentación durante y y después de la realización de las actividades perceptivas [70]. Por ejemplo, cuando trabajamos el posicionamiento espacial durante la actividad del vestido, el paciente debe entrenarse en los requerimientos espaciales que cada paso de dicha tarea conlleva, con el objetivo de utilizar la actividad del vestido para mejorar sus habilidades espaciales. – Técnicas conductuales: este tipo de técnicas se utiliza ampliamente a la hora de tratar los déficit perceptivos y demuestra que mejora la independencia funcional del paciente [71,72]. El uso de ayudas y de estímulos puede modificarse en número, frecuencia y especificidad [73]. Por ejemplo, el terapeuta podría inicialmente proporcionar ayudas detalladas en cada paso de la tarea a desarrollar, como ‘mire a la izquierda para encontrar el tenedor’. Estas estrategias constituyen una forma esencial de facilitar el grado de conciencia sobre la actividad, la detección de errores y el desarrollo de estrategias. Algunas técnicas de aprendizaje basadas en los principios de aproximaciones sucesivas y aprendizaje sin errores son el modelado o moldeamiento –cuando la conducta que se pretende REV NEUROL 2004; 38 (8): 775-784 afianzar no forma parte de su repertorio habitual o se emite con baja probabilidad– y el encadenamiento –utilizado para establecer conductas complejas o cadenas de respuestas compuestas de conductas sencillas, las cuales se añaden progresivamente, una vez que se realizan de forma individual, hasta lograr la secuencia completa que constituye el objetivo final– [27]. Asimismo, debido a que pueden existir pasos que el paciente no puede realizar solo, es preciso ofrecer estímulos de ayuda (prompts) para facilitar la conducta deseada, así como retirar esa ayuda progresivamente, a medida que nos acerquemos al objetivo planteado. Por ello, también se emplea la aplicación y retirada de los estímulos de ayuda como medida adicional y complementaria a las técnicas anteriores. – Abordaje multicontextual: basado en el modelo de interacción dinámica de J.P. Toglia, este modelo considera la percepción como un producto de la constante interacción entre el individuo, la tarea y el entorno. La capacidad de transferencia de aprendizaje del paciente desempeña un papel fundamental, y ésta se puede facilitar mediante modificaciones en las actividades y en el entorno donde tienen lugar, así como a través del empleo de aproximaciones sucesivas y la graduación de tareas [35,42]. – Técnica de tratamiento de Affolter: esta técnica se basa en proporcionar al paciente estímulos cinestesicotáctiles. Affolter describe que la presencia de estímulos cinestesicotáctiles es esencial para la interacción con el entorno; a través de la conexión entre el movimiento y su efecto sobre los objetos se establece una relación causa-efecto, la cual es parte integral de las AVD. Proporciona el estímulo apropiado para facilitar los procesos de percepción, más que en el producto final de la acción o en una habilidad específica. La técnica utilizada fundamentalmente es la guía por parte del terapeuta de las extremidades del paciente –con mayor frecuencia los miembros superiores–. Por ejemplo, cuando el terapeuta asiste al paciente para alcanzar sus zapatos, guía la mano del paciente a través de toda la superficie de su pierna hasta el pie, con el fin de establecer las adecuadas relaciones espaciales corporales entre las diferentes partes del cuerpo. Da mayor relevancia a la realimentación no verbal, que debe provenir de la propia sensación generada por la actividad, más que por la realimentación verbal proporcionada al paciente. Los principios del enfoque Affolter como técnica de intervención para pacientes con trastornos práxicos puede dirigirse en el caso de la apraxia ideomotora para facilitar la continuidad de la actividad, así como para favorecer y guiar una entrada de información más adecuada en la realización de movimientos menos fragmentados y más rítmicos y secuenciados. Asimismo, el paciente con apraxia ideatoria puede ser guiado –la mano del paciente– durante una actividad –p. ej., el cepillado de dientes– hacia los diferentes objetos –de uno en uno– que se precisan y que se sitúan en el lavabo, no sólo hacia el objeto apropiado en el paso indicado, para darle la oportunidad de argumentar y tomar la decisión sobre la planificación y ejecución de los gestos que va a realizar, y fomentar no sólo el aprendizaje de habilidades, sino también la resolución de problemas implícita en las AVD, cuando no hay una automatización de las mismas [74]. – Reentrenamiento con ordenadores: es de amplia utilización, pero presenta un problema fundamental, la poca generalización a las actividades cotidianas. Como medida de tratamiento aislada no ha mostrado suficiente efecto; sin embargo, no se 781 M. GARCÍA-PEÑA, ET AL recomienda descartar su uso, ya que es una herramienta que permite trabajar de manera específica y concreta determinadas alteraciones, y la variedad de sus posibilidades proporciona un amplio intervalo de actividades que pueden entrenarse. Técnicas de tratamiento específicas – Síndromes agnósicos: las estrategias suelen dirigirse al reconocimiento visual de objetos mediante la presentación en diferentes contextos, posiciones, colores, intensidad de la luz, etc., mediante el acompañamiento de información verbal durante la manipulación de los objetos funcionales relevantes para el paciente o, en los casos graves, poniendo etiquetas a los objetos cotidianos. También se utiliza la potenciación de la visión central en detrimento de la periférica [75], así como el empleo de los sentidos indemnes a la lesión con el fin de compensar los déficit visuoperceptivos. – Alteraciones visuoespaciales y del esquema corporal: una de las recomendaciones utilizada como técnica de intervención consiste en que el paciente aprenda a moverse de manera más lenta dentro de su entorno, con el fin de facilitar la localización de los referentes espaciales que le rodean, así como de su propio cuerpo, y utilizando pautas verbales como realimentación. Durante la realización de las actividades cotidianas, alinear los botones con sus ojales antes de abrocharlos o trabajar la capacidad de orientar el lazo de las zapatillas pueden servir como ejemplos. Las alteraciones del esquema corporal pueden mejorar facilitando el conocimiento del paciente de las propias partes de su cuerpo, reconociendo partes del cuerpo en el terapeuta, solicitando al paciente que identifique espacialmente unas partes con otras, a través de preguntas –por ejemplo, ¿están tus rodillas por encima de tus tobillos?– y empleando rompecabezas de figuras humanas y otros materiales de rehabilitación que soliciten al paciente la identificación de las partes del cuerpo. – Estrategias para el análisis y la síntesis visual: las características de color, tamaño, forma, dirección y grado de luminosidad de los objetos pueden entrenarse determinando, en primer lugar, la competencia del paciente en estas habilidades. Podemos proponer el siguiente ejemplo como tratamiento: si el paciente no puede seleccionar una lata de guisantes del armario de la cocina que está entre latas del mismo tamaño, el terapeuta podría facilitar la tarea y disminuir el número de latas y, con ello, la densidad de la imagen visual, clasificar las latas en cajas diferenciadas, para aumentar el contraste espacial, colocar la lata que se ha de seleccionar por delante del resto, para facilitar distinguir la figura del fondo, aumentar la luminosidad de la zona donde se sitúan las latas, etc.; de esta forma, el objetivo inicial de tratamiento no sería la compensación del déficit, sino la recuperación de las capacidades de análisis y síntesis visual [76]. – Síndrome de negligencia: las técnicas específicas aplicadas son diversas, pero, de forma general, pueden clasificarse en: recomendaciones generales, técnicas de compensación, reentrenamiento específico en AVD, técnicas de activación del hemisferio afectado [77] y tratamientos farmacológicos. De éstas, las que mayor eficacia han mostrado son el entrenamiento del paciente para conseguir un rastreo visual apropiado, la activación del miembro superior del lado no atendido, técnicas de rotación del tronco y el uso de pautas verbales con el fin de jerarquizar la actividad que está afectada por este déficit [78]. 782 Otras técnicas Otras técnicas de tratamiento, como la estimulación sensorial, basándose en los principios del modelo de integración sensorial de Ayres [79], también se investigan por sus posibilidades terapéuticas en adultos con TCE. Estudios como el de Butler [80] plantean cuestiones interesantes sobre la efectividad de este tipo de técnicas –asociadas a otras estrategias de intervención–, de forma inmediata y posteriormente al tratamiento en pacientes con apraxia ideomotora. Generalización e impacto ecológico en el funcionamiento diario Otros aspectos en la neurorrehabilitación como reto de estudio teórico, experimental y clínico –incluyendo la observación en contextos reales de la vida cotidiana– es la posibilidad de generalización. En relación con los pacientes con trastornos práxicos, diversos estudios, como el de Goldenberg y Hagmann [81] y Goldenberg et al [82], basados en el entrenamiento directo de las AVD básicas e instrumentales, encontraron que cuando se llevaban a cabo tareas específicas –aquellas que se habían entrenado previamente–, los resultados obtenidos eran positivos; sin embargo, no hubo mejoría ni en otras actividades –aunque fueran similares–, ni cuando se introducían cambios en el entorno –realizar la misma actividad en contextos diferentes–. También se observó que las habilidades entrenadas se mantenían en el tiempo si éstas se practicaban de forma habitual en el domicilio (entorno familiar). Por otra parte, cada vez más estudios enfatizan la importancia de investigar la relación entre el déficit y la implicación funcional; es decir, las consecuencias para la independencia en las AVD, así como en el entorno sociofamiliar de la persona que ha sufrido el TCE. En esta línea, destacan las investigaciones de Foundas et al [83] sobre el desempeño en las AVD, como la selección adecuada de cubiertos y su utilización durante la alimentación en pacientes con y sin déficit práxicos, donde se evidencian resultados muy contrastados entre ambos grupos en variables como la organización y la secuencia de pasos durante la actividad, al igual que en el número de objetos correctos y gestos funcionales empleados en la misma. Asimismo, estudios como el de Sundet et al [84] encontraron una relación altamente significativa entre la gravedad de la apraxia y la necesidad de asistencia, así como el grado de dependencia en las AVD estimado por los cuidadores. CONCLUSIONES Los déficit perceptivos y práxicos limitan en gran medida la recuperación de este tipo de pacientes. Influyen tanto en su pronóstico funcional al alta como durante el proceso de rehabilitación, y limitan en numerosas ocasiones el éxito de la recuperación física de este tipo de pacientes. Es fundamental la conciencia sobre las limitaciones de los procesos perceptivos/cognitivos, así como del movimiento, por parte del sujeto, ya que determinan en gran medida el éxito de las técnicas de intervención seleccionadas para el tratamiento. De igual relevancia se considera el grado y el análisis de las actividades, junto con el potencial del paciente para aprender, ya que variando las características de las tareas y del entorno podríamos aumentar la independencia funcional del sujeto. Dadas las características de estos pacientes, se necesita el reentrenamiento en contextos reales, para con ello asegurarnos REV NEUROL 2004; 38 (8): 775-784 II CINI: SÍNDROMES NEUROPSICOLÓGICOS ESPECÍFICOS de su correcta intervención y disminuir los problemas derivados de la falta de generalización de los aprendizajes. Las técnicas basadas en los principios de recuperación han mostrado ser menos efectivas que las basadas en la compensación; actualmente, se debería tender a la utilización de los abordajes dinámicos que utilizan el uso de AVD, con un doble fin: recuperar las funciones perceptiva y práxica afectadas y entrenar al sujeto para lograr el mayor grado de independencia funcional en dicha actividad. El trabajo terapéutico realizado con las familias de estos pacientes es de vital importancia para el logro de los objetivos establecidos en los programas de rehabilitación. BIBLIOGRAFÍA 1. León-Carrión J. Models of neurobehavioral disorders after brain injury. 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Los procesos relacionados con la percepción visual básica de los objetos (color, forma, tamaño, etc.) y la percepción más compleja de los mismos (profundidad, localización, reconocimiento, etc.), así como otros procesos relacionados con la integración de la información sensorial (discriminación derecha-izquierda y trastornos del esquema corporal, entre otros), son determinantes para la adecuada ideación, planificación motora y ejecución de los movimientos propositivos (praxias). Si la realización de las AVD requiere del adecuado funcionamiento de las diferentes estructuras del sistema nervioso central, su valoración y tratamiento serán necesarios para conseguir el mayor nivel de independencia posible en aquellas personas que han sufrido un TCE, objetivo prioritario de la terapia ocupacional. Las AVD pueden clasificarse en dos grandes grupos: básicas (alimentación, aseo personal, vestido, etc.) e instrumentales (preparación de alimentos, manejo de dinero, realización de compras, utilización de transportes públicos, etc.). Conclusiones. Las alteraciones en ambos procesos, perceptivo y práxico, constituyen un amplio porcentaje de los déficit que presentan los pacientes con TCE y que se traducen, desde un punto de vista clínico, en la dificultad para llevar a cabo una vida independiente. Se destaca la necesidad de evaluar correctamente dichos procesos neuropsicológicos, por su implicación en las AVD. [REV NEUROL 2004; 38: 775-84] Palabras clave. Actividades de la vida diaria. Agnosia. Apraxia. Déficit perceptivo. Terapia ocupacional. Traumatismo craneoencefálico. ALTERAÇÕES PERCEPTIVAS E PRÁXICAS EM DOENTES COM TRAUMATISMO CRÂNIO-ENCEFÁLICO: RELEVÂNCIAS NAS ACTIVIDADES DA VIDA DIÁRIA Resumo. Objectivo. Descrever a implicação dos défices perceptivos e práxicos na correcta execução das actividades da vida diária (AVD), além de rever algumas das provas de avaliação específicas e técnicas de intervenção utilizadas na preparação das referidas alterações após um traumatismo crânio-encefálico (TCE). Desenvolvimento. Os processos relacionados com a percepção visual básica dos objectos (cor, forma, tamanho, etc.) e a percepção mais complexa dos mesmos (profundidade, localização, reconhecimento, etc.), assim como outros processos relacionados com a integração da informação sensorial (discriminação direita/esquerda, perturbações do esquema corporal, entre outros), são determinantes para a adequada idealização, planificação motora e execução dos movimentos propositivos (praxias). Se a realização das AVD requer o funcionamento adequado das diferentes estruturas do sistema nervoso central, a sua avaliação e tratamento serão necessários para conseguir o maior nível de independência possível naquelas pessoas que sofreram um TCE, objectivo prioritário da terapia ocupacional. Estas podem classificar-se em dois grandes grupos: básicas (alimentação, asseio pessoal, vestuário, etc.) e instrumentais (preparação de alimentos, manuseamento de dinheiro, realização de compras, utilização de transportes públicos, etc.). Conclusões. As alterações em ambos os processos, perceptivo e práxico, constituem uma ampla percentagem dos défices que apresentam os doentes com TCE e que se traduzem, sob um ponto de vista clínico, na dificuldade para conduzir uma vida independente. Destaca-se a necessidade de avaliar correctamente os referidos processos neuropsicológicos pelo seu envolvimento nas AVD. [REV NEUROL 2004; 38: 775-84] Palavras chave. Actividades da vida diária. Agnosia. Apraxia. Défice perceptivo. Terapia ocupacional. Traumatismo crânio-encefálico. 784 REV NEUROL 2004; 38 (8): 775-784