D. Hume - Filosofía IES Ramon Arcas

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IES “Ramón Arcas Meca” - Departamento de Filosofía
DAVID HUME
ÍNDICE:
1. TEXTO______________________________________1
2. ESTRUCTURA Y RESÚMENES____________________ 4
- Idea general y Estructura ________________________ 4
- Resumen por fragmentos ________________________ 5
3. CONCEPTOS Y NOCIONES ______________________ 6
- Impresiones e ideas ____________________________ 6
- Límite del pensamiento y principio de copia ___________ 9
4. TEMAS O SÍNTESIS DOCTRINALES______________ 11
- La experiencia como origen del conocimiento__________ 11
- La crítica de los conceptos metafísicos _____________ 13
5. CONTEXTUALIZACIÓN________________________ 17
- La época de Hume_________________________________ 17
- Vida y obra______________________________________18
- Obra: “Investigación sobre el conocimiento humano”_____ 19
- La filosofía moderna: Racionalismo vs Empirismo________ 19
- Influencias y legado de la filosofía de Hume_____________ 21
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TEXTO de David HUME, Investigación sobre el conocimiento humano, Sección 2:
“Sobre el origen de las ideas” (Traducción J. Salas Ortueta, Madrid, Ed. Alianza, 1997,
pp. 33-36).
“He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies, que se
distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e intensas comúnmente son
llamadas pensamientos o ideas; la otra especie carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría
de los demás, según creo, porque solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un término
o denominación general. Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad, y llamémoslas
impresiones, empleando este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresión,
pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u
odiamos, o deseamos, o queremos. Y las impresiones se distinguen de las ideas que son percepciones menos
intensas de las que tenemos conciencia, cuando reflexionamos sobre las sensaciones o movimientos arriba
mencionados.
Nada puede parecer, a primera vista, más ilimitado que el pensamiento del hombre que no sólo escapa a
todo poder y autoridad humanos, sino que ni siquiera está encerrado dentro de los límites de la naturaleza y
de la realidad. Formar monstruos y unir formas y apariencias incongruentes, no requiere de la imaginación
más esfuerzo que el concebir objetos más naturales y familiares. Y mientras que el cuerpo está confinado a
un planeta a lo largo del cual se arrastra con dolor y dificultad, el pensamiento, en un instante, puede
transportarnos a las regiones más distantes del universo; o incluso más allá del universo, al caos ilimitado,
donde según se cree, la naturaleza se halla en confusión total. Lo que nunca se vio o se ha oído contar, puede,
sin embargo, concebirse. Nada está más allá del poder del pensamiento, salvo lo que implica contradicción
absoluta.
Pero, aunque nuestro pensamiento aparenta poseer esta libertad ilimitada, encontraremos en un examen
más detenido que, en realidad, está reducido a límites muy estrechos, y que todo este poder creativo de la
mente no viene a ser más que la facultad de mezclar, trasponer, aumentar, o disminuir los materiales
suministrados por los sentidos y la experiencia. Cuando pensamos en una montaña de oro, unimos dos ideas
compatibles: oro y montaña, que conocíamos previamente. Podemos representarnos un caballo virtuoso,
pues de nuestra propia experiencia interna (feeling) podemos concebir la virtud, y ésta la podemos unir a la
forma y figura de un caballo, que es un animal que nos es familiar. En resumen, todos los materiales del
pensar se derivan de nuestra percepción interna o externa. La mezcla y composición de ésta corresponde sólo
a nuestra mente y voluntad. O, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas, o
percepciones más endebles, son copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas.
Para demostrar esto, creo que serán suficientes los dos argumentos siguientes. Primero, cuando
analizamos nuestros pensamientos o ideas, por muy compuestas o sublimes que sean, encontramos siempre
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que se resuelven en ideas tan simples como las copiadas de un sentimiento o estado de ánimo precedente.
Incluso aquellas ideas que, a primera vista, parecen las más alejadas de este origen, resultan, tras un estudio
más detenido, derivarse de él. La idea de Dios, en tanto que significa un ser infinitamente inteligente, sabio y
bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones de nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente
aquellas cualidades de bondad y sabiduría. Podemos dar a esta investigación la extensión que queramos, y
seguiremos encontrando que toda idea que examinamos es copia de una impresión similar. Aquellos que
quisieran afirmar que esta posición no es universalmente válida ni carente de excepción, tienen un solo y
sencillo método de refutación: mostrar aquella idea que, en su opinión, no se deriva de esta fuente. Entonces
nos correspondería, si queremos mantener nuestra doctrina, producir la impresión o percepción vivaz que le
corresponde.
En segundo lugar, si se da el caso de que el hombre, a causa de algún defecto en sus órganos, no es capaz
de alguna clase de sensación, encontramos siempre que es igualmente incapaz de las ideas correspondientes.
Un ciego no puede formarse idea alguna de los colores, ni un hombre sordo de los sonidos. Devuélvase a
cualquiera de estos dos el sentido que les falta; al abrir este nuevo cauce para sus sensaciones, se abre
también un nuevo cauce para sus ideas y no encuentra dificultad alguna en concebir estos objetos. El caso es
el mismo cuando el objeto capaz de excitar una sensación nunca ha sido aplicado al órgano. Un negro o un
lapón no tienen noción alguna del gusto del vino. Y, aunque hay pocos o ningún ejemplo de una deficiencia
de la mente que consistiera en que una persona nunca ha sentido y es enteramente incapaz de un sentimiento
o pasión propios de su especie, sin embargo, encontramos que el mismo hecho tiene lugar en menor grado:
un hombre de conducta moderada no puede hacerse idea del deseo inveterado de venganza o de crueldad, ni
puede un corazón egoísta vislumbrar las cimas de la amistad y generosidad. Es fácil aceptar que otros seres
pueden poseer muchas facultades (senses) que nosotros ni siquiera concebimos, puesto que las ideas de éstas
nunca se nos han presentado de la única manera en que una idea puede tener acceso a la mente, a saber, por
la experiencia inmediata (actual feeling) y la sensación”.
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ESTRUCTURA Y RESÚMENES
IDEA GENERAL Y ESTRUCTURA:
IDEA GENERAL DEL TEXTO.
En el presente texto el filósofo escocés David Hume reflexiona sobre la idea de que todas las
percepciones de la mente pueden clasificarse en dos tipos: impresiones e ideas. Las
impresiones son más vivaces e intensas que las ideas. Acto seguido, Hume expone la TESIS
PRINCIPAL de todo el texto: toda idea está originada por una impresión precedente, y, por tanto,
el aparente poder ilimitado del pensamiento se reduce a los materiales suministrados por la
experiencia. Para defender su tesis Hume expone dos argumentos:
(1)
Toda idea, por compleja que parezca, puede dividirse en ideas simples, originadas en su
impresión correspondiente.
(2)
La ausencia de un tipo de sensaciones y experiencias (impresiones) provoca la ausencia del
tipo de ideas y pensamientos correspondientes.
ESTRUCTURA DEL TEXTO.
El texto se puede dividir en cinco fragmentos que se corresponderían con los cinco párrafos
que conforman el texto completo. La tesis general de todo el texto es el llamado “principio de la
copia” que se formula en el tercer fragmento.
FRAGMENTO 1: Tema del texto: Distinción entre impresiones e ideas. Las ideas son más
débiles que las impresiones, que son intensas.
FRAGMENTO 2: El pensamiento parece no tener más límite que lo contradictorio.
FRAGMENTO 3: Tesis del texto: Toda idea es copia de una impresión. La experiencia es el
límite del pensamiento.
FRAGMENTO 4: Primer argumento: Cualquier idea compleja se puede dividir en ideas simples,
originadas en sus impresiones correspondientes.
FRAGMENTO 5: Segundo argumento: Sin un tipo de impresiones nos quedamos sin el tipo de
ideas correspondientes.
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RESÚMENES POR FRAGMENTOS:
FRAGMENTO 1:
En el texto Hume define y clasifica todas las percepciones de la mente en dos tipos: las
impresiones y las ideas (Tesis del fragmento). El criterio para distinguirlas radica en su grado de
fuerza y vivacidad, denominando a las percepciones mentales más intensas con el término
“impresiones” y a las percepciones de la mente más débiles “ideas” o “pensamientos”.
FRAGMENTO 2:
En el texto Hume describe la aparente omnipotencia del pensamiento humano. (Tesis del
párrafo). Nada parece escapar al poder del pensamiento. Con igual facilidad concebimos
imaginaciones extrañísimas y objetos familiares. Mientras el cuerpo sufre atado en este planeta, el
pensamiento puede volar más allá del universo. Lo nunca visto puede concebirse. Excepto lo
contradictorio, todo puede pensarse.
FRAGMENTO 3:
En el fragmento el autor mantiene el principio filosófico por el cual toda idea del pensamiento
es una copia de una impresión. (Tesis del fragmento y de todo el texto completo). La aparente
libertad del pensamiento se reduce a la capacidad de alterar y modificar los datos y materiales que
nos proporciona la experiencia, como sucede con las ideas de “montaña de oro” y de “caballo
virtuoso”.
FRAGMENTO 4:
En este fragmento Hume nos da un primer argumento para apoyar su principio de la copia:
cualquier idea compleja puede reducirse a ideas simples, originadas por una impresión
correspondiente. (Tesis del párrafo). Por ejemplo, la idea de Dios no es más que un aumento
indefinido de las cualidades humanas de bondad y sabiduría. Así sucede con todas las ideas y
para rechazar el argumento se debería mostrar un contraejemplo: alguna idea que no proviniera
de ninguna impresión.
FRAGMENTO 5:
En este texto Hume nos proporciona un segundo argumento a favor de su tesis principal: la
ausencia de un tipo de sensaciones provoca la ausencia del tipo de ideas correspondiente. (Tesis
del texto). Esto queda ejemplificado de muchas formas: un ciego no puede concebir los colores,
ni un sordo los sonidos, ni un negro el gusto del vino, ni una persona moderada la crueldad, ni una
persona egoísta la generosidad. Por esto es fácil aceptar que otros seres posean capacidades e
ideas inconcebibles para nosotros: porque no tenemos acceso a sus sensaciones y experiencias
inmediatas.
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CONCEPTOS Y NOCIONES
IMPRESIONES E IDEAS
Para el filósofo empirista David Hume los contenidos de la mente son denominados
percepciones. Percepción es un término omniabarcante, tanto de los actos como de los
contenidos de conciencia. Tiene un ámbito semántico similar al que tiene idea en Locke. No hay
que entender el concepto, solamente, como las percepciones de los sentidos, sino que el término
percepción abarca todo objeto mental de conocimiento (lo que Descartes y Locke entendieron por
“ideas”). Estas percepciones o contenidos mentales pueden dividirse en dos clases: las
impresiones y las ideas o pensamientos. ¿Cómo podemos diferenciarlas? Por las distintas
características de unas y otras. Hume reconoce que hay otra división de nuestras percepciones,
que se extiende tanto a nuestras impresiones como a nuestras ideas. Se trata de la división en
simples y complejas. Las percepciones simples (impresiones o ideas) son tales que no admiten
distinción ni separación, al contrario que las complejas. En una manzana o en una flor podemos
distinguir su color, su olor, su textura, siendo estas impresiones simples e independientes entre sí.
CARACTERÍSTICAS DE LAS IMPRESIONES Y DE LAS IDEAS.
Las IMPRESIONES son una clase de percepciones que se distingue de la otra clase (las ideas)
por el mayor grado de fuerza y vivacidad con que inciden en la conciencia, alma o mente y están
presentes en ella. No se trata de una diferencia cualitativa o "esencial", sino de una mera
diferencia de grado. Cada uno percibe fácilmente la distinción entre impresión/sentir (feeling) e
idea/pensar (thinking), lo cual no impide que en ciertos casos particulares la línea divisoria no sea
fácil de determinar.
Las características de las impresiones son:
(1) Vívidas: Vivaces, intensas. Se refiere a la fuerza e intensidad con la que se presenta una
sensación o sentimiento en nuestra mente. Además
se presentan de forma involuntaria.
Todos tenemos impresiones aunque no queramos. La inmensa mayoría de los casos son
datos inmediatos y evidentes. Nadie suele dudar realmente de sus impresiones, pero sí de sus
ideas.
(2) Simples e Independientes: No tiene un carácter definitorio, ya que en rigor, para Hume todo
elemento de la experiencia exige la inmediatez. Cabría decir que tienen una presencia
inmediata más viva que las ideas.
Sólo se pueden dividir cuando reflexionamos sobre ellas (ideas), cuando las sentimos se
presentan de forma única. Además son independientes entre si porque las impresiones táctiles
no se pueden comparar con las impresiones auditivas o las impresiones visuales, por ejemplo.
Son cualitativamente distintas.
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(3) Originarias: En dos sentidos: primero,
a que las impresiones anteceden a las
correspondientes ideas que se derivan de ellas y, segundo, una originalidad absoluta, que sólo
se aplica a las impresiones de sensación, en el sentido que son el elemento primero del
proceso genético de conocimiento. Es la fundamental para entender el fenomenismo y el
escepticismo en el que cae la filosofía de Hume. Las impresiones son originarias (es decir, no
originadas) porque carecen de precedentes, surgen en la mente por “causas desconocidas”. Ir
más allá de las impresiones es un paso precipitado que, según Hume, no tiene justificación
filosófica.
Las IDEAS o PENSAMIENTOS, por el contrario, son las percepciones más débiles.
Surgen por “debilitación” de las impresiones, por tanto no aportan ningún contenido nuevo al
conocimiento, siendo simples imágenes o "copias" de las correspondientes impresiones. El
fundamento de considerarlas "copias" está en la semejanza y correspondencia de las ideas con
las impresiones. Por ser copias, representan las impresiones de que se derivan, guardando
correspondencia con ellas. Sobre esto, no hay problema en el caso de las ideas simples, pero
puede haberlo en las compuestas, como en la idea de sustancia, la de causa ontológica o la del
yo como sujeto epistemológico.
Cada idea simple es la copia de una impresión simple, en este caso hay una clara
semejanza; no ocurre lo mismo entre las ideas compuestas que son una combinación de
elementos que nuestro conocimiento saca de los contenidos de nuestras impresiones (montaña
dorada, caballo valeroso, la imagen de Paris desde Montmartre) en este caso no puede decirse
que las primeras sean una copia exacta de las segundas.
Las características de las ideas son:
(1) Copias de las impresiones: No hay ideas que no estén basadas en alguna impresión. A esto
se le denomina el principio de la copia y es la relación que existe entre las ideas y las
impresiones. Esto supone una crítica del innatismo racionalista de las ideas, que se daba en
Descartes.
(2) Débiles: Dado que son copias, por su propia naturaleza son más débiles, menos intensas, y
se presentan a menudo en nuestra mente de forma
más difusa e incierta que nuestra
impresiones. Son dependientes de nuestra voluntad.
(3) No amplían nuestro conocimiento: No aportan nada nuevo respecto de la experiencia
directa, no aumentan nuestro conocimiento. Toda la información que poseemos procede,
directa o indirectamente, de los sentidos, de las impresiones. Frente a los racionalistas, Hume
sostiene, al igual que el padre del empirismo ingles (J. Locke), que la mente es como un papel
en blanco en el que la experiencia va escribiendo la información que el pensamiento utiliza
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después. Por tanto, no existen las ideas innatas, sino que todo conocimiento depende de la
experiencia.
Por otro lado, debemos exponer la CLASIFICACIÓN que realiza Hume sobre las
impresiones y las ideas.
Para el filósofo escocés existen dos tipos de impresiones:
a) “Impresiones de sensación” (sensaciones): son las que surgen en el alma sin ninguna
percepción antecedente. Son las primeras percepciones y por tanto preceden a todas las demás.
Surgen de causas desconocidas. Hipotéticamente cabe señalar diversas causas sin que sea
posible decidirse por ninguna: pueden surgir del objeto, pueden ser producidas por el poder
creador de la mente, o deberse al autor de nuestro ser.
Las impresiones de sensación son la pieza clave de su epistemología, ya que son el
fundamento y origen de todos los actos y procesos posteriores, pero es una pieza literalmente
desfondada: no sabemos a qué se deben o de dónde proceden. Es ésta una premisa fundamental
del agnosticismo cosmológico y del fenomenismo psicológico.
Constituyen la experiencia externa, que podemos definir como aquellos datos que
proceden directamente de la actividad de nuestros sentidos. Ejemplos: al ver un color rojo, al oír el
sonido de un silbato, al notar la suavidad de un pétalo, al degustar el sabor del chocolate o cuando
noto el olor de la tierra después de la lluvia.
b) “Impresiones de reflexión” (sentimientos): son las que proceden, o bien inmediatamente de
alguna impresión original de sensación (la impresión de dolor me provoca tristeza), o bien de una
idea derivada de impresiones de sensación (la idea de la muerte de mi padre que me provoca
tristeza). Al cobrar mayor grado de vivacidad una idea, se convierte en impresión de reflexión. Son
fundamentales en la explicación de la moral. A ellas pertenecen las pasiones, los sentimientos y
las emociones.
Constituyen la experiencia interna, que podemos definir como el conjunto de datos que
proceden indirectamente de nuestros sentidos. Son sensaciones internas que surgen al reflexionar
sobre las sensaciones externas. Ejemplos: El placer que me produce un olor agradable, la alegría
que me provoca el azul del cielo y el calor del sol, el miedo que siento en la oscuridad o la tristeza
que me provoca oír una melodía.
Las ideas o pensamientos pueden ser, como las impresiones, (tal y como hemos
mencionado anteriormente) simples o complejas. Son del primer tipo aquellas ideas formadas a
partir de una impresión, en cambio, son complejas o compuestas aquellas ideas que provienen de
una impresión compleja (idea de montaña) o son elaboradas por la mente a partir de otras ideas
simples o complejas. A partir de ciertas ideas pueden surgir otras ideas que pueden ir
ascendiendo en su grado de complejidad, como puede ser el caso de la idea de Dios o de
sustancia divina.
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Por su origen o procedencia, tanto las simples como las compuestas, las ideas pueden ser
de tres tipos:
Ideas de la memoria, que son los recuerdos.
Ideas de la imaginación, que son las imaginaciones.
Ideas de la razón, que son los conceptos. Los más abstractos son los filosóficos.
Como conclusión debemos resaltar que la relación entre ambos conceptos constituye el
principio de la copia (toda idea es copia de una impresión). Esta tesis empirista marca a la
experiencia como el límite del conocimiento y el criterio de verdad. Y por experiencia Hume
entiende lo que comienza o está apoyado en las impresiones. Las impresiones forman el tribunal
de la experiencia ante el que deben de comparecer las ideas para ser aceptadas como válidas y
verdaderas.
EL LÍMITE DEL PENSAMIENTO Y EL PRINCIPIO DE COPIA
Aunque nuestro pensamiento parece poseer una libertad ilimitada, ya que nadie puede
controlar nuestros pensamientos y podemos pensar cosas que no son reales, en realidad está
reducido a límites muy estrechos, ya que todos los materiales del conocimiento derivan de una
percepción interna o externa. Como hemos dicho anteriormente, las percepciones de la mente se
dividen en ideas e impresiones. Las impresiones son los contenidos de la mente que obtenemos
de forma inmediata a través de la experiencia de los sentidos. Las ideas son las copias debilitadas
de las impresiones que nos formamos con el pensamiento. La relación que mantiene Hume entre
las ideas y las impresiones constituye el principio de la copia (toda idea es copia de una impresión
que la provoca) y marca el límite de lo que puede pensarse o concebirse. Dado que toda idea, por
compleja que sea procede, en última instancia, de la experiencia sensitiva (interna o externa), el
límite del pensamiento será la experiencia, es decir, las impresiones.
Podemos diferenciar un doble límite para la mente humana:
a) Límite específico del pensamiento: Cada uno de nosotros no puede concebir ni pensar nada
que, en última instancia, no hayamos experimentado previamente, de lo que no hayamos
tenido una impresión sensible. Todo nuestro pensamiento trabaja con los materiales que nos
proporcionan los sentidos, y nada más. El límite del pensamiento personal es la experiencia
(impresiones).
b) Limite general del pensamiento: Pero como esas impresiones o experiencias pueden ser
muy diversas y de distinta índole, el único límite del pensamiento en general, es decir, de lo
puede existir, es la contradicción lógica. Algo contradictorio o imposible, como que la parte
es mayor que el todo o que existen cuadrados redondos, no puede ni existir ni pensarse
siquiera. Y por supuesto no podemos tener experiencias de estas cosas.
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Dado que, el principio de la copia proporciona el límite del pensamiento, debemos añadir,
de la misma forma, que este principio determina el criterio empirista de verdad y marca la frontera
entre el conocimiento válido y el pseudoconocimiento, es decir, entre el conocimiento científico y
el conocimiento metafísico (que no es tal). Dicho de otra forma: el principio separa lo significativo
de lo asignificativo.
El principio de la copia es usado por Hume en doble sentido:
a) Sentido descriptivo: Toda idea, por compleja y abstracta que sea, procede de hecho y en
última instancia de alguna impresión. Nuestro pensamiento recuerda, imagina o racionaliza (o
sea, que construye ideas) sobre las impresiones (internas y externas) que experimentamos.
Con este sentido Hume nos explica lo que podemos pensar.
b) Sentido normativo: Toda idea verdadera debe apoyarse en su impresión correspondiente. Las
ideas que no provengan de la experiencia deberán rechazarse. El principio es usado en este
sentido para criticar el falso conocimiento metafísico y religioso. En este sentido Hume evalúa
los pensamientos que debemos aceptar.
Las ideas de la razón o los pensamientos más abstractos son los conceptos filosóficos, a los
cuales Hume criticará apoyándose es su principio de la copia. Dicho criterio le permitirá
desechar los conceptos metafísicos racionalistas (Dios, Sustancia, Esencia, Alma, entre los más
importantes). El uso de ese principio le llevará al escepticismo, un escepticismo moderado, pues
la propia vida nos impide caer, según Hume,
en un escepticismo radical; de ahí que su
escepticismo sea más un escepticismo académico que vital; y al fenomenismo, porque no se
justifica ni el conocimiento por causa, ni la existencia del mundo exterior; pero el fenomenismo de
Hume tampoco es un fenomenismo extremo, puesto que hay otro tipo de certezas y
conocimientos, que siendo científicamente inferiores, sin embargo son necesarios para la vida.
Estos juicios de creencia, tienen la seguridad de la certeza, aunque no de la certeza especulativa,
sino vital, y se apoyan en los hábitos y la costumbre.
TEMAS O SINTESIS DOCTRINALES
LA EXPERIENCIA COMO ORIGEN DEL CONOCIMIENTO
La filosofía teórica moderna centra la reflexión filosófica en torno al sujeto y a su conocimiento
(y no en torno a Dios o en torno a la Physis como sucedía en las etapas filosóficas anteriores). El
sujeto conoce la realidad, pero antes de investigar lo real, se debe analizar los fundamentos, la
génesis, de todo conocimiento. El conocimiento válido no es el de las ideas evidentes, como en
Descartes, sino que para Hume, que rechaza el innatismo de las ideas, el origen de todo
conocimiento proviene de la experiencia. Para el empirismo ingles la justificación de nuestras
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creencias y opiniones debe apoyarse en la evidencia, pero no la evidencia racional (como en las
filosofías racionalistas de Descartes, Leibniz, Espinoza), sino en la evidencia empírica (como los
empirismos de Locke, Berkeley y Hume). El empirismo inglés recoge la importancia aristotélica del
conocimiento sensible, mientras que el racionalismo recoge la importancia platónica del
conocimiento racional.
El título del tema con relación al texto y su autor (Hume) nos obliga a hablar de la concepción
de la experiencia en los dos empiristas clásicos mas importantes: Locke (de quien recibe la tesis
de la experiencia como origen del conocimiento) y, el autor de nuestro texto, Hume. Sin embargo,
existen diferencias entre el empirismo moderado de Locke y el empirismo radical de Hume. Tanto
para el autor de nuestro texto, como para Locke: la experiencia es la justificación del
conocimiento, es lo que distingue el conocimiento de la mera creencia y opinión sin justificación.
La génesis y el origen del conocimiento, o sea, la experiencia, constituye también el límite del
pensamiento y la razón. Esta es la novedad que introduce el empirismo inglés respecto de las
filosofías empíricas (que no empiristas) de Grecia (Aristóteles) y el Medievo (R. Bacon).
El valor primordial de la experiencia, la finalidad moral de la reflexión filosófica, el método
como observación y análisis de los fenómenos psicológicos son puntos coincidentes entre Locke y
Hume. La semejanza fundamental es que la experiencia es el origen y limite del pensamiento
válido. La base de todas las diferencias estaría en el distinto modo de entender la experiencia.
Para Locke la experiencia tiene el sentido de receptividad, para Hume lo tiene de inmediatez.
Primar un aspecto o el otro tiene notables consecuencias: la receptividad en Locke conducía a
aceptar que conocemos el mundo de las cosas, ya que mis ideas están causadas por la realidad
(Locke concebía la mente como un espejo "obligado" a reflejar la realidad). Mientras que, por el
contrario, la inmediatez de la experiencia para Hume predispone a cerrarse en la inmediatez de
los contenidos de la conciencia (requisito que solo cumplen las impresiones), haciendo de entrada
enormemente problemático el acceso cognoscitivo al mundo de las cosas externas y reales,
porque se rompe el nexo causal entre mis actos cognoscitivos y las cosas conocidas. El nexo se
rompe porque la causalidad va a ser para Hume, no una ley de los acontecimientos reales, sino
una ley sobre mi modo mental de pensar dichos acontecimientos (crítica a la noción de causa).
Por eso, en definitiva, la experiencia en Locke le permite ir más allá de ella y justificar las tres
sustancias cartesianas (Sujeto o Yo, Mundo exterior y Dios). Por el contrario, la experiencia en
Hume se radicaliza y le va a llevar a criticar dichos conceptos metafísicos por no proceder de la
experiencia. Con este planteamiento, la filosofía de Hume se mantendrá dentro de los límites de la
experiencia inmediata, lo que le llevará al escepticismo: no podemos conocer nada del mundo
real; y el fenomenismo: todas las cosas o sustancias no son sino colecciones de impresiones
unidas por las leyes de mi entendimiento (leyes de asociación de ideas: ley de semejanza, de
contigüidad espaciotemporal y la ley de causalidad). No hay justificación filosófica, ni racional ni
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empírica, para estas cosas, es decir, no hay conocimiento, sino que son creencias que
necesitamos tener y que obtenemos por el hábito y la costumbre.
Para Hume, por tanto, sólo conozco verdaderamente lo inmediato, las impresiones en mi
mente y, secundariamente, las ideas como copias debilitadas de dichas impresiones. Sin
experiencia es imposible el conocimiento. Ir más allá supone abandonar el suelo firme de la
experiencia, donde una tesis y su contraria son igualmente posibles.
Por tanto, la experiencia en la filosofía de Hume tiene los siguientes rasgos:
•
Es inmediata (como ya se ha explicado).
•
Es independiente. No depende de otra instancia (como la razón para los racionalistas) para
determinar lo verdadero. Es la autoridad que justifica, y no lo que hay que justificar. Esto
supone un cambio de actitud filosófica.
•
Es directa. No hay intermediarios entre las impresiones (que son percepciones inmediatas y
vívidas) y la mente. El carácter directo de la experiencia es lo la hace verídica.
La experiencia delimita y preside el tribunal sobre las cuestiones de hecho o existencia.
Pero existe otro ámbito de conocimiento: las relaciones de ideas. Estos son los dos grandes
tipos de conocimiento para Hume: las relaciones de ideas y las cuestiones de hecho o existencia.
a) Relaciones de ideas: Hume no nace un análisis muy pormenorizado de ellas. Constituyen el
ámbito de las ciencias formales. A estas ideas pertenecen las intuiciones, deducciones y
demostraciones de la geometría, matemáticas y lógica. El rasgo fundamental de los objetos
que constituyen el ámbito de las relaciones de ideas es que resulta contradictorio
representarse su contrario. Es el reino de la no-contradicción. Ahí radica su certeza y la
posibilidad de su demostración estricta. En estas cuestiones el conocimiento es válido
independientemente de la experiencia y los hechos. La verdad o falsedad de este tipo de
juicios se establece en el análisis de las ideas correspondientes, pero no depende de cómo
sea el mundo.
b) Cuestiones de hecho o existencia: Es el centro de interés de Hume, por ser el mundo de los
hechos, de las cosas, de la vida, (ciencias empíricas, filosofía moral, comportamiento humano,
etc.) Es un mundo más amplio que el anterior, pero el rigor del conocimiento está en razón
inversa de su amplitud. Frente a lo que sucede en el ámbito de las relaciones de ideas, lo
contrario de cualquier proposición referente a una cuestión de hecho no implica contradicción,
porque una afirmación y su contraria pueden pensarse (puede pensar que mañana va a salir el
sol, y puedo pensar lo contrario sin caer en una contradicción). La consecuencia de lo anterior
es que en las cuestiones de hecho no cabe la demostración, aunque sí pueda haber “prueba”,
esto conlleva a una certeza vital, que nunca pasará de probabilidad en el plano especulativo y
que se apoya en el hábito y la costumbre, mientras la certeza de la demostración producía una
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certeza especulativa rigurosa. No se trata, pues, de negar algún tipo de certeza en este ámbito,
pero esta certeza se va a apoyar en una fuente distinta de la intuición o la demostración; esta
fuente nueva de certeza va a ser la experiencia, nos encontramos así con un nuevo tipo de
certeza que es la creencia (belief), propia del ámbito de las relaciones de hecho.
LA CRÍTICA DE LOS CONCEPTOS METAFÍSICOS
Mediante la aplicación radical del principio de la copia (toda idea es una copia debilitada de
una impresión), Hume se dispone a desenmascarar los grandes conceptos e ideas metafísicas de
la tradición filosófica. Así desde su base empirista, Hume caerá en el escepticismo moderado y en
el fenomenismo.
Los grandes conceptos, las grandes ideas, que Hume somete a análisis deben responder a
una sencilla cuestión: ¿Proviene dicha idea de alguna impresión? Si nuestra idea no se
corresponde con ninguna impresión, deberemos rechazar dicha idea por no estar basada en la
experiencia. Esto es lo que le ocurre, precisamente, a las ideas y nociones de sustancia, de yo, de
mundo exterior, de Dios y de causalidad.
Crítica a la noción de sustancia:
El punto de partida de esta crítica es el principio de copia. Hume comienza planteándose “si la
idea de sustancia se deriva de las impresiones de sensación o de reflexión” (Tratado, I, VI, pag.
60). Para Hume, no hay ninguna impresión que se corresponda con esta idea compleja. La idea
de sustancia es real, pero sólo en nuestra mente. No tenemos conocimiento de las cosas o
sustancias, sino sólo de sus características o atributos, es decir, de las impresiones. En este
sentido es un fiel seguidor de las tesis de Newton que afirmaba:
"Sólo vemos las figuras y colores de los cuerpos; sólo oímos los sonidos; sólo tocamos las
superficies externas; olemos únicamente los olores; y gustamos los sabores; las sustancias
íntimas no las conocemos con ningún sentido, ni con acción alguna refleja" ("Princ. Math.", Lib. III,
II).
Por ello mismo, cuando considero un melocotón, por ejemplo, tengo impresiones variadas
como su sabor, su color, su tacto, etc., pero no tengo ninguna impresión sobre el melocotón como
cosa o sustancia. “Sustancia” es, en Hume, un nombre que designa distintas impresiones e ideas
unidas en nuestra mente por la imaginación, según el principio de semejanza y el de contigüidad
espaciotemporal, pero nada más.
Locke mantiene la existencia real de sustancias, porque es el substrato o sustancia al que se
refieren mis percepciones. Para Hume, en realidad, no hay substrato, no hay sustancia, porque
dicha idea compleja no procede de ninguna impresión, sino que sólo
es una colección de
impresiones.
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Nuestra mente cree en cosas o sustancias estables porque lo necesita para sobrevivir y en
nuestra mente las percepciones de la mente, por su semejanza y parecido, se atraen entre sí, de
forma análoga a como los cuerpos se atraen en la teoría de la gravitación universal de Newton
(recuérdese que Hume quería ser el Newton de las ciencias humanas).
Esta crítica general a la idea de sustancia se concreta en la crítica particular a las tres
sustancias cartesianas (mantenidas igualmente por Locke): la sustancia pensante (yo), la
sustancia extensa (mundo) y la sustancia infinita (Dios).
Crítica a la noción de mundo exterior:
Para Hume la afirmación de un mundo o realidad exterior a nuestra conciencia es algo
problemático, porque afirmar esto supone ir más allá de la experiencia, de las impresiones que es
la piedra de toque de toda su sistema gnoseológico. Locke justificaba la existencia del mundo
exterior a mi pensamiento porque era la causa de mis impresiones e ideas. Sin embargo, Hume
no puede afirmar esto por su crítica al principio de causalidad ontológica (que veremos más
adelante). El puente entre el sujeto y la realidad externa queda roto, el fenomenismo de Hume nos
lleva a quedar encerrados en la conciencia, en los contenidos de nuestra mente, pues no hay más
conocimiento riguroso, es sentido estricto, que el de las percepciones.
Hume, comparte la crítica de Berkeley a Locke: si todo lo que conocemos son impresiones e
ideas no podemos en rigor saber nada aparte de ellas. Creemos que existe el mundo real, pero
dicha creencia no tiene una justificación filosófica, está apoyada en una creencia razonable, vital.
Crítica a la noción de Yo o identidad personal:
Hablamos del yo o del alma como algo realmente existente (sustancia pensante en Descartes).
Pero, ¿se deriva de alguna impresión? No tenemos ninguna impresión del yo o sustancia
espiritual. Le otorgamos realidad al yo sencillamente porque todas mis percepciones (impresiones
e ideas) refieren a mi mente, pero ésta no es más que un haz o colección de impresiones.
Creemos que hay algo que nos define, que permanece y que nos proporciona una identidad
personal. Esta creencia, como las anteriores no se apoya en la experiencia, por lo que no
debemos pronunciarnos al respecto. No podemos afirmar la existencia del yo mediante la intuición
(como en Descartes) porque para el filósofo escocés las únicas “intuiciones” válidas son las
impresiones y, como hemos dicho, no tenemos impresiones de lo que los filósofos llaman alma,
espíritu o yo. De otra forma: ¿Qué hace que yo siga siendo yo, es decir, que tenga identidad
personal? Según Hume nada, solo siento que me duele el estómago, que me veo en el espejo,
etc., pero no tengo ninguna impresión (ni de sensación ni de reflexión) sobre mi “yo”. El “yo” es un
término que permite agrupar “un haz o colección de diferentes percepciones” y que es un efecto
de la memoria, junto con la imaginación.
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Crítica a la noción de Dios:
Esta es la extensión de la crítica a la sustancia, referida a la sustancia infinita o perfecta. Al
igual que en las anteriores, no tenemos ninguna impresión de Dios. Por lo tanto, no podemos
mantener que existe un ser perfecto, omnipotente, infinito, todo bondadoso y creador del mundo.
Dios sólo existe como idea en nuestra mente. Afirmar que existe o que no existe supone
transgredir los límites de la experiencia, por lo que lo más adecuado es una buena dosis de
escepticismo.
Sobre este tema Hume rechaza los argumentos de la existencia de Dios. Tanto las pruebas a
priori como las pruebas a posteriori son inválidas. El argumento ontológico falla porque no es
posible demostrar a priori la existencia de Dios como un ser necesario. La necesidad solo se
aplica a las relaciones de ideas. Sobre cuestiones de existencia o de hecho no hay nada
necesario ni nada imposible, todo es contingente. Todo lo que puede pensarse como existiendo
puede concebirse igualmente como no existiendo sin caer en la contradicción lógica. Tampoco
puede probarse la existencia de Dios como la causa primera de toda realidad puesto que la
inferencia causal carece de fundamento en la filosofía de Hume.
Crítica a la idea de Causa:
La mayoría de nuestro conocimiento del mundo se basa en las relaciones y conocimiento
sobre causas y efectos. Hume, niega la “idea” de una causalidad ontológica. Admitido su principio
de que toda idea legítima ha de contar con la impresión de la que se deriva, su crítica es correcta,
ya que la idea de causalidad ontológica, como la de sustancia o la del yo, carece de la impresión
correspondiente.
La relación causa-efecto no es una “relación de ideas” sino una “cuestión de hecho”. Por tanto,
su justificación filosófica debe provenir de la experiencia. Según Hume, el conocimiento por causa
no tiene validez. Además, cuando decimos, por ejemplo, que el fuego es la causa de la
quemadura, ¿qué pretendemos decir? Parece que queremos significar que cuando se da un
acontecimiento o suceso A (causa) se produce necesariamente otro acontecimiento B (efecto).
Hume analiza esta relación y mantiene que tenemos impresiones de los acontecimientos A y B,
pero no tenemos una impresión de la conexión necesaria o causal entre dichos
acontecimientos.
Aunque Hume niegue la idea de una causalidad real, sin embargo, reconoce que la causalidad
es una importante ley del pensamiento. Tenemos la creencia de que cuando se da un suceso
(causa) se va a dar el otro (efecto) por el hábito y la costumbre de haberlos visto
consecutivamente en el pasado, pero no hay razón alguna que nos asegure que el futuro será
igual al pasado. La certeza subjetiva, no objetiva) proviene del hábito. La costumbre que tenemos
de ver un fenómeno después de otro, hace que afirmemos con “certeza” que siempre que se de el
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primero le seguirá necesariamente el segundo. Sin embargo, lo más que podemos afirmar es una
creencia, que sólo se puede justificar psicológicamente, por vía de asociación o de comparación,
pero que es indemostrable desde la lógica y la razón.
Decir, por último que la crítica a los grandes conceptos metafísicos es la consecuencia del
empirismo radical de Hume. Debemos destacar que tras el análisis crítico-filosófico de dichas
ideas, como carentes de justificación por la experiencia, Hume se preocupa de mostrar la
explicación psicológica de porqué tenemos dichas ideas. Las explicaciones que da Hume vienen
expresadas siempre en términos del hábito y la costumbre que nos lleva a: unir impresiones e
ideas bajo una misma cosa (sustancia); referir a las impresiones a un “yo” (identidad personal),
establecer que tras la causa viene necesariamente el efecto (causalidad), afirmar la existencia de
un ser perfecto y todo bondadoso que me protege (Dios) o que existe un mundo real al cual se
refieren mis pensamientos e impresiones. Todo esto lo creemos por la fuerza de la costumbre,
pero no tenemos garantía ni justificación en la experiencia, que es tanto como decir que no tiene
justificación filosófica. El resultado es pues: el ESCEPTICISMO (no podemos conocer nada más
allá que las impresiones); lo único que conocemos con seguridad son nuestras impresiones y las
ideas que de ellas se derivan. El resto es pura creencia probabilística o simple ignorancia. Según
el propio Hume, es la propia vida la que impide que caigamos en un escepticismo radical. Y el
FENOMENISMO (no existen cosas o sustancias, sólo impresiones e ideas unidas por las leyes del
pensamiento, es decir, fenómenos). No podemos afirmar que exista la realidad en sí u
objetivamente, ni las cosas o sustancias, sino que sólo conozco los fenómenos, es decir, la
realidad tal y como se me presenta a través de las impresiones.
CONTEXTO
PRIMER MARCO DE REFERENCIA: biografía intelectual, obras y la obra del fragmento.
Vida y obra.
David Hume (1711-1776) nace en Edimburgo (Escocia) en el seno de una familia acomodada,
pero no lo suficiente como para permitir a Hume dedicarse exclusivamente a la filosofía. Su padre
lo orientó hacia la carrera de abogado en la universidad de Edimburgo, a la que se dedicó unos
meses. Pero desde muy joven manifestaba «una aversión insuperable hacia todo lo que no fuera
la investigación filosófica y el saber en general», por lo que abandonó su trabajo y viajó a Francia
donde permaneció tres años (desde 1734 a 1737) dispuesto a dedicarse a la filosofía. De estos
años, apenas con 27 años, data su obra principal "Tratado de la naturaleza humana" (1739),
escrita en su retiro en La Flèche, Anjou (donde habría estudiado Descartes). Tras volver a
Londres y Escocia, la obra se publicó en tres volúmenes dos años más tarde, pero pasó
inadvertida, para decepción de su autor.
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Mayor éxito fue obtenido en 1742 por los “Ensayos”, lo que le hizo olvidar su fracaso anterior.
En 1745 intentó obtener la cátedra de ética y filosofía del alma de la Universidad de Edimburgo sin
conseguirlo posiblemente por su reputación de escéptico y ateo. En esta época (1748) publica una
reelaboración más sencilla y madura del primer libro del "Tratado": su "Investigación sobre el
conocimiento humano", la obra de nuestro texto, y que fue durante mucho tiempo más conocido
que su primer Tratado y que según Kant fue la obra que le despertó del "sueño dogmático de la
razón". También reelabora y publica la segunda parte del Tratado con el título: “Investigación
sobre los principios de la moral” (1751).
En 1752 dedicando su actividad filosófica más bien a problemas históricos, sociales y políticos,
publica los "Ensayos políticos" y es nombrado bibliotecario de la Facultad de Derecho de
Edimburgo, después de ser rechazado para la cátedra de Lógica de la Universidad de Glasgow
que Adam Smith había abandonado. Durante esta época comienza a escribir su "Historia de
Inglaterra" y el 1757 escribe la "Historia natural de la religión". En 1763 vuelve a París como
secretario de Embajada, y durante otros tres años participará en las actividades de los
enciclopedistas y los círculos ilustrados, recibiendo la estima de los ilustrados franceses como
Montesquieu, Voltaire, Diderot, D`Alembert y D`Holbach. Hizo amistad también con Rousseau.
En 1767 fue nombrado secretario en Londres. Y en 1769 se retira definitivamente a Edimburgo,
donde muere en 1776, a los 65 años de edad. Sus "Diálogos sobre la religión natural" son
publicados póstumamente en 1779. En esta obra, escrita en forma de diálogo entre personajes, al
más puro estilo platónico, Hume ejerce una dura crítica a la teología racional y a las diferentes
demostraciones de la existencia de Dios. Su obra es incluida en el índice de libros prohibidos de la
iglesia católica.
La vida de Hume, según sus mismas palabras, se podría considerar como la de un
"hombre de disposiciones tranquilas, de gobierno de su talante, de humor abierto, sociable y
alegre, capaz de lealtad, pero poco inclinado a la enemistad y de gran moderación en todas sus
pasiones." Por ello, Adam Smith dice: "En todo siempre lo he considerado, tanto durante su vida
como después de su muerte, tan próximo a la idea de un hombre perfectamente sabio y virtuoso
como quizá la naturaleza de la fragilidad humana admite."
OBRA: “Investigación sobre el conocimiento humano”
Nuestro texto se inserta en la sección 2 de dicha obra, donde se analiza el origen de las ideas y,
como hemos visto, donde se establece el criterio de verdad empirista: Toda idea verdadera debe
proceder de una impresión.
La obra publicada en 1748 es muy breve y se divide en 12 secciones. En esta obra Hume
reformula, sintetiza y madura las ideas empiristas expuestas en el “Tratado de la naturaleza
humana” que tan poca acogida tuvo. En la sección 1 nos habla sobre las diferentes tipos de
filosofías; en la sección 2, donde se inserta nuestro texto, nos habla del origen de la experiencia:
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las ideas como copias débiles de las impresiones. En la sección 3 nos expone el ámbito de las
relaciones de ideas; en la sección 4 Hume realiza crítica a muchas de las ideas del pensamiento;
en la
sección 5 explica psicológicamente esas ideas; en la sección 6 aborda el tema del
conocimiento del mundo como cuestión de probabilidad; en la sección 7 critica la idea de causa y
conexión necesaria, en la sección 8 reflexiona sobre la libertad y la necesidad; en la sección 9
sobre la racionalidad de los animales; en la 10 y 11, realiza una crítica a la existencia de los
sucesos milagrosos y la providencia; y en la última sección define su posición escéptica moderada.
SEGUNDO MARCO DE REFERENCIA: Lugar del autor en la historia, época e
influencias.
La época de Hume.
En el s. XVII había tenido lugar en Inglaterra la revolución burguesa que iba a posibilitar el
paso del feudalismo al sistema capitalista, que culminaría con la revolución industrial de mediados
del s. XVIII y principios de XIX. Por estas fechas Inglaterra se convirtió en la gran potencia del
momento, en detrimento de Francia, a ello contribuyó no sólo la política colonial, sino también los
grandes inventos que surgen para satisfacer las nuevas necesidades, sobre todo de la industria; el
ejemplo paradigmático es la máquina de vapor de Watt.
El s. XVIII es un período lleno de contrastes, uno de los cuales es el que contrapone un
cierto sentimiento de melancolía que se instala en los hombres con los grandes adelantos
científicos y técnicos que tienen lugar. Actitudes que se pueden apreciar en el propio Hume.
Las circunstancias religiosas y políticas van a proporcionar en esta época importantes
campos de reflexión a la filosofía. Así tras las sangrientas luchas de religión que habían asolado
Europa, era necesario organizar la sociedad de forma que fuese posible la vida en una sociedad
con distintas creencias y posiciones ideológicas. La actitud de la tolerancia se hace necesaria y,
en no pocas ocasiones, ésta brota de la filosofía. Igualmente, la constitución de los Estados
modernos exige diseñar una organización política y administrativa nueva, cuya justificación teórica
va a surgir también de la filosofía.
Como se puede apreciar, la filosofía es considerada como algo ligado a la vida, a los
problemas reales de los hombres de este tiempo; tal será también la forma de entenderla de
Hume.
LA FILOSOFÍA MODERNA: Empirismo y Racionalismo.
Junto con el racionalismo, que se desarrolla en la Europa continental, el empirismo es la otra
gran corriente filosófica de la modernidad, que se desarrollará en Gran Bretaña en los siglos XVII
y XVIII. David Hume es uno de sus más representativos portavoces, alcanzando un reconocido
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prestigio al llevar al empirismo, mediante el análisis del conocimiento y la crítica de la metafísica y
la moral, a sus últimas consecuencias.
Debemos comenzar insistiendo que hay que dejar de ver, de una vez para siempre, a
racionalismo y empirismo como dos filosofías totalmente opuestas y absolutamente inconciliables.
Ciertamente hay diferencias notables, pero notables son igualmente las semejanzas.
Recordemos algunas diferencias:
1) Comenzamos por las relaciones entre pensamiento y experiencia: mientras el
racionalismo insiste en la autonomía del pensamiento, autonomía que, al menos en buena medida,
le permite desentenderse de la experiencia sensible y hasta rechazarla; el empirismo, por el
contrario, pondrá al pensamiento en heteronomía (en dependencia) de esa experiencia sensible,
sobre todo en el nivel de adquisición original de conocimientos, siendo tal heteronomía necesaria
como consecuencia del rechazo del innatismo.
2) Otra diferencia es el distinto modo de entender la conciencia: la conciencia racionalista,
debido al innatismo, es una conciencia "cargada" de contenidos/ideas; por el contrario, la
conciencia empirista es básicamente una conciencia vacía (white paper, dark room, empty cabinet,
son las metáforas que empleaba Locke).
3) La tercera diferencia es la diversa concepción del sujeto que conoce: el sujeto es activo
e ilimitado en su poder cognoscitivo y tiene un perfil claro en el racionalismo, mientras que es
pasivo, limitado en sus capacidades y en proceso de descomposición en el empirismo, sobre todo
en Hume.
Pero tan relevantes como estas diferencias son las semejanzas que, por otra parte, eran
de esperar, si tenemos en cuenta que los propios empiristas reconocen sus deudas con los
pensadores racionalistas, muy especialmente con Descartes y Malebranche.
1) La primera coincidencia es que, ambas corrientes, aun reconociendo la moral como el
campo filosófico más importante, sin embargo, la filosofía debe iniciarse con un análisis y
justificación crítica del conocimiento a diferencia de la filosofía antigua que era ontología y la
filosofía medieval que era teología. La gnoseología se impone como primera tarea y ésta ha de
ser fundamentalmente una gnoseología de las ideas.
2) En segundo término, esa gnoseología tiene un carácter genético: sólo sé lo que vale un
conocimiento cuando conozco su génesis, tesis común a ambos movimientos. A diferencia de la
filosofía anterior a Descartes, el objeto inmediato del conocimiento no son las cosas reales, sino
sus ideas o representaciones, a diferencia del realismo ingenuo precedente.
3) Ambas corrientes adoptan el concepto de intuición (de Guillermo de Ockham), como la
captación directa e inmediata de la verdad. Dicha noción servirá de justificación del conocimiento,
aunque la interpretarán de forma distinta para los racionalistas la intuición deba ser intelectual,
mientras que para los empiristas tal intuición será senso-perceptual
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4) La influencia de la revolución de la ciencia moderna: Por un lado, Galileo y su método
matemático en Descartes; y, por otro lado, Newton y el método experimental en la filosofía de
Hume.
INFLUENCIAS.
Aunque Francis Bacon (y, en menor medida, Guillermo de Ockham) sea la fuente de
bastantes nociones y actitudes empiristas, y aunque haya ocultas e inconfesadas deudas con
Hobbes (pues nadie quería que lo considerasen contaminado por su materialismo, e incluso, por
su ateísmo), vamos a considerar a Locke, Berkeley y Hume como los representantes del
empirismo clásico, siendo el padre J. Locke con su Ensayo sobre el entendimiento humano la obra
de referencia. No se puede poner en duda la influencia de la filosofía de Locke sobre Hume, como
no se podría dudar tampoco de la influencia que I. Newton ejercía en el s. XVIII sobre cualquier
filósofo y muy especialmente si éste era de las islas británicas, tal y como ocurre con el escocés
Hume.
La concepción general de la filosofía, el valor primordial de la experiencia, la meta moral
del quehacer filosófico, el método como observación y análisis del dinamismo consciencial de los
fenómenos psíquicos son puntos coincidentes, aunque el mismísimo Hume no fuese consciente
de ellos. Más aún, Hume se esforzará en resaltar las diferencias que le separan de Locke: distinto
significado de idea (Locke entiende por idea el objeto inmediato de nuestro conocimiento o
percepción y también las ideas, son para él, imágenes o representaciones de la realidad exterior),
la importancia que concede al dinamismo de asociación, la devaluación de la razón en favor de la
imaginación, del sentimiento y de las pasiones.
La base de todas las diferencias estaría en: el distinto modo de entender la experiencia.
Para Locke la experiencia tiene el sentido de receptividad, para Hume lo tiene de inmediatez.
Primar un aspecto o el otro tiene notables consecuencias: la receptividad en Locke conducía a
aceptar que conocemos el mundo de las cosas, ya que a su influencia se debía lo recibido (Locke
concebía la mente como un espejo "obligado" a reflejar la realidad), mientras que, por el contrario
la inmediatez de Hume predispone a cerrarse en la inmediatez de los contenidos de la conciencia,
haciendo de entrada enormemente problemático el acceso cognoscitivo al mundo de las cosas
externas, porque se rompe el nexo causal entre mis actos cognoscitivos y las cosas conocidas, ya
que la causalidad va a ser para Hume no una ley de los aconteceres, sino una ley de mi modo
mental de pensar esos aconteceres.
Por último, hemos de decir que la concepción empirista del conocimiento y la crítica a la
metafísica racionalista de Hume, tendrá una fuerte repercusión en el futuro, especialmente, en la
filosofía de Kant, quien reconoció que la lectura de Hume le “despertó del sueño dogmático” de la
razón y que, intentará con su filosofía (Idealismo Trascendental) sintetizar el carácter de
universalidad y necesidad del conocimiento racional (Racionalismo) con la experiencia como
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fuente de todo conocimiento (Empirismo). También se sienten deudores del fenomenismo de
Hume el filósofo F. Nietzsche que será un crítico radical de los conceptos de la metafísica
tradicional y la escuela neopositivista, singularmente del Círculo de Viena que se apoya en la
critica al inductivismo por parte de Hume,
al plantear la necesidad de un nuevo criterio de
verificación de las teorías científicas.
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