Instituto nacional francés de investigación agronómica (INRA): De lo local... lo universal

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MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES Y EUROPEOS DE FRANCIA
N.° 37 – octubre de 2011
Instituto nacional francés de investigación agronómica (INRA): De lo local a
lo universal
La suavidad del pelaje de un
conejo, el sabor de una manzana o la
seguridad alimentaria son algunos de
los temas de investigación del instituto
francés de investigación agronómica
(INRA, Institut national de la recherche
agronomique). Si bien sus laboratorios
se centran principalmente en las
problemáticas particulares de Francia,
las soluciones elaboradas sirven de ejemplo para el resto del mundo; todo ello para afrontar un
desafío crucial y cada vez más urgente: alimentar al planeta de forma suficiente al tiempo que se
preserva el medio ambiente.
El INRA no es únicamente un instituto parisino instalado en la elegantísima Rive Gauche
(orilla izquierda del Sena). Su especificidad proviene de una red extremadamente densa y variada del
territorio francés, tanto de la metrópoli como de los territorios de ultramar. Hay 19 centros repartidos
por todas las regiones de Francia, donde trabajan 8500 investigadores, ingenieros y técnicos. Desde los
bosques ricos en caza de las Ardenas hasta los humedales de la provincia de Berry; desde las zonas
montañosas de los Alpes hasta las costas cinceladas de la Bretaña; el INRA cuenta con más de 200
unidades de investigación y 50 unidades de plataformas experimentales. El ámbito de acción del INRA
no es solamente un país de más de 675 417 km2, sino más bien un desfile de paisajes muy contrastados
y de climas diversos. Sin duda, es un patrimonio natural rico y variado, pero presenta también muchas
complicaciones para la agricultura, la ganadería y la silvicultura. El objetivo del INRA es que estas
complicaciones no se conviertan en problemas irresolubles. La multiplicidad de esta red, que carece de
equivalente en Europa, sitúa al INRA a la cabeza de los institutos europeos de investigación
agronómica, y en el segundo puesto de la clasificación mundial.
La manzana y el conejo
Los problemas por los que se inclina el INRA sobrepasan ampliamente el marco de las
fronteras del «hexágono». El clima, las limitaciones naturales o incluso el estado de los suelos no
pertenecen a nadie, pero los explotamos todos. Ante las dificultades generales comunes, los
investigadores aportan a veces soluciones muy concretas. Así, tras más de 24 años de investigación, el
INRA ha desarrollado, dejando atrás múltiples encrucijadas, una nueva variedad de manzana llamada
Ariane. Es, indudablemente, un nuevo y delicioso placer, pero sobre todo una «superfruta» resistente a
la sarna del manzano, un parásito extremadamente extendido por todo el continente europeo. Otro
ejemplo: En los años 80, el INRA logró iniciar la producción de una nueva raza de conejos
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denominada Rex du Poitou u Orylag, según si se refiere a su carne sabrosa o a su pelaje
excepcionalmente suave. La producción de esta nueva raza de lagomorfos no solo ha brindado una
oportunidad económica a muchos agricultores, sino que ha hecho de la cría del conejo Orylag una
alternativa comercial interesante al pelaje de las chinchillas, que, por tanto, protege esta especie
amenazada de Latinoamérica. De hecho, esa es una de las metas del INRA: trabajar para encontrar
soluciones que mejoren la eficacia de los cultivos y las crías, minimizando su impacto en el medio
ambiente.
Tanto el conejo de Poitou que llega para rescatar al roedor sudamericano como la globalización
de los retos medioambientales y agrícolas son una realidad. Consciente de la aceleración de estos
cambios, el INRA ha entablado asociaciones, especialmente en China, la India e incluso Brasil,
mediante la organización de «laboratorios sin muros», en los que un equipo del INRA colabora con un
instituto de investigación extranjero en un proyecto conjunto. Esta voluntad de la institución francesa
de abrirse y enriquecerse con las investigaciones realizadas en otros países se expresa incluso en la
incorporación de sus investigadores, pues de entre los cincuenta científicos incorporados
recientemente, una decena no eran franceses. La cooperación internacional se desarrolla
particularmente con los demás países europeos, pero también con aquellos del otro lado del Atlántico,
especialmente con los institutos de investigación norteamericanos.
Bajo la tutela de los ministerios franceses de investigación y de agricultura, el INRA tiene dos
puntos de apoyo. Por un lado, puede echar mano de su amplia experiencia. En efecto, el instituto se
fundó en 1946 tras la II Guerra Mundial, en un momento en el que Francia, exangüe, tenía una
necesidad imperiosa de alimentar a su población. Su otro punto de apoyo es la multiplicidad de sus
ámbitos de estudio: desde la alimentación humana hasta la biología vegetal, pasando por la salud
animal, ninguna problemática le resulta ajena. Sus investigadores trabajan especialmente en el
desarrollo sostenible, anticipando la rarefacción de las energías fósiles y dando prioridad a las
alternativas viables. Si 9000 millones de habitantes pueblan el planeta de aquí a 2050, este es el precio
que habrá que pagar por la seguridad alimentaria. Junto con su socio, el centro de cooperación
internacional en investigación agrícola para el desarrollo (CIRAD, Centre de coopération
internationale en recherche agronomique pour le développement), dedicado especialmente a los
grandes desafíos económicos de los países del sur, el INRA tiene el objetivo de alimentar a la
humanidad de forma sana y sostenible.
Prioridad del G20
Es un verdadero desafío que, además, representa una de las prioridades de la presidencia
francesa del próximo G20. Efectivamente, a partir de ahora va a ser necesario aumentar la producción
al tiempo que se preservan el medio ambiente y los recursos naturales. Es una obligación imperiosa
que se complica más, si cabe, con la gestión de las catástrofes naturales y de las variaciones del clima
provocadas por el calentamiento global. Por ejemplo, el trigo, uno de los tres productos alimenticios
básicos, es el objeto de una iniciativa presentada por Francia en 2011. A partir de ahora va a ser
necesario producir un trigo más resistente a los imprevistos climáticos, respetando el medio ambiente
y las limitaciones económicas. El INRA tiene, desde luego, la intención de unir sus fuerzas para hacer
frente a estos desafíos globales, a sabiendas de que la lucha no solo se librará en la agricultura;
también se insta a movilizarse a los expertos de la energía, el clima, la geografía y el urbanismo para
aprovechar, en el mejor de los casos, un espacio trastornado no solamente por los elementos naturales,
sino también por la acción del ser humano.
Pascale Bernard
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Página web:
http://www.inra.fr/
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