Un hombre vive en un auto en

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22 POLICIALES
La Plata, sábado 29 de noviembre de 1997
PERDIO TODOS SUS BIENES
Un día
en el parque
Un hombre vive en un auto en
-5.00:
-Angel se despierta con
los primeros albores. Prende
la radio, se prepara unos
mates y espera que pasen los
primeros autos de la gente
que va a trabajar.
Tiene 71 años y duerme desde hace diez meses en un Renault 18 en el Parque San Martín. Dice
que su mujer lo hizo pasar por loco para dejarlo en la calle y apoderarse de sus propiedades
“Yo soy así”, dice Ángel, recostado en el asiento delantero derecho
de su Renault 18 blanco. Entre sus
piernas, un viejo calentador a gas
sostiene una pava de aluminio. El
sol, apenas se filtra entre las hojas de
los árboles y le pega en la barba de
tres días. A pocos metros, un pibe
sale corriendo con los brazos levantados mientras un arquero revolcándose en el piso ve una pelota recorriendo el césped del Parque San
Martín, en una calurosa tarde de
noviembre.
-8.00:
-14.00:
-Lava los platos y ordena
el auto. Duerme la siesta en la
butaca delantera derecha
reclinada. Eventualmente
camina por el parque, viendo
picaditos entre pibes o charla
con un par de vecinos con los
que entabló cierta amistad.
Como pasatiempo, escucha
música a través de la radio de
un walkman que guarda en la
guantera. Cuando tiene plata
-a principio del mes- para
comprar libros o revistas, lee.
-17.00:
-La hora del mate. El
calentador esta vez se ubica
dentro del auto, con la llama
mínima calentando la pava
de una yerba que se estira.
La radio acompaña.
Dice que bajo los efectos de pastillas le hicieron traspasar sus bienes. Ahora vive con 173 pesos por mes
Encerrado
entre la locura
-Llega la noche. Cuando
oscurece, saca nuevamente
la cacerola y se prepara la
cena. La comida recalentada
abunda. Las sobras del
mediodía, sin heladera, se
echan a perder de un día
para el otro y nada debe ser
desaprovechado.
-22.00:
-Angel ya está acostado en
el auto, tapado por frazadas
viejas que pudo salvar.
Cuando el parque ya está en
silencio y los autos pasan
esporádicamente, puede
pegar un ojo y dormir en un
improvisado dormitorio en el
que nunca logra estirar completamente su cuerpo. Así, a
los 71 años, espera que llegue
el otro día.
En la clínica
-20.00:
“Cuando me internaron en la clínica del ‘doctor Block’, yo pensé que era
un centro de relajación y que iba a
descansar por unos días, como me
había prometido mi esposa; pero me
tenían dopado todo el día dándome
una inyección en cada brazo”, recuerda Angel de sus épocas en una clínica
psiquiátrica en Los Hornos.
“Yo, un tipo absolutamente normal, estaba con locos a los que mantenían encerrados con llave, convivía
con chicos con problemas de adicción
a las drogas, y todo porque me llevaron engañado”, dice ahora, cuando
ya han pasado más de quince años de
aquellos días.
Cansado, planeó su fuga; pero no
la pudo realizar. Le rogó a los médicos
que lo soltaran; pero el tratamiento
debía seguir. El día 38 de su internación, no aguantó más y explotó:
“armé tal revuelo que tuvieron que
largarme y volví a mi casa; pero
durante otros ocho años me mantuvieron drogado dándome pastillas
todos los días, y en ese estado me
hicieron firmar los papeles transfiriendo mis propiedades”.
“Sin insuficiencias
mentales”
Informe pericial
-12.00:
-Ya está de vuelta en el
Parque San Martín, sobre el
estacionamiento de la calle
23. Prende el calentador bajo
los árboles y se prepara la
comida en una cacerola.
Menú económico: preferentemente arroz, papas,
sopa o fideos. Postre: fruta.
relación con su esposa se fue deteriorando y sobre fines de los setenta
lo internaron en una clínica,
momento en que habría pasado
todos sus bienes a nombre de su
mujer. (ver recuadro aparte)
Llegó la separación, perdió todos
sus bienes y sólo le quedó una jubilación por incapacidad y unos ahorros. Así, pasó por un par de departamentos, pero el dinero no es eterno y quedó en la calle, sólo con su
Renault 18, modelo 86. Entonces
decidió vivir en el Parque San
CARLOS CERMELE
-Sale con el auto. Cuando
se queda sin provisiones, va
hasta un supermercado.
Visita amigos. A veces va a la
casa de una mujer -ex
empleada suya- donde se
baña, se afeita y se lava la
ropa. Recorre el centro,
atiende sus cuestiones
legales. Los primeros días de
cada mes va al banco a
cobrar su exigua jubilación.
El paisaje se repite para Angel
desde hace diez meses. Sólo cambia
el clima. “Pasar el invierno durmiendo en un auto es duro”, dice, acomodándose como puede en la butaca reclinada, con la espalda dura de
tanto probar posiciones incómodas.
Tiene 71 años y un pasado para
contar. Se casó en la década del cincuenta y tuvo una hija que murió a
los 13 años. En los sesenta, después
de haber trabajado varios años como
transportista, YPF le adjudicó una
estación de servicio en 7 y 85. La
Las conclusiones a las que llegó la
perito médico psiquiatra encargada
de elaborar un informe sobre su caso
-al cual tuvo acceso “Hoy”- en la
Asesoría Pericial La Plata, son claros.
Angel “es portador de una personalidad con rasgos paranoides”, pero “no
padece insuficiencia de sus facultades mentales ni alteración morbosa de las mismas, que impliquen
demencia en sentido jurídico”,
según el expediente pericial.
El estudio reseña “un discurso
fluido, sin alteraciones significativas
en el curso y contenido de su pensamiento. Sus funciones yoicas (atención, memoria y sensopercepción) se
encuentran conservadas y en relación
a su edad cronológica. Su juicio crítico es el adecuado, comparte normas,
las acepta y no transgrede, manejándose cotidianamente con criterio de
realidad. Prevalece un sentimiento de
desvalimiento y frustración, que se
esfuerza por superar a través de la
reivindicación personal si logra al
menos recuperar algo de aquel estilo
de vida que llevaba, cuando tenía una
situación económica floreciente”.
Martín, sobre 23. Simultáneamente,
inició acciones legales para tratar de
recuperar sus propiedades ya que,
según él, le hicieron firmar el traspaso de bienes mientras estaba drogado
por las pastillas psiquiátricas. El
informe pericial al que tuvo acceso
“Hoy” , dijo que no sufre desequilibrios psíquicos. (ver recuadro aparte)
“Vivo con 173 pesos por mes”,
dice, mientras revuelve unos viejos
papeles, buscando el último recibo
de la jubilación. Lo muestra casi
como un comprobante de su
situación. “Con esto tengo que
pagar la nafta del auto y tirar todo el
mes”, se encoge de hombros. Una
mañana, cada tanto, cuando se
queda sin provisiones, pone primera
y maneja hasta algún supermercado.
No tiene heladera, casi tampoco
plata, por lo que mantiene una dieta
estricta. Por razones económicas,
obviamente, el arroz y la papa no
faltan casi nunca en la olla. Los
fideos y la sopa se repiten como el
mate, que se estira y se lava. En diez
meses, afirma, casi no comió carne.
Su rutina tiene pocos cambios,
impuestos básicamente por la
rotación del sol. Ahora, a las cinco,
los primeros albores despiertan a los
pájaros del parque que, con pocos
humanos dando vuelta, eligen ese
momento para cantar. Una hora más
tarde, la claridad se filtra en su
improvisado dormitorio sin persianas, y a las siete los rayos ya recalentaron la cuerina de las butacas.
En invierno, las noches más largas,
con heladas bajo cero escarchando
el parabrisas.
“Uno nunca sabe
con quién se casa”
“‘Vos quedate tranquilo, tomate unos días y
descansá en la clínica. Salí un poco de esa
estación de servicio que te lleva todo el día’, me
dijo mi mujer para internarme”, recuerda
Angel, rematando completamente lúcido: “así
me engañó, me drogaron, y nunca más pude
volver a mi comercio”.
Se casó en 1954. Tuvo una hija, que murió
por una insuficiencia asmática en 1968. “Esa
muerte afectó mucho a nuestra pareja
-reconoce- y empezamos a llevarnos cada vez
peor, tanto que al final ella dejó la casa y
después de unos años de trámite, llegó el
divorcio”.
A pocas cuadras del Aeropuerto, la casa de
su ex parece vacía. Del jardín, sólo sale un
gato, que maúlla a quien golpee sus manos llamando a la dueña de casa. Los vecinos dicen
que vive sola y que suele pasar varios días en el
centro de La Plata. También que lleva una vida
tranquila y nunca se mete con nadie. A cinco
cuadras, la estación de servicio de la discordia
luce su fachada de los noventa.
“Jamás pensé que iba a llegar a hacer una
cosa así, a quedarse con todas las propiedades,
con mi comercio, con mis terrenos”, acomoda
Angel sus pensamientos, para rematar: “parece
que uno ve una cosa y finalmente sale otra.
Uno nunca sabe con quién se casa”.
POLITICA
La Plata, sabado 29 de noviembre de 1997
23
Vida de Angel
ü1926
el Parque San Martín
CARLOS CERMELE
El 5 de julio, Angel
Arsenio de la Naba nace
en Olivos.
ü1928
Llega a La Plata, de la
mano de sus padres.
ü1954
Casamiento el 4 de mayo.
Su esposa sería María
Teresa Dal’ Agnos.
ü1955
Nace su hija.
ü1961
Carrera comercial en
ascenso. Tenía colectivos.
Los vende y compra
camiones. Se convierte en
uno de los principales
accionistas de una empresa de transporte de mercaderías.
ü1967
YPF le adjudica una
estación de servicio en 7 y
85.
ü1968
Prueba posiciones, casi siempre incómodas. Así duerme Angel desde hace diez meses
Cada tanto, Angel baja del auto y
recorre el parque. Responde los llamados impostergables de la naturaleza agachándose entre los yuyos o
escondiéndose detrás de algún
árbol. Cuando la plata le da para
comprar algo, lee. Cuando se
aburre, escucha música. “Mirá, con
esto mato el tiempo”, dice y toma de
la luneta un desvencijado walkman
negro con la tapa semiderretida por
un olvido al sol. Pero que mañana
servirá, como todos los domingos,
para escuchar los partidos. Para
transpirar por su Estudiantes, al que
le toca, nada menos, un River puntero y finalista de la Supercopa.
Confiesa que no hizo muchos
amigos en el barrio. “Nadie me
molesta, pero yo no pido nada
porque mantengo mi ética. Sólo
hablo con un par de tipos que viven
por acá. La Policía al principio
desconfiaba, pero desde hace seis
meses ya se acostumbraron”, explica, mientras mira las frazadas
desacomodadas en la butaca trasera.
Un viejo pensamiento dice que la
vida real es un delirio en la convivencia y la locura un delirio en la
soledad. “Yo mantuve siempre una
conducta y seguiré siendo siempre
así -afirma-, tengo sobrinos que son
contadores y profesoras de historia,
pero yo no pido nada porque no voy
a molestar a nadie y porque sé lo
que es mío”. Mientras tanto, sus días
pasan en un Renault 18 que traslada
en su baúl algunos abrigos, papas,
una botella de aceite, una cacerola y
un paquete de fideos. Pese a vivir en
la calle, no se largó al nomadismo,
mantiene una vida sedentaria. Se
traslada en el auto para bañarse en la
casa de una amiga que hace unos
años supo ser su empleada, donde
también se lava su ropa. O para visitar a su viejo amigo que le guarda la
ropa que no usa y algunos muebles
que salvó del naufragio, para utilizar
cuando vuelvan los tiempos mejores
que, afirma, “algún día llegarán”.
La estación de servicio, ahora remodelada
Dice que sufrió un complot de una mafia de los remates
que en 1967 YPF le adjudicó una estación de servicio, con lo que -según él, “empezando desde
abajo”- logró cierto bienestar económico. Desde
su óptica, siempre fue respetado y reconocido en
su ámbito laboral, aunque admite haber sufrido
ciertos inconvenientes económicos que fue
CARLOS CERMELE
Se llama Angel Arsenio de la Naba. Nació en
Olivos y a los 2 años llegó a La Plata. Dice que
realizó diferentes tareas laborales, entre las que se
destacan su actividad como propietario de micros
de corta y larga distancia, y como transportista de
mercaderías en camiones de su propiedad, hasta
La estación de servicio que tuvo durante más de 10 años, en su versión de los noventa
superando muchas veces con préstamos bancarios. La reconstrucción de su vida sigue en 1979.
Dice que en esa época su ánimo estaba afectado
por dificultades laborales y su mujer intentó hacerlo pasar por loco dándole pastillas e internándolo. Entonces, agrega, le hicieron firmar papeles
y documentos a favor de su esposa, mientras estaba bajo los efectos de las pastillas; luego la empresa se fundió, se vendió todo y él quedó en la calle.
Sobre fines de los ochenta intentó revocar el poder
legal de su esposa, pero ya era tarde. En los noventa, llegaría el divorcio.
Para Angel, todos los que intervinieron en su
internación forman parte de un complot: “caí bajo
la mafia de los remates -afirma gravemente- se
pusieron de acuerdo para quitarme todo y
rematarlo por un valor menor al real”.
Entonces, patrocinado por la abogada Elba
Témpera, decidió recurrir a la Justicia. “Cuando
se enteraron de que inicié acciones legales, me
amenazaron diciéndome que me iban a prender
fuego el auto -relata-; pero yo pienso recuperar
todo lo que me pertenece”. El caso llegó a manos
del Fiscal del Crimen Octavio Sequeiros, y el juez
penal César Melazo. De la Naba no cree que sólo
su ex mujer haya podido realizar esta confusa
trama. La Justicia investiga ahora la participación
que pudieron tener sus familiares, el escribano, el
médico de la clínica donde fue asistido y también
los médicos del Instituto de Previsión Social que
otorgaron su jubilación por “incapacidad mental”.
Muere su hija de 13 años
de un paro cardíaco, a raíz
de una insuficiencia
asmática.
ü1979
Por dificultades laborales,
decide descansar en un
centro de relajación. Lo
internan en una clínica
psiquiátrica. Sale a los 38
días. Dice que por ese
entonces firmó el traspaso de sus bienes a su
esposa, mientras lo tenían
drogado con pastillas.
ü1986
Fecha estimada de la separación de la pareja, producida sobre mediados de
los ochenta.
ü1987
Intenta revocar el poder
firmado sobre el traspaso
de los bienes a su esposa.
Sin éxito.
ü1996
Se produce el divorcio.
ü1997
Se traslada a vivir al
Parque San Martín en el
único bien que le quedó,
un Renault 18 blanco en
el que duerme y se
prepara la comida. Vive
con 173 pesos por mes, de
una jubilación por incapacidad.
Fuente: datos aportados por
allegados a la investigación del
caso. Relato del propio Nabas.
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