CHARLA DE UN GAG-PA Bajo el signo de la balanza, del año LIV, de Acuarius. ARMONÍA. Esta vez sucedió en el Casino Militar de la Ciudad de México. Se había organizado una cena-baile en ese sitio, y había llegado el momento de bajar la cena con el baile. El grupo de rock interpretaba algunas obras más o menos conocidas y otras muchas ajenas a mi escasa cultura musical, pero a la vanguardia de aquellos años, a finales de los setentas. El Maestro se había quedado solo, pues los Hermanos que lo acompañaban se habían incorporado al baile; a mí me había sucedido lo mismo, en una mesa contigua. Decidí acompañar al Maestro, y aproveché para comentarle, en medio de aquel estruendo que provocaba que los Hermanos se movieran como si por ellos pasara una corriente eléctrica. -Supongo, Maestro, que yo debo andar mal en algo, pues a mí esta música no solamente no me motiva al baile, sino que ni siquiera me agrada; es más, casi diría que me molesta. ¿Estoy mal, verdad? -No es eso. –Me contestó el Hermano MayorLo que sucede es que esta es la manifestación de Urano, pero un Urano mal aspectado; ya luego vendrá la verdadera música de Acuarius. EL PRESENTE. -Me agradan tus Charlas, –Me escribió un Hermano- pero te sugiero que, cuando las envíes por Internet, lo hagas ocultando las copias, para evitar la piratería de direcciones electrónicas y, también, que nos compartas algo de tu presente. -Gracias –Le contesté, mientras me quedé pensando. “ En ralación a la manera de ocultar las copias, voy a investigar cuál es el mecanismo para hacerlo, aunque mis envíos son todos directos, sin copia para nadie; es decir, todos son puros originales. Respecto a la segunda, me surge la inquietud: ¿Verdaderamente estarás leyendo las Charlas completas o solamente una parte de ellas? “Me sugieres que hable de mi presente, pero ¿Qué experiencia asimilada o cuál actividad realizada pertenece al presente? Todo pertenece al pasado. No; no quiero que pienses que me estoy burlando de ti, o que pretendo armar toda una polémica intentando justificar mi actuación, pues me queda claro que una sugerencia bien intencionada debe ser motivo de agradecimiento, aún cuando se atienda o no, pero no puede ser motivo de discusión. “Mira las estrellas; esas estrellas que contemplaron también nuestros padres y nuestros abuelos. Parece que ellas siempre han estado allí, formando parte del presente de ellos y del de nosotros... pero la verdad es que ellas no se encuentran exactamente en el mismo sitio, pues su luz ha tardado miles de años en llegar a nuestro planeta y hasta es probable que algunas de ellas ya no existan; esa imagen estelar pertenece, pues, al pasado. Si te encontraras físicamente cerca de mí, aùn mis pripias palabras, al terminar de pronunciarlas ya pertenecerían al pasado. ¿Cuál es, entonces, mi presente? Yo puedo entender, como mi presente, lo que estoy haciendo en este preciso momento; es decir, estoy tratando de comunicarme contigo; pero también puedo considerar como mi presente el programa de actividades para este día, o el del mes. Otra vez te ruego que no pienses que pretendo tomar a broma lo que me parece un asunto bastante serio. Trataré de ser más explícito. Mientras escribo estos pensamientos, escucho que ladra El Corry, mascota de una de mis hijas y fiel guardián de esta casa. Me asomo por la ventana y lo miro atisbando por las hendiduras del zaguán de la casa. Se encuentra irritado, pues ha descubierto un posible invasor de lo que él considera “su territorio”; continúa ladrando con furia contenida solamente por el metal del portón. Ahora voltea y me mira, como preguntándome algo. En el instante que nuestras miradas se cruzan, el presente de El Corry y el mío son un mismo presente, aùn cuando el vive el suyo y yo vivo el mío. Al no encontrar respuesta alguna, él vuelve a concentrarse en la defensa de “su territorio” y continúa ladrando frenéticamente. Cuando al fin desaparece el aparente peligro, levanta una de sus patas traseras y una vez más “firma” en el borde inferior de la puerta, y regresa al sitio acostumbrado en el otro extremo del patio para echarse otra vez y, por lo visto, se olvida del asunto (honestamente no creo que esté reflexionando sobre ése ni sobre otro suceso); mientras que yo, después de haber mantenido una aparente indiferencia ante le paso del “peligro” me quedo pensando en la forma tan intensa como vive El Corry su presente y en la ventaja con que cuentan las personas al poder recordar el paso de otros momentos semejantes y conocer, además, la función de las puertas. “Solamente en la medida que somos capaces de recordar nuestro pasado es que podemos explicar nuestro presente y, conforme a éste, podemos tener una idea del futuro; y es, precisamente esta cpacidad de recordar nuestro pasado y la visión del futuro, lo que nos distingue de las demás especies animales. “Mi presente, pues, abarca algo más que el día o el año que estoy viviendo... y tú formas parte de mi presente. Ahora me gustaría que me señalaras cuáles son los límites de mi presente al que te refieres y, de ser posible, los de tu propio presente...” LA EMPRESA. -¿Qué nos recomienda, Reverendo, para traer más gente a la G.F.U.? En la actualidad hay muchas organizaciones similares a la nuestra y nosotros, que fuimos la “punta de lanza” de la Era, nos estamos quedando rezagados. -Mire, hace tiempo leí en algún libro de Mercadotecnia que mejorar la calidad del producto es el único camino para conservar la lealtad del pùblico consumidor. Así que, si la información esotérica se encuentra al alcance de la mano de todo el mundo, nuestro sistema de desarrollo humano o autorrealización debe ser superior en calidad a lo que la gente pueda encontrar en las universidades ortodoxas y en los centros de esoterismo barato, donde los buscadores de la verdad no pasan de ser meros clientes. -¿Entonces ...? -Entonces debemos tener bien claro que nuestra “empresa” maneja, por así decirlo, dos líneas de productos: la salud, en el campo de la Fraternidad; y la conciencia, en el campo de la Orden. Ambos productos se amalgaman en uno final: la conducta del individuo. Cualquiera que pretenda ser promotor de “ventas” de nuestra “empresa” debe estar, primeramente, convencido de la calidad del producto y será, consecuentemente, un “consumidor” del mismo. De lo contrario, no hay congruencia y el público consumidor cambia de marca. EL CAMINO YA ESTÁ SEÑALADO. SOLAMENTE FALTA RECORRERLO. Rigoberto Hernández Fuentes, Gag-Pa. A su servicio. Tel. 5712-5475. México, D.F. E-Mail: [email protected]