Zunica,Descartes

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ISABEL ZÚNICA
TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
René Descartes (1596-1650)
1
I. DESCARTES: EL HOMBRE Y SU OBRA
1. CONTEXTO HISTÓRICO EN QUE VIVIÓ DESCARTES
I. DESCARTES: EL HOMBRE Y SU OBRA.............................................................................. 1
1. Contexto histórico en que vivió Descartes ...............................................................1
a) Delimitación de la Edad Moderna .......................................................................1
b) El nacimiento de la Edad Moderna .....................................................................2
c) Un nuevo tipo de hombre: el humanista. ............................................................2
d) La modernidad ......................................................................................................3
2. Contexto filosófico de Descartes y rasgos de su filosofía.......................................3
3. Vida y obras................................................................................................................4
II. TEXTO PARA LA SELECTIVIDAD........................................................................................ 4
III. TEMAS Y NOCIONES DE LA METAFÍSICA CARTESIANA.............................................. 6
0. El proyecto cartesiano ...............................................................................................6
a) Necesidad de reconstruir el saber ......................................................................6
b) El método ..............................................................................................................6
i) Matematicismo y unidad del saber..................................................................6
ii) Los preceptos del método...............................................................................7
1. Duda y certeza (nociones).........................................................................................7
2. El cogito y el criterio de verdad (tema) .....................................................................8
a) El cogito.................................................................................................................8
b) El criterio de verdad .............................................................................................9
3. Pensamiento e ideas (nociones)...............................................................................9
4. Alma y cuerpo (res cogitans y res extensa) (nociones) ........................................10
5. Las demostraciones de la existencia de Dios (tema)............................................11
VI. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEXTO COMPLETO ......................................................... 12
TEMARIO DE LAS PRUEBAS DE ACCESO
A partir del texto de René Descartes Discurso del método, cuarta parte, (trad. E.
Bello Reguera, Madrid, Tecnos, 1994, pp. 44-52), se escribirán dos folios
completos (4 carillas), con los siguientes apartados en el orden en que aparecen:
1. Resumir un fragmento del texto.
2. Explicar una pareja de nociones de las siguientes:
- Duda y certeza.
- Alma y cuerpo (res cogitans y res extensa).
- Pensamiento e ideas.
3. Desarrollar uno de los temas siguientes:
- El cogito y el criterio de verdad
- Las demostraciones de la existencia de Dios
4. Contextualizar el texto completo (la cuarta parte del Discurso del método).
a) Delimitación de la Edad Moderna
Desde el punto de vista de la historia universal, Descartes es un pensador que
pertenece a la Edad Moderna. Por Edad Moderna se entiende habitualmente el
periodo comprendido entre 1453 y 1789.
La primera fecha es de gran importancia histórica, pues coinciden tres fenómenos de primera magnitud: 1) caída Constantinopla en poder de los turcos, con lo
cual desaparecen los restos del viejo Imperio Romano, que había permanecido sin
solución de continuidad hasta ese momento, aunque ciertamente se habían
abandonado las formas de vida de la Antigüedad clásica. 2) El fin de la Guerra de
los 100 años, la última guerra feudal de carácter sucesorio. 3) La invención de la
imprenta por Gutenberg, que cambió el sistema de difusión de la cultura.
La fecha final, 1789, es la Revolución francesa. Esta fecha como fin de la Edad
Moderna es más incierta y se basa en la interpretación tradicional de la
historiografía francesa. En realidad, en esa fecha comienza una serie de fenómenos
sociales, políticos y culturales, que en 50 años liquidarían lo que llamamos Edad
Moderna y darían comienzo a la Edad Contemporánea: es la época de las
revoluciones sociales, románticas, políticas, industriales, etc. Se podría tomar como
final de la Edad Moderna el final de ese proceso, pero sucede que no hay una fecha
tan clara. No obstante, cabe señalar: a) 1848 última revolución liberal burguesa,
dirigidas a liquidar el Antiguo Régimen en favor de Estados liberales; b)
movimientos románticos nacionalistas, que darán origen a la aparición de Alemania
e Italia en 1870; c) 1840 fin de la primera de la industrialización; d) fin de la Guerra
de Secesión americana, 1865; e) fin de la emancipación de Latinoamérica, 1830.
Aunque no sea habitual considerar la mitad del XIX como fin de la Edad
Moderna, tiene la ventaja de incluir el romanticismo y los filósofos románticos en
la Edad Moderna, no en la Contemporánea. En efecto, no podemos considerar el
romanticismo y su filosofía como pensamiento contemporáneo, pues el idealismo
clásico alemán (Fichte † 1814, Schelling † 1854 y Hegel † 1830) y Schopenhauer †
1860 aún construyen grandes sistemas filosóficos típicos de la Edad Moderna y que
hoy día han perdido su vigencia. Por el contrario, desde la 2ª mitad del XIX ya sólo
encontramos una diversidad de corrientes de pensamiento coexistentes entre sí y
casi todas aún presentes en nuestros días: psicoanálisis, fenomenología, existencialismo, hermenéutica, filosofía analítica, estructuralismo, posmodernidad, etc.
Por tanto, si atendemos a la conclusión de los procesos que originaron una
nueva época, podemos decir que la Edad Moderna concluye en torno a 1850 y ahí
comienza nuestra época: la Edad Contemporánea. Por eso, autores como Nietzsche,
Freud o Frege podrían ser escritores del siglo XXI, aunque sean de la segunda
mitad del XIX.
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TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
b) El nacimiento de la Edad Moderna
Como hemos indicado en el tema anterior, una serie de fenómenos destruyeron
desde dentro el orden medieval: la guerra de los Cien Años (1328-1453) y la peste
negra (1347-1359: murió el 30% de la población) provocaron un apocalipsis
demográfico, una grave crisis económica y migraciones masivas. Estos
acontecimientos produjeron enormes convulsiones sociales y una profunda crisis
cultural y religiosa. Esa crisis liquidó los ideales medievales de la cristiandad (papa
y emperador) y debilitó las estructuras feudales (especialmente la nobleza rural). Se
reorganizó la sociedad siempre a favor de las nuevas fuerzas sociales que se habían
formado, basadas en la riqueza líquida y en el saber, y así se pusieron las bases del
Renacimiento y de las nuevas naciones-estados modernas (España, Francia, etc.).
En el XV surgieron o se potenciaron enormemente una serie de acontecimientos,
que, al consolidarse en el XVI y XVII, perfilaron la nueva época. En concreto:
1) La revolución científica y la nueva ciencia establecen una nueva imagen del
universo: el sistema heliocéntrico de Copérnico frente al geocéntrico de Ptolomeo;
Kepler: órbitas elípticas; Galileo: creador de la mecánica, defensor de la
homogeneidad del universo; Newton: sistematizador de la mecánica celeste.
2) La invención de la imprenta, que cambió todo el sistema de difusión y
transmisión del conocimiento y la cultura. En la segunda mitad del XV se
publicaron más de 10.000 títulos (algunos estiman que casi 30.000), con una tirada
total de varios millones de ejemplares.
3) Descubrimiento técnicos: la brújula, que cambió el arte de la navegación al
permitir alejarse de las costas; mayor precisión en los mapas geográficos; el mayor
uso de la pólvora, que cambió las leyes de la guerra; descubrimiento del telescopio,
que permitió mejorar las observaciones celestes.
4) El ensanchamiento geográfico con el descubrimiento de un Nuevo Mundo
casi inabarcable (América es 4 veces Europa: 42 millones de km2 frente a los 10 de
Europa) y las exploraciones de los portugueses en África.
5) Incremento del comercio. Desaparecido el Imperio Bizantino, Venecia y
Génova se hacen con todo el comercio con Oriente; crece enormemente el
comercio con el norte de Europa y surge el comercio con América.
6) Notable crecimiento de la burguesía capitalista para la financiación de las
grandes empresas, las guerras, etc.
c) Un nuevo tipo de hombre: el humanista.
Una de las características esenciales de la Edad Moderna, si no la más
importante, es la aparición de un nuevo tipo de hombre: el humanista. Ya en el
XIV aparecen los primeros estudiosos del mundo antiguo: una vuelta a las fuentes
griegas y latinas para conseguir un cultivo de la auténticamente humano. La idea
está tomada de Cicerón, Varrón, Aulo Gelio y otros escritores antiguos, para
quienes el término humanitas, y su equivalente griego paideia, significaba la
educación del hombre en cuanto hombre, el cultivo de lo que nos humaniza y nos
2
1
saca de la barbarie .
El humanista era un hombre centrado fundamentalmente en:
1) Los aspectos humanos, individuales y políticos, de los clásicos latinos y
griegos. El hombre toma el puesto central en la nueva concepción de la realidad: es
lo que se llama antropocentrismo, frente a un mundo medieval de carácter
teocéntrico. Esto no quiere decir que el humanista fuera ateo, más bien todo lo
contrario: todos eran creyentes y la cuestión de la religión, la interpretación de la
Biblia, etc. estaban en primer plano. Los humanistas se oponen a la visión
medieval: el hombre como criatura de Dios; y suscriben la del mundo antiguo: el
hombre como ser autónomo, aunque tenga relación con la divinidad.
2) Se pone en primer plano al sujeto, al individuo, con su personal visión de la
realidad, con su subjetividad, con su libertad, a diferencia de la visión medieval
donde la autoridad tenía gran importancia.
3) Aunque estudiaban continuamente los clásicos, no era para seguirlos
servilmente, sino para recrear una visión personal, por eso, la originalidad pasa a
primer plano: ciertamente en la Baja Edad Media se cultivó el estudio de los
filósofos antiguos e incluso consideraban que sabían más que aquéllos, pero eso se
debía a que ellos iban “a hombros de gigantes”; por el contrario, los humanistas
consideraban que ellos, a partir de los estudios clásicos, habían recreado de modo
original una nueva visión del mundo.
4) Por eso, para su formación, abandonan el sistema escolástico del trivium
(gramática, dialéctica y retórica) y el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía
y música), e instauran los studia humanitatis (estudio de los clásicos) y crean las
academias al margen de las Universidades, que pierden importancia.
5) Eran hombres universales: se interesan por todas las materias, por la
enciclopedia del saber. Conscientes de que la lengua es la base y unidad de todo el
conocimiento, tomaron el latín como lengua universal: un latín de características
clásicas de gran elegancia y potencia expresiva, en el que se editaron casi el 80% de
los libros publicados en la segunda mitad del XV2.
1
“Quienes hicieron las palabras latinas llamaron humanidad (humanitas) a lo que los
griegos llaman paideia, con esto queremos decir el conocimiento y formación en las artes
humanas. Los que desean sinceramente y cultivan estas artes son los más humanos, pues el
cuidado y dedicación a esta ciencia sólo al hombre le ha sido concedida de entre todos los
vivientes y, por eso, la llamamos humanidad (humanitas)”. Aulo Gelio († post 180),
Noches Áticas, XIII, 17.
2
Este cultivo del latín y de los clásicos puede verse en este gráfico texto de un alumno
del XVI: “Estábamos en pie a las cuatro de la mañana, y después de haber rezado una
oración, íbamos a clase a las cinco con nuestros libros bajo el brazo, y nuestras escribanías y
candelas en la mano. Sin interrupción, teníamos clases hasta las diez. Después de emplear
media hora en corregir nuestros apuntes, comíamos. Luego leíamos como diversión
fragmentos de Sófocles, Aristóteles o Eurípides, y algunas veces de Demóstenes, Cicerón,
Virgilio y Horacio. A la una, a clase; a las cinco, a casa, a repasar nuestras notas y fijar de
nuevo nuestra atención en los pasaje citados en clase. Ello nos ocupaba hasta pasadas las
seis. Luego cenábamos y leíamos griego yo latín”, Enrique de Mesmes, estudiante en
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TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
d) La modernidad
Se entiende por modernidad o pensamiento moderno el movimiento cultural,
social y político, que comienza en el Renacimiento, tiene su punto culminante en la
Ilustración y llega hasta nosotros. Aunque hoy día se habla de posmodernidad, en
realidad estamos en la tardamodernidad: la modernidad está en crisis y
descomposición, pero aún no ha nacido nada nuevo.
Aunque la modernidad ha mantenido sus características básicas a lo largo de
más de 5 siglos, podemos distinguir varias etapas: Renacimiento (1453-1600),
Barroco (1600-1700), Ilustración (1700-1780) y Romanticismo (1780-1850); luego
viene una etapa de falta de unidad (sólo hay corrientes), que podríamos llamar de
las ideologías y, finalmente, una cierta unificación o globalización, que llamamos
Posmodernidad.
Una de las características comunes a toda la modernidad es que permanecen los
rasgos básicos del nuevo tipo de hombre surgido en el Renacimiento. El hombre
moderno es consciente de sus propias fuerzas, de su inteligencia y capacidad de
conocer, de su capacidad de transformar el mundo; afirma su subjetividad y libertad
frente a toda autoridad.
Esto trae una serie de consecuencias muy importantes, constantes en toda la
modernidad, incluidos nosotros:
1) Negación de la autoridad de la Iglesia y afirmación de la libre interpretación
de la Biblia. Aparece, así, la figura de Martín Lutero que propugna la libre
interpretación y que dará lugar a las diversas confesiones religiosas, con la
consiguiente fragmentación del cristianismo.
2) Crítica al sistema escolástico de enseñanza y a sus autores principales. La
influencia de Aristóteles, tras su recepción en el siglo XIII, es importantísima. Aunque aún permanece la visión global del neoplatonismo agustiniano, los desarrollos
filosóficos concretos y la ciencia dependen de la autoridad de Aristóteles.
Los humanistas de inicios del Renacimiento rompen con Aristóteles en cuestiones humanas (ética, política, arte) y retornan a Platón, a cuyos textos originales
ahora tienen acceso: una visión menos empírica y más mística del mundo se
impone. La ciencia que más se cultiva inicialmente, como exigía Platón, es la
matemática.
Esto hace que muchas de las ideas platónicas estén presentes en toda la
modernidad. Descartes no sólo retomará de Platón la geometría como ideal de
conocimiento, sino también el innatismo, las ideas eternas, el dualismo alma y
cuerpo, el especial papel de Dios en el conocimiento…. Pero, además, autores
como Kant aún tienen presente la dualidad mundo sensible frente a mundo
inteligible, e incluso en el siglo XX podemos ver la influencia de Platón en la
fenomenología, los intuicionismos y otras corrientes.
3) También la nueva ciencia rompe con la autoridad científica dominante:
Toulouse, de 14 años, en 1545. Citado por Roland Mousnier, Los siglos XVI y XVII,
Ediciones Destino, Barcelona 1980.
3
Aristóteles. La cuestión del método pasa a primer plano: Francis Bacon publica el
Novum organum en oposición al Organon de Aristóteles que sería el viejo. El
heliocentrismo de Copérnico se opone al geocentrismo de Aristóteles y Ptolomeo.
La matematización de la naturaleza por Galileo se opone a la consideración
cualitativa de Aristóteles. El mecanicismo (el mundo y los vivientes como
máquinas) se opone a la teleología de Aristóteles. Además, Galileo y Descartes
ridiculizan a los presuntos aristotélicos que se negaban a aceptar las nuevas teorías
científicas.
4) Todo esto se concreta en una oposición a la filosofía del tardomedievo, que,
supuestamente con Aristóteles, era cosista y centrada en el conocimiento del mundo
externo. Ahora pasa a primer plano el sujeto y lo teoría del conocimiento.
En suma, la modernidad se constituye contra Aristóteles, tanto desde un punto
de vista humano como filosófico y científico. Este rasgo se ha popularizado hasta
nuestros días: Aristóteles como sinónimo de antigüedad y opuesto a la modernidad.
Sin embargo, las grandes renovaciones del pensamiento filosófico han dependido
siempre de Aristóteles, e incluso, a veces, también el científico (negación de la
acción a distancia, negación del vacío, imposibilidad del infinito, etc.).
2. CONTEXTO FILOSÓFICO DE DESCARTES Y RASGOS DE SU FILOSOFÍA
Descartes es el fundador del racionalismo, el primer gran sistema filosófico de
la modernidad. Se expande a lo largo del continente europeo y sus principales
representantes son: Descartes (1596-1650), Malebranche (1638-1715), Espinosa
(1632-1677), Leibniz (1646-1716) y Wolff (1679-1754).
Descartes nace cuando ya se había impuesto totalmente la modernidad. Tres
aspectos, arriba descritos, están presentes en Descartes y en todo el racionalismo,
pues es una doctrina filosófica moderna:
a) El nuevo tipo de hombre: un sujeto autónomo, consciente de su capacidad
teórica, que afirma su omnímoda libertad, que busca la originalidad rompiendo con
la tradición y desea construir un saber universal.
b) La presencia de Platón, con la importancia de la geometría, el innatismo, los
dualismos, etc.
c) La ciencia moderna, con su visión matemática y mecánica del mundo. Y
además, sus exigencias metodológicas: el conocimiento es fruto del método
adecuado.
A partir de ese contexto tenemos las características filosóficas propias del
racionalismo:
1) Revalorización de la actividad del sujeto, de su subjetividad y libertad. El yo
es el punto de partida obligado para el análisis filosófico. La subjetividad es el
punto de apoyo desde el que había que construir el edificio filosófico. Y, a la
inversa, toda construcción especulativa debía dar sentido a esa razón individual,
que exigía sus derechos frente al Dios de la Revelación y frente al mundo de la
tradición.
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TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
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2) Exaltación de la razón humana como facultad cognoscitiva: el único
conocimiento valioso es el obtenido por la razón. Afirmación de la existencia de
ideas innatas: ideas que surgen en la mente humana con independencia de la
experiencia sensible.
3) Depreciación subsiguiente del conocimiento sensible: todo conocimiento
procedente de los sentidos, de la experiencia sensible, es, al menos, sospechoso y,
con frecuencia, falso. La experiencia sensible tiene un papel mínimo. Por eso, se
considera al racionalismo como la antítesis del empirismo (cfr. tema siguiente).
4) Dualismo alma / cuerpo, mundo inteligible / mundo sensible.
5) Admiración por la matemática, como arquetipo de la sabiduría humana. La
especulación racionalista se desplegó, precisamente, como una reflexión cuyo
fondo era la existencia de esa ciencia que se escribía con lenguaje matemático. Las
exigencias metodológicas de la nueva ciencia fueron trasladadas al campo de la
filosofía.
6) Aspiración a crear una ciencia universal, válida para todo ser racional.
Unificación de todas las ciencias bajo el método matemático deductivo.
En 1649 va a Suecia invitado por la princesa Cristina de Suecia. Escribe Las
pasiones del alma. Muere en 1650. Obras póstumas son: Compendio de música
(1650), Tratado del hombre y Tratado de la luz ((1664), Cartas (1657-1667).
Hizo aportaciones muy importantes en el campo científico: realizó una reforma
del álgebra y una teoría general de las ecuaciones, fundó la geometría analítica que
permite traducir las ecuaciones en curvas gracias a las coordenadas, en física
descubrió las leyes de la refracción, en fisiología descubrió por su cuenta la
circulación de la sangre, aunque le precedió Harvey.
Su filosofía no es tan original como él pretende, pues tiene numerosas fuentes
platónicas, agustinianas y escolásticas, pero la influencia de su filosofía es muy
notable, tanto que los franceses suelen dividir la historia general de la filosofía en
dos grandes periodos: avant Descartes et après Descartes.
3. VIDA Y OBRAS
a) Duda metódica y descubrimiento de la primera verdad
“// No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones que allí he hecho,
pues son tan metafísicas y tan fuera de lo común que tal vez no sean del gusto de
todos. Sin embargo, con el fin de que se pueda apreciar si los fundamentos que he
establecido son bastante firmes, me veo en cierto modo obligado a hablar de ellas.
Desde hace mucho tiempo había observado que, en lo que se refiere a las
costumbres, es a veces necesario seguir opiniones que tenemos por muy inciertas
como si fueran indudables, según se ha dicho anteriormente; // pero, dado que en
ese momento sólo pensaba dedicarme a la investigación de la verdad, pensé que era
preciso que hiciera lo contrario y rechazara como absolutamente falso todo aquello
en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, hecho esto,
quedaba en mi creencia algo que fuera enteramente indudable. // Así, puesto que
nuestros sentidos nos engañan algunas veces, quise suponer que no había cosa
alguna que fuera tal como nos la hacen imaginar. Y como existen hombres que se
equivocan al razonar, incluso en las más sencillas cuestiones de geometría, y
cometen paralogismos, juzgando que estaba expuesto a equivocarme como
cualquier otro, rechacé como falsos todos los razonamientos que había tomado
antes por demostraciones. Y, en fin, considerando que los mismos pensamientos
que tenemos estando despiertos pueden venirnos también cuando dormimos, sin
que en tal estado haya alguno que sea verdadero, decidí fingir que todas las cosas
que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas que las
ilusiones de mis sueños. // Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras
quería pensar de ese modo que todo es falso, era absolutamente necesario que yo,
que lo pensaba, fuera alguna cosa. Y observando que esta verdad: pienso, luego
soy, era tan firme y tan segura que todas las más extravagantes suposiciones de los
René Descartes nació en La Haya-Turena (Francia), en 1596, estudió en el colegio de la Flèche, de los jesuitas. Allí estudió, entre otras materias, lógica, física,
metafísica y matemáticas. Las enseñanzas filosóficas estaban inspiradas en la filosofía escolástica de Francisco Suárez, célebre por sus Disputationes metaphysicae
de 1597.
Se licencia en Derecho en la Universidad de Poitiers (1616) y decide “viajar, ver
cortes y ejércitos”. Estando en el ejército, le sorprendió un invierno en Neuburg
(1619), donde –según cuenta– “pasaba todo el día solo y encerrado, junto a una
estufa, con toda la tranquilidad necesaria para entregarme por entero a mis
pensamientos”. Se vuelve a plantear ciertos problemas de geometría y ve la
necesidad de un método general para resolver cualquier problema de geometría que
se le presentase. Pronto amplía su ya ambicioso plan, cuando concibe la posibilidad
de un método para el descubrimiento de la verdad en cualquier rama de las ciencias.
Entonces se decide a buscar un método que le sirviera para poner el fundamento de
la ciencia y hacerlo con la ayuda de su sola razón. Esa es la revelación que tuvo en
1619. Todas estas reflexiones las recogió en su obra Regulae ad directionem
ingenii (Reglas para la dirección del espíritu), redactadas entre 1627 y 1628.
En 1629, se estableció en Holanda, buscando libertad y tolerancia. Por sugerencia de unos amigos, prepara un tratado de metafísica, que interrumpe para dedicarse
al Tratado de Física, pero, enterado de la condena de Galileo, no lo publica.
Entre 1633-1637 escribe el Discurso del Método y tres ensayos científicos sobre
Dióptrica, Meteoros y Geometría, que publica en 1637.
En 1641 publica las Meditationes de prima philosophia y las Respuestas.
En 1647 publica los Principia philosophiae.
II. TEXTO PARA LA SELECTIVIDAD
Descartes, Discurso del método, cuarta parte.
(trad. E. Bello Reguera, Madrid, Tecnos, 1994, pp. 44-52).
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TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
escépticos no eran capaces de socavarla, juzgué que podía admitirla como el primer
principio de la filosofía que buscaba”.
El texto recoge el momento en el que Descartes establece los fundamentos de su
sistema científico. // En primer lugar, afirma que, en relación a las costumbres, va a
guiarse sólo por opiniones y no por verdades indudables. // Después afirma que va
a dudar de todo hasta que encuentre alguna verdad enteramente indudable (duda
metódica). // Para justificar su duda, aduce tres motivos: 1) el frecuente engaño de
los sentidos, 2) los errores que podemos cometer al razonar (paralogismos) y 3) la
posible confusión entre el sueño y la vigilia. // Finalmente recoge el momento en
que descubre la primera verdad indudable (“pienso, luego soy”), de la cual dice que
es inatacable por los escépticos y que la toma como “el primer principio de la
filosofía que buscaba”.
b) El yo como sustancia pensante, la res cogitans
“Al examinar, después, atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que
no tenía cuerpo y que no había mundo ni lugar alguno en el que me encontrase,
pero que no podía fingir por ello que yo no existía, sino que, al contrario, del hecho
mismo de pensar en dudar de la verdad de otras cosas se seguían muy evidente y
ciertamente que yo era; mientras que, con sólo haber dejado de pensar, aunque todo
lo demás que alguna vez había imaginado existiera realmente, no tenía ninguna
razón para creer que yo existiese, conocí por ello que yo era una sustancia cuya
esencia o naturaleza no es sino pensar, y que, para existir, no necesita de lugar
alguno ni depende de cosa alguna material. De manera que este yo, es decir, el alma
por la cual soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo e incluso más fácil de
conocer que él y, aunque el cuerpo no existiese, el alma no dejaría de ser todo lo
que es”.
El texto recoge el momento en el que Descartes descubre una nueva verdad que
deriva necesariamente de la verdad del “pienso, luego soy”. Acerca del yo
descubre: 1) que el yo es una sustancia, 2) que su naturaleza consiste en pensar, 3)
que es totalmente independiente del cuerpo y de toda cosa material, 4) que es más
fácil de conocer que el cuerpo y 5) que, a diferencia del cuerpo, es inmortal.
c) El criterio de verdad y certeza
“Después de esto, examiné lo que en general se requiere para que una
proposición sea verdadera y cierta; pues, ya que acababa de descubrir una que sabía
que lo era, pensé que debía saber también en qué consiste esa certeza. Y habiendo
observado que no hay absolutamente nada en pienso, luego soy que me asegure que
digo la verdad, a no ser que veo muy claramente que para pensar es preciso ser,
juzgué que podía admitir esta regla general: las cosas que concebimos muy clara y
distintamente son todas verdaderas; si bien sólo hay alguna dificultad en identificar
exactamente cuáles son las que concebimos distintamente”.
En este texto, Descartes después de descubrir su primera verdad (pienso, luego
5
soy), la examina para descubrir las características que la hacen totalmente cierta.
Después de analizarla, concluye que dicha certeza se apoya en que es una idea
clara y distinta. Entonces establece como regla general, para admitir una idea
como verdadera, que sea clara y distinta.
d) Primera demostración de la existencia de Dios
“Reflexionando, a continuación, sobre el hecho de que yo dudaba y que, por lo
tanto, mi ser no era enteramente perfecto, pues veía con claridad que había mayor
perfección en conocer que en dudar, se me ocurrió indagar de qué modo había
llegado a pensar en algo más perfecto que yo; y conocí con evidencia que debía ser
a partir de alguna naturaleza que, efectivamente, fuese más perfecta. Por lo que se
refiere a los pensamientos que tenía de algunas otras cosas exteriores a mí, como el
cielo, la tierra, la luz, el calor, y otras mil, no me preocupaba tanto por saber de
dónde procedían, porque, no observando en tales pensamientos nada que me
pareciera hacerlos superiores a mí, podía pensar que, si eran verdaderos, era por ser
dependientes de mi naturaleza en tanto que dotada de cierta perfección; y si no lo
eran, que procedían de la nada, es decir, que los tenía porque había en mí
imperfección. Pero no podía suceder lo mismo con la idea de un ser más perfecto
que el mío; pues, que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible; y
puesto que no es menos contradictorio pensar que lo más perfecto sea consecuencia
y esté en dependencia de lo menos perfecto, que pensar que de la nada provenga
algo, tampoco tal idea podía proceder de mí mismo. De manera que sólo quedaba la
posibilidad de que hubiera sido puesta en mí por una naturaleza que fuera realmente
más perfecta que la mía y que poseyera, incluso, todas las perfecciones de las que
yo pudiera tener alguna idea, esto es, para decirlo en una palabra, que fuera Dios
(...)”
En este texto, Descartes realiza su primera demostración de la existencia de
Dios. Descartes descubre en su mente la idea del ser perfecto junto a otras
muchas ideas referentes a seres exteriores (cielo, la tierra, la luz, el calor, etc.). Se
da cuenta de que, mientras cabría la posibilidad de pensar que él mismo fuera la
causa de las ideas de todos esos seres exteriores, era absolutamente necesario
pensar que Dios fuera la causa de la idea del ser perfecto. Con ello considera
demostrada la existencia de Dios.
e) Tercera demostración de la existencia de Dios: argumento ontológico.
“Quise buscar, después, otras verdades y, habiéndome propuesto el objeto de los
geómetras, que concebía como un cuerpo continuo o un espacio indefinidamente
extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en diversas partes,
que podían tener diferentes figuras y tamaños, y ser movidas o trasladadas de todas
las maneras posibles, pues los geómetras suponen todo esto en su objeto, repasé
algunas de sus más simples demostraciones. Y habiendo advertido que la gran
certeza que todo el mundo les atribuye sólo está fundada en que se las concibe con
evidencia, siguiendo la regla antes formulada, advertí también que no había en ellas
absolutamente nada que me asegurase la existencia de su objeto. Porque, por
ISABEL ZÚNICA
TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
ejemplo, veía bien que, si suponemos un triángulo, sus tres ángulos tienen que ser
necesariamente iguales a dos rectos, pero en tal evidencia no apreciaba nada que
me asegurase que haya existido triángulo alguno en el mundo. Al contrario,
volviendo a examinar la idea que tenía de un ser perfecto, encontraba que la
existencia estaba comprendida en ella del mismo modo que en la de un triángulo
está comprendido el que sus tres ángulos son iguales a dos rectos, o en la de una
esfera, el que todas sus partes equidistan de su centro, e incluso con mayor
evidencia; y, en consecuencia, es al menos tan cierto que Dios, que es ese ser
perfecto, es o existe, como puede serlo cualquier demostración de la geometría”.
En este texto, Descartes realiza una demostración de la existencia de Dios.
Comienza considerando la idea de cuerpo continuo o extensión infinita, a partir de
la cual se constituyen todas las figuras geométricas; comprende que, a pesar de la
evidencia con la que pueden ser demostradas, nada hay en esas demostraciones que
exija el que dichas figuras y cuerpos geométricos existan. Sin embargo, vuelve a
analizar la idea de un ser perfecto y comprende que dicha idea incluye
necesariamente su existencia. Por tanto, Dios existe.
III. TEMAS Y NOCIONES DE LA METAFÍSICA CARTESIANA
Los temas y nociones que vamos a ver pertenecen a la metafísica de Descartes,
tal como aparecen principalmente en la cuarta parte del Discurso del método
(1637). Además de ese lugar, Descartes expuso su metafísica en otras obras: Las
Meditaciones metafísicas (1641) y en la primera parte de Los Principios de filosofía
(1647). Y también, en Reglas para la dirección del espíritu, escrita en 1627 y
publicada en 1701.
Descartes no cultiva la metafísica por sí misma, para conocer las verdades
básicas, sino como medio para fundamentar la física, la cual a su vez es cultivada
en vistas a sus aplicaciones prácticas. Concibe la ciencia con total unidad y la
compara con un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física y las
ramas son la moral, la mecánica y la medicina.
Para fundar una físico-matemática, Descartes juzga necesario sustituir la
metafísica de Aristóteles, que admite en las cosas principios no cuantitativos:
cualidades sensibles, formas sustanciales, etc. La metafísica cartesiana tiene por
objeto demostrar que el mundo material es extensión y sólo extensión, que los
cuerpos son íntegramente comprensibles por la geometría, que toda la naturaleza se
explica mecánicamente, es decir, por la figura y el movimiento.
Todas sus tesis metafísicas se encadenan como more geometrico (como en
geometría): primero se establecen los principios y a partir de ellos deduzco el resto
de los conocimientos.
6
0. EL PROYECTO CARTESIANO
a) Necesidad de reconstruir el saber
Aunque Descartes estaba convencido de su buena preparación escolar, la
conclusión general que sacó de sus estudios es que el edificio de la ciencia estaba
aún por construir, pues consideraba que la erudición tradicional se reducía a una
acumulación de conocimientos sin un fundamento sólido que los mantuviera y
unificase. Acerca de la filosofía dirá que “no encontramos todavía en ella ninguna
cosa sobre la cual no se dispute y que, por lo tanto, no sea dudosa”. Y de las
matemáticas admiraba la claridad y certeza que les proporciona su método, pero no
advertía su verdadero uso. Más tarde, buscando un saber útil para la vida, se alistó
en el ejército, combinando su profesión con el estudio de las matemáticas. En esta
época se decide poner los fundamentos de su filosofía, apoyándose exclusivamente
en su propia razón.
Su principal objetivo era alcanzar la verdad filosófica mediante la razón:
“Quería dedicarme por entero a la búsqueda de la verdad”. Pero no pretende un
conjunto de verdades inconexas, semejante al que vislumbró a su salida de la Flèche, sino un sistema unitario, con rigor absoluto, en el que no se diera nada por supuesto. Este sistema no sería un conjunto enciclopédico de conocimientos acumulados, sino un sistema orgánico, fundamentado en principios de los que se derivarían,
según un orden de razones, los demás conocimientos. Sería como un bloque de
certeza, sin fisuras, inquebrantable al ataque de los escépticos.
Descartes decide ponerse manos a la obra con plena conciencia de novedad, de
estar rompiendo con el pasado. Rechaza la autoridad como fundamento en el que
apoyarse, acusando a los aristotélicos no sólo de ampararse en la autoridad de
Aristóteles, sino de no haberlo entendido adecuadamente. Él se resuelve a confiar
sólo en su propia razón y no en la autoridad.
Aunque de alguna manera infravalora el pasado, sin embargo, no supone todo lo
anterior como falso. No se propone hacer una filosofía nueva, sino una filosofía
cierta. Descubrirá muchas verdades que ya otros habían descubierto antes, pero de
una manera ordenada y sistemática que dé garantías de certeza. Para este último
objetivo, como medio para alcanzarlo, establecerá su método.
b) El método
i) Matematicismo y unidad del saber
La preocupación de encontrar un método de hallazgo de nuevas verdades y no
sólo de mera exposición es algo común en la época moderna. Se busca un método
objetivo, que pueda ser usado por todos, un medio para alcanzar la verdad en la
ciencia y conducir el espíritu. En esto coinciden Galileo, Bacon, Descartes y
Newton, entre otros.
El método para Descartes no se limita a ordenar y sistematizar verdades ya
conocidas. Descartes opina que no hay que entender el método como lo hacía la
silogística aristotélica. No se trata de establecer una mera ordenación o ampliación
ISABEL ZÚNICA
TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
de lo ya conocidos, sino más bien de encontrar un camino para la invención y el
descubrimiento, para el hallazgo de nuevas verdades. Descartes considera que los
métodos matemáticos (el análisis de los geómetras y el álgebra) tienen el mismo
rigor que la lógica formal con la ventaja de que hacen progresar el conocimiento y
permiten descubrir nuevas verdades.
Descartes se propone tomar lo esencial del método matemático –que consiste
principalmente en el establecimiento de unos axiomas o principios, a partir de los
cuales deducir todas las verdades implicadas en ellos–, de modo que pudiera
aplicarlo a cualquier ciencia. Esta matemática universal la había encontrado
mientras escribía la Reglas para la dirección del espíritu.
Su matematicismo universal conlleva el supuesto de que todas las ciencias son
semejantes. Esto difiere de la concepción aristotélica, según la cual, las ciencias se
especifican por su diferente objeto y el método apropiado varía según el objeto. Sin
embargo, para Descartes, todas las diversas ciencias no son otra cosa que la
sabiduría humana que es siempre una y la misma, aunque se aplique a objetos
diferentes. Por tanto, existe una única ciencia y un único método para alcanzarla.
Le animó mucho en su tarea el éxito que obtuvo al aplicar el método aritmético a la
geometría, descubriendo así la geometría analítica.
ii) Los preceptos del método
Siguiendo lo que en matemáticas se hace (establecer principios y deducir de
ellos), Descartes sostiene que la operaciones mentales son dos: la intuición y la
deducción. La intuición es el conocimiento inmediato, puramente intelectual, de un
objeto3. La deducción consiste en ir derivando de lo ya conocido otras verdades,
que, de este modo, obtienen su certeza de la intuición anterior4.
La intuición y deducción son los dos caminos que emplea naturalmente la
mente, pero no son el método. El método lo constituyen las reglas para emplear
correctamente las dos operaciones mentales.
Por eso, Descartes define su método como una serie de “reglas ciertas y fáciles
tales que todo aquel que las observe exactamente no tome nunca algo falso por
verdadero, y, sin gasto alguno de esfuerzo mental, sino por incrementar su
conocimiento paso a paso, llegue a su verdadera comprensión de todas las cosas
que no sobrepasen su capacidad”.
En el Discurso del método, parte segunda, II, Descartes propone 4 reglas o
preceptos básicos. El primer precepto prescribe dudar de todo y sólo admitir lo
3
Por intuición entiende “no la seguridad fluctuante de los sentidos ni el juicio falaz que
resulta de la composición arbitraria de la imaginación, sino la concepción que aparece tan
sin esfuerzo y tan distintamente a una mente atenta y no nublada, que quedamos
completamente libres de duda en cuanto al objeto de nuestra comprensión o, lo que es lo
mismo, la intuición es la concepción libre de dudas, de una mente atenta y no nublada que
brota de la sola luz de la razón”.
4
Descartes define deducción como “toda inferencia necesaria a partir de otros hechos
que son conocidos con certeza”.
7
evidente, o sea, lo que concebimos clara y distintamente. Este es el precepto
fundamental del método y lo comentamos con detalle en el siguiente apartado. El
segundo prescribe el análisis o descomposición de un problema en sus partes
mínima, para hallar la solución 5. La del análisis se dirige primordialmente a
establecer los primeros principios o axiomas a partir de los cuáles deducir las
demás verdades. El análisis es la lógica del descubrimiento. El tercero prescribe la
síntesis: ir de lo más simple a los más complejo; hay que comenzar por los
principios y deducir todo lo demás 6. Se trata, pues, de construir todo un cuerpo de
conocimientos conectados. Y finalmente, el cuarto precepto: repasar todo lo hecho 7.
1. DUDA Y CERTEZA (nociones)
Duda y certeza son dos estados mentales respecto a la verdad. Se oponen entre
sí: en la certeza, se está seguro de que se posee la verdad, mientras que, en la duda,
el sujeto no sabe si es verdadero o falso su contenido mental.
La duda, tal como aparece en el inicio de la cuarta parte del Discurso del método
de Descartes, constituye el primer paso para la construcción de su sistema científico
unificado. Es una consecuencia de las reglas del método que él mismo ha
establecido, en la segunda parte de esa misma obra, para ayudar a la razón en su
búsqueda de la verdad. Podríamos decir que la duda constituye la puesta en práctica
de la primera regla de su método: “Fue el primero, no admitir como verdadera
cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más
que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese
ninguna ocasión de ponerlo en duda”. Y, como dice en su texto, va rechazar como
falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda hasta encontrar algo
enteramente indudable.
Mediante la duda, Descartes busca encontrar una primera verdad indubitable,
cuya verdad y certeza estén aseguradas por el uso del método científico. La duda
tiene por objeto deshacer los propios prejuicios y “certezas” espontáneas,
adquiridas en la niñez, cuando aún confiábamos en los sentidos.
No se trata de una duda escéptica o de una duda real, no es que yo realmente
dude de que 2+2=4 o de que haya mundo, sino que se trata de una duda metódica:
es una parte del método que debemos seguir para alcanzar la verdad. Por tanto,
dudar no es el fin que se propone Descartes, sino un medio hacia la verdad.
5
“El segundo [precepto], dividir cada una de las dificultades, que examinare, en
cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución”.
6
“El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos
más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente,
hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que
no se preceden naturalmente”.
7
“Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan
generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada”.
ISABEL ZÚNICA
8
TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
Lo contrario de la duda es la certeza. Por eso, aunque Descartes hable en estos
textos de duda y verdad, de lo que está hablando es de obtener la certeza superando
la duda. Por eso mismo, aunque se suele llamar “criterio de verdad” a la propuesta
cartesiana de claridad y distinción, se trata en realidad de “criterio de certeza”. O
sea, no se trata tanto de tener una verdad, como de estar cierto de un contenido de
conciencia y superar así toda posible duda. Podemos, pues, decir que Descartes
toma como sinónimos verdad y certeza.
La extensión de la duda es universal: dudar de todo. No obstante, Descartes
excluye de la duda la religión, pues la considera revelada y por encima de la razón
y de sus métodos, y la moral, que no busca la verdad, sino la acción, y además
mientras construimos la ciencia debemos vivir, por tanto necesitamos una moral,
aunque sea provisional. Por eso, antes de ponerse a esa tarea de construir el sistema
de la ciencia, aclara que en relación a las costumbres, es decir, a la conducta moral,
no va a esperar a tener una moral fundamentada científicamente para poder guiarse
por verdades totalmente ciertas y seguras, sino que va guiarse por opiniones, es
decir por ideas no totalmente seguras. De hecho, en la tercera parte del Discurso,
Descartes establece una moral provisional.
En el Discurso, Descartes da tres motivos que justifican la duda como punto de
partida para alcanzar la verdad con total certeza:
1) Los sentidos nos engañan frecuentemente. Se trata de las falacias de los
sentidos, que nos inducen al error. Ciertamente pensamos que los sentidos
habitualmente no nos engañan, pero sostiene Descartes que, si alguna vez nos han
engañado, podría ser que siempre lo hicieran. Tal vez eso sea muy improbable, pero
no imposible. Por tanto, hemos de dudar del testimonio de los sentidos.
2) Cometemos errores al razonar, incluso en los temas más sencillos como la
geometría. En consecuencia, aunque haya razonamientos que nos parezcan
totalmente seguros, podría darse el caso de que nos hubiéramos equivocado.
Debemos, pues, dudar también de nuestras argumentaciones.
3) A veces confundimos la vigilia y el sueño, o sea, lo que estamos soñando lo
tomamos como verdadero. De este modo Descartes lleva hasta el extremo la duda
sobre el mundo. Alguien podría decir que es verdad que los sentidos nos engañan,
pero, para ello, tiene que haber algo que afecte a nuestra sensibilidad. O sea, puede
que veamos el remo torcido en el agua, pero algo hay fuera de nosotros. Sin
embargo, Descartes argumenta que todo podría ser un sueño: que no hubiese nada
fuera de nosotros.
En las Meditaciones, añade un cuarto motivo:
4) La hipótesis de un genio maligno, que “me ha dado una naturaleza tal que me
engaño incluso en aquellas cosas que me parecen más evidentes”. Se podría
considerar que algunas verdades como que cuatro es la suma de dos más dos son
verdadera incluso en el sueño. Pero Descartes argumenta que podría haber un
espíritu maligno muy poderoso que me induce al error incluso es cosas elementales.
Se trata, en definitiva, de la suposición de que el entendimiento humano es de tal
8
naturaleza que yerra siempre al intentar conocer; o sea, que está mal hecho .
En suma, deseando Descartes obtener un cuerpo sistemático de verdades ciertas,
apela a la duda como primer paso de su método. Duda y certeza son las dos
primeras nociones de sus sistema.
2. EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD (tema)
a) El cogito
Descartes quería construir un sistema científico en el que todas las ciencias
estuviesen ordenadas deductivamente y unificadas mediante un método –inspirado
en las matemáticas– que guiase a su razón y asegurase la verdad y concatenación de
todos sus contenidos. Ese sistema sería como un árbol, cuyas raíces serían la
metafísica, su tronco la física y sus ramas otras ciencias aplicadas.
En la segunda parte del Discurso, plantea su método y, en la cuarta, lo aplica y
comienza a poner los fundamentos de dicho sistema. El punto de partida,
consecuencia de su método, es su duda universal y metódica. Mediante ella, va a
descubrir su primera verdad, cierta y totalmente segura, inatacable por los
escépticos: pienso luego soy (cogito ergo sum).
Tenemos, así, el principio de su filosofía: el cogito. Es verdad es primera, 1)
porque es la primera temporalmente hallada, 2) porque –y esto es más importante–
es el principio firme e inconmovible de todo sus sistema científico, y 3) es el
prototipo de toda verdad y certeza; de hecho, como diremos en el siguiente
apartado, Descartes obtuvo su criterio de verdad o certeza, pensando sobre las
características del cogito.
En suma, Descartes ha obtenido el primer principio de su filosofía, que le
permitirá establecer los criterios del conocimiento cierto y todos los demás
conocimientos.
Además, respecto al cogito, aunque Descartes lo formuló en forma de deducción
(ergo), aclaró que no se trata de tal cosa, sino precisamente de una intuición, o sea,
una captación inmediata de una naturaleza simple. Por eso, esta primera verdad no
se refiere a la existencia en abstracto, sino a mi existencia real, que capto a través
de mi acto de dudar. Se trata, pues, de una existencia real y, por eso, permite
deducir otras existencias.
El cogito cartesiano no es totalmente original. El conocimiento inmediato de la
propia existencia ya había sido puesto de relieve con anterioridad, incluso en forma
muy parecida: si fallor, sum (si yerro, existo), explicó Agustín de Hipona, autor que
Descartes conocía, a través de los jesuitas de la Flèche.
Sin embargo, este tema ha sido capital para toda la modernidad. En el
8
Precisamente combatir la esta última hipótesis recurrirá a la existencia de Dios. Sin
embargo, tal solución ha sido criticada por Burman: si realmente existiese tal genio
maligno, la demostración de la existencia de Dios podría ser falsa, aunque la veamos como
verdadera.
ISABEL ZÚNICA
TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
pensamiento antiguo y medieval, la verdad dependía de los objetos o cosas
conocidas (en definitiva del mundo exterior), mientras que, en Descartes, ese
fundamento ni siquiera es tenido en cuenta: todo se centra en el sujeto y en su
interioridad. En mí se encuentran las ideas que percibo de un modo o de otro, y si
las intuyo o percibo clara y distintamente, son verdades inconmovibles.
b) El criterio de verdad
Pasemos ahora al criterio de verdad. El criterio de verdad en Descartes es la
claridad y distinción que acompaña a la intuición de una idea. Dicho de otro modo:
todo lo que conocemos de modo claro y distinto es verdadero.
¿Cómo obtuvo Descartes su criterio? Como él mismo, a través del análisis de las
características de la primera verdad (cogito ergo sum). Es decir, una vez que obtuvo
una verdad indubitable, que resiste a toda duda, consideró sus características, para
enunciar así su criterio de verdad o certeza.
Para Descartes, la evidencia consiste en la intuición intelectual de una idea clara
y distinta, lo cual excluye la posibilidad de error. En sus Principios de filosofía,
Descartes dice que llama “claro a aquello que está presente y manifiesto a una
mente atenta, del mismo modo como afirmamos que vemos claramente los objetos,
cuando, estando presentes al ojo que los contempla, operan sobre éste con fuerza
suficiente. Pero distinto es aquello que es tan preciso y diferente de todos los otros
objetos, que no contiene en sí mismo nada que no está claro”.
Así pues, no es lo mismo claridad que distinción. Un intenso dolor interno es
percibido claramente, pero no hay en él ninguna distinción, pues no sabemos ni de
dónde procede, ni por qué, ni… Por eso, añade Descartes que “la percepción puede
ser clara sin ser distinta, mientras que no puede ser distinta sin ser clara”.
En suma, una idea es clara cuando se perciben todos sus elementos, y distinta
cuando no se puede confundir con ninguna otra. El prototipo de idea clara y distinta
es la naturaleza simple. Esta evidencia intelectual tiene una propiedad importante:
no se puede dudar de ella. Evidencia e indubitabilidad son, en gran medida,
intercambiables: reconocemos que tenemos una evidencia cuando no podemos
dudar de ella y, por otra parte, la evidencia clara y distinta es siempre verdadera.
3. PENSAMIENTO E IDEAS (nociones)
Para Descartes, el pensamiento (cogito) es el acto de pensar, del que nos
hacemos conscientes en el propio acto de pensar. Pensar y tener conciencia de algo
son, para Descartes, lo mismo: “Con el nombre de pensamiento entiendo todo lo
que sucede en nosotros de manera que somos inmediatamente conscientes de ello”.
Todas las demás actividades del alma, tales como dudar, querer, imaginar, sentir,
etc. son igualmente pensamientos, puesto que somos conscientes de ellos.
Descartes pretende que eso no puede ser de otro modo, pues se deduce de su idea
de res cogitans, que se deduce del cogito ergo sum, de su primer principio. Esta
reducción arbitraria fue criticada por diversos autores, entre otros por Pascal (†
9
1662), que nos habla de las razones del corazón que la razón no entiende; o sea, no
somos pura razón, sino que tenemos sentimientos, que son distintos de los
pensamientos.
Dado que la actividad del yo se reduce a actividad pensante consciente, Descartes pasa a analizar los contenidos de esa actividad. Los contenidos de conciencia,
del pensamiento, son las ideas. Descartes utiliza de forma muy vaga el concepto de
idea, pero en coherencia con sus presupuestos, afirma que las ideas son puros contenidos de conciencia, que no es necesario que sean representaciones de la realidad,
son puros objetos de conciencia o contenidos de pensamiento. Por eso, incluso las
sensaciones son ideas, puesto que somos conscientes de ellas y sobre ellas podemos
hablar. Este concepto tan impreciso de idea será una de las pocas influencias que
Descartes ejerce en el empirismo inglés, que habitualmente llama ideas a todo de lo
que somos conscientes: las sensaciones, las imágenes de la imaginación, etc.
Una tesis central en Descartes y totalmente novedosa es que lo que conocemos
directamente no son las cosas, sino las ideas. El yo se encuentra encerrado en sus
pensamientos, conociendo sólo sus ideas. Si tales ideas responden o no a cosas
exteriores, o sea, si son representaciones suyas es algo que habrá que demostrar.
Esto implica que el mundo no nos es dado inmediatamente a nuestra conciencia,
sino que debemos demostrar su existencia. Todo habrá que demostrarlo a partir de
las ideas, tal como veremos respecto a la existencia de Dios (argumento
ontológico).
Por todo esto, es clave en el pensamiento cartesiano el estudio de las ideas.
Descartes se centra en distinguir los diversas dimensiones de las ideas, siempre con
la finalidad de establecer la verdad o certeza frente a la duda o el error. De entrada,
afirma que todas las ideas son igualmente ideas, todas ellas son modus cogitandi
(modo del pensamiento): ésa es la realidad subjetiva de las ideas. Pero se distinguen
por su contenido, por su realidad objetiva (esse obiectivum); o sea, una es la idea de
perfección, otra la de cuerpo, otra la de caballo, otra la de sirena…
En las Meditaciones, introduce los grados de perfección en las ideas: son más
perfectas las que representan la substancia que las de los accidentes; y más
perfectas la de substancia infinita que la de substancia finita. Sin embargo, lo más
relevante en Descartes es la clasificación de las ideas por su origen. Según éste,
las ideas son de tres tipos: innatas, adventicias (de adventus: venida) y facticias (de
factus: hecho).
Las ideas facticias son las que nosotros inventamos, como la de centauro o sirena: son los mundos que nosotros creamos a nuestro arbitrio o en los sueños. Las adventicias son las que parecen proceder del exterior, o sea, las que representan realidades que nos llegan por los sentidos. Decimos parece, porque sólo las conocemos
en cuanto ideas nuestras; no tenemos ninguna garantía de que sean auténticas
representaciones, o sea, se correspondan con las cosas exteriores. Ejemplos son la
ideas de caballo, montaña, casa o mesa. La experiencia sensible es sólo ocasión
para que la mente reconozca que algunas ideas corresponden con la realidad.
ISABEL ZÚNICA
TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
La ideas innatas son las que encontramos en nosotros, ni han sido hechas, ni
podemos concebir que proceden del exterior. Ejemplos son la idea de Dios, de
perfección, de substancia, de extensión, etc. Estas ideas son las más importantes.
Han sido puestas en nosotros por Dios. Y, por tanto, son comunes a todos los
hombres y no pueden variar. Por eso, en sus Principios de filosofía, las llama
nociones comunes o verdades eternas. Son claras y distintas, a diferencia de las
demás ideas, que son confusas. Son la base del sistema cartesiano, pues a partir de
ellas se pueden construir todo el conocimiento.
Por último, insistamos en una nueva problemática introducida en filosofía: lo
que conocemos directamente son nuestras ideas, nuestros contenidos de conciencia,
no el mundo ni lo exterior. ¡Ha nacido la posibilidad del idealismo! Por eso, un
autor posterior como Berkeley podrá decir que no hay mundo en absoluto: sólo hay
mentes pensantes, puras conciencias espirituales, a las que Dios da unas
percepciones sensibles sin que haya mundo real en ningún sentido9.
4. ALMA Y CUERPO (RES COGITANS Y RES EXTENSA) (nociones)
En su intento de construir un sistema científico en el que todas las verdades
estén concatenadas de forma deductiva, después del descubrimiento de la primera
verdad (cogito ergo sum), Descartes pasa a explicitar todo lo que puede conocer a
partir de esa primera verdad. La siguiente verdad, vinculada con la primera es que
el yo es una sustancia pensante (res cogitans).
Descartes argumenta que podría fingir que no tenía cuerpo alguno, que no había
mundo, pero que no podría suponer que dejara de pensar, pues si dejara de pensar,
no existiría, aunque todo lo demás existiera. Por tanto, concluye Descartes:
“Conocí por ello que yo era una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es
pensar, y que no necesita, para ser, de lugar alguno, ni depende de cosa alguna
material; de suerte que este yo, es decir, el alma, por la cual yo soy lo que soy, es
enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que éste y, aunque el
cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es”.
Descartes considera que el hombre es fundamentalmente una substancia
pensante. En sus obras, Descartes usa de modo ambiguo el concepto de substancia
(substance, substantia). En sus Principia philosophiae, escribe: “Por substancia no
podemos entender ninguna otra cosa sino la que existe de tal manera que no
necesita de ninguna otra cosa para existir. Y, en verdad, substancia que no necesite
en absoluto de ninguna otra sólo puede concebirse una: Dios”. Según esta
definición y la explícita aclaración de Descartes, substancia sólo puede ser Dios,
pues es el único autosuficiente.
9
¡Es Matrix! En filosofía, Hilary Putnam ha expuesto la idea de que podríamos ser
cerebros en cubetas, para ilustrar la tesis de que podría no haber mundo. Sería como si
fueses cerebros sin cuerpo conectados a un ordenador que nos hacer ver el mundo y creer
que en él realizamos actividades, cuando en realidad no hay nada de eso. Vid. figura de la
última página, tomada de Wikipedia, Cerebro_en_una_cubeta.
10
Sin embargo, como Descartes también sostiene que el cogito es una substancia,
aunque dependa de Dios (lo ha creado y mantiene), considera también que, en
sentido lato, substancia es aquello que no necesita de nada para existir, excepto de
Dios. Por tanto, considera al yo como substancia: “Por eso, entendí que yo era una
realidad (res) o substancia (substantia), cuya toda naturaleza o esencia consiste en
pensar”.
Tenemos, pues, una res cogitans, totalmente inmaterial, pues “no necesita, para
existir, de lugar alguno, ni depende de ninguna realidad material o corpórea”. Es un
“yo, o sea, un alma”, que es nuestra propia realidad “por la cual yo soy lo que soy”.
Es, por tanto, “totalmente distinta del cuerpo” e independiente de él: “Aunque el
cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es”. Es, pues, un alma inmortal.
Es, además, más cognoscible que el cuerpo. En suma, es una realidad totalmente
espiritual, cuya esencia es puro pensamiento.
A diferencia de la res cogitans tenemos la res extensa. Según Descartes, la idea
de cuerpo es lo mismo que la idea de extensión: los cuerpos son realidades
extensas. La extensión es la única idea clara y distinta, innata, que tenemos acerca
de los cuerpos; las ideas de las cualidades corpóreas son oscuras y confusas. En el
texto que comentamos, Descartes aún no ha probado la existencia de los cuerpos,
pero puede afirmar que, si existen, son pura extensión: ésa es su naturaleza o
esencia. Para probar la existencia de los cuerpos, Descartes necesita probar
previamente la existencia de Dios, de un Dios bueno que no permite que siempre
me engañen los sentidos, haciéndome ver un mundo inexistente.
De este modo, Descartes puede concluir que hay tres tipos de substancias: Dios
o substancia infinita, el alma humana o res cogitans y el cuerpo o res extensa.
Ahora bien, tenemos un caso peculiar, el ser humano, que parece que tiene alma y
cuerpo. Como consecuencia de sus presupuestos, Descartes afirma una dualismo: el
hombre no es una única realidad, sino simplemente dos realidades totalmente
distintas en sí mismas y en sus propiedades. En sentido estricto, el hombre es su
alma, su res cogitans, pero ésta está unida a un cuerpo a través de la glándula
pineal, localizada en el cerebro. En verdad, la solución que intenta Descartes para la
unión es absurda, pues dicha glándula es material y, por tanto, totalmente distinta
del alma e imposible que se una a ella. En este punto, la tesis de Descartes depende
de la tradición platónica.
Así pues, el dualismo en Descartes es total. Tenemos dos substancias totalmente
distintas. En cuanto substancia pensante, el hombre está dotado de voluntad, es
libre y autónomo respecto a la materia, pero su cuerpo es pura extensión regido por
las leyes de la mecánica y totalmente determinado.
Señalemos, por último, la crítica que Hobbes († 1679) y Kant († 1804) hacen a
las tesis de Descartes: le acusan de pasar arbitrariamente del fenómeno psicológico
del pensamiento al pensamiento como sustancia: el hecho de que pensemos no
implica que seamos una substancia cuya naturaleza sea pensar.
ISABEL ZÚNICA
TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
5. LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS (tema)
Como hemos señalado, el tema de Dios no deja de estar presente en los
humanistas ni en autores posteriores. Incluso se puede decir que tiene una peculiar
importancia, distinta de la Edad Media, pero no pequeña.
En su duda metódica, o sea, al dudar de todos los conocimientos adquiridos
anteriormente, Descartes establece algunas hipótesis o motivos de duda. Ya hemos
visto que una de ellas es la hipotética existencia de un genio maligno (introducido
en las Meditaciones), que nos engañara continuamente. Es decir, que incluso lo que
yo veo clara y distintamente podría ser falso, por influjo de un ser mucho más
poderoso que yo y que provocara tal situación. Por eso, Descartes necesita defender
que Dios existe: si efectivamente hay un ser omnipotente y bueno, él impedirá que
el genio maligno me engañe. Por eso, es enorme la importancia de Dios en su
sistema: es el fundamento último de todo su sistema, el garante de su verdad y de
su posterior demostración de la existencia del mundo.
En consecuencia, Descartes se esfuerza, en diversos textos y con diversos
argumentos, por demostrar la existencia de Dios. En concreto, las demostraciones
más importantes se hallan en la cuarta parte del Discurso del método y en la tercera
meditación de sus Meditaciones metafísicas.
Tres son los argumentos que da para demostrar la existencia de Dios. Dos por el
principio de causalidad, y el tercero es el que, desde Kant, se denominó argumento
ontológico. Los dos primeros se apoyan en tesis de la filosofía anterior, aunque
elaboradas personalmente: parte de una realidad que conocemos (cogito, pienso) y
llega a Dios basándose en el principio de causalidad; lo peculiar de Descartes es
que parte, no de la experiencia sensible, como Santo Tomás, sino del yo con sus
ideas, puesto que ignoramos si aún existe otra cosa. Las dos primeras pruebas se
distinguen sólo por un matiz: la primera parte de la idea de un ser perfecto, y la segunda parte de la paradoja de que un ser imperfecto (yo) posea la idea de
perfección.
1ª prueba.
Descartes afirma que hay en su mente dos clases de ideas: 1) las que se refieren
a seres exteriores como el cielo, la tierra, la luz, el calor… y 2) la idea del ser
perfecto. Al primer tipo de ideas, en obras posteriores, las llamará adventicias (de
adventus: venida), porque parecen provenir de fuera de nosotros, pero, en el
momento que recoge nuestro texto, Descartes no sabe si se corresponden con
alguna realidad exterior. Es decir, no sabe si la causa de esas ideas está en algo
exterior a él, puesto que considera que no hay ningún inconveniente en que él
mismo las hubiera causado, es decir que fueran facticias (de factus: hecho), creadas
por la misma mente. Así por ejemplo, durante el sueño, nosotros creamos universos
completos que no existen realmente. Eso es posible porque tales ideas no son más
perfectas que él mismo y, por tanto, podrían ser mero producto suyo.
Sin embargo, también tenemos la idea de un ser perfecto, por el solo hecho de
darnos cuenta de que es imperfecto dudar. ¿Cuál es su causa?, ¿de dónde proviene
11
esta idea? No puede proceder de mí –dice Descartes–, porque en la causa tiene que
haber, al menos, tanta realidad como en el efecto. Admitir que lo más perfecto
proceda de lo menos perfecto, sería admitir que algo proviene de la nada, lo cual es
absurdo. La causa de mi idea de perfección no puede ser otra que el mismo Ser
perfecto, que la ha puesto en mí desde siempre y, por eso, es innata, como la llama
en las Meditaciones.
2ª prueba. Soy imperfecto, puesto que dudo, y tengo la idea de perfección. Por
consiguiente, la poca perfección que poseo no viene de mí, pues si fuera capaz de
darme una perfección, me habría dado todas las perfecciones que concibo.
Dependo, pues, de una causa que posee por sí misma todas las perfecciones y ese es
Dios.
3ª prueba: el argumento ontológico. Es la que mejor concuerda con su sistema
filosófico, pues es como una prolongación de la intuición de la existencia del yo.
Esta prueba comienza con la consideración de que hay ideas que él considera
innatas: la idea de extensión infinita o cuerpo continuo. Según él, nosotros
construimos todas las figuras y cuerpos geométricos (triángulo, cilindro, etc.) a
partir de dicha idea de extensión. Además, podemos demostrar las propiedades de
esas figuras mediante rigurosas demostraciones matemáticas, pero nada asegura
que esos objetos posean existencia exterior a nuestra mente.
Pero si tomamos como punto de partida la idea de ser perfecto, descubrimos que
su existencia se encuentra necesariamente contenida en esa idea, pues si faltara la
existencia, ya no sería la idea de ser perfecto, puesto que la existencia es la primera
de las perfecciones.
Dicho de otra manera, la idea de triángulo no permite afirmar la existencia de
ningún triángulo, pero el análisis de la idea de ser perfecto obliga a afirmar su
existencia: negarlo sería una contradicción, el ser perfecto no sería el ser perfecto.
Este mismo argumento ya había sido propuesto por San Anselmo de
Canterbury(† 1109): Dios es el ser mayor que el cual nada puede pensarse; si tal ser
sólo tuviera existencia en el pensamiento, no sería el mayor, pues el que tuviera
también existencia fuera del pensamiento sería mayor; por tanto, ese ser máximo
necesariamente existe fuera del pensamiento. San Anselmo fue criticado por su
contemporáneo el monje Gaunilón y por Tomás de Aquino. El argumento de
Descartes sería criticado por Gassendi y luego por Kant (s. XVIII). Santo Tomás y
Kant coinciden: no se puede deducir la existencia real por el simple análisis de una
esencia o de un concepto, porque el concepto, siendo abstracto, deja a un lado los
caracteres concretos y la existencia del objeto.
En defensa de Descartes hay que decir que él no pretende partir de un concepto
abstraído de lo sensible (como lo entiende Aristóteles), ni de un concepto puro
(como lo entiende Kant): es una idea innata que para él es lo mismo que una cierta
intuición de la esencia divina. Su argumento no es otra cosa que esclarecer un
conocimiento que ya se tenía.
Una vez que Descartes ha demostrado que Dios existe, se encarga de demostrar
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TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
sus atributos o perfecciones. Siguiendo la tradición anterior, se centrará
fundamentalmente en dos: Dios es causa de toda la realidad y absolutamente veraz.
Se trata de un Dios creador, que crea el mundo material (la res extensa) y los
espíritus (la res cogitans), con todas sus ideas innatas. Se trata, además, de un Dios
bueno que no nos puede engañar ni permite el engaño del hipotético genio maligno.
De este modo, el papel de Dios en el sistema cartesiano es capital. Ahora, de
manera plena, podemos confiar en nuestra razón y sus evidencias, en las ideas
claras y distintas. Este criterio de verdad está, en última instancia, garantizado por
Dios. E incluso, Dios es la garantía de que las ideas adventicias responden a algo
exterior, no son siempre pura ficción nuestra o engaño del genio maligno. En
definitiva, la idea de Dios es la única que permite pasar al exterior: haber
demostrado que fuera del pensamiento existe una realidad con características muy
especiales, será lo que permita la construcción del entero sistema cartesiano.
VI. CONTEXTUALIZACIÓN DEL TEXTO COMPLETO
Para entender el texto que hemos comentado, hay que tener en cuenta tres
aspectos fundamentales. En primer lugar, la obra concreta de que se trata y la
relación con el resto de sus obras y de las circunstancias personales que le dieron
origen, atendiendo especialmente a la evolución de su pensamiento. En segundo
lugar, la posición del autor en la historia de la filosofía y en tercer lugar, la época
en que vivió el autor, pues es el marco general de sus obras, estilo y problemas.
En primer lugar, situemos nuestro texto en el marco de la obra a que
pertenece. Desde el punto de vista filosófico, sus obras decisivas son el Discurso
del Método, las Meditationes y los Principia. De estas tres, la primera que escribió
fue el Discurso del método, para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las
ciencias. Fue publicado en Leiden, en 1637, como introducción a tres textos
científicos: Dióptrica, Meteoros y Geometría.
El Discurso está escrito en francés, pues su idea era presentar sus
descubrimientos de modo sencillo a un gran público; en cambio, las Meditationes y
los Principia son obras más técnicas, escritas en latín para el mundo académico y
culto. Al publicarlo en francés, rompía con la tradición que hacía del latín la única
lengua culta y científica. Inauguraba así una nueva forma de comunicación que
elevaría las lenguas habladas a medio adecuado para expresar la complejidad de la
investigación científica.
En el Discurso, pese a su brevedad, aparecen de modo sencillo todos los grandes
temas de su época y los principios y soluciones que Descartes había concebido para
ellos. Así pues, en el Discurso encontramos la crítica a la vieja filosofía, la
necesidad de filosofar con libertad, la importancia de la nueva ciencia y el valor del
método matemático, la duda, el criterio de verdad, el método matemático, el cogito,
Dios, el conocimiento del mundo, etc.
El Discurso está dividido en seis partes: 1ª) afirmación de que la razón
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pertenece a todo hombre por igual, pero muchos no alcanzan la verdad por falta de
método (“lo importante no es tener buen entendimiento, sino aplicarlo bien”). 2ª)
Descartes establece las 4 reglas de su método: la claridad y distinción como
características de la evidencia racional (único criterio de verdad); análisis para
alcanzar las naturalezas simples; síntesis; y la enumeración y revisión sin
omisiones. 3ª) Descartes establece una moral provisional –de carácter estoico–,
basada en 3 ó 4 máximas. 4ª) Descartes expone el núcleo de su filosofía: la duda
metódica, que le llevará al cogito, al criterio de verdad (claridad y distinción) y a
Dios, que no permite que nuestra razón nos engañe. 5ª) Resumen de su tratado El
mundo. Expone la transición del yo a Dios y al mundo externo, como extensión. 6ª)
Exposición de los motivos por los que publicó su Discurso: poner sus
conocimientos al servicio de los demás, “pues nada vale quien a nadie sirve”.
El texto que nos ocupa pertenece a la cuarta parte, que es la central y más
importante. Descartes trata aquí: la duda; los tres motivos de duda; el cogito, como
primera verdad indubitable; y la demostración de la existencia de Dios (un Dios
garante de la verdad). Da tres demostraciones, aunque en el texto que comentamos
sólo hay dos: imposibilidad de que lo perfecto proceda de lo imperfecto, y el
argumento ontológico (el ser perfectísimo necesariamente incluye entre sus notas la
existencia real).
Pasemos a la vida del autor, que, en este caso, está íntimamente vinculada a sus
obras. Descartes nació en La Haya de Turena (Francia) en 1596. Se educó entre
1604 y 1612 en el colegio de los jesuitas de La Flèche, donde estudió matemáticas,
física, lógica y metafísica, entre otras disciplinas. Se licenció en derecho en 1616 en
la Universidad de Poitiers. Se enroló en el ejercito, 1618-21 (Guerra de los 30
años), y durante las inactividades invernales se dedicó al estudio de la ciencia y la
filosofía. Estando en Neuburg (diciembre de 1619), ocurrió el episodio de la estufa.
Entre 1621 y 1628 estuvo en París dedicado a la reflexión y el estudio. Allí
escribió las Reglas para la dirección del ingenio, publicadas póstumamente. De
1628 a 1648 estuvo en Holanda, cambiando frecuentemente de residencia y
haciendo viajes cortos. En 1633 acabó su Tratado del mundo, que no publicó por
temor a la inquisición. En 1644 publica sus Principia philosophiae. En 1637, en
Leiden (Holanda) publicó su Discurso del método, como introducción a tres
tratados (Dióptrica, Meteoros y Geometría), donde aparece como el fundador de la
geometría analítica. En 1641 publicó sus Meditationes de prima philosophia,
compendio en latín de toda su filosofía. En 1649 publica El hombre y Las pasiones
del alma. Marcha a continuación a Estocolmo, invitado por la reina de Suecia,
donde muere el 11 de febrero de 1650.
En segundo lugar, atendamos a la posición de Descartes en la historia de la
filosofía. La influencia de este pensador ha sido enorme, no sólo en filosofía sino
en muchos ámbitos del pensamiento. Ciertamente hay que decir que él no es un
innovador tan radical como a veces se ha presentado. Su pensamiento recibió
muchas influencias y es difícil hallar un punto en el que sea plenamente original.
ISABEL ZÚNICA
TEMA 3. DESCARTES: EL COGITO Y EL CRITERIO DE VERDAD; LAS DEMOSTRACIONES DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
En concreto, el sujeto moderno había sido creación de los renacentistas, la libertad
de pensamiento tuvo muchos y muy anteriores defensores (por ejemplo, en Lutero
publicó en 1517 sus tesis), la duda y la evidencia del yo está en San Agustín (si
fallor, sum; si yerro, existo), el innatismo tiene sus raíces en Platón, e incluso la
idea de que dependemos de un Dios garante está en San Agustín (iluminismo) y
muchos autores medievales (Avicena, San Buenaventura, etc.).
Sin embargo, Descartes supo exponer en modo magistral ese conjunto de ideas
que constituyen la modernidad, y presentarlo como un todo coherente. De ahí que
la filosofía inmediatamente posterior dependa totalmente de él (Malebranche,
Spinoza, Leibniz, Wolff) y su influjo deje una huella importante en otros muchos
autores. Por ejemplo, en Kant o Husserl (Meditaciones cartesianas).
Se puede decir que Descartes ha sido el padre de la filosofía moderna, en el
sentido de que toda ella ha encontrado en Descartes un punto o un contrapunto de
referencia.
Por último, cabe mencionar la importancia de Descartes en el campo de las
matemáticas, al crear la geometría analítica.
En cuanto al tercer aspecto, René Descartes vivió en el siglo XVII (15961650), cuando el Renacimiento y la nueva ciencia ya habían triunfado. El
Renacimiento había puesto en primer plano al sujeto humano, como un sujeto
autónomo y libre, que había roto el yugo de la autoridad (libre interpretación de la
Biblia, negación de la autoridad papal), había ensanchado su mundo
(descubrimiento de América), se consideraba capaz de dominar la naturaleza
(ciencia y técnicas modernas, especialmente la matematización de la física). La
escolástica estaba muerta, la crítica renacentista y científica había destruido el viejo
orden de conocimientos, y se requería una nueva filosofía que respondiera a las
nuevas necesidades del espíritu: ese fue el reto al que se enfrentó Descartes.
Por otro lado, la cuestión de la religión y de Dios estaban en primer plano: todos
–protestantes y católicos– tomaban a Dios como fundamento de sus posiciones.
Descartes no será ajeno a esta consideración: Dios es uno de los pilares de su
filosofía. No sólo la idea de que existe Dios, sino que es algo que se puede
demostrar filosóficamente y que, sin él, no hay ni ciencia rigurosa ni filosofía.
Esto da razón de las líneas de fuerza de la filosofía cartesiana. Como la filosofía
escolástica había fracasado, era necesario superar la incertidumbre originada. Por el
contrario, la física moderna se iba imponiendo poco a poco con paso seguro. Esto
se debía al uso de un método nuevo: la aplicación de la matemática a la
comprensión de la naturaleza, a la construcción de la ciencia física. De ahí toma
Descartes la idea de la importancia del método para superar la duda y establecer el
conocimiento verdadero: al igual que las matemáticas, Descartes busca una primera
verdad indubitable, que, a su vez, le sirviese de punto de partida para una labor
deductiva de tipo matemático. En esta labor, irían apareciendo todos los temas de
su época: la certeza, el criterio de certeza, el sujeto libre, Dios (su existencia y la
dependencia de todo respecto a él), etc.
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