EL PAULATINO DESARROLLO DE LA AUTONOMÍA Al hablar de autonomía nos remontamos a la idea de tratar de entender cómo se desarrolla el vínculo temprano y qué necesita un niño para crecer de forma saludable. Winnicott, al describir lo que acontece en este primer vínculo entre la madre y su bebé, sostiene que se trata de una asimetría, ya que hablamos de un bebé con un aparato psíquico en estructuración y un adulto ya estructurado, lo que nos habla de asimetría y de la dependencia absoluta de un bebé recién nacido. Por el grado de vulnerabilidad de un bebé, la dependencia es una característica del desarrollo temprano del psiquismo, que comienza siendo absoluta para pasar lentamente a consolidarse como relativa, en la cual se hacen posibles la espera y la tolerancia a la frustración y permiten la capacidad de estar a solas, la creatividad y la exploración del mundo. En este momento evolutivo no podemos dejar de mencionar al apego, como la relación especial que los niños establecen con sus personas allegadas y que se manifiestan en un deseo de proximidad física, contactos sensoriales, búsqueda de apoyo y contención. El apego tiene la función de proteger y garantizar la supervivencia de los seres humanos. Al principio el bebé se manifestará llorando y a medida que progresa en su desarrollo dispondrá de otras conductas (gatear, caminar, trepar, etc.) para establecer y mantener el contacto. Estas conductas intensifican la separación pero también el peligro. Lo deseable y eficaz es que estos primeros vínculos permitan la separación y posibiliten sentimientos de seguridad y alegría, sin embargo el apego puede tomar otros modos que son dignos de tener en cuenta, porque genera ansiedad, temor y sentimientos de enojo. La actual y creciente necesidad de los padres de separarse tempranamente de su hijos nos obliga a nosotros, como institución, a pensar en cómo optimizar la tarea y cómo ayudar a los niños a superar la vulnerabilidad inicial, ya que en nuestras aulas recibimos a niños cada vez más pequeños. Esta situación nos convoca a comprometernos y a trabajar en forma conjunta con los padres. Separarse y reencontrarse son dos procesos que adquieren especial relevancia cuando hablamos de autonomía, y el modo en que se producen ambos procesos determinan de alguna manera la calidad de vida del niño que recibimos, ya que un pequeño angustiado o extremadamente inseguro no puede explorar el mundo, así como padres preocupados y cansados no sostienen, ni ofrecen la seguridad que demanda un hijo en su calidad de tal. Nuestra función como Jardín de Infantes es la socialización, pero cuando hablamos de socializar, esperamos algo más que la simple obediencia, nos proponemos que el niño asuma las normas como propias. Aprender a poner límites, enseñar a otros a convivir en un grupo, a internalizar normas, a controlar sus impulsos, implica enfrentarse con los aspectos más profundos de la personalidad. En esta tarea se comprometen nuestras emociones, afectos y pasiones que emergen e irrumpen en la escena de nuestros intercambios cotidianos con los niños. El niño que ingresa al Jardín, como primera institución educativa comienza a ampliar su marco social, se integra a la vida grupal estableciendo nuevos vínculos con otros adultos y niños. Este proceso implica renunciar a ciertos aspectos: el niño pierde la exclusividad del vínculo propia del núcleo familiar, pasa a ser miembro de un grupo, esto lo somete a nuevos aprendizajes. Debe aprender a compartir el afecto y la atención del adulto, tendrá que escuchar al otro, compartir espacios y elementos de juego. Aprender a respetar, ser solidario, ejercer un control sobre sus acciones, asumir responsabilidades, compartir, etc., son metas que el niño alcanzará a través de un proceso que se da en forma continua. Por tal motivo sostenemos que cuando los niños ingresan a las salas de dos y tres años inician la conquista de una relativa autonomía con la que muestran cuántas cosas son capaces de hacer por sí mismos, en tanto que el lenguaje verbal comienza a ser un medio de comunicación importante para expresar sus inquietudes y pedir ayuda o colaboración. Aproximadamente a los dos años los niños adquieren una serie de habilidades que dan la pauta del inicio de la autonomía: comienzan a vestirse solos, lograron hábitos alimenticios más independientes, participan en el cuidado e higiene personal y por lo general comienzan o ya controlan sus esfínteres. Nuestro propósito consiste en lograr que los niños adquieran paulatinamente autonomía y seguridad, tanto en su manejo personal dentro de la sala y en la institución como al mismo tiempo se constituyan como miembro de un grupo, con conciencia de su pertenencia al mismo. Lo que permitirá el desarrollo de una mayor capacidad de comunicación a través de diferentes lenguajes, en especial el oral y un despliegue del juego simbólico. Es precisamente entre los dos y tres años que adquiere gran importancia la incorporación de hábitos, que les permitirán a los pequeños ser cada vez más autónomos. En relación a la adquisición de ciertos hábitos como bañarse solo, controlar esfínteres, comer sin ayuda, ponerse algunas prendas, guardar sus juguetes, dormirse sin compañía, son hábitos que dependen de la actitud y del acompañamiento de los padres. Cuando un niño está sobreprotegido, le es muy difícil poder desarrollar cualquier conducta que implique cierta autonomía, simplemente porque no tiene lugar para ello. Una adecuada puesta de límites ofrece a los niños un ambiente seguro y confiable. Los niños son naturalmente inquietos, necesitan explorar, actuar, pero no ejercen un control adecuado sobre sus actos y tampoco anticipan las consecuencias de estas reacciones. Entonces, suelen exponerse a situaciones de riesgo que aún no están en condiciones de evaluar. Los límites que los adultos ofrecemos a los niños ponen orden a su mundo, le muestran un camino seguro que podrá transitar. Ofrecen protección física, seguridad y protección. Pero también favorecen el desarrollo de las competencias sociales que se desarrollan acordes a cada etapa evolutiva y que se alcanzan en forma gradual. Cuando hablamos de competencias sociales no podemos dejar de mencionar en primer lugar el establecimiento de la confianza. Erikson afirma que el establecimiento de la confianza básica en el niño se constituye tempranamente en las primeras relaciones del bebé con su madre quien le provee satisfacción a sus necesidades primarias. La continuidad de las experiencias de alimentación provee al bebé un sentimiento de confianza en su madre. Comienza a percibir un estado de bienestar asociado a su mamá o persona que los provee, quienes se vuelven familiares y confiables. El primer logro social entonces es su disposición a permitir que la madre se aleje de su lado sin experimentar ansiedad o rabia, porque ella se convirtió en una certeza interior. Confía en los proveedores externos y así puede confiar en sí mismo. La confianza que nace de los cuidados tempranos debe mantenerse a través de toda la vida y esto se logra cuando los adultos guian al niño a través de permisos y prohibiciones que tienen un verdadero significado. En este surgimiento de la confianza básica se sostienen los cimientos que regulan los intercambios del niño con los adultos y con sus pares. La aceptación de límites estará condicionada por el establecimiento de un vínculo de confianza con el adulto que guía al niño. El sostenimiento de pautas claras para actuar lo ayudan a sentirse seguro, a saber lo que se espera de él y confiar. Otra competencia es directamente el desarrollo de la autonomía que se posiciona con el comienzo de la marcha, la necesidad de explorar y la sensación de ser autónomo. Oscilan entre sentimientos de dependencia e independencia de los individuos del ambiente. La autonomía se constituye en forma gradual y paulatina en la medida en que el niño se siente rodeado de un entorno confiable. Pueden desarrollar así un estado de autonomía, pero no de total independencia, porque a su etapa evolutiva aún es imposible. Estimular la autonomía no significa que se le deba permitir hacer lo que quiere, el exceso de permisividad puede enfrentar al niño a situaciones para las cuales no está preparado. Por el contrario, si los límites son muy estrictos en lugar de estimular la autonomía se despertarán sentimientos de vergüenza y duda. También mencionamos otras competencias sociales como por ejemplo el desarrollo de la iniciativa, el aprender a compartir, adquisición muy importante para la integración del niño a la vida escolar y esto se relaciona directamente con la etapa evolutiva que transita. Tomar decisiones, lo cual implica ofrecerle opciones porque al tomar decisiones el niño desarrolla un sentido de responsabilidad sobre sus actos. Saber que hay un adulto presente para tomar las decisiones difíciles que el niño no puede resolver, le da un sentimiento de seguridad y confianza. Es fundamental tener en cuenta que hay ciertas cuestiones que son responsabilidad de los adultos, sobre los cuales los niños no deciden. Los niños a quienes se les consulta por aquello que a los adultos les corresponde resolver, se sienten sobrecargados por la responsabilidad que se les adjudica. Por último, podemos mencionar el control sobre sus propios actos, para lo cual es necesario que las normas impartidas sean comprendidas y tengan un significado real para el niño, ya que muchas veces el niño acepta y comprende el sentido de la norma pero aún no está preparado para ejercer un control adecuado sobre sus propios actos. Entonces, la presencia de un adulto dispuesto a ayudarlo es importante. Cuando el niño logra el autocontrol puede hacerse responsable de sus acciones, luego ya no necesitará que el adulto le recuerde lo que es correcto o incorrecto. Las competencias sociales anteriormente nombradas y adquiridas por los niños, son la base para que el puedan participar de la vida grupal y desarrollen, entre otras, actitudes de solidaridad, responsabilidad y cooperación. A partir de estos logros los niños comenzarán a internalizar las normas y los valores de nuestra cultura. Aproximadamente a los tres años, la denominada “crisis del desarrollo” da lugar a una autonomía que anteriormente no existía. Disminuye la dependencia del adulto, lo que no significa que el niño no lo necesite. En relación al desempeño personal y social, viven una gran ambivalencia, simbólicamente ya es independiente: caminar, come sin ayuda, domina el lenguaje con el que se comunica, controla esfínteres y ha iniciado una incipiente vida social. Puede mostrar aspectos muy maduros en cuanto a aptitudes, lenguaje, percepción y adecuación a la realidad, pero manifiesta a través de berrinches, celos y reclamos propios de un bebé, la lucha interna entre crecer y dejar de ser un bebé. Las mismas constituyen situaciones típicas en el ámbito familiar y no siempre en el educativo. A los cuatro y cinco años, las situaciones posibilitan que los niños conformen un grupo, construyan relaciones afectivas con sus pares y con los docentes, adquiriendo un conocimiento del nuevo espacio, de la organización del tiempo y también de las normas que rigen ese funcionamiento. ESTRATEGIAS DOCENTES Para el desarrollo de la autonomía Las propuestas para el desarrollo de la autonomía no ameritan un tratamiento aislado y escindido de las actividades que cada docente planifica para el desarrollo de la tarea educativa en su sala y teniendo en cuenta las pautas evolutivas del grupo. Algunas propuestas pueden ser: ♦ Percibir adecuadamente las demandas de los niños e interpretarlas teniendo en cuenta los datos que nos aporta su historia individual. Seleccionar las respuestas adecuadas a cada demanda ♦ Generar un clima de afecto y confianza. ♦ Promover la exploración del ambiente ♦ Crear un buen marco de convivencia. ♦ Desarrollar y enriquecer la capacidad de juego. ♦ Favorecer la adquisición y desarrollo del lenguaje oral. ♦ Ofrecer la posibilidad de elegir con libertad a sus compañeros de juego y los objetos con los cuales jugarán. Se trata de contextos que garantizan procesos de exploración, interacción y comunicación. ♦ Crear un ámbito de libertad implica establecer límites que les brinden contención y seguridad. ♦ Facilitar el acceso a los materiales y elementos de juego, que se encuentren al alcance de los niños y puedan guardarlos y clasificarlos a la hora de organizarlos. ♦ Organizar situaciones ricas y variadas que permitan actuar con creatividad. ♦ Ofrecer al alumno posibilidades de ejercer su iniciativa. ♦ Trabajar con consignas abiertas que impulsen a los niños a resolver situaciones cotidianas. ♦ Enseñarles a resolver sus conflictos de modo adecuado, defender sus ideas sin dañar ni desvalorizar a los otros. ♦ Ofrecer diferentes niveles de ayuda cuando lo requieren y a todos los niños que lo necesiten, respetando las diferentes individualidades. PROPUESTAS PARA TRABAJAR CON LOS PADRES. ♦ TALLER VIVENCIAL: “A preparase y a separarse” Se propone para el ciclo lectivo próximo y teniendo en cuenta las dificultades observadas durante el inicio del presente año escolar, un taller para los padres de las salas de dos años, cuya temática principal a desplegar será el proceso de adaptación de los hijos al Jardín de Infantes y las sensaciones, angustias, alegrías y desconciertos que produce en los padres este primer despegue para muchos. ♦ ESCUELA PARA PADRES ESCRITA: Abordando específicamente el proceso del control de esfínteres, como pauta de la creciente autonomía de los niños. Destinada a las salas de dos y tres años de edad. ♦ ESCUELA PARA PADRES ESCRITA: Introducir la temática del proyecto sobre Educación para la sexualidad, explicitando la fundamentación del mismo y las razones por las cuales lo abordamos desde el Nivel Inicial. ♦ ESCUELA PARA PADRES PRESENCIAL: ¿Cómo acompañar a nuestros hijos en las distintas etapas de su desarrollo? • Salas de dos, tres y cuatro años: abordando la temática de los límites y el rol que nos compete como padres. • Salas de cinco años: la dinámica girará alrededor de la finalización del Nivel Inicial y la articulación con el Nivel EG. ♦ ENTREVISTAS CON PADRES:. Continuidad del trabajo iniciado con aquellos niños en quienes se observaron dificultades en relación a pautas de autonomía, y con los cuales se llevaron a cabo entrevistas con sus padres.