la reforma protestante como justificación bélica

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LA REFORMA PROTESTANTE COMO
JUSTIFICACIÓN BÉLICA
Resumen:
En este ensayo, los autores pretenden analizar el cruento periodo de guerras
continuadas a lo largo y ancho de la Europa del siglo XVI hasta mediados del
XVII, auténticas luchas de poder entre las monarquías reinantes, que utilizaron
la religión y el cisma protestante como estandarte divino, para disimular y
justificar sus verdaderos intereses.
Palabras clave: Monarquías, territorios, diplomacia, pactos, política, religión.
Asbtract:
In this essay the autors will try to analyze the bloody periods of war from he XVI
century to XVII century. The authentic struggles for power between the ruling
monarchies who use the religion for their own good and the Protestant schism
as their divine banner to disguise and justify their true interests.
Keywords: Monarchies, Territories, Diplomacy, Pacts, Politics, War, Religion.
Autores:
Julio Martinez
Enrique Romero
Universidad de Salamanca
La Reforma protestante
La Reforma religiosa fue uno de los acontecimientos clave dentro del contexto
europeo de la Edad Moderna. Marcó el inicio de una serie de acontecimientos
que protagonizaron tanto el siglo XVI como el XVII. De hecho, la nueva
ortodoxia motivó enfrentamientos bélicos que, en realidad, escondían
querencias geoestratégicas de las grandes potencias de la época. Por tanto,
las razones dogmáticas se constituyeron como coartadas de peso para tamizar
los desequilibrios de poder que existían en la Europa de la época.
1
Precisamente, el tema que centrará el presente ensayo está relacionado con
las justificaciones religiosas que se concedieron a varios de los conflictos
continentales que se sucedieron durante el siglo XVI e inicios del XVII. Por ello,
en el presente estudio se van a tratar varios enfrentamientos que se
desarrollaron en esta época, como las guerras de Kappel, las conflagraciones
de Esmalcalda, las deflagraciones religiosas en Francia y sus implicaciones
internacionales, así como la guerra de los Ochenta Años, de la que también se
hará mención. Sin olvidar los levantamiento de los campesinos alemanes, que
tuvieron lugar poco después de la publicación de las 95 tesis.
Todo ello se realizará para alcanzar una serie de objetivos. El más importante
de ellos es ver la influencia que tuvieron los postulados reformistas y católicos
en el desencadenamiento de estos conflictos. Y, más concretamente, se podrá
el foco en la relevancia que tuvieron los posicionamientos protestantes en el
inicio de los mencionados enfrentamientos En este sentido, y de forma
subsidiaria, se intentará analizar si en estas luchas entre los poderes europeos
pesaron más las cuestiones de estrategia o aquellas de índole ideológico –que
estarían relacionadas con los asuntos religiosos.
Pero, antes de continuar, hay que preguntarse ¿quién fue el gran iniciador de
este cisma? Martín Lutero, un alemán cuyos orígenes entroncaban con una
familia de relativo nivel económico que pudo acceder a formación superior. De
hecho, en 1501 comenzó a estudiar leyes en Erfurt, una de las universidades
germanas con mayor reconocimiento en la época. Sin embargo, pocos años
después, en 1505, Lutero decidió consagrarse a Dios, a través de la
pertenencia a un monasterio agustino. Y, en este contexto, en 1507 comenzó
Teología en Wittemberg, en donde entró en contacto con humanistas, cuyo
lema principal era Ad fontes! “De ahí la importancia que concedió a nivel
espiritual e intelectual al estudio y reflexión personal sobre las fuentes primarias
de fe, prescindiendo de intermediarios, que no dejaban de ser una fuente de
información secundaria”1.
Pero si hubo un hecho que supuso un quiebro en la vida del fraile ése fue su
visita a Roma en 1510 por encargo de sus superiores de la Orden. Una vez allí
1
Amores, 2013: 4.
2
percibió la “frivolidad y mundanidad de la Corte papal”2. Ante esta realidad
comenzó a reflexionar en torno a la posibilidad de un cambio en la Iglesia, que
la alejase de las circunstancias que consideraba nocivas. Hay que entender
que el germano estaba educado en los valores del trabajo y la austeridad, por
lo que no entendía “el lujo, ostentación y corrupción del clero católico” 3. En este
sentido, “angustiado por el problema de su salvación, con los escrúpulos de un
hombre sensible y exigente, deseoso de la reforma dentro de su Orden y
escandalizado tras su viaje a Roma, sufrió una profunda crisis vocacional y de
fe”4. Todo esto, junto con las lecturas que hizo a diferentes documentos
religiosos, como la Epístola a los romanos de San Pablo, hizo que encontrase
los fundamentos para su filosofía posterior.
Por esta razón Lutero sufrió diversos procesos, tanto civiles como religiosos,
hasta que llegó la acusación de hereje el 15 de junio de 1520 de la mano de la
bula Exurge domine, sancionada por el papa León X. El agustino respondió a
esta decisión quemando el documento enviado desde Roma. Pero un poco
más tarde, el 3 de enero de 1521, la dieta de Worms insistió y le invitó a
retractarse de sus postulados, hecho que el fraile no aceptó. Como
consecuencia, también fue declarado hereje por el emperador a través del
Edicto de Worms de 25 de mayo de 1521.
Ante la pérdida de la protección política, uno de sus principales apoyos,
Federico el Sabio, duque de Sajonia, organizó una suerte de secuestro, con el
fin de ponerle a salvo llevándole a un lugar más seguro. En concreto, fue
trasladado al castillo de Wartburg, donde permaneció un año, periodo en el que
se ocupó de desarrollar sus ideas teológicas. Salió de su retiro para calmar los
ánimos de la revuelta campesina, de la que se hablará más adelante.
En cualquier caso, la reforma luterana tuvo lugar en un contexto geográfico,
social, económico y político muy concreto. El ámbito alemán era el más
extenso de la Europa del siglo XVI, llegando a vivir en el mismo en torno a 20
millones de personas. Empero, esta población estaba muy desigualmente
distribuida. Así, mientras existían zonas con una mayor densidad, como el Valle
2
3
4
Ibídem, 15.
Ibídem, 15.
Floristán, 2001: 89.
3
del Rhin y el sur, otras regiones, como Sajonia, Turingia, el Elba y el Noroeste
contaban con una mejor cantidad de habitantes5. A estos desequilibrios se
sumó un gran éxodo rural entre 1480 y 1530, que se dirigió hacia las ciudades
y núcleos urbanos, los cuales vivieron un gran desarrollo.
Sin olvidar el impulso que vivieron diferentes actividades, como el
comercio o la banca, que se vieron alentadas ante la decadencia de Francia.
Una situación que llevó consigo el ahondamiento de los desequilibrios en el
territorio germano, debido a que “mientras algunos territorios se estaban
desarrollando y urbanizando, otros seguían anclados en el pasado, en las
estructuras sociales y económicas del Medioevo”6. En aquellas zonas en las
que el campesinado sufría una peor situación comenzaron a estallar
sublevaciones locales, llegándose a impulsar organizaciones y ligas agrarias
contra los gobernantes7.
Estos levantamientos exigían la vuelta al derecho antiguo contra los intentos de la
nobleza y de la Iglesia de aumentar la cuantía de las exacciones, contra la
limitación del derecho del usufructo de pastos que pretendían implantar los
señores, contra el derecho romano, reivindicaban asimismo la abolición de la
8
servidumbre. Se trataban de levantamientos de carácter eminentemente social .
La relevancia de este tipo de movimientos se encuentra relacionada en que, a
la postre, generaron una serie de tensiones sociales que provocaron
precedentes favorables a la ruptura protestante9 “En este entorno tan convulso
y deshilachado apareció Lutero con su Reforma religiosa”10.
A su vez, el posicionamiento de Lutero hay que entenderlo dentro de un
contexto ideológico concreto. “El fraile agustino fue el representante de una
amplia tradición de intento de reforma de la Iglesia Católica desde unas bases
milenaristas. Pero, además, este reformador coincidió con el desarrollo y
maduración del humanismo, con personalidades como Erasmo de Róterdam”11.
En este sentido,
5
6
7
8
9
10
11
Amores, 2013: 3 y 8.
Ibídem, 8.
Ibídem, 9.
Ibídem, 9.
Ibídem, 9.
Ibídem, 8
Amores, 2013: 2
4
El problema religioso era un conflicto que se arrastraba ya desde la alta Edad
Media. Se atestiguan, en este periodo, movimientos religiosos de carácter
milenarista, que trataban de socavar, de la misma forma, el poder religioso y el
poder político de la Iglesia reivindicando una lectura más literal de las Sagradas
12
Escrituras .
A pesar de todo, el Catolicismo pudo ir afrontando estos movimientos de la
mano de diferentes concilios, como el de Montpellier de 1062, el de Toulouse
de 1119 o el segundo y el tercero de Letrán. Así, progresivamente el poder de
la Iglesia se fue fortaleciendo hasta que el Papado se convirtió en una de las
monarquías más poderosas de la península itálica. Y, en estas circunstancias,
la institución eclesial quiso construir una magna obra, la catedral de San Pedro
del Vaticano. Para ello necesitaban grandes recursos, por lo que recurrió a las
indulgencias y a la venta de cargos13. Fue la gota que colmó el vaso. Además:
A todo esto se hubo que añadir el desarrollo de una nueva espiritualidad. Ya
14
desde el siglo XIV se iba gestando la devotio moderna , una religiosidad que
propugnaba una reforma de la espiritualidad, de los conventos y de los laicos de la
1516
sociedad a través de los Hermanos de la vida común .
En este sentido, no se deben pasar por alto las razones religiosas que
impulsaron el movimiento reformador. No hay que olvidar que la Iglesia, en su
faceta política y económica, se encontraba en uno de sus mejores momentos,
aunque no ocurría lo mismo en los planos espiritual, disciplinal e ideológico 17.
De esta forma, una gran parte de los mandatarios de la organización eclesial se
constituían, de facto, en príncipes seculares cuya formación teológica y
vocación brillaba por su ausencia. A esto se añadía que los religiosos de menor
rango se caracterizaban por la ausencia de una instrucción intelectual. Hasta
12
Ibídem, 10.
Ibídem, 10.
14
Esta nueva concepción de la devoción abogaba por la difusión de una piedad más
íntima, personal, directa y espontánea, por lo que se criticaban las mediaciones eclesiales y la
liturgia. Confería una mayor importancia a la figura de Cristo, que se convertía en un eje
fundamental. De igual forma, esta manera devocional era optimista en relación a las
posibilidades del hombre y abogaba por la lectura directa de los textos bíblicos (Floristán, 2002,
85).
15
Los Hermanos de la Vida Común fue una organización religiosa cuyos inicios se remontaron
al siglo XIV y que defendía la puesta en práctica de la devotio moderna. En otras palabras, sus
componentes defendían un credo y ortodoxia desde la laicidad y, a pesar de estos
posicionamientos, entre sus miembros también se podían encontrar clérigos. Sus integrantes
apostaban por el voto de pobreza, pero rechazaban la mendicidad que practicaban otras
órdenes, como los franciscanos. De hecho, vivían de la copia de manuscritos y de la edición y
venta de libros, lo que les permitió servirse de la imprenta y contribuir al impulso de la
mencionada herramienta.
16
Amores, 2013: 10.
17
Amores, 2013: 11.
13
5
tal punto llegaba dicha circunstancia que había predicadores y teólogos que
nunca habían leído la Biblia18.
De igual forma, se deben mencionar las perspectivas ideológicas que surgieron
en la época. Entre ellas, la más importante fue el Humanismo, que consideraba
al hombre como el centro del Universo. Una aseveración que difería de lo que
había ocurrido hasta entonces, cuando lo dominante era una visión teocéntrica.
“Esta cultura laica generó fuertes e importantes ataques al escolasticismo que
en aquel entonces se practicaba en las Universidades. Y un autor que atacó
asimismo al escolasticismo fue Martín Lutero”19.
Otra de las causas del surgimiento de tendencias contestatarias dentro
del Catolicismo era la excesiva centralización y jerarquización administrativa de
la institución romana. Una realidad que se observaba en el hecho de que cada
vez que un obispado quedaba vacante era el Vaticano el que decidía el nombre
del nuevo titular. Pero, además, la elección no se producía atendiendo a
necesidades pastorales, sino a los intereses económicos y de poder existentes
en San Pedro20.
Y en el contexto de conformación y definición de los poderes de
monarcas y príncipes no se entendía que un mandatario extranjero, como era
el Papa, tuviera potestad para tomar decisiones dentro de su territorio, a través
de los obispos. Por ello, trataron de tomar las riendas de la designación de los
responsables de las diócesis de sus reinos y de subordinar a la Iglesia a sus
designios21. En estas circunstancias se definieron los postulados del
Luteranismo.
Uno de los fundamentales fue la lucha contra las indulgencias que
comercializaba la organización eclesial. En un inicio, la Iglesia permitía la
redención de los pecados y la confesión de los mismos ante la comunidad, que
era, como cuerpo social, la que determinaba la pena y el perdón.
Progresivamente, esta fórmula fue convirtiéndose en más íntima, a través de la
conversación con un sacerdote. Y no fue hasta el siglo VII cuando se pudo
18
19
20
21
Ibídem, 12.
Ibídem, 13.
Ibídem, 12.
Ibídem, 13.
6
satisfacer mediante el pago de un montante económico o a través de la
peregrinación a un santuario.
Por ello, la institución eclesial vio este recurso como una vía de financiación,
por lo que, de esta forma, en 1517 se desarrolló una predicación en favor de la
compra de indulgencias, con la finalidad de conseguir dinero para pagar las
obras de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Uno de los principales
impulsores de este proceso fue el dominico germano Johann Tetzel. Sin
embargo, este problema no era el único que aquejaba a la organización
eclesial. Había otros muchos, como la falta de preparación y ejemplaridad del
clero rural y de los miembros de las órdenes religiosas, que no cumplían los
votos de pobreza, obediencia y castidad. Unos comportamientos que eran
reproducidos por los obispos, que en muchas ocasiones se llegaban a ausentar
de sus diócesis y sólo se preocupaban de aumentar sus rentas económicas22.
De esta forma, a principios del siglo XVI “muchos reclamaban una profunda
reforma de la Iglesia [...] Con ello se pedía la purificación de los abusos y el
perfeccionamiento de la vida cristiana mediante el retorno a la doctrina
primitiva, pero manteniendo la unidad y la continuidad de la fe”23. En estos
movimientos se encontraba enmarcado Lutero, para quien, por ejemplo, las
indulgencias eran “un tráfico mercantil, y era algo ilegítimo, ya que implicaba
una actitud como mínimo impía”24.
Así, el 31 de octubre de 1517 clavó en la puerta de la iglesia del Palacio de
Wittemberg sus 95 tesis, en las que, entre otros elementos, criticaba la
redención monetaria de los pecados, pero todavía no se hacía referencia al
Pontífice. “Si el hombre podía salvarse sólo creyendo [...] no tenía sentido
pagar para conseguir una determinada estancia en el Purgatorio que permitiera
al alma purgar sus culpas y así poder entrar en el reino de Dios”25
En cualquier caso, el pensamiento luterano se puede resumir en cinco ideas
fundamentales. La primera de ellas sería la autoridad de la Biblia y la
supremacía de Jesús. El agustino defendía la superioridad de Cristo como
22
Floristán, 2002: 85.
23
Ibídem, 83.
24
25
Amores, 2013: 17.
Amores, 2013: 2.
7
salvador de cada uno de los fieles de manera individual, fundamento que restó
poder a la Iglesia. En esta nueva tendencia serán las Sagradas Escrituras las
que se conviertan en fuente de autoritas, superando de esta forma la tradición y
la patrística católicas26.
En segundo lugar, se halla la justificación por la fe. “La piedra angular de la
teología luterana y el punto de partida de todas sus reflexiones, incluidas las
políticas, es la tesis de que sólo la fe en Dios hace justos a los hombres” 27. El
origen de esta afirmación es la angustia que sentía Lutero cuando indicaba que
nada de lo que pueda hacer el humano le serviría para justificarlo ante el
Altísimo y, por ende, para lograr su salvación28. En consecuencia, se da
primordial importancia a la predestinación y a la justificación de los actos por la
fe.
En este sentido, “si el hombre no puede elegir entre el bien y el mal, entonces
es Dios mismo quien separa a los que justifica de los que condena” 29. Así, y al
instituirse esta última idea, “el elemento de poder en los sacramentos
disminuyó en importancia, y los tintes políticos quedaron eliminados”30.
Relacionado con este aspecto aparece el tercero de los postulados:
La teología luterana, al tener como sacramentos válidos al bautismo y la
31
eucaristía , no sólo va a disminuir su número sino también su poder. Pues los
sacramentos representaban, hasta la llegada de la ruptura luterana, la posibilidad
que tenía el fiel de obtener la gracia divina. Al disminuir el poder de los mismos
desciende el poder de la Iglesia sobre los fieles. Este declinar en el número de
sacramentos va a ser consecuencia de la búsqueda por parte de Lutero de
argumentos bíblicos para sostener la necesidad de los mismos, y en la Biblia sólo
32
se hace referencia e hincapié en el bautismo y la eucaristía
De hecho, al existir una relación más personal, directa y espiritual con Dios, la
palabra del Altísimo, a través de la Biblia, es el centro del corpus doctrinal. En
consecuencia, “los sacramentos pierden importancia y cambian de naturaleza:
26
Simiele, 2010: 79.
Varnagy, 2003: 213.
28
Simiele, 2010: 80.
29
Floristán, 2001: 88.
30
Wolin, 1993: p.: 164.
31
En el caso de la eucaristía, Lutero “demandaba que se devolviera el cáliz a los laicos,
y en la transubstanciación defendía la presencia real del cuerpo y de la sangre de Cristo, con lo
que en realidad propugnaba era la consubstanciación” (Amores, 2014, p.: 24).
32
Simiele, 2010: 83 y 84.
27
8
son meros símbolos salvíficos, que no confieren la gracia por sí mismos sino
sólo en la medida de la fe del que los recibe”33.
El menor poder de la organización eclesial también se observó en la defensa
del sacerdocio universal, otro de los posicionamientos básicos del Luteranismo.
De la mano de este postulado, todos los componentes de la comunidad tenían
la posibilidad de cumplir la labor de ministro religioso, basándose en la idea de
igualdad. Por tanto, consistía más en una cuestión de jerarquía que en una de
rol34. De este posicionamiento se desprendía la posibilidad de que cualquier fiel
contaba con la capacidad de leer la Biblia y sacar conclusiones válidas de la
misma, razón suficiente para defender la traducción de las Sagradas Escrituras
a las lenguas vernáculas.
En relación con la concepción de sacerdocio universal se encuentra el quinto y
último de los elementos fundamentales del luteranismo. Se trata de su idea de
Iglesia, basada en que consistía en una institución que “no tiene existencia real,
salvo en los corazones de sus fieles seguidores”35. Por tanto, y de acuerdo a
estas ideas, el reformista germano puso en duda el papel de la organización
eclesial como entidad mediadora para la salvación e los creyentes. En último
término, cuestionó el papel omnímodo y centralista de Roma, abogando por la
inexistencia de intermediarios entre Dios y el hombre.
Empero, con el paso del tiempo se va a dar cuenta de la necesidad de
organizar a los fieles, por lo que su discurso se fue transformando en favor de
una estructura estatal alemana. Algo que se debe entender en que si no debía
haber un cuerpo religioso socialmente diferenciado36, los directores del culto
también habían de subordinarse al poder temporal, como el resto de la
población de este territorio37.
En otro orden de cosas, y aunque Lutero era un pensador religioso y no un
filósofo político, también defendió algunos postulados sobre la autoridad
33
Floristán, 2001: 89.
Simiele, 2010: 81.
35
Ibídem, 83.
36
Otra de las implicaciones de las nuevas ideas luteranas era la no diferenciación del
clero, ya que al no constituirse como un intermediario entre el cielo y la tierra, no hay razón
para que sus comportamientos o estatus divergieran de los del resto del cuerpo social. Como
resultado de esta nueva circunstancia es que dejó de ser obligatorio el celibato sacerdotal.
37
Amores, 2013: 2.
34
9
terrenal38. “Aunque sería infructuoso negar la primacía de los elementos
teológicos en el pensamiento luterano, es erróneo deducir de ello que haya
sido ajeno al interés por la actividad política”39. Además, no hay que olvidar que
estas formulaciones ejercerían “una profunda influencia sobre las ideas
políticas”40. En este sentido el germano defendía la doctrina de los dos reinos:
[...] pensaba que los seres humanos se debían dividir en dos grupos o reinos: el
Reino de Dios, donde se debían incluir los que creían en Cristo, y el Reino de este
mundo. Cada uno de estos diferentes ámbitos debía disponer de su sistema
político. Así, el Reino de Dios debía estar gobernado por un sistema espiritual,
mientras que el Reino de este mundo, por un sistema secular. El espiritual debía
41
recurrir a la palabra como instrumento, y el secular, a la espada .
Dentro de esta teoría, mientras que el creyente pertenecería al gobierno de
Dios, la autoridad terrenal existiría para controlar a los impíos, pudiendo
emplear la fuerza militar para imponerse. De ahí, la referencia a la espada. Así,
“si todos los hombres fuesen cristianos consecuentes o verdaderos cristianos
no sería necesaria la espada del gobierno secular”42. Pero el cristiano también
debía aceptar este sistema político temporal con el fin de dar ejemplo. De esta
forma se explica la falta de apoyo de Lutero a los campesinos en sus
levantamientos de 152443. Al fin y al cabo, “el cristiano debe obedecer a las
autoridades porque éstas existen por voluntad de Dios. Desobedecer a la
autoridad es desobedecer a Dios mismo”44. Por lo que, de acuerdo a esta
afirmación, “en el uso de la espada el gobernante y sus hombres actúan como
instrumento de Dios”45.
38
En este sentido, se debe indicar que tanto Lutero como otros reformadores como
Calvino eran teólogos, pero de sus posicionamientos también se desprenden ideas políticas:
[eran] teólogos [...]. Por consiguiente no podemos pedirles que nos presenten
una filosofía política completa ni una teoría general de la política [...] [pero]
quisiéranlo o no, ambos reformadores se vieron obligados a dar muchos consejos
políticos concretos [...]. Ellos consideraron que sus afirmaciones en materia de
política se derivaban directamente de sus premisas teológicas [...]. Sólo es posible
interpretar adecuadamente su enseñanza política a la luz de su teología, pues
nunca pensaron que se le examinara por separado (Forrester, 1963: 305).
39
Wolin, 1993: 157.
40
Ibídem,156.
41
Amores, 2013: 30.
42
Simiele, 2010: 85.
43
Amores, 2013: 30.
44
Simiele, 2010: 86.
45
Bainton, 1955: 267.
10
La obediencia a un gobernante injusto puede ser una cruz que debemos llevar en
este mundo. Pagar con mal sería, para el ciudadano privado, desobedecer a Dios
y dañar su propio alma. La resistencia implica la usurpación no autorizada del
46
poder de juicio y condenación de Dios y por tanto es ilegítima .
Sólo estaba justificada la desobediencia cuando el gobernante ordenaba algo
que transgredía o iba en contra de la conciencia religiosa de sus gobernados.
No obstante, esta residencia siempre debía ser pasiva47. “Una consecuencia de
todo esto va a ser el fortalecimiento de las autoridades seculares y el
debilitamiento del poder eclesiástico, fenómeno que va a favorecer el
absolutismo monárquico y la centralización política”48.
Empero, no se debe obviar que la distinción entre ambos reinos ya existía
durante la Edad Media, pero “a diferencia de lo que venían sosteniendo la
mayoría de los teólogos escolásticos, Lutero no va a afirmar la superioridad del
orden espiritual sobre el orden temporal”49. De esta forma, y por todo lo que se
ha expuesto:
La Reforma protestante o luterana forzosamente implicó una ruptura religiosa,
política, social y cultural en la Europa moderna y en el mundo en general. Es cierto
que inicialmente fue uno de tanto intentos renovadores de la espiritualidad que
había partido de una reflexión teológica desde dentro de la propia Iglesia
(recordemos que Martín Lutero era un fraile agustino), pero, sin embargo,
50
desembocó en la división religiosa y política de Europa. Generó una fractura .
Además, no se debe obviar que las nuevas ideas reformistas también animaron
a determinados sectores a alzarse en armas. Uno de los casos más conocidos
fue la revuelta de los campesinos, que comenzó en 1524 en el sudoeste del
Imperio. Además, en 1525, de la mano de Thomas Müntzer, este movimiento
comenzó a extenderse por diferentes regiones, llegando a criticar y poner en
cuestión la jerarquía social existente en el Imperio.
Las causas de este levantamiento hay que buscarlas en la situación que se
vivía el campo alemán, acuciado por los impuestos. Y, en estas circunstancias,
apareció el corpus teológico defendido por Lutero, que postulaba la libertad
religiosa y una rebelión ante la autoridad de vaticana. “Un segmento de la
46
47
48
49
50
Forrester, 1963: 325.
Simiele, 2010: 86.
Ibídem, 88.
Ibídem, 84
Amores, 2013: 12.
11
población, compuesta por campesinos, interpretó la liberación espiritual de la
Iglesia de Roma como una liberalización social”51.
Este acontecimiento obligó a Lutero a salir de su reclusión en Wartburg, para
aclarar y matizar sus premisas teológicas. De esta forma, quería poner
distancia de los posicionamientos de los sublevados. “Al enterarse, escapó de
su encierro porque [...] nunca pudo tolerar que se mezclasen los dos reinos; el
espiritual y el político”52. Llevó hasta tal punto su postura, que incitó a los
gobernantes a que “aplastaran a los rebeldes sin piedad”53. Un posicionamiento
que se debía a que culpaba a las clases bajas de haber cometido tres graves
pecados: “Romper la obediencia a la autoridad; provocar la rebelión; y escudar
su actuación violenta en el Evangelio”54.
En consecuencia,
[...] el pensamiento político de Martín Lutero, así como todo su planteamiento
religioso, pareció haberse quedado a medio camino entre el Papado de Roma y las
nuevas corrientes radicales reformistas, encontrando su principal respaldo en un
poder secular cada vez más fortalecido. El resultado del luteranismo fue, pues, que
55
la religión ganó acaso en espiritualidad, pero el Estado ganó, sin duda, en poder .
En cualquier caso, el fraile agustino no fue el representante del único
movimiento crítico con la Iglesia Católica que hubo en esta época. Un ejemplo
de ello fue Ulrich Zwlinglio, coetáneo de Lutero, que desarrolló su ortodoxia en
un contexto sociopolítico diferente. Zwlinglio era de Suiza, un territorio formado
por 13 cantones, en los que había un predominio del ámbito urbano.
Además, existía una mayor influencia del Humanismo entre sus élites, por lo
que las tesis del mencionado reformador fueron más radicales que las de
Lutero56.
De esta manera, el ideólogo helvético fue plenamente iconoclasta, llegando a
suprimir las velas, las campanas y el canto durante las ceremonias. Se fomentó
el uso de la lengua vernácula en las liturgias y los sacerdotes tenían las
mismas vestiduras que el resto. Se promulgó la sola autoridad de la Biblia y se
51
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54
55
56
Amores, 2013: 26.
García, 2013: 52.
Ibídem, 53.
Ibídem, 53.
Ibídem, 55.
Floristán, 2001: 92.
12
abogó por la total predestinación. Asimismo, únicamente se reconocieron dos
sacramentos, el Bautismo y la Cena, pero como simples símbolos de unión
entre el hombre y Dios. La Iglesia se diseñó de abajo a arriba y los fieles
llegaban a elegir a los pastores57.
También se debe hacer mención a la labor impulsada por Calvino, quien supo
dotar al protestantismo de una “disciplina eclesiástica clara, de un culto
ordenado y de un modelo eficaz de Iglesia capaz de dar la réplica al renovado
catolicismo de la Contrarreforma”58. La doctrina calvinista tiene como centro la
transcendencia absoluta en Dios, que es una figura inalcanzable. Además, se
aboga por la predestinación, ya que la deidad, “en su infinita sabiduría, ha
dispuesto para cada hombre en su soberana voluntad, con independencia de lo
que haga, que se salve o se condene para siempre”59.
Los sacramentos reconocidos son el Bautismo y la Cena, pero, al mismo
tiempo, se impuso una disciplina rigurosa en todos los ámbitos, suprimiendo la
disidencia política, las malas costumbres y la herejía. “La vida en Ginebra se
volvió austera, rígida y policial, centrada en la catequesis, el estudio de la
escritura, los sermones... El baile, el canto, las lecturas profanas, la bebida y
otras actitudes inmorales fueron perseguidas"60.
Y, en último lugar, se debe hacer una mención al anglicanismo, surgido de la
mano de Enrique VIII de Inglaterra. El rey, junto con el Parlamento, reguló y la
liturgia de la nueva organización eclesial.
La misa dejó de contener la idea de sacrificio y de presencia real de Cristo: los
altares se sustituyeron por simples mesas de madera, la liturgia fue en inglés,
cobró más importancia la Palabra (predicación, rezo y canto de salmos),
desapareció la misa diaria, los vasos litúrgicos y otros objetos sagrados fueron
incautados. Obispos y presbíteros mitigaron su condición sagrada: pudieron
casarse. Sólo se reconocieron dos sacramentos, Bautismo y Cena: los rituales del
61
matrimonio, de difuntos, de ordenación perdieron su antiguo esplendor .
Frente a estas reformas cristianas, el Catolicismo respondió con un movimiento
de reafirmación de sus principios, haciendo hincapié en su unidad y
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61
Floristán, 2001: 92.
Ibídem, 93.
Ibídem, 94.
Ibídem, 94.
Ibídem, 97
13
universalidad62. Unos posicionamientos que se fijaron en el Concilio de Trento,
que se convocó en tres fases fallidas, la de Mantua de 1536; la de Vicenza de
1538 y la de Trento de 1542. La cita definitiva comenzó el 13 de diciembre de
1545 en la ciudad trentina y su desarrollo fue bastante agitado, ya que tuvo
lugar en tres etapas. La primera con Paulo III (1545–1549), la segunda con
Julio III (1551–1552) y la tercera con Pío IV (1562–1563). “Trento reafirmó los
principales dogmas de la fe católica frente a los protestantes. También, la
Iglesia Católica se reorganizó para afrontar con mayor eficacia la cura de almas
de sus fieles y la recuperación de los espacios de la Reforma”63.
Y se tomaron varias decisiones en este sentido. Por ejemplo, en lo referente a
las fuentes de la fe, la Biblia se convirtió en la principal, pero su interpretación
debía ser realizada por sacerdotes de acuerdo a los posicionamientos oficiales
de la Iglesia. Por otro lado, se reafirmó el valor de los sacramentos –que
ascendían a siete–, mediante los cuales se conseguía la gracia. Los mismos
“son signos de Cristo y no de la Iglesia, y otorgan la gracia en sí mismos, no
según la fe de quien los recibe”64. Y, más concretamente, se ensalzó la
eucaristía, como renovación del sacrificio de Cristo y como presencia real de su
cuerpo y sangre, además del matrimonio, “como unión pública ante la
comunidad, con el sacerdote como testigo solemne”65.
Asimismo, se reafirmó el papel y la importancia institucional de la Iglesia, como
“cuerpo místico de Cristo, pero también [como] sociedad histórico–jurídica
unitaria y jerarquizada”66. De igual forma, se dio más importancia al sacerdocio
ministerial en una triple perspectiva: obispo, presbítero y diácono. De esta
forma se retornó a la idea de autoritas anterior al siglo XVI.
Si el movimiento humanístico había cuestionado el principio de autoridad, el
concilio de Trento se propuso restituirlo. La Contrarreforma, en materia
propiamente religiosa, fue un esfuerzo intelectual, dogmático e institucional por
renovar y reforzar la autoridad y el magisterio de la iglesia y de su Pontífice como
garantes únicos de la verdad revelada. Al hombre sólo le cabría el deber de la
humilde y santa ignorancia, para aceptar sin dudas los preceptos de Cristo y de su
67
Iglesia .
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Ibídem, 98.
Floristán, 2001: 102.
Ibídem, 102.
Ibídem, 102
Ibídem, 102.
Gómez, 2004: 243.
14
Al mismo tiempo, se reafirmó el celibato obligatorio, mientras que se intentaba
dar un nuevo ímpetu al clero secular, definiendo sus funciones.
El párroco enseñará las oraciones y la doctrina en la predicación dominical y en la
catequesis de los niños; controlará la administración de los sacramentos mediante
registros parroquiales, y vigilará el cumplimiento de los mandamientos de la Iglesia
(confesión y comunión anual). Para ello, debe recibir una formación moral e
intelectual esmerada: el Concilio ordenó la erección de seminarios en cada
68
diócesis .
Además, las nuevas perspectivas conciliares promovieron la religiosidad
popular, rechazada por los protestantes. Así, se impulsaron las cofradías
devocionales, que se centraron en el rezo del rosario, la oración por los
difuntos, la celebración de los misterios o la caridad con los enfermos, entre
otras funciones. “El reconocimiento de ciertos milagros y, sobre todo, la
canonización de nuevos santos, supervisada desde Roma, animó la fe del
pueblo”69. De esta forma, los templos católicos se convirtieron en espacios
iconódulos, al llenarse de crucifijos, vírgenes y santos. Por tanto, en el Concilio
de Trento se fueron tomando medidas para alejar la ortodoxia romana de la
reformada. “En la cristiandad católica se acentuó el clericalismo, la uniformidad
y la riqueza formal de los ritos, frente al mayor protagonismo de los laicos y la
diversidad y mayor sobriedad litúrgica de las iglesias protestantes”70.
La Iglesia más conservadora cerró filas frente a cualquier novedad y contra los
peligros que se habían hecho reales tras la reforma protestante. De algún modo
la Contrarreforma fue un intento imposible de regreso a la Edad Moderna, una
71
vuelta al pasado para ganar el presente .
Entre los ámbitos en los que la Contrarreforma tuvo un mayor impacto se
encuentra el intelectual, ya que los lugares de pensamiento no podían salirse
de la oficialidad. “Claustros, seminarios, púlpitos y universidades fueron
vigilados desde los obispados para controlar la corrección del dogma y para
detectar cualquier doctrina que se separase mínimamente de las disposiciones
de Trento”72. En este sentido, se debe mencionar al Barroco como el estilo que
encarnó en gran medida los postulados del Concilio.
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Floristán, 2001: 103.
Ibídem, 103.
Ibídem, 103.
Gómez, 2004: 211.
Ibídem, 214
15
La ideología contrarreformista encontró su lenguaje en el Barroco, cuyas distintas
manifestaciones tuvieron como rasgo común no ya la ocultación metafórica, sino su
presentación al receptor por medio de signos visibles. Prescindiendo de lo
analítico, el Barroco se hace materialista: se esfuerza en que el espectador vea y
toque, que se convenza por medio de la conmoción ante lo material. Los lenguajes
barrocos, visuales o verbales, pretendieron hacer perceptible todo lo invisible, [...]
73
pues más que pensar, se pretendía que el espectador sintiera .
Al fin y al cabo lo barroco se constituyó como una tendencia artística y política,
que hizo de lo pedagógico una de sus razones de ser. Algo que se consiguió,
entre otras fórmulas, a través de lo visual. Precisamente por ello, las
tendencias que se dieron durante esta época intentaron, fundamentalmente,
enseñar, pero también impresionar:
Los lenguajes verbales y visuales de la Contrarreforma persiguieron la admiratio, la
sacudida del público por la vía de lo insólito. Frente a la imitatio, eje en torno al cual
había girado la creación renacensitas, aparece el ingenium, la capacidad de
74
trasgredir la preceptiva teórica tradicional y producir algo nuevo .
En definitiva, la Contrarreforma, lejos de alzarse como un movimiento defensivo
frente a las tendencias reformistas que proliferaban en toda Europa, se
constituyó como una manera de ataque al enemigo. De hecho, los impulsores
de la nueva lectura del Catolicismo no sólo deseaban mantener intactas las
fronteras de su credo, sino ampliarlas a costa de los grupos luteranos,
calvinistas y demás comunidades protestantes75.
Así, una de las figuras claves de la nueva religiosidad contrarreformista fue
Felipe II. Su política siempre estuvo muy cerca del Vaticano, ya que, al fin y al
cabo, era el representante de la Monarquía Católica. De hecho, en una real
cédula del 12 de julio de 1564 dispuso que los edictos de Trento se convirtieran
en leyes para los reinos hispanos.
En España se optó por una interpretación restrictiva de los decretos conciliares,
que reflejan los manuales de confesión o los numerosos procesos inquisitoriales
contra teólogos y humanistas. El pecado y los tormentos del Infierno se convirtieron
en argumentos recurrentes para la predicación, y el confesor adquirió una
importancia determinante en la vida de individuos y comunidades, uniendo la
76
amenaza de la condena a la devoción afectiva y misericordiosa .
Sin embargo, en su faceta personal el rey también dejó entrever un gran
providencialismo. Por ejemplo, la coincidencia entre la victoria de Lepanto y el
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Gómez, 2004: 218.
Ibídem, 303.
Ibídem, 244.
Ibídem, 213.
16
nacimiento de uno de sus hijos provocó que se desatase una gran euforia en
su Corte. Una forma de pensar que, por ejemplo, se pudo observar también en
sus intervenciones públicas:
Los discursos inaugurales de las Cortes de Castilla en su nombre comenzaban
normalmente afirmando que su gobierno trabajaba “primero y principalmente a lo
que toca al servicio de Dios, nuestro señor, y la defensa y conservación de su
santa fe y religión católica”.
Luego pasaban revista a las recientes y onerosas empresas que se habían llevado
a cabo “con el santo fin que tiene [Su Majestad] delante de los ojos, de estender
(sic) la santa religión christiana (sic)” y concluían con un llamamiento a la
aprobación de impuestos “como tan fieles y leales vassallos (sic), tan zelosos (sic)
del servicio de Dios, nuestro señor, y de su Magestad (sic), y del bien universal
77
destos (sic) reynos (sic), y de la christiandad (sic), pues anda todo junto” .
Esta forma de pensar también afectó tanto a su política interna como a la
externa:
Por encima de todo, la convicción de Felipe II de que estaba realizando la obra de
Dios le enajenó de realismo en la planificación estratégica y de flexibilidad cuando
sus subordinados se quejaban de que sus órdenes parecían imposibles de
78
cumplir .
En este sentido, llegaba a pedir consejo a Juntas de Teólogos para identificar
los designios divinos sobre aquellas problemáticas políticas con una dificultad
más alta de lo normal. Algunos ejemplos de ello fueron las consultas en torno a
la planificación del Concilio de Trento o sobre las herejías habidas en los
Países Bajos. “Una vez identificado el designio divino, Felipe se disponía a
movilizar la asistencia sobrenatural para lograr sus fines”79.
Con este objetivo buscaba el apoyo de los santos, por lo que contaba con
7.442 reliquias, 12 cadáveres completos, 144 cabezas íntegras y 306
extremidades de individuos ascendidos a los altares80. De igual forma,
promovió que sus súbditos exteriorizaran la religiosidad, por lo que solamente
en la década de 1560 firmó centenares de órdenes para que los dirigentes
clericales impulsaran ciclos de oración en favor del buen desenvolvimiento de
determinados acontecimientos políticos. Entre ellos, la consecución del éxito
en el concilio de Trento, la derrota de los turcos o el fin de la peste, entre otros
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Parker, 2001: 37.
Ibídem, 39.
Ibídem, 38.
Ibídem, 38.
17
acontecimientos81. Pero si hubo una obra en la que se pudo observar el
posicionamiento religioso de Felipe II, ésa fue el monasterio de El Escorial. Se
trató de un complejo arquitectónico que “servía como visible bastión contra el
surgimiento de la herejía, pues su liturgia y su iconografía religiosa afirmaban
sin cesar la validez de la doctrina católica”82.
En definitiva, tanto las declaraciones como los actos de Felipe II contaban con
tres estratos de visión mesiánica:
En primer lugar, Felipe creía que Dios le había elegido con el fin de que gobernara
explícitamente para lograr sus designios sobre el mundo. En segundo lugar,
estaba igualmente convencido de que Dios le tenía bajo especial protección para
que estuviera en condiciones de alcanzar esas metas (aunque el proceso pueda
resultar ni obvio ni fácil). En tercer lugar, tenía la certeza de que, si era necesario,
83
Dios intervendría directamente para ayudarle a triunfar .
Por tanto, Felipe II fue un claro ejemplo de política providencialista. Pero esta
tendencia se pudo ver en el pensamiento estratégico de casi todos los Estados
en el siglo siguiente a la Reforma. En este sentido, la Biblia se consideró como
la guía de salvación espiritual y política. “La mayoría de las naciones de este
periodo se veían a sí mismas como nuevo pueblo elegido al que Dios le había
concedido un mandato imperial especial”84.
Los conflictos bélicos del Siglo XVI.
La primera guerra de Kappel
Fue un conflicto armado en 1529 entre los protestantes y los cantones católicos
de la Antigua Confederación Helvética durante la Reforma en Suiza. Terminó,
sin ningún tipo de batalla acabando con la primera paz de Kappel.
Bajo la dirección de Ulrico Zwinglio, el cantón protestante y de la ciudad de
Zürich había concluido con otros cantones protestantes una alianza de
defensa, la Christliches Burgrecht, que también incluye las ciudades de
Constanza y Estrasburgo. Los cantones católicos de respuesta habían formado
una alianza con Fernando de Austria.
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Parker, 2001: 39.
Ibídem, 38.
Ibídem, 37.
Ibídem, 36.
18
Los conflictos entre las dos partes se levantaron también sobre la situación
los territorios comunes, especialmente la Thurgau, donde la administración
cambiado dos veces al año entre los cantones y que de este modo
cambiaron entre las normas católicas y protestantes. Varios intentos
mediación fracasaron, como la disputa de Baden en 1526.
en
ha
se
de
Después de numerosos incidentes menores y provocaciones de ambos lados,
un sacerdote católico fue ejecutado en la Thurgau mayo 1528, y el pastor
protestante J. Keyser fue quemado en la hoguera en Schwyz en 1529. El colmo
fue la instalación de un corregidor católica en Baden. Zürich declaró la guerra el
8 de junio, ocupó Thurgau y los territorios de la Abadía de San Galo y marchó a
Kappel en la frontera de Zug.
Por mediación del Tagsatzung Federal, la guerra abierta se había medio
evitado. La historia cuenta que en vez de pelear, los dos ejércitos
pacíficamente compartieron una sopa de leche, conocido como el Kappeler
Milchsuppe, 85
Ambos bandos, los católicos de la Suiza interior y los protestantes de Zúrich,
dirigidos por Zwinglio coincidieron para batallar cerca del pueblo de Kappel en
el cantón de Zúrich, y estaban alojados tan cerca los unos de los otros que los
centinelas podían dirigirse la palabra y fraternizar.
Las tropas alpinas tenían mucha leche, mientras los hombres de las fértiles
tierras de labranza zuriquenses tenían pan. Entonces decidieron reunirse y
celebrar juntos un banquete para mezclar ambos alimentos en una gran olla.
En aquel entonces, la sopa de leche era el desayuno suizo por antonomasia.
Colocaron la olla en la línea de defensa que dividía ambos ejércitos. Cada
parte respetó rigurosamente esta frontera cantonal entre Zurich y Zug y no
pisó terreno enemigo, con el resultado que después del almuerzo se suspendió
la batalla y se establecieron negociaciones de paz.
Finalmente el acuerdo de paz no fue precisamente favorable para la parte
católica, que tuvo que disolver su alianza con los Habsburgo de Austria. Las
tensiones se mantuvieron sin resolver, y estallarían de nuevo en la Segunda
Guerra de Kappel, tan solo dos años más tarde.
Segunda Guerra de Kappel
Las tensiones entre las dos partes no habían sido resueltas por la paz
alcanzada después de la primera guerra de Kappel dos años antes, y las
provocaciones de ambos bandos continuaron sin cambio alguno, impulsada en
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ELLIOT 2002 : 25
19
particular por la Confesión de Augsburgo de 1530. Además, la parte católica
acusa a Zürich de ambiciones territoriales.86
En los cantones católicos se negaron a ayudar a las Tres Ligas en los
Grisones, en la guerra contra Musso el ducado de Milán, Zürich considera que
es una violación de los acuerdos entre la Confederación y las Tres Ligas y
declara un embargo en contra de los cinco cantones católicos alpinos , en la
que también participó Berna.
Mientras que el Tagsatzung había mediado con éxito en 1529, en esta ocasión
el intento fracasó, entre otras cosas porque Zwinglio estaba ansioso por una
confrontación militar. Los cantones católicos declararon la guerra a Zürich el 9
de octubre 1531.
El 11 de octubre de 1531, una fuerza de aproximadamente 7.000 soldados de
los cinco cantones católicos se enfrentó a un ejército de tan sólo 2.000
hombres de Zürich en la batalla de Kappel. El ejército de Zürich, respaldado por
los demás cantones protestantes fue liderado por Zwinglio, mientras que el
ejército católico combinado estaba al mando de Hans Jauch de Uri. Las fuerzas
principals de Zürich llegaron al campo de batalla en grupos dispersos y
agotados después de una marcha forzada. Las fuerzas católicas atacaron y
después de una breve resistencia, cerca de 500 protestantes resultaron
muertos en la batalla o mientras huían. Entre los muertos estaba el propio
Zwinglio y otros veinticuatro pastores.
El cuerpo de Zwinglio fue capturado por el ejército católico victorioso y
quemado por hereje.87
Respuesta protestante
Tras la derrota en Kappel, Berna y otros cantones reformados marcharon para
rescatar Zürich. Entre el 10 15 al 21, un gran ejército de la Reforma marchó por
el valle Reuss a las afueras de Baar. Al mismo tiempo, el ejército católico
estaba ahora acampado en las laderas de la montaña de Zug. El ejército
combinado Zrich-Bern intentó enviar 5.000 hombres mayores de Sihlbrugg y
Menzingen para rodear el ejército en la montaña de Zug. Sin embargo, el
ejército reformado marchó lentamente debido a la falta de disciplina y el
saqueo. Por la noche del 23 al 24 10, sólo habían llegado Gubel en Menzingen.
Esa noche fueron atacados por una fuerza pequeña Católica de Aegeri y
expulsados. Alrededor de 600 soldados protestantes murieron en el ataque y la
retirada en pánico que siguió.
Esta derrota destruyó gran parte del ejército combinado Zürich-Berna y ante el
aumento de las deserciónes, se retiró el 3 de noviembre volviendo por el Reuss
86
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ELLIOT 2002: 29
Ibídem :30
20
de Bremgarten. El retiro dejó gran parte de lago Zürich y la ciudad sin
protección., viéndose obligados a impulsar una rápida solución de paz.88
Secuelas
Heinrich Bullinger, que había sido profesor en Kappel, y desde 1523 un
partidario abierto de Zwinglio, en el momento de la batalla era pastor en
Bremgarten. Después de la batalla de Kappel, Bremgarten fue re-catolizada. El
21 de octubre, Bullinger huyó a Zürich con su padre, y el 9 de diciembre fue
declarado sucesor de Zwinglio.
La paz que puso fin a la guerra, la llamada Zweiter Landfrieden 89obligó a la
disolución de la alianza protestante. Se dio prioridad al catolicismo en los
territorios comunes, pero permitió municipios o parroquias que ya se habían
convertido al permanecer protestante. Solamente los lugares de importancia
estratégica, como el Freiamt o aquellos a lo largo de la ruta de Schwyz para el
valle del Rin en Sargans eran forzosamente recatolizadas. Uno de los
resultados del tratado, probablemente no prevista por los firmantes 90, fue el
establecimiento a largo plazo de la convivencia religiosa en varios territorios
sometidos suizos. Tanto en el Thurgau y Aargau, por ejemplo, las
congregaciones católicas y protestantes comenzaron adorando en las mismas
iglesias, lo que condujo a nuevas tensiones y conflictos a lo largo de los siglos
XVI y XVII. El tratado también confirmó el derecho de cada cantón para
practicar ya sea la católica o de la fe reformada, definiendo así la
Confederación Suiza como un Estado con dos religiones, una novedad relativa
en Europa Occidental. El resultado de la guerra también confirmó y consolidó la
mayoría católica entre los trece miembros de pleno derecho de la
Confederación Suiza: después de los asentamientos posteriores en Glarus y
Appenzell, siete cantones medio llenas y dos permanecieron católicos,
mientras que cuatro y dos mitades quedaron firmemente suizo Protestante
Reformada.
Un esfuerzo sin éxito por los cantones protestantes, especialmente Zúrich, a
modificar los términos de coexistencia confesional en 1656, la primera guerra
de Vilmergen, condujo a una reafirmación del status quo en el Dritter
Landfrieden91. Una segunda guerra civil religiosa en 1712, la segunda guerra
del Vilmergen, terminó en una victoria decisiva y protestantes importantes
revisiones en el cuarto Landfrieden de 1712.
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Carlos V contra los Principes Protestantes.
La Guerra de Esmalcalda
Como Soberano, después de la imposición de la Corona Imperial por mano del
Pontífice (1530), Carlos V se sentía obligado a dedicarse completamente a la
solución de los problemas que el luteranismo había creado en Europa y en
Alemania en particular, con el fin de salvaguardar la unidad de la fe cristiana
contra el embate de los turcos. Antes, en 1523 había cedido las islas de Malta y
Gozo, así como Trípoli a la Orden de Malta.
En el mismo año 1530 convocó la Dieta de Augsburgo, en la cual se
enfrentaron luteranos y católicos sobre las llamadas Confesiones de
Augsburgo. Carlos confirmó el Edicto de Worms de 1521, es decir la
excomunión para los luteranos, amenazando la reconstitución de la propiedad
eclesiástica. Como respuesta, los luteranos, representados por las llamadas
«órdenes reformadas», actuaron dando vida a la Liga de Esmalcalda (1531).
Tal coalición, dotada de un ejército y de una caja común, fue llamada también
la Liga de los Protestantes.
Esta claro que los seguidores de la doctrina de Lutero asumieron la
denominación «protestantes» en cuanto ellos, reunidos en Órdenes
Reformadas», en el curso de la segunda Dieta de Espira de 1529, protestaron
contra la decisión del Emperador de restablecer el Edicto de Worms: edicto que
había sido suspendido en la precedente Dieta de Espira (1526).92
Reconociendo que era necesaria una reforma y para intentar resolver el
problema, el pontífice Pablo III convocó un Concilio ecuménico en la ciudad de
Trento, cuyos trabajos comenzaron oficialmente el 5 de diciembre de 1545.
Concilio del que ni el ni el Emperador ni el Papa que lo había convocado vieron
la conclusión.
Tras la negativa de los protestantes a reconocer el Concilio de Trento, el
emperador comenzó la guerra en el mes de junio de 1546, con un ejército
armado por el pontífice, al mando de Octavio Farnesio, otro austríaco mandado
por Fernando de Austria y otro de los soldados de los Países Bajos al mando
del Conde de Buren. También apoyaba al Emperador, Mauricio de Sajonia que
había sido hábilmente apartado de la Liga de Esmalcalda.
Carlos V consiguió una contundente victoria en la batalla de Mühlberg en el
1547, poco después los príncipes alemanes se retiraron y se subordinaron al
Emperador. De la Dieta de Augsurgo de 1548, resultó un secreto imperial
conocido como el Interin de Augsburgo93, para gobernar la Iglesia en espera de
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Ibídem : 33
ELLIOT 2002 : 36
22
las resoluciones del Concilio. En el ínterin se respetaba la doctrina católica,
pero se permitía la comunión por las dos especies y el matrimonio del clero.
Tras la victoria imperial en la Guerra de Esmalcalda (1546-1547), muchos
príncipes protestantes estaban descontentos con los términos religiosos del
Interim de Augsburgo, impuesto tras la derrota. En enero de 1552, liderados
por Mauricio de Sajonia, muchos formaron una alianza con Enrique II de
Francia en el Tratado de Chambord (1552).
A cambio de apoyo financiero francés y asistencia, le prometieron a Enrique la
posesión de los Tres Obispados (Metz, Verdún y Tolón) como vicario del
Imperio. En la consecuente guerra de príncipes, Carlos tuvo que huir a Carintia
ante el avance de Mauricio de Sajonia, mientras que Enrique capturó las
fortalezas de Metz, Verdun y Tolón. Ante la guerra con Francia, su hermano
Fernando, como rey de Romanos, negoció la paz con los protestantes en el
Tratado de Passau (1552), en el que el emperador garantizaba la libertad de
culto a los protestantes.
A pesar de su victoria no logró el deseo tan perseguido de llegar a unificar
política y socialmente el luteranismo con el catolicismo, por lo que tan sólo
ocho años después, en 1555, se vio obligado a suscribir la Paz de Augsburgo
por medio del cual se reconocía el inalienable derecho de los alemanes de
adherirse a la confesión católica o al luteranismo 94. Dando fin, aunque fuese de
manera temporal (50 años), al largo conflicto generado por la Reforma.
La Guerra de los Ochenta Años.
Causas de la guerra en los Paises Bajos
El emperador Carlos V nació en Gante en 1500 y se crio en el condado de
Flandes, del cual era titular, por lo que era visto por sus súbditos neerlandeses
como monarca de su tierra. Sin embargo, Carlos V abdicó en 1556 en su hijo
Felipe II, el cual, criado en España y con intereses siempre más en la línea de
los intereses de Castilla95, era visto como un monarca extraño y extranjero.
Esta impresión se puso de manifiesto el día de la abdicación de Carlos V en
Bruselas, donde en contraposición al emperador, flamenco, cosmopolita y
políglota, el nuevo rey era incapaz de dirigirse a sus súbditos flamencos en su
lengua96.
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23
La situación de Flandes, a un paso de Inglaterra y fronterizo con Francia y con
el Sacro Imperio Romano Germánico (del que nominalmente formaba parte),
tenía una gran importancia estratégica para la monarquía hispánica.
Amenazaba a Inglaterra con una invasión, cerraba el cerco de Francia junto
con España y las posesiones italianas de los Habsburgo, y era la puerta de
entrada a Alemania desde el norte, sacudida por las guerras de religión.
La religión
Ya durante el reinado del emperador Carlos V, el calvinismo había hecho acto
de presencia en los Países Bajos y había sido reprimido por éste, intentando
incluso implantar un tribunal de la Inquisición para luchar contra la herejía. Esta
política fue continuada por su hijo, que en 1565 estableció los decretos
tridentinos, causa de un gran malestar, ya que impedían la libertad de culto a la
que aspiraban los nobles y los calvinistas.
Por otro lado, la reorganización de los tres grandes obispados existentes en los
Países Bajos en diecisiete más pequeños, topó con la oposición de la gran
nobleza, puesto que los segundones de las familias nobles aspiraban
usualmente al cargo de obispo97, y no tenía el mismo prestigio (ni ingresos) una
gran diócesis, que una de las diecisiete pequeñas diócesis previstas.
Finalmente el énfasis puesto por el calvinismo en la honestidad, la modestia, la
frugalidad y el trabajo duro encajaban muy bien con la mentalidad de los
industriosos holandeses embarcados ya en un incipiente capitalismo mercantil
desde final de la edad media, y hay fundadas hipótesis de ser una de las
fuentes de diferenciación del crecimiento económico. Éste era uno de los más
ricos dominios de Felipe II (tres zonas económicas principales salen de la Edad
Media, Flandes, Norte de Italia, y luego la península Ibérica), y chocaban
fuertemente con la estructura económica peninsular y la férrea posición
nobleza hispano-católica98 y de sus latifundios en la producción económica, con
una menor productividad (en este momento, se rompe también el acuerdo que
desde el siglo XIV había existido entre la nobleza castellana que aportaba la
lana merina y la industria textil de Flandes, que tan buenos réditos había
producido a la nobleza castellana, por una elevada valoración del recurso,
aunque con tendencia a la baja con el largo plazo). Las comparaciones entre
los sistemas productivos resultaban desfavorables para el prestigio del
catolicismo.
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24
La economía
La economía jugó un papel importante en el estallido de la rebelión en los
Países Bajos. La guerra entre Suecia y Dinamarca cerró el comercio y las
importaciones de trigo procedentes del mar Báltico, provocando una caída del
comercio y de los salarios, una carestía de alimentos y la subida del precio de
estos, lo que facilitaba la tarea de los calvinistas de criticar la riqueza y el lujo
de la Iglesia99 cuando la población empezaba a sentir el hambre. Esta situación
alcanzó su cenit en agosto de 1566 con una brusca subida del precio de los
alimentos. Hay que hacer notar la coincidencia en el tiempo entre la subida de
los precios y el estallido de los desórdenes iconoclastas de ese mismo mes,
que provocaron el envío a los Países Bajos de Fernando Álvarez de Toledo,
Duque de Alba.
La pérdida de los subsidios enviados por la corona en 1568 para pagar al
ejército, a manos de corsarios ingleses (en concreto, William Hawkins,
hermano de John Hawkins), obligaron al Duque de Alba a recaudar impuestos
para sufragar al ejército estacionado en Flandes (la décima). Esto fue
demasiado para los holandeses, obligados a mantener a un ejército extranjero,
utilizado para reprimirles en época de recesión económica y en contra de los
usos y costumbres de su tierra.
La rebelión
El 5 de abril de 1566, la pequeña nobleza presenta a Margarita de Parma,
gobernadora de los Países Bajos y hermana de Felipe II, el Compromiso de
Breda, una reclamación formal en la que solicita la abolición de la Inquisición y
el respeto a la libertad religiosa.
Posteriormente, el 15 de agosto, día de la Asunción, un incidente deriva en
disturbios provocados por los calvinistas, en los que asaltan las iglesias para
destruir imágenes de santos que ellos consideran heréticas. Ante la clara
rebeldía de parte de la población y la nobleza, Felipe II decide enviar a
Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, al frente de un ejército para
reprimir a los rebeldes, como primera medida de un plan de pacificación, que
prevé el viaje de Felipe II a los Países Bajos. Durante el año que tarda el duque
de Alba en llegar a los Países Bajos, la princesa Margarita ha conseguido
hacerse con el control de la situación dominando la insurrección e informado a
su hermano, por lo que la llegada del duque de Alba al frente de un ejército
provoca su dimisión en desacuerdo con la política del rey.
99
Ibídem : 44
25
El duque arriba a Bruselas el 28 de agosto de 1567, y el 5 de septiembre crea
el Tribunal de los Tumultos, conocido por los neerlandeses como el Tribunal de
la Sangre100, que condenará a muerte a centenares de flamencos y confiscará
sus propiedades.
El 8 de septiembre cita a los nobles neerlandeses con la excusa de informarles
sobre las órdenes del rey. Es una trampa en la que se detiene a los condes de
Egmont y Horn, dos de los principales nobles flamencos que habían prestado
importantes servicios al rey, y que serían decapitados en la Gran Plaza de
Bruselas el 5 de junio del año siguiente (1568).
El príncipe Guillermo de Orange, otro de los principales nobles flamencos y
muy apreciado por el padre de Felipe II, se había refugiado en las propiedades
de su familia materna en Alemania. Desde allí financia a los denominados
Mendigos del Mar101 y alza un ejército de mercenarios alemanes de su propio
bolsillo y lo pone al mando de sus hermanos.
Las Guerras de Religión en Francia y
sus implicaciones internacionales
Se conoce como Guerras de religión de Francia a una serie de ocho conflictos
que se desarrollaron en Francia durante la segunda mitad del Siglo XVI y en el
que se enfrentaron católicos y protestantes calvinistas, conocidos como
hugonotes. El desarrollo del humanismo durante el Renacimiento provocó el
nacimiento de una corriente reformista que cuestionó los tradicionales
principios de la religión católica, tal y como la enseñaba la Iglesia de Roma. Al
catolicismo tradicional, pues, se opondrá el protestantismo y ello
desencadenará una terrible guerra civil. Las discordias empiezan en los años
1540 y 1550 debido a destrucciones iconoclastas cometidas por protestantes
de objetos del ritual romano que los católicos consideraban sagrados; reliquias,
Custodias y estatuas de santos. A finales del reinado de Enrique II, el conflicto
se politiza y al morir el rey en 1559, los partidos religiosos se organizan para
preparar sus estructuras militares. Las guerras de religión empiezan en 1562 y
prosiguen, con intervalos de paz hasta 1598, con la promulgación del Edicto de
Nantes. Estos disturbios religiosos resultan especialmente difíciles de estudiar
por su complejidad. A las diferencias religiosas se superponen enfrentamientos
100
101
ELLIOT 2002 : 45
Ibídem : 46
26
políticos, luchas sociales, divergencias culturales y por último, un contexto
europeo tenso.
Causas del conflicto
Debilitamiento del poder real:
Estos disturbios coinciden con un debilitamiento de la autoridad real. Los reyes
Francisco I y Enrique II no habían tolerado ninguna oposición a su poder. Al
morir este último en un accidente el 10 de julio de 1559, los reyes Francisco II y
Carlos IX son demasiado jóvenes para poder imponer su autoridad. No pueden
impedir que los franceses se enzarcen en esta guerra. Entre ambos
contendientes, la reina madre Catalina de Médicis y su canciller Michel de
l'Hospital tratan sin éxito de mantener la continuidad del Estado por medio de la
tolerancia religiosa.
La insubordinación de los franceses toma como modelo el comportamiento de
príncipes y grandes señores, que toman las armas sin permiso del monarca. El
feudalismo que aún se vive en Francia queda de manifiesto con la progresiva
autonomía de los señores y de sus partidarios. La convocatoria de los Estados
Generales, que se lleva a cabo tres veces durante estas guerras de religión es
el testimonio patente del debilitamiento de la autoridad real. El rey necesita el
apoyo de sus súbditos para poder adoptar decisiones que se respeten. Pero
ahora se cuestiona incluso el poder real por aquellos que también desean que
el rey se pliegue ante estos órganos consultivos.
La lucha por el poder y por el favor del rey:
Al ser los reyes demasiado jóvenes para reinar102, distintos campos políticos
tratan de imponerse para controlar el poder real. Tres son los grandes clanes
familiares que se enfrentarán:
Los Montmorency: se trata de una de las familias con más abolengo y más
poderosas de Francia. Ello se debe a la gran fortuna del condestable Jeanne
de Montmorency que ejercía una gran influencia sobre el rey Enrique II. En esta
familia se encuentran Francisco de Montmorency y los hermanos Châtillon (el
cardenal de Châtillon, François d'Andelot y Gaspar II de Coligny). Divididos
entre católicos y protestantes, los Montmorency se unen contra la creciente
influencia de los Guisa, sus rivales. Su pelea por alcanzar el poder hace que
las guerras de religión sean una especie de guerra privada entre ambas
familias. Los Montmorency son los grandes perdedores del conflicto (sus
102
ELLIOT 2002 : 98. El autor hace énfasis en este aspecto, como una de las causas principales de los
acontecimientos.
27
miembros mueren en combate, asesinados, encarcelados y exiliados).
Resurgen junto a Enrique IV con Montmorency-Damville.
Los Guisa: son los seguidores del partido católico. Primos del duque de Lorena,
ascienden políticamente gracias a Claudio de Lorena y Francisco de Lorena,
los dos primeros duques de Guisa y gracias también a María Estuardo que se
convierte en reina de Francia entre 1559 y 1560. Son también de esta familia el
cardenal de Lorena, Enrique de Guisa y Carlos de Mayena. Con frecuencia
menoscabado por la reina madre, a causa de su intransigencia los Guisa
regresan de modo triunfal a primera fila política gracias a su popularidad. Son
los grandes vencedores de las guerras de religión. En 1588, consiguen
expulsar al rey Enrique III de la capital y a deponerlo al año siguiente. A pesar
de su derrota y de su sometimiento a Enrique IV, tienen el suficiente poder para
que el rey no pueda atacarlos.
Los Borbón: al ser descendientes directos del rey San Luis, son príncipes de la
casa de Francia. Es una familia en la que algunos de sus miembros pertenecen
al partido protestante, entre ellos Luis de Condé y su hijo Enrique de Condé y
Antonio de Borbón y su hijo Enrique IV. Se trata de una familia dividida con
dificultades para tener un verdadero jefe. Frente a sus primos y a su tío, el
cardenal de Borbón, Enrique IV consigue imponerse con dificultades. La muerte
del último Valois le lleva a asumir la corona de Francia.
La implicación de los países vecinos
Las guerras de religión en Francia son también la consecuencia de la
intervención de países vecinos que tratan de debilitarla 103. Al perder Francia la
Batalla de San Quintín en 1557 y firmar el Tratado de Cateau-Cambresis, ve
perder su hegemonía en beneficio del reino de España, vencedor en dicha
batalla. Sin embargo, y a pesar de su declive durante la segunda mitad del
Siglo XVI, Francia continuará siendo una gran potencia europea. La reina de
Inglaterra Isabel I interviene en apoyo de los protestantes y el rey de España,
Felipe II apoyará al clan de los Guisa, católicos intransigentes. Durante las
guerras de religión, Francia estará dividida en dos facciones apoyadas
financiera y militarmente por potencias extranjeras. Durante los años 1580,
Inglaterra y España se enfrentarán utilizando Francia como escenario. Pero hay
también reivindicaciones territoriales. Inglaterra desea recuperar Calais,
perdida en 1558 y España desea recuperar la parte septentrional de Navarra.
Por su parte, Saboya, aliada a España quiere recuperar las ciudades italianas
ocupadas por Francia tras las Guerras de Italia.
103
ELLIOT 2002: 102
28
Las guerras de religión en Francia dependen mucho del contexto europeo. Esto
es especialmente significativo en el caso de los Países Bajos españoles en los
que los disturbios políticos y religiosos se acentúan a partir de 1566. La guerra
en Flandes repercute automáticamente en los conflictos franceses y viceversa.
También el rey de Francia recurre a ejércitos extranjeros para restablecer su
autoridad. Recurre a tropas suizas e italianas, enviadas por el Papa. Ambos
bandos recurren a los reiters alemanes. Los españoles también utilizan tropas
flamencas.
Los orígenes del conflicto:
Los primeros problemas religiosos aparecen bajo el reinado de Francisco I
(1515-1547). El rey de Francia cree que la doctrina protestante es nefasta para
su autoridad104. Se opone categóricamente a éstos cuando se producen las
primeras agresiones iconoclastas a imágenes y reliquias religiosas. A partir del
Affaire des Placards (el "asunto de los pasquines" que consistió en que los
protestantes pusieron pasquines propagandísticos por todo el país llegando
incluso al dormitorio del rey), el 18 de octubre de 1534 el rey empieza a
perseguir a los protestantes, publicando edictos condenatorios.
Pero es durante el reinado de su hijo Enrique II (1547-1559), cuando las
tensiones religiosas aumentan peligrosamente. Más intolerante aún que su
padre, Enrique II acosa sin tregua a los "herejes". Multiplica los edictos y crea
las cortes ardientes para condenarlos a la hoguera. A pesar de esa
persecución es también éste el momento de mayor auge del protestantismo.
Bajo la dirección de inteligentes líderes (como Juan Calvino), el protestantismo
cada vez convence a más gente. Los entornos urbanos (artesanos y
burgueses), y la nobleza son el terreno más propicio para su crecimiento. Su
dinamismo y su éxito provocan un odio feroz entre los católicos más
intransigentes. Los dos partidos se creen en posesión de la verdad acerca de la
fe. El país está al borde de una crisis religiosa, y sólo la fuerte autoridad del rey
hace que Francia permanezca unida durante sus guerras contra España. La
brutal muerte de Enrique II en 1559 abre un período de incertidumbre.
En 1560, los diferentes partidos se enfrentan para controlar el poder real, en
manos de un joven adolescente inexperto Francisco II. El joven rey confía el
gobierno a los tíos de su esposa, el duque de Guisa y el cardenal de Lorena
miembros intransigentes del partido católico. Los protestantes, encabezados
por el príncipe de Condé cuestionan la legitimidad de los Guisa e intentan
forzar su relevo. Esto desembocará en el primer episodio violento de las
guerras de religión, el tumulto de Amboise.
104
Ibídem : 103
29
La violenta muerte de Francisco II a finales de 1560 tranquiliza los ánimos
momentáneamente. La reina Catalina de Médicis que ejerce la regencia en
nombre del jovencísimo Carlos IX busca una aproximación entre las posturas
de católicos y protestantes. Junto al canciller Michel de l'Hospital, multiplica los
encuentros entre los dos partidos e intenta incluso por medio del coloquio de
Poissy de mantener la unidad de los cristianos. Sin embargo, la política de la
reina fracasa debido a los fuertes antagonismos entre católicos y protestantes.
La aparición de un partido moderado en la corte lleva a una menor presión
sobre los reformadores. Los protestantes se sienten libres y los más violentos
tratan de imponerse a la fuerza lo que lleva a diversos enfrentamientos en
distintas partes de Francia. Al final, Catalina de Médicis no es capaz de
controlar la situación105.
El año 1561 representa el apogeo del protestantismo en Francia. Hay unos dos
millones de protestantes. Los católicos están cada vez más irritados. Se
multiplican los actos violentos en todo el país. Los dos partidos se arman. A
principios de 1562, la catástrofe se presagia. El 17 de enero de 1562, Catalina
de Medicis promulga el Edicto de Enero que es una auténtica revolución, ya
que consagra la libertad de conciencia y la libertad de culto para los
protestantes, siempre que éstos restituyan los lugares de culto de los que se
habían apoderado. La tolerancia civil instaurada por la reina producirá el efecto
contrario al que se buscaba106.
El conflicto
Podemos distinguir tres fases en el desarrollo de las Guerras de Religión en
Francia:
La ofensiva protestante de 1560 a 1570, periodo en el que el protestantismo va
creciendo (entre la nobleza y en las ciudades). El creciente aumento del
número de adeptos desencadena en los protestantes un impulso entusiasta
que les lleva a creer en la posibilidad de convertir a todo el país. Tras varios
enfrentamientos, la Masacre de San Bartolomé en 1572 corta drásticamente el
desarrollo del movimiento y pone fin definitivamente a las ilusiones de los
protestantes.
La ofensiva de los descontentos desde 1572 hasta los años 1580, periodo
durante el que las Guerras de Religión parecen más un conflicto político llevado
por un partido católico moderado descontento por el reforzamiento del poder
105
106
ELLIOT 2002 : 105
Ibídem : 105
30
real. En cabeza de este movimiento se sitúa el propio hermano del rey
Francisco de Alençon junto a la alta nobleza católica.
La ofensiva católica de los años 1580 a 1599, periodo en el que aparecen las
premisas de la Contrarreforma. Los católicos pretenden expulsar a los
protestantes del reino. Su intransigencia les lleva a dejarse arrastrar por el
oscurantismo religioso y desencadena una de las Guerras de Religión más
violentas107.
Primera Guerra de Religión (1562–1563) Francisco de Guisa:
La ruptura se desencadena el 18 de marzo de 1562, cuando el duque
Francisco de Guisa, que regresaba de unas negociaciones en Alsacia, se
enfrenta y mata en Wassy, y en circunstancias poco claras, a 37 protestantes
reunidos en una granja para celebrar el culto. A su regreso a París, Guisa es
recibido como un héroe y el pueblo pide una cruzada contra los hugonotes. Por
su parte, los protestantes se arman al mando del príncipe Luis de Condé, que
se apodera de la ciudad de Orleans. La reina Catalina de Médicis, pillada a
contrapié por estos acontecimientos, lleva a cabo un último intento para
mantener la paz, pero el duque de Guisa presiona a la regente apareciendo
con sus tropas en Fontainebleau donde se encuentra la familia real.
Fuerza al joven rey y a su madre a seguirlo a París con la excusa de
protegerlos de los protestantes, obligándolos de ese modo a tomar partido por
los católicos. Es el principio de la primera Guerra de Religión.
Los primeros en pasar a la ofensiva son los protestantes. La lucha se organiza
por el control del espacio urbano. El ataque protestante es fulgurante. Al cabo
de un mes, los protestantes consiguen apoderarse de una gran cantidad de
ciudades, algunas muy importantes como Lyon, Orleans o incluso Ruán la
segunda ciudad del país en aquella época. En cada conquista, los protestantes
saquean y destruyen las iglesias. Los católicos sufren enormes pérdidas, pero
los protestantes no consiguen conquistar Toulouse ni Burdeos. Para el ejército
católico empieza una larga campaña de asedios para tratar de recuperar las
ciudades perdidas.
Hay varios escenarios en esta guerra. El más importante es el que se
desarrolla sobre el Loira y en Normandía, donde el ejército católico trata de
recuperar Ruán. La segunda zona de combate se sitúa en el sureste, en
especial en la parte de Languedoc, y la tercera zona de combate se desarrolla
en el suroeste donde Blas de Montluc lleva una guerra y una represión
implacable contra los protestantes a los que derrota en la batalla de Vergt.
107
Ibídem : 105. Proporcionalmente al tiempo que duró la Primera Guerra ( un año ), el número de bajas
por ambos bandos fue altísimo.
31
El ejército protestante está formado esencialmente por comerciantes y
artesanos.108 Sus mandos son nobles experimentados y recurre a mercenarios
alemanes. Tras el Tratado de Hampton Court, consigue el importante apoyo de
la reina de Inglaterra.
La batalla de Dreux (19 de diciembre de 1562) da ventaja al ejército real. El
príncipe de Condé es hecho prisionero, pero el bando católico también sufre
cuantiosas pérdidas; el mariscal de Saint-André es muerto y el condestable
Anne de Montmorency hecho prisionero por los protestantes.
Los dos líderes católicos más importantes Antonio de Borbón y Francisco de
Guisa también mueren pronto, el primero en el sitio de Ruán y el segundo en el
de Orleans durante una emboscada en Saint Mesmin.
La muerte de los principales líderes de esta guerra permite a Catalina de
Médicis restablecer la paz. Propone negociaciones con el príncipe de Condé
que finalizan el 19 de marzo de 1563 con el edicto de Amboise. Autoriza el
culto protestante en determinados lugares reservados y abre un periodo de
tolerancia civil. Las ciudades de Ruán, Orleans y Lyon vuelven al control de los
católicos.
Esta guerra tuvo duras consecuencias:
Las iglesias y catedrales tomadas por los protestantes sufrieron grandes daños.
A causa de la violencia sufrida en esta guerra, ciudades como Ruán, Orleans y
Lyon pasarán a ser la sede del catolicismo más intransigente.
El final de la guerra conduce a muchos católicos a vengarse de los
protestantes.
Durante 1563 se entablan muchos pleitos para tratar de condenar a los
protestantes que saquearon las iglesias. Al final, la paz impuesta por la reina
madre resulta ser muy precaria109. Los católicos alimentan rencores hacia los
protestantes por la destrucción que éstos habían causado. La primera Guerra
de Religión fue la más destructiva. En cuanto a los protestantes, siguen
convencidos de que deben convertir el reino a su religión y determinados a
hacerlo.
108
ELLIOT 2002 : 107. En este capítulo, el autor hace mención reiterada a la baja formación militar de las
tropas del bando protestante.
109
ELLIOT 2002 : 109
32
Segunda Guerra de Religión (1567–1568)
Tras cuatro años de paz, el reino se encuentra otra vez al borde del conflicto
armado. El reinicio de las hostilidades en 1567 tiene tres razones: el fracaso del
edicto de Amboise en las provincias, el tenso contexto internacional y la
rivalidad cortesana entre el príncipe de Condé y el joven hermano del rey,
Enrique, duque de Anjou, que apenas tiene dieciséis años. La ascensión del
joven príncipe despertó los recelos del ambicioso Condé, quién dejó la corte
para hacer patente su disconformidad.
En el resto de Europa, la situación también se agrava. En 1566, una violenta
ola iconoclasta cae sobre iglesias y conventos de los territorios españoles en
Flandes. Esta rebelión es sofocada con rapidez por parte de los españoles,
pero la nobleza local aprovecha para solicitar al rey de España una mayor
autonomía. A pesar de que se restablezca la calma en 1567, Felipe II envía un
ejército para castigar a los revoltosos. El ejército español enviado desde el
Milanesado se dirige a los Países Bajos a lo largo de la frontera con Francia. La
cercanía de este ejército católico reaviva los temores de los hugonotes, pero
también los del propio rey de Francia, quién para protegerse ante un posible
ataque español recluta varios batallones suizos.
La segunda guerra estalla justamente el 28 de septiembre de 1567 al intentar el
príncipe de Condé apoderarse de la familia real (Sorpresa de Meaux). Esta
ruptura con la política de concordia es una sorpresa y el ataque de Condé, en
quien Catalina de Médicis había depositado sus esperanzas de conciliación,
una traición. Tras este hecho la regente decide utilizar la violencia para
mantener la paz. Los dos ejércitos se vuelven a enfrentar y otra vez los
protestantes son derrotados el 10 de noviembre de 1567. El debilitamiento de
los dos bandos lleva a la firma de un nuevo tratado de paz en Longjumeau el
22 de marzo de 1568.
Tercera Guerra de Religión (1568-1569)
La paz de Longumeau es frágil ya que el poder real ya no confía en el príncipe
de Condé. Pocos meses después de esta nueva tregua, los católicos son los
que tratan de anticiparse al enemigo y tratan de capturar al príncipe de Condé,
en el castillo de Noyers, el 29 de jullio de 1568. Las tropas protestantes vuelven
a ser derrotadas y sufren grandes pérdidas en la batalla de Jarnac, el 15 de
marzo de 1569. El príncipe de Condé es ejecutado y emerge un nuevo
dirigente entre los calvinistas, el almirante de Coligny. Este recupera los restos
del ejército, se dirige al sur para reclutar más tropas y vuelve a dirigirse hacia
París. Con la amenaza de las tropas de Coligny sobre París se firma una nueva
tregua, el edicto de Saint-Germain, el 8 de agosto de 1570. Este tratado
aseguraba cuatro plazas de seguridad para los protestantes.
33
Cuarta Guerra de Religión (1572–1573)
La Cuarta Guerra se inicia con la terrible masacre de San Bartolomé, el 24 de
agosto de 1572. El fracaso del sitio de la Rochelle, por parte del ejército real
hace que esta guerra termine relativamente pronto. En julio de 1573 se firma el
edicto de pacificación de Bolonia .
Quinta Guerra de Religión (1574–1576)
La Quinta Guerra de Religión se inicia con la evasión de los líderes
protestantes (Condé y Enrique de Navarra) de la Corte en la que se hallaban
en libertad vigilada después de San Bartolomé. La Quinta Guerra termina el 6
de mayo de 1576 con el edicto de Beaulieu, que concede mayor libertad de
culto a los protestantes.
Sexta Guerra de Religión (1576–1577)
La Liga inicia la Sexta Guerra, que concluye con la Paz de Bergerac del 17 de
septiembre de 1577 y con el edicto de Poitiers del 8 de octubre, que confirma la
Paz de Bergerac y restringe las condiciones del culto protestante.
Séptima Guerra de Religión (1579–1580) o Guerra de los Enamorados
Esta Guerra, declarada por una minoría protestante, fue una de las más breves
y menos seguidas. Terminó entre la indiferencia general con la toma de Cahors
por parte de Enrique de Navarra y la paz de Fleix (cerca de Bergerac), el 26 de
noviembre de 1580 que prorrogaba seis años los privilegios de las plazas de
seguridad protestantes. Esta guerra también se llamó de los Enamorados por
las intrigas galantes que se produjeron. El protestante Enrique de Navarra
(futuro Enrique IV) y su esposa Margarita de Valois (la reina Margot) llevaron
una alegre vida en Nérac en medio de una corte frívola 110.
Octava Guerra de Religión (1585–1598) o Guerra de los tres Enriques
Los enfrentamientos entre católicos y protestantes se endurecen con la alianza
entre los protestantes y los rebeldes neerlandeses alzados contra España, y la
de los católicos de la Liga con Felipe II de España. Despreciado por los de la
Liga, Enrique III es incapaz de mantener su autoridad y debe huir de París tras
la Jornada de las Barricadas, el 12 de mayo de 1588. Trata de acabar con la
Santa Liga asesinando a sus jefes, el duque de Guisa (que también llevaba el
110
ELLIOT 2002 : 112. Esta situación contrasta con la lamentable situación de la población.
34
nombre de Enrique) y su hermano el cardenal de Lorena en Blois el 23 de
diciembre de 1588.
Sus planes se vieron frustrados porque un monje fanático lo asesinará a él el 1
de agosto del año siguiente, convirtiendo así al jefe de los protestantes,
Enrique de Navarra, en rey de Francia con el nombre de Enrique IV. Éste
tendrá que luchar para reconquistar su reino111, en manos de la Liga, que se
niega a reconocer a un rey protestante; pero su alianza con fieles a la corona y
sobre todo su conversión al catolicismo en 1593 le abren las puertas de París.
Enrique IV mantiene aún una guerra contra Felipe II de España que termina el
2 de mayo de 1598 con la paz de Vervins. El problema religioso se zanja con
un edicto que declara la tolerancia, el Edicto de Nantes, el 13 de abril de
1598112.
La Guerra de los Treinta Años (1618-1648)113
Durante la primera mitad del siglo XVII, Alemania, cuna de la Reforma, fue el
teatro de la última guerra religiosa europea, guerra que, habiendo comenzado
por enfrentamientos entre católicos y protestantes alemanes, se transformó en
lucha política generalizada por el poder y la hegemonía.
Así fue la Guerra de los Treinta Años. Sus causas se remontan al siglo XVI, a
la Paz de Augsburgo, cuyas concesiones, limitadas a los luteranos, no
alcanzaban a otras sectas, como los calvinistas, que eran en Alemania
bastante numerosos. El famoso artículo de la Reserva Eclesiástica no se
cumplía. Los Príncipes Eclesiásticos, como por ejemplo el elector arzobispo de
Colonia, se hacían protestantes, negándose a renunciar a sus dominios
terrenales temporales generando con ello numerosos conflictos. El catolicismo,
reorganizado en el Concilio de Trento, pasaba de una actitud defensiva al
ataque.
Los poderosos príncipes del sur de Alemania, como los de Austria y Baviera,
fieles a Roma, favorecían la propaganda de los jesuitas, lo que supuso la
fundación de colegios y universidades. Resultado de aquella empeñada lucha
de credos fue aumentar la división de Alemania en dos campos opuestos: por
un lado la Unión Evangélica (1608), formada por luteranos y calvinistas - el
elector palatino del Rhin, el duque de Würtemberg, el elector de Brandeburgo,
111
Ibídem : 113. Este fue el objetivo principal del rey.
Ibídem: 114.
113
Este apartado ha sido redactado en base a datos de ASCH, R. 1997 : The Thirty Years War : the Holy
Roman Empire and Europe, 1618-1648 , y material didáctico del Prof. José L. de las Heras.
112
35
el landgrave de Hesse-Cassel y bastantes ciudades, y por otra la Liga Católica,
dirigida por el duque Maximiliano de Baviera, junto con los electores
eclesiásticos de Maguncia, Tréveris y Colonia, y las ciudades de la Alemania
meridional.
Los Habsburgo, sucesores de Carlos V, Fernando I (1519- 1564) y el hijo de
éste, Maximiliano II (1564-1576), fueron bastante tolerantes durante sus
reinados, pero no sus sucesores, Rodolfo II (1576-1611) y Matías (1612-1619),
que se pusieron al frente del sector más reaccionario de la población católica.
A la casa de Habsburgo pertenecía, entre otras posesiones, el reino de
Bohemia (desde 1526), país habitado por pueblos de distintos orígenes, que a
su vez profesaban distintas creencias, apasionados por sus libertades, que el
propio emperador Rodolfo II les había garantizado por la Gran Carta de
Majestad (1609). Aquellas libertades fueron pronto violadas por el príncipe
Fernando de Styria, primo del emperador Matías, gobernador de Bohemia y
presunto heredero del Imperio.
Una violenta oposición religioso-nacionalista estalló en Bohemia. Los jefes de
los descontentos, penetrando un día en el castillo de Praga, se enzarzaron en
una disputa con los oficiales imperiales y, pasando de las palabras a los
hechos, les arrojaron por una ventana (1618), cayendo sobre un montón de
estiércol sin sufrir daño.
Este hecho, tan insólito como banal, conocido con el nombre de La
defenestración de Praga, fue el detonante de la guerra. Además de Alemania,
entraron en la lucha otras potencias: España, Dinamarca, Suecia y Francia.
La llamada Guerra de los Treinta Años se divide cronológicamente en cuatro
períodos: bohemio o palatino, danés, sueco y francés.
Período palatino
Los bohemios sublevados marcharon sobre Viena. Muerto el emperador Matías
(1619), fue elegido Fernando de Styria con el nombre de Fernando II; pero los
bohemios, en guerra contra Austria, ofrecieron la corona de su país al elector
palatino Federico V, que se había convertido al calvinismo, y que, por ambición,
aceptó el ofrecimiento, siendo coronado en Praga.
El emperador, deseando reducir al vasallo rebelde, pidió ayuda a Felipe III, rey
de la Monarquía Hispánica, que tomó partido por el emperador católico. Los
príncipes protestantes, viendo su causa amenazada, apoyaron al elector. Las
fuerzas de ambos contendientes consistían en mercenarios, mandados por
aventureros similares a los condottieri italianos. El jefe de las tropas del partido
católico era Tilly, un belga, y el de las protestantes, Ernesto de Mansfeld.
36
La Batalla de la Montaña Blanca, cerca de Praga, dio Bohemia al emperador.
Las represalias fueron terribles. Bohemia perdió todos sus privilegios, y los
adversarios de Austria fueron desposeídos de sus bienes. Continuó la guerra
en el Palatinado.
Héroe de aquella campaña fue el ilustre capitán Ambrosio de Spínola, que dio
al bando imperial los territorios de Federico V, el cual fue privado de su
dignidad electoral siendo sus estados repartidos entre España y Baviera.
Período danés
El emperador aprovechó su triunfo para someter a los príncipes y ciudades
protestantes, que habían saqueado y usurpado los bienes eclesiásticos. Los
soldados de Tilly fueron enviados de guarnición a las ciudades de la Baja
Sajonia (norte de Alemania, entre el Weser y el Elba). Los alemanes, a merced
del vencedor, temblaban por sus libertades y por sus adquisiciones.
Entonces el rey de Dinamarca, Cristián IV, príncipe ambicioso, a quien la
posesión del territorio llamado Sleswig- Holstein le convertía en miembro del
Imperio, deseando extender su reino, acudió en auxilio de los protestantes.
Este fue el comienzo del segundo período de la guerra, llamado Período Danés
(1626-1628).
En plena propagación de la guerra el emperador recibió un poderoso refuerzo.
Un noble bohemo, llamado Alberto Waldstein o Wallenstein, propuso a
Fernando reclutar y sostener a sus expensas un ejército de cincuenta mil
hombres, a condición de ser él el único jefe y recibir los países que
conquistara, a título de indemnización.
Waldstein no era un vulgar aventurero. Nacido en 1583, de familia acomodada,
educado por los jesuitas, se había destacado en la guerra contra los turcos y
en la de Bohemia. Enriquecido con la compra de bienes confiscados a los
bohemios rebeldes, adquirió el señorío de Friedland, en el norte de Bohemia,
con el título de Duque. De carácter sombrío y melancólico, inquieto y soñador,
se creía predestinado a alcanzar los más altos triunfos en aquel caótico
panorama.
Aceptado el ofrecimiento por el emperador, Waldstein creo un ejército propio,
independiente del de la Liga Católica.
En aquel tiempo los ejércitos nacionales no existían aún como tales, eran
tropas mercenarias. La guerra era un negocio emprendido por jefes, como
Waldstein, Tilly, Mansfeld, etc. El alistamiento se hacía por medio de pregones.
Cuando se trataba de un caudillo famoso, garantizaba un buen salario y
promesa de botín, la multitud se apresuraba a alistarse bajo su bandera.
Aventureros, hijos ilegítimos y segundones de la nobleza rural, burgueses
arruinados, campesinos hambrientos, frailes exclaustrados, todo un amplio
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abanico de la escoria social sin distinción de clases, oficios, nacionalidades,
religiones, ni procedencias, que no tenían nada que perder, salvo la vida que
no les importaba demasiado, formaban ejércitos heterogéneos que con las
victorias sacaban buen beneficio del pillaje. Frecuentemente, cuando
alcanzaban el objetivo de enriquecimiento que se habían marcado
previamente, desertaban sin más, volviendo a sus lugares de origen.
Católicos y protestantes, alistados indistintamente en el ejército de la Liga
Católica o de la Unión Evangélica, vivían a costa del país ocupado, imponiendo
contribuciones arbitrarias, despojando a los pacíficos comerciantes y
agricultores.
A la retaguardia de aquellas feroces bandas, más que ejércitos propiamente
dichos, iba una enorme cohorte de transporte de bagajes, criados, mercaderes,
prostitutas de campaña y ladrones. Eran como Atila, y su presencia en una
comarca equivalía a la ruina, el hambre, la peste, y la desolación. Durante la
Guerra de los Treinta Años Alemania se convirtió en un gran campamento, que
vivía a costa de la población civil.
Waldstein, por su prestigio y por las amplias facultades concedidas a sus
tropas, pudo fácilmente reunir el ejército prometido al emperador.
Dos batallas dieron la victoria a los ejércitos imperiales. Waldstein derrotó a
Ernesto de Mansfeld en Dessau, y Tilly al rey de Dinamarca en Lutter.
Cristián IV, amenazado del despojo de su territorio, firmó con el emperador la
Paz de Lubeck. No obstante, Waldstein continuó sus fechorías, apoderándose
del norte de Alemania, confiscando ducados y principados, diciendo
altaneramente que había llegado la hora de reducir los electores del imperio a
la condición de simples Grandes de España y a los obispos a la de capellanes
del emperador.
Finalmente, Fernando promulgó en 1629 el Edicto de Restitución, disponiendo
que todos los bienes eclesiásticos usurpados desde la Paz de Aubsburgo
(1555) fueran restituidos a la Iglesia católica. El ejército de Waldstein quedaba
encargado de hacer cumplir aquel edicto, que no sólo atentaba a la constitución
del imperio, sino que era una amenaza para la seguridad de Europa,
consagrando el poderío de la casa de Austria.
El rey de Suecia, Gustavo Adolfo, intervino entonces, comenzando un nuevo
período de guerra: el período sueco (1630-1635).
Período sueco
Gustavo Adolfo de Suecia, descendía de Gustavo Wasa, que en el siglo XVI
había emancipado Suecia de la dominación de Dinamarca, fundando su propia
dinastía y adoptando oficialmente el protestantismo. Había engrandecido su
reino conquistando una parte del litoral oriental del Báltico.
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Las causas que le indujeron a mezclarse en los asuntos de Alemania fueron los
temores que le inspiraban las conquistas de Waldstein en el litoral alemán del
Báltico, su ambición de apropiarse la Pomerania, y, finalmente, sus
convicciones religiosas profundamente luteranas. Estimulado y apoyado por
Richelieu, ministro del rey de Francia, enemigo del engrandecimiento de los
Habsburgo, Gustavo Adolfo desembarcó en Pomerania en 1630. Su ejército,
inferior en número a las tropas imperiales, les superaba en calidad,
organización y disciplina.
Los suecos, bien equipados, disponiendo de excelente artillería, iban dirigidos
por uno de los mejores tácticos de la época, pues Gustavo Adolfo fue, con
Spínola y Mauricio de Nassau, uno de los fundadores del arte de la guerra en el
siglo XVII.
Los príncipes alemanes, atemorizados del poderío alcanzado por Waldstein,
habían exigido del emperador, en la Dieta de Ratisbona (1630), la separación
del temible bohemio, que se retiró a sus tierras.
Gustavo Adolfo permaneció durante un año en Alemania del Norte, ocupando
la Pomerania y varias plazas fuertes como base de operaciones, a la vez que
negociaba con los electores de Sajonia y Brandeburgo, obligándoles al fin a
unirse a él.
Entretanto Tilly se apoderaba de Magdeburgo, ciudad que saqueó
salvajemente, pero en septiembre de 163l, Gustavo Adolfo entró en Sajonia,
derrotando a aquel caudillo cerca de Leipzig, y al año siguiente se apoderaba
de Munich, tras nueva victoria alcanzada sobre las tropas de Tilly, que murió a
consecuencia de sus heridas.
Fernando II, amenazado en sus propios estados, no halló mas recurso que
llamar de nuevo a Waldstein. El orgulloso bohemio consintió en reclutar un
nuevo ejército. Después de algunos meses de expectativa, las bandas de
Waldstein y el aguerrido ejército sueco trabaron la gran Batalla de Lutzen
(Noviembre de 1632), en la que los ejércitos imperiales fueron derrotados, pero
que costó la vida al rey de Suecia. Gustavo Adolfo dejó en el trono a su hija
Cristina, menor de edad. Sin embargo, la guerra continuó, dirigiendo las tropas
protestantes el Duque Bernardo de Sajonia-Weymar, príncipe alemán que
había militado en el ejército de Gustavo Adolfo.
Aunque los suecos alcanzaron algunas ventajas, fueron derrotados en 1634 en
la Batalla de Nordlingen, por la infantería española, mandada por el cardenalinfante don Fernando, hermano de Felipe IV, rey de España.
Estos triunfos devolvieron la preponderancia al emperador, quien, no muy
seguro de la conducta de Waldstein, al que los suecos hacían proposiciones de
alianza, ofreciéndole la corona de Bohemia, le hizo asesinar.
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La intervención de Suecia (apoyada por Francia) en el conflicto había
convertido aquella guerra, originalmente religiosa y alemana, en una guerra
política. Este carácter se acentuó más aún a partir del año 1635, en que la
intrigante Francia, fortalecida con alianzas ofensivas y defensivas con
holandeses, suizos, italianos (los duques de Saboya, Parma y Mantua) y los
protestantes alemanes, entró en acción.
Período francés
En 1624 Francia se hallaba dirigida por el cardenal Richelieu, uno de los más
grandes políticos de la época, gobernante profundamente hostil a la casa de
Austria. Su política exterior iba encaminada a quebrantar el poder de las dos
ramas de los Habsburgo, alemana y española, y evitar su unión. Con este fin
promovió guerras contra España: la Guerra de la Valtelina (1624-1626) y la
motivada por la sucesión del Ducado de Mantua (1627-1630).
La derrota de los sucesos de Nordlíngen le hizo activar sus negociaciones con
los enemigos de la casa de Austria (los príncipes alemanes, las Provincias
Unidas, los suizos, los duques de Parma y Mantua, etc.). En 1635 declaró de
nuevo la guerra al rey de España (Felipe IV), y al año siguiente al emperador.
La lucha tuvo, pues, un frente tan amplio como variado: Alemania, Italia, los
Países Bajos y la frontera hispano francesa.
Después de múltiples alternativas la victoria definitiva se decantó por Richelieu,
que se hizo dueño del Artois, y por los suecos, que dominaron el norte de
Alemania. Richelieu murió en 1642; pero su sucesor, Mazarino, continuó su
misma política.
En 1643 el Príncipe de Condé derrotó al ejército español en Rocroy, batalla que
fue el golpe de gracia al prestigio de nuestras tropas, a pesar del heroísmo con
que lucharon. Todo esto, unido a los continuos triunfos de los aliados de
Francia, y a los trabajos que desde 1643 venían haciendo los diplomáticos en
busca de una solución para acabar la guerra la conclusión de la paz fue
recibida con júbilo en Alemania.
Paz de Westfalia
La Guerra de los Treinta Años terminó con la Paz de Westfalia, congreso
europeo en el cual estuvieron representados el emperador y los príncipes de
Alemania, los reyes de España, Francia, Suecia y Dinamarca: las Provincias
Unidas de Holanda, la república de Venecia y el Papa.
Los tratados fueron firmados simultáneamente, el 24 de octubre de 1648, en
las ciudades de Osnabruck, donde se había discutido la cuestión religiosa, y
Münster, en la que se debatieron los asuntos políticos.
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Las cláusulas de los tratados de Westfalia se hicieron extensivas a tres
cuestiones: 1ª, al estado religioso de Alemania; 2ª, a su situación política, y 3ª,
a la paz europea.
Estado religioso de Alemania
Subsistió la reserva eclesiástica, pero fueron reconocidos y consagrados los
derechos de los protestantes, haciéndose extensivos a los calvinistas,
manteniéndose como válidas las secularizaciones anteriores a 1624.
En lo sucesivo el Alto Tribunal de Justicia del Imperio, buscando consenso y
equilibrio, quedaría constituido con igual número de jueces protestantes que
católicos.
Situación política de Alemania
Alemania continuó siendo una Federación de Estados bajo la soberanía del
Emperador. Se concedía libertad religiosa a los príncipes de cada Estado, pero
no a sus súbditos, quienes venían obligados a profesar la religión oficial ( cujus
regio ejus religio ), pero príncipes y ciudades adquirían mayor poder político, es
decir, los derechos llamados de regalías ( impuestos, moneda, ejército,
derecho de paz o de guerra, alianzas, etc.) y los asuntos comunes pasaban a
poder de la Dieta, quedando el poder del emperador reducido a ordenar el
cumplimiento de sus decisiones.
Paz europea
Quedó reconocida la independencia de las Provincias Unidas de Holanda.y la
de los Cantones Suizos, Francia adquirió Metz, Toul y Verdun, parte de Alsacia
y, de hecho, el dominio del Artois. Suecia se quedó la Pomerania y algunas
islas y plazas del Báltico.
Los príncipes alemanes protestantes, aliados de Francia y Suecia, recibieron
compensaciones, y algunos de ellos, como el elector de Brandeburgo (Federico
Guillermo), adquisiciones territoriales importantes, que serían el origen del
futuro reino de Prusia.
La paz no contentó a nadie. Los católicos, se quejaban de la pérdida de los
bienes de la Iglesia; los protestantes, irritados por el mantenimiento de la
Reserva Eclesiástica, que no les permitía adquirir nuevos bienes.
El Papa protestó contra la usurpación de los bienes eclesiásticos, primera y
principal causa de la guerra, y declaró nulo el tratado.
La cuestión religiosa fue en realidad secundaria, puesto que se convirtió en el
medio de que se sirvieron los beligerantes para atraerse aliados.
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Ninguno de los adversarios batallaba por la libertad de conciencia, pues todos
pretendían imponer su religión; pero la imposibilidad de conseguirlo determinó
cierta tolerancia, extensiva únicamente a los príncipes y a las tres religiones:
católicos, luteranos y calvinistas.
El resultado capital de la guerra fue político, a saber: la derrota del imperialismo
austriaco, en provecho del espíritu particularista de los príncipes alemanes y de
la hegemonía de Francia en Europa.
Alemania, sufridora durante treinta años de bandas de soldadesca
desenfrenadas, quedó arrasada, perdió dos tercios de su población y no pudo
reponerse de sus desastres hasta mucho tiempo después.
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La Reforma Protestante como Justificación bélica by Julio Martínez y Enrique Romero is
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