LA REFORMA PROTESTANTE COMO JUSTIFICACIÓN BÉLICA Resumen: En este ensayo, los autores pretenden analizar el cruento periodo de guerras continuadas a lo largo y ancho de la Europa del siglo XVI hasta mediados del XVII, auténticas luchas de poder entre las monarquías reinantes, que utilizaron la religión y el cisma protestante como estandarte divino, para disimular y justificar sus verdaderos intereses. Palabras clave: Monarquías, territorios, diplomacia, pactos, política, religión. Asbtract: In this essay the autors will try to analyze the bloody periods of war from he XVI century to XVII century. The authentic struggles for power between the ruling monarchies who use the religion for their own good and the Protestant schism as their divine banner to disguise and justify their true interests. Keywords: Monarchies, Territories, Diplomacy, Pacts, Politics, War, Religion. Autores: Julio Martinez Enrique Romero Universidad de Salamanca La Reforma protestante La Reforma religiosa fue uno de los acontecimientos clave dentro del contexto europeo de la Edad Moderna. Marcó el inicio de una serie de acontecimientos que protagonizaron tanto el siglo XVI como el XVII. De hecho, la nueva ortodoxia motivó enfrentamientos bélicos que, en realidad, escondían querencias geoestratégicas de las grandes potencias de la época. Por tanto, las razones dogmáticas se constituyeron como coartadas de peso para tamizar los desequilibrios de poder que existían en la Europa de la época. 1 Precisamente, el tema que centrará el presente ensayo está relacionado con las justificaciones religiosas que se concedieron a varios de los conflictos continentales que se sucedieron durante el siglo XVI e inicios del XVII. Por ello, en el presente estudio se van a tratar varios enfrentamientos que se desarrollaron en esta época, como las guerras de Kappel, las conflagraciones de Esmalcalda, las deflagraciones religiosas en Francia y sus implicaciones internacionales, así como la guerra de los Ochenta Años, de la que también se hará mención. Sin olvidar los levantamiento de los campesinos alemanes, que tuvieron lugar poco después de la publicación de las 95 tesis. Todo ello se realizará para alcanzar una serie de objetivos. El más importante de ellos es ver la influencia que tuvieron los postulados reformistas y católicos en el desencadenamiento de estos conflictos. Y, más concretamente, se podrá el foco en la relevancia que tuvieron los posicionamientos protestantes en el inicio de los mencionados enfrentamientos En este sentido, y de forma subsidiaria, se intentará analizar si en estas luchas entre los poderes europeos pesaron más las cuestiones de estrategia o aquellas de índole ideológico –que estarían relacionadas con los asuntos religiosos. Pero, antes de continuar, hay que preguntarse ¿quién fue el gran iniciador de este cisma? Martín Lutero, un alemán cuyos orígenes entroncaban con una familia de relativo nivel económico que pudo acceder a formación superior. De hecho, en 1501 comenzó a estudiar leyes en Erfurt, una de las universidades germanas con mayor reconocimiento en la época. Sin embargo, pocos años después, en 1505, Lutero decidió consagrarse a Dios, a través de la pertenencia a un monasterio agustino. Y, en este contexto, en 1507 comenzó Teología en Wittemberg, en donde entró en contacto con humanistas, cuyo lema principal era Ad fontes! “De ahí la importancia que concedió a nivel espiritual e intelectual al estudio y reflexión personal sobre las fuentes primarias de fe, prescindiendo de intermediarios, que no dejaban de ser una fuente de información secundaria”1. Pero si hubo un hecho que supuso un quiebro en la vida del fraile ése fue su visita a Roma en 1510 por encargo de sus superiores de la Orden. Una vez allí 1 Amores, 2013: 4. 2 percibió la “frivolidad y mundanidad de la Corte papal”2. Ante esta realidad comenzó a reflexionar en torno a la posibilidad de un cambio en la Iglesia, que la alejase de las circunstancias que consideraba nocivas. Hay que entender que el germano estaba educado en los valores del trabajo y la austeridad, por lo que no entendía “el lujo, ostentación y corrupción del clero católico” 3. En este sentido, “angustiado por el problema de su salvación, con los escrúpulos de un hombre sensible y exigente, deseoso de la reforma dentro de su Orden y escandalizado tras su viaje a Roma, sufrió una profunda crisis vocacional y de fe”4. Todo esto, junto con las lecturas que hizo a diferentes documentos religiosos, como la Epístola a los romanos de San Pablo, hizo que encontrase los fundamentos para su filosofía posterior. Por esta razón Lutero sufrió diversos procesos, tanto civiles como religiosos, hasta que llegó la acusación de hereje el 15 de junio de 1520 de la mano de la bula Exurge domine, sancionada por el papa León X. El agustino respondió a esta decisión quemando el documento enviado desde Roma. Pero un poco más tarde, el 3 de enero de 1521, la dieta de Worms insistió y le invitó a retractarse de sus postulados, hecho que el fraile no aceptó. Como consecuencia, también fue declarado hereje por el emperador a través del Edicto de Worms de 25 de mayo de 1521. Ante la pérdida de la protección política, uno de sus principales apoyos, Federico el Sabio, duque de Sajonia, organizó una suerte de secuestro, con el fin de ponerle a salvo llevándole a un lugar más seguro. En concreto, fue trasladado al castillo de Wartburg, donde permaneció un año, periodo en el que se ocupó de desarrollar sus ideas teológicas. Salió de su retiro para calmar los ánimos de la revuelta campesina, de la que se hablará más adelante. En cualquier caso, la reforma luterana tuvo lugar en un contexto geográfico, social, económico y político muy concreto. El ámbito alemán era el más extenso de la Europa del siglo XVI, llegando a vivir en el mismo en torno a 20 millones de personas. Empero, esta población estaba muy desigualmente distribuida. Así, mientras existían zonas con una mayor densidad, como el Valle 2 3 4 Ibídem, 15. Ibídem, 15. Floristán, 2001: 89. 3 del Rhin y el sur, otras regiones, como Sajonia, Turingia, el Elba y el Noroeste contaban con una mejor cantidad de habitantes5. A estos desequilibrios se sumó un gran éxodo rural entre 1480 y 1530, que se dirigió hacia las ciudades y núcleos urbanos, los cuales vivieron un gran desarrollo. Sin olvidar el impulso que vivieron diferentes actividades, como el comercio o la banca, que se vieron alentadas ante la decadencia de Francia. Una situación que llevó consigo el ahondamiento de los desequilibrios en el territorio germano, debido a que “mientras algunos territorios se estaban desarrollando y urbanizando, otros seguían anclados en el pasado, en las estructuras sociales y económicas del Medioevo”6. En aquellas zonas en las que el campesinado sufría una peor situación comenzaron a estallar sublevaciones locales, llegándose a impulsar organizaciones y ligas agrarias contra los gobernantes7. Estos levantamientos exigían la vuelta al derecho antiguo contra los intentos de la nobleza y de la Iglesia de aumentar la cuantía de las exacciones, contra la limitación del derecho del usufructo de pastos que pretendían implantar los señores, contra el derecho romano, reivindicaban asimismo la abolición de la 8 servidumbre. Se trataban de levantamientos de carácter eminentemente social . La relevancia de este tipo de movimientos se encuentra relacionada en que, a la postre, generaron una serie de tensiones sociales que provocaron precedentes favorables a la ruptura protestante9 “En este entorno tan convulso y deshilachado apareció Lutero con su Reforma religiosa”10. A su vez, el posicionamiento de Lutero hay que entenderlo dentro de un contexto ideológico concreto. “El fraile agustino fue el representante de una amplia tradición de intento de reforma de la Iglesia Católica desde unas bases milenaristas. Pero, además, este reformador coincidió con el desarrollo y maduración del humanismo, con personalidades como Erasmo de Róterdam”11. En este sentido, 5 6 7 8 9 10 11 Amores, 2013: 3 y 8. Ibídem, 8. Ibídem, 9. Ibídem, 9. Ibídem, 9. Ibídem, 8 Amores, 2013: 2 4 El problema religioso era un conflicto que se arrastraba ya desde la alta Edad Media. Se atestiguan, en este periodo, movimientos religiosos de carácter milenarista, que trataban de socavar, de la misma forma, el poder religioso y el poder político de la Iglesia reivindicando una lectura más literal de las Sagradas 12 Escrituras . A pesar de todo, el Catolicismo pudo ir afrontando estos movimientos de la mano de diferentes concilios, como el de Montpellier de 1062, el de Toulouse de 1119 o el segundo y el tercero de Letrán. Así, progresivamente el poder de la Iglesia se fue fortaleciendo hasta que el Papado se convirtió en una de las monarquías más poderosas de la península itálica. Y, en estas circunstancias, la institución eclesial quiso construir una magna obra, la catedral de San Pedro del Vaticano. Para ello necesitaban grandes recursos, por lo que recurrió a las indulgencias y a la venta de cargos13. Fue la gota que colmó el vaso. Además: A todo esto se hubo que añadir el desarrollo de una nueva espiritualidad. Ya 14 desde el siglo XIV se iba gestando la devotio moderna , una religiosidad que propugnaba una reforma de la espiritualidad, de los conventos y de los laicos de la 1516 sociedad a través de los Hermanos de la vida común . En este sentido, no se deben pasar por alto las razones religiosas que impulsaron el movimiento reformador. No hay que olvidar que la Iglesia, en su faceta política y económica, se encontraba en uno de sus mejores momentos, aunque no ocurría lo mismo en los planos espiritual, disciplinal e ideológico 17. De esta forma, una gran parte de los mandatarios de la organización eclesial se constituían, de facto, en príncipes seculares cuya formación teológica y vocación brillaba por su ausencia. A esto se añadía que los religiosos de menor rango se caracterizaban por la ausencia de una instrucción intelectual. Hasta 12 Ibídem, 10. Ibídem, 10. 14 Esta nueva concepción de la devoción abogaba por la difusión de una piedad más íntima, personal, directa y espontánea, por lo que se criticaban las mediaciones eclesiales y la liturgia. Confería una mayor importancia a la figura de Cristo, que se convertía en un eje fundamental. De igual forma, esta manera devocional era optimista en relación a las posibilidades del hombre y abogaba por la lectura directa de los textos bíblicos (Floristán, 2002, 85). 15 Los Hermanos de la Vida Común fue una organización religiosa cuyos inicios se remontaron al siglo XIV y que defendía la puesta en práctica de la devotio moderna. En otras palabras, sus componentes defendían un credo y ortodoxia desde la laicidad y, a pesar de estos posicionamientos, entre sus miembros también se podían encontrar clérigos. Sus integrantes apostaban por el voto de pobreza, pero rechazaban la mendicidad que practicaban otras órdenes, como los franciscanos. De hecho, vivían de la copia de manuscritos y de la edición y venta de libros, lo que les permitió servirse de la imprenta y contribuir al impulso de la mencionada herramienta. 16 Amores, 2013: 10. 17 Amores, 2013: 11. 13 5 tal punto llegaba dicha circunstancia que había predicadores y teólogos que nunca habían leído la Biblia18. De igual forma, se deben mencionar las perspectivas ideológicas que surgieron en la época. Entre ellas, la más importante fue el Humanismo, que consideraba al hombre como el centro del Universo. Una aseveración que difería de lo que había ocurrido hasta entonces, cuando lo dominante era una visión teocéntrica. “Esta cultura laica generó fuertes e importantes ataques al escolasticismo que en aquel entonces se practicaba en las Universidades. Y un autor que atacó asimismo al escolasticismo fue Martín Lutero”19. Otra de las causas del surgimiento de tendencias contestatarias dentro del Catolicismo era la excesiva centralización y jerarquización administrativa de la institución romana. Una realidad que se observaba en el hecho de que cada vez que un obispado quedaba vacante era el Vaticano el que decidía el nombre del nuevo titular. Pero, además, la elección no se producía atendiendo a necesidades pastorales, sino a los intereses económicos y de poder existentes en San Pedro20. Y en el contexto de conformación y definición de los poderes de monarcas y príncipes no se entendía que un mandatario extranjero, como era el Papa, tuviera potestad para tomar decisiones dentro de su territorio, a través de los obispos. Por ello, trataron de tomar las riendas de la designación de los responsables de las diócesis de sus reinos y de subordinar a la Iglesia a sus designios21. En estas circunstancias se definieron los postulados del Luteranismo. Uno de los fundamentales fue la lucha contra las indulgencias que comercializaba la organización eclesial. En un inicio, la Iglesia permitía la redención de los pecados y la confesión de los mismos ante la comunidad, que era, como cuerpo social, la que determinaba la pena y el perdón. Progresivamente, esta fórmula fue convirtiéndose en más íntima, a través de la conversación con un sacerdote. Y no fue hasta el siglo VII cuando se pudo 18 19 20 21 Ibídem, 12. Ibídem, 13. Ibídem, 12. Ibídem, 13. 6 satisfacer mediante el pago de un montante económico o a través de la peregrinación a un santuario. Por ello, la institución eclesial vio este recurso como una vía de financiación, por lo que, de esta forma, en 1517 se desarrolló una predicación en favor de la compra de indulgencias, con la finalidad de conseguir dinero para pagar las obras de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Uno de los principales impulsores de este proceso fue el dominico germano Johann Tetzel. Sin embargo, este problema no era el único que aquejaba a la organización eclesial. Había otros muchos, como la falta de preparación y ejemplaridad del clero rural y de los miembros de las órdenes religiosas, que no cumplían los votos de pobreza, obediencia y castidad. Unos comportamientos que eran reproducidos por los obispos, que en muchas ocasiones se llegaban a ausentar de sus diócesis y sólo se preocupaban de aumentar sus rentas económicas22. De esta forma, a principios del siglo XVI “muchos reclamaban una profunda reforma de la Iglesia [...] Con ello se pedía la purificación de los abusos y el perfeccionamiento de la vida cristiana mediante el retorno a la doctrina primitiva, pero manteniendo la unidad y la continuidad de la fe”23. En estos movimientos se encontraba enmarcado Lutero, para quien, por ejemplo, las indulgencias eran “un tráfico mercantil, y era algo ilegítimo, ya que implicaba una actitud como mínimo impía”24. Así, el 31 de octubre de 1517 clavó en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittemberg sus 95 tesis, en las que, entre otros elementos, criticaba la redención monetaria de los pecados, pero todavía no se hacía referencia al Pontífice. “Si el hombre podía salvarse sólo creyendo [...] no tenía sentido pagar para conseguir una determinada estancia en el Purgatorio que permitiera al alma purgar sus culpas y así poder entrar en el reino de Dios”25 En cualquier caso, el pensamiento luterano se puede resumir en cinco ideas fundamentales. La primera de ellas sería la autoridad de la Biblia y la supremacía de Jesús. El agustino defendía la superioridad de Cristo como 22 Floristán, 2002: 85. 23 Ibídem, 83. 24 25 Amores, 2013: 17. Amores, 2013: 2. 7 salvador de cada uno de los fieles de manera individual, fundamento que restó poder a la Iglesia. En esta nueva tendencia serán las Sagradas Escrituras las que se conviertan en fuente de autoritas, superando de esta forma la tradición y la patrística católicas26. En segundo lugar, se halla la justificación por la fe. “La piedra angular de la teología luterana y el punto de partida de todas sus reflexiones, incluidas las políticas, es la tesis de que sólo la fe en Dios hace justos a los hombres” 27. El origen de esta afirmación es la angustia que sentía Lutero cuando indicaba que nada de lo que pueda hacer el humano le serviría para justificarlo ante el Altísimo y, por ende, para lograr su salvación28. En consecuencia, se da primordial importancia a la predestinación y a la justificación de los actos por la fe. En este sentido, “si el hombre no puede elegir entre el bien y el mal, entonces es Dios mismo quien separa a los que justifica de los que condena” 29. Así, y al instituirse esta última idea, “el elemento de poder en los sacramentos disminuyó en importancia, y los tintes políticos quedaron eliminados”30. Relacionado con este aspecto aparece el tercero de los postulados: La teología luterana, al tener como sacramentos válidos al bautismo y la 31 eucaristía , no sólo va a disminuir su número sino también su poder. Pues los sacramentos representaban, hasta la llegada de la ruptura luterana, la posibilidad que tenía el fiel de obtener la gracia divina. Al disminuir el poder de los mismos desciende el poder de la Iglesia sobre los fieles. Este declinar en el número de sacramentos va a ser consecuencia de la búsqueda por parte de Lutero de argumentos bíblicos para sostener la necesidad de los mismos, y en la Biblia sólo 32 se hace referencia e hincapié en el bautismo y la eucaristía De hecho, al existir una relación más personal, directa y espiritual con Dios, la palabra del Altísimo, a través de la Biblia, es el centro del corpus doctrinal. En consecuencia, “los sacramentos pierden importancia y cambian de naturaleza: 26 Simiele, 2010: 79. Varnagy, 2003: 213. 28 Simiele, 2010: 80. 29 Floristán, 2001: 88. 30 Wolin, 1993: p.: 164. 31 En el caso de la eucaristía, Lutero “demandaba que se devolviera el cáliz a los laicos, y en la transubstanciación defendía la presencia real del cuerpo y de la sangre de Cristo, con lo que en realidad propugnaba era la consubstanciación” (Amores, 2014, p.: 24). 32 Simiele, 2010: 83 y 84. 27 8 son meros símbolos salvíficos, que no confieren la gracia por sí mismos sino sólo en la medida de la fe del que los recibe”33. El menor poder de la organización eclesial también se observó en la defensa del sacerdocio universal, otro de los posicionamientos básicos del Luteranismo. De la mano de este postulado, todos los componentes de la comunidad tenían la posibilidad de cumplir la labor de ministro religioso, basándose en la idea de igualdad. Por tanto, consistía más en una cuestión de jerarquía que en una de rol34. De este posicionamiento se desprendía la posibilidad de que cualquier fiel contaba con la capacidad de leer la Biblia y sacar conclusiones válidas de la misma, razón suficiente para defender la traducción de las Sagradas Escrituras a las lenguas vernáculas. En relación con la concepción de sacerdocio universal se encuentra el quinto y último de los elementos fundamentales del luteranismo. Se trata de su idea de Iglesia, basada en que consistía en una institución que “no tiene existencia real, salvo en los corazones de sus fieles seguidores”35. Por tanto, y de acuerdo a estas ideas, el reformista germano puso en duda el papel de la organización eclesial como entidad mediadora para la salvación e los creyentes. En último término, cuestionó el papel omnímodo y centralista de Roma, abogando por la inexistencia de intermediarios entre Dios y el hombre. Empero, con el paso del tiempo se va a dar cuenta de la necesidad de organizar a los fieles, por lo que su discurso se fue transformando en favor de una estructura estatal alemana. Algo que se debe entender en que si no debía haber un cuerpo religioso socialmente diferenciado36, los directores del culto también habían de subordinarse al poder temporal, como el resto de la población de este territorio37. En otro orden de cosas, y aunque Lutero era un pensador religioso y no un filósofo político, también defendió algunos postulados sobre la autoridad 33 Floristán, 2001: 89. Simiele, 2010: 81. 35 Ibídem, 83. 36 Otra de las implicaciones de las nuevas ideas luteranas era la no diferenciación del clero, ya que al no constituirse como un intermediario entre el cielo y la tierra, no hay razón para que sus comportamientos o estatus divergieran de los del resto del cuerpo social. Como resultado de esta nueva circunstancia es que dejó de ser obligatorio el celibato sacerdotal. 37 Amores, 2013: 2. 34 9 terrenal38. “Aunque sería infructuoso negar la primacía de los elementos teológicos en el pensamiento luterano, es erróneo deducir de ello que haya sido ajeno al interés por la actividad política”39. Además, no hay que olvidar que estas formulaciones ejercerían “una profunda influencia sobre las ideas políticas”40. En este sentido el germano defendía la doctrina de los dos reinos: [...] pensaba que los seres humanos se debían dividir en dos grupos o reinos: el Reino de Dios, donde se debían incluir los que creían en Cristo, y el Reino de este mundo. Cada uno de estos diferentes ámbitos debía disponer de su sistema político. Así, el Reino de Dios debía estar gobernado por un sistema espiritual, mientras que el Reino de este mundo, por un sistema secular. El espiritual debía 41 recurrir a la palabra como instrumento, y el secular, a la espada . Dentro de esta teoría, mientras que el creyente pertenecería al gobierno de Dios, la autoridad terrenal existiría para controlar a los impíos, pudiendo emplear la fuerza militar para imponerse. De ahí, la referencia a la espada. Así, “si todos los hombres fuesen cristianos consecuentes o verdaderos cristianos no sería necesaria la espada del gobierno secular”42. Pero el cristiano también debía aceptar este sistema político temporal con el fin de dar ejemplo. De esta forma se explica la falta de apoyo de Lutero a los campesinos en sus levantamientos de 152443. Al fin y al cabo, “el cristiano debe obedecer a las autoridades porque éstas existen por voluntad de Dios. Desobedecer a la autoridad es desobedecer a Dios mismo”44. Por lo que, de acuerdo a esta afirmación, “en el uso de la espada el gobernante y sus hombres actúan como instrumento de Dios”45. 38 En este sentido, se debe indicar que tanto Lutero como otros reformadores como Calvino eran teólogos, pero de sus posicionamientos también se desprenden ideas políticas: [eran] teólogos [...]. Por consiguiente no podemos pedirles que nos presenten una filosofía política completa ni una teoría general de la política [...] [pero] quisiéranlo o no, ambos reformadores se vieron obligados a dar muchos consejos políticos concretos [...]. Ellos consideraron que sus afirmaciones en materia de política se derivaban directamente de sus premisas teológicas [...]. Sólo es posible interpretar adecuadamente su enseñanza política a la luz de su teología, pues nunca pensaron que se le examinara por separado (Forrester, 1963: 305). 39 Wolin, 1993: 157. 40 Ibídem,156. 41 Amores, 2013: 30. 42 Simiele, 2010: 85. 43 Amores, 2013: 30. 44 Simiele, 2010: 86. 45 Bainton, 1955: 267. 10 La obediencia a un gobernante injusto puede ser una cruz que debemos llevar en este mundo. Pagar con mal sería, para el ciudadano privado, desobedecer a Dios y dañar su propio alma. La resistencia implica la usurpación no autorizada del 46 poder de juicio y condenación de Dios y por tanto es ilegítima . Sólo estaba justificada la desobediencia cuando el gobernante ordenaba algo que transgredía o iba en contra de la conciencia religiosa de sus gobernados. No obstante, esta residencia siempre debía ser pasiva47. “Una consecuencia de todo esto va a ser el fortalecimiento de las autoridades seculares y el debilitamiento del poder eclesiástico, fenómeno que va a favorecer el absolutismo monárquico y la centralización política”48. Empero, no se debe obviar que la distinción entre ambos reinos ya existía durante la Edad Media, pero “a diferencia de lo que venían sosteniendo la mayoría de los teólogos escolásticos, Lutero no va a afirmar la superioridad del orden espiritual sobre el orden temporal”49. De esta forma, y por todo lo que se ha expuesto: La Reforma protestante o luterana forzosamente implicó una ruptura religiosa, política, social y cultural en la Europa moderna y en el mundo en general. Es cierto que inicialmente fue uno de tanto intentos renovadores de la espiritualidad que había partido de una reflexión teológica desde dentro de la propia Iglesia (recordemos que Martín Lutero era un fraile agustino), pero, sin embargo, 50 desembocó en la división religiosa y política de Europa. Generó una fractura . Además, no se debe obviar que las nuevas ideas reformistas también animaron a determinados sectores a alzarse en armas. Uno de los casos más conocidos fue la revuelta de los campesinos, que comenzó en 1524 en el sudoeste del Imperio. Además, en 1525, de la mano de Thomas Müntzer, este movimiento comenzó a extenderse por diferentes regiones, llegando a criticar y poner en cuestión la jerarquía social existente en el Imperio. Las causas de este levantamiento hay que buscarlas en la situación que se vivía el campo alemán, acuciado por los impuestos. Y, en estas circunstancias, apareció el corpus teológico defendido por Lutero, que postulaba la libertad religiosa y una rebelión ante la autoridad de vaticana. “Un segmento de la 46 47 48 49 50 Forrester, 1963: 325. Simiele, 2010: 86. Ibídem, 88. Ibídem, 84 Amores, 2013: 12. 11 población, compuesta por campesinos, interpretó la liberación espiritual de la Iglesia de Roma como una liberalización social”51. Este acontecimiento obligó a Lutero a salir de su reclusión en Wartburg, para aclarar y matizar sus premisas teológicas. De esta forma, quería poner distancia de los posicionamientos de los sublevados. “Al enterarse, escapó de su encierro porque [...] nunca pudo tolerar que se mezclasen los dos reinos; el espiritual y el político”52. Llevó hasta tal punto su postura, que incitó a los gobernantes a que “aplastaran a los rebeldes sin piedad”53. Un posicionamiento que se debía a que culpaba a las clases bajas de haber cometido tres graves pecados: “Romper la obediencia a la autoridad; provocar la rebelión; y escudar su actuación violenta en el Evangelio”54. En consecuencia, [...] el pensamiento político de Martín Lutero, así como todo su planteamiento religioso, pareció haberse quedado a medio camino entre el Papado de Roma y las nuevas corrientes radicales reformistas, encontrando su principal respaldo en un poder secular cada vez más fortalecido. El resultado del luteranismo fue, pues, que 55 la religión ganó acaso en espiritualidad, pero el Estado ganó, sin duda, en poder . En cualquier caso, el fraile agustino no fue el representante del único movimiento crítico con la Iglesia Católica que hubo en esta época. Un ejemplo de ello fue Ulrich Zwlinglio, coetáneo de Lutero, que desarrolló su ortodoxia en un contexto sociopolítico diferente. Zwlinglio era de Suiza, un territorio formado por 13 cantones, en los que había un predominio del ámbito urbano. Además, existía una mayor influencia del Humanismo entre sus élites, por lo que las tesis del mencionado reformador fueron más radicales que las de Lutero56. De esta manera, el ideólogo helvético fue plenamente iconoclasta, llegando a suprimir las velas, las campanas y el canto durante las ceremonias. Se fomentó el uso de la lengua vernácula en las liturgias y los sacerdotes tenían las mismas vestiduras que el resto. Se promulgó la sola autoridad de la Biblia y se 51 52 53 54 55 56 Amores, 2013: 26. García, 2013: 52. Ibídem, 53. Ibídem, 53. Ibídem, 55. Floristán, 2001: 92. 12 abogó por la total predestinación. Asimismo, únicamente se reconocieron dos sacramentos, el Bautismo y la Cena, pero como simples símbolos de unión entre el hombre y Dios. La Iglesia se diseñó de abajo a arriba y los fieles llegaban a elegir a los pastores57. También se debe hacer mención a la labor impulsada por Calvino, quien supo dotar al protestantismo de una “disciplina eclesiástica clara, de un culto ordenado y de un modelo eficaz de Iglesia capaz de dar la réplica al renovado catolicismo de la Contrarreforma”58. La doctrina calvinista tiene como centro la transcendencia absoluta en Dios, que es una figura inalcanzable. Además, se aboga por la predestinación, ya que la deidad, “en su infinita sabiduría, ha dispuesto para cada hombre en su soberana voluntad, con independencia de lo que haga, que se salve o se condene para siempre”59. Los sacramentos reconocidos son el Bautismo y la Cena, pero, al mismo tiempo, se impuso una disciplina rigurosa en todos los ámbitos, suprimiendo la disidencia política, las malas costumbres y la herejía. “La vida en Ginebra se volvió austera, rígida y policial, centrada en la catequesis, el estudio de la escritura, los sermones... El baile, el canto, las lecturas profanas, la bebida y otras actitudes inmorales fueron perseguidas"60. Y, en último lugar, se debe hacer una mención al anglicanismo, surgido de la mano de Enrique VIII de Inglaterra. El rey, junto con el Parlamento, reguló y la liturgia de la nueva organización eclesial. La misa dejó de contener la idea de sacrificio y de presencia real de Cristo: los altares se sustituyeron por simples mesas de madera, la liturgia fue en inglés, cobró más importancia la Palabra (predicación, rezo y canto de salmos), desapareció la misa diaria, los vasos litúrgicos y otros objetos sagrados fueron incautados. Obispos y presbíteros mitigaron su condición sagrada: pudieron casarse. Sólo se reconocieron dos sacramentos, Bautismo y Cena: los rituales del 61 matrimonio, de difuntos, de ordenación perdieron su antiguo esplendor . Frente a estas reformas cristianas, el Catolicismo respondió con un movimiento de reafirmación de sus principios, haciendo hincapié en su unidad y 57 58 59 60 61 Floristán, 2001: 92. Ibídem, 93. Ibídem, 94. Ibídem, 94. Ibídem, 97 13 universalidad62. Unos posicionamientos que se fijaron en el Concilio de Trento, que se convocó en tres fases fallidas, la de Mantua de 1536; la de Vicenza de 1538 y la de Trento de 1542. La cita definitiva comenzó el 13 de diciembre de 1545 en la ciudad trentina y su desarrollo fue bastante agitado, ya que tuvo lugar en tres etapas. La primera con Paulo III (1545–1549), la segunda con Julio III (1551–1552) y la tercera con Pío IV (1562–1563). “Trento reafirmó los principales dogmas de la fe católica frente a los protestantes. También, la Iglesia Católica se reorganizó para afrontar con mayor eficacia la cura de almas de sus fieles y la recuperación de los espacios de la Reforma”63. Y se tomaron varias decisiones en este sentido. Por ejemplo, en lo referente a las fuentes de la fe, la Biblia se convirtió en la principal, pero su interpretación debía ser realizada por sacerdotes de acuerdo a los posicionamientos oficiales de la Iglesia. Por otro lado, se reafirmó el valor de los sacramentos –que ascendían a siete–, mediante los cuales se conseguía la gracia. Los mismos “son signos de Cristo y no de la Iglesia, y otorgan la gracia en sí mismos, no según la fe de quien los recibe”64. Y, más concretamente, se ensalzó la eucaristía, como renovación del sacrificio de Cristo y como presencia real de su cuerpo y sangre, además del matrimonio, “como unión pública ante la comunidad, con el sacerdote como testigo solemne”65. Asimismo, se reafirmó el papel y la importancia institucional de la Iglesia, como “cuerpo místico de Cristo, pero también [como] sociedad histórico–jurídica unitaria y jerarquizada”66. De igual forma, se dio más importancia al sacerdocio ministerial en una triple perspectiva: obispo, presbítero y diácono. De esta forma se retornó a la idea de autoritas anterior al siglo XVI. Si el movimiento humanístico había cuestionado el principio de autoridad, el concilio de Trento se propuso restituirlo. La Contrarreforma, en materia propiamente religiosa, fue un esfuerzo intelectual, dogmático e institucional por renovar y reforzar la autoridad y el magisterio de la iglesia y de su Pontífice como garantes únicos de la verdad revelada. Al hombre sólo le cabría el deber de la humilde y santa ignorancia, para aceptar sin dudas los preceptos de Cristo y de su 67 Iglesia . 62 63 64 65 66 67 Ibídem, 98. Floristán, 2001: 102. Ibídem, 102. Ibídem, 102 Ibídem, 102. Gómez, 2004: 243. 14 Al mismo tiempo, se reafirmó el celibato obligatorio, mientras que se intentaba dar un nuevo ímpetu al clero secular, definiendo sus funciones. El párroco enseñará las oraciones y la doctrina en la predicación dominical y en la catequesis de los niños; controlará la administración de los sacramentos mediante registros parroquiales, y vigilará el cumplimiento de los mandamientos de la Iglesia (confesión y comunión anual). Para ello, debe recibir una formación moral e intelectual esmerada: el Concilio ordenó la erección de seminarios en cada 68 diócesis . Además, las nuevas perspectivas conciliares promovieron la religiosidad popular, rechazada por los protestantes. Así, se impulsaron las cofradías devocionales, que se centraron en el rezo del rosario, la oración por los difuntos, la celebración de los misterios o la caridad con los enfermos, entre otras funciones. “El reconocimiento de ciertos milagros y, sobre todo, la canonización de nuevos santos, supervisada desde Roma, animó la fe del pueblo”69. De esta forma, los templos católicos se convirtieron en espacios iconódulos, al llenarse de crucifijos, vírgenes y santos. Por tanto, en el Concilio de Trento se fueron tomando medidas para alejar la ortodoxia romana de la reformada. “En la cristiandad católica se acentuó el clericalismo, la uniformidad y la riqueza formal de los ritos, frente al mayor protagonismo de los laicos y la diversidad y mayor sobriedad litúrgica de las iglesias protestantes”70. La Iglesia más conservadora cerró filas frente a cualquier novedad y contra los peligros que se habían hecho reales tras la reforma protestante. De algún modo la Contrarreforma fue un intento imposible de regreso a la Edad Moderna, una 71 vuelta al pasado para ganar el presente . Entre los ámbitos en los que la Contrarreforma tuvo un mayor impacto se encuentra el intelectual, ya que los lugares de pensamiento no podían salirse de la oficialidad. “Claustros, seminarios, púlpitos y universidades fueron vigilados desde los obispados para controlar la corrección del dogma y para detectar cualquier doctrina que se separase mínimamente de las disposiciones de Trento”72. En este sentido, se debe mencionar al Barroco como el estilo que encarnó en gran medida los postulados del Concilio. 68 69 70 71 72 Floristán, 2001: 103. Ibídem, 103. Ibídem, 103. Gómez, 2004: 211. Ibídem, 214 15 La ideología contrarreformista encontró su lenguaje en el Barroco, cuyas distintas manifestaciones tuvieron como rasgo común no ya la ocultación metafórica, sino su presentación al receptor por medio de signos visibles. Prescindiendo de lo analítico, el Barroco se hace materialista: se esfuerza en que el espectador vea y toque, que se convenza por medio de la conmoción ante lo material. Los lenguajes barrocos, visuales o verbales, pretendieron hacer perceptible todo lo invisible, [...] 73 pues más que pensar, se pretendía que el espectador sintiera . Al fin y al cabo lo barroco se constituyó como una tendencia artística y política, que hizo de lo pedagógico una de sus razones de ser. Algo que se consiguió, entre otras fórmulas, a través de lo visual. Precisamente por ello, las tendencias que se dieron durante esta época intentaron, fundamentalmente, enseñar, pero también impresionar: Los lenguajes verbales y visuales de la Contrarreforma persiguieron la admiratio, la sacudida del público por la vía de lo insólito. Frente a la imitatio, eje en torno al cual había girado la creación renacensitas, aparece el ingenium, la capacidad de 74 trasgredir la preceptiva teórica tradicional y producir algo nuevo . En definitiva, la Contrarreforma, lejos de alzarse como un movimiento defensivo frente a las tendencias reformistas que proliferaban en toda Europa, se constituyó como una manera de ataque al enemigo. De hecho, los impulsores de la nueva lectura del Catolicismo no sólo deseaban mantener intactas las fronteras de su credo, sino ampliarlas a costa de los grupos luteranos, calvinistas y demás comunidades protestantes75. Así, una de las figuras claves de la nueva religiosidad contrarreformista fue Felipe II. Su política siempre estuvo muy cerca del Vaticano, ya que, al fin y al cabo, era el representante de la Monarquía Católica. De hecho, en una real cédula del 12 de julio de 1564 dispuso que los edictos de Trento se convirtieran en leyes para los reinos hispanos. En España se optó por una interpretación restrictiva de los decretos conciliares, que reflejan los manuales de confesión o los numerosos procesos inquisitoriales contra teólogos y humanistas. El pecado y los tormentos del Infierno se convirtieron en argumentos recurrentes para la predicación, y el confesor adquirió una importancia determinante en la vida de individuos y comunidades, uniendo la 76 amenaza de la condena a la devoción afectiva y misericordiosa . Sin embargo, en su faceta personal el rey también dejó entrever un gran providencialismo. Por ejemplo, la coincidencia entre la victoria de Lepanto y el 73 74 75 76 Gómez, 2004: 218. Ibídem, 303. Ibídem, 244. Ibídem, 213. 16 nacimiento de uno de sus hijos provocó que se desatase una gran euforia en su Corte. Una forma de pensar que, por ejemplo, se pudo observar también en sus intervenciones públicas: Los discursos inaugurales de las Cortes de Castilla en su nombre comenzaban normalmente afirmando que su gobierno trabajaba “primero y principalmente a lo que toca al servicio de Dios, nuestro señor, y la defensa y conservación de su santa fe y religión católica”. Luego pasaban revista a las recientes y onerosas empresas que se habían llevado a cabo “con el santo fin que tiene [Su Majestad] delante de los ojos, de estender (sic) la santa religión christiana (sic)” y concluían con un llamamiento a la aprobación de impuestos “como tan fieles y leales vassallos (sic), tan zelosos (sic) del servicio de Dios, nuestro señor, y de su Magestad (sic), y del bien universal 77 destos (sic) reynos (sic), y de la christiandad (sic), pues anda todo junto” . Esta forma de pensar también afectó tanto a su política interna como a la externa: Por encima de todo, la convicción de Felipe II de que estaba realizando la obra de Dios le enajenó de realismo en la planificación estratégica y de flexibilidad cuando sus subordinados se quejaban de que sus órdenes parecían imposibles de 78 cumplir . En este sentido, llegaba a pedir consejo a Juntas de Teólogos para identificar los designios divinos sobre aquellas problemáticas políticas con una dificultad más alta de lo normal. Algunos ejemplos de ello fueron las consultas en torno a la planificación del Concilio de Trento o sobre las herejías habidas en los Países Bajos. “Una vez identificado el designio divino, Felipe se disponía a movilizar la asistencia sobrenatural para lograr sus fines”79. Con este objetivo buscaba el apoyo de los santos, por lo que contaba con 7.442 reliquias, 12 cadáveres completos, 144 cabezas íntegras y 306 extremidades de individuos ascendidos a los altares80. De igual forma, promovió que sus súbditos exteriorizaran la religiosidad, por lo que solamente en la década de 1560 firmó centenares de órdenes para que los dirigentes clericales impulsaran ciclos de oración en favor del buen desenvolvimiento de determinados acontecimientos políticos. Entre ellos, la consecución del éxito en el concilio de Trento, la derrota de los turcos o el fin de la peste, entre otros 77 78 79 80 Parker, 2001: 37. Ibídem, 39. Ibídem, 38. Ibídem, 38. 17 acontecimientos81. Pero si hubo una obra en la que se pudo observar el posicionamiento religioso de Felipe II, ésa fue el monasterio de El Escorial. Se trató de un complejo arquitectónico que “servía como visible bastión contra el surgimiento de la herejía, pues su liturgia y su iconografía religiosa afirmaban sin cesar la validez de la doctrina católica”82. En definitiva, tanto las declaraciones como los actos de Felipe II contaban con tres estratos de visión mesiánica: En primer lugar, Felipe creía que Dios le había elegido con el fin de que gobernara explícitamente para lograr sus designios sobre el mundo. En segundo lugar, estaba igualmente convencido de que Dios le tenía bajo especial protección para que estuviera en condiciones de alcanzar esas metas (aunque el proceso pueda resultar ni obvio ni fácil). En tercer lugar, tenía la certeza de que, si era necesario, 83 Dios intervendría directamente para ayudarle a triunfar . Por tanto, Felipe II fue un claro ejemplo de política providencialista. Pero esta tendencia se pudo ver en el pensamiento estratégico de casi todos los Estados en el siglo siguiente a la Reforma. En este sentido, la Biblia se consideró como la guía de salvación espiritual y política. “La mayoría de las naciones de este periodo se veían a sí mismas como nuevo pueblo elegido al que Dios le había concedido un mandato imperial especial”84. Los conflictos bélicos del Siglo XVI. La primera guerra de Kappel Fue un conflicto armado en 1529 entre los protestantes y los cantones católicos de la Antigua Confederación Helvética durante la Reforma en Suiza. Terminó, sin ningún tipo de batalla acabando con la primera paz de Kappel. Bajo la dirección de Ulrico Zwinglio, el cantón protestante y de la ciudad de Zürich había concluido con otros cantones protestantes una alianza de defensa, la Christliches Burgrecht, que también incluye las ciudades de Constanza y Estrasburgo. Los cantones católicos de respuesta habían formado una alianza con Fernando de Austria. 81 82 83 84 Parker, 2001: 39. Ibídem, 38. Ibídem, 37. Ibídem, 36. 18 Los conflictos entre las dos partes se levantaron también sobre la situación los territorios comunes, especialmente la Thurgau, donde la administración cambiado dos veces al año entre los cantones y que de este modo cambiaron entre las normas católicas y protestantes. Varios intentos mediación fracasaron, como la disputa de Baden en 1526. en ha se de Después de numerosos incidentes menores y provocaciones de ambos lados, un sacerdote católico fue ejecutado en la Thurgau mayo 1528, y el pastor protestante J. Keyser fue quemado en la hoguera en Schwyz en 1529. El colmo fue la instalación de un corregidor católica en Baden. Zürich declaró la guerra el 8 de junio, ocupó Thurgau y los territorios de la Abadía de San Galo y marchó a Kappel en la frontera de Zug. Por mediación del Tagsatzung Federal, la guerra abierta se había medio evitado. La historia cuenta que en vez de pelear, los dos ejércitos pacíficamente compartieron una sopa de leche, conocido como el Kappeler Milchsuppe, 85 Ambos bandos, los católicos de la Suiza interior y los protestantes de Zúrich, dirigidos por Zwinglio coincidieron para batallar cerca del pueblo de Kappel en el cantón de Zúrich, y estaban alojados tan cerca los unos de los otros que los centinelas podían dirigirse la palabra y fraternizar. Las tropas alpinas tenían mucha leche, mientras los hombres de las fértiles tierras de labranza zuriquenses tenían pan. Entonces decidieron reunirse y celebrar juntos un banquete para mezclar ambos alimentos en una gran olla. En aquel entonces, la sopa de leche era el desayuno suizo por antonomasia. Colocaron la olla en la línea de defensa que dividía ambos ejércitos. Cada parte respetó rigurosamente esta frontera cantonal entre Zurich y Zug y no pisó terreno enemigo, con el resultado que después del almuerzo se suspendió la batalla y se establecieron negociaciones de paz. Finalmente el acuerdo de paz no fue precisamente favorable para la parte católica, que tuvo que disolver su alianza con los Habsburgo de Austria. Las tensiones se mantuvieron sin resolver, y estallarían de nuevo en la Segunda Guerra de Kappel, tan solo dos años más tarde. Segunda Guerra de Kappel Las tensiones entre las dos partes no habían sido resueltas por la paz alcanzada después de la primera guerra de Kappel dos años antes, y las provocaciones de ambos bandos continuaron sin cambio alguno, impulsada en 85 ELLIOT 2002 : 25 19 particular por la Confesión de Augsburgo de 1530. Además, la parte católica acusa a Zürich de ambiciones territoriales.86 En los cantones católicos se negaron a ayudar a las Tres Ligas en los Grisones, en la guerra contra Musso el ducado de Milán, Zürich considera que es una violación de los acuerdos entre la Confederación y las Tres Ligas y declara un embargo en contra de los cinco cantones católicos alpinos , en la que también participó Berna. Mientras que el Tagsatzung había mediado con éxito en 1529, en esta ocasión el intento fracasó, entre otras cosas porque Zwinglio estaba ansioso por una confrontación militar. Los cantones católicos declararon la guerra a Zürich el 9 de octubre 1531. El 11 de octubre de 1531, una fuerza de aproximadamente 7.000 soldados de los cinco cantones católicos se enfrentó a un ejército de tan sólo 2.000 hombres de Zürich en la batalla de Kappel. El ejército de Zürich, respaldado por los demás cantones protestantes fue liderado por Zwinglio, mientras que el ejército católico combinado estaba al mando de Hans Jauch de Uri. Las fuerzas principals de Zürich llegaron al campo de batalla en grupos dispersos y agotados después de una marcha forzada. Las fuerzas católicas atacaron y después de una breve resistencia, cerca de 500 protestantes resultaron muertos en la batalla o mientras huían. Entre los muertos estaba el propio Zwinglio y otros veinticuatro pastores. El cuerpo de Zwinglio fue capturado por el ejército católico victorioso y quemado por hereje.87 Respuesta protestante Tras la derrota en Kappel, Berna y otros cantones reformados marcharon para rescatar Zürich. Entre el 10 15 al 21, un gran ejército de la Reforma marchó por el valle Reuss a las afueras de Baar. Al mismo tiempo, el ejército católico estaba ahora acampado en las laderas de la montaña de Zug. El ejército combinado Zrich-Bern intentó enviar 5.000 hombres mayores de Sihlbrugg y Menzingen para rodear el ejército en la montaña de Zug. Sin embargo, el ejército reformado marchó lentamente debido a la falta de disciplina y el saqueo. Por la noche del 23 al 24 10, sólo habían llegado Gubel en Menzingen. Esa noche fueron atacados por una fuerza pequeña Católica de Aegeri y expulsados. Alrededor de 600 soldados protestantes murieron en el ataque y la retirada en pánico que siguió. Esta derrota destruyó gran parte del ejército combinado Zürich-Berna y ante el aumento de las deserciónes, se retiró el 3 de noviembre volviendo por el Reuss 86 87 ELLIOT 2002: 29 Ibídem :30 20 de Bremgarten. El retiro dejó gran parte de lago Zürich y la ciudad sin protección., viéndose obligados a impulsar una rápida solución de paz.88 Secuelas Heinrich Bullinger, que había sido profesor en Kappel, y desde 1523 un partidario abierto de Zwinglio, en el momento de la batalla era pastor en Bremgarten. Después de la batalla de Kappel, Bremgarten fue re-catolizada. El 21 de octubre, Bullinger huyó a Zürich con su padre, y el 9 de diciembre fue declarado sucesor de Zwinglio. La paz que puso fin a la guerra, la llamada Zweiter Landfrieden 89obligó a la disolución de la alianza protestante. Se dio prioridad al catolicismo en los territorios comunes, pero permitió municipios o parroquias que ya se habían convertido al permanecer protestante. Solamente los lugares de importancia estratégica, como el Freiamt o aquellos a lo largo de la ruta de Schwyz para el valle del Rin en Sargans eran forzosamente recatolizadas. Uno de los resultados del tratado, probablemente no prevista por los firmantes 90, fue el establecimiento a largo plazo de la convivencia religiosa en varios territorios sometidos suizos. Tanto en el Thurgau y Aargau, por ejemplo, las congregaciones católicas y protestantes comenzaron adorando en las mismas iglesias, lo que condujo a nuevas tensiones y conflictos a lo largo de los siglos XVI y XVII. El tratado también confirmó el derecho de cada cantón para practicar ya sea la católica o de la fe reformada, definiendo así la Confederación Suiza como un Estado con dos religiones, una novedad relativa en Europa Occidental. El resultado de la guerra también confirmó y consolidó la mayoría católica entre los trece miembros de pleno derecho de la Confederación Suiza: después de los asentamientos posteriores en Glarus y Appenzell, siete cantones medio llenas y dos permanecieron católicos, mientras que cuatro y dos mitades quedaron firmemente suizo Protestante Reformada. Un esfuerzo sin éxito por los cantones protestantes, especialmente Zúrich, a modificar los términos de coexistencia confesional en 1656, la primera guerra de Vilmergen, condujo a una reafirmación del status quo en el Dritter Landfrieden91. Una segunda guerra civil religiosa en 1712, la segunda guerra del Vilmergen, terminó en una victoria decisiva y protestantes importantes revisiones en el cuarto Landfrieden de 1712. 88 ELLIOT 2002 : 30 Ibídem : 31 90 Ibídem : 32 91 ELLIOT 2002 : 33 89 21 Carlos V contra los Principes Protestantes. La Guerra de Esmalcalda Como Soberano, después de la imposición de la Corona Imperial por mano del Pontífice (1530), Carlos V se sentía obligado a dedicarse completamente a la solución de los problemas que el luteranismo había creado en Europa y en Alemania en particular, con el fin de salvaguardar la unidad de la fe cristiana contra el embate de los turcos. Antes, en 1523 había cedido las islas de Malta y Gozo, así como Trípoli a la Orden de Malta. En el mismo año 1530 convocó la Dieta de Augsburgo, en la cual se enfrentaron luteranos y católicos sobre las llamadas Confesiones de Augsburgo. Carlos confirmó el Edicto de Worms de 1521, es decir la excomunión para los luteranos, amenazando la reconstitución de la propiedad eclesiástica. Como respuesta, los luteranos, representados por las llamadas «órdenes reformadas», actuaron dando vida a la Liga de Esmalcalda (1531). Tal coalición, dotada de un ejército y de una caja común, fue llamada también la Liga de los Protestantes. Esta claro que los seguidores de la doctrina de Lutero asumieron la denominación «protestantes» en cuanto ellos, reunidos en Órdenes Reformadas», en el curso de la segunda Dieta de Espira de 1529, protestaron contra la decisión del Emperador de restablecer el Edicto de Worms: edicto que había sido suspendido en la precedente Dieta de Espira (1526).92 Reconociendo que era necesaria una reforma y para intentar resolver el problema, el pontífice Pablo III convocó un Concilio ecuménico en la ciudad de Trento, cuyos trabajos comenzaron oficialmente el 5 de diciembre de 1545. Concilio del que ni el ni el Emperador ni el Papa que lo había convocado vieron la conclusión. Tras la negativa de los protestantes a reconocer el Concilio de Trento, el emperador comenzó la guerra en el mes de junio de 1546, con un ejército armado por el pontífice, al mando de Octavio Farnesio, otro austríaco mandado por Fernando de Austria y otro de los soldados de los Países Bajos al mando del Conde de Buren. También apoyaba al Emperador, Mauricio de Sajonia que había sido hábilmente apartado de la Liga de Esmalcalda. Carlos V consiguió una contundente victoria en la batalla de Mühlberg en el 1547, poco después los príncipes alemanes se retiraron y se subordinaron al Emperador. De la Dieta de Augsurgo de 1548, resultó un secreto imperial conocido como el Interin de Augsburgo93, para gobernar la Iglesia en espera de 92 93 Ibídem : 33 ELLIOT 2002 : 36 22 las resoluciones del Concilio. En el ínterin se respetaba la doctrina católica, pero se permitía la comunión por las dos especies y el matrimonio del clero. Tras la victoria imperial en la Guerra de Esmalcalda (1546-1547), muchos príncipes protestantes estaban descontentos con los términos religiosos del Interim de Augsburgo, impuesto tras la derrota. En enero de 1552, liderados por Mauricio de Sajonia, muchos formaron una alianza con Enrique II de Francia en el Tratado de Chambord (1552). A cambio de apoyo financiero francés y asistencia, le prometieron a Enrique la posesión de los Tres Obispados (Metz, Verdún y Tolón) como vicario del Imperio. En la consecuente guerra de príncipes, Carlos tuvo que huir a Carintia ante el avance de Mauricio de Sajonia, mientras que Enrique capturó las fortalezas de Metz, Verdun y Tolón. Ante la guerra con Francia, su hermano Fernando, como rey de Romanos, negoció la paz con los protestantes en el Tratado de Passau (1552), en el que el emperador garantizaba la libertad de culto a los protestantes. A pesar de su victoria no logró el deseo tan perseguido de llegar a unificar política y socialmente el luteranismo con el catolicismo, por lo que tan sólo ocho años después, en 1555, se vio obligado a suscribir la Paz de Augsburgo por medio del cual se reconocía el inalienable derecho de los alemanes de adherirse a la confesión católica o al luteranismo 94. Dando fin, aunque fuese de manera temporal (50 años), al largo conflicto generado por la Reforma. La Guerra de los Ochenta Años. Causas de la guerra en los Paises Bajos El emperador Carlos V nació en Gante en 1500 y se crio en el condado de Flandes, del cual era titular, por lo que era visto por sus súbditos neerlandeses como monarca de su tierra. Sin embargo, Carlos V abdicó en 1556 en su hijo Felipe II, el cual, criado en España y con intereses siempre más en la línea de los intereses de Castilla95, era visto como un monarca extraño y extranjero. Esta impresión se puso de manifiesto el día de la abdicación de Carlos V en Bruselas, donde en contraposición al emperador, flamenco, cosmopolita y políglota, el nuevo rey era incapaz de dirigirse a sus súbditos flamencos en su lengua96. 94 Ibídem : 37 ELLIOT 2002 : 41 96 Ibídem : 41 95 23 La situación de Flandes, a un paso de Inglaterra y fronterizo con Francia y con el Sacro Imperio Romano Germánico (del que nominalmente formaba parte), tenía una gran importancia estratégica para la monarquía hispánica. Amenazaba a Inglaterra con una invasión, cerraba el cerco de Francia junto con España y las posesiones italianas de los Habsburgo, y era la puerta de entrada a Alemania desde el norte, sacudida por las guerras de religión. La religión Ya durante el reinado del emperador Carlos V, el calvinismo había hecho acto de presencia en los Países Bajos y había sido reprimido por éste, intentando incluso implantar un tribunal de la Inquisición para luchar contra la herejía. Esta política fue continuada por su hijo, que en 1565 estableció los decretos tridentinos, causa de un gran malestar, ya que impedían la libertad de culto a la que aspiraban los nobles y los calvinistas. Por otro lado, la reorganización de los tres grandes obispados existentes en los Países Bajos en diecisiete más pequeños, topó con la oposición de la gran nobleza, puesto que los segundones de las familias nobles aspiraban usualmente al cargo de obispo97, y no tenía el mismo prestigio (ni ingresos) una gran diócesis, que una de las diecisiete pequeñas diócesis previstas. Finalmente el énfasis puesto por el calvinismo en la honestidad, la modestia, la frugalidad y el trabajo duro encajaban muy bien con la mentalidad de los industriosos holandeses embarcados ya en un incipiente capitalismo mercantil desde final de la edad media, y hay fundadas hipótesis de ser una de las fuentes de diferenciación del crecimiento económico. Éste era uno de los más ricos dominios de Felipe II (tres zonas económicas principales salen de la Edad Media, Flandes, Norte de Italia, y luego la península Ibérica), y chocaban fuertemente con la estructura económica peninsular y la férrea posición nobleza hispano-católica98 y de sus latifundios en la producción económica, con una menor productividad (en este momento, se rompe también el acuerdo que desde el siglo XIV había existido entre la nobleza castellana que aportaba la lana merina y la industria textil de Flandes, que tan buenos réditos había producido a la nobleza castellana, por una elevada valoración del recurso, aunque con tendencia a la baja con el largo plazo). Las comparaciones entre los sistemas productivos resultaban desfavorables para el prestigio del catolicismo. 97 98 Ibídem : 42 ELLIOT 2002 :43 24 La economía La economía jugó un papel importante en el estallido de la rebelión en los Países Bajos. La guerra entre Suecia y Dinamarca cerró el comercio y las importaciones de trigo procedentes del mar Báltico, provocando una caída del comercio y de los salarios, una carestía de alimentos y la subida del precio de estos, lo que facilitaba la tarea de los calvinistas de criticar la riqueza y el lujo de la Iglesia99 cuando la población empezaba a sentir el hambre. Esta situación alcanzó su cenit en agosto de 1566 con una brusca subida del precio de los alimentos. Hay que hacer notar la coincidencia en el tiempo entre la subida de los precios y el estallido de los desórdenes iconoclastas de ese mismo mes, que provocaron el envío a los Países Bajos de Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba. La pérdida de los subsidios enviados por la corona en 1568 para pagar al ejército, a manos de corsarios ingleses (en concreto, William Hawkins, hermano de John Hawkins), obligaron al Duque de Alba a recaudar impuestos para sufragar al ejército estacionado en Flandes (la décima). Esto fue demasiado para los holandeses, obligados a mantener a un ejército extranjero, utilizado para reprimirles en época de recesión económica y en contra de los usos y costumbres de su tierra. La rebelión El 5 de abril de 1566, la pequeña nobleza presenta a Margarita de Parma, gobernadora de los Países Bajos y hermana de Felipe II, el Compromiso de Breda, una reclamación formal en la que solicita la abolición de la Inquisición y el respeto a la libertad religiosa. Posteriormente, el 15 de agosto, día de la Asunción, un incidente deriva en disturbios provocados por los calvinistas, en los que asaltan las iglesias para destruir imágenes de santos que ellos consideran heréticas. Ante la clara rebeldía de parte de la población y la nobleza, Felipe II decide enviar a Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, al frente de un ejército para reprimir a los rebeldes, como primera medida de un plan de pacificación, que prevé el viaje de Felipe II a los Países Bajos. Durante el año que tarda el duque de Alba en llegar a los Países Bajos, la princesa Margarita ha conseguido hacerse con el control de la situación dominando la insurrección e informado a su hermano, por lo que la llegada del duque de Alba al frente de un ejército provoca su dimisión en desacuerdo con la política del rey. 99 Ibídem : 44 25 El duque arriba a Bruselas el 28 de agosto de 1567, y el 5 de septiembre crea el Tribunal de los Tumultos, conocido por los neerlandeses como el Tribunal de la Sangre100, que condenará a muerte a centenares de flamencos y confiscará sus propiedades. El 8 de septiembre cita a los nobles neerlandeses con la excusa de informarles sobre las órdenes del rey. Es una trampa en la que se detiene a los condes de Egmont y Horn, dos de los principales nobles flamencos que habían prestado importantes servicios al rey, y que serían decapitados en la Gran Plaza de Bruselas el 5 de junio del año siguiente (1568). El príncipe Guillermo de Orange, otro de los principales nobles flamencos y muy apreciado por el padre de Felipe II, se había refugiado en las propiedades de su familia materna en Alemania. Desde allí financia a los denominados Mendigos del Mar101 y alza un ejército de mercenarios alemanes de su propio bolsillo y lo pone al mando de sus hermanos. Las Guerras de Religión en Francia y sus implicaciones internacionales Se conoce como Guerras de religión de Francia a una serie de ocho conflictos que se desarrollaron en Francia durante la segunda mitad del Siglo XVI y en el que se enfrentaron católicos y protestantes calvinistas, conocidos como hugonotes. El desarrollo del humanismo durante el Renacimiento provocó el nacimiento de una corriente reformista que cuestionó los tradicionales principios de la religión católica, tal y como la enseñaba la Iglesia de Roma. Al catolicismo tradicional, pues, se opondrá el protestantismo y ello desencadenará una terrible guerra civil. Las discordias empiezan en los años 1540 y 1550 debido a destrucciones iconoclastas cometidas por protestantes de objetos del ritual romano que los católicos consideraban sagrados; reliquias, Custodias y estatuas de santos. A finales del reinado de Enrique II, el conflicto se politiza y al morir el rey en 1559, los partidos religiosos se organizan para preparar sus estructuras militares. Las guerras de religión empiezan en 1562 y prosiguen, con intervalos de paz hasta 1598, con la promulgación del Edicto de Nantes. Estos disturbios religiosos resultan especialmente difíciles de estudiar por su complejidad. A las diferencias religiosas se superponen enfrentamientos 100 101 ELLIOT 2002 : 45 Ibídem : 46 26 políticos, luchas sociales, divergencias culturales y por último, un contexto europeo tenso. Causas del conflicto Debilitamiento del poder real: Estos disturbios coinciden con un debilitamiento de la autoridad real. Los reyes Francisco I y Enrique II no habían tolerado ninguna oposición a su poder. Al morir este último en un accidente el 10 de julio de 1559, los reyes Francisco II y Carlos IX son demasiado jóvenes para poder imponer su autoridad. No pueden impedir que los franceses se enzarcen en esta guerra. Entre ambos contendientes, la reina madre Catalina de Médicis y su canciller Michel de l'Hospital tratan sin éxito de mantener la continuidad del Estado por medio de la tolerancia religiosa. La insubordinación de los franceses toma como modelo el comportamiento de príncipes y grandes señores, que toman las armas sin permiso del monarca. El feudalismo que aún se vive en Francia queda de manifiesto con la progresiva autonomía de los señores y de sus partidarios. La convocatoria de los Estados Generales, que se lleva a cabo tres veces durante estas guerras de religión es el testimonio patente del debilitamiento de la autoridad real. El rey necesita el apoyo de sus súbditos para poder adoptar decisiones que se respeten. Pero ahora se cuestiona incluso el poder real por aquellos que también desean que el rey se pliegue ante estos órganos consultivos. La lucha por el poder y por el favor del rey: Al ser los reyes demasiado jóvenes para reinar102, distintos campos políticos tratan de imponerse para controlar el poder real. Tres son los grandes clanes familiares que se enfrentarán: Los Montmorency: se trata de una de las familias con más abolengo y más poderosas de Francia. Ello se debe a la gran fortuna del condestable Jeanne de Montmorency que ejercía una gran influencia sobre el rey Enrique II. En esta familia se encuentran Francisco de Montmorency y los hermanos Châtillon (el cardenal de Châtillon, François d'Andelot y Gaspar II de Coligny). Divididos entre católicos y protestantes, los Montmorency se unen contra la creciente influencia de los Guisa, sus rivales. Su pelea por alcanzar el poder hace que las guerras de religión sean una especie de guerra privada entre ambas familias. Los Montmorency son los grandes perdedores del conflicto (sus 102 ELLIOT 2002 : 98. El autor hace énfasis en este aspecto, como una de las causas principales de los acontecimientos. 27 miembros mueren en combate, asesinados, encarcelados y exiliados). Resurgen junto a Enrique IV con Montmorency-Damville. Los Guisa: son los seguidores del partido católico. Primos del duque de Lorena, ascienden políticamente gracias a Claudio de Lorena y Francisco de Lorena, los dos primeros duques de Guisa y gracias también a María Estuardo que se convierte en reina de Francia entre 1559 y 1560. Son también de esta familia el cardenal de Lorena, Enrique de Guisa y Carlos de Mayena. Con frecuencia menoscabado por la reina madre, a causa de su intransigencia los Guisa regresan de modo triunfal a primera fila política gracias a su popularidad. Son los grandes vencedores de las guerras de religión. En 1588, consiguen expulsar al rey Enrique III de la capital y a deponerlo al año siguiente. A pesar de su derrota y de su sometimiento a Enrique IV, tienen el suficiente poder para que el rey no pueda atacarlos. Los Borbón: al ser descendientes directos del rey San Luis, son príncipes de la casa de Francia. Es una familia en la que algunos de sus miembros pertenecen al partido protestante, entre ellos Luis de Condé y su hijo Enrique de Condé y Antonio de Borbón y su hijo Enrique IV. Se trata de una familia dividida con dificultades para tener un verdadero jefe. Frente a sus primos y a su tío, el cardenal de Borbón, Enrique IV consigue imponerse con dificultades. La muerte del último Valois le lleva a asumir la corona de Francia. La implicación de los países vecinos Las guerras de religión en Francia son también la consecuencia de la intervención de países vecinos que tratan de debilitarla 103. Al perder Francia la Batalla de San Quintín en 1557 y firmar el Tratado de Cateau-Cambresis, ve perder su hegemonía en beneficio del reino de España, vencedor en dicha batalla. Sin embargo, y a pesar de su declive durante la segunda mitad del Siglo XVI, Francia continuará siendo una gran potencia europea. La reina de Inglaterra Isabel I interviene en apoyo de los protestantes y el rey de España, Felipe II apoyará al clan de los Guisa, católicos intransigentes. Durante las guerras de religión, Francia estará dividida en dos facciones apoyadas financiera y militarmente por potencias extranjeras. Durante los años 1580, Inglaterra y España se enfrentarán utilizando Francia como escenario. Pero hay también reivindicaciones territoriales. Inglaterra desea recuperar Calais, perdida en 1558 y España desea recuperar la parte septentrional de Navarra. Por su parte, Saboya, aliada a España quiere recuperar las ciudades italianas ocupadas por Francia tras las Guerras de Italia. 103 ELLIOT 2002: 102 28 Las guerras de religión en Francia dependen mucho del contexto europeo. Esto es especialmente significativo en el caso de los Países Bajos españoles en los que los disturbios políticos y religiosos se acentúan a partir de 1566. La guerra en Flandes repercute automáticamente en los conflictos franceses y viceversa. También el rey de Francia recurre a ejércitos extranjeros para restablecer su autoridad. Recurre a tropas suizas e italianas, enviadas por el Papa. Ambos bandos recurren a los reiters alemanes. Los españoles también utilizan tropas flamencas. Los orígenes del conflicto: Los primeros problemas religiosos aparecen bajo el reinado de Francisco I (1515-1547). El rey de Francia cree que la doctrina protestante es nefasta para su autoridad104. Se opone categóricamente a éstos cuando se producen las primeras agresiones iconoclastas a imágenes y reliquias religiosas. A partir del Affaire des Placards (el "asunto de los pasquines" que consistió en que los protestantes pusieron pasquines propagandísticos por todo el país llegando incluso al dormitorio del rey), el 18 de octubre de 1534 el rey empieza a perseguir a los protestantes, publicando edictos condenatorios. Pero es durante el reinado de su hijo Enrique II (1547-1559), cuando las tensiones religiosas aumentan peligrosamente. Más intolerante aún que su padre, Enrique II acosa sin tregua a los "herejes". Multiplica los edictos y crea las cortes ardientes para condenarlos a la hoguera. A pesar de esa persecución es también éste el momento de mayor auge del protestantismo. Bajo la dirección de inteligentes líderes (como Juan Calvino), el protestantismo cada vez convence a más gente. Los entornos urbanos (artesanos y burgueses), y la nobleza son el terreno más propicio para su crecimiento. Su dinamismo y su éxito provocan un odio feroz entre los católicos más intransigentes. Los dos partidos se creen en posesión de la verdad acerca de la fe. El país está al borde de una crisis religiosa, y sólo la fuerte autoridad del rey hace que Francia permanezca unida durante sus guerras contra España. La brutal muerte de Enrique II en 1559 abre un período de incertidumbre. En 1560, los diferentes partidos se enfrentan para controlar el poder real, en manos de un joven adolescente inexperto Francisco II. El joven rey confía el gobierno a los tíos de su esposa, el duque de Guisa y el cardenal de Lorena miembros intransigentes del partido católico. Los protestantes, encabezados por el príncipe de Condé cuestionan la legitimidad de los Guisa e intentan forzar su relevo. Esto desembocará en el primer episodio violento de las guerras de religión, el tumulto de Amboise. 104 Ibídem : 103 29 La violenta muerte de Francisco II a finales de 1560 tranquiliza los ánimos momentáneamente. La reina Catalina de Médicis que ejerce la regencia en nombre del jovencísimo Carlos IX busca una aproximación entre las posturas de católicos y protestantes. Junto al canciller Michel de l'Hospital, multiplica los encuentros entre los dos partidos e intenta incluso por medio del coloquio de Poissy de mantener la unidad de los cristianos. Sin embargo, la política de la reina fracasa debido a los fuertes antagonismos entre católicos y protestantes. La aparición de un partido moderado en la corte lleva a una menor presión sobre los reformadores. Los protestantes se sienten libres y los más violentos tratan de imponerse a la fuerza lo que lleva a diversos enfrentamientos en distintas partes de Francia. Al final, Catalina de Médicis no es capaz de controlar la situación105. El año 1561 representa el apogeo del protestantismo en Francia. Hay unos dos millones de protestantes. Los católicos están cada vez más irritados. Se multiplican los actos violentos en todo el país. Los dos partidos se arman. A principios de 1562, la catástrofe se presagia. El 17 de enero de 1562, Catalina de Medicis promulga el Edicto de Enero que es una auténtica revolución, ya que consagra la libertad de conciencia y la libertad de culto para los protestantes, siempre que éstos restituyan los lugares de culto de los que se habían apoderado. La tolerancia civil instaurada por la reina producirá el efecto contrario al que se buscaba106. El conflicto Podemos distinguir tres fases en el desarrollo de las Guerras de Religión en Francia: La ofensiva protestante de 1560 a 1570, periodo en el que el protestantismo va creciendo (entre la nobleza y en las ciudades). El creciente aumento del número de adeptos desencadena en los protestantes un impulso entusiasta que les lleva a creer en la posibilidad de convertir a todo el país. Tras varios enfrentamientos, la Masacre de San Bartolomé en 1572 corta drásticamente el desarrollo del movimiento y pone fin definitivamente a las ilusiones de los protestantes. La ofensiva de los descontentos desde 1572 hasta los años 1580, periodo durante el que las Guerras de Religión parecen más un conflicto político llevado por un partido católico moderado descontento por el reforzamiento del poder 105 106 ELLIOT 2002 : 105 Ibídem : 105 30 real. En cabeza de este movimiento se sitúa el propio hermano del rey Francisco de Alençon junto a la alta nobleza católica. La ofensiva católica de los años 1580 a 1599, periodo en el que aparecen las premisas de la Contrarreforma. Los católicos pretenden expulsar a los protestantes del reino. Su intransigencia les lleva a dejarse arrastrar por el oscurantismo religioso y desencadena una de las Guerras de Religión más violentas107. Primera Guerra de Religión (1562–1563) Francisco de Guisa: La ruptura se desencadena el 18 de marzo de 1562, cuando el duque Francisco de Guisa, que regresaba de unas negociaciones en Alsacia, se enfrenta y mata en Wassy, y en circunstancias poco claras, a 37 protestantes reunidos en una granja para celebrar el culto. A su regreso a París, Guisa es recibido como un héroe y el pueblo pide una cruzada contra los hugonotes. Por su parte, los protestantes se arman al mando del príncipe Luis de Condé, que se apodera de la ciudad de Orleans. La reina Catalina de Médicis, pillada a contrapié por estos acontecimientos, lleva a cabo un último intento para mantener la paz, pero el duque de Guisa presiona a la regente apareciendo con sus tropas en Fontainebleau donde se encuentra la familia real. Fuerza al joven rey y a su madre a seguirlo a París con la excusa de protegerlos de los protestantes, obligándolos de ese modo a tomar partido por los católicos. Es el principio de la primera Guerra de Religión. Los primeros en pasar a la ofensiva son los protestantes. La lucha se organiza por el control del espacio urbano. El ataque protestante es fulgurante. Al cabo de un mes, los protestantes consiguen apoderarse de una gran cantidad de ciudades, algunas muy importantes como Lyon, Orleans o incluso Ruán la segunda ciudad del país en aquella época. En cada conquista, los protestantes saquean y destruyen las iglesias. Los católicos sufren enormes pérdidas, pero los protestantes no consiguen conquistar Toulouse ni Burdeos. Para el ejército católico empieza una larga campaña de asedios para tratar de recuperar las ciudades perdidas. Hay varios escenarios en esta guerra. El más importante es el que se desarrolla sobre el Loira y en Normandía, donde el ejército católico trata de recuperar Ruán. La segunda zona de combate se sitúa en el sureste, en especial en la parte de Languedoc, y la tercera zona de combate se desarrolla en el suroeste donde Blas de Montluc lleva una guerra y una represión implacable contra los protestantes a los que derrota en la batalla de Vergt. 107 Ibídem : 105. Proporcionalmente al tiempo que duró la Primera Guerra ( un año ), el número de bajas por ambos bandos fue altísimo. 31 El ejército protestante está formado esencialmente por comerciantes y artesanos.108 Sus mandos son nobles experimentados y recurre a mercenarios alemanes. Tras el Tratado de Hampton Court, consigue el importante apoyo de la reina de Inglaterra. La batalla de Dreux (19 de diciembre de 1562) da ventaja al ejército real. El príncipe de Condé es hecho prisionero, pero el bando católico también sufre cuantiosas pérdidas; el mariscal de Saint-André es muerto y el condestable Anne de Montmorency hecho prisionero por los protestantes. Los dos líderes católicos más importantes Antonio de Borbón y Francisco de Guisa también mueren pronto, el primero en el sitio de Ruán y el segundo en el de Orleans durante una emboscada en Saint Mesmin. La muerte de los principales líderes de esta guerra permite a Catalina de Médicis restablecer la paz. Propone negociaciones con el príncipe de Condé que finalizan el 19 de marzo de 1563 con el edicto de Amboise. Autoriza el culto protestante en determinados lugares reservados y abre un periodo de tolerancia civil. Las ciudades de Ruán, Orleans y Lyon vuelven al control de los católicos. Esta guerra tuvo duras consecuencias: Las iglesias y catedrales tomadas por los protestantes sufrieron grandes daños. A causa de la violencia sufrida en esta guerra, ciudades como Ruán, Orleans y Lyon pasarán a ser la sede del catolicismo más intransigente. El final de la guerra conduce a muchos católicos a vengarse de los protestantes. Durante 1563 se entablan muchos pleitos para tratar de condenar a los protestantes que saquearon las iglesias. Al final, la paz impuesta por la reina madre resulta ser muy precaria109. Los católicos alimentan rencores hacia los protestantes por la destrucción que éstos habían causado. La primera Guerra de Religión fue la más destructiva. En cuanto a los protestantes, siguen convencidos de que deben convertir el reino a su religión y determinados a hacerlo. 108 ELLIOT 2002 : 107. En este capítulo, el autor hace mención reiterada a la baja formación militar de las tropas del bando protestante. 109 ELLIOT 2002 : 109 32 Segunda Guerra de Religión (1567–1568) Tras cuatro años de paz, el reino se encuentra otra vez al borde del conflicto armado. El reinicio de las hostilidades en 1567 tiene tres razones: el fracaso del edicto de Amboise en las provincias, el tenso contexto internacional y la rivalidad cortesana entre el príncipe de Condé y el joven hermano del rey, Enrique, duque de Anjou, que apenas tiene dieciséis años. La ascensión del joven príncipe despertó los recelos del ambicioso Condé, quién dejó la corte para hacer patente su disconformidad. En el resto de Europa, la situación también se agrava. En 1566, una violenta ola iconoclasta cae sobre iglesias y conventos de los territorios españoles en Flandes. Esta rebelión es sofocada con rapidez por parte de los españoles, pero la nobleza local aprovecha para solicitar al rey de España una mayor autonomía. A pesar de que se restablezca la calma en 1567, Felipe II envía un ejército para castigar a los revoltosos. El ejército español enviado desde el Milanesado se dirige a los Países Bajos a lo largo de la frontera con Francia. La cercanía de este ejército católico reaviva los temores de los hugonotes, pero también los del propio rey de Francia, quién para protegerse ante un posible ataque español recluta varios batallones suizos. La segunda guerra estalla justamente el 28 de septiembre de 1567 al intentar el príncipe de Condé apoderarse de la familia real (Sorpresa de Meaux). Esta ruptura con la política de concordia es una sorpresa y el ataque de Condé, en quien Catalina de Médicis había depositado sus esperanzas de conciliación, una traición. Tras este hecho la regente decide utilizar la violencia para mantener la paz. Los dos ejércitos se vuelven a enfrentar y otra vez los protestantes son derrotados el 10 de noviembre de 1567. El debilitamiento de los dos bandos lleva a la firma de un nuevo tratado de paz en Longjumeau el 22 de marzo de 1568. Tercera Guerra de Religión (1568-1569) La paz de Longumeau es frágil ya que el poder real ya no confía en el príncipe de Condé. Pocos meses después de esta nueva tregua, los católicos son los que tratan de anticiparse al enemigo y tratan de capturar al príncipe de Condé, en el castillo de Noyers, el 29 de jullio de 1568. Las tropas protestantes vuelven a ser derrotadas y sufren grandes pérdidas en la batalla de Jarnac, el 15 de marzo de 1569. El príncipe de Condé es ejecutado y emerge un nuevo dirigente entre los calvinistas, el almirante de Coligny. Este recupera los restos del ejército, se dirige al sur para reclutar más tropas y vuelve a dirigirse hacia París. Con la amenaza de las tropas de Coligny sobre París se firma una nueva tregua, el edicto de Saint-Germain, el 8 de agosto de 1570. Este tratado aseguraba cuatro plazas de seguridad para los protestantes. 33 Cuarta Guerra de Religión (1572–1573) La Cuarta Guerra se inicia con la terrible masacre de San Bartolomé, el 24 de agosto de 1572. El fracaso del sitio de la Rochelle, por parte del ejército real hace que esta guerra termine relativamente pronto. En julio de 1573 se firma el edicto de pacificación de Bolonia . Quinta Guerra de Religión (1574–1576) La Quinta Guerra de Religión se inicia con la evasión de los líderes protestantes (Condé y Enrique de Navarra) de la Corte en la que se hallaban en libertad vigilada después de San Bartolomé. La Quinta Guerra termina el 6 de mayo de 1576 con el edicto de Beaulieu, que concede mayor libertad de culto a los protestantes. Sexta Guerra de Religión (1576–1577) La Liga inicia la Sexta Guerra, que concluye con la Paz de Bergerac del 17 de septiembre de 1577 y con el edicto de Poitiers del 8 de octubre, que confirma la Paz de Bergerac y restringe las condiciones del culto protestante. Séptima Guerra de Religión (1579–1580) o Guerra de los Enamorados Esta Guerra, declarada por una minoría protestante, fue una de las más breves y menos seguidas. Terminó entre la indiferencia general con la toma de Cahors por parte de Enrique de Navarra y la paz de Fleix (cerca de Bergerac), el 26 de noviembre de 1580 que prorrogaba seis años los privilegios de las plazas de seguridad protestantes. Esta guerra también se llamó de los Enamorados por las intrigas galantes que se produjeron. El protestante Enrique de Navarra (futuro Enrique IV) y su esposa Margarita de Valois (la reina Margot) llevaron una alegre vida en Nérac en medio de una corte frívola 110. Octava Guerra de Religión (1585–1598) o Guerra de los tres Enriques Los enfrentamientos entre católicos y protestantes se endurecen con la alianza entre los protestantes y los rebeldes neerlandeses alzados contra España, y la de los católicos de la Liga con Felipe II de España. Despreciado por los de la Liga, Enrique III es incapaz de mantener su autoridad y debe huir de París tras la Jornada de las Barricadas, el 12 de mayo de 1588. Trata de acabar con la Santa Liga asesinando a sus jefes, el duque de Guisa (que también llevaba el 110 ELLIOT 2002 : 112. Esta situación contrasta con la lamentable situación de la población. 34 nombre de Enrique) y su hermano el cardenal de Lorena en Blois el 23 de diciembre de 1588. Sus planes se vieron frustrados porque un monje fanático lo asesinará a él el 1 de agosto del año siguiente, convirtiendo así al jefe de los protestantes, Enrique de Navarra, en rey de Francia con el nombre de Enrique IV. Éste tendrá que luchar para reconquistar su reino111, en manos de la Liga, que se niega a reconocer a un rey protestante; pero su alianza con fieles a la corona y sobre todo su conversión al catolicismo en 1593 le abren las puertas de París. Enrique IV mantiene aún una guerra contra Felipe II de España que termina el 2 de mayo de 1598 con la paz de Vervins. El problema religioso se zanja con un edicto que declara la tolerancia, el Edicto de Nantes, el 13 de abril de 1598112. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648)113 Durante la primera mitad del siglo XVII, Alemania, cuna de la Reforma, fue el teatro de la última guerra religiosa europea, guerra que, habiendo comenzado por enfrentamientos entre católicos y protestantes alemanes, se transformó en lucha política generalizada por el poder y la hegemonía. Así fue la Guerra de los Treinta Años. Sus causas se remontan al siglo XVI, a la Paz de Augsburgo, cuyas concesiones, limitadas a los luteranos, no alcanzaban a otras sectas, como los calvinistas, que eran en Alemania bastante numerosos. El famoso artículo de la Reserva Eclesiástica no se cumplía. Los Príncipes Eclesiásticos, como por ejemplo el elector arzobispo de Colonia, se hacían protestantes, negándose a renunciar a sus dominios terrenales temporales generando con ello numerosos conflictos. El catolicismo, reorganizado en el Concilio de Trento, pasaba de una actitud defensiva al ataque. Los poderosos príncipes del sur de Alemania, como los de Austria y Baviera, fieles a Roma, favorecían la propaganda de los jesuitas, lo que supuso la fundación de colegios y universidades. Resultado de aquella empeñada lucha de credos fue aumentar la división de Alemania en dos campos opuestos: por un lado la Unión Evangélica (1608), formada por luteranos y calvinistas - el elector palatino del Rhin, el duque de Würtemberg, el elector de Brandeburgo, 111 Ibídem : 113. Este fue el objetivo principal del rey. Ibídem: 114. 113 Este apartado ha sido redactado en base a datos de ASCH, R. 1997 : The Thirty Years War : the Holy Roman Empire and Europe, 1618-1648 , y material didáctico del Prof. José L. de las Heras. 112 35 el landgrave de Hesse-Cassel y bastantes ciudades, y por otra la Liga Católica, dirigida por el duque Maximiliano de Baviera, junto con los electores eclesiásticos de Maguncia, Tréveris y Colonia, y las ciudades de la Alemania meridional. Los Habsburgo, sucesores de Carlos V, Fernando I (1519- 1564) y el hijo de éste, Maximiliano II (1564-1576), fueron bastante tolerantes durante sus reinados, pero no sus sucesores, Rodolfo II (1576-1611) y Matías (1612-1619), que se pusieron al frente del sector más reaccionario de la población católica. A la casa de Habsburgo pertenecía, entre otras posesiones, el reino de Bohemia (desde 1526), país habitado por pueblos de distintos orígenes, que a su vez profesaban distintas creencias, apasionados por sus libertades, que el propio emperador Rodolfo II les había garantizado por la Gran Carta de Majestad (1609). Aquellas libertades fueron pronto violadas por el príncipe Fernando de Styria, primo del emperador Matías, gobernador de Bohemia y presunto heredero del Imperio. Una violenta oposición religioso-nacionalista estalló en Bohemia. Los jefes de los descontentos, penetrando un día en el castillo de Praga, se enzarzaron en una disputa con los oficiales imperiales y, pasando de las palabras a los hechos, les arrojaron por una ventana (1618), cayendo sobre un montón de estiércol sin sufrir daño. Este hecho, tan insólito como banal, conocido con el nombre de La defenestración de Praga, fue el detonante de la guerra. Además de Alemania, entraron en la lucha otras potencias: España, Dinamarca, Suecia y Francia. La llamada Guerra de los Treinta Años se divide cronológicamente en cuatro períodos: bohemio o palatino, danés, sueco y francés. Período palatino Los bohemios sublevados marcharon sobre Viena. Muerto el emperador Matías (1619), fue elegido Fernando de Styria con el nombre de Fernando II; pero los bohemios, en guerra contra Austria, ofrecieron la corona de su país al elector palatino Federico V, que se había convertido al calvinismo, y que, por ambición, aceptó el ofrecimiento, siendo coronado en Praga. El emperador, deseando reducir al vasallo rebelde, pidió ayuda a Felipe III, rey de la Monarquía Hispánica, que tomó partido por el emperador católico. Los príncipes protestantes, viendo su causa amenazada, apoyaron al elector. Las fuerzas de ambos contendientes consistían en mercenarios, mandados por aventureros similares a los condottieri italianos. El jefe de las tropas del partido católico era Tilly, un belga, y el de las protestantes, Ernesto de Mansfeld. 36 La Batalla de la Montaña Blanca, cerca de Praga, dio Bohemia al emperador. Las represalias fueron terribles. Bohemia perdió todos sus privilegios, y los adversarios de Austria fueron desposeídos de sus bienes. Continuó la guerra en el Palatinado. Héroe de aquella campaña fue el ilustre capitán Ambrosio de Spínola, que dio al bando imperial los territorios de Federico V, el cual fue privado de su dignidad electoral siendo sus estados repartidos entre España y Baviera. Período danés El emperador aprovechó su triunfo para someter a los príncipes y ciudades protestantes, que habían saqueado y usurpado los bienes eclesiásticos. Los soldados de Tilly fueron enviados de guarnición a las ciudades de la Baja Sajonia (norte de Alemania, entre el Weser y el Elba). Los alemanes, a merced del vencedor, temblaban por sus libertades y por sus adquisiciones. Entonces el rey de Dinamarca, Cristián IV, príncipe ambicioso, a quien la posesión del territorio llamado Sleswig- Holstein le convertía en miembro del Imperio, deseando extender su reino, acudió en auxilio de los protestantes. Este fue el comienzo del segundo período de la guerra, llamado Período Danés (1626-1628). En plena propagación de la guerra el emperador recibió un poderoso refuerzo. Un noble bohemo, llamado Alberto Waldstein o Wallenstein, propuso a Fernando reclutar y sostener a sus expensas un ejército de cincuenta mil hombres, a condición de ser él el único jefe y recibir los países que conquistara, a título de indemnización. Waldstein no era un vulgar aventurero. Nacido en 1583, de familia acomodada, educado por los jesuitas, se había destacado en la guerra contra los turcos y en la de Bohemia. Enriquecido con la compra de bienes confiscados a los bohemios rebeldes, adquirió el señorío de Friedland, en el norte de Bohemia, con el título de Duque. De carácter sombrío y melancólico, inquieto y soñador, se creía predestinado a alcanzar los más altos triunfos en aquel caótico panorama. Aceptado el ofrecimiento por el emperador, Waldstein creo un ejército propio, independiente del de la Liga Católica. En aquel tiempo los ejércitos nacionales no existían aún como tales, eran tropas mercenarias. La guerra era un negocio emprendido por jefes, como Waldstein, Tilly, Mansfeld, etc. El alistamiento se hacía por medio de pregones. Cuando se trataba de un caudillo famoso, garantizaba un buen salario y promesa de botín, la multitud se apresuraba a alistarse bajo su bandera. Aventureros, hijos ilegítimos y segundones de la nobleza rural, burgueses arruinados, campesinos hambrientos, frailes exclaustrados, todo un amplio 37 abanico de la escoria social sin distinción de clases, oficios, nacionalidades, religiones, ni procedencias, que no tenían nada que perder, salvo la vida que no les importaba demasiado, formaban ejércitos heterogéneos que con las victorias sacaban buen beneficio del pillaje. Frecuentemente, cuando alcanzaban el objetivo de enriquecimiento que se habían marcado previamente, desertaban sin más, volviendo a sus lugares de origen. Católicos y protestantes, alistados indistintamente en el ejército de la Liga Católica o de la Unión Evangélica, vivían a costa del país ocupado, imponiendo contribuciones arbitrarias, despojando a los pacíficos comerciantes y agricultores. A la retaguardia de aquellas feroces bandas, más que ejércitos propiamente dichos, iba una enorme cohorte de transporte de bagajes, criados, mercaderes, prostitutas de campaña y ladrones. Eran como Atila, y su presencia en una comarca equivalía a la ruina, el hambre, la peste, y la desolación. Durante la Guerra de los Treinta Años Alemania se convirtió en un gran campamento, que vivía a costa de la población civil. Waldstein, por su prestigio y por las amplias facultades concedidas a sus tropas, pudo fácilmente reunir el ejército prometido al emperador. Dos batallas dieron la victoria a los ejércitos imperiales. Waldstein derrotó a Ernesto de Mansfeld en Dessau, y Tilly al rey de Dinamarca en Lutter. Cristián IV, amenazado del despojo de su territorio, firmó con el emperador la Paz de Lubeck. No obstante, Waldstein continuó sus fechorías, apoderándose del norte de Alemania, confiscando ducados y principados, diciendo altaneramente que había llegado la hora de reducir los electores del imperio a la condición de simples Grandes de España y a los obispos a la de capellanes del emperador. Finalmente, Fernando promulgó en 1629 el Edicto de Restitución, disponiendo que todos los bienes eclesiásticos usurpados desde la Paz de Aubsburgo (1555) fueran restituidos a la Iglesia católica. El ejército de Waldstein quedaba encargado de hacer cumplir aquel edicto, que no sólo atentaba a la constitución del imperio, sino que era una amenaza para la seguridad de Europa, consagrando el poderío de la casa de Austria. El rey de Suecia, Gustavo Adolfo, intervino entonces, comenzando un nuevo período de guerra: el período sueco (1630-1635). Período sueco Gustavo Adolfo de Suecia, descendía de Gustavo Wasa, que en el siglo XVI había emancipado Suecia de la dominación de Dinamarca, fundando su propia dinastía y adoptando oficialmente el protestantismo. Había engrandecido su reino conquistando una parte del litoral oriental del Báltico. 38 Las causas que le indujeron a mezclarse en los asuntos de Alemania fueron los temores que le inspiraban las conquistas de Waldstein en el litoral alemán del Báltico, su ambición de apropiarse la Pomerania, y, finalmente, sus convicciones religiosas profundamente luteranas. Estimulado y apoyado por Richelieu, ministro del rey de Francia, enemigo del engrandecimiento de los Habsburgo, Gustavo Adolfo desembarcó en Pomerania en 1630. Su ejército, inferior en número a las tropas imperiales, les superaba en calidad, organización y disciplina. Los suecos, bien equipados, disponiendo de excelente artillería, iban dirigidos por uno de los mejores tácticos de la época, pues Gustavo Adolfo fue, con Spínola y Mauricio de Nassau, uno de los fundadores del arte de la guerra en el siglo XVII. Los príncipes alemanes, atemorizados del poderío alcanzado por Waldstein, habían exigido del emperador, en la Dieta de Ratisbona (1630), la separación del temible bohemio, que se retiró a sus tierras. Gustavo Adolfo permaneció durante un año en Alemania del Norte, ocupando la Pomerania y varias plazas fuertes como base de operaciones, a la vez que negociaba con los electores de Sajonia y Brandeburgo, obligándoles al fin a unirse a él. Entretanto Tilly se apoderaba de Magdeburgo, ciudad que saqueó salvajemente, pero en septiembre de 163l, Gustavo Adolfo entró en Sajonia, derrotando a aquel caudillo cerca de Leipzig, y al año siguiente se apoderaba de Munich, tras nueva victoria alcanzada sobre las tropas de Tilly, que murió a consecuencia de sus heridas. Fernando II, amenazado en sus propios estados, no halló mas recurso que llamar de nuevo a Waldstein. El orgulloso bohemio consintió en reclutar un nuevo ejército. Después de algunos meses de expectativa, las bandas de Waldstein y el aguerrido ejército sueco trabaron la gran Batalla de Lutzen (Noviembre de 1632), en la que los ejércitos imperiales fueron derrotados, pero que costó la vida al rey de Suecia. Gustavo Adolfo dejó en el trono a su hija Cristina, menor de edad. Sin embargo, la guerra continuó, dirigiendo las tropas protestantes el Duque Bernardo de Sajonia-Weymar, príncipe alemán que había militado en el ejército de Gustavo Adolfo. Aunque los suecos alcanzaron algunas ventajas, fueron derrotados en 1634 en la Batalla de Nordlingen, por la infantería española, mandada por el cardenalinfante don Fernando, hermano de Felipe IV, rey de España. Estos triunfos devolvieron la preponderancia al emperador, quien, no muy seguro de la conducta de Waldstein, al que los suecos hacían proposiciones de alianza, ofreciéndole la corona de Bohemia, le hizo asesinar. 39 La intervención de Suecia (apoyada por Francia) en el conflicto había convertido aquella guerra, originalmente religiosa y alemana, en una guerra política. Este carácter se acentuó más aún a partir del año 1635, en que la intrigante Francia, fortalecida con alianzas ofensivas y defensivas con holandeses, suizos, italianos (los duques de Saboya, Parma y Mantua) y los protestantes alemanes, entró en acción. Período francés En 1624 Francia se hallaba dirigida por el cardenal Richelieu, uno de los más grandes políticos de la época, gobernante profundamente hostil a la casa de Austria. Su política exterior iba encaminada a quebrantar el poder de las dos ramas de los Habsburgo, alemana y española, y evitar su unión. Con este fin promovió guerras contra España: la Guerra de la Valtelina (1624-1626) y la motivada por la sucesión del Ducado de Mantua (1627-1630). La derrota de los sucesos de Nordlíngen le hizo activar sus negociaciones con los enemigos de la casa de Austria (los príncipes alemanes, las Provincias Unidas, los suizos, los duques de Parma y Mantua, etc.). En 1635 declaró de nuevo la guerra al rey de España (Felipe IV), y al año siguiente al emperador. La lucha tuvo, pues, un frente tan amplio como variado: Alemania, Italia, los Países Bajos y la frontera hispano francesa. Después de múltiples alternativas la victoria definitiva se decantó por Richelieu, que se hizo dueño del Artois, y por los suecos, que dominaron el norte de Alemania. Richelieu murió en 1642; pero su sucesor, Mazarino, continuó su misma política. En 1643 el Príncipe de Condé derrotó al ejército español en Rocroy, batalla que fue el golpe de gracia al prestigio de nuestras tropas, a pesar del heroísmo con que lucharon. Todo esto, unido a los continuos triunfos de los aliados de Francia, y a los trabajos que desde 1643 venían haciendo los diplomáticos en busca de una solución para acabar la guerra la conclusión de la paz fue recibida con júbilo en Alemania. Paz de Westfalia La Guerra de los Treinta Años terminó con la Paz de Westfalia, congreso europeo en el cual estuvieron representados el emperador y los príncipes de Alemania, los reyes de España, Francia, Suecia y Dinamarca: las Provincias Unidas de Holanda, la república de Venecia y el Papa. Los tratados fueron firmados simultáneamente, el 24 de octubre de 1648, en las ciudades de Osnabruck, donde se había discutido la cuestión religiosa, y Münster, en la que se debatieron los asuntos políticos. 40 Las cláusulas de los tratados de Westfalia se hicieron extensivas a tres cuestiones: 1ª, al estado religioso de Alemania; 2ª, a su situación política, y 3ª, a la paz europea. Estado religioso de Alemania Subsistió la reserva eclesiástica, pero fueron reconocidos y consagrados los derechos de los protestantes, haciéndose extensivos a los calvinistas, manteniéndose como válidas las secularizaciones anteriores a 1624. En lo sucesivo el Alto Tribunal de Justicia del Imperio, buscando consenso y equilibrio, quedaría constituido con igual número de jueces protestantes que católicos. Situación política de Alemania Alemania continuó siendo una Federación de Estados bajo la soberanía del Emperador. Se concedía libertad religiosa a los príncipes de cada Estado, pero no a sus súbditos, quienes venían obligados a profesar la religión oficial ( cujus regio ejus religio ), pero príncipes y ciudades adquirían mayor poder político, es decir, los derechos llamados de regalías ( impuestos, moneda, ejército, derecho de paz o de guerra, alianzas, etc.) y los asuntos comunes pasaban a poder de la Dieta, quedando el poder del emperador reducido a ordenar el cumplimiento de sus decisiones. Paz europea Quedó reconocida la independencia de las Provincias Unidas de Holanda.y la de los Cantones Suizos, Francia adquirió Metz, Toul y Verdun, parte de Alsacia y, de hecho, el dominio del Artois. Suecia se quedó la Pomerania y algunas islas y plazas del Báltico. Los príncipes alemanes protestantes, aliados de Francia y Suecia, recibieron compensaciones, y algunos de ellos, como el elector de Brandeburgo (Federico Guillermo), adquisiciones territoriales importantes, que serían el origen del futuro reino de Prusia. La paz no contentó a nadie. Los católicos, se quejaban de la pérdida de los bienes de la Iglesia; los protestantes, irritados por el mantenimiento de la Reserva Eclesiástica, que no les permitía adquirir nuevos bienes. El Papa protestó contra la usurpación de los bienes eclesiásticos, primera y principal causa de la guerra, y declaró nulo el tratado. La cuestión religiosa fue en realidad secundaria, puesto que se convirtió en el medio de que se sirvieron los beligerantes para atraerse aliados. 41 Ninguno de los adversarios batallaba por la libertad de conciencia, pues todos pretendían imponer su religión; pero la imposibilidad de conseguirlo determinó cierta tolerancia, extensiva únicamente a los príncipes y a las tres religiones: católicos, luteranos y calvinistas. El resultado capital de la guerra fue político, a saber: la derrota del imperialismo austriaco, en provecho del espíritu particularista de los príncipes alemanes y de la hegemonía de Francia en Europa. Alemania, sufridora durante treinta años de bandas de soldadesca desenfrenadas, quedó arrasada, perdió dos tercios de su población y no pudo reponerse de sus desastres hasta mucho tiempo después. ************ 42 BIBLIOGRAFIA AMORES, Pedro Antonio. Martín Lutero y su contexto”. Clío, 39, pp.: 1–39, 2013. BAINTON, Ronald. Lutero. Buenos Aires: Sudamericana, 1955. 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