¿DEBEN LOS PADRES INMISCUIRSE O INHIBIRSE EN LA VIDA

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¿DEBEN LOS PADRES INMISCUIRSE O INHIBIRSE
EN LA VIDA DE SUS HIJOS?
Inmiscuirse en la vida de los hijos, sean jóvenes o adultos, para educarlos
mejor o para corregir sus errores, no es entrometerse, interferir, injerir, interponerse, mangonear o fisgonear en su vida privada. Esos verbos son sinónimos peyorativos de una actividad que los padres, tienen la obligación irrenunciable de realizar, empleando todos los medios morales y legales que
estén a su alcance. Antes de decidir si se deben inmiscuir o inhibir en algo,
(acción u omisión) se debe analizar profundamente, el modo de hacerlo o no
hacerlo, así como las consecuencias que podría originar esa decisión. Tanto
si la decisión es mantener o fomentar un pensamiento, decir unas palabras o
realizar unos hechos.
Si, a las críticas constructivas, no a las destructivas. Las críticas realizadas
a los hijos, no deben considerarlas como una intromisión en su vida privada,
tengan la edad que tengan, pues los padres tienen razón, obligación y autoridad para hacerlo y así, mantener en lo posible la llama sagrada de la educación.
No se puede considerar peyorativo inmiscuirse, sobre todo en cosas graves en las vidas de los hijos jóvenes o adultos, ya que los padres tienen la
obligación de velar por ellas y por su mejor futuro. El hacerlo es una obligación realizada, en el mejor beneficio de ellos. El no inmiscuirse en sus vidas
por dejadez, miedo, negligencia, por el qué dirán o por no querer enfrentarse, ante los problemas que pudieran acarrearles, supone una dejación de las
obligaciones adquiridas, con la paternidad responsable. Dejadez que en muchos casos, puede ser castigada por las leyes civiles y morales.
Es una irresponsabilidad inhibirse de la vida de los hijos, sean jóvenes o
adultos, y abandonarlos a su suerte, cuando las obligaciones parentales están bien claras y hay obligación grave de cumplirlas. Estos casos de inhibición se dan con mucha frecuencia, en el caso de divorcios, donde la persona
que no tiene la custodia de ellos, los abandona a su suerte o a lo que les
pudiera ocurrir, con la nueva pareja de su ex-esposa o ex-esposo. Inhibirse
de proporcionarles la manutención obligatoria, legal o extralegal, es un crimen, por muchas peleas que haya habido en el matrimonio. Inhibirse de los
graves problemas que pudieran tener los hijos, aunque estén viviendo independientemente, también es faltar al compromiso familiar, que en su día
adquirieron. Los hijos, como los padres, son para toda la vida, no como los
amigos, que se puede prescindir de ellos, cuando conviene a las partes.
Los padres muchas veces pueden y deben mediar, honradamente, en las
disputas que pudieran surgir entre sus hijos adultos y sus familias. No pueden inhibirse y decir, que sus problemas los arreglen ellos, pues para eso se
han independizado del hogar familiar. Un buen consejo o acción de los padres, realizada a tiempo, puede solucionar muchos problemas, antes de que
lleguen a mayores.
Los padres no pueden inhibirse de la educación de sus hijos, si esa inhibición les podría producir graves daños, tanto en temas escolares, religiosos,
familiares o sociales. Los padres no pueden ignorar, cuando es importante,
urgente o necesaria su presencia, consejo o apoyo, tanto en su vida privada, como
en su vida ante otros colectivos. Ya que incluso cualquier grave inhibición, cuando
hubiera sido necesario, podría generar en perjuicio de los propios hijos, otros
componentes de la familia, los amigos o la sociedad en general. Los padres siempre tienen que estar pendientes de lo que sus hijos hacen, para intervenir incluso
preventivamente, antes de que sea tarde. Los padres no pueden alegar, cuando el
tema es importante o grave, que por su comodidad han dejado de inmiscuirse en
los problemas de sus hijos, inhibiéndose de determinadas situaciones.
No existe el concepto de inmiscuirse, en las vidas de los hijos menores de edad,
que viven en el hogar familiar y bajo su patria potestad o de hijos adultos, que
también viven en el mismo hogar. Los padres tienen la irrenunciable obligación, de
educar a sus hijos y velar por su bienestar. Para ello, cuando se trata de educar a
los hijos, pueden recurrir a todas las herramientas posibles, que sean moral y legalmente aceptables. La obligación decrece, pero no desaparece, cuando los hijos
adultos abandonan el hogar familiar, para hacer su propia vida. Inmiscuirse en sus
asuntos y no inhibirse, es obligación de los padres, para evitar que haya malos
comportamientos o desviacionismos, que posteriormente, si no se corrigen a tiempo, podrían traer graves consecuencias para los hijos, para los padres y para el
resto de la familia.
No es inmiscuirse en la vida privada de los hijos, cuando los padres revisan sus
mochilas, carteras, teléfonos, computadoras, libros, objetos, ropas, habitaciones,
automóviles, etc. para conocer los detalles, del tipo de vida privada que llevan.
Tampoco es inmiscuirse, cuando los padres tratan de enterarse de las amistades,
noviazgos o sitios que frecuentan. Los objetos o señales que encuentren, les darán
la posibilidad de ahondar más en la educación de los hijos, haciendo las correcciones oportunas. Inhibirse de hacerlo es una falta grave, muchas veces con resultados irreversibles.
Si desde que los hijos son pequeños, los padres empiezan a inmiscuirse en las
cosas de ellos, más fácil será corregir las posibles desviaciones que tengan, y que
suelen quedar reflejadas, en las cosas anormales que los padres encuentran en sus
pesquisas. Si esperan a hacerlo, cuando los hijos ya sean púberes o adolescentes,
es muy posible que lleguen tarde, a enterarse de lo que ocurre en la vida privada
de sus hijos. Especial atención deben darle a los problemas, cuando los hijos ya no
son niños, pero todavía no son adultos, por lo que no se sienten parte de los unos,
ni aceptado por los otros.
Algunos padres de determinadas sociedades, apoyados por determinados profesionales de la salud mental o de la educación, prefieren que sus hijos se críen en
total libertad, de hacer lo que les de la gana, considerando que cualquier comentario o actuación que les lleve la contraria, es inmiscuirse en la vida privada de los
hijos y se pueden frustrar. Esta postura de no inmiscuirse en la educación de los
hijos y de inhibirse de sus incipientes problemas, suele ser producto de la comodidad, porque "si no hago nada, nada sucede" No suelen tener en cuenta, que si la
educación de los hijos no está bien dirigida, estos caerán en manos de los muchos
depredadores, que siempre andan a su alrededor. Bastante difícil está la vida, como para no intentar conocer todos los detalles de los hijos, para así poder obrar
anticipadamente, en función de los que vean u oigan. Nunca deben ceder ante la
obligación irrenunciable de los padres, de educar a sus hijos, en el amplio sentido
de la palabra.
Los hijos ya independientes, no deben sentirse inmiscuidos, entremetidos o
interferidos en sus vidas privadas, si reciben de sus padres opiniones o puntos de
vista diferentes a los suyos. Deben entender que, son únicamente consejos, para
continuar ejerciendo su obligación de educar y guiar la forma de sus vidas, aunque
tengan una vida independiente.
Nunca deben tener la inseguridad o el miedo, a perder su independencia familiar,
por no saber resolver sus propios problemas, conocidos o desconocidos. Siempre
les queda el recurso de que, la última palabra y el poder de decisión, es de ellos.
Tontos serían estos hijos adultos, si no aprovecharan el caudal de experiencias,
que normalmente tienen los padres y hacen caso omiso o desprecian lo que les
dicen, que se supone es siempre en su propio beneficio.
No es inmiscuirse en sus vidas de adultos, cuando los padres opinan con buen
criterio, lo que deberían hacer o no hacer, en determinadas cosas, máxime si son
graves o ponen en peligro su futuro y el de su familia, debido a que van por un
camino equivocado. Los padres tienen el derecho y la obligación irrenunciable, de
hablar muy claro a sus hijos y darles los consejos convenientes. El mismo derecho
irrenunciable e indiscutible, tienen los hijos independientes, a hacer su propia vida,
sin seguir los consejos u observaciones que sus padres les hagan.
Los padres pueden arruinar las relaciones matrimoniales de sus hijos, por lo
que tienen que tener mucho cuidado en lo que atañe con sus hijos que viven independientes, si al inmiscuirse en sus cosas, lo hacen de forma inconsciente, improcedente y de mala forma. No es lo mismo inmiscuirse en cuestiones graves o importantes, donde algunas veces es necesario intentar abrir los ojos de los hijos
casados o solteros, por muy mayores que sean, en beneficio de ellos mismos, de
sus hijos y del bienestar de su familia.
Hay situaciones límites, donde los padres tienen la obligación de inmiscuirse.
En esas ocasiones, no pueden inhibirse de tomar el riesgo que sea necesario, con
tal de salvarles de algún grave problema, aunque corran el riesgo de que sea mal
entendida su buena voluntad, para solucionar un mal mayor. Pudiera ser heroico
y decidida actitud, pueden perder situaciones ventajosas, económicas, familiares o
sos, a creer las opiniones de sus padres, aunque sientan que se están inmiscuyen-
Q
S
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R
do en su vida privada. Tolerarán que les hablen de determinados temas, sobre
todo de los que sean más difíciles de escuchar, y que en ningún caso, permitieran
que se las dijeran sus amigos u otras personas, aunque fueran verdades irrefutables. Es un equilibrio entre inmiscuirse e inhibirse, que en el caso de los hijos independientes, la elección tiene que ser la de "mejor pasarse, que quedarse corto".
PAD
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U
sociales. Los hijos bien educados casi siempre les van a escuchar y en muchos ca-
“La Iglesia, los pensadores cristianos y los
filósofos más acertados afirman unánimemente
que la sociedad se transformará si dedica sus
esfuerzos a la educación”
San José de Calasanz. 1621
N
A
UC
tener que tomar el riesgo de inmiscuirse, ya que los padres con su sincera, valiente
Instituto Carlos Pereyra de Puebla A.C.
2 Sur 4702 Las Palmas
(222) 243 49 15, 243 49 99 Fax: 240 44 04
http://carlospereyra.edu.mx
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