1° Congreso Latinoamericano de Historia Económica 4° Jornadas Uruguayas de Historia Económica CLADHE I- IV JUHE Montevideo, 5-7 de Diciembre de 2007 Liderazgos indígenas de la nordpatagonia frente a la política estatal: la renovación de estrategias ( 1850-1880)1 Gladys Varela 2y Carla Manara 3 Las investigaciones centradas en los espacios fronterizos americanos han evidenciado durante los últimos años una interesante renovación en cuanto a las temáticas, problemas y enfoques, logrando una apertura hacia nuevos abordajes sobre la vida en las fronteras y el accionar de las sociedades indígenas. En su conjunto, estos aportes proponen redefinir muchas de las imágenes heredadas renovando así las explicaciones tradicionales. En tal sentido, abordamos las regiones de frontera como espacios sociales dinámicos de múltiples interacciones en donde los grupos indígenas no sometidos adoptaron diversos comportamientos frente al dominio colonial primero, y al republicano después. En la región norpatgónica, las relaciones establecidas entre las sociedades originarias con los hispanocriollos fue generando un ámbito de influencias mutuas que se acrecentó notablemente durante el siglo XIX. Estas relaciones, siempre sujetas a negociaciones, potenciaron la capacidad de acción estratégica de las partes. De este modo, los líderes indígenas reactivaron permanentemente sus tácticas en pro de mantener su autonomía política y el control de las tierras y recursos. La resistencia frente a la dominación estatal tuvo diferentes manifestaciones, por lo que algunos caciques se opusieron abiertamente a negociar mientras otros fueron más proclives a lograr cierto reacomodamiento dentro del orden dominante. Consideramos que la sostenida confrontación con el poder estatal potenció una paulatina construcción de liderazgos indígenas cuyo proceso se vio acelerado en la medida que los estados de Chile y Argentina iban consolidándose en la segunda mitad del siglo XIX. La emergencia de estos liderazgos produjo readaptaciones en el seno de las sociedades 1 Una versión anterior sobre el tema fue presentado en el Seminario de investigaciones de las fronteras americanas-sifra. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2007 . Vèase: Varela, G. y Manara, C: “La construcción de poderes indígenas frente a la expansión estatal: la impronta de José María Yanquetruz. 2 Universidad Nacional del Comahue- (UNCo- CEHIR), Neuquén, Argentina. Gvarela @speedy.com.ar 3 Universidad Nacional del Comahue- (UNCo- CEHIR), Neuquén, Argentina. Cmanara @infovia .com.ar 1 originarias y crearon las bases para la legitimación de estos jefes como agente articuladores de intereses en los espacios de fronteras. En este contexto, el objetivo del presente trabajo consistirá en analizar el caso del José María Yanquetruz, destacado caciques entre los tehuelche septentrionales y claro exponente de un tipo de liderazgo inédito construido a partir de una conjunción de factores. Yanquetruz logró posicionarse en la escena como interlocutor válido entre las autoridades de Carmen de Patagones y los suyos llevando adelante intrincadas relaciones diplomáticas y comerciales sobre las cuales aún se sabe muy poco. Sus lazos de parentesco devenidos de los afamados caciques Cheuqueta y Chocorí –padre y tío respectivamente- fueron la base de una amplia red social sobre la que se sustentó su a la luz de una larga lucha contra la expansión de los estados. Hasta su temprana e inesperada muerte en 1858 fue artífice de una compleja red de vínculos fuera y dentro de las fronteras y su accionar dejó una impronta que seguirían sus sucesores, entre ellos, su primo Sayhueque. Las publicaciones específicas sobre José María Yanquetruz son bastante escasas 4, y en general, éste ha pasado desapercibido frente a la notoriedad de su primo Valentín Sayhueque. En efecto, muchos más han sido los autores que prestaron atención al cacique manzanero y a las connotaciones de este particular líder aliado a las autoridades argentinas durante unos 20 años. Sin embargo, notamos que algunos de los rasgos característicos adjudicados a Sayhueque ya estaban presentes en la época que lideró Yanquetruz. El hecho de que Sayhueque estuviera desde muy joven bajo la protección de su primo, a quien solía acompañar muy de cerca en los malones como en las gestiones diplomáticas, debió ser parte de un aprendizaje significativo para su futura trayectoria. Al morir Yanquetruz le sucedió su hermano Chingoleo, quien contó también con la confianza de Sayhueque. Con la muerte de Chingoleo, recién comenzaría el propio liderazgo de Sayhueque en la zona sur del actual Neuquén. Entonces éste se convertirá en el heredero de un gran capital material y simbólico reforzándolo con su sello personal para continuar las negociaciones hasta la década de 1880. 4 Los trabajos más significativos son los de Casamiquela, Rodolfo: El Linaje de los Yanquetruz; VIGNATI, Milcíades A.: Un capítulo de etno-historia norpatagónica. José María Bulnes LLanquetruz. En: Investigaciones y ensayos, Nº 13, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1972; Cuadrado Hernández, G: “Yanquetruz, el cacique talentoso”. En : Todo es Historia, Buenos Aires, 1996, N° 196. Sanchez Ceschi, Eduardo: Crónica histórica de Carmen de Patagones entre los años 1852-1855. Buenos Aires, Tor, 1937; Varela, Gladys y Cúneo Estela: Lideres indígenas y relaciones interétnicas en la nordpatagonia durante los S.XVIII y XIX. En: Bandieri, S. Blanco, G y Varela G. (Dir.): Hecho en Patagonia. La historia en perspectiva regional. Neuquén, UNCo, CEHIR, 2006; Vezub, Julio: Valentín Sayhueque y la “Gobernación indígena de las manzanas. Poder y etnicidad en la patagonia noroccidental (1860-1881). Tandil , UNCPBA, 2005,cap.IV, Tesis doctoral 2 Para avanzar en este tema hemos analizado un corpus documental relevado en el Archivo General de la Nación que consiste en treinta cartas escritas entre las autoridades de Carmen de Patagones y el cacique José María Yanquetruz a lo largo del año 1856, entre el 3 de mayo y el 30 de noviembre de ese año. La riqueza de esta fuente se basa en la información previa a las tratativas para lograr concretar un tratado de paz que se firmaría recién al año siguiente. Estas cartas dan cuenta de las decisiones, presiones y demandas por parte del cacique como de la comandancia en lo que fue un año clave en las negociaciones que conducirían a la firma de un tratado decisivo. Consideramos que durante ese lapso de complejas tratativas se fue delineando el rumbo político del líder indígena y de sus herederos. Esta documentación fue confrontada con otras fuentes, en particular con partes de las autoridades de fronteras; informes del gobierno de Buenos Aires; relatos de cronistas y viajeros y también a través de la prensa de la época. Un caso entre lo micro y lo macro Para avanzar sobre el objetivo propuesto, hemos confrontando una diversidad de categorías de análisis, poniéndolas a prueba con el corpus documental disponible. Procuramos no atenernos a parámetros pre-establecidos para terminar tipificando el tipo de liderazgo de Yanquetruz, sino, identificar los rasgos particulares de éste que nos permitan analizar la dinámica de las relaciones diplomáticas y económicas vinculadas al mundo fronterizo. Desde una perspectiva microhistórica tomamos cierta distancia de las explicaciones generalizantes en pro de atender mejor a los matices emergentes en el contexto histórico. Tal como asevera Giovanni Levi, la microhistoria, es por esencia, una práctica historiográfica pero sus referencias teóricas son múltiples, y en cierto modo también eclécticas5. La práctica microhistórica se basa en la reducción de la escala de observación y en el estudio intensivo de la documentación. Según Levi, es un procedimiento “que toma lo particular como punto de partida (particular que es a menudo altamente específico e individual y sería imposible calificar de caso típico) y procede a identificar su significado a la luz de su contexto específico”6 . A cuenta de esta definición, pensamos apropiada la perspectiva microhistórica para adentrarnos en el proceso de reconstrucción de configuraciones sociales, redes, alianzas y conflictos interétnicos que estaban en permanente movimiento en el mundo de fronteras. 5 Levi, Giovanni: "Sobre microhistoria". En: Burke, P.: Las formas de hacer historia". Madrid, Alianza, 1997, cap. 5. Ibid, p. 119 6 Ibid, p.137 3 Asimismo, Eduardo Grendi7 propone repensar la microhistoria y remarca la necesidad de revisar el procedimiento analítico a través de las "historias de caso", abordando experiencias de vida con el fin de posibilitar la reconstrucción histórica de un grupos social específico. Es así como la experiencia de Yanquetruz aparece como un caso significativo a través del cual buscamos desbordar el ámbito regional y lo meramente biográfico para ahondar en el contexto histórico en el cual se forjó. En este plano, articular lo micro a lo macro nos permite acceder paulatinamente a instancias explicativas de mayor alcance en pro de una lectura distinta del conjunto. Así mismo nos permite echar luz sobre detalles que habían pasado desapercibidos para la historiografía tradicional. Retomamos, entonces, los conceptos de Levi en cuanto que la microhistoria “intenta no sacrificar el conocimiento de los elementos individuales a una generalización más amplia y, de hecho, insiste en las vidas y acontecimientos de los individuos. Pero al mismo tiempo, intenta no rechazar todas las formas de abstracción, pues los hechos mínimos y los casos individuales pueden servir para revelar fenómenos más generales”.8 En esta búsqueda, fue importante la reconstrucción biográfica del cacique, intentando unir datos dispersos y confusos sobre su vida personal y colectiva. El objetivo central luego de conocer su trayectoria individual, fue trascender el personaje para comprenderlo mejor dentro de un contexto regional y nacional muy particular. El “método biográfico”, como ha llamado Ruth Sautu 9al conjunto de técnicas para avanzar en el estudio de las historias de vida, ha mostrado en los últimos años la posibilidad de avanzar por esta vía. Según Ana Lía Kornblit, estos avances fueron posibles dada la gran diversidad de sentidos atribuidos por las personas a los acontecimientos vitales por los que han atravesado en un contexto social en el que prima la diversidad de adscripciones y referencias, muchas veces contradictorias entre sí”10. Destacamos la importancia que adquieren las historias de vida como enfoque cualitativos dentro de los estudios sociales, ya que como bien señala esta autora, la diversidad que ofrecen dichas experiencias ha estado oculta tras la homogeneidad de los datos que recogen las técnicas cuantitativas11. En este orden, estudiamos la configuración del entramado de relaciones que gira en torno a Yanquetruz cuyas ramificaciones sociales, económicas y políticas permiten observar la incidencia que tuvo su liderazgo en la dinámica fronteriza. 7 Grendi, Eduardo. "". En: Cuadernos de Historia, Nueva serie 86, N 2, 1994. Levi, op, cit, p. 140 9 Sautu, Ruth: El método biográfico. Buenos Aires, Universudad de Belgrana, 1999. 10 Kornblit, Ana Lía. (coord): Metodologías cualitativas en ciencias sociales. Buenos Aires, Biblos, 2004. Cap. 1 8 4 Por otro lado, dado que la movilidad geográfica de los actores en relación excede el ámbito propiamente fronterizo, no abordamos la región en estudio con una delimitación fija preconcebida. Por el contrario, pensamos, desde la perspectiva de la historia regional, en una región en movimiento y en construcción, cambiante en el tiempo e interactuante entre lo interno y lo externo. De este modo las relaciones sociales detectadas en un ámbito más reducido siempre responden a realidades macrosociales a las que a su vez contribuyen a enriquecer. Retomamos los conceptos de Susana Bandieri en cuanto que “la única manera posible de volver operativo el concepto de región, es su construcción a partir de las interacciones sociales que la definen como tal en el espacio y el tiempo, dejando de lado cualquier delimitación previa que pretenda concebirla como una totalidad preexistente con rasgos de homogeneidad preestablecidos...”12. Desde la perspectiva de la dinámica fronteriza advertimos, tal como señala dicha autora que “la existencia de límites predeterminados que no se ajustan a la realidad socioeconómica vigente en las distintas etapas históricas, se vuelve así inadecuada para la cabal comprensión del funcionamiento de la región”13. Yanquetruz en escena Para comprender mejor la emergencia de importantes lideratos durante la segunda mitad del S.XIX en la nordpatagonia, es preciso remontarnos a las décadas anteriores cuando surge el linaje de los hermanos Cheuqueta14 y Chocorí cuyo legado recayó en José María Yanquetruz y su hermano Chingoleo por parte del primero, asentados en el curso medio e inferior del Río Negro, y en Valentín Sayhueque ubicado en el país de las Manzanas, hijo del segundo. Desde 1780 hasta 1840 habría sido la etapa más dinámica en cuanto a migraciones de población y asentamiento de grupos en tierras al este de los Andes, generando cambios en sus patrones de asentamiento y en las relaciones socio-económicas15. Creemos relevante presentar un breve esbozo de la figura de José María Yanquetruz para aproximarnos a partir de su experiencia de vida a la construcción de las redes sociales 11 Ibid.p.15 Bandieri, Susana: “Entre lo micro y lo macro: la historia regional. Síntesis de una experiencia”. En: Entrepasados, Bs. As., 1996, N° 11. p. 80. 13 Bandieri, Susana: “Areas andinas y relaciones fronterizas. Un ajuste de periodozación.En: Pinto Rodriguez, J, (comp.): Araucanía y pampas. Temuco, Universidad de la frontera, 1996. P.200 14 Para algunos autores sería tehuelche meridional y para otros de origen chileno, identificado en el grupo de los cacique Calfucurá, Toriano, Chocorí y Cumio. Ver la discusión en Varela Gladys y Cúneo Estela, op.cit..y Casamiquela, Rodolfo: Bosquejo de una etnología de la Provincia del Neuquén. Bs. As., ed. Guillotina, 1995. 12 5 que éste desplegó entre distintos grupos indígenas instalados en el sur de Buenos Aires, en el Rió Negro y en el sur de Neuquén llegando hasta el río Chubut. No conocemos detalles sobre sus primeros años, pero hay versiones que indicarían que fue tomado cautivo por grupos pehuenche y vendido en Chillán. Siendo aún joven se habría escapado y refugiado en las tolderías de Calfucurá, antiguo aliado de su padre, con quien al poco tiempo, comenzaría a rivalizar hasta convertirse en férreos enemigos. A partir de allí, se instaló al sur del Limay con sus mocetones, donde comenzó a incrementar su poderío enfrentando a algunos grupos tehuelche a los que venció e incorporó a sus huestes. Sus condiciones de líder comenzaban a sobresalir. El relato del comerciante de Valdivia Otto Muhm a Guillermo Cox nos aporta datos sobre el cacique: “Era en ese tiempo un hombre de veinte i seis años de edad mui ladino. No era alto pero tenía una figura imponente i de frente desarrollada; su rostro aunque feo era dotado de mucha expresión de franqueza y de audacia. Era mui magnífico en sus vestidos; casi siempre , me dijeron los que los habían conocido, llevaba casaca fina, sombrero blanco con un chiripá azul y calzoncillos bordados; nunca quitaba su sable el cual con las cabezadas, avíos, frenos, canelones, estriberas i estribos, todo era de plata maciza. Le gustaba también que los mocetones que lo escoltaban anduviesen tan magníficos como el”16 A partir de 1852 al morir su padre,Yanquetruz asumió el cacicato y se instaló en las cercanías de San Javier a pocas leguas del fuerte del Carmen. Un informe del Coronel Francisco Fourmartín proporciona los primeros datos de su actuación dando cuenta de un joven de 28 años que junto con su familia y unos 38 indios de pelea se había establecido provisoriamente a ocho leguas más al sur del Río Negro. Durante el tiempo que permaneció en el lugar entabló relaciones de amistad con el comandante y habitantes del fuerte, adoptando algunos usos y costumbres. Sus hombres se ocupaban en sembrar trigo y levantaban las cosechas de los cristianos. La amistad y cooperación con las autoridades del fuerte se fueron afirmando hasta manifestar su deseo de cristianizarse siendo sus padrinos el Coronel Francisco Fourmartín y su esposa 17. En 1854, sumó a sus huestes la gente de su fallecido tío Chocorí y obtuvo además el reconocimiento de varios caciques de prestigio de la región del río Collón Curá, como Paillacán y Huincahual, extendiendo sus influencias regionales. 15 Varela, Gladys y Manara, Carla: Tiempos de transición en las fronteras surandinas: de la colonia a la república. En: Bandieri, S. (coordinadora) Cruzando la cordillera. La frontera argentino chilena como espacio social. Neuquén, CEHIR, UNCo, 2001, primera parte, pp. 31-63. 16 Cox, Guillermo, op.cit., pag. 176. 17 Informe del 5 de octubre de 1852 ,elevado al Ministro de Guerra y Marina José M. Galán citado por Cuadrado Hernández, G. op. cit. 6 Dada la amistad y estimación que había logrado entre los vecinos del fuerte, el comandante solicitó ante el ministerio correspondiente raciones de yerba, tabaco y papel para el cacique y su gente, prolegómenos que iban cimentando la paz deseada. Sin embargo los deseos del cacique y del comandante de acelerar la firma de una paz, se vieron postergadas debido a las convulsiones políticas en Buenos Aires, donde seguramente existían problemas más acuciantes que la firma de una paz con un cacique tan lejano geográficamente y que además no era una amenaza para al fuerte. Apenas murió su padre, Yanquetruz pudo conciliar la herencia del linaje con una gran capacidad de negociación, a lo que ya sumaba un efectivo control territorial y el acceso a recursos materiales que redistribuía entre los caciques que avalaban sus tratativas con las autoridades. Estando en el centro de la escena, podía procesar información recibida por distintas vías, la cual supo utilizar para presionar a las autoridades, tal como notamos a través de sus propias cartas. Esta suma de atributos pueden observarse en otros líderes indígenas de la época pero no todos accedieron a negociar en los términos que lo hizo Yanquetruz y mucho menos estuvieron dispuestos a ceder frente a los beneficios de la “civilización”. Después de muchas idas y venidas explicitada en la correspondencia analizada, se firmó el acuerdo entre Yanquetruz y Patagones en 1857, cuyas pautas explicaremos más adelante. Lo cierto es que este tratado fortaleció el rol de Yanquetruz sentando las bases de un proyecto político indígena de tinte pacífico aunque para concretarlo haya tenido que lidiar con las apetencias del estado en expansión. El paso dado por el cacique será retomado por sus herederos, puesto que él murió en 1858, apenas un año después de la firma del acuerdo. Frente a la presión del avance estatal El proceso de formación de los estados a partir de los movimientos de independencia estuvo signado por una fuerte hegemonía ejercida por los agentes estatales sobre las áreas de control indígena, cuestión que hoy es revisada a partir de avances sobre la propia dinámica de esos espacios. En este sentido, se desdibuja la clásica dicotomía dominadores-dominados para dar lugar a una pluralidad de experiencias. Es sabido que los procesos expansivos desafiaron la capacidad de respuesta de las sociedades indígenas del norte patagónico que hasta entonces no habían sido sometidas. La habitual resistencia de estos grupos a la asimilación y subordinación planeada desde los centros de poder provocó cambios significativos ante la necesidad imperiosa de tener que 7 responder a factores de presión externa que jaqueban su autonomía y sus dominios. En estos casos, la transición de una organización tribal a una jefatura emergió frente a una necesidad defensiva y a la luz de nuevas presiones y desafíos. Tal como expresan Cramer y Haas, dicha transición “representa particularmente una etapa crítica en la evolución de una cultura, porque marca la emergencia de centralización política y de jerarquías sociales discretas” 18. Las circunstancias políticas dadas en la segunda mitad del siglo XIX estimularon la configuración de líderes de rasgos diferentes en comparación con los de décadas anteriores. De hecho, el conflicto entre Buenos Aires y la Confederación y la consecuente caída de Rosas potenció viejas rivalidades intertribales y muchos grupos debieron realinearse en el nuevo esquema de poder demandando la intervención de líderes con capacidad y experiencia suficiente como para actuar en el nuevo escenario. A su vez las mismas facciones criollas en pugna promovieron alianzas y diversos tipos de tratados para atraer a estos líderes a su causa19. De este modo se fortaleció el rol de algunos jefes, en particular de aquellos que mantenían un mayor y asiduo contacto con las autoridades, como fue el caso de Yanquetruz. A estos nuevos líderes les cupo la tarea de movilizarse frente a un enemigo que avanzaba de uno u otro modo, por lo que también recurrieron a incorporar algunos recursos y prácticas del blanco, especialmente aquellos que garantizaban una mejor comunicación. Las cartas escritas desde las tolderías, el uso de secretarios y lenguaraces como la circulación de espías y mensajeros son claras pruebas de ello. El salto cualitativo de estos liderazgos es llamativo. En su condición de intermediarios estos líderes estuvieron mejor posicionados para obtener beneficios, aumentar su influencia y prestigio legitimándose frente los suyos y aliados. Pero también asumieron un rol de riesgo ya que se vieron directamente afectados por los ajustes estatales y fueron el blanco de recelos y competencias por parte de aquellos caciques que diferían en la estrategia a seguir. Carmen de Patagones: centro de comercio y diplomacia Después de la creación del Virreinato del Río de la Plata, el Borbón Carlos III, consciente de la importancia estratégica de las costas atlánticas de América del sur y de la apetencia sobre las tierras de indios no sometidos por parte de las potencias colonialistas Creamer, Winifred y Haas Jonathan; “Tribu versus jefaturas en la baja América central”. En: Américan Antiquity, 50 (4), 1985, pp.738-754. (Traducción) 19 Manara, Carla: “La frontera surandina: centro de la confrontación política a principios del siglo XIX”. En: Mundo Agrario - Universidad Nacional de La Plata (UNLP)- N° 10, 2005. (WWW.mundoagrario.unlp.edu.ar) 18 8 enemigas de la metrópoli, apresuró el reconocimiento de esas latitudes y la instalación de algunos fuertes con una población estable20. El costo de mantenimiento de estos asentamientos y las dificultades de convivencia con los indígenas llevó a las autoridades a dejar solamente en pie el fuerte del Carmen. El mismo se habría instalado en tierras indígenas contando con la autorización del cacique Negro o Chanel cuya territorialidad comprendía desde el arroyo Sauce Grande hasta la desembocadura de los ríos Colorados y Negro21. Si bien, los nativos eran conscientes de este avance sobre su territorio, la posibilidad de intercambiar y adquirir productos europeos que ya resultaban indispensables para su vida cotidiana debió pesar sobre la balanza. Para los indígenas patagónicos alejados de la zona cordillerana el fuerte de Valdivia que podía utilizarse como otro sitio para el conchavo o trueque les resultaba demasiado alejado, de allí que una instalación sobre la costa Atlántica les resultara ideal para comerciar y relacionarse con las autoridades rioplatenses. De cualquier manera inicialmente, la presencia del blanco no debió presentar peligro alguno puesto que, los colonos estaban en franca minoría y solamente la diplomacia y la buena articulación económica que lograron con los pueblos originarios, permitió a los pobladores desde los comienzos su subsistencia. Si las acciones bélicas y la tarea misional22 estaban vedadas, había que buscar otras estrategias de asimilación y entendimiento. De allí que la diplomacia y el comercio fueron los mecanismos más eficaces que posibilitaron un sistemas de acuerdos y compromisos que, aunque frágiles permitieron la complementariedad de estas dos sociedades que entraron en contacto23. Las relaciones económicas con el fuerte comenzaron a mantener cierta regularidad y el comercio fue la alternativa ideal para el aprovisionamiento de ambos grupos. En más de una oportunidad los indígenas se convirtieron en los únicos proveedores de haciendas para el 20 En 1779 se estableció el primer asentamiento, San José en el golfo homónimo y ese mismo año Francisco de Viedma levantó en la desembocadura del Río Negro el fuerte nuestra Señora del Carmen, completándose la ocupación en el año siguiente con la instalación de la Colonia Florida Blanca en San Julián. 21 Nacuzzi, Lidia: Identidades impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia. Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología, 1998. 22 Después del fracaso de las reducciones jesuíticas al sur del río Salado y la imposibilidad material y escasez de recursos de la administración colonial, la necesidad de encontrar una vía de consenso y acercamiento a los nativos fue de vital importancia. Los dispositivos de poder y de disciplinamiento que desde la etapa de la colonia se habían puesto en funcionamiento, como encomiendas, misiones, expediciones de guerra, parlamentos y las escuelas de indios, tuvieron escasa repercusión en los territorios patagónicos. Boccara, Guillaume: “Notas acerca de los dispositivos de poder en la sociedad colonial fronteriza, la resistencia y la transculturación de los rechemapuche del centro sur de Chile (S:XVI-XIX)”.En: Revista de Indias, Nº 208, 1996. 9 mantenimiento de los colonos, hecho que permitió a los caciques elaborar estrategias para mejorar sus condiciones de negociación24. El contacto con el fuerte fue forjando vínculos de interdependencia y fuertes lazos de reciprocidad entre las partes, promoviendo buenas relaciones personales entre algunos caciques y las autoridades del establecimiento que se tradujeron en prácticas de hospitalidad, compromisos, acuerdos, dádivas y regalos dando cierta estabilidad a las relaciones 25. Ya para 1829 según lo presenciara Alcide D’ Orbigny26, la aldea comenzó a ser rodeada por tolderías indígenas de tehuelche meridionales, septentrionales y hasta algunos aucas que se acercaban al lugar con la finalidad de cambalachear. De tal manera que con el transcurrir del tiempo el fuerte se transformó en un lugar de gran intercambio donde los indios llevaban para vender sus ganados, tejidos, plumas, pieles, cueros a cambio de agua ardiente, efectos de hierro y los famosos vicios (yerba, azúcar, porotos, tabaco). Poco a poco el comercio se constituyó en el eje estabilizador de las relaciones entre los colonos y los nativos, y la regularidad en el trato, facilitó el conocimiento y la comunicación. Esto sin dudas posibilitó una mayor previsibilidad de las conductas del “otro” y un equilibrio de fuerzas27. Después de los fracasos misionales no disponemos de otros registros importantes y habrá que esperar hasta el siglo XIX para que se produzcan algunos contactos bastantes espaciados entre si como el arribo del las fuerzas expedicionarias de Rosas a la Confluencia del río Negro y Neuquén que provocó movimientos de algunos grupos hacia el sur; la entrada al Nahuel Huapi de Fonk28 y Hess desde Chile en 1856, de los colonos alemanes residentes en Valdivia, Otto Muhm y Federico Braemer, que llegaron hasta el Limay en 1858, el viaje de Guillermo Cox 29entre 1862-63, y de Jorge Claráz30 que en 1865-1866 recorrió la meseta del Luiz, María Teresa: “La construcción de un espacio fronterizo: cambio en las relaciones interétnicas y permanencias en las representaciones del oto y lo otro. Patagonia fines del período colonial”. En: Bandieri, Blanco, Varela (Dir.) Hecho en Patagonia. La historia en perspectiva regional. Neuquén , EDUCO, 2006. 24 A modo de ejemplo recordemos que en 1821 un grupo tehuelche del sur, dirigidos por el cacique Ojo Lindo de la península de San José, llegó al fuerte a vender 800 cabezas de ganado. 25 La crónica de Francisco Villarino dejó información precisa sobre los grupos que vivían en los afluentes del Collón Curá y viajaban hasta la colonia a trocar sus plumas y pieles por víveres y agua ardiente. Cfr.Villarino, Basilio: “Diario de la navegación emprendida en 1781 desde el Río Negro…”.En: Pedro de Angelis (ed.) Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata. T.VIII. Buenos Aires, Plus Ultra, 1972 [1782]. 26 D´Orbigny, Alcides; Viaje por América meridional. Buenos Aires, Emecé, Colección Memoria Argentina, T.II.,1999. 27 Luiz, María Teresa, op cit. 28 Fonk, Francisco: Libro de los diarios de Fray Francisco Menéndez publicado y comentado por Francisco Fonck, Valparaíso, 1896, vol. II. 29 Cox, Guillermo: Viaje en las rejiones [sic] septentrionales de la Patagonia, 1862-63. Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1863. 23 10 Río Negro y del Chubut, para finalizar con las más tardías expediciones de George Musters31, Mariano Bejarano32 y Francisco Moreno33. Gracias a las crónicas dejadas por diversos viajeros, es que podemos reconstruir en parte la historia de los grupos indígenas de la nordpatagonia y percibir otros contactos no documentados que demuestran conexiones, intercambios e incluso auxilio militar de personajes transcordilleranos que ayudaron a jefes indígenas en sus enfrentamientos intertribales. Como puede advertirse, la fundación del fuerte de Carmen de Patagones incidió particularmente en la vida de los grupos nativos de la norpatagonia e inauguró tramas de relaciones con la población allí instalada movilizando al espacio fronterizo en su conjunto. Las circulación de cartas en las tolderías El uso de la escritura en las tolderías de Yanquetruz introdujo pautas externas pero facilitó las negociaciones al disponer de los mismos códigos del contrincante. No es seguro que el cacique supiera leer y escribir, pero sí que contaba con los servicios de un escribiente, Francisco del Carmen Marquez Bravo, encargado de redactar y contestar las cartas. Una lectura del conjunto de la correspondencia, nos permite inferir que más allá del interés que muestran ambas partes por concretar un tratado, existieron constantes presiones y dilaciones. Por encima de las reiteradas expresiones de amistad y cordialidad que se prodigaban mutuamente subyacía una gran tensión dejando a la vista una relación muy inestable y siempre atenta a los movimientos del otro. A su vez hemos articulado datos obtenidos de la correspondencia de Sayhueque escrita dos décadas después, en las que se hace referencia a los antecedentes del linaje desde la época de los caciques Chocorí y Cheuqueta34. El jefe manzanero continuó la costumbre de mantener correspondencia con las autoridades y también se rodeó de secretarios como el conocido Loncochino y el mismo Marquez Bravo, 30 Claráz, Jorge, Diario de Viaje de exploración al Chubut 1865-1866. Marymar, Buenos Aires, 1988. Musters, George: Vida entre los Patagones. Un año de excursiones por tierras no frecuentadas, desde el estrecho de Magallanes hasta el R.ío Negro. Estudio preliminar y notas de Rey Balmaceda. Buenos Aires, ed. Solar-Hachette, 1964. 32 Bejarano, Mariano: Diario de viage [sic] en el valle del Río Negro de Carmen de Patagones hasta el cerro nevado del Valle Rica [sic] y viceversa. Memoria del Ministerio de Guerra y Marina, Buenos Aires, 1873. 33 Moreno, Francisco, P.: Viaje a la Patagonia Septentrional. Anales de la Sociedad Científica Argentina, T I, Buenos Aires, 1876 y Recuerdos de un viaje a Nahuel Huapi, copia mecanografiada del Museo Etnográfico, 27. 34 Véase el corpus documental presentado por Julio Vesub en su tesis doctoral, op. cit., T II y también las cartas relevadas por Silva, Lidia: El proceso de complejización social y centralización política en nordpatagonia. S. XIX. La jefatura de Valentín Sayhuque. Neuquén, UNCo, 2007. (tesis de licenciatura) 31 11 quien supo ser un buen consejero en virtud de su larga experiencia en las negociaciones fronterizas junto a Yanquetruz.. Las cartas estudiadas estaban dirigidas a las principales autoridades, en este caso al Comandante del fuerte Benito Villar, al Ministro de Guerra y Marina Bartolomé Mitre y al Gobernador de la provincia de Buenos Aires, Pastor Obligado. El tema principal de la correspondencia era fijar las pautas para firmar una paz definitiva que nunca se lograba efectivizar. En esas comunicaciones Yanquetruz fue posicionándose como el interlocutor válido y como cabeza visible en calidad de “jefe de las toldería tehuelches” para las autoridades, aunque decía tener más capacidad de aconsejar que de decidir por sí mismo35. El envío de cartas y mensajes que cruzaban por la extensa región era de vital importancia. En estas instancias de negociación se requería además de la presencia de escribanos, la utilización de chasquis confiables y la demanda permanente de papel y tinta desde las tolderías, elementos que son solicitados reiteradamente en las cartas. Este estilo de comunicación también implicaba ciertos riesgos que el cacique y las autoridades, como agentes procesadores de información no desconocían. Siempre estaba presente la idea de que las cartas no iban a llegar a destino porque grupos enemigos solían interceptarlas en el camino, de allí la costumbre de duplicar las notas. Esa incertidumbre también generaba desconfianza porque se pensaba que la otra parte actuaba de mala fe o estaba ganando tiempo. En ocasiones el mensaje era llevado directamente por un lenguaraz, que en los casos que hemos detectado, eran hombres de confianza de Yanquetruz, pero también aceptados por el comandante por ser individuos que habían conocido la “vida civilizada” y podían convencer al cacique de los beneficios de la negociación. En algunas oportunidades fueron los mismos lenguaraces quienes provocaron ciertos enredos por difundir rumores falsos que ponían en peligro las negociaciones. Con frecuencia, en este mundo de fronteras, circulaban malentendidos y mentiras con el claro propósito de desestabilizar al enemigo36. Asimismo, Yanquetruz decía tener problemas para acordar las 35 Carta del 10 de junio de 1856, de Yanquetruz al Comandante de Carmen de Patagones Benito Villar. En Archivo General de la Nación (AGN), Sala X, 10.19.4.5 36 A modo de ejemplo, recordaremos que unos indios cautivos le confirmaron al comandante de Patagones, que el cacique no contestaba las cartas porque estaba haciendo tiempo esperando los refuerzos de Calfucurá para así atacar juntos. Carta del 4 de junio de 1856 de Benito Villar Al Ministro de Guerra y Marina Coronel Mitre. AGN. 10.19.4.5 12 condiciones de paz con sus caciques aliados por lo que la respuesta definitiva se dilataba una y otra vez alimentando la desconfianza en Patagones37. Tales trascendidos ponían en alerta al comandante del fuerte que los comunicaba inmediatamente al gobierno de Buenos Aires insistiendo con apurar los trámites para la concreción de la pacificación. Patagones vivía expuesto a las invasiones indígenas y mientras no se formalizaba el acuerdo, el propio pueblo cubría buena parte de los gastos para regalar al cacique. En este sentido, las cartas también informan acerca de la demora del gobierno para fijar los montos destinados a sueldos y raciones de los caciques dado el alto costo que significaba para el erario38. Por eso se planificaba el modo de controlar estos recursos y el destino de los mismos para que una vez que el acuerdo estuviera vigente nada pudiera distorsionarlo pactado. Según dicen las cartas Después del Congreso Constituyente de 1853 las autoridades entablaron buenas relaciones con Calfucurá firmando pactos de orden comercial, militar y político con un cacique que por su peligrosidad y cercanía había que captar. Mientras tanto el ánimo y la actitud del cacique Yanquetruz comenzó a cambiar a causa del poco apoyo oficial que le brindaban las autoridades, mientras que su contrincante era favorecido favorecido por su alianza con Urquiza. De esta manera Buenos Aires se vio amenazado por la movilización constante y efectiva de las huestes de ambos líderes, que aunque enemigos acérrimos entre sí, ambos generaban inestabilidad sobre los fortines, poblados y haciendas del sur. Buena prueba de ello, fue cuando en 1855, se llevaron a cabo dos malones liderados por Yanquetruz sobre Tandil y luego sobre la Estancia San Antonio de Iraola llevándose miles de cabezas de ganado, mientras tanto, Azul era maloneado por las fuerzas de Calfucurá. Estas violentas experiencias eran bien recordadas por las autoridades militares de Patagones y por ello trataban a toda costa de renovar las negociaciones con los indios del sur y de conseguir como fuera los recursos para la defensa de los pobladores y sus haciendas. Frente a las agitaciones políticas en las que se debatía la república y la falta de apoyo por parte de las autoridades de Buenos Aires, Yanquetruz comenzó a malonear no sólo sobre 37 Carta del 30 de noviembre de 1856 del Comandante B. Villar al Ministro Mitre. AGN., 10.19.4.5 Carta del Ministro de Guerra y Marina al Comandante de Patagones Bs.As., 2 de agosto de 1856e informe de Contaduría del 5, 14, 20, 27 de agosto d 1856 . AGN, 10.19.4.5 38 13 las poblaciones blancas sino también sobre las tolderías de Calfucurá en Salinas Grandes a quién le arrebató centenares de cabezas de ganado que luego vendió al Comandante Murga en Carmen de Patagones39. Inferimos que a esta altura de los acontecimientos el problema central de Yanquetruz era fortalecer su posición frente a Calfucurá y su red de aliados, y en este sentido, Carmen de Patagones era el centro estratégico de aprovisionamiento. Pero, como la política implementada por Murga no satisfizo las demandas del cacique, éste con su gente merodeó varias veces en las cercanía de Patagones generando pánico entre la población que presagiaba un ataque. Lo notable es que en los momentos que primaban las buenas relaciones con el fuerte, el cacique transfería allí el fruto de sus malones y en otros, como ocurrió el 26 de Mayo de 1855, rodeó las instalaciones, quemó algunos ranchos y se retiró con centenares de yeguarizos y vacunos40 En estas condiciones de inestabilidad los hacendados de El Carmen acusaron a Murga de tener descuidada la campaña, razón por la cual los indios podían atacar y arrasar con todo. En función de esta denuncia el comandante fue reemplazado por Benito Villar cuya política adoptó otro curso41, tal como verifican las cartas analizadas. Evidentemente la presión de las huestes de Yanquetruz habían logrado un cambio político que a la larga sería más beneficioso para ambas partes y cuyo corolario sería el tratado de paz de 1857. Tanto el comandante Murga como su sucesor Benito Villar sabían lo importante que era contar con la alianza deYanquetruz y lo beneficioso que sería para el fuerte, y para el mismo Buenos Aires, la protección de este cacique para contrarrestar el avance del salinero Calfucurá. Por eso, una de las prioridades de Benito Villar fue lograr las paces y se esmeró para granjearse la amistad de Yanquetruz y para que éste volviera a confiar en las autoridades del fuerte. No fueron pocos los sobresaltos, temores y sorpresas que debió sortear el comandante antes de lograr su cometido. Siguiendo el curso de las cartas durante el año 1856, observamos que las negociaciones eran muy lentas y complicadas debido a las presiones constantes generadas por malones, amenazas mutuas y captura de rehenes. Pero Yanquetruz no era precisamente un jefe que pudiera defraudarse. Paradójicamente algunos avances se iban logrando en medio de 39 Cuadrado Hernández, G, op cit.. Ibidem 41 Sanchez Ceschi, Eduardo: Crónica histórica de Carmen de Patagones entre los años de 1852-1855. Buenos Aires, Tor, 1937. 40 14 manifestaciones de amistad y hermandad y reiteradas “muestras de buena voluntad” dado el mutuo interés en resolver la situación, tal como se advierte en la siguiente carta de Villar: “…y la oferta de que hiciéramos las paces pues, en este pueblo, todos te quieren como hermano, así es que si tu deseos son verdaderos de hacer la paz, es preciso que en prueba de ello nos devuelvas las haciendas que nos acabas de tomar, que nosotros sabremos corresponder tu amistad para que vivamos en Paz conforme están en Bahía blanca con Calfucurá”. 42 Cinco días después en una misiva de Villar al Ministro de Guerra y Marina Coronel Bartolomé Mitre narró todos los esfuerzos puestos en lograr la paz deseada. Cuenta que en esta oportunidad el Juez de paz y los vecinos principales, firmaron una carta en conjunto recordándole a Yanquetruz la antigua amistad que tenían, enviándole un regalo de $5000 para contentar al cacique y evitar un posible ataque al asentamiento. Efectivamente el cacique había logrado consolidar buenas relaciones con los vecinos e incluso cuando invadió los campos, les previno para que salven sus familias, ya que sólo buscaba apoderarse de los animales para ejercer presión: “ El cacique ha sido criado y bautizado en este pueblo donde tiene muy ïntimos amigos que ahora le escriben particularmente y lo regalan, personas a quienes este cacique quiere tanto que, en la última invasión, les previno salvar sus familias y personas, lo que respetó efectivamente, pues tuvo en sus manos el llevarse porsión (sic) de cautivos y hacer grandes daños”. 43 Según lo manifestado por Villar las condiciones del fuerte eran lamentables, ya que solamente computaba 123 hombres, contando entre ellos muchos inválidos, enfermos y ausentes por comisiones. Además de la poca protección que esta guarnición podía brindar al fuerte y a los pobladores dispersos por los campos, también padecía de la falta de caballadas44. No conocemos los pormenores ni los sucesos ocurridos por aquellos días y la correspondencia no lo aclara, pero en función de los datos que disponemos verificamos que Yanquetruz hizo una entrada contundente en Patagones para medir fuerzas con el nuevo comandante e imponer sus demandas. Fue así como, el 31 de mayo el cacique decidió invadir los establecimientos al sud del Río Negro junto a “300 indios tehuelches, pampas y chilenos al mando del cacique Yanquetruz, Pailacan, y Huancabal...” 45. 42 Carta del 3 de mayo de 1856, del Comandante B. Villar a Yanquetruz. AGN., 10.19.4.5 Carta del 8 de mayo de 1856 de Benito Villar al Ministro de Guerra y Marina Coronel Bartolomé Mitre. AGN., 10.19.4.5 44 Ibidem. 45 Carta del 4 de junio de 1856 de la Comandancia Militar de Patagones al Ministro de Guerra y Marina, Coronel Bartolomé Mitre. AGN., 10.19.4.5 43 15 Ante el desconcierto que generó tal situación, Villar logró juntar unos 40 veteranos mientras la Guardia Nacional se reunía para ir en ayuda de los pobladores del campo atacado. Recién al día siguiente se tuvieron novedades acerca del particular accionar de los agresores: “Efectivamente el 1 de junio, a las 8 de la mañana, estando ya, en nuestro poder las personas que pedíamos, se presentó el Cacique Yanquetruz, vestido de un rico, pero ridículo uniforme de charretones, sombrero de castor redondo y de sable guarnecido de plata, ostentando este indio, todo el arrogante orgullo de un bárbaro que viene más bien a imponer las leyes que tratan de paz , pues sus primeras palabras fueron sus hazañas sobre sobre nuestros infelices Otamendi y Capn. Ramos, haciendo alarde de las espuelas del 1º que traía en sus pies, y de las pistolas del Capn. Ramos que también traía en su cintura, y declarando que, él mismo había sido quién nos había arrebatado la mayor hacienda de contra las poblaciones”46 Este hecho, a la lejanía puede parecernos una puesta teatral, pero debió dejar perplejos a los habitantes de Patagones y puso en evidencia la superioridad numérica de los nativos, la personalidad avasalladora del líder así como la desprotección militar y material en la que se encontraba el fuerte. Lejos de amilanarse el comandante, y consciente de sus desventajas, intentó no mostrarse ofendido y ofreció regalos al cacique y su comitiva, festejando su presencia con toque de dianas, cohetes y 10 cañonazos. Lo paradójico de la situación lo comentaría el mismo Villar: “…este cacique hijo de Patagones fue recibido con grandes demostraciones de alegría, reconociendo a sus amigos, abrazándolos, llorando y diciendo a cada momento, cuanto se hallaba feliz de verse rodeado otra vez de amigos”47 Este hecho fue muy controvertido y el pueblo no salía del asombro. Villar repudió el accionar del cacique y le confesó al Ministro Mitre que era inconcebible que una persona que venía a tratar la paz se presentara primero como enemigo, robando las haciendas y matando a dos de sus hombres, y luego como si nada hubiera pasado, se presentara ante el pueblo llorando con los vecinos amigos. Pero el objetivo de lograr la paz se impuso aún sobre los principios y la impotencia del mismo comandante. Sin embargo, Villar alcanzó a advertir el doble juego de Yanquetruz al enterarse que la indiada del cacique Huincahual seguía saqueando las haciendas y decidió entonces poner límites a las exigencias de Yanquetruz. Cuando al día siguiente el cacique envió a su secretario chileno exigiendo rollos de tabaco, mantas y barriles de caña manifestando que con eso se iba a retirar llevándose la hacienda, el comandante apresó al secretario y 18 indios más, entre los que se encontraba un hijo del 46 47 Ibidem Ibidem 16 cacique Huincahual, un sobrino de Yanquetruz y un indio de su confianza, Ladiado. Para recuperar los prisioneros el cacique debía entregar primero las haciendas y tres cautivos. No narraremos aquí la cantidad de chasquis con “proposiciones extravagantes” que envió el cacique en esa oportunidad, pero sí observamos que a partir de estos acontecimientos, se pusieron en marcha diferentes mecanismos de negociación por parte de ambos bandos, hasta llegar a la solución final al siguiente año. Según observamos en la correspondencia, la situación comenzó a distenderse, porque Yanquetruz decidió devolver parte de la haciendas para demostrar que “no tengo más de una sola palabra”48 y a cambio el comandante le envió 4 ponchos, un rollo de tabaco y tinta para que “me escribas tu última resolución de paz”. Villar además puso como condición para liberar a los 18 indios prisioneros que el cacique enviara al fuerte a su hermano que sería tratado con toda consideración, “ pues tu hermano nos servirá de garantía para que la paz entre unos y otros fuese duradera”49. Una garantía muy cara a los sentimientos del cacique ya que se trataba de su hermano Chingoleo, nada menos que el heredero del linaje, que a partir de este momento sería “civilizado” en Patagones. Relaciones ambiguas Yanquetuz buscaba transformarse en el protector del fuerte, al que habitualmente llamaba “mi pueblo”, quizás por que esas tierras pertenecían a sus antepasados, su intención era defenderlo frente al acecho de Reuque y Calfucurá. Este rol de custodio también era anhelado por las autoridades de Patagones dada la precariedad del fuerte y la lejanía respecto de los centros de poder. De esta forma el cacique lograba dos cuestiones centrales: por un lado garantiza su monopolio sobre Patagones como mercado para vender el ganado maloneado, cuestión que provocó serios conflictos entre las autoridades del establecimiento y Buenos Aires. Por otro lado, y a cambio de esta protección, Yanquetruz se aseguraba un sueldo, regalos y raciones para él y sus caciques aliados, entre otras consideraciones En la sucesivas cartas, el cacique agradece repetidamente la amistad y consideración que le profesan la “gente de Patavones” [sic], sin embargo ese pueblo le temía por varias razones: su fama de buen guerrero, su capacidad para organizar grandes malones, sus alianzas y redes de parentesco y ahora por la prepotencia y altanería que había mostrado aquel 31 de mayo. Villar le retribuía en sus cartas los sentimientos de amistad y hermandad, pero no 48 Carta del 3 de junio de 1856 de Yanquetruz al Comandante Benito Villar. AGN, 10.19.4.5 17 dejaba de desconfiarle ya que al mismo tiempo, le hacía saber a Mitre sobre los peligros que significaba ”el pérfido de Yanquetruz” ya que él conocía “la mala índole del cacique” a quien incluso tuvo que ”soportarle sus veleidades” para que la negociación se concretara50. Por su parte, los indígenas capitalizaron las relaciones cordiales con el fuerte a partir de la necesidad de preservar su autonomía e integridad pero también desconfiaban de las intenciones se los “vecinos amigos “. En definitiva, la ambigüedad de estas relaciones es permanente en la correspondencia trabajada. El costo de la pacificación Uno de las muestras de las desconfianzas de ambas partes fue subsanada con la costumbre de utilizar rehenes a modo de garantía. Yanquetruz permitió que algunos de los suyos, como Chingoleo e Inacayal, vivieran en Patagones como “prueba de amistad”. Esto es de fundamental importancia porque los seleccionados eran personas de prestigio dentro de las redes parentales. El primero era el hermano de Yanquetruz, quien efectivamente lo sucedió en el cargo cuando este murió en 1858, y el segundo, el hijo de Huincahual, cacique importante de la región del Collón Curá. y tío de Yanquetruz. Según escribió Villar a Yanquetruz 51como a Huincahual 52 , ambos rehenes quisieron cristianizarse “por su voluntad” y tenían ya sus padrinos, aprendieron hablar en “castilla”, obtuvieron un cargo militar, eran tratados con distinción y vivían según los usos y costumbres del blanco. Efectivamente, la implantación del sistema de rehenes y el compadrazgo estaban dando sus frutos. Otros de los dispositivos de captación fue la invitación a residir en el fuerte y la propuesta de viajar a Buenos Aires para atraerlos aún más a los beneficios de la vida “civilizada”. Por tal motivo, Villar solicitó la autorización de Yanquetruz y de Huincahual para que Chingoleo e Inacayal viajaran a Buenos Aires para visitar al Gobernador 53. Yanquetruz se estaba legitimando como protector del fuerte y sus vecinos, y en este rol dado y asumido, el cacique comenzó a frenar las posibilidades de dar malón en Patagones por parte de grupos disidentes y las autoridades se envalentonaron al saber que contaban con el auxilio del líder, tal como se lee a continuación: 49 Carta del 4 de junio de 1856, de Benito Villar a Yanquetruz. AGN, 10.19.4.5 Carta del 4 de Junio de 1856, de B. Villar a B.Mitre. AGN, 10.19.4.5 51 Carta del 15 de junio de 1856, de Villar a Yanquetruz. AGN, 10.19.4.5 52 Cartas del 15 de junio de 1856, de Villar a Huincahual. AGN, 10.19.4.5 53 Carta del 26 de junio de 1856, de Villar a Yanquetruz. AGN, 10.19.4.5 50 18 “Yo te lo agradesco con toda mi alma, pues veo tu noble generosidad en avisarme el malon q´ me piensan dar, pa° lo cual he tomado todas mis medidas, y solo por desgracia me podrán hacer algún daño, pero te aseguro , mi querido hermano, que si los logro a tiro me las han de pagar con la vida, esos diablos que no te han querido abedecer, y que nos vienen a incomodar sin respetar que tengo a tu hermano aqui y al hijo de Guinca-Gual..” 54. (resaltado nuestro) El malón fue importante y muy numeroso pero Villar no sólo logró derrotarlo sino que le sirvió para mostrar a Yanquetruz que entre los dos podían eliminar a los que no colaboraban. A su vez le reitera los privilegios propios de su condición a cuenta de terminar de convencerlo de los beneficios que tendría una vez firmado el tratado de paz : “Así es, mi querido hermano, que ya, todo se ha borrado entre nosostros, y que lo que solo deseamos es la paz, asegurandote q´ vos, entre nosostros, serias respetado como tal jefe que sois, teniendo tu buen sueldo, lo mismo q´ tu gente sin que nada les falte”55. (resaltado nuestro) Efectivamente, Yanquetruz parecía ser el más dispuesto a recibir los beneficios del tratado, y a “someterse a la autoridad del partido y por consiguiente a la del Sup. Gob., y pelear contra toda invasión” como le aseveró Villar a Mitre56. Paulatinamente Yanquetruz iba despegándose cada vez más del resto y podría ser “un braso fuerte que el Sup. Gob. podría utilizar contra Calfucurá quien siempre ha de ser nuestro enemigo” 57 . Sin duda el tratado lo iba a posicionar por encima de todos. Pero notamos, que más allá de las diferencias a la hora de enfrentar a un estado en expansión, la política de Yanquetruz fue efectiva y coherente con sus objetivos de paz. El mismo Yanquetruz viajó más tarde a Buenos Aires, con la intención de firmar definitivamente el tratado de paz. Partió desde el Carmen en el vapor Belisario, y al llegar a Buenos Aires fue recibido con gran cortesía por el gobernador Pastor Obligado. Grandes contrastes y emociones nuevas debieron impactar al hombre acostumbrado a la estepa patagónica ahora frente a las luces de la gran ciudad. Fue paseado en carruaje, conoció el ferrocarril a punto de inaugurarse, asistió a una función de ópera en el Teatro Colón, recorrió la calle Florida, participó en los festejos del 25 de mayo y concurrió a la asunción del nuevo gobernador, Valentín Alsina58. En todos los actos oficiales que participó ocupó un lugar entre las fuerzas militares con el uniforme de Teniente Coronel obsequiado por el gobierno59. 54 Carta de Villar a Yanquetruz, 18 de junio de 1856. AGN, 10.19.4.5 Carta sin fecha, inferimos que fue escrita en junio de 1856. AGN, 10.19.4.5 56 Carta de Villar a Mitre, 26 de junio de 1856, AGN, 10.19.4.5 57 Ibidem 58 Cuadrado Hernández, op.cit. 55 19 Alcances del tratado de 1857 Finalmente se firmó el tratado el 24 de mayo de 185760 que puso al cacique a disposición del gobierno de Carmen de Patagones y se le reconoció su dominio sobre todo el curso sur del río Negro y todos sus pasos, debiendo impedir el tránsito de cualquiera que circulara al norte. Fue expresamente reconocido como Comandante en jefe de todo el territorio de la pampa adyacente a la jurisdicción de Patagones 61 y debía fijar su residencia con una fuerza de 80 hombres en el Paso de Valcheta, a 55 leguas de Patagones. Sólo cuando se estableciera en ese lugar, se lo recompensaría a él y a su gente con sueldos y raciones. El objetivo final era lograr que residieran en pueblos y se dedicaran a tareas de labranza para lo cual el gobierno le daría herramientas, arados, bueyes, granos, etc. Desde el punto de vista económico para el cacique y las tribus aliadas se lograban interesantes prerrogativas pues se les permitía el libre comercio con el fuerte y con cualquier punto de Buenos Aires. Los indios amigos se comprometían además fortificar la estratégica Choele Choel o cualquier otro punto en el curso del río Negro si era requerido por las autoridades 62. A efectos de dar cumplimiento a esta parte del contrato, en 1858, Yanquetruz se instaló en Chichinales con el propósito de cortar el paso a los maloneros que venían o se dirigían a Chile. Este tratado acrecentó la figura de José María Yanquetruz sobre los demás caciques patagónicos. Con el tiempo, también otros caciques de menor rango se sumaron a este compromiso de paz; entre los que se encontraba Valentín Sayhueque. Yanquetruz, no pudo disfrutar de los logros obtenidos, ya que murió al año siguiente, en una ignota pulpería de Bahía Blanca, donde a causa de su ebriedad habría provocado algunos disturbios que dieron lugar a un enfrentamiento con un grupo de soldados que lo acuchillaron. Las autoridades de Bahía Blanca ejecutaron honras fúnebres al cacique amigo, como si hubiese sido un General argentino, pero especialmente para evitar un alzamiento de su gente que denunció el hecho como un crimen. El liderazgo de Yanquetruz fue heredado por su hermano menor, el cacique Chingoleo quien al igual que su antecesor fue reconocido cacique mayor de todas las tribus del sur, y firmó un nuevo tratado de paz con Buenos Aires, reafirmando las condiciones existentes63. Su 59 Varela, G y Cúneo, E., op cit. Cuadrado Hernández, op.cit. 61 En realidad el cacique ejercía derechos territoriales sobre zonas mucho más amplias 62 Se refiere a los puntos estratégicos vinculados al paso de ganado hacia Chile. 63 El cacique Chingoleo viajó a firmar el acuerdo con el Ministro de Guerra Bartolomé Mitre acompañado por su hermano Menquilao y su primo Sayhueque. HUX:, M. op. cit..p. 31. 60 20 reconocida fidelidad, confirma una vez más que la política de pacificación fue exitosa, al menos hasta donde podía controlar el nuevo cacique. Se le construyó una vivienda en lo que hoy es Viedma y continuó con las costumbres cristianas participando de los actos religiosos. Aparentemente tenía un buen pasar, promesa que el comandante había reiterado en sus cartas. Se le otorgó el grado de Coronel y sus hombres formaron parte de la guardia nacional64. Murga manifestó entonces que Chingoleo ya reunía las condiciones esperadas “para no llegar a ser un caudillo temible. Tiene un carácter dócil buenas intenciones y apego a la vida civilizada, que lo hará no salir sin que lo echen…las tiene también para ser reconocido y respetado por los caciques, por los enlaces de parentesco y amistad que lo unen a los principales y por la posición que le da su tratado con el gobierno”65. Tanta afinidad con las autoridades de Patagones será motivo de diferencias dentro del linaje a corto plazo, aspecto sobre el cual estamos avanzando. Comentario final: Los comportamientos asumidos por los líderes indígenas durante la segunda mitad del siglo XIX fueron tan diversificados como sus estrategias de acción frente al estado en expansión. Insertos en esta diversidad, el caso de Yanquetruz ofrece particularidades a tener en cuenta y permite tomar cierta distancia de las miradas homogéneas y generalizantes al respecto. Creemos que los estudios de casos y de las redes de relación aportan elementos significativos para comprender mejor la dinámica de los espacios fronterizos. Las historias de vida, como la del mismo Yanquetruz y la de sus sucesores, se convierten en una experiencia vital en sí misma que suelen no responder taxativamente a categorías preconcebidas. Las diferentes posturas políticas de los líderes indígenas contradicen los intentos de contar un proceso homogéneo y lineal. Las decisiones tomadas frente a un estado en continua expansión fueron distintas pero los objetivos eran básicamente los mismos, es decir, luchar por la sobrevivencia, la autonomía y el control de sus dominios. Algunos pensaron que era mejor resistirse a las negociaciones con los blancos quedando al margen de los recursos que el estado brindaba a cuenta. Por el contrario, otros aceptaron los tratados para sobrevivir en paz obteniendo diversos beneficios pero debieron ceder parte de su autonomía. Unos y otros se enfrentaron y también se coaligaron buscando la mejor forma de reinstalarse en el nuevo escenario que estaba construyendo el estado nacional. SCHMID, Teófilo” Misionando por la Patagonia Austral, 1858-1865”. En: Vignati, Milcíades (coordinador): Cronistas y viajeros del Río de la Plata, T.I, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1964, p. 80. 65 Archivo Mitre, XXIII,, 12-7-63, citado por Hux, M. op. cit,33-34. 64 21