Barroco - afuera de la clase

Anuncio
Barroco
El período que comprende al arte Barroco se extiende desde el 1600 hasta
el 1670-80, cuando se comienzan a sentir los primeros ecos de la ciencia
moderna.
Según Aguiar e Silva, el término barroco tiene dos etimologías posibles, y
seguramente sea producto del cruce de las dos. La primera, defendida por
estudiosos italianos como Croce, sostiene que el término procede de la
mnemotecnia silogística BAROCO, que designa un silogismo válido de la
segunda figura, con una premisa mayor universal afirmativa (A), una premisa
menor particular y negativa (O), y otra premisa menor particular y negativa (O),
del tipo Todos los hombres son mamíferos; algunos animales no son
mamíferos; luego, algunos animales no son hombres.
La segunda etimología, más probable, sostiene que barroco era,
originalmente, un adjetivo gentilicio utilizado para designar a las perlas
originales de la isla de Barokia, generalmente imperfectas. De ahí, habría
pasado a significar, en su versión francesa, baroque, “irregular, falto de
armonía”.
Ya en 1855, Jakob Burckhardt llama barroco a un estilo de artes plásticas
post-renacentistas, que representa la decadencia de los valores estéticos del
Renacimiento. En 1860, Carducci lo aplica al período del seiscientos en Italia.
Pero fue Wölfflin el primero en delimitar el término; en un primer ensayo
de 1888, lo aplica a las artes plásticas, pero con posibilidad de ampliarlo a otras
artes. Más mesurado, en un estudio de 1915, plantea las famosas cinco
categorías, sobre las que volveremos. En los años ’20, el Expresionismo alemán
redescubre al barroco; en España, la Generación del ’27 redescubrirá a Góngora
como modelo de un anti-realismo.
Lo único en que se coincide, a grandes rasgos, es que el Barroco
representa, en arte, un cambio respecto del Renacimiento; para algunos, como
Croce, el cambio opera en el sentido de una degeneración; para otros, hay cierta
renovación. Lo cierto es que el cambio no fue brusco: desde hace un tiempo, se
ha propuesto el término Manierismo para designar a un período entre el
Renacimiento y el Barroco. Algunos no reconocen tal distinción, y consideran al
Manierismo y al Barroco como una misma cosa
El Barroco fue, al principio, considerado algo de mal gusto; de ahí que se
haya estudiado poco. Primero nació en Alemania; luego se extendió hacia
Inglaterra, Italia, España y, por último, Francia. En el siglo XVIII, todavía se
habla de "Barroco" en el sentido peyorativo. Los primeros enfoques que lo
valorarán serán los de los alemanes (como se dijo, el de Wölfflin). Tiene una
fuerte relación con la Contrarreforma, con el fortalecimiento del papado y la
difusión de la Compañía de Jesús; de ahí que el Barroco sea un arte
esencialmente religioso.
Cuando hablamos de Barroco, nos referimos no solo a un movimiento
artístico, sino que, además, el mismo nombre se aplica a la cultura de un
período. A continuación caracterizaremos someramente las características
culturales del período.
Durante el siglo XVII, se comienza a reflexionar sobre economía,
gobierno, etc., tendencia que se desarrollará con más fuerza en el siglo XVIII. El
arte barroco es un arte que reflexiona sobre la realidad. Pretende impresionar
los sentidos para difundir determinadas concepciones de la vida. El hombre,
para el Barroco, no es un ser acabado, sino un continuo hacerse, al igual que la
sociedad. Por eso existe la libertad de opción, y por eso se puede elegir mal. De
ahí la presencia, en el Barroco, del dilema, de ahí la idea de las tendencias
destructivas del hombre (el hombre, lobo del hombre). Ya no importa tanto el
vivir, el carpe diem, sino el modo de vivir.
En artes plásticas, hay una tendencia hacia lo inacabado, y se presta
mayor importancia a la perspectiva. A través de la imagen, se puede persuadir;
de ahí que se considere al Barroco el comienzo del arte moderno. Así lo
testimonia Gracián (Agudeza y arte de ingenio), que sostiene que el ojo tiñe el
mirar. El arte barroco es un arte que desconfía que el hombre pueda aprehender
la realidad; el hombre, más bien, debe construirla.
El Barroco, como estilo, es hiperbólico, ornamentado. Se expresa a través
de contrastes. Lo alegórico, en su arte, se interpone entre la realidad y el
conocimiento. Hay una tendencia hacia cierto decorativismo, que ornamenta
una realidad que también esconde, exigiendo del lector una constante búsqueda.
Es el arte de la resignificación: el espectador debe darle sentido a la obra; de ahí
que sea artificioso y apele a la imaginación. El Barroco integra los opuestos: la
realidad tiene dos caras; este deseo de expresar la totalidad de lo real es otro
rasgo premoderno.
Su lenguaje artístico refleja una nueva realidad. El Barroco está
conectado con muchos factores que, juntos, determinan la situación histórica; es
necesario considerar, para su cabal comprensión, los valores estilísticos
conjuntamente con los ideológicos.
Para finalizar, se esbozarán las ideas de Wölfflin, que desarrolla un
sistema apoyado en cinco pares de conceptos, de los que cada uno contrapone
un rasgo renacentista a otro barroco, y que, con la excepción de una sola de
estas antinomias, señalan la misma tendencia evolutiva de una concepción
artística más estricta a otra más libre. Las categorías son:
(1) El primer par él lo llama lo lineal y lo pictórico. Por un lado, lo lineal
supone la definición clara de los límites de las figuras, interviniendo allí
distintos aspectos como la luz, el tipo de pincelada, las relaciones entre los
colores. Lo pictórico, por su lado, implica la disolución de la línea, del límite, de
los contornos, en la búsqueda de lo ilimitado, infinito; esto se logra a través de
pinceladas rápidas -logran vincular las partes dibujadas-, la diferenciación
lumínica a través de un único foco de luz, la combinación de colores con bajo
contraste que permite acentuar y dar unidad a las partes.
(2) El segundo par Wölfflin lo denomina superficie y profundidad. Se
entiende por superficie o superficial a la organización de los planos
representativos, mostrando por un lado, la condición co-planar de las jerarquías
sociales análogas y por otro lado el horror a la pérdida del punto de fuga. En
cambio, la tendencia a la superficie intenta expresar el sentido dinámico de la
vida. Ya no hay preocupación por el control del punto de fuga (por ejemplo,
muchas veces se utiliza la perspectiva del doble foco); los centros simbólicos no
coinciden con los centros geométricos del cuadro
(3) El tercero de estos pares de categorías, quizá sea el más fácil de
reconocer o el que se ha transformado en el más conocido. Nos referimos a lo
que el autor llama forma cerrada y forma abierta. La forma cerrada implica un
equilibrio armónico donde todas las figuras se cierran entorno a un centro
simbólico-temático; desde este punto de vista, el marco del cuadro constituye
un límite omnipresente, y toda la representación transmite estabilidad y
equilibrio, así como una unidad de mensaje. Podríamos caracterizar a las
producciones barrocas como “la relajación de las reglas y del rigor tectónico”,
produciendo un efecto más o menos incompleto, es decir, las representaciones
pueden ser continuadas por todas partes y se desbordan a sí mismas,
perdiéndose, por tanto, la idea de estabilidad y equilibrio. Como trasfondo
filosófico, podríamos decir que el cuadro parece representar un espectáculo
transitorio y no un trozo del mundo en sí mismo
(4) El cuarto par lo constituye la pluralidad y unidad. La pluralidad aquí
se entiende como “suma de partes”, es decir, se refiere a la existencia de
distintas o múltiples unidades de representación (personajes, por ejemplo),
perfectamente determinadas y con un grado considerable de autonomía; pero,
en palabras de Wölfflin, “En el sistema de ensamble clásico cada componente
defiende su autonomía a pesar de lo trabajado del conjunto”. La unidad, en
cambio, refiere al fuerte vínculo formal que se establece entre las unidades de
representación, impidiendo que los detalles tengan sentido en sí mismos o por
sí solos. En este sentido unidad significa integración de las partes, formando
entre sí un todo absoluto
(5) Por último llegamos al par lo claro y lo indistinto. Muchas veces este
punto no se suele tomar en cuenta, ya que el propio Wölfflin lo relaciona con los
conceptos de lineal y pictórico. Simplemente diremos que la época clásica tiene
un ideal de claridad perfecta y que el Barroco abandona voluntariamente,
porque la claridad del motivo ya no es el fin último del arte. De ahí que exista
un continuo despliegue de lo sencillo a lo complicado, de lo claro a lo menos
claro, de lo manifiesto a lo oculto y vedado.
El Barroco en España
La revalorización del período en España comenzó por la atención
suscitada por el Greco, Velázquez y Lope de Vega. Hubo, en el comienzo, una
tendencia a considerar al Barroco como consecuencia del Concilio de Trento.
Esta visión puede ser muy reduccionista, pero la Contrarreforma (proceso al
interior de la Iglesia que emana de dicho Concilio) tuvo consecuencias de lo más
concretas en el arte, como la prohibición de que se presentaran suicidios en las
obras literarias; pero otra consecuencia fue más profunda. La Contrarreforma
impuso a los autores la conciencia de la necesidad de ser moralmente
responsables de sus obras. La mayor parte de la literatura barroca se adapta a
este principio.
Durante el siglo XVII, se vive una de las más profundas crisis económicas
y sociales de España: la monarquía experimenta tremendas dificultades para
mantener la cohesión social. Hay, entonces, una tendencia del poder a ocultar
esta realidad, y otra, antagónica, desde el arte, a mostrar lo terrible del mundo.
Una característica del arte barroco –que no es privativa del Barroco
español- es la dificultad estilística, ornamental.
Menéndez Pidal hace una
distinción muy funcional: no es lo mismo la oscuridad que la dificultad. Un
poeta como Góngora es voluntariamente oscuro, a los efectos de que su arte no
sea asequible a todo el mundo; para Quevedo, en cambio, la oscuridad es
despreciable: él no quiere ser oscuro, sino ingenioso.
Se habla de dos tendencias en el Barroco literario: el conceptismo y el
culteranismo. El culteranismo (palabra probablemente formada por analogía
entre cultismo y luteranismo) se caracterizaría por la dificultad expresiva en
relación a la forma: uso de metáforas brillantes, de arcaísmos, de cultismos, de
preciosismos, de citas mitológicas, en fin, de una serie de recursos que
impedirían el acceso del grueso del público al arte. Es así que Góngora se
preciaba de haber latinizado la lengua común, convirtiéndola en una lengua tan
arcana al vulgo como la lengua de Roma. En consecuencia, además de la
latinización del vocabulario, hipérbaton, adopta una expresión indirecta que se
mueve continuamente entre metáforas y alusiones eruditas, y lo hace siempre
consciente del valor de la oscuridad como factor estético, que pide al lector la
cooperación con el poeta.
El conceptismo tiene como base la idea de concepto: una relación
intelectual entre ideas u objetos remotos; estos objetos pueden ser remotos por
no tener ninguna relación obvia, o por ser, en realidad, completamente disímiles
(la reducción al absurdo de esta noción es el verso de Gracián que describe a las
estrellas como las “gallinas de los campos celestiales”). El abismo entre los dos
términos se descubre por medio de un salto del ingenio, y esto es lo que
diferenciaría al concepto de la metáfora normal. De este modo, el conceptismo
propone la idea de que la dificultad no se encuentra ya en el plano de la
expresión, sino en el del contenido. Quevedo sería el mayor exponente de este
estilo, y Góngora del estilo culterano.
Los principales temas del Barroco español son:
(a) La idea de que el hombre es un universo en miniatura.
(b) El sentimiento de desengaño, que es la conquista de un
autoconocimiento y de un conocimiento de la verdadera naturaleza de
este mundo temporal, que arranca la corteza de la ilusión y el engaño.
(c) Corolario del tema anterior es la idea de que el mundo del hombre
está desquiciado, que está al revés.
(d) Los múltiples aspectos de la simpleza, la necedad y la locura.
(e) La nostalgia del paraíso perdido.
(f) La nueva concepción del espacio y sentido del tiempo como raíz del
estilo.
(g) La soledad del hombre.
(h) La muerte; en el Renacimiento, la elegía intentaba recuperar, por
medio de la poesía, la belleza y el significado de una vida perdida;
ahora,
aparece
más
bien
como
un
ejemplarizada en la corrupción del cadáver.
escarmiento
inevitable,
Descargar