La Fraternidad Universal: Una Necesidad para Europa Unida

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La Fraternidad Universal: Una Necesidad para Europa Unida
Chiara Lubich – “Juntos por Europa” – Stuttgart, Alemania - 8 / 05 / 2004
Señoras y señores, amigos,
Hoy hemos escuchado muchas y enriquecedoras intervenciones orientadas a
contribuir a la edificación de la Europa unida, específicamente, de la Europa del
espíritu.
Permítanme agregar por mi parte algo que me parece importante, porque puede
servir como plataforma de lanzamiento para que nuestro continente dé un salto
hacia adelante. Me refiero a la fraternidad, la fraternidad universal.
La fraternidad universal es y ha sido una aspiración profundamente humana,
presente – por ejemplo – en almas grandes.
Martín Luther King decía: “Abrigo el sueño de que un día los hombres (…) se
darán cuenta de que han sido creados para vivir juntos como hermanos (…); (y)
que la fraternidad (…) será el orden del día de un hombre de negocios y la
palabra de orden del hombre de gobierno”1.
El mahatma Gandhi, refiriéndose a sí mismo afirmaba: “Mi misión no es,
simplemente, la fraternidad de la humanidad india (…) Sino que a través de la
realización de la libertad de la India, espero realizar y desarrollar la misión de la
fraternidad de los hombres”2.
La fraternidad universal ha sido también el programa de personas que no
estaban inspiradas por motivos religiosos.
El proyecto mismo de la Revolución francesa tenía como lema: “libertad, igualdad,
fraternidad”, pero después numerosos países, al implantar regímenes democráticos,
lograron poner en práctica, de algún modo, la libertad y la igualdad, mientras que la
fraternidad fue, en cambio, más anunciada que vivida.
Movimiento Políticos por la Unidad
MPPU
Pero quien sobre todo ha proclamado la fraternidad universal y nos ha dado el
modo de realizarla ha sido Jesús. Revelándonos la paternidad de Dios ha
derribado los muros que separan a los “iguales” de los “diferentes”, a los amigos
de los enemigos. Y ha liberado a cada hombre de mil formas de subordinación y
de esclavitud, de toda relación injusta, provocando así una auténtica revolución
existencial, cultural y política.
Muchas corrientes espirituales, a lo largo de los siglos, han tratado de llevar a los
hechos esta revolución. Una vida verdaderamente fraterna fue por ejemplo el
proyecto audaz, el programa obstinado de Francisco de Asís y de sus primeros
compañeros, cuya vida, en efecto, es un ejemplo admirable de fraternidad que
junto a todos los hombres y las mujeres abraza también al cosmos con el
hermano sol, y la luna y las estrellas…
1
2
Martín Luther King, Discurso de Nochebuena de 1967
M.Gandhi, Antiguos como las montañas, Milán 1970
1
El instrumento que Jesús nos ha ofrecido para realizar esta fraternidad universal
es el amor: un amor grande, un amor nuevo, distinto del que conocemos
habitualmente. En efecto, él ha traído a la tierra el estilo de amar del cielo.
Este amor exige que se ame a todos: es decir, no solamente a parientes y
amigos.
Pide que se ame al simpático y al antipático, al compatriota y al extranjero, al
europeo y al inmigrante, al de la propia Iglesia y al de otra, de la propia religión y
de la que es diferente .
Hoy pide que los Países de Europa occidental amen a los de Europa central y
oriental, y viceversa, y a todos, que se abran a los demás continentes, según la
visión de los fundadores de Europa unida.
Este amor también pide que se ame al enemigo, y que se lo perdone si es que
nos hubiera hecho mal. Después de las guerras que han ensangrentado nuestro
continente, muchos europeos han sido modelos de amor al enemigo y de
reconciliación. Esta mañana se dieron algunos ejemplos.
Me estoy refiriendo a un amor que no hace distingos y toma en consideración a
todos aquellos que están físicamente a nuestro lado, y también a aquellos de los
que hablamos o se habla; a los destinatarios del trabajo que nos ocupa día tras
día, como a aquellos de quienes sabemos algo por los periódicos o la
televisión…
Porque así ama Dios Padre, que manda el sol y la lluvia sobre todos sus hijos,
sobre buenos y malos, sobre justos e injustos (cf. Mt.5,45).
Movimiento Políticos por la Unidad
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La segunda exigencia de este amor es que seamos los primeros en amar. El
amor que Jesús trajo a la tierra es desinteresado; no espera el amor del otro,
sino que toma la iniciativa, como Jesús mismo hizo dando la vida por nosotros
cuando éramos pecadores, y por lo tanto no amábamos.
En la historia de la Unión Europea, como signo de este espíritu de iniciativa
audaz y profética, es emblemático el gesto histórico de Francia, que el 9 de
mayo de 1950, con la declaración Schuman le propuso a Alemania poner en
común las producciones de carbón y de acero. El objetivo de la creación de esta
“Comunidad europea del carbón y del acero”, germen de la futura Europa unida,
no era establecer un acuerdo económico, sino superar el enfrentamiento secular
entre las dos naciones y evitar cualquier tipo de guerra entre los países que
hubieran adherido.
El amor que Jesús trajo no es un amor platónico, sentimental, basado en las
palabras, es un amor concreto. Exige que se vaya a los hechos. Y esto es
posible si nos hacemos todo a todos: enfermos con quien está enfermo; alegres
con quien está alegre; preocupados, inseguros, hambrientos, pobres con los
demás. Y habiendo probado lo que los demás sienten, actuar en consecuencia.
¡Cuántas formas nuevas de pobreza conoce hoy Europa! Pensemos un poco,
por ejemplo, en la marginación de los discapacitados y de los enfermos de SIDA,
en el tráfico de las mujeres obligadas a prostituirse, en los vagabundos, en las
madres solteras… Pensemos también en quien recurre a los falsos ídolos del
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hedonismo, del consumismo, en la sed de poder, en el materialismo. Jesús en
cada uno de ellos espera nuestro amor concreto, eficaz. Él considera hecho a sí
mismo el bien o el mal que hacemos a los demás. Cuando habló del juicio final
dijo que a los buenos y a los malos repetirá: “Me lo hicieron a mí” (cf Mt. 25,40).
Y cuando este amor es vivido por varias personas, se hace recíproco. Esto es lo
que más subraya Jesús: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”
(Jn. 13,34). Es el mandamiento que El llama suyo y nuevo.
A este amor recíproco no están llamados sólo los individuos, sino también los
grupos, los Movimientos, las ciudades, las regiones, los Estados… Los tiempos
actuales exigen que los discípulos de Jesús adquieran una conciencia “social”
del cristianismo. Es más que nunca urgente y necesario que se ame la patria del
otro como la propia: Polonia como Hungría, el Reino Unido como España, la
República Checa como Eslovaquia…
El amor que trajo Jesús es indispensable para Europa, para que sea también
una familia de naciones, la “casa común europea”.
Este amor, que alcanza su perfección en la reciprocidad, expresa la potencia del
cristianismo porque atrae sobre esta tierra la misma presencia de Jesús entre
hombres y mujeres.
¿Acaso no dijo Jesús: “Donde dos o tres están unidos en mi nombre yo estoy en
medio de ellos?” (Mt. 18,20)?
¿Y esta promesa suya, no es garantía de fraternidad? Si él, el Hermano por
excelencia, está con nosotros, ¿cómo podemos dejar de sentirnos hermanos y
hermanas los unos de los otros?
Éste es el amor que el Espíritu Santo quiere que se extienda sobre la tierra, por
ejemplo a través de nuestros Movimientos eclesiales y las Nuevas Comunidades
que el Señor hizo surgir en las distintas Iglesias, en este último siglo, como -por
otra parte- ya lo había hecho en siglos pasados.
Son Movimientos que permiten tener esperanza, porque es Dios el que actúa en
ellos, aunque los hombres y las mujeres que los integran a menudo no sean más
que pobres instrumentos.
Movimiento Políticos por la Unidad
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Son Movimientos suscitados para contrarrestar el secularismo y el materialismo
que hoy más que nunca impregnan la sociedad, incluso la cristiana.
El Evangelio vivido por miembros de estos Movimientos pone remedio a todo
esto y produce innumerables frutos: restablece la salud de las familias, y así se
recompone el tejido social; hace poner los bienes en común, y así quien padece
necesidades es ayudado; va al encuentro de todos los prójimos, y así muchos
hermanos y hermanas salen de su aislamiento. Pone en comunión a las
generaciones y llama a hombres y mujeres a una entrega total al servicio más
pleno de la sociedad. Estos son frutos que generan y alimentan la fraternidad.
Que el Espíritu Santo nos ayude a todos a formar en el mundo, allí donde
estamos, porciones de fraternidad universal cada vez más extendidas, viviendo
el amor que Jesús trajo desde el Cielo.
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