“GREMIO DE MINEROS DE FAMATINA” LA MÁS ANTIGUA ORGANIZACIÓN DEL PAÍS Por Miguel Bravo Tedin Mucho antes de la venida de los conquistadores y en los siglos de dominación incásica, ya corría por leguas la fama de la riqueza del Famatina. Cuando don Juan Ramírez de Velasco, en mayo de 1591, llegó al asiento donde habría de fundar la Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja y se puso a la tarea de recorrer y pacificar la tierra, un soldado dio a su señoría una patenilla delgada de plata, diciendo “haberla tomado a indios de este valle y con interpretes ha preguntado su señoría a los caciques e indios que han salido de paz, donde sacan y si se labra aquel metal y por el mismo interprete se dice haber mucho de ello en los cerros que caen a los valles y haber indios que lo sacan”. Tras la expulsión de los jesuitas y en los primeros años del siglo XIX, llegaron a Famatina un minero peruano, Juan Arreluciaga, y el mexicano Félix María Amarello. Este último, cuenta una crónica, descubrió posiblemente la mina más importante del cerro que llamó La Mejicana, en honor de su patria, pero insalvables dificultades hicieron que abandonaran sus trabajos y aún el país. Otra crónica recogida por Justo Piernes en su Acto Cuarto (El Famatina continúa allí sin decir palabra), explica las cosas parecidas pero distintas. Según parece llegan a la zona del Famatina y a principios del siglo pasado, dos aragoneses que dicen ser de nacionalidad mexicana. Compran un par de mulas y se largan a subir la montaña hasta los cuatro mil metros. Al cabo de tres meses bajan con las alforjas de sus animales llenas de plata y oro. Es evidente que traían desde España el secreto de algún jesuita que sabía la historia de algún lugar exacto, donde se habrían tapado los antiguos socavones en la época de la colonia. Por eso, por la confusión de la nacionalidad de los aragoneses que se decían mexicanos para disimular, la mina toma –definitivamente– el nombre de La Mejicana. A otra mina vecina se la bautiza El Aragonés. Los aventureros se llamaban Leite y Echeverria. Uno de ellos fue fusilado por orden de Belgrano, luego de mayo de 1810, en una acción bélica acusado de espía. El otro desapareció para siempre. Curiosos los hechos. Ni los relatos, aparentemente más fidedignos coinciden. Todo se mantendrá en esta tesitura de contradicciones y vaguedades. Es bueno saber que muchos de esos mineros que tanto laboraron las minas a principios del siglo XIX eran ex jesuitas que se reintrodujeron en el país. La Rioja, cuna del sindicalismo argentino Sebastian Marotta en El movimiento sindical argentino –Su génesis y desarrollo 1857/1907, escribe: “El 25 de mayo de 1857 se constituye la primera entidad obrera: la Sociedad Tipográfica Bonaerense que viene a: propender al adelanto del arte tipográfico, prestar socorro a los miembros que se enfermasen o imposibilitasen para el trabajo, proteger a los que necesiten auxilio justo, conseguir que los operarios sean siempre bien remunerados en proporción de sus aptitudes y conocimientos de modo que les garantice sus existencias”. Pero el primer gremio o entidad obrera organizada no es la Sociedad Tipográfica Bonaerense constituida en mayo de 1857 sino el gremio de mineros de Famatina que en abril de 1855 es convocado a elegir un diputado de minas. Es decir, que para esa época el gremio de mineros de Famatina ya existía con todas las de la ley, dos años antes de la fecha que da Marotta. ¿Por qué este gremio de mineros de Famatina y en este año? La respuesta la da concretamente un censo general levantado el 28 de febrero de 1855 en el que se establecían, entre otros datos, las distintas profesiones que había en toda la provincia, siendo los mineros los más numerosos que trabajaban en La Rioja. En el Departamento Famatina había 228 mineros, azogueros y demás sobre un total de 271 censados en toda la provincia. Además, estos mineros eran nativos o criollos en su mayoría pues en Famatina había solamente 13 extranjeros. Que eran mineros de pala y pico (como los pirquineros de hoy) y no pequeños empresarios o algo así, lo señala otro dato estadístico: había en todo el Departamento Famatina (y en toda la provincia) 13 máquinas de metales. En su trabajo “Contribución a la historia del derecho minero argentino” Manuel Fernández Valdes en 1948 se refiere a la instalación de la diputación de minas de La Rioja de 1855 y dice que “en la Constitución de 1853 aparecen los primeros intentos de reorganización de la minería. Ese año el Congreso dictó el “Estatuto de Hacienda y Crédito” por el que sancionaba como ley minera nacional el texto de las Ordenanzas, disponiendo expresamente: “ínterin el Congreso dicta el Código de Minería regirán en la Confederación las Ordenanzas de México, con las modificaciones que las legislaturas de Provincia hayan hecho de ellas”. “El estatuto se pone en vigencia en La Rioja por decreto del 1º de febrero de 1854, que lleva la firma del Gobernador Bustos y al año siguiente, el 10 de abril, se dispone la primera medida oficial para la legal aplicación de las Ordenanzas, al decretarse la inmediata matricula de los electores de Diputados de Minas, para que dentro de los veinte días se lleve a cabo la elección conforme aquellas lo establecían. Ese decreto, que tal vez denota alguna confusión con respecto al carácter del funcionario a elegirse, es digno de ser destacado, porque revela un interés digno de aplauso por poner orden en el ramo de la minería, que aunque no sea el único capaz de influir benéficamente en el progreso de la Provincia, como en sus considerandos se expresa, merece todo el interés y preocupación de los gobiernos en vista de los beneficios de todo orden que el trabajo de las minas reporta. Por otro lado, es la primera medida tendiente a reorganizar la autoridad minera y coloca a La Rioja en el primer puesto con relación a sus hermanas en este aspecto. El Doctor Fernando F. Mó, en una interesante conferencia, publicada por el Instituto de Historia del Derecho Argentino, en que valora la obra de Sarmiento en favor de la minería sanjuanina, afirma que al eminente argentino se debió la creación de la primera Diputación de Minas orgánica del país. Con todo el respeto que nos merece la autoridad científica del Doctor Mó y sus estudios de investigación, no podemos dejar de aclarar este punto ya que estamos en condiciones de demostrar que la provincia de La Rioja se adelantó en siete años a la medida sarmientina. En efecto, el decreto de Sarmiento instalando por primera vez en San Juan una Diputación de Minas, es del 14 de Febrero de 1862, en cambio en nuestra provincia quedó instalada la primera Diputación de Minas del periodo constitucional, en Mayo de 1855. A raíz del decreto del 10 de Abril de 1855, al que recién nos referimos, en Villa Argentina (Chilecito), entonces único centro minero de La Rioja, se llevó a cabo el empadronamiento ordenado y, posteriormente, la elección de las autoridades prescriptas por las Ordenanzas de Mejico. El comicio se llevó a cabo con toda solemnidad el 6 de Mayo de ese mismo año, dejándose constancia detallada de él, en acta que con tal motivo se labró por antes Escribano Público. Días después, el 21 del mismo mes, el Gobierno aprobó la elección, reconociendo Diputado de Minas al minero Don Pantaleón García, que había resultado electo por mayoría de sufragios. Y a los mineros Eliseo Soaje y Vicente Gómez como sustitutos primero y segundo. De todo esto nos informa ampliamente el Registro Oficial de la Provincia, en cuyo T. 1º página 164 y siguientes, está transcripta el acta de la elección y el decreto aprobatorio de la misma. Debemos agregar que de los antecedentes legales citados surge que por ellos se procedía a una reorganización de la autoridad minera y no a la instalación de la primera Diputación de Minas de La Rioja, en donde ya la institución había sido introducida, aun cuando ignoramos con que fecha. Nos afianza en esta creencia la afirmación que el autor del Código de Minería hace en la nota el art. 118, en el sentido de ser La Rioja la provincia en donde hubo más regularidad en los procedimientos y mayores garantías para los denunciantes, sin embargo de que recién desde 1863 se llevó registro y, por cierto, ello no hubiera podido ocurrir de no estar constituida la autoridad minera desde mucho tiempo atrás. Desgraciadamente la inestabilidad de los nuevos gobiernos, tambaleantes a cada paso por las continuas revueltas y alzamientos, no permitió el desenvolvimiento normal de la Diputación y por el contrario, sometió a la institución a una crisis tan grave que la llevó a su desaparición temporaria, hasta que en el año 1869 el Gobernador José Benjamin de la Vega la reorganizo, poniendo fin a la situación de acefalía en que el gremio de mineros se encontraba. Ello fue por decreto del 16 de Marzo, por el que se dispuso la convocatoria respectiva, para una nueva elección de Diputados, con arreglo a la Ordenanza. Desde entonces las leyes de presupuesto incluyen la Diputación de Minas”. Este institución del Juez de minas con altibajos y con periodos de recesion existiría hasta mediados del siglo XX. Los trabadores riojanos luego de las guerras civiles Un repositorio de suma importancia para el conocimiento profundo y numérico de la masa trabajadora riojana hacia tiempos de Avellaneda, lo forman las actas electorales de la época y hasta la aplicación de la Ley Sáenz Peña, que guardan anexo a ellos los Registros Cívicos. Estos primeros Registros Cívicos nos conmueven por algo muy significativo, como testimonio de lo cruel que fue todo ese período de las guerras civiles en las que el interior en general y La Rioja en particular, soportaron los embates del proyecto antifederalista del mitrismo que tuvo como acto final la derrota del Pozo de Vargas. Cuando se anota luego de los datos personales apuntados –en donde se demuestra que la totalidad de los empadronados eran criollos con personajes que iban no mucho más allá de un 20 por ciento que sabia leer y escribir–, en el casillero correspondiente al de las señas particulares suele leerse: “marca en la frente”, “cuchillada en la cara”, “tuerto”, y así hasta el cansancio. Ya no son los partes finales de la derrota ni los bandos de Varela, ni las felicitaciones de Irrazabal o Vera o Arredondo o Sandez. No, es la cruel secuela que dejaron las guerras en los cuerpos y los espíritus del criollaje del interior del país y de La Rioja. Ese pormenorizado padrón nos permite afirmar, además, que tras las guerras civiles, muchas actividades perdieron su importancia en La Rioja. La minería fue una de ellas. Hacia 1880 predominaban en La Rioja los jornaleros, los labradores, los criadores, los arrieros y en mucho más número los artesanos, mineros, gañanes, habiendo muy escasos representantes de lo que años después serian más destacados: había muy pocos abogados, no había médicos, muy contados ingenieros, un topografo, y así en número irrelevante otras profesiones. Había como dato curioso un acróbata, pero cerca de dos docena de músicos. La Rioja y el Martín Fierro El Reglamento de Policía de 1885 en La Rioja establecía un sistema que años antes denunciara José Hernández en su poema de reivindicación social el Martín Fierro. Pues los males que denunciaba en la pampa húmeda, más acentuados por supuesto, eran los mismos que había en las zonas marginales o áridas. Así correspondía a la policía controlar a aquellos sin ocupación conocida, los vagos o malentretenidos, pero además se inmiscuía en cuestiones que no le competían. Así en los artículos 172 y siguientes se llegaba a decir: “El patrón es un magistrado doméstico revestido de autoridad policial para hacer guardar el orden en su casa haciendo que sus peones, sirvientes y oficiales de taller, cumplan puntualmente con su deber. Articulo 173: El jornalero, sirviente y oficial de taller, debe a su patrón fidelidad, obediencia y respeto, ejecutando con diligencia las labores y órdenes que le imponga conforme el contrato, no siendo contrario a la moral y a las leyes”. Era un régimen feudal aristocratizante y dependiente, negador de todo lo que ya había tomado auge y vigencia en otras partes del país y del mundo. Porque el progreso en La Rioja entraba siempre con atraso. Ya hacia fines del siglo no obstante la introducción desestabilizante y monopólica del capital extranjero en la zona de Chilecito y por obra y gracia de capitales criollos, entre los que es oportuno citar el aportado por Vicente Almandos Almonacid (padre) en una empresa de procesamiento de mineral en Nonogasta, podemos hablar de una significativa minería en crecimiento. Es decir, cuando pudo desarrollar (aisladamente, por cierto), sus propios y autónomos recursos escapando, diríamos, a la política impuesta desde el Puerto, la provincia logró desarrollar sus industrias mineras y artesanales y progresar. Hacia fines de siglo vería construirse en sus llanos y valles precordilleranos distintos ramales del ferrocarril que no aportarían progreso sino que facilitaría a extremos inauditos la depredación de sus bosques, el transporte de sus riquezas mineras para que poco o casi nada quedara como balance positivo. Y así el proceso anunciado hacia fines del siglo XIX, se acentuaría en el XX para desgracia de sus hijos que en índices elevados emigrarían a la Patagonia, a la zona de Cuyo o a los cinturones industriales de Córdoba, Rosario y Buenos Aires, integrando el mundo de las villas miserias. Hacia fines del siglo XIX y principios del XX, lentamente, casi con cuentagotas llega a La Rioja una inmigración que hace sentir su presencia, presencia resistida, en muchos casos, siendo trabajadores especializados o con oficios que en La Rioja no había. La minería de fines del siglo XIX De la importancia que tuvo la minería en esta zona da razón el hecho que a fines del siglo XIX, Chilecito por la llegada de una fuerte inmigración se transformaría en la segunda ciudad de La Rioja. Y sede de la primera sucursal del Banco Nación en el interior del país. Por 1880 un periódico de nombre sintomático vería la luz; El Famatina Industrial, pues ya Chilecito “era un exponente notable como emporio minero y agrícola, encontrándose, allí instalada la oficina de minas, en lugar de estar en la capital de la provincia”. De 1860 a 1890 hubo en la zona explotación de minas de plata beneficiándose el mineral por amalgamación. Cuenta una crónica de principios del siglo XX: “Hasta hace pocos años hubo ´pirquineros´ (buscadores de oro), que sacaban de los afloramientos mineral rico de plata y hacían la amalgamación por el procedimiento del patio, después de haber calcinado en ollas el mineral molido y mezclado con sal”. Algunas sociedades de cierta importancia económica como “Parchap y Almonacid”, “Anacarsis Lanús y Cía.” y la “Sociedad Francesa de Nonogasta” entre otras tendrían a su cargo, en las últimas décadas del siglo XIX, explotar las minas y minerales de plata, oro y cobre del distrito de Famatina. En 1894 dos establecimientos, ubicados en Chilecito y Nonogasta, habían obtenido en menos de 10 años de actividad 54 mil kilos de plata refinada. Los ingleses explotan “en serio” El empresario Jaime Cibils Buxareo en su fundición de Santa Florentina, inaugurada el 22 de noviembre de 1900, beneficiaba mineral que compraba a varios mineros o que sacaba de sus minas de La Mejicana. Trabajó con interrupciones hasta principios del año 1904 y más tarde vendió su establecimiento y sus minas a “The Famatina Development Corporation” por la suma de 60 mil libras esterlinas. Veremos las consecuencias que tuvo esta venta revelando algunos entretelones de cómo trabajaban las empresas inglesas. Con las otras empresas particulares (“Charles Seguin”, “René de Fontenelle y socios”) y el costo del cablecarril construido por el gobierno nacional por una empresa alemana, se puede decir que durante esta primera década del siglo veinte, cuatro millones de pesos oro sellado, fueron realmente invertidos para la explotación de minas en el Famatina, “siendo de lamentar –expresa un informe de Pablo Viteau– que capitales tan fuertes no hayan dado todos los resultados que se podían esperar, si las empresas hubieran sido suficientemente estudiadas y bien conducidas”. “The Famatina Development Corporation” En el Archivo Histórico de La Roja obran gruesos legajos de los muchos juicios iniciados por los afectados contra la empresa inglesa “The Famatina Develpment Corporation” que apenas iniciados sus trabajos en la zona de Chilecito comienza a tener problemas con las empresas y mineros que vendieron sus minas a los ingleses. Según el informe de Viteau, sobre lo ocurrido en esta época en la cuestión minera de esta zona, informe estrictamente técnico y mesurado, “esta compañía inglesa con capital de 40.000 libras esterlinas (600.000 con sus filiales) conocida en la región bajo el nombre de “El Sindicato”; fue formada en Londres en 1903. Adquirió de varios dueños, Víctor Kock, Baush y Hunicken, testamentaria Ricardo Valdés, Jaime Cibils Buxareo, William Treloar, casi todas las minas de La Mejicana. Esa compañía –afirma Viteau– tiene una sociedad filial denominada ´La Forastera Mines Company´s” que no era tal filial sino una empresa fantasma a la que “The Famatina Development” vende las propiedades que había comprado, pero no pagado, a Cibils Buxareo y a otros. En el juicio que inicia Cibils Buxareo contra “The Famatina Development Corporation”, dice cosas que muestran la forma de actuar de las empresas inglesas en el medio utilizando mañosas y falsas maniobras para proteger sus intereses y no responsabilizarse de futuras acciones dolosas. La denuncia de Cibils Buxareo En su presentación ante la justicia de octubre de 1906, Cibils Buxareo se pregunta: “¿De dónde ha salido la compañía ´Forastera Mines´?”. Los papeles presentados dicen que de Guernesey (una de las Islas Normandas, perteneciente a Inglaterra, famosa porque allí vivió Víctor Hugo su largo exilio). “Guernesey –dice Cibils Buxareo– tiene una legislación especial y que es muy conocido en el comercio de Francia e Inglaterra, sobre todo en lo que concierne a la formación de compañías anónimas. Cuando éstas no pueden protocolizarse en Francia o en Inglaterra, por impedirlo la falta de requisitos que las leyes de ambas naciones exigen, se van los interesados a Guernesey, que aún cuando es posesión inglesa, tiene una legislación especial y allí pasa todo lo bueno y lo malo en materia de compañía”. Y que esta compañía inglesa actuó de entrada de mala fe lo demuestra el hecho –que se denuncia en el folleto de 46 páginas editado en 1906 por Cibils Buxareo– que a fines de 1905 “The Famatina Development Corporation” tenía pleitos con el 90% de los incautos que habían vendido sus minas a la empresa inglesa que para sacarse de encima tanto problema inventó coincidentemente una filial fantasma a la que deriva todos los juicios posteriores. Las malas condiciones de trabajo Hace un tiempo entrevistamos en Chilecito a uno de los pocos testigos que aún vivían de aquellos lejanos sucesos de cuando La Mejicana era lugar de trabajo y producción. Nabor Aguaisol, ya próximo a los 100 años, recordaba que oriundo de Vinchina “comienza a trabajar en La Mejicana a los 13 años, primero seleccionando mineral, luego en los guinches y así fui ascendiendo. No tenía comodidades, ni ropa, ni nada. Trabajaba de sol a sol y al principio dormían en una pircas (chozas de paredes de piedra apilada). La Compañía (´The Famatina…´) les hizo piezas de material y dormían sobre tablones. En cada pieza vivían de 15 a 20 mineros. No les daban equipos de ninguna naturaleza. Cuando se enfermaban los bajaban a lomo de mula. No había médicos. Las enfermedades más comunes eran las gripes fuertes. Cuando tenía 19 años (1913) murieron muchos mineros. También morían de los tiros de dinamita. Todos los días se levantaban a trabajar a la salida del sol y trabajaban todo el día. El domingo era libre para sus tareas, aunque seguían trabajando los que trabajaban a destajo. A los 23 años se casó con Cándida Barrionuevo, de Famatina y una vez bajaba al pueblo, dejando un reemplazante en su lugar, sino, no los dejaban bajar. “Por esos años se produjeron incidentes laborales. A causa de una gran huelga que hubo por falta de pago en los haberes (les pagaban un peso por día) y bajaron a Chilecito y la policía los metió presos. Una señora habló con un abogado, los sacaron y así ganaron el pleito. El trato que tenían los ingleses no era bueno. Como el cablecarril bajaba constantemente con material, ellos necesitaban descansar. No había comedores. Los mismos ingleses nos vendían de todo y luego lo descontaban de los sueldos. Por esa razón entre varios mineros reunían lo que tenían y se hacían las comidas en común. Los ingleses nos vendían de todo; ropa, alimentos, animales… Los mismos no tenían vacaciones. Cuando no trabajaban, no cobraban. Trabajaban chicos de 13 a 15 años, también hombres de edad. Cuando querían tener vacaciones debían buscar un reemplazante”. La Primera Guerra Mundial puso fin a las actividades de esta empresa. Conclusión No es nuestro objetivo realizar una historia de la minería riojana sino simplemente puntualizar que el Gremio de Mineros de Famatina ya a mediados del siglo XIX se había integrado con estos trabajadores que en condiciones, muchas veces precarias y difíciles realizaban sus tareas en los aluviones auríferos del Famatina o en socavones de difícil acceso. Como hemos visto la intervención del Gobierno provincial en 1855 buscó controlar y legalizar más las actividades de estos trabajadores que tenían ya una organización gremial y que con la elección democrática del Diputado de Minas contaban con un instrumento más adecuado para resolver litigios, posesiones y demás cuestiones legales. Todo lo cual permite corroborar que este Gremio fue el primero en constituirse en nuestro país. BIBLIOGRAFÍA Fernández Valdes, Manuel G. “Contribución a la Historia del derecho minero argentino”. 37 páginas Biffignandi. Córdoba 1948. Bravo Tedin, Miguel “Crónica de 4 siglos”. 328 páginas. Editorial Canguro. Año 1992, La Rioja. Registro Oficial de la provincia de La Rioja, 5 tomos. Año 1894. Publicaciones periodísticas sobre el tema en revistas “Encuentro”, “Random” y artículos sobre el tema en el diario El Independiente, La Rioja.