personaje secundario con contrabajo mateo kyezitri Noel Menéndez era, habitualmente, un personaje secundario. No gritaba a no ser que su hermana le pillase los dedos con la puerta de la habitación. No se reía descaradamente como hacen algunos, capaces de reír a carcajada limpia como si su felicidad en ese momento fuese mayor que la de los más discretos. No le gustaba para nada llamar la atención, ni por patoso ni por inteligente. Si había un concierto, esperaba en la cola su turno sin aspirar a colarse; eso ni imaginarlo. Digamos que su papel en la farsa del mundo era breve, sin muchos signos de exclamación ni interrogación. Se cobijaba bajo la sombra de los protagonistas para no robarles focos ni miradas; por eso, el resto del reparto ­actores y actrices principales, compañeros secundarios, técnicos, e incluso el público­ del gran teatro mundial no solían hablar de él. Gustaba Noel de tocar el contrabajo con un quinteto de jazz por las calles de Trieste, esa ventosa ciudad literaria del nordeste italiano. Era bueno, muy bueno, excepcional diría yo. Rasgaba las cuerdas de su instrumento con una fingida despreocupación y se concentraba en mantenerse impasible cuando actuaba en público para evitar ser el objetivo de las miradas de los transeúntes; su papel le impedía ser relevante. Sin embargo, en privado todo cambiaba. En el salón de casa, solo, permitía que la música naciese en las yemas de sus dedos y se expandiese por todo su cuerpo con desmesura, le temblaban los brazos del placer, su corazón iba al galope, diversas muecas inconscientes y exageradas poblaban su rostro, el cuello sufría espasmos cada vez que germinaba un nuevo sonido. Era tremendamente feliz abrigado por la música. Pero sucedió que Noel, entre fogones, no se desenvolvía con la misma soltura que con el contrabajo y en un accidente doméstico sufrió quemaduras de tercer grado en la mano derecha por culpa de una sartén con aceite hirviendo. La recuperación iba a ser lenta y necesariamente paciente porque el tejido quemado tardaría un tiempo en regenerarse, según le dijo el dermatólogo. Además, el fuego había matado muchos de los nervios de los dedos de su mano, por lo que Noel perdió gran parte de la sensibilidad de sus dedos, esas extremidades encargadas de extraer las melodías de su instrumento. Durante dos meses tuvo que llevar la mano vendada y se vio incapacitado para tocar con su quinteto. Para reprimir la tentación e intentar olvidar, guardó el contrabajo, a pesar de su tamaño y de su peso, en la parte superior del armario de la habitación para invitados. Por primera vez, el contrabajo que tanto había acariciado se veía relegado al rincón de los trastos inservibles; bien que temporalmente. O eso pensó Noel. Un día, cuando todavía no se había recuperado completamente de su percance, no pudo esperar más y quiso rescatar su contrabajo del armario. Tuvo la mala fortuna de agarrar www.kyezitri.es [email protected] precariamente el asa de la funda del instrumento con su mano herida, el peso del contrabajo hizo que se resintiese de su quemadura y se le escapó el asa de la funda. Dicha funda se abrió y el instrumento calló pesado sobre el suelo de la habitación de invitados. El mástil del contrabajo se fracturó en dos y quedó totalmente inservible. En el mismo instante en el que vio cómo se rompía su instrumento musical, Noel sintió cómo se le partía el corazón con la misma brusquedad con la que la caja del contrabajo había golpeado las baldosas del suelo. Un dolor tremendo lo invadió y oprimió su corazón. Las lágrimas no brotaron porque los personajes secundarios, por exigencias del guión, tienen prohibido llorar en público para no distraer la atención de los focos principales. Y tanto tiempo de reprimir lágrimas en publico desemboca en la incapacidad para derramarlas en soledad. Noel bajó de la silla en la que había subido para coger el contrabajo y lo recogió con cariño del suelo, con ambas manos y en una postura similar a la de María sujetando a Jesús en “La Pietá” de Miguel Ángel. Abatido, arrancó una cuerda del contrabajo y se dirigió pesadamente al salón, donde colgaba la lámpara más robusta de todo el piso. www.kyezitri.es [email protected]