|10| DOMINGO, 17 DE ABRIL DE 2016 LA OPINIÓN - EL CORREO DE ZAMORA Mensajes de Whatsapp y recuerdos de la Guerra Civil. Todo vale para iniciar una conversación entre jóvenes de 15 años y mayores de 80 que les sirve para compartir unas horas durante los fines de semana, dentro de una actividad promovida por el Corazón de María, que enriquece a sus alumnos y les introduce en el mundo del voluntariado, mientras que los mayores se sienten acompañados y salen de su rutina. ZAMORA Foto de familia de los residentes de SAR Quavitae y los alumnos del Corazón de María tras sus actividades conjuntas. | FOTOS JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ Amistades sin límite de edad Alumnos de 4º de la ESO del Corazón de María comparten su tiempo los fines de semana con los mayores de la residencia SAR Quavitae, en un proyecto de voluntariado B. Blanco García «Alto al lápiz», chillan entre risas nerviosas señores de más de 80 años y jóvenes de 15 alrededor de dos mesas, en clara competencia. La complicidad entre los participantes es más que palpable, una confianza que se ha forjado semana a semana, mientras se ponen al día sobre sus vidas, comentan las últimas noticias o, como en la jornada de ayer, participan en un juego donde la rapidez para descubrir palabras es fundamental. Se trata del programa de acompañamiento a personas mayores, una iniciativa puesta en marcha por el colegio Corazón de María, en colaboración con la residencia SAR Quavitae. La idea tomó forma hace ya tres años de la mano del orientador del centro escolar, Ángel Pedrero. En esa primera edición participaron 20 alumnos, una cifra que aumenta exponencialmente con el paso de los años. «Los padres reconocieron que a sus hijos les había sentado muy bien la actividad, que les había serenado y servido para ver la vida de otra manera», describe. Sus actuales organizadores son los profesores Alfonso Vega y Javier Lago. Este último reconoce que al principio «parecía que iba a ser algo complicado poner a trabajar a generaciones tan dispares, pero las dudas se disiparon al instante, el trabajo que hacen es impresionante y prácticamente los profesores que les acompañamos en esas sesiones sobramos». Por su parte, Vega apunta que los participantes «no tienen por qué ser Jóvenes y mayores compiten en una de las actividades. | FOTOS JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ Los padres reconocen que esta actividad ayuda a sus hijos «a serenarse y ver la vida de otra manera» los alumnos más brillantes de clase. Sin embargo, en todos ellos se vislumbra unas habilidades sociales especiales y una gran facilidad para conectar con los residentes». «El primer día vine por probar y la prueba salió bien, por eso repi- to. Te están esperando, se interesan por conocer todo de ti y son muy agradecidos. Algunos incluso hacen esperar a sus visitas familiares por estar en la actividad», comenta la alumna Alba Martín. Desde lectura hasta música, pasando por poesía, manualidades o incluso juegos de mesa. Estas son las opciones que se presentan para los estudiantes durante sus jornadas de convivencia con los mayores. «La monitora deja la actividad preparada para el fin de semana y una persona responsable del centro se encarga de introducirla al grupo. Después, hasta un residen- te puede ser quien la dirija», apunta la trabajadora social del centro, María Jesús Verdugo. Y es que los participantes en estas actividades, residentes que superan los 80 años, son todos autónomos, lo que facilita esta interacción con los más jóvenes. «Los niños participan de forma muy activa, están totalmente implicados con estas actividades», asegura Verdugo, quien explica que el objetivo final de este programa «es que los alumnos se sensibilicen con el papel tan importante que desempeñan los mayores en la sociedad. Ahí es cuando se dan cuenta de la importancia que tienen», subraya. «Es una actividad muy bonita, donde aprendes y compartes, aunque los primeros días están más callados, luego se animan y comparten todas sus experiencias», agradece Ana Jambrina, mientras que su compañera Carla Peños reconoce que «aunque no son nuestros abuelos, les coges un gran cariño y es algo muy satisfactorio». Y es que los vínculos que se establecen entre generaciones es más que evidente. «Los mayores están encantados, porque es otra manera de pasar su tiempo libre, romper con su rutina e incluso conocer el mundo actual de la mano de los jóvenes», indica. Recuerdos de la ya lejana Guerra Civil o cómo jugaban a la petanca en sus ratos de ocio son las historias que los niños escuchan con atención y llenos de curiosidad por esos otros tiempos. «Los mayores aportan a esta actividad su experiencia, les cuentan todo lo que han vivido, les hablan de sus familia, de sus hijos, de sus nietos, a qué se dedicaba. Es una experiencia muy enriquecedora y muy gratificante también para los alumnos, que se interesan sobre sus vidas», reconoce. «Es el comienzo de cómo se deben hacer labores de voluntariado. Está demostrado además que tiene un gran impacto educativo, les hace pensar y conocer cómo es la sociedad más allá de su espacio vital y terminan adquiriendo un compromiso. Esta actividad engancha. Y mucho», finaliza Pedrero.