Mujeres en prisión. El cuerpo como medio de expresión

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.Mujeres en prisión.
El cuerpo como medio de expresión.
Julieta Vartabedian
INTRODUCCIÓN
Si tengo que escoger tres palabras que reúnan en un instante el contenido de esta tesis,
utilizaría: prisión, mujer y cuerpo.
Sin embargo, sería una exagerada ambición abarcar en este trabajo la complejidad que
representa cada uno de estos términos. Me acerco a ellos para interrogarlos y no para
establecer afirmaciones inapelables. En esta investigación intento cuestionar los efectos que
tiene la prisión sobre las mujeres encarceladas y, en particular, sobre sus cuerpos. Es a
través de estos mismos cuerpos que a la vez ellas pueden desplegar distintas estrategias
para enfrentar y modificar de alguna manera el control y la opresión institucionales.
Las complicaciones que en un momento surgieron al no encontrar bibliografía proveniente
de la antropología para trabajar diferentes cuestiones sobre la 'prisión’ y el 'cuerpo', me
condujeron a aprovechar los fértiles aportes de otras disciplinas como la sociología,
criminología, filosofía, el psicoanálisis, el derecho y la historia.
Sólo espero que este análisis interdisciplinario haya dado sus frutos.
Fue para mí todo un desafío decidir trabajar junto a personas que están en prisión por dos
motivos principales. En primer lugar, el desconocimiento que se tiene frente a lo que
sucede en estos enormes monstruos de cemento se esfuma ante las noticias sobre motines o
fugas que nada tienen que envidiarle a los films hollywoodenses que siembran (y
horrorizan) la imaginación pero que, en definitiva, forman parte de la ficción-espectáculo
con la cual se convive (Augé, 2001).
En fin, desde mi imaginario pensar en el sistema carcelario no hacía más que generarme
interrogantes y horror.
En segundo lugar, existen personas de carne y hueso detrás de las rejas que -cada una con
sus propias historias y fantasmas- tienen en común haber sido seleccionadas (Daroqui,
2000) por el sistema penal para "pagar" los delitos cometidos, en definitiva, "contra la
sociedad".
Mi desafío, por lo tanto, se ha conformado también a partir de cuestionarme cómo yo joven, mujer y estudiante- voy a ingresar a este complejo mundo carcelario y, sobre todo,
cómo voy a acercarme a sus protagonistas, en una situación extremadamente desigual (ellas
presas y yo libre), para intentar comprender esos silencios que a pesar de estar encerrados,
una vez allí, se escuchan con toda fuerza e intensidad.
Estas inquietudes se fueron desvaneciendo lentamente con la ayuda de personas claves (y
por qué no también del destino) que hicieron real mi participación en la única prisión de
mujeres de la provincia de Neuquén: la Unidad de Detención N° 16 de la ciudad de
Neuquén, en el mes de abril de 2001.
¿Por qué llegar a Neuquén? Existen dos respuestas:
1) De tipo formal. Se puede comprender que ingresar a una prisión para realizar una
investigación tiene sus complicaciones debido a la idea de una "visión intrusa" que puede
llegar a poner en peligro la estaticidad y regularidad de la vida carcelaria. Esta 'amenaza'
latente que uno personifica se ve atenuada si se posee una cadena de contactos que permita
conseguir una autorización. La profesora Beatriz Kalinsky fue el primer eslabón de esta
cadena en Neuquén. Su larga investigación como antropóloga en el ámbito penal facilitó
que, con sólo un par de e-mails y llamadas telefónicas, obtuviera el permiso de ingreso.
Aprovechar estas oportunidades es indispensable cuando hay que establecer y definir dónde
comenzar a realizar el trabajo de campo.
2) De tipo personal. Sabía que las condiciones de trabajo en una de las inmensas cárceles de
Buenos Aires iban a ser muy diferentes que en Neuquén, con un número más reducido de
presas. La posibilidad de acceder y permanecer en los distintos pabellones hubiera sido
imposible, por ejemplo, en la Unidad N° 3 para mujeres de Ezeiza. Muy lejos estaba mi
idea de ahondar aún más las diferencias entre nosotras: ¿cómo podría mantener un mínimo
vínculo de confianza y aceptación si no podría permanecer buena parte del día junto a ellas
en los pabellones?
Por último, no pude desatender a los 'beneficios' que obtendría al alejarme de ’mi mundo’ y
cotidianeidad para aprovechar e involucrarme al máximo con la experiencia de campo. ¿Por
qué decidí ingresar a una prisión? ¿Qué quería ’encontrar’ allí? Es conveniente explicita
cuáles han sido los objetivos e hipótesis de esta investigación antes de continuar con las
descripciones y aclaraciones necesarias para iniciar la lectura de los capítulos.
Objetivo general: - Analizar cómo las tecnologías punitivas de la prisión dejan sus efectos
sobre los cuerpos de las mujeres encarceladas.
Objetivos específicos: - Indagar sobre la continuidad de la prisión a partir de diferentes
prácticas y discursos que legitiman aún su permanencia. - Atender a las interpretaciones
que las presas le otorgan a su cotidianeidad dentro de la prisión y, en particular, analizar
aquéllas referencias sobre sus propios cuerpos. - Lograr una aproximación conceptual del
'cuerpo' para poder articularlo con las prácticas carcelarias.
Hipótesis de trabajo:
1) El ’cuerpo’ se construye.
2) El cuerpo de las mujeres presas se modifica no sólo por el carácter punitivo de la prisión
sino también por las relaciones sociales que se desarrollan en su interior.
3) El cuerpo de las mujeres presas se expresa a través de la sumisión impuesta por un poder
punitivo y la resistencia que se opone a dicho poder.
Voy a describir algunos datos necesarios para poder presentarles a la población con la cual
trabajé:
? Población total de la provincia de Neuquén
560.726
? Población total de mujeres
278.279
? Población total de varones
282.447
? Población total de mujeres entre 15 a 64 años* 173.924
? Total de mujeres encarceladas
22
? Total de mujeres condenadas
9
? Total de mujeres procesadas
13
? Población total entrevistada
9
? Entrevistadas condenadas
5
? Entrevistadas procesadas
4
El total de mujeres encarceladas representa sólo el 0,01% de la población total de mujeres
con posibilidad de ser encarceladas.
Sin embargo, comparándolo con los períodos previos de prisión femenina de la Provincia,
22 detenidas es un número elevado.
Desde un principio, y por una decisión personal, decidí ignorar las causas penales por las
que ellas estaban allí, no quería que sus historias particulares afectaran de alguna manera
nuestro vínculo -siendo este mi primer trabajo de campo en una prisión, realmente no sabía
cómo sería mi comportamiento. Sin embargo, fue imposible permanecer completamente
ajena a los motivos que las 'condujeron' a la prisión.
Pude reconstruir los datos y los resultados son significativos para evaluar el alto número de
los "delitos contra la propiedad" (50 %) en relación a los "delitos contra las personas"
(27.3%) y por "estupefacientes" (22.7%).
Es importante aclarar que el hecho de haber trabajado con pocas mujeres no desvirtúa los
efectos que la prisionización les deja.
Ellas están en prisión y esto ya es lo suficientemente representativo. Sin embargo, no voy a
negar que si se tiene que cumplir -por ejemplo- una pena en la Unidad N° 3 para mujeres de
Ezeiza se presentarán las mismas tensiones pero más ’amplificadas’. En una palabra, si bien
los efectos que ambas prisiones manifiestan siguen mecanismos y prácticas similares, en
Ezeiza quizás son más complejos.
Trabajar con una población encarcelada obliga a pensar en su movilidad. Esto significa que
muchas de las entrevistadas ya están en libertad y otras (y, en algunos casos, también las
mismas) ingresarán para ocupar las "vacantes" que la institución "ofrece".
Descripción de la Unidad de Detención N° 16. En la provincia de Neuquén -hacia el
período en que realicé mi investigación- no existía aún el Servicio Penitenciario Provincial
(S.P.P.).
Se creó en el año 1995 un organismo llamado "Dirección Unidades de Detención" que
depende de la Subjefatura de Policía para encargarse de los asuntos penitenciarios de la
Provincia. Por lo tanto, la Unidad de Detención N° 16 estaba a cargo del personal femenino
de la policía. Las detenidas sólo salen de la institución al cumplir la progresividad de la
condena (Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad N° 24.660, Año 1996).
El régimen era cerrado; las presas permanecían todo el día en sus pabellones con la
oportunidad de salir al patio (pequeño y descubierto) dos horas al día. En general, la
mayoría se dormía en horas de la madrugada; quienes más temprano se levantaban podían
aprovechar todas las oportunidades que tenían para salir del pabellón: las salidas al patio
(cada pabellón tenía su horario establecido, de mañana o de tarde, pero nunca se
superponía), el taller de costura o la concurrencia a clase.
Aunque acudieran a estas últimas actividades sólo para charlar y ’airearse’ un poco, me
llamó la atención que unas pocas presas no salieran en todo el día. Salir del pabellón no es
sinónimo de mayor libertad para todas. Me parece peor aún cuando esto sucede en contra
de sus voluntades "por no tener el personal policial necesario para vigilarlas en el patio".
Los pabellones tenían una habitación pequeña donde estaban las ’camas marineras', una
sala-comedor y un baño. Dos de los cuatro pabellones de la unidad eran muy oscuros, con
sólo una pequeña ventana enrejada que daba muy poca luminosidad, teniendo que estar
todo el día con luz artificial. El tercer pabellón era muy particular: las dos 'habitaciones'
eran viejas y pequeñísimas celdas de castigo con un baño-ducha cada una; este pabellón
tenía las peores condiciones que haya visto en cuanto a que apenas existía el espacio
necesario para que una persona se moviera aunque convivieran allí cuatro presas; su
"ventaja" consistía en que al ser tan chico y oscuro, las celadoras permitían que se abra la
pesada puerta de chapa con salida al patio para respirar y tener más luz. Ahora, en cuanto
esa puerta se cerraba la falta de espacio y el encierro se volvían los peores tiranos. El último
pabellón, era lo más parecido a una casa de dos ambientes luminosos pero, como una de sus
integrantes me dijo, "[...] aunque tengas el lujo de todo, el lujo que vos tengas, igual estás
presa" .
Mantengo el anonimato de todas las personas entrevistadas al igual que la denominación de
los pabellones cuando los describa en función a cómo cada uno, es decir, las presas como
un colectivo, me construyó.
Quiero aclarar también la utilización del concepto 'presa'. En un principio, me negaba a
implementarlo porque lo consideraba muy agresivo e impersonal pero es el apropiado para
referirse a una persona que se encuentra -en general, provisoriamente- en una institución
penitenciaria: se es un "preso" o una "presa" (del sistema de justicia penal). Si bien en las
entrevistas es muy común que ellas usen la palabra "interna" para hacer referencia a su
propia condición o a la de sus compañeras, en realidad, pertenece al lenguaje carcelario e
institucional.
Ellas han capturado este término para apropiarse de una categoría que no les corresponde.
Siguiendo este razonamiento, me niego a considerarlas simplemente como personas
"privadas de la libertad" (aclaro, por las dudas, no por lo de 'personas'). Para mí la pena de
prisión es mucho más que apropiarse de la libertad de los presos para 'retribuir' los daños
ocasionados. La prisión se apropia de sus vidas; después de esta experiencia ya nada va a
ser lo mismo.
En el Capítulo I voy a describir mi acercamiento, presentación y relación con las presas, en
particular, y con el personal policial, en general. Los obstáculos y las dificultades que se me
presentaron me permiten reflexionar no sólo sobre los aspectos metodológicos que definen
a la disciplina antropológica sino también sobre lo que significa hacer 'etnografía’ en una
cárcel.
Me refiero a cómo tuve que dejar "mi ingenuidad" para adaptarme a los mecanismos y las
reglas impuestas por la policía y, por sobre todo, por las presas. Percibir que estaba siendo
observada y controlada me condujo a delinear mi propia identidad en función de nuestras
’diferencias’; tanto ellas como yo nos fuimos representando mutuamente a través de una
relación conflictiva y sospechosa, en algunos casos, y cordial y con complicidad, en otros.
El Capítulo II es un acercamiento a dos de los principales aspectos, según mi punto de
vista, de la cárcel. Por un lado, desarrollaré brevemente la evolución histórica que
determinó el surgimiento de la prisión para entender cuál es su principal objetivo y por qué
aún sigue vigente a pesar de sus manifiestas contradicciones estructurales. Por el otro,
quiero resaltar algunos de los efectos institucionales que más se destacaron a través de las
entrevistas: la despersonalización y la dependencia.
"¿Qué significa ser una mujer en prisión?" es la pregunta que me sirvió de guía a lo largo
del Capítulo III. En primer lugar, introduciré el concepto de ’género’ en el análisis de lo
que es construido como "lo femenino" dentro de redes sociales definidas por procesos
históricos, culturales y por las relaciones de poder.
En segundo lugar, describiré cómo son ’vistas’ las mujeres desde el sistema de justicia
penal en función a un enfoque del control social.
Por último, a través de la historia, analizaré las dos figuras de "mujer desviada" que se han
creado: como peligrosa y como víctima.
La idea central del Capítulo IV es entender al cuerpo como el lugar fundamental donde se
manifiesta el poder. En la primera parte, intentaré llegar a una definición a partir de las
relaciones mente-cuerpo y naturaleza-cultura para comprender de qué ’cuerpo’ se está
hablando en esta investigación y, por sobre todo, por qué el cuerpo se ha constituido en un
'blanco' vulnerable para el castigo. En la segunda parte, me concentraré en la descripción
del cuerpo en la prisión. Serán necesarias las explicaciones de Michel Foucault sobre el
paso del espectáculo del patíbulo a las micropolíticas del control para pensar la centralidad
del cuerpo a lo largo de la historia punitiva hasta la actualidad. Se analizará cómo se
expresa en ’situaciones extremas’ para, por último, describir los efectos "destructivos" de la
prisión a través de un cuerpo enfermo, alienado y marcado.
Sin embargo, los sujetos involucrados en estos procesos no son "absorbidos" y "moldeados"
por esta maquinaria penitenciaria sin la capacidad de interpretar y resistir los cambios que
deben vivir: este capítulo finalizará con las estrategias cotidianas que se llevan a cabo para
'suavizar' o enfrentar tanta opresión.
Mis metas personales serán satisfechas en cuanto esta investigación pueda aportar "un
grano de arena" para la producción del conocimiento. Pero no hablo de un conocimiento
acabado sino de uno que sea generador de interrogantes y reflexiones sobre los diversos
temas que se han tratado aquí. Asimismo, me inclino hacia la constitución de un
conocimiento que esté en ’manos’ de todos y pueda ser compartido y expandido.
Sólo conociendo se puede enfrentar cualquier hecho injusto, abusivo o denigrante. Sólo
conociendo uno puede comprometerse a actuar. Mi compromiso a través de esta
investigación consiste en dar a conocer parte de lo que sucede desde que un sujeto se
'conecta' con el sistema de justicia penal -los discursos jurídicos, la policía, una sentencia,
la prisión, los abogados. Quedaré conforme, en fin, si llegara a atravesar los muros de la
ignorancia.
CAPÍTULO I
EL CAMINO DEL CONOCIMIENTO
Dado que tanto el antropólogo como las personas estudiadas, viven en mundos diferentes,
por lo menos durante los comienzos del trabajo de campo, no se da una correspondencia de
significado entre sus acciones y sus normas, no comparten o ni siquiera conocen sus
respectivos "mapas cognitivos". En este proceso de mutuo descubrimiento, tanto el
investigador como los sujetos son investigadores; los dos están comprometidos con el
trabajo de averiguar el sentido de los acontecimientos, de las actividades y situaciones en
las que se encuentran inmersos y en confrontación.
1.1. Introducción
Mucho se ha hablado y se va a seguir hablando sobre la 'prisión’, la ’mujer’ y,
recientemente, el 'cuerpo'. Con esta tesis lejos estoy de proporcionar ideas totalmente
innovadoras en el estudio de las ciencias sociales; sí contribuyo a establecer un enfoque
antropológico sobre la relación prisión-mujer-cuerpo que he problematizado. Establezco y
construyo así una delimitación posible para analizar un aspecto de la ’realidad’.
Sin embargo, para mí es singular el camino que transité a lo largo del trabajo de campo.
No sólo me abrió las puertas para conocer una realidad problemática que puede ser
analizada y discutida teóricamente sino que, en particular, me permitió reflexionar cómo
acceder y relacionarme con los "sujetos-otros" en tanto antropóloga y, sobre todo, como
persona.
Las experiencias y dificultades que viví durante mi trabajo de campo son el sello personal
que yo le brindo a esta tesis. Quisiera compartirlo. Pero no deseo que se cubran de un tinte
meramente anecdótico; por el contrario, forman parte de un proceso de conocimiento y
aprendizaje de las diferencias que este "encuentro" ha destacado entre las presas y yo al
enfrentar universos de significación distintos.
En una palabra, quiero detenerme en los aspectos más ’constructivos’ y significativos de las
relaciones que se entablaron a través del trabajo de campo.
1.2. Metodología
A partir de los finales del siglo XIX, "el trabajo de campo basado en la estadía prolongada
y en la interacción directa cara-a-cara con los 'miembros de una cultura', se transformó en la
experiencia más totalizadora y distintiva de los antropólogos, el luga de la producción de su
saber, y el medio de legitimarlo" . Hoy, lejos de sostener una postura "comprensivista" que
enaltece la figura del investigador autorizado a 'traducir' distintas formas de vida, el valor
que tiene el trabajo de campo es incuestionable: constituye la fuente esencial de toda
investigación antropológica al permitir analizar un momento (y no la totalidad) de la
producción y reproducción de la sociedad.
De todos modos, esto último no implica que no exista la capacidad de generalizar y abstraer
interpretaciones que den cuenta del significado de las acciones construidas e interpretadas
por los sujetos.
Las herramientas metodológicas utilizadas para llevar a cabo esta investigación fueron dos:
la observación participante y las entrevistas personales semi-estructuradas.
Quisiera cuestionar el concepto de "observación participante". Surgió amparado por una
"vuelta al naturalismo" en las ciencias sociales (Guber, 1991), esto es, el mundo social debe
ser estudiado en su estado 'natural' sin ser contaminado por el investigador para conocer su
sentido 'original' (Hammersley y Atkhinson, 1994). Siguiendo este razonamiento, es
necesario "observar" con minuciosidad la mayor cantidad de datos para ser recolectados y,
posteriormente, analizados. Esto se consigue mediante una estadía y participación
prolongadas junto a la comunidad que se estudia para, en definitiva, "captar el punto de
vista del nativo".
Sin embargo, el investigador ya no es el "testigo privilegiado" que funda su poder en el
haber "estado allí" (Clifford, 1991; Geertz, 1989); cualquier pretensión de obtener un
conocimiento ’objetivo’ atenta con la idea de los sujetos "como activos realizadores del
mundo social y no meros portadores de estructuras, no es posible pensar en el 'dato' como
una información posible de ser captada directamente, ni como una construcción del
investigador con exterioridad a la situación misma en la que ésta ha sido ’recogida’ "Los
sujetos interactúan otorgando sentido a sus acciones, es decir, son agentes conocedores y
reflexivos de la realidad social (Giddens, 1989; 1998). En fin, la noción de ’participación’
reemplaza y va más allá de una simple 'observación’ como una técnica de recolección de
datos (Holy, 1984), se toma distancia así de una actitud científico-positivista que entiende a
los "objetos" de estudio como originales "joyas en estado puro" capaces de ser conocidos
mediante la empatía. Por el contrario, si se reconoce que los sujetos interactúan e
interpretan su mundo social, se puede concebir a la 'participación’ como un proceso de
aprendizaje e intercambios cognoscitivos que incluye la reflexividad tanto del investigador
como de los sujetos-otros.
Considero que este es el espacio apropiado, ya que se está hablando del trabajo de campo y
en especial de la observación participante, para formular un interrogante que a lo largo de
mi investigación lo he cuestionado: ¿Cuál es la singularidad de la Antropología dentro de
las ciencias sociales? Entre las respuestas posibles, la siguiente es la elegida:
[...] por su experiencia en las formas de acercamiento "comprensivistas" sostenidas en la
participación directa del investigador, las cuales permiten el desmenuzamiento de la
interpretación que los sujetos hacen de sus prácticas en los contextos de acción. La
potencialidad de la antropología para conocer las significaciones preteóricas que
constituyen las prácticas y las instituciones la coloca, así, en un lugar preferente para
documentar y "alumbrar los fenómenos sociales desde dentro" .
Ahora puedo continuar con la segunda herramienta metodológica utilizada.
Se entiende a la entrevista como una forma particular de interacción social a través de la
cual se obtienen enunciados y verbalizaciones; además es una instancia de observación al
atender al contexto, los gestos y los silencios (Guber, 1991). Entrevisté a nueve presas, una
ex celadora y una enfermera. Las entrevistas se llevaron a cabo en la sala-taller donde
realizan los cursos de costura, enseñanza primaria y –recientemente computación.
Estuve atenta a los horarios en que este taller se encontraba desocupado para, según las
mismas presas, poder ir "al confesionario" sin inconvenientes.
La elección de las entrevistadas se basó -en un primer momento- en función del tiempo de
detención.
Es decir, con toda la ’carga’ apreciativa que llevaba al campo suponía que cuanto más
tiempo una persona estuviera en prisión más datos y experiencias "apetitosas" podrían ser
aportadas para mi investigación. Si bien no afirmo lo contrario, por fortuna tuve la
posibilidad de entrevistar a tres presas, por su propio pedido, que, a pesar de su corto
tiempo de institucionalización, pudieron problematizar y reflexionar sobre diversas
cuestiones que "enriquecieron" el análisis. El tiempo es una variable arbitraria que puede
llegar a ser engañosa si no se la utiliza con criterios amplios y flexibles que dejen a un lado
las suposiciones que restringen la comprensión. La edad de las entrevistadas oscilaba entre
los 21 a los 35, una sola tenía 50 años. Estaban allí por distintas causas: robo,
estupefacientes u homicidio; por último, cinco eran condenadas y cuatro procesadas.
Como hubiera excedido los objetivos propuestos para esta investigación, no entrevisté
formalmente a nadie del personal policial. Sin embargo, tuve breves conversaciones con
algunas y, sobre todo, pude 'observar' su desenvolvimiento en la práctica cotidiana y
analizar las interpretaciones que las presas me daban sobre su actividad. Asimismo, accedí
a entrevistar a Raquel por ser una ex celadora y demostrar curiosidad e interés sobre mi
investigación.
De todos modos, para las presas, ella era una celadora más y esto me hizo tomar ciertos
recaudos a la hora de entrevistarla: utilicé el momento en que las presas tenían sus visitas.
Me preocupaba que ellas pudieran creer que yo le estaba "divulgando sus intimidades y
secretos". No es anormal cuidar estos detalles una vez que descubrí que la presas me
situaron más cerca del 'espionaje' que de la universidad.
Por último, al dedicarme con más énfasis sobre la temática corporal, pensé que no podía
desatender a la enfermera, integrada al sistema policial.
Durante tres intensivas semanas, de lunes a sábados, permanecí un tiempo determinado en
cada uno de los cuatro pabellones existentes en la Unidad de Detención N° 16. La cantidad
de horas que compartíamos con las presas variaba a diario en función de cuán animadas y
con energía estaban ellas y yo; si era un día de visitas de familiares y amigos; la hora del
patio; y, por último, si había alguna actividad como el taller de costura o la enseñanza
primaria donde acudieran la mayoría de las integrantes del pabellón. No todas participaban
de estas actividades; mientras que en el pabellón quedaran al menos un par, yo permanecía
allí con ellas.
En general, regulaba estos factores para adaptarme lo mejor posible a sus tiempos, sin
modificar demasiado sus rutinas diarias. Esto no significa que mi presencia haya pasado
desapercibida dentro de sus universos de representación y acción.
Una vez que se cerraban las puertas de los distintos pabellones yo estaba "tan presa" como
ellas con la diferencia que después de 4, 6 u 8 horas yo salía hacia la libertad y tendría
nuevamente el control del espacio que me rodeaba y, en definitiva, de mi propio cuerpo.
1.3. ¿Cómo es hacer etnografía en la cárcel?
Las condiciones carcelarias para hacer trabajo de campo son difíciles y complejas. Y no me
refiero específicamente a las características materiales del lugar (espacios muy reducidos,
poca o nula luz natural, entre otras) sino a lo que significa investigar en el encierro. Con el
paso de lo días uno se va acostumbrando y ’naturalizando’ las formas de ingreso y egreso
carcelarios. Al llegar se dejan en la oficina del personal policial el documento de
identificación personal y los objetos que no pueden ser ingresados (llaves, cámara
fotográfica, teléfonos celulares, medicamentos, espejos, perfumes).
Sólo el primer día requisaron mi bolso; en adelante me manejé con libertad siempre
aclarando la existencia de cualquier objeto que pudiera comprometer la prohibición de ser
el "correo" de ellas. Una vez que anotan en un libro mi apellido y la hora de llegada, una
celadora me acompaña al pabellón que yo solicito. El ruido de esas pesadas puertas
abriéndose y cerrándose genera escalofríos. Estando dentro sólo soy interrumpida cuando
hacia las 8 de la tarde hay un cambio de guardia y debo retirarme obligatoriamente. Aquí se
genera mucha tensión porque después de haber podido participar de "su mundo", es decir,
los mates y facturas, la televisión, los chistes, llantos, la angustia y desesperación,
sobreviene un corte abrupto que es el de la despedida.
Saludo a cada una y aviso a la celadora que abra la puerta porque ya estoy lista.
Por más rutinizada que estén los procedimientos formales de acceso y egreso, la partida y lo
que implica dejarlas del otro lado de la puerta enrejada me ha afectado mucho desde el
primer al último día. Jamás me pude acostumbrar a esa sensación de ’abandono’ que se
producía con mi despedida diaria, jamás pude encontrarle el sentido a esta forma de
castigar tan devastadora y cruel que aísla, denigra y modifica a las personas que transitan
por una prisión.
Los primeros cinco días de trabajo de campo fueron muy estresantes y agotadores para mí.
Paradójicamente -y no por casualidad- siendo mi tema de interés ’el cuerpo’ de las presas,
me encontré por esos días muy extenuada y mi cuerpo estaba muy débil, enfermándome
con una fuerte gripe mientras surgían las dudas y los cuestionamientos.
Mi rol de investigadora se estaba desdibujando y no podía analizar claramente qué es lo que
estaba sucediendo. Me abrumó tanta cordialidad y atención por parte de las mujeres del
primer pabellón en el que permanecí, me atemorizó el verme a mí misma como una fuente
de consuelo, apoyo y distracción. ¿Cuáles son los límites? ¿Dónde termina el yo y
comienza el ellas?
Me ayudó reflexionar -cuando me pude serenar- que antes de ser una antropóloga soy una
persona y no puedo dejar de ser sensible a una 'realidad' que reclama en silencio -o noatención y comprensión.
Acepté que esa fuera mi respuesta - involucrando a mi persona- frente a lo que ellas me
brindaban y necesitaban en aquél primer contacto. Paulatinamente, al pasar por otros
pabellones pude descubrir que hay diferencias entre ellas y esto permitió, asimismo,
construir mi propia diferencia.
En definitiva, el primer dilema que apareció no consiste únicamente en plantear mis
inquietudes en términos espaciales en relación a las presas: acercamiento/distanciamiento.
El problema reviste un carácter epistemológico, a saber, ¿cómo se construye mi rol de
investigadora? ¿cuánto comprometo de mi sensibilidad como persona?
Para responder a estos interrogantes no existen 'recetas mágicas’ que proporcionen la
solución. No hay que dejar de lado la idea de relación y diálogo en un "encuentro"
antropológico y cómo mutuamente ellas y yo nos vamos a ir representando (Kalinsky y
Pérez, 1993a). Sin dejar de lado el compromiso personal con los sujetos junto a quienes se
está reflexionando, las diferencias se van a ir destacando progresivamente:
1) Yo no fui acusada de cometer ningún delito, no estoy presa.
2) La elección del tema y posterior participación en la cárcel provino de una idea mía, ellas
no me lo pidieron.
Aunque esto parezca obvio, implica que no existe una igualdad para llevar a cabo esta
investigación: mis propios motivos generaron este acercamiento.
3) La distancia que muchas presas me pusieron contribuyó a acrecentar nuestras
diferencias, es decir, podía percibir con más claridad que "yo venía de afuera", "yo era una
extraña".
¿Y para qué me sirvió delinear estas diferencias? Para poder mantener mi propia identidad
al permanecer ajena -pero no descomprometida- al 'otro' (Carrasco y Kalinsky, 1998) y así
no perder de vista los objetivos que me habían conducido hasta allí. Si bien con muchas
pudimos crear una buena relación, todas sabíamos quién era yo, para qué estaba en una
prisión y, sobre todo, que algún día me iría definitivamente. 1.4.
Presentaciones
Mi presentación frente a cada uno de los diferentes pabellones era fundamental para mi
futura participación. Destacaba de dónde provenía ("Soy estudiante de antropología"); qué
me interesaba analizar en esta investigación.("Básicamente, me interesa comprender cómo
es la vida y cotidianeidad dentro de la prisión"); y, principalmente, resaltaba de dónde no
provenía ("No tengo nada que ver con la policía, ni con los jueces y abogados, en fin, muy
lejos estoy de todo lo que tenga relación con lo penal").
Aclarar esto es importante porque una nueva presencia siempre es muy sospechosa debido
a la asociación directa e inmediata con ’lo policial’ (es decir, como un concepto que
engloba diversos ámbitos: el servicio penitenciario, la policía y la justicia).
Mis presentaciones fueron permanentes en cada pabellón; ellas me cuestionaban a cada
momento sobre qué es la antropología y qué es lo que yo quería averiguar. Sentía alivio
cuando estas inquietudes surgían porque así no permanecía indiferente y obtenía
"visibilidad" frente a quienes en alguna medida no aceptaban mi presencia; especialmente
me interrogaban sobre quién tendría acceso a mi información. Una y otra vez resaltaba mi
desvinculación con la justicia y la policía pero parecía que no todas confiaban en mis
explicaciones aunque muchas se esforzaron por comprender qué es lo que hacía allí y
lograron que me sintiera cómoda y aceptada:
Yo soy abierta con todos, con todas las personas en sí pero vas a encontrar a algunas que te
van a rechazar. Es porque no sos de acá, sos de afuera, pasa con los grupos católicos, con
un grupo evangélico, con el que venga es difícil porque algunas te aceptan y otras te
rechazan enseguida y... por ahí yo lo que le digo es, bueno, tené constancia y ya te va a
aceptar. El problema es, bueno, que vos no tenés tiempo y es difícil que ellas te acepten de
un día para el otro. Analía [...] si vos hubiese sido que vinieras de la parte judicial te íbamos
a tratar de ’usted’ porque iba a ver algo que nos separe pero -decís vos que no sos de la
parte judicial [ríe]- entonces nosotros podemos hablar, podemos decir quizás más, te
tratamos como a una más. [...] A algunas les das más desconfianza.
Es razonable pero le digo a todas que "si pensás siempre lo malo, así no vas a seguir
adelante"... Marina No fue sencillo validar a cada instante 'mi lugar'. Yo "soy de afuera" y
represento, más allá de la sospecha policial, un estrato socio-cultural diferente unido a un
lugar de origen como Buenos Aires que, en muchos casos, sustenta recuerdos añorados y
fantasías. Descubrir "mi diferencia" me permitió no sólo mantener mi identidad sino
entender cómo contribuyó para observar las distintas formas en que ellas fueron
construyendo mi imagen:
- Pabellón verde. Fue con el que tuve más dificultades para trabajar porque desconfiaban
mucho de mis intenciones: yo era simplemente "sospechosa". Sí me 'aceptaron' para hacer
los mandados y comprarles los materiales que necesitaban para sus tareas (por ejemplo,
confección y forrado de cajas para la venta). Yo, a su vez, accedí a que ese fuera mi lugar
con tal de que mi rechazo y aislamiento no fuera total. -Pabellón azul. Luego de que las
presas me pregunten para que serviría mi investigación, les contesto que, de alguna manera,
es para dar a conocer lo que está sucediendo dentro de una prisión y así denunciarlo ante la
sociedad. La idea de "denuncia" ha sido, posiblemente, un disparador para describirme y
reclamar sobre los malos tratos y todo tipo de situaciones que consideran injustas y crueles.
Ante sus protestas y quejas, según ellas, yo sería capaz de transmitirlas al exterior.
- Pabellón amarillo. Sus integrantes son quienes me aceptaron sin mayores interrogaciones
y con mucha confianza. Mi lugar fue el de la compañía, escucha y consejos. Era como si a
través de mi presencia ellas pudieran suspender y anular al menos por unos instantes el
lugar donde se encontraban; también yo logré evadirme del encierro a través de sus gratas
compañías.
- Pabellón blanco. Mantuvimos, según creo, una buena comunicación y compartimos
diálogos en función a la moda, a los hombres y al humor. Siendo ellas quienes más atendían
a la apariencia exterior, recuerdo que se interesaron por mi corte de cabello, aros y sweater.
Es decir, mi juventud y apariencia permitieron que nos entendiéramos a través del uso de
códigos que, aunque no eran idénticos entre nosotras, acortaron nuestras diferencias.
Por ejemplo, entre las distinciones, ellas no entendían y se burlaban porque no tenía novio
y, asimismo, se sorprendieron por qué con mi edad aún no tuviera hijos.
No puede existir una descripción de lo expuesto sin tener en cuenta que yo también fui
construyendo una representación de ellas mientras las presas hacían lo mismo conmigo.
Estos procesos son duales y en interacción permanente.
Una última observación que es más que anecdótica. Mis presentaciones se fueron
realizando paulatinamente en cada uno de los pabellones a los que concurría, es decir, no
hubo una presentación ’oficial’ ante todas las presas. Por eso, durante los primeros días
mientras me iban ’descubriendo’, generaba mucha curiosidad.
Unas cuantas presas, mujeres del grupo evangélico o católico e incluso una celadora me
preguntaron si yo era una presa nueva. Sin saber nada de mí y sin escucharme hablar, desde
mi corporalidad, generé confusión.
Es decir, las "diferencias" se van construyendo en una interacción de competencias y
comparaciones con "otras diferencias" posibles de evaluar.
1.5. De "Betty la fea" al "Gran Hermano" Siempre fui consciente de la importancia que
tenía para mí lograr su aceptación. Si bien no estábamos en un plano de igualdad, quería
que las diferencias se redujeran lo más posible.
Mi dilema surgía en aquéllos pabellones y momentos ’mortales’ en donde sentía que estaba
siendo "olvidada", es decir, la indiferencia hacia mi persona llegaba a un punto tal que me
quedaba viendo la televisión sola en el comedor (o sea, en una de las dos salas del
pabellón).
Desde ya, este extremo de la negación no fue constante y dependió de la salida al taller de
las más ’amigables’ en esa precisa ocasión: sólo una o dos veces de este suceso fueron
suficientes para no olvidarlo.
Como dice Guber , "el problema más acuciante es que el no ingreso o la expulsión nos
cuestiona hasta nuestras fibras más íntimas. Depositamos la legitimidad de nuestro saber en
los cursos de teoría y metodología, y creemos que con ese bagaje podremos alcanzar otros
ámbitos, otras gentes, mostrarnos y parecer dúctiles y accesibles".
La televisión estaba siempre encendida y como un fogón reunía la atención de la mayoría
de las integrantes del pabellón.
En estas condiciones, no fue difícil darme cuenta que mis comentarios y preguntas sobre
los principales programas que se "consumían" en ese período abrían un espacio para la
comunicación y, más aún, para 'suavizar' las tensas apreciaciones que podrían tener en
relación a mí.
Tengo que reconocer que "Betty la fea" y el "Gran Hermano" fueron en muchas situaciones
el vínculo justo para volver visible mi lugar. Y, además, han sido interesantes las
referencias que se hacían sobre la vida en el "Gran Hermano": "Les pasa lo mismo que a
nosotras: convivir encerrados bajo un mismo techo, no hay diferencias"; o cuando hago el
comentario de las ojeras de una de las integrantes de la casa-ficción, me dicen: "Y es por el
encierro, fijate cómo están las chicas de los pabellones X y Y que tienen menos luz que
nosotras".
Estos programas, en fin, facilitaron no solo mi posibilidad de acercamiento sino que
hicieron reflexionar sobre las condiciones del encierro y su influencia sobre el cuerpo.
1.6. Entre dos mundos: despedida a la ingenuidad No demoré mucho en percibir cuán
complejo es trabajar en prisión una vez que entendí que me encontraba entre dos mundos:
el de las presas y el de la policía.
Si bien permanecía más tiempo con las presas, no podía desatender mis ’relaciones
diplomáticas’ con la policía porque la posibilidad de seguir permaneciendo en el campo
podía peligrar. Un antropólogo inglés cuenta los inconvenientes que surgieron frente a su
primera presentación ante una comunidad indígena con la que deseaba trabajar: Hice
hincapié en el hecho de que no era misionero, lo cual al principio nadie se creyó dado que
no se les ocultaba que vivía en la misión y conducía un coche que pertenecía a ésta; no
tenía nada que ver con el gobierno, cosa que tampoco creyó nadie porque me habían visto
rondar la sous-préfecture; y no era francés, cosa que no comprendieron, pues para los
dowayos todos los blancos son iguales.
Desconfianzas, muchas desconfianzas; yo no fui una excepción. Frente a mis esfuerzos por
desvincularme de 'lo policial', las presas ya sabían que ingresé a la prisión a través de un
funcionario de muy elevado rango con quien mantenía una relación amable.
¿Cómo pudieron verme cuando un día lo saludaba rápidamente en el camino de un pabellón
a otro? Lentamente, aprendí a dejar de sorprenderme sobre la rápida "visibilidad" y
cuestionamiento de mis acciones para entender que todas me observaban, haya o no haya
reja de por medio, es decir, cuando digo 'todas' me refiero también al personal policial. Mi
ingenuidad se fue esfumando a medida que comprendía que cualquier acto mío dentro de la
institución era conocido por todas y que mis palabras debían ser medidas porque era
propensa a meterme en problemas: descuidaba dos reglas fundamentales; primero, hay que
reconocer que "las paredes escuchan" y, segundo, jamás hablar de alguien de otro pabellón,
por más inofensivo que el comentario pudiera parecer.
El paso de mi ingenuidad al desengaño me permitió distinguir, por un lado, que yo estaba
siendo observada y cada una de mis palabras analizadas; por el otro, que en la prisión hay
dos mundos enfrentados con sus respectivos códigos y estrategias y, no sin dificultades, yo
he tenido que 'adaptarme' y armonizar con los dos para que las expectativas que cada uno
tuviera conmigo fueran cumplidas.
Es difícil para las que vienen de afuera cómo encajar en este ambiente, que hay muchos
códigos, muchas formas de ser, muchos comentarios que vos tenés que saber aprender a
callarlos, que lo vas aprendiendo también de a poco porque a mí también me costó.
Yo metía la pata constantemente o mandaba al frente pero sin querer, o sea, vos no lo hacés
con la maldad frente a alguien pero sí, pasa. [...] Vos entraste sin enterarnos nosotras que te
vimos, viste, pero sabíamos después por comentarios que uno trae de otras, llega que vos
eras estudiante. Es sospechoso de que hagas preguntas que se supone que a qué va a
estudiar algo que supuestamente no [se] da importancia o se puede sospechar que vos venís
recomendada por el comisario o por la misma policía, viste, entonces esas son las sospechas
[...]. Vos entraste en un pabellón donde justo está el conflicto, es el pabellón que ahora está
en discusión entre todas las internas, entonces que vos salgas de ahí, por ahí fue el mayor
choque.
Sí, que no se quiera reconocer es otra cosa pero yo pienso que sí, que es lo más sospechoso,
lo más conflictivo. Analía La existencia de conflictos y disputas entre las presas complicó
aún más mi trabajo ya que "yo estaba en el medio" y no pude permanecer el tiempo
suficiente para demostrarles mi desapego e imparcialidad frente a estas tensiones internas,
en definitiva, ellas no me pudieron "probar" (Kalinsky y Arrúe, 1998).
En fin, si bien pareciera que sólo prevalecen obstáculos en el camino hacia mi
acercamiento, pude aprovecharlos y aprender de las situaciones conflictivas que se iban
presentando. Todo esto me permitió estar alerta y cuidar más mis comentarios y acciones:
yo estaba siendo evaluada tanto por las policías como por las presas.
Con este panorama, tuve que equilibrar la construcción de mis vínculos con estos ’dos
mundos’ para no generar aún más sospechas y rechazos, por parte de las presas, y
eventuales quebrantamientos de las normas institucionales, según los requerimientos de la
policía.
1.7. Choque conceptual
Quiero relatar ahora algunos encuentros con las presas que revelaron nuestras diferencias a
la hora de interpretar conceptos y prácticas que forman parte de la vida al interior de una
prisión:
1) Descubrí que en las entrevistas generaba confusión cuando al preguntar utilizaba el
concepto 'recreo'. Ellas hablan de 'salir al patio'. Y la diferencia no es sutil. Se evidencia mi
carga personal-apreciativa al asociar el 'recreo' con la visión propia de un estudiante, es
decir, unido a un espacio de placer, libertad y recreación. Sin embargo, no todas lo viven
con placer. Mi asombro surgió cuando muchas se quedaban en sus pabellones en vez de
'salir al patio' una o dos horas al día. Unas porque estaban muy deprimidas y angustiadas
para salir; otras porque consideraban al patio como una "libertad fingida", es decir, no
tienen control ni decisión sobre sus movimientos.
En síntesis, el uso errado de 'recreo' trajo aparejado una reflexión no sólo del concepto en sí
sino sobre lo que significa esta práctica de ’salir al patio’.
2) Como en toda comunicación, existió una heterogeneidad de las competencias
comunicativas entre los hablantes. El siguiente fragmento de diálogo demuestra mi nulo
manejo de ciertos códigos carcelarios: M: Tuve un rollo hace un mes o dos meses atrás, por
una chica que se me había largado en diciembre... J: Ah, para pelearte. M: No, no, quería
que yo fuera su pareja.
También se puede observar la falta de precisión, por mi parte, al intentar manejar términos
jurídicos-legales. La entrevistada -con su experiencia y conocimientos- domina la situación:
J: ¿Y cuánto te queda? M: Dos años para salir con libertad asistida. J: ¿Condicional es? M:
No, condicional no, es una asistida. O sea, seis meses antes de la libertad. J: ¿Antes de la
condicional? M: Claro, antes que se termine la condena.
3) Un último caso contribuye a reflexionar sobre los cuidados, en este caso verbales, que se
deben tener cuando se desconocen códigos de las presas que pueden generar grandes
complicaciones. Una tarde me ofrezco para hacer mate en uno de los pabellones junto a tres
presas. Para esta tarea soy un desastre, de hecho, el mate no es mi pasión pero hice algunos
esfuerzos para integrarme lo mejor posible. El resultado fue, como era de esperar, que el
mate haya salido horrible. Ellas se ríen y yo me autocritico con humor.
Una de las mujeres me dice que el mate no estaba tan mal, que le había gustado.
Yo le respondo que sólo lo dice para complacerme, porque es "mi seguidora". En cuestión
de dos segundos, percibo que quien me había elogiado y otra más se fueron a encerrar al
baño. La que queda en el pabellón con mucho cuidado y en silencio me hace un gesto para
que me arrime y casi al oído me cuenta que ellas dos son una pareja, que no me acerque
más a ella ni le diga que "sos mi compañera, ni mi seguidora ni nada".
Jamás volví a ofrecerme para hacer mate.
No deseo concluir este capítulo sin volver a enunciar que todo lo que he experimentado y
aprendido a través del trabajo de campo ha sido de un valor enorme para mí y, a su vez, es
el sello particular que le proporciono a esta tesis.
CAPÍTULO II LA PRISIÓN COMO ESTRATEGIA DE CONTROL
¡Agobiado el cuerpo, girábamos en el círculo, en el [Desfile de los Bufones! No nos
importaba: sabíamos que éramos la Brigada [del Diablo y las cabezas rapadas y los pies de
plomo formaban [una alegre mascarada.
(Oscar Wilde, Balada de la Cárcel de Reading)
2.1. Introducción
En este capítulo haré una sucinta aproximación a la problemática carcelaria, sólo intento
abrir los caminos para que en adelante, y desde la antropología, se siga promoviendo su
investigación.
La prisión es una de las diversas formas de castigo que se han utilizado a lo largo de la
historia reciente, pero a diferencia de las otras, ha perdurado y sobrevivido, concentrando el
monopolio de la punición, al punto que cárcel y pena son casi sinónimos indiscutibles.
Deseo que en este capítulo se pueda reflexionar sobre el significado que tiene estar privado
de la libertad, pena que no sólo restringe la libertad del sujeto sino que se apodera de su
tiempo, su sufrimiento, su recreación, sus relaciones afectivas, su cuerpo, en fin, la
punición recae sobre su vida y no se redime socialmente nunca más. Se trabajarán dos
aspectos que se articulan y contribuyen a otorgar continuidad y racionalidad a una
institución penitenciaria: por un lado, los objetivos que la sostienen y, por el otro, sus
efectos sobre las personas.
2.2. La encrucijada entre la custodia y la corrección Desde la segunda mitad del siglo XVI
hasta el XVIII se consideró que la mejor opción frente a los desórdenes provocados por la
enfermedad, los peligros y los disturbios consistía en apartar a los protagonistas en espacios
restringidos con la finalidad de custodiarlos. La época del "Gran Encierro" creó en Europa
las primeras prácticas de segregación masiva de individuos (vagabundos, desocupados,
ladrones, locos) a través de distintas instituciones: manicomios, hospitales, casas de trabajo,
entre otras. Se gestan así los primeros secuestros institucionales (Melossi y Pavarini, 1980;
Pavarini, 1998) que a lo largo de la historia van a responder a las necesidades que el
contexto económico-social de cada época plantea. Durante el siglo XVIII, y a través de una
ideología liberal sobre el origen contractual de la sociedad, comienza a conformarse el
esquema conceptual que sostendrá la idea y las prácticas de corregir a quienes se desviaron
del camino de la moralidad social vigente. "El fin [de las penas] no es otro que impedir al
reo causar nuevos daños a sus ciudadanos y retraer a los demás de la comisión de otros
iguales" , es decir, de esta corrección se beneficiarán el propio infractor y la sociedad en su
conjunto, poseyendo el Estado la única titularidad para el castigo. Lentamente, finalizando
el siglo XVIII, se comienza a gestar un nuevo modelo para el castigo: la cárcel punitiva.
La pena será ahora la privación de la libertad de los individuos, es decir, se desarrollan las
técnicas necesarias para disciplinar en el encierro.
Si bien ya existían las prisiones en períodos anteriores, no fueron utilizadas como una
sanción punitiva que se apodera de un quantum de la libertad del infractor; por el contrario,
"la cárcel es sólo la simple custodia de un ciudadano hasta tanto que sea declarado reo".
¿Cuáles fueron los motivos de este nacimiento? Principalmente, existen dos explicaciones
(Rivera Beiras, 1997): a) Según Foucault , la forma-prisión es preexistente a la definición
por parte de la ley como la pena por excelencia. Su origen se constituye a través de las
"necesidades disciplinarias" que se cristalizan en esta institución.
Si desde el principio se concibió a la prisión "como una institución disciplinaria, entonces
su función de confinar y privar de la libertad siempre debió estar complementada por una
segunda función, de carácter disciplinario, a saber, la transformación de los individuos"
b) Desde un análisis marxista, Melossi y Pavarini proponen el surgimiento de la cárcel
punitiva a partir de las complejas relaciones sociales establecidas con el desarrollo del
modo de producción capitalista: La cárcel tiene un objetivo muy preciso: en la
reconfirmación del orden social burgués (la neta distinción entre el universo de los
propietarios y el de los no propietarios) debe educar (o reeducar) al criminal (no
propietario) para que se convierta en un proletario socialmente no peligroso, es decir para
que sea un no propietario que no amenace la propiedad.
El pensamiento positivista será quien a partir del siglo XIX proporcionará las herramientas
basadas en la 'observación’ de los fenómenos naturales para explicar a través de la llamada
’ley de la causalidad’ los fenómenos sociales. El delito y los comportamientos criminales
serán examinados dentro de un marco biológico, médico y psiquiátrico.
Existe, por lo tanto, un nuevo aparato conceptual positivista que se articula a prácticas y
técnicas bien precisas que van a crear todo un "control minucioso de las operaciones del
cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de
docilidad-utilidad, [esto] es a lo que se puede llamar las 'disciplinas'." Michel Foucault
describe cómo se desplegó este nuevo arte del cuerpo humano a través de la institución
llamada "prisión": [...] se elaboraron, a través de todo el cuerpo social, los procedimientos
para repartir a los individuos, fijarlos y distribuirlos espacialmente, clasificarlos, obtener de
ellos el máximo de tiempo y el máximo de fuerzas, educar su cuerpo, codificar su
comportamiento continuo, mantenerlos en una visibilidad sin lagunas, formar en torno de
ellos todo un aparato de observación, de registro y de notaciones, constituir sobre ellos un
saber que se acumula y se centraliza.
Es importante reflexionar sobre los conceptos que se han planteado hasta el momento.
Por un lado, se custodia, encierra y controla y, por el otro, se intenta corregir, reeducar y
resocializar a quienes cayeron en la telaraña penitenciaria. Aquí se presenta la
principalcontradicción de las cárceles: "[...] cabe preguntarse cómo se articulan y se
corresponden ambas funciones, cómo se resuelve en el discurso científico considerar al
encierro como punto de partida de una propuesta terapéutica que pretende enseñar el cómo
se debe vivir en libertad".
Ahora bien, no se puede negar que, aunque se sigan proclamando viejos conceptos
terapéuticos y resocializadores, la función real de las cárceles consiste en inclinar la balanza
hacia un sistema de tipo custodial (Slokar, 1996; Rivera Beiras, 1997). La observación de
Wacquant es clara al referirse al nuevo objetivo de la 'ciencia penal' "[...] cuya finalidad no
es ya prevenir el crimen ni tratar a los delincuentes con vistas a su eventual regreso a la
sociedad una vez cumplida su sentencia, sino aislar grupos percibidos como peligrosos y
neutralizar a sus miembros más perturbadores mediante un seguimiento estandarizado de
los comportamientos y una gestión aleatoria de los riesgos que están más emparentados con
la investigación operativa o el retratamiento o reciclado de los "desechos sociales" que con
el trabajo social".
Estando la prisión integrada a la estrategia de producción y reproducción del orden social,
"[...] cobra sentido de ser la institución que alberga a aquéllos que el sistema penal
selectivamente ha determinado privar de libertad" . Aunque los sectores dominantes
desvían la atención sobre el fracaso en la resocialización (función declarada), no se logra
'camuflar' la función real que persigue el sistema penal en general y su subsistema cárcel
(Pegoraro, 1997), me refiero al secuestro y control de quienes son considerados como una
amenaza concreta o latente al orden social y, precisamente, en esta tarea la prisión ha
procedido con el mayor de los éxitos.
Hoy en día, en vez de pensar en una vuelta al "Gran Encierro", la prisión contribuye a
gestionar la época de la "Gran Segregación" (Daroqui, 2001). Esto significa que no sólo
"está vinculada al sentido de la pena sino también al secuestro de las ’contradicciones
sociales' ".
A partir de mi experiencia en el campo, se hace palpable la inestabilidad del concepto
'rehabilitador'. Dentro de la prisión la ’estadía’ es penosa, y los cambios que se han
manifestado, en general, en las personas que fueron alojadas en ellas se refieren a una
mayor rebeldía y agresividad. Aunque se llevan a cabo diversos talleres (enseñanza
primaria, costura, computación), se posee mucho tiempo libre tanto para las que concurren
y -peor aún- para las que no concurren a los mismos sumado a las tensas relaciones que,
producto de la convivencia en espacios tan reducidos, generan actitudes que están muy
lejos de los objetivos resocializadores que arbitrariamente (o no) se siguen sustentando.
Según Analía: Por lo que vos leés en la Constitución o en el Código Penal que te dicen es
para rehabilitarte o como me dijo la jueza: "Es para que vos medites" pero lo que menos
hacés es meditar sino que te volvés más rebelde contra el sistema.
[Refiriéndose a su pabellón] es como un mundo aparte, es un mundo muy distinto al de
afuera, que afuera hay -no quiere decir que no hay ese mundo- pero vos quizás nunca
accediste a él. Eso es lo que me desquiciaba porque llegaba un momento en que decía:
¿Pero a qué estoy acá, perdiendo tiempo, aprendiendo cosas que nunca en la vida voy a
aprenderlas afuera? Si me dijeras es algo productivo la cárcel pero el encierro no me lleva a
nada.
Por su parte, Marina me responde la siguiente pregunta: J: ¿Es la misma mujer la que
estaba afuera de los muros que la que está ahora? M: No, acá te llenás de odio, te ponés
mala por mucho daño que te hacen a veces las mismas detenidas, viste, entonces ponés el
corazón duro, te hieren a veces donde más te duele.
Según Foucault , no es conveniente hablar del fracaso de la prisión en cuanto a sus
objetivos rehabilitadores; por el contrario, su éxito se constituyó al haber logrado producir y
especificar una 'delincuencia' que puede ser controlada y utilizada para personificar todos
los vicios y peligros de la sociedad. Si se mantiene a la delincuencia para "adoctrinar" a la
sociedad creo que, para concluir, la cárcel es el "medio más idóneo" para controlar no sólo
a los sujetos más "peligrosos" e "indeseables" sino, en definitiva, a toda la sociedad .
Mientras en muchos sitios se intenta crear cárceles más 'humanizadas' o de última
tecnología y modernidad, me pregunto ¿por qué en vez de que sean más bonitas no se
redirige la preocupación hacia la existencia de menos gente dentro de las mismas y hacia la
búsqueda de alternativas menos segregativas? (Elbert, 1996). O, como Rivera Beiras
sugiere , "la mejor opción nunca puede pasar por "mejorar" a una institución tan salvaje y
violenta como es la cárcel, sino en pensar en, cada vez, menos cárcel, buscando verdaderas
estrategias de contención de nuevos ingresos, primero, de reducción después, y, finalmente,
de radical eliminación" .
2.3. Vivir en prisión: despersonalización y dependencia
[...] acá, estés donde estés, estás presa. Estás allá en la celda, estás acá [el taller], igual estás
presa, aunque tengas el lujo de todo, el lujo que vos tengas, igual estás presa [...] porque no
te podés mandar sola, siempre estás mandada por la autoridad. Cristina J: ¿Qué extrañás de
la libertad? M: Caminar, ser independiente, valerme por sí misma, muchas cosas que... yo
digo cuando yo salga voy a andar 48 horas caminando, no porque quiera ver a alguien, sino
que para sentirme que soy yo, que yo me mando.
Por ejemplo, acá, viste, es como cuando uno aprende a decir ’mamá’, acá yo me confundo,
estoy con otra persona y le digo 'celadora, celadora'... Marina
Estos fragmentos permiten reflexionar sobre las delicadas relaciones que se tejen dentro de
una institución penitenciaria.
Comenzaré por analizar el concepto de "prisionización" utilizado por primera vez por
Clemmer para referirse a la asunción, en mayor o menor medida, de los usos, costumbres y
hábitos de la prisión. Como se ve, se excluye por completo la propia cultura del sujeto
porque una vez en prisión se desarrolla un proceso de asimilación de las normas y valores
circunscriptos a una micro-sociedad artificial; es difícil permanecer excluido porque toma
enteramente todos los planos de la existencia y las necesidades de supervivencia física
(Serra, 1989; Piperno, 1989). Sin embargo, Goffman no está de acuerdo en la utilización de
los conceptos de "asimilación" o "aculturación" para referirse al proceso que vive el/la
preso/presa: sostiene que las instituciones totales "crean y mantienen un tipo particular de
tensión entre el mundo habitual y el institucional, y usan esta tensión persistente como
palanca estratégica para el manejo de los hombres".
No puede existir este manejo sin una degradación, despersonalización y rechazo de todas
las características que identifican al sujeto fuera de la prisión. Si bien -durante la
experiencia de campo- fue imposible no atender a las características biográficas
relacionadas con las causas de detención, esto no contradice la idea del "anonimato" que se
sustenta institucionalmente ya que dentro de la unidad cada detenida representaba a su
apellido a la hora de atender a las prácticas diarias frente al personal policial (X recibe su
alimento, X utiliza diez minutos el teléfono, X pide al médico).
Al no tener autonomía ni poder de decisión se va conformando una relación de total
dependencia frente a las celadoras, que engaña los esquemas valorativos de los sujetos que
intervienen: se puede hablar de una 'falsa maternidad'. Raquel, una ex celadora, refiriéndose
a la función de la policía dentro de una institución penitenciaria explica: [...] no te preparan
para la carga psicológica que es estar 12 horas presos, siendo la descarga a tierra y el tutormamá o papá de un tipo de tu edad o más grande, porque acá te llaman: "Celadora,
celadora: se me cayó la pestaña, celadora: necesito tal cosa", es una "guardería" [ella aclara
que sea subrayado y puesto entre comillas] y uno no está preparado para eso, pero eso es un
problema más político que otra cosa.
[...] sos el pilar aunque por ahí te traten de rata o de rati o de milica bla-bla-bla... tarde o
temprano caen a vos y vos sos el pilar de la familia, entonces te desgasta, te desgasta ser el
tutor, padre, madre, enfermera, no sé, carmelita descalza de una persona que es un
desconocido, que es mayor que vos y que encima no te quiere, encima no te quiere [repite]
y eso yo creo que inconscientemente desgasta a cualquiera, y encima vos te vas de acá y te
ven en la calle y sos la milica de m..., entendés, yo creo que inconscientemente desgasta,
inconscientes algunos y conscientes otros.
Al ingresar a una prisión se produce una ruptura casi total de las esferas principales en la
vida de cada individuo: trabajo, familia y diversión. Se deja lo más lejos posible el mundo
personal del detenido para que, mediante esta mutilación del yo , se lo pueda incluir y
controlar dentro de este sistema carcelario. Y no puede existir control sin sumisión.
Anonimato y docilidad van de la mano a la hora de comprender las prácticas carcelarias.
Abundan los enunciados "Quieren que seas tranquila", "Que no molestes y cooperes", "Que
te lleves bien con ellas", "Que pidas todo 'por favor' " al referirse a cómo creen que las
celadoras quieren que sean las presas. En definitiva, "el encierro y todo lo que éste implica
afecta las subjetividades tanto de mujeres como de varones [aunque de una manera
diferencial como argumentaré].
Este sistema represivo busca desestructurar sus identidades, destruir su fuerza yoica y
disminuir su capacidad de reacción y acción como sujetos sociales" .
Recapitularé lo que se ha desarrollado hasta el momento. Por un lado, a través de un
apretado desarrollo histórico se describió la formación de la cárcel punitiva. La misma
posee dos funciones: la primera y más tradicional consiste en castigar y aislar a quienes
cometieron una acción perjudicial -en definitiva- "para la sociedad", esta capacidad
punitiva no ha fracasado hasta la actualidad; sin embargo, la función utilitaria de la prisión,
es decir, aquéllos intentos destinados a corregir y rehabilitar a quienes han sido
'seleccionados' por el poder penal 'fracasó’ sólo en sus fines manifiestos: si se sigue
manteniendo una 'ideología rehabilitadora’ es porque existen objetivos políticos que
intentan disfrazar la eficiente capacidad de la prisión para controlar a quienes son
considerados como una "amenaza" y poder así -siguiendo una postura "re"- perpetuar su
existencia.
De todos modos, desde el discurso dominante, aún no apareció un discurso ’superador’ que
justifique para qué está la cárcel. ¿Se puede corregir a una persona que delinquió desde el
encierro? Se sostiene que la prisión forma parte de un sistema complejo de control y
segregación, no sólo de los sujetos llamados "peligrosos" sino también, en última instancia,
de "las contradicciones de la sociedad" (Daroqui, 2001).
Por otro lado, se analizaron las características de una institución carcelaria que tienen que
ver con la sumisión y el control, me refiero a la despersonalización y dependencia que se
crean allí. La prisión no sólo limita la libertad de las personas que han sido penadas por la
Justicia sino que se apodera a su vez de su capacidad productiva, sus sentidos, su cuerpo, su
autonomía, sus relaciones afectivas, su recreación, en una palabra, se apodera de toda su
vida.
Se puede afirmar que este impacto tiene una incidencia distinta entre mujeres y hombres.
Esta diferencia, estaría basada en la construcción diferencial de la figura de la mujer que
ingresa al ámbito penal . Si el número de mujeres presas ha aumentado, entonces, ¿son las
mujeres una amenaza en ascenso del orden social? ¿Están dejando el rol de 'acompañantes’
de sus maridos y parejas en las actividades delictivas para convertirse en mujeres
autónomas, independientes y "peligrosas"? Mientras que en los hombres se concentran más
el aislamiento y el control por parte de la prisión, ¿se resalta más el aspecto punitivo en las
mujeres al encontrarlas responsables del delito?
En fin, en relación a las mujeres la prisión obliga a adaptarse a un nuevo rol que oscila
entre la culpabilidad (cumplir el castigo al entenderla como peligrosa) y la vulnerabilidad
(considerada como una víctima desprovista de autonomía) .
Aún hay que detenerse -a mi entender- en los principales articuladores de esta historia: los
sujetos que no sólo se encuentran ’devorados’ y construidos por esta gran maquinaria penal
sino que, a su vez, despliegan diversas estrategias para resistir este encierro.
CAPÍTULO III
¿QUÉ SIGNIFICA SER UNA MUJER EN PRISIÓN?
Si nosotros, todos y cada uno, hubiéramos mantenido los derechos y las autoridades del
esposo en nuestras propias casas, no tendríamos hoy problemas con nuestras mujeres.
[...] Recordad todas las normas respecto de las mujeres con las que nuestros antepasados
domeñaron su licencia y las hicieron obedientes a sus maridos y, sin embargo, a pesar de
todas esas restricciones, vosotros apenas podéis mantenerlas en su sitio. Si ahora permitís
que se quiten esas restricciones y que se pongan en un plano de igualdad con sus maridos,
¿imagináis que podréis soportarlas? Desde el momento en que ellas se hacen iguales a
nosotros, serán nuestras dueñas. Catón, cónsul romano, 195 A.C.
3.1. Introducción
Heroínas o víctimas, peligrosas o en peligro. Distintas son las representaciones que
socialmente y, sobre todo, desde el discurso y la práctica penal se mantienen sobre las
mujeres que cometen un delito. También son diferentes las concepciones que las implicadas
mismas poseen de su propia conducta. Dos rasgos sobresalen a la hora de abordar este
tema: las destinatarias de esta atención son mujeres y, además, están en prisión.
"El derecho es un discurso social y, como tal, dota de sentido a las conductas de varones y
mujeres, a los que convierte en sujetos, al tiempo que opera como el gran legitimador del
poder que habla, convence, seduce y se impone a través de las palabras de la ley" .
Pero desenvolviéndose en una sociedad patriarcal y de corte masculino como la nuestra, no
sorprende que el derecho contenga también componentes androcéntricos, convirtiéndose en
una de las formas de control social ejercido por los hombres.
Propongo, junto a los diferentes autores que se ha consultado en este capítulo, incorporar
dentro del discurso jurídico el de la diferencia sexual.
Sólo atendiendo al concepto de género en el análisis del sistema penal se puede entender las
distintas formas en que las mujeres y los hombres son vistos y 'construidos' por parte de
dicho sistema, en particular, y por la sociedad, en general.
En este capítulo voy a explorar:
a) La definición del concepto de ’género’ en cuanto permite entender que la oposición entre
lo femenino y lo masculino es constitutivo de toda relación social y de poder. A partir de
una aproximación a un enfoque del control social, se delineará la construcción de la mujer
tanto en el ámbito privado (como mujer reproductora de los cánones socialmente
impuestos) como en el ámbito público (como mujer transgresora: ha cometido un delito).
Finalmente, me detendré en la visión androcéntrica del derecho penal y su repercusión
sobre la ’mujer criminal’.
b) Las distintas concepciones que históricamente se han tejido sobre la mujer 'desviada'
hasta nuestros días: como víctima y como peligrosa.
3.2. La construcción de una oposición : masculino y femenino Si bien mi intención no es
detenerme en el complejo análisis teórico sobre la relación entre el sexo y el género
(Laqueur, 1990; Thomas, 1992; Butler, 1993; Narotzky, 1994; entre otros), creo necesario
desprender de las categorías femenino/masculino de su componente biológico "y atender a
su construcción cultural ya no como una mera socialización del sexo biológico y sus
funciones reproductivas, sino como resultado de un conjunto de factores sociales y
culturales que crean la diferencia de género" .
Voy a utilizar la definición de género propuesta por la historiadora Joan Scott.
Para ella, el género se articula a partir de dos proposiciones: "es un elemento constitutivo
de las relaciones sociales basado en las diferencias que se perciben entre los sexos; y es una
manera primaria de significar las relaciones de poder" .
La primera conceptualización tiene cuatro elementos. Primero, convivimos con los
símbolos culturales que poseen múltiples representaciones (por ejemplo, Eva y María son
símbolos para la mujer en la tradición cristiana occidental; pero también representan los
mitos del peligro y la pureza). Segundo, se encuentran "los conceptos normativos que
definen las interpretaciones de los significados de los símbolos"; estos conceptos se
expresan en las doctrinas religiosas, científicas, políticas, educativas y legales.
Se afirma categóricamente el significado de lo masculino y de lo femenino, definiendo
como única la posición que se hace hegemónica. Scott da como ejemplo el caso de los
grupos religiosos fundamentalistas contemporáneos que "ligan sus prácticas a la
restauración de un rol de la mujer supuestamente ’tradicional’ y más auténtico, cuando en
realidad no tienen precedente histórico que legitime la práctica de ese rol". Tercero, critica
la concepción antropológica clásica que relaciona el concepto de género con el parentesco.
También hay que incluir a otras organizaciones e instituciones sociales como el mercado de
trabajo, la educación, la política. Y por último, la autora se refiere a la identidad subjetiva,
es decir, se analiza la influencia del psicoanálisis en la construcción de la identidad
genérica.
Estos cuatro aspectos constituyen -siendo unos reflejos de los otros- al género en cuanto
elemento que interviene en las relaciones sociales (junto a otros elementos como las
cuestiones de clase, etnicidad, etc.).
Ahora me detendré en la segunda presuposición que plantea Scott: el género es un campo
primario donde se articula el poder, entendiéndolo como descentralizado y disperso
(Foucault, 1992; 1993).
Pierre Bourdieu analiza la realidad social desde la perspectiva del género. Todo
conocimiento reside en una división fundamental: la oposición entre lo masculino y lo
femenino. La forma en que las personas aprehenden esta división es a través de actividades
diarias que contienen un sentido simbólico, la práctica cotidiana.
Para Bourdieu, los conceptos cotidianos sobre lo femenino y lo masculino como referencias
objetivas estructuran la percepción y la organización concreta y simbólica de toda la vida
social. Advierte que el orden social masculino está tan profundamente arraigado que no
requiere justificación: se impone a sí mismo como autoevidente y es considerado como
"natural", anclándose en nuestros inconscientes, las estructuras simbólicas y en las
instituciones de la sociedad. En una palabra, las diferencias conceptuales en base al género
se hallan involucradas en la misma construcción del poder (al distribuir el control sobre el
acceso a los recursos materiales y simbólicos) .
Por su parte, Maurice Godelier se pregunta analizando diversas sociedades no capitalistas
por qué los hombres que ocupan el primer lugar en la producción material de la vida basado en la división sexual del trabajo- dominan a las mujeres. Encuentra su explicación
en el control que ejercen los hombres sobre las mujeres en tanto reproductoras de la
principal fuerza productiva: el hombre mismo. Se puede entender, por lo tanto, que las
mujeres que han salido de su función de reproducción comparten en cierta manera el status
de los hombres.
Para concluir con esta argumentación, se ha visto que el género es una de las maneras para
comprender los significados y las conexiones de toda interacción humana. "Cuando los
historiadores buscan las formas en que el género legitima y construye las relaciones
sociales, están desarrollando una lectura de la naturaleza recíproca del género y de la
sociedad y de las maneras específicas en las que la política construye el género y éste
construye la política" .
Antes de involucrarme con el sistema de justicia criminal en relación a las mujeres en
nuestros días, deseo resaltar dos ideas:
1) La construcción social de lo femenino y de lo masculino estructura y organiza la
percepción de la realidad social que nos circunda.
2) A lo largo de la historia y atravesando distintos tipos de sociedades -de todos modos, se
debe contextualizar socio e históricamente mi afirmación- se han conformado dos ámbitos
en la organización social de íntima vinculación: el reproductivo (destinado a las mujeres) y
el productivo (dominado por los hombres).
No niego la importante participación que tiene la mujer en el mercado de trabajo en las
sociedades contemporáneas, pero a lo largo de este capítulo si voy a utilizar la distinción
precedente es para resaltar una forma posible de análisis de la delincuencia femenina, esto
es, a través de un enfoque del control social en tanto define, construye y -eventualmentesanciona (en caso de incumplimiento del 'mandato social') a la mujer .
En fin, no se puede negar que lo femenino ha estado ligado fuertemente al ámbito privado,
a la reproducción y sumisión. Que se cuestionen estos postulados en función a los tiempos
que corren, excede los objetivos y argumentos propuestos en esta investigación.
3.2.1. Las redes del control
En el gráfico nro. 1 se ha visto que a lo largo de los años el número de las mujeres
encarceladas ha ido en aumento. Pero si se lo compara en relación a los hombres, la
diferencia de la población penal es muy grande entre ambos sexos . ¿Será que las mujeres
delinquen menos que los hombres? ¿Son menos agresivas? En realidad, creo que de estas
preguntas se desprenden connotaciones biológicamente deterministas.
Prefiero reformular la interrogación: ¿por qué las mujeres no son tan controladas por el
sistema de justicia penal? Se irá por partes.
El término control social está relacionado con la producción del orden en una sociedad.
Sin embargo, las características y los medios para alcanzar dicho orden varían dependiendo
si el control social se centra en el consenso o en la coerción (Pitch, 1996).
La producción del consenso se refiere al conjunto de principios o mecanismos activos que
inducen a la conformidad. Los controles formales-represivos (el derecho, el sistema de
justicia criminal) se convierten en una categoría residual para dar espacio a los procesos
sociales de adscripción de significados, es decir, un nivel de control educativo-persuasivo
(la familia, la escuela). Cuando el acento está puesto sobre los aspectos coercitivos, el
control social se entiende como "las formas organizadas en que la sociedad responde a
comportamientos y a personas que contempla como desviados, problemáticos,
preocupantes, amenazantes, molestos o indeseables de una u otra forma.
Esta respuesta aparece de diversas formas: castigo, disuasión, tratamiento, prevención,
segregación, justicia, resocialización, reforma o defensa social. Está acompañada de
muchas ideas y emociones: odio, venganza, desquite, disgusto, compasión, salvación,
benevolencia o admiración. [...] La gente a la cual se dirige esta respuesta es vista como
monstruos, bobos, villanos, enfermos, rebeldes o víctimas".
El sistema de control penal (en tanto control social institucionalizado-represivo) actúa para
garantizar el orden público, es decir, se ocupa específicamente de los hombres como
portadores de los roles destinados a la producción material y, por lo tanto, de las relaciones
de propiedad y de la moral del trabajo. "En el ámbito de la reproducción, de las relaciones
de pareja, de la procreación, de la familia y de la socialización primaria, en otras palabras,
el orden privado, no es objeto de control por parte del derecho penal, que equivale a decir el
poder punitivo público.
El sistema de control específicamente dirigido hacia la mujer [como control social no
institucionalizado-persuasivo] es aquel informal que se realiza en el interior de la familia.
Este sistema de control se practica por medio de la dominación patriarcal de la esfera
privada y tiene su última garantía en la violencia física contra las mujeres" . Esta división
permite reproducir el status quo vigente en una sociedad patriarcal y capitalista como la
nuestra porque "[...] la separación entre público y privado, entre formal e informal, es un
instrumento material e ideológico fundamental para el funcionamiento de una economía
general del poder, en la cual todas las diferentes relaciones de dominación encuentran su
alimento específico y, asimismo, se entrelazan y sostienen mutuamente" . Larrandart
describe la complejidad del control social informal para lograr, en definitiva, un modelo de
docilidad y pasividad para las mujeres: El papel asignado a las mujeres dentro del sistema
es definido tanto por la familia, la escuela y el trabajo como por el área médica. Diferentes
autores sostienen que todas estas instituciones aplican un mismo programa con los mismos
objetivos: crear primero el papel que se le asigna a la mujer y mantenerla después en él.
Los roles son internalizados a través de la educación y reforzados continuamente.
Hace sólo unas décadas atrás hablar de una mujer ’criminal’ significaba referirse a una
homicida que "descargó sus pasiones" sobre algún familiar o conocido, es decir, sus delitos
se circunscribían únicamente al ámbito privado. Ahora la mujer ingresa al ámbito público y
ya no como víctima sino como victimaria . Se amplió el espectro de los delitos, sin sugerir
que hay un reemplazo de los llamados "homicidios pasionales".
Es aquí cuando el sistema de la justicia criminal se integra al sistema de control social
informal (Baratta, 2000) para manejar a las portadoras de esos roles femeninos que se han
'desviado' del control patriarcal privado. Se necesita la intervención del poder público para
"enderezarlas". O, según otro punto de vista, "el peso de la ley acostumbra a recaer en
mujeres que no tienen ninguno de los controles tradicionales" . De esta manera el sistema
penal aumenta su tutela obteniendo un mayor control, característica que, en general, es
peligrosa porque no resuelve los conflictos sino que los agrava aplicando una "solución"
segregativa y represiva. En definitiva, el aparato penal no es sino un elemento de ejercicio
de control social que permite asegurar la continuidad del modelo dominante y la
consolidación de la jerarquización social.
El término control se refiere tanto a los procesos de producción de la mujer "normal" como
a los destinados a prevenir y reprimir las conductas consideradas desviadas. El rígido papel
que se asigna a las mujeres y los valores implícitos en él determinan que, cuando la mujer
se desvía del rol impuesto, la familia, la escuela, en fin, todos los mecanismos de control
informal actúen para forzar la adaptación a ese papel.
Ya se puede, en fin, contestar la vieja inquietud. Si las mujeres no son tan controladas por
el sistema penal es porque ya están siendo controladas por un sistema informal, rígido e
intenso, en el ámbito privado. Pero cuando delinquen están destinadas a la represiónpunición por parte del sector público debido a que los controles informales han perecido o
han sido "superados" por la mujer "desviada".
3.2.2. Dentro del sistema de justicia penal
¿Qué sucede cuando las mujeres sí son controladas por el sistema de justicia penal? ¿Cómo
es el trato de una mujer dentro del ámbito público una vez que ha sido presentada como
victimaria? De un modo general, se pueden diferenciar dos posturas:
a) Aquélla que reacciona de un modo muy estricto e intolerable porque "la mujer presa, aún
cuando sólo se encuentre procesada, representa para el imaginario social a la antimujer.
Representa a aquella que rompió con el pacto social y sexual; la que traicionó ese mandato
social de género que la naturaliza como buena, abnegada, sumisa y altruista" .
Para esta postura la mujer ha roto un doble mandato socialmente impuesto. Por un lado,
rompió con el rol de buena hija, buena esposa y buena madre para encarnar las crueldades
que se le adjudican al acercarse a un delito y desviarse de los códigos de femineidad; por el
otro, violó la idea que la delincuencia "es cosa de hombres" para apropiarse cada vez más
de las estrategias y los códigos utilizados originalmente por la delincuencia masculina. Por
ejemplo, si bien no poseo los datos estadísticos, a través de conversaciones informales con
las presas y con otras personas que conocen del tema, existe un incremento de causas
femeninas por "robo a mano armada". Las mujeres no sólo empezaron a participar en una
nueva esfera de la que eran ajenas sino que comenzaron a comportarse como hombres,
incluso manifestando violencia hacia ellos: "[...] han sido tratadas más severamente que los
hombres.
Son mujeres que, con su conducta desviante, no solamente se desvían del aspecto
"deontológico" del papel femenino sino que también se desvían respecto de la desviación
femenina esperable por lo que no encuentran comprensión por parte de la justicia criminal".
b) Aquí parece manifestarse un interés por parte del sistema de justicia penal (género:
masculino) "de limitar su propia interferencia negativa sobre el pleno desarrollo de los roles
asignados a las mujeres dentro del ámbito de la reproducción. Si los jueces penales tratan
'más caballerosamente’ a las mujeres es porque están queriendo decir que el lugar de ellas
es en casa con sus hijos, y no en las cárceles" . Atendiendo "más favorablemente" a las
mujeres (esto implica una menor rigurosidad de la pena) se logra mantener y reproducir el
orden social en el cual ellas cumplen el rol de madres y esposas. Se recuerda aquí la
explicación que Godelier encuentra para entender la dominación masculina en sociedades
pre-capitalistas: "los hombres controlan a las mujeres no en cuanto productoras, sino en
cuanto reproductoras de la vida que prolonga el grupo" .
En esta sección pretendí reflexionar sobre la dificultad que se presenta desde los discursos y
las prácticas provenientes del campo jurídico-penal, no casualmente relacionado con el
género masculino, de articular estos conceptos: femineidad con delictividad. Estando
socialmente instituido que el lugar de la mujer es en su hogar con su marido e hijos, ¿qué
sucede con aquéllas que han quebrantado ese mandato?
Dos respuestas: son severamente castigadas por esa violación de los roles asignados o son
restituidas casi inmediatamente a su ámbito -debido a un gesto paternalista- para que
continúen con su función. Un ejemplo sobresale para entender este delicado proceso de
representación de la "mujer delincuente". En la práctica, es notable cómo influye en la
resolución de un caso la manera en que se presenta la acusada. Frente al juez es más
favorable presentarse sin maquillaje, con ropas simples y no llamativas, sintiendo culpa y
arrepentimiento, en una palabra, demostrando ser una mujer dócil que "desea volver a su
hogar para criar a sus hijos". En cambio, las mujeres reincidentes, provocativas al vestirse y
al hablar, que demuestran poco arrepentimiento y preocupación por sus 'funciones
hogareñas’ reproducen, de alguna manera, el quebrantamiento del mandato social. En
consecuencia, les será más difícil ser tratadas "más caballerosamente" a la hora de la
sentencia.
3.3. Entre la criminalización y la victimización
Todo lo que vine analizando hasta ahora se puede describir desde un tiempo presente.
Mi intención en lo sucesivo es remontarme a discursos y prácticas pasadas para comprender
mejor las dos figuras de mujer que se han ido gestando: la mujer peligrosa (como una
criminal) y la mujer en peligro (que si bien cometió un delito es considerada como una
víctima).
Desde los inicios del siglo XIX se comienza a cuestionar en el campo del derecho penal la
particularidad de la desviación femenina. Se va a intentar entender si las mujeres –e
su capacidad de delinquir- son iguales a los hombres o, debido a su debilidad, asimilables a
los viejos, niños y locos. Analizar la imputabilidad o no de las mujeres se convertirá en el
tema medular en la naciente criminología de la época y en sus posteriores elaboraciones
teóricas bajo la óptica positivista. La desviación femenina se entenderá como "una
consecuencia de una particular "naturaleza" psicobiológica de las mujeres" .
Dos paradigmas se encontrarán íntimamente vinculados: por un lado, lo jurídico atenderá la
capacidad de juicio y raciocinio de las mujeres; por el otro, lo científico que utilizando el
campo de la fisiología elaborará una descripción detallada de las características corporales
y comportamentales de las detenidas. Ambos saberes tendrán una gran influencia "sobre la
construcción de un modelo de mujer, frente al cual será considerado normal adecuarse y
patológico apartarse".
Este modelo de mujer es el maternal: "la mujer, en realidad, es madre antes de toda otra
cosa".
Se pueden distinguir dos grandes conceptualizaciones sobre la mujer "desviada" que se van
a ir conformando a lo largo de la historia: la mujer-víctima y la mujer-peligrosa.
Ambas visiones poseen límites fluidos y flexibles y, además, es muy fácil encontrarlas
cotidianamente en diversos ámbitos .
3.3.1. La mujer como víctima
Como ya adelanté, a partir de finales del siglo XIX los juristas comenzaron a cuestionar si
las mujeres eran imputables frente a un delito. Se comenzó a utilizar el concepto romano de
infirmitas sexus o fragilitas sexus para demostrar el impedimento debido al sexo tanto para
la atenuación, disminución o hasta exclusión de la imputabilidad como para la
discriminación y el control sobre las acciones de las mujeres.
Voy a detenerme en quienes avalan una menor imputabilidad de las mujeres: No se halla en
ellas esa energía del sexo opuesto tan propicia para llevar a cabo cualquier violencia. [...]
Se la forma para el hogar moral, se limitan sus aspiraciones y ambiciones, y se le demarca
un reducido campo de acción, que contribuye no poco a desviarlas y alejarlas de la
comisión de delitos. [...] Hay que reconocer una realidad indiscutible: la inferioridad física
y mental de la mujer, frente al sexo opuesto.
En esta tesis se llega a la conclusión de que las mujeres delinquen menos que los hombres y
teniendo en cuenta su inferioridad y menor peligrosidad, su responsabilidad penal es menor.
Esto significa que debe existir una menor dureza en las penas y la represión de sus
transgresiones debe ser menos rigurosa.
Estas ideas encuentran una excepción: el caso de adulterio.
[...] la mujer es monógama por excelencia, quizás natural y congénitamente, y para ella es
desconocido el imperioso deseo de aproximaciones con el sexo opuesto.
En los casos en los que la mujer manifiesta un "apetito sexual", entendido como altamente
ofensivo y descontrolado, su responsabilidad es mayor y, en consecuencia, la pena es como
la de cualquier hombre. El modelo maternal está muy fuertemente instituido,
condicionando y evaluando todos los actos de la mujer.
A través de un análisis del control y la vigilancia sobre las mujeres argentinas de principios
del siglo XX por medio de los discursos médicos de la época, Flavia Ramos dice: Cada una
de las mujeres de esa época fue el resultado de un complejo entramado social que la
condicionaba, mejor dicho la fabricaba, en su forma de actuar, pensar, sentir y creer.
Dichos discursos definían esencialmente a la mujer en relación con la familia.
Las características "naturales" que les eran asignadas a las mujeres del período, hacían que
el rol de ellas fuera el reproductivo y al cual debía subordinarse toda otra actividad.
Reformularé lo que se ha expuesto hasta el momento. Como la mujer tiene menor
racionalidad, responsabilidad y capacidad física, sus penas son, a la vez, menores. Es
evidente que detrás de estas explicaciones "científicas" sobre los motivos de una mayor
benignidad penal se encuentra el hecho de que lo femenino es sinónimo de una minusvalía
constante. La mujer es construida a partir de un complejo sistema social y moral que
determina que su función es la reproducción. Se entiende así que el adulterio, la
prostitución y aquellos actos que atenten contra el designio "natural" de una mujer sean
severamente repudiados. También se puede comprender el significado de la internación de
las mujeres: más que ejecutar una pena se intentaba prevenir, controlar y proteger el honor
y la salud tanto espiritual como corporal , pudiéndose hablar de una función moralizadora
de la reclusión femenina .
María Gabriela Ini analiza los mecanismos de control que las religiosas ejercían sobre las
mujeres presas en el Asilo Correccional de Mujeres que funcionó desde 1890 hasta 1974.
Existe un proyecto preciso de "salvaguardar la relación mujer-Dios-maridohogar" llevado
adelante con éxito por las religiosas: "[...] las que llegan como escoria de la sociedad salen
miembros útiles, mujeres laboriosas y honradas que pueden ganar su vida con el trabajo de
sus manos y hacer la felicidad de sus familias [...] se las forma con todas las ramas propias
de su sexo y condición".
En fin, se entiende bajo esta mirada a la prisión como el lugar apropiado para la
reproducción, enseñanza y mantenimiento de los roles femeninos de quienes se desviaron
del buen camino.
A lo largo de la historia la mujer ha sido entendida como un ser débil, desprotegido, en
peligro y vulnerable a "perniciosas tentaciones", necesitada de tutela y protección.
Cuando me refiero a la mujer considerada como una víctima quiero destacar esta ’carga’
que por largo tiempo ha llevado y de la que no puede 'desprenderse' ni siquiera –según este
punto de vista- siendo construida como "transgresora" de las normas y valores que se
espera que cumpla.
Voy a concluir esta parte de mi argumentación con las palabras de las presas de la Unidad
de Detención N° 16 de Neuquén. Si hasta ahora -según una concepción paternalista del rol
femenino- se fueron utilizando adjetivos que denotan minusvalía y limitación, en breve se
podrá atender a la representación que tiene para ellas ser una mujer en prisión; sus
descripciones van a girar en torno a dos términos: pérdida y nulidad.
Una mujer que está presa... que una que está acá dentro perdió todo, perdió todos los
derechos. Somos todos seres humanos pero para mi ver a veces que estamos acá y ya no
somos mujeres como se dice.
Cristina ¿Una mujer que está presa? Para mí es una mujer nula, o sea, deja de ser mujer por
ahí al principio. Y es que depende también qué es lo que estás haciendo afuera. Yo, por
ejemplo, era ama de casa, estaba estudiando para maestra primaria en el instituto y estaba
estudiando también en la universidad profesorado de matemáticas y... entrar acá es como
dejar de ser mujer.
Analía Evidentemente, hoy en día no se puede sostener una función ’moralizadora y
educadora’ de la prisión como a principios del siglo pasado, aunque muy lejos haya estado
de cumplir sus objetivos 'redentores' en aquél entonces. Existe uniformidad en su carácter
devastador sin mediar diferenciaciones en torno a cómo es construida la mujer; los efectos
de la prisión, en general, son semejantes para todas.
Pienso que los jueces son quienes -en última instancia- deciden la variabilidad de las penas
por un mismo delito según la interpretación que le otorguen a las acciones de las mujeres.
También se comprende, a través de sus discursos, la fuerte objetivación, y no únicamente a
través del ámbito carcelario, de la diferenciación de lo roles femeninos y masculinos.
Cuando digo 'objetivación’ quiero acentuar el persistente carácter de homologación entre la
mujer con el hogar y la familia, por un lado y con la sensibilidad y debilidad, por el otro.
No me gusta la idea de que haya prisiones para mujeres, quizás que hay muchas formas de
que uno pueda... por ahí, confesar el mal que hizo, por ejemplo, trabajarle a la persona a la
que uno le hace daño, ayudar a los demás, no sé, pienso que sería mejor.
[...] las mujeres somos más sensibles, somos... o sea, por de pronto no nos merecemos tanto
como los hombres. Los hombres son más fuertes, se supone que son más fuertes pero no lo
son. Pero... por el tema de los hijos, de las familias... porque falta la mujer en la casa y falta
todo. La verdad que estoy en desacuerdo con esto con las alcaidías y toda esta movida.
Marta A lo mejor el hombre es más fuerte en la forma de que sufre pero la mujer sufre de
otra forma, es más sensible, la mujer tiene sus momentos de debilidad y acá es como que lo
tenés que obviar y ser más fuerte, aprender a convivir con personas que no son igual que
uno. [...] no tendría que haber unidades para mujeres, tampoco para hombres porque
tampoco es una forma de hacerles corregir la vida, tendría que haber otro tipo de cosas, no
el encierro, no la privación de la libertad. Nieves
3.3.2. La mujer como peligrosa
No todos aceptaron la representación de la mujer 'desviada' con la debilidad, inferioridad,
sensibilidad y minusvalía. La menor imputabilidad en base al sexo fue rechazada por
muchos: "Será menor el número de las mujeres que delinquen: pero a la mujer que ha
delinquido, precisamente porque la excepción es más rara, es necesario considerarla más
corrompida y malvada que el hombre que hace otro tanto: o por lo menos es necesario
considerarla igualmente responsable, y eso basta".
Según los análisis de esta época, el problema es que ellas han transgredido el mandato
social que por "naturaleza" las confinaba (y las confina) al rol de madre y de esposa; en fin,
se quiebra el rol de 'lo femenino'. Así entiende Lombroso, el máximo representante de la
criminología positivista, a la mujer criminal: Pero si una excitación mórbida de los centros
psíquicos viene a despertar sus cualidades malvadas y le hace buscar en el mal un
desahogo, si son impiadosas y no maternales, y se agregan los impulsos que derivan de un
erotismo intenso, una fuerza muscular desarrollada, y una inteligencia superior para
concebir y ejecutar el mal, es evidente que la semicriminaloide inofensiva que es la
criminal (...), es por así decirlo, una excepción a doble título. Como criminal y como mujer,
pues los criminales son una excepción en la civilización y las mujeres criminales una
excepción entre los criminales mismos (...).
Por lo tanto como doble excepción son tanto más monstruosas. Hemos visto como son
numerosas las causas que conservan la honestidad de las mujeres (maternidad, piedad,
debilidad, etc.), si a pesar de tantos obstáculos una mujer comete crímenes, eso es prueba
de que su perversidad es inmensa puesto que logró superar todos estos impedimentos.
Detrás de toda definición sobre la desviación se encuentra un modelo de normalidad en
contraste. Lombroso intenta destacar, de hecho, la potencial "peligrosidad" de las mujeres
consideradas normales.
Conviene que me detenga en el trabajo de Sylvie Frigon sobre la representación de la
'mujer desviada' a través de la figura de la bruja. La imagen de la bruja , perseguida más
intensamente entre los siglos XV y XVII, fue incorporada al sistema de definiciones de la
mujer que transgrede ciertas normas. Su persecución describe una de las formas de control
social sobre las mujeres en relación a las normas religiosas, sexuales, médicas y sociales .
La caza de brujas comienza en el momento en que la sociedad medieval se desmorona por
el surgimiento de un nuevo orden social, político, religioso y científico. La caza de brujas
se inscribe precisamente en un complejo proceso que intenta mantener el control y la
estaticidad del viejo orden. La mujer medieval era percibida como inferior y peligrosa: el
blanco perfecto para convertirlas en chivas expiatorias en relación a las dificultades del
momento. Malleus Maleficarum, el tratado más célebre sobre la brujería publicado en 1487,
resalta la peligrosidad de la sexualidad femenina: "Hay, tal como lo especifica la Bula
Papal, siete modos diferentes mediante los cuales las hechiceras contaminan el acto sexual
y la procreación: en primer lugar, incitando a los hombres a pasiones descontroladas;
segundo, impidiendo la procreación; tercero, haciendo desaparecer el miembro requerido
para el acto sexual; cuarto, transformando a los hombres en bestias con sus poderes
mágicos; quinto, controlando el poder de gestación de las demás mujeres; sexto,
practicando abortos; séptimo, ofreciendo a los niños, bestias y otros frutos terrestres al
diablo" .
Todas las mujeres corrían el riesgo de ser acusadas de brujería a través de su sexualidad.
Las funciones asociadas a la reproducción de las mujeres (menstruación, parto,
nacimientos) no podían más que causar temor y misterio junto a las funciones ligadas a la
producción de conocimientos (poderes ’mágicos’, saberes obstétricos, farmacológicos).
Estos miedos permitieron construir a la mujer "peligrosa" representada aquí en la figura de
la bruja quien sólo podría ser controlada sometiendo su sexualidad y su cuerpo hasta llegar
a su total eliminación para asegurar el mantenimiento de las relaciones patriarcales dentro
del orden establecido.
Siendo la caza de brujas una forma de control social de las mujeres que se apartaban de las
normas sexuales, religiosas, médicas y sociales: ¿qué continuidad se puede establecer con
la actualidad? Sylvie Frigon dice: Las mujeres que transgreden en los tiempos actuales y se
apartan de las normas enfrentan también discursos y prácticas de censura, descalificación y
criminalización que establecen una suerte de continuidad con la cacería de brujas. La bruja
como imagen de mujer descarriada se plantea como la de una contestataria social.
Es interesante reflexionar sobre la idea de la mujer como una amenaza al Orden y de ahí su
"peligrosidad" en tanto que transgrede los roles femeninos y reproduce saberes y prácticas
que ponen en cuestión la primacía de los roles masculinos. Por ejemplo, el ya mencionado
ingreso de las mujeres en las esferas delictivas a través del uso de la violencia o los
conocimientos de las tradicionales comadronas que se contraponen a un saber masculino y
medicalizado del parto. Pero ¿de qué Orden se está hablando?
Evidentemente, no de uno construido conjuntamente entre hombres y mujeres. A lo largo
de la historia, la diferencia de género ha ido conformando una de las desigualdades en el
complejo sistema de jerarquías e identidades de toda organización social. Siendo percibidas
tanto como víctimas o como peligrosas, las mujeres forman parte del mantenimiento y
reproducción de la sociedad patriarcal por excelencia.
Los objetivos de este capítulo han sido varios.
En primer lugar, reflexionar sobre la importancia que tiene incorporar el concepto de
"género" en los análisis de las diferentes disciplinas de las ciencias sociales. El género es
una ’herramienta’ que posibilita problematizar su vinculación en cuanto elemento
constitutivo de un sistema de relaciones sociales y de poder que no está directamente
determinado por el sexo.
En segundo lugar, describir cómo es construida la "mujer criminal" articulando los roles
femeninos con un enfoque basado en el control social.
Y por último, analizar algunos discursos y prácticas del pasado que delinearon los rasgos de
una "mujer desviada" en cuanto víctima y peligrosa.
Si bien hasta el momento he prestado más atención a "el rol que se les asigna", a "cómo son
construidas" y "cómo son vistas", en el próximo capítulo destacaré el carácter de la mujer
como un agente que conoce y puede reflexionar sobre sus propias acciones (Giddens, 1989)
a través de distintas prácticas de resistencia que, en particular, tendrán al cuerpo como un
medio de expresión.
CAPÍTULO IV
CUERPO A CUERPO
El cuerpo... es muy difícil equilibrar el cuerpo con la mente, pero lo hacemos poniendo
mucha fuerza de voluntad. [...] Nuestro fin es salir más sanos o lo mejor posible de esta
circunstancia en que vivimos. Nuestros carceleros piensan todo lo contrario. Si te ven
haciendo gimnasia, ya te miran de una forma distinta, porque ellos creen que me estoy
preparando para pegar a otro preso, en los motines, o me estoy preparando para pegarles a
ellos, para fugarme. [...] Ellos piensan que todas las personas que están acá son
delincuentes. Y tienen que ser castigadas. Tienen que pagar. Entonces no te dan la
posibilidad de tener la armonía de la mente con el cuerpo. Te hacen la guerra.
Preso de la ex cárcel de Caseros
4.1. Introducción
Es interesante atender al siguiente comentario: "Todavía hoy, las mujeres, en sus cuerpos, y
en su psiquis, son controladas por la psiquiatría (shocks eléctricos, medicación, terapias), y
la medicina (partos, histerectomías, abortos y nuevas técnicas de reproducción). En otras
culturas basta pensar en las mutilaciones genitales (clitoridectomía, infibulación) a las
mujeres veladas, a las mujeres sati, etc.
Las mujeres son controladas a través de sus cuerpos, su femineidad, su sexualidad,
conocimientos y sus habilidades, y esto en nombre de la religión, de la ciencia, la moral, la
estética y del derecho" .
Se pueden considerar también ciertos imperativos de la moda unidos a presiones morales,
económicas y de status que a través del uso del corsé (en el siglo XIX) y a la aceptación de
modelos de delgadez (a partir del siglo XX) reproducen un ideal de mujer que debe
modificar su cuerpo para ajustarse a las normas de belleza organizadas alrededor de valores
patriarcales (Turner, s/f). En fin, estos son ejemplos que, en el caso de las mujeres,
describen el control que se tiene sobre ellas a través de su cuerpo.
En este capítulo me voy a concentrar en el cuerpo. Esto significa ingresar a un campo
durante mucho tiempo relegado por las ciencias sociales pero que, a mi entender, es
imprescindible si se quiere comprender cómo se desenvuelven las diferentes prácticas y
estrategias de control y dominación en cualquier tipo de interacción humana y,
específicamente, carcelaria.
En una primera parte, intentaré acercarme sobre las bases de las dualidades mente/cuerpo y
naturaleza/cultura a las diferentes concepciones que se han ido desarrollando sobre el
'cuerpo' para poder llegar a una conceptualización no acabada ni fija del mismo.
En la segunda parte, voy a analizar la relación cuerpo y poder para comprender, por un
lado, cómo la prisión y las relaciones sociales que allí se establecen han ido modelando y
modificando los cuerpos de quienes ingresan en sus redes; por el otro, se verá que ese
mismo cuerpo que es "silenciado", a la vez despliega - guiado por un actor pensante y
reflexivo- diferentes mecanismos para ser escuchado y generar una resistencia frente a tanta
opresión, anonimato y malos tratos.
4.2. Buscando un acercamiento al cuerpo
En la Antropología como en el resto de las ciencias sociales el cuerpo ha sido poco
problematizado, fue dejado entre "paréntesis", como si fuera una caja negra pero, en este
caso, vacía de información relevante.
La visión platónica-cartesiana sobre la persona ha producido discursos en donde
prevalecían
dualismos
bien
determinados
(mente/cuerpo,
razón/emoción,
subjetivo/objetivo, entre otros) que fijaron un modelo occidental de persona.
Así se obtuvo una concepción de la mente como un lugar interno e inmaterial de
racionalidad, lenguaje y conocimiento. En oposición, el cuerpo es considerado como una
máquina, un lugar material de irracionalidad y sentimiento (Farnell, 1999). En la academia
occidental, esta dicotomía ha privilegiado considerar a los signos escritos y hablados como
un conocimiento "real", relegando al cuerpo y todo lo que él mismo expresa a una posición
subordinada y casi silenciada.
Por su parte, en los comienzos de la disciplina, los antropólogos prestaron atención al
estudio del cuerpo por un interés en los fenómenos visuales de los "otros" no occidentales:
máscaras, ornamentos, tatuajes.
Más aún, esta atención se circunscribía en demostrar la 'maravillosidad y exoticidad' de los
hallazgos: Estas pequeñas piezas en forma de disco, redondas y planas, con un agujero en el
centro, de variados colores que van del marrón terroso al rojo carmín, se emplean de varias
maneras para la ornamentación.
El uso más generalizado es para pendientes, hechos de un aro de concha de tortuga que
cuelga del lóbulo de la oreja y del que pende un manojo de discos de concha. Estos
pendientes se llevan mucho; especialmente entre los massim se ven colgando de las orejas
de todos los hombres y mujeres de clase media, mientras que otros se contentan con la
concha de tortuga sola sin el adorno de los discos .
Una larga historia de amores y odios, de alabanzas y culpabilidades ha conformado la
visión que hoy se tiene del cuerpo.
En la Antigüedad grecolatina el cuerpo fue divinizado mediante expresiones artísticas y el
apoyo al ejercicio corporal, pretendiendo llegar a un equilibrio sintetizado en la conocida
frase "mente sana en cuerpo sano"; la belleza física bastaba para alcanzar un status cuasi
divino. Durante la Edad Media el odio hacia el cuerpo llegó a niveles extremos.
El Cristianismo ayudó a la construcción de un cuerpo culpable: "se propició un castigo y la
autoagresión a través de la penitencia, y la mortificación se consideró un camino necesario
para superar el pecado al que nuestro cuerpo necesariamente nos conduce y lograr los
eternos goces del espíritu en la otra vida" . Con el Renacimiento resurgió la atracción hacia
lo corporal pero esta vez con una clara separación entre el alma y el cuerpo para llegar a
una visión mecanicista, estableciéndose a partir del desarrollo de la morfología y anatomía.
Es conveniente detenerse en las distintas concepciones sobre el cuerpo a partir de las
relaciones mente-cuerpo y naturaleza-cultura para contribuir a la formulación de las
siguientes ideas: - A través de la historia, el cuerpo ha ido conformándose como una
entidad subordinada a la 'pureza' y perfección de la razón y del alma; por consiguiente, el
cuerpo ha sido menospreciado y relegado, constituyéndose así en un elemento vulnerable
que está apto para ser dócilmente "capturado" y modelado -en este caso- por una institución
penitenciaria encargada de hacer efectivo el cumplimiento de una pena.
- La noción de ’cuerpo’ que quiero sostener intenta escapar a conceptualizaciones
dicotómicas que limiten la comprensión. Sólo articulando lo físico, social y psicológico se
puede entender la totalidad de una corporalidad que se encuentra aprisionada por diferentes
prácticas y estrategias carcelarias que se analizan en esta investigación.
4.2.1. Mente y Cuerpo
Semejante a un dios me parece el hombre que frente a ti se sienta y muy próximo escucha
el encanto de tus dulces palabras y tu sonrisa que halaga y acaricia, y profundamente el
corazón en el pecho me turba. Apenas mi mirada te divisa, se extingue la voz en la
garganta: la lengua está como muerta. Por las venas un sutil fuego serpentea, y ya nada ven
los ojos, y un zumbido potente aturde los oídos. El sudor escurre por los miembros, un
temblor me asalta, y más pálida que una espiga de hierba, soy semejante a aquel que está
próximo a la muerte. Safo, poetisa de la antigua Grecia
En este fragmento la mente queda ausente y sólo está presente el cuerpo con sus funciones.
A través de esta poesía y del estudio de otras obras como las de Homero, Rossi (1994)
sostiene que el dualismo mente-cuerpo aún no ha sido construido en la época clásica,
manteniéndose una estrecha unidad hasta que a partir de una realidad, que es la del cuerpo,
se llega a una metáfora, la mente; en sus orígenes la palabra 'psique' tiene un significado
concreto y corpóreo. Es decir, siguiendo este razonamiento, la dimensión mental o psíquica
es una metáfora, aprendida en el tiempo, en la cultura y en la evolución individual de lo
corpóreo y lo físico: el cuerpo siempre es individual en cuanto que sólo la mente -como
metáfora- puede ser colectiva. Rossi dice que "La autonomía de las funciones mentales, la
rebelión contra los dioses y el destino, nace más tarde en la lírica, cuando mente y cuerpo
se separan, porque ya ha ocurrido la invención de la mente: el hombre trágico ya no siente
ser un cuerpo impulsado por sus instancias y por sus funcionamientos, sino que vive esta
inevitabilidad de los acontecimientos como un observador separado y angustiado, como si
una cosa fuera el cuerpo que se expresa, y otra la mente que ve este acontecer" .
Esto conduce a atender a la distinción que Platón (427-347 a.C.) ha formulado entre el
mundo de las ideas y el mundo de los sentidos, sin el objetivo de introducirme en debates
filosóficos sino para resaltar -a grandes rasgos- la notoria influencia que estas ideas han
dejado sobre el pensamiento Occidental hasta nuestros días.
Para Platón, el hombre es un ser dual. Se tiene un cuerpo que "fluye" y que está
indisolublemente ligado al mundo de los sentidos; todos los sentidos están unidos a este
cuerpo y, en consecuencia, no son totalmente confiables. Pero también se posee un alma
inmortal que es la morada de la razón, y precisamente porque el alma no es material puede
tener acceso al mundo de las ideas eternas, perfectas e inmutables (Gaarder, 1995). Platón
creía que el alma ya existía antes de venir a habitar nuestro cuerpo, quedando como
aprisionada al cuerpo una vez allí y, en consecuencia, abandonando las ideas perfectas que
desde la inmaterialidad albergaba.
En definitiva, se puede descubrir que la división mente-cuerpo ha sido producto de un lento
proceso histórico, cultural y filosófico que permitió un descentramiento del sujeto en
cuanto a su carácter físico y espiritual. Este quiebre va a generar el soporte de una idea del
cuerpo asociado a lo imperfecto, a la simple materialidad y sensibilidad; mientras que la
mente ha concentrado las características de perpetuidad, perfección y objetividad.
Desde los lineamientos de esta escisión, pensar nuevamente en una unidad de la mente con
el cuerpo no ha sido una tarea fácil a lo largo de tanto tiempo. Sólo se podrá aproximar a
esta idea si se considera al cuerpo como una totalidad que se construye a través de la
articulación de los aspectos biológicos, sociales y psicológicos (Lock, 1993; Bernard, 1994;
Bovio, 1998; Csordas, 1999; Frigon, 2000a; Lamas, 2000).
Si hasta el momento me concentré en la división mente-cuerpo para describir el lugar que
ha obtenido el 'cuerpo' a través de la historia, ahora ampliaré el eje del análisis a partir de la
relación naturaleza-cultura para intentar acercarme a una conceptualización que, por un
lado, abarque diferentes rasgos estructurales a partir de una visión totalista del cuerpo; y,
por el otro, se tenga en cuenta que el cuerpo es un sitio fundamental donde también opera el
poder.
4.2.2. Naturaleza y Cultura
La construcción occidental de la oposición naturaleza y cultura ha influido diversas
teorizaciones sociales acerca del cuerpo. Emile Durkheim en Las formas elementales de la
vida religiosa dice que el hombre es doble: distingue así al cuerpo físico universal de un
cuerpo socializado más elevado. Para el grupo de los Annales el cuerpo es una tabula rasa,
como la primera y más natural herramienta del hombre desde donde el orden social es
creado .
Una atención especial merece el trabajo de Marcel Mauss que describe el modo en que cada
sociedad desarrolla una determinada forma de nadar, de cargar a los niños, de dormir, de
lavar, de caminar, entre otras actividades. Todas estas maneras de actuar son técnicas
concretas y específicas que son aprendidas desde la niñez, sin existir un tipo de conducta
natural. Para Mauss las técnicas corporales son "la forma en que los hombres, sociedad por
sociedad, hacen uso de su cuerpo en una forma tradicional", esto es, a través de una
transmisión (que puede ser oral) de sus técnicas.
Es necesario considerar los actos corporales a través del concepto de "hombre total", es
decir, interrelacionando el aspecto físico con el psicológico y el sociológico. Al hablar de
movimientos corporales se supone el predominio de un gran aparato fisiológico o
biológico, pero no es así. Se debe incorporar la idea de una educación y sociedad que
influyen sobre las conductas y movimientos adquiridos, como Mauss dice, "el acto se
impone desde fuera, desde arriba, aunque sea un acto exclusivamente biológico relativo al
cuerpo" .
Por su parte, Mary Douglas incorpora la función de control de la sociedad. Afirma que "el
cuerpo social condiciona el modo en que percibimos el cuerpo físico.
La experiencia física del cuerpo, modificada siempre por las categorías sociales a través de
las cuales lo conocemos, mantiene a su vez una determinada visión de la sociedad" .
Existe una interrelación e intercambio continuo entre el cuerpo físico y el social. Sin
embargo, toda expresión natural está determinada por la cultura. Siguiendo un análisis
estructuralista, no le interesa el cuerpo físico en cuanto representación de lo individual; por
lo contrario, enfatiza el significado universal que alcance al responder al sistema social.
Este condicionamiento cultural de lo corporal se manifiesta a través de las distintas formas
en que el control social limita y restringe la expresión del cuerpo. Por ejemplo, cuanto
mayor sea la presión por parte del sistema social mayor será la tendencia a descorporeizar
las formas de expresión: a mayor refinamiento, menor ruido al comer.
Necesito detenerme aquí. Creo que ya se puede destacar un aspecto para analizar. Me
refiero a las limitaciones que surgen cuando se piensa pasivamente en términos dicotómicos
. Si bien se rechaza la idea de reducir lo corpóreo a lo exclusivamente perceptible y físico;
tampoco se admite una sobredeterminación socio-cultural en la construcción corporal que
es, a mi entender, lo que Mauss y Douglas han planteado.
No niego que la naturaleza es vista en y a través de la cultura; que el hombre es, en
definitiva, naturaleza transformada. Pero precisamente se busca integrar ambos conceptos.
Las oposiciones naturaleza/cultura y mente/cuerpo deben ser interrogadas para alcanzar un
enfoque que se abstenga de restricciones que limitan la comprensión.
Considero que el cuerpo debería ser visto desde una concepción total. Bovio explica al
respecto: [...] abandonar la falsa idea de que somos puramente históricos, moldeables
socioculturalmente sin restricción alguna. En su lugar, debemos acercarnos a la
comprensión del cuerpo natural, que es biología, vida social y personalidad distintiva de
cada quien .
En el campo de las ciencias sociales comienza a surgir un nuevo concepto, embodiment
que, precisamente, sustenta la integridad corporal que he privilegiado unida a una idea del
cuerpo como eje del mundo. Merleau-Ponty ha sido uno de los representantes más
influyentes de la tradición fenomenológica en la construcción de este concepto.
Dice que cada cuerpo es un punto de vista acerca del mundo, es decir, percibimos el mundo
con nuestro cuerpo. Pero el cuerpo no es una categoría abstracta sino el punto de vista de
cada quien sobre la realidad; el cuerpo es un vehículo del ser-en-el-mundo. "Es cuando
comenzamos a pensar acerca del cuerpo como siendo-en-el-mundo que nos encontramos no
más interesados en ’el cuerpo’ per se, sino en el embodiment como una condición
existencial" .
Esta corriente basada en el embodiment ha contribuido a la reflexión de que no sólo se
posee un cuerpo sino que, a la vez, se es un cuerpo, es decir, otorga identidad al ser un
cuerpo que forma parte del mundo natural (Lock, 1993; Le Breton, 1995); "hablar desde el
cuerpo" ha tenido menor atención que "hablar sobre el cuerpo" en las últimas dos décadas
(Farnell, 1999). Es tiempo de escucharlo.
Este ha sido mi principal desafío: captar los reclamos, las opresiones y victorias que 'gritan'
los cuerpos de las mujeres que están presas. El cuerpo es un espacio donde se manifiesta el
poder.
Así como se ha conformado en el blanco perfecto para castigar a quienes se 'desviaron de
las normas', al mismo tiempo es un medio privilegiado para manifestar disentimiento y
rebelión.
Entonces, ¿qué dice un cuerpo que está encerrado y controlado?; ¿cómo el cuerpo se puede
expresar frente al silencio sepulcral de la prisión? Más adelante volveré sobre estas
cuestiones.
4.3. El cuerpo como blanco del poder: entre la sumisión y la resistencia
En la introducción de este capítulo hablé del control que se ejerce sobre las mujeres a través
de sus cuerpos dentro de los ámbitos cotidianos y aceptados de cada sociedad.
Los discursos y prácticas provenientes de la ciencia, la religión, la moda, el derecho o la
moralidad de un determinado grupo étnico y social van a establecer un modelo de control
corporal -y no sólo con las mujeres- sobre la base de lo permitido/no permitido.
¿Qué sucede cuando se analizan los saberes y prácticas corporales dentro del ámbito penal,
de la prisión como espacio del castigo por excelencia?
Primera observación. Existe una ignorancia que enceguece cualquier tipo de conocimiento
que se pueda tener acerca de lo que le sucede al cuerpo que es sometido al encierro-castigo.
De lo poco que puede salir del 'mundo carcelario' hacia la sociedad predomina la idea de
los golpes y palizas que se realizan tanto entre los/as presos/as mismos/as como entre
ellos/as y el personal penitenciario. Esto existió y existe, no hay dudas. Pero considero de
igual importancia comprender aquellas prácticas sutiles y casi 'anónimas’ que inscriben en
los cuerpos de los/as detenidos/as todos los sufrimientos y tormentos que la cárcel aún
mantiene.
Segunda observación. El cuerpo nunca ha sido ajeno al castigo; de hecho, la pena carcelaria
siempre ha tenido una naturaleza plenamente espacial (al limitar la libertad de movimiento)
y corporal: "La cárcel es, desde siempre, un lugar de contagio, de difusión de morbosidades
que, en las diversas contingencias históricas, agrede a los más indefensos: pulmonías y
escorbutos en las primeras Galeras; infecciones de todo tipo, locura y promiscuidad en la
época del Gran Internamiento; drogas y SIDA en la cárcel contemporánea" . Si bien las
reformas posteriores guiadas por los criminólogos positivistas intentaron "suavizar" y
ocultar los efectos físicos del encarcelamiento a través de una serie de mecanismos
’terapéuticos’ y ’rehabilitadores’ para llegar "al alma" de los condenados , hoy ya no se
puede esconder más la naturaleza corporal de la pena.
Desde los suplicios hasta la cárcel punitiva el cuerpo ha sido torturado: de una forma
espectacular y pública en un caso; minuciosa y silenciosa en el otro.
Última observación. El estudio del cuerpo en prisión no sólo describe y denuncia los
efectos que se expresan a través de un cuerpo pasivo, sumiso e impersonal; por el contrario,
también se reconocen en él las manifestaciones de los sujetos que se oponen a este lento
aniquilamiento y buscan por todos los medios resistirlo.
4.3.1. De la macropolítica del espectáculo a la microfísica de la vigilancia
Michel Foucault en Vigilar y Castigar se propone explicar la desaparición del castigo como
un espectáculo público de violencia en contra del cuerpo y el surgimiento de la prisión
como forma general de castigo moderno.
Damiens fue condenado, el 2 de marzo de 1757, a "pública retractación ante la puerta
principal de la Iglesia de París", adonde debía ser "llevado y conducido en una carreta,
desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano";
después, "en dicha carreta, a la plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido
levantado [deberán serle] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano
derecha, asido en ésta el cuchillo con que cometió dicho parricidio, quemada con fuego de
azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez
resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y
desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego,
reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento .
Más allá de condenar estas prácticas como crueles y desmedidas, "el espectáculo del
patíbulo" tiene un sentido y un significado preciso que Foucault analiza. El cuerpo del
condenado a través del suplicio concentra una doble finalidad: por un lado, y con el uso de
la tortura judicial se intenta obtener la verdad a partir de la confesión y, por el otro lado, se
aplica el castigo merecido (como acto de venganza) por atacar al soberano, cualquiera sea
el crimen cometido.
Con este sentido, el cuerpo actúa como una superficie donde se inscriben las marcas del
poder.
Pero al inicio del siglo XIX, este castigo-espectáculo ya no es tolerado y es reemplazado
por el encarcelamiento como una forma más "humanitaria" de castigo. "Pero la relación
castigo-cuerpo no es idéntica a la que se daba en los suplicios. El cuerpo se encuentra aquí
en situación de instrumento o intermediario; si se interviene sobre él, encerrándolo o
haciéndolo trabajar, es para privar al individuo de una libertad considerada a la vez como
un derecho y un bien. El cuerpo, según esta penalidad, queda prendido en un sistema de
coacción y privación, de obligaciones y prohibiciones. El sufrimiento físico, el dolor del
cuerpo mismo, no son ya los elementos constitutivos de la pena. El castigo ha pasado de un
arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos" .
Se realizó así un desplazamiento del "objeto" del castigo: del cuerpo al alma de los
condenados. ¿Cómo se podría ’disciplinar’ y ’rehabilitar’ si no se captura al alma,
entendido como "la morada de los hábitos", para producir dicha modificación de los sujetos
presos?
Una vez más, se ve esta tendencia a "descorporeizar" la pena para aprovechar las "bondades
del alma" que, siguiendo la clásica conceptualización platónica, puede ser confiable y
acertado para ’moldear’ a quienes se encuentran en las redes penales. Sin embargo, y me
alejo de todo interés considerado como terapéutico, es innegable que 'encierro' y 'cuerpo'
siempre han mantenido y mantienen aún un nexo indisoluble.
Un castigo como el de la prisión "no ha funcionado jamás sin cierto suplemento punitivo
que concierne realmente al cuerpo mismo: racionamiento alimenticio, privación sexual,
golpes, celda. ¿Consecuencia no perseguida, pero inevitable, del encierro? De hecho, la
prisión en sus dispositivos más explícitos ha procurado siempre cierta medida de
sufrimiento corporal" . Y si la mirada pública acepta su permanencia y reproducción es
porque los diferentes castigos y sufrimientos físicos y emocionales -tan anónimos y
silenciados- son disfrazados bajo la noción de "pérdida de la libertad" y, evidentemente,
esto no afecta la sensibilidad 'civilizada' de la sociedad (Garland, 1999).
Según Foucault, la prisión toma el cuerpo del detenido y lo disciplina, ejercita, adiestra, le
organiza su tiempo y movimientos, con el fin último de transformar su alma.
Para él, "el cuerpo humano es el material primario que es atrapado y moldeado por todas las
instituciones políticas, económicas y penales. Los sistemas de producción, dominación y
socialización dependen fundamentalmente de subyugar el cuerpo. Aún más, requieren que
el cuerpo sea dominado y sometido a adiestramiento para volverlo dócil, obediente y útil en
mayor o menor grado."
No puede existir una transformación si no se tiene en cuenta el concepto de tecnología
política del cuerpo, es decir, un cuerpo ’útil’ se manifiesta cuando es a la vez un cuerpo
sometido (inmerso en el campo político) y un cuerpo productivo (proporciona una
utilización económica). Se puede decir, entonces, que las disciplinas son "un arte del
cuerpo humano" y un método ancestral de dominarlo y volverlo obediente y útil; la
disciplina fabrica así cuerpos dóciles.
En fin, el espectáculo público del castigo cedió su lugar a una 'micropolítica del control’ en
la pena carcelaria que, a pesar de su "invisibilidad", no deja de ser tan 'espectacular' como
cualquier suplicio del pasado.
4.3.2. El cuerpo en el encierro
A esta altura ya se puede afirmar que la prisión y las relaciones sociales que se generan en
su interior marcan y modelan los cuerpos de quienes son seleccionados para caer en sus
redes. ¿Cómo los modelan y marcan? Este va a ser el objetivo principal de esta parte: me
refiero a describir los efectos reales y concretos que el encierro carcelario tiene sobre los
cuerpos de sus 'huéspedes’.
Pero antes es conveniente insistir sobre qué cuerpo se está hablando. El cuerpo es un medio
de expresión (Douglas, 1978; Buzzatti y Salvo, 2001) que es vivido como una totalidad
construida por diversos factores.
Cuando las presas ingresan a la prisión, ya vienen con un cuerpo construido que
manifestará ciertos cambios una vez dentro; es aquí donde incluyo la noción del cuerpo
"como una superficie sobre la cual se inscribe lo social" , refiriéndome al poder punitivo de
la prisión y a las relaciones que se generan entre las mismas presas.
De todos modos, si bien acepto la idea de un cuerpo sobre el que se inscriben diferentes
sucesos sociales, considero que esta interpretación por sí sola es limitada para entender el
rol activo, reflexivo y variable del cuerpo en relación a distintos factores que interactúan.
Esta es la idea de totalidad que vengo sosteniendo.
4.3.2.1. El cuerpo en situaciones extremas
Un sujeto se produce y reproduce reflexivamente a través de su paso por las actividades
cotidianas en las prácticas sociales (Giddens, 1998). Le Breton dice que "a través de las
acciones diarias del hombre, el cuerpo se vuelve invisible, ritualmente borrado por la
repetición incansable de las mismas situaciones y la familiaridad de las percepciones
sensoriales" . ¿Qué sucede cuando el cuerpo se enfrenta a una situación extrema como la
prisión o un campo de concentración? Según el autor, "el cuerpo comienza, de pronto, a
sentir con una insistencia, una exigencia que contrasta con la experiencia anterior vinculada
con lo cotidiano [...] En estas condiciones el cuerpo de la víctima se instaura como una
especie de existencia dual. La dualidad de la experiencia corporal de lo cotidiano [por
ejemplo, un dolor de cintura rompe con la coherencia monótona y automática de lo
cotidiano y se lo vive con una sensación de extrañeza y angustia], casi siempre provisorio y
sin consecuencias, aparece aquí [en una situación extrema] con un poder inapelable y
siempre negativo. La lucha por la supervivencia que se renueva cada día, implica, en primer
término una lucha contra el propio cuerpo".
El sujeto se siente aprisionado o "clavado" a su cuerpo (como en la perspectiva platónica)
porque el hambre, el frío, las vejaciones o el agotamiento, en fin, el constante límite con la
muerte -teniendo en cuenta el caso de los campos de extermino- hacen que se interiorice
una especie de muerte simbólica donde el "yo" está cada vez más desvalorizado y
restringido.
Bruno Bettelheim, un reconocido psicólogo social y sobreviviente de los campos de
concentración alemanes, dice que: Nos encontramos en una situación límite cuando de
pronto nos vemos lanzados a una serie de condiciones donde nuestros mecanismos de
adaptación y valores ya no sirven y cuando algunos de ellos incluso pueden poner en
peligro la vida que se les había encomendado proteger. Entonces nos encontramos
despojados de todo nuestro sistema defensivo y arrojados al fondo del abismo, desde donde
tenemos que labrarnos un nuevo sistema de actitudes, valores y forma de vivir conforme a
las exigencias de la nueva situación.
El objetivo de la Gestapo consistía en convertir a los individuos en masas dóciles de las que
no pudiera surgir ningún acto individual o colectivo de resistencia, realizable gracias a una
producción de actitudes y una dependencia infantil en sus víctimas.
Bettelheim sobrevivió porque pudo llegar a proteger su "yo", no renunció a su
personalidad. Aquí se vuelve a la idea de estar "clavado en un cuerpo", es decir, el despojo
del sujeto alcanzó su punto más alto; cuando se perdió todo, sólo queda el límite del
cuerpo: "El anonimato significaba una seguridad relativa, y también renunciar a la
personalidad; así el cuerpo caminaba algún tiempo, y con más seguridad.
Pero si se presentaba una situación que requiriera visión, independencia de acción y tomar
decisiones, los que habían renunciado a la personalidad para salvar el cuerpo, eran menos
capaces de preservar y salvaguardar el cuerpo que habían salvado mediante la renuncia a su
calidad humana" .
Saliendo de una situación límite en un campo de exterminio, para Mariano Castex (1996:
63-64) - detenido durante la última dictadura militar argentina- la prisión busca mantener
"la corporeidad" del detenido/a para poder destruir lentamente su "eseidad".
Esto significa que una vez cumplida la pena el/la preso/a vuelve a la sociedad como un
"cuerpo sin alma" o un "muerto que camina". De todos modos, esta afirmación es válida
principalmente para los casos de presos políticos, es decir, sobre quienes se implementó
una política explícita de aniquilamiento y destrucción.
Resumiendo, en situaciones especiales cuando el "yo" del sujeto se ha evaporado, el cuerpo
es el único límite que subsiste; si se ha perdido la dignidad, autoestima y autonomía sólo
queda un cuerpo con hambre, agotamiento, llagas, golpes y frío: es como estar "clavado en
un cuerpo" que monopoliza los sentidos.
4.3.2.2. Los efectos corporales de la prisión
Ya es tiempo de describir los efectos concretos de la prisión. Aquí, cuando hablo de
'prisión’ incluyo a las prácticas institucionales, al encierro carcelario y a las relaciones que
se establecen tanto con el personal policial como entre las mismas presas.
Organizaré la exposición a partir de tres categorías : el "cuerpo enfermo", el "cuerpo
alienado" y el "cuerpo marcado".
El cuerpo enfermo Como ya he argumentado, un cuerpo total puede entenderse si se
considera al cuerpo y a la mente como una unidad articulada. "La impotencia ante una
maquinaria que lo ha caratulado, transformándolo en un ser vejado, aislado entre rejas y
desconectado de su historia, estalla entonces con volcánico furor en la psiquis del
encausado. El cuerpo responderá en muchos casos con lesiones, graves o gravísimas,
marcando al sujeto por el resto de su vida. Tal es el caso de las úlceras de estrés, las
cardiopatías, las depresiones, las dermopatías rebeldes, etc." .
Las presas mismas hablan de los trastornos "psico-somáticos" que padecen, es decir,
establecen un nexo firme entre el cuerpo y la mente. Si bien ninguna de las entrevistadas se
reconoció como ’enferma’, abundan los malestares que tienen que soportar diariamente;
todas, sin excepción del tiempo de encarcelamiento y edad, han sufridos cambios físicopsíquicos desde que están en prisión.
En general, teniendo en cuenta mi observación en el trabajo de campo, se puede dividir los
distintos trastornos a partir de dos grandes motores:
a) Debido al stress: indudablemente existe una situación muy tensa y angustiante en
relación a la espera del juicio, a los niños y parejas que permanecen en el exterior, a las
limitaciones del dinero, a la nueva forma de convivencia que es un quiebre abrupto con
todos los referentes y valores que se mantenían ’en el afuera’, a las peleas, entre otros
motivos. Los malestares más comunes son los dolores de cabeza y de estómago (gastritis);
el período menstrual es altamente irregular; se desarrollan diferentes enfermedades
cutáneas (psoriasis, acné) y se padecen distintos tipos de contracturas musculares.
b) Debido a las características estructurales del encierro: existen problemas de columna y
postura por tanto tiempo que se permanece sentada (en bancos sin respaldo); se producen
insomnios por los limitados movimientos y actividades que permitan "despejar la mente";
la visión disminuye al no tener buena luz ni horizontes más amplios donde fijar la mirada y,
en consecuencia, se la concentra en un punto fijo, por ejemplo, la televisión; trastornos
auditivos debido a los altos volúmenes de la música, a la fuerte resonancia de las puertas
que se abren y cierran, a los gritos, etc.; en relación a la alimentación se puede adelgazar o
engordar, dependiendo de su estado anterior .
Analía ha venido reflexionando hace tiempo sobre el tema de su cuerpo y las
modificaciones que ha tenido desde que está en prisión y, sintetizando prácticamente
todo lo que se viene exponiendo hasta el momento, explica: Yo entré gorda porque los
mismos problemas de afuera me hacían engordar y ahora adelgacé muy de golpe. Tengo
dolores como todas pero trato de no tomar nada porque soy, viste, de no tomar pastillas ni
nada de eso. Sí, sufrís mucho de columna, de los nervios, las posturas cambian, cada vez
estás más encorvada porque los asientos no son los adecuados, te salen más vellos, te
cambian las hormonas y... del encierro, debe ser del encierro. [...] te sale un granito y
demora muchísimo en cicatrizar, o sea, te cierra quizás pero después te queda una mancha
roja como un moretón y después te cuesta, o sea, lleva más tiempo que cuando vos estabas
afuera. [Sobre el período menstrual] Descontrolado, descontrolado. Y hay meses que... yo
los primeros meses de encierro, no sabés, era como que la sangre me bombeaba a la cabeza,
un dolor, pero es hasta que te acostumbrás al encierro. Y después no, yo ahora no. Lo que sí
no es típico de venirte puntual como afuera. [...] Perdés muchísimo la memoria, no podés
retener como... o sea, no te acordás, te cuesta. Y quizás el problema visual no es visual sino
de fijación, viste?, no de corta vista sino cuando vos fijás en un punto y que ves doble,
porque a mí me ha pasado anteriormente, no es miopía, sí, eso pasa pero pienso que debe
ser que vos siempre estás mirando algo fijo, mirás mucho la televisión y por ahí estás muy
cerca o muy alejada, casi siempre estás muy cerca. Y la música fuerte, se acostumbra el
oído, no podés estar en silencio.
El cuerpo alienado
"La prisión actúa de tal manera que te vacía progresivamente, incluido el propio interior.
Está en la lógica del encierro, la de ir hasta el esqueleto" .
Al hablar de "alienación" pretendo resaltar que, en este caso, las tecnologías políticas se
apropian de ciertas características y habilidades que pertenecen y constituyen a los sujetos
que están en prisión. Toda apropiación implica una pérdida experimentada y, de hecho,
vivida a través de sus propios cuerpos.
En primer lugar, atenderé al "olvido" y hasta la negación institucional de la sexualidad de
las detenidas. No se comprende que por "problemas de infraestructura" se les niegue a ellas
a ejercer un derecho primordial en la vida de todo ser humano. Sólo unas pocas
excepciones poseen el "beneficio" de trasladarse a otro establecimiento donde sus
maridos/parejas están detenidos. Este "olvido" atenta contra su identidad como mujeres.
En segundo lugar, la disciplina y la práctica institucionales crean una especie de
'dependencia infantil' por parte de las presas que puede ser entendido a partir de un
obsesivo control de sus movimientos y acciones. La prisión anula el dominio sobre los
propios actos. Aquello que la institución ’captura’ nunca más será devuelto, dejando
secuelas irreparables sobre los cuerpos de las detenidas. ¿Qué es lo que la prisión captura?
Este es el relato de Marta: Tengo miedo, como que acá te autoprotegen, viste, te agarran del
brazo para cruzar una calle, te suben, te bajan, vamos acá, vamos allá, o sea, te acostumbrás
a eso. Yo me acostumbré mucho a eso, que salgo a la calle y qué sé yo, espero que alguien
me diga "Bueno, listo, cruzá la calle" o sino me tomen el brazo y digan "Bueno, vamos".
Ese es el problema que tengo [ríe], no sé andar sola en la calle. [...] Me preocupa porque
perdí algo que era mío, no sé, me robaron algo acá, acá me robaron algo.
Uno puede salir rehabilitado en la forma... qué sé yo, puede salir una mejor persona, más
tranquila, te pueden sacar eso pero, a la vez, te están robando algo, te están quitando algo
de vos y... no sé si lo voy a recuperar. Pero te duele más que te quiten algo tuyo que, no sé,
que salga de acá.
Por su parte, Marina se refiere al excesivo control institucional como una 'invasión’. No
existe -por lo menos institucionalmente- la posibilidad y regularidad de que las presas
mantengan algún ámbito privado: [...] cuanto valor tengo yo misma a quien le quitaron de
ser independiente, te quitaron todo.
Acá adentro te controlan hasta los minutos para hablar por teléfono, me controlaron tanto,
me controlaron, qué sé yo, cuántas bombachas entraba, algo que era muy particular mío, me
controlaron si me ponía una bombacha quizás cola-less o no y... me dolió muchísimo eso.
Para terminar, cuando se les pregunta qué es lo primero que harán al salir en libertad no es
sorprendente que deseen caminar mucho, sentir el sol a pleno todo el tiempo que quisieran,
oler el aire fresco y el pasto, entre otras cosas; en fin, volver a vivir situaciones y
sensaciones que no son nada triviales para quienes se les han sido privadas y anuladas por
completo. Un cuerpo encerrado es un cuerpo al que se le suspenden y 'adormecen' muchas
facultades inherentes a todo ser humano; la institución prisión se las apropia no sin dejar
sus efectos sobre quienes han sufrido esta pérdida.
El cuerpo marcado
Impacta observar por primera vez los cortes en los brazos de algunas detenidas.
Impacta, asimismo, intentar imaginar lo que cada corte puede expresar. Se verá aquí que "el
cuerpo deviene un texto, un sistema de signos que es necesario descifrar, leer, interpretar
[...]. El cuerpo es un depósito de inscripciones, de mensajes entre las fronteras interior y
exterior" .
Analizaré los tatuajes. Existe un imaginario -ya hace un tiempo poco convincente entre los
mismos presos- sobre el status, agresividad, honor y liderazgo de quienes usan tatuajes en
prisión. Hoy en día esta representación ha sido cuestionada teniendo en cuenta el
reconocimiento de que "quedás marcada" al llevar tatuajes y, en consecuencia, prevalece el
arrepentimiento entre quienes los poseen. En general, los cuerpos más tatuados son de las
personas reincidentes que han tenido un pasado más ’agitado’ y 'descontrolado'.
O sea, las cosas te marcan, a mí un tatuaje... yo no puedo ir con una remera corta en el
centro porque dicen "Uy, mirá esa loca, seguro que estuvo presa porque tiene tatuajes y
tiene los brazos cortados". La policía te conoce más por eso que por la cara, y es un
problema, yo he tenido unos problemas... Un tatuaje no lo tiene un chico que va a la
escuela, que va a la universidad, no anda todo tatuado ni todo cortado ni... esas cosas, viste?
Marta Cortarse, hacerse algo en el cuerpo... para mí significa que no se cuidan su cuerpo, si
ellas se quisieran, si quisieran a su cuerpo, no se harían esas cosas. [...] Si vos te hacés un
corte, te hacés un tatuaje, te dicen "No, aquélla estuvo presa o aquél estuvo preso".
Cristina J: ¿Qué pensás de los tatuajes que tienen otras chicas? V: Que están locas, se están
haciendo un tatuaje ahora. J: ¿Y por qué se lo hacen? V: Y porque por ahí tienen algo que
se escribieron antes, no lo quieren tener más y se hacen encima otro dibujo encima para
taparlo. Pero no, para mí no me gusta, quedás muy marcada. Viviana. Posee un tatuaje
desde su adolescencia (fuera de la institución) que intentó borrarlo con hielo seco.
J: ¿Y qué opinás de las chicas que tienen tatuajes? M: Son escrachantes, te escarchan para
el día de mañana, no sé, no me haría.
Mercedes. Al final del trabajo de campo noté que tenía un pequeño tatuaje en su mano y me
expresó cuán arrepentida estaba: "Para el día del juicio me lo voy a tapar con una curita".
Los tatuajes son una marca estigmatizante. Según Goffman el término estigma significó
para los griegos aquéllos signos corporales (cortes o quemaduras) con los cuales se
intentaba exhibir algo malo y poco habitual; los portadores podían ser un esclavo, criminal
o traidor.
En la actualidad, con este término se designa al mal en sí mismo y no a sus manifestaciones
corporales: otra vez más, atendamos a esta lenta 'descorporeización’ histórica. Sin embargo,
el tatuaje -en las circunstancias que estamos analizando- reúne las características
originarias: cuerpo y mal. María L. Pelento dice que los tatuajes son "en el sentido amplio
derrideano, como escrituras; inscripciones que tienen como soporte el cuerpo pero que, a
diferencia de otras señales que también buscan su soporte en él (pinturas, vestimenta,
peinados), poseen un carácter difícilmente reversible" .
Los tatuajes representan una forma de posesión del propio cuerpo, es decir, 'tener algo de lo
que nadie lo pueda despojar' jamás. Se entiende el arrepentimiento y la angustia que este
"tiempo quieto" puede causar: es como sentirse atado a un pasado del cual se reniega. Por
ejemplo, en muchos casos este pasado está asociado a viejos amores (nombres o iniciales)
cuyo recuerdo se intenta borrar. Sin importar las serias consecuencias estéticas que esto
produce, el hielo seco y la sal están a la orden del día para dar "alivio" a una inscripciónhistoria que ya no se quiere mantener.
No se puede afirmar que todos los tatuajes han sido realizados en prisión. Pero es evidente
que existe una tendencia mayor a realizarlos una vez dentro. En esta parte de la exposición,
quise resaltar el predominio del carácter negativo y estigmatizante sobre lo que estas
inscripciones representan: el paso por la prisión.
Entonces, ¿por qué hacerlos? Más allá de que sean conscientes o no los motivos, las presas
"consumen" esta práctica que, en definitiva, llega a crear -una vez afuera- mucho malestar.
Si bien se entiende la 'rebeldía’ que moviliza a poseerlos, se destaca aquí la mala asociación
que tienen los tatuajes -según las propias reflexiones de las presas- con la prisión. En este
sentido, y una vez más, la prisión deja sus influencias de una forma destructiva.
A continuación presentaré una propuesta confrontada con la recién expuesta sobre el
lenguaje de la piel (Buzzatti y Salvo, 2001), esto es, entender a lo tatuajes como una
expresión de una identidad exhibida que reclama reconocimiento y visibilidad.
4.3.3. Desde la resistencia
Si los cuerpos son atravesados e infiltrados por saberes, por significaciones y poderes,
pueden igualmente en esas circunstancias, convertirse en emplazamientos de luchas y
resistencias y proceder por si mismos, a sus inscripciones en las prácticas sociales. A la
pasividad de un cuerpo portador de inscripciones, hay que oponer la actividad de un cuerpo
deseante y significante que a pesar de estar marcado por la ley, planta sus propias
inscripciones en el cuerpo de los demás, sobre si mismo y sobre la ley .
Como afirmaron Le Breton, Bettelheim y Castex, el cuerpo es lo último que queda una vez
que se ha iniciado un proceso institucional de violencia y sumisión. Se vió cómo ese cuerpo
se ha vuelto transparente y penetrable para ser moldeado, marcado y modificado.
Sin embargo, existen diversas prácticas que tienen al cuerpo como soporte y constituyen
mecanismos para resistir o, incluso, sobrevivir y salir lo menos maltratadas posibles de esta
experiencia.
En un encuentro que se realizó en noviembre del año 2000 en el Centro Universitario de
Devoto (CUD) de la cárcel de Devoto, Ricardo, un preso, me explicó que allí, quienes
realizan protestas a través de sus cuerpos son considerados "cachivaches", es decir, tienen
poco status ya que únicamente les queda el cuerpo como la única arma disponible para el
reclamo; el límite hacia la muerte es muy corto y, en consecuencia, saben que tienen muy
poco que perder. En cambio, para Ricardo y sus compañeros del CUD la "mente" es lo
único que el sistema penitenciario no puede controlar (esta diferencia está muy presente
entre quienes tienen o transitan una formación universitaria).
En la Unidad de Detención N° 16 no se produjo esta escisión reflexiva entre un cuerpo que
está aprisionado y controlado y una mente que es libre y autónoma. Sin embargo, hay que
destacar que cada vez más cantidad de presas acuden a los reclamos por escrito, es decir,
aprovechan todos los recursos posibles dentro del marco de la ley. Por lo menos entre las
mujeres, existe una lenta tendencia hacia una "descorporeización de las resistencias".
Ellas mismas construyen una diferencia entre las 'pacíficas o más tranquilas’ y las 'rebeldes
o más alborotadas'. Esta separación encuentra correspondencia con la división de los
distintos pabellones, y no por casualidad, el personal penitenciario conoce las
características de cada una (¿si no cómo podrían controlarlas?). Me interesa resaltar esta
división porque, precisamente, es en el ámbito de las más ’rebeldes’ donde he podido
distinguir aquéllas estrategias que se contraponen al orden instituido. ¿Cuáles son estos
mecanismos?
1) Vuelvo al tema de los tatuajes pero esta vez leídos bajo otra óptica. Me refiero a
entenderlos como una forma de testimoniar la propia presencia como reacción al
aislamiento (Ceraudo, 1989). Representan una manera de llegar a dominar uno mismo a su
propio cuerpo, es decir, es poder elegir qué tatuaje, en qué lugar, qué tamaño. No sólo es un
medio que comunica y expresa la identidad de quien lo lleva sino que también es un
mecanismo para fortalecer la propia autonomía en una institución donde es constantemente
anulada.
2) Otra forma de expresión son los cortes. Al igual que con los tatuajes, uno mismo elige
cómo, cuándo y dónde auto-agredirse. Es verdad que detrás de todo corte existe una
profunda desesperación y angustia, pero tomar este camino permite llamar la atención para
poder reclamar , como en el caso de Marina, un cambio de pabellón: J: ¿Tenés alguna
marca en tu cuerpo? M: ¿Marca? J: Sí, algún tatuaje o corte. M: Sí, tengo cortes en el brazo
izquierdo, un montón. J: ¿Esto te lo hiciste en el pabellón x? M: Sí, acá tengo 5 puntos, me
cosieron. J: ¿Por qué te lo hiciste? M: Porque estaba en estado de desesperación y
depresión, no? J: ¿Qué querías conseguir con eso? M: Que me cambiaran de pabellón. J:
¿Pensaste que te podías llegar a morir si sangrabas mucho? M: No, no pensaba en morirme
sino capaz de llamar la atención para que me cambien y... eso fue.
Cada corte parecería ser una forma de rebelión frente a la lejanía de los hijos, una ausencia
en Navidad, una sanción inmerecida, un juicio que nunca llega. Un corte es un grito de
desesperación que queda inscripto en la piel.
3) Las huelgas de hambre son un medio de presión a las autoridades carcelaria y judiciaria
con el fin de obtener beneficios de varios tipos (una mejora en la alimentación, acelerar el
proceso judicial, ayudar a una compañera para mantener más tiempo a su hijo, entre otros
múltiples pedidos). La mayoría de las presas realizó alguna huelga de hambre, aunque más
de la mitad de las entrevistadas cree que en realidad no sirven (ni siquiera se hacen como
'debería’: se vive ’picoteando’). Si lo hicieron fue para apoyar alguna moción colectiva.
Quienes nunca se adhirieron consideran que, por un lado, sólo genera un deterioro físico y
mental y, por el otro, conlleva consecuencias perjudiciales para quienes ya han sido
condenadas (se puede añadir tiempo de encierro a la pena). Para otras, la huelga de hambre
es un medio válido y apto para el reclamo.
Sin embargo, cada vez se prefieren más los reclamos por escrito.
J: ¿Vos hiciste huelgas de hambre? M: Uy, yo hice años de huelga de hambre, estuve 24
días en huelga de hambre. J: ¿Con solamente líquido? M: Sí, los últimos 3 días a huelga
seca. Fue por las rebajas que pidieron en el ´95-´96, que se pusieron todas las cárceles en
huelga de hambre. J: ¿Y te dieron la rebaja? M: No, si yo me portaba re mal, peor me hizo
parece [ríe]. Pero, bueno, a la mayoría se la dieron. [...] Hay muchas maneras por ahí, de
reclamar: cortarte, amotinarte, por eso te hacen causas; lo que es pacífico es la huelga de
hambre porque no le hacés daño a nadie sino a vos misma. J: Y cortándote también te hacés
daño a vos misma. M: Sí, pero es diferente, te hacen causa por "Autolesionarte". J: ¿Y vos
usaste algún corte para protestar? M: Sí, el corte en el brazo, sí, pero hace muchísimos
años. Perdí mi embarazo por eso también. J: ¿Y si tendrías que volver a protestar por algo
ahora lo harías a través de tu cuerpo? M: Haría una huelga de hambre o no... tal vez no,
ahora con la reforma del Código, viste, hay muchas leyes a favor, mandás el artículo... y ya
está.
Marta Por su parte, Nieves está en contra de las huelgas de hambre: [...] haciendo huelga de
hambre lo único que lográs es deteriorarte el organismo, te deteriorás físicamente,
mentalmente también porque hay mucha presión, mucha tensión de que por qué unos
quieren hacer huelga y otros no, como que se pierde el respeto de que todos tienen derecho
a opinar [...]. Yo sé que si no como me deterioro mi organismo y soy muy débil
orgánicamente para soportar esas cosas. Nunca me sumé a la huelga, ojalá nunca me tenga
que sumar a una huelga porque no lo soporto, yo tengo que estar constantemente
alimentándome. [...] A mí me gustaría que hubiera otra arma para pedir las cosas y lograrlas
porque también está el otro lado que es el que te tiene que dar la respuesta, y quizás como
siempre se utilizó el tema de las huelgas... ya lo toman como una costumbre y quizás hasta
no le dan cabida pero... se deterioran los internos el organismo todo y como que a lo mejor
hasta ni siquiera tuvieron una pequeña respuesta.
4) De este último comentario se desprende que, en relación a la salud, todas las
entrevistadas manifiestan que desde que están en prisión atienden más a sus cuerpos.
Unas porque ahora tienen más tiempo para ello y beben más agua o comen más verduras,
entre otros cuidados; otras porque llegan muy descuidadas y jamás hicieron una consulta
ginecológica, por ejemplo. Si bien el servicio médico posee muchas limitaciones, las presas
aprovechan la atención de diferentes especialistas (siempre con una previa justificación por
parte del médico que efectúa las derivaciones); siendo tal vez la única oportunidad de
realizarse alguna intervención quirúrgica necesaria o, incluso, pueden obtener así algún
’paseo recreativo’ al hospital. La simulación de una enfermedad puede ser entendida como
una estrategia para poder "respirar un poco de libertad" cuando son posibles los traslados
para la atención médica. La enfermera de la unidad dice que -en comparación con los
hombres- las mujeres son extremadamente demandantes en cuanto a la salud: cualquier
mínimo dolor, según ella, es una excusa para pedir por el médico. En los casos más
extremos, los presos (me refiero aquí a hombres de otras unidades) han llegado a cometer
actos sorprendentes. Raquel, una ex celadora cuenta que: Había un tipo en Zapala que se
tragaba las cucharitas para que lo lleven a operar.
Normalmente buscan algunos que están en un período muy largo en el hospital porque es
más fácil fugarse. Ya no lo podían operar más, no sé cuántas operaciones tenía y el se
seguía tragando las cucharitas. Bueno, después hay otro que se había tragado una pila y
tampoco lo podían operar, el tipo tenía un agujero en el estómago tapado con gasas porque
se lo estaba carcomiendo la pila. Pero estaba prendido en cuanta fuga había, fumaba,
chupaba cuando le podían pasar algo, vida normal. Y ahí te das cuenta -bueno, vos que
estás con el tema del cuerpo- cómo tienen una resistencia increíble a lesiones y demás.
Por último, según Raquel, los hombres son quienes usan más su cuerpo como protesta o
como un medio de escape en relación a las mujeres.
5) Si hay algo que me llamó la atención fueron los cambios a través de la vestimenta y el
maquillaje cuando llegaban los días de visita (dos veces a la semana, un tercer día
correspondía para quienes tenían hijos menores). Eran irreconocibles, parecían otras
personas -esto sumado a la emoción y ansiedad que se vivía en los preparativos para la
visita. Se puede llegar a construir a través de estos cambios en la apariencia corpora una
identidad propia, una manera de preservar su personalidad e integridad (Frigon, 2000a).
Estas son las principales modalidades que pude observar a partir de mi experiencia; no
niego que puedan existir otras pero hubiera necesitado más tiempo de investigación para
poder 'captarlos' en el campo. Entiendo a las diferentes formas de resistencia como
manifestaciones grupales o individuales de la intolerancia a la vida carcelaria; no se acepta
acríticamente sucumbir a las prácticas y discursos asfixiantes de la prisión.
Existe una abierta confrontación, ya sea para sobrevivir o resistir. Cualquier acto que
permita afirmar una identidad, reestablecer la autonomía y fomentar algún tipo de reclamo
es utilizado para desestructurar -aunque sea momentáneamente- a la prisión como el
elemento más destacado y violento de todo el sistema punitivo.
En este capítulo quise reflexionar sobre cómo las tecnologías punitivas de la prisión se
manifiestan siguiendo un análisis de la corporalidad de los sujetos que actúan allí.
Analizando las relaciones entre mente-cuerpo y naturaleza-cultura se pudo establecer los
cimientos para esbozar las siguientes ideas que empleé a lo largo del análisis de las
prácticas y discursos en prisión: Occidente ha desarrollado una tendencia hacia la
’descorporeización’. No sólo con respecto a la formación de nociones que utilizamos
cotidianamente sino también en la manera en que uno se relaciona con el otro: en el
colectivo un roce ajeno no estimado en alguna parte del cuerpo es condenado por una
mirada fatal. · Cuando se habla de la prisión no existe ninguna descorporeización
admisible; por el contrario, la pena tiene una naturaleza puramente corporal (Rivera Beiras,
2001). De hecho, en los casos de situaciones extremas (campos de exterminio, prisiones
para presos políticos) el sujeto queda "clavado" a su cuerpo porque al perder todo aquello
que le permite identificarse con su "yo", el límite corporal es lo que prevalece como la
única herramienta de conexión con la realidad. · La distinción platónica entre un alma
inmaterial y perfecta, y un cuerpo asociado a los sentidos y a la impureza permite
comprender mejor la idea de un cuerpo vulnerable, penetrable y dócil que es el blanco para
ejercer las estrategias punitivas de la prisión: marcar, modificar y moldear ese cuerpo. ·
¿Qué cuerpo se ha defendido en esta investigación? Un cuerpo construido como una
totalidad activa y cuestionadora que articula los aspectos físicos, psicológicos y sociales.
¿Y cómo he podido abordar un acercamiento a todas estas cuestiones a través del cuerpo de
las presas? Entendiendo al cuerpo como una superficie de inscripción que, por un lado,
expresa los efectos destructivos y perjudiciales del poder punitivo y, por el otro, resiste a
las 'minuciosas y silenciosas' prácticas carcelarias.
En definitiva, es necesario escuchar al cuerpo, volver a otorgarle un espacio que perdió
hace tiempo. Pero rechazo una aproximación que sostenga su carácter hedonista y
superficial; por el contrario, se es un cuerpo (y no sólo se lo posee). Y tiene mucho para
decir, no sólo porque ocupa un lugar en el mundo sino debido a que es el sitio fundamental
donde opera el poder y desde allí se van a entretejer diversas estrategias que delinearán su
sumisión o resistencia.
GRÁFICO N° 1
Evolución de la población
masculino/femenino
penal
por
año
Comparación
de
las
categorías
CONCLUSIÓN
Considero que hacer una tesis es transitar por un camino. Se cuestiona, reflexiona y se toma
posición por determinados presupuestos que son los cimientos que permiten dar cada uno
de los pasos necesarios para arribar a un destino, que no es fijo ni cerrado; por el contrario,
es el principio para abrir nuevos caminos y, sobre todo, para interrogar nociones que son el
producto de una construcción histórica, social y política.
"Mirar, Oír y Escribir" son etapas que constituyen el proceso de conocimiento, en este caso,
antropológico (Cardoso de Oliveira, 1996). Quiero resaltar la importancia que ha tenido
para mí no sólo ir al campo para agudizar los sentidos de la percepción sino, a través de la
escritura, sistematizar y reflexionar sobre los datos obtenidos. No voy a negar el
componente teórico que tiene esta investigación, pero fue recién a partir de mi experiencia
en el campo que comencé a "encontrarles una dirección" a las diferentes ideas y
conceptualizaciones que hace tiempo venía leyendo pero que, en realidad, estaban "vacías",
sin una articulación con la práctica que las guiara.
Es más, todo el Capítulo III fue pensado y creado mientras se escribía esta tesis: se
incorporó así un nuevo objetivo, esto es, analizar cómo se construyen las "mujeres
delincuentes" desde el sistema de justicia penal. En consecuencia, comencé a cuestionar las
diferencias en la prisionización entre mujeres y hombres.
Voy a resumir las principales conclusiones a las que he llegado:
1. Si la cárcel aún subsiste es porque ha cumplido exitosamente la función de controlar y
segregar a quienes son considerados 'una amenaza' al orden social. Detrás de las demandas
de mayor seguridad y "mano dura" (Wacquant, 2000) existe una política manifiesta para
"gestionar el mal social" secuestrando a aquéllas personas que encarnan las contradicciones
de la sociedad (Daroqui, 2001).
2. La prisión se apodera de la vida de las personas y no sólo de su libertad. La cárcel
controla las visitas, sus cuerpos y movimientos, los alimentos que pueden ingresar los
familiares, las relaciones íntimas, el tiempo de las llamadas telefónicas por día, etc. La
prisión absorbe las capacidades que otorgan identidad y autonomía a los sujetos.
3. Existe un impacto diferencial del sistema de justicia penal entre hombres y mujeres.
Comparando el número de mujeres encarceladas en relación a los hombres: ¿quiénes las
controlan a ellas? A partir de la categoría de ’género’ se analizó la forma de constitución de
la "mujer criminal", por un lado, y la "mujer desviada" a través de algunos sucesos
históricos, por el otro. Se ha concluido que la mujer puede ser tanto ’víctima’ como
'peligrosa', dependiendo en el lugar en que la ubiquen -siguiendo un enfoque del control
social- los jueces, padres, abogados, educadores, intelectuales, etc. Quiero aclarar que muy
lejos está mi intención de generar una reacción "feminista". Mi idea sólo es resaltar el
dominio de los valores patriarcales en nuestra sociedad que, sin embargo, no son actuados
únicamente por el sexo masculino. También incluyo aquí a las mujeres que cumplen con
los roles 'dominantes' (juezas, mujeres polícías, etc.) .
4. A lo largo de la historia, 'el cuerpo' ha sido menospreciado y relegado mientras que 'el
alma' ha sido considerada como más perfecta e inalcanzable. Conectando estas ideas con la
prisión, esta vulnerabilidad del cuerpo le ha permitido a la cárcel "capturarlo" para, por un
lado, aplicar el castigo legalmente merecido y, por el otro, modificarlo.
También, desde su orígenes, la prisión ha tenido como objetivo "supremo" llegar al alma
("la morada de los hábitos") para modelar, reformar y curar a los sujetos que necesitan
"enderezarse". Esta última función fracasó en sus objetivos manifiestos pero no en los
objetivos políticos que la sustentaron. ¿Cómo, entonces, se siguen manteniendo los
"discursos re" ('re-habilitación’, ’re-socialización’) no sólo en el campo punitivo sino
también en la sociedad? Se pone aún ’en la mira’ al alma que –en definitiva- impactará
sobre el cuerpo. Pero al poder punitivo le es más fácil llegar al cuerpo porque está ahí,
como "una presa fácil" para ser atrapado.
5. Esta tendencia de menospreciar al cuerpo va acompañada de un proceso histórico de
"descorporeización" . Sin embargo, en relación a la institución-prisión el cuerpo se hace
visible. Se vuelve en un blanco para el poder, ya sea para su 'sumisión’ (a partir de los
efectos destructivos de la prisión) o para su resistencia (como "el único" medio que las
presas tienen para, por un lado, reclamar [cortes, huelgas de hambre] y por el otro,
establecer una mayor autonomía [tatuajes, vestimenta y maquillaje, atención médica]).
¿Por qué remarqué al cuerpo como "el único" medio? Una vez en prisión, yo quería
observar y escuchar la mayor cantidad de datos que confirmaran 'la resistencia que ellas
ofrecían al encierro y a las autoridades a través de sus cuerpos’. Si bien pude sostener mi
hipótesis inicial de trabajo, cada vez más mujeres reclaman a través de medios amparados
por la ley, 'descorporeizando' así las resistencias carcelarias.
6. El cuerpo es una superficie sobre el que se inscriben diferentes sucesos sociales en
interacción permanente con otros factores (físicos y psicológicos), me refiero a considerar
el cuerpo como una totalidad: "se es un cuerpo" ( no sólo se lo posee ).
7. Mi experiencia durante el trabajo de campo es el sello particular que le proporciono a
esta tesis. No sólo me acerqué al espacio carcelario para intentar entender el significado de
las acciones de las presas guiadas por reglas y códigos particulares y desconocidos
anteriormente por mí, también -y creo que es lo más importante- establecí un vínculo que,
con muchas dificultades, me permitió comprender cómo nos fuimos representando
mutuamente. Esta interacción logró que yo haya cosechado los más fértiles recuerdos en lo
personal. Esto va más allá de escribir una buena tesis: simplemente se trata de aprender.
Para finalizar, quedaré conforme si las ideas que propuse en esta tesis contribuyen a
hacernos reflexionar críticamente sobre aspectos específicos de la ’realidad carcelaria’.
No voy a cambiar el curso de los acontecimientos actuales; sin embargo, espero haber
podido acercar un poco más esta problemática que, aunque nos parezca lejana y olvidada,
esta ahí, más cerca de lo que imaginamos. Depende de nosotros destapar el velo de la
ignorancia y, peor aún, el de la indiferencia si no queremos reproducir los discursos y las
prácticas del Estado y de determinados sectores de la sociedad.
No sé si conseguiremos tener una sociedad más justa, al menos deseo que sea menos
indiferente.
Esta investigación está destinada modestamente a esa meta.
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