.Mujeres en prisión. El cuerpo como medio de expresión. Julieta Vartabedian INTRODUCCIÓN Si tengo que escoger tres palabras que reúnan en un instante el contenido de esta tesis, utilizaría: prisión, mujer y cuerpo. Sin embargo, sería una exagerada ambición abarcar en este trabajo la complejidad que representa cada uno de estos términos. Me acerco a ellos para interrogarlos y no para establecer afirmaciones inapelables. En esta investigación intento cuestionar los efectos que tiene la prisión sobre las mujeres encarceladas y, en particular, sobre sus cuerpos. Es a través de estos mismos cuerpos que a la vez ellas pueden desplegar distintas estrategias para enfrentar y modificar de alguna manera el control y la opresión institucionales. Las complicaciones que en un momento surgieron al no encontrar bibliografía proveniente de la antropología para trabajar diferentes cuestiones sobre la 'prisión’ y el 'cuerpo', me condujeron a aprovechar los fértiles aportes de otras disciplinas como la sociología, criminología, filosofía, el psicoanálisis, el derecho y la historia. Sólo espero que este análisis interdisciplinario haya dado sus frutos. Fue para mí todo un desafío decidir trabajar junto a personas que están en prisión por dos motivos principales. En primer lugar, el desconocimiento que se tiene frente a lo que sucede en estos enormes monstruos de cemento se esfuma ante las noticias sobre motines o fugas que nada tienen que envidiarle a los films hollywoodenses que siembran (y horrorizan) la imaginación pero que, en definitiva, forman parte de la ficción-espectáculo con la cual se convive (Augé, 2001). En fin, desde mi imaginario pensar en el sistema carcelario no hacía más que generarme interrogantes y horror. En segundo lugar, existen personas de carne y hueso detrás de las rejas que -cada una con sus propias historias y fantasmas- tienen en común haber sido seleccionadas (Daroqui, 2000) por el sistema penal para "pagar" los delitos cometidos, en definitiva, "contra la sociedad". Mi desafío, por lo tanto, se ha conformado también a partir de cuestionarme cómo yo joven, mujer y estudiante- voy a ingresar a este complejo mundo carcelario y, sobre todo, cómo voy a acercarme a sus protagonistas, en una situación extremadamente desigual (ellas presas y yo libre), para intentar comprender esos silencios que a pesar de estar encerrados, una vez allí, se escuchan con toda fuerza e intensidad. Estas inquietudes se fueron desvaneciendo lentamente con la ayuda de personas claves (y por qué no también del destino) que hicieron real mi participación en la única prisión de mujeres de la provincia de Neuquén: la Unidad de Detención N° 16 de la ciudad de Neuquén, en el mes de abril de 2001. ¿Por qué llegar a Neuquén? Existen dos respuestas: 1) De tipo formal. Se puede comprender que ingresar a una prisión para realizar una investigación tiene sus complicaciones debido a la idea de una "visión intrusa" que puede llegar a poner en peligro la estaticidad y regularidad de la vida carcelaria. Esta 'amenaza' latente que uno personifica se ve atenuada si se posee una cadena de contactos que permita conseguir una autorización. La profesora Beatriz Kalinsky fue el primer eslabón de esta cadena en Neuquén. Su larga investigación como antropóloga en el ámbito penal facilitó que, con sólo un par de e-mails y llamadas telefónicas, obtuviera el permiso de ingreso. Aprovechar estas oportunidades es indispensable cuando hay que establecer y definir dónde comenzar a realizar el trabajo de campo. 2) De tipo personal. Sabía que las condiciones de trabajo en una de las inmensas cárceles de Buenos Aires iban a ser muy diferentes que en Neuquén, con un número más reducido de presas. La posibilidad de acceder y permanecer en los distintos pabellones hubiera sido imposible, por ejemplo, en la Unidad N° 3 para mujeres de Ezeiza. Muy lejos estaba mi idea de ahondar aún más las diferencias entre nosotras: ¿cómo podría mantener un mínimo vínculo de confianza y aceptación si no podría permanecer buena parte del día junto a ellas en los pabellones? Por último, no pude desatender a los 'beneficios' que obtendría al alejarme de ’mi mundo’ y cotidianeidad para aprovechar e involucrarme al máximo con la experiencia de campo. ¿Por qué decidí ingresar a una prisión? ¿Qué quería ’encontrar’ allí? Es conveniente explicita cuáles han sido los objetivos e hipótesis de esta investigación antes de continuar con las descripciones y aclaraciones necesarias para iniciar la lectura de los capítulos. Objetivo general: - Analizar cómo las tecnologías punitivas de la prisión dejan sus efectos sobre los cuerpos de las mujeres encarceladas. Objetivos específicos: - Indagar sobre la continuidad de la prisión a partir de diferentes prácticas y discursos que legitiman aún su permanencia. - Atender a las interpretaciones que las presas le otorgan a su cotidianeidad dentro de la prisión y, en particular, analizar aquéllas referencias sobre sus propios cuerpos. - Lograr una aproximación conceptual del 'cuerpo' para poder articularlo con las prácticas carcelarias. Hipótesis de trabajo: 1) El ’cuerpo’ se construye. 2) El cuerpo de las mujeres presas se modifica no sólo por el carácter punitivo de la prisión sino también por las relaciones sociales que se desarrollan en su interior. 3) El cuerpo de las mujeres presas se expresa a través de la sumisión impuesta por un poder punitivo y la resistencia que se opone a dicho poder. Voy a describir algunos datos necesarios para poder presentarles a la población con la cual trabajé: ? Población total de la provincia de Neuquén 560.726 ? Población total de mujeres 278.279 ? Población total de varones 282.447 ? Población total de mujeres entre 15 a 64 años* 173.924 ? Total de mujeres encarceladas 22 ? Total de mujeres condenadas 9 ? Total de mujeres procesadas 13 ? Población total entrevistada 9 ? Entrevistadas condenadas 5 ? Entrevistadas procesadas 4 El total de mujeres encarceladas representa sólo el 0,01% de la población total de mujeres con posibilidad de ser encarceladas. Sin embargo, comparándolo con los períodos previos de prisión femenina de la Provincia, 22 detenidas es un número elevado. Desde un principio, y por una decisión personal, decidí ignorar las causas penales por las que ellas estaban allí, no quería que sus historias particulares afectaran de alguna manera nuestro vínculo -siendo este mi primer trabajo de campo en una prisión, realmente no sabía cómo sería mi comportamiento. Sin embargo, fue imposible permanecer completamente ajena a los motivos que las 'condujeron' a la prisión. Pude reconstruir los datos y los resultados son significativos para evaluar el alto número de los "delitos contra la propiedad" (50 %) en relación a los "delitos contra las personas" (27.3%) y por "estupefacientes" (22.7%). Es importante aclarar que el hecho de haber trabajado con pocas mujeres no desvirtúa los efectos que la prisionización les deja. Ellas están en prisión y esto ya es lo suficientemente representativo. Sin embargo, no voy a negar que si se tiene que cumplir -por ejemplo- una pena en la Unidad N° 3 para mujeres de Ezeiza se presentarán las mismas tensiones pero más ’amplificadas’. En una palabra, si bien los efectos que ambas prisiones manifiestan siguen mecanismos y prácticas similares, en Ezeiza quizás son más complejos. Trabajar con una población encarcelada obliga a pensar en su movilidad. Esto significa que muchas de las entrevistadas ya están en libertad y otras (y, en algunos casos, también las mismas) ingresarán para ocupar las "vacantes" que la institución "ofrece". Descripción de la Unidad de Detención N° 16. En la provincia de Neuquén -hacia el período en que realicé mi investigación- no existía aún el Servicio Penitenciario Provincial (S.P.P.). Se creó en el año 1995 un organismo llamado "Dirección Unidades de Detención" que depende de la Subjefatura de Policía para encargarse de los asuntos penitenciarios de la Provincia. Por lo tanto, la Unidad de Detención N° 16 estaba a cargo del personal femenino de la policía. Las detenidas sólo salen de la institución al cumplir la progresividad de la condena (Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad N° 24.660, Año 1996). El régimen era cerrado; las presas permanecían todo el día en sus pabellones con la oportunidad de salir al patio (pequeño y descubierto) dos horas al día. En general, la mayoría se dormía en horas de la madrugada; quienes más temprano se levantaban podían aprovechar todas las oportunidades que tenían para salir del pabellón: las salidas al patio (cada pabellón tenía su horario establecido, de mañana o de tarde, pero nunca se superponía), el taller de costura o la concurrencia a clase. Aunque acudieran a estas últimas actividades sólo para charlar y ’airearse’ un poco, me llamó la atención que unas pocas presas no salieran en todo el día. Salir del pabellón no es sinónimo de mayor libertad para todas. Me parece peor aún cuando esto sucede en contra de sus voluntades "por no tener el personal policial necesario para vigilarlas en el patio". Los pabellones tenían una habitación pequeña donde estaban las ’camas marineras', una sala-comedor y un baño. Dos de los cuatro pabellones de la unidad eran muy oscuros, con sólo una pequeña ventana enrejada que daba muy poca luminosidad, teniendo que estar todo el día con luz artificial. El tercer pabellón era muy particular: las dos 'habitaciones' eran viejas y pequeñísimas celdas de castigo con un baño-ducha cada una; este pabellón tenía las peores condiciones que haya visto en cuanto a que apenas existía el espacio necesario para que una persona se moviera aunque convivieran allí cuatro presas; su "ventaja" consistía en que al ser tan chico y oscuro, las celadoras permitían que se abra la pesada puerta de chapa con salida al patio para respirar y tener más luz. Ahora, en cuanto esa puerta se cerraba la falta de espacio y el encierro se volvían los peores tiranos. El último pabellón, era lo más parecido a una casa de dos ambientes luminosos pero, como una de sus integrantes me dijo, "[...] aunque tengas el lujo de todo, el lujo que vos tengas, igual estás presa" . Mantengo el anonimato de todas las personas entrevistadas al igual que la denominación de los pabellones cuando los describa en función a cómo cada uno, es decir, las presas como un colectivo, me construyó. Quiero aclarar también la utilización del concepto 'presa'. En un principio, me negaba a implementarlo porque lo consideraba muy agresivo e impersonal pero es el apropiado para referirse a una persona que se encuentra -en general, provisoriamente- en una institución penitenciaria: se es un "preso" o una "presa" (del sistema de justicia penal). Si bien en las entrevistas es muy común que ellas usen la palabra "interna" para hacer referencia a su propia condición o a la de sus compañeras, en realidad, pertenece al lenguaje carcelario e institucional. Ellas han capturado este término para apropiarse de una categoría que no les corresponde. Siguiendo este razonamiento, me niego a considerarlas simplemente como personas "privadas de la libertad" (aclaro, por las dudas, no por lo de 'personas'). Para mí la pena de prisión es mucho más que apropiarse de la libertad de los presos para 'retribuir' los daños ocasionados. La prisión se apropia de sus vidas; después de esta experiencia ya nada va a ser lo mismo. En el Capítulo I voy a describir mi acercamiento, presentación y relación con las presas, en particular, y con el personal policial, en general. Los obstáculos y las dificultades que se me presentaron me permiten reflexionar no sólo sobre los aspectos metodológicos que definen a la disciplina antropológica sino también sobre lo que significa hacer 'etnografía’ en una cárcel. Me refiero a cómo tuve que dejar "mi ingenuidad" para adaptarme a los mecanismos y las reglas impuestas por la policía y, por sobre todo, por las presas. Percibir que estaba siendo observada y controlada me condujo a delinear mi propia identidad en función de nuestras ’diferencias’; tanto ellas como yo nos fuimos representando mutuamente a través de una relación conflictiva y sospechosa, en algunos casos, y cordial y con complicidad, en otros. El Capítulo II es un acercamiento a dos de los principales aspectos, según mi punto de vista, de la cárcel. Por un lado, desarrollaré brevemente la evolución histórica que determinó el surgimiento de la prisión para entender cuál es su principal objetivo y por qué aún sigue vigente a pesar de sus manifiestas contradicciones estructurales. Por el otro, quiero resaltar algunos de los efectos institucionales que más se destacaron a través de las entrevistas: la despersonalización y la dependencia. "¿Qué significa ser una mujer en prisión?" es la pregunta que me sirvió de guía a lo largo del Capítulo III. En primer lugar, introduciré el concepto de ’género’ en el análisis de lo que es construido como "lo femenino" dentro de redes sociales definidas por procesos históricos, culturales y por las relaciones de poder. En segundo lugar, describiré cómo son ’vistas’ las mujeres desde el sistema de justicia penal en función a un enfoque del control social. Por último, a través de la historia, analizaré las dos figuras de "mujer desviada" que se han creado: como peligrosa y como víctima. La idea central del Capítulo IV es entender al cuerpo como el lugar fundamental donde se manifiesta el poder. En la primera parte, intentaré llegar a una definición a partir de las relaciones mente-cuerpo y naturaleza-cultura para comprender de qué ’cuerpo’ se está hablando en esta investigación y, por sobre todo, por qué el cuerpo se ha constituido en un 'blanco' vulnerable para el castigo. En la segunda parte, me concentraré en la descripción del cuerpo en la prisión. Serán necesarias las explicaciones de Michel Foucault sobre el paso del espectáculo del patíbulo a las micropolíticas del control para pensar la centralidad del cuerpo a lo largo de la historia punitiva hasta la actualidad. Se analizará cómo se expresa en ’situaciones extremas’ para, por último, describir los efectos "destructivos" de la prisión a través de un cuerpo enfermo, alienado y marcado. Sin embargo, los sujetos involucrados en estos procesos no son "absorbidos" y "moldeados" por esta maquinaria penitenciaria sin la capacidad de interpretar y resistir los cambios que deben vivir: este capítulo finalizará con las estrategias cotidianas que se llevan a cabo para 'suavizar' o enfrentar tanta opresión. Mis metas personales serán satisfechas en cuanto esta investigación pueda aportar "un grano de arena" para la producción del conocimiento. Pero no hablo de un conocimiento acabado sino de uno que sea generador de interrogantes y reflexiones sobre los diversos temas que se han tratado aquí. Asimismo, me inclino hacia la constitución de un conocimiento que esté en ’manos’ de todos y pueda ser compartido y expandido. Sólo conociendo se puede enfrentar cualquier hecho injusto, abusivo o denigrante. Sólo conociendo uno puede comprometerse a actuar. Mi compromiso a través de esta investigación consiste en dar a conocer parte de lo que sucede desde que un sujeto se 'conecta' con el sistema de justicia penal -los discursos jurídicos, la policía, una sentencia, la prisión, los abogados. Quedaré conforme, en fin, si llegara a atravesar los muros de la ignorancia. CAPÍTULO I EL CAMINO DEL CONOCIMIENTO Dado que tanto el antropólogo como las personas estudiadas, viven en mundos diferentes, por lo menos durante los comienzos del trabajo de campo, no se da una correspondencia de significado entre sus acciones y sus normas, no comparten o ni siquiera conocen sus respectivos "mapas cognitivos". En este proceso de mutuo descubrimiento, tanto el investigador como los sujetos son investigadores; los dos están comprometidos con el trabajo de averiguar el sentido de los acontecimientos, de las actividades y situaciones en las que se encuentran inmersos y en confrontación. 1.1. Introducción Mucho se ha hablado y se va a seguir hablando sobre la 'prisión’, la ’mujer’ y, recientemente, el 'cuerpo'. Con esta tesis lejos estoy de proporcionar ideas totalmente innovadoras en el estudio de las ciencias sociales; sí contribuyo a establecer un enfoque antropológico sobre la relación prisión-mujer-cuerpo que he problematizado. Establezco y construyo así una delimitación posible para analizar un aspecto de la ’realidad’. Sin embargo, para mí es singular el camino que transité a lo largo del trabajo de campo. No sólo me abrió las puertas para conocer una realidad problemática que puede ser analizada y discutida teóricamente sino que, en particular, me permitió reflexionar cómo acceder y relacionarme con los "sujetos-otros" en tanto antropóloga y, sobre todo, como persona. Las experiencias y dificultades que viví durante mi trabajo de campo son el sello personal que yo le brindo a esta tesis. Quisiera compartirlo. Pero no deseo que se cubran de un tinte meramente anecdótico; por el contrario, forman parte de un proceso de conocimiento y aprendizaje de las diferencias que este "encuentro" ha destacado entre las presas y yo al enfrentar universos de significación distintos. En una palabra, quiero detenerme en los aspectos más ’constructivos’ y significativos de las relaciones que se entablaron a través del trabajo de campo. 1.2. Metodología A partir de los finales del siglo XIX, "el trabajo de campo basado en la estadía prolongada y en la interacción directa cara-a-cara con los 'miembros de una cultura', se transformó en la experiencia más totalizadora y distintiva de los antropólogos, el luga de la producción de su saber, y el medio de legitimarlo" . Hoy, lejos de sostener una postura "comprensivista" que enaltece la figura del investigador autorizado a 'traducir' distintas formas de vida, el valor que tiene el trabajo de campo es incuestionable: constituye la fuente esencial de toda investigación antropológica al permitir analizar un momento (y no la totalidad) de la producción y reproducción de la sociedad. De todos modos, esto último no implica que no exista la capacidad de generalizar y abstraer interpretaciones que den cuenta del significado de las acciones construidas e interpretadas por los sujetos. Las herramientas metodológicas utilizadas para llevar a cabo esta investigación fueron dos: la observación participante y las entrevistas personales semi-estructuradas. Quisiera cuestionar el concepto de "observación participante". Surgió amparado por una "vuelta al naturalismo" en las ciencias sociales (Guber, 1991), esto es, el mundo social debe ser estudiado en su estado 'natural' sin ser contaminado por el investigador para conocer su sentido 'original' (Hammersley y Atkhinson, 1994). Siguiendo este razonamiento, es necesario "observar" con minuciosidad la mayor cantidad de datos para ser recolectados y, posteriormente, analizados. Esto se consigue mediante una estadía y participación prolongadas junto a la comunidad que se estudia para, en definitiva, "captar el punto de vista del nativo". Sin embargo, el investigador ya no es el "testigo privilegiado" que funda su poder en el haber "estado allí" (Clifford, 1991; Geertz, 1989); cualquier pretensión de obtener un conocimiento ’objetivo’ atenta con la idea de los sujetos "como activos realizadores del mundo social y no meros portadores de estructuras, no es posible pensar en el 'dato' como una información posible de ser captada directamente, ni como una construcción del investigador con exterioridad a la situación misma en la que ésta ha sido ’recogida’ "Los sujetos interactúan otorgando sentido a sus acciones, es decir, son agentes conocedores y reflexivos de la realidad social (Giddens, 1989; 1998). En fin, la noción de ’participación’ reemplaza y va más allá de una simple 'observación’ como una técnica de recolección de datos (Holy, 1984), se toma distancia así de una actitud científico-positivista que entiende a los "objetos" de estudio como originales "joyas en estado puro" capaces de ser conocidos mediante la empatía. Por el contrario, si se reconoce que los sujetos interactúan e interpretan su mundo social, se puede concebir a la 'participación’ como un proceso de aprendizaje e intercambios cognoscitivos que incluye la reflexividad tanto del investigador como de los sujetos-otros. Considero que este es el espacio apropiado, ya que se está hablando del trabajo de campo y en especial de la observación participante, para formular un interrogante que a lo largo de mi investigación lo he cuestionado: ¿Cuál es la singularidad de la Antropología dentro de las ciencias sociales? Entre las respuestas posibles, la siguiente es la elegida: [...] por su experiencia en las formas de acercamiento "comprensivistas" sostenidas en la participación directa del investigador, las cuales permiten el desmenuzamiento de la interpretación que los sujetos hacen de sus prácticas en los contextos de acción. La potencialidad de la antropología para conocer las significaciones preteóricas que constituyen las prácticas y las instituciones la coloca, así, en un lugar preferente para documentar y "alumbrar los fenómenos sociales desde dentro" . Ahora puedo continuar con la segunda herramienta metodológica utilizada. Se entiende a la entrevista como una forma particular de interacción social a través de la cual se obtienen enunciados y verbalizaciones; además es una instancia de observación al atender al contexto, los gestos y los silencios (Guber, 1991). Entrevisté a nueve presas, una ex celadora y una enfermera. Las entrevistas se llevaron a cabo en la sala-taller donde realizan los cursos de costura, enseñanza primaria y –recientemente computación. Estuve atenta a los horarios en que este taller se encontraba desocupado para, según las mismas presas, poder ir "al confesionario" sin inconvenientes. La elección de las entrevistadas se basó -en un primer momento- en función del tiempo de detención. Es decir, con toda la ’carga’ apreciativa que llevaba al campo suponía que cuanto más tiempo una persona estuviera en prisión más datos y experiencias "apetitosas" podrían ser aportadas para mi investigación. Si bien no afirmo lo contrario, por fortuna tuve la posibilidad de entrevistar a tres presas, por su propio pedido, que, a pesar de su corto tiempo de institucionalización, pudieron problematizar y reflexionar sobre diversas cuestiones que "enriquecieron" el análisis. El tiempo es una variable arbitraria que puede llegar a ser engañosa si no se la utiliza con criterios amplios y flexibles que dejen a un lado las suposiciones que restringen la comprensión. La edad de las entrevistadas oscilaba entre los 21 a los 35, una sola tenía 50 años. Estaban allí por distintas causas: robo, estupefacientes u homicidio; por último, cinco eran condenadas y cuatro procesadas. Como hubiera excedido los objetivos propuestos para esta investigación, no entrevisté formalmente a nadie del personal policial. Sin embargo, tuve breves conversaciones con algunas y, sobre todo, pude 'observar' su desenvolvimiento en la práctica cotidiana y analizar las interpretaciones que las presas me daban sobre su actividad. Asimismo, accedí a entrevistar a Raquel por ser una ex celadora y demostrar curiosidad e interés sobre mi investigación. De todos modos, para las presas, ella era una celadora más y esto me hizo tomar ciertos recaudos a la hora de entrevistarla: utilicé el momento en que las presas tenían sus visitas. Me preocupaba que ellas pudieran creer que yo le estaba "divulgando sus intimidades y secretos". No es anormal cuidar estos detalles una vez que descubrí que la presas me situaron más cerca del 'espionaje' que de la universidad. Por último, al dedicarme con más énfasis sobre la temática corporal, pensé que no podía desatender a la enfermera, integrada al sistema policial. Durante tres intensivas semanas, de lunes a sábados, permanecí un tiempo determinado en cada uno de los cuatro pabellones existentes en la Unidad de Detención N° 16. La cantidad de horas que compartíamos con las presas variaba a diario en función de cuán animadas y con energía estaban ellas y yo; si era un día de visitas de familiares y amigos; la hora del patio; y, por último, si había alguna actividad como el taller de costura o la enseñanza primaria donde acudieran la mayoría de las integrantes del pabellón. No todas participaban de estas actividades; mientras que en el pabellón quedaran al menos un par, yo permanecía allí con ellas. En general, regulaba estos factores para adaptarme lo mejor posible a sus tiempos, sin modificar demasiado sus rutinas diarias. Esto no significa que mi presencia haya pasado desapercibida dentro de sus universos de representación y acción. Una vez que se cerraban las puertas de los distintos pabellones yo estaba "tan presa" como ellas con la diferencia que después de 4, 6 u 8 horas yo salía hacia la libertad y tendría nuevamente el control del espacio que me rodeaba y, en definitiva, de mi propio cuerpo. 1.3. ¿Cómo es hacer etnografía en la cárcel? Las condiciones carcelarias para hacer trabajo de campo son difíciles y complejas. Y no me refiero específicamente a las características materiales del lugar (espacios muy reducidos, poca o nula luz natural, entre otras) sino a lo que significa investigar en el encierro. Con el paso de lo días uno se va acostumbrando y ’naturalizando’ las formas de ingreso y egreso carcelarios. Al llegar se dejan en la oficina del personal policial el documento de identificación personal y los objetos que no pueden ser ingresados (llaves, cámara fotográfica, teléfonos celulares, medicamentos, espejos, perfumes). Sólo el primer día requisaron mi bolso; en adelante me manejé con libertad siempre aclarando la existencia de cualquier objeto que pudiera comprometer la prohibición de ser el "correo" de ellas. Una vez que anotan en un libro mi apellido y la hora de llegada, una celadora me acompaña al pabellón que yo solicito. El ruido de esas pesadas puertas abriéndose y cerrándose genera escalofríos. Estando dentro sólo soy interrumpida cuando hacia las 8 de la tarde hay un cambio de guardia y debo retirarme obligatoriamente. Aquí se genera mucha tensión porque después de haber podido participar de "su mundo", es decir, los mates y facturas, la televisión, los chistes, llantos, la angustia y desesperación, sobreviene un corte abrupto que es el de la despedida. Saludo a cada una y aviso a la celadora que abra la puerta porque ya estoy lista. Por más rutinizada que estén los procedimientos formales de acceso y egreso, la partida y lo que implica dejarlas del otro lado de la puerta enrejada me ha afectado mucho desde el primer al último día. Jamás me pude acostumbrar a esa sensación de ’abandono’ que se producía con mi despedida diaria, jamás pude encontrarle el sentido a esta forma de castigar tan devastadora y cruel que aísla, denigra y modifica a las personas que transitan por una prisión. Los primeros cinco días de trabajo de campo fueron muy estresantes y agotadores para mí. Paradójicamente -y no por casualidad- siendo mi tema de interés ’el cuerpo’ de las presas, me encontré por esos días muy extenuada y mi cuerpo estaba muy débil, enfermándome con una fuerte gripe mientras surgían las dudas y los cuestionamientos. Mi rol de investigadora se estaba desdibujando y no podía analizar claramente qué es lo que estaba sucediendo. Me abrumó tanta cordialidad y atención por parte de las mujeres del primer pabellón en el que permanecí, me atemorizó el verme a mí misma como una fuente de consuelo, apoyo y distracción. ¿Cuáles son los límites? ¿Dónde termina el yo y comienza el ellas? Me ayudó reflexionar -cuando me pude serenar- que antes de ser una antropóloga soy una persona y no puedo dejar de ser sensible a una 'realidad' que reclama en silencio -o noatención y comprensión. Acepté que esa fuera mi respuesta - involucrando a mi persona- frente a lo que ellas me brindaban y necesitaban en aquél primer contacto. Paulatinamente, al pasar por otros pabellones pude descubrir que hay diferencias entre ellas y esto permitió, asimismo, construir mi propia diferencia. En definitiva, el primer dilema que apareció no consiste únicamente en plantear mis inquietudes en términos espaciales en relación a las presas: acercamiento/distanciamiento. El problema reviste un carácter epistemológico, a saber, ¿cómo se construye mi rol de investigadora? ¿cuánto comprometo de mi sensibilidad como persona? Para responder a estos interrogantes no existen 'recetas mágicas’ que proporcionen la solución. No hay que dejar de lado la idea de relación y diálogo en un "encuentro" antropológico y cómo mutuamente ellas y yo nos vamos a ir representando (Kalinsky y Pérez, 1993a). Sin dejar de lado el compromiso personal con los sujetos junto a quienes se está reflexionando, las diferencias se van a ir destacando progresivamente: 1) Yo no fui acusada de cometer ningún delito, no estoy presa. 2) La elección del tema y posterior participación en la cárcel provino de una idea mía, ellas no me lo pidieron. Aunque esto parezca obvio, implica que no existe una igualdad para llevar a cabo esta investigación: mis propios motivos generaron este acercamiento. 3) La distancia que muchas presas me pusieron contribuyó a acrecentar nuestras diferencias, es decir, podía percibir con más claridad que "yo venía de afuera", "yo era una extraña". ¿Y para qué me sirvió delinear estas diferencias? Para poder mantener mi propia identidad al permanecer ajena -pero no descomprometida- al 'otro' (Carrasco y Kalinsky, 1998) y así no perder de vista los objetivos que me habían conducido hasta allí. Si bien con muchas pudimos crear una buena relación, todas sabíamos quién era yo, para qué estaba en una prisión y, sobre todo, que algún día me iría definitivamente. 1.4. Presentaciones Mi presentación frente a cada uno de los diferentes pabellones era fundamental para mi futura participación. Destacaba de dónde provenía ("Soy estudiante de antropología"); qué me interesaba analizar en esta investigación.("Básicamente, me interesa comprender cómo es la vida y cotidianeidad dentro de la prisión"); y, principalmente, resaltaba de dónde no provenía ("No tengo nada que ver con la policía, ni con los jueces y abogados, en fin, muy lejos estoy de todo lo que tenga relación con lo penal"). Aclarar esto es importante porque una nueva presencia siempre es muy sospechosa debido a la asociación directa e inmediata con ’lo policial’ (es decir, como un concepto que engloba diversos ámbitos: el servicio penitenciario, la policía y la justicia). Mis presentaciones fueron permanentes en cada pabellón; ellas me cuestionaban a cada momento sobre qué es la antropología y qué es lo que yo quería averiguar. Sentía alivio cuando estas inquietudes surgían porque así no permanecía indiferente y obtenía "visibilidad" frente a quienes en alguna medida no aceptaban mi presencia; especialmente me interrogaban sobre quién tendría acceso a mi información. Una y otra vez resaltaba mi desvinculación con la justicia y la policía pero parecía que no todas confiaban en mis explicaciones aunque muchas se esforzaron por comprender qué es lo que hacía allí y lograron que me sintiera cómoda y aceptada: Yo soy abierta con todos, con todas las personas en sí pero vas a encontrar a algunas que te van a rechazar. Es porque no sos de acá, sos de afuera, pasa con los grupos católicos, con un grupo evangélico, con el que venga es difícil porque algunas te aceptan y otras te rechazan enseguida y... por ahí yo lo que le digo es, bueno, tené constancia y ya te va a aceptar. El problema es, bueno, que vos no tenés tiempo y es difícil que ellas te acepten de un día para el otro. Analía [...] si vos hubiese sido que vinieras de la parte judicial te íbamos a tratar de ’usted’ porque iba a ver algo que nos separe pero -decís vos que no sos de la parte judicial [ríe]- entonces nosotros podemos hablar, podemos decir quizás más, te tratamos como a una más. [...] A algunas les das más desconfianza. Es razonable pero le digo a todas que "si pensás siempre lo malo, así no vas a seguir adelante"... Marina No fue sencillo validar a cada instante 'mi lugar'. Yo "soy de afuera" y represento, más allá de la sospecha policial, un estrato socio-cultural diferente unido a un lugar de origen como Buenos Aires que, en muchos casos, sustenta recuerdos añorados y fantasías. Descubrir "mi diferencia" me permitió no sólo mantener mi identidad sino entender cómo contribuyó para observar las distintas formas en que ellas fueron construyendo mi imagen: - Pabellón verde. Fue con el que tuve más dificultades para trabajar porque desconfiaban mucho de mis intenciones: yo era simplemente "sospechosa". Sí me 'aceptaron' para hacer los mandados y comprarles los materiales que necesitaban para sus tareas (por ejemplo, confección y forrado de cajas para la venta). Yo, a su vez, accedí a que ese fuera mi lugar con tal de que mi rechazo y aislamiento no fuera total. -Pabellón azul. Luego de que las presas me pregunten para que serviría mi investigación, les contesto que, de alguna manera, es para dar a conocer lo que está sucediendo dentro de una prisión y así denunciarlo ante la sociedad. La idea de "denuncia" ha sido, posiblemente, un disparador para describirme y reclamar sobre los malos tratos y todo tipo de situaciones que consideran injustas y crueles. Ante sus protestas y quejas, según ellas, yo sería capaz de transmitirlas al exterior. - Pabellón amarillo. Sus integrantes son quienes me aceptaron sin mayores interrogaciones y con mucha confianza. Mi lugar fue el de la compañía, escucha y consejos. Era como si a través de mi presencia ellas pudieran suspender y anular al menos por unos instantes el lugar donde se encontraban; también yo logré evadirme del encierro a través de sus gratas compañías. - Pabellón blanco. Mantuvimos, según creo, una buena comunicación y compartimos diálogos en función a la moda, a los hombres y al humor. Siendo ellas quienes más atendían a la apariencia exterior, recuerdo que se interesaron por mi corte de cabello, aros y sweater. Es decir, mi juventud y apariencia permitieron que nos entendiéramos a través del uso de códigos que, aunque no eran idénticos entre nosotras, acortaron nuestras diferencias. Por ejemplo, entre las distinciones, ellas no entendían y se burlaban porque no tenía novio y, asimismo, se sorprendieron por qué con mi edad aún no tuviera hijos. No puede existir una descripción de lo expuesto sin tener en cuenta que yo también fui construyendo una representación de ellas mientras las presas hacían lo mismo conmigo. Estos procesos son duales y en interacción permanente. Una última observación que es más que anecdótica. Mis presentaciones se fueron realizando paulatinamente en cada uno de los pabellones a los que concurría, es decir, no hubo una presentación ’oficial’ ante todas las presas. Por eso, durante los primeros días mientras me iban ’descubriendo’, generaba mucha curiosidad. Unas cuantas presas, mujeres del grupo evangélico o católico e incluso una celadora me preguntaron si yo era una presa nueva. Sin saber nada de mí y sin escucharme hablar, desde mi corporalidad, generé confusión. Es decir, las "diferencias" se van construyendo en una interacción de competencias y comparaciones con "otras diferencias" posibles de evaluar. 1.5. De "Betty la fea" al "Gran Hermano" Siempre fui consciente de la importancia que tenía para mí lograr su aceptación. Si bien no estábamos en un plano de igualdad, quería que las diferencias se redujeran lo más posible. Mi dilema surgía en aquéllos pabellones y momentos ’mortales’ en donde sentía que estaba siendo "olvidada", es decir, la indiferencia hacia mi persona llegaba a un punto tal que me quedaba viendo la televisión sola en el comedor (o sea, en una de las dos salas del pabellón). Desde ya, este extremo de la negación no fue constante y dependió de la salida al taller de las más ’amigables’ en esa precisa ocasión: sólo una o dos veces de este suceso fueron suficientes para no olvidarlo. Como dice Guber , "el problema más acuciante es que el no ingreso o la expulsión nos cuestiona hasta nuestras fibras más íntimas. Depositamos la legitimidad de nuestro saber en los cursos de teoría y metodología, y creemos que con ese bagaje podremos alcanzar otros ámbitos, otras gentes, mostrarnos y parecer dúctiles y accesibles". La televisión estaba siempre encendida y como un fogón reunía la atención de la mayoría de las integrantes del pabellón. En estas condiciones, no fue difícil darme cuenta que mis comentarios y preguntas sobre los principales programas que se "consumían" en ese período abrían un espacio para la comunicación y, más aún, para 'suavizar' las tensas apreciaciones que podrían tener en relación a mí. Tengo que reconocer que "Betty la fea" y el "Gran Hermano" fueron en muchas situaciones el vínculo justo para volver visible mi lugar. Y, además, han sido interesantes las referencias que se hacían sobre la vida en el "Gran Hermano": "Les pasa lo mismo que a nosotras: convivir encerrados bajo un mismo techo, no hay diferencias"; o cuando hago el comentario de las ojeras de una de las integrantes de la casa-ficción, me dicen: "Y es por el encierro, fijate cómo están las chicas de los pabellones X y Y que tienen menos luz que nosotras". Estos programas, en fin, facilitaron no solo mi posibilidad de acercamiento sino que hicieron reflexionar sobre las condiciones del encierro y su influencia sobre el cuerpo. 1.6. Entre dos mundos: despedida a la ingenuidad No demoré mucho en percibir cuán complejo es trabajar en prisión una vez que entendí que me encontraba entre dos mundos: el de las presas y el de la policía. Si bien permanecía más tiempo con las presas, no podía desatender mis ’relaciones diplomáticas’ con la policía porque la posibilidad de seguir permaneciendo en el campo podía peligrar. Un antropólogo inglés cuenta los inconvenientes que surgieron frente a su primera presentación ante una comunidad indígena con la que deseaba trabajar: Hice hincapié en el hecho de que no era misionero, lo cual al principio nadie se creyó dado que no se les ocultaba que vivía en la misión y conducía un coche que pertenecía a ésta; no tenía nada que ver con el gobierno, cosa que tampoco creyó nadie porque me habían visto rondar la sous-préfecture; y no era francés, cosa que no comprendieron, pues para los dowayos todos los blancos son iguales. Desconfianzas, muchas desconfianzas; yo no fui una excepción. Frente a mis esfuerzos por desvincularme de 'lo policial', las presas ya sabían que ingresé a la prisión a través de un funcionario de muy elevado rango con quien mantenía una relación amable. ¿Cómo pudieron verme cuando un día lo saludaba rápidamente en el camino de un pabellón a otro? Lentamente, aprendí a dejar de sorprenderme sobre la rápida "visibilidad" y cuestionamiento de mis acciones para entender que todas me observaban, haya o no haya reja de por medio, es decir, cuando digo 'todas' me refiero también al personal policial. Mi ingenuidad se fue esfumando a medida que comprendía que cualquier acto mío dentro de la institución era conocido por todas y que mis palabras debían ser medidas porque era propensa a meterme en problemas: descuidaba dos reglas fundamentales; primero, hay que reconocer que "las paredes escuchan" y, segundo, jamás hablar de alguien de otro pabellón, por más inofensivo que el comentario pudiera parecer. El paso de mi ingenuidad al desengaño me permitió distinguir, por un lado, que yo estaba siendo observada y cada una de mis palabras analizadas; por el otro, que en la prisión hay dos mundos enfrentados con sus respectivos códigos y estrategias y, no sin dificultades, yo he tenido que 'adaptarme' y armonizar con los dos para que las expectativas que cada uno tuviera conmigo fueran cumplidas. Es difícil para las que vienen de afuera cómo encajar en este ambiente, que hay muchos códigos, muchas formas de ser, muchos comentarios que vos tenés que saber aprender a callarlos, que lo vas aprendiendo también de a poco porque a mí también me costó. Yo metía la pata constantemente o mandaba al frente pero sin querer, o sea, vos no lo hacés con la maldad frente a alguien pero sí, pasa. [...] Vos entraste sin enterarnos nosotras que te vimos, viste, pero sabíamos después por comentarios que uno trae de otras, llega que vos eras estudiante. Es sospechoso de que hagas preguntas que se supone que a qué va a estudiar algo que supuestamente no [se] da importancia o se puede sospechar que vos venís recomendada por el comisario o por la misma policía, viste, entonces esas son las sospechas [...]. Vos entraste en un pabellón donde justo está el conflicto, es el pabellón que ahora está en discusión entre todas las internas, entonces que vos salgas de ahí, por ahí fue el mayor choque. Sí, que no se quiera reconocer es otra cosa pero yo pienso que sí, que es lo más sospechoso, lo más conflictivo. Analía La existencia de conflictos y disputas entre las presas complicó aún más mi trabajo ya que "yo estaba en el medio" y no pude permanecer el tiempo suficiente para demostrarles mi desapego e imparcialidad frente a estas tensiones internas, en definitiva, ellas no me pudieron "probar" (Kalinsky y Arrúe, 1998). En fin, si bien pareciera que sólo prevalecen obstáculos en el camino hacia mi acercamiento, pude aprovecharlos y aprender de las situaciones conflictivas que se iban presentando. Todo esto me permitió estar alerta y cuidar más mis comentarios y acciones: yo estaba siendo evaluada tanto por las policías como por las presas. Con este panorama, tuve que equilibrar la construcción de mis vínculos con estos ’dos mundos’ para no generar aún más sospechas y rechazos, por parte de las presas, y eventuales quebrantamientos de las normas institucionales, según los requerimientos de la policía. 1.7. Choque conceptual Quiero relatar ahora algunos encuentros con las presas que revelaron nuestras diferencias a la hora de interpretar conceptos y prácticas que forman parte de la vida al interior de una prisión: 1) Descubrí que en las entrevistas generaba confusión cuando al preguntar utilizaba el concepto 'recreo'. Ellas hablan de 'salir al patio'. Y la diferencia no es sutil. Se evidencia mi carga personal-apreciativa al asociar el 'recreo' con la visión propia de un estudiante, es decir, unido a un espacio de placer, libertad y recreación. Sin embargo, no todas lo viven con placer. Mi asombro surgió cuando muchas se quedaban en sus pabellones en vez de 'salir al patio' una o dos horas al día. Unas porque estaban muy deprimidas y angustiadas para salir; otras porque consideraban al patio como una "libertad fingida", es decir, no tienen control ni decisión sobre sus movimientos. En síntesis, el uso errado de 'recreo' trajo aparejado una reflexión no sólo del concepto en sí sino sobre lo que significa esta práctica de ’salir al patio’. 2) Como en toda comunicación, existió una heterogeneidad de las competencias comunicativas entre los hablantes. El siguiente fragmento de diálogo demuestra mi nulo manejo de ciertos códigos carcelarios: M: Tuve un rollo hace un mes o dos meses atrás, por una chica que se me había largado en diciembre... J: Ah, para pelearte. M: No, no, quería que yo fuera su pareja. También se puede observar la falta de precisión, por mi parte, al intentar manejar términos jurídicos-legales. La entrevistada -con su experiencia y conocimientos- domina la situación: J: ¿Y cuánto te queda? M: Dos años para salir con libertad asistida. J: ¿Condicional es? M: No, condicional no, es una asistida. O sea, seis meses antes de la libertad. J: ¿Antes de la condicional? M: Claro, antes que se termine la condena. 3) Un último caso contribuye a reflexionar sobre los cuidados, en este caso verbales, que se deben tener cuando se desconocen códigos de las presas que pueden generar grandes complicaciones. Una tarde me ofrezco para hacer mate en uno de los pabellones junto a tres presas. Para esta tarea soy un desastre, de hecho, el mate no es mi pasión pero hice algunos esfuerzos para integrarme lo mejor posible. El resultado fue, como era de esperar, que el mate haya salido horrible. Ellas se ríen y yo me autocritico con humor. Una de las mujeres me dice que el mate no estaba tan mal, que le había gustado. Yo le respondo que sólo lo dice para complacerme, porque es "mi seguidora". En cuestión de dos segundos, percibo que quien me había elogiado y otra más se fueron a encerrar al baño. La que queda en el pabellón con mucho cuidado y en silencio me hace un gesto para que me arrime y casi al oído me cuenta que ellas dos son una pareja, que no me acerque más a ella ni le diga que "sos mi compañera, ni mi seguidora ni nada". Jamás volví a ofrecerme para hacer mate. No deseo concluir este capítulo sin volver a enunciar que todo lo que he experimentado y aprendido a través del trabajo de campo ha sido de un valor enorme para mí y, a su vez, es el sello particular que le proporciono a esta tesis. CAPÍTULO II LA PRISIÓN COMO ESTRATEGIA DE CONTROL ¡Agobiado el cuerpo, girábamos en el círculo, en el [Desfile de los Bufones! No nos importaba: sabíamos que éramos la Brigada [del Diablo y las cabezas rapadas y los pies de plomo formaban [una alegre mascarada. (Oscar Wilde, Balada de la Cárcel de Reading) 2.1. Introducción En este capítulo haré una sucinta aproximación a la problemática carcelaria, sólo intento abrir los caminos para que en adelante, y desde la antropología, se siga promoviendo su investigación. La prisión es una de las diversas formas de castigo que se han utilizado a lo largo de la historia reciente, pero a diferencia de las otras, ha perdurado y sobrevivido, concentrando el monopolio de la punición, al punto que cárcel y pena son casi sinónimos indiscutibles. Deseo que en este capítulo se pueda reflexionar sobre el significado que tiene estar privado de la libertad, pena que no sólo restringe la libertad del sujeto sino que se apodera de su tiempo, su sufrimiento, su recreación, sus relaciones afectivas, su cuerpo, en fin, la punición recae sobre su vida y no se redime socialmente nunca más. Se trabajarán dos aspectos que se articulan y contribuyen a otorgar continuidad y racionalidad a una institución penitenciaria: por un lado, los objetivos que la sostienen y, por el otro, sus efectos sobre las personas. 2.2. La encrucijada entre la custodia y la corrección Desde la segunda mitad del siglo XVI hasta el XVIII se consideró que la mejor opción frente a los desórdenes provocados por la enfermedad, los peligros y los disturbios consistía en apartar a los protagonistas en espacios restringidos con la finalidad de custodiarlos. La época del "Gran Encierro" creó en Europa las primeras prácticas de segregación masiva de individuos (vagabundos, desocupados, ladrones, locos) a través de distintas instituciones: manicomios, hospitales, casas de trabajo, entre otras. Se gestan así los primeros secuestros institucionales (Melossi y Pavarini, 1980; Pavarini, 1998) que a lo largo de la historia van a responder a las necesidades que el contexto económico-social de cada época plantea. Durante el siglo XVIII, y a través de una ideología liberal sobre el origen contractual de la sociedad, comienza a conformarse el esquema conceptual que sostendrá la idea y las prácticas de corregir a quienes se desviaron del camino de la moralidad social vigente. "El fin [de las penas] no es otro que impedir al reo causar nuevos daños a sus ciudadanos y retraer a los demás de la comisión de otros iguales" , es decir, de esta corrección se beneficiarán el propio infractor y la sociedad en su conjunto, poseyendo el Estado la única titularidad para el castigo. Lentamente, finalizando el siglo XVIII, se comienza a gestar un nuevo modelo para el castigo: la cárcel punitiva. La pena será ahora la privación de la libertad de los individuos, es decir, se desarrollan las técnicas necesarias para disciplinar en el encierro. Si bien ya existían las prisiones en períodos anteriores, no fueron utilizadas como una sanción punitiva que se apodera de un quantum de la libertad del infractor; por el contrario, "la cárcel es sólo la simple custodia de un ciudadano hasta tanto que sea declarado reo". ¿Cuáles fueron los motivos de este nacimiento? Principalmente, existen dos explicaciones (Rivera Beiras, 1997): a) Según Foucault , la forma-prisión es preexistente a la definición por parte de la ley como la pena por excelencia. Su origen se constituye a través de las "necesidades disciplinarias" que se cristalizan en esta institución. Si desde el principio se concibió a la prisión "como una institución disciplinaria, entonces su función de confinar y privar de la libertad siempre debió estar complementada por una segunda función, de carácter disciplinario, a saber, la transformación de los individuos" b) Desde un análisis marxista, Melossi y Pavarini proponen el surgimiento de la cárcel punitiva a partir de las complejas relaciones sociales establecidas con el desarrollo del modo de producción capitalista: La cárcel tiene un objetivo muy preciso: en la reconfirmación del orden social burgués (la neta distinción entre el universo de los propietarios y el de los no propietarios) debe educar (o reeducar) al criminal (no propietario) para que se convierta en un proletario socialmente no peligroso, es decir para que sea un no propietario que no amenace la propiedad. El pensamiento positivista será quien a partir del siglo XIX proporcionará las herramientas basadas en la 'observación’ de los fenómenos naturales para explicar a través de la llamada ’ley de la causalidad’ los fenómenos sociales. El delito y los comportamientos criminales serán examinados dentro de un marco biológico, médico y psiquiátrico. Existe, por lo tanto, un nuevo aparato conceptual positivista que se articula a prácticas y técnicas bien precisas que van a crear todo un "control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad, [esto] es a lo que se puede llamar las 'disciplinas'." Michel Foucault describe cómo se desplegó este nuevo arte del cuerpo humano a través de la institución llamada "prisión": [...] se elaboraron, a través de todo el cuerpo social, los procedimientos para repartir a los individuos, fijarlos y distribuirlos espacialmente, clasificarlos, obtener de ellos el máximo de tiempo y el máximo de fuerzas, educar su cuerpo, codificar su comportamiento continuo, mantenerlos en una visibilidad sin lagunas, formar en torno de ellos todo un aparato de observación, de registro y de notaciones, constituir sobre ellos un saber que se acumula y se centraliza. Es importante reflexionar sobre los conceptos que se han planteado hasta el momento. Por un lado, se custodia, encierra y controla y, por el otro, se intenta corregir, reeducar y resocializar a quienes cayeron en la telaraña penitenciaria. Aquí se presenta la principalcontradicción de las cárceles: "[...] cabe preguntarse cómo se articulan y se corresponden ambas funciones, cómo se resuelve en el discurso científico considerar al encierro como punto de partida de una propuesta terapéutica que pretende enseñar el cómo se debe vivir en libertad". Ahora bien, no se puede negar que, aunque se sigan proclamando viejos conceptos terapéuticos y resocializadores, la función real de las cárceles consiste en inclinar la balanza hacia un sistema de tipo custodial (Slokar, 1996; Rivera Beiras, 1997). La observación de Wacquant es clara al referirse al nuevo objetivo de la 'ciencia penal' "[...] cuya finalidad no es ya prevenir el crimen ni tratar a los delincuentes con vistas a su eventual regreso a la sociedad una vez cumplida su sentencia, sino aislar grupos percibidos como peligrosos y neutralizar a sus miembros más perturbadores mediante un seguimiento estandarizado de los comportamientos y una gestión aleatoria de los riesgos que están más emparentados con la investigación operativa o el retratamiento o reciclado de los "desechos sociales" que con el trabajo social". Estando la prisión integrada a la estrategia de producción y reproducción del orden social, "[...] cobra sentido de ser la institución que alberga a aquéllos que el sistema penal selectivamente ha determinado privar de libertad" . Aunque los sectores dominantes desvían la atención sobre el fracaso en la resocialización (función declarada), no se logra 'camuflar' la función real que persigue el sistema penal en general y su subsistema cárcel (Pegoraro, 1997), me refiero al secuestro y control de quienes son considerados como una amenaza concreta o latente al orden social y, precisamente, en esta tarea la prisión ha procedido con el mayor de los éxitos. Hoy en día, en vez de pensar en una vuelta al "Gran Encierro", la prisión contribuye a gestionar la época de la "Gran Segregación" (Daroqui, 2001). Esto significa que no sólo "está vinculada al sentido de la pena sino también al secuestro de las ’contradicciones sociales' ". A partir de mi experiencia en el campo, se hace palpable la inestabilidad del concepto 'rehabilitador'. Dentro de la prisión la ’estadía’ es penosa, y los cambios que se han manifestado, en general, en las personas que fueron alojadas en ellas se refieren a una mayor rebeldía y agresividad. Aunque se llevan a cabo diversos talleres (enseñanza primaria, costura, computación), se posee mucho tiempo libre tanto para las que concurren y -peor aún- para las que no concurren a los mismos sumado a las tensas relaciones que, producto de la convivencia en espacios tan reducidos, generan actitudes que están muy lejos de los objetivos resocializadores que arbitrariamente (o no) se siguen sustentando. Según Analía: Por lo que vos leés en la Constitución o en el Código Penal que te dicen es para rehabilitarte o como me dijo la jueza: "Es para que vos medites" pero lo que menos hacés es meditar sino que te volvés más rebelde contra el sistema. [Refiriéndose a su pabellón] es como un mundo aparte, es un mundo muy distinto al de afuera, que afuera hay -no quiere decir que no hay ese mundo- pero vos quizás nunca accediste a él. Eso es lo que me desquiciaba porque llegaba un momento en que decía: ¿Pero a qué estoy acá, perdiendo tiempo, aprendiendo cosas que nunca en la vida voy a aprenderlas afuera? Si me dijeras es algo productivo la cárcel pero el encierro no me lleva a nada. Por su parte, Marina me responde la siguiente pregunta: J: ¿Es la misma mujer la que estaba afuera de los muros que la que está ahora? M: No, acá te llenás de odio, te ponés mala por mucho daño que te hacen a veces las mismas detenidas, viste, entonces ponés el corazón duro, te hieren a veces donde más te duele. Según Foucault , no es conveniente hablar del fracaso de la prisión en cuanto a sus objetivos rehabilitadores; por el contrario, su éxito se constituyó al haber logrado producir y especificar una 'delincuencia' que puede ser controlada y utilizada para personificar todos los vicios y peligros de la sociedad. Si se mantiene a la delincuencia para "adoctrinar" a la sociedad creo que, para concluir, la cárcel es el "medio más idóneo" para controlar no sólo a los sujetos más "peligrosos" e "indeseables" sino, en definitiva, a toda la sociedad . Mientras en muchos sitios se intenta crear cárceles más 'humanizadas' o de última tecnología y modernidad, me pregunto ¿por qué en vez de que sean más bonitas no se redirige la preocupación hacia la existencia de menos gente dentro de las mismas y hacia la búsqueda de alternativas menos segregativas? (Elbert, 1996). O, como Rivera Beiras sugiere , "la mejor opción nunca puede pasar por "mejorar" a una institución tan salvaje y violenta como es la cárcel, sino en pensar en, cada vez, menos cárcel, buscando verdaderas estrategias de contención de nuevos ingresos, primero, de reducción después, y, finalmente, de radical eliminación" . 2.3. Vivir en prisión: despersonalización y dependencia [...] acá, estés donde estés, estás presa. Estás allá en la celda, estás acá [el taller], igual estás presa, aunque tengas el lujo de todo, el lujo que vos tengas, igual estás presa [...] porque no te podés mandar sola, siempre estás mandada por la autoridad. Cristina J: ¿Qué extrañás de la libertad? M: Caminar, ser independiente, valerme por sí misma, muchas cosas que... yo digo cuando yo salga voy a andar 48 horas caminando, no porque quiera ver a alguien, sino que para sentirme que soy yo, que yo me mando. Por ejemplo, acá, viste, es como cuando uno aprende a decir ’mamá’, acá yo me confundo, estoy con otra persona y le digo 'celadora, celadora'... Marina Estos fragmentos permiten reflexionar sobre las delicadas relaciones que se tejen dentro de una institución penitenciaria. Comenzaré por analizar el concepto de "prisionización" utilizado por primera vez por Clemmer para referirse a la asunción, en mayor o menor medida, de los usos, costumbres y hábitos de la prisión. Como se ve, se excluye por completo la propia cultura del sujeto porque una vez en prisión se desarrolla un proceso de asimilación de las normas y valores circunscriptos a una micro-sociedad artificial; es difícil permanecer excluido porque toma enteramente todos los planos de la existencia y las necesidades de supervivencia física (Serra, 1989; Piperno, 1989). Sin embargo, Goffman no está de acuerdo en la utilización de los conceptos de "asimilación" o "aculturación" para referirse al proceso que vive el/la preso/presa: sostiene que las instituciones totales "crean y mantienen un tipo particular de tensión entre el mundo habitual y el institucional, y usan esta tensión persistente como palanca estratégica para el manejo de los hombres". No puede existir este manejo sin una degradación, despersonalización y rechazo de todas las características que identifican al sujeto fuera de la prisión. Si bien -durante la experiencia de campo- fue imposible no atender a las características biográficas relacionadas con las causas de detención, esto no contradice la idea del "anonimato" que se sustenta institucionalmente ya que dentro de la unidad cada detenida representaba a su apellido a la hora de atender a las prácticas diarias frente al personal policial (X recibe su alimento, X utiliza diez minutos el teléfono, X pide al médico). Al no tener autonomía ni poder de decisión se va conformando una relación de total dependencia frente a las celadoras, que engaña los esquemas valorativos de los sujetos que intervienen: se puede hablar de una 'falsa maternidad'. Raquel, una ex celadora, refiriéndose a la función de la policía dentro de una institución penitenciaria explica: [...] no te preparan para la carga psicológica que es estar 12 horas presos, siendo la descarga a tierra y el tutormamá o papá de un tipo de tu edad o más grande, porque acá te llaman: "Celadora, celadora: se me cayó la pestaña, celadora: necesito tal cosa", es una "guardería" [ella aclara que sea subrayado y puesto entre comillas] y uno no está preparado para eso, pero eso es un problema más político que otra cosa. [...] sos el pilar aunque por ahí te traten de rata o de rati o de milica bla-bla-bla... tarde o temprano caen a vos y vos sos el pilar de la familia, entonces te desgasta, te desgasta ser el tutor, padre, madre, enfermera, no sé, carmelita descalza de una persona que es un desconocido, que es mayor que vos y que encima no te quiere, encima no te quiere [repite] y eso yo creo que inconscientemente desgasta a cualquiera, y encima vos te vas de acá y te ven en la calle y sos la milica de m..., entendés, yo creo que inconscientemente desgasta, inconscientes algunos y conscientes otros. Al ingresar a una prisión se produce una ruptura casi total de las esferas principales en la vida de cada individuo: trabajo, familia y diversión. Se deja lo más lejos posible el mundo personal del detenido para que, mediante esta mutilación del yo , se lo pueda incluir y controlar dentro de este sistema carcelario. Y no puede existir control sin sumisión. Anonimato y docilidad van de la mano a la hora de comprender las prácticas carcelarias. Abundan los enunciados "Quieren que seas tranquila", "Que no molestes y cooperes", "Que te lleves bien con ellas", "Que pidas todo 'por favor' " al referirse a cómo creen que las celadoras quieren que sean las presas. En definitiva, "el encierro y todo lo que éste implica afecta las subjetividades tanto de mujeres como de varones [aunque de una manera diferencial como argumentaré]. Este sistema represivo busca desestructurar sus identidades, destruir su fuerza yoica y disminuir su capacidad de reacción y acción como sujetos sociales" . Recapitularé lo que se ha desarrollado hasta el momento. Por un lado, a través de un apretado desarrollo histórico se describió la formación de la cárcel punitiva. La misma posee dos funciones: la primera y más tradicional consiste en castigar y aislar a quienes cometieron una acción perjudicial -en definitiva- "para la sociedad", esta capacidad punitiva no ha fracasado hasta la actualidad; sin embargo, la función utilitaria de la prisión, es decir, aquéllos intentos destinados a corregir y rehabilitar a quienes han sido 'seleccionados' por el poder penal 'fracasó’ sólo en sus fines manifiestos: si se sigue manteniendo una 'ideología rehabilitadora’ es porque existen objetivos políticos que intentan disfrazar la eficiente capacidad de la prisión para controlar a quienes son considerados como una "amenaza" y poder así -siguiendo una postura "re"- perpetuar su existencia. De todos modos, desde el discurso dominante, aún no apareció un discurso ’superador’ que justifique para qué está la cárcel. ¿Se puede corregir a una persona que delinquió desde el encierro? Se sostiene que la prisión forma parte de un sistema complejo de control y segregación, no sólo de los sujetos llamados "peligrosos" sino también, en última instancia, de "las contradicciones de la sociedad" (Daroqui, 2001). Por otro lado, se analizaron las características de una institución carcelaria que tienen que ver con la sumisión y el control, me refiero a la despersonalización y dependencia que se crean allí. La prisión no sólo limita la libertad de las personas que han sido penadas por la Justicia sino que se apodera a su vez de su capacidad productiva, sus sentidos, su cuerpo, su autonomía, sus relaciones afectivas, su recreación, en una palabra, se apodera de toda su vida. Se puede afirmar que este impacto tiene una incidencia distinta entre mujeres y hombres. Esta diferencia, estaría basada en la construcción diferencial de la figura de la mujer que ingresa al ámbito penal . Si el número de mujeres presas ha aumentado, entonces, ¿son las mujeres una amenaza en ascenso del orden social? ¿Están dejando el rol de 'acompañantes’ de sus maridos y parejas en las actividades delictivas para convertirse en mujeres autónomas, independientes y "peligrosas"? Mientras que en los hombres se concentran más el aislamiento y el control por parte de la prisión, ¿se resalta más el aspecto punitivo en las mujeres al encontrarlas responsables del delito? En fin, en relación a las mujeres la prisión obliga a adaptarse a un nuevo rol que oscila entre la culpabilidad (cumplir el castigo al entenderla como peligrosa) y la vulnerabilidad (considerada como una víctima desprovista de autonomía) . Aún hay que detenerse -a mi entender- en los principales articuladores de esta historia: los sujetos que no sólo se encuentran ’devorados’ y construidos por esta gran maquinaria penal sino que, a su vez, despliegan diversas estrategias para resistir este encierro. CAPÍTULO III ¿QUÉ SIGNIFICA SER UNA MUJER EN PRISIÓN? Si nosotros, todos y cada uno, hubiéramos mantenido los derechos y las autoridades del esposo en nuestras propias casas, no tendríamos hoy problemas con nuestras mujeres. [...] Recordad todas las normas respecto de las mujeres con las que nuestros antepasados domeñaron su licencia y las hicieron obedientes a sus maridos y, sin embargo, a pesar de todas esas restricciones, vosotros apenas podéis mantenerlas en su sitio. Si ahora permitís que se quiten esas restricciones y que se pongan en un plano de igualdad con sus maridos, ¿imagináis que podréis soportarlas? Desde el momento en que ellas se hacen iguales a nosotros, serán nuestras dueñas. Catón, cónsul romano, 195 A.C. 3.1. Introducción Heroínas o víctimas, peligrosas o en peligro. Distintas son las representaciones que socialmente y, sobre todo, desde el discurso y la práctica penal se mantienen sobre las mujeres que cometen un delito. También son diferentes las concepciones que las implicadas mismas poseen de su propia conducta. Dos rasgos sobresalen a la hora de abordar este tema: las destinatarias de esta atención son mujeres y, además, están en prisión. "El derecho es un discurso social y, como tal, dota de sentido a las conductas de varones y mujeres, a los que convierte en sujetos, al tiempo que opera como el gran legitimador del poder que habla, convence, seduce y se impone a través de las palabras de la ley" . Pero desenvolviéndose en una sociedad patriarcal y de corte masculino como la nuestra, no sorprende que el derecho contenga también componentes androcéntricos, convirtiéndose en una de las formas de control social ejercido por los hombres. Propongo, junto a los diferentes autores que se ha consultado en este capítulo, incorporar dentro del discurso jurídico el de la diferencia sexual. Sólo atendiendo al concepto de género en el análisis del sistema penal se puede entender las distintas formas en que las mujeres y los hombres son vistos y 'construidos' por parte de dicho sistema, en particular, y por la sociedad, en general. En este capítulo voy a explorar: a) La definición del concepto de ’género’ en cuanto permite entender que la oposición entre lo femenino y lo masculino es constitutivo de toda relación social y de poder. A partir de una aproximación a un enfoque del control social, se delineará la construcción de la mujer tanto en el ámbito privado (como mujer reproductora de los cánones socialmente impuestos) como en el ámbito público (como mujer transgresora: ha cometido un delito). Finalmente, me detendré en la visión androcéntrica del derecho penal y su repercusión sobre la ’mujer criminal’. b) Las distintas concepciones que históricamente se han tejido sobre la mujer 'desviada' hasta nuestros días: como víctima y como peligrosa. 3.2. La construcción de una oposición : masculino y femenino Si bien mi intención no es detenerme en el complejo análisis teórico sobre la relación entre el sexo y el género (Laqueur, 1990; Thomas, 1992; Butler, 1993; Narotzky, 1994; entre otros), creo necesario desprender de las categorías femenino/masculino de su componente biológico "y atender a su construcción cultural ya no como una mera socialización del sexo biológico y sus funciones reproductivas, sino como resultado de un conjunto de factores sociales y culturales que crean la diferencia de género" . Voy a utilizar la definición de género propuesta por la historiadora Joan Scott. Para ella, el género se articula a partir de dos proposiciones: "es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basado en las diferencias que se perciben entre los sexos; y es una manera primaria de significar las relaciones de poder" . La primera conceptualización tiene cuatro elementos. Primero, convivimos con los símbolos culturales que poseen múltiples representaciones (por ejemplo, Eva y María son símbolos para la mujer en la tradición cristiana occidental; pero también representan los mitos del peligro y la pureza). Segundo, se encuentran "los conceptos normativos que definen las interpretaciones de los significados de los símbolos"; estos conceptos se expresan en las doctrinas religiosas, científicas, políticas, educativas y legales. Se afirma categóricamente el significado de lo masculino y de lo femenino, definiendo como única la posición que se hace hegemónica. Scott da como ejemplo el caso de los grupos religiosos fundamentalistas contemporáneos que "ligan sus prácticas a la restauración de un rol de la mujer supuestamente ’tradicional’ y más auténtico, cuando en realidad no tienen precedente histórico que legitime la práctica de ese rol". Tercero, critica la concepción antropológica clásica que relaciona el concepto de género con el parentesco. También hay que incluir a otras organizaciones e instituciones sociales como el mercado de trabajo, la educación, la política. Y por último, la autora se refiere a la identidad subjetiva, es decir, se analiza la influencia del psicoanálisis en la construcción de la identidad genérica. Estos cuatro aspectos constituyen -siendo unos reflejos de los otros- al género en cuanto elemento que interviene en las relaciones sociales (junto a otros elementos como las cuestiones de clase, etnicidad, etc.). Ahora me detendré en la segunda presuposición que plantea Scott: el género es un campo primario donde se articula el poder, entendiéndolo como descentralizado y disperso (Foucault, 1992; 1993). Pierre Bourdieu analiza la realidad social desde la perspectiva del género. Todo conocimiento reside en una división fundamental: la oposición entre lo masculino y lo femenino. La forma en que las personas aprehenden esta división es a través de actividades diarias que contienen un sentido simbólico, la práctica cotidiana. Para Bourdieu, los conceptos cotidianos sobre lo femenino y lo masculino como referencias objetivas estructuran la percepción y la organización concreta y simbólica de toda la vida social. Advierte que el orden social masculino está tan profundamente arraigado que no requiere justificación: se impone a sí mismo como autoevidente y es considerado como "natural", anclándose en nuestros inconscientes, las estructuras simbólicas y en las instituciones de la sociedad. En una palabra, las diferencias conceptuales en base al género se hallan involucradas en la misma construcción del poder (al distribuir el control sobre el acceso a los recursos materiales y simbólicos) . Por su parte, Maurice Godelier se pregunta analizando diversas sociedades no capitalistas por qué los hombres que ocupan el primer lugar en la producción material de la vida basado en la división sexual del trabajo- dominan a las mujeres. Encuentra su explicación en el control que ejercen los hombres sobre las mujeres en tanto reproductoras de la principal fuerza productiva: el hombre mismo. Se puede entender, por lo tanto, que las mujeres que han salido de su función de reproducción comparten en cierta manera el status de los hombres. Para concluir con esta argumentación, se ha visto que el género es una de las maneras para comprender los significados y las conexiones de toda interacción humana. "Cuando los historiadores buscan las formas en que el género legitima y construye las relaciones sociales, están desarrollando una lectura de la naturaleza recíproca del género y de la sociedad y de las maneras específicas en las que la política construye el género y éste construye la política" . Antes de involucrarme con el sistema de justicia criminal en relación a las mujeres en nuestros días, deseo resaltar dos ideas: 1) La construcción social de lo femenino y de lo masculino estructura y organiza la percepción de la realidad social que nos circunda. 2) A lo largo de la historia y atravesando distintos tipos de sociedades -de todos modos, se debe contextualizar socio e históricamente mi afirmación- se han conformado dos ámbitos en la organización social de íntima vinculación: el reproductivo (destinado a las mujeres) y el productivo (dominado por los hombres). No niego la importante participación que tiene la mujer en el mercado de trabajo en las sociedades contemporáneas, pero a lo largo de este capítulo si voy a utilizar la distinción precedente es para resaltar una forma posible de análisis de la delincuencia femenina, esto es, a través de un enfoque del control social en tanto define, construye y -eventualmentesanciona (en caso de incumplimiento del 'mandato social') a la mujer . En fin, no se puede negar que lo femenino ha estado ligado fuertemente al ámbito privado, a la reproducción y sumisión. Que se cuestionen estos postulados en función a los tiempos que corren, excede los objetivos y argumentos propuestos en esta investigación. 3.2.1. Las redes del control En el gráfico nro. 1 se ha visto que a lo largo de los años el número de las mujeres encarceladas ha ido en aumento. Pero si se lo compara en relación a los hombres, la diferencia de la población penal es muy grande entre ambos sexos . ¿Será que las mujeres delinquen menos que los hombres? ¿Son menos agresivas? En realidad, creo que de estas preguntas se desprenden connotaciones biológicamente deterministas. Prefiero reformular la interrogación: ¿por qué las mujeres no son tan controladas por el sistema de justicia penal? Se irá por partes. El término control social está relacionado con la producción del orden en una sociedad. Sin embargo, las características y los medios para alcanzar dicho orden varían dependiendo si el control social se centra en el consenso o en la coerción (Pitch, 1996). La producción del consenso se refiere al conjunto de principios o mecanismos activos que inducen a la conformidad. Los controles formales-represivos (el derecho, el sistema de justicia criminal) se convierten en una categoría residual para dar espacio a los procesos sociales de adscripción de significados, es decir, un nivel de control educativo-persuasivo (la familia, la escuela). Cuando el acento está puesto sobre los aspectos coercitivos, el control social se entiende como "las formas organizadas en que la sociedad responde a comportamientos y a personas que contempla como desviados, problemáticos, preocupantes, amenazantes, molestos o indeseables de una u otra forma. Esta respuesta aparece de diversas formas: castigo, disuasión, tratamiento, prevención, segregación, justicia, resocialización, reforma o defensa social. Está acompañada de muchas ideas y emociones: odio, venganza, desquite, disgusto, compasión, salvación, benevolencia o admiración. [...] La gente a la cual se dirige esta respuesta es vista como monstruos, bobos, villanos, enfermos, rebeldes o víctimas". El sistema de control penal (en tanto control social institucionalizado-represivo) actúa para garantizar el orden público, es decir, se ocupa específicamente de los hombres como portadores de los roles destinados a la producción material y, por lo tanto, de las relaciones de propiedad y de la moral del trabajo. "En el ámbito de la reproducción, de las relaciones de pareja, de la procreación, de la familia y de la socialización primaria, en otras palabras, el orden privado, no es objeto de control por parte del derecho penal, que equivale a decir el poder punitivo público. El sistema de control específicamente dirigido hacia la mujer [como control social no institucionalizado-persuasivo] es aquel informal que se realiza en el interior de la familia. Este sistema de control se practica por medio de la dominación patriarcal de la esfera privada y tiene su última garantía en la violencia física contra las mujeres" . Esta división permite reproducir el status quo vigente en una sociedad patriarcal y capitalista como la nuestra porque "[...] la separación entre público y privado, entre formal e informal, es un instrumento material e ideológico fundamental para el funcionamiento de una economía general del poder, en la cual todas las diferentes relaciones de dominación encuentran su alimento específico y, asimismo, se entrelazan y sostienen mutuamente" . Larrandart describe la complejidad del control social informal para lograr, en definitiva, un modelo de docilidad y pasividad para las mujeres: El papel asignado a las mujeres dentro del sistema es definido tanto por la familia, la escuela y el trabajo como por el área médica. Diferentes autores sostienen que todas estas instituciones aplican un mismo programa con los mismos objetivos: crear primero el papel que se le asigna a la mujer y mantenerla después en él. Los roles son internalizados a través de la educación y reforzados continuamente. Hace sólo unas décadas atrás hablar de una mujer ’criminal’ significaba referirse a una homicida que "descargó sus pasiones" sobre algún familiar o conocido, es decir, sus delitos se circunscribían únicamente al ámbito privado. Ahora la mujer ingresa al ámbito público y ya no como víctima sino como victimaria . Se amplió el espectro de los delitos, sin sugerir que hay un reemplazo de los llamados "homicidios pasionales". Es aquí cuando el sistema de la justicia criminal se integra al sistema de control social informal (Baratta, 2000) para manejar a las portadoras de esos roles femeninos que se han 'desviado' del control patriarcal privado. Se necesita la intervención del poder público para "enderezarlas". O, según otro punto de vista, "el peso de la ley acostumbra a recaer en mujeres que no tienen ninguno de los controles tradicionales" . De esta manera el sistema penal aumenta su tutela obteniendo un mayor control, característica que, en general, es peligrosa porque no resuelve los conflictos sino que los agrava aplicando una "solución" segregativa y represiva. En definitiva, el aparato penal no es sino un elemento de ejercicio de control social que permite asegurar la continuidad del modelo dominante y la consolidación de la jerarquización social. El término control se refiere tanto a los procesos de producción de la mujer "normal" como a los destinados a prevenir y reprimir las conductas consideradas desviadas. El rígido papel que se asigna a las mujeres y los valores implícitos en él determinan que, cuando la mujer se desvía del rol impuesto, la familia, la escuela, en fin, todos los mecanismos de control informal actúen para forzar la adaptación a ese papel. Ya se puede, en fin, contestar la vieja inquietud. Si las mujeres no son tan controladas por el sistema penal es porque ya están siendo controladas por un sistema informal, rígido e intenso, en el ámbito privado. Pero cuando delinquen están destinadas a la represiónpunición por parte del sector público debido a que los controles informales han perecido o han sido "superados" por la mujer "desviada". 3.2.2. Dentro del sistema de justicia penal ¿Qué sucede cuando las mujeres sí son controladas por el sistema de justicia penal? ¿Cómo es el trato de una mujer dentro del ámbito público una vez que ha sido presentada como victimaria? De un modo general, se pueden diferenciar dos posturas: a) Aquélla que reacciona de un modo muy estricto e intolerable porque "la mujer presa, aún cuando sólo se encuentre procesada, representa para el imaginario social a la antimujer. Representa a aquella que rompió con el pacto social y sexual; la que traicionó ese mandato social de género que la naturaliza como buena, abnegada, sumisa y altruista" . Para esta postura la mujer ha roto un doble mandato socialmente impuesto. Por un lado, rompió con el rol de buena hija, buena esposa y buena madre para encarnar las crueldades que se le adjudican al acercarse a un delito y desviarse de los códigos de femineidad; por el otro, violó la idea que la delincuencia "es cosa de hombres" para apropiarse cada vez más de las estrategias y los códigos utilizados originalmente por la delincuencia masculina. Por ejemplo, si bien no poseo los datos estadísticos, a través de conversaciones informales con las presas y con otras personas que conocen del tema, existe un incremento de causas femeninas por "robo a mano armada". Las mujeres no sólo empezaron a participar en una nueva esfera de la que eran ajenas sino que comenzaron a comportarse como hombres, incluso manifestando violencia hacia ellos: "[...] han sido tratadas más severamente que los hombres. Son mujeres que, con su conducta desviante, no solamente se desvían del aspecto "deontológico" del papel femenino sino que también se desvían respecto de la desviación femenina esperable por lo que no encuentran comprensión por parte de la justicia criminal". b) Aquí parece manifestarse un interés por parte del sistema de justicia penal (género: masculino) "de limitar su propia interferencia negativa sobre el pleno desarrollo de los roles asignados a las mujeres dentro del ámbito de la reproducción. Si los jueces penales tratan 'más caballerosamente’ a las mujeres es porque están queriendo decir que el lugar de ellas es en casa con sus hijos, y no en las cárceles" . Atendiendo "más favorablemente" a las mujeres (esto implica una menor rigurosidad de la pena) se logra mantener y reproducir el orden social en el cual ellas cumplen el rol de madres y esposas. Se recuerda aquí la explicación que Godelier encuentra para entender la dominación masculina en sociedades pre-capitalistas: "los hombres controlan a las mujeres no en cuanto productoras, sino en cuanto reproductoras de la vida que prolonga el grupo" . En esta sección pretendí reflexionar sobre la dificultad que se presenta desde los discursos y las prácticas provenientes del campo jurídico-penal, no casualmente relacionado con el género masculino, de articular estos conceptos: femineidad con delictividad. Estando socialmente instituido que el lugar de la mujer es en su hogar con su marido e hijos, ¿qué sucede con aquéllas que han quebrantado ese mandato? Dos respuestas: son severamente castigadas por esa violación de los roles asignados o son restituidas casi inmediatamente a su ámbito -debido a un gesto paternalista- para que continúen con su función. Un ejemplo sobresale para entender este delicado proceso de representación de la "mujer delincuente". En la práctica, es notable cómo influye en la resolución de un caso la manera en que se presenta la acusada. Frente al juez es más favorable presentarse sin maquillaje, con ropas simples y no llamativas, sintiendo culpa y arrepentimiento, en una palabra, demostrando ser una mujer dócil que "desea volver a su hogar para criar a sus hijos". En cambio, las mujeres reincidentes, provocativas al vestirse y al hablar, que demuestran poco arrepentimiento y preocupación por sus 'funciones hogareñas’ reproducen, de alguna manera, el quebrantamiento del mandato social. En consecuencia, les será más difícil ser tratadas "más caballerosamente" a la hora de la sentencia. 3.3. Entre la criminalización y la victimización Todo lo que vine analizando hasta ahora se puede describir desde un tiempo presente. Mi intención en lo sucesivo es remontarme a discursos y prácticas pasadas para comprender mejor las dos figuras de mujer que se han ido gestando: la mujer peligrosa (como una criminal) y la mujer en peligro (que si bien cometió un delito es considerada como una víctima). Desde los inicios del siglo XIX se comienza a cuestionar en el campo del derecho penal la particularidad de la desviación femenina. Se va a intentar entender si las mujeres –e su capacidad de delinquir- son iguales a los hombres o, debido a su debilidad, asimilables a los viejos, niños y locos. Analizar la imputabilidad o no de las mujeres se convertirá en el tema medular en la naciente criminología de la época y en sus posteriores elaboraciones teóricas bajo la óptica positivista. La desviación femenina se entenderá como "una consecuencia de una particular "naturaleza" psicobiológica de las mujeres" . Dos paradigmas se encontrarán íntimamente vinculados: por un lado, lo jurídico atenderá la capacidad de juicio y raciocinio de las mujeres; por el otro, lo científico que utilizando el campo de la fisiología elaborará una descripción detallada de las características corporales y comportamentales de las detenidas. Ambos saberes tendrán una gran influencia "sobre la construcción de un modelo de mujer, frente al cual será considerado normal adecuarse y patológico apartarse". Este modelo de mujer es el maternal: "la mujer, en realidad, es madre antes de toda otra cosa". Se pueden distinguir dos grandes conceptualizaciones sobre la mujer "desviada" que se van a ir conformando a lo largo de la historia: la mujer-víctima y la mujer-peligrosa. Ambas visiones poseen límites fluidos y flexibles y, además, es muy fácil encontrarlas cotidianamente en diversos ámbitos . 3.3.1. La mujer como víctima Como ya adelanté, a partir de finales del siglo XIX los juristas comenzaron a cuestionar si las mujeres eran imputables frente a un delito. Se comenzó a utilizar el concepto romano de infirmitas sexus o fragilitas sexus para demostrar el impedimento debido al sexo tanto para la atenuación, disminución o hasta exclusión de la imputabilidad como para la discriminación y el control sobre las acciones de las mujeres. Voy a detenerme en quienes avalan una menor imputabilidad de las mujeres: No se halla en ellas esa energía del sexo opuesto tan propicia para llevar a cabo cualquier violencia. [...] Se la forma para el hogar moral, se limitan sus aspiraciones y ambiciones, y se le demarca un reducido campo de acción, que contribuye no poco a desviarlas y alejarlas de la comisión de delitos. [...] Hay que reconocer una realidad indiscutible: la inferioridad física y mental de la mujer, frente al sexo opuesto. En esta tesis se llega a la conclusión de que las mujeres delinquen menos que los hombres y teniendo en cuenta su inferioridad y menor peligrosidad, su responsabilidad penal es menor. Esto significa que debe existir una menor dureza en las penas y la represión de sus transgresiones debe ser menos rigurosa. Estas ideas encuentran una excepción: el caso de adulterio. [...] la mujer es monógama por excelencia, quizás natural y congénitamente, y para ella es desconocido el imperioso deseo de aproximaciones con el sexo opuesto. En los casos en los que la mujer manifiesta un "apetito sexual", entendido como altamente ofensivo y descontrolado, su responsabilidad es mayor y, en consecuencia, la pena es como la de cualquier hombre. El modelo maternal está muy fuertemente instituido, condicionando y evaluando todos los actos de la mujer. A través de un análisis del control y la vigilancia sobre las mujeres argentinas de principios del siglo XX por medio de los discursos médicos de la época, Flavia Ramos dice: Cada una de las mujeres de esa época fue el resultado de un complejo entramado social que la condicionaba, mejor dicho la fabricaba, en su forma de actuar, pensar, sentir y creer. Dichos discursos definían esencialmente a la mujer en relación con la familia. Las características "naturales" que les eran asignadas a las mujeres del período, hacían que el rol de ellas fuera el reproductivo y al cual debía subordinarse toda otra actividad. Reformularé lo que se ha expuesto hasta el momento. Como la mujer tiene menor racionalidad, responsabilidad y capacidad física, sus penas son, a la vez, menores. Es evidente que detrás de estas explicaciones "científicas" sobre los motivos de una mayor benignidad penal se encuentra el hecho de que lo femenino es sinónimo de una minusvalía constante. La mujer es construida a partir de un complejo sistema social y moral que determina que su función es la reproducción. Se entiende así que el adulterio, la prostitución y aquellos actos que atenten contra el designio "natural" de una mujer sean severamente repudiados. También se puede comprender el significado de la internación de las mujeres: más que ejecutar una pena se intentaba prevenir, controlar y proteger el honor y la salud tanto espiritual como corporal , pudiéndose hablar de una función moralizadora de la reclusión femenina . María Gabriela Ini analiza los mecanismos de control que las religiosas ejercían sobre las mujeres presas en el Asilo Correccional de Mujeres que funcionó desde 1890 hasta 1974. Existe un proyecto preciso de "salvaguardar la relación mujer-Dios-maridohogar" llevado adelante con éxito por las religiosas: "[...] las que llegan como escoria de la sociedad salen miembros útiles, mujeres laboriosas y honradas que pueden ganar su vida con el trabajo de sus manos y hacer la felicidad de sus familias [...] se las forma con todas las ramas propias de su sexo y condición". En fin, se entiende bajo esta mirada a la prisión como el lugar apropiado para la reproducción, enseñanza y mantenimiento de los roles femeninos de quienes se desviaron del buen camino. A lo largo de la historia la mujer ha sido entendida como un ser débil, desprotegido, en peligro y vulnerable a "perniciosas tentaciones", necesitada de tutela y protección. Cuando me refiero a la mujer considerada como una víctima quiero destacar esta ’carga’ que por largo tiempo ha llevado y de la que no puede 'desprenderse' ni siquiera –según este punto de vista- siendo construida como "transgresora" de las normas y valores que se espera que cumpla. Voy a concluir esta parte de mi argumentación con las palabras de las presas de la Unidad de Detención N° 16 de Neuquén. Si hasta ahora -según una concepción paternalista del rol femenino- se fueron utilizando adjetivos que denotan minusvalía y limitación, en breve se podrá atender a la representación que tiene para ellas ser una mujer en prisión; sus descripciones van a girar en torno a dos términos: pérdida y nulidad. Una mujer que está presa... que una que está acá dentro perdió todo, perdió todos los derechos. Somos todos seres humanos pero para mi ver a veces que estamos acá y ya no somos mujeres como se dice. Cristina ¿Una mujer que está presa? Para mí es una mujer nula, o sea, deja de ser mujer por ahí al principio. Y es que depende también qué es lo que estás haciendo afuera. Yo, por ejemplo, era ama de casa, estaba estudiando para maestra primaria en el instituto y estaba estudiando también en la universidad profesorado de matemáticas y... entrar acá es como dejar de ser mujer. Analía Evidentemente, hoy en día no se puede sostener una función ’moralizadora y educadora’ de la prisión como a principios del siglo pasado, aunque muy lejos haya estado de cumplir sus objetivos 'redentores' en aquél entonces. Existe uniformidad en su carácter devastador sin mediar diferenciaciones en torno a cómo es construida la mujer; los efectos de la prisión, en general, son semejantes para todas. Pienso que los jueces son quienes -en última instancia- deciden la variabilidad de las penas por un mismo delito según la interpretación que le otorguen a las acciones de las mujeres. También se comprende, a través de sus discursos, la fuerte objetivación, y no únicamente a través del ámbito carcelario, de la diferenciación de lo roles femeninos y masculinos. Cuando digo 'objetivación’ quiero acentuar el persistente carácter de homologación entre la mujer con el hogar y la familia, por un lado y con la sensibilidad y debilidad, por el otro. No me gusta la idea de que haya prisiones para mujeres, quizás que hay muchas formas de que uno pueda... por ahí, confesar el mal que hizo, por ejemplo, trabajarle a la persona a la que uno le hace daño, ayudar a los demás, no sé, pienso que sería mejor. [...] las mujeres somos más sensibles, somos... o sea, por de pronto no nos merecemos tanto como los hombres. Los hombres son más fuertes, se supone que son más fuertes pero no lo son. Pero... por el tema de los hijos, de las familias... porque falta la mujer en la casa y falta todo. La verdad que estoy en desacuerdo con esto con las alcaidías y toda esta movida. Marta A lo mejor el hombre es más fuerte en la forma de que sufre pero la mujer sufre de otra forma, es más sensible, la mujer tiene sus momentos de debilidad y acá es como que lo tenés que obviar y ser más fuerte, aprender a convivir con personas que no son igual que uno. [...] no tendría que haber unidades para mujeres, tampoco para hombres porque tampoco es una forma de hacerles corregir la vida, tendría que haber otro tipo de cosas, no el encierro, no la privación de la libertad. Nieves 3.3.2. La mujer como peligrosa No todos aceptaron la representación de la mujer 'desviada' con la debilidad, inferioridad, sensibilidad y minusvalía. La menor imputabilidad en base al sexo fue rechazada por muchos: "Será menor el número de las mujeres que delinquen: pero a la mujer que ha delinquido, precisamente porque la excepción es más rara, es necesario considerarla más corrompida y malvada que el hombre que hace otro tanto: o por lo menos es necesario considerarla igualmente responsable, y eso basta". Según los análisis de esta época, el problema es que ellas han transgredido el mandato social que por "naturaleza" las confinaba (y las confina) al rol de madre y de esposa; en fin, se quiebra el rol de 'lo femenino'. Así entiende Lombroso, el máximo representante de la criminología positivista, a la mujer criminal: Pero si una excitación mórbida de los centros psíquicos viene a despertar sus cualidades malvadas y le hace buscar en el mal un desahogo, si son impiadosas y no maternales, y se agregan los impulsos que derivan de un erotismo intenso, una fuerza muscular desarrollada, y una inteligencia superior para concebir y ejecutar el mal, es evidente que la semicriminaloide inofensiva que es la criminal (...), es por así decirlo, una excepción a doble título. Como criminal y como mujer, pues los criminales son una excepción en la civilización y las mujeres criminales una excepción entre los criminales mismos (...). Por lo tanto como doble excepción son tanto más monstruosas. Hemos visto como son numerosas las causas que conservan la honestidad de las mujeres (maternidad, piedad, debilidad, etc.), si a pesar de tantos obstáculos una mujer comete crímenes, eso es prueba de que su perversidad es inmensa puesto que logró superar todos estos impedimentos. Detrás de toda definición sobre la desviación se encuentra un modelo de normalidad en contraste. Lombroso intenta destacar, de hecho, la potencial "peligrosidad" de las mujeres consideradas normales. Conviene que me detenga en el trabajo de Sylvie Frigon sobre la representación de la 'mujer desviada' a través de la figura de la bruja. La imagen de la bruja , perseguida más intensamente entre los siglos XV y XVII, fue incorporada al sistema de definiciones de la mujer que transgrede ciertas normas. Su persecución describe una de las formas de control social sobre las mujeres en relación a las normas religiosas, sexuales, médicas y sociales . La caza de brujas comienza en el momento en que la sociedad medieval se desmorona por el surgimiento de un nuevo orden social, político, religioso y científico. La caza de brujas se inscribe precisamente en un complejo proceso que intenta mantener el control y la estaticidad del viejo orden. La mujer medieval era percibida como inferior y peligrosa: el blanco perfecto para convertirlas en chivas expiatorias en relación a las dificultades del momento. Malleus Maleficarum, el tratado más célebre sobre la brujería publicado en 1487, resalta la peligrosidad de la sexualidad femenina: "Hay, tal como lo especifica la Bula Papal, siete modos diferentes mediante los cuales las hechiceras contaminan el acto sexual y la procreación: en primer lugar, incitando a los hombres a pasiones descontroladas; segundo, impidiendo la procreación; tercero, haciendo desaparecer el miembro requerido para el acto sexual; cuarto, transformando a los hombres en bestias con sus poderes mágicos; quinto, controlando el poder de gestación de las demás mujeres; sexto, practicando abortos; séptimo, ofreciendo a los niños, bestias y otros frutos terrestres al diablo" . Todas las mujeres corrían el riesgo de ser acusadas de brujería a través de su sexualidad. Las funciones asociadas a la reproducción de las mujeres (menstruación, parto, nacimientos) no podían más que causar temor y misterio junto a las funciones ligadas a la producción de conocimientos (poderes ’mágicos’, saberes obstétricos, farmacológicos). Estos miedos permitieron construir a la mujer "peligrosa" representada aquí en la figura de la bruja quien sólo podría ser controlada sometiendo su sexualidad y su cuerpo hasta llegar a su total eliminación para asegurar el mantenimiento de las relaciones patriarcales dentro del orden establecido. Siendo la caza de brujas una forma de control social de las mujeres que se apartaban de las normas sexuales, religiosas, médicas y sociales: ¿qué continuidad se puede establecer con la actualidad? Sylvie Frigon dice: Las mujeres que transgreden en los tiempos actuales y se apartan de las normas enfrentan también discursos y prácticas de censura, descalificación y criminalización que establecen una suerte de continuidad con la cacería de brujas. La bruja como imagen de mujer descarriada se plantea como la de una contestataria social. Es interesante reflexionar sobre la idea de la mujer como una amenaza al Orden y de ahí su "peligrosidad" en tanto que transgrede los roles femeninos y reproduce saberes y prácticas que ponen en cuestión la primacía de los roles masculinos. Por ejemplo, el ya mencionado ingreso de las mujeres en las esferas delictivas a través del uso de la violencia o los conocimientos de las tradicionales comadronas que se contraponen a un saber masculino y medicalizado del parto. Pero ¿de qué Orden se está hablando? Evidentemente, no de uno construido conjuntamente entre hombres y mujeres. A lo largo de la historia, la diferencia de género ha ido conformando una de las desigualdades en el complejo sistema de jerarquías e identidades de toda organización social. Siendo percibidas tanto como víctimas o como peligrosas, las mujeres forman parte del mantenimiento y reproducción de la sociedad patriarcal por excelencia. Los objetivos de este capítulo han sido varios. En primer lugar, reflexionar sobre la importancia que tiene incorporar el concepto de "género" en los análisis de las diferentes disciplinas de las ciencias sociales. El género es una ’herramienta’ que posibilita problematizar su vinculación en cuanto elemento constitutivo de un sistema de relaciones sociales y de poder que no está directamente determinado por el sexo. En segundo lugar, describir cómo es construida la "mujer criminal" articulando los roles femeninos con un enfoque basado en el control social. Y por último, analizar algunos discursos y prácticas del pasado que delinearon los rasgos de una "mujer desviada" en cuanto víctima y peligrosa. Si bien hasta el momento he prestado más atención a "el rol que se les asigna", a "cómo son construidas" y "cómo son vistas", en el próximo capítulo destacaré el carácter de la mujer como un agente que conoce y puede reflexionar sobre sus propias acciones (Giddens, 1989) a través de distintas prácticas de resistencia que, en particular, tendrán al cuerpo como un medio de expresión. CAPÍTULO IV CUERPO A CUERPO El cuerpo... es muy difícil equilibrar el cuerpo con la mente, pero lo hacemos poniendo mucha fuerza de voluntad. [...] Nuestro fin es salir más sanos o lo mejor posible de esta circunstancia en que vivimos. Nuestros carceleros piensan todo lo contrario. Si te ven haciendo gimnasia, ya te miran de una forma distinta, porque ellos creen que me estoy preparando para pegar a otro preso, en los motines, o me estoy preparando para pegarles a ellos, para fugarme. [...] Ellos piensan que todas las personas que están acá son delincuentes. Y tienen que ser castigadas. Tienen que pagar. Entonces no te dan la posibilidad de tener la armonía de la mente con el cuerpo. Te hacen la guerra. Preso de la ex cárcel de Caseros 4.1. Introducción Es interesante atender al siguiente comentario: "Todavía hoy, las mujeres, en sus cuerpos, y en su psiquis, son controladas por la psiquiatría (shocks eléctricos, medicación, terapias), y la medicina (partos, histerectomías, abortos y nuevas técnicas de reproducción). En otras culturas basta pensar en las mutilaciones genitales (clitoridectomía, infibulación) a las mujeres veladas, a las mujeres sati, etc. Las mujeres son controladas a través de sus cuerpos, su femineidad, su sexualidad, conocimientos y sus habilidades, y esto en nombre de la religión, de la ciencia, la moral, la estética y del derecho" . Se pueden considerar también ciertos imperativos de la moda unidos a presiones morales, económicas y de status que a través del uso del corsé (en el siglo XIX) y a la aceptación de modelos de delgadez (a partir del siglo XX) reproducen un ideal de mujer que debe modificar su cuerpo para ajustarse a las normas de belleza organizadas alrededor de valores patriarcales (Turner, s/f). En fin, estos son ejemplos que, en el caso de las mujeres, describen el control que se tiene sobre ellas a través de su cuerpo. En este capítulo me voy a concentrar en el cuerpo. Esto significa ingresar a un campo durante mucho tiempo relegado por las ciencias sociales pero que, a mi entender, es imprescindible si se quiere comprender cómo se desenvuelven las diferentes prácticas y estrategias de control y dominación en cualquier tipo de interacción humana y, específicamente, carcelaria. En una primera parte, intentaré acercarme sobre las bases de las dualidades mente/cuerpo y naturaleza/cultura a las diferentes concepciones que se han ido desarrollando sobre el 'cuerpo' para poder llegar a una conceptualización no acabada ni fija del mismo. En la segunda parte, voy a analizar la relación cuerpo y poder para comprender, por un lado, cómo la prisión y las relaciones sociales que allí se establecen han ido modelando y modificando los cuerpos de quienes ingresan en sus redes; por el otro, se verá que ese mismo cuerpo que es "silenciado", a la vez despliega - guiado por un actor pensante y reflexivo- diferentes mecanismos para ser escuchado y generar una resistencia frente a tanta opresión, anonimato y malos tratos. 4.2. Buscando un acercamiento al cuerpo En la Antropología como en el resto de las ciencias sociales el cuerpo ha sido poco problematizado, fue dejado entre "paréntesis", como si fuera una caja negra pero, en este caso, vacía de información relevante. La visión platónica-cartesiana sobre la persona ha producido discursos en donde prevalecían dualismos bien determinados (mente/cuerpo, razón/emoción, subjetivo/objetivo, entre otros) que fijaron un modelo occidental de persona. Así se obtuvo una concepción de la mente como un lugar interno e inmaterial de racionalidad, lenguaje y conocimiento. En oposición, el cuerpo es considerado como una máquina, un lugar material de irracionalidad y sentimiento (Farnell, 1999). En la academia occidental, esta dicotomía ha privilegiado considerar a los signos escritos y hablados como un conocimiento "real", relegando al cuerpo y todo lo que él mismo expresa a una posición subordinada y casi silenciada. Por su parte, en los comienzos de la disciplina, los antropólogos prestaron atención al estudio del cuerpo por un interés en los fenómenos visuales de los "otros" no occidentales: máscaras, ornamentos, tatuajes. Más aún, esta atención se circunscribía en demostrar la 'maravillosidad y exoticidad' de los hallazgos: Estas pequeñas piezas en forma de disco, redondas y planas, con un agujero en el centro, de variados colores que van del marrón terroso al rojo carmín, se emplean de varias maneras para la ornamentación. El uso más generalizado es para pendientes, hechos de un aro de concha de tortuga que cuelga del lóbulo de la oreja y del que pende un manojo de discos de concha. Estos pendientes se llevan mucho; especialmente entre los massim se ven colgando de las orejas de todos los hombres y mujeres de clase media, mientras que otros se contentan con la concha de tortuga sola sin el adorno de los discos . Una larga historia de amores y odios, de alabanzas y culpabilidades ha conformado la visión que hoy se tiene del cuerpo. En la Antigüedad grecolatina el cuerpo fue divinizado mediante expresiones artísticas y el apoyo al ejercicio corporal, pretendiendo llegar a un equilibrio sintetizado en la conocida frase "mente sana en cuerpo sano"; la belleza física bastaba para alcanzar un status cuasi divino. Durante la Edad Media el odio hacia el cuerpo llegó a niveles extremos. El Cristianismo ayudó a la construcción de un cuerpo culpable: "se propició un castigo y la autoagresión a través de la penitencia, y la mortificación se consideró un camino necesario para superar el pecado al que nuestro cuerpo necesariamente nos conduce y lograr los eternos goces del espíritu en la otra vida" . Con el Renacimiento resurgió la atracción hacia lo corporal pero esta vez con una clara separación entre el alma y el cuerpo para llegar a una visión mecanicista, estableciéndose a partir del desarrollo de la morfología y anatomía. Es conveniente detenerse en las distintas concepciones sobre el cuerpo a partir de las relaciones mente-cuerpo y naturaleza-cultura para contribuir a la formulación de las siguientes ideas: - A través de la historia, el cuerpo ha ido conformándose como una entidad subordinada a la 'pureza' y perfección de la razón y del alma; por consiguiente, el cuerpo ha sido menospreciado y relegado, constituyéndose así en un elemento vulnerable que está apto para ser dócilmente "capturado" y modelado -en este caso- por una institución penitenciaria encargada de hacer efectivo el cumplimiento de una pena. - La noción de ’cuerpo’ que quiero sostener intenta escapar a conceptualizaciones dicotómicas que limiten la comprensión. Sólo articulando lo físico, social y psicológico se puede entender la totalidad de una corporalidad que se encuentra aprisionada por diferentes prácticas y estrategias carcelarias que se analizan en esta investigación. 4.2.1. Mente y Cuerpo Semejante a un dios me parece el hombre que frente a ti se sienta y muy próximo escucha el encanto de tus dulces palabras y tu sonrisa que halaga y acaricia, y profundamente el corazón en el pecho me turba. Apenas mi mirada te divisa, se extingue la voz en la garganta: la lengua está como muerta. Por las venas un sutil fuego serpentea, y ya nada ven los ojos, y un zumbido potente aturde los oídos. El sudor escurre por los miembros, un temblor me asalta, y más pálida que una espiga de hierba, soy semejante a aquel que está próximo a la muerte. Safo, poetisa de la antigua Grecia En este fragmento la mente queda ausente y sólo está presente el cuerpo con sus funciones. A través de esta poesía y del estudio de otras obras como las de Homero, Rossi (1994) sostiene que el dualismo mente-cuerpo aún no ha sido construido en la época clásica, manteniéndose una estrecha unidad hasta que a partir de una realidad, que es la del cuerpo, se llega a una metáfora, la mente; en sus orígenes la palabra 'psique' tiene un significado concreto y corpóreo. Es decir, siguiendo este razonamiento, la dimensión mental o psíquica es una metáfora, aprendida en el tiempo, en la cultura y en la evolución individual de lo corpóreo y lo físico: el cuerpo siempre es individual en cuanto que sólo la mente -como metáfora- puede ser colectiva. Rossi dice que "La autonomía de las funciones mentales, la rebelión contra los dioses y el destino, nace más tarde en la lírica, cuando mente y cuerpo se separan, porque ya ha ocurrido la invención de la mente: el hombre trágico ya no siente ser un cuerpo impulsado por sus instancias y por sus funcionamientos, sino que vive esta inevitabilidad de los acontecimientos como un observador separado y angustiado, como si una cosa fuera el cuerpo que se expresa, y otra la mente que ve este acontecer" . Esto conduce a atender a la distinción que Platón (427-347 a.C.) ha formulado entre el mundo de las ideas y el mundo de los sentidos, sin el objetivo de introducirme en debates filosóficos sino para resaltar -a grandes rasgos- la notoria influencia que estas ideas han dejado sobre el pensamiento Occidental hasta nuestros días. Para Platón, el hombre es un ser dual. Se tiene un cuerpo que "fluye" y que está indisolublemente ligado al mundo de los sentidos; todos los sentidos están unidos a este cuerpo y, en consecuencia, no son totalmente confiables. Pero también se posee un alma inmortal que es la morada de la razón, y precisamente porque el alma no es material puede tener acceso al mundo de las ideas eternas, perfectas e inmutables (Gaarder, 1995). Platón creía que el alma ya existía antes de venir a habitar nuestro cuerpo, quedando como aprisionada al cuerpo una vez allí y, en consecuencia, abandonando las ideas perfectas que desde la inmaterialidad albergaba. En definitiva, se puede descubrir que la división mente-cuerpo ha sido producto de un lento proceso histórico, cultural y filosófico que permitió un descentramiento del sujeto en cuanto a su carácter físico y espiritual. Este quiebre va a generar el soporte de una idea del cuerpo asociado a lo imperfecto, a la simple materialidad y sensibilidad; mientras que la mente ha concentrado las características de perpetuidad, perfección y objetividad. Desde los lineamientos de esta escisión, pensar nuevamente en una unidad de la mente con el cuerpo no ha sido una tarea fácil a lo largo de tanto tiempo. Sólo se podrá aproximar a esta idea si se considera al cuerpo como una totalidad que se construye a través de la articulación de los aspectos biológicos, sociales y psicológicos (Lock, 1993; Bernard, 1994; Bovio, 1998; Csordas, 1999; Frigon, 2000a; Lamas, 2000). Si hasta el momento me concentré en la división mente-cuerpo para describir el lugar que ha obtenido el 'cuerpo' a través de la historia, ahora ampliaré el eje del análisis a partir de la relación naturaleza-cultura para intentar acercarme a una conceptualización que, por un lado, abarque diferentes rasgos estructurales a partir de una visión totalista del cuerpo; y, por el otro, se tenga en cuenta que el cuerpo es un sitio fundamental donde también opera el poder. 4.2.2. Naturaleza y Cultura La construcción occidental de la oposición naturaleza y cultura ha influido diversas teorizaciones sociales acerca del cuerpo. Emile Durkheim en Las formas elementales de la vida religiosa dice que el hombre es doble: distingue así al cuerpo físico universal de un cuerpo socializado más elevado. Para el grupo de los Annales el cuerpo es una tabula rasa, como la primera y más natural herramienta del hombre desde donde el orden social es creado . Una atención especial merece el trabajo de Marcel Mauss que describe el modo en que cada sociedad desarrolla una determinada forma de nadar, de cargar a los niños, de dormir, de lavar, de caminar, entre otras actividades. Todas estas maneras de actuar son técnicas concretas y específicas que son aprendidas desde la niñez, sin existir un tipo de conducta natural. Para Mauss las técnicas corporales son "la forma en que los hombres, sociedad por sociedad, hacen uso de su cuerpo en una forma tradicional", esto es, a través de una transmisión (que puede ser oral) de sus técnicas. Es necesario considerar los actos corporales a través del concepto de "hombre total", es decir, interrelacionando el aspecto físico con el psicológico y el sociológico. Al hablar de movimientos corporales se supone el predominio de un gran aparato fisiológico o biológico, pero no es así. Se debe incorporar la idea de una educación y sociedad que influyen sobre las conductas y movimientos adquiridos, como Mauss dice, "el acto se impone desde fuera, desde arriba, aunque sea un acto exclusivamente biológico relativo al cuerpo" . Por su parte, Mary Douglas incorpora la función de control de la sociedad. Afirma que "el cuerpo social condiciona el modo en que percibimos el cuerpo físico. La experiencia física del cuerpo, modificada siempre por las categorías sociales a través de las cuales lo conocemos, mantiene a su vez una determinada visión de la sociedad" . Existe una interrelación e intercambio continuo entre el cuerpo físico y el social. Sin embargo, toda expresión natural está determinada por la cultura. Siguiendo un análisis estructuralista, no le interesa el cuerpo físico en cuanto representación de lo individual; por lo contrario, enfatiza el significado universal que alcance al responder al sistema social. Este condicionamiento cultural de lo corporal se manifiesta a través de las distintas formas en que el control social limita y restringe la expresión del cuerpo. Por ejemplo, cuanto mayor sea la presión por parte del sistema social mayor será la tendencia a descorporeizar las formas de expresión: a mayor refinamiento, menor ruido al comer. Necesito detenerme aquí. Creo que ya se puede destacar un aspecto para analizar. Me refiero a las limitaciones que surgen cuando se piensa pasivamente en términos dicotómicos . Si bien se rechaza la idea de reducir lo corpóreo a lo exclusivamente perceptible y físico; tampoco se admite una sobredeterminación socio-cultural en la construcción corporal que es, a mi entender, lo que Mauss y Douglas han planteado. No niego que la naturaleza es vista en y a través de la cultura; que el hombre es, en definitiva, naturaleza transformada. Pero precisamente se busca integrar ambos conceptos. Las oposiciones naturaleza/cultura y mente/cuerpo deben ser interrogadas para alcanzar un enfoque que se abstenga de restricciones que limitan la comprensión. Considero que el cuerpo debería ser visto desde una concepción total. Bovio explica al respecto: [...] abandonar la falsa idea de que somos puramente históricos, moldeables socioculturalmente sin restricción alguna. En su lugar, debemos acercarnos a la comprensión del cuerpo natural, que es biología, vida social y personalidad distintiva de cada quien . En el campo de las ciencias sociales comienza a surgir un nuevo concepto, embodiment que, precisamente, sustenta la integridad corporal que he privilegiado unida a una idea del cuerpo como eje del mundo. Merleau-Ponty ha sido uno de los representantes más influyentes de la tradición fenomenológica en la construcción de este concepto. Dice que cada cuerpo es un punto de vista acerca del mundo, es decir, percibimos el mundo con nuestro cuerpo. Pero el cuerpo no es una categoría abstracta sino el punto de vista de cada quien sobre la realidad; el cuerpo es un vehículo del ser-en-el-mundo. "Es cuando comenzamos a pensar acerca del cuerpo como siendo-en-el-mundo que nos encontramos no más interesados en ’el cuerpo’ per se, sino en el embodiment como una condición existencial" . Esta corriente basada en el embodiment ha contribuido a la reflexión de que no sólo se posee un cuerpo sino que, a la vez, se es un cuerpo, es decir, otorga identidad al ser un cuerpo que forma parte del mundo natural (Lock, 1993; Le Breton, 1995); "hablar desde el cuerpo" ha tenido menor atención que "hablar sobre el cuerpo" en las últimas dos décadas (Farnell, 1999). Es tiempo de escucharlo. Este ha sido mi principal desafío: captar los reclamos, las opresiones y victorias que 'gritan' los cuerpos de las mujeres que están presas. El cuerpo es un espacio donde se manifiesta el poder. Así como se ha conformado en el blanco perfecto para castigar a quienes se 'desviaron de las normas', al mismo tiempo es un medio privilegiado para manifestar disentimiento y rebelión. Entonces, ¿qué dice un cuerpo que está encerrado y controlado?; ¿cómo el cuerpo se puede expresar frente al silencio sepulcral de la prisión? Más adelante volveré sobre estas cuestiones. 4.3. El cuerpo como blanco del poder: entre la sumisión y la resistencia En la introducción de este capítulo hablé del control que se ejerce sobre las mujeres a través de sus cuerpos dentro de los ámbitos cotidianos y aceptados de cada sociedad. Los discursos y prácticas provenientes de la ciencia, la religión, la moda, el derecho o la moralidad de un determinado grupo étnico y social van a establecer un modelo de control corporal -y no sólo con las mujeres- sobre la base de lo permitido/no permitido. ¿Qué sucede cuando se analizan los saberes y prácticas corporales dentro del ámbito penal, de la prisión como espacio del castigo por excelencia? Primera observación. Existe una ignorancia que enceguece cualquier tipo de conocimiento que se pueda tener acerca de lo que le sucede al cuerpo que es sometido al encierro-castigo. De lo poco que puede salir del 'mundo carcelario' hacia la sociedad predomina la idea de los golpes y palizas que se realizan tanto entre los/as presos/as mismos/as como entre ellos/as y el personal penitenciario. Esto existió y existe, no hay dudas. Pero considero de igual importancia comprender aquellas prácticas sutiles y casi 'anónimas’ que inscriben en los cuerpos de los/as detenidos/as todos los sufrimientos y tormentos que la cárcel aún mantiene. Segunda observación. El cuerpo nunca ha sido ajeno al castigo; de hecho, la pena carcelaria siempre ha tenido una naturaleza plenamente espacial (al limitar la libertad de movimiento) y corporal: "La cárcel es, desde siempre, un lugar de contagio, de difusión de morbosidades que, en las diversas contingencias históricas, agrede a los más indefensos: pulmonías y escorbutos en las primeras Galeras; infecciones de todo tipo, locura y promiscuidad en la época del Gran Internamiento; drogas y SIDA en la cárcel contemporánea" . Si bien las reformas posteriores guiadas por los criminólogos positivistas intentaron "suavizar" y ocultar los efectos físicos del encarcelamiento a través de una serie de mecanismos ’terapéuticos’ y ’rehabilitadores’ para llegar "al alma" de los condenados , hoy ya no se puede esconder más la naturaleza corporal de la pena. Desde los suplicios hasta la cárcel punitiva el cuerpo ha sido torturado: de una forma espectacular y pública en un caso; minuciosa y silenciosa en el otro. Última observación. El estudio del cuerpo en prisión no sólo describe y denuncia los efectos que se expresan a través de un cuerpo pasivo, sumiso e impersonal; por el contrario, también se reconocen en él las manifestaciones de los sujetos que se oponen a este lento aniquilamiento y buscan por todos los medios resistirlo. 4.3.1. De la macropolítica del espectáculo a la microfísica de la vigilancia Michel Foucault en Vigilar y Castigar se propone explicar la desaparición del castigo como un espectáculo público de violencia en contra del cuerpo y el surgimiento de la prisión como forma general de castigo moderno. Damiens fue condenado, el 2 de marzo de 1757, a "pública retractación ante la puerta principal de la Iglesia de París", adonde debía ser "llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha de cera encendida de dos libras de peso en la mano"; después, "en dicha carreta, a la plaza de Grève, y sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberán serle] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pantorrillas, y su mano derecha, asido en ésta el cuchillo con que cometió dicho parricidio, quemada con fuego de azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento . Más allá de condenar estas prácticas como crueles y desmedidas, "el espectáculo del patíbulo" tiene un sentido y un significado preciso que Foucault analiza. El cuerpo del condenado a través del suplicio concentra una doble finalidad: por un lado, y con el uso de la tortura judicial se intenta obtener la verdad a partir de la confesión y, por el otro lado, se aplica el castigo merecido (como acto de venganza) por atacar al soberano, cualquiera sea el crimen cometido. Con este sentido, el cuerpo actúa como una superficie donde se inscriben las marcas del poder. Pero al inicio del siglo XIX, este castigo-espectáculo ya no es tolerado y es reemplazado por el encarcelamiento como una forma más "humanitaria" de castigo. "Pero la relación castigo-cuerpo no es idéntica a la que se daba en los suplicios. El cuerpo se encuentra aquí en situación de instrumento o intermediario; si se interviene sobre él, encerrándolo o haciéndolo trabajar, es para privar al individuo de una libertad considerada a la vez como un derecho y un bien. El cuerpo, según esta penalidad, queda prendido en un sistema de coacción y privación, de obligaciones y prohibiciones. El sufrimiento físico, el dolor del cuerpo mismo, no son ya los elementos constitutivos de la pena. El castigo ha pasado de un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos" . Se realizó así un desplazamiento del "objeto" del castigo: del cuerpo al alma de los condenados. ¿Cómo se podría ’disciplinar’ y ’rehabilitar’ si no se captura al alma, entendido como "la morada de los hábitos", para producir dicha modificación de los sujetos presos? Una vez más, se ve esta tendencia a "descorporeizar" la pena para aprovechar las "bondades del alma" que, siguiendo la clásica conceptualización platónica, puede ser confiable y acertado para ’moldear’ a quienes se encuentran en las redes penales. Sin embargo, y me alejo de todo interés considerado como terapéutico, es innegable que 'encierro' y 'cuerpo' siempre han mantenido y mantienen aún un nexo indisoluble. Un castigo como el de la prisión "no ha funcionado jamás sin cierto suplemento punitivo que concierne realmente al cuerpo mismo: racionamiento alimenticio, privación sexual, golpes, celda. ¿Consecuencia no perseguida, pero inevitable, del encierro? De hecho, la prisión en sus dispositivos más explícitos ha procurado siempre cierta medida de sufrimiento corporal" . Y si la mirada pública acepta su permanencia y reproducción es porque los diferentes castigos y sufrimientos físicos y emocionales -tan anónimos y silenciados- son disfrazados bajo la noción de "pérdida de la libertad" y, evidentemente, esto no afecta la sensibilidad 'civilizada' de la sociedad (Garland, 1999). Según Foucault, la prisión toma el cuerpo del detenido y lo disciplina, ejercita, adiestra, le organiza su tiempo y movimientos, con el fin último de transformar su alma. Para él, "el cuerpo humano es el material primario que es atrapado y moldeado por todas las instituciones políticas, económicas y penales. Los sistemas de producción, dominación y socialización dependen fundamentalmente de subyugar el cuerpo. Aún más, requieren que el cuerpo sea dominado y sometido a adiestramiento para volverlo dócil, obediente y útil en mayor o menor grado." No puede existir una transformación si no se tiene en cuenta el concepto de tecnología política del cuerpo, es decir, un cuerpo ’útil’ se manifiesta cuando es a la vez un cuerpo sometido (inmerso en el campo político) y un cuerpo productivo (proporciona una utilización económica). Se puede decir, entonces, que las disciplinas son "un arte del cuerpo humano" y un método ancestral de dominarlo y volverlo obediente y útil; la disciplina fabrica así cuerpos dóciles. En fin, el espectáculo público del castigo cedió su lugar a una 'micropolítica del control’ en la pena carcelaria que, a pesar de su "invisibilidad", no deja de ser tan 'espectacular' como cualquier suplicio del pasado. 4.3.2. El cuerpo en el encierro A esta altura ya se puede afirmar que la prisión y las relaciones sociales que se generan en su interior marcan y modelan los cuerpos de quienes son seleccionados para caer en sus redes. ¿Cómo los modelan y marcan? Este va a ser el objetivo principal de esta parte: me refiero a describir los efectos reales y concretos que el encierro carcelario tiene sobre los cuerpos de sus 'huéspedes’. Pero antes es conveniente insistir sobre qué cuerpo se está hablando. El cuerpo es un medio de expresión (Douglas, 1978; Buzzatti y Salvo, 2001) que es vivido como una totalidad construida por diversos factores. Cuando las presas ingresan a la prisión, ya vienen con un cuerpo construido que manifestará ciertos cambios una vez dentro; es aquí donde incluyo la noción del cuerpo "como una superficie sobre la cual se inscribe lo social" , refiriéndome al poder punitivo de la prisión y a las relaciones que se generan entre las mismas presas. De todos modos, si bien acepto la idea de un cuerpo sobre el que se inscriben diferentes sucesos sociales, considero que esta interpretación por sí sola es limitada para entender el rol activo, reflexivo y variable del cuerpo en relación a distintos factores que interactúan. Esta es la idea de totalidad que vengo sosteniendo. 4.3.2.1. El cuerpo en situaciones extremas Un sujeto se produce y reproduce reflexivamente a través de su paso por las actividades cotidianas en las prácticas sociales (Giddens, 1998). Le Breton dice que "a través de las acciones diarias del hombre, el cuerpo se vuelve invisible, ritualmente borrado por la repetición incansable de las mismas situaciones y la familiaridad de las percepciones sensoriales" . ¿Qué sucede cuando el cuerpo se enfrenta a una situación extrema como la prisión o un campo de concentración? Según el autor, "el cuerpo comienza, de pronto, a sentir con una insistencia, una exigencia que contrasta con la experiencia anterior vinculada con lo cotidiano [...] En estas condiciones el cuerpo de la víctima se instaura como una especie de existencia dual. La dualidad de la experiencia corporal de lo cotidiano [por ejemplo, un dolor de cintura rompe con la coherencia monótona y automática de lo cotidiano y se lo vive con una sensación de extrañeza y angustia], casi siempre provisorio y sin consecuencias, aparece aquí [en una situación extrema] con un poder inapelable y siempre negativo. La lucha por la supervivencia que se renueva cada día, implica, en primer término una lucha contra el propio cuerpo". El sujeto se siente aprisionado o "clavado" a su cuerpo (como en la perspectiva platónica) porque el hambre, el frío, las vejaciones o el agotamiento, en fin, el constante límite con la muerte -teniendo en cuenta el caso de los campos de extermino- hacen que se interiorice una especie de muerte simbólica donde el "yo" está cada vez más desvalorizado y restringido. Bruno Bettelheim, un reconocido psicólogo social y sobreviviente de los campos de concentración alemanes, dice que: Nos encontramos en una situación límite cuando de pronto nos vemos lanzados a una serie de condiciones donde nuestros mecanismos de adaptación y valores ya no sirven y cuando algunos de ellos incluso pueden poner en peligro la vida que se les había encomendado proteger. Entonces nos encontramos despojados de todo nuestro sistema defensivo y arrojados al fondo del abismo, desde donde tenemos que labrarnos un nuevo sistema de actitudes, valores y forma de vivir conforme a las exigencias de la nueva situación. El objetivo de la Gestapo consistía en convertir a los individuos en masas dóciles de las que no pudiera surgir ningún acto individual o colectivo de resistencia, realizable gracias a una producción de actitudes y una dependencia infantil en sus víctimas. Bettelheim sobrevivió porque pudo llegar a proteger su "yo", no renunció a su personalidad. Aquí se vuelve a la idea de estar "clavado en un cuerpo", es decir, el despojo del sujeto alcanzó su punto más alto; cuando se perdió todo, sólo queda el límite del cuerpo: "El anonimato significaba una seguridad relativa, y también renunciar a la personalidad; así el cuerpo caminaba algún tiempo, y con más seguridad. Pero si se presentaba una situación que requiriera visión, independencia de acción y tomar decisiones, los que habían renunciado a la personalidad para salvar el cuerpo, eran menos capaces de preservar y salvaguardar el cuerpo que habían salvado mediante la renuncia a su calidad humana" . Saliendo de una situación límite en un campo de exterminio, para Mariano Castex (1996: 63-64) - detenido durante la última dictadura militar argentina- la prisión busca mantener "la corporeidad" del detenido/a para poder destruir lentamente su "eseidad". Esto significa que una vez cumplida la pena el/la preso/a vuelve a la sociedad como un "cuerpo sin alma" o un "muerto que camina". De todos modos, esta afirmación es válida principalmente para los casos de presos políticos, es decir, sobre quienes se implementó una política explícita de aniquilamiento y destrucción. Resumiendo, en situaciones especiales cuando el "yo" del sujeto se ha evaporado, el cuerpo es el único límite que subsiste; si se ha perdido la dignidad, autoestima y autonomía sólo queda un cuerpo con hambre, agotamiento, llagas, golpes y frío: es como estar "clavado en un cuerpo" que monopoliza los sentidos. 4.3.2.2. Los efectos corporales de la prisión Ya es tiempo de describir los efectos concretos de la prisión. Aquí, cuando hablo de 'prisión’ incluyo a las prácticas institucionales, al encierro carcelario y a las relaciones que se establecen tanto con el personal policial como entre las mismas presas. Organizaré la exposición a partir de tres categorías : el "cuerpo enfermo", el "cuerpo alienado" y el "cuerpo marcado". El cuerpo enfermo Como ya he argumentado, un cuerpo total puede entenderse si se considera al cuerpo y a la mente como una unidad articulada. "La impotencia ante una maquinaria que lo ha caratulado, transformándolo en un ser vejado, aislado entre rejas y desconectado de su historia, estalla entonces con volcánico furor en la psiquis del encausado. El cuerpo responderá en muchos casos con lesiones, graves o gravísimas, marcando al sujeto por el resto de su vida. Tal es el caso de las úlceras de estrés, las cardiopatías, las depresiones, las dermopatías rebeldes, etc." . Las presas mismas hablan de los trastornos "psico-somáticos" que padecen, es decir, establecen un nexo firme entre el cuerpo y la mente. Si bien ninguna de las entrevistadas se reconoció como ’enferma’, abundan los malestares que tienen que soportar diariamente; todas, sin excepción del tiempo de encarcelamiento y edad, han sufridos cambios físicopsíquicos desde que están en prisión. En general, teniendo en cuenta mi observación en el trabajo de campo, se puede dividir los distintos trastornos a partir de dos grandes motores: a) Debido al stress: indudablemente existe una situación muy tensa y angustiante en relación a la espera del juicio, a los niños y parejas que permanecen en el exterior, a las limitaciones del dinero, a la nueva forma de convivencia que es un quiebre abrupto con todos los referentes y valores que se mantenían ’en el afuera’, a las peleas, entre otros motivos. Los malestares más comunes son los dolores de cabeza y de estómago (gastritis); el período menstrual es altamente irregular; se desarrollan diferentes enfermedades cutáneas (psoriasis, acné) y se padecen distintos tipos de contracturas musculares. b) Debido a las características estructurales del encierro: existen problemas de columna y postura por tanto tiempo que se permanece sentada (en bancos sin respaldo); se producen insomnios por los limitados movimientos y actividades que permitan "despejar la mente"; la visión disminuye al no tener buena luz ni horizontes más amplios donde fijar la mirada y, en consecuencia, se la concentra en un punto fijo, por ejemplo, la televisión; trastornos auditivos debido a los altos volúmenes de la música, a la fuerte resonancia de las puertas que se abren y cierran, a los gritos, etc.; en relación a la alimentación se puede adelgazar o engordar, dependiendo de su estado anterior . Analía ha venido reflexionando hace tiempo sobre el tema de su cuerpo y las modificaciones que ha tenido desde que está en prisión y, sintetizando prácticamente todo lo que se viene exponiendo hasta el momento, explica: Yo entré gorda porque los mismos problemas de afuera me hacían engordar y ahora adelgacé muy de golpe. Tengo dolores como todas pero trato de no tomar nada porque soy, viste, de no tomar pastillas ni nada de eso. Sí, sufrís mucho de columna, de los nervios, las posturas cambian, cada vez estás más encorvada porque los asientos no son los adecuados, te salen más vellos, te cambian las hormonas y... del encierro, debe ser del encierro. [...] te sale un granito y demora muchísimo en cicatrizar, o sea, te cierra quizás pero después te queda una mancha roja como un moretón y después te cuesta, o sea, lleva más tiempo que cuando vos estabas afuera. [Sobre el período menstrual] Descontrolado, descontrolado. Y hay meses que... yo los primeros meses de encierro, no sabés, era como que la sangre me bombeaba a la cabeza, un dolor, pero es hasta que te acostumbrás al encierro. Y después no, yo ahora no. Lo que sí no es típico de venirte puntual como afuera. [...] Perdés muchísimo la memoria, no podés retener como... o sea, no te acordás, te cuesta. Y quizás el problema visual no es visual sino de fijación, viste?, no de corta vista sino cuando vos fijás en un punto y que ves doble, porque a mí me ha pasado anteriormente, no es miopía, sí, eso pasa pero pienso que debe ser que vos siempre estás mirando algo fijo, mirás mucho la televisión y por ahí estás muy cerca o muy alejada, casi siempre estás muy cerca. Y la música fuerte, se acostumbra el oído, no podés estar en silencio. El cuerpo alienado "La prisión actúa de tal manera que te vacía progresivamente, incluido el propio interior. Está en la lógica del encierro, la de ir hasta el esqueleto" . Al hablar de "alienación" pretendo resaltar que, en este caso, las tecnologías políticas se apropian de ciertas características y habilidades que pertenecen y constituyen a los sujetos que están en prisión. Toda apropiación implica una pérdida experimentada y, de hecho, vivida a través de sus propios cuerpos. En primer lugar, atenderé al "olvido" y hasta la negación institucional de la sexualidad de las detenidas. No se comprende que por "problemas de infraestructura" se les niegue a ellas a ejercer un derecho primordial en la vida de todo ser humano. Sólo unas pocas excepciones poseen el "beneficio" de trasladarse a otro establecimiento donde sus maridos/parejas están detenidos. Este "olvido" atenta contra su identidad como mujeres. En segundo lugar, la disciplina y la práctica institucionales crean una especie de 'dependencia infantil' por parte de las presas que puede ser entendido a partir de un obsesivo control de sus movimientos y acciones. La prisión anula el dominio sobre los propios actos. Aquello que la institución ’captura’ nunca más será devuelto, dejando secuelas irreparables sobre los cuerpos de las detenidas. ¿Qué es lo que la prisión captura? Este es el relato de Marta: Tengo miedo, como que acá te autoprotegen, viste, te agarran del brazo para cruzar una calle, te suben, te bajan, vamos acá, vamos allá, o sea, te acostumbrás a eso. Yo me acostumbré mucho a eso, que salgo a la calle y qué sé yo, espero que alguien me diga "Bueno, listo, cruzá la calle" o sino me tomen el brazo y digan "Bueno, vamos". Ese es el problema que tengo [ríe], no sé andar sola en la calle. [...] Me preocupa porque perdí algo que era mío, no sé, me robaron algo acá, acá me robaron algo. Uno puede salir rehabilitado en la forma... qué sé yo, puede salir una mejor persona, más tranquila, te pueden sacar eso pero, a la vez, te están robando algo, te están quitando algo de vos y... no sé si lo voy a recuperar. Pero te duele más que te quiten algo tuyo que, no sé, que salga de acá. Por su parte, Marina se refiere al excesivo control institucional como una 'invasión’. No existe -por lo menos institucionalmente- la posibilidad y regularidad de que las presas mantengan algún ámbito privado: [...] cuanto valor tengo yo misma a quien le quitaron de ser independiente, te quitaron todo. Acá adentro te controlan hasta los minutos para hablar por teléfono, me controlaron tanto, me controlaron, qué sé yo, cuántas bombachas entraba, algo que era muy particular mío, me controlaron si me ponía una bombacha quizás cola-less o no y... me dolió muchísimo eso. Para terminar, cuando se les pregunta qué es lo primero que harán al salir en libertad no es sorprendente que deseen caminar mucho, sentir el sol a pleno todo el tiempo que quisieran, oler el aire fresco y el pasto, entre otras cosas; en fin, volver a vivir situaciones y sensaciones que no son nada triviales para quienes se les han sido privadas y anuladas por completo. Un cuerpo encerrado es un cuerpo al que se le suspenden y 'adormecen' muchas facultades inherentes a todo ser humano; la institución prisión se las apropia no sin dejar sus efectos sobre quienes han sufrido esta pérdida. El cuerpo marcado Impacta observar por primera vez los cortes en los brazos de algunas detenidas. Impacta, asimismo, intentar imaginar lo que cada corte puede expresar. Se verá aquí que "el cuerpo deviene un texto, un sistema de signos que es necesario descifrar, leer, interpretar [...]. El cuerpo es un depósito de inscripciones, de mensajes entre las fronteras interior y exterior" . Analizaré los tatuajes. Existe un imaginario -ya hace un tiempo poco convincente entre los mismos presos- sobre el status, agresividad, honor y liderazgo de quienes usan tatuajes en prisión. Hoy en día esta representación ha sido cuestionada teniendo en cuenta el reconocimiento de que "quedás marcada" al llevar tatuajes y, en consecuencia, prevalece el arrepentimiento entre quienes los poseen. En general, los cuerpos más tatuados son de las personas reincidentes que han tenido un pasado más ’agitado’ y 'descontrolado'. O sea, las cosas te marcan, a mí un tatuaje... yo no puedo ir con una remera corta en el centro porque dicen "Uy, mirá esa loca, seguro que estuvo presa porque tiene tatuajes y tiene los brazos cortados". La policía te conoce más por eso que por la cara, y es un problema, yo he tenido unos problemas... Un tatuaje no lo tiene un chico que va a la escuela, que va a la universidad, no anda todo tatuado ni todo cortado ni... esas cosas, viste? Marta Cortarse, hacerse algo en el cuerpo... para mí significa que no se cuidan su cuerpo, si ellas se quisieran, si quisieran a su cuerpo, no se harían esas cosas. [...] Si vos te hacés un corte, te hacés un tatuaje, te dicen "No, aquélla estuvo presa o aquél estuvo preso". Cristina J: ¿Qué pensás de los tatuajes que tienen otras chicas? V: Que están locas, se están haciendo un tatuaje ahora. J: ¿Y por qué se lo hacen? V: Y porque por ahí tienen algo que se escribieron antes, no lo quieren tener más y se hacen encima otro dibujo encima para taparlo. Pero no, para mí no me gusta, quedás muy marcada. Viviana. Posee un tatuaje desde su adolescencia (fuera de la institución) que intentó borrarlo con hielo seco. J: ¿Y qué opinás de las chicas que tienen tatuajes? M: Son escrachantes, te escarchan para el día de mañana, no sé, no me haría. Mercedes. Al final del trabajo de campo noté que tenía un pequeño tatuaje en su mano y me expresó cuán arrepentida estaba: "Para el día del juicio me lo voy a tapar con una curita". Los tatuajes son una marca estigmatizante. Según Goffman el término estigma significó para los griegos aquéllos signos corporales (cortes o quemaduras) con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual; los portadores podían ser un esclavo, criminal o traidor. En la actualidad, con este término se designa al mal en sí mismo y no a sus manifestaciones corporales: otra vez más, atendamos a esta lenta 'descorporeización’ histórica. Sin embargo, el tatuaje -en las circunstancias que estamos analizando- reúne las características originarias: cuerpo y mal. María L. Pelento dice que los tatuajes son "en el sentido amplio derrideano, como escrituras; inscripciones que tienen como soporte el cuerpo pero que, a diferencia de otras señales que también buscan su soporte en él (pinturas, vestimenta, peinados), poseen un carácter difícilmente reversible" . Los tatuajes representan una forma de posesión del propio cuerpo, es decir, 'tener algo de lo que nadie lo pueda despojar' jamás. Se entiende el arrepentimiento y la angustia que este "tiempo quieto" puede causar: es como sentirse atado a un pasado del cual se reniega. Por ejemplo, en muchos casos este pasado está asociado a viejos amores (nombres o iniciales) cuyo recuerdo se intenta borrar. Sin importar las serias consecuencias estéticas que esto produce, el hielo seco y la sal están a la orden del día para dar "alivio" a una inscripciónhistoria que ya no se quiere mantener. No se puede afirmar que todos los tatuajes han sido realizados en prisión. Pero es evidente que existe una tendencia mayor a realizarlos una vez dentro. En esta parte de la exposición, quise resaltar el predominio del carácter negativo y estigmatizante sobre lo que estas inscripciones representan: el paso por la prisión. Entonces, ¿por qué hacerlos? Más allá de que sean conscientes o no los motivos, las presas "consumen" esta práctica que, en definitiva, llega a crear -una vez afuera- mucho malestar. Si bien se entiende la 'rebeldía’ que moviliza a poseerlos, se destaca aquí la mala asociación que tienen los tatuajes -según las propias reflexiones de las presas- con la prisión. En este sentido, y una vez más, la prisión deja sus influencias de una forma destructiva. A continuación presentaré una propuesta confrontada con la recién expuesta sobre el lenguaje de la piel (Buzzatti y Salvo, 2001), esto es, entender a lo tatuajes como una expresión de una identidad exhibida que reclama reconocimiento y visibilidad. 4.3.3. Desde la resistencia Si los cuerpos son atravesados e infiltrados por saberes, por significaciones y poderes, pueden igualmente en esas circunstancias, convertirse en emplazamientos de luchas y resistencias y proceder por si mismos, a sus inscripciones en las prácticas sociales. A la pasividad de un cuerpo portador de inscripciones, hay que oponer la actividad de un cuerpo deseante y significante que a pesar de estar marcado por la ley, planta sus propias inscripciones en el cuerpo de los demás, sobre si mismo y sobre la ley . Como afirmaron Le Breton, Bettelheim y Castex, el cuerpo es lo último que queda una vez que se ha iniciado un proceso institucional de violencia y sumisión. Se vió cómo ese cuerpo se ha vuelto transparente y penetrable para ser moldeado, marcado y modificado. Sin embargo, existen diversas prácticas que tienen al cuerpo como soporte y constituyen mecanismos para resistir o, incluso, sobrevivir y salir lo menos maltratadas posibles de esta experiencia. En un encuentro que se realizó en noviembre del año 2000 en el Centro Universitario de Devoto (CUD) de la cárcel de Devoto, Ricardo, un preso, me explicó que allí, quienes realizan protestas a través de sus cuerpos son considerados "cachivaches", es decir, tienen poco status ya que únicamente les queda el cuerpo como la única arma disponible para el reclamo; el límite hacia la muerte es muy corto y, en consecuencia, saben que tienen muy poco que perder. En cambio, para Ricardo y sus compañeros del CUD la "mente" es lo único que el sistema penitenciario no puede controlar (esta diferencia está muy presente entre quienes tienen o transitan una formación universitaria). En la Unidad de Detención N° 16 no se produjo esta escisión reflexiva entre un cuerpo que está aprisionado y controlado y una mente que es libre y autónoma. Sin embargo, hay que destacar que cada vez más cantidad de presas acuden a los reclamos por escrito, es decir, aprovechan todos los recursos posibles dentro del marco de la ley. Por lo menos entre las mujeres, existe una lenta tendencia hacia una "descorporeización de las resistencias". Ellas mismas construyen una diferencia entre las 'pacíficas o más tranquilas’ y las 'rebeldes o más alborotadas'. Esta separación encuentra correspondencia con la división de los distintos pabellones, y no por casualidad, el personal penitenciario conoce las características de cada una (¿si no cómo podrían controlarlas?). Me interesa resaltar esta división porque, precisamente, es en el ámbito de las más ’rebeldes’ donde he podido distinguir aquéllas estrategias que se contraponen al orden instituido. ¿Cuáles son estos mecanismos? 1) Vuelvo al tema de los tatuajes pero esta vez leídos bajo otra óptica. Me refiero a entenderlos como una forma de testimoniar la propia presencia como reacción al aislamiento (Ceraudo, 1989). Representan una manera de llegar a dominar uno mismo a su propio cuerpo, es decir, es poder elegir qué tatuaje, en qué lugar, qué tamaño. No sólo es un medio que comunica y expresa la identidad de quien lo lleva sino que también es un mecanismo para fortalecer la propia autonomía en una institución donde es constantemente anulada. 2) Otra forma de expresión son los cortes. Al igual que con los tatuajes, uno mismo elige cómo, cuándo y dónde auto-agredirse. Es verdad que detrás de todo corte existe una profunda desesperación y angustia, pero tomar este camino permite llamar la atención para poder reclamar , como en el caso de Marina, un cambio de pabellón: J: ¿Tenés alguna marca en tu cuerpo? M: ¿Marca? J: Sí, algún tatuaje o corte. M: Sí, tengo cortes en el brazo izquierdo, un montón. J: ¿Esto te lo hiciste en el pabellón x? M: Sí, acá tengo 5 puntos, me cosieron. J: ¿Por qué te lo hiciste? M: Porque estaba en estado de desesperación y depresión, no? J: ¿Qué querías conseguir con eso? M: Que me cambiaran de pabellón. J: ¿Pensaste que te podías llegar a morir si sangrabas mucho? M: No, no pensaba en morirme sino capaz de llamar la atención para que me cambien y... eso fue. Cada corte parecería ser una forma de rebelión frente a la lejanía de los hijos, una ausencia en Navidad, una sanción inmerecida, un juicio que nunca llega. Un corte es un grito de desesperación que queda inscripto en la piel. 3) Las huelgas de hambre son un medio de presión a las autoridades carcelaria y judiciaria con el fin de obtener beneficios de varios tipos (una mejora en la alimentación, acelerar el proceso judicial, ayudar a una compañera para mantener más tiempo a su hijo, entre otros múltiples pedidos). La mayoría de las presas realizó alguna huelga de hambre, aunque más de la mitad de las entrevistadas cree que en realidad no sirven (ni siquiera se hacen como 'debería’: se vive ’picoteando’). Si lo hicieron fue para apoyar alguna moción colectiva. Quienes nunca se adhirieron consideran que, por un lado, sólo genera un deterioro físico y mental y, por el otro, conlleva consecuencias perjudiciales para quienes ya han sido condenadas (se puede añadir tiempo de encierro a la pena). Para otras, la huelga de hambre es un medio válido y apto para el reclamo. Sin embargo, cada vez se prefieren más los reclamos por escrito. J: ¿Vos hiciste huelgas de hambre? M: Uy, yo hice años de huelga de hambre, estuve 24 días en huelga de hambre. J: ¿Con solamente líquido? M: Sí, los últimos 3 días a huelga seca. Fue por las rebajas que pidieron en el ´95-´96, que se pusieron todas las cárceles en huelga de hambre. J: ¿Y te dieron la rebaja? M: No, si yo me portaba re mal, peor me hizo parece [ríe]. Pero, bueno, a la mayoría se la dieron. [...] Hay muchas maneras por ahí, de reclamar: cortarte, amotinarte, por eso te hacen causas; lo que es pacífico es la huelga de hambre porque no le hacés daño a nadie sino a vos misma. J: Y cortándote también te hacés daño a vos misma. M: Sí, pero es diferente, te hacen causa por "Autolesionarte". J: ¿Y vos usaste algún corte para protestar? M: Sí, el corte en el brazo, sí, pero hace muchísimos años. Perdí mi embarazo por eso también. J: ¿Y si tendrías que volver a protestar por algo ahora lo harías a través de tu cuerpo? M: Haría una huelga de hambre o no... tal vez no, ahora con la reforma del Código, viste, hay muchas leyes a favor, mandás el artículo... y ya está. Marta Por su parte, Nieves está en contra de las huelgas de hambre: [...] haciendo huelga de hambre lo único que lográs es deteriorarte el organismo, te deteriorás físicamente, mentalmente también porque hay mucha presión, mucha tensión de que por qué unos quieren hacer huelga y otros no, como que se pierde el respeto de que todos tienen derecho a opinar [...]. Yo sé que si no como me deterioro mi organismo y soy muy débil orgánicamente para soportar esas cosas. Nunca me sumé a la huelga, ojalá nunca me tenga que sumar a una huelga porque no lo soporto, yo tengo que estar constantemente alimentándome. [...] A mí me gustaría que hubiera otra arma para pedir las cosas y lograrlas porque también está el otro lado que es el que te tiene que dar la respuesta, y quizás como siempre se utilizó el tema de las huelgas... ya lo toman como una costumbre y quizás hasta no le dan cabida pero... se deterioran los internos el organismo todo y como que a lo mejor hasta ni siquiera tuvieron una pequeña respuesta. 4) De este último comentario se desprende que, en relación a la salud, todas las entrevistadas manifiestan que desde que están en prisión atienden más a sus cuerpos. Unas porque ahora tienen más tiempo para ello y beben más agua o comen más verduras, entre otros cuidados; otras porque llegan muy descuidadas y jamás hicieron una consulta ginecológica, por ejemplo. Si bien el servicio médico posee muchas limitaciones, las presas aprovechan la atención de diferentes especialistas (siempre con una previa justificación por parte del médico que efectúa las derivaciones); siendo tal vez la única oportunidad de realizarse alguna intervención quirúrgica necesaria o, incluso, pueden obtener así algún ’paseo recreativo’ al hospital. La simulación de una enfermedad puede ser entendida como una estrategia para poder "respirar un poco de libertad" cuando son posibles los traslados para la atención médica. La enfermera de la unidad dice que -en comparación con los hombres- las mujeres son extremadamente demandantes en cuanto a la salud: cualquier mínimo dolor, según ella, es una excusa para pedir por el médico. En los casos más extremos, los presos (me refiero aquí a hombres de otras unidades) han llegado a cometer actos sorprendentes. Raquel, una ex celadora cuenta que: Había un tipo en Zapala que se tragaba las cucharitas para que lo lleven a operar. Normalmente buscan algunos que están en un período muy largo en el hospital porque es más fácil fugarse. Ya no lo podían operar más, no sé cuántas operaciones tenía y el se seguía tragando las cucharitas. Bueno, después hay otro que se había tragado una pila y tampoco lo podían operar, el tipo tenía un agujero en el estómago tapado con gasas porque se lo estaba carcomiendo la pila. Pero estaba prendido en cuanta fuga había, fumaba, chupaba cuando le podían pasar algo, vida normal. Y ahí te das cuenta -bueno, vos que estás con el tema del cuerpo- cómo tienen una resistencia increíble a lesiones y demás. Por último, según Raquel, los hombres son quienes usan más su cuerpo como protesta o como un medio de escape en relación a las mujeres. 5) Si hay algo que me llamó la atención fueron los cambios a través de la vestimenta y el maquillaje cuando llegaban los días de visita (dos veces a la semana, un tercer día correspondía para quienes tenían hijos menores). Eran irreconocibles, parecían otras personas -esto sumado a la emoción y ansiedad que se vivía en los preparativos para la visita. Se puede llegar a construir a través de estos cambios en la apariencia corpora una identidad propia, una manera de preservar su personalidad e integridad (Frigon, 2000a). Estas son las principales modalidades que pude observar a partir de mi experiencia; no niego que puedan existir otras pero hubiera necesitado más tiempo de investigación para poder 'captarlos' en el campo. Entiendo a las diferentes formas de resistencia como manifestaciones grupales o individuales de la intolerancia a la vida carcelaria; no se acepta acríticamente sucumbir a las prácticas y discursos asfixiantes de la prisión. Existe una abierta confrontación, ya sea para sobrevivir o resistir. Cualquier acto que permita afirmar una identidad, reestablecer la autonomía y fomentar algún tipo de reclamo es utilizado para desestructurar -aunque sea momentáneamente- a la prisión como el elemento más destacado y violento de todo el sistema punitivo. En este capítulo quise reflexionar sobre cómo las tecnologías punitivas de la prisión se manifiestan siguiendo un análisis de la corporalidad de los sujetos que actúan allí. Analizando las relaciones entre mente-cuerpo y naturaleza-cultura se pudo establecer los cimientos para esbozar las siguientes ideas que empleé a lo largo del análisis de las prácticas y discursos en prisión: Occidente ha desarrollado una tendencia hacia la ’descorporeización’. No sólo con respecto a la formación de nociones que utilizamos cotidianamente sino también en la manera en que uno se relaciona con el otro: en el colectivo un roce ajeno no estimado en alguna parte del cuerpo es condenado por una mirada fatal. · Cuando se habla de la prisión no existe ninguna descorporeización admisible; por el contrario, la pena tiene una naturaleza puramente corporal (Rivera Beiras, 2001). De hecho, en los casos de situaciones extremas (campos de exterminio, prisiones para presos políticos) el sujeto queda "clavado" a su cuerpo porque al perder todo aquello que le permite identificarse con su "yo", el límite corporal es lo que prevalece como la única herramienta de conexión con la realidad. · La distinción platónica entre un alma inmaterial y perfecta, y un cuerpo asociado a los sentidos y a la impureza permite comprender mejor la idea de un cuerpo vulnerable, penetrable y dócil que es el blanco para ejercer las estrategias punitivas de la prisión: marcar, modificar y moldear ese cuerpo. · ¿Qué cuerpo se ha defendido en esta investigación? Un cuerpo construido como una totalidad activa y cuestionadora que articula los aspectos físicos, psicológicos y sociales. ¿Y cómo he podido abordar un acercamiento a todas estas cuestiones a través del cuerpo de las presas? Entendiendo al cuerpo como una superficie de inscripción que, por un lado, expresa los efectos destructivos y perjudiciales del poder punitivo y, por el otro, resiste a las 'minuciosas y silenciosas' prácticas carcelarias. En definitiva, es necesario escuchar al cuerpo, volver a otorgarle un espacio que perdió hace tiempo. Pero rechazo una aproximación que sostenga su carácter hedonista y superficial; por el contrario, se es un cuerpo (y no sólo se lo posee). Y tiene mucho para decir, no sólo porque ocupa un lugar en el mundo sino debido a que es el sitio fundamental donde opera el poder y desde allí se van a entretejer diversas estrategias que delinearán su sumisión o resistencia. GRÁFICO N° 1 Evolución de la población masculino/femenino penal por año Comparación de las categorías CONCLUSIÓN Considero que hacer una tesis es transitar por un camino. Se cuestiona, reflexiona y se toma posición por determinados presupuestos que son los cimientos que permiten dar cada uno de los pasos necesarios para arribar a un destino, que no es fijo ni cerrado; por el contrario, es el principio para abrir nuevos caminos y, sobre todo, para interrogar nociones que son el producto de una construcción histórica, social y política. "Mirar, Oír y Escribir" son etapas que constituyen el proceso de conocimiento, en este caso, antropológico (Cardoso de Oliveira, 1996). Quiero resaltar la importancia que ha tenido para mí no sólo ir al campo para agudizar los sentidos de la percepción sino, a través de la escritura, sistematizar y reflexionar sobre los datos obtenidos. No voy a negar el componente teórico que tiene esta investigación, pero fue recién a partir de mi experiencia en el campo que comencé a "encontrarles una dirección" a las diferentes ideas y conceptualizaciones que hace tiempo venía leyendo pero que, en realidad, estaban "vacías", sin una articulación con la práctica que las guiara. Es más, todo el Capítulo III fue pensado y creado mientras se escribía esta tesis: se incorporó así un nuevo objetivo, esto es, analizar cómo se construyen las "mujeres delincuentes" desde el sistema de justicia penal. En consecuencia, comencé a cuestionar las diferencias en la prisionización entre mujeres y hombres. Voy a resumir las principales conclusiones a las que he llegado: 1. Si la cárcel aún subsiste es porque ha cumplido exitosamente la función de controlar y segregar a quienes son considerados 'una amenaza' al orden social. Detrás de las demandas de mayor seguridad y "mano dura" (Wacquant, 2000) existe una política manifiesta para "gestionar el mal social" secuestrando a aquéllas personas que encarnan las contradicciones de la sociedad (Daroqui, 2001). 2. La prisión se apodera de la vida de las personas y no sólo de su libertad. La cárcel controla las visitas, sus cuerpos y movimientos, los alimentos que pueden ingresar los familiares, las relaciones íntimas, el tiempo de las llamadas telefónicas por día, etc. La prisión absorbe las capacidades que otorgan identidad y autonomía a los sujetos. 3. Existe un impacto diferencial del sistema de justicia penal entre hombres y mujeres. Comparando el número de mujeres encarceladas en relación a los hombres: ¿quiénes las controlan a ellas? A partir de la categoría de ’género’ se analizó la forma de constitución de la "mujer criminal", por un lado, y la "mujer desviada" a través de algunos sucesos históricos, por el otro. Se ha concluido que la mujer puede ser tanto ’víctima’ como 'peligrosa', dependiendo en el lugar en que la ubiquen -siguiendo un enfoque del control social- los jueces, padres, abogados, educadores, intelectuales, etc. Quiero aclarar que muy lejos está mi intención de generar una reacción "feminista". Mi idea sólo es resaltar el dominio de los valores patriarcales en nuestra sociedad que, sin embargo, no son actuados únicamente por el sexo masculino. También incluyo aquí a las mujeres que cumplen con los roles 'dominantes' (juezas, mujeres polícías, etc.) . 4. A lo largo de la historia, 'el cuerpo' ha sido menospreciado y relegado mientras que 'el alma' ha sido considerada como más perfecta e inalcanzable. Conectando estas ideas con la prisión, esta vulnerabilidad del cuerpo le ha permitido a la cárcel "capturarlo" para, por un lado, aplicar el castigo legalmente merecido y, por el otro, modificarlo. También, desde su orígenes, la prisión ha tenido como objetivo "supremo" llegar al alma ("la morada de los hábitos") para modelar, reformar y curar a los sujetos que necesitan "enderezarse". Esta última función fracasó en sus objetivos manifiestos pero no en los objetivos políticos que la sustentaron. ¿Cómo, entonces, se siguen manteniendo los "discursos re" ('re-habilitación’, ’re-socialización’) no sólo en el campo punitivo sino también en la sociedad? Se pone aún ’en la mira’ al alma que –en definitiva- impactará sobre el cuerpo. Pero al poder punitivo le es más fácil llegar al cuerpo porque está ahí, como "una presa fácil" para ser atrapado. 5. Esta tendencia de menospreciar al cuerpo va acompañada de un proceso histórico de "descorporeización" . Sin embargo, en relación a la institución-prisión el cuerpo se hace visible. Se vuelve en un blanco para el poder, ya sea para su 'sumisión’ (a partir de los efectos destructivos de la prisión) o para su resistencia (como "el único" medio que las presas tienen para, por un lado, reclamar [cortes, huelgas de hambre] y por el otro, establecer una mayor autonomía [tatuajes, vestimenta y maquillaje, atención médica]). ¿Por qué remarqué al cuerpo como "el único" medio? Una vez en prisión, yo quería observar y escuchar la mayor cantidad de datos que confirmaran 'la resistencia que ellas ofrecían al encierro y a las autoridades a través de sus cuerpos’. Si bien pude sostener mi hipótesis inicial de trabajo, cada vez más mujeres reclaman a través de medios amparados por la ley, 'descorporeizando' así las resistencias carcelarias. 6. El cuerpo es una superficie sobre el que se inscriben diferentes sucesos sociales en interacción permanente con otros factores (físicos y psicológicos), me refiero a considerar el cuerpo como una totalidad: "se es un cuerpo" ( no sólo se lo posee ). 7. Mi experiencia durante el trabajo de campo es el sello particular que le proporciono a esta tesis. No sólo me acerqué al espacio carcelario para intentar entender el significado de las acciones de las presas guiadas por reglas y códigos particulares y desconocidos anteriormente por mí, también -y creo que es lo más importante- establecí un vínculo que, con muchas dificultades, me permitió comprender cómo nos fuimos representando mutuamente. Esta interacción logró que yo haya cosechado los más fértiles recuerdos en lo personal. Esto va más allá de escribir una buena tesis: simplemente se trata de aprender. Para finalizar, quedaré conforme si las ideas que propuse en esta tesis contribuyen a hacernos reflexionar críticamente sobre aspectos específicos de la ’realidad carcelaria’. No voy a cambiar el curso de los acontecimientos actuales; sin embargo, espero haber podido acercar un poco más esta problemática que, aunque nos parezca lejana y olvidada, esta ahí, más cerca de lo que imaginamos. Depende de nosotros destapar el velo de la ignorancia y, peor aún, el de la indiferencia si no queremos reproducir los discursos y las prácticas del Estado y de determinados sectores de la sociedad. No sé si conseguiremos tener una sociedad más justa, al menos deseo que sea menos indiferente. Esta investigación está destinada modestamente a esa meta. BIBLIOGRAFÍA AUGÉ, Marc. Ficciones de fin de siglo. Barcelona, Gedisa, 2001. BARATTA, Alessandro. "El paradigma de género desde la cuestión criminal hacia la cuestión humana", en: RUIZ, Alicia (comp.). Identidad femenina y discurso jurídico. 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