Goya vida

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GOYA
GOYA, EL ARTISTA
Su vida.
1) La ciudad de Zaragoza.
"En treinta y uno de marzo de 1746, bauticé yo el infrascripto vicario un niño que nació el día antecedente
inmediato, hijo legítimo de Joseph Goya y de Gracia Lucientes, legítimamente casados, habitantes en esta
parroquia y vecinos de Zaragoza: se le puso por nombre Francisco Joseph Goya..." Esta es la primera
noticia que se conoce del pintor, que pertenece al libro de bautismo de la iglesia de Fuendetodos en
Zaragoza.
Goya es el segundo varón y cuarto hijo de una familia de seis niños de clase media-baja. Todos se
trasladan a Zaragoza, donde el padre recibe varios encargos para dorar retablos. En Zaragoza, Goya
aprende las primeras letras en la Escuela Pía, perteneciente a los escolapios de San José de Calasanz.
En 1760, con catorce años, entra en el taller del pintor José Martínez Luzán, un amigo del padre de Goya
y discípulo de Lucas Jordán, que le enseña los principios básicos del dibujo del barroco italiano mediante
la copia de estampas. Cuatro años permanece Goya en ese taller en calidad de aprendiz y simple copista.
Goya viaja a Madrid, en dos ocasiones, para presentarse al premio trienal de la Academia de San
Fernando de Madrid en 1763 y 1766. Gregorio Ferro y Ramón Bayeu son los ganadores de esos años, en
los cuales Goya todavía no ha alcanzado un estilo personal. Además su temperamento no se ajusta a los
fríos temas, que la Academia pide a los aspirantes al premio, que consiste en pagar viaje y pensión en
Roma.
Cuatro años de su vida transcurren en la oscuridad. Sin embargo, a pesar de ser escasas las noticias que
se tienen sobre Goya en estos años, se sabe que se marchó a Italia por su cuenta en 1770 con 24 años. Allí
se presenta al concurso de la Academia de Parma en 1770. También se le atribuyen dos cuadros de tema
clásico. Sin embargo su estancia es breve.
En verano de 1771, regresa a Zaragoza, donde pretende abrirse camino, antes de retornar a la capital. La
oportunidad llama a su puerta. El 21 de octubre de 1771, la Junta de Fábrica de la Basílica de Nuestra
Señora del Pilar de Zaragoza le encarga una obra para la bóveda del coreto. El mural, llamada la
Adoración del Nombre de Dios por los ángeles, se termina en junio de 1772. A partir de esta obra, le
surgen otros encargos. Y así Goya es llamado para decorar el oratorio del Palacio de Sobradiel en
Zaragoza.
El 25 de julio de 1773 Goya se casa en la parroquia de San Martín de Madrid, con Josefa Bayeu, a quien
Goya llama la Pepa, hermana de dos antiguos alumnos del taller de Luzán y amigos del pintor desde la
infancia: Francisco y Ramón. Francisco Bayeu es un pintor importante en aquel momento. Sin duda, las
relaciones familiares con los Bayeu le abre nuevos horizontes. Este matrimonio, que pudo ser de
conveniencia, va favorecer las ambiciones del joven Goya.
Tras su matrimonio regresa a Zaragoza. El gran encargo en 1774 son las pinturas de la Cartuja del Aula
Dei, edificio cercano a la capital zaragozana.
2) Pintor de tapices.
En 1775 se estable en Madrid, donde entra a formar parte del grupo de pintores que hacen cartones para
tapices en la Real Fábrica de Santa Bárbara. Los trabajos son supervisados por el famoso pintor
neoclásico, Antón Raphael Mengs, pintor de cámara del rey de origen italiano, que a su vez es ayudado
por Francisco Bayeu. Seguramente, Mengs, aconsejado por Bayeu, llama a Goya para desempeñar este
puesto.
El zaragozano espera por estas fechas ser acogido por la refinada aristocracia con el objetivo de
reafirmar su triunfo en la corte. El artista no consigue el puesto de pintor de cámara, vacante tras la
muerte de Mengs en junio de 1779, pero en 1780 la Real Academia de San Fernando acepta su
candidatura como miembro de la misma. La obra original que Goya presenta, requisito indispensable para
ser miembro de esta academia, es el Cristo crucificado.
3) Polémica en el Pilar.
En 1780 Goya recibe el encargo de decorar la cúpula y las cuatro pechinas de la Catedral de la Basílica
del Pilar. El tema elegido es la Virgen, reina de los mártires o Regina martyrum. Goya termina la obra en
1781, pero la junta de la Catedral critica abiertamente la obra del artista zaragozano. Bayeu expresa a la
junta su descontento por los criterios poco academicistas de su cuñado. Finalmente Goya, a disgusto, se
adapta a la rígida normativa del estilo neoclásico.
Después de este incidente, el zaragozano regresa a Madrid abatido. Afortunadamente, su estado de ánimo
cambia pronto. Carlos III le ordena ejecutar uno de los siete cuadros para la iglesia de San Francisco El
Grande. El cuadro se titula San Bernardino predicando en presencia de Alfonso V de Aragón. Es un
asunto importante, porque en aquella época los pintores de prestigio competían mediante los cuadros que
adornaban los altares de las iglesias.
Con el retrato del conde de Floridablanca, cuya petición surge del propio modelo, Goya inicia una nueva
faceta como pintor. El retrato pasa a ser una de sus especialidades. Cientos de personajes de alta alcurnia
pasan por su taller.
Goya recibe también la protección del infante Don Luis, hermano del rey, a quien retrata en diversas
ocasiones. Goya veranea dos veces en la residencia del infante, pero la repentina muerte de Don Luis
termina con el mecenazgo.
Afortunadamente, en esas fechas, se presenta con éxito el cuadro realizado para la iglesia de San
Francisco y, en consecuencia, consigue nuevos mecenas como los duques de Osuna y Medinacelli.
4) La carrera palatina.
Nace su sexto hijo, el único que va a llegar a edad adulta, Xavier Goya y Bayeu, de profesión rentista.
Este joven se casa en 1805 con Gumersinda Goicoechea y le da a Goya, al año siguiente, su único nieto,
Mariano Goya y Goicoechea.
Su trayectoria pictórica adquiere cada vez más prestigio y le abre nuevas puertas. Así, en 1785, es
nombrado teniente director de pintura de la Real Academia de San Fernando y, gracias a las influencias
de su cuñado, pintor del rey, el 25 de junio de 1786.
Carlos IV, legítimo heredero de la corona española, sube al trono, pero su esposa María Luisa de Parma,
es quien reina realmente. Con motivo de la coronación de los reyes, Goya pinta los retratos de Carlos IV y
María Luisa, y como premio a este trabajo, el 25 de abril de 1789, asciende un escalón más en la palacio.
Ahora es nombrado pintor de cámara.
Más tarde, en 1793, Goya marcha a Cádiz, donde sufre los primeros síntomas de la misteriosa
enfermedad que le va a dejar sordo, y que va a marcar la vida y obra del artista.
5) La duquesa de Alba.
Goya conoce en 1794 a la duquesa de Alba, llamada María Teresa Silva Alvarez de Toledo, XIII. Mucha
tinta ha corrido sobre la relación amorosa de estos dos personajes. Es significativo que la duquesa le
invitase a venarear con el, y que la retratase en diversas ocasiones en situaciones íntimas, pero nada se
puede probar. La relación, no obstante, no debió durar mucho tiempo, dos años a lo sumo.
Además, el 23 de julio de 1802 muere a los 40 años la duquesa de Alba. Una de las opiniones, sobre su
misteriosa muerte, es la posible confabulación política de María Luisa y Godoy, para acabar con la
popularidad que tenía esta mujer entre las gentes del pueblo.
El 6 de febrero de 1799, Goya termina una serie de 80 grabados, llamada los Caprichos, que vende a 320
reales. Goya, en esta serie, hace algunas referencias a la duquesa y la reina. Aquella es representada como
una mujer caprichosa e inconstante en el amor. Por esta razón, principalmente, la Inquisición manda
retirar estas estampas.
En 1798, Goya pinta los frescos del interior de la ermita de San Antonio de la Florida, a orillas del
Manzanares, gracias a la influencia de su protector y amigo el ministro Jovellanos. El templo fue
construido por el italiano Felipe Fontana entre los años 1792 y 1798. Los famosos murales de Goya están
situados en la cúpula de esta ermita. El tema que pinta Goya es religioso, pero está tratado como un tema
cortesano.
Por fin, en octubre de 1799, Goya es nombrado primer pintor de cámara. Este es el máximo escalafón de
la carrera social de un pintor. Todo un éxito, que el artista zaragozano estuvo deseando toda su vida. La
obra de esta época es el retrato familiar de la Carlos IV.
6) La herencia de la guerra.
La Guerra de la Independencia estalla el 2 de mayo de 1808 con la sublevación del pueblo español, en la
Puerta del Sol, ante la salida de las últimas personas de la familia real.
Goya permanece en Madrid durante las luchas callejeras del 2 y 3 de mayo. La larga tragedia convierte a
Goya, con su aguda pupila, en un insuperable cronista. Toda la destrucción, muerte y odio de esa larga
guerra están recogidos en los grabados de los Desastres. El artista, que tiene que desplazarse a diferentes
puntos de España para retratar a personajes o situaciones, recorre un país dividido por la guerra.
En 1812, tras la segunda retirada de los franceses, comienza un breve período constitucional en España.
El buen presagio político se vuelve amargo con la muerte de la esposa de Goya, Josefa Bayeu.
En 1814, llega Fernando VII al poder y pone fin al período anterior. Goya, temeroso de posibles
depuraciones, quiere hacer una demostración pública de su patriotismo con la creación de dos lienzos de
grandes dimensiones: el 2 y el 3 de mayo.
Así, tras la guerra, a pesar de haber sido retratista de José I, Fernando VII le repone en su puesto de
pintor de cámara, a quien dibuja en 1815. De este mismo año es la serie de grabados de la Tauromaquia.
7) La quinta del sordo.
Goya compra a principios de 1819 una finca, a orillas del Manzanares, que se conoce popularmente como
la Quinta del Sordo. Uno de los motivos de esta adquisición es por su ideología de liberal convencido. Por
esta razón, comienza en la finca un período de aislamiento del mundo. Allí realiza la decoración de los
muros de la casa con sus famosas Pinturas negras, ejecutadas al óleo sobre el yeso de las paredes, y que
termina en 1820.
Goya cede, más tarde, esta finca a su nieto, Mariano. A la muerte del pintor y tras varias ventas la casa
termina en manos de un varón francés, que manda pasar a lienzo, los diferentes murales. Este traslado y el
mal estado de conservación de las Pinturas negras dañaron zonas de los cuadros, que tuvieron que ser
restauradas.
En esta época, acompañan a Goya una parienta lejana, llamada Leocadia Zorrilla, como ama de llaves, y
sus dos hijos. La niña, Rosarito Weiss, es protegida por el pintor. Se especula con la posibilidad de que
Leocadia también fuese su amante y la joven, su hija. Sin embargo, ningún documento lo prueba.
8) El exilio.
El segundo período constitucional de 1820 a 1823 es ahogado por los Cien mil hijos de San Luis, que
vuelve a instalar a Fernando VII como rey absoluto. Una nueva ola de represalias comienza, y Goya
decide pedir licencia para realizar una cura de aguas en el pueblo francés de Plombières. Se dirige luego a
París, y pasa una temporada en Burdeos, con su ama de llaves e hijos.
De nuevo en Madrid, en 1826, pide la jubilación, que le es concedida con el sueldo íntegro, y vuelve a
Burdeos, donde vive en el exilio voluntario en compañía de otros liberales exiliados forzosamente como
es el caso de su amigo y escritor, Leandro Fernández de Moratín o el poeta, Silvela, entre otros.
Goya muere entre las 12 y las 2 de la madrugada del día 16 de abril de 1828 acompañado de su seres
queridos. Su hijo Javier y su nieto Mariano se desplazan hasta su lado en sus últimos días.
El cuerpo del genial artista descansó en el cementerio de Chartreuse, en la tumba de los Goicoechea,
hasta que en 1899 se procede a la exhumación definitiva. Goya llega a Madrid y es inhumado en el
panteón de la Sacramental de San Isidro. En 1919 se decide su entierro definitivo en San Antonio de la
Florida, convertida desde entonces en su panteón y museo.
Personalidad del artista.
1) Espíritu crítico y creativo.
Goya es un hombre ilustrado, y como tal analiza la realidad circundante con grandes dosis críticas. La
vasta obra que el zaragozano ha dejado tras de sí muestra como el artista manifiesta su descontento por
ciertos aspectos de la sociedad que le tocó vivir. Un ejemplo es el cuadro de El casamiento desigual,
donde el pintor se opone a las bodas por intereses. Las series de grabados también reflejan su desagrado
por las supersticiones, la iglesia, las lacras sociales, la corrupción, la guerra y, sobre todo, el sufrimiento
de un pueblo, maltratado, inculto e ignorante. Goya, a través de sus Pinturas negras, denuncia la injusticia
y la degeneración de la tragedia que vive en pueblo español.
Goya se caracteriza también por su gran capacidad humana. Los grabados de los Desastres son una
repulsa a los acontecimientos brutales y crueles de la guerra. La muerte está presente en casi todas las
estampas. La intención del autor es provocar emoción y horror, la misma que él siente.
Es un hombre rebelde, capaz de enfrentarse al academicismo de la época ilustrada, para romper con las
composiciones y formas existente y poder crear en libertad. En varias ocasiones muestra su
inconformismo al tener que someter su capacidad creadora a los rígidos moldes del estilo imperante, el
neoclasicismo. En este sentido, Goya manifiesta abiertamente en un informe de 1792 para la Academia de
San Fernando dos ideas principales sobre el arte ilustrado: una de carácter estético y otra pedagógico. "No
hay reglas en la pintura... Dejar a los discípulos correr por donde su espíritu les inclinara, sin obligar a
ninguno a seguir el estilo o método del profesor". Su obra posterior es un ejemplo de este pensamiento.
Otra característica de la personalidad de Goya es su talante ahorrador, con el objetivo de conseguir de su
capital unas rentas, que le permitan desenvolverse sin problemas económicos. Tiende a vivir con
humildad para poder ahorrar más dinero. El porvenir material es una de sus grandes obsesiones.
Goya es un hombre de ideas liberales. La llegada de los franceses fue complicada para él. Estos
representan la teoría de sus reflexiones como hombre ilustrado, pero la actitud inhumana que asumen en
la Guerra de la Independencia produce, por otra lado, su rechazo. Sin renunciar a sus pensamientos
liberales, siente profundamente el dolor del pueblo.
Goya se marcha a Francia hastiado de la triste realidad española y fiel a sus principios liberales, y a la
idea de que todo español honesto lleva un exiliado dentro.
2) El empujón familiar.
El 23 de julio de 1773, Goya se casa con Josefa Bayeu. El matrimonio parece que fue por conveniencia,
por la buena situación social del hermano de la novia, Francisco Bayeu, pintor de prestigio. Estas
relaciones terminan con la introducción de Goya en la Real Fábrica de Tapices. Bayeu también
recomienda a Goya como miembro de la Academia de San Fernando. La elección fue por unanimidad,
pero el concurso debía estar amañado, según se deduce de la correspondencia del pintor.
Ese mismo año se produce el encargo de la Basílica del Pilar, que supone un enfrentamiento con su
cuñado. Bayeu asegura que Goya desobedece sus órdenes y que la obra no es de buen gusto. Goya
responde que, en su calidad de académico, no puede someterse a las condiciones de Bayeu, porque
regresaría a la Corte como "un profesor desacreditado, un pincel puro de mandato, y a quien no podría
encargársele cosa alguna". Pese a todo termina la obra según la voluntad de su cuñado. La Junta de la
Basílica del Pilar, termina el episodio, con esta sentencia: "por ningún título ni modo se le permita
continuar en el resto de pinturas de esta iglesia". Goya regresa a Madrid con una gran rabia dentro por
este incidente. Afortunadamente, este asunto no transciende.
Goya, en 1783, es testigo de la boda de su cuñada María Bayeu con Marcos del Campo, un joven que al
igual que su hermano trabaja al servicio del infante Don Luis de Borbón. Mediante esta boda, Goya
consigue el mecenazgo del infante y de su esposa María Teresa Vallabriega, y para su hermano Camilo
logra la capellanía de Chinchón. El infante muere al año siguiente, pero tras el éxito del cuadro para la
Iglesia de San Francisco, Goya consigue otros mecenas como los duques de Medinacelli y de Osuna.
De nuevo las influencias familiares consiguen que Goya logre la plaza de pintor del rey. Bayeu y Maella
reciben el encargo del rey de buscar dos pintores para este puesto. Uno de los elegidos es Goya. El 25 de
junio de 1786 logra este cargo, inicio de su estelar carrera palatina.
El 4 de agosto de 1795 muere su cuñado, Francisco Bayeu. Entonces solicita la plaza de director de
pintura de la Academia de San Fernando, vacante por la muerte de éste. En septiembre logra este
prestigioso cargo, pero tiene que rechazarla en 1797, porque empeora de su enfermedad. Se le nombra
director honorario.
Xavier Goya, de 20 años, el único de sus hijos que llega a edad adulta, se casa con Gumersinda
Goicoechea, de 17 años, en julio de 1805. Justo al año siguiente, nace el único nieto del pintor, llamado
Marianito.
El 3 de junio de 1811 Josefa y Goya escriben su testamento. Los motivos de esta decisión son la edad y
las desavenencias políticas. Heredero único y universal es su hijo. Una semana después muere su esposa
con 65 años. Es norma que las esposa de grandes genios pasen inadvertidas. Lo cierto es que poco se sabe
de ella y de su influencia sentimental sobre el pintor.
La mujer que sustituye a Bayeu es Leocadia Zorrilla, pariente lejana de Goya. El pintor siente gran
aprecio por la hija de Leocadia, Rosarito, que desarrolla una gran afición por la pintura. Algunos críticos
presuponen que esta joven es hija de Goya, pero nada se puede probar al respecto. Tampoco es posible
asegurar si Leocadia sólo fue su ama de llaves, o si también asumió el papel de amante.
3) Una sordera que crea monstruos.
Cuando Goya había conseguido una posición privilegiada en la corte, con su cargo de pintor de cámara,
una grave enfermedad trastorna su vida. Esta enfermedad deriva en sordera en 1795. Sordo hasta la
muerte, la soledad en que queda sumido provoca un cambio en la evolución de su pintura, que convierte a
Goya en el gran genio. Las Pinturas negras son prueba de este acontecimiento personal del artista. El
pintor tiene que aprender el lenguaje de las manos para poder comunicarse con los demás. De hecho, se
conserva un dibujo con los signos empleados por los sordos, que es obra de Goya.
A lo largo de su vida, el pintor sufre diferentes crisis de salud, pero de todas se repone siempre con
muchas ganas de trabajar. Comenta al respecto su amigo Moratín en 1826: "Goya ha sanado: está muy
arrogantillo y pinta que se las pela, sin querer corregir jamás nada de lo que pinta".
4) La caprichosa duquesa de Alba.
La amistad que el pintor mantiene con la duquesa de Alba en 1795, de 36 años, llega hasta el punto de
disponer de una habitación en su propio palacio. Aunque se ha especulado mucho sobre la relación que
mantuvieron, poco puede probarse.
Goya retrata en varias ocasiones a la duquesa, incluso se especula que ella fue la modelo para las Majas,
pero nada se puede asegurar. Famoso es el cuadro de la duquesa con mantilla negra, donde aparece con
dos anillos en la mano. En uno de ellos figura el nombre del pintor y en otro el de la duquesa. Además la
retratada señala en el suelo las palabras "Solo Goya". Más tarde el pintor, seguramente desengañado por
la inconstancia de la joven, borró la palabra Solo.
Mucho se ha comentado sobre el viaje de Goya a la residencia veraniega de la duquesa de Alba en
Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz durante 1796. Es posible asegurar, por las diferentes obras del pintor,
que al menos existió una relación directa entre ambos. En todo caso la relación debió terminar al año
siguiente en 1797. Poco después, en 1802, la joven fue asesinada, posiblemente por motivos políticos. La
envidia que sentían por ella Godoy y María Luisa pudo ser el móvil.
5) La preocupación familiar.
El oficio del padre, dorador, estaba bien remunerado, pero la familia de Goya eran siete bocas a alimentar.
Por ello, cuando el padre muere el 17 de diciembre de 1781, pone en su partida de defunción: "No hizo
testamento, porque no tenía de qué". Goya desde Madrid va a ayudar económicamente a su familia en
todo momento.
Goya con 25 años realiza su primer proyecto importante: los bocetos de la bóveda del coreto de la
Basílica del Pilar en Zaragoza por 15.000 reales. La cifra de su proyecto es la más baja que se ofrece en
concurso, pero considerando que el pintor ejecuta la obra en cuatro meses, y que por lo tanto cobra 125
reales diarios, resulta que gana 10 veces más que lo que cobra un maestro de oficio.
En Madrid, el aragonés trabaja en la Real Fábrica de Tapices pero sin sueldo fijo. La primera serie que
pinta es de 9 cartones destinados al comedor de los Príncipes en El Escorial, por cinco de ellos cobra
10.500 reales. A partir de este momento va a realizar varias serie de tapices valoradas cada vez en un
precio superior. Así la serie de nueve cartones destinada al comedor de los infantes en El Pardo se tasa en
32.000 reales. Por algunos cartones, pagados individualmente, llega a cobrar hasta 8.000 reales como es
el caso de El baile a orillas del Manzanares. En definitiva desde 1795 hasta 1780, Goya pinta treinta y
nueve cartones. Esta cifra representa una tercera parte de los tapices realizados en estas fechas para este
organismo real. Goya cobra por esta ardua tarea aproximadamente unos 120.000 reales.
Parte del dinero ganado en la actividad de los tapices decide el pintor, preocupado siempre por el
porvenir material, en invertirlo y comprar acciones del recién creado Banco de San Carlos, -hoy Banco
Central-, pasando a ser uno de sus accionistas.
La actividad pictórica aumenta. El zaragozano comienza a ganarse una importante clientela, que quiere
ser retratada por la paleta del pintor. Goya aumenta también sus ingresos económicos gracias a esta nueva
faceta. Por ejemplo, el infante Don Luis, en 1783, le paga 30.000 reales por los dos cuadros que realiza
para su familia. Más tarde su afición por la técnica de los grabados le abrirá otra puerta más. Así en 1799,
se venden 27 series de los Caprichos de 80 estampas a 320 reales cada serie, aunque por presión de la
Inquisición tiene que retirarla enseguida del mercado.
Otra fuente de ingresos son las obras encargadas por determinados organismos como iglesias -el cuadro
para San Francisco costó 10.000 reales, los frescos de la sacristía de la Catedral de Sevilla, 28.000, y el
encargo para la comunidad de padres escolapios de Madrid, 16.000-, el Consejo de Ordenes -400
doblones por 4 lienzos-, o el Banco de San Carlos -10.000 reales por un retrato del rey-, entre otras
instituciones.
Seguramente la fuente de ingresos más fiable y constante es la aportada por los diferentes cargos
institucionales que va consiguiendo a lo largo de su vida. El sueldo como teniente director de pintura de la
Academia de San Fernando es de 25 doblones al año. Goya comenta al respecto que le parece "poco
provecho y mucho honor". El siguiente nombramiento es como pintor del rey, con Carlos III, gracias al
cual logra doblar su renta fija anual en 1786. Con Carlos IV, Goya es nombrado pintor de cámara, pero
por desgracia este nuevo cargo no conlleva un aumento de sueldo. El broche a su carrera palatina llega el
día 31 de octubre de 1799 cuando es nombrado primer pintor de cámara. Goya dispone de un sueldo anual
de 50.000 reales y 5.500 para coche.
Sin embargo la situación se complica con la llegada de José I Bonaparte. Veinte millones de reales tienen
que pagar las mejores familias de Madrid por orden del nuevo monarca. Goya, que figura el primero entre
los pintores, tiene que abonar 3.200 reales.
En 1819, con el dinero ahorrado en la posguerra, Goya compra una finca que se conoce popularmente con
el nombre de la Quinta del Sordo por 60.000 reales, que más tarde, en 1823, dona a su nieto por miedo a
las confiscaciones del rey absolutista. El nieto se va a encargar de dilapidar la herencia en malos
negocios.
Goya decide marchar por primera vez a Francia en junio de 1824, donde se preocupa de colocar su
dinero. Desde allí, consigue una prórroga de su sueldo como primer pintor de cámara, que más adelante
obtendrá íntegro cuando le concedan la jubilación.
En Francia, Goya vive humildemente hasta su muerte. Goya no modificó la herencia mancomunada con
su esposa, y sus posesiones pasaron a manos de su único hijo, como estaba acordado desde el principio.
No obstante, un pequeño capital, ropas, muebles de la casa, y varios cuadros entre ellos La lechera fue la
herencia de Leocadia e hijos.
Entorno político y social.
1) Los pilares de la ilustración.
La biografía del pintor se ubica entre dos épocas históricas, el Antiguo Régimen perteneciente a la Edad
Moderna, con sus monarquías absolutas y una sociedad divida en estamentos, y el Régimen Liberal
propio de la nueva Edad Contemporánea, que nace de los principios revolucionarios franceses, que
reconocen la soberanía del pueblo y la separación de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.
En el siglo XVIII, que es el periodo de la Ilustración, perteneciente al Antiguo Régimen, la fórmula
política que rige es el Despotismo Ilustrado. Este sistema consiste en conjugar los deseos de poder
absoluto de los monarcas con una serie de mejoras -de todo tipo, menos políticas- para el pueblo. La frase
de Carlos III es representativa de esta forma de gobierno: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo".
Un acontecimiento significativo es el estallido de la primera revolución industrial, que se inicia en Gran
Bretaña. Esta revolución llega tarde a España, y se incorpora con lentitud a la sociedad española. A
finales de siglo, algunos burgueses empiezan a introducir novedades agrícolas y ganaderas en la
península.
La panorámica social también cambia como consecuencia de la actividad económica. La burguesía es la
protagonista del siglo. Es la más beneficiada por la prosperidad económica, y reclama su participación en
la vida política. El objetivo es el paso de una sociedad estamental a otras de clases. Esta nueva clase
social es muy escasa en España. Sólo predomina en Cádiz, por su actividad comercial con América, y en
Barcelona, por su carácter renovador en el mundo de la industria. La reacción de la aristocracia, tanto
civil como eclesiástica, ante la competencia de la burguesía en el ejercicio del poder, es que se aferran
más a sus prerrogativas.
2) La vida diaria.
La población comienza a aumentar en las ciudades. Las personas abandonan el campo para buscar trabajo
en los grandes centros sociales, que empiezan a desarrollarse. Los problemas y enfrentamientos entre los
artesanos y los recién llegados del campo es inevitable. Las condiciones de vida para los nuevos
habitantes son duras y difíciles.
Los vagos, pobres, vagabundos y vividores comienzan a concentrarse en las grandes ciudades, donde
aumenta la miseria de los nuevos obreros asalariados, que viven en difíciles condiciones y a merced del
empresario industrial. Las cifras son suficientemente descriptivas. En la España ilustrada hay 400.000
aristócratas, 170.000 eclesiásticos y 140.000 mendigos. En definitiva sólo el 25% de la población es
laboralmente activo.
El desahogo a esta situación en los centros urbanos son las fiestas populares como verbenas, romerías,
carnavales, ferias, festejos taurinos a los que acuden majos y majas. Estas escenas son reflejadas por la
paleta del pintor, sobre todo en los tapices para cartones.
3) Fernando VI y Carlos III.
Felipe V muere en el mismo año que nace Goya. Fernando VI, su hijo, le sustituye hasta 1759. Este
monarca apuesta por una política de neutralidad, y saca al país del escenario bélico europeo.
El próximo rey es el hermano del anterior monarca, Carlos III de Nápoles. Este monarca, conocido por
los madrileños como el mejor alcalde de Madrid, fue retratado por la paleta del pintor zaragozano entre
1786 y 1788. En esta primera fecha, es nombrado pintor del rey.
El reinado de Carlos III se caracteriza por los continuos pactos con los franceses para defenderse de
Inglaterra, que se entromete en las colonias americanas españolas. Es un hombre reformista, que
introduce cambios en el panorama español, apoyado por los consejeros que le acompañan desde Italia,
Esquilache y Grimaldi. Más adelante, sobresale el conde de Floridablanca, como ministro de Hacienda.
España toma parte en la Guerra de los Siete Años entre 1756 y 1763. Su aliado es Francia y Austria
frente a Inglaterra y Prusia. La guerra termina con la Paz de París. España cede a Inglaterra la península
de Florida, y obtiene a cambio las ciudades de La Habana y Manila, perdidas en el enfrentamiento.
Francia cede a España el territorio americano de Luisiana, y el estado español entrega a Portugal, aliada
de Inglaterra, el territorio de Sacramento, situado en América del Sur.
La oportunidad de vengarse le llega al monarca español con motivo de la lucha de la independencia de
los colonos ingleses en Norteamérica entre 1776 y 1783. Con la Paz de Versalles, Carlos III recupera la
Florida, Menorca y la colonia de Sacramento. No logra anexionarse sin embargo el ansiado Peñón de
Gibraltar.
4) La Revolución francesa.
La muerte de Carlos III, el 14 de diciembre de 1788, fue decisiva en la vida de Goya. Este rey no mostró
en ningún momento simpatía por el pintor, y éste responde de igual manera. Cuando Carlos IV llega al
poder el 30 de abril de 1789, nombra a Goya pintor de cámara. En ese mismo año, fecha de la Revolución
Francesa, Carlos IV es retratado por el zaragozano. El encargo fue realizado con motivo de la coronación
de los reyes. También en esas fechas sale de la paleta del pintor el cuadro de su mujer, la reina María
Luisa.
Un personaje importante en este reinado es Godoy. Su carrera política es estelar: primer ministro, en
1792, capitán general al año siguiente, Príncipe de la Paz tras el Tratado de Basilea en 1795, y, por último
tras la guerra de las Naranjas en 1801, Generalísimo de Mar y Tierra. Momento en que fue retratado por
el genial artista, que no sentía ningún aprecio por el político. Sin embargo, María Luisa, amante de
Godoy, aseguraba que éste formaba con ella y su esposo "la Trinidad en la tierra".
La problemática internacional, a pesar de los pasos pacificadores de los monarcas españoles, se complica
con el estallido de la Revolución Francesa, que culmina con la toma de la Bastilla. La posición de España
ante el hecho revolucionario francés es opuesta. La propaganda de los revolucionarios, que se extiende
por toda europa, obliga a Godoy a establecer un cordón sanitario en la frontera con el fin de evitar la
difusión de las ideas revolucionarias en el territorio español.
El artista zaragozano se declara desde el principio, como buen ilustrado que es, partidario de estas nuevas
y revolucionarias ideas, y con sus cuadros de carácter crítico contribuye a desmoronar un mundo que
comienza a declinar. Prueba de esta decadencia es la actitud permisiva de uno de los organismo más
radicales de épocas anteriores: la Inquisición, que no hubiese permitido muchas de sus obras.
Una vez pasado el período de terror en Francia, España reanuda su política de alianzas con el país vecino.
Y ambas naciones luchan contra Inglaterra en la batalla de Trafalgar en 1805, que termina con la
destrucción de la armada hispana. El almirante Nelson, del bando inglés, pierde la vida en esta batalla.
5) La guerra de la independencia.
Napoleón firma el Tratado de Fontainebleau con Godoy en 1807. Este acuerdo es un permiso del estado
español, para que las tropas francesas puedan pasar por territorio español para arrasar Portugal. El pueblo
acoge bien a los franceses, que con el pretexto de conquistar Portugal, siguen invadiendo España.
En marzo de 1808, Carlos IV es obligado a abdicar en su hijo Fernando VII. Tras su nuevo
nombramiento llega triunfal a Madrid, pero la alegría dura poco, enseguida tiene que abdicar en
Napoleón, y éste en su hermano José I.
El día dos de mayo, el pueblo reacciona ante esta sucesión de hechos enfrentándose a la escuadrilla de
los mamelucos en la Puerta del Sol para impedir la salida de los últimos miembros de la familia real con
destino a Bayona. La respuesta francesa fue contundente: decenas de paisanos madrileños fueron
fusilados esa misma noche. Goya va a pintar para la posteridad, seis años más tarde, estas escenas de
dolor humano.
Esta lucha enfrenta dos formaciones muy distintas. Por un lado el profesionalizado ejército francés y por
otro el pueblo español. Los españoles para compensar este desequilibrio se organizan en guerrillas,
consiguiendo sucesivos éxitos como la heroica defensa las ciudades de Gerona y Zaragoza, logrando
entorpecer los planes del enemigo.
El 19 de agosto de 1808 se logra la victoria de la batalla de Bailén. La consecuencia es rotunda. José I
huye de España a los pocos meses de su llegada. La Junta Suprema Central Gubernativa del Reino se
forma en septiembre para defender los intereses del rey que se encuentra retenido en Bayona. Sin
embargo, mientras el pueblo español defiende su causa, Fernando VII actúa como un cobarde en territorio
francés.
Goya aprovecha la retirada francesa para terminar el retrato de Fernando VII, y se desplaza a Zaragoza
para dibujar a Palafox. El artista zaragozano pinta las ruinas de la ciudad maña exaltando a los españoles.
De nuevo se acercan las tropas napoleónicas, y Goya borra los bocetos. De nuevo sube al trono José I, y
el 23 de diciembre de 1808, 30.000 cabezas de familia, entre los que se encuentra el zaragozano, tiene que
jurarle amor y fidelidad al nuevo monarca. Justo al año siguiente, se le encarga que pinte el cuadro de la
Alegoría de la Villa con el retrato de José I.
Goya realiza algunos encargos para el rey francés, y es condecorado el 11 de marzo con la real orden de
España, que los españoles llamaban despectivamente "la berenjena". Sin embargo, la obra personal de
Goya sigue centrándose en el sufrimiento del pueblo español. Prueba de ello, son los grabados de
Desastres de la Guerra, que realiza por esas fechas. Sin duda, la Guerra de la Independencia marca muy
hondamente el ánimo del artista.
De nuevo los invasores vuelven a ser expulsados con la ayuda de las tropas inglesas. El 12 de agosto de
1812, el general Wellington, retratado días más tarde por el pintor español, logra la victoria de Arapiles,
con la consecuente retirada de las tropas francesas.
A continuación, transcurre un corto período constitucional, de apenas tres meses. Un grupo minoritario
de diputados se reúne en las Cortes de Cádiz para elaborar la Constitución gaditana de 1812, más
conocida como La Pepa, máxima representación del liberalismo español. Con motivo de este acto se
ordena a Goya sustituir en el cuadro de la Alegoría de la Villa, la imagen de José I por la palabra
Constitución.
Tras la marcha de Wellington, los franceses vuelven a entrar en Madrid el 2 de noviembre de 1812. El 30
de diciembre el Ayuntamiento decide que se limpie la palabra Constitución del cuadro de la Alegoría,
para restaurarlo por el retrato inicial de José I.
6) La llegada de un indeseado.
Por fin, se produce la salida definitiva de las tropas napoleónicas de Madrid en 1814. Con la derrota de
los franceses en la batalla de Vitoria y la firma del tratado de Valençay, Napoleón reconoce a Fernando
VII como rey de España. A continuación Goya, en mayo de 1814, tiene que retratar al nuevo rey en la
Alegoría.
El Consejo de Regencia se instala en Madrid el 6 de enero de 1814. A finales de febrero, Goya escribe a
este Consejo expresando "sus ardientes deseos de perpetuar por medio del pincel las más notables y
heroicas acciones o escenas de nuestras gloriosas insurrecciones contra el tirano europeo". El artista
zaragozano pinta entonces los cuadros del 2 y 3 de mayo. El objetivo es demostrar su patriotismo,
criticando la actitud inhumana de los franceses, con el objetivo de ganarse la confianza del recién llegado
Fernando VII.
Sin embargo, este acto de patriotismo no es suficiente, pues Goya es sometido a un proceso de
purificación en 1814 del que sale airoso. Meses más adelante tiene que enfrentarse a otro proceso por
parte de la Inquisición, instaurada de nuevo por Fernando VII, que expedienta a Goya por sus cuadros de
las Majas, considerados obscenos, y que fueron encontrados en el almacén de bienes secuestrados, tras
haber sido incautados a Godoy. El expediente queda sobreseido, al conocerse los resultado tan favorables
del proceso político anterior.
7) Un respiro constitucional.
La situación política cambia con el pronunciamiento de Rafael Riego. Comienza en 1820 el período
constitucional conocido como Trienio Liberal, que termina tres años después en 1823. El pintor, ante las
desavenencias políticas, prefiere asilarse, y con este motivo compra una finca, conocida como la Quinta
del Sordo, en las afueras de Madrid.
La Constitución que fue elaborada en 1812 es restaurada en este corto período de tres años. La polémica
principal se centra en la posibilidad de admitir un régimen constitucional con rey o sin él.
Los Cien mil hijos de San Luis, expresión irónica y popular con que fue designado el ejército francés a
las órdenes del duque de Angulema, invaden España para imponer el régimen absolutista. La toma del
Trocadero, un fuerte situado en Cádiz, por el ejército de los Cien mil hijos de San Luis, el 31 de agosto de
1823, representa el regreso de Fernando VII.
8) La vuelta del Absolutismo.
Con la llegada de Fernando VII, este grupo de constitucionalistas es perseguido. España vive otra época
de censura, persecución y terror. El monarca desbarata de esta forma la labor de estos hombres, que se
ven obligados a exiliarse, en el mejor de los casos.
Esta es una etapa difícil para un hombre de ideas liberales como Goya. Por este motivo el pintor vive
estos acontecimientos con personal inquietud por miedo a que le incauten sus pertenencias. El zaragozano
había jurado la Constitución de 1812 en la Real Academia en 1820, y había realizado numerosos dibujos
y láminas comprometidas. Además eran bien conocidas sus ideas. Sin embargo, la represión no afecta a
Goya. Los expedientes de depuración de empleados de la Casa Real se inician en enero de 1824, y el
nombre del pintor no figura en la lista de las personas implicadas.
El día 1 de mayo de 1824 se publica un tímido decreto de amnistía dictado por el nuevo rey, y al día
siguiente Goya, pide permiso para marchar a Francia a tomar las aguas de Plombiéres. Goya llega solo,
viejo, sordo y con poca vista a Burdeos. Su verdadero objetivo es el exilio, aunque retorna a España y
regresa de nuevo al país vecino.
En 1825, tres años antes de la muerte de Goya, el pintor conoce la noticia de que España ha perdido las
colonias del otro lado del Atlántico. La América española alcanza su independencia, acontecimiento que
tuvo una importante repercusión en la historia de España.
Entorno cultural.
1) El predominio de la razón.
Goya nace en el siglo XVIII, que es conocido con el sobrenombre del Siglo de las Luces o de la
Ilustración. Esta denominación implica la forma de pensamiento del hombre que vive en esta época, que
se caracteriza por el predominio de la razón humana sobre cualquier otra fuente de conocimiento. Los
sentimientos o la fe quedan desplazados en la mentalidad del hombre ilustrado. Por esta razón, la iglesia y
la teología son sometidos a crítica. El hombre del siglo XVIII es deista, creyente de una religión natural,
que consiste en adorar a un ser superior directamente, sin intermediarios, y en la observación de una
moral natural.
Algunas de estas características son apreciables en la mentalidad de Goya. El pintor criticó abiertamente
a la Inquisición, con la que tuvo problemas por pintar determinadas obras como la Maja Desnuda, y por
ridiculizar en la serie de grabados de los Caprichos a la reina, María Luisa de Parma y la Duquesa de
Alba. El cuadro, Escenas de la Inquisición, representa el momento de la lectura de los cargos y las penas
de los acusados. La degradación que sufren los acusados, mediante la indumentaria y el capirote, es uno
de los puntos más criticados por los ilustrados. La Inquisición fue abolida por José I Bonaparte, hombre
de ideología racional, pero con el absolutista Fernando VII fue restaurada de nuevo.
El predominio de la razón impulsa la creación de grandes obras como la Enciclopedia Francesa, que
promueve a su vez el movimiento ideológico que subyace tras la revolución francesa. El primer volumen
se publica en julio de 1751. El tiempo de redacción de la obra es de 14 años. La enciclopedia es el primer
trabajo intelectual de aportación colectiva. En esta obra colaboran personajes como Diderot, o FrancoisMarie Arouet, más conocido como Voltaire. Ambos son famosos por la crítica social, religiosa y política
que realizan.
También destacan entre otros pensadores el barón de Montesquieu, autor de la teoría de la división de los
poderes del estado, y Rousseau, autor de la obra el Contrato social, que define las bases de la moderna
democracia. Otro contemporáneo de Goya, y gran racionalista, es el prestigioso filósofo alemán
Immanuel Kant, que es el creador del idealismo transcendental, síntesis de la corriente empírica y
racional.
La experimentación, la ciencia y el progreso son muy valorados, por su directa relación con el raciocinio.
En España, la ciencia es impulsada por las Sociedades Económicas de Amigos del País y las Academias
de Ciencias están protegidas por los reyes. Como reflejo del espíritu ilustrado, se crean en este siglo
numerosas instituciones culturales. Así son representativos de esta cultura edificios como la Librería Real
construida en 1771, que es la actual Biblioteca Nacional, las Academias de la Lengua en 1713, Medicina
en 1732, Historia en 1735 y la de Bellas Artes de San Fernando en 1744
Otra institución de relevante interés es la Real Academia Española, creada en 1713, cuyo objetivo es
mantener la pureza del idioma, que empieza a evolucionar desde el latín. Por ello, el lema de este
organismo es limpia, fija y da esplendor.
El siglo XVIII supone, como consecuencia del desarrollo de la ciencia, los primeros pasos en el camino
de los adelantos científicos, aplicados a la técnica y con repercusión en la industria, pues este siglo
representa el estallido de la revolución industrial. Uno de los grandes inventos del siglo es la aplicación
de la fuerza del vapor por James Watt en 1765. Esta fuerza se trasmite a un pistón, y luego a una rueda
dentada, pero no se aplica a los medios de transporte hasta principios del siglo XIX.
En el campo de la física, Alessandro Volta estudia los fenómenos de la electricidad estática, Benjamín
Franklin inventa el pararrayos y la pareja de científicos formada por el alemán Daniel Gabriel Fahrenheit
y el sueco Anders Celsius descubren el termómetro de mercurio. La química consigue ridiculizar las
supersticiones. Algunos de los elementos de la tabla química comienzan a nacer en este siglo. El francés
Lavoisier analiza la composición del aire. Nacen también en estas fechas, las ciencias naturales mediante
la clasificación científica de los vegetales y animales.
Uno de los grandes inventos es el globo aerostático. Por fin el hombre puede volar. Los hermanos
Montgolfier consiguen en 1783 elevar un globo de 212 metros de diámetro con aire caliente hasta 500
metros de altura. Goya, hombre interesado en conocer y aprender cosas nuevas, refleja este fascinante
descubrimiento en su cuadro El globo aerostático.
2) La oposición de los estilos.
Los grandes movimientos artísticos del siglo XVIII son el rococó y el neoclasicismo. El primero, llamado
así porque el material usado es rocalla, es la última y desesperada manifestación estética de una
aristocracia que decae. Este estilo se caracteriza sobre todo por la acumulación de elementos decorativos.
Por el contrario, la burguesía ilustrada responde a las ideas del racionalismo enciclopedista, inspirado en
los modelos antiguos. El neoclasicismo se basa en un nuevo concepto estético: el arte grecolatino, a cuyos
cánones y norma deben someterse los artistas.
Simultáneamente, aparece su antítesis el prerromanticismo, que se interesa por lo particular de los
pueblos, indaga e idealiza el mundo medieval y exalta lo individual. Este estilo deriva en el romanticismo,
que comienza a principios del siglo XIX y declina a mediados de siglo. Ahora, en vez de la razón,
predomina la fuerza de los sentimientos. Goya también demuestra esta fuerza en obras tan revolucionarias
como las Pinturas negras o en algunas series de sus famosos grabados. Por ello, se puede considerar a este
artista precursor del movimiento romántico. Estilo que además Goya llega a conocer, pues muere en
1828.
El romanticismo es un arte burgués de carácter popular. El artista romántico es individualista y quiere
expresar sus sentimientos a través del arte, que no está sujeto a ninguna norma impuesta. Este arte
representa el grito de la rebeldía contra el siglo de la razón y de las academias. El romanticismo y el
nacionalismo buscan su esencia en sus propias raíces.
El público burgués supone para el artista una gran ventaja, porque es más numerosos que el aristocrático,
y un gran inconveniente, porque es más inculto. Antes el artista era un asalariado de la aristocracia, ahora
es libre, pero está a merced del gusto mediocre de su nuevo cliente.
3) El pincel y la paleta.
Las escenas en pintura rococó son cortesanas, fiestas galantes y retratos. Es un estilo sinuoso y dinámico.
Sobresale el veneciano Battista Tiépolo. También destacan los italianos Guardi y Canaletto. En Francia,
están Watteau, Boucher, con sus desnudos femeninos, Fragonard, y los retratistas La Tour y Nattier. En
Inglaterra, destacan los retratistas Hogarth, con un gran sentido satírico y moralizante, Reynolds,
Gainsborough y Romney
La pintura neoclásica no dispone, a penas, de referencias grecolatinas, al contrario que la escultura y la
arquitectura. Esta es la razón por la cual enseguida se apuntan al romanticismo. Aún así, este estilo
proporciona al mundo de la pintura, grandes artistas como Goya. Además, destacan, entre otros, el francés
Jacques Louis David, autor de el Juego de la pelota, Marat muerto y la Consagración de Napoleón, el
inglés Jean Auguste Ingres, el italiano, Anton Rafael Mengs, y los españoles, Mariano Salvador Maella,
los hermanos Bayeu, cuñados de Goya, y Vicente López, que representa la culminación del
academicismo. Este gran dibujante sustituye a Goya, cuando el zaragozano pide su jubilación, como
primer pintor de cámara.
El prerromanticismo comienza pronto a dar sus primeros pasos de la mano de los paisajistas ingleses,
Constable y Turner, y de los franceses, Greuze y Chardin. Ambos eligen como protagonistas de sus obras
a gentes sencillas, al igual que Goya, en algunas de sus obras como El afilador o La aguadora.
La pintura es el arte de carácter más romántico, porque expresa con facilidad la intimidad y el
individualismo del artista. La pintura se caracteriza por la recuperación de la potencia sugestiva del color,
por luces brillantes y manchas destructivas de formas escultóricas, composiciones dinámicas, culto al
paisaje, temas de revoluciones políticas, guerras o desastres.
Entre los artistas románticos sobresale Goya, y más tarde, el gran Eugene Delacroix, autor del cuadro La
muerte de Sardanápalo y La libertad guiando al pueblo, máximo exponente de la Revolución Francesa.
Delacroix en vida de Goya conoce e imita las sátiras de éste. Otro pintor francés es Theodore Géricault,
autor de la Balsa de la Medusa. También destaca el alemán, Gaspar Friedrich, y el inglés, precursor del
surrealismo, William Blake, que muere un año antes que Goya.
4) De la piedra al hierro.
La expresión artística del rococó se centra en la actividad ornamental, recurriendo a formas sinuosas,
asimétricas y caprichosas. Es evidente el predominio de la línea curva. De este estilo destacan, sobre todo,
los arquitectos alemanes como Baltasar Neumann, con la Iglesia de los 14 santos y Johann Michael
Fischer, con la Abadía de Ottobeuren.
La arquitectura se opone a las curvas sinuosas del período anterior y se imponen unos criterios más
clásicos en la decoración. El neoclasicismo se basa en la línea recta frente al estilo rococó. Se caracteriza
también por la construcción de grandes cúpulas como la de San Francisco El Grande en Madrid, y largas
columnas. Se usa como material más digno la piedra y el mármol. Los edificios son amplios y mantienen
un equilibrio entre sus cuerpos.
Predominan los arcos del triunfo, a imitación de los romanos, de gran tamaño, como el Arco de la
Estrella en París y la de Brandemburgo en Berlín de Langhans. También es significativa la columna
conmemorativa, al estilo de Trajano, que Gouduain y Lepere levantan en honor a Napoleón. El nuevo
emperador necesita del arte de los césares para representar el imperio universal que desea. El modelo
neoclásico por excelencia es el Templo de la Madeleine en París. En esta época también proliferan los
edificios burgueses como plazas, mercados, escuelas, bibliotecas y teatros.
En España, este estilo entra tarde, porque tiene que vencer el fuerte peso del barroco español. Las
academias se encargan de esa ardua labor. Destacan, entre otro, los arquitectos Ventura Rodríguez, que
realiza la Catedral de Pamplona, Sabatini, autor del Palacio Real y de la Puerta de Alcalá en Madrid, Juan
de Villanueva, arquitecto del Observatorio Astronómico y del Museo del Prado.
En arquitectura, el romanticismo tiene que convivir con el neoclasicismo, pues este se alarga hasta bien
entrado el siglo XIX. De hecho en 1842, se termina el Partenón francés de la Madeleine. El romanticismo,
que busca sus raíces en el nacionalismo, se basa en estilos anteriores como el gótico, mudéjar o románico,
según la tendencia de cada país. El material rey es el hierro, un buen ejemplo es la Torre Eiffel,
construida en 1889. Otro material destacable es el vidrio para la construcción de pabellones, estaciones de
trenes, invernaderos o tiendas.
5) Las estatuas humanas.
La escultura rococó esculpe delicadas figuritas de porcelana. El gusto por los jarrones chinos es llamativo
en este estilo.
En el neoclasicismo, se suelen imitar estatuas griegas o romanas, de manera serena, reposada. Se rompe
de esta forma con la línea barroca. Un ejemplo son las estatuas que decoran los jardines de Versalles,
abundantes en Venus y Dianas cazadoras. Destacan las figuras del italiano, Antonio Cánovas, que realiza
retratos de Napoleón y de sus familiares, el catalán Campeny, el alemán Gottfried Schadow, autor de la
cuádriga de la Puerta de Brandenburgo y el danés, Thörwaldsen.
La escultura es el arte menos vivo del romanticismo, pues está todavía inmerso en el clasicismo.
6) El arte de la pluma.
Los dos grandes movimientos estéticos del XVIII son la ilustración y en la segunda mitad del siglo, el
prerromanticismo. Los literatos adoptan temas críticos, pastoriles, -sobre todo en poesía-, y anacreónticos
como la exaltación de placeres elementales o filosóficos.
La literatura española ilustrada cuenta con figuras tan destacables como José Cadalso, maestro de la
crítica social, Diego De Torres Villarroel, que combate el retraso científico del país, las supersticiones y
falsas creencias populares, Tomás de Iriarte y Felix María Samaniego, los famosos fabulistas, Leandro
Fernández de Moratín, que se ocupa de la crítica social y literaria, Jovellanos y Feijó, que están
entregados a la crítica científica y religiosos fundamentalmente y Juan Meléndez Valdés. José Cadalso es
el autor de las famosas Cartas marruecas, donde una mora explica a su corresponsal las extrañas
costumbres españolas. La finalidad de esta obra es censurar la decadencia de la patria.
El prerromanticismo, en literatura, se inicia en la segunda mitad del XVIII. La sensibilidad prerromántica
se extiende por influjo de poetas ingleses como Macpherson, Young, Tomás Gray, el pensador suizo
Rousseau y el novelista francés Saint-Peirre. En prosa, las figuras que destacan en este período son
literatos de la talla de Schiller y Goethe. El romanticismo valora los derechos de la fantasía, de la
imaginación y de las fuerzas irracionales del espíritu. Se escriben obras menos perfectas pero mas
profundas, más íntimas y sugestivas. La subjetividad es una de las características básicas de este estilo.
En el poema romántico, el escritor vuelca lo que siente, en consecuencia sus versos son íntimos. Sus
tonos más frecuentes son la melancolía, la exaltación, la protesta y el hastío. Los temas son de carácter
amoroso o legendario. Les atrae el misterio, la noche, los cementerios, el mar embravecido, la tormenta.
Los literatos europeos más importantes de este estilo son Alejandro Dumas, Sainte-Belue, Victor Hugo,
Coleridge, Byron y Baudelaire, el más joven de todos los artistas mencionados, que nació siete años antes
de la muerte de Goya en 1828. También es destacable la obra humanista de Herder, que defiende el
espíritu nacionalista alemán desde sus raíces, los hermanos Grimm, autores de cuentos y leyendas del
pueblo alemán y el novelista escocés Walter Scott, que inicia la novela histórico-medieval. En España
destacan, en los primeros años del siglo, Mesoneros Romanos, el periodista Larra, Zorrilla, y el poeta
Espronceda, autor de la famosa Canción del pirata.
7) El escenario.
El movimiento neoclásico en teatro fue breve, y se caracteriza por los siguientes rasgos: actitud crítica y
adopción de las tres unidades de acción, lugar y tiempo.
Un buen ejemplo del teatro ilustrado es el libro español de El sí de las niñas de Leandro Fernández
Moratín. La obra recoge las reflexiones de un maduro caballero, que retira sus pretensiones de casarse
con una joven basándose en la diferencia de edad. Es una vigorosa defensa de los derechos de la mujer.
Con sus obras los ilustrados quieren combatir una realidad injusta, tratando de modificar los prejuicios y
las costumbres. Eran reformistas y no revolucionarios, piensan en un término justo mediante reformas
razonables. Goya también mantiene una actitud crítica sobre este tema en algunas de sus cuadros. El
pintor coincide con las ideas de hombres de su tiempo como Moratín, Jovellanos y Meléndez Valdés,
amigos de Goya, que fueron retratados por el artista zaragozano.
Mucho más relevante es el teatro romántico, que se caracteriza por la preferencia de temas legendarios, la
mezcla de lo trágico y lo cómico y la acciones entrecruzadas. El drama, en el que no se respetan las tres
unidades, se divide en cinco actos con versos de diferentes medidas, que se mezclan con la prosa. El
objetivo del dramaturgo es conmover al público. Los seres están marcados por un destino extraño y
singular y las escenas suelen ser nocturnas y sepulcrales. En España, José de Espronceda, escribe la
inmortal obra de El estudiante de Salamanca, y más tarde, José Zorrilla redacta su Don Juan Tenorio;
obras que Goya no llegó a conocer, aunque sus creadores sean contemporáneos de sus últimos años.
8) La nota musical.
El siglo XVII es el siglo del esplendor musical. Se cierra el ciclo de la polifonía y se inicia una etapa de
enorme expansión de la música instrumental. En esta época se producen una serie de descubrimientos
como nuevas formas de composición, y se amplia el número de instrumentistas. En esta faceta del arte
destacan genios con características prerrománticas como Amadeus Mozart, que proporciona un valor
nuevo a la música a través de sus sinfonías.
La música romántica tiene grandiosos representantes como Ludwig Van Beethoven,
que supone el comienzo de la libertad expresiva del romanticismo. Franz Schubert y Beethoven mueren
casi en la misma fecha que Goya. Este último compositor sufrió igual que Goya una enfermedad que le
marcaría profundamente: la sordera.
9) El arte del toreo.
El mundo de los toros es otra manifestación artística de la época, muy representativa en la obra de Goya.
Los toreros coetáneos a Goya están representados en la serie de
grabados, que había alcanzado un gran éxito. Así figuran Pedro Romero, Martincho Mariano Ceballos,
Rendón, Fernando del Toro, Juanito Apiñani, La Pajeruela o Pepe Illo en el momento de su cogida y
muerte. Se dice que estos artistas llamaban a Goya, por su gusto a este arte, el "torero ilustrado".
Curiosidades y otras facetas.
1) Una misteriosa enfermedad.
Mucha tinta se ha derramado sobre la misteriosa enfermedad que padeció Goya a finales de 1793 y que
terminó provocándole la famosa sordera que tanto afectó a su vida y a su obra. De hecho, los
historiadores prefieren no tomar posturas definitivas. Jovellanos, amigo del pintor, escribió en su diario
que se podía tratar de una apoplejía. En cambio, eruditos contemporáneos apuntan que pudo ser una
avarosis cerebral, cuyas consecuencias son tanto físicas como psíquicas: olvidos, vértigos, debilitamiento,
abatimiento, palidez, adelgazamiento, carácter sombrío, manías, melancolía, estupor o delirios
alucinatorios, entre otras características.
Otros estudiosos estiman que la causa pudo ser una enfermedad venérea, llamada sífilis. Así pueden tener
sentido todo el secretismo y extrañas circunstancias en las que Goya abandona la corte para marchar a
Cádiz a curarse. Y, también se entiende, la intencionada frase del amigo del pintor, Ruperto de Artigosa:
"Ya sabe amigo Goya que el médico es un confesor prudente, pero aténgase siempre al adagio `cada oveja
con su pareja'".
2) La duquesa de Alba.
María Teresa Cayetana de Silva, XIII, más conocida como la duquesa de Alba, nace en 1762. Era por
tanto 16 años más joven que el famoso pintor. Algunos historiadores suponen que fueron amantes, pero
nada se puede probar al respecto.
Es conocido el cuadro de la duquesa con mantilla negra realizado por Goya, donde aparece con dos
anillos en la mano. En uno figura el nombre del pintor y en el otro el de la duquesa. Además, la retratada
señala en el suelo las palabras "Solo Goya". Más tarde el pintor, posiblemente desengañado por el
carácter inconstante de la joven, borró la palabra Solo y le dedicó uno de sus grabados titulado: "Sueños
de la mentira y la inconstancia". Goya abraza a la duquesa cuyo rostro mira complacido al pintor, sin
embargo la misma cabeza tiene dos caras y la otra, con aptitud despectiva, dirige su atención hacia otro
lado. De la parte superior de la cabeza surgen unas alas de mariposa. De esta manera, Goya representa la
doble cara de la duquesa.
En 1797 la relación había terminado. Cinco años después, la duquesa es envenenada, quizás, por orden
de la reina María Luisa y Godoy, envidiosos de la popularidad de la joven entre el pueblo madrileño.
3) Las majas.
El 12 de noviembre de 1800, Godoy es propietario de la Maja Desnuda. Más tarde, en 1808 pasa a su
poder la vestida. Es probable, por tanto, que primero se pintase la desnuda y luego la vestida. Sobre esta
pareja de cuadros se dice también que existía un ingenioso mecanismo que ocultaba la desnuda tras el
lienzo de la vestida. Al accionar el mecanismo, aquella veía la luz.
Sobre la modelo se especula que pudiese ser el retrato de la duquesa de Alba. Lo cierto es que no hay
ningún dato que verifique seriamente esta posibilidad. Se sospecha, no obstante, que esta desconocida
modelo fue retratada para otros cuadro como el de Cupido y Psique, donde la figura femenina posee un
interesante toque erótico.
La vestimenta de la maja refleja la moda femenina de la época. Esta se caracteriza por tener una cintura
muy alta, con la finalidad de resaltar los senos. Esto proporciona un sensual aspecto a los retratos del
pintor.
La fama de estos cuadros llegó hasta el país vecino. Así Baudelaire, en 1859, anima a su amigo Madar
para que adquiera ambos cuadros como una ocasión única.
4) San Antonio de la Florida.
La leyenda relata que el burro de un labriego, cansado, cayó al suelo y las guindas que contenían las sacas
que portaba el animal rodaron por el pavimento. El labriego devoto de San Antonio se puso a rezar
pidiendo ayuda. Entonces apareció un fraile que le ayudó a recoger todas las guindas. El labriego
agradecido le regaló un cesto, y le preguntó por su convento. Otro día cuando el labriego fue a visitarle el
único fraile que encontró en la iglesia, fue el que estaba dibujado en un cuadro de San Antonio, en él que
reconoció a la persona que le prestó ayuda.
En 1720 se fundó la congregación de los guinderos, que llevaban en el pecho unas guindas dibujadas.
Más tarde, en 1798, se inician las obras de esta ermita y será Goya el pintor encargado de realizar los
frescos de la capilla.
Desde entonces es tradición entre las jóvenes madrileñas acercarse a la ermita de San Antonio el día 13
de junio para pedirle novio al santo. Antaño, las costureras echaban los alfileres en la pila del agua
bendita para a continuación colocar encima la mano. La leyenda asegura que según el número de alfileres
que se quedasen enganchados, tantos novios tendrían a lo largo de la vida.
Las tradiciones populares, más el humo de los cirios y la aglomeración de gente en las misas estaban
dañando las pinturas. Por este motivo, los artistas e intelectuales inician una campaña de protección de la
ermita a mediados del siglo XIX. Una de las opciones que se propone es convertir esta ermita en museo
de Goya. Alfonso XIII se interesa por el tema, pues quiere conservar el templo en buen estado y a la vez
mantener los fines religiosos para los que sirve. Con este objetivo, el monarca manda construir una nueva
ermita igual a la primitiva. La antigua obra será museo y tumba de Goya.
5) Alegoria de la villa.
El cuadro de la Alegoría de la Villa fue encargado por José I Bonaparte. Goya, que no retrató al francés
del natural, decidió colocar el retrato del soberano en un medallón. Una mujer rubia con corona, que
representa a Madrid, sujeta una lápida con el escudo de la Villa. A sus pies descansa un perro, como señal
de fidelidad. La corona de laurel simboliza la fama y el triunfo del rey.
Esta obra sufrió numerosos cambios marcados por las desavenencias políticas de esta época. El 10 de
agosto de 1812 tras la batalla de Arapiles, el rey José I huye y Goya tiene que cubrir el retrato con la
palabra Constitución, que fue promulgada en Cádiz ese mismo año.
El 2 de noviembre regresa José I y el día 30 el pintor vuelve a restablecer el cuadro tal y como estaba
antes. Con la nueva salida de José I de Madrid, vuelve a figurar la palabra anterior.
Con la llegada de Fernando VII, en mayo de 1814, la palabra Constitución desaparece, y hay que dibujar
el rostro del nuevo rey. Este retrato lo pintó algún discípulo de Goya, y tuvo que ser retocado "por estar
poco parecido al original", según relatan testimonios de la época.
En 1843 vuelve a ser sustituido por el Libro de la Constitución. Tras la caída de Isabel II, el alcalde
marqués de Sardoval ordena que Vicente Pamaorli pintase en él las palabras "Dos de Mayo", que
actualmente se pueden leer en el lienzo.
6) La quinta del sordo.
Goya compró la Quinta, cercana al Puente de Segovia, en 1819. "Era una construcción de adobe con un
jardín unido, dos habitaciones bajas, distribuidas en diferentes piezas, un pozo de agua potable inmediato
a dicho jardín y otro en un patio de las habitaciones y dos desvanes: además por la parte del arroyo, en el
centro... cinco álamos blancos", según se recoge de escritos de la época.
Despertar todos los días entre paredes pintadas con monstruos procedentes de la soledad e imaginación
del pintor, no debe ser plato de buen gusto para la mayoría de los mortales. Sin embargo, según reconoce
el hijo de Goya "siempre merecieron su predilección los cuadros que tenía en su casa, pues como pintaba
con libertad, según su genio y para uso particular, las hizo con el cuchillo de la paleta en lugar del pincel,
logrando sin embargo, que hiciesen un efecto admirable a proporcionada distancia... a las que siempre
miró con mucha distinción, teniendo en particular gusto de verlos todos los días". De ahí que algunos
hayan decidido llamar a esta finca la Capilla Sixtina de Goya.
El zaragozano cedió la casa a su nieto, quien la vendió en 1873 al barón Ch. Saulnier, quien a su vez la
volvió a vender al barón Emite D'Erlanger. Este personaje encargó pasar a lienzo las pinturas. Debido al
mal estado de conservación de los murales de la casa, cuando fueron pasados a lienzo, algunas zonas se
perdieron y otras fueron retocadas por el restaurador encargado.
A continuación, este barón las presentó en la Exposición Universal de 1878 en París. Sin embargo debido
al poco éxito que tuvieron, terminó donándolas al Museo del Prado.
7) Litografías y grabados.
En los últimos meses de su vida, Goya realiza 23 piedras litográficas, de las cuales se desconoce su
paradero, sin embargo todavía se conservan los cobres de las planchas grabadas. El resto de la obra
litográfica no tiene gran valor, porque son los inicios del pintor en esta nueva técnica, que llega a Madrid
a través del litógrafo José María Cardano en 1819. Es un método más barato que la plancha de cobre e
ideal para marcar trazos breves, como era gusto del pintor.
En París, Goya comienza a adquirir fama. Una edición litografiada, mediocre, de diez caprichos, circula
por París desde enero de 1825 bajo el título Caricaturas españolas, ni más ni menos, por Goya. Sin
embargo, el resto de los proyectos que presenta por esas fechas no tienen tanto éxito.
Respecto a la serie de grabados titulada Desastres, que data de 1812 a 1816, se sabe que consta de 80
láminas, pues dos de ellas se perdieron. Los epígrafes que se conservan en el ejemplar, que el artista
preparó para que fuera corregido por Cea Bermúdez, son impactantes.
De la serie Tauromaquia se encontraron once planchas más que en la tirada inicial realizada por Goya, no
incluidas debido a una factura defectuosas de los cobres. La serie de Tauromaquia, realizada de 1815 a
1816, está inspirada en la afición taurina del pintor. Se dice que Goya afirmó una vez "que él ha toreado
en su tiempo y que con la espada en mano a nadie teme". Su popularidad entre los toreros era grande y, se
comenta que éstos le llamaban "el torero ilustre". Otros eruditos aseguran que las corridas no le
interesaban, aunque es posible que hubiese acudido a alguna. Aunque existían diferentes tipos de corridas,
Goya representa sobre todo las Caprichosas, que son las preferidas por el público.
Los Desastres y Disparates se guardaron en la Quinta del Sordo, y no fueron publicados hasta 1864 por la
Academia de San Fernando. La serie de los Disparates salió a la calle con el título de Los proverbios o
Sueños, formada por 18 estampas. Mas tarde se descubrieron 4 grabados inéditos en Francia.
Otra anécdota de actualidad es la cotización a la alta de la obra del genial artista. Desde la década de los
80 está prohibido realizar más ediciones con las planchas originales de Goya, que se guardan en la
Academia de San Fernando. La razón es el progresivo deterioro de estas planchas por su uso constante.
Por este motivo, las laminas reproducidas que antes se vendían por 10.000 o 20.000 pesetas, ahora están
valoradas en 100.000.
8) Violación de la tumba.
El Estado español intentó trasladar el cuerpo de Goya desde Francia a Madrid varias veces en los años
1863-69-88. De esta última fecha existe un informe que dice: "No teniendo cabeza el cuerpo que se cree
ser el de Goya, el Cónsul de España, en nombre de su Gobierno, solicita la autorización de llevar a
Madrid, los dos cuerpos que se encuentran en el mismo panteón. El segundo es de Goicoechea", familiar
de Goya, con el que compartió la tumba durante 70 años.
Personas presentes en el entierro del pintor, declararon que cuerpo y cabeza estaban juntos en el ataúd.
En consecuencia, se cree que se trata de una violación de la tumba. La razón: curiosidad científica. Por los
datos que se poseen muchos anatomistas vivían entonces en Burdeos. Probablemente alguno quisiera
examinar el cerebro del pintor.
El 5 de junio de 1899 se procede a la exhumación. Fue inhumado en la sacramental de San Isidro hasta
que, en 1919, fue traslado a la tumba construida bajo los frescos de la cúpula de la ermita de San Antonio
de la Florida, convertida desde ese momento en museo y panteón.
9) Varios.
RECHAZO DE SU OBRA. Se cree que las pinturas del armario de los relicarios en la parroquia de
Fuendetodos fueron ejecutados por Goya en 1762 o 1763. Se cuenta que cuando Goya viajó a Zaragoza
en 1808, aprovechó para acercarse a su pueblo natal y al ver las pinturas de esa iglesia, exclamó: "No
digáis a nadie que eso lo he pintado yo".
PURISTA DEL ARTE. Sobre las restauraciones de cuadros, labor que tuvo que realizar como primer
pintor cámara en 1801, Goya escribe que "la disonancia que me causó el cotejo de las partes retocadas
con las que no lo estaban, pues en aquellas había desaparecido y destruido enteramente el brío y valentía
de los pinceles, y la maestría de delicados y sabios toques del original, que se conservaban en éstos...
cuando más se toquen las pinturas con pretexto de su conservación, más se destruyen, y que aún los
mismo autores reviviendo ahora no podrán retocarlas perfectamente a causa del tono rancio de colores,
que les da el tiempo, que es también quien pinta".
INAUGURACION DEL PRADO. El día 19 de febrero de 1819 se inaugura una de las mayores
pinacotecas del mundo, el Museo del Prado. Goya presenta dos cuadros de carácter oficial como
corresponde a la ocasión: Carlos IV y María Luisa, ambos a caballo.
EL MISTERIO DE LA X. Durante mucho tiempo ha traído de cabeza a los eruditos la famosa X que
figura al pie de algunos cuadros. Existen lienzos de Goya, que figuran con una X seguida de un número.
Se descubrió en 1964, que este número corresponde a la numeración de la relación de cuadros, que
correspondía a la partición de la herencia de la mujer de Goya. La razón es el miedo del hijo del pintor a
perder su herencia con motivo, en 1814, de la purificación de los empleados reales con la vuelta de
Fernando VII. Xavier, temeroso de la confiscación de los bienes de su padre, decide identificar las obras
que le corresponden para no perderlas con una X, inicial de su nombre, seguida del número que
corresponde en la lista realizada el día de la repartición de bienes de Josefa Bayeu.
SIN MANOS. También es conocida la norma del pintor de no dibujar las manos cuando consideraba
escaso el precio a pagar por el retratado. La razón estriba en la dificultad para el artista de dibujar esa
extremidad del cuerpo.
GENIO Y FIGURA. Goya vive en Burdeos, y tiene 80 años. Sigue pintando, a pesar de tener mal pulso y
sufrir una acuciante ceguera. Orgulloso de su edad es normal que ante un cuadro de buena calidad, añada
junto a la firma, su edad. La debilidad de la vista tampoco le resta capacidad para lograr la penetración
psicológica del retratado.
EL RESTO DE LA FAMILIA. Francisco Xavier fue nombrado heredero universal de la obra de su
padre, cuando se realizó en 1811 el testamento mancomunado entre el padre y la madre. Además, el
pintor había conseguido para su hijo una considerable pensión real, una renta vitalicia por parte de la
duquesa de Alba.
Algún capital, ropas y muebles de la casa de Burdeos y varios cuadros entre ellos La lechera fueron la
herencia para Leocadia e hijos. Ellos permanecieron en Francia, viviendo humildemente hasta 1833. En
España, Rosarito llegó a ser académica de San Fernando, al año siguiente fue nombrada profesora de
dibujo de la reina Isabel y de su hermana Fernanda, pero cayó enferma y murió en 1843.
El nieto de Goya dilapidó la herencia que le había dejado su padre y abuelo en malos negocios.
PREMONITOR DE ESTILOS. Actualmente Goya está considerado como el primer pintor moderno. Su
obra del 3 de mayo se considera el primer cuadro expresionista y la Lechera de Burdeos, el primero
impresionista.
ESTILO Y OBRA EN GOYA.
Inicios.
1) Discípulo de un pintor local.
Francisco de Goya y Lucientes, hijo de un dorador y de vocación precoz, se inicia en la pintura a la edad
de trece años. Desde que es muy pequeño, su padre observa sus dotes en el arte de la pintura, por lo que le
lleva de aprendiz al taller de José Luzán, un modesto pintor local. Con él conoce las primeras normas del
dibujo y la copia de grabados antiguos. Así aparece reflejado en el catálogo del Museo Real (hoy Museo
del Prado), "Fue discípulo de don José Luzán en Zaragoza con quien aprendió los principios del dibujo,
haciéndole copiar las estampas mejores que tenía, estuvo con él cuatro años y empezó a pintar de su
invención hasta que se fue a Roma."
Las lecciones de su primer maestro y las influencias de sus contemporáneos encienden el genio de Goya,
que se educa como un verdadero autodidacta. En 1763 se presenta por primera vez al concurso que
celebra anualmente la Academia de San Fernando de Bellas Artes, pero el jurado no falla en su favor.
Unos años más tarde, en un segundo intento, obtiene el mismo resultado. Estos dos fracasos no le van a
impedir seguir trabajando con la misma inquietud. Por otra parte, sus ganas por aprender le animan a
emprender un viaje a Italia en 1770. Después de una breve estancia en Roma se traslada a Parma. Allí
participa en el concurso de la Academia y gana el segundo premio. En Italia estudia los principios del
Rococó y del Neoclasicismo, que son los estilos predominantes en esta época.
En este período realiza diversos cuadros de pequeño formato y forma monumental sobre temas clásicos y
el retrato de Manuel Vargas Machuca.
2) Regreso a Zaragoza.
Cuando regresa a Zaragoza en junio de 1771, gentes de la provincia y los alrededores le hacen numerosos
encargos, gracias al prestigio y la experiencia que adquiere en Italia. Goya se establece como pintor
independiente, ganándose una amplia clientela. El primer trabajo importante que se le adjudica en este
momento, por mediación de Francisco Bayeu, es decorar la Tribuna del Coro de la Basílica del Pilar y los
muros de la Cartuja de Aula Dei, situada a escasos kilómetros de Zaragoza. En los frescos del coro del
Pilar reproduce a los personajes divididos en grupos con un marcado carácter abocetado. Sólo unas doce
figuras aparecen definidas con todo detalle.
La Cartuja de Aula Dei consta de once composiciones, de formato apaisado, pintadas al óleo sobre muro.
Las escenas representan temas bíblicos y se puede afirmar que en esta obra ya se dan una serie de
cualidades típicamente goyescas. El impulso Barroco se combina con la serenidad Neoclásica. Los
colores claros y cambiantes, especialmente en las vestimentas de los personajes llenas de luminosidad,
definen estos óleos que se encuentran entre los primeros trabajos de Goya.
En estos años, una nueva actividad le espera al aragonés en Madrid, ciudad a la que se tiene que
trasladar, tras aceptar la oferta de su cuñado Francisco Bayeu. Este le llama para entrar en el equipo de
pintores que trabajan en la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara.
3) Operario de la Real fábrica.
Los tapices, que forman parte de la industria de las artes decorativas, se destinan a decorar los muros de
las distintas estancias de Palacio. El primer paso es establecer las medidas adecuadas del tapiz antes de
instalarlo. El rey indica después el asunto a tratar y da su aprobación cuando los pintores le presentan los
bocetos.
La alegría y vivacidad de los temas populares se reconocen en los cartones de las primeras series. El
Quitasol o El vendedor de vajillas son algunos ejemplos. Las escenas están repletas de la frivolidad
asociada a la felicidad del momento presente. Las fiestas, los encuentros y un sin fin de diversiones de la
juventud madrileña constituyen la temática que más gusta a la realeza. El pincel de Goya se mueve con
desenvoltura y seguridad para captar la expresión de los rostros. Tonos vivos y luminosos hacen únicos a
estos cuadros que se van a convertir en uno de los legados más fascinantes del zaragozano.
La minuciosa técnica del tapiz, junto con el neoclasicismo de Antonio Rafael de Mengs, y el control que
ejerce sobre Goya Francisco Bayeu implican una serie de cotas a la libertad de creación artística del
pintor. Sólo con el paso de los años y cuando éste se sitúa en la corte como pintor de cámara se libra de
estas ataduras. De este modo, su evolución empieza a asomarse tímidamente en las últimas series de
cartones. La interpretación que hace de los asuntos populares, típicamente castizos, se aleja de la tradición
dominante entre los pintores de la Real Fábrica. Con una paleta, cada vez más rica y matizada, consigue
mejores efectos y una pincelada más fluida.
La entrada de Goya en la corte de los Borbones implica una mejora en las relaciones sociales, a medida
que su posición como pintor de cámara se consolida poco a poco. Además en 1780 es admitido en la
Academia de Bellas Artes y su carrera cobra auge a partir de este momento. La nobleza y la burguesía
pasan a ser su principal clientela, al tiempo que se afianza su labor como retratista.
4) Goya, pintor de cámara.
En sus primeros lienzos se intuye la observación y el estudio, dos aspectos que inquietan a Goya. Siempre
trata de conseguir una mayor aproximación a la imagen del retratado. Casi diez años después, cuando es
nombrado pintor de Cámara Real por Carlos IV, en su evolución se aprecia un toque de mayor
refinamiento y madurez. Su habilidad para captar el detalle se ve enriquecida por su capacidad para
reflejar al mismo tiempo la psicología de los personajes que retrata. En los lienzos deja plasmado el
verdadero rostro de la aristocracia. Detrás de una lujosa máscara se esconden seres ruines y miserables.
La técnica de Goya se va embelleciendo siempre en busca de perfectas armonías cromáticas. María Luisa
de Parma, Carlos IV, Jovellanos y el Conde de Floridablanca posan para el aragonés durante estos años.
Coincidiendo con sus inicios, es ahora cuando se le atribuyen sus primeros ensayos con la técnica del
grabado. Entre 1774 y 1779, reproduce al aguafuerte algunos cuadros de Velázquez, pintor sevillano por
el que Goya siente gran admiración. En este intento, en el que se familiariza poco a poco con una técnica
recién inventada que desconoce, los resultados son desiguales, por lo que hay que esperar casi veinte años
más para admirar los Caprichos.
La evolución de Goya es lenta, pero ya comienza a notarse en algunas de sus obras, especialmente
cuando se trata de decorar frescos. Una muestra de ello se produce en 1780, fecha en la que le encargan
pintar la cúpula del Pilar de Zaragoza. Su tendencia a las deformaciones y libres linealismos le cuestan un
grave enfrentamiento con su cuñado. El asunto a representar es la Santísima Virgen María, que el pintor
resuelve en una composición fluida con escorzos audaces y actitudes populares. Su atrevimiento no
termina ahí. La decoración de las pechinas, en las que debe simbolizar la Fe, la Fortaleza, la Caridad y la
Paciencia, no tiene nada que ver con las exigencias de Mayeu. Al final todo desemboca en una larga
querella en los tribunales y el encargo pasa a manos de Maella.
Es en 1792 cuando se produce un giro de 180 grados en la obra de Goya, debido a la enfermedad que le
deja sordo. Sin embargo, hasta entonces el pintor comprende que la belleza de la creación radica en el
tratamiento del asunto, es decir en el "cómo" y no en el "qué".
Algunos autores opinan que si el zaragozano hubiese fallecido en este momento jamás hubiera pasado a
la historia como uno de los grandes genios de la pintura. Al sostener esta afirmación se apoyan en el
escaso carisma y la falta de personalidad que se observa en sus primeras obras.
5) Velazquez y Rembrandt.
Las influencias que recibe Goya por parte de otros artistas son realmente limitadas, lo que no significa
que no se dedicara al estudio de sus antecesores. Si partimos de la afirmación del biógrafo Matheron en la
que sostiene que Goya no reconoce a otros artistas que Velázquez, Rembrandt y la propia naturaleza, es
difícil abordar esta cuestión.
Al comienzo de su carrera en la Madrid, se le han atribuido elementos propios de sus compañeros del
taller de la Real Fábrica e incluso del estilo que preside el último tercio del siglo XVIII. Pero a medida
que nos adentramos en esta época se descubre que en vez de hablar de influencias es más adecuado
hacerlo de limitaciones.
Su vocación temprana por la pintura le lleva a dirigir sus primeros pasos hacia el taller de José Luzán,
donde recoge la esencia de la escuela aragonesa. Durante su aprendizaje conoce a Francisco Bayeu, quien
le inicia en el manejo de las luces, los brillos y el dominio del claroscuro. De este período, destacan entre
otros compañeros de estudio del pintor aragonés Ramón Bayeu, Gregorio Ferro y Luis Fernández.
Mientras vive en Italia se hace eco del estilo dominante. Entra en contacto con el Neoclasicismo y
estudia los últimos resquicios del Barroco. A parte de una serie de obras de tema clásico, de esta fase,
también data una copia del Tránsito de San Antonio Abad de Corrado Giaquinto.
La presencia de Francisco Bayeu en la vida de Goya comienza a apreciarse a su regreso a España,
especialmente en sus primeras obras de carácter religioso. La aparición de la Virgen a Santiago o La
Huida de Egipto son cuadros que prueban este hecho. La repercusión de Bayeu no acaba en este punto.
Ya asentado en Madrid entra a trabajar, por mediación de su cuñado, en la Real Fábrica de Tapices de
Santa Bárbara. En estos años, los cartones para tapices que Goya pinta están condicionados por los
consejos de Bayeu y por el estilo clásico de la corte. Por otra parte, la particular técnica de los tapices
supone otra limitación a la obra del pintor.
Una vez que es nombrado Teniente Director de Pintura de la Academia de Bellas Artes y pintor de
cámara a sus creaciones las despoja de rasgos ajenos y le confiere elementos propios y personales. A
partir de este momento, Goya ya no está supeditado a las normas de Bayeu o Mengs. Esta trayectoria
demuestra que lo que algunos autores han llamado influencias no son más que normas de estilo y
tratamiento.
Su inclusión en el ambiente cortesano, no sólo le permite ganar una fuerte clientela, formada por nobles,
ilustres y artistas del momento, sino que además le sirve de vía para conocer a fondo la obra de los
grandes genios de la pintura. De Velázquez copia Esopo y Menipo y también se inspira en él para
practicar con una nueva técnica, el grabado. Con el paso del tiempo Goya es capaz de traspasar la
perspectiva aérea, que caracterizan los lienzos del Sevillano, a sus cuadros. Una muestra de ello es la
Junta de Filipinos, donde la atmósfera que impregna la enorme estancia en la que se dan cita toda una
galería de personajes es completamente Velazqueña.
6) La naturaleza.
Los temas populares, que tanto refleja en sus primeros cartones, también son un punto de partida en la
obra de Goya. La naturaleza y en especial la naturaleza humana ejerce gran influencia sobre el autor a lo
largo de su producción. Tanto en los grabados, como en las Pinturas negras, o en aquellas que reproducen
las catastróficas consecuencias de la Guerra de la Independencia, el pueblo aparece como el principal
afectado. Nadie destaca sobre los demás, los héroes no existen. Los hombres están reflejados con sus
vicios y sus virtudes, sus miedos y sus alegrías. La expresión humana es siempre objeto de estudio para
Goya.
Giovanni Battista Tiepolo es otro artista que suscita la dedicación de Goya al estudio de su obra, por lo
que observa atentamente los trabajos del veneciano. Su estilo Barroco, impregnado por el Rococó
representa el lado opuesto a la tendencia neoclasicista de Mengs. La influencia de Tiepolo le invita a
utilizar esgrafiados, a base de distintos ocres, para aumentar la sensación de relieve.
La curiosidad y la inquietud del genial pintor dirigen sus inclinaciones hacia el estudio de la producción
de Rembrandt. No hay que olvidar que una buena parte de la obra de éste, al igual que la de Goya, está
dedicada al retrato. Este género se convierte en una forma de expresión artística muy importante para los
flamencos e italianos del siglo XV. Pacientemente reproducen los detalles del rostro y del vestido para
exaltar la belleza y la grandeza humana. El maestro holandés, sin embargo, va a ensombrecer este aspecto
más llamativo para dar prioridad a la condición del hombre. Esa preocupación por traspasar la frontera del
mero retrato, para penetrar en el fondo real del personaje y manifestarlo con ayuda de los pinceles
también es constante en Goya. Cualidad que se intensifica con su madurez creativa. Retratos, pasajes
bíblicos y escenas mitológicas completan la obra de este prolífico autor holandés, del que además se
conservan magníficos grabados.
7) Coleccionista de lujo.
A raíz de la muerte de Josefina Bayeu se realiza un inventario con el fin de hacer un reparto de bienes
entre el pintor y su hijo. A parte de los cuadros de Goya, en esta relación figuran dos obras de Tiepolo,
valoradas en 200 reales. Es posible que se tratara de pequeños lienzos o simples bocetos. Además Goya es
propietario de diez grabados de Rembrandt, en los que se inspira para hacer sus propias láminas, y un
autorretrato de Velázquez, aunque es difícil confirmar su autoría. Esta colección de lujo y representativa
del buen gusto se completa con una escultura de Corregio, Cabeza del Corezo.
Después de la muerte del pintor aragonés, Francisco Xavier de Goya, su hijo, redacta una nota para la
Academia de San Fernando en la que señala la admiración que sentía su padre por Velázquez y
Rembrandt. Lo que más fascina a Goya de los dos pintores son sus efectos de claroscuro y la atmósfera
real de la que llenan sus obras, todo ello enmarcado dentro de un perfecto dominio del espacio.
8) Las corrientes del siglo XVIII.
En el mundo de las artes, el siglo XVIII cuenta con grandes obras pictóricas. La irrupción de artistas
extranjeros al servicio de los Borbones y la carismática personalidad de Goya van a ser dos factores
determinantes. Si a esto añadimos la apertura de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y la
transformación de la sociedad, en la que cada vez se hace más poderosa la clase burguesa, nos
encontramos ante un terreno abonado para el surgimiento de nuevos cambios y estilos. En este contexto la
iglesia, que antes aparece como principal protectora y cliente, pierde su protagonismo en favor de esa
burguesía asentada. Si el retrato se asocia a esta clase social, en las academias se recuperan los temas
clásicos, históricos y mitológicos, a la par que los asuntos populares son motivo de inspiración para
grandes artistas, en el último tercio de siglo. La vida del pueblo no sólo va a estar presente en la pintura
sino que el teatro y la literatura también contemplan a este sector de la sociedad.
En este siglo la figura por excelencia es Goya, este personaje imprime en sus creaciones una visión
totalmente individual y solitaria. La herencia del siglo XVIII se completa además por la labor de otros
artistas, compañeros del genial aragonés en la Fábrica de Tapices. Pintores extranjeros como Mengs,
Tiepolo o Giaquinto agradan el gusto de los monarcas españoles. Las artes, en general, sufren una sutil
transformación a consecuencia de los cambios que protagoniza la sociedad. El hecho de que la iglesia
deje de ser el principal benefactor de los artistas no implica que se abandone la temática de carácter sacro,
pero las obras públicas emprendidas por los Borbones ofrecen una visión más profana. Por otra parte, la
producción de cerámica, vidrio y tapices va a dar un importante impulso a la industria de las artes
decorativas. La influencia de las grandes manufacturas italianas y francesas, así como el deseo de hacer
surgir nuevas industrias y mejorar los oficios potencian esta actividad, promovida por la realeza.
En este período todavía quedan las secuelas del Barroco, en el que vitalidad y expresividad se unen para
dar paso a la magnitud de un conjunto de formas exuberantes. Las grandes creaciones se forjan bajo los
sinos absolutistas de la contrarreforma. Paisajes heroicos y otros motivos constituyen los temas más
tratados por los artistas de la época. A mediados del Siglo XVIII esta corriente desemboca en el Rococó.
Movimiento en el que se impone la ornamentación excesiva y la frivolidad. A finales del XVIII y a las
puertas del XIX el Neoclasicismo llega a su esplendor. En este estilo se restauran los valores estéticos de
Grecia y Roma.
La llegada de la nueva dinastía a la corte significa un cambio en los gustos y en las actividades artísticas.
Sin embargo, esa transformación se realiza poco a poco y de forma desigual en toda la península. Luca
Giordano permanece en Madrid bajo el reinado de Carlos II y Felipe V. El más destacado discípulo de
Claudio Coello y admirador de Giordano será Antonio Palomino. De él se conservan algunas de las más
hermosas obras de esta época. Palomino, que mantiene la tradición tenebrista hasta finales de siglo XVII,
va a ser uno de los primeros en introducir el Barroco, cuando decora la iglesia de los Santos Juanes en
1700. En Cataluña Antonio Viladomat y en Sevilla los discípulos e imitadores de Murillo completan el
panorama de esta primera mitad de siglo.
Las inclinaciones y tendencias de los Borbones, al tiempo de la carencia de artistas de prestigio, impulsan
la llegada de pintores procedentes de Francia, al principio, y más tarde de Italia. El francés Jean Ranc
introduce el retrato cortesano, elegante y recargado. Luis Miguel Van Loo continúa la tradición y retrata a
la familia de Felipe V, resultando una obra aparatosa y teatral.
Bajo el reinado de Felipe V, Miguel Angel Housse cultiva el paisaje con extraordinaria modernidad. Con
sus cuadros de costumbres, de refinada gracia Rococó, anticipa temas y soluciones decorativas que
interesarán más tarde a Goya.
Fernando VI y su esposa, Bárbara de Braganza, se decantan por el estilo italiano y contratan a los autores
de mayor prestigio. Jacobo Amiconi destaca por sus composiciones mitológicas, tratadas con gran
cuidado y buen gusto. El artista más influyente en estos años es Giaquinto, formado en la tradición de los
decoradores napolitanos y con tendencia por las formas del Rococó. Este es autor de bellos frescos de
Palacio, en concreto los de la gran escalera y los de la capilla. Con Carlos IV la Cámara Real va a estar
ocupada por artistas de gran renombre en Europa. El veneciano Tiepolo deja en España los frescos de la
Saleta y del Salón del Trono del Palacio Real, además de una serie de lienzos para la iglesia San Pascual
de Aranjuez, que hoy se encuentran en el Museo del Prado. Su estilo Barroco, aunque ligeramente
influido por el Rococó, coincide con el Neoclasicismo de Mengs.
9) Contemporaneos de Goya.
En la segunda mitad del siglo XVIII destacan pintores como José del Castillo, autor de obras religiosas y
bellos cartones que rivalizan con los de Goya. La actividad creada en la Real Fábrica de Santa Bárbara es
un trampolín para dar a conocer a muchos artistas que de otra forma hubieran permanecido en el
anonimato. Así Francisco y Ramón Bayeu son reconocidos en su tiempo, gracias a la protección de
Mengs. Giaquinto y Mengs también se convierten en dos figuras primordiales en la vida del valenciano
Mariano Salvador Maella. La producción de Luis Paret y Alcazar, gran observador de la técnica, es en
este período una de las aportaciones más importantes y un documento de primera mano sobre la vida
española de su tiempo.
El ambiente local de las provincias, en lo que se refiere a la cultura, es más cerrado y retrasado. Pero esta
situación no impide que también se abran nuevas academias provinciales según el modelo madrileño.
Sevilla, Valencia y Valladolid van a acoger estos nuevos centros de enseñanza y a los artistas que en ellos
se adiestrarán en el arte de pintar.
Evolución artística..
1) La soledad del pintor.
Goya, en 1792, es víctima de una grave enfermedad que le va a provocar la pérdida total del oído. A partir
de este incidente su obra experimenta un cambio radical. Irónico y cada vez más pesimista plasma en sus
lienzos una trágica visión de la sociedad. El artista asiste a la transformación del mundo que le rodea, sus
facultades críticas, agudizadas por el dolor y el aislamiento en el que vive, le habilitan para captar la
decadencia, las supersticiones y la hipocresía de su entorno.
Comienza a interesarse por nuevos asuntos, el hombre y sus preocupaciones se convierten en un objeto
de estudio permanente. El manejo del pincel, por otra parte, se hace más suelto y desordenado para
insinuar las formas. Esta situación dota al pintor de mayor libertad en su producción personal, frente a los
trabajos hechos por encargo. Su labor como retratista continúa sin perturbar sus dones para representar la
belleza externa y también el interior de sus modelos.
Además de su enfermedad, las circunstancias políticas con la llegada de Carlos IV, en 1789, van a
condicionar directamente su trabajo. Es también en estos años cuando se asocia por primera vez el
nombre de la Duquesa de Alba a Goya. La leyenda asegura que éste se enamoró de dicha dama, aunque
más tarde se demostraría que este amor nunca fue correspondido. De la última década del siglo XVIII se
conservan dos magníficos retratos. En uno representa a la noble joven vestida de blanco, con un cinturón
rojo que destaca sobre la luminosidad que desprenden los tonos de la prenda que lleva.
En 1795, le encargan los Lunetos de la Santa Cueva de Cádiz, donde reproduce escenas sacras. En estas
predomina el boceto frente a la técnica minuciosa que había adoptado en otras obras de carácter religioso.
2) Sueños y supersticiones.
La primera serie de grabados se publica en 1799, bajo el epígrafe "El sueño de la razón produce
monstruos". Los Caprichos que constan de 80 estampas, están precedidos por un autorretrato al
aguafuerte. En estos grabados seres humanos se mezclan con las bestias del subconsciente, donde además
se dan cita un mundo de majas, chulos y mendigos. Cada lámina se complementa con una cita que
expresa la intención del autor, en ocasiones una idea oscura y sibilina. Son pensamientos que se anticipan
a las inquietudes que más van a interesar a los artistas del movimiento surrealista, en el siglo XX. Los
dibujos, satíricos y punzantes, se caracterizan por un trazo extraordinario que hace única esta
impresionante colección de errores y vicios humanos. La moral y el pesimismo se unen para convertirse
en simples pretextos que maquillan la soledad y la falta de confianza del pintor en la sociedad.
El año 1798 va a ser decisivo para Goya, ya que realiza una de las obras más destacadas de su trayectoria
profesional. Se trata de decorar los frescos de la ermita de San Antonio de la Florida, curiosamente el
lugar donde hoy descansan sus restos. Alrededor del milagro del santo se reúnen un conjunto de figuras
que representan a gente corriente de Madrid. En los rostros de estos personajes se alterna la ansiedad con
la indiferencia y la conmoción. Sus gestos, gracias a la rapidez de la pincelada y la intensidad de los
colores, están dotados de una enorme expresividad. El artista trabaja con violentas pinceladas, sin retocar
los detalles, y con mínimos contrastes de tono para estructurar el gesto y los movimientos de las figuras.
De este modo, emplea deformaciones y soluciones que son poco corrientes para la época. Sin embargo,
Goya también combina estos desgarros con la técnica tradicional más sutil y refinada.
Su carrera en la corte de los Borbones le obliga a realizar retratos de la nobleza. Carlos IV, Mª Luisa y
Godoy van a posar para el genial artista. El punto álgido llega con el retrato de La familia de Carlos IV,
donde Goya se apropia de la psicología de cada uno de los personajes. Con los pinceles expresa la
antipatía que siente por el ambiente cortesano. Desde una perspectiva artística, hay que destacar la
armonía de rojos y castaños sostenidos por amarillos blanquecinos y dorados que convierten a este lienzo
en una de las obras maestras de la historia del arte español.
Se ignora la fecha exacta en la que Goya pinta las majas, parece ser que es entre 1800 y 1808 y que
pertenecen a Godoy, en esa época. La maja desnuda, hecha con suaves tonos, presenta un dibujo firme y
alguna idealización en su provocativa belleza popular. A pesar de ser uno de los pocos desnudos de la
época es superada por la vestida, pintada con mayor soltura y más contrastes cromáticos que aumentan la
sensualidad del lienzo.
Su tarea como pintor costumbrista no decae, en estos años realiza cinco tablas para la Real Academia de
San Fernando: Procesión de Disciplinantes, Casa de Locos, Corrida de Toros, Tribunal de la Inquisición y
Entierro de la Sardina. La intención de satirizar aspectos de carácter nacional y sus agitados instintos son
un síntoma de su buen hacer, cada vez más evidente. Deformaciones, trazos sueltos y borrones configuran
la técnica de Goya junto a las tradicionales veladuras y trasparencias que adopta de los cuadros de
Rembrandt y Velázquez. Como contrapunto a la idea crítica que el aragonés representa en sus últimas
creaciones encontramos un bello retrato que realiza de la Señora García Sabasa. La inocencia y candidez
de su juventud, así como la austera feminidad del personaje aparecen disimuladas con los colores pardos
de la soledad.
La boda de su hijo Francisco Xavier con Gumersinda Goicoechea, en 1805, va a ser un importante
evento para el zaragozano, que fotografía esta ocasión en una serie de retratos. La captura del bandido
Maragato también le llama la atención y representa este instante en un interesante trabajo de seis tablillas.
En este punto se puede ratificar la inclinación que muestra el autor por plasmar las secuencias de
imágenes.
3) Crónicas de la guerra.
En mitad de su trayectoria, el contexto político-social en el que vive el pintor no deja de influir en su obra
que reflejará el aspecto más patético y grotesco de su producción posterior.
Si Goya sufre un duro golpe a raíz de la enfermedad que le provoca la sordera, la guerra va a dejar una
huella en su personalidad para el resto de sus días. En 1807 la situación nacional comienza a tambalearse.
Las intrigas de Godoy y el afán de Napoleón por invadir las fronteras de España van a desembocar en el
Tratado de Fontaineblau. Un año más tarde, Carlos IV tras el motín de Aranjuez abdica en Fernando VII.
Finalmente los hechos se precipitan y José Bonaparte se instala en la corte, mientras el pueblo se alza en
una larga guerra de resistencia contra la invasión francesa. En medio de este caos, Goya, amigo de los
liberales y partidario de una reforma política, entiende que la ocupación de los franceses no es una
solución definitiva al absolutismo. Pero mantiene su posición en la corte del hermano de Napoleón. Los
acontecimientos históricos, sin embargo, no pasan desapercibidos por la mente de Goya y de ahora en
adelante van a condicionar su pintura, repleta de desconfianza, miedo y una profunda amargura.
El número de encargos desciende, razón por la que el artista puede dedicar ahora más tiempo a sus
creaciones personales, siempre relacionadas con los hechos terribles que presencia. El coloso es uno de
los lienzos que sin duda merece un análisis más detallado. Aquí refleja su obsesión por el lado más oscuro
de la realidad y anticipa la técnica de las Pinturas negras que plasma en la Quinta del Sordo, diez años
más tarde. En la contemplación del cuadro se observa una enorme figura que se yergue al fondo entre las
nubes como una tremenda amenaza, mientras, en primer término una multitud de hombres y animales
huye despavorida, a excepción de un burro que se queda quieto y probablemente representa a la
ignorancia. El pánico, el caos y los estragos que la guerra causa son simbolizados de forma original, como
un gigante de aspecto fantasmagórico que causa dolor a su pueblo. Esta figura pudiera ser Fernando VII,
Napoleón o la propia guerra. Manchas de color, sin dibujo previo, deshechas y febriles componen esta
trágica pintura.
4) Escasez de recursos.
Otro testimonio de su visión pesimista, realizado al final de la guerra, es la segunda serie de grabados y
grandes lienzos como La carga de los mamelucos y los Fusilamientos de la Moncloa del 3 de mayo. Las
consecuencias del conflicto no sólo repercuten en la temática, sino también en los materiales que Goya
utiliza para trabajar, puesto que debe pintar en formatos pequeños sobre madera y hojalata. Por entonces,
no dispone de otros materiales como lienzos, incluso llega a aprovechar la metralla para hacer las
planchas de las estampas. Es posible que reutilizara algunas láminas de metal en las que había imprimido
dibujos de paisajes.
En los Desastres de la Guerra, su segunda serie de grabados, la muerte es un motivo presente en la
totalidad de las estampas. El fatal destino de los hombres aparece reflejado en forma de hambre,
violaciones, ejecuciones o como la propia guerrilla. A diferencia de los Caprichos, el formato es apaisado
y no vertical. Trabaja con el claroscuro y tonos opuestos en zonas de luces y sombras. La composición se
amontona de manera libre y arbitraria en busca de recursos que provocan la emoción y el horror. No se
individualiza a los protagonistas, ni se destaca a otro héroe que el propio pueblo.
Paralemente continúa pintando retratos y cuadros costumbristas y a esta época pertenece El Lazarillo de
Tormes. En este lienzo hay que destacar la tremenda expresión de las figuras que en él aparecen.
Una nueva desgracia asola al pintor, la muerte en 1812 de su esposa, Josefa Bayeu. Este hecho aporta un
dato curioso que descubre las inclinaciones y los gustos de Goya. La familia hace un reparto de bienes,
del que no entraremos en detalles, pero sí en lo que se refiere a la distribución de cuadros. Gracias al
inventario hoy se sabe que el aragonés poseía dos obras de Tiepolo, diez estampas de Rembrandt y un
autorretrato de Velázquez, aunque no esta confirmada su autoría, pudiera ser una reproducción de Goya.
Entre las obras costumbristas de este período hay que citar La maja y la celestina y Majas en el balcón.
En este tiempo Goya a veces emplea un nuevo procedimiento que consiste en sustituir el pincel por una
caña hendida en el extremo, que produce una calidad de pasta pictórica muy diferente a la obtenida con el
pincel.
Del lienzo El dos mayo se conservan dos bocetos que muestran la evolución de la composición en la
mente del artista. Esta es una obra romántica por el color, el movimiento y el ímpetu. En el dibujo elimina
el escenario arquitectónico y concentra la acción en distintos grupos. Todos los elementos se configuran
por el color y sus perfiles esbozados dan la sensación que no están dibujados. Los tonos contrastados y
espesos se unen a la intensidad de la pincelada para representar el drama.
Los Fusilamientos de la Moncloa del 3 de mayo es una obra completamente distinta. La composición se
organiza en grupos y planos insertados en la oscuridad de una noche trágica que domina la escena. Los
soldados perfilados en líneas de idénticas formas se juntan para formar un conjunto anónimo y sin rostro
en posición de matar, como sombras amenazantes. En otro plano reproduce a los que han luchado contra
la ocupación y van a morir. Con los rostros desencajados y en diferentes actitudes, unos implorantes,
otros encogidos y tapándose la cara o apretando los puños, Goya trasmite el miedo a la muerte. La sangre
de los ejecutados mancha la tierra y se extiende en reflejos rojizos. Detrás de un montículo, entre las
horribles expresiones de quienes asisten al fusilamiento, el condenado recibe la luz de un farol. Su figura
blanca y luminosa destaca sobre el resto de los personajes y el fondo, como si fuese el único vencedor. El
condenado de rodillas y con los brazos extendidos simboliza la inocencia y la esperanza de libertad.
Desde el punto de vista técnico, este lienzo se caracteriza por el empleo de una solución granulosa que
produce una textura arenosa y mate. Se mantiene en la imprimación rosada que Goya usa desde sus
comienzos y que a partir del siguiente año sustituye por el negro. En esta obra reduce la gama cromática
al ocre de la tierra y en algunos trajes utiliza el negro oscuro de la noche, en las camisas el blanco y el
rojo de la sangre de los fusilados. Las formas simplificadas aumentan el efecto final.
Al mismo tiempo que su dedicación personal es prolífica, sus relaciones con las altas esferas de la
sociedad siguen siendo su sustento. La Efigie del Duque de San Carlos y los cuadros de Miguel de
Lardizabal, José Muñiz y Miguel Fernández se van a sumar a la galería de retratos que ya ha realizado.
5) Tauromaquia.
La producción de Goya es inagotable y en 1815 comienza a grabar las planchas de su tercera serie de
grabados al aguafuerte. Se trata de Tauromaquia, titulada en un primer momento "Treinta y tres estampas
que representan diferentes suertes y actitudes del arte de lidiar los toros, inventadas y grabadas al
aguafuerte en Madrid por don Francisco de Goya y Lucientes". El 28 de octubre de 1816 se anuncia la
publicación de esta serie, pero no se hace real hasta pasados varios años. Las planchas pasaron a manos
de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando tras la muerte del artista y su publicación tendría
lugar en 1855. De esta colección se conservan los dibujos preparatorios que como en el resto de las series
están dotados de mayor libertad en los trazos. Las composiciones de esta tercera entrega buscan el interés
plástico de las masas sin forma y la acumulación expresiva de los contrastes.
Dentro de la vertiente costumbrista es ahora cuando Goya ejecuta una de sus obras maestras: La junta de
filipinos. El gran formato del lienzo le obliga a plasmar, en un espacio de gran amplitud, a un buen
número de personajes. Estos aparecen rodeados de una atmósfera inigualable que recuerda a la
perspectiva aérea de los cuadros de sus antecesores. Otro cuadro religioso, que también pertenece a esta
época, marca un distanciamiento respecto a su producción anterior. Con un carácter naturalista y popular
más que místico, Goya representa para la catedral de Sevilla a Santa Justa y Santa Rufina, las mártires de
la capital hispalense. Durante estos años, entre 1812 y 1819, fecha en la que se retira a la Quinta del
Sordo, el aragonés vuelve eventualmente al empleo de la espátula de caña, con el fin de que los colores se
mezclen en su punto justo. En algunos casos la suma de los tonos se produce en la retina del espectador
que admira la obra, este aspecto se puede considerar como un anticipo de la técnica que adoptan los
impresionistas. En el Lanzamiento de barra y Procesión de los disciplinantes se observa este método. Un
dato curioso que tiene lugar en este período y que confirma el atrevimieto de Goya al abordar temas que
sus contemporáneos jamás hubieran tratado es que en 1815 debe responder ante las acusaciones de la
inquisición por la ejecución de Las majas. Aunque es absuelto, este acontecimiento le va a distanciar del
ambiente cortesano.
6) La quinta del sordo.
Cada vez más solitario se aleja de Madrid y compra una casa de campo en las afueras, muy cerca del
Manzanares. Los primeros encargos que realiza en la Quinta del Sordo, por orden de las Escuelas Pías de
San Agustín, son La última comunión de San José de Calasanz y Cristo en el jardín de los Olivos. Son
cuadros llenos de angustia y fe, en los que el viejo pintor parece recordar la pasión de las obras de El
Greco, para expresar el drama humano y divino. En La última comunión de San José de Calasanz los
tonos blancos y rojos iluminan la escena que se desarrolla sobre el fondo negro.
Los Disparates, la cuarta y última serie de grabados, se gestan en este momento, aunque la Academia los
publica, más tarde, en una colección de 18 estampas y bajo el título de "Los proverbios". Es complicado
interpretar el sentido de los Disparates, aunque en ellos recoge ideas y temas de su producción anterior,
remontándose incluso a los cartones para tapices y los Caprichos. Entre otros se reconocen el Juego de la
Gallina Ciega y el Pelele. Monstruos volantes, toros, carnavales, escenas de circo y representaciones
fúnebres se alternan con sátiras en contra de las mujeres y la sexualidad desenfrenada. A pesar de que no
se conoce el orden de los grabados parece que se aprecia una evolución hacia formas monumentales
ocupadas por seres fantásticos y deformes.
Sus primeros ensayos con la técnica de la litografía tienen lugar en esta fase. Este procedimiento,
inventado en 1796, va a desempeñar un importante papel entre los ilustrados y los románticos. La vieja
hilando y Escenas infernales son algunos de los intentos con los que el zaragozano se inicia en este
proceso.
No obstante, a esta etapa pertenece el gran legado que crea en la Quinta del Sordo. Son las Pinturas
negras cuya ejecución comienza en 1821. Un grupo importante de composiciones de gran formato, al óleo
sobre muro, están precedidas de bocetos en los que se materializan la mitología, la brujería y el
atormentado interior del pintor. Esta obra es el resultado de la enfermedad y la visión personal del autor.
Los frescos que decoraban su casa y hoy se pueden admirar en el Museo del Prado constan de catorce
obras, entendidas desde un ángulo psicológico irracional y dramático. El gran cabrón, Judith, Saturno
devorando a su hijo, Romería de San Isidro, Dos viejos, Dos brujos, Las parcas, Dos forasteros, La
lectura, El tonto del pueblo, El Santo Oficio, Asmodea, Perro y una mujer identificada con Leocadia
Zorrilla configuran la totalidad de esta obra. Escenas de brujería, exorcismos, supersticiones y delirios se
conjugan para representar una idea irracional del entorno que rodea a Goya..
7) Proyecciones del subconsciente.
La ironía y el absurdo de la locura colectiva que ya había expresado en otras ocasiones se transforma en
obsesión. Colores hechos con blancos fríos y negros densos, con ocres manchados de violentas pinceladas
de rojos y amarillos intensos, dan forma a imágenes terroríficas y proyecciones del inconsciente. Goya
sienta las bases del expresionismo con esta obra, al liberarse de sus pasiones y preocupaciones. El
modelado abrupto y deforme, junto con el empleo de huellas y grumos discontinuos sobre la imprimación
negra definen el conjunto de Pinturas negras.
La técnica sufre una ligera variación en El gran cabrón y el Santo Oficio, donde el manejo del pincel es
equiparable a grandes y espesos brochazos, que sobre el fondo oscuro descifran los contornos y las zonas
claras, frente al trazo suelto del resto de la obra. Goya tiende a oscurecer los tonos para forzar la
expresión de los personajes. Los rostros están tratados con absoluta libertad, logrando imágenes grotescas
y deformes. El resultado final es la degradación y violencia en la que está sumida el país. Dos obras de
esta colección abordan la mitología desde un punto de vista trágico, son Saturno devorando a su hijo y
Atropos o Las Parcas. En el primero el personaje que encarna al tiempo se come a su hijo, con esta escena
simboliza el correr de las horas. Las Parcas representan a las hilanderas que tejen el destino de los
hombres, Goya las dota en este cuadro de los atributos que caracterizan su trabajo. Nacimiento,
fecundidad y muerte constituyen los sinos de los tiempos.
8) El exilio francés.
En 1824 solicita permiso al rey para trasladarse a Plombieres, aunque su verdadero destino es Burdeos,
donde finalmente se instala después de una breve estancia en París. Para justificar la marcha de Goya es
preciso recordar la situación en la que vive desde que termina la guerra. Una situación insoportable para
un hombre de ideas liberales. La vuelta al absolutismo con Fernando VII había sorprendido a un pueblo
que luchó y opuso resistencia esperando que la llegada de "El deseado" significara un cambio definitivo.
En estas circunstancias no es de extrañar que Goya a los 78 años adopte una decisión tan repentina.
En Francia y bajo los aires de libertad, recupera su espíritu siempre curioso y ávido por descubrir
experiencias nuevas. Acompañado de la hija menor de Leocadia, Rosario, trabaja en miniaturas sobre
marfil, llegando a reunir cerca de cuarenta ensayos de temas arbitrarios. De nuevo recurre a los grabados
sobre piedra, empleando la técnica de la litografía y obteniendo como resultado la célebre serie de los
Toros de Burdeos. Esta constituye una obra maestra por su vigor expresivo y dramático, donde las
composiciones son de tendencia circular y trabaja sorprendentemente las luces y las sombras. El público,
lleno de pasión, se agita en escenas en las que domina el espectáculo. Los toros están dibujados con gran
naturalismo y los hombres presentan expresiones risueñas o dramáticas.
Un año antes de su muerte pinta la Lechera de Burdeos. La luz que envuelve la cabeza de la muchacha en
este retrato reencuentra el azul de sus primeros cartones madrileños, radiante de luminosidad utiliza
colores cálidos que idealizan la inocencia y la juventud de su rostro.
La prodigiosa seguridad técnica, el ritmo de la pincelada en toques veloces y descuidados, la
concordancia entre la imagen y la atmósfera hacen posible hablar de este cuadro como el primer cuadro
impresionista pintado en suelo francés.
Reconocer al pintor
1) Más alla de su época.
El carácter innovador de Goya y su ansiedad por conocer los nuevos inventos del siglo le convierten en
un nato seguidor de la ciencia y de los cambios sociales y políticos que se producen en su época. A juicio
de los historiadores del arte, Goya conserva la riqueza y cualidades de las obras creadas por sus maestros
y, al mismo tiempo, es capaz de impregnar en sus trabajos los rasgos más íntimos y personales. En este
sentido, algunos de sus lienzos, no sólo gozan de una asombrosa originalidad, sino que abren los caminos
de algunas de las tendencias pictóricas más significativas del siglo XIX y XX. Uno de los cuadros que
adorna la catedral de Valencia, San Francisco de Borja asistiendo al moribundo, aporta un conjunto de
elementos y de hallazgos resolutivos con los que da el primer paso del Modernismo. Lo mismo ocurre
con el Prendimiento de Cristo, un cuadro de extraordinario valor expresivo lleno de violencia, en el que
predomina el estudio de la luz sobre la forma.
2) Goya, un romántico exaltado.
Los nuevos ecos del Romanticismo suponen una separación de las tradicionales pautas marcadas desde el
Neoclasicismo para poner de manifiesto el espíritu individualista del hombre y plantearse los problemas
de lo cotidiano. La exaltación personal e ideas fijas como la muerte son algunos de los temas que más van
a apasionar a los románticos. Estas mismas inquietudes ya comienzan a gestarse en la mente del aragonés
y en los últimos cartones que entrega a la Fábrica de Tapices. La paleta de Goya recoge en las pinturas,
que hace al final de la Guerra de la Independencia, la exacerbación de los guerrilleros ante la ocupación
extranjera. La muerte tampoco pasa desapercibida por los pinceles de un pintor que está obsesionado con
las hambrunas y el sufrimiento del pueblo llano.
Si en ocasiones, Goya se adelanta a este movimiento en la temática de sus creaciones, para muchos
románticos es fuente de inspiración, sin que esto suponga una limitación a sus obras. Como ejemplo,
baste decir que Delacroix se entusiasma tanto con los grabados y los dibujos del zaragozano, que incluso
llega a copiarlos. En concreto las litografías de Los toros de Burdeos y Los Caprichos van a contribuir
directamente en el trabajo de este autor francés, una de las firmas más representativas de este tiempo.
En Francia la repercusión de los grabados no sólo se percibe en personas de su mismo oficio sino
también en hombres procedentes del mundo de las letras como el historiador Saint Poulain, que interpreta
las estampas como un gran panfleto político y social. El poeta Victor Hugo, junto con el círculo de
amigos de su entorno, siente auténtica fascinación por este autor. Goya es nombrado en los escritos de
Hugo a partir de 1830.
Los madrileños Leonardo Alenza (1807-1845) y Eugenio Lucas Pradilla (1824-1870), junto con el
gaditano Francisco Lameyer (1825-1877), son grandes aficionados a la obra de Goya, trasladando la
técnica y los temas de éste a sus cuadros. Los lienzos de Lucas, resueltos en pinceladas largas y llenas de
ímpetu, asimilan las cualidades de su antecesor y se adelantan a Manet. En el caso de Lucas son muy
curiosos los datos y documentos de los que se puede deducir el motivo por el que pinta como el
zaragozano. Numerosos autores insisten en la similitud de algunas telas y confirman que el romántico
mimetiza los rasgos que definen las creaciones de Goya. Sin embargo, se ha llegado a sospechar que no
imita sino que copia directamente sus lienzos, ya que al parecer trabaja para un anticuario de Biarritz
durante algunos años. En 1972 tiene lugar en Francia una exposición de Eugenio Lucas y otros artistas
españoles del mismo período. En este encuentro, en el que se exhibe una copia de la Familia de Carlos IV
de Lucas, se trata de demostrar que éste es un pintor de talento original que por circunstancias personales
es obligado a pintar "a la manera de Goya", por exigencias de los compradores. En el fondo de la cuestión
no es tan importante discutir si Lucas considera a Goya un maestro a imitar o sólo se dedica a falsificar
sus cuadros, pero lo que sí nos demuestra esta situación es el reconocimiento del pintor aragonés entre la
sociedad de este período, que empieza a demandar sus obras.
3) Profeta del Impresionismo.
Durante los últimos años de su vida, Goya, residiendo ya en la ciudad de Burdeos, experimenta un nuevo
cambio que inmediatamente expresa a través del dibujo. Lejos del absolutismo de Fernando VII, disfruta
de la libertad de la tierra gala, donde compartirá sus últimos momentos con otros exilados españoles,
como Leandro Fernández Moratín. Allí va a realizar algunos de los lienzos más sorprendentes. Recupera
el optimismo y la alegría de sus primeros telares, pero ahora con trazos sueltos y desordenados reproduce
la luminosidad del entorno que le rodea. Una composición armónica acompañada por suaves y delicados
tonos moldean la Lechera de Burdeos, el primer cuadro Impresionista pintado en suelo francés. Es
importante hablar de esta etapa en la que Goya se asoma tímidamente a lo que se puede considerar la
antesala del Impresionismo.
Unos años más tarde y de nuevo en Francia, otro artista sigue la misma línea, sembrada por Rembrandt y
Goya: Daumier. Conocido por sus irónicas litografías en las que caricaturiza todos los problemas de la
sociedad también dedica una buena parte de tiempo a la pintura. Sus lienzos de pequeño formato, que
albergan grandiosos temas, se distinguen por su enorme potencia y el magistral dominio del claroscuro
que le sitúa a la misma altura que el artista español.
Manet, cofundador del Impresionismo, va a ser otro estudioso de la obra de Goya, prueba de ello son
algunos de sus cuadros como La Lola de Valencia o Ballet Español. En el primero de ellos la iluminación,
la postura y la vestimenta del personaje son típicamente goyescas. Sin embargo, no está claro que Manet
conociese a fondo el trabajo del pintor que nos ocupa. Es posible que en realidad se interesase por los
cuadros de Eugenio Lucas. Este realiza una exposición monográfica en la capital francesa, en 1854, y
como ya se ha aclarado era un perfecto imitador de Goya. Manet cuando pinta Torero muerto (fragmento
de Episodio de una corrida) es acusado por sus detractores de copiar los elementos más característicos de
las creaciones de Goya, Velázquez y El Greco. Entonces Baudelaire, en su defensa, escribe: "Monsieur
Manet no ha visto jamás ningún Goya (...) Cuando nosotros gozábamos de aquel maravilloso Museo
español que la estúpida República Francesa, en un excesivo respeto de la propiedad, entregó a los
príncipes de Orleans, Monsieur Manet era un niño, y prestaba servicio a bordo de un navío."
Por otra parte, parece ser que sí conoce los grabados. Le Balcon (la estructura es similar a Las majas en
el balcón) y un pequeño retrato en el que aparece una joven sentada con un abanico, son otras dos
composiciones en las que se observan reminiscencias del pintor español. Esta no es la primera vez que
Baudelaire escribe sobre Goya, en otros textos también hace referencia a la asombrosa habilidad que tiene
el pintor para recrearse en seres fantásticos e imaginarios que resultan verosímiles para el espectador.
Las pinturas de Goya van a ser reconocidas por los artistas de todos los tiempos. El hecho de estudiar su
herencia no implica que todos los autores adopten las peculiaridades que le definen o tengan que alabar su
creación. En el caso de Auguste Rodin sucede todo lo contrario. Cuando el escultor viaja a España en
1905 visita Toledo y Andalucía, llevando como Cicerón nada más y nada menos que a Ignacio Zuloaga.
Este le va a mostrar los Grecos de su colección privada. Pero al escultor no le complacen ni Goya, ni El
Greco, de los que opina que "no sabían dibujar". Sólo con el tiempo y gracias a la insistencia de su
anfitrión reflexiona sobre el genio de los españoles.
En la última década del siglo XIX empieza a gestarse una tendencia distinta a las anteriores: el
simbolismo. Sus seguidores preconizan la necesidad de representar una idea o un símbolo para expresar
de este modo un concepto general. Además la creación debe ser subjetiva, decorativa y emotiva para
provocar la reacción del espectador. Odilón Redón, una de las figuras más destacadas, es un ferviente
admirador de la producción del zaragozano y en 1885 le dedica una serie compuesta por seis litografías.
José Gutiérrez Solana, en España, trabaja sin descanso movido por la vocación que siente por la pintura.
Como Goya trata los aspectos más sórdidos de la realidad y las típicas escenas matritenses le sirven de
excusa para burlarse de lo grotesco. A las figuras más representativas del toreo también las traslada a sus
cuadros. Goya y Solana, en distintos tiempos, son interpretes de un mundo triste y miserable, cuya turbia
realidad redimen con armonías cromáticas repletas de negros y ocres. Todo ello al servicio del
expresionismo.
4) Picasso, aprendiz de Goya.
Como es de suponer Picasso es un gran admirador y conocedor de la producción del dieciochesco. Si es
cierto que en la contemplación de sus obras es difícil encontrar, a simple vista, algún tipo de influencia
directa lo que sí se puede afirmar es que el malagueño hace un estudio exhaustivo de la técnica de Goya.
Entre 1947 y 1948, estando Pablo Picasso en el Midi francés, realiza una serie de grabados que
acompañan a la edición de un ejemplar. Así describe Picasso este trabajo: "Cuando sumerges nuevamente
la placa en ácido, todas las pequeñas burbujas de resina protegen esas zonas, y así el ácido muerde lugares
no cubiertos por ella. En esta forma sobresalen ciertas zonas mucho más claramente evitando que otras
caigan en una especie de sombra, de la misma manera que proteges otras con barniz para que no penetre
el ácido. Toda esta técnica posee un alcance mucho más amplio y sutil que el grabado ordinario. Así fue
como Goya en sus "Desastres de la Guerra" consiguió aquellos maravillosos negros que jamás son
opacos; empleando gran cantidad de ácido, al mismo tiempo también, que su resina. Como resultado, se
obtiene un efecto granulado nunca liso y uniforme sino lleno de diminutos agujeros blancos." Sin
embargo, Picasso se equivoca en sus apreciaciones puesto que Goya no utiliza resina para realizar los
Desastres e incluso inventa un nuevo procedimiento, la aguada. Este proceso consiste en eliminar la capa
protectora de la plancha para suavizar los matices y eliminar los brillos.
La mención de los grabados obliga a hacer un inciso en el hilo de la narración. El propio Picasso, Miró y
Picabia trasladan a su obra las escenas de la guerra, al igual que lo había hecho Goya. Otto Dix al acabar
la I Guerra Mundial, en 1924, graba una serie de estampas de las que se puede hacer un estudio
comparativo con las de Goya.
André Masson, y antes Gustave Doré, coinciden en la realización de un conjunto de obras recreadas en la
Tauromaquia. El alemán Max Klinger también recuerda al zaragozano con sus grabados en dos aspectos:
la concepción espacial y en el gusto por la secuencias en serie. Este autor, que es un maestro del grabado,
señala: "El fondo sin marcar, tal y como usa Goya con gran desnudez bárbara, refleja perfectamente las
diferentes psicologías".
A principios del siglo XX París se consagra como un punto de encuentro en el que se dan cita grandes
artistas e importantes corrientes. Picasso, Chirico y Soutine forman parte de este grupo, que se concentra
en dos conocidos barrios de la capital francesa: Montparnasse y Montmartre. La actividad de los
principales representantes del Cubismo, Fauvismo y Expresionismo se ve interrumpida por el estallido de
la I Guerra Mundial. El conflicto incita a los protagonistas de este período a ir más allá, en busca de algo
realmente original. Dentro de este maremagnum destaca la presencia de los autores procedentes de
Europa Central y la antigua Unión Soviética. La mayoría de ellos son judíos y se ven envueltos en
persecuciones, factor que va a marcar su obra.
Soutine, nacido en Bielorrusia, pertenece a esta generación. En medio de la pobreza trasmite toda su
amargura y decadencia al lienzo que queda impregnado de tremendas manchas de color convertidas en
formas delirantes. Su expresionismo recuerda la fuerza de las pinturas que el zaragozano deja en la Quinta
del Sordo.
5) El Expresionismo de XIX.
Al estudiar la obra de Goya en conjunto se puede llegar a la conclusión de que, a diferencia de los artistas
que comparten su tiempo, éste destaca por un estilo íntimo y carismático que le hace único. Las Pinturas
negras le sitúan entre los primeros expresionistas. En este caso no se hace alusión a la influencia que
ejerce sobre otros pintores, ni se trata de interpretar su trabajo como objeto de admiración o punto de
partida. Goya es precursor del movimiento expresionista. La cromática de las pinturas al óleo de su casa
de campo y la descarga de violentas pinceladas de color son cualidades que se anticipan a esta corriente
artística. El Perro, Aquelarre o Saturno devorando a su hijo son algunos de los ejemplos en los que la
expresión se desborda, dejando los detalles en un segundo plano. Es en esta colección de pinturas donde
mejor se entiende la capacidad de este pintor como fundador del Modernismo.
Los expresionistas -al margen de otras tendencias artísticas simultáneas en el tiempo- forman parte de un
movimiento que contempla al sujeto en el mundo exterior con la intención de subrayar su carácter moral y
agresivo. Se separan de las utopías de los románticos y la "superficialidad" de los impresionistas. El
expresionismo no busca el estudio de las formas lineales, por el contrario persigue la fuerza psicológica.
Alemanes y nórdicos se hacen con las riendas de este movimiento. Munch, Ensor y Nolde de forma
aislada impulsan los principios y los elementos más peculiares de esta moda. James Ensor en una carta
dirigida a su amigo Darío le expresa la admiración que siente por Goya y por el resultado de su trabajo.
Incluso, en un momento dado, dice que espera poder vender pronto uno de sus cuadros para venir a
España "en el siglo XX".
"El sueño es una segunda vida" dice Nerval. En el umbral de lo onírico se encuentra la inspiración,
piensan los surrealistas, y Goya la encuentra pero mucho antes de que nadie se de cuenta. La técnica de
uno y otros no tiene nada en común, sin embargo, la temática de Goya ya se adelanta a las ideas que
preconizan los seguidores de esta escuela. Los Caprichos contienen una colección de imágenes oníricas
en las que seres fantásticos y bestiales invaden el subconsciente de las gentes. No hay que olvidar que el
epígrafe que encabeza la serie reza: "El sueño de la razón produce monstruos".
6) Goya en el siglo XX.
En el siglo XX son innumerables los personaje que tienen influencias de Goya o que simplemente le
consideran un maestro a seguir. El pintor italiano descendiente de eslovenios, Zoran Music, no sólo
reconoce su admiración sino que además admite que en su obra la existencia de recursos goyescos se
repiten una y otra vez, junto con los de Rembrandt y Manet. Esta pasión le trae a España en el año 1935,
con el fin de estudiar a fondo el legado de los maestros de la pintura española. En Madrid se dedica a
copiar los cuadros de Goya y El Greco que se encuentran en el Museo del Prado, hasta que estalla la
Guerra Civil. Más tarde, prisionero en un campo de concentración, durante la ocupación nazi, realiza
dibujos con títulos e imágenes que recuerdan al dramatismo de Los Desastres de la Guerra. La obra de
Music está en la misma línea de las Pinturas negras.
Antoni Clavé y Victor Mira han retratado la personalidad de Goya en sus cuadros, tratando de ahondar en
la psicología del autor. Arnulf Rainer en 1983 hace una serie de dibujos con el mismo propósito que los
pintores anteriores.
Victor Ochoa recuerda al zaragozano en una reflexión intelectual y plástica. Tras el análisis profundo de
su vida y en concreto de los autorretratos, con los lápices y el barro materializa una imagen intimista de
Goya.
A la colección de esculturas de Victor Ochoa se suman todos los elementos del proceso creativo. Los
dibujos, los bocetos y los ensayos escultóricos son de gran interés por el carácter expresionista, así como
la parte gráfica en forma de xerigrafía.
A pesar de que pueda dar la sensación de que el público de Goya está en Francia y España, artistas
procedentes de todos los lugares han estudiado y estudiarán sus creaciones.
Transcurridos 250 años de su nacimiento, Francisco de Goya y Lucientes continúa siendo el abecedario
de la pintura para la obra de muchos autores. Para los historiadores del arte y los estudiosos de su
biografía un personaje difícil de clasificar por su personalidad ecléctica y para el espectador uno de los
grandes maestros de la pintura.
Repercusiones
1) Un pintor con carisma.
Reconocer la obra de Goya no es un trabajo sencillo, aunque es cierto que su carismática personalidad
engendrará un estilo completamente diferente al del resto de sus contemporáneos. Durante su actividad
como pintor emplea toda clase de técnicas y no hay género que no aborde. Cartones, frescos, óleos y
grabados sirven de soporte para recrear desde escenas religiosas, hasta naturalezas muertas.
En sus inicios, y bajo la tutela de su primer maestro, al que tantas veces se ha aludido, Goya utiliza como
colores base: blanco plata, verde, cobre, amarillo real y amarillo nápoles, azul, negro y grises fríos y
calientes, según consta en los archivos. El efecto de las veladuras lo consigue a través de lacas y el color
hueso. De esta primera etapa conserva el hábito de imprimir los lienzos con tierras de ocre rojo.
Cuando en 1775 entra en la Real Fábrica de Santa Bárbara representa en las primeras series de cartones
una amplia gama de géneros, siempre relacionados con el pueblo madrileño. Los asuntos populares
ocupan la mayor parte de la colección de tapices. Como ya se ha observado en otros apartados las
limitaciones impuestas por sus compañeros de taller y la técnica a seguir en esta labor suponen un
obstáculo añadido a la hora de atribuir ciertos cartones a Goya, a excepción de sus obras más conocidas.
Prueba de esta dificultad es el hecho de que muchos de los óleos que hoy se conocen es gracias a bocetos,
documentos e incluso facturas que se conservan de la época y demuestran su autoría. Pero conforme pasa
el tiempo y el aragonés afianza su posición en la corte, al servicio del rey, sus creaciones se ven liberadas
de elementos ajenos y gozan de mayor libertad.
2) Escenas matritenses.
En las primeras series de cartones predomina una visión idealizada de las costumbres y diversiones de la
sociedad. Los momentos cotidianos de la vida (La merienda) o escenas de caza (Partida de caza) también
van a ser objeto de observación por parte del pintor. La mirada crítica del aragonés no siempre está de
parte de las interpretaciones del resto de pintores que trabajan en la Fábrica de Tapices. Goya tiene una
idea pesimista de la sociedad que dista mucho de los asuntos que imponen los monarcas. Testimonio de
esta singular visión son los lienzos de La nevada, Los pobres en la fuente y El albañil herido. En estas
obras, que decoraron el Palacio del Pardo, enseña el lado más triste y oscuro del pueblo. A partir de este
momento su producción es inconfundible, comienza a alejarse de la alegría y vivacidad que expresa sus
primeros cartones, como en El baile a orillas del Manzanares, para tratar una temática bien distinta.
En La nevada, los rostros de los personajes dejan ver al espectador el dolor y el sufrimiento que provoca
el hambre y el frío. El pincel de Goya se hace cada vez más sobrio para mostrar al campesino llano y
humilde. Las desgracias sustituyen a los juegos y las fiestas. Un ejemplo de ello es El albañil herido,
donde aparece la figura del infortunado llevado por dos compañeros de trabajo. De la última serie de
cartones, realizada en 1792, queda entre otros, Las mozas del cántaro, El pelele y La boda. Con este
lienzo hace una feroz crítica de los matrimonios por conveniencia, que, por otra parte, se trata de un tema
muy debatido en la época por políticos e intelectuales. En el cartón de La boda, a diferencia de los
anteriores, la figura humana recobra importancia. En las tres telas el autor contempla los temas populares
desde una perspectiva deformada y más expresiva.
3) Un pintor frío y devoto.
Unos años antes de entrar en la corte, Francisco de Goya y Lucientes ya ha realizado otros encargos
importantes, entre los que se cuenta la decoración de la Tribuna de la Basílica del Pilar y los frescos de la
Cartuja de Aula Dei. En general su actividad como pintor religioso va a ser escasa, aunque continúa hasta
el resto de sus días. Dentro de este género las técnicas que adopta son el fresco y también trabaja al óleo
sobre lienzo.
En 1771 le encargan pintar los frescos del coro de la Basílica del Pilar, en Zaragoza. Goya se ve obligado
a buscar una solución para cubrir los cerca de cien metros cuadrados que mide la bóveda de la capilla.
Grandes zonas de cielo y nubes, además de grupos uniformes abocetados y situados en la penumbra,
amparan a unas doce figuras perfectamente definidas. En estos frescos -que ya anuncian la tendencia del
pintor a insinuar las formas mediante bocetos- el equilibrio de la composición es impresionante.
Los frescos de la Cartuja de Aula Dei destacan del mismo modo por la simplificación de la técnica, en la
que la luz, el color y la composición alcanzan grandes logros. En estas pinturas al óleo sobre muro se
perciben deformaciones que más tarde desembocan en un expresionismo personal.
En este sentido, su evolución resulta evidente en la decoración de la ermita de San Antonio de la Florida.
Algunos ángeles, a veces caracterizados como bellas muchachas, presencian el milagro del santo, aunque
ningún símbolo religioso aparece en la cúpula. Aquí Impresionismo y Expresionismo se dan la mano.
Pinceladas sueltas y violentas dan forma a grandes manchas de color que moldean a los personajes.
Gracias a los documentos que se conservan de la época hoy se tiene constancia del material que el pintor
emplea en esta empresa. En una larga y curiosa lista aparece la siguiente relación de colores: media
arroba de ocre claro, ocre oscuro, tierra negra, tierra roja, esmalte, doce libras y media de bermellón de
china, diecinueve libras y media de negro de fino marfil, azul de molina molido, ocre de Siena, carmín
superfino de Londres, azul de Inglaterra y negro de humo.
Catorce mil trescientos reales suman sólo los colores necesarios para adornar la cúpula de San Antonio
de la Florida. Si los tonos no tienen desperdicio, los materiales no merecen menos atención: un mazo de
plumas de cisne, cinco libras de lápiz negro, tres docenas de lijas finas y media arroba de cola fuerte.
Las pinturas que decoran el monasterio de Santa Ana en Valladolid (1787) destacan por una realización
minuciosa y escultórica frente a los lienzos de la catedral de Valencia, en los que ya se aprecia un cambio
en la técnica. En el cuadro de San Francisco de Borja asistiendo a un moribundo, por primera vez
aparecen demonios y bestias que rodean a la figura delirante. Estos seres de pesadilla van a ser, más tarde,
frecuentes en las creaciones de Goya. Los Lunetos de la Santa Cueva de Cádiz, que datan de 1795,
forman un conjunto de composiciones contempladas desde un ángulo diferente, en el que acentúa la
expresión humana de cada uno de los personajes en aras de los detalles plásticos, mediante trazos
abocetados.
Su osadía le conduce a un enfrentamiento con su cuñado cuando este rechaza los bocetos que Goya le
presenta para decorar la cúpula de la Basílica del Pilar, por considerar que no son adecuados. Finalmente
el asunto pasa a manos de los tribunales y él pierde el encargo.
La producción de obras religiosas del zaragozano oscila entre la frialdad con la que aborda algunos
lienzos y la devoción y el fervoroso misticismo que confiere a otros. El óleo que representa a las mártires
de Sevilla, Santa Justa y Santa Rufina se caracteriza más por parecer una estampa naturalista que por el
sentir religioso. Sin embargo, este rasgo si aparece en dos grandes cuadros sagrados que pinta, en 1819,
por encargo de las Escuelas Pías de San Agustín: Cristo en el jardín de los Olivos y La comunión de San
José de Calasanz. Estas obras llenas de angustia y fe llegan a recordar la obsesión religiosa de El Greco.
4) Grabados y Litografías.
La inquietud de Goya por aprender nuevas técnicas le convierten en uno de los artistas que mayores
logros consiguen en el campo del grabado. Los errores y los vicios humanos le sirven de excusa para
representar sus instintos, sus miedos y obsesiones. Antes de iniciar su primera serie de grabados comienza
a ensayar copiando dibujos de Velázquez, aunque con resultados desiguales. Los Caprichos, formados por
ochenta grabados al aguafuerte y su autorretrato, reproducen un mundo absurdo en el que se conjugan
toda clase de seres extraños y personajes típicos de la época. Bestias, duendes, hechiceros y celestinas son
algunos de los protagonistas de estas estampas. Las láminas van acompañadas de un epígrafe en el que se
explica la intención del autor. Goya hace una crítica terrible de la sociedad de su tiempo a lo largo de los
ochenta testimonios. La prostitución, la charlatanería, el adulterio y los enlaces por interés aparecen aquí
reflejados. Del Capricho número 37 al 47 una colección de asnos ridiculizan al maestro, al médico
ignorante y al pintor adulador entre otros. La brujería se relaciona con sueños en los que viejas arpías
inician a las jóvenes. La iglesia tampoco se libra de esta dramática visión, en algunas estampas arremete
contra la inquisición y en otras critica el afán desmedido por beber y comer de los curas y los frailes.
La siguiente serie coincide con los años de la guerra. Su enfermedad junto con la represión política
acrecienta el carácter pesimista que predomina en esta obra. Cinco estampas tituladas Los prisioneros se
suman a la segunda serie de grabados, de la que hoy sólo quedan unas ochenta de formato horizontal.
Goya emplea el recurso del claroscuro, enfrentando luces y sombras para recrearse en composiciones
arbitrarias. El "qué" de los Desastres de la Guerra: la muerte. El "cómo": hambre, violaciones y conflicto.
El "quién": el pueblo. La situación de guerra no sólo repercute en la temática de su trabajo, sino también
en los materiales que emplea. La escasez de aglutinantes y resinas le obliga a practicar la aguada, un
nuevo procedimiento que consiste en no aplicar la capa protectora a la plancha. Al final consigue eliminar
los brillos de los blancos y suavizar los matices. Los especialistas en esta serie han diferenciado tres
ciclos históricos: hasta la lámina número 47 son escenas de la guerra. De la estampa 48 a la 64 se refiere
al hambre y el resto de grabados son los caprichos enfáticos.
En 1815 llega su tercera serie: Tauromaquia. Muchos autores reconocen la pasión que siente Goya por
los toros, incluso algunos afirman que en su juventud llega a torear eventualmente, no obstante otros
sostienen que esta colección no se debe tanto a sus gustos personales y sí a la necesidad económica que
tiene en ese momento. En estos grabados, de unos 25 x 35 centímetros aproximadamente, aparecen
personajes destacados de este período y relacionados con el mundo taurino. Las masas informes y la
acumulación expresionista de contrastes definen esta antología. Sus dibujos preparatorios, al igual que en
las series anteriores, muestran trazos más libres con mayor desenvoltura. En la mayoría de las estampas
describe momentos dramáticos en los que se enfrenta el torero con el animal. El dibujo de la barrera sirve
de referencia para indicar la situación y la forma del coso taurino.
Goya cae de nuevo enfermo en 1819. En su convalecencia realiza el último grupo de grabados al
aguafuerte: Los Disparates. Por la técnica se derivan de Tauromaquia, pero ahora el claroscuro es menos
intenso. En las dieciocho estampas emplea la punta seca con absoluta libertad y descuido, además de
utilizar las posibilidades del entintado para crear una atmósfera oscura y dramática. Recoge temas de
otras obras que ya había realizado, no sólo con la técnica del grabado sino que también se pueden
reconocer fácilmente cartones como El juego de la gallina ciega y El pelele. Resulta imposible entender la
intención del autor, aunque las sátiras y la ironía continúan siendo una constante. Desde el punto de vista
técnico esta es la obra más cuidada y mejor trabajada.
Por esta época el pintor aragonés inicia las primeras pruebas con una técnica de casi un siglo de
antigüedad, la litografía. A diferencia del grabado, en el que se trabaja sobre una plancha de metal, en la
litografía el dibujo se graba sobre piedra. Pero es en Burdeos, tres años antes de su muerte, cuando hace
Los toros de Burdeos, relacionados con cuatro óleos de la misma temática. La expresividad y el
dramatismo que destila esta serie lo consigue gracias al dominio de contrastes de luces y sombras y la
tendencia circular de las composiciones. Los toros, dibujados con gran naturalidad, están rodeados por un
público exaltado ante el espectáculo. El conjunto de litografías hechas por Goya se reduce a dieciocho.
Diez de ellas realizadas en Madrid y nueve en Francia, entre las que se encuentran las cinco láminas que
forman Los toros de Burdeos.
5) Retrato de un pintor.
El retrato es uno de los géneros más experimentados por Goya y en el que mejor se observa su evolución.
Riguroso y académico, al principio, sigue las normas del Neoclasicismo y los consejos de sus compañeros
de oficio. El estudio de sus primeros trabajos denota la preocupación del pintor por imprimir en el lienzo
la fiel imagen del retratado. El retrato de la familia del Infante don Luis trasmite, sin embargo, una
espontaneidad impresionante que se traduce en un lienzo intimista de factura suelta. Si la producción de
Goya como retratista es importante, pues no hay que olvidar que ocupa el 65% de su obra, en el análisis
de este campo sus autorretratos ofrecen el mismo interés. Con una clientela compuesta en su mayoría por
nobles,en los primeros años, el autor alcanza la libertad de creación con el autorretrato. Sus trabajos
personales le permiten abandonar la concienzuda técnica de los cartones y los cuadros por encargo. En
uno de sus primeros lienzos el artista se describe a sí mismo en la tela desempeñando su trabajo frente al
caballete y con una paleta en la mano izquierda y el pincel en la derecha. Gracias al dominio del dibujo
Goya es capaz de reproducir la atmósfera, creada por la luz artificial de un sombrero de velas. De este
modo, el pintor adquiere gran destreza a la vez que experimenta un cambio en las formas. El zaragozano
siente verdadera atracción por las variaciones de su rostro en circunstancias y edades diferentes. Un
ejemplo curioso son dos autorretratos en los que aparece con gafas. Se dice que por esta época la
producción de grabados le había provocado una pérdida de visión importante. Sus autorretratos son, en
definitiva, testimonio de su trayectoria física y espiritual.
Su estancia en Palacio y el contacto con los nobles le ayudan a consolidar su carrera como pintor, cada
día más reconocida. Esta situación también le da un margen de libertad en su trabajo. Su labor como
retratista nos permite conocer hoy a los personajes de su época y su entorno. Cantantes, actores e
ilustrados van a compartir con la nobleza el lujo de posar para este artista. De ellos realiza retratos
individuales, ecuestres, colectivos y alegorías. La pincelada con el paso del tiempo se hace más suelta y
se produce un alejamiento de esa obsesión por llevar los detalles hasta el último extremo. El dominio del
claroscuro y la colocación de las luces y las sombras se convierten en un problema que le preocupa
constantemente.
Con la llegada de José Bonaparte el Ayuntamiento encarga a don Francisco un cuadro del nuevo
inquilino de Palacio. El pintor prepara sus pinceles para representar una alegoría del francés y cuando ya
está a punto, cambio de planes. El motivo: la victoria de los españoles en la batalla de Bailén. José
Bonaparte huye del país y Goya limpia bien el lienzo para dibujar la constitución, en honor a la Mª Pepa.
La libertad no dura mucho tiempo y el hermano de Napoleón regresa a España, por lo que el zaragozano
extiende una nueva capa de pintura sobre la tela y vuelve a empezar el retrato de Pepe Botella. El nuevo
monarca no va a tardar mucho en irse definitivamente a Francia. El aragonés entonces le elimina del
cuadro, como si tratase de borrar el pasado, para pintar la constitución una vez más. Al final Goya, como
Bonaparte, se traslada a Francia. Esta anécdota demuestra que, aunque es de pensamiento liberal, el pintor
sabe bien quien está en el poder. Para terminar el relato del manipulado lienzo, hay que añadir que con la
vuelta de Fernando VII sufre algún cambio más. Hoy el Museo Municipal, antiguo hospicio de Madrid,
acoge esta obra titulada: Alegoría del Pueblo de Madrid.
A los primeros años del siglo XIX corresponden Las majas, que pertenecen a Godoy en aquellos años. La
desnuda, uno de los pocos ejemplares en la pintura española, destaca por su magnífica ejecución, la
perfecta transcripción del efecto nacarado de la piel y la intensidad de la mirada. La maja vestida, más
voluptuosa por la exageración de las formas, resulta igualmente admirable. La excepcionalidad de estos
cuadros acaba con Goya dando explicaciones en los Tribunales de la Inquisición en 1814. Esta institución
desde un principio considera igual de provocativa la desnuda que la vestida. Sin embargo, el Tribunal
decide no ordenar su destrucción por considerarlas obras de arte.
Los últimos retratos que Goya realiza los hace en Francia, poco antes de su muerte. La lechera de
Burdeos y el retrato de José Pío de Molina son las obras finales de su vida.
6) Los gritos del silencio.
La Guerra de la Independencia en 1808 repercute de forma directa en la producción goyesca. Con una
técnica muy evolucionada, en la que las deformaciones se hacen más exageradas a base de grandes y
duros trazos, el artista revive los horrores de la guerra. De esta etapa se conservan como testimonio
impresionantes cuadros como El coloso, La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol y los
Fusilamientos del 3 de mayo, que pinta al finalizar la contienda. En estos lienzos la firma de Goya es
inconfundible, por ese estilo tan personal que desarrolla en mitad de la segunda década del siglo XIX y
todavía bajo las normas tradicionales del clasicismo. En este sentido, parece que el aragonés se adelanta
al Romanticismo. Lejos de la armonía que define las composiciones de serenidad Neoclásica, el pueblo
exaltado huye del hambre y la guerra, se rebela ante la invasión de los franceses y muere con la dignidad
de haber luchado. La tensión contenida de El coloso se desata en los rostros de los condenados que van a
morir a manos del pelotón de fusilamiento. El juego de luces y sombras domina esta escena, rodeando la
figura central del cuadro. Mientras, grupos de personajes contemplan desde la oscuridad la macabra
situación.
Los tonos oscuros y ocres que predominan en estas obras alcanzan su culminación con las Pinturas
negras de la casa del Manzanares. Estos óleos son angustiosos y sobrecogedores. La fuerza y el vigor
expresivo se acentúa en los catorce cuadros, que hoy se encuentran en el Museo del Prado, gracias al
extraordinario trabajo de Salvador Martínez Cubells. Este autor las traspasa a lienzos en 1873. Goya, con
líneas intensas y gruesos trazos, construye rostros deformes para deleitarse en imágenes terroríficas. El
malhumorado pintor en ocasiones sustituye los pinceles por espátulas, brochas de gran tamaño e incluso
por los dedos.
Conocer y reconocer la obra de Goya obliga al espectador a realizar un profundo estudio de su estilo y
por su puesto a visitar con frecuencia aquellos lugares en los que se puede contemplar y admirar la
herencia del zaragozano.
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