Diligencias Previas Proc. Abreviado 174/2011 AL ILMO. JUZGADO DE INSTRUCCIÓN Nº 6 DE SEVILLA PARA ANTE LA AUDIENCIA PROVINCIAL DE SEVILLA DON MANUEL IGNACIO PÉREZ ESPINA, Procurador de los Tribunales y de DOÑA MAGDALENA ÁLVAREZ ARZA, según tengo acreditado en autos, ante el Ilmo. Juzgado de Instrucción nº 6 de Sevilla comparezco y, como mejor en Derecho proceda, DIGO: Que con fecha 13 de marzo de 2014 nos ha sido notificado el Auto de 11 de marzo de 2014 dictado por la Ilma. Magistrada titular del Juzgado de Instrucción nº 6 de Sevilla, en el que se acuerda, “a fin de asegurar las responsabilidades pecuniarias que en definitiva puedan declararse procedentes”, imponer a mi representada fianza de 29.568.129, 29 €. Que en igual fecha nos ha sido notificado Auto de 13 de marzo de 2014 por el que se aclara la resolución anterior. Que considerando que dichas resoluciones no se ajustan a derecho, por medio del presente escrito se interpone en tiempo y forma el pertinente Recurso de Apelación, y todo ello conforme a los siguientes: 1 FUNDAMENTOS PROCESALES Citamos, en lo menester, las disposiciones contenidas en los arts. 216, 766 y demás concordantes de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECrim). FUNDAMENTOS DE IMPUGNACIÓN Primero.- INFRACCIÓN DEL ARTÍCULO 764 LECRIM. NULIDAD POR LA ADOPCIÓN DE MEDIDAS CAUTELARES SIN PREVIA SOLICITUD DE PARTE, AL HABERSE ANULADO LA PRIMERA COMPARECENCIA PARA LA ADOPCIÓN DE MEDIDAS CAUTELARES PERSONALES Y REALES I. El Auto dictado por la Ilma. Magistrada Instructora el 11 de marzo de 2014 impone la medida cautelar de carácter real sobre la base del artículo 589 LECrim, correspondiente al procedimiento ordinario. Si bien las normas que regulan tal procedimiento son, como norma general, trasladables al procedimiento abreviado – que es en el que nos encontramos en la presente causa-, ello no habrá de ser así cuando entre sus previsiones se incluyan normas específicas sobre el mismo objeto a regular, que habrán de ser de aplicación preferente en tanto lex specialis y según lo dispuesto en el artículo 758 LECrim. 2 Ello implica que, estando la presente causa incoada como procedimiento abreviado, serán las normas que regulan dicho procedimiento las aplicables, debiendo remitirnos a lo dispuesto en el artículo 764 LECrim. En el apartado segundo dicho precepto se dispone que para la adopción de medidas cautelares para el aseguramiento de las responsabilidades pecuniarias “se aplicarán las normas sobre contenido, presupuestos, y caución sustitutoria de las medidas cautelares establecidas en la Ley de Enjuiciamiento Civil”. Es preciso, por ello, acudir a los artículos 721 y ss. de la Ley de Enjuiciamiento Civil (LEC) – bajo el Título “De las medidas cautelares”- para determinar los presupuestos de aplicación de las medidas cautelares de carácter real. El primero de tales presupuestos aparece ya determinado en el citado precepto: dispone el 721 LEC, apartado segundo, que “Las medidas cautelares previstas en este Título no podrán en ningún caso ser acordadas de oficio por el tribunal, sin perjuicio de lo dispuesto en los procesos especiales. Tampoco podrá éste dictar medidas más gravosas que las solicitadas”. Tal como ha planteado ante esta Audiencia Provincial la Defensa letrada de otra de las personas imputadas en el presente procedimiento, la integración de dicho presupuesto en la adopción de medidas cautelares reales para asegurar la responsabilidad civil ex delicto determina, en consecuencia, que el Juez instructor no puede declarar tales medidas de oficio, sino únicamente en virtud de la solicitud de quienes se hayan personado como parte en la causa. El sometimiento de las medidas cautelares reales al principio dispositivo o de rogación es, ciertamente, inherente a la naturaleza de la responsabilidad a cuyo aseguramiento están aquéllas dirigidas, sin que deba olvidarse que, como ha reiterado la jurisprudencia de la Sala Segunda, la 3 acción civil ex delicto no pierde su naturaleza civil por ser ejercitada en el proceso penal. II. Volcando tal presupuesto al presente caso, se constata la manifiesta infracción de las exigencias legales, al haber sido acordada la fianza sin que ninguna de las partes personadas llegara a haberlo solicitado válidamente, por cuanto el acto procesal en el que sí se solicitaron medidas cautelares reales por la acusación popular (sobre lo que después volveremos) fue anulado por esta Ilma. Audiencia Provincial de Sevilla. En efecto, la Magistrada Instructora acordó la celebración de una “comparecencia para la adopción de medidas cautelares personales y reales” tras la primera declaración como imputada de mi representada – establecida por Auto de 28 de junio de 2013- que tuvo lugar el día 8 de octubre de 2013; en el curso de dicha comparecencia ni el Ministerio Fiscal ni el Letrado de la Junta de Andalucía solicitaron la adopción de medida cautelar alguna, siendo únicamente los Letrados de Manos Limpias y del Sr. Zoido, personados como acusación popular, quienes efectuaron esa petición. Ante el recurso de apelación interpuesto por esta parte contra el citado Auto de 25 de junio de 2013, la Sección Séptima de esta Ilma. Audiencia Provincial de Sevilla dictó Auto de 25 de octubre de 2013 por el que, declarándose la vulneración de derecho fundamental, se revocó el Auto dictado por la Magistrada Instructora en lo relativo a la imputación de la Sra. Álvarez, dejándose sin efecto. Tal declaración de nulidad de la inicial imputación motivó que la Magistrada Instructora dictara un nuevo Auto el día 31 de octubre de 2013, en el que tuvo por imputada a mi representada y se le citó a declarar el día 7 de noviembre de 2013. Tal como consta en el Acta de la declaración practicada en dicha fecha, tras la misma no se celebró comparecencia alguna sobre adopción de medidas cautelares. 4 La conclusión es, por ello, diáfana: (i) La nulidad declarada por esta Audiencia Provincial de la primera imputación de mi representada se traslada necesariamente a los actos procesales derivados de ella, tales como la declaración del día 8 de octubre (razón por la que la Magistrada Instructora hubo de acordar una nueva declaración), la comparecencia celebrada uno actu con aquélla y, con ello, las solicitudes de imposición de fianza realizadas por las acusaciones populares. (ii) Al no haberse celebrado una nueva comparecencia de medidas cautelares en la que las partes hubieran podido efectuar esa petición, no ha existido una petición de fianza válidamente formulada por las partes. (iii) Por ello, la fianza impuesta a la Sra. Álvarez ha sido acordada de oficio y, en consecuencia, infringiendo la legalidad vigente. Segundo.- INFRACCIÓN DEL ARTÍCULO 764 LECRIM. NULIDAD, SUBSIDIARIA A LA ANTERIOR, POR LA ADOPCIÓN DE MEDIDAS CAUTELARES ANTE LA EXCLUSIVA SOLICITUD DE LA ACUSACIÓN POPULAR, LA QUE CARECE DE LEGITIMACIÓN ACTIVA PARA INSTAR LA ACCIÓN CIVIL Y POR TANTO PARA SOLICITAR MEDIDAS CAUTELARES REALES I. De modo subsidiario al argumento acabado de exponer, aun en el improbable caso de que por esta Ilma. Sala no se considerara nula la primera solicitud de fianza efectuada por los Letrados de Manos Limpias y el Sr. Zoido por derivación de la previa nulidad de la primera imputación de mi mandante, tal petición de fianza debería ser igualmente considerada inválida a efectos de satisfacer el requisito de la previa solicitud de parte, por cuanto la Acusación popular carece de legitimación activa para el ejercicio de la acción civil ex delicto y, en consecuencia, para solicitar cualquier medida dirigida a asegurar eventuales responsabilidades civiles. 5 Así lo ha venido estableciendo la jurisprudencia, pudiendo citarse, a título ejemplificativo, las siguientes resoluciones. En sentencia de 12 de marzo de 1992, la Sala Segunda del Tribunal Supremo afirma de modo categórico que “en cualquier caso, la acción popular carece aquí de legitimación para solicitar y pedir cosa distinta de lo que es la pura acción penal”, y añadiendo que “la acusación popular no puede ser tenida en cuenta al carecer esa parte de legitimación activa para propugnar pretensiones civiles derivadas de un delito, ya que su intervención en un proceso penal sólo puede entenderse y aceptarse en función de la defensa que pueda hacerse del restablecimiento de un orden social genéricamente conculcado”. De igual modo se pronuncia la STS (Sala Segunda) de 26 de septiembre de 1997, en la que se recuerda que también por la Sala Primera se ha privado de legitimación activa a la acción popular para reclamar responsabilidades civiles: “La Sala Primera del Tribunal Supremo, en Sentencias como las de 2 diciembre 1991, 8 abril 1994 y 29 enero 1996, a efectos puramente civiles pero que tienen su incidencia cuando las obligaciones de este tipo nazcan «ex delicto», nos vienen a decir que la llamada «acción popular» carece de legitimación para reclamar derechos indemnizatorios de esa clase, ya que la decisión que se adopte por los Tribunales «no puede basarse en consideraciones sociológicas o de cualquier otra índole no jurídica», no sólo por carecer esa acción popular de sustantividad propia en nuestro derecho, sino también por no tener interés legítimo en estas cuestiones reclamatorias”. II. Abundando en los argumentos expuestos, conviene introducir una reflexión adicional. La citada STS de 12 de marzo de 2002 añade en apoyo de su tesis que respecto de las facultades de intervención procesal de la Acusación popular 6 “la posibilidad de ser incluidas en el entramado de un proceso penal a personas o entidades distintas de las afectadas por la acción delictiva (con independencia lógica del Ministerio Fiscal), constituye una situación de carácter excepcional, proclamada por el art. 125 de la Constitución, que se concede a toda la ciudadanía sin distinción alguna, pero que, precisamente por ello, debe ser aceptada e interpretada en sus justos términos y nunca con carácter expansivo a otras áreas diferentes a las puramente sociales y públicas”. Enfatizando el carácter excepcional asignado a la Acusación popular, debe recordarse que la STS 1045/2007, de 17 de diciembre, determinó que la interpretación del 782.1 LECrim había de llevar a concluir que cuando tanto el Ministerio fiscal como la parte perjudicada personada en las actuaciones optaban por desistir de la acusación y proponían o asumían el sobreseimiento de los hechos, la Acusación popular carecía de legitimación para mantener la pretensión punitiva, ni en defensa del interés social (que encarna el Ministerio fiscal) ni, en particular, para defender intereses particulares de los perjudicados por el delito. Trasladado a nuestro caso, ello supone que la Acusación popular no estaría legitimada para sostener por sí sola la acusación por el pretendido delito de malversación, sino únicamente por el delito de prevaricación que se imputa a mi mandante. Desde tal presupuesto, y teniendo en cuenta que el único delito que puede justificar la imposición de la medida cautelar real es la malversación – porque es el único delito que genera responsabilidad civil-, solo cabe concluir ratificando la falta de legitimación de la Acusación popular para reclamar la imposición de medidas cautelares reales, pues no solo carece de legitimación para la acción civil, sino que incluso carece de legitimación para la acción penal de todo delito del que se puedan derivarse responsabilidades penales. 7 Tercero.- NULIDAD INOCENCIA AL CULPABILIDAD, POR VULNERACIÓN DEL DERECHO A LA PRESUNCIÓN DE EFECTUARSE EN DESBORDANDO AUTO EL LAS UN FUNCIONES JUICIO ANTICIPADO PROPIAS DEL JUEZ DE DE INSTRUCCIÓN Como después pondremos de manifiesto, el Auto objeto del presente recurso ha de ser declarado nulo de pleno Derecho por cuanto impone una fianza desproporcionada sin la existencia de base indiciaria suficiente y, por tanto, sin que concurra el requisito esencial del fumus boni iuris. Pero, junto al citado déficit legal, aún más censurable resulta que la Magistrada instructora derive de tales indicios un juicio anticipado de culpabilidad sobre los hechos pretendidamente cometidos por mi representada, aseverando que la fianza se impone ante la “probabilidad cierta” de que vaya a ser condenada por los delitos que se le imputan. Uno de los pilares en que se sostiene el Estado de Derecho es que todo ciudadano es inocente – y así debe ser considerado- mientras no se haya acreditado su culpabilidad en un procedimiento prestado con todas las garantías. Ciertamente, el derecho a la presunción de inocencia adquiere plena vigencia no solo en la fase de enjuiciamiento, sino ya en la fase de investigación: como destaca la STC 166/1995, de 20 de noviembre, esa presunción normativa es inherente a la condición de imputado, quien “ha de considerarse inocente en tanto no se pruebe su culpabilidad” tras su debido enjuiciamiento. En tal sentido, el Tribunal Constitucional ha venido reiterando que el derecho a la presunción de inocencia incorpora no solo una regla de juicio (no ser condenado sin pruebas de cargo suficientes, lícitamente obtenidas y válidamente practicadas), sino también una regla de tratamiento cuya vigencia, como decíamos, no ha de quedar circunscrita a la fase de enjuiciamiento sino que se proyecta sobre todas las fases del 8 procedimiento y que otorga al imputado el derecho a ser tratado como inocente. Esa vertiente del derecho a la presunción de inocencia ha sido reconocida por una amplia jurisprudencia constitucional, desarrollada en relación con la imposición de medidas cautelares (SSTC 67/1997, de 7 de abril; y 156/1997, de 29 de septiembre, entre otras). Si bien resulta compatible con el citado derecho fundamental la imposición de medidas cautelares, lo que desde luego no es cohonestable con el derecho de todo imputado a ser tratado como inocente es que la imposición de medidas cautelares venga sostenida en un juicio anticipado de culpabilidad. Tan decisiva es dicha regla de tratamiento como emanación del derecho a la presunción de inocencia que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) ha extendido su ámbito de aplicación incluso a una dimensión extraprocesal, considerado vulnerado el derecho a la presunción de inocencia incluso ante atribuciones de culpabilidad prematuras efectuadas por miembros de la Administración (Allenet de Ribemont c. Francia, STEDH de 5 de febrero de 1995; Lizaso Azconobieta c. España, STEDH de 28 de junio de 2011). Desde tales presupuestos, no puede sino concluirse que las manifestaciones vertidas por la Ilma. Magistrada constituyen un prejuicio sobre la responsabilidad penal de mi representada que atenta contra la garantía esencial de la inocencia y que además supone un desbordamiento manifiesto del papel que el sistema jurídico impone al Juez instructor. Tal indebida arrogación de una función de enjuiciamiento que no le corresponde despierta, además, serias dudas acerca de la imparcialidad con que ha venido realizándose la presente instrucción. 9 En definitiva, debe declararse la nulidad de plano Derecho de la resolución impugnada, al haber sido dictada prescindiendo de las reglas esenciales del procedimiento y con vulneración de derechos fundamentales. Cuarto.- INEXISTENCIA DE FUMUS BONI IURIS, POR NO CONCURRIR INDICIOS DE CRIMINALIDAD SUFICIENTES PARA IMPONER UNA MEDIDA DE TAN GRAVE ALCANCE I. Introducción. Más allá de las causas de nulidad expuestas, que por sí solas bastarían para la anulación de la fianza impuesta, el Auto combatido infringe además los requisitos que legitiman la imposición de la medida cautelar, tal como expondremos a continuación. Constituye acervo consolidado en doctrina y jurisprudencia que toda medida cautelar precisa para su legítima adopción de tres requisitos esenciales: el fumus boni iuris, o apariencia de buen derecho, que en el ámbito del proceso penal se traduce en la existencia de indicios de delito suficientes; el periculum in mora, que presupone la existencia de un riesgo serio de que puedan frustrarse la satisfacción de las responsabilidades penales o civiles a imponer, y la proporcionalidad de la medida cautelar, que impone la triple exigencia de que la medida sea idónea, imprescindible y no sacrifique desproporcionadamente los derechos o intereses de la persona a quien se le impone. En particular, la fianza impuesta no responde a la existencia de indicios sólidos de criminalidad, toda vez que la propia imputación de mi representada está sostenida en sospechas infundadas, errores sustantivos, 10 generalizaciones indebidas y en una inasumible exégesis de la legalidad. Tales déficits han sido puestos de manifiesto en el Recurso de apelación que esta parte ha interpuesto contra el Auto de Auto de 31 de octubre de 2013 dictado por la Magistrada Instructora, y que está pendiente de ser resuelto por esta Ilma. Audiencia Provincial. Por tal razón, para poner de manifiesto la ausencia de racionalidad de ese soporte indiciario, y la consiguiente ilegalidad de la imposición de la fianza, hemos de reiterar algunos de los argumentos allí esgrimidos, si bien introduciremos otros planteamientos adicionales que refuerzan aún más, si cabe, nuestra pretensión. II. Insuficiencia de motivación El primer reproche que cabe efectuar desde esta perspectiva se proyecta ya sobre la insuficiencia de motivación sobre tales indicios. En lo que esta representación alcanza a colegir, la imputación de mi defendida se sostiene, en esencia, sobre la existencia de una confabulación masiva del Gobierno de la Junta de Andalucía dirigida a diseñar un sofisticado sistema de financiación a la Consejería de Empleo y al IFA/IDEA con el fin de sufragar las ayudas socio-laborales esquivando los controles del gasto presupuestario y evitando la aplicación de la ley de subvenciones, todo lo que habría dado lugar al desvío de fondos públicos por el reparto indebido de dichas ayudas. Ahora bien, más allá de esa pretendida confabulación – con cuya arbitraria asunción parece apuntarse a más altas instancias de responsabilidad política que las que encarnaba mi representada, lo que, a su vez, hubiera de obligar a la Magistrada a elevar la causa a más altas instancias judiciales -, la resolución no llega en ningún momento a determinar qué representada. concreta intervención delictiva se atribuye a mi Así, por lo que respecta al delito de prevaricación 11 administrativa, no especifica cuál o cuáles son las concretas resoluciones arbitrarias dictadas a partir de las que, según el artículo 404 CP, puede afirmarse el delito. ¿Deben considerarse como tales la tramitación de las modificaciones presupuestarias? ¿O también deben incluirse los Anteproyectos de las Leyes de Presupuestos? ¿O deben incluso considerarse como resoluciones arbitrarias las propias Leyes de Presupuestos aprobadas por el Parlamento? ¿O únicamente la Orden de 4 de junio de 2003, tal como parecía insinuarse en el inicial Auto de 28 de junio? ¿O, frente a todas las anteriores hipótesis, es una prevaricación omisiva lo que se pretende atribuir, a partir de premisas que en todo caso a esta parte resultan inimaginables? Y de mayores dosis de indefinición viene rodeada la imputación por delito de malversación de caudales públicos, respecto del que resulta sencillamente inverosímil la presunción no explicitada de que de la presupuestación de transferencias de financiación debía necesariamente derivarse el apoderamiento indebido de ayudas por los denominados “intrusos” y el pago de sobrecomisiones ilícitas, y de que además mi representada tenía conocimiento cierto de esos desmanes sobre el erario público. III. La pretendida ilegalidad intrínseca de las transferencias de financiación Con independencia de lo expuesto, la Magistrada fundamenta la imputación de mi representada y, en consecuencia, la imposición de la fianza, en hechos que – ya desde la generalidad e indefinición con que son recogidos- no poseen carácter delictivo. 12 El Auto ahora impugnado – que no se aparta en este punto del previo Auto dictado el 31 de octubre de 2013-, atribuye a la Sra. Álvarez Arza la condición de “promotora” de un “procedimiento ilegal de concesión de subvenciones sociolaborales que se instaurarían en la Administración autonómica” y que “consistiría en dotar a la Consejería de empleo de un crédito presupuestario, las denominadas ‘transferencias de financiación’, legalmente inadecuado para el otorgamiento de tales subvenciones” y que daría a la elusión de los “férreos requisitos legales de tramitación y fiscalización propios de las subvenciones públicas”. La finalidad de ese proceder, decidido con la “autorización de los inculpados encargados de la elaboración del Presupuesto anual”, era “eludir el control de legalidad que significaba la fiscalización previa de la Intervención en los expedientes de subvenciones”. Ese uso ilegal de fondos públicos se permitiría por mi representada a sabiendas de la discrecionalidad y opacidad con que las subvenciones habrían de concederse. En la concepción de que parte la Magistrada instructora, quizá el presupuesto central sea la pretendida ilegalidad intrínseca del uso de las transferencias de financiación para financiar la concesión de ayudas sociolaborales por el IFA. Pero ello no puede sostenerse: si la transferencia de financiación sirve al fin de financiar operaciones genéricas de las empresas públicas, la legalidad o ilegalidad de las transferencias de financiación no puede establecerse a priori, sino que dependerá de si el IFA tenía potestad subvencionadora, por cuanto el otorgamiento de subvenciones sería una “actividad genérica” propia y la transferencia de financiación al IFA sería en tal caso el vehículo presupuestario procedente. Pues bien, frente a lo afirmado por la Magistrada Instructora, el IFA ha tenido potestad subvencionadora desde su misma creación, tal como se recoge en el artículo 3 apartado e) de la Ley 3/1987, de 13 de abril, de 13 creación del Instituto de Fomento de Andalucía, que dispone lo siguiente: “Con carácter general corresponde al Instituto de Fomento de Andalucía la promoción y desarrollo de la actividad económica en Andalucía y, concretamente, los siguientes cometidos: (…) e) Instrumentar los incentivos de apoyo a la inversión.” Y en igual sentido se pronuncia el artículo 5, apartado f) del Decreto 122/1987, de 6 de mayo por el que se aprueba el Reglamento General de la Ley del Instituto de Fomento de Andalucía. El hecho de que el IFA tuviera potestad subvencionadora o estuviera legalmente facultado para ejercerla, pone en cuestión la demonización de las transferencias como vehículo de financiación de esa empresa pública de que parte la Magistrada instructora, y hace que uno de los pilares centrales de su tesis incriminatoria se derrumbe. Ello permite descartar la existencia de todo atisbo de prevaricación. En efecto, no siendo en sí mismo ilegal emplear la transferencia de financiación para sufragar la concesión de ayudas sociolaborales por el IFA – dado que ello dependía de si podía tener potestad subvencionadora, y tal era el caso-, no existe base alguna para poder afirmar que el diseño presupuestario plasmado en los textos legislativos y prelegislativos de presupuestos fuera ilegal; pero, desde luego, lo que no permite es afirmar una ilegalidad manifiesta, constitutiva del delito de prevaricación. Desde luego no podría calificarse como “patente”, “grosera” o “clamorosa” (STS de 1 de abril de 2006); pero tampoco, acudiendo a jurisprudencia más moderna, como una resolución que “no es sostenible mediante ningún método aceptable de interpretación de la Ley”, o “no resulta cubierta por ninguna interpretación de la Ley basada en cánones interpretativos admitidos” (STS 181/2012, de 15 de marzo, citando otra anteriores). Recuérdese, a este respecto, la reiterada línea jurisprudencial de la Sala Segunda, según la cual para que una acción sea subsumible bajo el tipo penal de la prevaricación 14 administrativa, “no basta la contradicción con el derecho”, sino que “será preciso algo más, que permita diferenciar las meras ilegalidades administrativas y las conductas constitutivas de infracción penal” (SSTS 49/2010, de 4 de febrero; 657/2013, de 2 de julio). IV. Las consecuencias de su uso: reducción del control del gasto y elusión de la normativa de subvenciones Junto a la ilegalidad del uso de las transferencias de financiación para financiar el otorgamiento de ayudas sociolaborales, el otro argumento central para su criminalización es el relativo a las consecuencias de su uso. En el esquema de los hechos de que parte la Magistrada instructora, el empleo de las transferencias de financiación no sólo sería intrínsecamente ilegal, sino que además se habría empleado con el fin de generar dos efectos perversos: reducción de la fiscalización del gasto, de una parte, y elusión de los requisitos de tramitación de las subvenciones públicas, de otra; efectos que habrían generado un sistema opaco y discrecional de concesión de las ayudas del que, a su vez, se habría derivado intencionadamente el desvío de fondos públicos. Ninguna de esas dos hipótesis es sostenible. Por lo que respecta a la primera – la que pretende encontrar una relación causal entre la transferencia de financiación y el control posterior-, debe enfatizarse que la presupuestación de transferencias de financiación no define directamente el tipo de control, sino que será el modelo de gestión, o forma de organización que haya decidido la Consejería de Empleo, en virtud de su libertad autoorganizativa, lo que defina la forma de control. Así, el control previo se ejercerá sobre la Administración pública -sobre las Consejerías-, y el control posterior sobre las empresas públicas. Expresado en otros términos, el tipo de control dependerá de si es la propia Consejería o es la empresa pública la 15 que tiene asignada – estatutariamente o por delegación- la actividad: si la competencia para la concesión de ayudas sociolaborales la tiene la Consejería, el control sería previo, pero si lo tiene el IFA, el control será a posteriori. Quiere con ello significarse, en definitiva, que no existe una correlación necesaria entre el instrumento presupuestario elegido y la forma de control ejercida, sino que ello dependerá del modelo de gestión elegido por la propia Consejería de Empleo dentro de sus facultades de autoorganización. Las transferencias de financiación son la consecuencia de una previa elección, en el ejercicio de tales facultades de las Consejerías, de un modelo de gestión cuyo régimen legal presupuestario y financiero implica también un régimen legal de control. Sin que deba olvidarse que esa capacidad autoorganizativa es la que motiva que sea la respectiva Consejería gestora, y no la de Hacienda, la que también elija el instrumento presupuestario de financiación. Pero tampoco es sostenible la presunción de que el control a posteriori ha de dar lugar, por su incapacidad de detección, a la desviación de caudales públicos. Debe, en este sentido, rechazarse con rotundidad la falaz dicotomía de que parte la Ilma. Instructora, según la cual frente a las bondades del control previo, el control posterior es equivalente a la ausencia de control. De una parte, la ausencia de control previo en absoluto puede equipararse a la ausencia de control o supervisión, máxime si se toma en consideración que la ejecución del gasto asignado por las transferencias de financiación a los entes instrumentales estaba sometido a un control financiero permanente, fiscalización de considerable intensidad tanto cronológica como materialmente; cronológicamente porque tenía periodicidad anual, y materialmente porque comprende el conjunto de la gestión de las entidades públicas a partir de una triple auditoría de cumplimiento, de cuentas anuales, y de actuación, tal como se establece en el Decreto 9/1999, de 19 de enero, sobre régimen presupuestario, financiero, de control y contable, de las 16 empresas de la Junta de Andalucía; aprobado, por cierto, durante el mandato de la Sra. Álvarez Arza como Consejera con la finalidad de incrementar la amplitud y rigor del control financiero en la Junta de Andalucía y, en particular, de sus empresas públicas y que fue pionero en la introducción del control financiero permanente. De otra parte, resulta arbitrario inferir que solo un control previo ha de resultar eficiente para evitar desmanes y abusos del dinero público si se tiene en cuenta que, primero, ese control a posteriori es el que se ejerce con carácter general sobre las empresas públicas, y, segundo, que en los últimos años se está procediendo en Europa a erigir ese tipo de control en el aplicable para fiscalizar la actividad de la propia Administración, a partir de un progresivo abandono del modelo de fiscalización previa vía intervención y su sustitución por un control financiero a posteriori, vía auditoría, y ello tanto en el ámbito interno de los Estados como en la propia Unión Europea. Tampoco resulta mínimamente plausible la segunda conclusión, relativa a que la elección de la transferencia de financiación como vehículo para sufragar ayudas socio-laborales implique necesariamente la elusión de las normas que presiden el otorgamiento de subvenciones públicas. Como ha quedado expuesto, dicha elección es la consecuencia de un modelo de gestión del gasto público a través de entidades instrumentales con autonomía y régimen económico y financiero propio regulado por ley, a las que es preciso hacer llegar los fondos desde el Presupuesto. Pero dicha elección no tiene repercusión ni afecta al régimen jurídico que resulte de aplicación a los gastos y procedimientos que, en cada caso, decidan utilizarse en dicha gestión. En este sentido, el órgano gestor – la Dirección de Trabajo y Seguridad social- podría haber asumido un modelo diferente al elegido en el Convenio marco de 17 de junio de 2001 y en los que le sucedieron, acordando la posibilidad de que el IFA pudiera dar 17 subvenciones haciendo uso de la capacidad subvencionadora que el Instituto tiene atribuida por el Decreto 122/1987, y recogiendo en tales convenios particulares los requisitos mínimos que establecía el artículo 15.1 del Decreto 254/2001, de 20 de noviembre, que aprueba el Reglamento por el que se regulan los procedimientos para la concesión de subvenciones y ayudas públicas por la Administración de la Junta de Andalucía y sus Organismos Autónomos y su régimen jurídico. V. Competencias de la Consejera de Hacienda e imposibilidad de cometer delito de prevaricación: ni dicta resoluciones ejecutivas ni es garante de la fijación del gasto público Junto a todo lo anterior, hay todavía argumento ulterior que permiten descartar de antemano la existencia de un delito de prevaricación. La Magistrada instructora asume la intervención activa, como “promotora” del “procedimiento ilegal” de concesión de ayudas, a partir de una exégesis incompleta y tergiversada de las normas que determinan la competencia de la Consejería de Hacienda, y efectuando una lectura del artículo 9 LGHPCAA descontextualizada del resto de la normativa Importa destacar, a este respecto, que el ámbito de funciones de la Sra. Álvarez como Consejera de Hacienda no comportaba la aprobación de resolución alguna relacionada con la gestión, fiscalización o ejecución del gasto público. Tal como se refleja en los artículos 9 y 33 a 37 de la Ley 5/1983, de 19 de julio, General de la Hacienda Pública de la Comunidad Autónoma de Andalucía – vigente durante el mandato de mi representadael ámbito de competencia –y, por ello, de responsabilidad- de la Consejería de Hacienda se circunscribe a la confección del Anteproyecto de Presupuestos y la elaboración del estado de ingresos de la Administración autonómica, así como, con relación a las restantes Consejerías, el 18 establecimiento del límite de gasto – a partir de la denominada “envolvente”-, pero sin que le corresponda entrar a determinar y controlar la gestión de los gastos de cada una de las Consejerías ni, por tanto, el concreto destino o contenido del presupuesto asignado. Y sin que, por tal razón, exista la obligación legal de que las restantes Consejerías informen a la de Hacienda de la gestión interna de sus respectivas asignaciones presupuestarias. La Consejería de Hacienda fija la estructura general del presupuesto, es decir, define los conceptos y los instrumentos presupuestarios, pero corresponde a las Consejerías respectivas rellenar tales conceptos de contenido económico y, en función del modelo de gestión por ellas elegido, seleccionar la clasificación económica de los créditos que más se adecúe al concepto y al modelo de gestión que queda así plasmado en el estado de gastos. Por ello, la concreción de las partidas presupuestarias (440) dentro de los programas (31 L) y, con ello, la forma de financiación de la actividad del IFA no era competencia de la Consejería de Hacienda, sino de la Consejería gestora, que era la que proponía tal forma de financiación en los estados de gastos para su incorporación al Presupuesto. En suma, la Consejería de Hacienda carece de competencia alguna en tales decisiones y, por ello, en la elaboración y revisión del estado de gastos, pues ni participa de las competencias de las respectivas Consejerías, ni decide su modelo de gestión, ni es su cometido incidir, por tanto, en el diseño presupuestario plasmado en el estado de gastos, que las Consejerías graban directamente en el sistema y pasa automáticamente a integrar el Anteproyecto de Presupuestos. El papel que sí ostenta de coordinación y consolidación de todas las propuestas de gasto para la integración del Anteproyecto del estado de gastos, no implica en modo alguno la facultad para modificar cualitativamente las propuestas formuladas las Consejerías, 19 porque ello habría supuesto inmiscuirse en la facultad autoorganizativa y de ejercicio de sus propias competencias de que aquéllas gozan. Lo afirmado permite descartar de antemano la posibilidad de una prevaricación activa, puesto que desde su órbita de competencias no tenía posibilidad de dictar una resolución con carácter decisorio, requisito típico inherente al citado delito, tal como asume la jurisprudencia de la Sala Segunda. Así, afirman con rotundidad las SSTS 939/2003, de 27 de junio, y 340/2012 de 30 abril, que “a los efectos del actual art. 404 Código Penal, «resolución» es un acto de contenido decisorio, que resuelve sobre el fondo de un asunto, con eficacia ejecutiva”. También STS 38/1998, de 23 de enero, citada por la primera, afirma que sólo será constitutiva de prevaricación el “acto administrativo que suponga una declaración de voluntad de contenido decisorio, que afecte a los derechos de los administrados”, considerando al respecto que “lo esencial es que tenga un efecto ejecutivo, esto es, que decida sobre el fondo del tema sometido a juicio de la administración”. Pero también puede descartarse todo viso de prevaricación omisiva. Como Consejera, cargo que ostentó hasta febrero de 2004, mi representada no tenía competencias para controlar o supervisar la gestión interna del gasto efectuado por cada Consejería; ni podía o debía conocer ni el procedimiento ni la aplicación y destino de las dotaciones económicas presupuestadas. En suma, la preparación de las partidas presupuestarias y, con ello, la decisión sobre los instrumentos de financiación, corresponde a las respectivas Consejerías de la Administración, no siendo su elaboración competencia de la Consejería de Hacienda – y, menos aún, de la Consejera-, cuyas funciones en este ámbito se limitan a componer y agregar la información que les es remitida por aquéllas para elevar el Anteproyecto de presupuestos al Consejo de Gobierno y posteriormente, como Proyecto de ley, al Parlamento, que es, a su vez, el que ha de decidir su aprobación. Ni le correspondía velar por la selección del modelo de gestión elegido por las 20 Consejerías, ni puede tampoco considerarse a mi representada garante de la correcta concesión de las ayudas sociolaborales o, en consecuencia, responsable de que terceras personas hubieran podido, presuntamente, malversar la dotación presupuestaria destinada a ese fin. En suma, frente a lo que parece presumir el Auto objeto del presente recurso, no puede reprocharse a doña Magdalena Álvarez, sin incurrir en arbitrariedad, ni que haya diseñado un procedimiento ilegal de concesión de ayudas sociolaborales – porque no tenía ni la competencia ni las herramientas para ello – ni que haya permitido el desvío de fondos públicos, puesto que no le correspondía el control o fiscalización de los gastos efectuados en otra consejería y dado además que – como a continuación se pondrá de manifiesto- no pudo tener conocimiento de que las ayudas sociolaborales se estaban concediendo de modo indebido. VI. Modificaciones presupuestarias Todo lo afirmado se extiende, de igual modo, a las modificaciones presupuestarias acordadas en los años 1999 a 2002, en tanto en cuanto la actividad de la Consejería de Hacienda se limitaba a comprobar el cumplimiento de las normas sobre los límites establecidos en la LGHPCAA y en las leyes de presupuestos respectivas, y a la sustanciación del procedimiento para ello, así como a elevar las propuestas de modificación efectuadas desde las respectivas consejerías, sin tener competencia sobre las decisiones de gestión y los fines que las mismas pretendían atender. Debe rechazarse frontalmente, a este respecto, la afirmación formulada en el Auto de que tales modificaciones se tramitaran “al margen de la ley”, ni en lo que atañe a la inclusión de transferencias de financiación, ni en lo relativo a su procedimiento. 21 Por lo que atañe al primer aspecto, ningún reproche puede realizarse a la utilización del recurso legal de las modificaciones presupuestarias, habilitado por la propia Ley General de Hacienda Pública de la Junta de Andalucía, y mediante el que, a iniciativa de los órganos gestores competentes, se aprobaron alteraciones de los créditos iniciales de las que no puede derivarse, a la luz de la normativa presupuestaria, ningún tipo de antijuridicidad o ilegitimidad. Resulta arbitraria, por ello, la presunción de que la partida 481 era tout court correcta y la partida 441 incorrecta y, por ende, ilegal: nuevamente, dependerá de qué institución – si la Administración o la empresa pública- tenía asignada la actividad subvencionadora. Por lo demás, la propuesta de modificaciones presupuestas no puede verse como un supuesto anómalo o irregular, sino que constituye expresión de la citada capacidad de autoorganización de las distintas consejerías, las cuales pueden optar por modificar su modelo de gestión de modo sobrevenido y, en virtud de ello, introducir contenido económico a alguno de los conceptos presupuestarios o variar el asumido hasta ese momento. Junto a ello, es importante precisar, por lo que de relevancia tiene para perfilar la competencia de los diferentes actos y organismos, que al igual que la propuesta del estado de gastos, las modificaciones presupuestarias se tramitan a iniciativa de la Consejería que tiene a su cargo la respectiva sección presupuestaria, y es a quien corresponde tomar las decisiones de gestión y de elección de los procedimientos de ejecución de su presupuesto. En relación con las siete modificaciones presupuestarias aludidas por el Auto del Juzgado nº 6, no es ocioso destacar que todas ellas fueron tramitadas con arreglo al procedimiento establecido para ello, con el concurso de los informes preceptivos, incluido el informe favorable de la Intervención General, y el cumplimiento de todas las disposiciones de 22 aplicación. En este sentido, el Informe del Gabinete Jurídico de la Cámara de Cuentas destaca que “el informe previo a emitir por la intervención es un acto preceptivo dirigido a asegurar la legalidad financiero-presupuestaria del acto de modificación presupuestaria y el mismo se emitió en sentido favorable” (p. 13). Procede mencionar también que en dicho Informe del Gabinete jurídico, se concluye la constancia del estricto cumplimiento de la legalidad vigente en la tramitación de tales modificaciones presupuestarias, destacando que “no se deducen indicios de responsabilidad contable, sino estricto cumplimiento de la legislación vigente”. Por otra parte, todas las modificaciones son objeto de remisión periódica a la Oficina de control presupuestario, y se incluyen además en la Cuenta General, por lo que son objeto de análisis y de aprobación por parte del Parlamento. Ha de destacarse, por tanto, que con la aprobación de la Cuenta General de los ejercicios 2000, 2001 y 2002, tales modificaciones presupuestarias fueron aprobadas por el Parlamento, sin que ni la Oficina de control Presupuestario dependiente del mismo, ni la Comisión de Hacienda, ni el Pleno de la Cámara, del que no emanó ni un solo voto en contra, opusieran reparo alguno de legalidad. VII. El Parlamento: ¿instrumento sometido a engaño o coautor? Sobre la arbitrariedad de ambas hipótesis Quien tiene encomendada la aprobación de la Ley de Presupuestos es, indudablemente, el Parlamento andaluz. Son los parlamentarios, y no los representantes de la Consejería de Hacienda, quienes han dictado la resolución con carácter decisorio y ejecutivo que ha establecido la utilización de transferencias de financiación a la Consejería de Empleo para el pago de ayudas socio-laborales a trabajadores. 23 Ciertamente, ese hecho incontestable enfrenta a un grave dilema al relato acusatorio, dado que para intentar mantener la coherencia de su edificio argumental debe asumir una de las dos siguientes alternativas, ambas igualmente descabelladas: o bien los 109 miembros del Parlamento han sido víctimas de un monumental engaño, o bien todos ellos deben ser inmediatamente imputados por delitos de prevaricación y malversación. Si se pretende mantener la imputación de los miembros de la Consejería de Hacienda, tertium non datur. De seguro consciente de esa difícil tesitura, en sus resoluciones la Magistrada instructora ha venido a insinuar ambas posibilidades, si bien, ciertamente, la primera con mayor decisión que la segunda. En la segunda dirección pudiera apuntar la reciente solicitud a la Intervención General el Estado, acordada por Auto de 3 de marzo de 2014, de que informen sobre “qué pudo conocer la Comisión de Economía y Hacienda del Parlamento andaluz sobre las irregularidades que se estaban produciendo en la concesión de subvenciones sociolaborales” y “qué pudo hacer para poner de manifiesto el uso por la Consejería de Empleo de las transferencias de financiación a IFA/IDEA para el pago de subvenciones sociolaborales”. Pero lo cierto es que hasta el momento se ha mostrado más proclive a asumir la hipótesis alternativa –y tan inverosímil como la anterior-, considerando que los parlamentarios andaluces eran ignorantes de lo que sancionaban. Así lo manifiesta con claridad cuando, en el Auto del pasado 31 de octubre sostiene que por los muñidores de la trama “para la inclusión de la partida fraudulenta en la Ley de presupuestos, se aprovecharía la complejidad del lenguaje presupuestario, pues la clasificación económica del gasto por conceptos y subconceptos sólo es accesible a expertos”; y cuando asevera que “partir de la consideración de que esa indiciaria maquinación delictiva en la elaboración de los Presupuestos era además conocida por el Parlamento, supone restarle complejidad 24 técnica a la Ley de Presupuestos y presuponer en los Parlamentarios un conocimiento exquisito en materia presupuestaria, más bien propio de un experto”. Expresado en términos dogmáticos, según la creativa comprensión de la Magistrada instructora los concertados en esa intriga – altos representantes del Poder ejecutivo- habrían cometido sendos delitos de prevaricación y malversación en autoría mediata (art. 28 CP), utilizando como instrumento – al estar incursos en un error invencible de tipo - nada menos que a la totalidad de los parlamentarios de la Cámara andaluza, precisamente quienes tienen la exclusiva competencia para aprobar el Presupuesto y, con él, la partida 31 L. Ya en nuestro Recurso contra el citado Auto de 31 de octubre de 2013 expusimos los argumentos por los que tal concepción resultaba sencillamente insostenible; sintéticamente expuestos, son los siguientes: (1) El Parlamento cuenta con una Oficina de Control Presupuestario desde el año 1996, cuyas funciones consisten en “asesorar técnicamente a los órganos de la Cámara en materias presupuestarias” e “informar a los Grupos parlamentarios y a los miembros de la Comisión de Economía, Hacienda y Presupuestos sobre la documentación que se reciba en la Comisión acerca de la aprobación y ejecución de los mismos, nivel de ejecución de las inversiones y aplicación y ejecución de los fondos europeos, así como sobre aquellos aspectos de la actividad parlamentaria que tengan repercusión en los ingresos y gastos públicos” (artículo 62 del reglamento del Parlamento de Andalucía). (2) Además de su estudio y análisis por el Pleno, el presupuesto de cada Consejería es objeto de análisis y discusión independiente por las Comisiones sectoriales del Parlamento, contando, en particular, con una Comisión de Economía, Hacienda y Presupuestos, que, a su vez, está asesorada por la Oficina de Control Presupuestario. Y, cuenta asimismo con 25 una Comisión de Empleo, en la que el presupuesto de esta Consejería es objeto de específico análisis en la comparecencia anual en la que al efecto ha de exponerlo el titular de la misma. (3) La propia LGHP establece la información presupuestaria que trimestralmente es de obligado envío al Parlamento por parte de la Consejería de Hacienda para el seguimiento de la ejecución y evolución del presupuesto aprobado, que incluye información puntual sobre las modificaciones presupuestarias aprobadas en cada periodo. (4) Tal como manifestó doña Carmen Martínez Aguayo ante la Comisión de Investigación del Parlamento el pasado año, el Programa 31 L ha sido objeto de 49 enmiendas en los distintos Proyectos de Ley de Presupuestos desde 2001 a 2010; dato que, ciertamente, denota que alguna capacidad de exégesis de los Presupuestos y, en concreto, del programa presupuestario en liza, poseen los parlamentarios. (5) Además, es importante poner de manifiesto que el Parlamento tiene encomendada también una relevante labor de control en la ejecución del Presupuesto (tal como se disponen el art. 190 del Estatuto de Autonomía, que asigna al Parlamento el examen, enmienda, aprobación y control del Presupuesto, y el art. 14.2 LGHPCAA 5/1983); control que, junto al que materialmente se ejerce ya en el momento de aprobación del Presupuesto, se proyecta también sobre la ejecución del gasto a través de la aprobación anual de la Cuenta General, previo informe de la Cámara de Cuentas. Es en dicha cuenta General, además, donde el Parlamento aprueba las modificaciones presupuestarias realizadas a lo largo del año presupuestario por las distintas consejerías gestoras. A partir de tal conjunto de datos, deviene indudable que la Comisión de Hacienda del Parlamento y el Pleno en su conjunto, disponía de mayor capacidad de información acerca del uso de las transferencias de 26 financiación que la que podían tener quienes ocupaban la Consejería de Hacienda; y, desde luego, de lo que sí disponía era tanto de capacidad de decisión, por cuanto es quien dicta la resolución que acuerda allegar los fondos del Programa 31 L por transferencias de financiación, como de capacidad de supervisión de la propia legalidad del Presupuesto y de la ejecución del gasto. En el citado auto del pasado 3 de marzo por el que la Magistrada Instructora solicita de la IGAE que analice si la Comisión de Hacienda pudiera haber tenido posibilidad de conocer el uso indebido del dinero público por la Consejería de Empleo se afirma que a esos efectos “lo verdaderamente operativo en esta materia es que en los Diarios de Sesiones de la Comisión Parlamentaria se haya abordado alguna cuestión relacionada con las transferencias de financiación del programa 31L de la Consejería de Empleo”. Pues bien, si eso es lo determinante, basta con constatar en el Diario de Sesiones las numerosas enmiendas que los grupos parlamentarios han venido planteando al Programa 31 L para concluir que, efectiva e indudablemente, la Comisión de Hacienda tuvo perfecto conocimiento del destino que se daba a dichas partidas presupuestarias. No es sostenible, en suma, la tesis de que el Parlamento actuó sumido en la ignorancia. Si no puede considerarse al Parlamento un instrumento sometido a engaño, desde el esquema argumental que, pretendidamente, justifica la imputación de mi representada, solo queda la otra opción anunciada: los miembros del Poder legislativo deben ser calificados como autores de un delito de prevaricación, así como también de un delito de malversación. ¿Va a estar dispuesta la Magistrada Instructora a seguir esa senda? ¿Van a ser incluidos los miembros de la Comisión de Hacienda dentro de esa masiva confabulación? ¿O habríamos de estar ante una monumental malversación en coautoría accesoria? 27 La inverosimilitud tanto fáctica como técnico-jurídica de esta segunda hipótesis, tan ajena a las reglas de la lógica y experiencia como la primera de ellas, invita a reivindicar, cual Navaja de Ockham, el principio de que la explicación más sencilla suele ser la correcta. Y la explicación más sencilla se divisa a simple vista: siendo la transferencia de financiación instrumento presupuestario legalmente idóneo para la financiación de ayudas sociolaborales por entidades públicas que tuvieran asignada la actividad subvencionadora, teniendo el IFA, con carácter general, potestad subvencionadora, y no siendo la titularidad de la concreta actividad de concesión de las ayudas relativas al programa 31 L un dato que forme parte de los textos legislativos y prelegislativos, ninguna ilicitud podía advertirse en las leyes de presupuesto porque ninguna ilicitud incluía su contenido. Así, frente a la declaración de ilicitud de las Leyes de Presupuesto a que habría de llevar la tesis acusatoria – en cualquiera de sus dos versionespuede decirse que cuando el Parlamento aprueba el crédito de transferencias de financiación al IFA lo que está aprobando es un determinado modelo de gestión, consistente en que la actividad relativa a la concesión de subvenciones la realiza el IFA (como “operaciones genéricas propias” del Instituto, siendo por tanto la transferencia de financiación el instrumento legalmente correcto); con ello, está aprobando también un determinado tipo de control (el control financiero permanente). Ese modelo de gestión plasmado en la Ley era perfectamente acorde a Derecho – puesto que el IFA podía realizar tal actividad en virtud de la potestad subvencionadora que desde 1987 ostentaba y puesto que en tal caso la transferencia de financiación es el instrumento presupuestario idóneo-, no pudiendo quedar desvirtuada esta adecuación a derecho, como se pretende, por el hecho de alguna mención en la Memoria u otros documentos presupuestarios a la finalidad de las transferencias, en tanto la misma era propia de la “actividad 28 genérica” del IFA, fue conocida durante su tramitación sin que se apreciara en la misma ilicitud alguna, y fue aprobada con rango legal. Lo que pudiera no ser, presuntamente, acorde a Derecho, fue la posterior actividad de algunos responsables de la Consejería respectiva, al desatender el modelo de gestión plasmado en la Ley de Presupuestos. Dispone el art. 38 LGHPCAA que los créditos para gastos se destinarán exclusivamente a la finalidad específica para la que hayan sido autorizados por la Ley de Presupuesto o por las modificaciones aprobadas conforme a esta Ley, teniendo carácter limitativo y vinculante de acuerdo con su clasificación orgánica por programas y económica a nivel de artículo. Por tal razón, y figurando tanto en la Memoria, como en el Informe Económico Financiero, como en el estado de gastos de cada Presupuesto, la finalidad que han de perseguir los gastos incardinados en el programa 31L y bajo la rúbrica presupuestaria "440.51 Transferencias de Financiación", el gestor debía dedicar el presupuesto asignado a tales fines. La Consejería de Empleo no podía dedicarlo a fines distintos de los establecidos, pero si tenía la opción de asumir un modelo de gestión diferente, acordando que fuera el IFA quien tuviera asignada la actividad de concesión de las ayudas. Ciertamente ello no habría evitado que el tipo de fiscalización fuera el control financiero permanente, pero, como ya hemos afirmado, no es ese el problema: lo que sí se habría evitado es que el expediente de la ayuda y el pago de la misma quedaran separados entre la Consejería y el IFA, lo que a su vez habría permitido la debida fiscalización de las ayudas. En definitiva, la explicación más sencilla es, en este caso, la única explicación mínimamente plausible de los hechos: el contenido de las sucesivas Leyes de Presupuesto era perfectamente lícito; la ilicitud se hallaría, presuntamente, en la conducta realizada por los responsables de la Consejería gestora. Ni el Parlamento ni mi representada – ni tampoco los 29 restantes miembros de la Consejería de Hacienda- cometieron delito alguno. La pretensión de construir un relato de signo contrario está irremediablemente abocada a estrellarse, antes o después, contra los muros de la racionalidad. VIII. La inexistencia de malversación: objetivamente, la Consejera de Hacienda no tiene a su cargo caudales públicos; subjetivamente, no cabe inferir una finalidad de destinar dinero público a fines ajenos a la función pública. En todo caso, aun cuando se quisiera mantener la tesis del engaño al Parlamento, no era la Consejería de Hacienda la que disponía de las herramientas para el diseño del fraude, puesto que ni le correspondía elegir el modelo de gestión de la Consejería de Empleo, ni, por tanto, la fiscalización de la concesión de las ayudas, ni la elección del concepto y el instrumento presupuestario, ni la confección del estado de gastos. Y, por descontado, es la correspondiente Consejería gestora la que ostenta la responsabilidad en la gestión de la correcta ejecución de su presupuesto. Tan solo estos elementos de juicio permiten concluir con rotundidad que no puede existir un delito de malversación cometido por la Consejera de Hacienda, por cuanto entre sus funciones no está el tener a su cargo el control de los caudales públicos, tal como expresamente exige el tipo penal del delito. Recuerda a este respecto la STS 657/2013, de 15 de julio, que la jurisprudencia de la Sala Segunda ha interpretado el requisito de la facultad decisoria del funcionario sobre los bienes en el sentido de no requerir que las disposiciones legales o reglamentarias que disciplinan las facultades del funcionario le atribuyan específicamente tal cometido (SSTS 2193/2002, de 26-12, y 875/2002, de 16-5), refiriéndose también a las funciones efectivamente desempeñadas ( STS 1840/2001, de 19-9). Pues bien, ni desde 30 un plano jurídico – al que ya nos hemos referido supra, para negar que mi representada ostentara funciones de supervisión y control- ni, desde luego, desde un plano fáctico puede asumirse ese presupuesto típico. Como segunda cuestión relevante dentro del tipo objetivo de la malversación, y que la Magistrada Instructora ha desatendido irrazonablemente, debe tomarse en consideración que con el Código Penal de 1995 la malversación ya no comprende los supuestos en los que a los caudales se destinan a fin distinto del previsto pero sin abandonar la esfera de lo público (conducta que, sin embargo, sí era constitutiva de malversación según el derogado artículo 397 CP). Unánimemente, la Sala Segunda del Tribunal Supremo ha venido declarando atípicas tales conductas. Así, por ejemplo, manifiesta la STS 914/2012, de 29 de noviembre, que para la concurrencia del citado delito “es necesario en todo caso que concurra el elemento esencial del tipo que es el destinar a usos ajenos a la función pública los caudales o efectos puestos a disposición de la autoridad, funcionario o asimilado, por razón de sus funciones. La figura delictiva existente en el CP 73 que sancionaba la conducta de modificar el destino público de los caudales o efectos, fue despenalizada en el CP 95, por lo que el hecho de dar a los caudales públicos un fin público, aun cuando no fuese el que expresamente estuviese previsto en la correspondiente partida presupuestaria, o expresamente autorizado por la autoridad de la que en definitiva dependiesen los fondos, es decir atender necesidades públicas con fondos públicos pero modificando el destino inicialmente previsto, constituye una infracción administrativa, de la que se pueden derivar responsabilidades disciplinarias y contables, pero que no está específicamente tipificada como delito tras la reforma de 1995”. Ello conllevará que, aun asumiendo la existencia de una malversación (lo que aquí se niega rotundamente), solo podrían integrar el objeto material 31 del delito de malversación las cantidades que han ido dirigidas al pago de los denominados “intrusos” y, en su caso, algunas de las recibidas en concepto de comisiones, pero nunca las cuantías destinadas al pago de las ayudas sociolaborales, por mucho que el procedimiento de pago pudiera considerarse inadecuado o indebido, dado que tuvieron un destino público. Esta conclusión será determinante para mostrar la arbitrariedad y desproporción de la cuantía fijada como fianza, sobre lo que después volveremos. Pero si no concurren los elementos objetivos del delito, tampoco existe una mínima base para poder afirmar, sin incurrir en arbitrariedad, los elementos subjetivos. De más está recordar, con carácter previo, que desde el año 1995 ha desaparecido del Código Penal la modalidad imprudente de la malversación de caudales públicos (y de la prevaricación, lo que no es baladí enfatizar); por tal razón, la imputación por tales modalidades delictivas habrá de presuponer necesariamente el conocimiento cierto de que las transferencias de financiación se utilizaban para la concesión de ayudas sociolaborales por parte del IFA, de que dicha empresa pública no tenía asignada dicha actividad subvencionadora (pues de lo contrario, como se ha reiterado, la transferencia de financiación era perfectamente lícita), y de que ello estaba teniendo como consecuencia la indebida desviación de los fondos públicos. Pero no solo basta un conocimiento constitutivo de dolo eventual, sino que para conformar la malversación la conducta debe realizarse con un específico ánimo de lucro. Así lo asume unánimemente la jurisprudencia, que ha venido exigiendo un “dolo específico que supone que la finalidad en atención a la cual directamente se actúa sea precisamente el ánimo de lucro propio o ajeno” (STS 986/2005, de 21 de julio). 32 Veremos a continuación que la presunción de que mi representada pudo tener siquiera un conocimiento de la desviación del dinero público carece de todo sostén probatorio. Antes de analizar ese aspecto, no obstante, es importante que descartemos la aún menos sostenible tesis de que su actuación al frente de la Consejería de Hacienda estuvo presidida por una finalidad específicamente dirigida a la consecución de objetivos ilícitos. No existe en las resoluciones dictadas por el Juzgado nº 6 argumento alguno, explícito o implícito, que permita arribar a semejante conclusión. En realidad, no parece ser esa la premisa de que parte la Ilma. Magistrada instructora. Del contenido de la resolución que ahora impugnamos, así como de la del Auto de 31 de octubre pasado, cabe deducir que, en lo tocante a la atribución de intenciones, lo que parece reprocharse a mi representada es la de haber contribuido a crear, por motivaciones de índole política, un sistema dirigido a agilizar el proceso de concesión de ayudas sociolaborales, a través de la reducción del grado de fiscalización. Desde tal premisa, la malversación no sería intencionalmente perseguida, sino que sería, a lo sumo, un efecto derivado de la relajación de tales controles. Con lo acabado de exponer se revela a las claras la sinrazón jurídica que nutre la inercia expansiva de esta causa penal: para acusar de malversación a los miembros de la Consejería de Hacienda sería imprescindible acreditar que actuaron con conocimiento e promover el saqueo y pillaje intención de del dinero público por parte de terceras personas, hipótesis tan descabellada que, como no puede ser de otro modo, nunca ha contemplado la Magistrada patrocina. Pero siendo ese presupuesto lo único que permitiría afirmar un delito de malversación, la hipótesis que sí contempla la Magistrada, y que pasa por atribuir a la Sra. Álvarez Arza haber actuado con la finalidad de rebajar el procedimiento de concesión de las ayudas y su control fiscalizador – carece de toda relevancia penal, por 33 cuanto la vinculación subjetiva entre el actuar u omitir de mi representada con los actos típicos de malversación cometidos presuntamente en el seno de la Consejería de empleo sería, todo lo más, imprudente, lo que es atípico. Pues bien, con independencia de lo afirmado, lo cierto es que ni siquiera esa hipótesis atípica resiste un mínimo análisis objetivo; por el contrario, los datos obrantes apuntan decididamente a la concusión contraria. Resulta, en efecto, manifiestamente contradictorio presumir en la conducta de mi representada una intención de rebajar los controles si se toma en consideración que durante su mandato se aprueban sendos textos normativos dirigidos precisamente al fin de reforzar las posibilidades de control y fiscalización tanto de la presupuestación como de la ejecución del gasto público. Así, en primer lugar, es con el Decreto 9/1999, de 19 de enero, sobre régimen presupuestario, financiero, de control y contable, de las empresas de la Junta de Andalucía, cuando se introduce el control financiero permanente, precisamente dirigido a incrementar la amplitud y rigor del control financiero en la Junta de Andalucía y, en particular, de sus empresas públicas. En segundo lugar, durante su mandato como Consejera se firma a instancia suya un Convenio por el que la Junta de Andalucía se somete voluntariamente a enviar con una periodicidad inferior la información económico-presupuestaria al Parlamento, pasando de una periodicidad trimestral a una mensual. En tercer lugar, la Orden de 4 de junio de 2003 – en la que la Ilma. Magistrada instructora parece situar un hito esencial de la trama delictivano tuvo por cometido eliminar los controles de las transferencias de 34 financiación, sino, por el contrario, posibilitarlos, introduciendo mayor rigor en los criterios de presupuestación, otorgando mayor visibilidad a las partidas presupuestarias a través de una codificación específica y facilitando, en consecuencia, el control y fiscalización de las transferencias de financiación. A ello debe añadirse, en cuarto lugar, que también durante el mandato como Consejera de doña Magdalena Álvarez se aprobó el Acuerdo de 4 de marzo de 2003, del Consejo de Gobierno, por el que se aprueba el Plan de control a realizar en el ejercicio de 2003 de las empresas de la Junta de Andalucía sometidas a control financiero permanente, y se establecen otras medidas de control financiero; acuerdo precisamente dirigido a incrementar el grado de control sobre la situación financiera de empresas públicas como el IFA. De lo expuesto sólo puede inferirse, en definitiva, que durante su periodo como Consejera de Hacienda, lejos de pretender rebajar el grado de fiscalización de las empresas públicas de la Junta, la Sra. Álvarez, por el contrario, procedió a reforzar las facultades de la Intervención para supervisar las cuentas y ejecución presupuestaria de tales empresas; y sometió a las correspondientes instancias de fiscalización todo el proceso de elaboración de la Orden de preparación de los presupuestos de 2004. La presunción o sospecha de que actuara guiada por la finalidad de reducir los niveles de fiscalización es, en suma, frontalmente contraria a las reglas de la lógica y la experiencia. IX. La imposibilidad de que, en el ámbito de sus funciones, pudiera siquiera conocer el destino indebido de los caudales públicos 35 Si, de lo afirmado hasta ahora, ha de descartarse con rotundidad que mi representada hubiera albergado, en su actuación al frente de la Consejería de Hacienda, la intención de burlar la supervisión del gasto de dinero público con fines a lucrar a terceras personas, o que activamente hubiera contribuido a ello con maniobras o argucias dirigidas a enmascarar tal finalidad, con la misma rotundidad debemos rechazar que quepa atribuirle la omisión de establecer medidas dirigidas a impedir la indebida gestión de los fondos destinados a las ayudas sociolaborales. Ello por cuanto, más allá de que no tenía un deber de garante sobre la actividad autoorganizatuva de la Consejería de Empleo, la Sra. Álvarez Arza ni conoció ni pudo conocer tal situación durante el periodo en que estuvo al frente de la Consejería de Hacienda – y que culminó, como ya se ha afirmado, con su cese el día 7 de febrero de 2004- , al no haber tomado nunca contacto con los informes emitidos por la Intervención General en los que se advertía de la improcedencia en los procesos de financiación y otorgamiento de las ayudas y, más en general, al no haber sido nunca advertida por los órganos que tenían encomendado el control de la gestión del gasto público. Debe reiterarse, ante todo, que la Consejería de Hacienda no tiene encomendadas legalmente funciones de control de la ejecución del gasto público. Ese cometido corre a cargo de diferentes organismos: de una parte, el control interno se ejerce por la Intervención General, junto a los interventores delegados en cada una de las consejerías. De otra parte, en el ámbito autonómico el control externo es ejercido por la Cámara de Cuentas y por el Parlamento, con la Comisión sectorial y el asesoramiento de la Oficina de Control Presupuestario. Ello supone que, en lo que atañe a la ejecución del gasto público, la única información de que institucionalmente dispone la Consejería de Hacienda es la que tales órganos de control puedan proporcionarle. Por lo 36 que respecta a la información relativa a la elaboración del Presupuesto, el ámbito de competencias de la Consejería de Hacienda, que ya hemos puesto de relieve, será el que determine el conocimiento que podía tener mi representada. En relación con este primer aspecto, en el Auto de 31 de octubre, del que es tributario el que ahora recurrimos, se hacía hincapié en que las Memorias de los presupuestos eran intencionadamente imprecisas para evitar que los parlamentarios conocieran con claridad el destino de las transferencias de financiación. Y especificaba que “en ninguna de ellas se describía el uso inadecuado de las transferencias de financiación, a lo más que llegaban era a mencionar la existencia de ‘un Convenio’ con IDEA”. Pues bien, no cabe duda que esos mismos argumentos permiten argumentar la falta de conocimiento de mi representada acerca del uso que se daba a las transferencias de financiación y de qué órgano gestionaba la concesión de las ayudas, por lo que resulta arbitrario tomarlo en consideración como argumento incriminatorio. Tales Memorias son presentadas por las respectivas Consejerías, como documentación explicativa sobre los estados de gastos propuestos, y no pasan filtro alguno de contenido por parte de la Consejería de Hacienda. Por ello, tampoco podía mi representada inferir tales datos de las memorias; es más, cabe afirmar que precisamente la mención a un convenio entre el IFA y la Consejería de Empleo constituiría una base razonable para haber presumido precisamente que la actividad de conexión de las ayudas la tenía encomendada la empresa pública. A la misma conclusión debe llegarse de la tramitación de las modificaciones presupuestarias, en las que el contenido de la “exposición” que las acompaña es manifiestamente insuficiente para conocer tales extremos, ni, más en general, para apreciar cualquier viso de ilicitud o irregularidad. Así, por ejemplo, en la modificación 449/2000, bajo el 37 apartado de “explicación” se incluye el concepto “Al IFA en materia de relaciones laborales”; y en la “Exposición” tan solo se manifiesta que “la modificación propuesta tiene por objeto dotar al capítulo IV, aplicación 440.01, con el crédito suficiente para desarrollar el Convenio Marco de colaboración con el Instituto de Fomento de Andalucía en el que se contemplan una serie de actuaciones en materia de fomento y mantenimiento del empleo, así como la reestructuración de empresas”. Y similar es el tenor de las restantes modificaciones tramitadas. Con relación a las modificaciones presupuestarias, y a los efectos del conocimiento de la pretendida irregularidad de las mismas, es importante señalar que su tramitación viene presidida por un preceptivo informe de la intervención General que tiene que estar adjunto a la propuesta de modificación cuando ésta llega al ámbito de la Consejería de Hacienda, y que ni en esa ni en las restantes modificaciones presupuestarias la Intervención General mostró reparo alguno de legalidad. Teniendo en cuenta que no era cometido de mi representada efectuar ese control de legalidad, el visado favorable de la Intervención, unido a las pertinentes firmas del Jefe de Servicio de Presupuestos y del Director General de Presupuestos, permitían albergar una confianza rayana en la certeza acerca de la legalidad de tales modificaciones presupuestarias. Sensu contrario, del contenido de las modificaciones presupuestarias, y del estado de tramitación alcanzado una vez eran sometidas a la consideración de la Consejera de Hacienda, no puede inferirse, sin incurrir en arbitrariedad, que mi representada conociera ni sus pretendidas irregularidades ni el destino final del gasto. Además, como ya se afirmó, todas las modificaciones presupuestarias fueron sancionadas por el Parlamento con la aprobación de la Cuenta General, previo análisis por la Oficina de Control Presupuestario (a la que se le remitían periódicamente según iban tramitándose). 38 Semejantes consideraciones pueden efectuarse, además, en relación con el conocimiento por parte de la Sra. Álvarez Arza del déficit generado en el IFA durante los años 2003 y 2004, pretendidamente por el uso desmesurado de la transferencia de financiación. Ello por cuanto no es hasta que se rinde la Cuenta general cuando puede conocerse el desfase entre ingresos y gastos, y la Cuenta general de 2003 no se rindió hasta septiembre de 2004, momento en que mi representada ya había cesado como Consejera. En suma, si ninguno de los órganos que tienen encomendada la fiscalización de la legalidad y de la ejecución del gasto detectaron irregularidad alguna, resulta arbitrario atribuir a mi representada un conocimiento del que en virtud del ámbito de sus competencias no disponía. Y a idéntica conclusión debemos llegar en relación con el control sobre la ejecución del gasto realizado en el seno de la Consejería de Empleo, máxime teniendo en consideración el esencial factor cronológico de que doña Magdalena Álvarez cesara en su cargo en febrero de 2004, antes de que por la intervención General se emitiera advertencia alguna acerca de las presuntas irregularidades. Esa conclusión -que es, por lo demás, asumida por la misma Magistrada instructora al fijar en 2005 ese momento, aunque sin sacar las debidas conclusiones - resulta inapelable en virtud de los datos que se exponen a continuación. En primer lugar, ninguna de las memorias e informes de fiscalización realizados anualmente, desde 2001 a 2010, por la Cámara de Cuentas sobre la Cuenta General de la Junta de Andalucía – en la que, ciertamente, aparecía el contenido y finalidad del programa presupuestario 31 L- se realizó observación o advertencia alguna ni se declaró la existencia de irregularidades. Por lo que respecta al control ejercido por la Intervención General de la Junta, ninguna incidencia puede tener en el conocimiento que se atribuye 39 a mi representada el Informe Definitivo de Auditoria de Cumplimiento realizado sobre el IFA-IDEA respecto del ejercicio de 2003, por cuanto no fue hasta 25 de julio de 2005 cuando se remitió, por comunicación interior, a la Viceconsejera de Economía y Hacienda. Por descontado, tampoco el Informe Definitivo de Cumplimiento de 2004 pudo ser conocido por mi mandante, al no haber sido culminado y remitido hasta el 29 de septiembre de 2006. Con independencia de su contenido, a idéntica conclusión debe arribarse respecto de los Informe Definitivos de Cuentas de los ejercicios de 2002 y 2003, firmados y remitidos, respectivamente, en julio de 2005 y octubre de 2006. Y en lo que corresponde a los informes de años anteriores, en ellos no se hace mención alguna al uso inadecuado de las transferencias como vía de financiación de las ayudas sociolaborales o planes de prejubilación. Así, ninguna referencia al respecto puede encontrarse en el Informe Definitivo de Cumplimiento del año 2002, el cual, por lo demás, fue remitido a la Viceconsejería de Hacienda –según obra en la comunicación interior emitida- el 24 de enero de 2004, menos de 15 días antes del cese de mi representada como Consejera; ni en el Informe Definitivo de Cumplimiento de 2000 y primer semestre de 2001. Por último, tampoco de la existencia del Informe Definitivo de Cuentas Anuales de 2001 puede inferirse que mi representada conociera el pretendido uso indebido de las transferencias de financiación en materia de ayudas sociolaborales. De una parte, porque nunca fue remitido a la Consejería de Hacienda, tal como lo acredita el hecho de que no conste adjunta nota de remisión ni comunicación interna a la Consejería de Hacienda. Ello puede deberse a que el citado Informe fue remitido a partir de lo establecido en el art. 12.2 del Decreto 9/1999 (tal como consta en su notificación al IFA de 15 de septiembre de 2003), que prevé la remisión de los informes únicamente a las empresas sometidas a control para que efectúen alegaciones. De otra 40 parte, porque, de cualquier modo, tampoco se hace mención alguna a la indebida utilización de las transferencias de financiación para sufragar ayudas sociolaborales y prejubilaciones. En su apartado VII sí se da cuenta del uso inadecuado de varias transferencias de financiación – concretamente, seis expedientes de una muestra de 30- que, a juicio del interventor, hubieron de ser tramitadas como encargos de ejecución, pero en ninguno de ellos se mencionan aquéllas que son objeto de investigación en la presente causa, ni – en lo que nos es relevante- pudo haber supuesto, caso de haber accedido al mismo, que mi representada adquiriera cabal conocimiento de las negativas consecuencias para el erario público de la Comunidad Autónoma de Andalucía. De todo lo afirmado, la única conclusión acorde a las leyes de la lógica y la experiencia es que mi representada, dado el ámbito objetivo de sus competencias, ni conoció ni pudo conocer que la gestión de las ayudas por la Consejería de Empleo a través del IFA/IDEA estuviera siendo indebidamente ejecutada, ni que ello derivara en una presunta malversación del dinero público. En consecuencia, debe concluirse que la fianza impuesta a la Sra. Álvarez Arza carece del soporte indiciario exigible, pues está sostenida sobre presunciones y sospechas manifiestamente infundadas, carentes del imprescindible sostén de racionalidad y rigor técnico-jurídico. Por tal razón, procede anular el Auto de 11 de marzo de 2014 y dejar sin efecto la fianza impuesta. Quinto.- INEXISTENCIA DE PERICULUM IN MORA E INFRACCIÓN DEL PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD. 41 Junto al hecho de haber sido acordada inaudita parte, o en todo caso a instancia de quien carecía de legitimación activa para ello, de estar fundada en una presunción de culpabilidad contraria a la presunción de inocencia, y de estar huérfana del soporte indiciario exigible, la fianza impuesta a mi representada resulta, además, manifiestamente desproporcionada. Desproporcionada, en primer lugar, en cuanto al momento elegido, seis meses después del segundo Auto de imputación y sin que en este tiempo hayan surgido nuevos elementos indiciarios que permitan de algún modo haber reafirmado o aumentado los endebles asideros que mantienen a mi representada inmersa en la presente causa. Por otra parte, se acuerda estando pendiente de resolución por esta Ilma. Sala el recurso de apelación interpuesto por esta representación contra el Auto de 31 de octubre de 2013 y a poco más de un mes de que se resuelva (según fecha de deliberación fijada el 24 de abril por providencia de esta Sección Séptima de la Audiencia Provincial dictada el 14 de febrero). Un mínimo respeto a las garantías procesales de la persona imputada habría debido llevar a la Magistrada Instructora a posponer esta decisión a la resolución del citado recurso, pues es evidente que la suerte de éste habrá de condicionar decisivamente la procedencia legal de la fianza que en el Auto ahora combatido se impone. Por lo demás, tampoco se justifica la elección del momento en la existencia de un riesgo inminente que hubiera de soslayarse con la imposición de la medida cautelar, ni existe por tanto argumento alguno que impida demorar la decisión a una fase del procedimiento en la que la investigación haya quedado completada y puedan dilucidarse con mayor enjundia probatoria las responsabilidades, penales y civiles, que eventualmente hubieran de exigirse a mi representada. Opción que, además, 42 resulta más acorde al tenor y espíritu de las normas que regulan el Procedimiento abreviado (artículo 783.2 LECrim). Sexto.- INFRACCIÓN DEL PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD Y ARBITRARIEDAD EN EL CÓMPUTO DE LA CUANTÍA, AL HABER INCLUIDO COMO CANTIDADES MALVERSADAS EL PAGO DE AYUDAS SOCIOLABORALES, LAS CUALES NO PUEDEN SER CONSIDERADAS “USOS AJENOS A LA FUNCIÓN PÚBLICA” (ART. 433 CP) I. . La fianza impuesta es arbitraria por el solo hecho de no reunir los requisitos exigidos, pero lo es también por la manifiesta desproporción de la cuantía establecida. Ante la ausencia de indicios delictivos, cualquier cantidad habría de considerarse contraria al principio de proporcionalidad; no obstante, incluso admitiendo a efectos puramente dialécticos que tales indicios revistieran un mínimo de plausibilidad, la cuantía fijada de 29.568.129, 20 € es manifiestamente desproporcionada con relación a la responsabilidad civil que hubiera de derivarse de los mismos. La razón de esa desproporción es, además, fácil de detectar: se debe al error en que está incurso el cálculo que realiza la Magistrada Instructora, consistente en incluir como cantidades malversadas -y, por ello, susceptible de integrar la responsabilidad civil- aquellas destinadas al pago de ayudas socio-laborales. II. Vaya por delante que solo del delito de malversación, y no del de prevaricación, pueden derivarse responsabilidades civiles, por lo que únicamente respecto de aquél cabe establecer medidas cautelares reales, dirigidas al aseguramiento de tales responsabilidades. En este sentido, es 43 indudable que la obligación de reparar no tiene que ver con el carácter delictivo de la conducta, sino con la condición de ilícito civil del hecho subyacente, que de este modo adquiere una doble relevancia, civil y penal. Así se manifiesta con meridiana claridad en la STS de 10 de octubre de 2006: “la sentencia penal que condena por un delito no presupone, sin más, la existencia de responsabilidad civil, dado que ésta nace de la producción de un daño y este daño unos delitos pueden producirlo y otros no. No es cierto, por tanto, que toda responsabilidad criminal conlleve necesariamente la civil. Las únicas infracciones penales susceptibles de engendrar responsabilidad civil son aquellas en las que el hecho, además del daño criminal a ellas inherente, producen un daño civil, es decir cuando el hecho, además de ser constitutivo de delito por venir tipificado como tal en el CP, constituye, a la vez, un ilícito civil, generador de un daño de esta naturaleza”. Solo de la pretendida conducta de malversación, en suma, cabe derivar responsabilidades civiles que deban ser afianzadas. Sentado ese extremo, entremos a analizar el cálculo realizado por la Magistrada Instructora. Como base del cómputo, toma en consideración “las ayudas sociolaborales y directas que se han abonado en el periodo” en que ejerció su cargo. En relación con mi representada, afirma que “tomando en consideración las ayudas efectivamente abonadas hasta el 31 de diciembre de 2003, cuantificación realizada a groso modo, dado que su cargo perduró hasta el 7 de febrero de 2004, el importe de las mismas nos ofrece la cifra de 177.408. 775, 22 €”. A partir de esa cantidad total, “por razón de sus competencias y responsabilidad en los hechos objeto de las presentes actuaciones, compartida principalmente con la Consejería de Empleo”, se cuantifica la fianza en 2/8 de dicha cifra (número fraccionario que después es corregido por auto aclaratorio de 13 de marzo de 2014, fijándolo en 1/8), lo que da lugar a una cantidad de 22.176.096, 90 €, que sumándole el tercio legal resulta finalmente en los 29.568.129, 20 €. 44 III. Resulta, para empezar, altamente discutible la equiparación que a efectos de responsabilidad hace entre la Consejería de Hacienda y la de Empleo, dadas las diferentes competencias que una y otra tenían sobre la gestión, pago y supervisión del dinero público destinado al pago de esas ayudas. Pero, como anticipábamos, lo verdaderamente reprochable de ese cálculo, lo que lo convierte en desproporcionado y, por ende, arbitrario, es el error de haber tomado en cuenta como constitutivas de malversación – y susceptibles, por ello, de derivar en responsabilidades civiles necesitadas de afianzamiento- las cantidades con que se han sufragado las ayudas sociolaborales, las cuales, sin lugar a dudas, han sido destinadas a fines públicos. Resultando indudablemente atípico destinar fondos públicos a atender necesidades o fines públicos, indudable es también que los recursos destinados por la Junta de Andalucía a pagar ayudas a trabajadores afectados por EREs no constituían “usos ajenos a la función pública” (art. 433 CP). Existen poderosas razones para justificar esa conclusión. Así, de una parte, la propia Cámara de Cuentas, en su Informe de fiscalización de 2012, plantea dudas acerca de la presupuestación y tramitación de las ayudas, pero ninguna opone acerca de su finalidad pública ni, por ello, de su concesión: “la finalidad pública que trata de abordarse con el otorgamiento de estas ayudas deriva de la situación en la que se encuentran los trabajadores que perdieron su puesto de trabajo y que por razón básicamente de la edad, presentarían dificultades de integración en el mercado laboral; amortiguando de esta manera el impacto sociolaboral que pudieran causar las crisis de las medianas y grandes empresas radicadas en la CAA.” 45 A ello añade, en otro pasaje del citado Informe, que “Con respecto a las ayudas sociolaborales, su objeto queda circunscrito a la protección de los trabajadores afectados por expedientes de regulación de empleo u otro tipo de despido (…). La finalidad que se persigue con la concesión de las mismas se ha acreditado, con carácter general con la Resolución administrativa de autorización de los expedientes de regulación de empleo, o con la materialización de los despidos producidos”. La misma conclusión ha de extraerse del análisis de la actuación de la Junta de Andalucía a fin de garantizar la restitución de los daños que se hubieran podido producir a consecuencia de la gestión de los fondos públicos consignados en el mentado Programa 31L. Con tal fin, el 17 de noviembre de 2010 la Consejería de empleo puso en marcha un Plan de acción de medidas correctoras y de recuperación de pagos indebidos que, junto al inicio de procedimientos de devolución de las cantidades en los casos de cobro por personas que realmente no tenían derecho a percibirlas, trazó un plan para “ratificar el reconocimiento del derecho” de los trabajadores que cumplen los requisitos legales para ser beneficiarios de las ayudas. En este sentido, interesa destacar que por Resolución del Viceconsejero de Empleo de 13 de mayo de 2011 se ordenó levantar la suspensión de los pagos de ayudas sociolaborales declarada mediante Resolución de 25 de febrero de 2011, respecto de aquellos beneficiarios sobre los que no se había apreciado irregularidad alguna ni se habían hecho observaciones, y a los que, en consecuencia, les resulta de aplicación el art. 106 de la Ley 30/1992 (quedando la identidad de estos beneficiarios relacionada en el Anexo I adjunto a la Resolución). Igualmente, dicha Resolución ordenó iniciar los trámites administrativos y presupuestarios necesarios para refinanciar las pólizas de seguro de rentas de dicho colectivo 46 de trabajadores; y, finalmente, también ordenó el inicio de los trámites necesarios en orden a depurar los supuestos de las personas en las que concurriese algún tipo de irregularidad o respecto de las que se hubiera detectado alguna incidencia en los informes reservados (figurando en la relación obrante en el Anexo II). El reconocimiento de la existencia de un derecho al cobro en los casos que ahora nos ocupan (trabajadores que cumplen los requisitos legales), es ya de por sí decisivo para excluir la existencia de sustracción o distracción de los fondos de la Administración pública, puesto que mal podría tener tal calificación la conducta de quien paga lo que la propia Administración considera que se tiene derecho a cobrar. Ello es expresado con toda claridad en el Informe de 7 de mayo de 2012 de la propia Dirección General de Trabajo: “como presupuesto básico que habilita a la Administración a reanudar la tramitación de los pagos de las ayudas sociolaborales, se ha considerado que en los pagos ya realizados no ha existido menoscabo de los fondos públicos respecto del colectivo de trabajadores validado, por cuanto la comprobación administrativa desarrollada, ya referida, no ha puesto de manifiesto irregularidad alguna –sin perjuicio de las diferencias advertidas en el procedimiento de concesión-”. A mayor abundamiento, ha de añadirse a lo anterior que la legitimidad y legalidad de la intervención activa de la Administración autonómica andaluza en este tipo de procedimientos, yendo más allá de la genérica labor de supervisión de la legalidad de los EREs para participar en ellos como entidad financiadora de pólizas de rentas de trabajadores prejubilados, no se pone en duda por entidad u órgano alguno. Todo lo contrario: 47 - Es admitida por la actual Dirección General de Trabajo de la Junta de Andalucía en su Resolución de 23 de mayo de 2012, dictada en el procedimiento informativo 321/11 sobre EREs de Williams & Humbert S.A.U., que recuerda que tal incorporación se efectuó “con el objeto de atender aquellos casos en los que resulta preciso garantizar la cobertura económica de trabajadores que, por su edad, tienen mayores dificultades para la reinserción laboral y, al mismo tiempo, facilitar los procesos de reestructuración y minimizar el impacto de los mismos sobre las propias empresas y el empleo”. - Es así mismo admitida por el Tribunal Supremo que, en su sentencia de 20 de julio de 2012, confirma la sentencia del TSJ-Andalucía recurrida en casación, arguyendo la naturaleza administrativa de la resolución que en tal proceso se impugnaba porque en ésta “se encuentra ínsita la finalidad pública –interés general en el mantenimiento del tejido productivo de una zona- de la actuación del órgano dentro de las competencias del mismo. Por tanto, es evidente, y no cabe duda de que la actuación de la Administración se enmarca dentro de la actividad propia administrativa de interés general (…) por más que la actuación se instrumente mediante el afianzamiento no deja de tener naturaleza administrativa y finalidad pública en sí misma considerada”. Resulta, pues, que son muchos y muy diversos órganos administrativos (y no sólo administrativos) los que, a lo largo de más de una década, han venido trazando una clara línea entre la adecuación jurídica de la tramitación y el resultado del pago de ayudas sociolaborales por parte de la Junta de Andalucía, avalando la pertinencia sustantiva de su concesión por formar parte de la función pública. 48 IV. Pero no solo la Administración sino el mismo Poder Legislativo andaluz ha declarado la finalidad pública de las ayudas sociolaborales otorgadas a trabajadores. Como es conocido, el 16 de octubre de 2012 el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Andalucía aprobó el Decreto-Ley 4/2012, “de medidas extraordinarias y urgentes en materia de protección sociolaboral a extrabajadores y extrabajadoras andaluces afectados por procesos de reestructuración de empresas y sectores en crisis”, que fue convalidado el 15 de noviembre de 2012 por el Pleno del Parlamento de Andalucía sin un solo voto en contra. En primer lugar, ya en la propia Exposición de Motivos, párrafo décimo octavo, se afirma que: “Las ayudas sociolaborales se enmarcan, como se ha dicho, dentro de las políticas y competencias de la Junta de Andalucía sobre cohesión, protección y bienestar social, siéndole de aplicación las disposiciones inherentes a esta clase de medidas” Y en segundo lugar, en los artículos 2 a 4 de esta norma con rango legal, de forma expresa y detallada se otorga cobertura normativa a las ayudas, subrayando decisivamente su legitimidad y su adecuación material con nuestro ordenamiento jurídico. De todo lo expuesto se deduce, en suma, que los pagos efectuados a trabajadores que realmente reunían los requisitos legales para recibir las ayudas (otra cosa pudiera decirse prima facie de los pagos realizados a “intrusos”, de algunas comisiones y de algunos gastos externos) no pueden calificarse como un “uso ajeno a la función pública”. Y, en realidad, es discutible que la Magistrada Instructora sí los califique de ese modo y pretenda considerarlos parte de la supuesta 49 malversación. Al menos si se tiene en cuenta que tomarse en serio tal asunción debería llevar, en rigor, a considerar a sus perceptores como “partícipes a título lucrativo” conforme al artículo 122 del Código penal, lo que, a su vez y con arreglo a lo dispuesto en dicho precepto, supondría que las cantidades percibidas deberían ser objeto de aseguramiento patrimonial, debiendo procederse a su inmediato embargo para asegurar la no frustración de su devolución como ingresos sin causa legítima. Si a estas alturas de la instrucción no ha optado por tan drástica medida solo puede deberse a que la Magistrada Instructora no asume que las ayudas sociolaborales integren el delito de malversación. Pero si no asume tal premisa, resulta manifiestamente arbitrario servirse de ella para elevar exponencial y desproporcionadamente la cuantía de la fianza impuesta a doña Magdalena Álvarez Arza. A la luz de lo afirmado, antes que como medida estrictamente cautelar la abusiva fianza impuesta se revela más bien presidida por un fin estigmatizador y punitivo; fin coherente con el juicio anticipado de culpabilidad en que se sostiene, pero manifiestamente inconstitucional. Procede por ello la anulación del auto impugnado, con revocación de todos sus efectos. En su virtud, 50 SUPLICO AL JUZGADO PARA ANTE LA SALA, que teniendo por presentado este escrito, se sirva admitirlo, tenga por interpuesto en tiempo y forma Recurso de Apelación contra el Auto de 11 de marzo de 2014 dictado por el Juzgado de Instrucción núm. 6 de Sevilla y acuerde que en atención a lo razonado se declare la estimación del Recurso y declare la nulidad o, subsidiariamente, revoque y deje sin efecto el citado Auto de 11 de marzo de 2014. OTROSÍ DIGO que, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 766.3 LECrim., se señalan a continuación los particulares cuyo testimonio se interesa para su elevación a la Audiencia Provincial junto con este escrito y la documentación aportada, para la resolución del recurso: • Oficio de la UCO de la Guardia Civil de 27 de junio de 2013 junto con las declaraciones y documentos adjuntos. • Acta de la declaración de Magdalena Álvarez Arza ante el Juzgado de Instrucción núm. 6 de 8 de octubre de 2013. • Acta de la declaración de Magdalena Álvarez Arza ante el Juzgado de Instrucción núm. 6 de 7 de noviembre de 2013. • Auto del Juzgado de Instrucción núm. 6 de 28 de junio de 2013. • Auto de la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Sevilla de 25 de octubre de 2013. • Auto del Juzgado de Instrucción nº 6 de 3 de marzo de 2014. • Instrucción 1/2003, de 10 de enero, de la Intervención General de la Junta de Andalucía, por la que se dictan criterios para la fiscalización de las transferencias de financiación y otros gastos a favor de las empresas públicas y de determinadas fundaciones. • Testimonios Anexo XII. Cámara de cuentas de Andalucía: 51 o Informe de la Cámara de Cuentas de 2011, de “Fiscalización de las ayudas sociolaborales a trabajadores afectados por expedientes de regulación de empleo y empresas en crisis otorgadas por la administración de la Junta de Andalucía 2001-2010”. o Informe del Gabinete Jurídico de la Cámara de Cuentas (folios 405 ss.) • Testimonios Anexo I. Intervención General de la Junta de Andalucía: o Informe definitivo de auditoría de Cumplimiento realizado al IFA correspondiente al año 2000 y primer semestre de 2001 (folios 2496 ss.) o Informe definitivo de Cumplimiento correspondiente al ejercicio de 2002. o Informe definitivo de Cuentas anuales correspondiente al ejercicio de 2001. o Informe definitivo de Cuentas anuales correspondiente al ejercicio de 2002 (folios 1 y ss.) o Informe definitivo de Cuentas anuales correspondiente al ejercicio de 2003 (folios 48 y ss.) o Informe Definitivo de Cumplimiento correspondiente al ejercicio de 2003 (folios 94 y ss.) o Informe Definitivo de Cumplimiento correspondiente al ejercicio de 2004 (folios 232 y ss.) SUPLICO DE NUEVO AL JUZGADO que se acuerde acceder a lo solicitado en cuanto a la designación de particulares antedicha, y a la documentación aportada. 52 Todo ello por ser Justicia que, respetuosamente, pedimos en Sevilla a 18 de marzo de 2014. Fdo.: Horacio Oliva García Fdo.: Rafael Alcácer Guirao 53