capitulo vii. la culminación del proceso desvinculador, 1836

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CAPITULO VII
LA CULMINACION DEL PROCESO
DESVINCIJI.ADOR, 1836-1860.
EL CA..SO DE MURCIA Y LORCA ( 2)
Los resultados obtenidos a partir de los datos presentados en el cuadro 1.VI, donde se resume el alcance del proceso desvinculador en la mayor parte de los municipios
murcianos, confirma la tremenda distancia existente entre el
impacto del fenómeno en las comarcas que hemos denominado «centrales» y las «periféricas». Las cantidades invertidas
eñ la compraventa de tierras por determinados colectivos
pertenecientes a las primeras se aproxima a160 % del monto
total a que ascendieron las transacciones, y otro tanto sucede
con la masa de bienes implicada. Por tanto, la incidencia del
trasiego de fincas sobre las economías respectivas hubo de
ser muy superior en ellas, así como las oportunidades ofrecidas para la constitución de patrimonios ex novo. Incluso conviene atender a las posibles repercusiones del proceso en la
economía regional globalmente considerada, precisamente
a causa de ese carácter «central» al que aludíamos. Huelga
decir que estos apelativos no son en absoluto geográficos,
sino histórico-económicos, queriendo significar con su uso
el hecho de que la evolución experimentada a lo largo de los
períodos moderno y contemporáneo convirtió a la costa y a
la depresión prelitoral -donde están ubicadas la capital y
Lorca- en la zona nuclear del antiguo reino, mientras que
las restantes comarcas se desarrollaban a un ritmo más lento.
Al final de dicha evolución, ya en el siglo ^c, Murcia y Carta177
gena concentraban las densidades humanas y la proporción
de rentas ^ier capita más elevadas de la región (1).
Antes de comenzar a exponer lo sucedido entre 1836 y
1860 en las dos entidades que figuran en el epígrafe del capí- ,
tulo, es necesario advertir la imposibilidad de separar el estudio del proceso desarrollado en su propio suelo del relativo a
Aguilas y Cartagena. Tal circunstancia obedece a una práctica económica muy extendida entre los individuos acomodados de ambas ciudades portuarias, consistente en la
inversión preferente de sus caudales en fincas ubicadas en los
términos de las dos aglomeraciones vecinas, a causa, esencialmente, de la presencia de espacios agrícolas mas rentables en estas últimas -las huertas del Segura y el Guadalentín-. El fenómeno es aún más visible en el caso de Aguilas, emancipada en fechas muy tardías (1834) del gran municipio lorquino, a consecuencia de lo cual los lazos existentes
entre los dos núcleos de población eran todavía muy estrechos (2). Si por, un lado, los oligarcas de la ciudad madre
conservaban grandes fincas en la Marina, por otro los principales comerciantes de origen aguileño solían residir en la
antigua cabeza de partido y abrir tiendas en ella. En ocasio:.
nes, incluso, la «casa» o establecimiento mercantil central se
ubicaba en Lorca, de mayor envergadura urbana y más
empaque social.
El sistema seguido para estudiar las peculiaridades de la
desvinculación en los municipios situados en esta vasta zona
-supone e133 % de la superficie regional- no difiere esencialmente del aplicado a los analizados anteriormente. Sin
embargo, dado el volumen alcanzado por las transacciones
(1) M. T. Péat:z Ptcnzo: «El modelo de creámiento contemporáneo murciano.
Una perspectiva histórica (1750-1980)». Papeles de Economía española Serie Economía
de las Camunidádes Autónomas. Murcia. 1989, pp. 3- 20.
(2) La construcción del puerto de S. Juan de las Aguilas se había iniciado bajo
el reinado de Carlos III, generando a su alrededor un núcleo de población cuyos
habitantes se incrementaron rápidamente a fines del xvttt, en gran parte a consecuencia de las roturaciones de los campos circundantes. Pese a ello, el Ayuntamiento de Lorca se opuso tenazmente hasta el final del Antiguo Régimen a todos
los intentos de emancipación.
178
en ellos, hemos considerado pertinente descender al detalle
y seguir la evolución cronológica de la demanda de los distintos tipos de bienes vendidos (fincas de secano o de regadío,
porciones de agua...). Posteriormente, se procede a evaluar el
reparto de la tierra enajenada entre las diversas categorías
sociales, procurando conectar el esquema resultante con la
realidad económica de estos espacios en las décadas centrales del xtx.
VII.1. El movimiento de enajenaciones en la capital y
sus implicaciones socio-económicas
Obsérvese, aparte de la marcha ascendente de las operaciones, que ya conocemos, el progresivo incremento de la proporción de tierras desvinculadas sobre el total de las
vendidas, que raramente desciende por debajo de la tercera
pane en ninguno de los años afectados. Esta movilización de
un factor productivo hasta ahora semibloqueado, constituye
un buen indicador de la aceptación del concepto de propiedad privada plena; de hecho, la rapidez con que tuvo lugar
demuestra hasta que punto la idea ya estaba afianzada en la
mentalidad colectiva de los propietarios. Si además separásemos las fincas de regadío de las de secano, el porcentaje subiría del 33 al 50 %, como corresponde a la gran extensión
alcanzada por la propiedad vinculada en la huerta. Asimismo, la parte concerniente a las parcelas ubicadas en esta
última crece con más celeridad que la relativa a las grandes
explotaciones de secano. En ello influyeron también las preferencias inversoras de los adquirentes ya que, como veremos, la minoría de grandes comerciantes se volcaron
decididamente a favor de la compra de explotaciones de
regadío. Resulta significativo al respecto que el único año en
el cual se dispara la can ^dad de hectáreas de secano vendidas
(1857) a causa de la enajenación de la gran finca «La Zarza» (3), su comprador fuese un miembro de la nobleza, el
(3) Ubicada en las diputaciones rurales de Cañada Hermosa y Barqueros,
179
Cuadro 1
EVOLUCION DE LAS TRANSACCIONES EN MURCIA, 1836-1860
AHos
Regadío (T.)^
Secano (Ha.)
Total (Ha.)
% total
tienas
vendidas
Capita[es (r.v.)
1836
7
8
9
1840
1
2
3
4
5
6
7
8
9
1850
1
2
8
4
5
6
7
8
9
1860
]08
617
510
1.108
579
1.439
1.137
380
592
735
608
931
1.297
768
1.434
884
971
568
722
1.819
430
1.008
730
755
727
127
224
124
31
90
370
780
14
880
1.090
170
223
356
97
201
943
626
328
701
11.970
414
684
977
12
199
284
943
99
260
504
883
84
967
1.262
279
376
447
266
305
955
693
85
543
751
12.089
560
773
1.063
11
33,5
19,63
38,22
34,66
31,92
39,66
41,54
25,5
45,19
25,82
58,84
55,22
41,95
47,00
43,56
63,23
58,25
26,00
52,92
24,06
28,00
37,18
41,36
35,91
22.821
554.938
689.855
769.880
568.649
1.159.379
1.246.401
1.255.014
555.971
1.292.377
807.417
1.544.013
2.096.802
1.122.044
1.640.489
1.408.329
1.305.929
1.079.700
724.527
2.104.503
904.449
2.248.808
1.785.947
1.727.970
1.606.666
21.357
21.420
24.024
-
Total
^
80.372.372
Fuente: Libros del Registro antiguo de hipotecas, V. 87 a 131. A.H.P.M.
Elaboración propia.
(a) Se ha respetado la medida tradicional del regadío en tahúllas (1 T= 0,118 Ha.),
aunque en la suma total de cada año se transforman en hectáreas para poder seguir
la evolución de conjunto.
constituye un auténtico latifundio de 5.940 Has. integrado en los mayorazgos del
Marqués del Campillo. Había sido adquirida primero por los descendientes del
Conde de Floridablanca y después por nuestro personaje, que pagb por ella
280.000 reales. A. H. P. M. Libro 123 del Registro de Hipotecas, fol. 119.
180
Marqués de Camachos y no un representante del capital
mercantil.
L.a distribución de este contingente de tierras, entre las
distintas categorías sociales, puede ser resumida como
sigue:
cuadro 2
REPARTO DE IAS SUPERFICIES VENDIDAS (9b7 EN MURCIA Y CARTAGENA
MURCIA
Oligarqttía
N.° miembras
Comprddores.
Comtrciantcs
%
Núm.
%
Pcgu. clasc
media uróana
Núm.
%
^yradares
Tolal
Ha.
Núm.
%
S2
8,31
96
24,95
53
13,76
204
7.478
31,12
9.756
40,60
2.042
8,49
4.748
19,79
24.024
53
385
Superficies vendidas .........
CARTAGENA
Compradores ..
4
2,01
58
29,14
59
29,64
78
39,31
199
1.949
41,91
872
18,75
I.I17
24,05
4.650
Superficies vendidas ..........
712
15,31
A1 comparar este esquema con los expuestos en el capítulo anterior se observa, en primer lugar, el descenso experimentado por los porcentajes alusivos a los miembros de la
oligarquía y el ascenso paralelo de los pertenecientes a los
comerciantes y, lo que es más importante, el incremento de
la cantidad de tierras retenida por este segundo colectivo. De
esta manera, el capital mercantil se coloca en cabeza, lo que
hasta. ahora no había sucedido en ningún caso. Asimismo,
aumenta la participación dé la pequeña clase media urbana,
aunque no la suma total de fincas conseguidas por ella. En
cambio, las magnitudes referentes a los labradores son similares a las de Caravaca y a las que muestran los municipios
ubicados en la Vega Alta del Segura.
181
En suma, se trata de un reparto menos polarizado y más
rico en matices que el que caracterizaba a los modelos hasta
ahora estudiados, y que resulta aún más visible en el caso de
Cartagena que en el de la capital. El fenómeno es coherente
con la envergadura urbana de los dos núcleos de población
concernidos, reiteradamente señalada, y con la existencia en
ambos de un porcentaje relativamente alto de activos adscritos a los sectores secundario y terciario. Además, tanto la ciudad portuaria como Murcia disfrutaban de una actividad
mercantil bastante intensa desde el siglo xvl, actividad cuyo
peso absoluto y relativo se incrementó considerablemente
en la segunda mitad del xv^li (4), al calor de la coyuntura
alcista. La acumulación que ello permitió a los individuos
integrados en el sector se vio reforzada tanto por la gran irradiación espacial de las áreas comerciales correspondientes a
las precitadas aglomeraciones como por el tamaño e importancia de los establecimientos mercantiles ubicados en
ellas.
Sin embargo, pese a esta atenuación del esquema bipolar, se siguió produciendo la concentración en pocas manos
de las tierras obtenidas mediante las operaciones de compraventa. Es decir, como de costumbre, su reparto no fue igualitario entre los componentes de cada grupo social, especialmente en el caso del bloque de grandes propietarios de
origen noble y en el de los comerciantes, y algo menos en el
de los labradores. De hecho, poco más de docena y media de
personas de esta triple adscripción social consiguieron acaparar, según mis cálculos, la mitad de las propiedades vendidas, como veremos seguidamente. Las proporciones respectivas (un 4,93 % de compradores para un 52,55 % de la tierra)
se aproximan a los resultados a que se llega en Egipto a
(4) M. T. PéxEZ Ptcwzo: «El comercio murciano en la segunda mitad del xv^u».
Art. cit., pág. 128. Los indicadores que he utilizado en este trabajo me permiten
calcular los índices de incremento del comercio intraregional, que ascienden a 300
en la mayoria de los municipios murcianos, 500 en la capital, 850 en Cartagena y
1.000 en Lorca.
182
mediados del x[x después del establecimiento del régimen
de concesiones en 1837 y 1846 (5). Y los paralelismos no terminan aquí.
Comenzando por la oligarquía, de la lista de 32 nombres
que componen la nómina de adquirentes los cinco primeros
acapararon e185 % de las tierras atrib ^idas al grupo, es decir,
6974 Has. Se trata, por orden decreciente, del Marqués de
Camachos, Francisco Melgarejo Flores, el Conde del Valle
de S. Juan, el Marqués de Corvera y Joaquín Fontes Fernández de la Reguera. El primero destaca ampliamente sobre los
otros, ya que se queda con 5940 Has. de secano (la finca de
«La Zarza») y 59 de regadío (500 tahúllas), con una inversión
global de 999.350 reales, a los que debemos añadir los
108.311 que pagó por 540 Has. ubicadas en el término de
Cartagena. Los cuatro restantes distribuyen también sus
compras entre ambos espacios agrícolas: 197 Has. en el
campo y 97 en la huerta (822 tahúllas). En cuanto a los demás
miembros del colectivo, sólo retienen pequeñas porciones
situadas indistintamente en los dos espacios en cuestión
pero, a diferencia de los anteriores, sus objetivos primordiales no son ya la inversión ni la ampliación del patrimonio,
sino el aprovechamiento de alguna oferta ventajosa y el
redondeo de las grandes fincas de secano.
La personalidad y las actividádes de Pedro Rosique Hernández, marqués de Camachos, requieren un análisis más
detenido, ya qué sus atributos lo sitúan de lleno dentro del
tipo del «notable» liberal, con alguno de cuyos representantes nos hemos tropezado páginas atrás. A1 igual que sus
homónimos, el marqués aprovechó a fondo los procesos de
desvinculación y de desamortización para enriquecerse.
Respecto a esta última, aparece como un activo comprador
de Bienes Nacionales, formando parte de una sociedad que
se adjudicó varios conventos y sus huertos en la ciudad de
Murcia, obteniendo grandes beneficios en la operación.
(5) TH^ex2v RuF. H^toire contemporaine de ['agricultre egyptienne. Ed. de 1'Orstrom, París, 1988; PP. 188-189,
183
Según P. Segura, adquirió, entre 1836 y 1845, 338 Ha., con
un valor nominal de 482.000 reales, y en 1856 invirtió
669.760 más, sobre todo en tierras y aguas de Librilla (6).
Asimismo, no de§deñaba la colocación de sus capitales en
otros sectores económicos como la minería, pero, a diferencia de la mayoría de los miembros de su grupo social, que no
suelen intervenir directamente en los negocios, el aristócrata
cartagenero actuó como promotor, presidiendo personalmente diversas compar"Iías mineras ubicadas en el campo de
Cartagena (7), comportamiento que repite en la empresa de
arrendamiento de la plaza de toros capitalina. Su espíritu de
iniciativa y su identificación con los grandes debates económicos del periodo se perciben en el decidido apoyo prestado
a la construcción del ferrocarril de Albacete a Cartagena, del
que fue promotor.
Simultáneamente, nuestro personaje protagonizó una
agitada vida política, en esta ocasión desde las filas .del partido progresista (del que fue jefe provincial), primero, y
desde las del demócrata después. Con esta militancia lo
encontramos desempeñando los papeles más relevantes
durante el segundo tercio del xlx: Alcálde de Murcia, Diputado a Cortes en varias ocasiones, Presidente de la Diputación provincial, de la Junta Revolucionaria en 1854,
Gobernador Civil en 1856 y senador en 1860. Estamos, pues,
ante un hombre procedente de la pequeña nobleza urbana,
que había interiorizado plenamente los valores liberalburgueses, a la luz de los cuales debe ser contemplado. La
(6) P. Secuxn ARTEGO: aUn caso específiCo de Desamortización en la región
murciana: los derechos de aguas de riegon. En desamortización y Hacienda pcíblica,
Tomo II, I. E. F., Madrid, 1986; pp. 233-254.
(7) Especialmente, destaca su labor al frente de la Sociedad aEl Truenon, constituida en 1851 para explotar una serie de yacimientos de plomo y hierro en el
cabezo del Sancti Espíritu, cuyas acciones duplicaron su cotización entre 1851 y
1870. Asimismo actuó como promotor en la sociedad aGuerran instalada en Perín
para la extracción del cobre ( 24-marzo-1857), adquiriendo la mayor patte de sus
42 acciones ( A. H. P. M. Esc.^ Juan de la Cierva y Soto, P. ]0.093 a]0.040). En la
década 1850-1860 el Marqués de Camachos especulaba con las acciones de diversas compañías mineras, obteniendo notorios beneficios.
184
estructura del inventario post mortem de sus bienes refleja muy
bien esta trayectoria vital (8): de los 10.438.604 reales en que
se valoraron, el 75 % correspondía a las fincas vinculadas
(rús^cas y urbanas) heredadas por el marqués y su esposa,
mientras que el otro 25 %-es decir, 2.611.896 realesestaba cons^ tuido por las diversas adquisiciones realizadas
por aquél a lo largo de su apretada biografia. Un 63 % de
dicha cantidad se había invertido en bienes raíces y un 37 %
en bienes muebles, estos últimos integrados por un buen
paquete de acciones mineras y otro aún mayor de valores
.
del Estado.
Entre los cuatro oligarcas que siguen en la lista al marqués de Camachos, merece la pena detenerse, siquiera sea
soméramente, en el marqués de Corvera y los condes del
Valle de S. Juan, aunque por dis ^ntos motivos. El primero,
pese a protagonizar una carrera política aún más brillante
que la de Pedro Rosique (Diputado a Cortes, Gobernador
Civil, Ministro de Fomento en 1861), no nos interesa aquí
por este motivo, ya que, dada la multiplicación de ejemplos
en este sentido no añade nada a la caracterización del grupo.
La ejemplaridad del personaje reside, más bien, en la actitud
que adopta a lo largo de los dos pleitos suscitados contra él
por los habitantes de la villa de Co ^llas, de la que era
señor (9). Sus antiguos vasallos pretendían dejar de pagar los
derechos a que estaban obligados, alegando el origen jurisdiccional de los mismos (10), mientras que el marqués,
como en tantos casos similares repartidos por la geografia
(8) A. H. P. M. Esc.^ Juan de la Cierva, 23 de junio de 1879, P. 10.967.
(9) La documentación del primero, habido en 1837, se conserva en el Archivo
Histórico Nacional, Consejos, Leg. 24.615. La del segundo (1.868-69 y 1.873-74),
en el Archivo Municipal de Mula, bajo el siguiente epígrafe: Pleito del MarquEs de
Corvera con fos aecinos y^iropietarios de CotiUas (1873-1874) por impago de[ seteno y
demds derechos.
(10) Se trataba del censo a parición de frutos, teniendo que pagar 1/7 de las
cosechas en la huerta y 1/10 en el campo, lo que resultaba bastante oneroso para
los campesinos. Asimismo, el marqués tenía derecho a disfrutar de las ayerbasn
del término, soliendo arrendarlas a algún ganadero. En 1874, este conjunto de
derechos reportaba 8.726 ptas. anuales
185
española, sostenía que el señorío era territorial y solariego y,
por ende, identificable a la propiedad privada plena.
Ambos pleitos son sumamente ilustrativos sobre las contradicciones existentes entre los últimos vestigios de los derechos de propiedad feudales y los nuevos de tipo burgués (11).
Aquéllos están representados aquí por los censos a partición
de frutos, que los abogados del aristócrata murciano presentaban como un canon a pagar por los campesinos en tanto
que colonos en tierra ajena, definiendo el estatuto del antiguo titular del señorío con el eufemismo de «dominio
directo y condominio del útil». Estos se encarnan no tanto en
los precitados campesinos como en los nuevos propietarios,
procedentes de la capital, que habían adquirido fincas en
Cotillas a raíz de la desamortización, como en el caso de José
M.a Estor, dueño de 1.200 tahúllas (el 17,3 % de la pequeña
huerta de la localidad). Una vez hecha la inversión, Estor y
los demás compradores .se encuentran con que no pueden
exigir a los arrendatarios rentas altas a causa del peso económico ejercido sobre ellos por las indicadas cargas ni tampoco
cercar sus propiedades debido al derecho de yerbas. Consecuencia: en lo sucesivo, los pleitos estarán inspirados y financiados por el colectivo y, especialmente, por Estor, en cuyos
alegatos se califica este último derecho de «servidumbre» y la
partición de frutos de «abuso feudal», invocando la «libre
propiedad ordenada por la naturaleza». Dada la posición del
marqués, inútil es decir cuál fue el desenlace del conflicto, no
dejando de ser aparentemente paradójica la actuación de un
político que en su discurso y en su práctica de gobierno sirve
la causa de la revolución burguesa, pero que la desvirtúa
cuando sus intereses están en juego. En realidad, no hay tal
paradoja, puesto que la revolucióñ burguesa española, como
todo el mundo sabe, fue el resultado de una serie de pactos
expresos y tácitos entre las diversas clases y fracciones de
(11) Vd el recién publicado trabajo de A. GtL OLCINA-G. CANALES; RC52duos de propiedad señmial en España. Perduración y ocaso en el Bajo Segura. Alicante, Instituto Juan Gil Albert, 1988.
186
clase, de los que el ejemplo presentado da cuenta de forma
acabada. D. Rafael de Bustos, marqués de Corvera, podía
estar de acuerdo con la liberalización de la propiedad si ello
le facilitaba la adquisición de fincas desvinculadas o de Bienes Nacionales a buen precio, pero no estaba dispuesto a
ceder ni un ápice de los beneficios económicos derivados del
ejercicio señorial.
Pasando a la familia de los condes del Valle de S. Juan,
estuvo representada a lo largo del periodo que nos ocupa por
dos individuos distintos, padre e hijo, cuya estrategia económica no pudo ser más opuesta. El primero, José M.a Melgarejo y Salafranca, llevó a cabo una gestión del patrimonio
bastante desordenada, deshaciéndose en poco tiempo de
913 tahúllas en la huerta de la capital y adquiriendo a cambio
una extensa finca ubicada en el Campo de Cartagena -el
Albujón- perteneciente a los Trinitarios (12). El segundo,
José Tomás Melgarejo y Musso, recupera la mayor parte de
las parcelas vendidas por su antecesor y les añade 329 tahúllas más, todas ellas procedentes de distintos vínculos, amén
de 50 Has. de secano en las inmediaciones de su gran finca
«Roda» (13): de esta forma, el enorme patrimonio familiar
cuyas dimensiones ya conocemos permaneció incólume
hastá.comienzos del siglo ^cx. Pero, además, nos encontramos ante uno de los grandes propietarios que colaboraron
más decididamente a la modernización de la agricultura
regional, tanto en lo relativo a la sustitución de cultivos -tala
de moreras y plarltaciones de naranjos en las explotaciones
de regadío de la capital; difusión del olivo y la vid en las fincas
(12) A. C. V. S. J. Calasparra. Fondos de Murcia, Caja XXXVI José M.a Melgarejo y Salafranca tuvo una biografía muy agitada, tanto en lo personal como en lo
polítcio. Formó una familia al margen de la propia y panicipó en el movimiento
espanerista habido en 1844 en Alicante y Car[agena, episodio este último que le
obligó a eaciliarse y a fijar su residencia en París, donde falleció. La venta de fincas
bien cotizadas tenía como objetivo fundamental proporcionarle la liquidez suficiente para comprar otras que no entrasen en la herencia forzosa de su único
hijo legítimo.
(1 S) A. C. V. S. J. Calasparra. Fondos de Murcia, Caja XXXVII.
187
del campo (14)- como la introducción de inputs, especialmente abonos nitrogenados en los arrozales de Calasparra.
Esta diversidad de comportamientos nos pone en contacto con la otra cara de la moneda en lo referente a las estrategias económicas de la oligarquía, es decir, con aquellas
cuyo desenlace iba a ser la venta masiva de una parte sustancial del patrimonio en bienes raíces. Entre las familias que
adoptaron dicho patrón de conducta es preciso, sin
embargo, diferenciar dos grupos muy distintos. Por un lado
aparecen una serie de linajes cuyos titulares se habían desarraigado ya a fines el xviil o van a hacerlo ahora: unos y otros
procederán en los su ^esivo a liquidar sus intereses murcianos, ya que su administración les resultaba difícil y costosa.
Algunos lo hicieron con celeridad, como el duque de S. Fernando, los condes de la Concepción y de Poblaciones y el
barón de Albalat (15); otros, de manera paulatina, como el
marqués de Fontanar (que había concentrado los patrimonios de los marqueses de S. Mamés y el conde de Balazote) y
el de Espinardo. En estos casos, pues, la liquidación de la fortuna territorial no obedece al mito del «noble ocioso y absentista», sino a la aspiración, bastante racional por cierto, a
agrupar lo más posible las fincas y posesiones. Por otro lado,
figuran también un bloque de familias obligadas a vender
para pagar sus deudas. Algunas estaban endeudadas desde
finales del Antiguo Régimen, como el marqués de Beniel, y
(14) A. C. V. S. J. Calasparra. Fondos de Murcia, Caja XXX. Cuentas Generales. Entre 1850 y 1870, el Conde del Valle invirtió 116.300 reales en la finca
aBelén», dinero destinado a excavaz una galería para buscar agua y a plantar parrales; simultaneamente, inviette otros 45.800 en la siembra de almendros y olivos en
las fincas «Roda» y uBuena Vista».
(15) El duque de S. Fernando vende 260 tahúllas en la huerta, el Conde Poblaciones 362 y el de la concepción 215. En cuanto al bazón de Albalat - [itular de los
vínculos del antiguo linaje murciano de los Saavedra-, liquida prácticamente el
extenso patrimonio que poseía en el secano: 329 hectareas divididas en diversas
explotaciones en Cañadas de S. Pedro y dos enormes fincas ubicadas en la Marina
del Mar Menor, denominadas, respectivamente, aTorre de la Marinan, de 460 hectáreas, y aTorre Mochuelan, de 456, ambas adquiridas por sendos comerciantes
cartageneros.
188
otras empiezan a solicitar préstamos a partir del Trienio,
como el marqués de la Corona, el conde de Campo Hermoso, los Zarandona y Juan Rejón de Silva (16), el cual había
llegado a un acuerdo con el comerciante Agustín Braco para
que le adelantase 200.000 reales a cuenta de la venta de diversos bienes vinculados, de cuya operación se hizo cargo el
propio Braco (17).
Abordamos así por vez primera una de las implicaciones
más importantes de la liberalización de la propiedad: el
desarrollo del crédito hipotecario. La pleria disponibilidad
de los propios bienes garantizó y accionó la circulación del
capital de préstamo, productor de interés, dado que las fincas rústicas y urbanas, libres ya de vínculos y derechos señoriales, podían ser utilizadas como prenda para establecer
hipotecas. Pero para ello, tanto los oligarcas enumerados
como otros muchos menos conocidos tenían que recurrir al
único colectivo que disporiía de liquideces: los comerciantes
y los comerciantes-banqueros. Así, el marqués de Beniel
pide préstamos a.Joaquina Guirao y a Manuel Alarcón, José
Zarandona, a Damián Almansa, Rejón de Silva a Agustín
Braco; el conde de Campo Hermoso a José Mazón y Franco,
etc. En muchos casos, el impago de la suma adeudada será la
vía por medio de la cual el acreedor acceda a la propiedad de
la finca hipotecada.
Continuando, pues, nuestro análisis con la panicipación
del nutrido grupo de representantes del capital mercantil, el
hecho más característico con el que nos encontramos es con
un acaparamiento de tierras casi tan importante como el
habido en el caso de la oligarquía. Los siete individuos que
aparecen en cabeza en la lista de los 96 compradores de la
(16) El conde de Campo Hermoso se deshace de 745 tahúllas; los diversos
miembros de la familia Zazandona, de 505 y Juan Rejón de Silva, 751, mas 264
Has correspondientes a su gran explotación de la aCasa Blancan ubicada en Cañadas de S. Pedro. En cuanto al mazqués de Beniel, se desprende de 519 Ha en
Zeneta y de 430 tahúllas en su propio señorío.
(17) A. H. P. M. Esc.^ Lorenzo J. Campillo, 1H37, P. 4390, fol. 143.
189
capital concentraron el 55,49 % de las fincas adquiridas,
como se aprecia en el siguiente cuadro:
Nombres
Damián Almansa ......
Agustín Braco ..........
Andrés Brugarolas" ....
Sebastián Servet ........
José M.a y Manuel Estor.
José M.a Esbrí Manresa.
Joaquina Guirao .......
Lino Torres ............
Total ....................
Secano
(Ha.)
Regadío
(T.)
Tota!
(Ha.)
/naersión
(r.a.)
456
605
805
606
551
686
857.142
866.105
809
957
1.766
999.125
524
451
390
793
830
449
347
517
622
504
431
854
988.630
693.301
685.103
1.150.620
4.028
4.511
5.414
6.240.026
(a) Las familias Brugarolas y Servet mantuvieron una asociación mercantil que duró
más de cuarenta años, adquiriendo fincas conjuntamente en nombre de la
firma.
Si sumamos las cantidades de tierra vendidas en los términos de Murcia y Cartagena, práctica autorizada por las
razones ya explicitadas, la distribución entre los comerciantes implicados se verifica de la siguiente manera: un grupo
reducido, equivalente al 7,19 % de los compradores (de los
cuales 7 de la capital y 5 de la ciudad portuaria(18)) acapararon el 53,6 %(6.273 Has.); otro bastante mayor, el 29,12 %,
accedió al 33,31 (3.900 Has.) y el 36,31 % restante al 17,28
(1.532 Has.). Un breve análisis de estas tres categorías nos
ayudará a contextualizar el fenómeno.
^ Q,uién o quiénes componían la minoría inicialmente
citada? En principio, se trata de los titulares de las casas de
comercio al por mayor más acreditadas y de mayor giro de
los precitados núcleos de póblación, la importancia de cuyo
papel en la consolidación del capitalismo a escala regional
he señalado en otras publicaciones (19). En algunos casos
(18) Los «grandesu cartageneros son Tomás Valarino, Amaro Inglés, Justo Bosque, Pedro Madrid Torralba y la casa Bofarull.
(19) M. T. PéxEZ Ptcnzo: aCrédito y usura en la región murciana durante el
siglo xix». Areas, n^ 8, 1987, pp. 11-20.
190
habían heredado las fortunas acumuladas por sus progenitores -Agustín Braco, los Estor, Valarino-, pero la mayor
parte de las veces de trata de «hombres nuevos», que se han
enriquecido aprovechando la serie de oportunidades de
toda índole suscitadas por la evolución del antiguo al nuevo
régimen económico:
A) En primer lugar, la crisis bélica de finales del xv^^^
y, sobre todo, la Guerra de la Independencia, eliminarán a
la colonia de comerciantes franceses (20) creando un vacío
en el tráfico intraregional, vacío del que se beneficiaron
esencialmente un grupo de catalanes, como los precitados
Brugarolas-Servet en Murcia y Borafull en Cartagena. Nos
encontramos, pues, con una acumulación mercantil previa,
fenómeno característico de los últimos años del Antiguo
Régimen.
B) En segundo, los apuros hacendísticos del estado
liberal y la necesidad de poner en pie un nuevo sistema
administrativo y organizar la defensa le obligaron a recurrir
a los servicios de los miembros del sector mercantil con
mayor disponibilidad de capitales. Muchos de ellos van a
participar en la concesión de empréstitos, el abastecimiento
del ejército, la organización de ciertos servicios públicos
como el de Correos, el cobro de contribuciones, etc. Marichal ha llamado la atención hace ya algún tiempo sobre el
hecho de que los negocios más lucrativos fueran los verificados bajo el amparo de los sucesivos gobiernos (21), extremo constatado por T. Marcial Hernández para el caso de
Valencia (22) y por mí misma para el de Murcia (23).
(20) G. LEMEUNtER-M. T. Pí:REZ Ptcnzo: «L'inmigration des fraçais a Murcie
(1750-1850). Des migralions populaires au grand commercen. Les migraléons de pof^ulations
entre la France et 1'Espagne du xv^^ siécfe a nos jours. Toulouse, 7-9 octubre 1987 (en
prensa).
(21) J. MARICHAL: (,!1 reU0ltLCiÓn libera[ y los primeros partidos políticos en España,
1834-1844. Ed. Cácedra, Madrid, 1980.
(22) .r. MARCIAL HERNÁNDEZ: FC7rOCa7rileS y caflttaltSmO en el Pals ValenC1ana. 1843-
1879. Valencia, Excmo. Awntamiento de Valencia, 1983.
(23) M. T. PÉREZ PICAZO-G. LEMEUNIER: El pTOCCSa de modernización de [a región
murciana, s. xvi-xix. Op. cit.; pp. 287-292.
191
C) Por último, el boom minero desarrollado en la región a partir de 1840 permitiría a la mayor'ra de los doce
individuos enumerados conseguir unas ganancias no desdeñables.
Los capitales así acumulados se desplegaron en un abanico de inversiones bastante amplio. Con casi total seguridad, el porcentaje más sustancial fue a parar a la adquisición de bienes raíces, aprovechando la brusca expansión
de la oferta generada por el doble proceso reiteradamente
señalado, a consecuencia de la cual los miembros del grupo
materializaron el viejo sueño de sus antecesores de convertirse en propietarios. El capital mercantil, pues, penetra por
fin en el campo. Como en el caso de los oligarcas, nuestros
doce comerciantes simultanean la compra de fincas incluidas en mayorazgos con la de Bienes Nacionales, con tanta
más facilidad cuanto que ellos mismos eran los que disponían de un mayor volumen de papel de la Deuda, con el
cual el Estado había retribuido su contribución a los servicios antes enumerados. Esta práctica fomentó, en Murcia y
en todas partes, los negocios inmobiliarios de carácter especulativo. Así, Joaquina Guirao, Lino Torres y José M.a Esbri
remataron lotes de bienes desamortizados con papel de
valor deteriorado, revendiendo luego la finca al producirse
el alza de precios: Esbri conseguirá de esta manera sustanciosos beneficios con la finca de los Jerónimos de Avileses (24).
En cuanto a la estrategia seguida en las operaciones de
compraventa, presenta dos rasgos fundamentales de alcance
bastante distinto. El primero, que podemos extender a la
generalidad de compradores de esta adscripción socioprofesional, consiste en el afán de acaparar el mayor número posible de explotaciones de regadío, aunque fuese en
(24) José M.a Esbrí, asociado a Blas Gambién en la compraventa de bienes
nacionales, adquiee esta enorme finca de cerca de 1.000 hectáreas tras la quiebra
de la casa cartagenera de Aullón y Cía durante el Trienio. A continuación, la
divide en lotes que vende al precio del mercado a una docena de individuos,
nuevo comerciantes y tres labradores.
192
frente disperso: de ahí las numerosas adquisiciones unitarias llevadas a cabo en la huerta de Murcia y en los pequeños perímetros discontinuos que forman la Vega de Molina.
La gran productividad de este tipo de propiedades y la elevada cotización de que disfrutaban en el mercado son razones suficientes para explicar tal preferencia. El segundo,
algo más restringido, se resume en el empeño de reunir
grandes fincas de secano dentro de los mismos límites por
medio de una política sistemática de compras. Ello daría
lugar a la aparición de una «nueva ola» de grandes propiedades, ubicadas fundamentalmente en el campo de Cartagena, como se observa en los siguientes ejemplos:
Agustín Braco .......
Justo Bosque ........
José M.a Esbrí ......
Amaro Inglés .......
J. Mazón y Franco .
Pedro Madrid .......
Lino Torres .........
Ubúación
N.° unidades
compradas
Has.
Caftadas de S. Pedro
Corvera
Balsicas
Gea y Truyols
Gea y Truyols
Torre Pacheco
Corverá
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12
9
6
7
2
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306
350
290
391
480
800
516
Pero, pese a este interés innegable en pro de la constitución de un patrimonio, erraríamos si creyéramos que la
finalidad exclusiva de estas adquisiciones masivas de tierras
era convertirlas en una fuente inmovilizada de renta, como
se ha escrito con demasiada frecuencia. Aunque en algunos
casos ése fuera el objetivo prioritario, la mayor parte de las
veces la inversión en bienes raíces se ajusta a las características de una verdadera inversión de tipo capitalista: cálculo
de riesgos respecto a otros destinos del capital, búsqueda de
la maximización del beneficio, utilización del bien comprado al servicio de los intereses globales de las firmas, etc.
De ahí las tácticas adoptadas por estos nuevos propietarios
desde el momento en que toman posesión de sus fincas,
193
tácticas conducentes a incrementar las rentas percibidas (25) y a intensificar el cultivo: la reanudación de la
expansión de la arboricultura de secano, iniciada en Murcia
en la segunda mitad del xvlcl e interrumpida después, fue
en gran parte obra suya (26).
Otro aspecto a tener en cuenta es la estrecha relación
existente entre el fenómeno que estamos describiendo y la
creciente participación de los representantes del capital
mercantil en las operaciones de crédito. Primero, porque en
las fases iniciales del capitalismo cualquier práctica de este
tipo exigía una cobertura en bienes raíces a través del mecanismo de las finanzas: las instituciones nacionales como el
Banco de S. Fernando la exigían a sus delegados y otro tanto
hacía el Estado en lo relativo a los lucrativos negocios antes
especificados. Segundo, porque dada la escasa liquidéz de
un contexto económico que obligaba a los comerciantes a
vender a crédito a la mayor parte de su clientela, una
cadena de impagos podía colocarlos al borde de la quiebra
si no poseían un caudal de inmuebles más o menos importante, bien para utilizarlo como garantía de un posible préstamo, bien para poner en venta alguno de ellos monetizando así la situación del establecimiento. Y tercero, por la función de acreedores de la oligarquía ya explicitada, conducente en numerosas ocasiones a la apropiación de la finca
hipotecada.
La cuestión de fondo es, sin embargo, el creciente porcentaje de capital acumulado por este grupo que va a ser
absorbido por el crédito: el fenómeno se repite en la siguiente categoría de comerciantes compradores. Es preciso,
al llegar a este punto, recordar lo expuesto en capítulos
anteriores sobre la importancia conferida a la riqueza de
(25) Los protocolos notariales de este período incluyen un elevado número de
contratos de arrendamiento en los que los compradores de fincas desvinculadas o
desamonizadas renuevan al alza el acuerdo económico con el campesino.
(26) Poseemos noticias exactas de este comportamiento por pane de Estor en
Cotillas; Braco en Corvera; Esbrí en «la Peralejan; Amador Inglés en Gea y Truyols, etc.
194
origen mueble dentro del nuevo modelo económico, así
como la justificación del interés individual que lo caracteriza y la separación entre los ordenes económico y moral.
Esta suma de elementos va a generar una nueva mentalidad
conducente a la aceptación social del préstamo con interés y
del prestamista. El hecho pertenece al mismo ámbito ideológico que la propiedad privada plena, por lo que no es
casual la coincidencia en las mismas personas de la titularidad de las casas de crédito más importantes de la región y
de los patrimonios más voluminosos constituidos a partir
de la liquidación de la propiedad feudal.
Además, existen circunstancias de orden puramente
económico que confluyen en la misma dirección. En el
segundo tercio del x^x se había desarrollado en Murcia una
fuerte demanda de liquideces motivada por la existencia de
oportunidades de inversión tanto en la minería como en la
adquisición y mejora de númerosas fincas desvinculadas muchas cultivadas muy extensivamente hasta ahora-. Por
otra parte, es bien conocida la escasez de instituciones de
crédito hasta finales del xix, lo mismo en esta región que en
el resto del país. Es decir, la demanda de. dinero había ido
por delante de la oferta, convirtiendo a este último en un
bien escaso y, por ende, caro. En adelante, pues, el crédito
-fundamentalmente el hipotecario- va a constituir un
medio entre otros para la obtención de lucro._ De ahí el
importante lugar que ocupa en el seno la actividad mercantil y de ahí también la aparición de comerciantes-banqueros
como Almansa, Brugarolas-Servet, Bofarull y Joaquina Guirao. De esta manera se palía parcialmente la insuficiencia
antes indicada (27), al igual que en otros puntos de la Europa mediterránea (28).
Entonces ^puede afirmarse que nos encontramos ante
(27) J. R. Gnttcin L6PEZ: Los comerciantes óanqueros en el sistema bancario español.
Universidad de Oviedo, Servicio de Publicaciones, 1987.
(28) Georges DettTU,is ( dir.) Banquiers, usuriers et paysans. Resseaux de aedit et strategies de capital en Gréa (l786-l930). Fond des Treilles. Ed. de la Decouvette,
Paris, 1988.
195
una burguesía de tipo «agro-comerciab>, provista de un
talante «depredador» como ha escrito T. M. Hernández en
lo referente a Valencia? (29). En mi opinión, la respuesta es
negativa y, además, creo que el uso de tales calificativos exagera el componente antiguorregimental en los comportamientos de los individuos en cuestión. Por el contrario, los
hechos expuestos nos autorizan a definir el colectivo como
burgués en el sentido más ortodoxo del término:
1^ Todos sus miembros invirtieron en aquellos sectores económicos donde era posible rentabilizar el capital:
agricultura, minería, crédito. Además, hicieron circular sus
liquideces entre unos y otros de acuerdo con la coyuntura,
lo que resulta especialmente visible en el caso de la formación de compañías mineras y de la compraventa de bienes
desvinculados.
2.^ ^Q,ué ocurre, sin embargo, con la inversión en el
sector secundario? ^No parece como si la absorción de
capitales por la adquisición de fincas y por el crédito los
hubiera desviado de su destino «natural» que no podía ser
otro que la industria? En realidad, según mis datos, una
mayoría de comerciantes se interesaron por esta última.
Estor monta una fábrica de curtidos; Joaquina Guirao, de
tintes; Valarino, la famosa manufactura cartagenera de vidrio que prolonga su vida hasta el siglo ^cx y la firma
Brugarolas-Servet participa en diversas fundiciones de plomo. Por supuesto, el desarrollo económico regional hubiera requerido que estos desembolsos hubiesen sido más
elevados. Pero ello ^habría proporcionado a estos hombres
el mismo beneficio que el conseguido en los sectores económicos precitados? No podemos olvidar que se trata de
gente que conocía a fondo la realidad económica regional,
caracterizada desde el punto de vista de la manufactura por
un mercado interior muy estrecho. En estas condiciones, la
inversión masiva en bienes raíces procedentes de los mayo(29) T. MnxctnL HEttt^ANnEZ. Fenocamles y capitalismo en el Paú Valenciano. 18431879. Op. cic.; pág. 60.
196
razgos respondía exactamente a lo que constituye la misión
histórica de la burguesía: maximizar el beneficio e incrementar el capital.
El estudio de algunos inventarios post mortem pertenecientes a miembros del grupo confirma nuestra impresión
de adaptación «sabia» al contexto ecónómico murciano, sin
por ello incurrir en carencias de iniciativa. Así, de los doce
nombres que conocemos ya, sólo en cuatro casos el porcentaje de bienes raíces predomina de forma aplastante sobre
el de muebles (los dos máximos pertenecen a L. Torres, con
el 96,15 %(30) y aA. Braco con el 79,62 (31). En cambio, en
los restantes las proporciones son más equilibradas, hasta
llegar al inventario de Brugarolas-Servet en el que los indicados bienes raíces sólo suponen el 25,63 %(32). La fortuna
de este importante establecimiento estaba integrada, además, por los stocks comerciales (20,92 %); los fondos del
«Escritorio» o parte de la Casa dedicada a las opera ^iones de
crédito, integrados por dinero líquido, letras de cambio,
pagarés, contratos de hipoteca, etc, (36,41 %); la participación en fábricas de fundición (3 %) y una enorme cartera de
acciones mineras compuesta por 413 unidades pertenecientes a 81 sociedades distintas (14,04 %). En total, el capital
ascendía a 6.605.311 reales.
Para concluir la caracterización de esta categoría de
adquirentes sólo nos resta señalar la menor participación de
sus representantes en la vida política, sobre todo, si adoptamos como punto de referencia la oligarquía. Ello no quiere
decir que carezcan de protagonismo en este sentido: Braco
fue Alcalde durante el Trienio, Y Valarino y Estor, Diputados a Cortes. El hecho se replte en lo referente a la segunda
categoría establecida, integrada por comerciantes con «tienda abier_ta» y por un sector bastante numerosos de prestamistas, alguno de los cuales -José Mazón y Franco(30) A. H. P. M. Esc.^ R. Gaya y Ansaldo, 1868, P. 10.106.
(31) A. H. P. M. Esc.^ Deogracias Serrano de la Parra, 1848, T. III, P. 4.973.
(32) A. H. P. M. Esc.^ Deogracias Serrano de la Parra, 1860, T. III, P. 10.279.
197
podría figurar en ciertos aspectos dentro del primer grupo.
Tras ellos figura un amplio colectivo de minoristas, intermediarios, usureros, etc. que sólo acceden a la propiedad
de pequeñas explotaciones, casi siempre ubicadas en la
huerta y en las inmediaciones de ambas ciudades. A través
de este sector se lleva a cabo la transición al conjunto de
situaciones que hemos denominado genéricamente «pequeña clase media urbana», integrada por una pléyade de
propietarios de pequeños establecimientos fabriles o talleres, funcionarios de todo tipo, trabajadores del ATSenal, etc.
Entres sus filas no figura ningún individuo que acaparase
una proporción importante de tierras.
Por el contrario, en el caso de los labradores sí se da un
grado mayor de concentración, como ya sucedió en el Trienio. Un pequeño porcentaje de entre ellos -3,19 %, es
decir, 9 individuos de Cartagena y Murcia- consiguieron
retener 2392 Has., o sea, el 40,71 % del total de la tierra atribuida al grupo, mientras el resto se repartía, de acuerdo con
el conocido patrón descrito en los demás municipios. El
hecho permite sálir del anonimato a una minoría de propietarios acomodados que ascienden sin lugar a dudas en la
escala social.
El modelo así expuesto, ^es extensible a Lorca-Aguilas?
VII.2. La especificidad del proceso en la ciudad del
Guadaletín
Nos hayamos, pues, ante el habitual movimientos ascendente de todas las magnitudes: cantidades de tierra, capitales, porcentajes sobre el total de fincas vendidas, etc.
Aparece de esta circunstancia, de índole general, el proceso
de transaciones lorquino presenta dos rasgos específicos: la
contracción de la parte alícuota correspondiente a las superficies de regadío y la presencia de porciones de agua (las
<chilas» del Guadaletín). Ambos tienen su origen en las características geofisicas del medio agricola, definido por la menor extensión relativa ocupada por la huerta, con respecto a
198
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199
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la de la capital y por la también menor dotación hídrica de la
corriete fluvial que la alimenta con respecto al Segura, a consecuencia de lo cual la tierra y el derecho al riego se venden
separadamente. La ausencia de especificaciones sobre la
parte representada por la enajenación de las hilas vinculadas
sobre el total de las que que cambian de manos, obedece al
hecho de que son las únicas que aparecen en el mercado y
circulan, si se exceptúan las desamortizadas. Ello nos pone
de nuevo en contacto con el tremendo bloqueo de los derechos hidráulicos en Lorca y explica la voracidad con que los
compradores se echan sobre ellos.
En cuanto al reparto de los bienes vendidos entre los
compradores adscritos a los distintos grupos sociales, se configura de acuerdo con el esquema presentado en el cuadro 3.
El panorama caracterizado por esta serie de cifras absolutas
y de porcentajes es muy similar al ofrecido por MurciaCartagena, salvo en algunas cuestiones de detalle. Por ejemplo, la fracción correspondiente a los oligarcas desciende
ligeramente, mientras sube la de los representantes del capital mercantil. En cambio, las relativas a los miembros de la
pequeña clase media urbana y a los labradores son casi idénticas. Como en la ciudad del Segura, los comerciantes se llevan la parte del león en todo tipo de bienes, lo que resulta
coherente con su creciente peso en la economía lorquina a lo
largo del siglo xvl^^, consecuentemente al desarrollo de la
circulación económica en este área y desde ella: de hecho, el
volumen de los intercambios se multiplicó por diez entre
1740-1750 y 1808 (33). Por último, también en este caso tuvo
lugar una importante concentración de tierras en pocas
manos: 21 individuos (el 6,77 % de los compradores) concentraron e155,96 % de las superficies enajenadas. De ellas, 7
procedían de las filas de los antiguos propietarios de origen
noble, 8 eran comerciantes y 6 labradores enriquecidos.
(33) Ver nota 4. La fuente utilizada para medir la evolución del comercio interior es la Hacienda concejil y, dentro de ella, la serie constituía por los derechos de
almotacenia.
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201
La mínoría de oligarcas presenta una fisonomía muy
parecida a la de sus homónimos de la capital. Se trata de
Antonio Pérez de Meca, los hermanos José y Juana Nepromuceno Moreno Rocafull, Alfonso Sánchez-Sicilia, Antonio
M.a Serón, Ezequiel Rueda y Diego M.a Chico de Guzmán,
los dos últimos no avecindados en Lorca. Entre los siete
consiguieron acaparar el 76 % de lo adquirido por su grupo, es decir, 4.031 hectáreas, ubicadas de manea indistinta
en el regadío y en el secano. En cambio, a diferencia de lo
que sucede en Moratalla o en los municipios del Altiplano
en lo referente a los derechos hidraúlicos, no monopolizaron las «hilas» del Guadaletín, en parte porque todos ellos
poseían ya cantidades importantes del recurso en cuestión,
pero en parte también por la aguda concurrencia de los
comerciantes.
Tal vez el personaje que presente unos rasgos más originales sea el propio Antonio Pérez de Meca, que no hegemoniza a sus compañeros de clase en la misma medida que el
marqués de Camachos, ya que sólo adquiere 885 hectáreas
y apenas participa en la desamortización. Perteneciente a
uno de los más antiguos linajes de Lorca, fue un liberal
exaltado que actuó al frente de las violentas fracciones que
dividieron la localidad durante el Trienio, desempeñando
los cargos de Alcalde Constitucional y Diputado a Cortes.
Por consiguiente, al producirse la vuelta la absolutismo sus
bienes fueron confiscados y se vio obligado a exiliarse en
París, no regresando a España hasta el fallecimiento de Fernando VII, y presidiendo a su vuelta la Junta revolucionaria
de 1836. A renglón seguido evoluciona hacia posicionés
políticas más conservadoras,^ siendo elegido Diputado en
otras dos ocasiones. Finalmente, Isabel II le concede el
título de conde de S. Julián y le nombra senador vitalicio. Al
igual que los demás notables, muestra durante la etapa
<cmoderada» de su biografía una evidente preocupación por
rentabilizar el capital mejorando los rendimientos de sus
explotaciones agrícolas. Por ejemplo, introduce plantacio202
nes de parrales, olivos y almendros en la gran finca de la
Hoya y difunde el viñedo en la del Cabezo de la Jara, diputación de secano lorquina que se convierte en el siglo xlx en
una zona de monocultivo vitícola. Asímismo, instala la primera prensa hidráulica establecida en la región en 1843, no
vácilando tampoco en participar en numerosas empresas
mineras.
Una última similitud con la oligarquía capitalina es la
tendencia a la enajenación de una parte sustancial de los
viejos patrimonios por parte de cierto número de familias.
En este caso, los comportamientos absentistas están menos
extendidos, por lo que sólo podemos citar al marqués de
Beniel, Luiz Zarandona y varios miembros de la familia
Zambrana Pérez de Vargas, todos los cuales liquidaron lo
esencial de sus propiedades (34). La mayoría de los que venden, pues, son linajes afincados en Lorca y que lo seguirán
estándo, los cuales comienzan a deshacerse de porciones
variables de su fortuna en tierras a raíz de la desvinculación,
aunque, en general, con menor rapidez que en la capital. Es
el caso de los Alburquerque, Guevara, Leonés, Moya y
Molina, Pérez de Tudela y Ruíz Mateos. Sólo en algún caso
concreto el proceso se hace vertiginoso, como sucede con
Alfonso Hernández-Reyllo (35), que ya había iniciado el
(34) El marqués de Beniel vende su gran finca aTorralban (465 Has) a un gran
propietario natural de Cuevas de Almanzora, Gabriel Abellán Flores, por 280.000
reales en 1842 (A. H. M. L. Registro antiguo de Hípotecas, L. 51). Luis Zarandona
hace otro tanto con la aHacienda de Moncadan, ubicada en Pueno Lumbreras,
adquirido en 1848 por un negociante en minas del mismo origen que Abellán,
Miguel Flores Bravo, por 370.000 reales (A. H. M. L. Esc.^ Andrés A. Méndez, P.
1678); años después, en 1852, se deshace de 150 hectáreas con el agua correspondiente paza regarlas en La Hoya, por 147.882 reales, que van a pasar al comeráante de Totana P. García Altares. Y la familia Zambrana enajena su propiedad
solariega de Coy (415 Has) a Alfonso Alvarez Castellanos por 298.802 reales en
1848 (A. H. P. M. Esc.a F. Gónzalez Adán, P. 8.510), aunque conserva la mayor
parte de su enorme fortuna en agua).
(85) En 1848 se ve obligado a vender su finca aAmirn (ubicada en el Ramonete
y una de las mas productivas del término por su abundancia en agua) a Ezequiel
Rueda y Antonio M.a Serón, que se reparten las 662 hectáreas casi a medias,
pagando respettivamente 160.000 y 151.200 reales. A. H. M. L., Registro Antiguo
de Hipotecas, L. 52.
203
desmantelamiento de sus posesiones en el Trienio; Bernardino Cano Valdivieso (36); M.a Concepción Pareja, que se
deshace de la totalidad de sus vínculos (37), y Juan Fernández Valera (38). Los mecanismos de estas transferencias
masivas de bienes consisten, en repetidas ocasiones, en un
endeudamiento en cadena, cuyo previsible final es la venta
acelerada de fincas, cuarido no su pérdida a un precio no
remunerador, si ha sido previamente hipotecada.
Pasando al estudio del colectivo de comerciantes, parece
factible proceder a su subdivisión en las tres categorías que
hemos establecido en el caso de Murcia-Cartagena. La primera, integrada por 8 miembros, retiene el 63,32 % de las
superficies enajenadas y casi el 64 % del agua (234 hilas); la
segunda, con 11, e131,37 %(2651 Has.) y la tercera, con 52,
el 5,31 % restante (468 Has.). Obsérvese el reparto de los
bienes vendidos entre los representantes de las dos primeras en el cuadro 4.
,
Si se coteja la fisonomía y las actividades económicas de
estos 19 individuos con las de los que ocupan un lugar semejante en la ciudad de Murcia, aparecen ciertas similitudes
pero también diferencias notables:
A) Desde el punto de vista del lugar de nacimiento, llama
la atención la procedencia extranjera o extraregional de la
mayoría: cuatro son franceses o hijos de franceses (Eytier,
Julián, Levasseur, Perier); tres, malteses (Borja, Cachá,
Moyardo); tres, genoveses (Cervetto, Coroto, Rosignoli); tres
(86) Este personaje se había endeudado con un banquero de Madrid, José Falguera. Al no poder devolver el crédito, pierde los bienes hipotecados en 1850,
consistentes en 10 hectáreas de regadío y 28 hilas, cuyo valor ascendía a 175.267
reales. A. H. M. L. Registro Antiguo de hipotecas, L. 55.
(87) Las fincas induidas en ellos comprendían 398 Has de secano, 93 de regadío y 15 hilas. El precio pagado por un sindicato de comerciantes y por el «nuevon
propietario Ginés Pérez Lucerga fue 567.067 reales. A. H. M. L. Esc.^ José Antonio Madrid, 1837, P. 1628.
(38) Entre 1888 y 1845, el antiguo regidor hubo de vender sus antiguas fincas
de Tébar -250 Ha- a un labrador de la localidad; amén de 65 Ha de regadío. A.
H. M. L. Registro Antiguo de Hipotecas, L. 48 a 54.
204
Cuadro 4
IAS ADQULSICIONES DE LO6 COMERCIANTES LORQUIN06
1 ' Categorfa
Nombres
Secano (Ha) Regadío (Ha) Agua (Hilas)
Capital
/nvertido
Vda. e Hijos Borja .....
Hermanos Cachá ......
Estanislao Levasseur ...
Mención-Moyardo .....
Benito Perier ...........
Juan C. Plazas ..........
Antonio J. Romero ....
221
490
397
716
931
173
1.569
59
66
70
174
115
71
298
9
24
18
27
18
80
58
209.304
497.830
323.633
998.315
528.768
^ 49.582
1.674.938
Total ....................
4.497
853
234
4.582.360
2 ^ Categoría
Joaquín Ballesteros ....
Francisco J. Beilha .....
Angel Cervetto .........
Antonio Coroto ........
Blas Eyther .............
Miguel Flores Bravo, ...
Ventura Gris ...........
Juan Honorato Julián.
Juan Mazón y Frartco.
Domingo Rosignoli
Juan de la Cruz Soler.
245
172
114
90
112
429
95
195
507
99
405
39
15
18
21
88
87
20
8
3
1
6
7
-
201.912
102.103
89.401
67.309
100.408
870.000
54.299
136.363
208.985
]01.548
]05.648
Total ....................
2.463
188
24
1.537.321
valencianos (Ballesteros, Jimeno, Mension) y uno no identificado (Beilha).
B) Desde el punto de vista de la envergadura económica
de sus establecimientos, es bastante menor que la de los capitalinos, si se éxceptúan, por orden de importancia, Romero,
Perier y Borja.
C) Por último, en lo referente a las fuentes de acumulación se parte también de un capital mercantil previo (39) y de
(39) M. T. PEREZ Ptcnzo: aEl comercio lorquino en la transición del Antiguo al
Nuevo régimen». Areas, n.^ 2, 1982, pp. 45-69.
205
una serie de negocios provechosos al servicio del nuevo
estado, cuyo pago en papel de la Deuda permitirá a sus beneficiarios participar activamente en la compra de Bienes
Nacionales. Sin embargo, posteriormente, la minería va a
desempeñar un papel más importante que en el municipio
murciano, salvo en el caso del tándem Brugarolas-Servet.
Respecto al destino de los capitales acumulados, su dispersión fue áún más amplia que en los ejemplos concernientes a los comerciantes precitados. Comenzando por la
adquisición de bienes desvinculados, el cuadro 4 permite
comprobar la fuerte tendencia -también registrada en la
ciudad del Segura- a acaparar el mayor número posible de
parcelas de la huerta, por un lado, y a constituirse una gran
posesión en el secano por otro. Es lo que hace Antonio
Romero en Aguilas, donde consigue reunir 450 hectáreas;
Benito Perier en Aguaderas, donde suma 390 o Flores Bravo
en Puerto Lumbreras con la «Hacienda de Moncada», por no
citar sino los personajes mas caracterizados. En cierto sentido, se puede decir que los nuevos patrimonios imitan la
configuración de los antiguos, también divididos en explotaciones de distinta fisonomía según su ubicación en el secano
o en el regadío.
El único elemento diferencial en este campo es, una vez
más, la compra sistemática de porciones de agua, especialmente visible en el caso de los Cachá, Juan Crisóstomo Plazas o Antonio J. Romero. En realidad, prácticamente todos
los comerciantes intentaron y consiguieron, con los medios a
su alcance, acceder a la propiedad de un factor productivo
que hasta ahora había estado monopolizado por los miembros de las antiguas clases dominantes. De manera similar,
los encontramos en la lista de compradores de derechos
hidráulicos desamortizados, especialmente entre 1856 y
1860, quedándose con 439 unidades (40). Su objetivo era triple: conseguir unos bienes que generaban unas rentas muy
(40) P. Secuxn AeTEno: aUn caso específico de Desamortización en la región
murciana: los derechos de agua de riegoA. Art. cir.
206
altas, participar en el control que su posesión confería sobre
los que carecían de ellos e incrementar la cota de prestigio social.
La masa de fincas recién adquiridas por este colectivo de
nuevos propietarios será puesta al servicio de la política
maximizadora de beneficios ya señalada en el caso anterior.
En primer lugar, se produce una subida casi generalizada de
los arrendamientos, pérceptible desde 1840-1842. En
segundo, comienzan a realizarse una serie de inversiones en
las explotaciones agrícolas: búsqueda y alumbramiento de
aguas subterráneas (41), expansión del viñedo y de las plantaciones de olivos y almendros, aprovechamiento de la precitada Desamortización de Propios para privatizar la explotación del esparto, construyendo a continuación «cocedores» y pequeñas fábricas de obrado, etc. Pero, además, los
bienes raíces serán utilizados como garantía para incrementar los stocks comerciales (42) y como fondo de reserva para
hacer frente a las numerosas crisis comerciales que jalonaron
las primeras etapas del capitalismo en Lorca, íntimamente
conectadas con los efectos de las aleas climáticas sobre su vulnerable agricultura, y que afectaron hasta a las firmas más
fuertes. Así, Perier hubo de hipotecar fincas en 1849 por
valor de 991.594 reales para rescindir sus deudas con los
proveedores catalanes (43): el hecho se repite en 1855 (44):
Esta finalidad de garantía y fondo de reserva atribuida a
los bienes raíces es más visible en el contexto lorquino que
en el murciano a causa de la omnipresencia del negocio
minero y las actividades ligadas a él: formación de compañías, compra de barcos para el tansporte del mineral, instalación de fábricas de fundición, etc. La circulación de
(41) M. T. P^REZ P^cnzo: Agua y coyuntura económica. Las transformacionss de los
regadíos murcianos (1450-l926J. Op. Cit.
(42) Por ejemplo, Antonio Cachá, en 1842 hipoteca 9 Has de regadío con ese
fin a la casa Bu[igieg de Cartagena. A. H. M. L. Registro Antiguo de Hipotecas,
L. 51.
(43) A. H. M. L. Registro Antiguo de Hipotecas. L. 59.
(44) A. H. M. L. Ibidem.
207
liquideces entre la propiedad territorial y el negocio en cuestión era de ida y vuelta. Si, por un lado, las fincas se utilizaban
como prenda para solicitar préstamos con destino a las nuevas actividades, sostenidas inicialmente con las renta procedentes de la agricultura, por otro no tardaba en producirse la
inversión de los beneficios en más tierras. Hasta tal punto la
colocación de capitales en el sector minero fue prioritaria,
que el lugar ocupado por el crédito hipotecario se aminora,
tanto en términos absolutos como relativos. El número de
prestamistas se reduce y lo mismo ocurre con el porcentaje
dedicado a dichas operaciones en los fondos de los establecimientos mercantiles. Naturalmente, hay excepciones, como
la casa Mención-Moyardo (45) y, sobre todo, el yerno de este
último, Juan Mazón y Franco, hermano y émulo del instalado en la capital.
El análisis de un caso concreto puede ayudarnos a una
comprensión más profunda de la lógica económica de estos
comportamientos inversores. Hemos elegido al número uno
de la nómina, es decir, a Antonio José Romero (46), que ya
durante el Trienio había figurado como adquirente de bienes desvinculados -por valor de 59.000 reales- y desamortizados -se queda con los tres conventos secularizados, la
Merced, las Huertas y Santo Domingo-. Comerciante al por
mayor, lo encontramos desde entonces traficando con gra(45) A. H. M. L. Inventario post-mortem de Ginés Mención y disolución de la
compañía con Bernardo Mayardo. Esc.^ Andrés A. Méndez, 1847, P. 1737. El
capital a que asciende es 3.970.890 reales, de los cuales los bienes raíces suponían
el 21,09 % y los muebles, el 78,91. De estos últimos, un 41,33 % estaba integrado
por contratos de préstamos ftipotecarios.
(46) Natural de Aguilas (1794-1867), es un hombre tan dinámico en el aspecto
económico como moderado en el político, tetreno en el que no interviene. Aunque de talante religioso, como lo indica su vida, su participación en la construcción del Templo de Aguilas y su testamento (A. H. M. L. Esc.^ Andrés A. Méndez,
31-enero-1829. P. 1460) no tuvo el menor inconveniente en comprar Bienes
Nacionales, de los que fue el máximo adquirence del municipio. Vid. M. T. PEttez
PtCnzo aLa consolidación de los patrimonios burgueses en Murcia en la primera
mitad del siglo xtx: el caso de A. J. Romero (1794-1867n. En Homenatge a Sebastiá
García Marlínez, vol. III, Consellería de Cultura, Educació y Ciencia: Valencia.
1989; pp. 195-206.
208
ios, ganado y esparto, y, a partir de 1839-1840, metido de
leno en el negocio minero y facetas anejas. Además, actúa
^anto en las tres cuencas provinciales -Aguilas, Cartagena y
Mazarrón- como en Sierra Almagrera. En el período que
nos ocupa, sus inversiones están dirigidas claramente por la
marcha de la coyuntura, alternando la colocación de liquideces entre la compraventa de tierras y agua y el negocio
minero. El resumen que presento a continuación tiene dos
limitaciones: primero, la ausencia de las cantidades pagadas
por los Bienes Nacionales, hipervalorados a causa del uso del
papel de la Deuda, por lo que inducen a error. Segundo, la
imposibilidad de evaluar las participaciones en Compañías
mineras y los désembolsos sucesivos, por lo que he utilizado
un indicador grosero, el número de organismos de este tipo
en el que interviene. Es muy posible, sin embargo, que globalmente la inversión no se aleje mucho de la verificada en
bienes raíces. En cambio, las operaciones crediticias ocupan
un lugar secundario dificil de apreciar por que el comerciante aguileño llevó a cabo una partición extrajudicial de sus
bienes.
Los datos presentados confirman añteriores asertos concernientes a la política inversora del grupo de representantes
del sector terciario en los cuatro municipios estudiados:
A) Romero participa en 85 compañías durante el boom
minero (1840-42) y, a la vez, compra un barco e interviene
con otros socios en el establecimiento de tres fundiciones. En
cambio, la inversión en tierras y agua se contrae al
máximo.
B) A partir de 1844-1845, los beneficios en la minería
comienzan a revertir en la adquisición de bienes raíces, cuya
época de oro abarca desde dichos años hasta 1852-853 aproximadamente. Simultáneamente, se interesa por el negocio
del esparto y abre obradores en Aguilas.
C) Desde 1854 el abanico inversor se diversifica al máximo, aunque las cantidades invertidas sean menores. En ello
interviene, aparte del renacimiento minero de estos años, la
209
Cuadro 5
ACTIVIDAD ECONOMICA DE A. J. ROMERO
1836-1860
Año
Compra de
Bzenes raíces
Libres
Fdbricas
Fundición
Buques
Otras
fa bricas"
Compañías
mineras^
32.000
-
-
Vinculadas
1836 ......
1837 ......
1938 ......
1839 ......
1840 ......
1841 ......
1842 ......
1843 ......
1844 ......
1845 ......
1846 ......
1847 ......
1848 ......
1849 ......
1850 ......
1851 ......
1852 ......
1853 ......
1854 ......
1855 ......
1856 ......
1857 ......
1858 ......
1859 ......
1860 ......
7.177
5.200
17.000
47.626
174.436
69.565
- .
143.566
46.500
13.605
3.000
19.506
5.630
53.308
16.120
87.700
38.000
81.000
9.450
6.400
30.800
1.600
80.200
203.765
275.500
170.462
159.740
73.400
190.038
34.338
54.495
43.000
39.500
52.114
43.114
43.431
-
580.000
40.000
300.000
-
22.000
23.363
11.300
26.500
-
11.363
19.631
9.392
-
g
6
20.119
-
-
Total ......
621.199
1.674.933
920.000
83.163
92.505
109
60
15
5
-
4
3
5
2
(a) Salitres y espano.
(b) Número de compañías en que participa.
nueva oferta de bienes raíces procedentes de la Desamortización de Propios.
En suma, lo significativo del proceso, visto globalmente,
es esta colocación de capitales en actividades múltiples y, por
si fuera poco, en unidades también múltiples dentro de cada
210
una de ellas. Se trata, pues, de una inversión unitaria reducida, pero globalmente importante, con un claro objetivo de
diversificación del riesgo que parece responder a los problemas económicos del contexto, pero que restó solidez a los
sectores afectados.
Finalmente, es necesario aludir a la intervención de los
labradores en el proceso de compraventas a causa de la existencia de algún matiz diferencial con respecto a Murcia. Tal
diferencia consiste, esencialmente, en el mayor nivel de concentración dentro del propio grupo. De esa manera se consolida la situación de unos cuantos individuos salidos a la luz
durante el Trienio, que se convierten a partir de ahora en
grandes propietarios, especialmente los hermanos Pérez
Lucerga, Marcos Sánchez y Basilio Rebollo, que con dos
compañeros más acapararon 2.215 hectáreas y 48 hilas, bastante más de la mitad de lo adquirido por los miembros del
colectivo. De ello resulta una mínima participación del
grupo de compradores más numeroso en el reparto de tierras, sin olvidar, además, que dicho grupo era sólo la parte
visible del iceberg compuesto por el campesinado.
VII.3. Hacia un panorama de conjunto
Si en el capítulo anterior comenzábamos el resumen final
destacando las escasa repercusiones del proceso de desvinculación en el reparto de la propiedad de la tierra, en éste no
parece necesario hacer lo propio, dada la repetición de lo
sucedido en los municipios allí estudiados. Aunque en el
balance final daremos cifras, estamos ya en condiciones de
anticipar que, a escala regional, la concentración y polarización que caracterizaban las estructuras de la propiedad murcianas no se vieron atenuadas. Tanto en Murcia-Lorca como
en las comarcas del Altiplano, el Noroeste y municipios asimilables, una parte muy restringida de compradores acapararon más de la mitad de las fincas vendidas. Si añadimos a
ello el hecho de que una fracción mayoritaria de los titulares
211
de pequeños mayorazgos se deshicieron de ellos, no puede
extrañarnos que el largo proceso de concentración iniciado
en la región dos siglos atrá.s continuase evolucionando en el
mismo sentido.
Al lado de este fenómeno de índole general, la desvinculación presenta ciertas connotaciones específicas en la zona
que acabamos de analizar. La más importante, tal vez, es su
contribución a la consolidación económica de.un colectivo
muy dinámico de comerciantes, cuyos miembros se van a
integrar en la fracción de la clase dominante llamada a dirigir
la vida política y económica de la región en la segunda mitad
del xix. Junto a ellos figuraban, como sabemos, una minoría
de descendientes de la antigua oligarquía plenamente identificados con los valores liberal-burgueses, minoría también
presente en los demás municipios, donde el protagonismo
del capital mercantil fue muy escaso. En realidad, tanto los
comerciantes como los oligarcas supierón aprovechar la conversión de la tierra en mercancia. Los primeros, para constituirse un patrimonio ex novo y beneficiarse de las facilidades
consecutivas a la circulación del capital de préstamo; los
segundos para racionalizar, ampliar y redondear las fortunas
territoriales heredadas. Las repercusiones de todo ello en la
economía regional serán objeto de un estudio específico.
212
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