Infamación del gaucho del XIX, estadio inferior del

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Letras N° 45: 119-130, 2009 Infamación del gaucho del XIX, estadio
issn 0716-0798
Infamación del gaucho del XIX, estadio inferior del
exilio del XX
Making Infamous the 19th-Century Gaucho (Argentinian
Cowboy), Inferior Stage of the 20th-Century Exile
Hernán Fontanet
Rider University
[email protected]
Este artículo intenta trazar un paralelo en las actuaciones hegemónicas del Estado
argentino del siglo XIX y el XX. Tanto la figura del gaucho como la del exiliado y el
“desaparecido” de finales del siglo XX parecen haber sido expulsados y marginados
por un mismo Estado represor. ¿Sería posible, a partir de esto, acercar alguna definición más sobre la identidad político cultural argentina y, quizás, considerar al Estado
argentino como un poder autosuficiente y una identidad autónoma a los cambios
políticos circunstanciales? La pregunta sigue abierta.
Palabras clave: Gaucho, Siglo XIX, Estado Argentino, exilio, exiliados, desa­
parecidos, estigmatización, expulsión, hegemonía, identidad.
This current work attempts to link two moments in Argentinean History: Gauchos’
social stigmatization in the 19th Century and the subsequent expulsion or extermination of thousands of people at the end of the 20th Century. In both cases, the
Argentinean State plays an active roll. Could these events lead to the consideration
of the Argentinean State as a self-governing body with a defined structure and a solid
identity thet reaches beyond circumstantial political changes? This issue continues to
be hotly debated.
Keywords: Gaucho, 19th Century, Argentinean State, Exile, Exiles, Messing
People, Stigmatization, Expellee, Hegemony, Identity.
Fecha de recepción: 25 de febrero de 2009
Fecha de aprobación: 14 de septiembre de 2009
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Taller de Letras N° 45: 119-130, 2009
Etimologías y otras búsquedas
Quizás la búsqueda etimológica que nos proponemos en este artículo traiga
un poco de luz sobre el complejo étnico que rodea al gaucho desde sus
orígenes, y nos ayude a develar lo enrevesado de la poética de Leónidas
Lamborghini, que toma a la figura del gaucho como referente.
Existen varias teorías sobre el origen de la palabra “gaucho”. Se sugieren,
entre otras hipótesis, que deriva del quechua huajchu y del aymara wuajcha
que significa, en ambos casos, “huérfano, vagabundo”1.
Asimismo hay quienes aseguran que el vocablo “gaucho” deriva del árabe
chaucho que alude a un látigo utilizado en el arado de animales.
Otros se remontan a los siglos XII y XVI cuando en la península española
convivían el árabe morisco y el castellano románico, gótico y renacentista. Se
cree que la coexistencia que produce esta especie de sincretismo lingüístico
que es la inspiración mudéjar en la península influye decisivamente en el
vocablo en cuestión. Esta tesis sugiere que la palabra “gaucho” proviene de
la palabra mudéjar hawsh que significar “sujeto vagabundo”. Puesto que la
influencia lingüística mudéjar es perfectamente demostrable con la llegada
de los españoles a América, no hay ningún elemento, por el momento, que
aborte esta posibilidad interpretativa.
Aún hoy en Andalucía, a través de la lengua gitana caló, nos llega la voz
gacho, que designa al hombre de campo. En un sentido más amplio, este
término nombra al amante de una mujer. Por lo que, he aquí, otro elemento
potencialmente influyente a la hora de analizar el entramado conceptual de
la voz “gaucho”.
En el siglo XVIII Concolorcorvo2 utiliza una nueva expresión: habla de gauderios cuando quiere decir gauchos o huasos. Gauderio parece ser una especie
de “latinización” de las palabras anteriormente dichas. Era habitual en la
liturgia católica el uso del vocablo gaudeus, que significa “regocijo” e incluso
“libertinaje”, si la pensamos con todas sus posibilidades significativas.
También se ha comentado la influencia del vocablo “camiluchos”, no solo en
la construcción definitiva de la palabra gaucho, sino también en el carácter
gauchesco en general. Ya que estos antiguos peones o “camilos” de las
Misiones Jesuíticas, al ser expulsados por la orden jesuítica de 1767 que
invalida las reducciones de indios3 que ellos mismos regentaban, marchan
hacia la región pampeana, sin mayor destino que el de asumirse simplemente
como errantes.
1  Según
consta en el Diccionario quechua-español, aymara-español de la Tupak Katari
Jach´a Yatiñ UTA, Universidad Indígena Tupak Katari (UITK).
2  Pseudónimo utilizado por el funcionario, comerciante, viajero y escritor español Alonso
Carrio de Lavandera, nacido en Gijón en el año 1715 y muerto en Lima 68 años después.
3  Núcleos de población en los que se reasentaban los indios de la América española. Especies
de reservaciones separadas de las ciudades donde vivían los españoles.
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Hernan Fontanet
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Así, tanto la palabra “gaucho” como la palabra huaso –metátesis una de la
otra– parecen incuestionablemente de una complejidad etimológica notable.
Nos quedaremos, en el marco de este trabajo, con las caracterizaciones que
se reiteran, tanto en las lenguas quechua, aymara, mudéjar, caló como su
posterior latinización. Me refiero, concretamente, a la concepción del gaucho
como un sujeto vagabundo, libertino, de origen campero, expulsado, paulatinamente, por el progreso europeísta de Buenos Aires.
Finalmente, decir que, si bien el vocablo se venía usando desde el año 1766,
el primer uso documentado del término data de los años de la independencia
argentina, cincuenta años más tarde. Ausencia que, por otro lado, confirma
el grado de exclusión considerable mencionado anteriormente.
El gaucho como punto de partida
En la Argentina los gauchos desempeñaron un rol cardinal tanto durante la
guerra de la independencia –especialmente entre los años 1810 y 1820– como
durante la tristemente célebre Conquista del Desierto y las guerras internas
que se extenderían hasta el año 1853, en que se sanciona la Constitución
Argentina.
Los gauchos se integran, de este modo, a las huestes de Manuel Belgrano
(1812), al Ejército de los Andes de José de San Martín (1816), a las guerrillas
encabezadas por Martín Miguel de Güemes en la provincia de Salta (1820),
a las montoneras de Felipe Varela y “Chacho” Peñaloza en la provincia argentina de La Rioja (1840), a las tropas de Eustaquio Méndez en el norte del
país, al mando del coronel Federico Rauch y Juan Manuel de Rosas durante
la Conquista del Desierto (1879), y a muchas otras fuerzas nacionales.
Obstaculizando el avance de las tropas realistas españolas o luchando en
las guerras interinas entre unitarios y federales o en la Guerra de la Triple
Alianza contra Paraguay o contra los indios, los gauchos siempre han tenido
una intensa participación en los destinos de la joven Argentina.
La importancia del gaucho en la historia del país y su posterior evolución,
que analizaremos en detalle más adelante, marcada por la expulsión y posteriormente por la estigmatización, hace que sea imprescindible su mención
y análisis en este trabajo, sobre todo teniendo en cuenta las dos variables
poéticas que se van a abordar en la obra de Leónidas Lamborghini: gauchesca y exclusión.
Gaucho, reducción y retrato
El gaucho argentino es un hombre de a caballo, que no responde a ningún
grupo étnico en concreto4. Su nacimiento está vinculado con las singulares
condiciones políticas, religiosas, sociales y económicas de finales del siglo
4  Véase
la ascendencia judía de muchos gauchos argentinos. Así como de otras etnias,
nacionalidades, afiliaciones tribales, religiosas y lingüísticas.
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XVIII que les toca vivir a muchos de los pobladores de la zona ganadera de
Argentina, Uruguay y sur de Brasil.
La mayoría de los gauchos son criollos o mestizos, si bien, como ya se dijo
con anterioridad, esto no es definitivo. Valga como ejemplo la descripción
que de los hombres de a caballo hiciera en 1868 el doctor Henri Armaignac
en su libro titulado Voyages dans Les Pampas de la Republique Argentine.
El viajero gascón, quien navegara desde Bordeaux, su ciudad natal, hacia
Buenos Aires, con el solo objeto de develar la vida y costumbres de los rioplatenses a los franceses continentales, dice respecto de la excepcionalidad
de los gauchos:
[…] un extranjero –por ejemplo un europeo– puede adquirir, aunque sea
muy difícil, todas las destrezas del gaucho, vestir como gaucho, hablar
como gaucho… pero no será nunca considerado gaucho, en cambio sus
hijos aunque todos sus linajes sean directamente europeos, al ser ya
nativos o criollos sí serán cabalmente considerados gauchos5.
El gaucho forma, junto al caballo en particular, un complejo criollo ecuestre
indisoluble y altamente complejo. Se lo suele comparar al charro mexicano,
al vaquero norteamericano, al huaso chileno o al gaúcho brasileño, no solo
por su destreza con el caballo y demás actividades rurales, sino también por
la simple filosofía de vida que rige su existencia.
Los gauchos eran en general hombres nómades que habitaban libremente
la pampa, llanura que se extiende en forma generosa desde el norte de la
Patagonia argentina hasta el norte de Río Grande do Sul en Brasil y Santa
Cruz de la Sierra en Bolivia, y desde la Cordillera de los Andes al oeste, hasta
el Océano Atlántico al este.
Charles Darwin, quien recorriera las pampas argentinas en 1834, describiría
al gaucho de la siguiente manera:
During the evening a great number of Gauchos came in to drink spirits
and smoke cigars: their appearance is very striking; they are generally tall and handsome, but with a proud and dissolute expression of
countenance. They frequently wear their moustaches, and long black
hair curling down their backs. With their brightly-coloured garments,
great spurs clanking about their heels, and knives stuck as daggers
(and often so used) at their waists, they look a very different race of
men from what might be expected from their name of Gauchos, or
simple countrymen. Their politeness is excessive: they never drink
their spirits without expecting you to taste it; but whilst making their
exceedingly graceful bow, they seem quite as ready, if occasion offered
to cut our throat […]6.
5  Armaignac,
H. Viaje por las pampas de la República Argentina. Buenos Aires: Eudeba,
1872. p. 18.
6  Darwin, Charles. “Vol. III, Maldonado”. Voyages of the Adventure and Beagle. London:
Colburn, 839: 48. “Durante la tarde un gran número de gauchos vinieron a beber alcohol
y fumar cigarrillos. Su apariencia era atractiva; eran generalmente altos y buenos mozos,
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Hernan Fontanet
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La simpleza de la vida del gaucho quizá pueda ser reconocida por los pocos
elementos que lo acompañan en su vida errabunda. El gaucho se arregla con
escasos medios, apenas un caballo, el facón y su poncho. Herramientas todas
estas que lo ayudan a resolver el problema del transporte, el trabajo, la defensa
y el abrigo. El caballo significa compañía, movilidad, elemento sustancial en el
estilo de vida que el gaucho se impone, pero también representa resguardo
de su retaguardia en combate; el facón supone defensa pero también herramienta de trabajo y utensilio de cocina; el caso del poncho es muy funcional
a su vida cotidiana: lo usa para protegerse del frío y la lluvia, para dormir y,
enrollado en su brazo, para pelear en los duelos que tan bien Jorge Luis Borges
narrara, por ejemplo, en “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”7.
Su alimentación es también muy simple y poco variada. Se compone esencialmente del asado, el mate –infusión de yerba amarga– y el porrón de
ginebra. En cuanto a la arquitectura habitacional gauchesca, el rancho criollo
de paja y adobe, con el fogón que sirve para cocinar y calentarse en invierno
es todo lo que necesita el gaucho para vivir.
Como las labores que desempeñan los gauchos no exigen tareas colectivas,
es decir, algún tipo de interacción con otros, la vida del gaucho es fundamentalmente solitaria. El único momento en que se mezcla y comparte un
tiempo con otros, en sociedad, es cuando se divierte. Son los bailes y las
guitarreadas en pulperías las exclusivas circunstancias esencialmente sociales del gaucho.
Se ha dicho, con razón, que la vida del gaucho es de mínimo impacto medioambiental, ya que la veneración que siente por el ciclo de la naturaleza está
inscripta en cada una de sus acciones. El gaucho vive constantemente en
un espacio exterior. Su hábitat es la llanura pampeana que, geológicamente,
es una llanura aluvial que se rellena por sedimentación. Esto que pareciera
un dato menor, resulta valioso a la hora de adentrarnos en algunos detalles
de su idiosincrasia. La topografía pampeana, una especie de hipnótico mar
momificado, horizontal y de apariencia infinita, impresionará al gaucho de
manera honda, al punto de estar presente, no solo a través de su temperamento taciturno, solitario y cariacontecido, según así lo testimonian numerosos
estudios del carácter gaucho, sino también, muy expuesto en su poética,
como veremos más adelante.
El gaucho –y antes de él el indio–, como emergente de esta situación, se
convierte eventualmente, entonces, en una especie de navegante nómada,
con una expresión de orgullo licencioso contundente. Solían tener bigotes y cabello enrulado
negro que les caía por la espalda. Con todos sus utensilios a cuesta, sus espuelas y cuchillos
que usaban frecuentemente colgados de sus cinturones parecían una raza de hombres
diferente a lo que uno podría esperar de la definición gaucho u hombres de campo. Si bien
su extremado buen trato y respeto por sus acompañantes, a los que solían invitar a beber
de muy buena gana era notorio, no parecía descabellado pensar que en cualquier momento
podían cortarnos la garganta”.
7  “I´m looking for the face I had / Before the world was made”. Con este epígrafe de The
Winding Stair, de Yeats, Borges da cuenta del destino de Tadeo Cruz, personaje del relato.
Destino que, por extensión, bien podría caberle a todo gaucho montonero. Me refiero al
destino de perseguidor y perseguido con el que fue, en muchos momentos, concebido.
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que tiene que guiarse por los astros para no extraviarse en un mar verde e
infinito –“el desierto pampeano”– como se lo llamaba en el siglo XIX.
Divisa y alegoría
El gaucho interpreta un rol simbólico importante para el nacionalismo político
y literario en la región, especialmente en el Río de la Plata.
Según escribiera Jorge Luis Borges, fue el poeta Antonio Dionisio Lussich
uno de los primeros en incluir la experiencia del gaucho en la literatura, en
su poema de 1872 titulado Los tres gauchos orientales. Incluso antes que el
poema épico Martín Fierro, publicado en 1872 por José Hernández, viera la
luz, este montevideano, nacido allá por el año 1848, ya había dado a la figura
del gaucho una de sus primeras menciones literarias. Escrito para coronar
el tratado de paz de la “revolución de las lanzas” de Timoteo Aparicio, Los
tres gauchos orientales se estructura sobre la base de una charla entre los
paisanos Julián Giménez, Mauricio Baliente y José Centurión, dando origen
a lo que más tarde se conocería con el genérico nombre de literatura gauchesca. El diálogo da cuenta de la Revolución Oriental, y especialmente de
las circunstancias que exigían el desarme y el pago al ejército.
También vale destacar la obra de Hilario Ascasubi, titulada Santos Vega o los
mellizos de la Flor escrita dos años antes que esta, convirtiéndose en una
de las primeras en su estilo.
Poco más de medio siglo después, Ricardo Güiraldes, escritor y estanciero, se
siente emocionalmente obligado a homenajear a los gauchos, que ya en los
inicios del siglo XX habían sido reducidos a la categoría laboral de “peones”,
es decir, simples jornaleros rurales. Es por esto que Ricardo Güiraldes, que fue
criado junto a los gauchos, se ve compelido a reconocer –con mucha nostalgia–
los valores del gaucho en su Don Segundo Sombra de 1926. Según cuenta
Leopoldo Lugones, es Ricardo Güiraldes quien transforma los inmensos campos
argentinos en poesía con esta obra de corte netamente gauchesco: “Paisaje
y hombre ilumínanse en él a grandes pinceladas de esperanza y fuerza. Qué
generosidad de tierra la que engendra esa vida, qué seguridad de triunfo en
la gran marcha hacia la felicidad y la belleza”. (Mi beligerancia 71)
Al idealizar al gaucho con líricos toques de virtud y heroísmo en una relación
de completa armonía con la naturaleza, Güiraldes no hace más que nutrir
al estereotipo que se había creado del gaucho, tan evocado en el folklore
argentino, con un lirismo valioso.
Don Segundo Sombra da nociones de honor y respeto al prójimo, enseña a
tratar con la naturaleza, e incluso –y esto es sustancial– es quien protege a
los débiles de sus temores y fobias ciudadanas, motivo por el cual, al despedirse del gaucho, el joven personaje dice: “lo vi irse en el horizonte […] y
me fui como quien se desangra”8. (Güiraldes 216)
8  Güiraldes,
1926.
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Ricardo. “Capítulo XXI”. Don Segundo Sombra. Buenos Aires: Editorial Proa,
Hernan Fontanet
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También Bartolomé Hidalgo, en Diálogos patrióticos de 1922, o el mismísimo
Estanislao del Campo, en Fausto de 1866 presentan un gaucho idealizado, de
espíritu noble, respetado por los campesinos por su fuerza física y moral.
Sin embargo, es con El gaucho Martín Fierro de José Hernández que verdaderamente se da a conocer la figura del gaucho en el mundo. Considerada
la obra más famosa del género, este poema épico muestra al gaucho como
símbolo de tradición nacional argentina, contraponiéndolo a las tendencias
europeizantes de la ciudad y a la corrupción de la clase política:
Daban entonces las armas
Pa defender los cantones.
Que eran lanzas y latones
Con ataduras de tiento…
Las de juego no las cuento
Porque no había municiones.
Y un sargento chamuscao
Me contó que las tenían.
Pero que ellos las vendían
Para cazar avestruces;
Y ansí andaban noche y día
Déle bala a los ñanduses. (12)
El estereotipo del gaucho, con esta nueva mención, se sintetiza en la figura
de un hombre fuerte, taciturno, arrogante y capaz de responder con violencia
a una provocación:
No me hago al lao de la güeya
Aunque vengan degollando,
Con los blandos yo soy blando
Y soy duro con los duros,
Y ninguno en un apuro
Me ha visto andar tutubiando.
En el peligro ¡Qué Cristos!
El corazón se me enancha.
Pues toda la tierra es cancha,
Y de esto naide se asombre:
El que se tiene por hombre
Ande quiera hace pata ancha9. (Hernández 8,12)
Personaje seminómada el gaucho, que en contraposición al trabajador asalariado del siglo XIX o al mismísimo esclavo del Brasil, es imaginado libre,
rebelde, autosuficiente y solitario. Se sitúa, por ello, junto al imaginario paradigmático con el que se suele asociar tanto a anarquistas como a fatalistas.
Martín Fierro, héroe del poema, es reclutado por el ejército argentino para
9  Hernández,
José. “I”, El gaucho Martín Fierro. Buenos Aires: Editorial Universitaria de
Buenos Aires, 1962.
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pelear en la guerra fronteriza contra el indio pero deserta y se convierte en
un fugitivo de la ley, volviéndose un elemento amenazador para el sistema,
ya que, en general, su trayectoria está enmarcada en una fuerte crítica a
los atropellos que padecían los parias rurales. Obedeciendo únicamente a
su deseo de libertad, Martín Fierro nunca aceptará someterse a sus jefes
militares, lo que causará su huida y su amistad con Cruz, un miembro de
la policía que se vuelve delincuente al proteger a Fierro contra un ataque
injusto por parte de sus propios compañeros.
Obsérvese la lectura que Jorge Luis Borges propone en “Biografía de Tadeo
Isidoro Cruz”10 sobre esta circunstancia concreta:
El criminal salió de la guarida para pelearlos. Cruz lo entrevió, terrible;
la crecida melena y la barba gris parecían comerle la cara […] Básteme
recordar que el desertor malhirió o mató a varios hombres de Cruz.
Este, mientras combatía en la oscuridad […] empezó a comprender.
Comprendió que un destino no es mejor que otro pero que todo
hombre debe acatar el que lleva adentro. Comprendió que las jinetas
y el uniforme ya le estorbaban. Comprendió su íntimo destino de lobo,
no de perro gregario; comprendió que el otro era él. Amanecía en la
desaforada llanura; Cruz arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba a
consentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear
contra los soldados, junto al desertor Martín Fierro. (56)
Hay muchas referencias también en el propio Martín Fierro de José Hernández
respecto de la naturaleza libre y rebelde del gaucho:
Lo que al mundo truje yo
Del mundo lo he de llevar.
Mi gloria es vivir tan libre
Como el pájaro del Cielo,
No hago nido en este suelo
Ande hay tanto que sufrir;
Y naides me ha de seguir
Cuando yo remonte el vuelo. (8)
Y más adelante, respetando los modismos y los vocablos gauchescos de ese
tiempo, Hernández intenta poner en escena los atributos nobles del gaucho
argentino y su simple filosofía:
Soy gaucho, y entiendaló
Como mi lengua lo explica,
Para mí la tierra es chica
Y pudiera ser mayor;
Ni la víbora me pica
Ni quema mi frente el sol […]
10  Borges,
Jorge Luis. “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”. El Aleph. Buenos Aires: EMECE
Editores, 1957.
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Hernan Fontanet
Infamación del gaucho del XIX, estadio inferior…
Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama,
Yo hago en el trébol mi cama
Y me cubren las estrellas.
Y sepan cuantos escuchan
De mis penas el relato,
Que nunca peleo ni mato
Sinó por necesidá,
Y que a tanta alversidá
Sólo me arrojó el mal trato
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos literarios de los Güiraldes, Lussich,
Borges, Hernández, del Campo y tantos otros, la figura del gaucho terminará absolutamente devaluada en el imaginario reduccionista y economicista
argentino del siglo XIX y XX, al punto de llegar a considerársele como a un
paria de las pampas, una suerte de híbrido que no es ni europeo ni indio, un
anarquista sin ley ni fidelidad alguna, un solterón sin techo, temeroso de la
ciudad, perseguido por el ejército y, en definitiva, acosado por el progreso y
la modernidad europeizante. De creerse al gaucho, entonces, en un primer
momento, como en un posible referente nacional autóctono, se pasa, en una
instancia superior, a la deslegitimación asociada al auge del negocio ferroviario,
el mal llamado “progreso”, las alambradas, la propiedad privada y las corrientes
europeizantes en la cultura y política argentina imperante de entonces.
Estigmatización ética, estadio inferior de la expulsión
Con la aparición de Domingo Faustino Sarmiento en la escena nacional, la
situación y consideración del gaucho se acentúa drásticamente. La existencia nómada del gaucho y su comportamiento tosco y, si se quiere, hasta
bucólico, lo apartará definitivamente de la idea de país que el imaginario
“sarmientino” diseña en su interior. Si bien hay un grado de fascinación por
parte de Sarmiento por la figura del gaucho, manifestada en sus escritos,
este lo considera un factor altamente negativo para el desarrollo del país,
al identificarlo como un ser incivilizado. Sarmiento lo ve en contraposición
con los refinados valores ciudadanos implantados en las grandes metrópolis
de Europa que, desde el punto de vista del sanjuanino, son identificados a
través de las siguientes cualidades: ”[…] visten traje europeo, viven de la
vida civilizada... [donde] están las leyes, las ideas de progreso, los medios
de instrucción... etc”. (34)
Antes de la supremacía de esta teoría en el Estado argentino existía toda
una axiología gaucha caracterizada por los valores de valentía, lealtad y hospitalidad, de allí que en Argentina y Uruguay la frase “hacer una gauchada”
signifique tener un gesto de hidalguía o una buena actitud. Sin embargo, y
esta será en definitiva la nueva legitimidad imperante en los destinos de la
región, para una gran parte de la aristocracia y la burguesía urbana del siglo
XIX, el gaucho es un “salvaje peligroso” al que se debe “reducir” y restringir,
o en el mejor de los casos, “desaparecer”.
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Y en este punto nos preguntamos si la generación que luego también se
“reduciría” y “desaparecería”, generación a la que pertenecen tantos artistas y escritores argentinos y sudamericanos, no podría bien identificarse y
conectarse, como en un continuo semántico, con los destinos del gaucho.
Quiero decir, por consiguiente, que existiría la posibilidad de imaginar que
esta rama del carácter y esta actitud antigauchesca del Estado del siglo XIX,
bien podría emparentarse con la actitud manifestada durante la “Guerra
Sucia” del otrora comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Jorge Rafael
Videla en el siglo XX. De esta manera, el gaucho y la generación perdida,
exiliada y “desaparecida” de finales del siglo XX, podrían bien ser consideradas
como víctimas del mismo poder hegemónico, a pesar de ser muy distintas
las causas de su persecución en uno y otro caso.
Y atiendan la relación
Que hace un gaucho perseguido,
Que padre y marido ha sido
Empeñoso y diligente,
Y sin embargo la gente
Lo tiene por un bandido. (Hernández, El gaucho Martín Fierro, 8)
Gaucho bueno, gaucho matrero11
En el siglo XIX va a ser Sarmiento quien en Facundo de 1845 presente la
dicotomía gaucho bueno y gaucho matrero. El primero, poseedor de los atributos de rastreador y baqueano, es decir, alguien que vive en un estado de
armonía con la naturaleza y, el segundo, considerado el gaucho malo es, según
palabras textuales de Sarmiento: “[...] hombre divorciado con la sociedad,
proscrito por las leyes;... salvaje de color blanco que incluye al cantor, que
anda de tapera en galpón cantando hazañas propias y ajenas” (44)
Sin embargo, cuando el personaje Cruz decide “exiliarse” en tierras indígenas, como según consta en El gaucho Martín Fierro, de lo que se nos está
hablando subrepticiamente es de la red que teje el Estado argentino para
mantener al gaucho fuera de la legalidad. En definitiva, lo que se hace es
marginar al gaucho, manteniéndolo alejado de la vida que, como ciudadano,
se merece.
A modo de ejemplo, mencionemos la “ley de vagancia”, que convierte al
gaucho en una especie de esclavo totalmente dependiente del dueño de
estancias, ya que si no acuerda por comida en alguna estancia para que el
patrón le firme “la papeleta” –que certifica que trabaja en su estancia– la
policía lo detiene y envía a las milicias de frontera por el delito de vagancia.
Como, por otra parte, tiene absolutamente negado el acceso a la tierra para
trabajarla para provecho propio, constituye una mano de obra casi gratuita.
Dejándosele una única opción de dignidad: la rebelión. Insurrección que lo
11  Adjetivo
que en Argentina, Chile, Perú y Uruguay significa fugitivo que huye al campo
para escapar de la justicia.
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Hernan Fontanet
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convierte, a los ojos de Sarmiento, del sistema oligárquico de entonces y su
justicia, en un “gaucho matrero”.
Pero el ideario que aglutina la concepción de un gaucho malo no es privativo
de Sarmiento, ya que también se encuentra en la novela de Eduardo Gutiérrez.
Nos referimos a Juan Moreira de 1880, por citar solo un ejemplo. Este texto
relata la vida de un personaje típico del paisaje tradicional pampeano llamado
Juan Moreira. La biografía de este Robin Hood argentino, que bien podría ser
considerado como un gaucho matrero, está llena de crímenes horrendos e
insidiosos. Su inferioridad social y su mala reputación finalmente lo obligan
a exiliarse y aislarse, volviéndose un ser violento y antisocial.
Conclusión
Este artículo intenta trazar un paralelo en las actuaciones hegemónicas del
Estado argentino de los siglos XVIII, XIX y XX.
Tanto la figura del gaucho como la del exiliado y el “desaparecido” de finales del siglo XX parecen haber sido expulsadas y marginadas por un mismo
Estado represor. Teniendo en cuenta la evolución histórico-política del gaucho
en la Argentina de los siglos XVIII y XIX –reducido como un personaje delictuoso y paria errante al exilio en su propia tierra–, no parece descabellado
aunar su destino al del exiliado y desaparecido de finales del siglo XX. Mi
último libro12, que aborda extensamente la conexión poética de Leónidas
Lamborghini13 con el “Criollismo” y la “Gauchesca” del XIX, da cuenta de
las innumerables coincidencias entre las estrategias conspirativas del estado
decimonónico y del presente.
¿Sería posible, a partir de esto, acercar alguna definición más sobre la identidad político-cultural argentina y, quizás, considerar al Estado argentino
como un poder autosuficiente con una identidad autónoma a los cambios
políticos circunstanciales? La pregunta sigue abierta. Esperamos que futuras
investigaciones aborden esta posible conexión con la objetividad que merece,
ya que nos ha parecido que aquella diferenciación que al principio se hiciera
entre el gaucho bueno y el gaucho malo traía una revelación que podríamos
utilizar a la hora de abordar la obra de la “generación desaparecida”.
En ambos casos se estigmatiza y se expulsa hasta aniquilar y desaparecer a
un grupo social que se pretendía “no-asimilado” a los imperativos dictados
por el Estado hegemónico argentino. Al carecer de los valores de pluralidad
política y diversidad sociocultural, se opta, en ambos casos, por la definitiva
desaparición de lo que se manifiesta como diferente o alternativo.
Quizá el destino errabundo de tantos poetas como Lamborghini y artistas e
intelectuales desterrados contemporáneos pueda servirnos de punto final de
una línea que comienza allá mismo en las lejanas pampas del siglo XVIII.
12  Modelo
y su(b)versión en la poética de Leónidas Lamborghini. Lewinton, NY: Edwin
Mellen Press, 2009.
13  Exiliado 14 años en México.
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Bibliografía
Armaignac, H. Viaje por las pampas de la República Argentina. Buenos Aires:
Eudeba, 1872.
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