ESCUELA DE PADRES EDUCACIÓN INFANTIL EDUCANDO EN LA IGUALDAD

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ESCUELA DE PADRES
EDUCACIÓN INFANTIL
EDUCANDO EN LA IGUALDAD
Los seres humanos no podemos formarnos ni vivir sin valores. En una sociedad en la que,
cada vez más, es imposible dejar de lado palabras como tolerancia, empatía, solidaridad...
porque vienen de la mano de situaciones sociales como la inmigración, la huida de la miseria,
de la injusticia, del hambre, de la guerra, de la persecución política o religiosa.
Y también porque los medios de comunicación (especialmente la televisión e Internet) nos
acercan a diferentes culturas, a diferentes formas de ver y de sentir la vida.
En este panorama resalta, además, la presencia del incremento de viejas heridas sin curar que
indican el grado de resistencia de los más poderosos al cambio por la igualdad. Hablamos de la
violencia contra los más débiles e indefensos (en general niños, mujeres y ancianos) en
cualquiera de sus manifestaciones:
violencia física: maltrato, asesinatos, ...
violencia judicial: sentencias que parecen un premio para los delincuentes sexuales, ...
violencia psicológica: contra la intimidad, la autoestima y la personalidad, en los medios de
comunicación, con palabras, ...
violencia laboral: despidos improcedentes, salarios desiguales por el mismo trabajo, falta de
las mismas oportunidades de promoción, ¿pagar por parir?...
violencia política: cuotas de participación pequeñas en los puestos de poder de empresas y
órganos de gobierno, ...
violencia doméstica: reparto injusto de las responsabilidades del hogar y del cuidado de los
hijos, ...
violencia lingüística: palabras soeces, de menosprecio, ...
violencia educativa familiar o escolar: no ofrecer o negar las mismas oportunidades de
desarrollo, ...
¿IGUALDAD?
Así no es factible olvidar esta antigua meta del progreso
social.
¿Recuerdan? “Igualdad, libertad, fraternidad”. Tres palabras
inseparables. Cada una de ellas nos lleva a otra
indefectiblemente. Palabras que deberían encontrar un claro
compromiso en la educación. A pesar de que ésta no se
puede desligar de la sociedad que le tocó en el tiempo,
también es cierto que no se puede responsabilizar a sus
baluartes (familia, escuela) de ser los únicos caballeros
andantes. La sociedad la formamos todas las personas.
Igualdad, hermosa palabra. Hermoso sueño. ¿Es sólo una
utopía? No, si hablamos en términos de mismas
oportunidades.
En el listado de valores de cada familia debería aparecer esta
palabra en un lugar destacado al lado de otros como la tolerancia y el respeto al otro, porque
esto nos llevaría a creer que nadie está por encima de nadie y que no tiene sentido diferenciar
por cuestión de razas, sexo, edad, lugar de nacimiento... Y nos llevaría también a considerar
las diferencias como una riqueza que nos hacen, a cada uno de nosotros, seres únicos e
irrepetibles. Seres con nuestra personalidad, gustos, aptitudes, habilidades, capacidades...
Si creemos que lo esencial es formarse como persona; si entendemos que educar es formar,
desarrollar todas las capacidades, aptitudes y valores de las personas, de manera que
hombres y mujeres, mujeres y hombres, estemos preparados para hacer frente a las más
diversas situaciones de este mundo vertiginoso y cambiante en el que nos tocó vivir, entonces
no podemos olvidar la educación en la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres. En
otras palabras, no podemos olvidarnos de la coeducación. En concreto, las actitudes y
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mensajes que lanzamos, no pueden ser distintos en función del sexo al que vayan dirigidos.
Todo esto exige un cambio de pensamiento, actitudes y comportamiento. Exige, así mismo, un
compromiso firme porque en la educación no existe la neutralidad: o educas a tus hijos como tú
crees que debe ser o los educa la sociedad, los medios de comunicación, ...
Exige, por último, un replanteamiento de nuestro posicionamiento ante la vida que empieza por
la respuesta de ciertas cuestiones como:
¿qué tipo de educación les damos a nuestros hijos?
¿qué modelos de personas les ofrecemos como adultos?
¿en qué modelo de personas queremos que se
conviertan?
Entonces, ¿que objetivos nos marcamos?
Pero vamos a concretar un poquito más:
¿mis planteamientos didácticos, como padre/madre, son
los mismos para mi hijo que para mi hija?
¿qué le ofrezco a mi hija? ¿y a mi hijo?
¿qué puedo hacer yo para contribuir a la coeducación en
el aspecto del reparto de tareas caseras, de los mensajes
orales que transmito, del cuidado de la información que
les llega a través de los medios de comunicación, de los libros o cuentos e que tienen marcado
carácter sexista o de las oportunidades de relación con los demás, de comunicación y de
aprendizaje?
Por último, ¿que mundo quiero para mis hijos?
Yo imagino un mundo en el que los dos sexos podamos convivir llegando a acuerdos de
reparto de responsabilidades, de decisiones compartidas, ya que los niños son de los dos, la
casa también, el coche también... Un mundo en el que mujeres y hombres tenemos el mismo
valor como personas, los mismos derechos, los mismos deberes. Y somos diferentes.
Ya no valen las excusas como ¿qué voy a hacer yo sólo contra toda la sociedad?
Los padres, los educadores, tenemos en nuestras manos el poder del cambio y la
responsabilidad de no perpetuar por nuestra inacción, dejadez y comodidad, situaciones a
todas luces injustas.
Es hora de cambiar, de contribuir con nuestro pequeño grano de arena a la mejoría del mundo.
Un mundo que exige la dignidad de todos sus seres sea cual sea su condición y sus
características particulares. El futuro es de todos porque la igualdad lleva a la libertad. Igualdad
para saber desarrollarse, para ser autónomo. Para ser. Libertad para que las mujeres puedan
expresar lo que piensan y que decidan sin coacciones. Libertad para que los hombres puedan
expresar sus sentimientos y descubran su ternura.
Y todo esto, ¿para qué?
Para:
respetar la personalidad, la armonía y el equilibrio
favorecer la realización personal teniendo en cuenta sus necesidades y dejando elegir
potenciar la autonomía personal
desarrollar la creatividad y la imaginación
ayudar a comprender que lo que nos rodea merece ser respetado y cuidado
desarrollar la afectividad, expresividad, comunicación y la relación con los otros
aprender tolerancia, empatía, equidad y respeto
aprender a resolver problemas cotidianos y colectivos acordando y valorando reglas comunes,
cooperando con los otros, responsabilizándose de si mismo y de los demás
favorecer el conocimiento de las posibilidades propias y de nuestro cuerpo
aprender a dominar el espacio exterior, lo que redundará en la seguridad y confianza en uno
mismo y en sus aptitudes
En una frase: para aprender a respetarse como personas respetando la vida.
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