La riqueza y variedad de las relaciones entre México y España han

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]osefina MacGrégor. Méxicoy España: del PorjiTiatoa la Revolución,México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana,
1992, 243 p. (Colección Sociedad).
La riqueza y variedad de las relaciones entre México y España han
quedado bien captadas en este libro de Josefina MacGrégor, el cual parece adoptar una forma cónica, en la medida en que parte de una gran
amplitud y se va cerrando conforme avanza hacia el final dentro de la
temática propia de la historia diplomática. Y es que, bien contemplado
el asunto, la historia de las relaciones bilaterales entre dos países, tan
denostada por los Annales, no sin razón, hoy en día es y debe ser algo.
más que la relación de los intercambios de notas o el examen de la
correspondencia de las legaciones. Si bien ése es y ha sido el núcleo de
lo diplomático, los intereses históricos de hoy claman por la sociedad. Y
así lo demuestran productos historio gráficos de manufactura reciente
como La guerrasecretaenMéxico, de Friedrich Katz, libro en el que no sólo aparece el tema fundamental de la injerencia de las potencias en la
Revolución Mexicana, sino que se establece un amplio marco histórico
social dentro del cual se caracteriza sobre todo a la región norteña ya
sus moradores, ya que ése será el campo de acción que propicia la presencia y el interés de las potencias en México. Volviendo al texto deJosefina MacGrégor, Méxicoy España: delporfiriato a la Revolución,.aludí a
su forma cónica porque se abre de manera amplísima, lejos de los temas tradicionales de la historia diplomática, para tratar con la debida
proporción el interés que ambos países tenían el uno por el otro.
Antes de entrar en materia, MacGrégor alude a los estudios precedentes sobre el t~ma, haciendo un verdadero ensayo historiográfico,
como el que acostumbran los académicos anglosajones en las páginas
previas a la bibliografía y repertorio de fuentes, y que aquí la autora
ofrece como parte de la introducción. Creo que esta es una costumbre
que debe tomar carta de naturalización, ya que es fundamental establecer un punto de partida historiográfico haciendo refer~ncia al estado de
la cuestión en que se encuentra la temática tratada en el libro. Y lo que
en pocas pero sustanciosas páginas ofrece la autora es un completísimo
recuento de lo que estudiosos mexicanos y extranjeros han desarrollado
en torno al tema hispano-mexicano dentro del epicentro porfírico-revolucionario. Así, su propio trabajo queda relacionado dentro de la renovación iniciada por Vicente González Loscertales y Clara E. Lida y
que han continuado Carlos Illades y 6scar Flores Torres.
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El primer capítulo es el que justifica mi apreciación cónica de la
obra, ya que dentro de su enorme riqueza trata temas amplios y variados que enriquecen la bilateralidad diplomática que será tema predominante -que no exclusivo- en los dos capítulos restantes y en el
epílogo, donde la política será el asunto principal.
Conviene, en ese sentido, reparar en la importancia y variedad que
implica la relación hispano-mexicana entre la República Restaurada y
el Porfiriato. Si bien el monto de la emigración española a México es
mucho menor al que se estableció en los países del extremo sur de
América, fue la población extranjera mayoritaria de las que llegaron a
México durante esos años. Además, entre el primero y el tercer censos
generales de población, es decir, de 1895 a 1910, se duplicó el número
de naturales de España-asentadosen México. Esto es casi de poco más de
quince mil a más de treinta mil hispanos en el año del centenario. Esta
colonia extranjera superaba a la norteamericana ya la guatemalteca, la
última oscilante, como hoy en día.
MacGrégor da un perfil completo y bien trazado de-los españoles en
México en los años porfirianos, con la varidada gama de actividades
económicas y sociales que caracterizaron a la inmigración hispana. La
relación entre los residentes españoles y la diplomacia es un tema cuyo
tratamiento no debe ser casual o caprichoso, sino que se trata de algo
esencial, ya que a la mitad del siglo XIX esta relación sentó precedentes
negativos, en vista de que muchos agiotistas jugaron a la doble nacionalidad solicitando la interpretación de la representación española
cuando así les convenía y ostentándose como mexicanos en otras ocasiones. Es por ello que el asunto no debe aislarse. Sin embargo, la
migración posterior no tuvo esas características. Josefina MacGrégor
trata diversos grupos de inmigrantes, como negociantes o tenderos,
profesores, sacerdotes y obreras. Destaca, asimismo, a algunas individualidades para avanzar hacia la meta deseada.
Las fiestas del centenario le ofrecen a la autora un espléndido marco
para el desarrollo de su tema. Dentro de él, más que la mítica figura del
Marqués de Polavieja, se centra en un extraordinario embajador cultural, don Rafael Altamira y Crevea, quien fue parte del "paquete" cultural enviado por los españolespara corresponder a su anfitrión Porfirio
Díaz. No es el espacio apropiado para tratar la importante influencia
que ejerció Altamira en historiadores mexicanos, pero la trayectoria y
.el pormenor de las conferencias impartidas por el entonces catedrático
de la Universidad de Oviedo, permite inferir que los intentos de renovación programática de los estudios históricos en 1914 llevada a cabo
por Roberto Esteva Ruiz en el Museo Nacional deben mucho a una de
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las pláticas de don Rqfael Altamira, quien muchos años más tarde
vendría a morir en nuestro país.
El centenario y, sobre todo la secuela posterior, es decir, el estallido
revolucionario son elementos que van estrechando el cono. La historia
diplomática comienza a establecerse y es tratada con rigor, solidez y
soltura por la autora, a quien se le va imponiendo una figura central a
la que recupera, recrea y reinterpreta y que es el ministro Bernardo
Cólogan y Cólogan, quien se va convirtiendo en protagonista del último tercio del libro. Frente a las imágenes que se habían vuelto convencionales acerca de la actuación del diplomático durante el maderismo y
la ya octagenaria decena trágica, MacGrégor con base en una variada
documentación rescata una figura central de esos días, tal vez podría
decirse restaura o instaura, ya que descubre al pesonajeque, sin perder su
dimensión de representante español, se involucra en los hechos yofrece
en la documentación que produce una visión inteligente de los mismos.
La complejidad política de la relación de los españoles con el huertismo es dilucidada por la autora al mostrar con una buena documentación la antipatía que sentía Cólogan por el general Huerta, que
contrastaba acaso con el "huertismo" que era más un afán restauracionista de muchos miembros de la colonia española. El ministro se
ubica ante su propio gobierno como simpatizante de Madero, aunque
la historia le ha reprochado el no haberse enfrentado con mayor energía a Henry Lane Wilson. La obra de Josefina Mac Grégor deslinda los
campos y establece a su personaje en una dimensión nueva para los interesados en la historia de las relaciones exteriores de México.
Las aportaciones de este libro son, pues, múltiples, de gran amplitud
temática y presentadas con una escritura atractiva y ágil que hace al
lector llegar de manera grata al final. Antes de que esto suceda, ellector debe atravesar por una buena selección gráfica que recoge imágenes importantes del. proceso narrado en el libro. La obra mereció ser
distinguida con el Premio Salvador Azuela correspondiente a 1991.
Álvaro
MATUTE
Gabriel Agraz García de Alba, Los corregidoresdon Miguel Domínguez y doñaJosefa
Ortiz y el inicio de la Independencia, 2 v. , México, edición del autor, 1992,
ils., facs.,
El autor de esta interesante, importante y documentada obra es un investigador experimentado, tenaz y meticuloso. Cuenta en su haber con
varias decenas de trabajos históricos, tanto de carácter mono gráfico re-
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gional como los que dedicó a Tecolotlán, y también de índole biográfico-geneaI6gico, como varios en los que se ha ocupado de su propia familia, o de ilustres familias jaliscienses. También ha laborado, con gran
eficacia y fecundidad, en investigaciones bilbiográficas, de las que nos
ha dejado, entre otros trabajos, dos excelentes volúmenes, los que
consagró a los Escritoresjaliscienses,patrocinados por el Instituto de Investigaciones Bibliográficas .
Mi amistad con él data de varias décadas, durante las cuales lo he
visto con enorme asiduidad, constancia y acierto, trabajar en temas
difíciles y novedosos, y producir, una tras otra, obras serias, trascendentes, reveladoras de sus diversas inquietudes intelectuales y, sobre
todo, de su laboriosa actividad, de su ejemplar constancia en el trabajo.
Gabriel Agraz García de Alba es una abeja infatigable. Lee, investiga,
hurga en bibliotecas y archivos con una tenacidad envidiable. No se
arredra ante las dificultades que el trabajo de investigación presenta.
Sabe enfrentarse a todos los obstáculos, vencerlos y así encontrar el
libro o documentos apropiados para sus tareas. Abeja laboriosa, persigue con tezón la información que necesita, se vale de su buena preparación paleográfica y sabe recoger de viejos infolios, los datos que le son
indispensables. Conoce muy bien las disciplinas genealógicas, el trabajo bibliográfico y el archivístico, y su sagacidad lo convierte en un verdadero sabueso que rastrea todos los caminos hasta dar con el dato
exacto, cierto, fundamental.
Su laboriosidad y el valor de sus investigadores le ha llevado a ingresar en instituciones como la Sociedad de Genealogía y Heráldica, en la
Academia de Letras y Ciencias y en otras más, dentro de las cuales goza de amplia estimación, por su seriedad y ricas aportaciones. A más
de estas virtudes de la laboriosidad, de la tenacidad y de la constancia,
Gabriel Agraz es un hombre sencillo, bondadoso, pero también un
hombre organizado que ha logrado formar importante y selecta biblioteca y sobre todo un rico acervo documental biobilográfico con estupendas series o secciones referentes a J alisco, a la bibliohemerografía
nacional y jalisciense. Característica en él es su actitud de exhaustividad, su inmensa preocupación por agotar todos los detalles de su investigaciÓn, por proporcionar hasta el menor dato, la menor referencia, la
información más completa y exacta. A eso va unido un anhelo de perfección, que le lleva a emprender laboriosas y hasta penosas tareas por dar
la información más precisa y exacta en todos sus trabajos.
La obra que nos presenta hoy día, es un ejemplo claro de lo dicho.
Los co"egidores
y la independencia
mexicanaes un trabajo revelador de su visión y preparación históricas. Trató Agraz de hacer de él una visión
clara de los orígenes de nuestro movimiento emancipador, oe las cir-
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cunstancias que provocaron el surgimiento del proceso insurgente, enfocándolo en torno de algunos de los personajes más salientes: los
corregidores por un lado y, por el otro, la figura de Ignacio Allende y
otros de los conspiradores más importantes como los hermanos González, y tantos más que revelan cómo el movimiento insurgente fue un
auténtico movimiento popular, un producto de la ansias de reivindicación de un pueblo que aspiraba a obtener la libertad y con ella la
garantía de defensa de todos sus derechos y la posibilidad de formar
una patria más justa y progresista.
Pasando al examen del libro, veamos cuál es su contenido, cuales sus
méritos y aciertos. La obra está consagrada a biografiar con vigor a dos
figuras salientes de nuestro movimiento emancipador a los corregidores
de Querétaro: don Miguel Domínguez y doña Josefa Ortiz. Estos dos
personajes forman parte de la epopeya insurgente, son dos seres cuyas
ideas y cuyas vidas estuvieron puestas en lograr la libertad de la patria,
la emancipación de la nación mexicana. Poseyeron ambos en alto grado el amor a la libertad, el valor cívico para enfrentarse a un régimen
despótico y sufrir las consecuencias de su conducta valiente y decidida,
y la dignidad republicana con la que se enfrentaron a injurias, presiones y pérdida de la libertad. Si no formaron parte de los ejércitos
insurgentes, sí los hicieron posibles, los alentaron y fueron la chispa
oportuna de energía que iluminó la lucha libertaría. De ellos dos, con
frecuencia olvidados, pero siempre vivientes en nuestra conciencia
cívica, Gabriel Agraz García de Alba ha elaborado dos entusiasmadas
y exhaustivas biografías, y las ha acompañado de hermosas semblanzas
de otros personajes que forman el entorno digno y aguerrido del matrimonio Domínguez Ortiz.
García de Alba Planeó y estructuró su trabajo en tres partes muy relevantes. La primera la consagró a estudiar la figura noble y digna de
doña Josefa Ortiz. Esto lo hace yendo a rastrear los lejanos orígenes y
antecedentes familiares de su biografiada, aportando elementos comprobatorios fehacientes de su origen familiar, de su extracción social.
Todo ello puntualmente documentado, trabajo revelador de una auténtica investigación y no simple aprovechamiento de datos citados por
otras fuentes. El valor crítico, que a menudo se aguza en nuestro autor ,
le lleva a desechar todas aquellas afirmaciones que no estén apoyadas
en la certeza objetiva, en el dato preciso, en el documento específico.
Tal vez ese sentido crítico es el que le lleva a limpiar la figura de doña
Josefa de todos aquellos afeites retóricos de que la llenó una literatura
conmemorativista y patriotera. La figura, que así nos presenta Agraz
García de Alva en la primera parte de su obra, es una figura señera,
digna, sencilla, reveladora del carácter franco y decidido de la heroína. El
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retrato que obtenemos de esa biografía es un retrato vivo, auténtico,
cual corresponde a la majestad de muchas matronas romanas, no las
emperatrices, sino las de auténticas señoras de su hogar y, también, de
mujeres que tuvieron la visión de hacer de la patria mexicana un hogar
más digno para todos sus hijos.
La biografía de la heroína, a más de la descripción circunstanciada
que nos hace, clara, redactada con sencillez aunque a veces emocionadamente, se completa con una cronología de la misma que parte del
año de 1714, año de nacimiento de su padre. Siguiendo detenidamente
esa cronología, podemos observar cómo esta mujer excepcional fue olvidada por más de seis lustros, y sólo en épocas de serias tomas de conciencia se le volvió a recordar y honró. El mantener en la conciencia de
los mexicanos la memoria de estospersonajes,es contribuir a fortalecer la
conciencia nacional, el sentido de la patria. Por ello, presentar libre
de toda conseja y de todo aquello que un mal criterio histórico adicionó
a Josefa Ortiz, es servir a la verdad histórica, que debe ser el paradigma del historiador. Por ello, nos atrevemos a decir que esta obra es un
digno monumento a su memoria.
El autor que casi agotó la bibliografía existente sobre los corregidores, como se puede ver en la bibliografía que avala la obra, realiza un
examen crítico historiográfico de las obras que lo han precedido como
son los trabajos de Francisco Sosa, Luis González Obregón, Gustavo
Paz, Olavarría y Ferrari, Ángel del Campo, Manuel Caballero y otros
más. De ellos toma lo que consideró verídico, lo que estimó que de
acuerdo con su laboriosa investigación se ajustaba a la verdad y
desechó lo pintoresco, lo anecdótico. Aporta Agraz, como apoyo de su
trabajo, una amplia serie de documentos comprobatorios de sus afirmaciones, de sus rectificaciones.
Situada dentro de sus diversas circunstancias, surge así dignificada
la figura noble y señera de la corregidora. Estudia Agraz como corolario, la serie de homenajes que la República y el gobierno de Querétaro
le han rendido y nos entrega, como en un hermoso ramo lírico, algunas
de las piezas poéticas elaboradas en su honor. Rica serie de ilustraciones enriquece esta obra.
La segunda parte, menos amplia, por no tener que hacer tantas disgresiones y rectificaciones, la constituye la biografía de don Miguel
Domínguez, figura relevante y hasta hoy poco estudiada. Agraz, a más
de trazar con firmes pinceladas la figura de corregidor, nos habla de su
recia formación, de.su intervención en la política colonial y del valor de
sus aportaciones, como la que hizo acerca de la consolidación de vales
reales, y también de su firme intervención, honesta y patriótica, en el
inicio de nuestra vida nacional.
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS
Una tercera parte, sólida, irrebatible, la representa el conjunto de
facsímiles y bibliografía referentes a la vida y obra de los corregidores,
conjunto de indudable valor y que a más de ser un aporte de la obra, proporciona a futuros investigadores la oportunidad de poder penetrar, con
otros criterios, en la vida, la obra y en la época de estas dos figuras
egregIas.
La obra, cuya título completo es Los co"egidores
y el inicio dela Independencia,consagra buena parte de sus páginas a estudiar a fondo las conspiraciones que prologan nuestra independencia, y, en el caso concreto, a la conspiración de Querétaro en la cual jugó un papel predominante el sanmigueleño Ignacio Allende. El análisis de la conspiración
de Querétaro, de sus personajes más salientes, de su actividad, que hace Agraz en este libro, le confiere un mayor valor. La información
biográfica y genealógica que se nos entrega, representa otro de los valores de esta obra, que, con apasionada devoción, tenaz y fecunda investigaciÓn y una labor prodigiosa, realizó para bien de la historia mexicana el infatigable investigador Gabriel Agraz García de Alva.
Ernesto
Linda
de
la TORRE
VILLAR
Sametz de Wallerstein,
Vasconcelos,el hombre del libro. La éPocade oro de las
bibliotecas, México, UNAM,
Instituto de Investigaciones bibliográficas,
1991,227 p., gráfs.
Hace veinte años, aproximadamente, en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales hice entre mis estudiantes, que eran muy brillantes
e inquietos, el intento de revalorar la figura de José Vasconcelos, de
ponerlos en contacto con sus escritos, de hacerles reflexionar sobre su
pensamiento. Algunos colegas pensaron, dada la época y las circunstancias, que resultaba peligroso ocuparse de nuestro máximo pensador
y del hombre de algunas veleidades políticas. El resultado de ese ensayo
sobrepasó mis esperanzas. Mis estudiantes entraron en el análisis profundo y entusiasta, fueron atrapados por la fuerza de su pensamiento y
de su prosa ágil, vibrante, por su personalidad multifacética, por su viril carácter. Descubrieron en Vasconcelos a uno de los más grandes
ideólogos mexicanos, a un ser altamente positivo, a un constructor de
nuestra cultura. Fueron esos jóvenes discípulos convertidos al culto
vasconceliano, a la defensa de la cultura que él anheló para México.
De esos años para acá, el interés por Vasconcelos ha ido in crescendo.
Se le ha estudiado por propios y extraños, tirios y troyanos se han referido a él como hombre, político, educador, pensador guía de un pueblo
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y transformador de la cultura. Ya no es la suya una literatura proscrita
por sus devaneos de última hora, por su oposición al absolutismo del
pensamiento que intentaba manipular toda acción humana. Su vida y
obra han sido analizadas con penetración justiciera y profundamente. Los
trabajos de Herminio Ahumada, de Genaro Fernández MacGrégor, de
Miguel Herrera López, de Salvador Azuela, de Mauricio Magdaleno,
de Rafael Moreno, de Enrique Krauze, de José Sánchez Villaseñor, entre otros nacionales, se dan la mano con los luminosos estudios
de John Herbert Haddox, de Emmet M. Partin, de John Skirius, de
Claude Fell, entre los más recientes. Las ideas proteicas del autor tanto
de la Estética,De Robinsona Odiseo,de la Raza Cósmica,del UlisesCriollo, de
la BreveHistoria deMéxico y de otras muchas diferentes y ricas, pero dotadas de un espíritu orientador, hondo y congruente, han sido sometidas a análisis serios, constructivos y rigurosos, que nos permiten advertir en toda su grandeza la labor de nuestro único filósofo sistemático y
original.
La obra de la que hoy no ocupamos, de Linda Sametz, viene a llenar
un hueco de la labor realizada por Vasconcelos, de su acción en torno
del libro como instrumento de cultura, como recurso ideal para la difusión de las ideas, como instrumento para llevar al conocimiento del
pueblo, el pensamiento que sustenta la cultura universal. El título de
que lo ha dotado su autora: Vasconcelos,
el hombredel libro, envuelve toda
la figura del personaje, porque Linda Sametz estudia, a través del
tiempo, la acción poderosa que el libro tiene como instrumento formativo, como medio de maduración intelectual y moral, como elemento
de goce espiritual, de sano esparcimiento, de fecundador espiritual e
intelectual.
La autora hace hincapié en cómo el libro t:stuvo presente como compañero intelectual en la vida de Vasconcelos desde sus primeros años;
cómo fue amigo insustituible, compañero en todas las etapas de su vida, el formador más eficaz de su cultura, el agitador más poderoso de
su acción y, también, el instrumento más fuerte, idóeno y efectivo para
realizar su prodigioso intento de transformar al país, de dar a los mexicanos la posibilidad de constituirse de un pueblo inculto y atrasado, en
una nación libérrima, abierta a todas las innovaciones; a un cambio
material, intelectual y espiritual mediante el cual dejara atrás su ignorancia y su miseria para convertirse en una nación culta y pujante. A
través del libro trató Vasconcelos de transformar a México, enriqueciéndolo espiritual e intelectualmente, mediante el conocimiento
del pensamiento universal. La influencia total del libro en Vasconcelos
representa la primera parte de su estudio y constituye la base de la acción posterior que realiza para poner el LIBRO, así en mayl1sculas, al
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alcance del pueblo mexicano, como medio de hacerle llegar el pensamiento de todas las épocas y de todas las culturas a nuestra sociedad,
que, entonces como ahora, está sedienta de saber, de conocimientos y
ansiosa de poder acercarse al mundo de las ideas.
La segunda parte del estudio de Linda Sametz lo consagra a informarnos, con toda amplitud, de cómo Vasconcelos utiliza al libro como
instrumento de perfeccionamiento moral, cívico e iI}telectual, cómo se
esfuerza por hacer llegar a todos los mexicanos;-libros de todo género,
representativos de todo el quehacer intelectuaf:i Como lo estimaron Lizardi y Mora, el libro es un medio seguro d~ instruir y cultivar a la
sociedad mexicana, dotándola de mil y mil posibilidades de formación
de su cultura. Por esa idea, Vasconcelos elaborará un amplio, inteligente y efectivo programa de edición y distribución de libros relativos a
los diversos grados de instrucción del pueblo. En este aspecto, la acción
vasconceliana encuentra en la homóloga de Sarmiento, su exacta correspondencia. En el panorama intelectual de América sólo el autor del
Facundoy el del UlisesCriollo tienen tanta fe en el impacto del libro sobre
la sociedad, en la obra de salvación espiritual que con él se debe realizar. Las ideas y planes de acción de Sarmiento por constituir una
asociación editorial que cuente con el apoyo de todos los países hispanoamericanos, sólo pueden relacionarse con las de Vasc..oncelos.Igualmente se relaciona la actitud de estos próceres culturales en el afán no
sólo de imprimir más y mejores libros, sino en crear las instituciones
que los salvaguarden, que los difundan, que los hagan llegar a los
usuarios a los que están destinados: las bibliotecas.
Es precisamente en el libro de Linda Sametz que su subtítulo indica
a través de qué medios instrumentó Vasconcelos su difusión del libro.
La Épocade Oro de las Bibliotecasindica cómo fue la creación de una notable red bibliotecaria, cómo Vasconcelos trató de hacer llegar al
pueblo los beneficios que los libros aportan, cómo fue esa red, debidamente organizada y que tocaba los centros más importantes del país,
como puntas de un sistema nervioso, la que sirvió para proporcionar a
la nación, las instituciones que no sólo fueron pensadas para almacenar
los libros, sino para atraer por diversos modos la atención de los diferentes grupos sociales al uso de los libros. Creación de amplia red de
bibliotecas bien dotadas, con personal idóneo, jerarquizadas, pues algunas fueron como la Cervantes y la Iberoamericana, puntos neurálgicos de extrema importancia. y la creación de estas instituciones requirió
la formación de bibliotecarios, muchos de los cuales fueron enviados a
estudiar en centros de formación bibliotecaria muy acreditados. En
esos años se iniciará el sistema de enviar personal altamente calificado
a prepararse para que pudiera regresar a hacerse cargo del sistema
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bibliotecario, utilizando los aportes bibliotecológicos más idóneos y
operantes para clasificar, catalogar y poner en servicio los ricos acervos
que se confiaron a esos centros. De ahí partirá la tecnificación de las
bibliotecas, su diversificación, su utilización,
Los datos que nos proporciona la señora Sametz acerca de la creación de las bibliotecas, de su funcionamiento, de su utilización, constituyen la mejor síntesis informativa en torno de la labor realizada por
los departamentos de bibliotecas que se crearon. También nos indica
cómo al frente de esos departamentos figuraron notables intelectuales,
conectados con el mundo de los libros, como Jaime Torres Bodet,Julio
Torri, Rafael Heliodoro Valle y otros muchos, cuya acción es puesta
de relieve por nuestra autora.
Libro notablemente documentado, estructurado lógicamente, escrito con claridad e interés es este libro que completa la información que
muchos otros libros escritos en tomo a Vasconcelos no han tocado. Éste
es el que complementa todo lo que acerca de él se ha dicho en el campo
de su acción educativa.
Quienes asistimos, aun cuando de lejos a la creación de las bibliotecas vasconcelianas, pero de las cuales sí nos pudimos servir con enorme
facilidad y eficacia, a las que vimos actuar con notables conferencias,
recitales, representaciones, como las que se hacían en la Cervantes y en
la Sor Juana, que toca muy de paso nuestra autora; los que nos beneficiamos, repito, de las bondades de sus ricos y nutridos acervos, de su
excelente organización y servicios como auténticas extensiones de la escuela, no podemos dejar de sentir angustia y dolor al ver cómo fueron
olvidadas a poco esas instituciones, cómo se les fue tratando con una
gran indiferencia y después se les dejó morir, dispersando sus ricos fondos, inutilizando sus instalaciones y cam~iando para mal, todo el
ímpetu renovador que estas instituciones tenían. Es lamentable ver cómo a los sesentaaños de haberse creado un vigoroso sistema bibliotecariQ, las bases del mismo se hayan deshecho, hayan desaparecido. ¿No
podemos explicarnos por qué esa obra genial y gigantesca no se enriqueciÓ, no sirvió de base para ampliar, como el tiempo y las circunstancias lo querían, la red de bibliotecas mexicanas? Los fondos de esas
instituciones fueron subestimados, desperdiciados, dispersados, como
ocurrió con las ricas bibliotecas novohispanas. Se volvió a dar una
muestra de incultura que ha afectado el desarrollo nacional. Parece paradójico que sea necesario destruir para construir de nuevo. Las
nuevas bibliotecas creadas con vigor en los últimos años, debieron descansar sobre el anterior sistema, reforzado, modificado, pero no
destruido. Parecería que estamos obligados a seguir utilizando el viejo
sistema de la destrucción periódica que los pueblos indígenas.tenían es-
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tablecido cada cincuenta y dos años. De esta suerte, buena parte de la
acción de Vasconcelos se malogró, por indiferencia, mala fey descuido
criminal de las autoridades correspondientes.
Por todo ello, el libro de Linda Sametz viene en parte a ser no sólo
un elogio del amor al libro que nuestro filósofo poseía, sino una apreciaciÓn muy justa, convincente y demostrativa de la inmensa labor que
a través de las bibliotecas, de un servicio bien organizado e inteligentemente planeado, se esperaba redundara en beneficio de la nación.
Es justo y saludable recordar y, principalmente, hacer conciencia
que una nación como la nuestra, carente de recursos materiales, humanos e intelectuales, pueda ejercer una obra de destrucción periódica de
sus instituciones más relevantes. Si recordamos con inmensa nostalgia
la desaparición de aquel proyecto cultural tan extrordinariamente notable como fue el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, igualmente debemos recordar, con el propósito de no volver a incurrir en los mismos
errores, la magna obra vasconceliana, de crear para beneficio y salvación del pueblo mexicano, un sistema bibliotecario que debe ser considerado como el que constituyó una época de oro.
Por último, no puedo menos que alabar el rigor metodológico del
libro como se observa en su aparato crítico y la abundante y bien utilizada bibliografía que sustenta este trabajo.
Ernesto de la TORRE VILLAR
Víctor Orozco, Las guerrasindias en la historia de Chihuahua.Primerasfases,Méxi.
co, Consejo Nacional para la Cultura y Las Artes, 1992 (Regiones).
Víctor Orozco (ed. ), Las guerrasindias en la historia de Chihuahua.Antología, Ciudad Juárez, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez e Instituto
Chihuahuense de Cultura, í992.
Pocos temas en la historia de Chihuahua se han perpetuado tanto en el
mito y en la memoria colectiva como el de las relaciones con los llamados "indios bárbaros". La idea de que una continuada guerra contra
grupos apaches y comanches fue un factor determinánte en la conformación del recio carácter de los norteños en general y chihuahuenses
en particular, ha sobrevivido hasta nuestros días y forma parte de numerosos mitos cívicos y sociales. Por supuesto, esta idea tiene un fuerte
fundamento histórico, pero más que sólo una lucha por el espacio, los
vínculos que se establecieron entre los colonos hispano-mexicanos e indios nómadas eran tan fuertes que iban mucho más allá del conflicto
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militar hasta llegar a incluir relaciones económicas y soci'iJJes
de manera
cotidiana.
Para nadie escapa que este complejo de relaciones afectó sensiblemente la vida diaria de los norteños en la época colonial y hasta finales
del siglo XIX, pero sus alcances y significados aún están lejos de ser
comprendidos cabalmente. Desde hace varias décadas, numerosos
autores han dedicado parte de sus desvelosa describir las vicisitudes de la
, ,guerra contra los bárbaros' , en la época colonial , pero son relativamente
pocos los que han intentado estudiarla en el periodo independiente. Existen muchas razones para que esta diferencia en el tratamiento de.cada
periodo exista. La inestabilidad en los procesos políticos del México independiente oscurece en muchas ocasiones la visión centralizada que se
puede lograr con cierta facilidad para la etapa colonial. La escasezde
fuentes generadas por los propios "bárbaros" no permite que tengamos una idea clara de sus formas de organización política o de su vida
social, lo que impide, a su vez, lograr una visión integral de sus contactos con los grupos sedentarios. Como aquéllos, otros muchos aspectos de la relación entre ambos quedan todavía muy confusos, como
serían, por citar algunos ejemplos, el intercambio o asimilación de los
cautivos hechos durante las hostilidades, la trascendencia de las firmas
de paces parciales o generales, las formas del comercio, las alianzas
ocasionales y, sobre todo, el impacto de las relaciones interétnicas al interior de los dos grupos.
Se conoce mucho más de los aspectos administrativos o institucionales. La organización de presidios y milicias, las políticas de los gobiernos provinciales o las grandes campañas militares han dejado una
extensa información que se encuentra diseminada en una multitud de
archivos locales, estatales y nacionales de varios países. Sin embargo,
para el caso de Chihuahua, la dispersión de las fuentes es aún más
crítica debido a la pérdida de los archivos estatales en 1941, donde se
albergaba la documentación de la comandancia general. La exploraciÓn en los archivos nacionales y locales debe ser más intensa para que,
en un futuro, se pueda reconstruir, aunque sólo seaen parte, la complicada madeja que formaron las relaciones entre los distintos grupos étnicos en el norte de México.
Por todo esto, cualquier trabajo que se refiera a esta difícil temática
es más que bienvenido. Tal es el caso de la investigación que está llevando a cabo Víctor Orozco sobre las guerras indias en Chihuahua durante el siglo XIX, de la cual los dos volúmenes que aquí se presentan
son sus primeros resultados.
El objeto del libro Las guerrasindiasen Chihuahua.Primerasfaseses ofrecer una visión Danorámica de los efectos sociales de los conflictos entre
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los llamados bárbarosy los colonos chihuahenses, desde 1831 hasta aproximadamente 1842. Siguiendo al autor, estos conflictos afectaron de
manera determinante las relaciones de clase, el sistema productivo, la
cultura y formas de conciencia colectiva y las relaciones entre Chihuahua y el gobierno nacional. De hecho, Orozco apunta que "las guerras
indias constituyen el proceso histórico regional más importante del
siglo XIX' , (p. 12).Como tal, las relaciones con los bárbaroshabían sido
ya estudiadas por algunos académicos, en especial norteamericanos,
pero éstos, en opinión del autor, "han estado poco interesados en examinar el complejo de relaciones que se construyó en Chihuahua alrededor de la lucha entre la sociedad mestiza y las etnias que resistieron su
avance" (p. 13).
De esta manera, un primer capítulo se dedica al escenario social de
Chihuahua que sería afectado por las guerras indias. Una larga paz
con las tribus más peligrosas permitió una mejor colonización del territorio chihuahuense y el desarrollo de una clase de rancheros junto a las
tradicionales de mineros y hacendados, además de darle cierto margen
de maniobra al gobierno estatal para tratar de impulsar la explotación de
los recursos naturales de Chihuahua. En este tiempo, los presidios aparentemente vivían un periodo de tranquilidad.
El segundo capítulo se dedica al estallido de la guerra con los bárbaros
que tradicionalmente se ha fechado en 1831. A la decadencia del sistema presidial por falta de auxilios sucedió la suspensión de las raciones
que se daban a los apaches para mantenerlos en sus' 'establecimientos
de paz' , .La guerra india se desarrolló con extraordinaria rapidéz ya la
vuelta de un par de años los pobladores de las zonas más afectadas por
el conflicto ya estaban habituados a participar en campañas de reconocimiento y punitivas. Los ciclos de ataques, 'retiradas, campañas y
ocasionales tratados de paz habían comenzado de nuevo, pero en ellos
participaba ahora una generación de chihuahuenses que había crecido
al amparo de la larga paz colonial. Los reajustes en las relaciones sociales en los pueblos y haciendas, así como los vínculos entre los
pueblos y el gobierno estatal sufrieron importantes modificaciones cuyos alcances no se pueden medir con facilidad.
El tercer capítulo entra de lleno a la descripción de los esfuerzos del
gobierno estatal para establecer un plan de defensa e{ectivo ante las incursiones bárbarasy las repercusiones que éstas tuvieron en los niveles
de la política local. Ante la notoria imposibilidad de financiar y organizar una guerra frontal contra los indígenas, el gobierno chihuahuense
reaccionaba de manera casuística mientras la población se iba acostumbrando a vivir dentro de un sistema informal de guerra. Las paces
parciales o generales con los bárbaros, la constante penuria de la ha-
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DE MÉXICO
cienda pública, el crecimiento del área de conflicto y las dificultades
entre las autoridades civiles y militares ante un problema que difícilmente podían enfrentar son algunos de los temas tocados en este apartado.
Las famosas "contratas de sangre", que se basaban en el pago por
cada indígena muerto, son el tema central del cuarto capítulo. Consideradas como un recurso extremo para combatir a los bárbaros,las
contratas provocaron graves diferencias entre los mandos civil y militar
y con los mercenarios involucrados en ellas, diferencias que están bien
ejemplificadas en los constantes pleitos entre el comandante Francisco
García Conde y el aventurero J ames Kirker. Ya para la década de los
cuarenta, después de una década de lucha, , 'la guerra constituía elleit
motiv de toda la acción política en Chihuahua" (p. 154). Pero su
influencia no se quedó sólo en el nivel político, sino que trascendió hasta la conciencia colectiva, creando una identificación regional que en
muchas ocasiones rebasaba la propia estructura de clases. La lucha
contra el bárbarofinalmente uniría a hacendados, rancheros y campesinos en tomo a un enemigo común y pennitiría a las poblaciones gozar de
un cierto grado de autonomía respecto a las instancias de gobierno estatales.
Cada capítulo de este libro se compone de pequeños subcapítulos
-algunos de ellos de sólo unas líneas- que van conformando un mosaico pleno de imágenes en las cuales se ven reflejados los diferentes aspectos relacionados con la guerra indígena en Chihuahua en la primera
mitad del siglo XIX. Sin embargo, debido a la complejidad del tema, es
difícil darnos una idea cabal de la mecánica del conflicto ni de sus manifestaciones más importantes en la sociedad chihuahuense después de
contemplar ese mosaico. La información se encuentra demasiado atomizada y el hilo conductor del relato desaparece con frecuencia. En
ocasiones, se incluyen materias no relacionadas directamente con el tema del libro, como serían las de la expulsión de los españoleso la epidemia del cólera morbus. Pareciera que cada subcapítulo estuviera sustentado en uno o varios documentos que el autor expone y comenta y
que no tiene una solución de continuidad con los demás. Así, aunque
se exponen de manera correcta hechos muy interesantes no se llega a
probar la conclusión, que se entiende es provisional, de que "en las
primeras fases de las guerras indias (1831-185...) [sic] se produjo el colapso del estado y entró en crisis el sistema de semiesclavismo implantado en las grandes haciendas..." (p. 164).
Tal vez la gran aportación de este libro consista en mostrar las posibilidades que ofrecen los archivos locales -en este caso el municipal de
Ciudad Guerreropara reconstruir la historia chihuahuense en el
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siglo XIX. Sin embargo, una revisión más exhaustiv.a de los archivos
nacionales podrían aportar elementos nuevos al tema. Por ejemplo, un
vistaso fugaz a otras fuentes primarias nos muestra que, si bien la rebelión apache de 1831 fue determinante en el desarrollo de los conflictos
interétnicos, nunca dejaron de sufrirse graves incursiones indígenas
-especialmente de comanches- en el norte y oriente del estado, que
incluso llegaron a poner en jaque su estructura militar en fechas tan
tempranas como 1825 y 1826.
Se extraña también el poco uso que el autor hace de las obras de
William B. Griffen. Este antropólogo norteamericano se ha dedicado casi
dos décadas al estudio de las guerras indias en Chihuahua y, a más de
su pasión por el detalle documental, es el investigador que mejor ha
comprendido la estructura y significado de las relaciones entre los indios
bárbarosy los colonos hipano-mexicanos en las épocas colonial e independiente.
El segundo libro aquí reseñado, Las gue"as indias en la historia de
Chihuahua.Antología, recoge varios testimonios de la organización institucional ante la amenaza que los indios bárbarosrepresentaban para
Chihuahua desde finales del siglo XVIII hasta la conclusión del conflicto
armado una centuria más tarde. Complementa así el libro anterior
aunque lo sobrepase en sus alcances temporales. El ensayo preliminar, aunque breve, presenta una versión más acabada de todo el proceso de las guerras indias hasta desembocar, de manera más o menos artificiosa, en los prolegómenos de la Revolución de 1910.
Una primera serie de documentos de la época colonial incluye algunos documentos ya publicados, pero de difícil consecución, como el informe de Hugo de O'Conor o las instrucciones de José de Gálvez y dos
testimonios publicados en el siglo XIX, que se han constituido en verdaderas rarezas bibliográficas.
La época independiente presenta varios tipos de documentos fácilmente clasificables. Los decretos y comunicaciones del gobierno de
Chihuahua, provenientes en su gran mayoría del archivo municipal
de Ciudad Guerrero, muestran el grado de impotencia en que se dieron
los intentos de organizar la defensa del estado en las décadas de los
treinta y cuartenta del siglo pasado. Los intentos de reorganizar la
estructura militar del norte de México, tras la guerra contra Estados
Unidos, dieron como resultado varios dictámenes y resoluciones oficiales que no se llevaron a la práctica, pero que nos enseñan una actitud más enérgica para combatir a los bárbarosque, sin embargo, fue
inútil ante el agravamiento de los problemas políticos del país. Por Último, cierran el volumen seleccionesde las bien conocidas memorias de
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Joaquín Terrazas y Gerónimo que nos permiten ver los lados del mismo conflicto.
No cabe duda que el importante tema de las relaciones entre chihuahuenses y bábaroses muy complejo, tiene una multitud de facetas desconocidas y que, por lo tanto, seguirá estudiándose por mucho tiempo
más antes de que se puedan esbozar conclusiones definitivas sobre él.
Así, estos dos volúmenes son un paso más en el largo camino que tenemos por delante para entender y dar a conocer uno de los procesos
determmantes en la conformación de las sociedades norteñas de
nuestros país.
Martín
GONZÁLEZ DE LA V ARA
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