en Ribera Alta

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Desmogues
El desmogue
en Ribera Alta
Por Jesús Fernández
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Fotos: Ribera Alta y Stock F. Images
Atrás quedaron los duros e intensos fríos de enero y febrero, noches de cielos estrellados,
pastizales en las dehesas blanqueados por densas escarchas. Los trinos de currucas, petirrojos
y jilgueros despiertan la mañana, el ruido de fondo de los tractores arando con brillantes aperos
acerados, volteando las entrañas de las ricas tierras de labor, dejan tras de sí, al descubierto,
un banquete de gusanos, insectos, bulbos y raicillas, alimentos oportunistas de lavanderas,
tarabitas, colirrojos, garcillas, bisbitas y cigüeñas que, en procesión, siguen los surcos que va
haciendo esa extraña y ruidosa máquina.
La mañana se despereza con los primeros rayos de sol que nos descubren a lo lejos, la silueta y
andares de un gran macho de ciervo arropado con su harén de hembras, retirándose de la dehesa
al cobijo del monte.
De firmes andares, pesada cabeza, coronada por su armado trofeo, va chequeando en encinas
y alcornoques, su territorio perfectamente marcado con los restos de su olor a macho dominante,
mientras el intenso aire frío de la mañana llena sus pulmones y se transforma en sus exhalaciones
en dos toberas de vapor, según va saliendo de su ronca garganta.
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Desmogues
Marzo empieza a ‘alargar sus días’, a regar sus campos, a suavizar las temperaturas,
dejando atrás el invierno y asomándose tímidamente a la primavera... arroyos con
aguas cristalinas y jugosas praderas empiezan a aparecer, formando los ricos pastizales
salpicados en vegas, planizos y gargantas, donde ciervos y jabalíes buscan las últimas
bellotas para reponer los kilos perdidos en el duro invierno. Las primeras flores de
peonías, brezos y jaras nos anticipan que el invierno llega a su fin.
En su recuerdo, rehalas y ojeadores que
en monterías supo evitar como en años
anteriores, ganándole la mano a canes y
monteros, perdiéndose en lo espeso del
monte, experiencias que le han servido para ir
adquiriendo ‘puntas’ de maestría y conocimiento
del monte, poderosas cuernas que ha ido
mejorando año tras año.
Conocedor de trochas y escapaderos, fino olfato
y vista perfecta, degustador en estos meses de
bellotas, madroñas y primeros brotes verdes,
encuentra en sierras y dehesas su hábitat ideal
que le provee de todo lo que puede necesitar.
Mes determinante para los ciervos
por el cambio morfológico más
importante que en ellos se produce,
el desmogue; es decir, la pérdida
por desprendimiento de las dos
cuernas que coronan su cabeza,
quedando ‘mocho’.
Como todos los años, llegados los
primeros días de marzo, los ciervos
parecen intuir el cambio que van
a tener y se les ve con frecuencia
voltear sus cabezas como
queriendo sacudirse las cuernas, y
a veces, en una simple arrancada
de huida en carrera, se puede ver
como se desprenden sus trofeos.
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En Ribera Alta intentamos recoger un número importante de
desmogues para ir viendo mediante medidas, pesajes y cálculo
de densidades, la futura calidad de nuestros trofeos y el estado
físico de nuestros ciervos. Cuernas con señales inequívocas
de luchas, puntas romas y, a veces, desgajadas de los duros
combates de la berrea.
El desmogue nos permitirá poder disfrutar de agradables
paseos por el monte buscando las querencias de los ciervos
e intentar encontrar cuernas suficientes que nos permitan
confeccionar una media aproximada de los machos de la
zona y la puntuación de sus cuernas.
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Desmogues
El señor del monte se queda ‘mocho’ y,
desprovisto de su perlado trofeo, se retira a
lo más espeso, se pierde entre las madroñas
y alcornoques, apartado de las ciervas y, a
veces, mirando en el suelo con detenimiento
su recién perdida cuerna, oliéndola, como no
queriendo abandonarla. En el mismo ciclo de
tiempo cambiarán también su pelaje, tirando
el pelo largo y grueso del invierno para
cambiarlo por el corto y fino del verano.
En los meses siguientes, de marzo a julio, les crecerá su nueva cuerna que, a
buen seguro, si la primavera es generosa en alimentos y temperatura, será
de mayor porte, más gruesa y aumentando su número de puntas. Evitarán
en este periodo rozarse con jaras o brezos, perderán la querencia de marcar
sus dominios y tendrán un carácter solitario.
En poco más de noventa días tendrán un nuevo trofeo, recubierto,
primero, de un bello marrón-grisáceo (terciopelo o borra), con un
crecimiento de casi un centímetro por día; en esta etapa huirá de peleas
con otros machos y sólo en momentos críticos tomará la postura vertical,
manoteando con sus pezuñas a otros ciervos o jabalíes.
Su alimentación es determinante porque necesita que su metabolismo genere un aporte
de varios kilos de minerales y calcio para el buen crecimiento de sus defensas en tan corto
espacio de tiempo. Así visitarán con más frecuencia las zonas del monte que les aporten los
imprescindibles minerales y sales que necesita, y por ello es frecuente verlos comer en terreros,
fangales y lodos, ricos en estos nutrientes, sin descartar sus propias cuernas caídas, que
mordisquean y comen como aporte de asimilación directa.
Los cambios climatológicos de estos meses, por heladas tardías o calores excesivos, les
pasarán una alta factura en el crecimiento de sus cuernas, afectándoles considerablemente
en su formación. Por esta razón, algunos años que se dan estas adversas condiciones
climatológicas, tendremos en los montes ciervos con cuernas partidas o con gruesos
irregulares, arrancando bien en luchadera y contraluchadera, pero rematando mal en candiles
y palmas; en estos casos, solemos catalogar al animal como ‘regresivo por error’, ya que lo que
ha tenido realmente es una mala primavera que se ha traducido en un crecimiento irregular y
deforme de su cuerna, incluso a veces inferior a la de su año anterior.
Evitarán en este periodo de crecimiento de su trofeo rozarse con jaras o brezos, perderán la
querencia de marcar sus dominios y tendrán un carácter solitario.
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Pasados los primeros meses y en los últimos
días de julio, con las cuernas ya terminadas, el
terciopelo que las recubre empieza a secarse
y asoman entre los jirones de la cuerna, que
denominamos ‘correas’, blancas y afiladas puntas
de su nuevo trofeo. Entonces, buscarán romeros,
brezos y jaras para ir desprendiéndose de sus
correas e ir dejando al descubierto el perlado de
sus nuevas cuernas.
Su actividad cambia y de la tranquilidad de
meses atrás pasan a corretear por sus futuros
dominios marcando sus territorios de forma
intensa en encinas y pinares. Su peso corporal
ha aumentado considerablemente, empiezan a
formar grupos y bajan del monte a las dehesas
para degustar los ricos pastos, ya secos y
maduros, de gramíneas, leguminosas y cereales,
además de buscar las últimas aguas corrientes en
arroyos y frescales.
Sus cuerpos se estilizan, sus cuellos se ensanchan,
alzan la cabeza, tomando los vientos… ¡Se preparan
para la berrea en Ribera Alta! CyS
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