36/1944 - Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente

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MINISTERfO DE A^RICULTURA
SECCION DE PUBLICACIONES, VRENSA Y PROPACiANDA
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I E11SDY0 SOBRE LD FECUhDIOUD Fh CUnICUItURD :
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, _, ^ Por EMILIO AYALA MARTÍN, ;
Ingcniero.
Si observamos los nac:mientos en varios partos de conejas, anotaremos un síntoma. general: variabili^dad. Y,
en efecto, el númer^o de gazapos nacidos en cada parto es
muy variable. Vamos a estudiar las causas de esta variabilida^d, bien sean debidas al macho o a la hembra.
Ambos faclt^ores pos^een infl.uencia en el número de animales nacidos; pero la influencia ^de ]a hembra es muy
superior a la del macho.
Para que exista fecundidad es pr^ciso que, en un mo, ^ mento da^do,. se pongan frente a frente, y en c^ontacto, los
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^ gérmenes debidos al macho y a la hembra. Sabemos que
: el número de huevos madw•os^ producidos por el ovario
^ varían ds 5 a 14 (^gún Pickard), aunque hemos visto
; partos de 16 gazapas, lo que prueba que, como mínimo,
: en aquél caso el número de óv,tll^os maduros fué el de 16,
: admitiendo que 'tad.os los huevos expulsados poi• el ovar^o
: fu^ran fecundados. Sin hacer hincapié en la determina` ción axacta de los óvulos ma^d;uros, sí podemos afixmar
: que su número es muy reducido, lo contrario; precisamen-
te, de lo que ocurre con el elemento macho, el espeima
tozoide, cuyo númet•o, e^n una sola eyaculación, se c.ifra
ou millones. Resulta, pues, que existen millones
de espermatozoides d`spuestos a fecundar un
pequeño número de huevos ; la c^onsecuencia
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Eatae Hoaes ee reinitrn lerntis a qe;ien la^ pida a la 5ección de
Pnblicaciones, Prcnsa y PropaKand a, d^•1 °,1ini>t^^rio dF AR!'ir^Ititi^
será que en el nítn^ero de nacidos en cada pai•to tendrá una ma^•or influencia el elemento generador femenino que ^el masculino.
Podemos afirmar, desde luego, que en la fecundidad posee una
marcada influ^encia el número de huevos producido y maduros en
el ovario.
Ahora bien : no todos los óvulos maduros, expulsados po^• el
ovario, son fecundos : de aquí ]a consecuencia que no existe correlación entre ambos t^érminos, •y aun podemos adelantar otra
i^dea, y ésta es que no todos los huevos ^maduros y fecundados
1legan a término, abortando o absorbiéndose todos o varios de
ello^s.
E1 mayor o menor númet•^o de gérmenes que consiguen un d^es<irrollo normal no depende de la mayor o menor capacidad dE^
^^lojamiento en el útero femenino, toda •vez que se ha visto que
en un útero caben y pueden desarrollarse d^oble número de emhriones que ^el normal.
La .disminución de los embriones que consiguen su total desai•rollo, en comparación de los huevos fecundados y de los óvulos
maduros, puede explicarse achacándol^o a tres causas :
1.°^ F.scasa nutrición uterina. Tal es el caso que ocurre en la
lactancia, durante cuyo tiempo todos los embriones pueden morir
o ser a^b^sorbídos.
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Por disturbios en la nutricián int^erna de la hembra, cosa
que ocurre frecuentemente en cas^os ob ^ervados durante enfermedades ; y
3:°^ Por la aparición de factores letales en la constitución hereditaria.
CorrLO r-esumen de tados estos preliminares, pod^emos afirmar :
que todos los óvulos contenidos en el ovario no maduran, que
todos los óvulos maduras no quedan fec ^ndados y qu^e todos los
bvulos fecundados no llegan a su completo desarrollo. Consecuencia de t^odo ello es que la feoundidad práctica (gazapos naci'dos)
es ^menor que la fecundidad teórica (huevos desprendidos del ovario), y que casi todos los espermatozoides obtenidos en una eya-
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culación normal son intítiles, ,ya que no encuentran me^dio de fecundar a un huevo.
Si queremos, pues, aumentar la fecundidad del conejo, debemos actuar sobre la hembra, procurando que ésta prod^uzca un
mayor número de huevos maduros, ya que cuanto mayor sea ^este
número, mayor será la probabilidad de que sean muchos los fecundados y en pr^oporción semejante los que consigan un desart°ollo normal.
Para actuar en este s^entido sobre la hembra, tenemos a nuestra disposición un preparado especial, a base cle inyección ;^es el
lóbulo anterior de la pituitaria, glándula que ^se encuentra situada en la superficie interior del cerebelo, ,ya qti^e elabora una sustancia que circula por ]a sangre, ,y activa ^- estimula la acción
ovárica.
Aparte de esta acción ar^tificial, pademos estimular al ovario,
pues sabemos que existen factores que influencian esta actividad
ovárica y que s^on : la es^tación, la temper^ttura, Ia natrición y el
estado de sal^ud perfeato.
\ Fs indwdable que el ovario, como formando parte del organis.mo animal, ha de quedar influ^enciado por el estado de salud o
de enfermedad. Asimismo, el ,estado de nutrición, e incluso la alimentación que recibe el animal días antes del acoplamiento, poseen una influencia bien marcada. En la especie ovina 5e ha obse^^^•ado que una hembra bien alimentada, a base de proteínas,
produce con más facilidad partos dobles y aun triples que ]as
mismas hembras sam^etidas a alimentación deficiente. T^odos los
cunicultores saben, que así como es peligrosa para el acaplarniento el estado de una hembra excesivamente cargada de grasa, lo
es también ,un animal insuficientemente alimentado.
La estación posee u^na marcada influencia, ,ya que Hammond
ha d^emostrado que las familias más numerosas se forman ^más
fácilmente en la primavera; pero que osta diferencia es menor
cuand^o se trata de animales pequeños.
Ilasta este momen^to no hemos tratado más que de la influencia
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de la hemura. E! macho también posee importancia, y aumentada par la razón de que un macho puede servir, y de hecho sirve,
a varias he^mbras.
E1 que un macho, en su eyacnilación, deposite millones de posibles elerrLentos fecundantes, no significa que en algunos casos
no sea, por defecto, causa de baja en la natalidad. Tal sucedería
con un macho enfermo, deficientemente alimentado o sometido
a un ^excesivo ^tl•abajo en su tarea como reproductor. El que un
macho pueda servir, en el transcurso de un mes, hasta veinte
hembras, no s7gnifica que este mi^mo animal pueda, en un solo
día, fecundar en buenas condiciones a las mismas hembras que
en el mes fecunda.
Lloyd Jones y Hayo han publica,do datos instructivas sobre
este puslto, que ilustran perfecta^nente la cuestión, Están 1°eunidos en el cuadi•o siguiente:
tiúmero de salto., u cúpulas verificadas por un
tnacho .....................................................................
1
5
10
15
'LO
'.úmero de hembras acopladas . ................................
43
36
35
29
45
Número de hembras preñadas . ..................................
31
22
18
12
16
Tanto por ciento de hembras preñadas ..................
7`L,09
61,11
51,42
41,::7
35,65
Número de gazapu^ por parto ... ........_ .....................
6,92
6,95
6,95
6,46
4,53
Del estudio de la tabla anterior se adviex^te que, a medi.da que
aumenta el número de saltos o sehvicios del macho, disminuye la
posibili^dad de que las hembras qu^eden preña^das, desde un 7`L,09
por 100, con un salto de tres horas, hasta un 35,55 por 100, la
mitad aproximadamente, con los 20 seiwicios. Y que aunq^ue la
fecundidad se mantiene igual en los primeros servicias, a partir
del 15 queda disminuída hasta un 4,53.
La razón de esta disminución en la fecundidad por la actividad exagerada del macho no parece muy clara, gues ya es sabido
que basta lln solo espermatozoide para fecundar a un huevo, y
siendo su número rrLUy grande, aunque dis^minuyan a medida que
los servicias aumentan, qu^eda un infinito número de elementos
fecundantes^ machos todavía sin utilizar.
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Walton, en sus experiencias de Cambridge, ha demostrado que
1a reducción de la densidad del esperma masculino •y, por tarnto,
que la disminución del número de espermatozoid^es en el líquido
aeminal, viene a^compañada siempre por una reducción en la fertilidad.
Igual resultado se advierte cuando se practica el cruzamiento
en consanguinidad. En este caso puede llegar hasta la infecundidad absoluta, y se ha visto que el se^nen masculino posee muy pequeño númer.o de espermatozoides, y aun la ausencia de ellos, totnl y absolutamente, en algunos casas.
Y lo qu^e decimos de la consaguinidad podemos repetirlo cuando se emplea en la reprod^ucción ma.chos excesivamente jóvenes o
ezcesivamente viejos.
La influencia del macho en la fecundidad de sus des^cendientes
parece ser cosa perfecta.mente demostrada. Si se acopla. un macho
de gran fecundida.d con una. hembra de fecundidad reducida, las
hijas resultan^tes de este acoplamiento gozarán cle una fecundi,dad superior a la de la madre. Si, por el ^contrar-io, se une un ^nacho poco fecundo con una he^mbra de gran fecundidad, los hijos
no verán, por este he.cho, dismiruuída la fecun^íidad heredada de
^u madr^e.
Hasía ahora sólo hemos expuesto ideas que tienden a aumentar la fecundidad de las he7nbras; pero, prácticamente, ^es con^•eníente esta ^áctica? Dicho de otro modo, industrialmente ^,interesa aumentar el número de gazapos nacidos en cada parto?
Si técnicamente nos interesa oonocer el proceso de la fecundidad y sus causas determinantes, así como las circunstancias,
Favorable.5 o adversas, con ella relacionadas, práctlcamente, industrialmente, apenas tiene importancia este problema de la elevar
ción de la fecundidad, toda vez que en este momento, y en casi
todas las razas, es excesivo el nú^mero de los gazapos nacidos en
cada parbo. Por lo tanto, no nos interesa e.levar ]a fecundidad del
conejo; si acaso reducirla.
En los casos de partos excesivamente fecundos, es práctica
constante dejar a la hembra sólo cinco o seis gazapos, a fin de
de que és^tos animales puedan criarse rob^ustos y fuertes ; mediante esta práctica se desaprovecha en pura pérdida la vida embrionaria de los gazapos sacrificados. Si el número de gazapos nacidos fuera reducido, las reservas de la madre hubieran sido por
ellos utilizadas, con lo que estos animales, a su nacimiento, serían más fuertes, más robustos y de más peso que si la fecundidad hubiera sido mayor. Luego, en realidad, lo que interesa es
r^estringir esta fecundidad para obtener un mej^or aprovechamiento de las reservas maternales.
La misma teoría de la fecundación nos permite operar en esta
dirección, sin q^ue se resienta ni ]a madre, ni los hijos. Se opera
de la manex•a siguiente:
Sabido es que los folículos no se rompen y el huevo no se pone
en marcha al abandonar el ovario, sino diez horas después de^
acoplamiento o acto equivalente y estimulante. Los espermatqzoides tardan en atravesar el útero y llegar a su extremidad de tres
a ^cuatro horas. ^r, por otra part^e, todo huevo que no ha sido fecundad^o antes de dos a cuatro horas despwés de su puesta en
libertad, muer e. Los espermatozoides, dentro del órgano femenino, tienen una ma3•or duración, de diez días, aproximadamente.
Si la hembra efectúa su acoplamiento con ^un macho fecua^do,
los espermatozoides llegarán a la trompa de Falopi^o seis horas
antes que el huevo desprendido del ovario; luego, lbgicamente, todo
huevo ^madurado podrá ser fecundado, ,y el carácter fecundidad
podrá ser aprovechado al máximo.
Pero si, po^• el contrario, la deposición del líquido fecundante mascL^lino se efecttía diez horas después del estimulante para
el desprendimiento dc los huevos del ovario, resultará que los eapermatozoides lleg•ax•án eon retraso, que algunos huevos no pod^•án
ser fecundados, y, por lo tanto, que la fecundidad vendrá a quedar ^disminuída.
Para llegar a este resultado será precisu estimular a la hembra para la deposición de sus huevos maduros, lo que se puede
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coiiseguir mediante el acoplamiento eon un macho estéril, según
hemos explicad,o en el proceso de la fecundación, y di^ez horas después de éstos, seudoembrión, acoplado con un macho anot•mal.
i^^ediante esta práctica, se cons7guen partos de unidades reduc•iclas, eon un n^otable aumento en el peso de lus gazapos naeido.<,
^•, por oonseouencia, con una notable facilidad de desarrollo prec^^z ^> anormal^mente superior.
Hemos visto wi caso de pat•to unitario en clue el ^•aiapo nacido, a los cuatro meses, tenía el volumen y peso corr•espondiente a
la edad adulía.
^ si esta práctica, de partas de un solo gazapo, no puede tener
^iplicaciún en Cuni.cultura industrial, sí que la posee, ,.v en un grado
muy elevxdo, cuando se trata de obtener ejemplares de alta selec•.ción para ser expuestos en Goncursos y Exposiciones.
Esta afirmación pone sobre el tapete una cuestión muy importanie y debatida, y es q^ue si el gazapo a;npliamente desart•ollado,
gracias a proceder de una nidada reducida, conservará de adulto
e,ta diferencia de dasarrollo.
La mole o masa animal constituye ciertamente un factor he^neditario. Una hembra bien desarrollada, ^ien nutrida y en perfecto estad^o de salud dará orig•en a g^,zapos pertenecientes a su
rnisma raza, que pasee una posibilidad de masa determinada. Po^•
lo tanto, no se puede pensar que un conejo ruso, nacido en un parto de fecundidad restring•ida, llegue a hacerse con la mole de un
g•ig•ante de Flandes. Pero no es menos cierto que el núlnero de componentes de un parto posee una cierta influencia sobre el peso individual de los gazapos que lo componen.
Los embriones, durante su vida uterina, se desarrollan a expensas de la madre, y este desarroll^o será mayor o menor, según s^ean,
mayores u menores, las reservas que la madre pong^^, a di:;posición
de Ios embriones. Lu^ego un solo embrión dispondrá de mayores disposibilidades de desarrollo, siendo único, que si se ve ^obligada a
compar.tir esas posibilidades con un gran número de hermanos.
^" en la prácóica así sucede, como ya h^emos diçho anteriormente,
-8ya que un gazapo de esta clase cónsiguió a las cuatno meses el
desarrollo de un adulto en parto normalmente fecundado.
E(1 problema, se complica en cuan^to a1 desarrollo posteriór aI
nacímiento, pues mientras unos autores afirman que esta diferencia de desarrollo se conserva hasta la edad adulta, otros, por
el contrario, sientan las tesis d^e que el animal re^trasado . en su
desarrollo por esta causa acelera después su crecimiento hasta
igualar y adquirir la masa correspondiente a su característica
racial.
Es indudable que en la práctica se observan, dentro de cada
raza, una gran variabilidad en los pes^os de los gazapos, y si la
opinión últimamente expuesta fuera cierta, a la edad adulta todos los gazapos tendrían el mi^ ^mo peso. Esta variabilidad en la
mole individual puede ser explicada por las le•yes de la herenc,ia
mendeliana; pero si admitimos solamente esta explicación, tendríamos que negar rotundamente la influencia del medio extorior sobre bos animal^es, y esta negación no se puede sostener ni
teórica ni prácticamente.
El medio ambiente, situación geográfica, climática, ternperatura, humedad, soleación, alimentación y cuidados poseen una gran
influencia sobre la vida animal y sobre su desarrollo. Esta influencia se completa con la selección y, en consecuencia, podemos
obtener, y d^e hecho se ^obtienen, hijos con un marcado desarrollo
superior al de los padres. Y este desarrollo se acentúa cuando
partimos de es^ta selección por la masa de gazapos perfectamentre
constibuídos y desarrollado gracias a una vida uterina bien des,arrol]ada y dirigida. En resumen: el exceso de desarrollo p^or nacimiento en nidada^s restringidas pwede conservarse has•ta la edad
adulta, constfituyendo este medio una selección de gran impoi-ta^ncia industrial.
Que este etceso de desarrollo pueda desaparecer, influencia.do
negativamente por el medio ambiente en la descendencia, lo admitimos ; per^o ta,mbién hay que admi^tir la influencia favorable
al ^lesa.rrollo ^ selgcción de las nidadas restringidas y su conser-
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vación en 1a vida libre, mientras no cambien las favorables condiciones ambientales en que se encierran sus progenitores.
Resulta, en definitiva, que poseemos ^medios de mejoramiento
de las razas actuando sobx•,e la fecundidad, según la.s ideas anLez•iormente expuestas.
La fecundidad se enc^uentra influenciada por varios factore^
que vamos a examinar. En primer lugar, por el número de huevos útiles producidas por la hc.mbra en cada período de celo.
Se observa en al^•ún animal que prodtrce un salo gazapo en
cada parto, mientras en otros l^os nacimi^entos son múltiples. Estas diferencias son debidas a que en el primer caso el ovario proporciona un salo óvulo apto para la fecundación, mien^tras en el
segundo los óvulas prop^orcionados serán varios.
Es evidente que, como ya hemos dicho, una buena técnica cunícula y ^una alimentación x•acional pueden ser factox•es que influyan en una ovulación múltiple; pero este número ha de quedar
li^mitado necesariamente por la constitución hereditaria, no sólo
de ^la raza, sin^o del ind.ividuo ta,mbi^én.
Ot'ra causa de disminución de la fecundidad y aun de su anulacicín compleita puede ser la pequeña producción de espermatozoi:des en ei macho y aun la ausencia total cle•los mismos.
Asimismo, una avitaminosis del tipo E puede conducir a la
esteriiidad o a la fecund^idad restringida. Y, por último, la r^otura
o mala canf^ormación del tubo deferente, conductor de los esper,matozoides del testículo al exterior, puede dar origen, también,
a la esterilidad en el macho. Si un animal no ha conseguido la bajada de los testículas a la bolsa que las contiene, v és^t^os se encuentran retenidos en el abdomen, bien por causa de enfermedad
o por cons^titu^ción org•ánica, la formación del espet•ma resultará
incompleta y será causa ^probable d.e esterilidad.
La infecundidad en la hembra puede ser debida a falta de ovulación normal, la q^ze viene siempre asociada a una persisten^te
presencia del cuerpo lúteo. Ed mismo efecto produce la rotura,
desgarro o mala conformación deI oviducto, pues en es^te caso,
aunque el huevo madurara, na podrá emprender el camino de su
fecundación y quedará preso en la cavidad ab^dominal.
Sucede lo mismo can las hembras privadas de acapla,miento en
mucho tiempo, y especialmente durante la primavera; por esta
razón, cumplida !a edad •y llegado a su no^°mal desarrollo, 21 animal
debe ser iniciado en las tareas de la reproducción.
Conocido es el hecho de que las hembras q^ue no praducen, es
decir, que se las mantiene alejadas de las actividades generadoras, pas^een una especial actitud al engrasamier^to. Así con^o las
hembras eYCesivamertte engra,sadas oponen una ci^erta resistencia
al acoplamiento, y aun verificado éste, a la preñez y parto anormal. Y a.quí se presenta un problema aún no resuelto.
^, La hembx•a engrasada no concibe, o porcue no concibe se engrasa? ^,Cuál es la causa y cuál el efecto?
Si una hembra que haya dado varios partos se la aleja d^ ^as
faenas de la reproducción, es un hecho indudable que se eng•iasa.
I,as hembras todas tienen ^una cierta actitud a tomar la gras^t, poseen una característica propiamente cons^ervadora y sólo se mantienen en un estado de ca:rnes perfecto gracias a la reproducción.
Luego en realidad la hemibra que no concibe, engorda, ,,^ por exceso de grasa no puede coneebir con norma^lidad. Ahora b:en ; una
hembra excesivamente engrasada, sometida a una dieta convenienbe para la pérdida de esa grasa, puede concebir, •y de hecho concibe. Como vemos, ambas causas, ausencia de reproduccitín y exceso, pueden ser causa y efecto a la vez, según sea el caso t;ue se
considere.
Otro factor que posee marcadamentie influencia sobre la fecundidad es la frecuencia o regularidad de la ovulación.
Existen ^seres que poseen una época, única y breve, para la i•e-
p.r^oducción ; en este ca^so la hembra posee ,una sola época de calo^o de celo. Otros seres cuentan con una ovulación periódica y regular, y, por r"in, ^otros en que la fecundación puede ocurrir en
cualquier época del año.
EI conejo pex•tenece a esta última cat,egoría; pero, dentro de
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esta categoría, la fecundación tendrá lugar durante el período 0
época de ello. La freouencia y la intensidad de esta época de celo
está, a su ve:, influenciada poi• varios factores, ^entre los que ci-^
t^iremos : a.limentación, habitación, cuidado, técnica y lactancia. La
lactancia prolongada produce un retardo ^en la aparición del celo.
Asimismo pr^oduce un estado deprimente la actividad sexual prematura antes de llegar a su completa madurez, y esta acción no
se produce localmente, testículo u ovario, sino en el estado genez•al de salud de1 individuo.
La longevidad o larga vida del individuo influencia también
la feotmdidad, puesto que una hembx•a que muere antes de agotar
su períado d^e reproducción, disminuye las probabilidades de proc;reación, y, por tanto, sus descendientes. El períado de vida sexual se extiende des^de la madurez, una vez terminada la pub^erYad, a la vejez. Este períado, más corto o más ]argo, depende de
factores hereditarios y es, a su vez, función de la extensión de
la vida total del individuo.
Los métod^os modernos de la explotación racional cunícula han
hermitido aumentar este período d^e actividad sexual reproductora. Este período es variable, pudiéndose citar ^el caso de una hembra que se reprod^ujo hasta los catorce años y medio de edad, oon
una descendencia de 300 hijos, y el de un macho que se reprodujo a los quince años. Fuera de estas casos, v^erdaderamente excepcionales, se puede admitir como media de reproducción en las
hembras ]a edad de cuatro a cinco años y un año o dos más para
el macho. Estas cifx•as 1as damos como posibles, aunque no sean
las más convenientes desde el punto de vista de la industrialización
de la Cunicultura.
'rodas las circunstancias q^ue obran sobre las células reproductoras, bien del macho bien de la hembra, poseen influencia tamoién sobre la fecundidad, dándose el caso de que parejas al pareeer infecundas, no lo sean cuando se unen cada uno de los componentes a otras hembras o machos distintos.
Y, por último, pueden ser causa de esterilidad ciertas anor-
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malidades mentales o fisiológicas en los seres reproductores. Tales son : la ausencia del deseo sexual, anormal constitución de
los órganos de la reproducción, grandes diferencias entre los óx•gaños de la hembra y el macho y aun desarmonía en el orgasmo
sexual.
Sucede muchas veces, sobre t^odo ouando se trata de fijar indeleblemente ciertos caracteres, en razas particularmente se?ectas,
que la selección exagerada viene acompañada de una disminución
en la fecundidad. Este hecho debe ser conoci^do y buscar sus causas^, pues de nada serviría una raza con características acusadas
y muy convenientes desde el punto de vista industrial. Si esta raza,
por su baja, escasa y aun nula feoundidad, no nos permitía obtener el suficiente número d^e descendientes capa.ces de producir
la primera materia necesaria a la industria.
La fecundidad debe ser vigilada, y por ell^o, y para su debido
conocimiento, hemos sido quizá d^emasiados extensos en este ensayo sobre la fecundidad en Cunicul^tura.
CBAPICAS UCUINA •
A1Et.ENUEZ
VALDE9^ i
•
MAUSIG
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