Diario Constitucional y Derechos Humanos Nro 107 – 11.04.2016 La “fuerza expansiva” del Derecho internacional de los Derechos Humanos Por Juan M. González Moras No resulta una novedad ni, a esta altura, una extravagancia, sostener que dentro de la temática general de la internacionalización de los ordenamientos jurídicos nacionales y, en particular, de la modificación del sistema de fuentes internacionales receptado a nivel constitucional en 1994, el rol que cabe asignar al Derecho internacional de los Derechos Humanos resulta tan fundamental como determinante para nuestro Derecho público. De ese rol, entendemos que sobresale lo que podemos denominar la “fuerza expansiva” del Derecho internacional de los Derechos Humanos. A la cual hay que prestar especial atención. Y ello porque han sido estos tratados internacionales los que han venido a cambiar, sustantivamente, el tratamiento clásico que, en torno a la problemática de los “sujetos”, desarrolló el Derecho internacional. Y los que, por ello mismo, tienen vocación de ser adoptados y aplicados a nivel nacional y por autoridades nacionales, y –sólo por defecto- en el ámbito internacional. En el Derecho internacional de los Derechos Humanos, a la par de los Estados (que se presentan, en principio, como sujetos pasivos o “deudores” de los derechos y garantías allí reconocidos), los destinatarios directos de dichos derechos y garantías son las personas que se encuentran bajo su jurisdicción. Así es cómo, efectivamente, la comunidad internacional se ha propuesto imponer el respecto de un conjunto de valores que, traducidos en un mínimo de derechos y garantías, hacen al resguardo de la dignidad de la persona humana. Siguiendo la tradicional definición de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, debe entenderse que: “…los tratados modernos sobre derechos humanos, en general, y en particular, la Convención Americana, no son tratados multilaterales del tipo tradicional, concluidos en función de un intercambio recíproco de derechos, para beneficio mutuo de los Estados contratantes. Su objeto y fin son la protección de los derechos fundamentales de los seres humanos, independientemente de su nacionalidad, tanto frente a su propio Estado como frente a los otros Estados contratantes. Al aprobar estos tratados sobre derechos humanos, los Estados se someten a un orden legal dentro del cual ellos, por el bien común, asumen varias obligaciones, no en relación con otros Estados, sino hacia los individuos bajo su jurisdicción…” 1 1 Corte I.D.H., Opinión Consultiva OC-2/82, El efecto de las reservas sobre la entrada en vigor de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 75 y 75), del 24 de septiembre de 1982, Serie A, nº 2. La persona humana, y a la par las personas jurídicas -en tanto formas jurídicas instrumentales creadas para el pleno desarrollo de aquella- son erigidas, pues, en sujetos de derechos, tanto a nivel nacional como internacional. Y las relaciones internacionales no serán ya, exclusivamente, de los Estados y sus organizaciones. La “fuerza expansiva” de este derecho internacional en los ordenamientos nacionales, está implícita en su vocación de regular de manera inmediata las relaciones jurídicas regidas por el derecho local, y está apoyada en los siguientes presupuestos: 1.- Las relaciones jurídicas que regulan, involucran de manera directa a los particulares (personas físicas y jurídicas) y los Estados bajo cuya jurisdicción se encuentran. Lo cual implica que estas normas incluyen en su ámbito de aplicación a relaciones jurídicas reguladas principalmente por el Derecho público; y que, incluso cuando alcancen a regular algunas relaciones de Derecho privado, la responsabilidad internacional seguirá siendo del Estado. 2.- Las obligaciones que estos tratados internacionales imponen a los Estados: a) obligación de respeto; b) obligación de adoptar las medidas necesarias; y c) obligación de garantía. El Estado es el sujeto deudor de estas obligaciones, aunque las mismas sean también exigibles a los particulares. 3.- Los derechos y garantías reconocidos, que incluyen derechos: a) civiles; b) políticos; c) económicos, sociales y culturales. Sin delimitar alcances ni jerarquías entre ellos. 4.- Los principios rectores que han sido desarrollados desde este derecho internacional para su concreta aplicación por parte de los Estados: a) principios pro homine y favor debilis; b) de progresividad y no regresividad; c) principio de complementariedad o subsidiariedad; d) principio de igualdad y no discriminación; y e) la aplicación de la norma más favorable (o menos severa) a los particulares. 5.- La interpretación que de este sistema de derechos efectúen los organismos o tribunales de justicia creados por cada tratado, destacándose la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el desarrollo del control de “convencionalidad”. La “fuerza expansiva” de este Derecho internacional está dada, así, por los efectosque causa la migración de estos presupuestos, principios y normas, al derecho interno (en función del sistema de integración normativa diseñado a partir del art. 75, inc. 22, incluido en la Constitución nacional de 1994). Y por el llamado (y obligación) que nos impone: pensar, entender y aplicar, en nuestros espacios jurídicos domésticos, a nuestro derecho constitucional y administrativo, de una manera distinta.