Movimiento obrero en el siglo XIX

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TEMA 8
Título: El movimiento obrero en el siglo XIX: orígenes, tendencias y evolución.
Contenidos: La I Internacional en España. El socialismo. El anarquismo.
1.− Introducción.
La aparición de un proletariado moderno con conciencia de clase surge, a mediados de siglo, en el mundo
fabril catalán. A fines de siglo, el desarrollo de otros núcleos industriales −minero y siderúrgico− en Asturias
y el País Vasco, incrementa el todavía minoritario proletariado industrial.
La situación de esta clase era bastante lamentable, jornadas excesivamente largas, mala situación laboral,
insalubridad en las fábricas, sueldos bajísimos, trabajo infantil... La explotación de las mujeres y los niños era
manifiesta, en la industria textil. El obrero ganaba industrial ganaba más que el jornalero y también trabajaba
menos horas, 12 frente a las 16 de los braceros o jornaleros. Lo cual provocó los levantamientos obreros para
buscar mejores situaciones laborales, influenciados por las nuevas ideologías de izquierdas.
2.− El origen del movimiento obrero.
Con la Revolución Industrial aparece un nuevo tipo de obrero, el proletario, trabajador de talleres colectivos,
en grandes aglomeraciones urbanas muy localizadas.
Entre 1820 y 1840, la conflictividad en el seno del naciente movimiento obrero se inscribe en la línea de los
llamados movimientos mecanoclastas o ludditas consistentes en la destrucción de las modernas máquinas a las
que consideraban causantes de la miseria y el paro. Los episodios más conocidos son los ocurridos en Alcoy
en 1821 y el de la fábrica de Bonaplata en Barcelona, totalmente mecanizada, que fue quemada por los
obreros en 1835.
En la década de los 40 se reclaman libertades laborales, sobre todo, la de asociación entre los algodoneros
catalanes. También se reclama el derecho a la huelga. En 1840 aprovechando las condiciones favorables de la
legislación progresista que permitía las asociaciones de auxilio mutuo, los obreros barcelonenses forman la
Sociedad de Tejedores y la Asociación mutua de obreros de la industria algodonera. Estas plantean las
primeras reivindicaciones laborales: reducción de la jornada laboral, aumento de los salarios, reglamentación
del trabajo de las mujeres y de los niños y la constitución de comisiones mixtas (patronos y obreros) de
arbitraje para resolver los conflictos. Pero pronto estas asociaciones fueron disueltas por el gobierno.
Durante el bienio progresista (1854−1856), la mayor permisividad hizo resurgir con fuerza a esas primeras
sociedades. Pero la situación económica y la conflictividad social estalló en 1855 con la primera huelga
general que paralizó los centros fabriles de la ciudad de Barcelona y su comarca.
En el sexenio democrático (1868−1874), la falta de auténticas reformas sociales contribuyó al alejamiento del
movimiento obrero de los partidos políticos (demócrata y republicano).
El punto de inflexión se produce en 1868 cuando la A.I.T. (Asociación Internacional de Trabajadores, fundada
en 1864 y con sede en Londres, que une a los trabajadores de toda Europa para que busquen la emancipación
de la clase de la clase obrera por ellos mismos) manda al italiano Fanelli a España, siendo este el representante
de una de las dos tendencias que conviven en la Internacional (el anarquismo), dando paso a la fundación de
los primeros núcleos internacionalistas en Madrid y Barcelona.
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En 1871 llega Lafargue (yerno de Marx) a Madrid trayendo consigo la ideología marxista, así como diferentes
pautas o experiencias para articular el movimiento obrero español.
La influencia de la Internacional durante el sexenio no fue ten grande como se decía, a pesar de su
participación en el movimiento cantonalista o en los levantamientos urbanos. Parece ser que en diciembre del
72 tenía 30.000 afiliados, por lo que fue considerada como peligrosa, y por lo tanto perseguida, se la conocía
como el peligro rojo. En los congresos de Córdoba y Zaragoza del año 72 se produce la separación de las dos
tendencias, adelantándose a lo después sucedido en el congreso de la Haya.
Se opusieron a la República y están detrás de los disturbios urbanos, rurales y cantonales de 1873.
3.− Tendencias.
Con la restauración hay un periodo de confusión, clandestinidad y persecuciones hasta que el movimiento
obrero se organiza en torno a las dos corrientes imperantes:
El anarquismo:
Es la tendencia mayoritaria (en el congreso de 1900 contaba con 50.000 afiliados), se localiza, sobre todo, en
el Levante, Andalucía y localidades como Gijón, Zaragoza y en especial Barcelona. Esta tendencia crece a
partir de 1881 (con la libertad de sindicalización), año en el cual se crea la F.T.R.E. (Federación de
Trabajadores de la Región Española) para organizar un sindicato y defender por medios legales al
proletariado. Las características de esta tendencia son: libertarios, apolíticos, antiautoritarios, sindicalistas,
federalistas, agraristas, revolucionarios, colectivistas (comunas) y un carácter redentor y mesiánico.
El socialismo:
Es la tendencia minoritaria debido a que es una doctrina muy compleja para un país con una cultura general
como la que tenía España en esos años. Esta tendencia es de carácter industrial. Se propaga entre obreros
cualificados (tipógrafos, ferroviarios...), siendo sus zonas de influencia más destacadas Madrid, País Vasco y
centros fabriles excepto Barcelona. Es de carácter revolucionario, partidario de crear un partido político para
luchar por el poder.
El socialismo español sigue la línea ortodoxa francesa y marxista siendo su patriarca Pablo Iglesias (el abuelo)
que dirigirá los designios del socialismo español hasta 1925. En 1879 se funda el P.S.O.E. (partido político)
que se adhiere a la segunda internacional en 1888, tiene 3.500 afiliados. En 1888 se crea la U.G.T central
sindical con más afiliados que el partido debido a que las exigencias eran menores. Hasta el siglo XX no
accede al parlamento al pactar con los partidos de izquierda burguesa (Izquierda Republicana). El partido de
Iglesias se opondrá a la guerra colonial, mientras que el sindicato practica como medio de lucha la huelga, la
manifestación y las reivindicaciones laborales o sociales.
Otro aspecto del socialismo−marxismo es su carácter revolucionario, es decir tratar de acabar con la
propiedad privada de los medios de producción (banca, minas, industrias, tierras), pasando estos al Estado
para que los colectivice (posesión pero no propiedad), pero no se opondrán a la propiedad de los bienes de uso
y consumo.
4.− Evolución.
Las condiciones de los obreros (sobre todo industriales) fueron mejorando a finales de siglo; legislación sobre
el trabajo de mujeres y niños, más salarios, menos jornada laboral (va disminuyendo hasta reclamar las ocho
horas), descanso dominical. El poder está en la asociación y unión de los proletarios, que convierten a la
huelga en su arma de lucha (huelgas importantes en 1855−68−78).
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España es diferente al resto de Europa porque la mayor parte de la población (60%) trabaja en el campo.
Mientras que la población industrial es de un 15% y está muy localizada.
Durante la Restauración, con Cánovas (75−81), se persigue a la A.I.T. y a sus líderes, teniendo que pasar a la
clandestinidad y siendo la Guardia Civil la encargada de llevar a cabo la represión. Hay atentados terroristas
(como el de Alfonso XII) y violencia en el campo donde se produce una radicalización debido a la
predominancia de la tendencia anarquista. En los 80, con Sagasta, se aprueban medidas liberalizadoras como
la ley de asociación del 87.
En 1881, los anarquistas fundan la F.T.R.E. para defenderse desde la legalidad, pero los anarquistas radicales
del sur practican la acción directa, mediante la ocupación de tierras (en Cádiz 4.000), también protagonizaron
diversas huelgas y revueltas campesinas con incendios premeditados, robos y asaltos a tiendas, como los
efectuados antes de febrero de 1883 por la denominada mano negra, nombre dado por el gobierno a una
organización secreta y terrorista, cuyos actos alteraban el orden público y perjudicaban a los propietarios
andaluces. Las cárceles de Cádiz se llenaron y hubo quince condenados a muerte en el proceso celebrado en
Jerez. La F.T.R.E. se disuelve en 1888 y los diversos grupos anarquistas sólo logran ponerse de acuerdo
esporádicamente, en las huelgas y manifestaciones que desde 1890 se celebran 1º de mayo.
Comienzan los atentados selectivos o propaganda por el hecho: el de Martínez Campos, el de la procesión del
Corpus en Barcelona, la bomba del Liceo (con 23 muertos). En el 97 se celebran los juicios de Montjuich por
el atentado del Corpus, con cinco penas de muerte, condenas sin pruebas, uso de la tortura, etc. Lo cual es
rechazado internacionalmente y por la izquierda republicana y socialista. Poco después en el mismo año es
asesinado Cánovas (por el anarquista italiano Angiolillo) acusado de ser el responsable de las injusticias del
proceso.
Los socialistas tienen un crecimiento lento y difícil, en el número de votos, predominando el voto urbano y
coincidiendo con el de los afiliados a la U.G.T. (debido a problemas de compresión del programa socialista).
Resumiendo: el movimiento obrero acaba el siglo, dividido, en lento crecimiento y ascenso y como una fuerza
fáctica peligrosa (revolucionaria) a tener en cuenta por los grupos que controlan la vida pública.
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