1 LA REVOLUCIÓN VERDE NO ES LA SOLUCIÓN PARA ÁFRICA

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LA REVOLUCIÓN VERDE NO ES LA SOLUCIÓN PARA ÁFRICA.
El comisario europeo para el desarrollo y la ayuda alimentaria Louis Michel,
antiguo ministro belga de Asuntos Exteriores ha hecho unas declaraciones al periódico
francés Le Monde (Le Monde, 22 de abril) en relación con la crisis alimentaria por la
que atraviesa África a causa de la subida de los alimentos de primera necesidad.
Para este miembro del Partido Liberal el aumento de los precios de los cereales es
una oportunidad para los productores de los países en vías de desarrollo, pero a la vez
representa un grave riesgo para aquellos países que no son autosuficientes. En la
entrevista insiste en lo que en los últimos días se está diciendo en la prensa por parte de
diversas instancias internacionales, desde la FAO hasta responsables del FMI y del
Banco Mundial: en materia de desarrollo lo fundamental es la agricultura, pues sin dar
toda la importancia que merece al sector agrícola, no hay posibilidades de despegue
económico, ni verdadera lucha contra la pobreza. El comisario europeo explica lo que
es constatable en muchos países de Asia, América Latina y África, que un éxodo rural
exagerado, incontrolado, ha llevado a un retroceso de la agricultura a la vez que ha
provocado un proceso de urbanización anárquico, nos atreveríamos a decir salvaje, que
ha obligado a los Estados a tomar medidas como la subvención en muchos casos de los
productos de primera necesidad con el fin de evitar revueltas y conseguir una cierta paz
social.
Igualmente afirma de manera contundente que la revolución verde funcionó bien
en Asia y que debe funcionar también en África. Y todo dentro del contexto de
conseguir la autosuficiencia alimentaria de cada país, no descartando la posibilidad de
que se llegue a pactos o acuerdos regionales para conseguir este objetivo. Para ello,
afirma, es necesario poner en marcha programas con los que conseguir aumentar la
productividad: financiar semillas, abonos, transferencia de tecnología, gestión de stocks
o planes de regadío.
Ante la grave crisis alimentaria mundial a la que estamos asistiendo y las
consiguientes “revueltas del hambre” que han estallado en varias decenas de países,
sofocadas con duras cargas policiales, que han provocado incluso muertos, los
responsables políticos de instancias internacionales y de gobiernos occidentales están
preocupados. Y no es para menos, pues esta nueva situación puede provocar cambios en
muchos países, bien de gobiernos, o bien de comprensión de la opinión pública de las
malas políticas económicas a las que les han obligado las presiones llegadas del
exterior.
Lo que es sorprendente es el leer declaraciones como la de este responsable de la
UE diciendo que no se ha dado toda la importancia a la agricultura en muchos países
subdesarrollados, cuando por parte de los países industrializados, y de organismos como
el FMI y la BM desde hace años se vienen aplicando políticas que han arruinado a las
agriculturas campesinas, en concreto de África, lo que ha provocado ese enorme flujo
de habitantes del mundo rural hacia las ciudades. Cuando presionando para que estos
países dediquen sus esfuerzos a cultivos de exportación (algodón, cacao, café, sisal,
caucho, etc.) les han obligado a abandonar su agricultura de subsistencia, el mercado
interior, y a depender, en muchos casos, de los mercados.mundiales para poder
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alimentar a su población. Con estas importaciones se desmoralizaba a los productores
nacionales que no podían competir en precio con los productos importados.
Afirmar que la “Revolución verde”, que ha triunfado en Asia según él (el triunfo
es relativo y únicamente en ciertos países), debe hacerlo también en África es apostar
por un modelo de desarrollo en agricultura antisocial, no sostenible, e interesado.
Nos explicamos.
Antisocial en cuanto que la revolución verde favoreció únicamente a una capa de
agricultores que tenían posibilidades para adquirir lo que ella ofrecía, es decir semillas
mejoradas, abonos químicos, pesticidas y utilización de agua y sistemas de riego más o
menos sofisticados. Es cierto, aumentó la producción, pero millones de campesinos en
Asia debieron de abandonar la actividad agrícola y emigrar a las grandes ciudades,
donde en algunos casos encontraron trabajo como fue el caso de Taiwán, Corea del Sur,
India… en plenos procesos industrializadores. Y quienes no lo encontraron malviven
con trabajos informales en las calles de Manila, Calcuta, Bangkok, Karachi, etc.…,
nutren los barrios miserables de estas grandes ciudades, inhumanas ciudades asiáticas.
En África hay países que un 80% de su población vive de la agricultura. Un proceso
como el de la revolución verde puede desplazar a millones de campesinos que no serán
“altamente productivos” a unas ciudades en donde no hay ni sector industrial que los
pueda absorber ni sector de servicios.
Insostenible. Es totalmente imposible que las agriculturas del mundo imiten y
reproduzcan el modelo existente en los países industrializados. La agricultura intensiva,
mecanizada y motorizada, consumidora insaciable de abonos químicos y de pesticidas,
que funciona con semillas híbridas, que precisa de riego para conseguir altos
rendimientos, que alimenta a sus granjas de animales con piensos compuestos
elaborados esencialmente con granos, puede interesar a las multinacionales del sector,
pero no puede aplicarse a todo el mundo y en todas partes pues sencillamente
agotaríamos los recursos que hoy la hacen posible. Hay que recordar que solamente el
2,5 % de los agricultores del mundo aplican este modelo de agricultura; el resto trabaja
con tracción animal o con útiles manuales, no aplica abonos químicos ni pesticidas, ni
adquiere semillas mejoradas híbridas o transgénicas, ni sus animales tienen el privilegio
de comer grano con el que dar un alto índice de conversión. Son demasiado pobres.
Y finalmente la opinión del comisario europeo para la cooperación y el desarrollo
nos parece interesada. Si de verdad comprende en toda su profundidad la necesidad de
que los agricultores de África sean autosuficientes, tendría que plantearse que los
Estados de este continente no podrán hacer proyectos de apoyo a las agriculturas
familiares si no se les libera de sus pesadas deudas externas, o si se elimina su acceso
preferencial al mercado europeo y se les presiona para que abran sus economías. ¿Quien
desmontó los programas de vulgarización agrícola que tras la independencia pusieron en
marcha muchos gobiernos africanos con los que se pretendía aumentar la productividad
de los agricultores? ¿Quién les obligó a abrir sus mercados al cereal europeo, a las
carcasas de carne de tercera o a los excedentes de pollo subvencionados de Bretaña?
¿Quien les alentó en proyectos mastodónticos para producir materias primas agrícolas
para la exportación? ¿Quien les va con cantos de sirena, incluso hoy, de que los
agrocombustibles pueden ser una solución a sus problemas?.
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Es una opinión que sigue pareciéndonos parcial, adaptada en el lenguaje a una
situación que en sus consecuencias inmediatas pinta mal para muchos pueblos de
África, pero que a largo plazo puede ser un revulsivo en su conciencia de los problemas
que les afectan.
Y es una opinión preocupante en cuanto que quien la da es el comisario europeo
para el desarrollo y la ayuda humanitaria.
Pasqual Moreno Torregrosa
Dr. Ingeniero agrónomo
Profesor de la Universidad Politécnica de Valencia
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