COMENTARIOS CON RESPECTO AL LIBRO DE DISCUSIÓN PUBLICADO EN FECHA DE 19 DE DICIEMBRE POR LA COMISIÓN EUROPEA, SOBRE LA APLICACIÓN DEL ARTÍCULO 82 DEL TRATADO, RELATIVO AL ABUSO DE POSICIÓN DOMINANTE La iniciativa de la Comisión Europea, dirigida a promover un debate sobre el artículo 82 del Tratado, con la finalidad última de establecer unos criterios legales para la aplicación e interpretación uniforme de este precepto, ha de considerarse de suma importancia, dado que una verdadera y eficaz protección de los mercados comunitarios contra conductas anticompetitivas requiere de manera imprescindible la creación de un marco legal y económico estable que al día de hoy no existe. Mientras que el artículo 81 del Tratado, regulador de los acuerdos restrictivos, se ha visto concretado y desarrollado mediante numerosas normas de diversa índole1, al día de hoy todavía no consta semejante desarrollo normativo con respecto al artículo 82. Esta completa falta de positivización ha provocado, por otro lado, una abundante jurisprudencia, la cual, no obstante, no ha podido establecer unos criterios claros y uniformes que pudieran acabar con la inseguridad jurídica existente, como veremos más adelante. No ha de sorprender, por tanto, que la referida ausencia de criterios legales, así como las diversas líneas jurisprudenciales existentes, impiden en la práctica el ejercicio de un control eficiente de las conductas abusivas realizadas por compañías que ostentan una posición de dominio. Al respecto, basta con analizar las resoluciones judiciales remitidas por los tribunales nacionales de los diferentes Estados miembros a la Comisión Europea para su publicación en la página web de la Dirección General de Competencia (www.europa.eu.int); ninguno de estos pronunciamientos versa sobre el abuso de posición dominante. En España, esta situación se ve agravada aún, si cabe, si tenemos en cuenta que al día de hoy los participantes del mercado que Entre otro, Reglamento CE 2790/99, de la Comisión, de 22 de diciembre de 1.999, Reglamentos CE 2658 y 2659/2000, de la Comisión, de 29 de noviembre de 2.000, Reglamento CE 772/2.004 de la Comisión, de 27 de abril, Reglamento CEE 2821/71, del Consejo, de 20 de diciembre, Reglamento CEE 1984/83, de la Comisión, de 22 de junio de 1.983, Comunicación de la Comisión sobre directrices relativas a las restricciones verticales (DO C 291, de 13 de octubre de 2.000), Comunicación de la Comisión sobre directrices relativas a la aplicación del artículo 81 a los acuerdos de transferencia de tecnología (DO C 101, d 27 de abril de 2.004), Comunicación de la Comisión relativa a los acuerdos de menor importancia que no restringen la competencia de forma sensible en el sentido del apartado 1 del artículo 81 (DO C 368, de 22 de diciembre de 2.001), Comunicación de la Comisión sobre directrices relativas a la aplicación del apartado 3 del artículo 81 del Tratado (DO C 101, de 27 de abril de 2.004). 1 1 pudieran estar afectados por un acto abusivo y anticompetitivo, tales como consumidores o competidores, se ven impedidos en la práctica a defender sus legítimos intereses y derechos tutelados por el artículo 82, debido a que los órganos jurisdiccionales civiles en nuestro país no suelen entrar a analizar el referido artículo, ni su precepto nacional correspondiente, el artículo 6 de la Ley 16/1989, de 17 de julio, de Defensa de la Competencia. Esta situación tiene su origen principalmente en una Sentencia de la Sala Civil del Tribunal Supremo español de fecha 30 de diciembre de 1.993, en la cual la parte demandante solicitó, en un procedimiento ante la jurisdicción civil, que se condene a la demandada CAMPSA a que cese en la realización de actos de abuso de posición dominante en los contratos de suministro de carburantes y al resarcimiento de los daños y perjuicios causados, invocando tanto el derecho nacional de defensa de la competencia como el entonces artículo 86 de Tratado. El Tribunal Supremo desestimó la demanda por falta de competencia del juzgado para esta materia, indicando respecto del derecho comunitario alegado que “no puede llegarse a la conclusión de ser competente un Juzgado de orden jurisdiccional civil para conocer de la demanda inicial de los presentes autos en la que, respecto al pedimento primero del suplico, se pretende la aplicación a título principal del art. 86 del Tratado de la Comunidad Económica Europea, pues si en la citada jurisprudencia se reconoce la competencia de los órganos jurisdiccionales nacionales que no pertenezcan a “las jurisdicciones especialmente encargadas de aplicar la legislación nacional sobre la competencia o de controlar la legalidad de esta aplicación por parte de las autoridades administrativas (en nuestro sistema judicial, la Jurisdicción Contencioso-Administrativa…) para la aplicación directa de los arts. 85.1 y 86 del Tratado2, tal aplicación ha de ser a título incidental, no a título principal comos se pide en la demanda ya que en este caso, la aplicación de las tan repetidas normas comunitarias queda reservada a la Comunidad si ha iniciado un procedimiento a tenor del art. 9.3 del Reglamento 17, o, en otro caso, al Tribunal de Defensa de la Competencia…” Y respecto del Derecho interno español sobre actos abusivos del a competencia, el Tribunal Supremo atribuyó a las normas de competencia un carácter exclusivamente administrativo, concluyendo por tanto “que no resultan competentes los Juzgados y Tribunales de orden jurisdiccional civil para conocer de la pretensión contenida en el apartado primero del suplico de la demanda, por ser competencia privativa de la Administración del Estado y, dentro de ésta, del Tribunal de Defensa de la Competencia.”. 2 Ahora, arts. 81.1 y 82 del Tratado 2 Pues bien, resulta manifiesto que negar la competencia a las tribunales nacionales del orden civil priva a los particulares del acceso a la jurisdicción ordinaria, en manifiesta vulneración de su derecho fundamental a una tutela judicial efectiva3, pero no obstante el Tribunal Supremo durante muchos años no alteró su posición, sino que la confirmó en Sentencias posteriores, entre otras la de 4 de noviembre de 1.9994. Tuvimos que esperar hasta una Sentencia dictada en fecha 2 de junio de 2.000 para que el Tribunal Supremo cambiara la línea jurisprudencial existente, permitiéndose desde entonces al menos teóricamente la aplicación de los artículos 81 y 82 del Tratado por parte de los tribunales ordinarios. En el mismo sentido regula el Reglamento CE 1/2003, del Consejo, de 16 de diciembre de 2.002, relativo a la aplicación de las normas sobre competencia previstas en los artículos 81 y 82 del Tratado, en su artículo 6 que “los órganos jurisdiccionales nacionales con competentes para aplicar los artículos 81 y 82 del Tratado”. Asimismo, se recoge en el Considerando 7º lo siguiente: “Los órganos jurisdiccionales nacionales desempeñan un cometido esencial en la aplicación de las normas comunitarias de competencia. Salvaguardan los derechos subjetivos que emanan del Derecho comunitario al pronunciarse sobre los litigios entre particulares, por ejemplo mediante el resarcimiento de daños y perjuicios a los afectados por la comisión de infracciones.” No obstante esta evolución hacía una aplicabilidad directa del derecho de competencia por parte de los órganos jurisdiccionales de nuestro país, en la práctica, existen todavía numerosas causas por las que los operadores del mercado afectados por un acto abusivo no acuden a los tribunales para hacer valer sus legítimos derechos. Entre estas razones, destacan las siguientes: Artículo 24 de la Constitución Española En esta Sentencia, el Tribunal Supremo, basándose en su Sentencia de 30 de diciembre de 1.993, ya citada con anterioridad, así como en un pronunciamiento del mismo Tribunal de 18 de mayo de 1.985, dictado bajo al vigencia de la Ley de Defensa de la Competencia anterior, indica que “en ambos fallos se defiende la misma doctrina: aunque a efectos prejudiciales cada orden jurisdiccional pueda conocer de asuntos que no le están atribuidos privativamente, esta facultad no permite extender la jurisdicción de los Juzgados y Tribunales a materias de la competencia exclusiva o privativa de la Administración, como son las relativas a la existencia de prácticas abusivas al explotar una posición de dominio en el mercado”. Y concluye “por ello el problema de si United International Pictures Sociedad Regular Colectiva se prevalió e su posición de dominio en el mercado de la distribución cinematográfica imponiendo de forma indirecta … condiciones comerciales no equitativas (art. 6 de la Ley) alimenta una polémica que no puede ser enjuiciada por los órganos de la jurisdicción civil, siendo por ello revocable la sentencia impugnada que declaró la nulidad de los contratos suscritos, atribuyéndose facultades deferidas por la Ley al Tribunal de Defensa de la Competencia.” 3 4 3 Ø Hasta el día de hoy, no se ha resuelto expresamente la cuestión de si los órganos jurisdiccionales nacionales del orden civil son competentes para conocer del derecho interno español, regulador del abuso de posición dominante (artículo 6 de la Ley de Defensa de la Competencia). Al respecto, la ya citada Sentencia CAMPSA del año 1.993 había denegado rotundamente la competencia de la jurisdicción civil tanto respecto del derecho comunitario como del derecho nacional. Sin embargo, la Resolución del Tribunal Supremo de 1 de junio de 2.000 supone meramente un cambio jurisprudencial con respecto al derecho comunitario, guardando el silencio más absoluto acerca de una eventual competencia de los Tribunales del orden civil para conocer del derecho nacional de la competencia. Asimismo, ha de tenerse en cuenta que a los Juzgados de lo Mercantil, que presentan un orden especial dentro de la jurisdicción ordinaria, encargados, desde el año 2.004, del conocimiento de “los procedimientos de aplicación de los artículos 81 y 82 del Tratado de la Comunidad Europea y de su derecho derivado”5 no se atribuye competencia alguna en lo que concierne al derecho nacional español de defensa de la competencia. Ø La Ley española de Defensa de la Competencia, en su artículo 13.2, obstaculiza enormemente el ejercicio de acciones de resarcimiento de daños y perjuicios causados por actos anticompetitivos6, en cuanto que solamente se permite semejante reclamación cuando consta una declaración firme del Tribunal de Defensa de la Competencia, y, en su caso, de los Tribunales del orden jurisdiccional contencioso-administrativo, respecto de la existencia de una conducta anticompetitiva. Entendemos que esta duplicidad de los procedimientos y la extrema prolongación en el tiempo de los mismos, impide en la mayoría de los casos que los eventuales afectados por una conducta abusiva decidan recurrir a los órganos judiciales en búsqueda de tutela de sus legítimos derechos. Ø La ya mencionada falta de seguridad jurídica por la completa ausencia de normas positivas que determinen el Artículo 86 ter de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del poder judicial. El artículo 13.2 de la Ley de Defensa de la Competencia solamente permite una acción de indemnización de daños y perjuicios causados por actos anticompetitivos cuando consta una declaración firme. 5 6 4 contenido de los diferentes conceptos comprendidos en el artículo 82 del Tratado y su correlativo español, a la vez que existe un amplio abanico de resoluciones judiciales. Al respecto, hemos de resaltar en primer lugar la indeterminación del término “posición de dominio”. Así, las Autoridades Comunitarias han vacilado entre distintas definiciones discrepantes que impiden percibir un criterio uniforme. Es decir, mientras que en varias Sentencias, se afirma la posición dominante cuando la empresa en cuestión “tiene la facultad de oponerse al mantenimiento de la competencia efectiva”7 en el mercado; en una Decisión de la Comisión Europea, se establece que “una empresa se encuentra en posición de dominio cuando tiene una posibilidad de determinar su comportamiento con independencia que le permita actuar sin tomar en consideración a los competidores, compradores o proveedores”8. La referida incertidumbre en cuanto a cómo identificar una posición dominante se ve agravada aún debido a la diversidad e indeterminación de los criterios existentes. Así, estableció el TJCE que la identificación de una posición dominante “debe hacerse examinando, en primer lugar, su estructura y, después, la situación competencial en dicho mercado… la existencia de una posición dominante resulta en general de la reunión de varios factores que, considerados aisladamente, no serían necesariamente determinantes9”. El TJCE recoge como principales factores los “recursos y métodos de producción, métodos de presentación, transporte y venta, tecnología e integración vertical… número y fuerza de los competidores, cuotas de mercado y volúmenes de venta, precios y barreras de entrada…” Se aprecia de manera meridiana el carácter indeterminado de los conceptos jurisprudenciales en liza, así como la relevancia que el análisis económico de los mismos tiene como determinante de su apreciación. En cualquier caso, el estudio estructural del mercado conlleva el análisis de la “cuota de mercado” y de las “barreras de entrada”; conceptos ambos que las autoridades europeas han manejado en distintos sentidos y STJCE de 18 de febrero de 1971 “Sirena” y de 8 de junio de 1971 “Deutsche Grammophone”. 8 Decisión de la Comisión “Continental Can” de 9 de diciembre de 1971 9 STJCE de 14 de julio de 1978 “United Brands”. 7 5 que, una vez más, ponen de manifiesto la falta de certeza jurídica: Respecto de la cuota de mercado, el TJCE ha especificado, entre otro que “una elevada cuota de mercado no permite concluir que ostente un control automático del mismo, lo que habría que apreciar a la luz de otros factores”10, pero también que “una alta cuota de mercado es altamente significativa”11. Más confusa aún resulta la Sentencia según la cual “una cuota de mercado de 10% o menos, excluye, salvo circunstancias particulares, la existencia de una posición dominante.”12 Y respecto de la barrera de entrada, las diferentes posturas oscilan, en sus posiciones extremas, entre considerar como “barreras de entrada” sólo a los obstáculos legales o administrativos y considerar barreras a todo coste que debe asumir quién entre en un mercado13. Por todo lo expuesto, ha quedado acreditado que para una verdadera y eficiente protección de la libre competencia, en beneficio de todos los operadores del mercado y principalmente en el de los consumidores, es imprescindible la adopción de unos criterios uniformes y la creación de un marco normativo claro que acabe con la inseguridad jurídica existente. Mariano Aguayo Fernández de Córdoba STJCE de 14 de julio de 1978 “United Brands”. -STJCE de 13 de febrero de 1979 “Hoffman-La Roche”. 12 STJCE de 25 de octubre de 1977 “Metro-SABA I”. 13 Así, la STJCE de 9 de noviembre de 1.983 (“Michelin”) considera el funcionamiento propio del mercado como una barrera de entrada. La “notoriedad de una marca” fue considerada barrera de entrada por la Comisión en Decisión de 22 de julio de 1.992 (“Nestlé-Perrier”), mientras que la STJCE de 13 de febrero de 1.979 (“Hoffman-La Roche”) asimila las elevadas inversiones que se requieren para acceder al mercado a una barrera de entrada. 10 11 6