Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. Rev Esp Patol. 2013;46(1):65---66 R E V I S TA E S PA Ñ O L A D E Patología www.elsevier.es/patologia IN MEMORIAM Dr. Robert E. Scully, 1921-2012 El doctor Robert Scully, uno de los grandes patólogos del siglo pasado y, sin duda, la autoridad mundial en cáncer ginecológico durante décadas, falleció en Boston (Estados Unidos) el pasado 30 de octubre. En estas líneas queremos resumir su brillante carrera y rendir homenaje a un maestro singular con quien tuvimos la suerte de convivir varios años. Robert Edward Scully nació en 1921 en Pittsfield, en el estado de Massachusetts, en el seno de una familia de origen irlandés que se había establecido en Estados Unidos a mediados del siglo xix. Muy pronto quedó huérfano de padre y su infancia transcurrió bajo la estricta vigilancia de su madre, una mujer de gran entereza, maestra y directora de escuela, de quien recibió una educación que estimulaba el espíritu de sacrificio. Los buenos resultados escolares no se hicieron esperar: primero en el College of the Holy Cross de los jesuitas de Worcester (1941) y más tarde en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard (1944), el becario Robert E. Scully se graduó con los máximos honores y distinciones académicas. En Harvard tuvo como profesores a grandes figuras de la medicina estadounidense, como Cannon o Minot, y durante su residencia en el Peter Bent Brigham, Children’s Hospital, Free Hospital for Women, y en 1699-8855/$ – see front matter http://dx.doi.org/10.1016/j.patol.2013.01.001 el Boston Lying-In, aprendió con los patólogos eminentes de la época, como S. Burt Wolbach, Sidney Farber y Arthur Hertig. Sin embargo, su verdadera alma mater acabaría siendo el emblemático Hospital General de Massachusetts, donde trabajó casi 50 años y al que solo abandonó para servir en el ejército durante la guerra de Corea. En el «Mass General», y bajo la tutela de Tracy Mallory, Benjamin Castleman y Joe V. Meigs, comenzó su aventura singular con los tumores del tracto genital femenino, y especialmente con los ováricos. Gracias a las contribuciones científicas del doctor Scully, hoy es posible entender el origen y la conducta biológica de una gran variedad de cánceres ginecológicos y de lesiones precancerosas. En 1953, y a raíz de su descripción del gonadoblastoma, colaboró con el profesor John McLean Morris, de la Universidad de Yale, con quien describió la feminización testicular. Más tarde, en 1970, describió con el profesor Arthur Herbst el primer modelo de carcinogénesis transplacentaria en humanos debida a la ingesta materna de estrógenos sintéticos (dietilestilbestrol). Además de realizar las primeras descripciones de la literatura de un gran número de neoplasias, como el adenosarcoma mulleriano, el tumor ovárico asociado al síndrome de Peutz-Jeghers, el tumor anexial Wolffiano, el tumor de células de la granulosa de tipo juvenil, el carcinoma de células pequeñas asociado a hipercalcemia, el origen apendicular de los tumores mucinosos ováricos asociados a seudomixoma peritoneal, y otros muchos, el doctor Scully lideró durante más de 30 años la preparación de las nuevas clasificaciones de los tumores ginecológicos propuestas por la Organización Mundial de la Salud y el Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Como consecuencia de lo anterior, su fama de experto en patología ginecológica se extendió pronto por todo el mundo y le llovieron consultas (hasta 20 o 30 casos al día). Siempre las mantuvo separadas de los casos del hospital, asignándoles un número con el prefijo «SCS» (Scully consultation series), número que alcanzó el 27.000 en el momento de su jubilación. El doctor Scully empezaba a estudiar los casos por la mañana temprano y continuaba durante todo el día en medio de múltiples interrupciones de clínicos y patólogos que, como nosotros, iban a consultarle casos o a comentarle proyectos y manuscritos. Este ritmo continuaba los sábados y Documento descargado de http://www.elsevier.es el 19/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. 66 domingos, salvo que esos días se iba a casa algo más pronto, cenaba fuera con amigos o visitantes y, cuando podía, iba al béisbol y seguía de cerca a los Boston Red Sox. Todos los que tuvimos el privilegio de mirar al microscopio con el doctor Scully nos dimos cuenta inmediatamente que estábamos frente a una de las grandes figuras de la patología quirúrgica. Rara vez fallaba un caso. Sus diagnósticos eran como disparos certeros. «The bullet»: así le llamaban los residentes. «Did you show it to the bullet? What did he say?», decían con respeto y admiración. Pero a pesar de esta rara habilidad innata, nadie le oyó jamás decir: «You are wrong». No; al contrario, su actitud era siempre de lo más humilde. «Well. . ., you may be right. . ., but I would phrase it differently», decía cuando opinaba justamente lo contrario que su interlocutor, pero sin herir jamás su dignidad. El doctor Scully poseía una memoria fotográfica de tal calibre, que cualquier imagen histológica o publicación científica que hubiese visto una sola vez quedaba registrada en su mente para siempre. Hasta tal punto era así, que hace 30 años, cuando no había internet, los que trabajábamos con él no necesitábamos ir a la biblioteca. Bastaba con visitar sus archivos de revistas descuartizadas. Allí estaba toda la literatura médica de interés, clasificada, anotada y comentada de su puño y letra, en grandes archivadores metálicos de color gris que se extendían por los pasillos del servicio. El doctor Scully era como un «internet andante». Durante casi 3 décadas fue el editor del Case Records of the Massachusetts General Hospital, que aparecía cada semana en el New England Journal of Medicine. Un total de aproximadamente 1,300 manuscritos. Todos los que le entregábamos manuscritos nos esforzábamos en escribirlos lo mejor que podíamos. Pero lo que para nosotros era perfecto y estaba listo para enviar al editor, nos lo devolvía lleno de correcciones en color rojo. ¡Todo rojo! Y sin espacios en blanco, por la cantidad de notas marginales. Un mar de correcciones; y no solo del idioma, sino también del IN MEMORIAM contenido. Sin embargo, gracias a ello, el artículo mejoraba notablemente. No es de extrañar que un patólogo con cualidades tan excepcionales como las del doctor Scully describiese por primera vez un sinfín de tumores, y tampoco sorprende su enorme producción científica (más de 500 publicaciones). También era de esperar que recibiese numerosos premios y honores, como por ejemplo los doctorados honoris causa de las Universidades de Leiden, College of the Holy Cross de Massachusetts y Autónoma de Barcelona; el «Honorary Fellowship» del Royal College of Pathologists y la instauración del «Robert E. Scully Professorship» de la Facultad de Medicina de Harvard, que en la actualidad distingue a uno de nosotros (RHY). Nada de esto sorprende. Lo que sí resulta sorprendente es que un hombre con semejantes cualidades intelectuales, que ha sido una referencia sin par de patólogos, ginecólogos, endocrinólogos, oncólogos y otros muchos especialistas de la medicina de nuestro tiempo, fuese además una gran persona que prefería pasar desapercibida; una persona sencilla dotada de un fino sentido del humor. Eso es más raro. Los que nos sentimos orgullosos de haber sido sus discípulos y amigos creemos que era esa la verdadera grandeza de Robert E. Scully («RES» en nuestro argot familiar): un auténtico gentleman de la Patología y de la Medicina de nuestro tiempo; un hombre bueno y generoso dotado de un gran sentido de responsabilidad docente. En otras palabras, un verdadero maestro. Esther Oliva b , Robert H. Young b y Jaime Prat a,∗ a Servicio de Patologia, Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, Barcelona, España b Departamento de Patologia, Massachusetts General Hospital, Boston, Estados Unidos Autor para correspondencia. Correo electrónico: [email protected] (J. Prat). ∗