10 ENCÍA DE ESPAflA CORRES CTS A 5 0 LXXIV.—NUM. 23.028 COMENTANDO! « El Gobierno y inedia docena de riquísinvos propietarios son Los culpables, los únicos culpables, de que la langosta haya invadido una extensa zona de la ribera del Ebro y de allí ha-ya pasado a los pueblos del monte, amenazando destruir cosedias por valor de muchos millones de pesetas. Como no me gasta decir nada sin probario, voy a demostrar mi afirmación. -XLa langosta apareció hace años en los montes de la comarca llamada Lx>s Monegros, a la izquierda del Ebro. En esa coniarca hay grandes, enormes latifundios, propiedad del Estado y de unos cuantos particulares. Esos latifuaidios esíán incultos en gran parte y allí enconíró la langosta campo apropiado para su desarrollo. De cuando en cuando apanecía en los pueblos vecinO'S de la ribera, v Gelsa, Sá.s_ tago, Fuentes de Ebro, Ouinlo v La Zaida, tod'O^ el!t)s rifiuí'^inio--, hacían titánicos esfuerzos para no dejarb. propagar.-e. P e ro de nada servían sus irübíijos, pues n^i €' Gobierno hacía .nada en icis mor res del Estado, ni !cs j^randes propietarios gastoban una sola peseta en los la'irundios de su propiedad, dcd!rad,;>s a pastos y a ^ z a . E'P aquellos terrenos sin roturar se ftié desarrollando ¡a terrible pl: g"a v Iioy ha invadido con tal fuerra las \í'g:íiü ce ¡a orilla, dereclia, que hasta los trenes han sido detenidos en el término de Escatrón. ¡Calcid;-!! los 'ea^vcs c;iál será la cantidad de lango:-ta ! La m.Ti'O'" c<iite d^-^ 'L'S n'^cblos del di."— tnto de Belehite qiie lepp-senta en Corres mi inKcpan.ble (•••im;):iriero Leopoldo Rotneo, están invadidos de un modo alarmante, y en otros como Codo, Belchite y Puebla de Albortcn empieza la invasión, siendo imposible cciittcr.er el íivanee, aun cuando el vecindario realiza trabajos superiores a sus fuerzas. Sería yo el primero en tiens-urar a los pueblos si fuesen culpables de la propíigación de la !angxx>ta por no haber cumplido la Ley de Plagas del C a m p o ; pero no es ^ t e el caso. Los pueblos todos dei distrito de Belchite, situada-^ en la ribera del Ebro, .han realizado durante años trabajos muy *^ntinuados para atajo.r e' <::e-arroHa de la "•i^^osta; p>ero de n-aoa ha seívido que ^SOi pueblos hayan cumplido con su dewr, pues junto a ello? e^ítabaíi'. los inmenS'Os latifundios de Los Monegros, en los f^Uales nada hacían ni el Gobierno, ni sus propietarios. Un día v otro día he visitado durante años enteros a los nfinistros <^e Fomento para nedirles que.repartiesen •os montes del Es^-K':), medio ÚHÍLO de roturarlos, v que obligasen a los riquísil^os propietarios de Los Monegros a com• ^^ la plaga de langosta; pero todo fué inútil, y han dejado que el mal adquiriese caracteres de tal gravedad, que si ¡as cosas siguen así, s<"rá la langosta quien se encargue de la siega. •3f ^j ^>o hay derecho a que una comarca tan J^ y tan extensa cerno los regadíos de r ^ ' s a SástagK), Fuentes de Ebro, Ouiny La Zaida, pueblos que por sí "solos í«col.eotai> muchos millones de pesetas en productos de huerta, estén invadidas de 'angosta, por culpa del Gobierno, que no V A R I A S EDICIONES M A D R I D . — S Á B A D O 14 D E MAYO DE 1921 cumplió la Ley de Plagas del Campo enf los montes del Estado, y de unos coiantos riquísimos propietarios que dedican, a pastos y a caza monees extemsos, susceptibles de ser cultivados. Todos los esfuerzos individuales han sido estériles para impedir que las nubes de langosta invadieran la comarca defendida con tanto tesón por los pueblos de la huerta, y una vez adueñada la plaga de esos términos, su mardha hacia los pueblos del monte ha s¿do cosa sencilla. ¿ Qué razón hay para que paguen esos pueblos culpas que no tienen ? El Gobierno está obligado a darles trato de favor, enviando allí todo género de auxilios sin regateo de ninguna clase, pues él es el mayor culpable oe que la langosta se haya desarrollado. ¿Cómo quiere el Gcbienno que los pi:cblos sx; defiendan, si el foco principa! está en los mortes del Estado? ¿ C<3nio ^•a a preterdier que los pueblos continúen ga'-tando Lo c.ne no pueden gastar para aiendor a remediar un daño cau.'•ado pr^r culpa del Estado? ¿Cómo va a tratar <'ei mismo nudt> a estos pueblos qiie cumplieron siempre, por la cuenta (¡i'e les traía no dejar extenderse la lan.g'.^-:. todo lo mandudo en la I^ey de Plag.i,- : '•] Catn>x), que a quienes jamás la crumpi'oron ? I:i daño causado es supc-ior a cuanto pueda ailcular el Sr. Cierva v es preciso, cue.M.tí lo que cue..-te, atajar la p!;tga en esa ccniarca, anre'- de que el mal sea irremedi.ib'e y la io.asic^n alcance a los pueblos del monte, pues allí será impr.,dble combatirlo, L>or ser terrenos adccuatíos a su diffusión. P e r el momento, solam.iente se puede combatir la plaga; pero será preciso que el Sr. Cier\'a ordene el inmediato reparto de los montes d'e! Estado que están incultos en la com.arca de Los Monegros, medio único de r..'tu,rarlos v de acabar para sien-pre con el foco de donde proceoe la lairg<'Sta que ahora ha invadido la ribera del Ebro y parte de los montes a ella próximos. Se trata de defender miichos millones de pesetas y sobre todo de impedir que una vez más sean el Estadb y u^nos cuantxts propietarios los cuípables de la ruina de una comarca. Este comer.tario, tiende, como habrán deducido los lectores, no solamente a dern':.-.;rnr nr.f rsa comafca tiene mitls que ninguna derecho a ser amparada, sino a poner en evidencia que el Gobierno es el primero en dar el mal ejemplo, dejando sin cumplir lo mandado en la Lev dé Plagas del Campo en los montes que son propiedad del r.stado. Una vez más se confirma que los Ciobiernos son la m.ás "terrible de Ir^i plagas padecidas por España y los culpables de casi tod^as las calamidades nacionales. LOS R A Y O S X UN PELIGRO INMINENTE El perfecdonamiento de los rayes X con el empleo de la ampolla o tubo Cooüd. ge y más aún con el de los niuevos procedátnientos alemanes, que utilizan para la radioterapia aparatos de 200.000 voltios con varios milamperios, ha permitido teleradiografiar huesos a distancia de 80 metros y atravesando gruesos muros de piedra. Esa fuerza enonne de penetración ha demostrado que existen gravísimos peligros para los vecinos que hahiían cerca de un gabinete de radioterapia, y en p-nancia se e.síá estudiando el modo de reglamentar su establecimiento, después de cí>mprobar que las modernas cúpulas de protección son en absoliiío insuficientes. iMuchos accidentes, algunos mortales, han sido registrados ya por el empleo imprudjente de Rayos X, y el doctor Comtremoulins, jefe principal del Laboratorio Principal de Radiografía de los hospitales de París, afirma ée un modo categórico, después de muchos experimentos, que el peligro es de una gravedad enorme, pues los aparatos modernos funcionan con una fuerza de radiación 21.000 veces mayor que los aparatos primitivos, cuando ios tubos o ampollas trabajan a un régimen de ocho m'ilamperioí», cosa muy frecuente. Ya nos ocupamos hace días del asunto y hoy lo hacemos de nuevo al tener conocimiento de la convunicación enviada a la Academia de Ciencias por el Dr. Contremoulins, en atención a su extraordinaria imiportancia.—C. de E . SINDICALISTAS DETENIDOS Por cobrar las cuotas Zaragoza.—^En la p'laiza del Mercado fueron rifeitenddos por un giuaidiia de Segnjiridiad dos sind'icaljsitas que ag-uar-daban él paso de los obtf-eros para oibligarles a sa.'tiisfacer las cucítajs con destino ai Siodicato único. En el mocnenío de la <íeitenci<4n, uno de los sindicafctas tenía la m.aTio derecha ocidta en eí bolsiillo de iá americana., empuñaiv<ío una pjstoia automática. Se llaman los deteiiiídlos Juüán Meri-no Martínez y Segiináo Martincí: Fernández. Ambos han sido pus.stos a diíposición' dd juez especial. La l-ollcía concede gran ijnportancla a estas detenciones. INFUNDIO TRAS INFUNDIO La diaria rectificación Han podido apreciar tos lectores que publicamos el menor número posible de noticias relacionadas con el proceso incoado por el asesinato de! S r . Dato y óon la bu.sca y captura de los cómplices de Mateu. Adoptamos esa actitud hace ya JUAN DE ARAGÓN muchos días, en cuanto nos conrvencimos —* «.' .V'iB13Bi d,e que se está siguiendo la táctica de ir EN LA C.4RRETEIU DE EL PARDO lan;ar¡do cada día un infundio, para luego rectificarlo, sin reparar en el daño i-ln ia carretera de El Pardo fué atropella- enorme que están haciendo a algo que dedo aii»:ric pv-T un autocaamióni cargado con bería estar por encimia de las miserias huslli-iiS dt liicrr<j el jornalero AntO'.^io .\lvarez manas : el prestigio de ¡a administración García, o-'^ veiníicino años, domiciiiado eu la de ju&ticia y de la Policía. ¿Quién lanza esas noiicias tan fantásticalk del Pacíi'.co, número 33, que había sido uno óe los incbviíiuo.s que ha'oian ayudado a cas? ¿ E s el juez? No lo creemos, pues cargar las sil!a.s. es nvuy inteligente v muy formal el señor La.s lesiones que sufre son giravisimas, p>or Escalera para dedicarse a tal diversión. habedc pr..sad'.> por encima una de las ruedas ¿ E s la Policía ? Tampoco lo creemos, pues traseras del autocamión. 1 no suponemios a ningún policía tan de- Atropellado por un autocamión mente que se dedique al desprestigio áá Crtieipo en donde vive. ¿ Para qué decir que se h a eraoontnwio un laboratorio dedicado a fabricar terribles explosivos, si no hay tal cosa? ¿ A santo de qué hablar de terribles anarquistas, asesinos convictos y casi confesos, si todo eso es falso ? ¿ Con qué objeto hablar de complots descubiertos si lo único exacto es que exisiten pruebas de que pudo haber encubrimienito ? Por propio instinto de oortservación deberían ser más cautos quienes asJ ertgañan a la opinión pública. ¿ N o comprenden que cuanto más mienían más enorme va a ser la plancha, o mejor ,dioho, )tL serie de plandias? Y a todo esto... ¡ Casanella y Noble, riéndose de sus perseguidores I— J. de A . (D DIARIAS UN CUENTO El entierro del gato Un patrono moribUjodo 2!aragoza. —' A las siete de ayer tarde, y cuando se dirigía a su domicilio, .sito en la calle üel CtJMí, JyO, el patrono carpintero Hilario Bernal Julián, de treinta y nueve afk>s de edad, tres individuos que estaban apostados en la esquina de la calle de San ."Ig-ustin, próxima a su domicilio, le hicieron varios disparos por la espalda. El patrono cayó al suelo, pero pudo incorporarse y llegar hasta su ca^a, ca}'erKÍo desfallecido en la escalera. Varios vecinos le oondujeror. rápidamente a la Casa de Socorro. El agredido tiene una henda <;• .arma -de fuego, con entrada en la roción rev.ú v con ealida ¡x>r eí vientre, calificando I-as médicos su estado de gravísin^o. Le fueron administrados los Santos Sacramentos. Los agresores lograron internarse en d intrincado barrio del Sepulcro, persegiuiidos por un peón, llamado Manuel Alloza, que aco(n> pañaba a la victima, un individuo deí somatén y un guardia de Segiuridad, cicJista. Los malhochorea hicieron v-arios dispa'ros contra sus perseguidores, log;rando despistarlos y desaparecer. La Policía va a practicar varias detenciones, confiando en dar ocn los autores. Mil aim,i\go Cotte-Maigre me teicíoneó asycr. Desde la primera pwlabra cotnpreixli que tenía un dLsg^isto. —Me ha ccurricío una desgracia—aje d5^. Su voz me produjo te. impresión de que la desgracia era grave, y pensaba decirle aigiuna frase de condolencia y simpatía, cuai>do añad¡<$: —Y tengo que pedirle a usted un fajvor. ?.to quedé un p<x-o perplejo, porque no expresaiijisn sus paSa.bras si nexX'Siií.aba mi dinero, n-.i ccche o mi traje para ir a una cerejnonja; una hcxía o un en'ierro. C<,)tte-MaigTe ««itirujó ¡rwiy afectado: —Fjg-úrese usted qt:e se me ha muerto el gato. Miruiiho ha nra';rto e.-;ta nifiñana. Tengo una pena tremendii. ¡ l%ra tan bonito!... No puedo resiona'-p.ie a lira ríe poc ]ia aácatitarilh^, y he pensado que tieao usted jwtíin. ¿Me permite usted enterrar a Minocho en el bosq-.K de tilos, donde }'accn ya dois g.ito.s de usted? Xo pudo menos de enicciüiva.nne, y ¡tcce di al momento. Es r.-ocesario saiber lo que os vtn faV) para com.orender e^-ilo. Si uti;e<le.>--, kcttire.-^, ío supieran, lo cij-mpronííerían.. Iie5.-,de i".x-í.>-<.- ^é. que ustedes han vL-ío en ridiculo .a do.s hornbre..s que se preoeu-pe.n <'e ia nuii .--íe <le, un gato. Si fiierít i\n perro, e-s ."--eopiro que rjO sorprendería, porque a un perro se 1e sif.rifica C£0 y algo más por en Táb-ío más viejo aún que nosoíni'-, misr.íc,. \'r: .é ;>> que opinan ijstcdcs 3- ¡^c lo O'rs/) de'ir •> r.id.i uno de I05 que leen: «A mí me ^.f.is'.a n^ás el perro qire c! gato.» Y hasta pueden ustedes preí'erir al loro o al mono; pero no; e^i el pe:; o d qu« goza eísa preferencia t^obre el gati>, como si fuera su adversario, lo mismo qv: lo hh rieo y lo neí^ro. Ciwndo un .'cniiwn mo e!(-g ;'. n sus gallinas, yo elogio a los p;;tos. Dfjo que vivan unos y otros y respf,'io io» méritoi respectivos.. Observo que toma usted, amisto lector, un aspecto agreítivo; que se !e eriza a usttd el pelo, como a! g*:to, fx^rquc no pongo inniídiatíimente a! perro de u.sie(¡ en un pedest.;;!. Pero yo le rueí,'© a u.sícd que le acoa^ej,: (p.e no me lama la m^ino cem que le 6ep,'í:o de mi de un capirotazo, ni que ladre exíen;poráneamente; que no levante la p.ttí^ cu;.r..io hay gente delante, y sobre tod<3 que no 'a levante contra el saco de judí:i,s de jn: tendero o contra la falda de una solterona, con-!-. hizo un riúi'... Porque, en suma, tiene u.-3t:.d un perro muv mal educado. Ya sé que me dirá ifsted que el gato e*; traidor. 1^ desafio a que me h;iga otra rit:i de Buffoíi. ¡El gato es traidor! No; es el -SJ'T má.s fiel; lo que pa-sa es que eüge .'^n-^ fidelidades, porque es refinado en sus amores y na los malgasta. ¡ Que a.'-aña! No lo hace mas que en kgítima defensa, .'\demas, los g-atos de l-r.:\ ns cas;is deben tener cortad;!s las ua.'ts de rü.!::do en cuando; !e molestan si son larg;¡s, y cuando las «limpia» en le« rnueb'e-^ o en !Í-.S árboles no es para afilarlas, sino p.-ir.a lirreirLas. En último lugar Je afea usted cp.x' •-<: coma los pájaros, y me describe usted íi !T"'a en el alero, echado como una hi<!*a, rí ., ;i-> estirado como una jirafa, esperando el plr;tei .que vislumbra entre las ramas del ;¡rb'i' < ;'reano o en el canalón que reluce. Erio e . verdad. Pero ¡ cuárttos desventurados gatos mueren de hambre! Pienso todo esto mientras espero ,". m! irrigo Cotte-.Maigrc. En este in:,-~"n-!o riü'-.'n ; .1terré hace años a Tafabon y Tapayu, dr;-niití=. de haberles cloroformizado par:i q;e' rvi vifrieran. Y tengo remordimiento por haber tív.- — ¿ Y no has socorrido a *se diesgraciado ? —Mi general, creo que estará muerto. Hice blanco al peoho y mi carabina es muv segura. líl anciano, anosadado por la emoción y la fatiga, se hab a sentado en el mismo sillón. De pronto una idea le pasó por la imaginación. —¿Dónde estaba «Jod» esta noche?— preguntó. —Donde siempre, mi general. —¿ Y no ha údrado ? —No, mi geniral. Al principio me hizo reflexionar; pero luego no me extrañó. El perro conoce a la pastora. —Tampoco ladró en Versalles—pensó | el conde. —¿ Quién (fitaba en el jardín ? —Farin y vo, mi general. —¿ Y los ¿emás ? —Están ex las cocinas y no se han enterado de rada. Los parisienses meten muiclio ruidii y las murallas del castillo son muy esí»esas. —¿ Dices que ese desgraciado está en el cuarto d< la condesa ? Sigúeme. Vamos allá. Y apoyándose en el brazo de Marcas atravesó U galería que separaba sms habitaciones de las de Gabriela. I>a puerta estaba cerrada. Marcas llamó. Ro.sa Salió a abrir ; pero al ver al general trató de impedirle el paso. —jS<fior conde—gritaba—, no entréis I ¡ E n nombre de Dios, Marca?, no dejéis entrar al señor! Y la doncella traíal)a de detenerle. —¡Déjame entrar!—gritó el conde—. I Ouiero saber! — ¡ P o r piedad, señor conde, por yes mismo no entréis! — ¿ P e r o qué es lo que se me oculta V— preguntó el general—. ¡ Rosa, dimelo ! —¡ Una gran desgracia !—dijo Farm con los ojos UeJi'OS de lágrimas. —¡ Dime lo que ha pasado ! No com zco mayores sufrimientos qiue los que íie:^de hace seis meses tengo. Y separando a su ayuda de ciímara y a Rosa entró en la esíancia. Roberto, inmóvil, cadavérico, estaba echado en el lecho de la condesa. Estaba agonizando. Gabriela, con los ojos secos e iníi,i;;iados, sin poder llorar, se había arrodiliadc a la cabecera y tenía una mano de .si amante entre las suyas. Más allá, en un rincón, ta:íCSín -ÍÍ^ ro dillas, oraba la pastorcita. De Tresmes, de pie cerca del ¡etisi^ x, í los brazos cruzados, horrorizado dei M-HXso, contemplaba llorando a su mejor amigo. Gabriela no se movió cuando llegó su marido. E ^ pronío dio d o s o tres pasos hacia atrás, su rostro tomó una indecible expresión de terror, y a no ser por Marcas y Rosa, h'ubiese caído al s u d o . —¡RcJbert»!—g^^ritó—. ¡Mi hijo! Y echan áose .sobre él, subrió de bese sus cabellos y su lívida frente. OTRA FELICITACIÓN MÜCHAS~GRACIAS Nuestro director ha recibido la siguiente comunicación: « I ^ Cáffnara A.gTÍcola de esta provincia, en la .sesióm ce'cbrada el día 2 del actual, acordó por unanimidad se significase a usted su sincera felioitación y la expresión de su reconocimiento por la valiente campaña qfue en defensa de los interesas agrícolas viene realizando eni el diario LA C O RRESrONTJKNTiA DE EsPAKA, quc tan dignamente dirige, estimulándole a proseguirla hasta que se haga justicia a la más importante fuente de riqueza nacional. 1.0 que tenigo el honor de participar a usted, cuya vida goiarde Dios muchos años. Córdoba, 12 de mayo de 1921.—El presidente axidental, A. Gómez Godin©.» Muy de \'*ras agradecemos esta mueva felicitaci¿n, y aun cuando no neoesitajnos de estímulos para proseguir sin desmayos el camiino emprendido, aliento nos dan la felicitación y el reconocimiento que entidad tan im.portante dirige a nuestro director. ' EN ZARAGOZA " ATENTADO'SINDICALfSTA SUMÍ- ^ ^ t ó n de «La Correspondencia de España» EL PEGADO OE LA 6ENEEAI FOB CARLOS MEIÍOUVEL (PROHIBIDA tA REPRODUCCIÓN) ^ ' c f a s , si no mo volveré loca. A no ser ^J Rosa, creo que lo estaría ya. No me lU^X? ^ presentarm^e a los ojos de nadie. u^j."gtiro que llevo mi falta escrita en / * frente. oj/j^^stto, emocionado por la desespera(jg? ^'^ tin alma extenuada por la debiliS^trataba de consolarla. ^«ñlri """ ^•^'^'^—'^*^*^''^—' P^''^ dártelo he ,jj^Q<^- Dios me es testigo que te amo »as H^?^ ^ '^ ^'^^^' ™'^ ^"^ ^ todas las co*ara K '""n^o.yque estoy dispuesto a todo «X)i¿Lf , ^rte d i d i o s a ; pero el crimen que «UeS ''"•'*^^ envenenaría el resto de lOui^^ existencia. ¡Sería un asesinato! j ^ e sena del pobre general si al desper«nulp. " ^ mañana se encontrase con que su 1 0 f" '^^^^ escapado! ^ su r " escándalo v qué golpe mortal para uonor y su vida I Imítame, sé fuerte. ,,4 AI verte respiro v recobro fuerzas para'largo tiempo. Ale marcharé alegre y feliz porque he respirado el mismo aire que tú. lis la suprema felicidad. Créeme, Gabriela rnía, no aumentem.os nuestra desgracia. ¡ Tengamos paciencia! Ei tiempo pasaba rápidamente y los minutos se sucedían con vertiginosa rapidez en la esfera del reloj. AI señalar la aguja las nueve, Robefto se levantó. —Es preciso separarnos — dijo—. Sé fuerte y ten confianza en nuestro amor. En vano Gabriela trató de detenerle. ^ — H e jurado a D e Tresmes que no estaría m.ás de una hora, y no quiero faltar a mi juramento. ¡ Ojalá pasen con igual rapidez nuestros días aciagos! La condesa, casi desmayada, se dejó caer en un sillón. —Tened valor, señora...—decía Rosa— ya volverá. —Sí—exclamó Roberto besándola la mano—, volveré. Y despojes de despedirse de la condesa, abrió el balcón y asiéndose a la cuerda comenzó el descenso. La luna, ya Libre de nubes, proyectaba una claridad plateada y uniforme sobre las murallas del castillo. Marcas, desde su escondite, vio a la condesa que había salido al balcón a despedir a su amante. Lleno de indignación y cólera, amartilló su escopeta. Le parecía que estaba designado para vengar, de una soja vez, la injuria hecJia en el honor de dos generaciones de sus nobles amos. Cuando Roberto soltaba la cuerda que pendía del balcón y se disponía a reunirse con De Tresmes, un vivo resplandor iluminó el sitio donde se ocultaba el guarda. Roberto cayó en tierra con el pecho destrozado por uai tiro. Marcas le había matado. De las habitaciones de la condesa salió un grito desgarrador. Era Gabriela, que al oír la detonación había caído desmayada sobre la piedra del balcón. El general se despertó sobresaltado al estruendo del tiro. Con gran trabajo se levantó del sillón, y se aisponía a salir cuando Marcas entró en la estancia. El guarda estaba pálido. —Mi general — dijo—. H e cumplido vuestras órdenes. U n hombre, un desconocido, ha escalado el nnuro y penetrado en el cuarto de la condesa. Fui advertido por Lecerf, que le había visto en Villeíosse. Me oculté tras unos árboles al lado del foso. Hace poco vi al desconocido salir del cuarto, siempre por el balcón. La señora le abrazó en el momento de separarse ; yo ciego de cólera, hice fuego cuando trató de alejarse. El desconocido cayó. Ignoro si le he matado. —¡ Desgraciado !—exclamó el anciano—. ¿ Q u é has hecho? —Obedecer vuestras órdenes. — E s verdad. ¿ Dónde está el herido ? •—Al ruido del tiro salió toda asustada la doncella y del otro lado del jardín llegaron otro desconocido y Juanita la pastora. Creo que le han trasladado al cuarto de la condesa.