LA CONDUCTA PROCESAL DE LAS PARTES EN LOS PROCESOS CIVILES COMO MEDIO DE PRUEBA: REFLEXIÓN SOBRE LA APLICABILIDAD DEL ARTÍCULO 249 DEL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO CIVIL COLOMBIANO Autor: FELIPE PABLO MOJICA CORTÈS1 Introducción. Dentro del amplio espectro del conocimiento jurídico, se encuentra la regulaciòn expresa de diferentes situaciones de la vida del hombre en la legislación de cada paìs. La ciencia jurìdica es cambiante en muchos aspectos, bien sea porque la misma complejidad de la vida del hombre, con el transcurso del tiempo, impulsa la incorporación de comportamientos humanos a las leyes que se van adoptando por los Estados, o porque la propia ley, como fuente del derecho, permite que el administrador de justicia la interprete, y tenga fundamento para resolver el asunto que se le ha puesto en conocimiento. Es precisamente en el àmbito jurisdiccional en el que se desarrolla el tema propuesto en este artìculo, y màs específicamente en el derecho procesal civil colombiano, al examinar desde el punto de vista de las facultades del juez civil, la posibilidad de deducir, al momento de resolver un aspecto puntual del proceso o de dictar el fallo definitivo, si la conducta procesal de las partes puede ser tenida en cuenta como medio de prueba. El propósito del presente artículo es entonces, reflexionar respecto del comportamiento de las personas que intervienen en una confrontación jurídica que se desarrolla en el escenario del proceso judicial, puede o no ser tenido como prueba, pese a que por sí mismo dicho comportamiento no se asimila a los medios de prueba tradicionales y ampliamente conocidos, pero a la vez existe normatividad que permite sostener que en la realidad existen situaciones que se pueden catalogar como de naturaleza probatoria. Està claro que el artìculo 249 del Còdigo de procedimiento civil dispone, como potestad del juez, la posibilidad de deducir indicios de la conducta procesal de las partes, no obstante en la pràctica judicial los administradores de justicia procuran determinar en el proceso los medios de prueba “tradicionales” esto es, aquellos que encuentran una regulación especìfica y completa en el ordenamiento procesal y probatorio. 1 Abogado de la Universidad Santo Tomàs de Bogotà. Especialista en Derecho Procesal y en Negociación, Conciliación y Arbitraje de la Universidad del Rosario. Profesor de tiempo completo de Derecho Procesal Civil General y Especial, Obligaciones y Contratos. Resumen. En el ámbito judicial civil colombiano, las partes que acuden a la jurisdicción, buscan la satisfacción de sus intereses, sea como pretendiente (demandante, actor, o parte activa) o como Demandado (Resistente, opositor o parte pasiva). Los medios de prueba en el proceso civil han sido celosamente regulados por el legislador. Desde el punto de vista del interès de las partes, cada una propende por el reconocimiento de las pretensiones o de las excepciones, segùn se trate de demandante o demandado; la ley procesal le otorga precisas facultades para proponer los medios de prueba que cada uno considere conveniente, dentro de un marco normativo general que debe ser respetado por los intervinentes, en cuanto a las formalidades de tiempo, modo y lugar en las que deben desarrollarse los procedimientos probatorios. Ademàs, la ley procesal civil le confiere especiales facultades al juez civil para que instruya el proceso, de manera que recaude pruebas por iniciativa propia, contradiciendo en alguna medida el principio dispositivo que debe regir en los procesos civiles, pero buscando la verdad de lo relatado por las partes en su demanda u oposición. Al interior de estas facultades del juez civil, la ley jurisdiccional ha dispuesto que la conducta procesal de las partes puede ser tenida en cuenta como indicio, lo cual, sumado a los demás medios de prueba obrantes en el proceso, van a incidir necesariamente en decisión que deba adoptar el juez en el proceso civil. Palabras Clave: Proceso Civil, Medios de Prueba, Indicios, Conducta procesal, Inferencias Probatorias Abstract. In the environment judicial Colombian civilian, the parts that go to the jurisdiction, look for the satisfaction of their interests, be as pretender (plaintiff, actor, or active part) or as Defendant (Resistant, opponent or passive part). The test means in the civil process have been zealously regulated by the legislator. From the point of view of the demands of the parts, each a look for the recognition of the pretenses or of the exceptions, if is plaintiff or defendant; the procedural law grants him precise abilities to propose the test means that each one considers convenient, inside a general normative mark that should be respected by the parts, as for the formalities of time, way and place in those that the probatory procedures should be developed. However, the civil procedural law confers him special abilities to the civil judge so that it instructs the process, so that it collects tests for own initiative, contradicting in some measure the principle device that should govern in the civil processes, but looking for the truth of that related by the parts in its demand or opposition. To the interior of the civil judge's abilities, the jurisdictional law has prepared that the procedural behavior of the parts can be kept in mind as indication, that which, added to the other means of test in the process, they will necessarily impact in decision that the judge should adopt in the civil process. Key Words: Civil Procedure, Means of Test, Indications, procedural Behavior, Probatory Inferences 1. Importancia del concepto de proceso civil. Dentro de la concepción del derecho procesal como ordenamiento jurídico que propende por la efectividad del derecho sustancial, existe un concepto que enmarca la actuación de la jurisdicción del Estado, encaminada a la resolución de una o varias pretensiones de las partes – si se trata de procesos de naturaleza dispositiva, como sería el caso del proceso civil en sentido amplio– o de la averiguación y el juzgamiento sobre una conducta punible con respecto a un sujeto determinado – si se trata de un proceso penal- y en general, la decisión con respecto a la situación que fue puesta en conocimiento del funcionario judicial encargado de administrar justicia, para lo cual se sigue un conjunto de actos ordenado, sucesivo y reglamentado, que es el escenario propicio para el desenvolvimiento de la contienda entre las partes, si se trata de un proceso civil en el cual, en la mayoría de los casos y salvo raras excepciones, los litigantes propenderán por que sus pretensiones o excepciones sean acogidas por el juez, y consecuentemente que su contraparte sea vencida y sometida a su interés jurídico, todo lo anterior dice relación al concepto de Proceso Judicial. He aquí la enorme diferencia que se presenta de tiempo atrás entre los procesos, entendidos estos como el reflejo de los dos sistemas de procesamiento tradicionales: Inquisitivo y dispositivo. Las características de primero se asimilan en todo al proceso penal operante en un gran número de Estados; pero lejos de las bondades o deficiencias de los sistemas procesales, lo cierto es que aun en la actualidad tienen validez conceptos de autores de derecho procesal para quienes es clara la distinción entre el proceso penal y el proceso civil, y ellas son tan marcadas que casi prefieren hablar de las “diferencias entre ambos procesos”2 para dar a entender que el proceso civil y el penal , constituyen las dos manifestaciones más claras de distinción entre los procesos que se surten al interior de un Estado. Así las cosas, sin que haya necesidad de entrar en minucias que hagan difícil la exposición del tema, es pertinente hacer las siguientes consideraciones: En todos los procesos judiciales, sea cual sea la clasificación que se adopte para su adecuada identificación, es evidente que las partes o los sujetos procesales, actúan de diversas maneras para salir adelante en sus peticiones, y en este punto debe proponerse, a su vez, una unificación de conceptos: Sea cual sea el papel de las partes o de los sujetos procesales en las actuaciones judiciales, ellas buscan satisfacer un interés en el proceso, pero este interés adquiere una entidad mayor, ya que se encuentra en pugna un derecho reconocido por la ley, ello significa hablar de un interés jurídico, o de interés jurídico particular. 2. La defensa procesal de los intereses jurídicos. Los intereses jurídicos entran en juego en el escenario procesal, partiendo inclusive desde la propia presentación de la demanda –en el proceso civil- que dará inicio posterior a un proceso, ellos se traducen en la formulación de una o varias pretensiones. En este punto es del caso anotar, que en diversas oportunidades no ocurre lo mismo si se trata de derecho penal, por cuanto la denuncia en su sentido estricto debe estar desprovista de toda reclamación de orden patrimonial, ya que constituye una queja que se formula ante la autoridad competente para que se adelante una investigación penal, si el caso lo amerita; no obstante es claro que en el derecho colombiano existe la posibilidad de elevar una formal pretensión de naturaleza civil encaminada al resarcimiento de perjuicios una vez se conozca el sentido del fallo penal, en una audiencia llamada de “incidente de reparaciòn” dentro del proceso penal, pero este concepto no es el que merece nuestra atención, sino el hecho de existir desde el inicio del proceso civil una clara aparición de un interés jurídico en el sentido amplio de la expresión, que significamos con la propia distinción entre la denuncia y la demanda: La denuncia, como antes se dijo, engendra la puesta en conocimiento de los hechos que el denunciante considera transgresores de la norma penal sustancial, y por ello son susceptibles de investigación, al paso que la demanda, en el derecho procesal civil, se explica bajo el entendido de contener la petición expresa del sometimiento del demandado al interés jurídico del demandante, sometimiento que desde luego se hace mediante la intervención del administrador de justicia, como ya se mencionó. 2 Stein, Frederich “El Conocimiento Privado del Juez”- Investigaciones sobre derecho probatorio Ed. Universidad de Navarra, 1973 P. 2 De cualquier modo, se comprende como el ser humano pone en juego los intereses jurídicos en el escenario del proceso judicial, y sea cual sea la naturaleza del proceso y el área del derecho de que se trate, la puesta en marcha y el desarrollo de la actuación procesal, es precisamente eso: Una actuación. Actuar, es definido como el desenvolvimiento de un rol o papel específico. Si nos ocupáramos de revisar la definición de actuar, encontraríamos entre otras la siguiente: “ACTUAR: Obrar, Comportarse de una determinada manera(...) Ponerse en acción, Ejercer una persona o cosa actos propios de de su naturaleza (...) Interpretar un papel en una obra 3 teatral, cinematográfica. En Der. Formar autos, proceder judicialmente...” . 3. La actuación procesal de las partes como medio de prueba en sentido general. Ahora bien, teniendo como base la definición anterior del término actuación, adoptemos otra definición común de la acepción “parte” en el lenguaje jurídico y procesal, con la finalidad de lograr una mejor comprensión del concepto del cual parte el presente artículo: “...PARTE PROCESAL: En noción preliminar, el litigante por iniciativa propia o por impugnación de una acción ajena contra él; sea demandante o actor, sea demandado o reo y también, en el proceso criminal, el querellante y el acusado (y.). II El representante del interés público en una causa o Ministerio fiscal. 1 Tercero que interviene en un proceso legítimamente (...) Definiciones técnicas. Para Chiovenda, parte es el que demanda en nombre propio (o en cuyo nombre es demandada) una actuación de la ley, y aquel frente al cual ésta es demandada. Para Calamandrei, parte es la persona que pide la providencia (el actor en el proceso de cognición; el acreedor en el proceso de ejecución) y aquella frente a la cual la providencia se pide (demandado en el proceso de cognición; deudor en el proceso de ejecución). Admite que las partes puedan ser más de dos, en cuyo caso existe litisconsorcio (y.); y que los actos procesales pueden ser realizados por terceros. Para Rocco, por parte debe entenderse cualquier sujeto autorizado por la ley procesal para pedir en nombre propio la realización de una relación jurídica propia o ajena, mediante resoluciones jurisdiccionales de diversa naturaleza. Para Goldschmidt, en todo proceso civil han de intervenir dos partes; porque no se concibe una demanda contra uno mismo, ni siquiera en calidad de representante de otra persona. Centrándose sobre el proceso civil, declara que se llama actor al 4 que solicite la tutela jurídica; y demandado, aquel contra quien se pide.” Es preciso anotar, que desde el inicio del proceso se observa la conducta de las partes que en la gran mayoría de ocasiones está orientada al logro del reconocimiento de sus intereses, pero en realidad lo que interesa analizar aquí es si el resultado de esa actuación entendida como conducta procesal, es decir aquella manera de obrar en el decurso procesal puede o no ser tenida en cuenta por el juez como prueba en contra de esa misma parte, o a favor de la otra; dicho de otro modo si la actitud y comportamiento al interior del trámite del proceso 3 4 Diccionario Consultor ESPASA, Ed. Espasa Calpe, Madrid 1998 Pag. 11 Cabanellas, Guillermo. Diccionario enciclopédico de derecho usual. P. 218 Vol. 5 merece ser considerada en tal magnitud que se convierta en prueba en contra de los intereses jurídicos de la parte misma de quien se predica tal o tales conductas. Es necesario tener en cuenta la manera en la cual la conducta de las partes se presenta en el proceso, específicamente el modo en que ella es observada por el juez. Por ello es imprescindible considerar que existen dos formas clásicas en las que de surte la actuación Judicial: De manera oral o escrita; y ello aunque pudiera parecer de poco valor, reviste enorme importancia ya que es muy distinto que la información que se le presente al Juez en un documento escrito, y esta sea leída con detenimiento por él, pues con fundamento en esa lectura cuidadosa debe sacar determinadas conclusiones, según sea lo que se exponga en el documento y la manera en la que se proceda; y cosa diferente sucede con la exposición oral de las partes en audiencia, por cuanto en ella se puede observar por percepción directa una conducta como tal, valga decir, conforme a la definición transcrita, teniendo en cuenta que en esas oportunidades se va a estar en presencia de una actuación, entendida como desenvolvimiento del rol de parte, lejos de toda malicia o ánimo de defraudar a la justicia. Por todo lo anterior no es extraño que la legislación procesal, al menos en el derecho civil haya previsto que la conducta procesal de las partes, puede ser considerada como indicio, o dicho de otro modo, que se podrán “deducir” indicios de esta conducta, conforme lo dispone el artículo 249 del Código de Procedimiento Civil Colombiano. Es del caso anotar que la construcción del indicio, como medio de prueba, no es de fácil estructuración. Existen distintas formas de apreciar los hechos en el proceso, y como puede llegarse a conclusiones en muchas oportunidades desacertadas por incurrir en falsas apreciaciones de los hechos que constituyen el indicio como medio de prueba. Pareciera entonces al interior de este marco conceptual, que la legislación procesal civil colombiana sanciona a la parte que ejecute en el proceso tales o cuales conductas, el ejemplo más claro es el de la norma mencionada anteriormente ya que ella alude a uno de los medios de prueba expresamente descrito en la ley como lo es el indicio. Ahora bien, si ese es el panorama actual, sería ahora necesario que se establezca con claridad si dichas conductas –que no hemos especificado todavía- son ejecutadas directamente por la parte que litiga o por su representante judicial: Tengamos claro que el ordenamiento jurídico colombiano pregona el derecho de postulación, del cual se infiere la exigencia hecha a quien acceda a la Jurisdicción, que se trate de abogado titulado e inscrito, salvo las excepciones legales. Si ello es así, ¿Cuál sería entonces el fundamento del artículo 249 del Código de Procedimiento Civil, al “sancionar” de manera genérica la conducta procesal de las partes al darle la facultad al Juez de deducir indicios de la conducta procesal de las partes , si ellas estrictamente hablando no comparecen al proceso en la mayoría de oportunidades por sí mismas sino por intermedio de un apoderado, quien ejecuta las conductas que a la postre pueden ser valoradas por el Juez en determinado sentido? La respuesta parece ofrecer cierta dificultad, teniendo en cuenta que el apoderado judicial es una especie de mandatario que representa a la parte, no obstante la ley asume que sus actos trascienden a quien representa, porque como se dijo, las normas procesales, para los efectos de deducir prueba a partir de la observación de la conducta procesal, entienden a la parte y al apoderado como uno solo, con muy pocas excepciones5, unido a ello se encontraría el concepto de que los actos del mandatario obligan al mandante, pero ello debe ser observado con sumo cuidado, porque se puede caer en exageraciones de todo tipo. Pues bien, el acto de apoderamiento para fines judiciales reviste tal importancia para el derecho, que la ley parece designar “actos de parte” como aquellos ejecutados aún a través de apoderado, lo que dificulta también la comprensión del porqué de las “sanciones” procesales que pueden imponerse al litigante que actúa en el proceso; él no participa de manera directa en el trámite, sino que su voz en el escenario procesal es ajena, es la del profesional del derecho que lo representa, seguramente en virtud de un contrato previo a la iniciación de las labores de procuración judicial o en rarísimas oportunidades de una agencia oficiosa, 6 motivos por los cuales se piensa que existe un principio de “responsabilidad procesal”, aspecto este que abre la discusión sobre si se trata de un problema de incumplimiento o imperfecto incumplimiento del contrato de prestación de servicios celebrado entre parte y apoderado. 4. Deducción de indicios desde la apreciación de la conducta procesal. Esta exposición no se anticipa a la revisión minuciosa de toda disposición que exista en lo atinente al tema propuesto, sin embargo es claro que la ley procesal no sanciona a la parte como resultado de un juicio subjetivo del funcionario, sino que màs bien pretende evitar la falta de colaboración dentro de una determinada actuación procesal o mejor dicho, la colaboración para un acto procesal específico y determinado, para que pueda referirse a la naturaleza probatoria de la conducta procesal de las partes. Desde un punto de vista general pudiera pensarse que todo acto desleal o cualquier otra conducta poco ética, haría merecedor a su autor de un juicio de reproche o de una consecuencia jurídica en el proceso en contra de sus pretensiones o excepciones. Por ello es más preciso hablar de la sanción legal a la falta de colaboración específica, esto es, aquella omisión o indiferencia de una 5 A manera de ejemplo, la ley procesal civil colombiana sanciona al apoderado que no comparezca a una diligencia de conciliación judicial, independientemente que la parte que representa esté o no presente. Numeral tercero del parágrafo segundo del artículo 101 del Código de Procedimiento Civil. 6 Véase el artículo 47 del Código de Procedimiento Civil. de las partes frente a un acto en concreto; hay autores que niegan la naturaleza probatoria de la conducta procesal porque ella no sirve para probar los hechos que interesan al proceso, sino para reafirmar otras pruebas. 7 A otro destacado autor de obras de derecho procesal 8 tampoco le satisface esta amplia concepción probatoria. Para este autor, si bien es cierto que la prueba tiende a formar la convicción judicial, no es cierto que la convicción judicial se forme exclusivamente mediante la prueba, y de ahí que la conducta procesal no tenga significación probatoria alguna, aunque pueda tenerla en orden al resultado de la valoración judicial, en forma que pudiera considerarse extrajudicial. Bajo este entendido si la conducta como tal no es representativa del hecho histórico, ella bien podría ser el reflejo de un propósito del litigante, sea de ocultación, de evasión o de reafirmación. La conducta procesal de las partes si puede tener la capacidad de informar al juez que el litigante teme una decisión desfavorable o que se la cause un daño o menoscabo en sus intereses y ha dispuesto una serie de diferentes maniobras para evitarlo. Esto no significa la representación de una situación de hecho, pero aquí es donde entra la función deductiva propia de toda presunción o de todo elemento conocido, indicador del indicio para enlazar el hecho representado y el hecho por demostrar, o hecho desconocido. Con todo, el origen probatorio de la conducta no parece estar tan distanciado de la función de observación y vigilancia del proceso a cargo del juez en la jurisdicción civil, quien a su vez está dotado de lo qua algunos otros autores llaman razonamiento presuncional. 9 Propongo entonces un ejemplo de los elementos esenciales sobre los cuales se construye una “conducta procesal probatoria”: a. Que exista un hecho que es conocido o le haya sido informado a la parte. (A su vez ella se encargará de hacérselo saber al apoderado). b. Conciencia de ese hecho en la mente del litigante o de su apoderado. c. Conexión o Nexo entre el hecho informado o conocido y el temor a que sea descubierto por la parte contraria, o por el funcionario correspondiente, si se trata de un proceso inquisitivo. d. Actitud de desvío de la atención sobre el hecho, representada sobre una conducta desplegada al interior de una tramitación procesal. Deberá anotarse de todas maneras que lo anterior aplica para ciertas actitudes de las partes, sin que pretenda insistirse en que todos los litigantes actúan con 7 Pedraza Londoño, Carlos Manuel. “Curso de derecho Probatorio” Ed. Universidad de Navarra, España 1967. P. 201. Sierra Domínguez Roberto. “Manual de técnica probatoria en el proceso civil” Ed. Temis. 1981. P.184. 9 Castillo y Pina. “Instituciones de derecho procesal civil”. 2da Ed. México, Editorial Porrúa 1950, P. 124 8 intención de defraudación o malicia, como lo describe Tomás de Aquino cuando dice que “…Finalmente, parece mayor pecado el defender una causa justa injustamente, por ejemplo, aduciendo falsos testigos, o alegando falsas leyes, que defendiendo una causa injusta; porque éste sería sólo pecado en cuanto a la forma; aquél lo sería en cuanto a la materia. Pero parece que el abogado puede lícitamente usar de tales argucias, como es lícito al soldado luchar con estrategia. Luego parece que no peca el abogado al defender una causa injusta (...) Sin embargo, en el libro II de los Paralipómenos se dice al rey Josafat: “Merecías la ira del Señor, por que prestabas tu auxilio al impío” (...) Pero el abogado, al defender una causa injusta, da auxilio al impío, luego pecando merece la ira del Señor.(...) es ilícito cooperar con otro en hacer el mal, sea mediante consejo, sea mediante una ayuda, sea consintiendo con él de cualquier manera; porque quien aconseja y ayuda, de algún modo es agente del hecho. Por ello dijimos anteriormente que quien tal hace está obligado también a restituir, y es evidente que el abogado presta su auxilio y consejo a aquél cuya causa patrocina. Por tanto, si a sabiendas defiende una causa injusta, sin duda peca gravemente, y está obligado a la restitución en favor de aquél cuyo daño la otra parte logró con su consejo. Pero si defendió una causa injusta sin saberlo, y creyendo ser justa, queda excusado en la misma forma como puede excusarse la ignorancia. (...) El médico, al hacerse cargo de una enfermedad desesperada, no comete injusticia contra nadie; mas el abogado, al aceptar una causa injusta, (...) aún cuando parezca laudable su pericia en el arte, sin embargo peca en cuanto a la injusticia de la voluntad, porque abusa de su arte para el mal. El abogado, si creyere al principio que la causa es justa, y después, durante el proceso, descubre que es injusta, no debe abandonarla de manera que traicione a su patrocinado, sea ayudando al contrario o revelándole lo secreto de la causa. Pero puede y debe o abandonar la causa, o inducir a aquél cuya causa defiende a ceder, o a tener un arreglo sin daño del adversario, como ya hemos dicho, los soldados y generales del ejército pueden lícitamente atacar con estrategia en una guerra justa, ocultando prudentemente lo que debe hacer; pero no cometiendo fraudes y falsedades, porque aun al 10 enemigo se le debe la verdad...” 5. ¿Es aplicable al artìculo 249 del Còdigo de Procedimiento Civil Colombiano? Teniendo como fundamento las anotaciones antes expuestas, debamos decir para dar respuesta a este interrogante, que se necesitaría para dar aplicación a esta norma, que se presente además de la actuación del individuo, la conciencia de su “culpabilidad” esto es, la intención de disimulo o evitación, porque sin ella, la persona pudiera actuar bajo la firme intención de estar obrando correctamente, y con fundamento en ello comportarse de determinada manera, pero eso sí respetando los límites puestos al abuso del derecho, con la intención de causar daño o perjuicio a su contraparte o a la Administración de Justicia en general. La conducta procesal representa o reproduce un rastro mental que nos sirve de indicio para hacer inferencias de índole probatorio, asunto que no es en nada ajeno a las deducciones probatorias ordinarias, pues no en vano el legislador se ocupó de establecer las normas anteriormente mencionadas al respecto. Esta teoría, segùn la cual se considera la conducta procesal como medio o instrumento de prueba no hace más que aproximarla a las deducciones jurídicas 10 De Aquino, Tomás. “Tratado de la Justicia”. 7ª Ed. México, Editorial Porrúa 1976. P. 206. imprescindibles en todo proceso. Cuanto más se la estudie, tantas más posibilidades habrá de elevarla al mismo rango de otras inferencias probatorias. Vèase por ejemplo, que hay contestaciones a la demanda que por sí solas sientan la base presuncional de un gran porcentaje de las deducciones que luego se verán plasmadas en el fallo de instancia; pero nótese que en estricto sentido ella no constituye un medio probatorio propiamente dicho; lo que si sucedería con la falta total de contestación o la falta de pronunciamiento expreso sobre los hechos de la demanda. En el derecho procesal civil colombiano, aunque existe la posibilidad de tener como medios de prueba otros que no estén contemplados en el ordenamiento legal11 a la contestación de la demanda, para que adquiera una connotación probatoria, se le exige que se le adicione un ingrediente que pudiéramos llamar conductual: Que en ella se omitan contestaciones claramente definidas a los hechos de la demanda o a algunos de ellos.12 Otro ejemplo, es el consagrado como muy claro efecto probatorio, en la falta de comparecencia a las audiencias de conciliación extrajudicial 13 se podría inclusive en esta materia hablar de una graduación de la gravedad de la sanción a esa falta de comparecencia, si se trata de asuntos civiles o que pertenecen a otra disciplina jurídica, 14 también puede relacionarse como ejemplo la falta de respuesta clara y concreta a las preguntas formuladas en un interrogatorio de parte, 15cuando una de las partes es citada a absolver un cuestionario en una diligencia de esta naturaleza. Tales son apenas unos ejemplos que sirven para ilustrar la idea central de esta exposición. Además de ellos, pueden mencionarse los concernientes a la aparición de este fenómeno tambièn en los actos procesales que emanan de la parte y frente a los cuales no existe regulación alguna frente a sus consecuencias probatorias, tal es el caso de los actos que algunos llaman “de exposición” o de “alegación”. 16 En este aspecto la teoría se vuelve un tanto más difícil de entender, porque los relatos o narraciones de la parte en el escenario de las alegaciones procesales, pueden despertar en el juez o funcionario que conoce del asunto toda clase de impresiones – sin que sea necesario las que surgen de la falta de rigor y estilo de algunos litigantes – lo cierto es que en esta etapa del proceso, las exposiciones de los interesados pueden calificarse de “ordinarias” si ellas se ajustan a determinados cánones o patrones de carácter universal, cuando no repugnan a las máximas de experiencia. Se trata naturalmente de una cualidad externa, formal o aparente del relato. 11 De conformidad con el segundo inciso del artículo 175 del Código de Procedimiento Civil, se establece que “El Juez practicará las pruebas no previstas en este código, de acuerdo con las disposiciones que regulen medios semejantes o según su prudente juicio” 12 Artículo 95 del Código de Procedimiento Civil. 13 Artículo 22 de la ley 640 de 2001. 14 El artículo 29 de la ley 640 de 2001, distingue el efecto jurídico de la inasistencia a la audiencia de conciliación extrajudicial en matera laboral, estableciendo la presunción de certeza sobre los hechos susceptibles de confesión sobre los cuales el actor basa sus pretensiones. 15 Artículo 210 del código de procedimiento civil. 16 Ugo Rocco, Teoría general del proceso civil, España, Editorial Jurídica Universidad de Madrid, 1959. P. 212. Téngase en cuenta que en ciertas eventualidades el apoderado por su frecuente insistencia en que se acceda a sus peticiones, hace uso de una reiteración que termina por desagradar al funcionario, lo que a su vez se traduce en una cierta animadversión que muy probablemente va a generar una apreciación que le desfavorezca. A menudo se presenta en las alegaciones que se producen en demandas ejercitando la acción por culpa derivada de responsabilidad civil extracontractual por accidentes de tránsito. Con el afán de pretender cargar toda la responsabilidad del siniestro automovilístico a la parte adversa, el interesado en algunas oportunidades desarrolla un relato inverosímil donde no se explica, que yendo a escasa velocidad causara el accidente. En estos mismos casos, cada parte suele exagerar de una manera tal, que en muchas oportunidades se da a entender que ambos observaron con toda atención las normas de tránsito, lo cual en la mayoría de los casos contraría la misma ocurrencia del accidente, porque de haber sido como lo anuncian y sostienen los litigantes, pues simple y sencillamente no habría ocurrido el insuceso. Teóricamente cabría hablar de un umbral de verosimilitud, es decir, el grado de normalidad mínimo para que un relato no suscite ninguna duda espontánea, pero este grado de normalidad no es cuantificable pues depende de una serie de factores subjetivos que varían de una persona a otra, en la práctica resultará imposible determinar no solo el nivel exacto de verosimilitud sino incluso los elementos fácticos concretos precipitadores de la duda. Se tratará en ocasiones de pequeños detalles que en virtud de un proceso experimental o temperamental propio de cada juzgador se convertirán en detalles importantes. Entraría en juego también la expresividad de quien alega, porque una afectación exagerada de la expresión, puede obedecer más a motivaciones emocionales que a factores exclusivamente retóricos. Ello dependerá mucho de la personalidad del abogado o del litigante. Al respecto se ha dicho, en un tono más bien romántico que “Para el oído tan práctico del juez aparece como sintomático, más que lo que dice el abogado, el tono con que lo dice; ciertas frases de un informe, en las cuales se observa que la voz de un ahogado se esfuerza por no sonar a falsa, son como el tono sordo que, al auscultar, indica al 17 juez el punto exacto en que se localiza la enfermedad”. En efecto, muchas veces se supone que determinadas conductas —por lo insistente y reiterado de las mismas— exteriorizan una concreta voluntad, que si bien se pretenderá neutralizar por la parte contraria con todos los medios a su 16 Calamandrei, Piero “Elogio de los jueces escrito por un abogado”. Reimpresión de la primera edición, 1969 pág. 58. Artículo 177 del Código de procedimiento civil. 18. Sentencia de la Real Audiencia de Barcelona, 4 febrero 1975, RJC, pág. 374. 17. alcance, habrá de resultar dicha neutralización seriamente comprometida cuando aparezca alguno de estos exponentes. Si volviéramos al ejemplo de la contestación de la demanda, si se nota que en ella se niegan total y absolutamente los hechos de la demanda, significaría ello en principio que todo lo dicho por el demandante va a someterse al escrutinio del Juez, pero en otras oportunidades se trata simplemente de una “estrategia” que pudiera estar utilizando el demandado con la finalidad de exigir mayor diligencia y cuidado del demandante al solicitar pruebas y en general a sentar las bases probatorias de los hechos contenidos en el libelo demandatorio; situación que en estricto sentido está íntimamente ligada al tema de la carga de la prueba 18 y sobre la cual la jurisprudencia y la doctrina colombiana se han referido muy tímidamente, tal vez por el poco o ningún reconocimiento de los aspectos probatorios de la conducta procesal de las partes, pero la Jurisprudencia extranjera – al menos la española- ha sido prolija en decisiones referentes al tema, a manera de ejemplo, observemos un aparte de la siguiente: “...El tribunal estima necesario complementar lo razonado con una importante reflexión derivada del comportamiento endoprocesal de la demandada en la fase de alegaciones al limitarse en su oposición a una mera postura negativa de los hechos expuestos con gran precisión por la entidad accionante solamente complementada con la machacosa insistencia en unas cuestiones de índole procesal cuya prosperabilidad era impensable al haber sido decididas de modo definitivo en un incidente previamente planteado, pues si bien es cierto que la actitud adoptada —negativa simple y genérica— es justificable cuando se da un cabal desconocimiento respecto de los hechos que se describen en los escritos del adversario, y puede explicarse en supuestos complejos con rica variedad de aspectos y matices fácticos a fin de evitar el riesgo de que el olvido o incorrección acerca de algún extremo pueda ser valorado como silencio o respuesta evasiva, no es menos cierto que en casos como el de autos en que la demandada conocía perfectamente, porque no podía desconocer, como se deduce de las diversas cartas dirigidas a la actora, el alcance de todos los datos fácticos expuestos en los escritos de la accionante (...) el comportamiento adoptado, sin ni siquiera aportar informaciones, aclaraciones o puntualizaciones. no tiene la más mínima explicación, y por ello no cabe desconocerlo un cierto valor de elemento interpretativo, de real importancia, al efecto de revelar la carencia de argumentos con alguna consistencia para contradecir la pretensión formulada de 19 contrario...” Como se ha visto, estas deducciones pudieran resultar tanto o más importantes que todo un despliegue de información jurídica que los litigantes pretenden en su momento hacer valer en los procesos judiciales, cuando en realidad existen muy sólidas bases para poder tener por probados algunos hechos del proceso que están en debate, siempre y cuando se reconozca por el operador judicial que las deducciones o inferencias probatorias sobre la conducta procesal20 de las partes están amplia y concretamente consagradas en la legislación procedimental civil colombiana, y que en suma, estas deducciones probatorias aunque de poco o ningún reconocimiento, servirían en gran medida para hacer más expedita la resolución de la confrontación judicial, sin pasar por alto que quedaría al criterio judicial evaluar la clase de comportamiento procesal, cosa que tampoco es de fácil 20 Couture, Eduardo. “Trayectoria y destino del derecho procesal civil hispanoamericano” primera ediciòn 1979. Ediciones Europa – Amèrica Buenos Aires Pàginas 39 y 40. apreciación, precisamente por lo complejo de las relaciones humanas y particularmente de las relaciones procesales.