Alejandro García-Durán Lara P. CHINCHACHOMA Biografía Alejandro -este es su nombre de pila- nace en Barcelona, en el número cien del Paseo de Gracia, el 29 de junio de 1935, tercer hijo del matrimonio formado por Plácido García-Durán Golmar y Carmen Lara Martínez. Cambiada provisionalmente la residencia de la familia en junio de 1936 a la Rambla de Cataluña, 109 (el traslado salva al padre de todas las listas negras a cuyos miembros van a buscar al Paseo de Gracia en julio, en el comienzo de la guerra civil…). Allí crece hasta su ingreso a la Orden escolapia en 1953. En su infancia padece un trauma psíquico, que le prepararía para atender más tarde al niño callejero con problemas de amor maternal. Tiene un añito cuando coge el tifus, entonces enfermedad larga y temible con grandes fiebres. Sufriendo, llama a su mamá, pero esta también está con el tifus y, postrada en otra habitación, no puede acudir a consolarle. El niño, que llama a su madre sin que esta acuda, se va haciendo a la idea de que su mamá no le quiere. Este trauma le provoca muchos problemas, de nervios, delgadez, etc. Hasta que un día, a los dieciséis años, explica lo que había sufrido ella enferma al no poder acudir a su hijo. Es una revelación que le da mucha paz y provoca en él un cambio inmediato, hasta físico. Otro hecho que le prepara para entender el hambre del niño callejero, es haber padecido una persistente tenia solitaria, que le hace pasar un hambre tan terrible que llega a robar comida en su misma casa. Se educa primero en el Párvulo de Nuestra Señora de la Consolación y después en las Escuelas Pías de Sarria, donde termina el bachillerato. Mientras tanto el hermano mayor, Manolito, ha muerto en 1940, el segundo ha entrado escolapio en 1951, y han venido a alegrar el hogar, otros cuatro hermanos. DIOS LE LLAMA Alejandro desde pequeño había dicho que quería ser médico, pero terminando el bachillerato, durante las vacaciones estivales, antes de entrar en la universidad, siente que Dios le llama. Una noche de esas maravillosas de luna junto al mar, en compañía de la chica que le gustaba en “la punta” de Sitges, siente ante las maravillas de Dios por una parte y lo insulso de la conversación de la chica por otra, que “solo Dios podía llenar su vida”. Es un momento de experiencia profunda de Dios, de manera que llega como en éxtasis a casa, donde tenía orden de reintegrarse a las 11 y era la una de la madrugada. Su padre le estaba esperando, pero lo ve tan transfigurado, que no le riñe, y en vez de esto, le comenta que tenía que comprarle otro reloj. Alejandro siempre le agradeció que no le estropeara aquella noche tan especial. Poco después toma el tren y va a visitar a su hermano a la Casa de Estudios que tenía entonces la Escuela Pía de Irache (Navarra). Cuando se encuentra con él, le explica lo que había pasado y dice: “Quisiera hacerme escolapio y ocuparme de los niños pobres. ¿Tú qué dices?”. Su hermano, quien esto escribe, le contesta: “Hazte escolapio y pídele mucho a Dios que te deje dedicar a los niños pobres”. Alejandro lo considera un oráculo. Se hace escolapio, le pide y espera pacientemente a que Dios se lo conceda. “ESTÁ LOCO PERDIDO” Su vocación, que iba a dar tantos frutos, es naturalmente contrastada. Durante sus estudios, las diversas gracias místicas que va recibiendo, dócilmente comunicadas a sus formadores, les hace pensar de alguna enfermedad mental. Él mismo nos lo cuenta: “¡Qué tortura! Todavía no entiendo por qué, pero Dios se metió en mi vida a lo bestia. La primera vez fue hacia los 9 años poco antes de la primera comunión. En Moya empezó; en Irache siguió de tal manera que era realmente… Me habló de tantas cosas que yo no entendía -y todavía no le entiendo- por qué a mí me hacía saber todas esas cosas”. “Bueno al fin el buen padre Claudio me llamó y me preguntó. Le hablé claro. Me dijo: yo puedo entender que Dios hable con unos pastores pero a ti… (En esto coincidí con él). Me llevó a un psiquiatra de Logroño; este me miró a los ojos con la luz; conscientemente provoqué un éxtasis y me fui. Regresé y el psiquiatra me preguntó si veía bien; le dije que sí y le dijo al padre Claudio: está loco perdido. El padre Claudio se rio lógicamente; yo le oí, y me dijo al salir: ‹‹Mira este hombre no sabe; lo dice tu conducta, tus estudios funcionan bien, pero no te preocupes, te vamos a llevar a Barcelona para hacerte un electroencefalograma››. Me sentí aliviado y me dediqué a rechazar conscientemente toda manifestación de Dios como algo malo. Recordé la oración de San Ignacio ‹‹toma mi entendimiento›› e hice la oración mas bestia que me pude imaginar. ‹‹Te ofrezco mi entendimiento; esto será mi sacrificio. Acepto ser loco por ti. No puede ser que tú me hables a mí de esto››, y entonces oraba así: ‹‹Dios el que eres como eres›› para distinguirlo del que se me manifestaba. Visto desde la perspectiva de ahora fue una agonía maravillosa. Lógicamente pasé seis meses -el tiempo en que tardaron en llevarme al electro-, esperando volverme loco. Mi temor era hacer daño a alguien al volverme loco y me fui encerrando en mí mismo. Desencadené una verdadera obsesión (neurosis obsesiva) y en lo racional profundo estaba entero como escrutador de mi mismo, en una paz de ofrenda amorosa a Él de lo más preciado, mi inteligencia, y que me liberaba de enfrentar todo lo recibido desde fuera (timidez). Me hacen el electro y lógicamente sale la neurosis obsesiva. Un médico psiquiatra dice a los papás que mientras estén ellos me podían cuidar, pero el problema será cuando ellos mueran. Que nunca podré hacer nada. (Era un actitud hacia fuera, temor de agredir). Personalmente todo lo percibía y me daba cuenta.” ¿Era por tanto una ilusión la llamada de Dios? ¿Se trataba de un enfermo mental? Por suerte sus padres le llevaron a un buen psiquiatra que descubrió en él una vocación impresionante, la locura de los santos, apostó por él y le libró de su “definición de entrega a Dios a través de la locura”. PRIMEROS PASOS: EN UN BARRIO DE EMIGRANTES Superada ya la gran prueba y todos los obstáculos, admite a la profesión solemne, que hace en Moia el 21 de septiembre de 1958, y terminados después los estudios, puede por fin ordenarse sacerdote en Albeldad, el 24 de junio de 1961. Su primer destino como sacerdote es Terrassa (había estado antes durante su enfermedad en el colegio escolapio de Balmes en Barcelona). Allí empieza su actividad docente y apostólica y se integra con alegría a la comunidad. Pero pronto, movido por sus relevaciones (había visto claramente su futuro trabajo con los niños callejeros), pide a los superiores que se le envíe a México. Es 1962. Sus superiores no lo consideran de momento oportuno, pero ese mismo año, se le presenta en Terrassa un campo enorme de dedicación a los pobres. En otoño de aquel año hubo una tremenda inundación que causó muchas víctimas. En los barrios periféricos de Terrassa lo destrozó todo, y muchas familias del barrio de las Arenas encontraron asilo en el Colegio escolapio. Fue para Alejandro el descubrimiento de aquel barrio de inmigración sin alcantarillado, ni agua, ni luz, ni escuela, etc. Empieza en los ratos libre a ir a ayudar al barrio. Y pronto, ya en 1965, se funda una comunidad escolapia en el barrio, donde pasa a vivir. LAS ARENAS DE TERRASSA Es difícil describir lo que significó Alejandro para aquel barrio. Estuvo en él hasta 1972, y en esos pocos años consigue, en primer lugar, dignificar a los habitantes del barrio, dándoles conciencia de su valor como personas y creando una asociación de vecinos capaz de reivindicar sus derechos, una cooperativa de viviendas, etc. Al marcharse, el barrio tenía alcantarillado, luz, agua potable, recogida regular de basuras, asfalto, transporte público, etc. Y sobre todo una escuela -su sueño de educador-, la escuela de Juan XXIII, para la que consigue la ayuda del Ministerio de Educación y que edifica y dirige. Allí comienza su quijotesca aventura de buscar cada mes más dinero para pagar a maestros, manutención, etc. Aventura imposible de sostener, de manera que al marchar él, la escuela tiene que pasar al Estado. Valga la anécdota: en una de sus venidas de México, los vecinos le dijeron que le querían dedicar una estatua en el barrio. Su respuesta fue inmediata: “¿Para qué, para que se me caguen las palomas encima? Utilicen su dinero para algo mejor”. Hoy existe un centro juvenil de Chinchachoma. 400 HIJOS DEL PADRECITO CHINCHACHOMA Por fin en 1972 los superiores cumplen su sueño y lo envían a México. Remito al lector que quiera más detalles a su libro “La porción olvidada de la niñez mexicana. Los 400 hijos del padrecito Chinchachoma” donde narra todos los comienzos por su gran obra a favor del niño callejero. Resumiéndolo, señalamos la convicción profunda de que su destino era el niño callejero, como Dios le había revelado, y al mismo tiempo su dejarle a Dios la determinación del modo concreto. Nos cuenta él: “De mis primeros deambulares por esta amada tierra nació, conciencia de un problema y vocación entrañable de mi ser, un sueño, un compromiso loco, que comuniqué a un compañero, el padre Domingo, diciéndole en un viaje a Veracruz, cuando deposité una pequeña limosna en la mano de un niño dormido en un rincón: ‹‹Esta sería mi misión, El dirá cuando, como y de qué modo››.” Primeramente es destinado al Colegio de Apizaco, de donde es enviado en 1974 a Veracruz. Allí funda la parroquia en el barrio de los Picos y la escuela Calasanz. De Veracruz pasa a Puebla. Es en Puebla donde comienza su obra de Hogares. Estando en Apizaco recibe la primera señal: un niño llorando en la calle rodeado de un grupo de gente que no consigue calmarlo, le habla y finalmente quiere irse con él. El niño será aceptado en la comunidad de Apizaco. En 1974 está ya en Puebla. Allí empieza el primer hogar y surgen potentes la incomprensión y los obstáculos. Pero antes de que estalle la tormenta ante la dificultad de entender plenamente a los niños callejeros, decide pasar las vacaciones en un baldío, viviendo como ellos. Allí experimenta sus vivencias, necesidades y temores, allí acaba entendiéndolos y haciéndose uno de ellos, consigue el honor de recibir también su sobrenombre “Chinchachoma” (cabeza pelada), con el que será después conocido universalmente, allí adquiriría su figura inconfundible: barbón, pelón, mal vestido, y con unos ojos verdes que miran con amor. SUPERANDO LA TORMENTA Al final del verano de 1975, “Reunidos por un lado mis superiores y los miembros del Patronato me convocaron a una junta donde debía decidir qué hacer conmigo y con mis hijos. Absurdo fuera que tanto les estorbaban… Me dijo el superior, resumiendo el pensar general: —Como no tienes dinero, ni medios para realizar el proyector tuyo, te damos obediencia para España nuevo destino y con los niños (pretendían que los ayudara a esclavizar a mis niños) haremos… Le interrumpí. —Padre, yo he hecho voto de obediencia, pero los niños no. Lo que haremos, ellos conmigo, lo decidiremos juntos. Y ahora, consciente yo que eran hijos de Él, a ver que si es una obra suya o mía. Si es algo mío, a la chingada. Si es de Él, ahorita hablara y se verá.” La tormenta como se ve, arreciaba. La tentación para seguir él al frente de la obra, era renunciar a la vida religiosa y si hacía falta al sacerdocio. Fueron los niños, los que para no perjudicarle, no aceptaron de ninguna manera. De todas maneras en la misa de despedida no dejaron de pedir insistentes a Él que regresara para Navidad. Dejada la obra en buenas manos, marcha a finales de agosto, descalzo, sin nada, sin maleta, en mangas de camisa, con una cuerda sujetándole los pantalones… Así se presenta a los superiores. De momento se reintegra a la Comunidad de las Arenas. Parece acabado el sueño mexicano, pero no es así. Él mismo nos lo cuenta: “Era el 18 de diciembre. Estaba yo en España, en el barrio proletario donde parimos mundos nuevos… Era de noche. Me hallaba en la soledad de la oración, mientras mi compañero de comunidad (mini comunidad) empezaba a cabecear su primer sueño; en la misma habitación dormitaban él y dos proletarios mas, cual Pablo hermano ganando nuestro pan con el sudor del trabajar y no con el de Cristo, cuando me hizo recordar al Señor mi compromiso. Como tantas veces, le pasé la pelota, le dije que era más suyo que mío, y me recalcó: —Mañana te vas a México. —Ya me dirás Tú cómo —me reí con ganas— No tengo ni una peseta, y al Superior, ¿Cómo le pido permiso?... Me dijo Él: “vete a ver al Barata (este es un millonario de mi tierra), lo despiertas hacia las ocho de la mañana. Ve temprano y le dices así: De parte de Él hemos de salir a México, dile por solo tres días. Le añades: la razón del viaje es que tu quieres conocer la obra, para así cooperar conmigo”. Desperté al compañero y le comenté: —Mañana me voy a México. —Tú estás loco —le expliqué— lo dejaremos así: si el Barata dice si, será que si, si dice no, será no— y me dormí gozoso pensando en el viaje.” Para ser breve: “por casualidad” aquel año Barata no había podido ir con su mujer, “por casualidad” tenía tres días libres que había tenido que dar a sus obreros… Dijo que sí. Ante las dificultades del visado mexicano, partieron para Venezuela. El Barata volvió a los tres días. Y Alejandro, obtenido el visado por un mes, llega en Navidad a Puebla, cumpliendo la oración de sus chavos… Al mes regresa a España, pero no hay que decir lo mal que supo a sus Superiores de Barcelona y México ese viaje. Ya podía despedirse de conseguir nueva obediencia en México. SEIS MESES EXCLAUSTRADO Es entonces 1976, cuando obtiene la plaza de Maestro Nacional en el pueblo minero de Balsareny y pasa aquí unos meses inolvidables. Así nos lo resume él: “Estaba yo entonces como pedagogo, siempre ejerciendo de maestro de la escuela del pueblo de Balsareny y conviviendo con los mineros de Vialfruns, donde afinqué mis lares. ¡Cuántas cosas hicimos y pasamos allí todos unidos, los mineros y yo, los campesinos y los vecinos todos del pueblo de Balsareny!” Pero su situación jurídica debía arreglarse ante los Superiores, y claro, presenta al padre Provincial el dilema. Por perseguir la llamada de Dios está dispuesto a renunciar totalmente a sí mismo, aun a lo más querido; si hace falta, renunciar a la vida religiosa y aun al sacerdocio. No se le exige tanto, y el padre Provincial le concede que, sin dejar la Escuela Pía, esté seis meses exclaustrado, fuera de la dependencia directa de Superiores. A MÉXICO PARA SIEMPRE No tarda mucho -agosto de 1976- en volver a México. Allí visitando un día el correccional de menores, llamado por los niños la Amarilla, queda sorprendido por una realidad que tocaba tanto a sus chavos: “Conocí un mundo al que no pude entrar aquel día, y al poco esa meditación de aquel mundo, convertido en mundo y esencia de vida mía, quise lanzarme e inmiscuirme en él, hacerlo mío. Para ello, necesidad de la fidelidad a ese mi compromiso, hablé con ellos, mis hijos, los de Puebla. Les hice ver y entender el ansia de esa escuela, que otrora fuera suya. Atendidos por los tíos, seguros en ese su hogar, me dieron la licencia. Me acerqué a la directora de aquel hogar, nuestra maestra Susana, y me ofrecí desinteresadamente y generosamente para trabajar con ella, con ellos, allí en nuestro hogar. — ¿Y qué haría usted aquí?— me preguntó. La sonrisa precedió a la respuesta, que parecía necia y era acumulación de la sabiduría: —Haré de niño.” Es admitido y empieza a observar, a horrorizarse, a humanizar, a intentar cambiar el sistema, a… No se pueden leer sin emoción las cincuenta paginas que dedica en su libro “La porción olvidada…” a su estancia y acción en la Amarilla. Finalmente le prohibieron la entrada, pero ya la Amarilla no pudo seguir siendo lo que había sido. EPITAFIO PARA UNA TUMBA ¡AMAD! Entre tanto, superado el tiempo que le podía conceder el padre Provincial, había conseguido que el padre General le concediera un año de exclaustración. Viendo, por otra parte, bastante establecido el Hogar de Puebla “aterricé —dice él— en México D.F., donde la chita callando me fui introduciendo más y más en mi mundo de los niños de la calle, llegando a enriquecer grandemente mi experiencia”. Allí, -estamos en 1977- tras un primer Hogar en Euskaro, pasa a la iglesia de San Jeronimito de la Candelaria de los Patos, que le encomienda el Arzobispado. Se trata de una iglesia degradada, en un barrio degradado. Parte del techo se ha caído. La puerta principal está clausurada y ante ella se exhiben como mercancía unas cuantas prostitutas. La sacristía, ¡ah!, la sacristía: “Al abrirla yo por vez primera comunico sus fétidos olores de podredumbre, maderas carcomidas y restos de ratones y festines de estos…”. Hoy la iglesia restaurada es monumento artístico nacional y centro sentido de culto. En ella quiso ser enterrado Alejandro y en ella reposa una sencilla tumba con un mensaje “Amad”. El barrio también se las traía, con una pulquería al lado, alcoholismo, delincuencia… La presencia de un sacerdote celoso, que comunica a Dios, que recoge niños de la calle, que empieza a regenerar el barrio, formando una comunidad cristiana, restaura la iglesia, no podía no chocar y crearle problemas. Por parte de quienes veían peligrar sus turbios negocios es amenazado de muerte: su respuesta es empapelar el barrio con carteles que decían: “Si me quieren matar a tal hora estoy en tal sitio, a tal hora en tal otro, etc.” Y acaba: “si quieren continuar enviando amenazas háganlo en un papel más fino, para que pueda servir para otros menesteres…” ¿Hace falta decir que el barrio hoy, ya no es lo que era? “ESTOY LOCO PERO NO ME IMPORTA” No vamos a seguir aquí paso a paso la evolución de la obra desde ese 1977, en que empieza a echar raíces en el Distrito Federal, hasta 1999 cuando los 26 “Hogares providencia” son una impresionante realidad de ayuda al niño callejero y una obra adulta, que puede mostrar con alegría los numerosos frutos de regeneración e inserción social logrados. Todo se hizo, y si no, no hubiera podido ser, “llevados por aquel que guía el mundo”. Realmente no hay más que aplicar el criterio evangélico: “Por sus obras le conoceréis”. Señalemos solo algo de lo mucho que estos veinte dos años trajeron consigo. En 1978, terminado el año de exclaustración, finalmente el padre General le da permiso indefinido de vivir fuera de la comunidad “por razón de enfermedad”. Alejandro me escribió: Esto significa que estoy loco, pero no me importa. Lleva fecha de 1981 un estudio minucioso grandemente elogioso de UNICEF sobre los “Hogares Providencia” y su método pedagógico. La búsqueda de medios de subsistencia, más apremiante a medida que crecen los hogares, le hace aparecer a menudo en radio y televisión. Su fama va creciendo y se convierte en un conferenciante muy buscado y que impacta. Todo el mundo conoce en D.F. al padre Chinchachoma. El patronato, y sus generosos miembros, le están siempre al lado; pero aun así sin la providencia divina, que cuida a los pájaros del campo y viste las flores, no hubiera podido salir adelante. Me decía el tesorero: “Yo he perdido el miedo a firmar cheques sin fondos. No me pregunte cómo, pero sé que cuando vayan a cobrarlos, habrá fondos…”. En 1990 se le propone para el premio Príncipe de Asturias, y en 1993 se le otorga el premio Ciudad de Barcelona. Se le ha llamado a hablar a la ONU sobre el problema del niño callejero. Son continuos sus viajes por América y Europa, y en todos se le pide que hable, que impacte con sus experiencias y realidades. No faltarán las crisis y los momentos difíciles, como la rebelión en 1989, de un grupo de “tíos” (educadores en los hogares), que le denuncian ante la Mitra, el gobierno y la Orden. El grupo terminará separándose de “Hogares Providencia”. LA EPOPEYA DEL YO Alejandro llama “Yoización” a su método pedagógico y lo explica detalladamente en su libro “La epopeya del yo”. Consiste esencialmente en hacer consciente al niño de su dignidad de persona, que quiere realizarse a sí mismo, dándole amor al niño traumatizado, nunca amado, explotado, golpeado, etc. “Esta tan difícil obra tiene una finalidad muy concreta, y es hacer que el niño se encuentre consigo mismo, que se vuelva consciente y que a partir de su consciencia pueda emprender caminos nuevos, no precisamente en la obra”. Para eso Alejandro empezará aceptándoles como son, valorándoles: “Es imposible, en un impetuoso viento, cambiar el rumbo del barco con un timón; así mucho más difícil es orientar vidas total e inconscientemente desviadas. El trabajo con ellos tiene variadas partes. La primera, la esencial, es que su nave pueda recalar en un puerto seguro, es que los niños puedan tener base en su vida, papá, mamá, lo que nunca tuvieron, por eso mi papel primero parece absurdo y es aceptarlos tal como son, amarlos pecadores cual se presentan, cual los veo y encuentro. Intransigente, duro, lo soy con la droga. Eso desde el primer día”. La intransigencia con la droga es por amor, porque los destruye. Después les enseña a valorarse, a regenerarse, a hacerse conscientes: “Asumir, esta es la base de mi pedagogía. Para mí un verdadero ser humano es el que asume, se conoce y se acepta tal cual es, para partiendo de su realidad, formarse, mejorarse al mejorar el mundo”. Para eso no duda en castigarse a sí mismo, en demostrarle cuanto les ama sufriendo por ellos: pegarse, quemarse, sufrir en carne propia lo que ellos han sufrido antes: “Me permite matar aquí la violencia con la auto violencia, conforme el Cristo me enseñó a asumir muerte para dar vida (mi vida nadie me la quita, yo soy quien la entrego). Por eso di la vida, y al darla toda no me costó apelar a mi cuerpo para liberar cuerpos”. Y todo esto en libertad, sin guardias ni barrotes, con la plena libertad de marcharse cuando lo desee. Es el que querrá quedarse, es el que querrá regenerarse, es el que será persona consciente. “Te quiero para ti, no para mí”. Y les explico que el verdadero amor no busca poseer sino que es dar, que los quiero para ellos, para que emprendan sus caminos y sendas con decisión auténtica. Les digo que cada uno debe conquistar su porvenir, su vida.” Proceso lento, paciente, lleno de amor, pero ¡que hermosos frutos ha dado! Alejandro lo resumía con la parábola del “diamante cagado”: “A consecuencia de un terremoto apareció un enorme diamante, de valor incalculable. Pasó una vaca y se cagó encima, tapándolo. La gente lo evitaba. Hasta que seca ya la bohiga, un niño con un palo la quitó, y apareció el diamante… El diamante es el niño, lo cubierto de lodo desde su nacimiento… lo importante es que se dé cuenta de su valor, de quien lo enmienda, y quiera él librarse y brillar en todo su esplendor”. “DIOS TE AMA, YO TE AMO” “Dios te ama, yo te amo” (este es mi anuncio, esta es mi buena nueva)”. Dios es amor. Cuando Alejandro habla de Dios, no habla nunca de una idea, de un ser teórico, sino de un ser real, trino, don total, del que experimenta el amor, del que se siente amado personalmente. Este amor de Dios lo encuentra plasmado y realizado en Cristo, el Hijo, “el escupido”, que vendrá a darlo todo, a hacerse el último de los hombres, a ponerse debajo. Tiene un libro impresionante “El Cristo de Chinchachoma” del que citamos aparte en cuadro una página “Como que el Padre Eterno, el Hijo y el Espíritu Santo quisieron manifestar su amor al último de los hombres, a cada ser humano, por eso Hijo al hacerse el Cristo descendió y fue el último de todos, para poder anunciar al último de los hombres que Dios lo amaba a él”. De aquí su constante llamada a amar, a amar desde abajo, negándose uno mismo: “Hay que matar al macho para que nazca el hombre”. Y su machacona repetición de que amar no es imponer, no es mandar, sino escuchar, respetar; “Amar es dialogar”. Y la gente le escucha porque siente la verdad de sus palabras.”En mi hay poder. Es el poder del amor. Es el que ama de abajo arriba, con el Cristo mío, el que descendió hasta el último humano. Que bello este poder. ¿Quién nos apartará del amor de Cristo, de cómo Él nos ama?”. VOLUNTAD DE DIOS O ENFERMEDAD PSÍQUICA Dios que distribuye sus dones a cada uno como quiere, elige a Alejandro, con gran sorpresa de él, para establecer con Él una comunidad especial, única. Hoy nadie duda de que fue un carismático. Pero ese Dios, que hizo de Alejandro alguien fuera de lo normal, fue para él, por una parte una fuente inefable de consuelos y plenitud, la experiencia beatificante del Ampara de Dios, pero por otra, constituye su cruz, su constante fuente de incomprensiones y tensiones, su terrible tener que ir contra corriente. “¡Qué miedo sentí ante lo que preveía una nueva petición de Dios!...” Alejandro vive continuamente en la tensión entre lo que siente y cree voluntad de Dios, no buscada, pero que se le manifiesta exigente como tal, y la versión, sobre todo de los superiores, de que es locura, enfermedad psíquica, versión acompañada de la Orden de someterse a los cuidados médicos, de ir al psiquiatra. Y encontró toda clase de psiquiatras (ya se comentó lo que le ocurrió durante sus estudios), hasta los que le comprendieron y animaron a seguir impulsos del Espíritu. ¡Qué consuelo y paz le dio aquella buena psiquiatra de México, a quien el superior le había mandado que hiciera caso, cuando le dijo que no se cohibiera, que hiciera caso a lo que sentía interiormente!¡Que feliz fue entonces! La comunicación, la experiencia beatificante de Dios, a veces es tan fuerte que le asusta. Una vez me escribió: “Oh Adolfo, siento tanto fuego en mí, me arde tanto el alma, que hay días que no digo misa para rebajar el fuego y la fuerza divina. Estoy espantado de mí mismo, a veces me asalta el temor de que todo lo que siento sea falso, me parece imposible de lo grande que es…”. Lo cierto es que Alejandro transparentaba a Dios, comunicaba a Dios. Son incontables los testimonios. Como el de una vecina de San Jeronimito, María de los Santos, a quien todos llaman hoy “santa”, que me confiaba:”Yo estaba en crisis, lejos de Dios, con grandes problemas con mis hijos. Buscaba un sacerdote con quien hablar, pero no tenían tiempo para escucharme. Finalmente me aconsejaron que fuera a san Jeronimito, a escuchar al Padre Chinchachoma… fui, me acogió y escuchó… Hoy soy feliz, estoy con Dios, pertenezco a la comunidad Cristiana, veo a Dios en mis hijos…”. Me decía un sacerdote escolapio muy celoso: “Desde que le vi una vez decirle a Dios-Padre cambió para siempre mi recitación de Padrenuestro”. Basten otros dos testimonios, uno de un delincuente, otro de una prostituta: “Abril de 1985. En un taxi me dirigí a una de las casas. Estamos casi llegando al destino y el taxista me dice: —A usted no le voy a cobrar. Le digo: ¿Por qué? ¿Por qué no? Me dice: Yo soy del reclusorio norte. —Ah— me sonreí. —El de la navidad— y le afirmé: Fue bella aquella navidad. Me contestó: Si, aquel día cambió mi vida.” “Un restaurante, una noche. Pasando el punto cero en el tiempo, inicio de nuevo día. Cuatro hijos míos y yo cenamos. Se acerca ella, una mujer hermosa. Me pide darme un beso. Le miro el rostro. La mirada limpia, el rostro sereno, puro. Le digo ‘bueno’. Me da el beso. Luego le pregunto: ‘¿Y por qué de ese beso?’ Me responde: ‘Hace 7 años lo oí a usted y aquel día salí del prostíbulo’. Me sonrió, le sonreí. Se fue con su esposo que la esperaba. Hombre de Dios, hombre que comunicaba a Dios. Se le buscaba para retiros, para ejercicios espirituales, para sermones… A todos impactaba, a todos ponía en comunicación con Dios. Valga como resumen lo que escribe de él un sacerdote: “Otro capítulo sería la “predicación” del padre Alejandro: siempre improvisada y chocante, llena de ternura y de contradicción, de recuerdos bíblicos y de casos vivos. Personalmente todo contacto con la persona y la obra del padre Chinchachoma han tenido la virtud de inflamarme de un modo particular en el amor de Dios”. UN EXCLAUSTRADO TESTIMONIO DE VIDA RELIGIOSA ¿Un exclaustrado testimonio de vida religiosa? Tendrá cosas notables, pero ¿se puede hablar de él como religioso? Sin duda alguna. En primer lugar si la esencia de la vida religiosa es la entrega, la dedicación total a Dios como a su amor supremo, es seguir más de cerca a Cristo bajo la acción del espíritu santo, es buscar la perfección de la caridad, y su señal más clara es la generosidad, no hay duda de que Alejandro es un ejemplo impresionante de todo ello. Pero ¿y los aspectos jurídicos también esenciales de la profesión de los consejos evangélicos y de la vida comunitaria? Por lo que se refiere a los consejos evangélicos, quien ha leído su libro “Mis siete queridas mujeres públicas” sabe muy bien lo que fue para él la santidad, quien conoce su entrega a los pobres y su desprendimiento del dinero no duda de su pobreza, y por otra parte, ya expusimos lo que le costó ser fiel a su sí a la voluntad de Dios y su heroica obediencia muchas veces yendo a consultar a un psiquiatra. Y en cuanto a la vida comunitaria, él que había vivido y gustado en Terrassa y sobre todo en Las Arenas donde llegaron a un grado de comunicación total, no dejó nunca de desearla, de pedirla y de vivirla en lo posible. No es un exclaustrado a causa de una crisis vocacional y que con la exclaustración empieza a romper sus lazos con la Corporación Religiosa. Él se siente siempre miembro de la comunidad provincial; eran constantes sus visitas y no deja nunca de ir a la Casa Provincial y renovar sus votos en las dos ocasiones solemnes de Pascua y Navidad. Señal bien clara de su sentido de pertenencia a la provincial es que, al convertirse la viceprovincia de México en provincia independiente en 1990, dándose la opción de los escolapios catalanes de incardinarse a la nueva provincia o solo quedar adscritos por un tiempo, Alejandro opta por incardinarse. Continuamente sueña con una comunidad escolapia que se haga cargo de su obra; proyecto tras proyecto presenta diversas peticiones. La Orden, quizás espantada por el volumen económico de la obra, no se atreve nunca a asumirla. Como testimonio de su espíritu y añoranza comunitarios, quisiera añadir solo dos cosas. Me escribía en una carta: “En fin soy desde hace años un hombre solo (como que él me está separando). Soy el hombre más acompañado del mundo pero no tengo comunidad y no me puedo apoyar en nadie y sin embargo cientos y cientos se apoyan en mi, de tal modo que vienen a tocarme la barba, etc.… La gente viene con grandes problemas, me mira, se sonríe y se libera. Me pasan cosas muy curiosas”. Otra vez, estando en España, pasa unos días en mi comunidad de Calella, se siente acogido y bien y nos dedica la siguiente poesía: A ti Dios gracias te doy En el campo que voy Halle la comunidad. En la lucha contra el mal, Que es esfuerzo por pintar Mi vivir por el amar Halle yo comunidad. Espíritu que conserva Y la tradición preserva Halle yo comunidad Imagen de gran entrega Enseñanza que a Dios llega Halle yo comunidad Por eso yo te bendigo Porque ella vive conmigo Halle yo comunidad Y te pido con verdad Llénala de tu bondad Por su amor y caridad Aumenta en mi tu ya el “dad” Y mientras les doy yo “gracias” Aumenta en ella tus “gracias” Por ser tu comunidad. Alejandro es, pues, sentida y visceralmente religioso. Quizás con casos como el suyo quiere el buen Dios invitarnos a vivir y acentuar en la vida religiosa más el contenido que él contiene, más la entrega sincera y amorosa a las circunstancias concretas en que hemos de realizarla. Quisiera terminar este aspecto con el siguiente testimonio: “Me alegro como me alegra siempre que me llega una comunicación escolapia que me revive mi vocación y mi vinculación a nuestra amada orden. Cuando el Padre Viceprovincial me dio el texto de las nuevas constituciones, le dije: ‘Padre, si yo no puedo prácticamente cumplir ninguna’. —Sí, me dijo, —pero las aceptas ¿No?— Con ilusión de novicio las recibí de rodillas con un beso.” OH MUERTE, MUERTE, VEN, QUE QUIERO HABLAR DE DIOS Y AQUÍ NO PUEDO La muerte tan deseada para encontrarse sin velos con Dios, le sorprende en Bogotá de regreso de visitar unos Hogares en Pereira. Su enorme corazón deja de latir el 8 de julio de 1999. P. Adolfo García-Durán, Sch. P. Historiador de la Orden de las Escuelas Pías Fuente: http://www.chinchachoma.com