La elusiva búsqueda de la verdad Por Ralph M. Lewis, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. La verdad ha sido un propósito intelectual del hombre, desde que él vio realidades que él esperó encontrar explicarían el misterio de su propia existencia y su estado pasajero, como también qué causa puede yacer tras todos los fenómenos. Conocer estas cosas como teniendo un fundamento positivo constituiría verdad para el hombre. Por lo tanto, no importa que el hombre piense de la verdad como siendo cualidades espirituales, morales o empíricas, materiales; ella es, sin embargo, a lo que aspira el intelecto. La búsqueda de la verdad implica que existe un molde, un cuño, fuera del cual han sido estampadas ciertas realidades que son inmutables y que eternamente gobiernan ciertas condiciones en el Cosmos. Conociéndolas, existe entonces la ulterior implicación que el hombre tiene una guía segura para ciertos fenómenos y para su ventaja. Conocer algo que aparece positivo sugiere su seguridad para servir al bienestar humano en alguna manera. Por consiguiente, la búsqueda de la verdad asume que ella tiene una naturaleza absoluta. Sacar su absolutismo privaría a la verdad de su substancia a los ojos de la mayoría de los hombres. Sin embargo, no se ha establecido una universalidad de verdad. En realidad, existen pocas experiencias, puntos de conocimiento, en que los hombres concuerden al grado de conferir sobre ellos la designación de verdad absoluta. ¿Debería, entonces, abandonarse la búsqueda de la verdad o existe una guía alternativa para el pensamiento humano? ¿Cómo, precisamente, los hombres infieren que una idea, un concepto, una experiencia, es verdadera? Los hombres hablan de tener conocimiento de la verdad, pero, ¿qué es lo que ellos designan así? Las opiniones, las creencias y los preceptos, todos han sido declarados verdades por los hombres; sin embargo, estos estados de mente no son idénticos. Una opinión no es una conclusión exhaustiva de la razón. Opinión es una preferencia por una idea que es placentera para la pasada experiencia del individuo. La opinión puede ser acerca de algo que es recientemente presentado, pero que se ha dado en relación con la memoria de alguna pasada experiencia aceptable. Por ejemplo, la opinión que la persona promedio tiene con relación a los OVNIS, está fundada en la imaginación, en las creencias religiosas, esté o no esté el individuo inclinado hacia el escepticismo. Ello no es ni el resultado del juicio maduro y la observación personal, ni tampoco la racionalización de todos los hechos y teorías pertenecientes al asunto. La opinión, entonces, está principalmente libre de percepción, del resultado de experiencia real, y no es un juicio final después de una extensa evaluación de una idea. Tales ideas, como opiniones, obviamente podrían no ser consideradas verdades en el sentido de tener una naturaleza uniforme. Creencia La creencia tiene una mayor seguridad personal como una clase de conocimiento que de opinión, pero puede difícilmente ser justificada como verdad. La creencia implica una convicción personal con relación a una idea. La creencia real es la consecuencia del juicio. Creemos en algo porque debido a lo mejor de nuestra razón es la idea más aceptable. Uno realmente no cree algo a menos que haya hecho una comparación con ideas relacionadas o contrarias. Ello tiene para uno una cierta cualidad de ser indubitable. La creencia, por lo tanto, se distingue de la opinión en que ella no recurre a la razón. Donde la percepción activa (es decir, el examen por los sentidos) es posible para determinar la naturaleza de una cosa y tal examen podría alterar el concepto y con todo no se ha llevado a cabo, eso, entonces, no es una creencia. Una creencia es un concepto substituto, donde el conocimiento adquirido a través de los sentidos no es posible. Un ejemplo de creencia real por parte de un individuo es la idea de Dios. Es imposible una experiencia objetiva que conduzca a tal conclusión. La idea de Dios debe ser subjetiva. Tal idea permanece como conocimiento solamente hasta que es refutada. Una creencia puede no ser verdad, es decir, una verdad absoluta, debido a que no es percibida o concebida en la misma forma por todos los hombres. Precisamente de qué verdad se trata ha resultado en muchas definiciones por parte de los pensadores a través de las centurias. La búsqueda de su significado continúa y varía en las opiniones de los hombres. Platón dijo que la razón debe poner en orden el pensamiento, es decir, las imágenes que percibimos, dentro de un todo organizado. Es sólo entonces cuando podemos tener una estructura de verdad digna de confianza. Simplemente, tomamos nuestras variadas experiencias e ideas y tenemos nuestra razón que les da una continuidad lógica. Cuando algo es completamente comprendido por nosotros, ello tiene, de acuerdo con Platón, esa realidad que llamamos verdad. Platón afirmaba que la opinión era solamente relativa pero, por otra parte, la razón individual también hace a una verdad relativa para el pensamiento individual en ella. Otra persona puede organizar así sus pensamientos para dar a la verdad una forma o substancia enteramente diferente. Los primitivos Cínicos y los Cirenaicos de la antigua Grecia pensaban que la verdad era percepción; en otras palabras, que para el individuo parecía real lo que en el momento era verdad para él. Si lo que percibimos tiene para nosotros una realidad definida, poseyendo forma, substancia o cualidad, entonces esa es su naturaleza, la verdad de lo que es. El razonamiento tras esto parecería decir que es inmaterial cómo lo que percibimos puede aparecer para los otros; ello para mí puede no ser nada más, porque eso entonces es verdad para mí sobre la cual debo confiar. Por supuesto que este concepto no confiere una absoluta naturaleza sobre la verdad. Más bien, la hace totalmente individualista. Los Sofistas (los Sabios, Siglo V A.C.) expusieron que la verdad es solamente relativa al tiempo, circunstancias y la inteligencia del individuo. Ellos declararon que no puede existir una verdad absoluta porque la verdad en cada individuo está en variación con respecto a la verdad de los otros. Además, la verdad varía con el cambio de los tiempos. Muchos conceptos e ideas mantenidos como verdad en el pasado, no son aceptados como tales por los hombres de hoy. Durante la vida de cada individuo hay circunstancias que surgen, las cuales por el impacto que ellas tienen sobre la anterior experiencia, nos empujan a rechazar viejas verdades y adoptar las nuevas. Los Sofistas afirmaban que con las verdades del pasado, que pueden parecer no alteradas en el presente, no existe seguridad que esas verdades sean eternas. Es quizás porque la inteligencia y los poderes de percepción no pueden transcender las verdades del pasado. Eso puede hacerlas parecer eternas. Por ejemplo, durante centurias los hombres pensaron que la Tierra era el centro del Universo. Esto permaneció como creencia solamente porque los hombres eran incapaces de ese conocimiento para impugnarlas en su tiempo. Con relación a esto, los Sofistas dijeron que el criterio de la verdad es lo que para el hombre aparece como autoevidente. Si eso no puede desaprobarse y si el hombre no tiene duda acerca del mismo, entonces le sirve como verdad. Sin embargo, esto es equivalente a mirar dentro de una habitación a obscuras y presumir que nada existe en ella porque no podemos verlo. Realidad Para John Locke, filósofo inglés (1632-1704), la verdad era la unión o la separación de signos cuando estaban de acuerdo o en desacuerdo el uno con el otro. Esto implica que cuando juntamos nuestras vanas ideas acerca de algo en una forma que está en acuerdo o en desacuerdo acerca de una cosa específica, esa relación es entonces verdad para nosotros. Esto sugiere que lo que es comprensible para nosotros tanto como estemos individualmente concernidos, es verdad para nosotros, porque la idea tiene para nosotros la substancia de realidad. Locke declaró, además, que no deberíamos afligirnos acerca de las verdades absolutas, porque ellas no son posibles. Vivimos por nuestras convicciones, es decir, lo que tiene calidad o substancia de realidad para nosotros. Jamás tenemos certeza acerca de la llamada verdad, a menos que ella reúna las calificaciones de una aceptación personal. De acuerdo con la definición de Locke acerca de la verdad, podemos, sin embargo, ensalzar todas nuestras propias reglas como verdades individuales. Los hombres en verdad ensalzan las leyes morales y las proposiciones de las matemáticas como llamadas verdades universales. Pero es el hombre quien ha ensalzado estas verdades absolutas. Ellas no son independientes del intelecto humano. Viniendo a tiempos más recientes para continuar mostrando la elusiva búsqueda de la verdad, tocamos los puntos de vista de William James, filósofo y psicólogo norteamericano (1842-l910). Para James, la verdad era eso que parece anticipar una experiencia deseada y satisfaciente. La verdad, afirmaba, debe ser racionalmente acertada y ella necesita estar de acuerdo con nuestros ideales y con lo que queremos creer. James era pragmático. Una cosa, para ser verdad debe, en otras palabras, trabajar. No puede ser algo que es meramente una experiencia placentera. Debe ser práctica, debe ser esa que puede ser aplicada y usada por nosotros en alguna manera. Sucintamente, mientras ella trabaja tiene realidad y, teniéndola, es verdad para nosotros. Podemos aceptar como verdad eso que tiene un valor pragmático para nosotros, aunque no conforme con alguna definición tradicional de lo que es la verdad. Si lo que tradicionalmente se expone como verdad no puede ser puesto a prueba de ser demostrable en cualquier manera, jamás entonces tiene para nosotros la convicción de ser autoevidente. Un contemporáneo de James, el filósofo norteamericano John Dewey (1859-1952) tuvo un concepto de la verdad que era similar a ese de James. Cualquier cosa que sea que trabaja ahora, es verdad. Si tiene un valor práctico, útil, para nosotros, tiene realidad como de ahora y es verdad a ese grado de ahora. El pasado no tiene verdad, a menos que continúe la realidad de trabajo y satisfacción para nosotros. Dewey puntualizó que debemos evitar el volvernos dogmáticos, es decir, precisamente aceptar la verdad tradicional como una herencia. Tales verdades deben primero probarse a sí mismas; ellas deben trabajar para y satisfacer a nosotros. Si esa realidad se va, lo mismo ocurre con su virtud como verdad. ¿Son los sentidos periféricos y receptores, la razón y las emociones de la única verdad, es decir, la única razón fundamental para ellas? Existen ciertas cosas que para nosotros tienen el carácter de verdad absoluta, es decir, que parecen no ser evanescentes. Existen ciertos fenómenos que son tan repetitivos para la experiencia humana, que los llamamos Ley Cósmica u Orden Natural. Teniendo esta realidad para nuestras mentes, ellos parecen absolutos. Ellos son factibles y, por lo tanto, los llamamos verdades. Pero hasta estos fenómenos pueden ser decepcionantes con la cambiante comprensión humana. Con el incremento tecnológico, el mérito y naturaleza de ciertos fenómenos de ayer, aunque ellos sean siempre dignos de confianza y universales, pueden ser hoy cuestionados. Existen otras verdades que son contingentes sobre los tiempos cambiantes variando la percepción y comprensión humanas. La búsqueda del hombre por la verdad debe ser esa que tiene una realidad útil para él mentalmente, física e intelectualmente. Donde eso puede ser aplicado con algún grado de practicidad y satisfacción, pueden convertirse en una verdad relativa para la sociedad. Tales están, por supuesto sujetas a las fundamentales condiciones cambiantes de la mentalidad humana y a la reestructuración de la sociedad. No debería intentarse atar al hombre indefinidamente a las verdades, a menos que su realidad permanezca tan aceptable como lo fuera al ser primero así designadas.