TEMA 4 FICHTE 1. EL IDEALISMO DE FICHTE COMO EXPLICITACIÓN DEL FUNDAMENTO DEL CRITICISMO KANTIANO - El encuentro con el pensamiento de Kant revolucionó el pensamiento y la vida de Fichte. Sin embargo, estaba persuadido de que el razonamiento de Kant estaba inconcluso. Tenía la convicción de que Kant se limitó a indicar cual es la verdad, pero no la demostró. Fichte escribe: “Hay sólo un hecho originario del espíritu humano que sirva para fundamentar toda la filosofía en sus partes, la teórica y la práctica. Kant lo sabe con certeza, pero no lo dijo en ningún lugar: quien lo descubra elevará la exposición de la filosofía al grado de ciencia.” Kant proporcionó todos los datos para construir el sistema, pero no lo construyó. .Fichte intenta construir tal sistema, transformando la filosofía en ciencia rigurosa que surja de un principio primero y supremo: ésta será la llamada «doctrina de la ciencia» - Además de Kant, Fichte tiene influencias de: o Reinhold: por haber llamado la atención sobre la necesidad de llevar la filosofía hacia un único principio, aunque para Fichte no supo hallar este principio, ya que sus conclusiones se pueden aplicar sólo a la filosofía teórica y no a toda la filosofía. o Schulze: por haberle obligado a reflexionar mucho y, gracias a sus críticas escépticas, hacerle comprender que la solución de Reinhold resultaba insuficiente y que era necesario buscar más arriba aquel principio único. o Maimon: por haberle mostrado la imposibilidad de la cosa en sí. Maimon le allanó el camino para unificar lo sensible y lo inteligible. 2. LA DOCTRINA DE LA CIENCIA Y LA ESTRUCTURA DEL IDEALISMO DE FICHTE 2.1. El primer principio del idealismo fichteano: el «yo» se pone a sí mismo - Dentro de la filosofía aristotélica el principio de no contradicción constituía el principio incondicionado de la ciencia. Para la filosofía moderna este principio incondicionado consistía en el principio de identidad, A = A. Para Fichte este principio se deriva de otro ulterior. El principio A = A es puramente formal y sólo nos indica que, si existe A, entonces A = A. En ello, lo único necesario es el nexo lógico «si... entonces». Este nexo lógico no puede ser puesto más que por el «yo» que lo piensa, el cual al pensar el nexo entre A y A, además del nexo lógico también pone A. Por lo tanto, el principio supremo no es el de la identidad lógica A = A, porque es algo puesto y, en consecuencia, no originario. El principio originario sólo podrá ser el mismo «yo». Y el «yo» no es puesto por otro, sino que se autopone. «Yo» = «yo» significa, no una identidad formal y abstracta, sino un principio que se autopone. En una palabra, es autocreación. - En la metafísica clásica se afirmaba que para que una cosa actúe primero tiene que ser, el ser es la condición del actuar. La nueva postura idealista invierte el antiguo axioma y afirma que la acción precede al ser, el ser se deriva de la acción. Fichte dice que el ser no es un concepto originario, sino derivado, deducido, un producto del actuar. - El “yo” de Fichte es aquella intuición intelectual que Kant consideraba imposible que el hombre poseyese, porque coincidía con la intuición de un intelecto creador. La actividad del «yo» puro es, en sentido estricto, autointuición. Fichte utiliza la expresión «yo en sí» para indicar que no es un hecho sino un acto, una actividad originaria. - La inteligencia según el idealismo es por sí misma activa y absoluta, no pasiva, y no es pasiva porque constituye el principio primero y supremo, al cual no le precede nada. No depende de un ser que le sea dado, le corresponde un ser en sentido estricto, porque ella es la dadora de ser. Para el idealismo la inteligencia es un «actuar», y absolutamente nada más. Este yo» y esta inteligencia no son los del hombre empírico individual, sino el Yo absoluto. 2.2. El segundo principio del idealismo fichteano: el «yo» opone a sí mismo un «no yo» - Al primer principio de la posición (tesis) o autoposición del «yo» se contrapone un segundo principio de oposición (antítesis), que Fichte formula así: el «yo» opone a sí mismo un «no yo». Consideremos la proposición «no A no es = A». Dicha proposición supone la oposición de no A y la posición de A. Pero éstas no son más que actos del «yo», y además presuponen la identidad del «yo». El «yo», al igual que se pone a sí mismo, se opone a algo distinto de sí. - Evidentemente, este «no yo» no está fuera del «yo», sino en su interior dado que nada hay pensable fuera del «yo». Por lo tanto, el «yo» ilimitado opone a sí mismo un «no yo» ilimitado. El primer momento era el de la libertad (la libertad originaria), mientras que el segundo es el momento de la necesidad. 2.3. El tercer principio del idealismo fichteano: la limitación recíproca y la oposición en el «yo» entre el «yo» limitado y el «no yo» limitado. - El tercer momento representa el momento de la síntesis. La oposición entre «yo» y «no yo» tiene lugar en el «yo». Ahora bien, esta oposición no provoca que el «yo» elimine al «no yo» o a la inversa, sino que ambos se delimitan recíprocamente. La producción del «no yo» sólo surge como límite o determinación del «yo». Por lo tanto, el «no yo» determinado implica por necesidad un «yo» determinado. - Fichte identifica este tercer momento con la síntesis a priori kantiana, y en los dos primeros momentos indica las condiciones que la hacen posible. Asimismo Fichte está convencido de encontrarse ahora en condiciones de deducir las categorías, que Kant había extraído mecánicamente a partir de la tabla de los juicios. De los tres principios examinados se deducen las tres categorías de la cualidad: 1) afirmación, 2) negación y 3) limitación. Fichte procede a deducir de un modo análogo el resto de las categorías. - La antítesis entre «yo» y «no yo» y la recíproca limitación explican tanto la actividad cognoscitiva, que se fundamenta en el aspecto por el cual el «yo» es determinado por el «no yo», como la moral, que está fundamentada en el aspecto por el cual el «yo» determina el «no yo». 2.4. La explicación idealista de la actividad cognoscitiva - ¿Cómo se explica el hecho de que el sujeto considere al objeto como algo distinto de sí mismo? Fichte resuelve el problema replanteando la figura teórica de la imaginación productiva de Kant. En Kant la imaginación productiva determinaba a priori la forma pura del tiempo, suministrando los esquemas a las categorías. En Fichte la imaginación productiva se convierte en creadora inconsciente de los objetos. - La imaginación productiva consiste en la actividad infinita del «yo» que, delimitándose de manera continua, produce aquello que constituye la materia de nuestro conocer (los objetos). Precisamente porque se trata de una producción inconsciente, lo producido se nos aparece corno diferente de nosotros. Lo que nos suministra la imaginación productiva es un material en bruto, por así decirlo, que la conciencia en sucesivas etapas va recuperando a través de la sensación, la intuición sensible, el intelecto y el juicio. - Si nos colocamos en la perspectiva de la reflexión común, adquirimos «la sólida convicción de que las cosas poseen realidad fuera de nosotros» y que por lo tanto existen con independencia de nuestra intervención. Sin embargo, cuando reflexionamos con la razón filosófica sobre aquellas etapas del proceso cognoscitivo y sobre sus condiciones, entonces nos hacemos conscientes del hecho de que todo deriva del «yo», y así nos aproximamos cada vez más en nuestra autoconciencia a la pura autoconciencia, que es un límite al que nos podemos acercar, pero que nunca podremos alcanzar. 2.5. La explicación idealista de la actividad moral - En la actividad práctico-moral el sujeto es el que determina y modifica el objeto: el «no yo» actúa sobre el «yo» como una especie de choque o esfuerzo que suscita un contrachoque o contraesfuerzo. El objeto en el actuar práctico se presenta al hombre como un obstáculo que hay que superar. El «no yo» se convierte así en el instrumento mediante el cual el «yo» se realiza moralmente. - El «no yo» se convierte en momento necesario para la realización de la libertad del «yo». Ser libre significa hacerse libre, y hacerse libre significa alejar de modo incesante los límites que el «no yo» opone al «yo» empírico. - Al explicar la actividad cognoscitiva vimos que el «yo» pone al «no yo». En la actividad práctica podemos comprender no sólo el «qué» sino también el «porqué». El «yo» pone al «no yo» para poderse realizar como libertad. Como es obvio, la completa supresión del «no yo» sólo puede ser un concepto límite, y por ello la libertad es estructuralmente una tarea infinita. - Dios no es una substancia o una realidad subsistente por sí misma, sino el orden moral del mundo, el «deber ser» y por lo tanto es idea. La verdadera religión consiste en la acción moral. Lo finito (el hombre) es momento necesario y estructural de Dios (de lo absoluto como idea que se realiza en lo infinito). 3. LA MORAL, EL DERECHO Y EL ESTADO - Fichte soluciona el grave problema, que tanto había preocupado a Kant, acerca de la relación entre el mundo sensible o fenoménico y el mundo nouménico, sobre el cual versa nuestro actuar moral. Fichte sostiene que la ley moral constituye nuestro «estar en el mundo inteligible» (el vínculo estructural con lo inteligible), la acción real constituye nuestro «estar en el mundo sensible», y la libertad es el vínculo entre los dos mundos, en cuanto poder absoluto de determinar el mundo sensible según el mundo inteligible. - El idealismo fichteano es un idealismo ético o moral, no sólo porque la ley moral y la libertad son la clave del sistema, sino también porque explican la elección que efectúa cada individuo con respecto a las cosas y a la filosofía misma: el que es libre elige el idealismo, mientras que el que no se halla espiritualmente libre elegirá el dogmatismo objetivista (la filosofía que concede a las cosas una preeminencia sobre el sujeto). - El «no yo» actúa sobre el «yo» únicamente como una resistencia, que no sólo estimula a actuar al «yo», sino que implica que su ser ha sido puesto por el «yo». El «yo» es el auténtico principio de todo. - Para poder salir de sí mismo, hay que poner el «yo» como algo capaz de superar el obstáculo. De este modo se afirma la primacía de la razón en cuanto práctica. Todo proviene del actuar y del actuar del «yo». El «yo» es el primer principio de todo movimiento, de toda vida, de toda acción, de todo acontecimiento. Si el «no yo» actúa sobre nosotros, esto no sucede en nuestro terreno sino en el suyo; actúa mediante la resistencia, que no existiría si antes no hubiésemos actuado nosotros sobre él. - En este contexto, en el que todo se confía a la actividad moral, el peor de los males (el vicio supremo) es la inactividad o la inercia, de la que proceden los demás vicios. . La inactividad (la pereza) hace que el hombre quede en el plano de cosa, de naturaleza, de «no yo», y por lo tanto en cierto sentido constituye una negación de la esencia y del destino del hombre mismo. - El hombre realiza en plenitud su deber moral cuando entra en relación con los demás hombres. La necesidad de que existan otros se basa en la consideración de que el hombre tiene el deber de ser plenamente hombre, y esto sólo se realiza si existen otros hombres. La multiplicidad de seres humanos implica el surgimiento de una multiplicidad de ideales, y por consiguiente un conflicto entre los defensores de ideales diferentes. Fichte piensa que en este conflicto siempre vence el mejor, aunque en apariencia quede derrotado. - Al ser el orden moral del mundo el mismo Dios, siempre prevalecerá el hombre que sea el mejor desde el punto de vista moral. El docto posee una misión peculiar entre los hombres. No sólo debe esforzarse por hacer avanzar el saber, sino por ser mejor moralmente y, en este sentido, con su actividad y con su ejemplo debe promover el avance de la humanidad. - La multiplicidad de hombres también implica el surgimiento del derecho y del Estado. En la medida en que el hombre no está solo, sino que forma parte de una comunidad, cada hombre debe limitar su propia libertad de modo que todos y cada uno puedan ejercer igualmente la libertad que les es propia. Así nace el derecho. - El derecho fundamental es el que todos poseen a la libertad (a aquella libertad que es posible de manera simultánea y concreta, en el contexto de una sociedad compuesta por hombres libres). Un segundo derecho muy importante es el derecho a la propiedad. Todos tienen derecho a vivir de su propio trabajo. El Estado (que nació gracias a un contrato social, y por lo tanto a un consenso en las voluntades de los individuos) debe garantizar al incapaz la posibilidad de subsistir, al que es capaz la posibilidad de trabajar, y también debe impedir que las personas puedan vivir sin trabajar. Así garantiza a todos un trabajo e impide que haya pobres o parásitos. 4. LA SEGUNDA FASE DEL PENSAMIENTO DE FICHTE - La producción filosófica de Fichte posterior a la polémica del ateísmo (1800) manifiesta evidentes cambios de orientación, aunque éste siempre defendió la unidad de su pensamiento. Las novedades discurren en dos direcciones básicas: 1) Hacia una paulatina profundización en sentido metafísico del idealismo: El primer Fichte creía que el saber y el ser no se encuentran escindidos fuera de la conciencia, ya que no existe ningún ser si no es a través de la conciencia, y fuera de ésta no hay ningún saber. Por el mero hecho de poder llamarme "yo" a mí mismo, me veo obligado a escindir. La escisión sólo se produce porque digo "yo" y mientras lo digo. La unidad que se escinde es de manera absoluta = X. En cambio, el segundo Fichte se halla empeñado en aprehender en la medida de lo posible esta incógnita X, garantizándole una dimensión ontológica que llegue a convertirla en Dios por encima del «yo», un Absoluto que es mucho más que el orden moral del mundo. Cree que en la base hay que colocar a lo Absoluto, que se manifiesta en sí mismo como razón, se cuantifica, se divide en saber y en ser; sólo en esta forma llega a una identidad entre saber y ser que se diversifica hasta el infinito. 2) En un sentido místico-religioso: El segundo Fichte da a la fe una extraordinaria relevancia. En cuanto a los fundamentos, Fichte ya no habla de «yo» sino de «vida», «voluntad eterna» y «razón eterna». El talante religioso de la última fase del pensamiento de Fichte halla su expresión más típica en la Introducción a la vida beata de 1806, en la cual el idealismo se impregna de los matices propios del panteísmo metafísico: «No existe absolutamente ningún ser y ninguna vida fuera de la vida inmediata divina. Este ser se oculta y se obscurece de diversas maneras en la conciencia, basándose en leyes propias, indestructibles y fundadas sobre la esencia de esta misma conciencia: sin embargo, libre de estas envolturas y modificado únicamente por la forma de lo infinito, reaparece en la vida y en las acciones del hombre que tiene devoción a Dios. »