El Desarrollo Económico y Social La cuestión relativa al Desarrollo

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El Desarrollo Económico y Social
La cuestión relativa al Desarrollo es muy importante para la Doctrina Social de
la Iglesia. El Papa Pablo VI en 1967 le dedicó una Encíclica que marcó mucho
esta temática: Populorum Progressio (sobre la necesidad de promover el
desarrollo de los pueblos). Benedicto XVI quiso homenajear aquella Encíclica
con otra de su autoría, Caritas in Veritate (sobre el desarrollo humano integral
en la caridad y en la verdad) dada a conocer en 2009.
Comienzo compartiendo con ustedes algunas consideraciones acerca del
Desarrollo Económico y Social, tal como lo indica el título de este bloque, y en
un segundo momento haré referencia a algunos aspectos sociales que no
están suficientemente resueltos o que han irrumpido más recientemente en el
mundo y en la Región. Éstos amenazan seriamente la paz y la Dignidad
humana.
I) Cualidades del Desarrollo
Pablo VI en 1967 en su Encíclica Populorum Progressio define al desarrollo
como “el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos
humanas a condiciones más humanas” (PP 20). Nos dice que “el desarrollo no
se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser
integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre” (PP 14).
Esto significa que para ser tal, el desarrollo ha de tener estas dos cualidades:
ser Universal (para todos) e Integral (atendiendo a todas las dimensiones del
ser humano). No hay desarrollo posible para la persona si se atropella la
libertad, si no se facilita la expansión de las capacidades personales y si no se
amplían las condiciones de acceso a una vida digna para todos los que aún no
la tienen.
Se afirma con claridad que puede haber crecimiento económico sin desarrollo,
sea porque no llega a todos, sea porque no tiene en cuenta la integralidad de la
persona.
Si bien hoy ya se ha probado y se afirma que no hay crecimiento sostenible sin
inclusión social, lamentablemente, sigue prevaleciendo el paradigma utilitaristaindividualista que propone la felicidad en base a la maximización del beneficio
personal.
Como superación de esta óptica reduccionista hace falta reafirmar la
centralidad de la persona humana en todas sus dimensiones: religiosa, social,
familiar, económica, cultural, comunitaria desde una visión de “desarrollo
humano integral”.
No hay verdadero desarrollo sin inclusión social. Una sociedad que excluye a
alguno o a muchos de sus miembros no es una sociedad avanzada o
evolucionada. Está atrasada en humanidad.
“La riqueza mundial crece en términos absolutos, pero aumentan también las
desigualdades. En los países ricos, nuevas categorías sociales se empobrecen
y nacen nuevas pobrezas. En las zonas más pobres, algunos grupos gozan de
un tipo de superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo
inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora. Se
sigue produciendo «el escándalo de las disparidades hirientes.» (CiV 22)
Otro aspecto o cualidad a considerar es que el desarrollo debe ser “sostenible”.
Es decir, que en el diseño e implementación de cualquier acción tendiente a la
inclusión social, se deben satisfacer las necesidades actuales sin comprometer
la posibilidad de las generaciones futuras a cumplir sus propias aspiraciones.
“Los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las
generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y
la justicia intergeneracional” (CiV, 48). Quienes nos sucedan deben tener
acceso igual o mejor que nosotros al aire puro, el agua potable, el suelo fértil,
la biodiversidad.
No hay proceso de inclusión social si lo separamos de la visión del “sentido de
la vida”. Todo problema económico tiene dos dimensiones: una técnica y otra
ética. Si excluimos la segunda empobrecemos la consideración de la persona.
La dimensión ética nos formula siempre un par de preguntas a responder:
Desarrollo, ¿para qué? ¿Desarrollo para quiénes?
El Papa Benedicto XVI en su reciente Encíclica Social expresa que “una de las
pobrezas más hondas que el hombre puede experimentar es la soledad.
Ciertamente, también las otras pobrezas, incluidas las materiales, nacen del
aislamiento, del no ser amados o de la dificultad de amar”. (CiV 53)
¿No resulta extraño en un ámbito como el de un Congreso de Finanzas hablar
de amor? No, para nada. Porque si la cuestión económica ha de orientarse a la
felicidad humana, lo más plenamente humano es el amor.
Hay grandes preguntas que la humanidad se ha formulado a lo largo de los
siglos: “¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿Por qué existe el
mal? ¿Qué hay después de esta vida?” (Fides et Ratio 1). Interrogantes que
encontramos en los textos sagrados de Israel, en los Veda y los Avesta, en los
textos de Confucio y Lao-Tsé, en la predicación de los Tirthankara y de Buda,
en los poemas de Homero y en las Tragedias de Eurípides y Sófocles, así
como en los tratados de Platón y Aristóteles. Preguntas que siguen resonando
con angustia dramática o con serena esperanza también hoy (cfr. Id). Muchos
poemas, canciones de tango o de rock, diversas expresiones artísticas y
culturales se hacen eco de esta indigencia humana ante la búsqueda de
sentido.
Víctor Frankl decía que “lo más profundo en el hombre no es el deseo de poder
ni el deseo de placer sino el deseo de sentido”, señalando además que “la
nuestra es una época de frustración existencial”. (tomado de El hombre
doliente)
Por eso, si tenemos una mirada integral del ser humano hemos de ver el
desarrollo vinculado a la felicidad. “La nueva cuestión social, abarca tanto las
situaciones de exclusión económica como las vidas humanas que no
encuentran sentido y ya no pueden reconocer la belleza de la existencia (…)
Los nuevos fenómenos a menudo afectan a ambientes y grupos no carentes de
recursos económicos, pero expuestos a la desesperación del sinsentido de la
vida, a la insidia de la droga (…). Ello se manifiesta, por ejemplo, en el
crecimiento del individualismo y en el debilitamiento de los vínculos personales
y comunitarios. Nos preocupan especialmente las graves carencias afectivas y
emocionales. Contemplamos un gran anhelo de encontrar razones para la
existencia. La deuda social es también una deuda existencial de crisis del
sentido de la vida (…). Ello nos debería interpelar a todos e invitarnos a
discernir y promover nuevos vínculos de pertenencia y convivencia y nuevos
estilos de vida más fraternos y solidarios.” (HB 25)
II) Algunos deberes pendientes
La cercanía de las celebraciones de los Bicentenarios 2010-2016 nos invitan a
levantar la mirada y proyectarnos en tensión hacia un futuro con más justicia y
solidaridad.
Hemos utilizado recién la expresión “nueva cuestión social”. Se refiere a que
han surgido en la última década del siglo XX y esta primera del nuevo milenio
formas inéditas de pobreza y exclusión. Suele fijarse como acontecimiento
histórico la caída del muro de Berlín. Se trata de esclavitudes modernas que
ofenden la dignidad humana de modo nuevo: se nos exigen respuestas que
movilicen la creatividad, la participación y el compromiso.
Los excluidos no son solamente explotados, sino que han llegado a ser
considerados como “sobrantes y desechables” (DA 65).
Los Obispos de Argentina decíamos en Noviembre del 2000 que “la gran deuda
de los argentinos es la deuda social. Podemos preguntarnos si estamos
dispuestos a cambiar y a comprometernos para saldarla. ¿No deberíamos
acordar entre todos que esa deuda social, que no admite postergación, sea la
prioridad fundamental de nuestro quehacer?”. Y en 2008 insistimos en que la
deuda social “no se trata solamente de un problema económico o estadístico.
Es, primeramente, un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más
esencial y requiere que nos decidamos a un mayor compromiso ciudadano”.
(HB 5)
El pensamiento social de la Iglesia marca que la “pobreza provocada” no es
una “etapa casual” sino producto de situaciones y estructuras pensadas,
ideadas y decididas. Nuestro país creció económicamente en esta década de
manera importante. Sin embargo, la pobreza no disminuyó al mismo ritmo. En
Argentina al hablar de pobreza, necesariamente también hay que hablar de
riqueza. Se necesita tanto “conversión personal” como cambio estructural. Nos
encontramos frente a sistemas económicos que no consideran al ser humano
como centro de la sociedad y por eso no realizan los cambios profundos
necesarios para una sociedad justa.
Quisiera señalar algunos rostros que esperan respuesta. Cuando se dice que
“la pobreza es todo un tema”, debemos cuidarnos de mirarla sólo en el papel,
como si un gráfico o un índice nos expresara todo el drama de las historias
concretas. El frío, el hambre, la soledad, el “ninguneo”, el sufrimiento no logran
ser expresados en porcentajes.
a) Los niños
La desnutrición infantil. Cuánto hemos escuchado o dicho que en un país que
produce y exporta alimentos para cientos de miles de personas, que haya
madres embarazadas y niños sin la calidad y cantidad alimenticia es un
escándalo que clama al cielo y una expresión de irracionalidad de los que
estamos en la tierra.
Sabemos que la desnutrición desde que el bebé está en el vientre materno y
durante sus primeros años de vida, provoca daños irreversibles. Es injusticia e
inequidad en el presente, y triste garantía de su prolongación en los años
venideros. Pensémoslo en ejemplos concretos. El niño de 7 años, que sale a la
noche con su papá o mamá a cartonear, no está en clase a la mañana
siguiente de la misma manera que otro compañero suyo que cenó en su casa y
fue a la cama temprano. Es alarmante la vulnerabilidad de estos hermanitos
nuestros. Es que en esa casa no sólo se acostaron tarde, sino que también se
comió mal y no hubo suficiente cuidado de la salud. Una forma más de
intemperie social.
Muy probablemente, a los 10 o 12 años de edad ellos ya no estén en el mismo
grado; uno habrá repetido. A los 15, uno seguirá en la escuela; el otro (ya
sabemos cuál) tal vez haya abandonado, y puede que sea papá o mamá de
otro niño, que muy probablemente repita su propia historia.
Duele decirlo. Nunca tendrán las mismas oportunidades en el futuro: ni en el
tipo de trabajo, ni en la vivienda, ni en la salud, ni en las posibilidades para sus
hijos. Duele decirlo. Pero más les dolerá a ellos.
En Argentina (algunos dicen que sólo en Gran Buenos Aires) 8 niños mueren
por día a causa de la desnutrición. Es tan absurdo como decir que alguien
puede morir de sed a 20 metros de un aljibe. La injusticia siempre muestra
irracionalidad y barbarie.
Un flagelo infligido a la niñez desencadena, necesariamente, desamparo y
violencia. Cada vez es más baja la edad de inicio del consumo de alcohol e
inhalantes. Y la violencia repercute en todos.
b) Adolescentes y jóvenes
Otros rostros a contemplar son los adolescentes y jóvenes que no estudian ni
trabajan. Son cientos de miles. Pasan el tiempo en las plazas o las esquinas de
nuestros barrios. Muchos de ellos han abandonado la escuela, no sin haber
realizado varios intentos de permanecer en el sistema educativo. Por lo general
otros —familia, docentes, trabajadores sociales— también se esforzaron en
esa dirección, con magros resultados. Incide negativamente la falta de
motivación. La pregunta que ellos suelen hacer es “¿estudiar, para qué?”. En
los análisis de seguimiento de la Deuda Social que realiza la UCA, se constata
que un mismo nivel de estudio no da acceso a las mismas posibilidades
laborales. Para ello influye más el lugar de vivienda de la familia y “el apellido”.
La tentación de salir de esa postergación por medio del delito está al alcance
de la mano. Los mercaderes de la muerte acechan sobre ellos.
La droga y el alcohol suelen ofrecer ilusiones y fantasías de mundos
imaginarios que se derrumban como castillos de arena. Adolescentes y jóvenes
que se rozan con la muerte cotidianamente. Una canción muy conocida entre
los jóvenes expresa “yo sé que hay caballos que se mueren potros sin galopar”.
(Los Redonditos de Ricota)
c) La cuestión ambiental
Hace unas décadas, cuando veíamos en zonas industriales las chimeneas de
las fábricas emanando densas y oscuras columnas de humo, identificábamos
esas imágenes con el progreso. Sin saberlo, se construyeron —construimos—
gigantes con pies de barro.
Se vivió —vivimos— en esa especie de ilusión no ingenua de afirmar en los
hechos que talar, extraer, volcar, contaminar, no trae problemas, porque la
Naturaleza vuelve “sola” a su estado original. Una suerte de imaginación de un
Planeta in-destructible, in-agotable.
No se quiere —no queremos— percibir la diferencia que existe entre talar con
hacha o con motosierra, cavar con pala o con topadora, pescar con anzuelo o
con dinamita. Se mantiene una idea de la reacción de la naturaleza como si
utilizáramos herramientas del siglo XIX; pero le avanzamos con tecnologías del
siglo XXI.
Algunas alteraciones provocadas al ambiente son irreversibles. El Planeta no
es infinito. Así es. Lo que llevó miles o millones de años formarse
maravillosamente como equilibrio ecológico, una vez destruido no se
recompone con buena voluntad o “maquillaje paisajístico”. La pérdida de
biodiversidad al talar bosque nativo, dinamitar glaciares, depredar los mares,
no tiene marcha atrás. ¿Ojalá fuera distinto?
El afán industrializador y consumista del sistema económico imperante provoca
cambios en la temperatura del planeta, alteraciones en la capa de ozono,
derretimiento de hielos llamados eternos, contaminación permanente de agua
potable, entre otros males y daños.
En nuestro país es necesario hacer cumplir la ley y promover la sanción de
nuevas normas que cubran los vacíos legales existentes.
En materia de protección de los recursos naturales: promover
políticas públicas sustentables de protección de fuentes acuíferas frente al
creciente interés extranjero en su apropiación; lo mismo que en materia de
contaminación atmosférica y su mitigación. La protección del bosque nativo
y la tierra de aborígenes.
En cuanto a inversiones, carecemos de legislación nacional respecto
de los procesos y emprendimientos en relación a los recursos naturales, su
protección, explotación y beneficios recibidos (por ejemplo, en materia
minera en varias Provincias cercanas a la Cordillera).
En cuanto a nuestros recursos ictícolas: la ausencia de cuidado en
la explotación de la merluza, el calamar y el langostino, entre otros, en los
mares. También merece atención la extracción del sábalo en los ríos. Al
riesgo de falta de cuidados locales se suma el peligro de la depredación
extranjera con buques factoría, verdadera piratería con tecnología
sofisticada.
En las grandes, medianas y pequeñas ciudades hemos de revisar lo
concerniente al tratamiento de la basura y al volcado de efluentes cloacales
a fuentes de agua.
Los estudios científicos son indiscutibles. Hay que hacer algo para detener
el proceso de calentamiento global. Los efectos negativos del cambio
climático son sufridos por los países más pobres del planeta, aunque su
origen es el modelo productivo de los países más ricos. Revertir el cambio
climático implica combatir la pobreza, y viceversa. El hombre y el ambiente
inseparables son creación de Dios. El nos puso en el jardín para que lo
cultivemos y lo cuidemos.
Decía el Premio Nobel Joseph Stiglitz en un reportaje: “Si tuviéramos mil
planetas podríamos seguir con este modelo de producción en este planeta y
ver si resulta. Si nos equivocamos, como cree el 99,9% de los científicos,
podemos pasar al planeta de al lado y listo. Pero no tenemos esa elección”.
Conclusión
No estamos condenados al fracaso. Pero los logros no son alcanzados de
manera automática. A todos Dios nos dotó de inteligencia, libertad,
creatividad, amor…
Podemos poner a trabar estas cualidades. Pero, lo sabemos, también
podemos dejar que nos dirijan el egoísmo, la negligencia, la comodidad.
Un país mejor es posible. Que el camino a recorrer del 2010 al 2016 nos
encuentre trabajando para eliminar la pobreza y promover el desarrollo
integral.
+ Jorge Lozano
Obispo de Gualeguaychú
Miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
Conferencia Episcopal Argentina
Documentos Citados:
PP: Encíclica “Populorum Progressio” sobre la necesidad de promover el
desarrollo de los Pueblos. Pablo VI, 1968.
CiV: Encíclica “Caritas in Veritate” sobre el desarrollo humano integral en la
caridad y la verdad. Benedicto XVI, 2009.
FR: “Fides et Ratio” sobre las relaciones entre Fe y Razón. Juan Pablo II, 1998.
HB: Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad. Obispos de Argentina –
Asamblea Plenaria – 2008.
DA: Documento Conclusivo de la Asamblea de Obispos de América Latina y el
Caribe, Mayo 2007.
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