Cómo formar Gobierno

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CRÓNICAS MARXIANAS
Por Julius G. Castle
Cómo formar Gobierno
H
ace unas madrugadas
me desperté bañado
en sudor. No como
Rajoy entrevistado por
Jordi Évole, sino mucho peor. Como
Rajoy entrevistado por Jiménez Losantos.
En la pesadilla que había asaltado
mi inconsciente veía al propio Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, más
un largo etcétera de portavoces, secretarios, vicesecretarios y otras cargas, participando en espacios radiofónicos y audiovisuales de forma incesante. Se me dirá: ¿y qué tiene de
angustioso algo que sufrimos día tras
día en nuestra vida cotidiana?
Me respondo a mí mismo. El espanto residía en que los candidatos
se expresaban en tono agónico. Sus
cuerpos y rostros, marchitos, habían perdido el vigor y la lozanía que
hoy les permiten entonar con firmeza sus proclamas. Veinticuatro horas sobre veinticuatro. Finalmente
entraban en un proceso de putrefacción.
No necesité releer Die Traumdeutung de Freud en versión original para interpretar aquel sueño aterrador. Busqué en el cajón de la mesilla el ejemplar de la Constitución
Española de 1978, que suelo utilizar
cuando falla el Lorazepam. Pasé febrilmente las páginas hasta llegar al
artículo 99 y busqué el punto 6º. Mis
temores se confirmaron: no existe el
punto 6º.
El punto 5º y final dice textualmente: “Si transcurrido el plazo de
dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá
ambas Cámaras y convocará nuevas
elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso”.
EUROPA PRESS
¿Y después qué?
No sé si me siguen. Los padres de
la Carta Magna, quizás a causa de
su juventud irresponsable, no previeron que cada nueva elección podría dar resultados similares a los de
las anteriores. Para entendernos, es
factible no obtener nunca la confianza del Congreso, porque el fracaso sucesivo de los pactos haya llevado a un callejón sin salida.
Este vacío legal puede conducirnos
a elecciones infinitas. A gobiernos en
funciones sin fecha de caducidad. Algo que escapa a nuestro raciocinio,
limitado por definición. Cabría preguntar a los padres supervivientes, Roca, Herrero de Miñón y Pérez Llorca,
el motivo de un lapsus monumental
que puede derivar en un bucle electoral tipo Día de la Marmota. Comenzaría el próximo 26 de junio y se
extendería sine die. ¿En qué estaban
Propongo una
solución de
compromiso
histórico,
aunque más
de uno lo
llamará
histérico. Que
Rajoy e
Iglesias
aparquen sus
diferencias y
se sienten a
dialogar.
Obtendrían
una mayoría
confortable
pensando allá por mil novecientos setenta y tantos?
¿En el bien de la Patria o en
bufetes todoterreno y consejos de administración?
Mi pesadilla se muerde
la cola. Para redactar el
punto 6º del artículo 99
habría que reformar la
Constitución. Para reformarla debería existir una
mayoría parlamentaria.
Para tal mayoría, acuerdo
entre partidos…
Los mercados financieros
y el equilibrio psicosomático de la población obligan a dar un vuelco a la situación. Más de cinco convocatorias sucesivas metiendo la papeleta en la urna provocarían daños irreversibles en los tendones
de la muñeca. La salud
mental de los votantes no soportaría miles y miles de sondeos de opinión, decenas de miles de tertulias,
centenares de politólogos forrándose a costa del impasse.
Fracasadas las demás combinaciones, propongo una solución de
compromiso histórico, aunque más
de uno lo llamará histérico. Que
Rajoy e Iglesias aparquen sus diferencias y se sienten a dialogar. Obtendrían una mayoría confortable.
Qué bonito sería ver al presidente
en funciones recibiendo en Moncloa al líder de Podemos con su retranca gallega:
—Bienvenido, Pablo. Sigo tomando decisiones difíciles que a mí
no me gustan, pero lo hago por el
bien del país. El pueblo español ha
decidido que pactemos. El pueblo
español es muy cabrito, te lo digo
yo. l
nº 1150. 11–17 de abril de 2016
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