Monitorio: Competencia territorial y pluralidad de deudores. El TS

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Monitorio:
Competencia territorial y
pluralidad de deudores.
El TS acaba con las dilaciones
Antonio Salas Carceller
Magistrado de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo
No cabe duda de que la entrada en vigor de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil ha supuesto un notable
cambio en nuestro proceso civil que, en gran medida, ha mejorado y se ha acomodado a los tiempos
actuales. Poco esfuerzo se exigía al legislador del año 2000 para conseguir tal logro en comparación con una
Ley, hasta entonces vigente, que con todos los cambios y reformas experimentados a lo largo de su dilatada
vigencia databa nada menos que de 1881.
Transcurridos ya nueve años desde la entrada en vigor de esta nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, en los
cuales ha sido reformada hasta en veintidós ocasiones (lo que equivale a 2,4 veces por año de vigencia),
subsisten sin embargo importantes problemas de aplicación que inciden de modo destacado en el llamado
proceso monitorio. El presente artículo se centra esencialmente en dos cuestiones de indudable interés
práctico, competencia territorial y pluralidad de deudores. La primera acaba de ser resuelta por el TS. El
Ponente de dicha resolución escribe para Economist & Jurist sobre este interesante punto; la segunda,
espera solución si bien el autor apunta ya alguna directriz.
01 El proceso monitorio
Constituyó este proceso una de las novedades más
esperadas de la nueva Ley de Enjuiciamiento Civil y se
configuraba como uno de los principales remedios
para superar la ancestral ineficacia de la jurisdicción
civil en orden a lograr la protección del crédito privado y, en suma, poder dar satisfacción al acreedor dentro de un plazo de tiempo razonable con los saludables
efectos que ello comporta para la economía en general. La propia Exposición de Motivos que precede a la
ley daba cuenta de ello en su apartado XIX al proclamar
que “en cuanto al proceso monitorio, la ley confía en
que, por los cauces de este procedimiento, eficaces en
varios países, tenga protección rápida y eficaz el crédito dinerario líquido de muchos justiciables y, en especial, de profesionales y empresarios medianos y
pequeños”, confianza del legislador que efectivamente
se ha visto cumplida en muchos casos poniendo de
manifiesto la realidad de un tipo procesal eficaz.
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Nace con la presentación por el acreedor ante el
Juzgado de una solicitud acompañada de ciertos
documentos de los que se desprende inicialmente la
existencia de un crédito contra determinada persona
–física o jurídica- para lo cual incluso cabe el empleo
de impreso o formulario -sin necesidad de intervención de abogado y de procurador en determinados
casos- para, a partir de ahí, intimar al deudor a fin de
que adopte una postura reveladora en cuanto a la
realidad del crédito que se reclama. Como también
expresa la Exposición de Motivos, el presunto deudor
es inmediatamente colocado ante la opción de pagar
o dar razones del porqué de su negativa; de modo
que si no compareció, o no se opuso, se dará lugar al
despacho de ejecución sin posibilidad de alegar por
su parte indefensión alguna ante el trámite de audiencia que se le ha reconocido y concedido que, sin
embargo, no ha utilizado para manifestar la razón por
la que niega su condición de deudor -en todo o en
parte- respecto del crédito objeto de la reclamación.
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Si tal oposición se produce, se da lugar al proceso de
declaración donde, con plenitud de armas procesales
en cuanto a alegaciones y prueba, se llegará al pronunciamiento judicial sobre la exigibilidad del crédito;
pero teniendo en cuenta que la inicial tramitación de
la solicitud no habrá resultado baldía pues se habrá
forzado ya al “deudor” a asumir una postura, lo que
comportará un cierto compromiso de seriedad en la
oposición pues, en caso de que ésta carezca de toda
razón, quien así se comportó procesalmente deberá
soportar las consecuencias negativas que se habrán
de producir en cuanto el tribunal conozca lo infundado de su actitud.
02 El problema de la competencia
territorial
Un importante problema práctico que se ha suscitado en relación con el proceso monitorio es el de la
competencia territorial del Juzgado que ha de conocer del mismo.
Con toda lógica el legislador estableció un fuero imperativo en cuanto a la competencia territorial para el
conocimiento de este proceso referido al lugar en que
se pudiera encontrara al deudor, y así el artículo 813
de la LEC se pronuncia en los siguientes términos:
“Será exclusivamente competente para el proceso
monitorio el Juez de Primera Instancia del domicilio o
residencia del deudor o, si no fueren conocidos, el del
lugar en que el deudor pudiera ser hallado a efectos
del requerimiento de pago por el Tribunal, salvo que
se trate de la reclamación de deuda a que se refiere
el número 2.º del apartado 2 del artículo 812, en cuyo
caso será también competente el tribunal del lugar en
donde se halle la finca, a elección del solicitante.
En todo caso, no serán de aplicación las normas
sobre sumisión expresa o tácita contenidas en la sección 2.ª del capítulo II del Título II del Libro I”.
Salvado, por tanto, el supuesto del procedimiento
monitorio de carácter especial para la exigencia de
pago de deudas derivadas del régimen de propiedad
horizontal, en el resto de los casos constituye presupuesto necesario para la eficacia -e incluso la propia
razón de ser- del proceso la posibilidad de localización del deudor en un lugar determinado, siquiera sea
Sumario
1. El proceso monitorio
2. El problema de la competencia territorial
3. La cuestión de la pluralidad de deudores
como consecuencia de una residencia esporádica en
determinado lugar, como puede ser el de vacaciones
o en un viaje, con los efectos que ello produce en
cuanto a la determinación fatal de la competencia
para el eventual proceso declarativo ulterior pues la
misma seguirá correspondiendo al mismo Juzgado
que inició el proceso monitorio que, a veces como en
los casos señalados, puede encontrarse en lugar muy
distante del verdadero domicilio del deudor que, no
obstante, habrá de hacer frente al juicio declarativo en
tales circunstancias cuando ya no se encuentra allí.
En definitiva si el presunto deudor es localizado según
las indicaciones del acreedor el proceso monitorio
podrá desplegar todos sus efectos beneficiosos, pero
no siempre ocurre así porque en muchos casos el
domicilio o lugar de residencia que aporta el acreedor
resulta ser erróneo o el llamado como deudor ha
cambiado de domicilio, supuestos en los que entramos en lo que podría denominarse crisis del proceso
monitorio.
Si el presunto deudor es
localizado según las indicaciones del
acreedor el proceso monitorio podrá
desplegar todos sus efectos
beneficiosos, pero no siempre ocurre
así porque en muchos casos el
domicilio o lugar de residencia que
aporta el acreedor resulta ser erróneo o
el llamado como deudor ha cambiado
de domicilio, supuestos en los que
entramos en lo que podría denominarse
crisis del proceso monitorio Ya nos hemos referido al hecho de que este tipo de
proceso no se justifica si no va acompañado de la
posibilidad real de oír al deudor en un plazo breve.
Las dificultades de localización que se dan en numerosos casos ha comportado en la práctica un verda-
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dero peregrinaje en busca del “deudor” y, lo que aún
resulta más grave desde el punto de vista funcional,
un verdadero despropósito con desnaturalización del
proceso y verdadera pérdida de su finalidad, buscando sin éxito la fijación de la competencia territorial
para su conocimiento.
Desde el nacimiento del proceso monitorio se ha
experimentado un muy notable incremento de las
cuestiones negativas de competencia territorial planteadas ante los tribunales. En concreto ante la Sala
Civil del Tribunal Supremo se puede afirmar sin exageración que por tal motivo se ha producido una verdadera avalancha de tales cuestiones que suponen
en la actualidad más del 90% del conjunto de las
planteadas ante dicho Tribunal que, como es sabido,
conoce de las mismas cuanto se suscitan entre órganos jurisdiccionales que no tienen otro superior
común. A veces, no por tardanza del Tribunal
Supremo que suele resolver en un plazo breve, sino
por el propio “iter” previo del asunto se resuelven tales
cuestiones de competencia cuando han transcurrido
ya tres o más años desde que se formuló la solicitud
inicial; lo que desde luego priva de eficacia al proceso
y da una mala imagen de la Administración de
Justicia, aunque al acreedor poco importe el retraso
cuando, por tratarse de deudores que carecen de
bienes raíces o de cualquier otra clase de bienes
embargables, de nada le serviría seguir el juicio declarativo sin localización para luego no poder conseguir
la ejecución de la sentencia firme obtenida.
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Son muchos los casos en los cuales, presentada la
solicitud ante determinado Juzgado por estar incluido en su partido judicial el domicilio o residencia que
se atribuye al deudor y siendo éste desconocido en
el mismo o habiéndolo abandonado con anterioridad, se inicia un trámite de averiguación que conduce a que, ante la presencia del más mínimo dato que
pudiera poner de manifiesto el domicilio o residencia
actual en distinto partido, el Juzgado que inició el
proceso declina de oficio su competencia y la atribuye a otro ante el que vuelve a repetirse no pocas
veces la misma situación, creando una cadena que
únicamente encuentra su final cuando alguno de los
órganos receptores se niega a admitir el conocimiento del asunto y plantea la cuestión negativa de
competencia.
El legislador ha decidido, por la propia lógica del
proceso, atribuir la competencia al órgano judicial
del lugar en el que se encuentra el deudor para que
se pueda practicar a éste el requerimiento y pueda
contestarlo en los términos que la propia ley contempla. El Juzgado de Primera Instancia, cumpliendo lo dispuesto en el artículo 58 de la LEC ha de
apreciar de oficio su propia competencia territorial
“inmediatamente después de presentada la demanda” y efectivamente habrá de declararse territorialmente competente si de la solicitud se desprende
que el domicilio o residencia ocasional del deudor
se encuentra dentro de los límites de su partido
judicial.
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Articulo 813 LEC 1/2000
“Será exclusivamente competente para el proceso monitorio el Juez de Primera Instancia del domicilio o residencia del deudor o, si no fueren conocidos, el del lugar en que el deudor pudiera ser hallado a efectos del
requerimiento de pago por el Tribunal, salvo que se trate de la reclamación de deuda a que se refiere el número 2.º del apartado 2 del artículo 812, en cuyo caso será también competente el tribunal del lugar en donde
se halle la finca, a elección del solicitante.
En todo caso, no serán de aplicación las normas sobre sumisión expresa o tácita contenidas en la sección
2.ª del capítulo II del Título II del Libro I”.
Si el requerimiento de pago a formular al deudor,
según el propio solicitante, hubiera de producirse en
un partido judicial distinto se trataría de que el acreedor
ha confundido el Juzgado al que había de dirigirse; en
tal caso antes de admitir la solicitud, y conforme se
desprende de lo dispuesto en el artículo 58 de la LEC,
el juez oirá al solicitante y al Ministerio Fiscal declarándolo así mediante auto y remitirá las actuaciones al que
resultare territorialmente competente. Es decir, la competencia territorial se determina por los propios datos
que para la localización del deudor suministra el solicitante de modo que, sin comprobación previa alguna,
el Juzgado se declarará competente –reiteramos– si
cuenta con un lugar designado para hacer el requerimiento que se encuentre dentro del partido judicial.
Sería lo deseable que ante la
imposibilidad de localizar al deudor en
el lugar señalado por el acreedor, se
archive el proceso monitorio iniciado
con devolución al solicitante de la
documentación presentada Ahora bien, determinada ya la competencia territorial
para conocer de ese proceso monitorio en virtud de
dato tan esencial como es el de la localización del
deudor que únicamente puede dar al Juzgado el
acreedor, podrá o no lograrse la práctica del requerimiento según se encuentre o no al requerido; en este
último caso no parece lo más adecuado para la naturaleza y finalidad del procedimiento iniciar trámites de
averiguación de domicilio para, a partir de ellos, negar
después una competencia territorial que ya había sido
correctamente afirmada, aunque en base a datos
erróneos, o incluso practicar tal requerimiento de
pago, por vía de auxilio judicial, en un lugar distinto,
conservando la competencia y propiciando que el
eventual proceso de declaración que haya de seguirse ante la negativa del deudor al pago quede radicado, sin justificación alguna, ante un Juzgado al que no
corresponde su seguimiento.
Cuando el artículo 814.1 de la Ley de Enjuiciamiento
Civil impone al acreedor la comunicación del domicilio del deudor o el lugar de su residencia, incluso ocasional, donde poder practicar el requerimiento, está
partiendo de que el acreedor ha de conocer tales
datos con certeza y debe suministrarlos al juez. Lo
anterior constituye un presupuesto de admisibilidad
del propio proceso acorde con su naturaleza y finalidad. La expresión de un lugar inexacto para la localización comporta una situación de crisis del propio
proceso que conduce a su ineficacia. Del mismo
modo que no cabe acudir a este instrumento procesal cuando se desconoce absolutamente el domicilio
o residencia del deudor, y habrá de deducirse en tal
caso demanda en un proceso declarativo normal que,
como es sabido, podrá seguirse incluso sin la localización del demandado llamándolo entonces mediante edictos, la misma consecuencia procederá si el
deudor no tiene verdaderamente su domicilio -o reside- donde afirmaba el acreedor, pues el conocimiento erróneo equivale al desconocimiento.
Por todo ello sería lo deseable que ante la imposibilidad
de localizar al deudor en el lugar señalado por el acreedor, se archive el proceso monitorio iniciado con devolución al solicitante de la documentación presentada.
Esta solución parece que puede venir avalada por la
interpretación que merece el nuevo texto del artículo
815.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, según la Ley
13/2009, de 3 de noviembre, de reforma de la legislación procesal para la implantación de la nueva ofici-
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na judicial, cuya entrada en vigor se producirá el día 5
de mayo de 2010. El artículo 815.1, párrafo primero,
tendrá esta nueva redacción: «si los documentos
aportados con la petición fueran de los previstos en el
apartado 2 del artículo 812 o constituyeren un principio de prueba del derecho del peticionario, confirmado por lo que se exponga en aquélla, el Secretario
judicial requerirá al deudor para que, en el plazo de
veinte días, pague al peticionario, acreditándolo ante
el Tribunal, o comparezca ante éste y alegue sucintamente, en escrito de oposición, las razones por las
que, a su entender, no debe, en todo o en parte, la
cantidad reclamada. En caso contrario dará cuenta al
Juez para que resuelva lo que corresponda sobre la
admisión a trámite de la petición inicial». En consecuencia la intervención del Juez se producirá una vez
que se conozca si el deudor ha sido encontrado en el
lugar señalado por el acreedor; por lo cual, en caso
de no haber podido ser localizado, el Juez podrá
declarar la no admisión a trámite de la petición inicial
al no poder ser seguido el proceso ante él.
Estas consideraciones son las que han dado lugar a
que la Sala Primera del Tribunal Supremo se haya planteado el problema reuniéndose en Pleno para resolver
la cuestión de competencia registrada bajo el número
178/2009, la cual se había suscitado entre los
Juzgados de 1ª Instancia nº 6 de Valencia y nº 4 de
Cornellá de Llobregat en un proceso monitorio iniciado
en el año 2005, del cual habían conocido sucesivamente varios Juzgados que fueron inhibiéndose y remitiendo las actuaciones a otros según las inseguras
informaciones que sobre el domicilio del deudor se
recibían. La Sala, mediante Auto dictado por el Pleno
de fecha 5 de enero de 2010, declara como Juzgado
competente el de Primera Instancia nº 6 de Valencia sin
perjuicio de indicar que si no fuere encontrado el deudor en el domicilio que consta en dicho partido judicial
“lo procedente será el archivo de las actuaciones con
devolución al acreedor de la documentación aportada
para que, si ello interesa a su derecho, pueda iniciarlo
de nuevo en el lugar que considere oportuno o acudir
directamente al proceso declarativo”.
03 La cuestión de la pluralidad de
deudores
Algunas dificultades surgen también cuando se aborda el difícil problema de la pluralidad de deudores.
18 marzo 2010
Cabe preguntarse si es posible dirigir el proceso monitorio conjuntamente contra varios de ellos y, si así
fuere, cuál será la solución ante las distintas posturas
que cada uno puede adoptar frente a la reclamación.
Es cierto que la Ley de Enjuiciamiento Civil se refiere
al “deudor” en singular cuando se refiere al sujeto
pasivo del proceso monitorio pero también lo es que
en ninguno de sus pasajes excluye la presencia en el
mismo proceso de varios deudores. Si efectivamente
entendió el legislador, dándolo por supuesto, que sólo
cabía seguirlo contra un deudor no podríamos hablar
de una verdadera omisión legislativa y sí, a lo más, de
una falta de precisión en la regulación que no ha dejado suficientemente claro dicho extremo. Pero si,
como se sostiene comúnmente, cabe dirigirse contra
una pluralidad de deudores, debió el legislador concretar la regulación para hacer frente a los numerosos
problemas de carácter práctico que ello comporta.
Sería preferible que el legislador
aclarara la necesidad de que la
solicitud en el proceso monitorio vaya
dirigida contra un solo deudor Se suele dar por supuesta la posibilidad de que el
acreedor pueda dirigir su reclamación contra varios
en el mismo procedimiento monitorio. Se sostiene
que bastará para ello la coincidencia de título o
causa de pedir y se intentan diversas soluciones
para los supuestos en que los diferentes deudores
llamados residen en distintos partidos judiciales.
Todo ello complica innecesariamente un proceso
que por su propia naturaleza ha de ser rápido y,
sobre todo, sencillo. Porque ¿tiene sentido que a
partir del mismo procedimiento monitorio deba
seguirse un proceso declarativo (artículo 818 LEC)
frente al deudor que se opone, otro de ejecución
(artículo 816 LEC) frente a quien no lo hace, al tiempo que, incluso, puede darse por pagada una parte
de la deuda (artículo 817 LEC)? Evidentemente no.
Sin embargo la solución no presenta quiebra alguna
si se entiende que el legislador ha partido de que el
proceso ha de referirse a un solo deudor y sólo irremediablemente habrá que admitir la presencia de
varios cuando así se ha previsto expresamente como
ocurre en el caso de impago de cuotas en el régimen
de propiedad horizontal (artículo 24.1 LPH).
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La concurrencia de varios deudores respecto de una
misma obligación puede responder a diversas causas
y, como es sabido, puede tratarse de una obligación
mancomunada simple o solidaria.
En el primero de los casos no cabe duda de la improcedencia de seguir proceso monitorio conjuntamente
contra varios deudores. Del texto del artículo 1137 del
Código Civil se deduce que el acreedor en tal caso
únicamente puede pedir al deudor el pago de aquello
que le corresponde, lo que significa que serán distintas las reclamaciones dirigidas contra uno y otro de
los deudores mancomunados y en consecuencia, si
se acude al procedimiento monitorio, deberá producirse una solicitud frente a cada uno de los deudores.
Mayor problema se presenta en el caso de que se
trate de obligaciones solidarias. En este supuesto
dice el artículo 1144 que el acreedor puede dirigirse
contra cualquiera de los deudores solidarios o contra
todos ellos simultáneamente, de modo que las reclamaciones entabladas contra uno no serán obstáculo
para las que posteriormente se dirijan contra los
demás mientras no resulte cobrada la deuda por
completo. En principio la posibilidad de dirigirse contra todos ellos “simultáneamente” abonaría a favor de
la tesis de la permisión de que el acreedor actúe frente a todos también en el proceso monitorio. Pero ello
plantea un primer problema de competencia territorial
dados los estrictos términos en que se pronuncia el
Para saber más
Auto del Pleno de la Sala de lo Civil del
Tribunal Supremo de 5 de enero de 2010.
artículo 813 de la Ley de Enjuiciamiento Civil que
parece partir de que sólo un Juzgado puede resultar
competente. ¿Debe ser el acreedor quien elija el
Juzgado competente de conformidad con lo dispuesto en el artículo 53.2 de la LEC? ¿qué relación tiene
esto con la permisión de la acumulación subjetiva de
acciones prevista en el artículo 72 de la LEC?
La acumulación de acciones está plenamente justificada en el proceso declarativo en el que lógicamente la
actuación simultánea contra todos los deudores solidarios debe producirse en un mismo proceso y si el acreedor optara por demandar sólo a algunos de ellos
deberá hacerlo sucesivamente para, según establece el
artículo 1144 del Código Civil, si no ha obtenido la satisfacción de su crédito por completo demandar después
a otros deudores solidarios hasta que tal satisfacción
íntegra se produzca. ¿Tiene razón de ser esa acumulación en el procedimiento monitorio? Entendemos que
son más las dificultades que los beneficios que ello
puede reportar, incluso desde la propia perspectiva del
acreedor que vería dificultada su reclamación por la propia complejidad introducida en proceso tan sencillo. Por
otra parte ¿qué solución daría el Juzgado si todos los
acreedores pagarán íntegramente la obligación solidaria
o lo hicieran en parte por una suma total mayor de la
debida? ¿y si alguno pagara en parte oponiéndose a la
obligación los demás? ¿cuál sería en tal caso el contenido del proceso de declaración posterior?¿podría
declararse como resultado del mismo la improcedencia
del pago parcial efectuado?
Son muchas las dudas que plantea esta solución y
preferible la que, en atención a ellas, sostiene que,
incluso mediante una reforma legal, sería preferible
que el legislador aclarara tales extremos en el sentido
de precisar la necesidad de que la solicitud en el proceso monitorio vaya dirigida contra un solo deudor.
No obstante, dicha aclaración no se ha producido,
como tampoco la regulación del supuesto de varios
deudores, en virtud de la reforma de la Ley de
Enjuiciamiento Civil operada por la Ley 13/2009, de 3
de noviembre, de reforma de la legislación procesal
para la implantación de la nueva oficina judicial.
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