Violencia doméstica e intervención psicológica

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A
fondo ...
Violencia doméstica
e intervención psicológica
La violencia doméstica se considera en la
actualidad un grave problema social, familiar y personal. Si un porcentaje elevado de los miembros de nuestra sociedad,
casi todos ellos mujeres, es víctima de su
pareja o expareja, esto no es un problema individual, es un problema social. Un
problema que afecta a los derechos humanos básicos, por lo que todos los miembros de la sociedad deben luchar contra
él. También es un grave problema individual. El hecho de que el lugar más personal e íntimo, el que debe dar la mayor
sensación de seguridad y confort, el que
debe ser refugio en tiempos de dificultades o problemas, pierda estas características y se convierta en un lugar de inseguridad y de peligro, de miedos y
agresiones, es realmente grave.
Caracterización de la violencia doméstica:
La American Psychological Association
(APA) define la violencia doméstica como
“un patrón de conductas abusivas que incluye un amplio rango de maltrato físico,
sexual y psicológico, usado por una persona en una relación íntima contra otra, para ganar poder o para mantener el abuso
de poder, control y autoridad sobre esa persona” (Walker, 1999a, p. 23). Se consideran tres tipos básicos de violencia doméstica: física, psicológica y sexual:
a) Física: cualquier conducta que implique la utilización intencional de algún
Francisco Javier Labrador 1*
Paulina Paz Rincón **
Francisco José Estupiñá*
Edurne Alonso* y Saba Lignon*
1
Francisco J. Labrador. Facultad de Psicología.
UCM. Campus de Somosaguas s/n. 28223 Madrid.
Correo electrónico: [email protected]
* Universidad Complutense
** Universidad de Concepción.
instrumento o procedimiento para afectar al organismo de otra persona de modo que encierre riesgo de lesión física,
enfermedad, daño o dolor, con independencia de los resultados de dicha conducta. Se consideran tanto conductas
“activas” (como abofetear, empujar, golpear, estrangular, etc.), como conductas
“pasivas” (privación de cuidados médicos, no avisar de situaciones de peligro,
etc.).
Epidemiología:
b) Psicológica: toda conducta física o verbal, activa o pasiva, que atenta contra la
integridad emocional de la víctima, en un
intento de producir en ella intimidación,
desvalorización, sentimientos de culpa o
sufrimiento. Por ejemplo, humillación, descalificación, ridiculización, aislamiento social y económico, amenazas, etc.
c) Sexual: cualquier conducta dirigida a
forzar un acto de intimidad sexual, ya sea
mediante el uso de amenazas, intimidación, coacción o por llevarse a cabo en estado de inconsciencia o indefensión.
Aunque se han aducido más categorías,
como el maltrato económico o financiero, el maltrato espiritual, el maltrato estructural o el social, todos estos tipos de
violencia pueden ser incluidos dentro de
la categoría de maltrato psicológico, pues
son conductas o actuaciones caracterizadas por tratar de controlar a la víctima a
través de la creación de sentimientos de
desvalorización e indefensión.
Es difícil saber cuántas mujeres sufren esta situación, aunque las estimaciones apuntan a cifras próximas al 20% de las mujeres en España. Informaciones más precisas
son las estadísticas del Instituto de la Mujer sobre el número de muertes y denuncias presentadas por esta causa. Si bien
hay que tener en cuenta que probablemente no todas las muertes debidas a la violencia doméstica están incluidas, y que se
estima que sólo se denuncia aproximadamente el 10% de los casos. Es posible que
el incremento en estas cifras, en especial
en el número de denuncias, se deba más
a la creciente concienciación del problema
que a un aumento real en su frecuencia.
Estas cifras ponen de relieve que el objetivo fundamental, acabar con esta violencia, dista mucho de ser alcanzable en un
futuro próximo, por lo que es previsible
que muchas mujeres sigan sufriendo y que
otras muchas comiencen a padecer este
problema. Por eso es necesario desarro-
Guía del Psicólogo
5
Año
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
Nº de denuncias
21.582
22.397
24.158
43.313
50.088
57.527
59.738
54
63
50
54
71
72
60
Nº de muertes
Tabla 1. Número de muertes y denuncias por violencia doméstica en España (Instituto de la Mujer, 2006).
llar intervenciones que ayuden a estas víctimas. La labor del psicólogo en esta labor es evidentemente decisiva.
El ciclo de violencia
Aunque en cada ocasión y en cada pareja cada episodio de violencia doméstica
puede ser diferente, se puede apuntar un
patrón característico que, siguiendo la propuesta de Walker (1989), estaría constituido por tres fases:
1. Fase de acumulación de tensión. Es lógico que en una relación de pareja aparezcan tensiones. Si se dispone de habilidades para resolverlas adecuadamente
éstas se disiparán; en caso contario se utilizarán habilidades menos adecuadas, entre ellas las que implican cierta violencia
(en esta fase pueden aparecer agresiones
psciológicas, incidentes “menores” de malos tratos…). Pero si la situación no se resuelve se progresaría a la fase siguiente.
2. Fase de explosión, agresión o incidente de maltrato agudo. Cuando la tensión
llega al límite, se produce la descarga de
la misma a través de maltrato psicológico, físico o sexual, más o menos grave.
Suelen ser episodios relativamente breves
pero muy destructivos. La agresión ha empezado en un intento de darle una lección a la víctima, sin la intención de causarle mayor daño, y ha finalizado cuando
el agresor considera que ella ha aprendido la lección, pero cuando llega a esta
conclusión la víctima ya ha sido severamente maltratada o peor.
3. Fase de arrepentimiento, reconciliación
o luna de miel. Tras la agresión, la tensión
parece desaparecer y ya no hay agresiones.
El agresor se arrepiente y pide perdón a la
víctima, promete que no volverá a suceder,
incluso llega a comportarse de manera encantadora y cariñosa. Es posible que considere que ella “ya ha aprendido su lección”
por lo que no volverá a comportarse de manera “inadecuada” y él no se verá “obligado” a maltratarla. La víctima con frecuencia cree que él será capaz de hacer lo que
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ha prometido y que ella podrá cambiarlo
y que las cosas serán mejores en el futuro.
No obstante, al cabo de poco tiempo comenzará nuevamente el aumento de la
tensión y se repetirá el ciclo completo, con
el agravante de que cada vez la duración
de la fase de acumulación de tensiones
será menor, la intensidad de la agresión
mayor y la fase de reconciliación menor
o incluso acabará por desaparecer. Además, los comportamientos violentos parecen aumentar de forma progresiva su
intensidad. Si en un primer momento aparecen conductas como la de amenazar,
ironizar, dar un portazo, pronto se progresa a romper objetos queridos, empujar,
aislar, luego a abofetear, dar patadas, finalmente estrangular, golpear con objetos contundentes, violar, etc.
Consecuencias de la vigencia doméstica
1. Consecuencias en la salud física. Según
el Informe Mundial de Violencia y Salud
de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), entre el 40% y el 72% de las mujeres que han experimentado violencia física por parte de sus parejas, presenta lesiones. No obstante, las consecuencias más
comunes y graves de la violencia doméstica no son las lesiones sino los llamados
trastornos funcionales, como colon irritable, fibromialgia, trastornos gastrointestinales y síndromes de dolor crónico (Krug
et al., 2002), producto de la tensión crónica a que se ven sometidas estas víctimas.
2. Consecuencias sobre la salud mental.
Se estima que el 60% de las mujeres maltratadas tiene problemas psicológicos moderados o graves, siendo los síntomas más
frecuentes ansiedad, hiperactivación, tristeza, sensación de indefensión, rumiaciones negativas, déficit en solución de problemas, pérdida de autoestima, labilidad
emocional, ideación suicida, inapetencia
sexual, fatiga permanente e insomnio. Si
en lugar de síntomas se consideran los
cuadros psicopatológicos los más frecuentes sontrastorno de estrés postraumático
(TEPT), depresión, trastornos de ansiedad,
trastornos disociativos, disfunciones sexuales y abuso de sustancias.
De todos ellos el TEPT es el más frecuente, afectando al 63,8% de las víctimas,
aunque prácticamente el 100% de éstas
presenta algún tipo de síntomatología
postraumática (reexperimentación, hiperactivación o evitación/embotamiento
emocional), seguido por la depresión que
afecta aproximadamente al 50% (Golding, 1999). El TEPT, además, es la categoría diagnóstica más apropiada para describir las consecuencias psicológicas en
las víctimas de violencia doméstica, y el
trastorno que más desorganiza su vida en
general. Dado el carácter tan incapacitante del TEPT, el punto central y fundamental de la intervención psicológica debe dirigirse a superar este trastorno, o los
síntomas postraumáticos. Una vez superado éste se podrá atender de forma eficaz los demás problemas.
Es evidente que un programa de intervención con las víctimas de maltrato doméstico debe tener siempre como punto de referencia el conseguir no sólo que ésta
supere sus problemas psicológicos, sino algo más positivo, que la mujer desarrolle
las habilidades necesarias para poder adaptarse a su nueva realidad y, en consecuencia, volver a disfrutar de nuevo de su vida.
Intervención psicológica:
Aunque se ha dado mucha publicidad al
problema del maltrato doméstico, hay numerosas actuaciones de cara a concienciar
a la opinión pública e incluso se ha logrado, al menos en nuestra sociedad, una importante sensibilización del problema, desgraciadamente parece que se ha avanzado
menos en el desarrollo de programas de tratamiento de las víctimas. Parece como si
mucho del esfuerzo se dirigiera a condenar
la violencia y al maltratador y menos a atender a las víctimas. No obstante, sería injusto no reconocer los esfuerzos que viene realizando el Colegio Oficial de Psicólogos de
Madrid en colaboración con la Consejería
distribuyen por módulos para abordar la
problemática de las mujeres tratadas de la
manera más adecuada. De este modo se
presentan cinco módulos que son:
1. Autoestima (2 sesiones).
2. Estado de ánimo (2 sesiones).
3. Exposición (3 sesiones).
4. Reevaluación cognitiva (2 sesiones).
5. Solución de problemas (2 sesiones).
de Empleo y Mujer de la Comunidad de
Madrid en el tratamiento de estas víctimas.
Con todo, la realidad actual es que son más
bien escasos los programas de tratamiento psicológico para estas víctimas y, lo que
es peor, pocos de estos programas han mostrado de forma inequívoca su eficacia. Con
todo, coincidiendo con la mayoría de los
expertos se pueden señalar, como directrices generales para la intervención con mujeres víctimas de violencia doméstica, las siguientes:
a) Necesidad de poner fin a la situación
de trauma y garantizar la seguridad de la
víctima. Evitar la revictimización.
b) Normalizar la experiencia de la víctima: hacerle ver que sus síntomas no son
anormales dadas la condiciones a las que
se ha visto sometida. Modificar las creencias erróneas respecto a la violencia y sus
posibilidades de acción.
c) Dirigir la intervención en primer lugar a
la sintomatología postraumática. Posteriormente atender a otros posibles problemas
como depresión, ansiedad, problemas de
autoestima, sentimientos de culpa, problemas de adaptación personal y social.
d) Utilizar programas de intervención que
incluyan técnicas dirigidas a superar los distintos problemas y síntomas presentes. Entre las técnicas que se han mostrado más
eficaces destacan: psicoeducación, reorganización cognitiva, solución de problemas,
entrenamiento en control de la activación,
exposición y entrenamiento en asertividad.
f) Dada la necesidad de reorganizar su vida que suelen tener estas víctimas, los tratamientos han de ser breves (alrededor
de 10 sesiones, con periodicidad de una
o dos sesiones semanales), específicos para cada problema, articulados y flexibles
para que pueda adaptarse a cada persona y situación y, preferiblemente, en formato grupal.
g) Aunque el objetivo inmediato es el alivio del sufrimiento y la mejora de condiciones de vida de las víctimas, el objetivo final ha de ser lograr una nueva
adaptación de éstas a sus condiciones de
vida habituales, y una buena calidad de
vida para ellas y su familia.
Un modelo de programa de intervención,
que reúne estas características así como un
apoyo empírico adecuado, es el propuesto
por Labrador y cols. (2004). Es un programa grupal, para un número ideal de cuatro participantes por grupo, con una periodicidad de una sesión a la semana y una
duración de 90 minutos por sesión. Sus
componentes fundamentales son psicoeducación, entrenamiento en relajación, terapia cognitiva y terapia de exposición. La
primera sesión se destina a psicoeducación
acerca del problema, objetivos del tratamiento y revisión de conceptos de violencia doméstica, ciclo y escalada de violencia; así como al entrenamiento en relajación
a través de la técnica de control de la respiración, que se seguirá practicando a lo
largo del programa. De ahí en adelante se
ha diseñado una serie de sesiones que se
La selección de los módulos y el orden de
presentación de éstos van a depender de
los síntomas y la gravedad de los mismos
que presenten las víctimas. En el caso de
mujeres que hayan desarrollado TEPT o presenten síntomas de reexperimentación, evitación e hiperactivación, aunque no lleguen a cumplir criterios para el diagnóstico
del TEPT, se recomienda la utilización de
los siguientes módulos y en este orden: a)
Reevaluación cognitiva, b) Autoestima, c)
Solución de problemas y d) Exposición. En
aquellos casos en que los síntomas sean
más bien de baja autoestima y bajo estado de ánimo, se recomiendan los módulos
de: a) Estado de ánimo, b) Autoestima y c)
Solución de problemas.
Avanzando un paso más en esta dirección,
y fruto de la colaboración entre el Colegio
Oficial de Psicólogos de Madrid, El Instituto de la Mujer y nuestro equipo de investigación, se ha desarrollado un Protocolo de
intervención psicológica en mujeres víctimas de violencia doméstica, con el objetivo
de servir de referencia a la actuación de los
psicólogos en éste ámbito. El protocolo, que
completa el programa anterior de Labrador
y cols. (2004), presenta guías de actuación
en tres ámbitos: evaluación, actuación en
urgencias e intervención psicológica.
Referencias Bibliográficas:
GOLDING, J. (1999). Intimate partner violence as a risk
factor for mental disorders: A meta-analysis. Journal
of Family Violence, 14 (2), 99-132
INSTITUTO DE LA MUJER (2006). Estadísticas. Mujer en cifras. Disponible en http://www.mtas.es/mujer/mujeres/cifras/index.htm
KRUG, E. G.; DAHLBERG, L. L.; MERCY, J. A.; ZWI, A. B. &
LOZANO, R. (2002). World Report on Violence and Health. Geneva: World Health Organization.
LABRADOR, F. J.; RINCÓN, P. P.; DE LUIS, P. Y FERNÁNDEZ-VELASCO, R. (2004). Mujeres Víctimas de la Violencia Do-
méstica: Programa de Actuación. Madrid: Pirámide
WALKER, L. (1989). Psychology and violence against
women. American Psychologist, 44 (4), 695-702.
WALKER, L. (1999). Psychology and domestic violence around the world. American Psychologist, 54
(1), 21-29.
Guía del Psicólogo
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