Motivación y rendimiento

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Índice
Introducción
Desarrollo teórico
Teorías sobre la motivación y el rendimiento
Motivación y realización
Atribución
La atribución causal en el joven deportista
La atribución causal según el deportista
Fijación de una meta
Motivación intrínseca y extrínseca
Motivación por edades
La motivación en la competición
ConclusionesINTRODUCCIÓN
El Deporte sólo será un campo de acción y de vivencias si individuo aislado sabe realmente lo que hace. La
aptitud para actuar y decidir no surge de la simple imitación, repetición y cumplimiento de unas instrucciones.
Sólo los efectos y las consecuencias de la acción deportiva posibilitan el desarrollo independiente de
objetivos. De ahí la importancia que se debe conceder a la motivación en el ámbito deportivo.
Este tema ocupa el presente trabajo, en el cual se tratará el aspecto teórico de la motivación y su influencia en
el rendimiento del deportista, para después pasar al aspecto práctico de la motivación, en el cual se analizaron
determinados factores relacionados con este tema motivacional dentro de un grupo reducido de deportistas de
élite, todos ellos campeones de España. Por último presentamos las intervenciones adecuadas en función de
los resultados obtenidos en el test según los objetivos establecidos por la especialidad y el deportista.
Podemos definir la motivación como aquello que explica la razón en virtud de la cual se ejecuta un acto.
Según Cerdá, existen motivaciones fisiológicas (sed, hambre, sueño...) y motivaciones psicológicas que se
desarrollan mediante el aprendizaje y varían en función de las experiencias pasadas, entorno, aprendizajes...
Estas últimas son las de mayor interés para comprender mejor al deportista y hacer un tratamiento adecuado a
la hora de plantear las sesiones de entrenamiento.
Desarrollo teórico
Practicar un deporte no consiste sólo en entregarse a una actividad codificada; supone además realizar un
conjunto de acciones cargadas de significado.
− En primer término se trata de desarrollar una actividad física regular y de emplear distintos tipos de
habilidades motrices. Tareas que se prestan a ser calificadas desde el punto de vista de sus exigencias
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bioenergéticas o bioinformáticas y a las que corresponden afluencias de sensaciones, afectos y emociones
particulares. Según Bain (1979) y Griffin y Keogh (1982), las características subjetivas de la actividad −la
dificultad y las sensaciones percibidas− desempeñan un papel importante en los comportamientos de
aceptación o de rechazo de esas actividades por parte de los practicantes.
− El segundo aspecto concierne a los procesos de adquisición y perfeccionamiento de esas habilidades
motrices. Las sesiones de entrenamiento, a menudo intensas y penosas, pueden ser caracterizadas por la
calidad de las relaciones que se entablan con el entrenador o con los otros deportistas, y esto en relación con
una problemática del progreso y del dominio gradual de las habilidades. Estos dos elementos ocupan un sitio
importante en los repertorios de motivos que gravitan sobre el deporte.
− El tercer punto concierne a la inspiración del entrenamiento y la práctica en una lógica de la competencia.
Su función consiste en preparar a los jugadores para enfrentarse a otros deportistas en una perspectiva de la
búsqueda de la victoria.
− El último aspecto abarca a todas los conductas relativas a la vida asociativa, a la búsqueda y el
mantenimiento de interacciones amistosas y la construcción de una red de relaciones sociales.
El entrenador deportivo, respecto a la motivación, debe hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué motivos
inducen a hacer ciertas cosas? ¿De qué modo puedo yo influir en al motivación de un deportista hacia unas
actividades y qué factores son importantes al respecto? ¿Bajo qué circunstancias se halla alguien óptimamente
motivado y cómo alcanzar y mantener ese nivel óptimo?
La psicología de la motivación se interesa por la cuestión del origen, la dirección y la persistencia de la
conducta.
Existen diferentes teorías de la motivación, sin embargo nos vamos a centrar en dos que responden en cierta
medida a las preguntas anteriormente expuestas.
1. De impulso, se refiere a los componentes energéticos de la conducta motivacional: cómo está el nivel de
activación del deportista, cuánto esfuerzo emplea para conseguir un objetivo, cómo la activación se ve
afectada si el nivel de activación es superior o inferior al adecuado para una práctica deportiva en concreto.
2. De necesidad (Maslow, A.) Está relacionada con componentes direccionales de la motivación, con los
objetivos del deportista. Para entender éstos, el entrenador tiene que conocer las necesidades individuales de
cada deportista, base de los objetivos y metas de cada persona. Maslow dice que cada deportista satisface las
necesidades fisiológicas en primer lugar, después pasa a satisfacer las necesidades de seguridad, amor y
afecto, de estima propia y ajena y finalmente su autorrealización. Por tanto cada persona, en este caso
deportista, satisface sus necesidades en un sistema de prioridades. El orden establecido por Maslow no es
irreversible, de forma que se puede avanzar y retroceder en las necesidades según sean las circunstancias.
El desarrollo de diferentes motivos depende del grado en que el entorno proporcione al niño la oportunidad de
expresar su necesidad de sentirse competente en un determinado comportamiento. El entrenador puede regular
la motivación de sus deportistas activando adecuadamente su conducta. Para ello debe analizar cada
componente motivacional de sus deportistas, porque si los objetivos de ambos no coinciden, el rendimiento en
entrenamientos y competiciones no será el óptimo. De ahí la importancia del entrenador para averiguar el
nivel de impulso y dirección para adecuar, en lo posible, los entrenamientos.
Un deportista con bajo nivel de impulso o de activación para la práctica deportiva tendrá que trabajar para
incrementarlo cuando entrene y compita, y es el entrenador quien tiene que guiarle en ese entrenamiento
específico para aumentar la activación previa detección del mismo.
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Un deportista con un objetivo deportivo poco realista, difícilmente lo alcanzará y será más probable que se
frustre y que no reaccione ante una derrota constructivamente. El entrenador tendrá que replantear con él los
objetivos adecuados. La motivación se convierte en una respuesta dirigida hacia la satisfacción de una
necesidad, ya sea de objetivo y/o de control energético.
En los deportistas jóvenes, la motivación debe tener como base la diversión, el entretenimiento y placer por un
lado, y la necesidad de realización o de logro por otro. En todo deportista existe una tendencia a actuar
acertadamente, a procurar la eficacia en sus interacciones con el ambiente, así como una aspiración a alcanzar
en una competición una meta que se ajuste a las normas de excelencia.
Los motivos de abandono de la práctica deportiva son varios: conflicto de intereses, el carácter demasiado
serio de los esparcimientos y el lugar demasiado inportante que tiene en ellos la competencia, la existencia de
relaciones conflictivas con el entrenador y el sentimiento de no progresar, no mejorar.
Teorías sobre la motivación y el rendimiento
Es muy importante el tema de la relación entre el nivel motivacional y el rendimiento, sobre todo en la
práctica de la Educación Física y el Deporte. Esta cuestión cobra un valor especial en el contexto de su
aplicación en la parte ascendente de la curva de motivación.
La clave radica en determinar si existe o no un nivel óptimo específico de motivación en el sentido de que la
superación de semejante nivel conduzca a un deterioro en la realización.
Estrechamente relacionados con la cuestión del grado óptimo se hallan problemas anejos como:
− Qué determina el nivel de la motivación propia.
− Qué factores ejercen una influencia en la relación motivación y rendimiento.
− Cómo es posible influir en la motivación de una persona.
Motivación y realización
Yerkes y Dodson llegaron a la conclusión de que cada nivel de dificultad en la tarea estaba relacionado con un
grado óptimo de motivación que determinaría la mejor realización de dicha acción.
En una tarea fácil, este nivel de motivación es alto y cuando aumenta su dificultad, disminuye su nivel óptimo.
Esto significa que en una tarea difícil el nivel de motivación se alcanza antes que en una fácil. Esta fórmula se
conoce como Ley de Yerkes−Dodson.
Atribución
Es uno de los factores que influye en la fuerza de la motivación de una persona. Es el objeto al que se atribuye
los resultados de sus acciones.
El análisis de las atribuciones casuales propuesto por Weiner (1974) constituye el punto de referencia para el
desarrollo de este apartado. Según este autor, existen cuatro causas principales para explicar un resultado:
habilidad, suerte, dificultad de la tarea y esfuerzo. Estas causas se caracterizan por su estabilidad (estable
/inestable) y por el sitio donde se ejerce el control de la acción que ellas explican (interno /externo).
Si el deportista presenta una conducta de dominio deportivo, atribuirá su derrota a la falta de esfuerzo; él
percibe que el esfuerzo va unido al resultado positivo. Pero si por otra parte, presente una postura de
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indefensión, atribuirá su derrota a la incapacidad que ha tenido para mostrar mejores habilidades deportivas;
percibe que no lo hará mejor, por más que lo intente y por tanto, sus éxitos son causas de la facilidad de la
tarea.
La idea que cada deportista tiene de las conexiones entre los éxitos y los fracasos y su propio comportamiento
o conducta deportiva es lo que se conoce como el locus of control. Puede ser interno si el deportista cree en
una relación directa entre su actuación deportiva y el resultado obtenido, o externo si cree que no existe tal
relación.
− El deportista que tiene un locus de control interno es más productivo porque tiene la sensación de control
sobre la posibilidad de modificarla sobre la competición para obtener mejores resultados.
El modo en que progrese el proceso de atribución tiene consecuencias en las expectativas que alguien posea
de los resultados de sus propias acciones en situaciones futuras y, consecuentemente, en su motivación.
Estable Inestable
INTERNA Habilidad Esfuerzo
EXTERNA Dificultad tarea Suerte
La atribución causal en el joven deportista
− Antes de los 6−7 años, los niños no saben distinguir entre las causas y los efectos, se preocupan sólo por el
resultado y no distinguen entre el esfuerzo y la habilidad.
− De los 7 a los 9 años, aparece una focalidad en el esfuerzo y el resultado. Los niños se convencen de que en
una tarea determinada, esfuerzos comparables producen resultados similares. La habilidad es un factor
ignorado.
− De los 9 a los 11 años emerge progresivamente la noción de habilidad y los niños se remiten a ella cuando
hay un éxito asociado a un esfuerzo poco intenso.
− Alrededor de los 12−13 años aparecen los patrones de respuesta comparables a los de los adultos, con
coordinación cognitiva entre las causas y los resultados.
La atribución causal según el deportista
− El deportista con pocos logros deportivos no atribuye sus éxitos a ningún factor en particular pero su fracaso
lo atribuye a una falta de defecto en su propia capacidad deportiva.
− El deportista medio cuando tiene éxito suele atribuirlo a su capacidad y esfuerzo, mientras que el fracaso lo
atribuirá probablemente a factores externos (suerte o dificultad).
− El deportista que alcanza logros atribuye en su éxito tanto a su capacidad como al esfuerzo realizado,
mientras que el fracaso y la derrota piensa que se debe a falta de esfuerzo.
Fijación de una meta
En cuanto a la relación entre motivación y rendimiento parece que tiene un gran valor la fijación de las
propias metas. La razón radica en el hecho de que los objetivos proporcionan una orientación a la atención,
movilizan a la persona, incrementan sus poderes de perseverancia y facilitan el desarrollo de una estrategia.
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El logro de unos objetivos exactamente especificados que suponen un cierto reto resulta útil para mejorar la
motivación. Lo mismo puede decirse de la acción de aprender uno mismo a fijarse metas concretas realistas,
ya que los objetivos que más nos interesan son aquellos que cada persona acepta como tales para sí misma.
Además es preciso señalar que los objetivos sean realistas, porque un objetivo inalcanzable contribuirá a
desmotivar. La fijación propia de unos objetivos realistas está relacionada con el nivel de aspiración, es decir,
el nivel de rendimiento que pueda alcanzarse. En este sentido, es importante la autoeficacia relacionada con la
autoconfianza del deportista.
El entrenador para reforzar esta percepción de autoeficacia en el deportista debe:
− Fomentar el aprendizaje vicario (Bandura). Se basa en el aprendizaje por observación donde el deportista se
ve influenciado por el modelo de actuación deportiva que representa el entrenador.
− Favorecer experiencias de dominio y capacidad deportiva, adecuando al máximo el nivel de habilidades del
objetivo.
− Adecuar el nivel de activación y enseñar al deportista a utilizarlo y controlarlo en situaciones difíciles para
que no perjudique su autoeficacia.
− Utilizar la persuasión verbal de forma que el deportista vea al entrenador como un amigo y no como un
recordatorio externo de la necesidad del esfuerzo y el trabajo para obtener resultados.
Motivación intrínseca y extrínseca
Se considera que un individuo es motivado intrínsecamente cada vez que realiza una tarea o una actividad en
ausencia de un refuerzo externo o de esperanza de recompensa (Deci, 1975).
En el mundo del deporte se recurre en muchas ocasiones a motivadores extrínsecos, ya sean éstos refuerzos
externos tangibles (dinero, trofeos, diplomas...) o intangibles (prestigio social y el reconocimiento público).
Esas prácticas tienen un efecto inmediato sobre la motivación de los niños, pero cabe preguntarse por sus
consecuencias secundarias y a largo plazo.
Un compromiso con su tarea como un fin, será visto por un deportista que se siente intrínsecamente motivado.
En cambio, si se siente motivado extrínsecamente su práctica se vuelve instrumental a sus ojos y adquiere el
carácter de medio apropiado para alcanzar fines que se presentan como exteriores a ella.
Por tanto, la motivación interna es más duradera al estar controlada por autorrecompensas, la externa varía
constantemente de recompensas con la misma rapidez que se consiguen, resultando un tipo de motivación
inestable para el deportista.
No obstante, los dos tipos de motivación deben coexistir y ser aplicados dependiendo de la situación concreta,
de forma que a través de la motivación externa el entrenador pueda fomentar la motivación interna de sus
deportistas. Aún así no debe olvidar que las recompensar externas son un medio y no un fin en sí mismas.
Es necesario que el entrenador desarrolle refuerzos externos si quiere mantener resultados deportivos, para lo
cual puede hacer varias cosas:
− Variedad en los entrenamientos y carácter lúdico en los mismos.
− Recompensar el esfuerzo y el desarrollo de la ejecución deportiva más que el resultado.
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− No infravalorar ni sobrevalorar cada logro.
− Utilizar la retroalimentación sobre los procesos deportivos.
− Conseguir el nivel de activación adecuada para que el deportista sea capaz de actuar lo mejor que sabe y
pueda a los retos de cada momento.
En consecuencia, un individuo es tanto más motivado por una tarea cuando ella le ofrece la oportunidad de
sentirse libre y competente. Por lo que se recomienda al entrenador prudencia en la utilización de
recompensas y sistemas de motivación extrínseca, porque pueden conducir a resultados opuestos a los que se
persiguen.
Motivación por edades
No debemos olvidar que cada niño posee un ritmo concreto de desarrollo motor determinado por la
maduración del sistema nervioso, manifestándose diferencias en el ámbito físico, psicológico y emocional. De
ahí que algunos disfruten del deporte por su elemento competitivo, mientras que otros lo hace para divertirse
sin más.
La práctica deportiva en todo momento debe adaptarse al ritmo madurativo del deportista joven.
Como referencia podemos establecer las fases por las que pasa el deportista, aunque luego no se correspondan
con las edades marcadas exactamente, lo cual hace que nunca perdamos de vista el ritmo evolutivo individual
y el ritmo competitivo específico de cada deporte.
− De 8 a 11 años. En estas edades los niños están motivados por sí solos y el entrenador cumple una función
de animar, debe tomarse el deporte como un juego y no tener en cuenta el resultado (nadie gana ni pierde).
Deberá corregir fallos importantes y de uno en uno, no deberá criticar ni castigar porque dicha actuación
podría acarrear consecuencias negativas. Tiene que conseguir que los niños se diviertan para lo cual hará uso
de juegos.
− De 11 a 13 años. En esta etapa se dan las mayores diferencias fisiológicas entre niños y niñas y suelen
abandonar porque no ven resultados. El entrenador debe evitar el abandono, para lo cual debe adaptar las
demandas del deporte a las habilidades del deportista.
− De 14 a 16 años. En esta fase hay que tratar las diferencias individuales respecto a los objetivos; éstos
deberán ser realistas, alcanzables, desafiantes y flexibles. Se requiere máxima atención en la tarea y en el
dominio de las habilidades específicas. El entrenador debe evitar las comparaciones con el resto de los
compañeros y potenciar la comparación consigo mismo. La percepción del éxito debe estar basada en la
mejora personal.
− Adultos/elite. La competición es lo importante. El entrenador establecerá los objetivos junto con el
deportista de forma que la comunicación sea la adecuada entre ambos, donde cada uno conozca las
necesidades del otro. El trabajo en esta fase debe ser individual.
La motivación en la competición
En una competición hay que seguir motivando al deportista. Según el contexto competitivo y la forma en que
cada deportista afronta la competición, podemos decir que la motivación variará en función de unos u otros
sujetos.
La motivación precompetitiva inmediata acompaña a la charla estratégica y técnica, la cual debe resaltar lo
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que todos esperan de todos, reforzando más la idea de combatividad, lucha y esfuerzo que la obsesión por el
resultado, si se quiere que esta charla tenga efectos de motivación.
Durante la competición es muy importante el tipo de comunicación no verbal que el entrenador demuestra al
deportista, en cuanto a aquellos gestos y posturas corporales que el deportista percibe del entrenador y que va
a reflejarlo en la competición.
Después del partido conviene volver a charlar con los deportistas como apoyo e independientemente del
resultado.
Conclusiones
El entrenador para motivar al deportista debe conocer las diferentes formas de hacerlo, teniendo en cuenta las
diferencias individuales, los objetivos y las situaciones.
Por tanto, para adoptar una estrategia de motivación analizará previamente el entorno y las posibles
influencias en el deportista, las características generales del deportista, su situación y su importancia deportiva
y además la disposición del entrenador para motivar al deportista.
El entrenador utiliza una motivación directa cuando usa recompensas internas o externas, para ello utiliza tres
tipos característicos de conducta motivante:
− La complacencia, es muy útil en deportistas jóvenes y aquellos con baja confianza, aunque a la larga puede
solapar la motivación interna a favor de la externa.
− La internalización, motiva al deportista a través de sus creencias y percepciones; debe utilizarse con
deportistas muy maduros y con fuerte motivación interna.
− La identificación. Con este tipo de motivación directa, los deportistas parece que trabajan más por el
entrenador que por ellos y para ellos mismos. Este tipo de motivación nunca será eficaz si la relación
entrenador−deportista es media o deficiente.
La motivación indirecta se caracteriza por alterar los factores contextuales para favorecer el clima
motivacional. Nos referimos a cambiar o alternar el lugar de entrenamiento, el tipo de ejercicios, estrenar
aparatos nuevos, ropas, utensilios deportivos... También se debe alterar el ambiente psicológico cambiando la
actitud general, el tipo de liderazgo...aunque ello resulte más complicado que el mero cambio físico externo.
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