I LA ALIMENTACIÓN Dornach, 23 enero 1924 Me gustaría añadir

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I
LA ALIMENTACIÓN
Dornach, 23 enero 1924
Me gustaría añadir alguna cosa más al discurso de la vez pasada. Estuvimos
hablando de los venenos y de su efecto en el hombre, y en referencia a los venenos
vimos que, para comprenderlo, es necesario elevarse a lo suprasensible, a las partes
constitutivas del hombre.
Con el fin de que se tenga un cuadro completo, hoy quisiera añadir al discurso
sobre lo que produce venenos tan fuertes, aquello que el cuerpo más o menos sano es
capaz de producir mediante la alimentación. Aunque ya he hablado unas cuantas veces
sobre alimentación, quiero hacerlo nuevamente, teniendo en cuenta lo que examinamos
la vez anterior.
En la alimentación el hombre toma principalmente tres o cuatro tipos de
alimentos. El primero es la proteína que comúnmente se identifica con el huevo de la
gallina. La proteína puede ser producida por la planta, por el cuerpo animal y por el
cuerpo humano. Tanto el hombre como el animal además de necesitar de las proteínas
producidas por sus propios cuerpos (cada cuerpo viviente produce proteínas) necesitan
también de las proteínas que las plantas preparan de manera independiente. El cuerpo
humano consume también proteínas animales. La ciencia ha creado una mala imagen
respecto a la proteína en los últimos tiempos. Hace tan sólo veinte años pregonaba por
todas partes que el hombre debía consumir diariamente 120 gres. de proteína como
mínimo para permanecer sano. La alimentación estaba organizada de tal manera que se
prescribían los alimentos que se debían tomar con el fin de que entrara en el cuerpo la
cantidad necesaria de proteína.
Hoy la ciencia ha cambiado totalmente de opinión. Hoy se sabe que comiendo
tanta proteína, no sólo no se favorece la propia salud, sino que con ello se llama
directamente a la enfermedad, ya que la mayor parte de las proteínas se pudren en el
intestino. El organismo humano que consume 120 gres. de proteína al día, tiene
constantemente en el intestino algo así como huevo podrido; como consecuencia el
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contenido del intestino se convierte en algo espantosamente impuro que expele venenos
al resto del organismo, lo cual conduce al cabo de los años a la denominada
arteriosclerosis (la mayor parte de las arteriosclerosis son consecuencia del uso
exagerado de proteínas). Además, el que exagera en el consumo de proteínas está más
expuesto al contagio de diferentes enfermedades; naturalmente se debe consumir la
cantidad necesaria. Quien consume muchas proteínas se verá contagiado con más
facilidad de enfermedades infecciosas, difteria, viruela, que otro que no consume tantas.
Curiosamente, la ciencia actual dice que no son necesarios 120 gres. de proteína,
sino sólo entre 20 y 50 gres. Esta es la ración, así se dice, que necesita el hombre
diariamente. En dos decenios la ciencia ha modificado sus concepciones. ¡Así se ve
cuánto se puede creer de lo que viene establecido científicamente! Puede suceder que se
de el caso de que uno se tenga que informar sobre tal argumento consultando una
enciclopedia vieja de hace veinte años en la que se dice que se necesitan 120 gres. de
proteína. En cambio, si se tiene a mano una edición más reciente, se leerá: entre 25 y 50
gres; y tomando de más se enferma. Así son en el fondo las verdades científicas: se es
instruido sobre lo que debe considerarse verdadero o falso según la edición de la
enciclopedia que se tenga a mano. Todo ello nos muestra que de esa manera no se
pueden aclarar las cosas que entran en el campo del espíritu. Reflexionando
verdaderamente sobre estas cosas se ve la necesidad de profundizar en lo espiritual para
poder comprender que es lo que ocurre cuando se consumen proteínas. La proteína es
un alimento que debe de ser totalmente elaborado de nuevo en los intestinos, en el
vientre; el vientre mismo debe tener la fuerza de elaborar las proteínas. Es sabido que la
proteína, y en particular la proteína fresca, es semifluida. Cada proteína es semifluida; a
todo cuanto es semifluido tiene acceso el cuerpo etérico humano. Él no puede hacer
nada con lo que es sólido, solamente con lo que es líquido. Así pues cada alimento que
el hombre consume, debe ser llevado al estado líquido.
Ahora se dirá: cuando el hombre toma sal, azúcar o similares, son alimentos
sólidos. ¡Pero son inmediatamente disueltos! Para ese fin tenemos la saliva. Lo sólido,
en cuanto sustancia perteneciente al mundo físico, no puede entrar desde el mundo
externo al cuerpo humano. Se puede decir: tenemos lo sólido en nosotros, lo sabemos,
los huesos por ejemplo son sólidos. Pero el hecho es que los duros huesos son
construidos en el cuerpo humano partiendo de lo líquido. Nunca podrá entrar en el
cuerpo humano algo sólido desde el exterior. El cuerpo humano deberá hacer surgir lo
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sólido desde lo fluido. Por ello se puede decir: tenemos en nosotros lo sólido que
constituye el cuerpo físico. Sin embargo el cuerpo físico está totalmente construido
partiendo de lo líquido. El cuerpo etérico es un cuerpo sutil que no se puede ver y que
compenetra al hombre entero. También la proteína debe ser totalmente elaborada por el
cuerpo etérico en el vientre. Como ya lo dije la vez pasada, allá actúan también las
demás partes constitutivas espirituales del hombre; pero la proteína debe ser elaborada
por el cuerpo etérico. Por lo tanto el líquido está presente por el cuerpo etérico. Por el
hecho de saber que la proteína está elaborada en el vientre humano, se puede atisbar que
su labor no es la más activa en el hombre; de hecho no tiene siquiera la necesidad de
trabajar hasta el pecho y sobre todo no tiene necesidad de trabajar hasta la cabeza. De
ello se deduce que la proteína no puede ser considerada un alimento de primera
importancia. Se puede decir que es prácticamente imposible comer demasiada poca
proteína, porque cuanto se come va inmediatamente al vientre, sin ulterior elaboración.
Las proteínas son elaboradas en la parte baja del cuerpo. Aún comiendo alimentos muy
pobres en proteína, éstas deberían elaborarse inmediatamente.
Vemos así que el hombre puede ser autosuficiente con pocas proteínas. Hoy lo
admite también la ciencia, pero hace años se nutrían con excesivas proteínas, sobre todo
los niños. En la actualidad, podemos apreciar, que los niños que en los años setenta y
ochenta del siglo pasado fueron nutridos excesivamente a base de proteínas padecen de
arteriosclerosis si es que no han muerto ya a causa de ello. Todo esto nos muestra que la
nocividad de una cosa no se manifiesta inmediatamente, sino mucho más tarde.
El segundo tipo de alimentos son las grasas. Naturalmente también ellas van al
vientre al ser ingeridas; pasan a través de las vísceras y actúan sobre la parte central del
cuerpo humano; actúan fuertemente sobre el pecho. Así pues el hombre para nutrir
adecuadamente el corazón, tórax y demás debe de tomar sustancias grasas.
El hombre necesita principalmente de la grasa en la región del tórax, porque allí
tiene lugar la respiración. ¿Qué significa eso? Significa que el carbono que el hombre
porta en sí se une con el oxígeno. Cuando el carbono se une con el oxígeno se tiene
necesidad de calor. Las grasas, al unirse con el oxígeno, generan calor. Con ello
contribuyen de manera extraordinaria a ofrecer lo que el hombre necesita en el
organismo del tórax.
Ahora se puede decir: si las proteínas no son elaboradas por el cuerpo,
concretamente en el vientre, tendrán la tendencia a pudrirse. Cuando en nuestro interior
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hay proteínas que no pueden ser elaboras, nos encontramos que en nuestras vísceras
tenemos algo que se parece al huevo podrido. Amigos míos, ¡todos conocemos el olor
de un huevo podrido! El asunto es así: cuando consumimos demasiadas proteínas
exudamos interiormente en nuestro cuerpo este “huevo podrido”. La parte que el cuerpo
no ha elaborado, naturalmente olerá también en el cuerpo, mientras que la parte que ha
sido elaborada no olerá. Este es el trabajo del cuerpo etérico. El cuerpo etérico está
preparado para vencer y eliminar el olor a podrido que se crea. En el cuerpo humano
quien lucha y vence la tendencia a pudrirse es el cuerpo etérico. Cuando tras la muerte,
el hombre ya no cuenta con el cuerpo etérico éste comienza a pudrirse. ¿Por qué sucede
esto? Porque el cuerpo etérico se va cuando el hombre muere. Por lo tanto el cuerpo
etérico es la parte del hombre que impide el pudrirse. Es constante en nosotros la
tendencia a la descomposición, la putrefacción, y quien lucha contra tal tendencia es
nuestro cuerpo etérico.
A mi me parece que al pensar en todo esto, solamente con la observación
exterior se puede llegar a la conclusión de la existencia del cuerpo etérico, de que por
todas partes debe de existir un cuerpo etérico. Pensemos que por toda la Tierra se
generan proteínas e imaginemos que estas se pudran. La Tierra debería oler hasta el
cielo si el éter no alejase continuamente la tendencia a la putrefacción. Por lo tanto lo
mismo en el interior que en el exterior del cuerpo humano el éter lucha constantemente
contra la putrefacción de las proteínas. Es de suma importancia tener presente todo esto.
Si ahora dirigimos nuestra atención a las grasas, debemos decir que ellas no se
pudren, pero se vuelven rancias; todo el mundo sabe que si se tienen durante largo
tiempo, las grasas se enrancian, incluida la mantequilla. Por lo tanto las grasas tienen la
característica de enranciarse. Sin embargo si no se está ejercitado en hacerlo no se
puede decir que una mantequilla está rancia, es fresca o es buena por el simple hecho de
observarla. En cambio si se lleva un poco a la lengua y se saborea, inmediatamente se
sabe si está rancia o no. Es por lo tanto algo que se debe hacer con la conciencia, con la
sensación. Lo podrido se puede captar con el olfato, con lo externo, ello se puede oler.
Naturalmente es diferente oler un huevo podrido o el perfume de una rosa, pero en
ambos casos se huele. No sucede lo mismo con lo rancio: en este caso se precisa de algo
más íntimo, del gusto.
Con todo cuanto en la conciencia es sensación tiene que ver físicamente la
región central del cuerpo, el tórax, pero espiritualmente el cuerpo astral. Como se sabe,
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en la caja torácica, está presente todo aquello que actúa a través del aire; en ella
inspiramos el aire, lo elaboramos; la caja torácica es el lugar apropiado para el aire. En
las restantes partes dl cuerpo humano apenas debe generarse gas. Si se produce
demasiado gas en los intestinos, surgen formas patológicas, no sanas. La parte central
del cuerpo humano es el lugar idóneo para la formación de gas. El órgano superior
espiritual suprasensible que aquí interviene, que se relaciona con todo lo que es aire, es
el cuerpo astral humano. Este último por lo tanto combate el enranciarse de las grasas de
la misma manera que el cuerpo etérico combate la tendencia a la putrefacción de la
materia proteica. El hombre tendría continuamente el sabor rancio de las grasas en la
garganta, se sentiría interiormente enranciado, si el cuerpo astral no combatiera sin
tregua. Tenemos por lo tanto el cuerpo astral en nosotros para la lucha contra el
enranciamiento de las grasas.
Es verdaderamente maravilloso apreciar que todo lo que habitualmente está
fuera, en el mundo físico material, se convierte en algo totalmente diferente cuando está
en nuestro interior. Fuera, en el mundo físico, las grasas se enrancian inevitablemente.
Por suerte el hombre no siempre está rancio, sólo cuando enferma interiormente.
Cuando está sano él tiene su cuerpo astral y por lo tanto no se puede enranciar. Tan sólo
enrancia cuando come demasiadas grasas que su cuerpo no alcanza a dominar, o bien
cuando por alguna razón se generan en él demasiadas grasas. Los caníbales lo saben
mucho mejor que nosotros. Pero internamente el hombre percibe el enranciamiento.
Cuando la enranciación está presente en alguien, es decir cuando su cuerpo astral está
muy débil, tendrá en la boca un constante sabor desagradable. A su vez el sabor
desagradable vuelve a actuar sobre el estómago. A través de esta vía indirecta se
generan enfermedades de estómago y de intestino a causa de la grasa enranciada dentro
de sí.
Cuando se nota que una persona enrancia internamente, un buen remedio para
las grasas que tiene en él y no elabora, es el arsénico. El arsénico combate la obesidad,
refuerza el cuerpo astral y consiguientemente la persona puede combatir el
enranciamiento. Son cosas de extrema importancia. Si en un hombre se manifiesta la
tendencia a no lograr dominar con el cuerpo etérico su proteína podrida, un remedio que
actúa de inmediato es cualquier combinación con el cobre. El cobre actúa por lo tanto
cuando las enfermedades del vientre, las enfermedades intestinales, son causadas
directamente por las proteínas. Pero si se nota cualquier cosa a través de la boca, a
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través del gusto, no servirá de ninguna ayuda el cobre; deberá ser arsénico porque ante
todo se debe reforzar el cuerpo astral. De nada sirve constatar solamente que esta o
aquella enfermedad tienen su sede en una u otra parte del cuerpo; en cambio es
imprescindible conocer su origen, saber de donde proviene: si por proteínas podridas en
el intestino o por grasas enranciadas que por vía indirecta a través del sabor de la boca
vuelven a actuar en los intestinos y en el estómago.
Se ve así que tenemos en nosotros lo contrario de lo que estas sustancias
muestran fuera de nosotros. Tenemos el cuerpo astral que combate el enranciamiento de
las grasas, mientras que en el mundo físico- material normal las grasas se enrancian
pronto.
Un tercer tipo de alimentos que el hombre consume son las sustancias llamadas
carbohidratos o hidratos de carbono. Los hidratos de carbono están presentes sobre todo
en las patatas, en las lentejas, en las alubias y obviamente en todas las variedades de
cereales. En estos alimentos están contenidos los hidratos de carbono. Muchas de estas
sustancias contienen directamente el azúcar que consumimos en nuestro nutrimento. El
azúcar puede ser producido por los carbohidratos cuando por ejemplo transformamos
aquello que consumimos a través de las patatas. En estas últimas hay mucho almidón. El
almidón es transformado primero en destrina y después en azúcar en el cuerpo humano.
El azúcar está contenido de manera particularmente importante en la uva y por lo
tanto también en el alcohol. El principal significado que el alcohol tiene para el hombre,
además de su contenido alcohólico, es su contenido en azúcar. En el organismo humano,
a través del alcohol se vuelve a producir azúcar.
Por lo tanto el primer tipo de alimento es la proteína, el segundo la grasa y el
tercero el almidón, el azúcar. Hemos visto, que en ciertas cantidades, las proteínas son
elaboradas por el cuerpo etérico para que no se pudran. Las grasas son elaboradas por el
cuerpo astral para que no se enrancien. ¡Veamos ahora el almidón y el azúcar! Si se
mira el cuerpo etérico se puede decir: es activo sobre todo en el vientre. El cuerpo astral
es activo en la región del tórax. Ahora llegamos a algo nuevo. Todos conocen , no
quiero decir por experiencia personal, pero sí por haberlo visto en otros, los efectos del
alcohol, y ciertamente saben que el alcohol produce en el hombre una singular
característica, sobre todo en la borrachera, pero por ahora no hablaremos de ello. Se
sabe que al siguiente día, ya hemos hablado de esto, la cabeza se pone como un avispero
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y se está deprimido. ¿Qué significa entonces que con este tipo de alimentación la cabeza
zumbe y que se está deprimido?
Señores míos, ya por el nombre se puede deducir que por la cabeza que zumba
tenemos que acordarnos del cráneo humano. Las personas que se emborrachan, al día
siguiente se quejarán sobre todo de la cabeza. ¿Qué es lo que sucede?
La tarea de la cabeza es combatir y evitar aquello que quieren el almidón y el
azúcar. ¿Qué es lo que quieren el almidón y el azúcar? Observemos el vino. Cuando
llega el otoño se vendimia, se recogen los racimos. Éstos se pisan y después el mosto
fermenta. Después de la fermentación el líquido es saboreado como vino, ya que ha
alcanzado el grado de vino a través de la fermentación; ha superado la fermentación.
Pero cuando el vino llega al estómago, algo hay que entra de nuevo en la alimentación;
el alcohol es transformado directamente. Las sustancias que quieren fermentar son
precisamente almidones y azúcares. En el organismo humano almidones y azúcares
quieren sobre todo fermentar. Cuando se bebe alcohol las fuerzas de la cabeza son las
que impiden la fermentación de almidones y azúcares en el hombre. Examinemos el
fenómeno de manera precisa: supongamos que le día 22 de enero se comemos patatas,
alubias y alcohol. Si no fuese por el alcohol la cabeza permanecería sobria; patatas y
alubias contienen almidón y azúcar, y la cabeza hubiera tenido fuerza suficiente para
impedir la fermentación del almidón y del azúcar. Si se bebe alcohol la cabeza pierde la
capacidad de impedir la fermentación del almidón y del azúcar que a través de las
patatas ha entrado en nosotros; las patatas y las alubias, así como los cereales
comienzan a fermentar en nosotros.
Así en el hombre, en vez de ser impedida, se produce una fermentación a causa
de la incapacidad de la cabeza producida por el alcohol; de tal manera que el hombre
está lleno de fuerzas de fermentación. En Alemania central, en Turingia, existe una
curiosa expresión popular. Cuando alguien habla alocadamente en Turingia dicen:
“Fermenta”. Así pues en el centro de Alemania el fermentar está relacionado con el
estar confuso en la cabeza, actuar sin sentido. He aquí un buen instinto popular: se sabe
que cuando uno habla demasiado y sin sentido hay en él demasiada fermentación. Si a
un hombre le zumba la cabeza a consecuencia del alcohol, no dice cosas sin sentido, se
vuelve silencioso, pero el no sentido está en él, lo envuelve. Lo que impide la
fermentación del almidón y del azúcar es totalmente opuesto al alcohol. Así pues se
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puede decir: en la cabeza humana hay algo que trabaja con el objeto de impedir la
fermentación de almidones y azúcares.
En la cabeza humana, nadie podrá negarlo, está la sede del yo, el verdadero y
propio yo, así como en el vientre reside el cuerpo etérico y en la parte central el cuerpo
astral. El verdadero y propio yo está en relación con el elemento del calor, así como el
cuerpo físico lo está con lo sólido, el etérico con lo fluido y el astral con lo gaseoso. El
yo humano está también ligado a la sangre y por eso la sangre genera calor, pero el
verdadero y propio yo que experimentamos en la conciencia está por ejemplo
estrechamente unido también a la secreción de las glándulas. Por esta razón la secreción
de las glándulas está ligada al calor. Es el verdadero y propio yo quien impide desde lo
suprasensible la fermentación mediante las fuerzas de la cabeza. Así pues se puede
decir: el cuerpo etérico combate la tendencia a pudrirse de las proteínas, el cuerpo astral
combate el enranciarse de las grasas, el yo la fermentación de almidones y azúcares.
Esta es también la razón por la que una vez dije que el consumo exagerado de
patatas daña la cabeza; ello tiene sus consecuencias en el hombre. La patata contiene
pocas proteínas; por el hecho de que contenga pocas proteínas es un buen alimento para
el hombre; comerlas junto a otros alimentos es bueno para el hombre. Pero la patata
contiene muchísimo almidón, y en el hombre ello debe ser transformado en azúcar. Ya
dije que si se comen demasiadas patatas la cabeza tiene que trabajar en exceso, debido a
que ella tiene que impedir la fermentación. Por ello quien come patatas de manera
exagerada explota la cabeza en gran medida para evitar la fermentación y como
consecuencia su cabeza se debilita. Concretamente se debilitan las partes centrales del
cerebro; sólo las partes exteriores del cerebro permanecen sin esforzarse en impedir la
fermentación de las patatas. Precisamente porque la alimentación a base de patatas fue
difundido recientemente, en la época moderna ha surgido el materialismo; de hecho él
se genera en el cerebro anterior.
Es en verdad curioso: se cree que el materialismo es una cosa lógica; en cierto
modo el materialismo de los tiempos modernos no es otra cosa que la consecuencia de
comer patatas! Cierto es que la gente no está contenta si debe vivir sólo de patatas, pero
está contenta con el materialismo; por lo tanto está en contradicción. Quien es
materialista consecuente debería intentar difundir la alimentación a base de patatas.
De esto se puede deducir que la ciencia espiritual que se practica reconoce el
verdadero tipo de materialismo. El materialismo no sabe absolutamente nada de aquello
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que es material; la ciencia del espíritu reconoce esto de forma verdadera. La patata es la
auténtica productora del materialismo. La patata es terriblemente maliciosa y astuta. El
hombre puede comer tan sólo los tubérculos de la patata, no puede comer ni tan siquiera
los ojos de la patata porque le son dañinos, y menos aún puede comer las flores porque
la patata es una solanácea y sus flores son venenosas. ¿Qué cosa es el veneno? Ya lo
dije la vez pasada: en grandes cantidades el veneno mata, en pequeña cantidad,
distribuido finamente es un fármaco. La patata contiene almidón, casi toda ella es
almidón. Ella no podría vivir porque el almidón actúa de manera dañina; pero la patata a
la vez atrae el veneno y destruye el efecto dañino en sí misma. Por eso la llamo astuta y
sagaz; tiene su veneno mediante el cual se libera de lo dañino. Sin embargo el veneno
de la patata resulta ser muy dañino para el hombre; ella no se lo da, sino que solamente
le da aquello que ella misma combate dentro de sí mediante su veneno. Es
verdaderamente algo que se puede resumir así: ¡la patata es un ser sagaz y astuto! El
hombre debe de tener bien claro que si come demasiadas patatas su cerebro medio se
deteriora, pudiendo llegar a sufrir incluso los sentidos si su consumo es exagerado.
Si uno de niño o muy joven come demasiadas patatas, su cerebro medio llegará a
ser muy débil. Del cerebro medio surgen los órganos de los sentidos más importantes.
En el se halla el hipotálamo, los tálamos ópticos y demás; hasta la vista se debilita por el
excesivo consumo de patatas porque ella tiene sus fuentes en el cerebro medio. Algunas
de las enfermedades de los ojos que surgen en la vejez tienen su origen en el hecho de
que el sujeto fue alimentado con demasiadas patatas en su niñez; por ello tiene una vista
débil, unos ojos débiles. Es verdad que en Europa, antes, se llegaba a la vejez mucho
menos débil de los ojos que en la actualidad. El fenómeno deriva del hecho de que entre
otras cosas que actúan sobre los ojos (pero ellas no actúan de manera tan fuerte porque
no actúan internamente como la luz eléctrica u otros) es el abuso de patatas el que más
daño hace, llegando incluso a dañar también el sentido del gusto. Imaginemos que uno
come demasiadas patatas en la infancia. Se verá que en la edad madura él no sabrá
cuando se ha saciado debido a que su gusto ha degenerado por el abuso de patatas; en
cambio alguien que no haya comido tantas es capaz de percibir con su instinto cuándo
ha comido suficiente. Por lo tanto el instinto está ligado al cerebro medio que puede
degenerar por el excesivo consumo de patatas. Este fenómeno se ha desarrollado con
gran fuerza en los últimos tiempos.
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Por lo tanto de todo lo que he dicho se debe prestar especial atención a ser lo
suficientemente fuerte para combatir: primero la tendencia a pudrirse de las proteínas,
segundo el enranciarse de las grasas y tercero la fermentación de almidones y azúcares.
Ya dije ña vez pasada que el hombre no puede ser totalmente contrario al
alcohol, ya que aún sin beberlo se produce dentro de él. Pero dicho alcohol permanece
en el vientre; debido a que la cabeza debe estar libre de alcohol, éste no sube hasta ella,
ya que de otra manera la cabeza sería incapaz, como portadora del yo, de combatir
adecuadamente la fermentación presente en el cuerpo. Esto nos puede dar una idea de la
manera en que el hombre está en relación con el ambiente natural que le rodea. Si por
ejemplo se dirige la atención a las proteínas que se pudren por todas partes, se pudren
animales y plantas, se deber decir: en todas partes hay éter que restablece el equilibrio.
Volviendo después la atención a las grasas que están presentes en las plantas, que en
todas partes estén presentes, debemos decir: las grasas serían poco a poco incapaces de
vivir en cada ser viviente, animal u hombre, si el cuerpo astral no desplegara una lucha
contra el enranciamieneto. En efecto, el hombre combate aquello que está fuera en la
naturaleza. Cuando él muere, el cuerpo etérico, el cuerpo astral y el yo se desprenden
del cuerpo físico. Entonces el hombre transmigra al mundo espiritual. ¿Qué sucede
después? Se sabe que el cadáver comienza a pudrirse inmediatamente, y a la vez a
enranciarse y fermentar; el pudrirse es lo que en principio más se aprecia ya que
habitualmente no se anda con la nariz tapada. El olor a podrido es pues apreciado
fácilmente, en cambio, no se prueba si la grasa del cadáver se ha enranciado, y por lo
tanto no se sabe nada. Menos aún se estudia la fermentación que tiene lugar a
continuación. Así pues acontece que debido a que el yo se va, el cuerpo humano
comienza a fermentar; porque se va el cuerpo astral el hombre se enrancia, y porque se
va el cuerpo etérico comienza a pudrirse. El hombre es siempre portador de estos
fenómenos, pero mientras vive en la Tierra los combate constantemente. A quien niegue
que en el hombre están espiritualmente presentes cuerpo etérico, cuerpo astral y yo
como verdaderos seres espirituales, se les puede decir: ¿por qué crees tu entonces que el
hombre no se pudre? ¿no fermenta? ¿no se enrancia? ¡Él se pudriría, fermentaría y
enranciaría si sólo fuese cuerpo físico!
Pero ¿qué hace nuestra ciencia? Espera a que el hombre esté muerto. Lo que
sabe del hombre viviente es bien poco en relación a lo que sabe de anatomía una vez
que el hombre es cadáver. Todo lo que en realidad se puede aprender se refiere al
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cadáver. Nuestra ciencia atiende siempre al cadáver. Por ello casi nada sabe del hombre
real y viviente, ya que nunca lo toma en consideración. Esta es la desgracia de nuestra
ciencia, que es así
desde el siglo XVII tan sólo: en realidad ella extrae toda su
conciencia del cadáver. Pero el cadáver ya no es el hombre. ¿Qué hace entonces el
cadáver que porta en él mientras vive, si no se comporta como cadáver, si no se pudre,
enrancia, fermenta? Si se observa al hombre vivo de verdad es posible apreciar sus
partes suprasensibles constitutivas de la naturaleza humana; entonces se nota también
que el yo actúa sobre todo en la cabeza, que el cuerpo astral actúa sobre todo en el
pecho y que el cuerpo etérico actúa sobre todo en el vientre. La ciencia nada sabe sobre
el vientre, porque cree que en él se desarrollan los mismos e idénticos procesos
presentes fuera en la naturaleza. Pero no es así.
Es pues interesante, no sólo estudiar las cosas encerrados en el propio estudio,
sino examinarlas fuera, en la vida del pueblo. Hay, como es sabido, termas donde el
agua huele a huevo podrido, por ejemplo en Marienbad (hoy Lazne Marijanske). Hay
termas en otros lugares que contienen ácido sulfídrico, donde también el agua huele a
huevo podrido. Las personas que tienen el gusto y el olfato finos se acercan a las
localidades termales. ¿por qué lo hacen? ¿por qué, a veces, durante el verano, viven más
meses en localidades que tienen un olor como si todo estuviese impregnado de huevo
podrido? En realidad dichas personas han comido demasiadas proteínas y por ello van a
localidades termales; ellas están cubiertas por su piel, siendo el proceso interno;
exteriormente no tienen dicho olor, pero interiormente huelen a huevo podrido.
Aquellos que interiormente huelen a huevo podrido van a las localidades termales en
donde huele a huevo podrido. ¿Qué sucede en tales lugares? El olor a huevo podrido
está una vez dentro y otra vez fuera. La primera vez, cuando está dentro, la nariz no lo
nota; la otra, cuando está fuera, la nariz lo nota; cabeza y vientre son la una lo contrario
de la otra, y el olor a huevo podrido producido por el vientre es combatido cuando por el
lado de la cabeza entra el otro olor a través del olfato. Así, en las localidades termales
en las que huele a huevo podrido, se combate el olor interno a huevo podrido.
Todo esto es percibido de manera especial por quien tiene un sentido para hacer
tales observaciones. Cuando era joven debía ir casualmente a una localidad termal; cada
dos días tenía que ir a las termas que apestaban a huevo podrido. Mientras que
externamente es desagradable porque hay un terrible olor, de improviso se comienza a
sentir muy bien en el vientre. Si no se está muy enfermo, si no se tiene dentro el olor a
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huevo podrido, surge el sentimiento de una gran alegría de vivir. Quien no evita el
degustar este olor puede experimentarlo. Naturalmente quien se tapa la nariz no tiene el
contraste, no tiene la acción primaveral que se tiene abandonándose al olor de huevo
podrido. Dicho olor, aún cuando es producido de manera artificial, es por ejemplo un
fármaco extraordinariamente bueno. Por ejemplo da al cuerpo la fuerza para tener
fuertes y sólidos músculos relajados. A la gente no le gusta este tipo de curas, que bajo
un cierto respeto son de extraordinaria utilidad. De hecho, cuando el olor a huevo
podrido llega desde el exterior, internamente, en el vientre, se vive la primavera; en
primavera todo despunta y brota, pudiendo el hombre hacerse de nuevo fuerte por el
hecho de tener la primavera internamente en el vientre.
Esto es lo que sucede a la gente que en el invierno arruina por avidez su propia
tripa. Si uno no arruina por avidez su propia tripa en invierno, participa entonces de la
primavera que está fuera. El mismo vientre participa de manera intensa de la primavera.
No obstante si se quiere experimentar la primavera fuera en la naturaleza de manera
precisa, en la medida de lo posible se deben comer pocas cosas como el pastel de hígado
de oca o similares. Si se ha comido mucho pastel de hígado de oca, el vientre no se
convierte en primavera, sino que en él todo queda como bajo tierra en invierno, donde
hay calor, donde se meten las patatas en los agujeros. Pero en el hombre todo se pudre
por el hecho de que el calor es almacenado en el vientre; de esa manera en el no se vive
la primavera. Entonces necesita buscar en el olor a huevo podrido una primavera
artificial.
Tal es el contraste entre yo y cuerpo etérico; yo y cuerpo etérico deben
equilibrarse recíprocamente en el hombre. Por ello se ve cuando se estudia
verdaderamente la naturaleza, que cuando se va con los sentidos abiertos a una localidad
termal que huele a huevo podrido, a sulfídrico, la sensación de primavera en el vientre
muestra como en efecto, por la tendencia de las proteínas a pudrirse, en el interior actúa
lo contrario de lo que sucede fuera.
Hoy he debido completar lo que dije la vez pasada. Dije que si uno ha tomado
determinados venenos, debe tomar como antídoto proteína líquida. Las cosas que de por
sí son sanas, se convierten en veneno si no son elaboradas en el cuerpo de manera
adecuada, si son demasiado abundantes. Incluso las proteínas pueden por lo tanto
trasudar una sustancia venenosa si se pudren en el cuerpo, si entran en cantidad
abundante dentro de él. Alimentación y envenenamiento están por lo tanto muy cerca el
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uno del otro, pudiendo convertirse en veneno lo que en un principio es alimento. Gran
parte de las enfermedades son consecuencia de la alimentación. Hay que decir que en la
alimentación no se tiene en cuenta que si las sustancias en cuestión están elaboradas,
sólo pueden ser tomadas en determinada cantidad.
sólido: cuerpo físico
líquido: cuerpo etérico
gaseoso: cuerpo astral
calor: yo
proteína: cuerpo etérico, vientre
grasas: cuerpo astral, pecho
almidones, azúcares: yo
el cuerpo etérico combate el pudrirse
el cuerpo astral combate el enranciarse
el yo combate el fermentarse
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II
RELACIONES ENTRE ALIMENTOS Y HOMBRE
ALIMENTOS CRUDOS Y VEGETARIANISMO
Dornach, 31 Julio 1924
Rudolf Steiner: ¡Buenos días, Señores! Después de que ha transcurrido tanto
tiempo sin que nos hayamos encontrado, ¿tiene alguien preguntas que hacer?
Pregunta: Deseo preguntar algo en relación a algunos alimentos, en relación a
las alubias, zanahorias y demás, para saber la influencia que tienen sobre el cuerpò. Así
como hemos oído hablar de las patatas, tal vez podríamos escuchar algo sobre otros
alimentos. Algunos vegetarianos tampoco comen bayas colgantes como alubias y
guisantes. Viendo por ejemplo un campo de grano, pueden surgir algunos pensamientos
en relación al pan que probablemente conocen todos los pueblos de la Tierra, aunque
sea con algunas variantes.
Rudolf Steiner: El deseo es por lo tanto que se diga algo que corresponda a la
relación entre los alimentos y el hombre. De todas las maneras primero es necesario
aclarar bien en qué se basa el tomar alimentos. En un primer momento se puede pensar
que la alimentación se basa en el hecho de que el hombre debe tomar sus alimentos,
meterlos en el estómago a través de la boca, para depositarlos después en el cuerpo y
por lo tanto eliminarlos, para después volverse a alimentar de nuevo. Pero la cosa no es
tan simple; es mucho más complicada. Para tener una idea sobre la relación entre el
hombre y los alimentos se debe tener bien claro cuáles son los alimentos que el hombre
necesita en realidad.
Lo primero que el hombre necesita son las proteínas. Tiene absoluta necesidad
de ellas. Anotémoslo bien para tener presente el cuadro general. Por lo tanto el hombre
tiene absoluta necesidad de proteínas, por ejemplo de la albúmina contenida en el huevo
de la gallina, pero también de todos los demás alimentos. La segunda cosa que le es
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necesario son las grasas. También las grasas se hallan contenidas en todos los alimentos,
incluidas las plantas. La tercera cosa necesaria tiene tal vez un nombre menos usado,
pero que se debe de tener igualmente en cuenta: son los carbohidratos. Son sustancias
que por ejemplo contienen las patatas, pero también las contienen el resto de las plantas.
Los hidratos de carbono tienen la característica de que cuando se comen, se transforman
en almidón mediante la saliva de la boca y los jugos del estómago. Tenemos necesidad
de almidón, pero no ingerimos como tal; comemos alimentos que lo contienen, y los
transformamos en almidón dentro de nosotros. Con la sucesiva digestión los
transformamos de nuevo en azúcar. Y también necesitamos del azúcar. Los
carbohidratos tienen por lo tanto un contenido en azúcar.
El hombre necesita además de las sales que ingerimos. En parte se añade sal a
los alimentos, y en parte los propios alimentos contienen sales.
Volviendo a las proteínas, debemos hacer una gran distinción entre animales y
hombres por una parte, y plantas por otra. También las plantas contienen proteínas, pero
ellas no las “comen”. ¿De dónde las toman? Las toman del suelo, del aire, del mundo
inanimado, de los minerales. Preparan sus proteínas tomando sustancia de los minerales;
cosa que no pueden hacer ni los animales ni el hombre. El hombre no puede elaborar las
proteínas del mundo inanimado (en ese caso sería una planta), pero puede tomar las ya
preparadas por plantas y animales.
El hombre para su vida en la Tierra necesita sobre todo de las plantas. Estas, y
este es un hecho interesante, no podrían prosperar si no estuviese el hombre. Se debe de
tener en cuenta que las dos cosas más importantes para la vida son el jugo verde de las
hojas verdes, por un lado, y por el otro la sangre. El jugo verde, el verde de las hojas se
llama clorofila: está contenida en las hojas verdes. Por otra arte es importante la sangre.
Hay un fenómeno característico: considerando al hombre, vemos que él respira (y
también esto es una forma de nutrimento), toma oxígeno del aire, inspirándolo. Por todo
el cuerpo humano se halla depositado el carbono. Introduciéndonos en las vísceras de la
Tierra, allí donde haya un depósito de carbón, lo veremos en su forma negra; en el lápiz
en cambio tenemos el grafito; carbón y grafito son carbono. Además se otras sustancias,
todo nuestro cuerpo está compenetrado de carbono que se forma en el mismo cuerpo.
De alguna manera bien se puede decir que el hombre es un curioso ser negro, en
lo que se refiere al carbono, pero también se puede hacer otra consideración: la
sustancia más preciada del mundo es el diamante, y también él está constituido de
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carbono, sólo que de otra manera. Por lo tanto si lo preferimos también podemos decir
que estamos constituidos de diamantes, al menos en lo que se refiere al carbono. El
negro carbón, el grafito del lápiz y el diamante están formados por la misma sustancia.
El carbón extraído de la tierra, se vuelve transparente con artes especiales, se convierte
en diamante. Por lo tanto tenemos diamantes estratificados por todo nuestro cuerpo;
somos un verdadero depósito de carbono. Pero cuando el oxígeno entra en contacto con
el carbono mediante la sangre, se forma el ácido carbónico. El ácido carbónico o el
anhídrido carbónico son bien conocidos: los encontramos en el agua de selz, en las
burbujas de gas que en ella vemos. Vemos así que el hombre inspira con el aire del
oxígeno que se difunde en la sangre, allí recoge el carbono y es después expirado como
anhídrido carbónico. Inspiramos pues oxígeno y expiramos anhídrido carbónico.
A través de todos los procesos que os he descrito en relación a la evolución de la
Tierra, todo estaría envenenado desde hace tiempo por el anhídrido carbónico emitido
por los animales y hombres, dado precisamente el largo tiempo a través del cual ha
evolucionado la Tierra. Por lo tanto no vivirían ni animales ni hombres sobre la Tierra,
si las plantas no tuvieran otra propiedad: ellas no absorben oxígeno sino el anhídrido
carbónico expirado por animales y hombres. Las plantas están ávidas de anhídrido
carbónico así como el hombre lo está de oxígeno.
Si ahora tenemos una planta (ver figura) con raíces, tallo, hojas y flores, la planta
absorbe anhídrido carbónico por todas partes. Por lo tanto el carbono contenido en el
anhídrido carbónico se deposita en la planta, y el oxígeno es expirado de nuevo por la
planta; animales y hombres pueden así recuperarlo de nuevo. El hombre emite anhídrido
carbónico y mata todo; la planta retiene el carbono, libera oxígeno y como consecuencia
vivifica todo. La planta por otra parte no sabría que hacer con el carbono, si no fuera el
jugo verde, la clorofila. La clorofila, amigos míos, es un hada que retiene el carbono en
la planta y libera el oxígeno. La sangre une el oxígeno con el carbono, y el jugo verde
de la planta separa el carbono del anhídrido carbónico, liberando oxígeno.
Pensemos en la maravilla existente en la naturaleza, en el hecho de que plantas,
hombres y animales se complementan totalmente.
Pero ya he dicho que el hombre no toma de la planta sólo el oxígeno, sino que el
necesita de toda la planta; con excepción de las plantas venenosas y de las plantas que
contienen poca sustancia, el hombre necesita de todas las plantas, que por otra parte no
toma con la respiración sino nutriéndose de ellas. Y aquí surge nuevamente un curioso
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nexo. Prescindiendo de momento de los árboles, tenemos que una planta está formada
por raíz, hojas, flores y frutos. Observemos un momento las raíces: están en la tierra y
contienen muchas sales, debido a que en la tierra hay sales. La raíz se une a la tierra con
sus sutiles vasos radicales, extrayendo constantemente las sales del suelo. La raíz por lo
tanto está ligada de manera particular con el reino mineral del suelo, con las sales.
Por otra parte tenemos que la cabeza humana está emparentada con la Tierra; no
los pies, sino que es la cabeza la que está emparentada con la Tierra. Cuando el ser
humano comienza a conectarse con la Tierra en el cuerpo de la madre, él es en esos
momentos casi sólo cabeza. Comienza con la cabeza. La cabeza está formada según el
cosmos entero, pero también según la Tierra, necesitando sobre todo de sales. Desde la
cabeza parten las fuerzas que compenetran el cuerpo humano, por ejemplo también los
huesos. Todo cuanto se vuelve sólido el hombre lo mueve desde la formación de la
cabeza. Cuando la cabeza misma es aún blanda, como lo es en el cuerpo materno, ella
no puede formar bien los huesos. A medida que la cabeza se va haciendo más dura va
logrando dar al cuerpo las fuerzas que permiten al hombre y al animal formar las partes
sólidas, sobre todo los huesos. Vemos así la necesidad de las raíces que afines a la tierra
y conteniendo sales alimentan la cabeza; para la formación de los huesos se necesitan de
hecho las sales, ya que los huesos contienen carbonato de calcio, fosfato de calcio, es
decir siempre sales.
Por lo tanto, por ejemplo, ¿cómo se nota que un niño está débil en la cabeza? Se
puede notar por algunos síntomas característicos: si un niño está débil en su cabeza
seguramente tendrá lombrices en el intestino. Las lombrices se instalan en el intestino
cuando las fuerzas de la cabeza son muy débiles, porque entonces la cabeza no actúa
con suficiente fuerza en el resto del cuerpo; si las fuerzas de la cabeza actúan con
energía en los intestinos las lombrices no lograrán introducirse en el cuerpo. De esta
manera se puede ver lo maravillosamente estructurado que está el cuerpo: en él todo se
relaciona. Así pues si un niño tiene lombrices, se puede decir que está débil en la
cabeza; o también se puede decir (y quien desee ser pedagogo debe saber estas cosas)
que si más adelante en la vida hay personas débiles en la cabeza, quiere decir que en su
juventud tuvieron lombrices. ¿Qué se puede hacer si observamos cosas de este tipo? La
cosa más sencilla, entre otras, es alimentar al niño durante un tiempo con zanahorias;
naturalmente no se trata de darle sólo y siempre zanahorias, sino sólo por un tiempo.
Las zanahorias son sobre todo plantas de raíz y contienen muchas sales; al contener las
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fuerzas de la tierra, ellas están en disposición, una vez introducidas en el estómago, de
actuar en la cabeza a través de la sangre. Solamente las sustancias ricas en sales son
capaces de actuar en la cabeza. Sustancias ricas en sales, raíces, refuerzan la cabeza del
hombre. Es muy importante saber que las zanahorias refuerzan las partes superiores de
la cabeza, es decir las partes que el hombre necesita para poder reforzarse interiormente,
para no debilitarse.
Observando una planta de zanahoria, podemos decir que de toda la planta, la raíz
es lo que más se ha desarrollado. La zanahoria es por lo tanto toda raíz. Teniendo una
planta de zanahoria, lo que vemos de ella es prácticamente raíz. El resto, la parte verde,
es como un añadido, no tiene importancia. Así pues la zanahoria es apta sobre todo para
ser utilizada como alimento para la cabeza del hombre. Así que cuando notemos que
tenemos la cabeza débil, sintamos como un hueco en el cerebro, que no podemos pensar
correctamente, entonces es conveniente introducir por un tiempo zanahorias en nuestra
alimentación. Para los niños es aún más conveniente.
Si ahora confrontamos las patatas con las zanahorias, vemos que son muy
diferentes. Se ve que también las patatas tienen hojas, pero lo que se come son los
tubérculos que se encuentran en la tierra. Observándola superficialmente se puede decir
que los tubérculos de las patatas son raíces, pero no es verdad: los tubérculos no son
raíces. Observando con mayor precisión se ve que en la tierra las raíces están en
realidad unidas a los tubérculos. Las verdaderas raíces son raicillas que están unidas al
tubérculo y que se desprenden con facilidad. Cuando se recogen las patatas las raicillas
ya se han caído, pero están aún unidas en las patatas nuevas. Recogiendo y comiendo
los tubérculos tenemos algo parecido al tallo o a las hojas, y aunque parezcan raíces, en
realidad son tallo u hojas, si bien transformadas. Los tubérculos son en definitiva algo
entre la raíz y la parte verde de la planta. Como consecuencia las patatas no contienen
tantas sales como por ejemplo la zanahoria, no están ligadas a la tierra de la misma
manera; es verdad que crece en la tierra, pero no está tan ligada a la tierra. La patata
contiene muchos carbohidratos, pero no tantas sales como la zanahoria.
Debemos decirnos: comiendo zanahorias, nuestro cuerpo puede hacerse
perezoso, por que le es suficiente emplear la saliva de la boca para ablandar la
zanahoria, porque le basta con emplear los jugos gástricos, la pepsina y algún otro, para
enviar a la cabeza lo que necesita de la zanahoria. El cuerpo necesita sales, que le son
abastecidas por las raíces de las plantas, especialmente por la zanahoria.
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Si comemos patatas, también ellas van primero a la boca y después al estómago,
y allí se forma el almidón gracias al esfuerzo del cuerpo. Después va a los intestinos.
Para que en la siguiente fase de la digestión ella pueda ir a la sangre y también a la
cabeza, debe realizar un nuevo esfuerzo para transformar el almidón en azúcar. Sólo
entonces puede pasar a la cabeza. Vemos que si debo emplear una fuerza a algo externo
a mi, yo me debilito. Aquí hay un secreto: partiendo leña, empleando para ello una
fuerza exterior, yo me debilito; pero utilizando una fuerza interiormente con el fin de
transformar los hidratos de carbono en almidón y el almidón en azúcar, me fortalezco.
Siguiendo este mismo esfuerzo y compenetrándome de azúcar, por haber comido
patatas, yo me fortalezco. Si utilizo fuerzas hacia el exterior me debilito, si las utilizo en
el interior de mi cuerpo me fortalezco. Lo que cuenta no es tan sólo lo que me lleno con
los alimentos, sino que los alimentos desarrollan fuerzas en el cuerpo.
Por lo tanto se puede decir que los alimentos constituidos por raíces (porque
todas las raíces, aunque no en la misma medida que la zanahoria, actúan principalmente
en la cabeza) dan al cuerpo aquello que él necesita. En cambio los alimentos que aunque
poco tienden a la parte verde, que llamamos carbohidratos, dan al cuerpo fuerzas de las
que necesita para trabajar, para moverse.
De las patatas ya he hablado otras veces: dado que requieren un gran empleo de
fuerzas, debilitan al hombre, y sobre todo hace que a la larga no se reciban fuerzas. El
principio que he ilustrado con anterioridad vale sobre todo para las patatas.
En la medida en que las patatas son alimentos en sentido nocivo, lo son en el
buen sentido todos los alimentos constituidos por semillas: grano, trigo y demás.
También ellos contienen carbohidratos que podemos transformarlos muy bien en
almidón y en azúcar; por ello podemos fortalecernos mejor con los hidratos de carbono
de los cereales. No tenemos más que ver lo fuertes que están los campesinos por el
hecho de comer el pan que contiene cereales. Ellos tienen cuerpos sanos; aún comiendo
pan más tosco, se alimentan más sano. Los campesinos llegan a tener cuerpos sanos que
se fortalecen preparando el almidón y el azúcar.
Ahora surge un problema. Tengamos presente que los hombre se encuentran en
un punto de su evolución, en que no comen los frutos de la tierra como lo hacen los
animales. El caballo como la avena casi en el estado en que crece. Los animales comen
los granos de los cereales tal cual crecen, porque por ejemplo los pájaros tendrían cierta
dificultad si tuviesen que esperar que alguien los cocinase. Los hombres en cambio
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están en condiciones de poderlos cocinar. ¿Qué sucede por el hecho de que yo cuezo los
cereales? Cociéndolos yo puedo comerlos calientes en vez de fríos. Elaborando los
alimentos en nuestro interior debemos utilizar el calor. Sin calor no se transforman los
carbohidratos en almidón y el almidón en azúcar; estas operaciones requieren del uso
interno del calor. Por lo tanto si caliento los alimentos fuera, colaboro para que el
cuerpo no tenga que ceder su calor. Así pues, cocinándolos, los alimentos son
introducidos en el proceso del fuego o del calor, siendo éste el primer hecho. El segundo
es que de esa manera los alimentos son modificados totalmente. Piénsese tan sólo en
qué se convierte la harina después de su cocción para hacer pan: ¡se convierte en algo
totalmente diferente! ¿En qué se modifica? Lo primero que hago es moler el grano.
¿Qué significa moler? Significa hacerlo pequeño. Lo que hago al moler el grano,
convirtiéndolo en más pequeño, debería hacerlo sin no más tarde en mi propio cuerpo;
por lo tanto ahorro trabajo a mi cuerpo. Lo mismo sucede al cocerlos. Todas las
operaciones que realizo cociendo el alimento las ahorro al cuerpo, y llevo así los
alimentos en un estado tal que el cuerpo los digiere mejor.
Veamos
la diferencia que habría entre comer patatas crudas o cocidas. Si
comemos patas crudas el estómago debe ceder mucho calor para transformar las patatas
crudas que son casi todo almidón. Pero no es suficiente la transformación realizada por
el estómago. La patata pasa después al intestino que a su vez debe emplear mucho
trabajo, y como consecuencia la patata quedará bloqueada en el intestino porque éste no
tiene las fuerzas suficientes para empujar la patata hacia delante. Por lo tanto comiendo
patatas crudas, o se llena solamente el estómago, y como consecuencia el intestino ni
siquiera se toca, o bien se llena el intestino pero sin que el proceso avance. En cambio si
se cuecen o preparan de otra manera las patatas, el estómago no tiene mucho que hacer
y tampoco el intestino; por lo tanto las patatas pasan a la sangre y llegan hasta la cabeza.
Cociendo los alimentos, especialmente los que contienen hidratos de carbono, se
tiene la posibilidad de favorecer la alimentación.
Por otra parte se sabe que hoy día se hacen muchas tonterías, especialmente en
relación a los alimentos. Hoy las tonterías están de moda, habiendo gente que por
ejemplo lo come todo crudo, que no quiere cocer para nada. ¿Cómo se ha llegado a tal
punto? Se ha llegado porque en base a la ciencia materialista la gente no sabe cómo son
las cosas, y nada se quiere saber sobre la ciencia del espíritu; como consecuencia se
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inventa cualquier cosa. La dieta cruda es una fantasía. Es practicable durante un tiempo,
porque el cuerpo dispone de muchas fuerzas, pero éstas tienen su límite.
Ahora podemos hablar de las grasas. Las plantas, casi todas las plantas,
contienen grasas, grasas vegetales que la misma planta elabora a partir de los minerales.
Pero las grasas no son asimiladas por el cuerpo humano con la misma facilidad que los
hidratos de carbono y las sales. Las sales no son sustancias para nada modificadas.
Cuando salamos la sopa, la sal que echamos entra en el cuerpo casi sin modificarse y
llega hasta la cabeza. En cambio, comiendo patatas, éstas no llegan a la cabeza, sino
azúcar; la transformación sucede como antes la he descrito. Para las grasas, sean
vegetales o animales, el proceso no es tan simple: cuando son digeridas las grasas son
casi totalmente destruidas por lo jugos de la boca, del estómago y del intestino; a la
sangre va algo totalmente diferente de lo que en un principio digerimos. El animal y el
hombre, con las fuerzas solicitadas por las grasas ingeridas, debe volver a crear las
grasas en el intestino y en la sangre.
Esta es la diferencia entre grasas por un lado y azúcar y sales por otro. El
hombre asimila las sales y el azúcar en sustancias todavía de la naturaleza, sólo que
debe transformar en azúcar las patatas y los cereales; esto es algo aún de la naturaleza.
En cambio las grasas que el hombre y el animal tienen no son naturaleza, son estados
formados de nuevo. Se puede decir que el hombre no puede formar las sales. El hombre
tiene que consumir las sales siempre desde el exterior, no puede formarlas por sí
mismo; si no consumimos carbohidratos, si no comemos pan o algo que contenga
hidratos de carbono, no podremos formar azúcar. Si no formamos azúcar estaremos
débiles. Debemos al azúcar, al hecho de estar compenetrados de azúcar, la posibilidad
de tener fuerza. Si no estuviéramos compenetrados de azúcar, no tendríamos fuerza, no
podríamos estar de pie.
El fenómeno se verifica también en los pueblos. Hay pueblos que comen poco
azúcar y pocas sustancias transformables en azúcar, por lo que tienen poca fuerza física.
En cambio los pueblos que comen mucho azúcar son fuertes.
Cierto que el hombre no lo tiene fácil con las grasas. Tanto él como el animal
tienen grasas como consecuencia de la actividad de sus cuerpos. Las grasas son
totalmente un producto suyo. Las grasas que el hombre consume del exterior, ya sean
vegetales o animales, son destruidas por él, y en este proceso el desarrolla fuerza. Con
las patatas, el centeno o el grano el hombre desarrolla su fuerza transformando las
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sustancias; desarrolla fuerza destruyendo las grasas que come. Si fuera de mi destruyo
algo me debilito. Si por el contrario destruyo dentro de mi un bistec graso, me canso,
pero destruyendo el bistec graso o la grasa vegetal, cobro fuerzas que me permiten
producir mi grasa, en caso de que mi cuerpo lo necesite. Vemos así que los alimentos
grasos actúan en el cuerpo humano de manera diferente a como lo hacen los que están
compuestos de carbohidratos.
De todas maneras el cuerpo humano es muy complicado, y lo que acabo de
relatar constituye un gran trabajo para él; tiene lugar diversas cosas para que las grasas
vegetales se puedan destruir. Imaginemos que comemos coles, es decir hojas de una
planta; en este caso, comiendo las hojas, se toman las grasas contenidas en la planta.
¿Cómo es posible que el tallo sea tan duro? Porque de él parten las hojas que contienen
carbohidratos. Si después las hojas permanecen verdes, contienen sustancias grasas, y
cuanto más verdes son, más ricas serán en dichas sustancias grasas. Comiendo por lo
tanto mucho pan, no comemos muchas grasas. En cambio si que ingerimos más grasas
comiendo por ejemplo berros (plantas con muchas hojitas) en vez de pan. Así pues si se
toma pan con mantequilla, o en el campo panceta, se satisface al mismo tiempo la
necesidad de grasa, y se matan así dos pájaros de un tiro.
Cuando como pan, su contenido me llega hasta la cabeza por el hecho de que el
elemento raíz de la planta sube a lo largo del tallo; de hecho él es portador de la fuerza
de la raíz, si bien el tallo crece hacia arriba en el aire. Lo importante no es que la cosa
esté en la tierra o en el aire, sino que tenga en sí el elemento raíz. En cambio la hoja, la
hoja verde no tiene en sí el elemento raíz. En la tierra no se forman las hojas verdes.
Hacia finales de verano y en otoño, cuando las fuerzas solares ya no son tan fuertes, el
tallo puede terminar de madurar; en cambio la hoja, para madurar, necesita de las
máximas fuerzas solares; entonces crece hacia el Sol. Podemos decir por lo tanto que las
hojas actúan principalmente en los pulmones y en el corazón, mientras que las raíces
refuerzan la cabeza; así es también para las patatas que hacen sentir su efecto hasta la
cabeza. Comiendo hojas, que nos dan sobre todo grasas vegetales, reforzamos el
corazón y los pulmones, nuestra parte central, el tórax. El secreto de la alimentación
humana es que si quiero actuar sobre la cabeza debo comer raíces, tallos y semillas; si
quiero actuar sobre los pulmones y el corazón debo comer ensaladas o algo por el estilo.
Pero como estas últimas sustancias son destruidas ya en el intestino no conviene
cocerlas mucho. Consecuentemente las hojas se preparan como ensalada. Lo que debe
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de actuar en la cabeza no se debe preparar como la ensalada, debe de ser cocido. Los
alimentos cocidos actúan sobre todo en al cabeza. Las ensaladas actúan sobre todo en
los pulmones, corazón y demás, en concreto mediante las grasas.
Pero no es suficiente actuar sobre la cabeza y sobre la parte central del cuerpo,
en el tórax; el hombre debe también construir los órganos de la nutrición: el estómago,
los riñones, el hígado, los intestinos; todos ellos órganos para construir. Es interesante
que para formar los órganos para la nutrición necesitemos de las proteínas, de proteínas
vegetales, sobre todo de las contenidas en flores y frutos. Por lo tanto podemos decir: la
raíz nutre sobre todo la cabeza (ver figura precedente); la hoja, la parte central de la
planta nutre principalmente el tórax, y el contenido de los frutos la parte baja del
cuerpo.
Si miramos nuestros campos sembrados, podemos decir que ellos nutren
nuestras cabezas. Si miramos las lechugas que sembramos y los diferentes tipos de hojas
que comemos sin necesidad de cocerlos, porque pueden ser digeridos en los intestinos,
porque dependen sólo de sus fuerzas, tenemos todo cuanto reciben nuestros órganos del
tórax. Si después miramos a los árboles, a los ciruelos, manzanos y demás frutales
vemos que sus frutos no necesitan ser cocidos porque ya han sido cocidos por el Sol
durante el verano. Aquí tenemos una maduración; y es diferente a la que se produce en
las raíces u otras partes de las plantas que no maduran al sol, sino que se disecan, como
los tallos. No necesitamos cocer los frutos, a no ser que se tenga un organismo débil;
sólo entonces los coceremos y haremos compota o algo parecido. Sobre todo si se tiene
alguna enfermedad intestinal, se debe de tener el cuidado de tomar las frutas en forma
de compota. En cambio si se tiene un sano sistema digestivo, un sano sistema intestinal,
la fruta es idónea para construir la parte inferior del cuerpo gracias a su contenido
proteico. Las proteínas se la fruta edifican el estómago y los demás órganos que
tenemos en la parte baja del cuerpo y que sirven para la alimentación.
¡En esta campo siempre ha habido un sano instinto! Naturalmente, los hombres
no conocían conceptualmente las cosas que ahora he dicho; lo sabían pero por instinto y
como consecuencia seguían siempre una dieta mixta de raíces, hojas y frutos,
comiéndolo todo en la medida adecuada, adaptándola a las necesidades de cada
individuo.
Los hombres no comen sólo alimentos vegetales, sino también animales, carnes
animales, grasas animales y demás.
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Tengamos presente que la antroposofía no existe para reivindicar de manera
fanática o sectaria, sino sólo para decir cómo son las cosas. No se puede decir que el
hombre debe comer sólo alimentos vegetales o solamente animales, sino que se debe
decir: simplemente hay personas que, con todas las fuerzas existentes en ellas y
derivadas de la herencia, no están en condiciones de disponer de las fuerzas necesarias
para poder realizar el trabajo de eliminar las grasas vegetales, y una vez eliminadas
hacer renacer en ellas la fuerza necesaria para producir su propia grasa. Quien come
solamente grasas vegetales renuncia a estar gordo, porque eliminando grasas vegetales
nacen las fuerzas, o bien tiene una salud y una digestión de hierro, de manera que le es
fácil eliminar las grasas vegetales; entonces tendrá fueras para fijar sus propias grasas.
Pero la mayor parte de la gente no está en condiciones de fijar sus grasas si elimina tan
sólo grasas vegetales. En cambio si come grasas animales o carne, éstas no son
eliminadas del todo. La grasa vegetal no va más allá de los intestinos, mientras que la
grasa contenida en la carne pasa al cuerpo. Por ello hay cuerpos que no desean comer
grasas, panceta y alimentos grasos en general, son cuerpos que eliminan las grasas con
facilidad y por lo tanto quieren formarlas ellos mismos. Se dicen: quiero producir por
mí mismo la grasa que porto en mi; quiero tener mi grasa. Otros en cambio se sientan en
la mesa con cantidad de alimentos y no se proponen producir su propia grasa, sino que
prefieren que el mundo se la ofrezca; las grasas animales pasan al cuerpo, facilitando la
alimentación. Cuando el niño chupa azúcar, no lo hace para alimentarse. Claro que el
azúcar que chupa le nutre, pero el no lo hace por nutrirse, sino porque es dulce.
Chupando azúcar se hace consciente de lo dulce. Cuando el hombre ingiere grasa de
buey o de cerdo, o de otro tipo, la grasa entra en su cuerpo y satisface sus sentidos, igual
que el azúcar satisface los sentidos del niño; la satisfacción no es idéntica, pero el
hombre siente de alguna manera que en tal acto hay placer. Naturalmente necesitamos
de tales placeres para nuestra existencia interior, y por ello nos gusta la carne. Se come
sobre todo porque nos gusta.
A este respecto es conveniente no ser fanáticos. Hay personas que no pueden
vivir si no comen carne. En cambio se debería probar si de verdad no se puede vivir si
carne. Si poco a poco se logra comer menos carne y se pasa de una alimentación con
carne a una alimentación vegetariana, uno se siente más fuerte que antes. La dificultad
estriba en que algunas personas no soportan vivir sin carne, pero lográndolo,
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convirtiéndose en vegetariano, uno se siente más fuerte porque no se está inducido a
acumular grasa extraña, sino que se tiene solamente la propia.
Por mi propia experiencia puedo decir que de otra manera no podría haber
soportado las fatigas de los últimos veinticuatro años; no habría podido viajar noches
enteras para dar una conferencia el día siguiente. Si somos vegetarianos elaboramos
nosotros mismos lo que de otra manera nos es dado tras haber sido elaborado por los
animales. Esta es la realidad. De cualquier manera no se debe creer que yo pretenda
hacer propaganda del vegetarianismo; cada uno debe probar si se puede convertir en
vegetariano o no; depende de la disposición de cada uno.
La cosa es importante sobre todo por las proteínas. Cuando se tiene capacidad,
se puede también transformar la proteína y destruirla en el intestino después de haberla
tomado como proteína vegetal: entonces se adquieren fuerzas. Cuando el intestino se
debilita, deben ser tomadas del exterior, comer proteínas procedentes por ejemplo del
reino animal, porque las gallinas que nos proporcionan los huevos también son
animales. La proteína es por lo tanto algo que como sustancia se juzga erróneamente si
no se la ve desde la perspectiva de la ciencia del espíritu.
Si como raíces, sus sales ascienden hasta mi cabeza. Si como ensalada, las
fuerzas relativas (no las grasas mismas, sino las fuerzas contenidas en las grasas de las
planta) llegan al tórax, a los pulmones, al corazón. Si como fruta, las proteínas en ella
contenidas no llegan hasta el tórax, sino que permanecen en los intestinos. En cambio
las proteínas de los animales van más allá de los intestinos, abastecen al cuerpo, por que
las proteínas animales se difunden. Se suele decir que quien come muchas proteínas
está bien nutrido. La consecuencia de ello fue que en época materialista la medicina
aconsejó a la gente alimentos muy ricos en proteínas; se estimó que eran necesarios
entre 120 y 150 gres. de proteína al día. ¡Pero eso es una tontería! Hoy se sabe que tan
sólo se necesita una cuarta parte. Si se comen demasiadas proteínas no necesarias,
sucede lo mismo que a un profesor con sus asistentes. Ellos quería nutrir con proteínas a
un paciente que estaba mal nutrido. Se considera que un organismo que ha transformado
demasiadas proteínas revelará en la orina dicho exceso. Pero en aquel paciente la orina
no mostraba que la proteína había sido elaborada en el organismo. Los asistentes no
llegaban a comprender que las proteínas fueran eliminadas a través del intestino. El
profesor estaba enfadadísimo, y el asistente, al que le temblaban las piernas, propuso la
hipótesis de que las proteínas eran eliminadas a través del intestino. De hecho sucedió
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que el paciente, alimentado con demasiadas proteínas, no manifestaba mejoría, porque
las proteínas habían pasado del estómago al intestino y de él salían sin pasar por el
cuerpo. Al haber comido demasiadas proteínas, éstas no eran absorbidas por el
organismo, sino que salían en las heces. Después de verificó otro hecho: Antes de que
las proteínas fueran eliminadas, permanecían en el intestino, convirtiéndose en veneno y
como consecuencia intoxicaron y envenenaron todo el cuerpo. Eso es una consecuencia
de un exceso de proteínas. De tal envenenamiento deriva muy a menudo la
arteriosclerosis; la gente resulta afectada precozmente, simplemente por el hecho de
haberse alimentado con demasiadas proteínas.
En base a lo que he expuesto, es importante comenzar a conocer los problemas
de la alimentación, porque la mayor parte de la gente es de la opinión de que cuanto más
come mejor se alimenta. Pero no es verdad; se alimenta mejor comiendo menos, porque
entonces uno no se envenena.
Es así; conviene saber como actúan las diferentes sustancias. Se debe saber que
las sales actúan sobre todo en la cabeza, que los carbohidaratos, en cuanto que están
presentes en nuestros alimentos principales, o sea en el pan y en las patatas, actúan
principalmente en el sistema pulmonar y en la garganta (pulmones, garganta, paladar y
demás), que las grasas actúan sobre todo en el corazón y en sus vasos sanguíneos
(arterias y venas), y que la proteína actúa sobre todo en los órganos de la parte baja del
cuerpo. La cabeza no consigue mucho provecho de la proteína. Es verdad que la cabeza
está constituida por proteínas, porque también ella está formada por sustancia viva, pero
las proteínas presentes en la cabeza deben ser formadas por el hombre mismo. No se
debe creer que sobrealimentándose con proteínas se logra tener un cerebro
particularmente sano; de hecho se acaba por tener un cerebro envenenado.
Quizás vuelva a hablar sobre alimentación alguna otra vez, que es una buena
cosa, ya que hablar sobre estos temas es muy útil para la vida. Nos vemos por lo tanto el
próximo sábado a las nueve.
Proteína:
órganos de la parte inferior del cuerpo
Grasas:
corazón y vasos sanguíneos
Carbohidratos:
pulmones, garganta, paladar
Sales:
cabeza
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III
PROBLEMAS DE LA ALIMENTACIÓN
ALIMENTACIÓN DE LOS NIÑOS
EDUCACIÓN ESPARTANA – ABONADO
Dornach, 2 agosto 1924
Hoy desearía añadir algo a lo que dije el jueves pasado contestando a la pregunta
del señor Burle. Expuse como son necesarios cuatro tipos de alimentos para la
alimentación humana: sales; los llamados carbohidratos, que se hallan contenidos sobre
todo en las patatas, de manera especial en los cereales de nuestros campos y también en
las legumbres; después tenemos las grasas y por último las proteínas. Aclaramos que la
alimentación puede ser diferente en cada persona, por ejemplo en lo que se refiere a
proteínas y sales. Consumimos sales que nos llegan hasta la cabeza, pero de manera que
permanecen como sales, que no se modifican sino porque se liberan. Ellas conservan
sus fuerzas como sales hasta la cabeza. En cambio las proteínas son rápidamente
destruidas en el cuerpo humano, en el estómago, no permaneciendo ya como tales en el
intestino. Como consecuencia de la fuerza que emplea el organismo en destruir la
proteína, crea nuevas fuerzas que le permiten crear nuevas proteínas, o sea que crea sus
propias proteínas. Estas nuevas proteínas sólo podrán ser producidas si antes se ha
destruido las proteínas extrañas.
Pensemos por un momento que es lo que sucede con las proteínas.
Imaginémonos que somos muy hábiles, hasta el punto de creernos capaces de fabricar
un reloj; dicho reloj sólo lo hemos visto desde fuera por lo que no estamos en
condiciones de fabricarlo sin más. Si queremos arriesgarnos a desmontar un reloj
deberemos tener en cuenta el orden en que se encuentran todas sus piezas; recordando
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como lo hemos desmontado podemos volverlo a montar. Lo mismo hace nuestro cuerpo
con las proteínas. Toma las proteínas y las descompone. La proteína como sustancia
está compuesta por carbono, nitrógeno, oxígeno, hidrógeno y azufre; estos son los
componentes principales de la proteína. La proteína es totalmente descompuesta de
manera que cuando el organismo ya no tiene proteínas, todo pasa a los intestinos. En
este punto el organismo ha destruido las proteínas como se puede destruir un reloj. Se
objetará que cuando se desmonta u reloj, se puede tomar nota de cómo está hecho para
construir otros. Por lo tanto que será suficiente comer proteínas una sola vez para
volverlas a rehacer cuando se quiera. Pero no es así, porque el hombre tiene un tipo de
memoria como hombre, pero el cuerpo no tiene una memoria igual, capaz de tomar nota
de cualquier cosa; en cambio el cuerpo puede utilizar las fuerzas en construir de nuevo.
Por lo tanto debemos consumir siempre nuevas proteínas. para poderlas reconstruir en
nosotros.
En realidad el hombre, cuando fabrica su proteína, hace algo muy complicado.
Ante todo descompone la proteína que ha comido; de esa manera esparce carbono por
todo el cuerpo. Sabemos que el toma oxígeno del aire y lo une con el carbono que
tenemos dentro. En un primer momento expiramos carbono como anhídrido carbónico,
pero reteniendo una parte de él. Entonces nos encontramos con que tenemos en el
cuerpo carbono y oxígeno. El oxígeno que hemos introducido con las proteínas no lo
retenemos; unimos al carbono el oxígeno que hemos inspirado. En nuestro organismo
no fabricamos las proteínas como se lo imaginan los materialistas, es decir que
comiendo huevos de gallina éstos se difunden por todo el cuerpo. No es así. Ya está
establecido, gracias a la organización del cuerpo, que aunque comamos huevos de
gallina no nos convertimos en estúpidas gallinas. No lo hacemos porque en el intestino
destruimos las proteínas, y en lugar de tomar el oxígeno que éste contenía, lo tomamos
del aire. También él está ahora presente. Junto al oxígeno inspiramos también el
nitrógeno que está presente en el aire. También los huevos que hemos comido contienen
nitrógeno, pero éste no lo utilizamos, sí en cambio el que inspiramos con el aire.
Tampoco usamos el hidrógeno que tomamos con los huevos, sí en cambio el que
recibimos a través de la nariz, las orejas y a través de los sentidos en general; usamos
este nitrógeno para crear nuestras proteínas. Constantemente recibimos azufre del aire;
recibimos del aire hidrógeno y azufre. Así pues de las proteínas que comemos
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retenemos tan sólo el carbono, y para el resto empleamos las sustancias que recibimos
del aire.
Esto es lo que sucede con la proteína. Algo totalmente análogo sucede también
con las grasas. Producimos por nosotros mismo nuestras proteínas, empleando tan sólo
el carbono de las proteínas extrañas; también producimos nuestras propias grasas. Para
este fin empleamos un poco de nitrógeno que contienen los alimentos que ingerimos. En
otras palabras, producimos autónomamente tanto las proteínas como las grasas. Al
cuerpo va sólo lo que ingerimos como patatas, legumbre y cereales; en realidad lo que
ingerimos como legumbres y patatas no va a todo el cuerpo sino hasta la parte baja de la
cabeza. En cambio lo que consumimos como sales pasa a toda la cabeza, y con ello
construimos lo que nos sirve para los huesos.
De lo dicho se deduce que tenemos que buscar la manera de introducir en
nuestro cuerpo proteínas vegetales sanas. Cuando introducimos albúminas animales en
nuestro cuerpo, pueden pudrirse pronto, son fácilmente destructibles. Sin embargo para
nosotros tiene un valor especial la proteína que recibimos de los frutos de la planta y
que están principalmente contenidas en ellos, como ya lo dije el otro día. Quien se
quiera conservar sano deberá añadir frutos a su alimentación, bien crudos o cocidos. Si
no se comen frutos el cuerpo tiende a digerir perezosamente.
El gran problema es que debemos nutrir las plantas que ingerimos de manera
adecuada. Debemos pensar que es lo que ellas necesitan para que de verdad sean algo
vivo. Las plantas no son minerales, sino algo vivo. Cuando comemos una planta, ella a
su vez deriva de la semilla que ha sido enterrada en el suelo. La planta no puede
prosperar adecuadamente si no la introducimos en un suelo que sea lo suficientemente
vivo. Pero ¿qué lo convierte en vivo? Se vuelve vivo abonándolo de manera adecuada.
En definitiva un buen abonado nos conduce a una sana proteína vegetal.
Debemos pensar que a lo largo de mucho tiempo los hombres han sabido que el
abono ideal provienen del establo, del establo del bovino, aquél que proviene de la
propia hacienda agrícola. Pero en la época moderna, en la que todo se ha vuelto
materialista, la gente se ha dicho: también se pueden analizar cuáles son las sustancias
que contiene el estiércol, y después tomarlas del reino mineral y tener así un abono
mineral.
Pero utilizando abono mineral este se comporta como si introdujéramos en el
terreno tan sólo las sales que refuerzan las raíces. En ese caso sólo recibimos de las
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plantas lo que nos sirve para la formación del hueso; no recibimos de ella la proteína
que necesitamos. Como consecuencia las plantas y todos nuestros campos sufren la falta
de proteínas; y esta carencia será cada vez mayor, si la gente no vuelve a abonar
adecuadamente.
Ya en algunas reuniones de agricultores, sin conocer las razones, se decía que
los frutos eran cada vez peores, y es verdad. Quien tiene algunos años sabe que cuando
era más joven los productos del campo eran mejores. No se puede pensar que es
suficiente con juntar las sustancias que componen el estiércol bovino; también se debe
saber: que el estiércol de vaca no proviene de un laboratorio químico, sino de un
laboratorio mucho más científico, que es el interior de la vaca (porque verdaderamente
es un laboratorio mucho más científico). Como consecuencia sucede que el estiércol no
sólo refuerza las raíces de la planta, sino que refuerza la planta entera. De esta manera
en la plante se produce una proteína sana de la que el hombre disfruta a la vez que se
refuerza.
Como se siga abonando con abonos minerales, como se acostumbra hacer en la
época moderna, o directamente con el nitrógeno obtenido del aire, entonces, amigos
míos, vuestros hijos y los hijos de vuestros hijos crecerán muy pálidos. No se podrán
distinguir las caras de las manos, cuando éstas estén blancas. Dependerá del abonado de
los campos el que los hombres puedan tener un vivo y sano colorido.
Cuando se habla de alimentación se debe tener en cuenta como se producen los
alimentos. Esto es muy importante. Se puede ver que por diversas circunstancias el
cuerpo humano desea aquello que necesita. Tenemos el hecho de los prisioneros que
condenados a largos años de cárcel y que en general tienen que comer alimentos pobres
en grasas, anhelan enormemente las grasas. Si casualmente cae una gota de la lámpara
que el guardián ha llevado a la celda, rápidamente el preso se inclina y chupa la grasa
debido a que su cuerpo le advierte de la gran necesidad de un determinado alimento que
habitualmente le falta. El fenómeno pasa desapercibido si todos los días se come
adecuadamente, y por lo tanto el cuerpo no revela aquello que necesita. Pero si por
algunas semanas falta algo en los alimentos, el cuerpo se vuelve extraordinariamente
ávido.
Ya he dicho que con el abonado están relacionadas muchas otras cosas. Nuestros
antepasados europeos del siglo doce y trece, eran diferentes a nosotros por diversas
características. ¡Que por lo general no se las considera! Entre las muchas cosas que los
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distinguían de nosotros, una era que no comían patatas. Las patatas fueron introducidas
más tarde. La alimentación a base de patatas ha ejercido una gran influencia sobre los
hombres. Comiendo cereales se refuerzan de manera especial corazón y pulmones. Se
tiene así una sana caja torácica y se está bien. El hombre no es un apasionado pensador,
pero respira mejor. Aquí quiero aclarar que no se debe pensar que puede respirar bien
quien abre la ventana y exclama: “¿oh, que aire fresco más bueno!”, sino que es
templado en la respiración quien puede soportar todo el aire que respira. No lo es quien
no lo puede soportar, sino quien soporta cualquier inconveniente.
Hoy en día se habla mucho de educación espartana. Pensemos sólo cómo se
educa a los niños de manera espartana, por ahora solamente a los hijos de los ricos, pero
también los otros les siguen y les imitan. Hoy lo niños llevan vestidos que descienden
como máximo hasta las rodillas, mientras que en nuestra juventud llevábamos
pantalones largos e íbamos bien cubiertos; como mucho se llevaban desnudos los pies.
¿Si la gente supiera que eso constituye un gran peligro de padecer de apendicitis, se lo
pensaría dos veces! Pero es la moda, que como de costumbre tiraniza e impide pensar en
estas cosas. Ahora los niños llevan vestidos que les llegan hasta las rodillas e incluso
más arriba, y puede que llegue el momento en que les llegue tan sólo hasta la barriga;
también esto se pondrá de moda. Aquí la moda actúa con fuerza.
Cierto, la gente no se percata de cuáles son los problemas importantes. Es muy
importante que la organización del hombre sea capaz de elaborar interiormente todos los
alimentos que ingiere. Quiero decir que es muy importante saber que el ser humano se
fortalece si es capaz de elaborar bien los alimentos que consume, y que nada se ayuda al
niño si se le viste como antes lo he dicho. Con la educación espartana que reciben,
miremos nuestro alrededor, los niños sudan nada más llegar a un lugar caldeado y no
saben como arreglárselas; por el contrario, con una buena educación y cuidado el niño
es capaz de soportar diferentes situaciones. En el pasado la gente no recibía una
educación tan espartana y tenía el corazón y los pulmones sanos.
Después se llegó a la alimentación a base de patatas. La patata provee poco al
corazón y a los pulmones, y en cambio pasa a la cabeza (ya he dicho que pasa a la parte
inferior y no a la superior de la cabeza) convirtiendo en críticas a las personas,
desarrollando el pensar. En tiempos pasado había menos periodista, el arte de la
imprenta aún no existía. Reflexionemos sobre todo lo que cada día es pensado en el
mundo para que después aparezca en los periódicos. Debemos a la alimentación a base
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de patatas todo ese gran pensar que para nada es necesario, que es excesivo. Quien
come patatas a menudo está impelido a pensar, no puede hacer otra cosa que pensar.
Como consecuencia el corazón y los pulmones se debilitan, y por ello tenemos ahora la
tuberculosis pulmonar que se desarrolló sobre todo cuando se introdujo la alimentación
de patatas. Las poblaciones más débiles son aquellas que viven en las zonas donde se
cultivan patatas, donde la gente vive sólo de patatas.
Gracias a la ciencia del espíritu, lo digo a menudo, se pueden conocer estos
hechos materiales. La ciencia materialista no sabe nada de la alimentación, no sabe lo
que es sano para el hombre. Una característica del materialismo es que siempre piensa,
piensa, piensa, pero no sabe nada. Sin embargo es importante saber algunas cosas si se
desea estar bien centrado en la vida. Estas cosas quería comentar en relación a la
alimentación.
¿Hay alguno que quiera hacer alguna otra pregunta?
Pregunta: La vez pasada el doctor Steiner dijo algo en relación a la
arteriosclerosis. Como se dice por lo general, ella deriva de un exceso de carne, huevos
y alimentos parecidos en la dieta. Yo conozco a una persona que hace cincuenta años
tuvo arteriosclerosis y permaneció rígido hasta los setenta, y hoy a los ochenticinco,
ochentiséis, está mucho más rejuvenecido que a los ochenticinco, ochentiséis años.
¿Puede ser regresiva la arteriosclerosis? ¿O qué otra cosa ha podido suceder? Dicho
entre paréntesis, este hombre no ha fumado nunca y siempre ha bebido poco alcohol,
viviendo de manera equilibrada. Es verdad que en su juventud comió mucha carne; de
todas las maneras a los setenta años podía aún trabajar un poco, y hoy, a los
ochenticinco u ochentiséis años, está más activo, más viviente.
Rudolf Steiner: Ante todo se debería establecer con precisión como era la
arteriosclerosis, porque el hecho es que en general la arteriosclerosis actúa de manera en
la que al sujeto en su conjunto se le calcifican las arterias; como consecuencia no es
capaz de dominar el cuerpo mediante el alma y el espíritu: el cuerpo adquiere rigidez.
La enfermedad puede presentarse de diversas formas. En este caso imaginemos a
alguien que no ha sido atacado en todo el cuerpo: la esclerosis permanece por ejemplo
en el cerebro, por lo que se tiene otro cuadro. Conozco la salud de mi interlocutor, y
gracias a ello me es posible sacar alguna conclusión sobre la salud de su padre, aunque
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no lo conozco. Mi interlocutor padece de resfriado del heno, o al menos padecía,
esperemos que se le haya pasado. Ello nos muestra que él es portador de algo que sólo
lo puede formar un cuerpo afectado por esclerosis, por arteriosclerosis, no en la cabeza,
sino fuera de la cabeza. Nadie puede tener el resfriado del heno, si en todo el conjunto
de su cuerpo en general está afectado por la arteriosclerosis, porque el resfriado del
heno es justamente lo opuesto a la arteriosclerosis. Mi interlocutor tiene el resfriado del
heno. Naturalmente no es agradable tener el resfriado del heno (si se cuida, mejora, pero
se mantiene la disposición) y en cada caso esto muestra que su resfriado es como una
especie de válvula contra la esclerosis, contra la arteriosclerosis.
En realidad, en alguna medida todo el mundo tiene un poco de arteriosclerosis.
No se envejece sin arteriosclerosis. Si se tiene en todo el cuerpo no se puede hacer
mucho: se entorpece el cuerpo. Pero teniendo la arteriosclerosis sólo en la cabeza, con
exclusión del resto del cuerpo, la enfermedad se presenta tan sólo al envejecer. En ese
caso el cuerpo etérico, del que ya he hablado, se hace más fuerte y entonces él ya no se
sirve tanto del cerebro. Este último por lo tanto puede hacerse viejo y rígido. Así el
cuerpo etérico puede empezar a dominar con acierto la ligera arteriosclerosis. De esa
manera la arteriosclerosis no se presenta tan fuerte.
No es necesario que el padre de mi interlocutor haya tenido el resfriado del heno,
pero puede haber tenido la disposición; y esto puede convertirse en algo útil. Aún se
podría decir, que si alguno tuviese la disposición a coger el resfriado del heno, podría
exclamar ¡”Dios sea loado por mi disposición: no llego a coger el resfriado del heno,
pero tengo la disposición y gracias a ello no me molestarán mis vasos sanguíneos"!
Aunque si más tarde el protagonista tiene un hijo, en él se puede manifestar
patentemente lo que en el padre era sólo potencial. Si se presenta en el hijo, dependerá
de otras enfermedades que él la pueda contraer.
Los secretos de la herencia consisten en el hecho de que a veces se enferman
algunos órganos en los descendientes, cuando los antepasados estaban sanos. Se
clasifican las enfermedades, se habla de arteriosclerosis, de tuberculosis pulmonar, de
cirrosis hepática, de disfunciones estomacales y demás. Se puede clasificar y subdividir,
se pueden describir las diferentes enfermedades, pero no se consigue mucho, por la
simple razón de que la arteriosclerosis es diferente en cada sujeto. No hay dos hombres
iguales, afectados de arteriosclerosis: cada uno tiene su esclerosis de manera diferente.
Así son las cosas, amigos míos, y no hay que maravillarse por ello.
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Hace unos años en la universidad de Berlín había dos profesores. Uno tenía
setenta años y el otro noventidós. El de setenta años era muy notable, había escrito
muchos libros, pero con su filosofía había vivido totalmente en el materialismo,
solamente había desarrollado pensamientos materialistas. Pensamientos de este tipo
contribuyen a padecer de arteriosclerosis, y aquel profesor padecía de ello. Llegado a
los setenta años no pudo hacer otra cosa que jubilarse. El de noventiuno años, su colega,
no era materialista, permaneció niño casi toda su vida, enseñaba aún con gran vivacidad.
Decía >>¡No entiendo a mi colega, aquel “muchacho”! Yo no quiero jubilarme, me
siento aún joven <<. El otro, el muchacho, lo era mucho más, pero ya no podía enseñar.
Naturalmente el que tenía noventidós años también tenía arterias calcificadas, pero dada
la movilidad de su alma, lograba servirse aún bien de sus arterias. En cambio para el
otro era imposible.
Querría ahora volver a la pregunta del señor Burle relativa a las zanahorias. Él
había dicho:
El cuerpo humano requiere por instinto aquello que necesita. Los niños tienen a
menudo una zanahoria en la mano. A veces se incita tanto a niños como a adultos a
comer alimentos que no les sientan bien. Creo que no se debería hacer eso, si alguien
tiene un rechazo por algún alimento. Yo por ejemplo tengo un chaval que no quiere
comer patatas.
Amigos míos, pensemos sólo una cosa. Si los animales no tuvieran instinto para
aquello que les hace bien o mal, estarían todos reventados; de hecho todos los animales
pasan junto a plantas venenosas cuando están pastando. Si no supieran con precisión
que no pueden comer plantas venenosas, seguro que las comían. En cambio las evitan
con sumo cuidado. Pero hacen algo más: eligen las que les hace bien. ¿Habéis visto
alguna vez como tragan las Ocas? ¿Acaso lo hacen por ellas mismas? Son los hombres
quienes las obligan a comer tanto. Para los cerdos la cosa es un poco diferente, pero
tendríamos cerdos bien flacos si no se les incitase a comer tanto. De cualquier modo
para los cerdos la cosa es un poco diferente. Por herencia tienen cierta disposición
porque ya a sus antepasados estaban habituados a comer todo aquello que engorda; son
cosas que están comprendidas en su alimentación. Fue necesario obligar a generaciones
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precedente de cerdos. Por sí sólo ningún animal come algo que no le va. ¿Qué ha hecho
en cambio el materialismo? Él no cree en los instintos.
Una vez tuve una amigo, un amigo de juventud, y cuando estábamos juntos,
éramos bastante razonables con el comer; comíamos a menudo juntos y lo hacíamos
tomando lo que habitualmente se come y que, como se dice, se cree que sienta bien.
Como suele suceder en la vida, nos separamos, y al cabo de los años una vez que pasé
por su ciudad, fui invitado por él a comer. En la mesa, junto al plato, había una balanza.
Le pregunté al instante “¿pero qué haces con la balanza?” Naturalmente ya lo sabía,
pero quería escuchar su explicación. Me respondió que pesaba la carne que necesitaba y
le convenía; la carne y también la lechuga. Pesaba todo lo que pasaba por su plato,
porque la ciencia así le prescribía. ¿Qué resultaba de ello? ¿Qué se deshabituó de su
instinto, ya no sabía lo que tenía que comer! Recordemos lo que estaba escrito en los
libros: un hombre necesita entre 120 150 gramos de proteína al día; hoy en cambio está
escrito: sólo 50 gramos. Mi amigo lo pesaba todo muy convencido. Pero estaba
confundido.
Claro que si alguno es diabético, el problema es diferente y es natural que actúe
así, porque la diabetes indica que el enfermo ha perdido el instinto para alimentarse.
Es necesario estar atentos a ciertos hechos importantes: cuando un niño tiene la
tendencia, aún la mínima disposición a tener lombrices, hace cosas posibles e
imposibles. A veces nos maravillamos lo que hace un niño en tales condiciones, para
buscar un campo donde haya zanahorias; lo encontraremos más tarde comiendo
zanahorias. Aunque el campo esté lejos, el niño acude a buscar zanahorias, porque al
tener disposición para las lombrices, quiere comerlas. El niño, una vez destetado,
cuando deja de tomar la leche materna, comienza a querer comer, o bien a no querer,
este o aquel alimento. Nada más que el niño comienza a ingerir alimentos del mundo
externo, se puede saber gracias a él qué alimentos se le deben dar. Si se le obliga a
comer aquello que se cree que debe comer, su instinto se pervierte. Debemos adaptarnos
a sus instintos. Naturalmente se debe canalizar lo que tenga de malos hábitos, pero
poniendo atención en lo que se trata de analizar.
Pensemos por ejemplo en niño al que, si bien se le ha dado lo que se considera
adecuado en base a nuestra opinión, nada más que tiene la oportunidad de acercarse a la
mesa, se sube a una silla, se arrastra encima de la mesas y toma un trozo de azúcar.
Estemos atentos para entender adecuadamente una anécdota de este tipo, porque el niño
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que se sube a la silla para coger un trozo de azúcar muestra que algo no está en orden en
su hígado. Roban azúcar solamente los niños que no tienen el hígado en orden, algo que
es curado al instante por el azúcar; los demás niños no tienen interés por el azúcar, lo
dejan estar. Naturalmente no se debe dejar que las cosas degeneren hacia las malas
costumbres, se trata sólo de comprender hechos de este tipo. Y ello se puede hacer de
dos maneras.
Si un niño piensa constantemente en coger el azúcar cuando su padre o su madre
no lo miran, más tarde robará también otras cosas. En cambio si se le satisface, dándole
lo que necesita, no se convertirá en ladrón. El que se observe estos hechos tiene por lo
tanto un gran significado y también una perspectiva moral. La pregunta que se ha
planteado tiene la siguiente respuesta: se debe de tener sumo cuidado con lo que el niño
quiere o rechaza, sin obligarle a tomar lo que no quiere. De hecho, si sucede, como
sucede a muchos niños, que un niño no quiere comer carne, es debido a que con la carne
el niño recibe venenos en los intestinos, y por lo tanto quiere evitarlos. Él tiene este
instinto. Si un niño se sienta en una mesa en la que todos comen carne, y la rechaza,
significa que tiene la disposición a desarrollar venenos intestinales con la carne.
Debemos tener mucho cuidado con estas cosas.
La ciencia en general tiene aún mucho que hacer. Solamente con las balanzas y
los aparatos de laboratorio no se puede avanzar científicamente.
La alimentación, que tanto interesa a mis interlocutores, es tal que debe ser
debidamente comprendida en sus conexiones con el espíritu. Cuando la gente me
pregunta algo al respecto, pongo a menudo dos ejemplos. Imagínense un periodista que
debe pensar mucho (las más de las veces inútilmente), tanto que le es imposible
liberarse de tener demasiados pensamientos lógicos. Se verá que al periodista
instintivamente le gusta el café. Se sienta en un café, bebiendo tazas de café una tras
otra, mientras roe su lápiz a la espera de que le llegue alguna interesante idea que
escribir. El roer el lápiz no le sirve, pero el café le ayuda a tener un pensamiento tras
otro, porque cada pensamiento debe relacionarse con el que le precede.
En cambio para el diplomático, el que un pensamiento se relacione con el
precedente, que siga lógicamente al precedente, puede resultarle problemático. Si los
diplomáticos son lógicos, pueden resultar aburridos; deben saber entretener. En
sociedad no se aprecia a quien diga: en primero, segundo o tercer lugar... No cae bien el
que es demasiado lógico. Mientras que en un artículo periodístico sobre finanzas no se
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pueden introducir otros temas, un diplomático puede hablar de café, después de la
finanzas del país X, para pasar al peinado de tal señora o comentar dónde se encuentran
los mejores caballos y cosas así. Que se pueda revolotear de un pensamiento a otro.
Queriéndose hacer social al actuar de esta manera, se tiende por instinto a tomar mucho
té. El té dispersa los pensamientos, mientras que el café los conecta entre ellos. Se debe
beber té si se quiere saltar de un pensamiento a otro. Vemos así la influencia que pueden
tener los alimentos con una u otra manera de pensar. Naturalmente el fenómeno no se
limita solamente a estas bebidas, al café y al té, sino que éstos son sólo ejemplos
radicales. Pero a través de estos ejemplo podemos entender la importancia de estar
atentos a estas cosas. Es muy importante. La conferencia del próximo miércoles será de
nuevo a las nueve.
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TRES CONFERENCIAS SOBRE ALIMENTACIÓN
Pronunciadas por
Rudolf Steiner
los días 23 de enero, 31 de julio y 2 de agosto de 1924
en Dornach
I
La alimentación
II
Relaciones
entre
alimentos
y
hombre
-
Alimentos
crudos
y
vegetarianismo
III
Problemas de la alimentación - Alimentación de los niños Educación espartana Abonado
Traducidas del italiano al español por Juan Mª Pagalday
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