Golpe a la inocencia

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maltrato infantil | superyo
“Un niño aprende a comportarse
de manera agresiva observando e imitando
la agresividad de los padres”
Maltrato infantil
Golpe
a la inocencia
Agredidos y humillados por sus familiares, millones de niños
en el mundo son víctimas de la violencia en su entorno
doméstico. En algunos casos, el hogar llega a constituirse
en un escenario muy peligroso
Elizabeth Levy Sad
La violencia contra la infancia ha sido un
problema universal desde tiempos remotos. En
la Antigüedad, los niños no poseían ningún tipo
de derechos y hasta podían ser sacrificados por
sus propios padres como ofrendas religiosas: en
algunas culturas el infanticidio llegó a ser una
práctica habitual. Más adelante, en la Edad Media, se hizo frecuente que los padres vendieran
a los hijos como esclavos.
Algunas teorías revelan que a partir del siglo
XVII cesaron parcialmente algunas prácticas
sanguinarias y se extendieron las instituciones
para menores abandonados. Sin embargo, con
la Revolución Industrial del siglo XVIII creció la
explotación sexual de la infancia y proliferó
el trabajo infantil como mano de obra barata.
Recién en el siglo XX los derechos de la niñez
empezaron a ser reconocidos legalmente y se
extendió la conciencia social sobre la importancia de un trato respetuoso y cariñoso hacia
los niños.
El historiador francés Philippe Ariès sostiene en
su libro Siglos de infancia que hasta el siglo XVII no
se justificaba un trato especial para la edad infan-
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“Para un psicólogo, siempre es posible encontrar
pistas del sufrimiento de un niño a través
de lo que expresa en sus dibujos”
til. Según su hipótesis, las tasas de mortalidad de
los niños eran tan elevadas que los padres no se
apegaban a sus hijos, porque no había muchas
posibilidades de que sobrevivieran.
Por acción u omisión
El maltrato infantil se define como una conducta
intencional y reiterada, que por acción u omisión
produce daño y pone en peligro la salud física,
emocional y psicológica de un menor de 18 años.
Esta grave situación ocurre en el seno de familias
de todos los niveles económicos y educativos, y de
todas las religiones y tradiciones culturales.
En América Latina, el Fondo de las Naciones
Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas
en inglés) calcula que más de 60% de los niños
sufre algún tipo de maltrato. También en los países más ricos las estadísticas son alarmantes:
hasta 30% de las niñas y 15% de los niños son
víctimas de algún tipo de abuso sexual, según
una investigación realizada en Estados Unidos,
Australia, Reino Unido y Canadá, publicada en
la revista médica The Lancet.
“Las familias pueden constituirse en núcleos
de violencia mortal. Muchos padres no han
construido una capacidad de amor suficiente
como para cuidar a su descendencia, porque
los seres humanos no cuentan con un instinto
que garantice el cuidado de los hijos”, subraya
Eva Giberti, psicólogo y especialista en temas
de familia y violencia.
Puertas adentro
Por lo general, los menores víctimas de la violencia doméstica sufren el maltrato por parte de
Niños agredidos
Un menor maltratado cuenta con muy pocos recursos para expresar el infierno en el que vive. Mariana Dos Santos,
psicólogo y especialista en clínica de niños y trastornos tempranos del desarrollo, enumera los síntomas
a los que se debe prestar atención:
• Se muestran muy agresivos o, por el contrario, inhibidos y sometidos al máximo por sus propios pares.
• Evitan volver a la casa.
• Padecen enuresis o encopresis (incontinencia urinaria o fecal).
• Presentan dificultades de aprendizaje y concentración, o se van al otro extremo y se obsesionan por la excelencia,
porque temen las consecuencias de no ser el mejor alumno.
• Tienen problemas de comunicación: tartamudeo o mudez, o bien pueden ser excesivamente verborreicos como
forma de llamar la atención.
• Son hipervigilantes: están en constante estado de alerta o se sobresaltan ante la proximidad de un adulto.
• Pasan del llanto desconsolado por algo insignificante a la carcajada, porque en el hogar les exigen sobreponerse
rápidamente a las situaciones dolorosas.
• Se quejan reiteradamente de dolores de cabeza o estómago, o de otros malestares.
• Están desaliñados, sucios y descuidados en su aspecto físico.
• Presentan constantemente lastimaduras, quemaduras o hematomas.
• Adoptan conductas y actitudes erotizadas, totalmente inapropiadas para su edad.
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“Ambos padres son responsables por igual de la seguridad del niño, bien sea
por acción: ejerciendo la violencia, o por omisión: consintiéndola”
sus propios padres (aunque los agresores también pueden ser sus tíos, padrastros, hermanos
u otros adultos a cargo de su cuidado). Muchos
hijos agredidos por sus progenitores no dejan
de amarlos: esta coexistencia entre maltrato y
amor lleva al niño a aceptar la violencia como
algo normal.
Los adultos maltratadores suelen ser personas
que no pueden controlar sus emociones, tienen
una baja autoestima y no saben cómo ejercer
la autoridad. En la mayoría de los casos, fueron
niños maltratados y no conocen otras formas
de vincularse con sus hijos: la violencia es muchas veces la única forma que tienen de expresar
afecto o preocupación.
Estas agresiones en el contexto doméstico suelen dispararse a partir de distintos escenarios:
• Estados socioeconómicos de riesgo. La falta
de empleo, la escasez de recursos, la imposibilidad de contar con una vivienda digna y cubrir las
necesidades básicas de la familia generan una
impotencia que, con frecuencia, se descarga en
los más indefensos del hogar.
• Adicciones y enfermedades. El alcoholismo y
la adicción a las drogas son factores que provocan actos de insensibilidad e imprudencia en los
padres. También ciertas afecciones psiquiátricas
generan conductas descontroladas.
• Percepción equivocada del concepto de
disciplina. Algunos padres consideran que el
castigo corporal o la humillación forman parte
de las estrategias educativas y correctivas. Por
limitaciones culturales y emocionales, no tienen
conciencia de que deben respetar la integridad
psicofísica del niño. Además, la violencia les resulta un medio válido para resolver conflictos.
De palabras y acciones
Mónica Dohmen, psicólogo y especialista en violencia familiar, advierte que “los modelos de
violencia suelen aprenderse y aprehenderse,
incorporarse y repetirse. Si el padre es violento
con la madre –aunque no con los hijos–, por ser
testigos, los niños son también víctimas de maltrato y, en muchos casos, terminan por copiar
ese modelo”.
Ambos padres son responsables por igual de
la seguridad del niño, bien sea por acción: ejerciendo la violencia, o por omisión: consintiendo,
permitiendo y no poniendo límites al maltrato
de su pareja, o no retirando al pequeño de esa
situación de peligro.
La violencia infantil puede presentarse de
distintas formas, acotan los especialistas:
Maltrato físico. Es toda acción intencional que provoca un daño físico o una enfermedad: golpes, palizas, duchas heladas,
tirones de cabello, cortes, torturas, ataduras.
Los niños maltratados físicamente presentan cicatrices, quemaduras, hematomas, moretones,
sufren rotura de huesos y, por lo general, están
desalineados.
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Consecuencias del maltrato
• Los niños maltratados tienen más probabilidades
de sufrir asma, alergias, problemas
gastrointestinales, enfermedades psicosomáticas.
• Son frecuentes los traumas psicológicos que,
aunque se traten, pueden no desaparecer por
completo.
• Existe más propensión a consumir alcohol
y drogas entre quienes fueron víctimas
de maltrato durante su infancia.
• Suelen tener parejas violentas cuando llegan
a adultos, o ejercerán ellos mismos la violencia
contra sus seres queridos.
Abandono. Sucede cuando los padres no cubren las necesidades más elementales de los
hijos: alimentación adecuada, higiene, atención
médica, vestimenta, protección frente al peligro.
Los niños presentan retraso en el crecimiento,
enfermedades dentales, problemas auditivos,
lesiones, hambre, agotamiento.
Violencia psicológica. Es la más extendida de
todas las formas de violencia, incluso en aquellos hogares en los que no hay maltrato físico.
Se produce cuando el niño no recibe el afecto,
la protección y el estímulo necesarios para su
normal desarrollo.
Los padres agresores insultan, critican, intimidan, ignoran, desprecian o humillan al niño; se
mofan o ridiculizan sus defectos y lo comparan
con otros pequeños, señalando que los demás son
mejores, más inteligentes o más obedientes. Otra
forma de maltratar es generar culpa o vergüenza,
desconocer los progresos del niño, privarlo de demostraciones de cariño, aislarlo de otros afectos
y emplear tonos de voz o actitudes amenazantes.
En esta categoría también se incluye la presión
excesiva para que obtenga logros.
Abuso sexual. La violación y la explotación
sexual de menores constituyen las formas de
violencia más ocultas y atraviesan todas las
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fronteras socioeconómicas. No es necesario
que se concrete el contacto físico para hablar
de abuso sexual: algunos padres utilizan al niño
como estímulo erótico, lo seducen o mantienen
relaciones delante de él, o le muestran pornografía. En la mayoría de estos casos, el delito es
cometido por el padre o por otra persona que
ocupa una posición de confianza en el hogar.
Salir del dolor
Dohmen advierte que “es inútil –y hasta riesgoso– efectuar un tratamiento psicológico a un
niño que es víctima de violencia, si los adultos
responsables no se tratan en paralelo, porque
es posible que el menor deje de hablar en las
entrevistas para proteger a sus padres y llegue
a sentir que sus mejoras pueden originar nuevos
maltratos en casa”.
El especialista señala que hay una estrategia
terapéutica muy eficaz para los casos de violencia doméstica. Se trata de la visita periódica
al hogar del niño para compartir el funcionamiento familiar. “Al principio, los padres limitan
sus arranques agresivos por la presencia del
profesional. Con el correr de las semanas, se
acostumbran y comienzan a insinuarse algunas
situaciones violentas. Entonces, se puede trabajar in situ con la realidad cotidiana para impedir
un nuevo episodio de maltrato”.
En todo caso, lo cierto es que el niño maltratado siempre necesitará de un adulto que lo asista,
porque es casi imposible que los padres reconozcan su problema por sí mismos y se sometan a
un tratamiento.
•
F ue n tes c o n su l tadas
º Mónica Dohmen, psicólogo y especialista en violencia familiar y en psicología jurídica
con orientación a victimología (Argentina).
º Eva Giberti, psicólogo y psicoanalista. Coordinadora del programa estatal argentino
Las víctimas contra las violencias (www.evagiberti.com).
º Mariana Dos Santos, psicólogo y especialista en clínica de niños y trastornos
tempranos del desarrollo (Argentina).
º Maltrato infantil intrafamiliar, Graciela Tonon / El niño maltratado, Juan Casado Flores
y José A. Díaz Huertas / Siglos de Infancia, Philippe Ariès.
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