LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN

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KOBIE (Serie Anejos). Bilbao
Bizkaiko Foru Aldundia-Diputación Foral de Bizkaia
N.° 8, pp. 141 a 208, año 2004.
ISSN 0214-7971
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR
Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURINACIENSES
(50.000-27.000 BP)
The Transition to the Upper Palaeolithic and the Evolution of Aurignacian
Contexts: 50,000 - 27,000 BP
Victoria Cabrera Valdés (1) (*)
Alvaro Arrizabalaga Valbuena (''°''`)
Federico Bernaldo de Quirós Guidotti ('K**)
José Manuel Maillo Fernández ('{)
RESUMEN
La intensa labor investigadora de los últimos años ha convertido a la región cantábrica en uno de los espacios clave de Europa occidental para el estudio de la transición del. Paleolítico medio al Paleolítico superior. La
Transición se nos revela hoy como un proceso histórico tremendamente complejo, difícilmente explicable a través de la coevolución de culturas y especies humanas, y que quizá deba entenderse más en clave de reorganización que de ruptura. En el caso del Cantábrico, se aboga por un modelo de transición gradual en el que se
observan tanto elementos innovadores corno pervivencias de la etapa precedente. A su vez, la secuencia cantábrica de la Transición se interpreta en términos de sucesión, ya que hasta la fecha no se han verificado suficientemente posibles interestratificaciones. Se incluye una síntesis de la información disponible para el período respecto al marco cronológico, principales secuencias, medio ambiente, restos humanos documentados, patrón de
poblamiento, estrategias de subsistencia, comportamiento simbólico, y con especial atención a los aspectos tecnológicos.
Palabras clave: Región Cantábrica, Transición al Paleolítico superior, Auriñaciense, Neandertales, Humanos Modernos, Poblamiento, Tecnología, Subsistencia, Simbolismo.
ABSTRACT
Intense research carried out in recent years has converted Cantabrian Spain into one of the most important
regions in western Europe to study the transition from the Middle to the Upper Palaeolithic. This transition is
now seen as a tremendously complex process, difficult to explain through a co-evolution of human cultures and
species, and which may be understood as a reorganisation rather than as a break. In the case of Cantabrian Spain,
the model of a gradual transition is proposed, where both innovative elements and continuity with preceding
periods can be observed. Equally, the Cantabrian sequence of the transition is interpreted in terms of a succession, as possible inter-stratifications have not been verified satisfactorily. A summary is given of the available
(k)
Universidad Nacional de Educación a Distancia
(5 ) Universidad del País Vasco
(***) Universidad de León
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VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTFI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ
information about the chronology, main sequences, environment, human remains found, population patterns,
subsistence strategies and symbolic behaviour, and special attention is paid to technological aspects.
Key words: Cantabrian Spain, Transition to the Upper Palaeolithic, Aurignacian, Neanderthals, Modern
Humans, Population, Technology, Subsistence, Symbolism.
LABURPENA
Azken urteetako ikerketa lan sakonek Kantauri aldea Erdi-paleolitotik Goi Paleolitorako igaroaldia aztertzeko eremu gakoetako bat bilakatu dute Europako mendebaldean. Igaroaldia prozesu historiko oso konplexu bezala agertzen zaigu gaur egun, kulturen eta giza espezien baterako eboluzioaz azaltzeko oso zail egiten duena, eta
beharbada haustura baino gehiago berrantolaketa modura ulertu beharko litzateke. Kantauri aldearen kasuan, elementu berritzaileak eta aurreko etapatik irauten duten elementuak batzen dituen trantsizio gradualaren eredu baten
aide egiten da. Aldi berean, Igaroaldiko Kantauri aldeko sekuentzia segida baten terminotan interpretatzen da,
gaur arte ez baitago balizko geruzatze tartekatuak nahikoa egiaztatzerik izan. Alor kronologikoari dagokionez,
garairako dagoen informazioaren sintesia sartzen da: sekuentzia nagusiak, giroa, aztarna antropologiko dokumentatuak, populatze patroia, biziraupen estrategiak, portaera sinbolikoa eta aide teknologikoei arreta berezia eskainiz.
Gako-hitzak: Kantauri aldeko eskualdea, Goi Paleolitorako igaroaldia, Aurignacaldia, Neandertala, Gizaki
modernoa, Populatzea, Teknologia, Biziraupena, Sinbolismoa.
1. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN
EN LA REGIÓN CANTÁBRICA. HITOS
PRINCIPALES
La transición del Paleolítico medio al superior se
encuentra entre los temas claves de la investigación
del Paleolítico, pues es el período en el que, de forma
tradicional, se sitúa la llegada del tipo humano
moderno, con las implicaciones que esto conlleva.
Sin embargo en los últimos años esta transición se
está matizando, modificando algunos de los presupuestos básicos. El descubrimiento de los restos fósiles de un neanderthal en un nivel chatelpen-oniense
del abrigo de Saint-Cèsaire (Charente-Maritime)
representó un primer punto de inflexión, al propiciar
la idea de que algunas industrias del Paleolítico superior pudieran haber sido obra de este tipo humano. A
partir de este hallazgo se abrió una dinámica en la que
las dataciones de yacimientos peninsulares como El
Castillo (Puente Viesgo, Cantabria) o l'Arbreda
(Serinyà, Girona) aportaron un nuevo frente de discusión, pues rompían la visión tradicional sobre la aparición del Auriñaciense. Este hecho implicaba que
este conjunto industrial era, en la Península Ibérica,
más antiguo que en los Balcanes y el Próximo Oriente, donde se habían situado hasta el momento, las primeras evidencias.
Historiográficamente, las primeras sistematizaciones de los conjuntos culturales del Paleolítico
superior son de fines del siglo XIX. Una de las primeras son los trabajos de los Mortillet en 1910 que distinguían dos fases, una primera caracterizada por útiles de piedra que englobaba al Musteriense y Solu-
trense, y una segunda con el Auriñaciense y Magdaleniense caracterizada por útiles de hueso (Mortillet y
Mortillet 1910). Después, en 1912
. Breuil hizo otra
sistematización, situando el Auriñaciense entre el
Musteriense y el Solutrense. Así, se refirió a un Auriñaciense inferior, con Puntas de Chatelperron; a un
Auriñaciense Medio, con azagayas de base hendida;
y a un Auriñaciense superior, con Puntas de La Gravette (Breuil 1912). En 1936, Peyrony propuso que el
Auriñaciense, como tal, no existe. Por un lado mantuvo un Auriñaciense Medio y por otro lado, transfirió el Auriñaciense inferior y el superior de Breuil,
englobados en un mismo phyllum que llama Perigordiense. Dividido éste a su vez en Perigordiense inferior con puntas de Chatelperron y superior con puntas
de la Gravette. Para él no hay una cultura con tres
fases, sino dos culturas diferentes, pero contemporáneas (Peyrony 1936). El esquema de Peyrony fue criticado por Breuil y por la Escuela Inglesa de D. A.
Garrod entre otros (Breuil 1937; Garrod 1938).
Garrod retomó la teoría original de Breuil y consideró que el Auriñaciense inferior se debe llamar Chatelperroniense, el Medio queda como Auriñaciense sensu estricto y el superior corno Gravetiense (Garrod
1938). El debate en este punto, es una cuestión de
evolucionismo estricto o no. Breuil era estrictamente
evolucionista, Peyrony permite líneas separadas de
evolución y Garrod volvió al evolucionismo estricto.
Estas variaciones en el concepto y contenido del término Auriñaciense deben hacernos tomar con precaución aquellas denominaciones "pre-Peyrony", pues,
en muchos casos, pueden hacer referencia a niveles
chatelperronienses o gravetienses. Sobre todo, si se
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LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
trata de colecciones perdidas o poco representativas,
para la región cantábrica, como podría ser el caso de
las cuevas de Salitre (Ajanedo, Cantabria), Santimamiñe (Kortezubi, Vizcaya) o El Conde (Tuñón, Asturias).
Este es, en general, el estado de la cuestión. Es
un esquema muy evolucionista, que no siempre ha
resistido la cronología absoluta. Se ha comprobado
que la dispersión geográfica y las fechas de los yacimientos no siempre se corresponden con este esquema, existiendo solapalnientos entre estas fases.
Observamos entre los investigadores la existencia
de dos ideas paralelas. Por un lado, la tendencia a la
agrupación cuando se aplican criterios taxonómicos
vastos, juntando aquellos grupos que presentan
similitudes minimizando las diferencias. Por otro
lado, tenemos la tendencia disgregadora, tendente a
la taxonomía fina, maximizando las diferencias y
creando grupos discretos. Ambas tienen ventajas e
inconvenientes. Por un lado, la tendencia disgregadora tiende a multiplicar las entidades creando un
sinnúmero de nombres que pueden llegar a dificultar la interpretación. Por otro lado, la agrupación
puede tender a integrar dentro de la misma entidad
grupos diferentes.
Las primeras etapas del Paleolítico superior han
sido tradicionalmente establecidas por la existencia
de diferencias con el Musteriense subyacente. Desde
las primeras clasificaciones de H. Breuil, la presencia
de la tecnología de hojas y la industria de hueso y asta
fueron los criterios básicos. A estos caracteres técnicos se unía un importante factor antropológico: la
aparición del Homo sapiens sapiens. Esta distinción
antropológica está en la base de todas las interpretaciones y valoraciones distintas sobre la especificidad
del Paleolítico superior. Sin embargo, como veremos,
esta visión simplista se ha visto alterada en los últimos años al disponer de nuevas dataciones radiométricas, junto al aumento de yacimientos. El problema
se complica por la unión de dos factores. Por un lado
nos encontramos en los límites del método radiocarbónico pues cerca de los 40.000 años la cantidad de
C14 se' reduce a cantidades infinitesimales. Por esto,
sólo gracias al descubrimiento de nuevos sistemas,
sobre todo el del Acelerador de Masas, se empiezan a
obtener nuevas dataciones. Junto a éste tenemos el
problema clásico de la clasificación: ¿cuáles son los
limites entre el Paleolítico medio y el superior?,
¿cuántos raspadores o buriles hacen falta para definir
el Paleolítico superior?, ¿hay suficientes cambios
económicos o de estructuración social corno para que
sean ciertamente distinguibles?. Como veremos,
estas preguntas están aún lejos de ser respondidas en
su totalidad.
143
En primer lugar, hay que considerar que durante
un período cronológico comprendido entre 45.000 y
35.000 años BP observarnos que en áreas como el
Próximo Oriente o Europa (tanto Oriental como
Occidental) se producen una serie de cambios tecnológicos que transformarán gradualmente las industrias locales del Paleolítico medio. En cada región, las
tradiciones específicas permitirán la aparición de
industrias con caracteres nuevos. Sin embargo, en
otros ámbitos como el norte de Africa, veremos
industrias que tienen una perduración hasta fechas
relativamente próximas, como el Ateriense.
La naturaleza del cambio biocultural producido
entre el Paleolítico medio y el superior en el oeste de
Eurasia, se encuentra polarizado en dos tendencias, o
se le considera corno un hecho abrupto con industrias
auriñacienses intrusivas reemplazando a las tecnologías musterienses preexistentes, o por el contrario, se
le torna como un cambio gradual con innovaciones
tecnológicas in situ (Cabrera Valdés y Bernaldo de
Quirós 1990), lo que ha sido una fuente de controversia durante más de cuatro décadas (e.g., Jordá Cerda
1955; de Sonneville-Bordes 1966; Bordes 1968;
Mellars 1973; White 1982;
.
comentarios a Mellars y
Stringer 1989; Cabrera Valdés 1993; Knecht et al.
1993; d'Errico et al. 1998). Más recientemente, está
surgiendo un debate con respecto a la prolongada
contemporaneidad y "aculturación" de los grupos
humanos neanderthales y modernos en la región
Franco-Cantábrica, junto con un contestada critica a
la cronología de las industrias Auriñacienses y Chatelperronienses por una parte (d'Errico et al. 1998, y
los comentarios siguientes), y la tardía persistencia de
neanderthales (hasta c.a. 28-30,000 BP) e industrias
Musterienses en Portugal y el sur de España por la
otra (Antunes et al. 1989; Vega Toscano 1990; Villaverde y Fumanal 1990;
.
Antunes 1990-91; Raposo
1993; Zilhao 1993; Hublin et al. 1995). Las dataciones por CIA AMS de ca. 40,000 BP de El Castillo en
Cantabria y 38,000 BP de L'Arbreda y el Abric
Romaní en Cataluña representan las más tempranas y
unívocas apariciones del Auriñaciense en Europa
Occidental (Bischoff et al. 1989, 1994; Cabrera Valdés y Bischoff 1989). En el momento presente, los
yacimientos con secuencias que van del Paleolítico
medio al superior juegan un papel clave en la investigación sobre la naturaleza de la transición entre el
Paleolítico medio y el superior.
En el centro de los debates relativos a esta transición en el suroeste de Europa están los movimientos/migraciones, las interacciones culturales -y quizá
biológicas— de las gentes que crearon las industrias
líticas del Musteriense, Chatelperroniense y Auriñaciense, aunque no encontramos una evidencia sufi-
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FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAILLO FERNÁNDEZ
tiente para atribuir estas industrias a unos tipos
humanos en concreto (p. ej. Gibraltar). Por tanto, el
análisis de los cambios en el uso del espacio, en los
patrones de aprovisionamiento de recursos y en los
patrones de movilidad del grupo se convierten en
aspectos que aportan luz sobre la naturaleza del cambio social y económico producido entre el Paleolítico
medio y el superior en esta región (cf. Meliars 1973;
Bailey 1983; Clark y Straus 1983; White 1985;
Marks 1988; Bernaldo de Quirós 1992; Cabrera Valdés y Bernaldo de Quirós 1992, 1996; Straus 1992;
Scheer 1993; Svoboda et al. 1996).
Sin embargo, el modelo clásico representa una
visión en gran parte idealizada del Paleolítico superior. Si observamos la aparición de los diferentes elementos utilizados en su identificación veremos que
su existencia no es exclusiva del Paleolítico superior,
sino que, en gran medida, ya existían durante los
periodos anteriores. De forma que la «ruptura» entre
el Paleolítico medio y el superior la deberíamos
situar en el mismo nivel que la existente, por ejemplo, entre el Gravetiense y el Solutrense, o entre éste
y el Magdaleniense. No nos encontramos así ante
una auténtica ruptura, sino ante una reorganización.
Los cambios no son cualitativos, sino cuantitativos.
En muchos aspectos, es el propio uso de una terminología la que divide la Prehistoria en etapas, lo que
nos lleva a caracterizar cada una de ellas por exclusión de las demás. En este aspecto, las subdivisiones
del Paleolítico son semejantes a las de las demás
subdivisiones de la Historia. No creemos que ningún
historiador defienda la «unicidad» de la Edad Media
o la Edad Moderna, del Barroco o del Renacimiento,
ni ningún geólogo la del Cretácico o el Mioceno, sin
embargo su operatividad sigue convirtiendo a estas
subdivisiones en puntos de referencia a la hora de
organizar nuestro conocimiento de la Historia. Por
eso se mantiene la existencia de divisiones, en aras
de una mayor operatividad, aunque seamos cada vez
más conscientes de la interrelación y evidencias de
continuidad entre ellas. La interrelación y la continuidad son hechos presentes en el registro histórico
y cada época es heredera de la anterior y en ella se
dan las condiciones que caracterizarán las siguientes.
La primera división de la Prehistoria se basó en los
tipos de instrumentos utilizados, distinguiéndose una
Edad de la Piedra de una Edad de los Metales. Así la
técnica de elaboración de los instrumentos fue lo que
se convirtió en el primer criterio utilizado en la
estructuración de la Prehistoria. También la técnica
de talla sirvió para caracterizar las divisiones internas del Paleolítico. Así el Paleolítico inferior se
caracterizaría por útiles sobre núcleo como los cantos trabajados o los bifaces. La industria sobre lascas
será la base del Paleolítico medio y las hojas marca-
rán el Paleolítico superior. En la actualidad queda
claramente demostrado que, como cualquier generalización, esta organización es falsa y que mientras las
industrias sobre lascas aparecen ya en el Paleolítico
inferior, también en este momento se empieza a utilizar la técnica de hojas. Esto condujo también a
establecer un paralelismo entre el Paleolítico inferior
-obra de los Horno heidelbergensis—, el Paleolítico
medio -producto de los Homo sapiens neandertalensis—, y el Paleolítico superior -obra de los Homo
sapiens sapiens-. Sin embargo, este paralelismo,
antes de resolver los problemas de la evolución de la
cultura, tiende a complicarla. El establecimiento de
una coevoluciôn de la cultura y los tipos humanos no
responde de forma estricta a lo que nos indica la evidencia arqueológica. Durante el Paleolítico medio la
presencia de los Homo sapiens está claramente
demostrada en África y el Próximo Oriente, conviviendo con los neanderthales durante casi más de
50.000 años y fabricando sus mismos tipos de instrumentos (Bar-Yosef y Meignen 1992; Vandermeersch
1993). De esta forma, la correlación entre los tipos
humanos y las industrias no se debe, ni se puede, utilizar, en ningún caso, como criterio clave en los estudios de la transición del Paleolítico medio al superior. Por esto, a lo largo de este trabajo tenderemos a
evaluar las evidencias culturales sin hacer referencias a sus eventuales autores.
2. EL MARCO CRONOLÓGICO DEL
PERÍODO
Como puede observarse a partir de un sencillo
seguimiento de los manuales al uso hasta la década de
los años 90 del siglo XX, el marco cronológico del
periodo de transición del Paleolítico medio al superior registra una enorme estabilidad hasta, aproximadamente, 1990. Estabilidad en las fechas propuestas y
dentro de un seguidismo claro de la propuesta francesa, que partiendo de la secuencia de Arcy-sur-Cure
(Yonne, Francia) obtuvo, durante los primeros años
70, un apoyo en las dataciones de Cueva Morín
(Villanueva de Villaescusa, Cantabria). En 1990, de
modo casi simultáneo en la Cueva de El Castillo y en
la catalana de L'Arbreda, fueron obtenidas unas dataciones muy altas para establecer las circunstancias en
las que se produjo la transición. Nuevas fechas obtenidas en sitios cantábricos como La Viña (Manzaneda, Asturias) y extracantábricos como Abric Romaní
(Capellades, Barcelona) aconsejaron replantear esta
problemática para el norte de la Península Ibérica y
abrieron un debate que aún pervive en los momentos
actuales. A ello han contribuido también nuevas dataciones efectuadas fuera de la Península Ibérica, sobre
depósitos arqueológicos, sobre pigmentos empleados
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LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
en la elaboración de obras de arte parietal (véase
Chauvet, Pont d'Arc, Ardèche), o sobre soportes de
arte mueble (así, en la región alemana del Jura de
Suabia y otras, aguas abajo del Danubio). Junto con
la innovación metodológica que representa la aplicación del acelerador de masas, este debate ha generado, en su primera fase, un adelantamiento de, al
menos, tres milenios en la cronología admitida de la
transición.
2.1. Delimitación cronológica de esta fase
La propia denominación del capítulo que estamos
abordando actualmente —la transición al Paleolítico
superior y la evolución de los contextos auriñacienses (50.000- 27.000 BP)— denota dos fenómenos
convergentes en nuestra visión de este complejo
periodo durante las últimas dos décadas: cierto adelanto en la cronología, ya señalado, y una perspectiva mucho más dinámica y multivariante que la que
venía siendo adoptada. En un plazo muy breve
hemos pasado de aceptar como un fenómeno natural
y universal el remplazamiento de neanderthales por
cromañones hace unos 35.000 años (y en paralelo, la
sustitución de las formas materiales del Musteriense,
por las del Chatelperroniense o Auriñaciense), a contemplar una variedad importante de posibles escenarios. Entre ellos, diversos autores defienden para
áreas de Europa la existencia de situaciones culturales propias del Paleolítico superior en cronologías ya
cercanas a los 40.000 años, y pervivencias materiales y antropológicas del Musteriense y los neanderthales, respectivamente, por debajo del umbral de los
30.000 años.
Por la parte que afecta específicamente al marco
cantábrico, podemos delimitar desde el punto de vista cronológico el inicio de nuestro ámbito de exposición a partir del techo metodológico del radiocarbono, siempre por debajo del 45.000 BP. La significación numérica de las fechas obtenidas con procedimientos alternativos al radiocarbono en Esquilleu
(Castro-Cillorigo, Cantabria), El Pendo (Escobedo de
Camargo, Cantabria), El Castillo (Puente Viesgo) o
Lezetxiki (Arrasate, Guipúzcoa), entre otros sitios,
resulta menor con respecto al gran —y creciente—
volumen de dataciones radiocarbónicas. Las situaciones culturales descritas por encima de los 40.000
años, incluso en la Cueva de El Castillo, acostumbran
corresponder a contextos calificados corno musterienses y no plantean por tanto excesivo debate. En el
extremo opuesto de la distribución de fechas, el
27.000 BP viene a plantear aproximadamente el límite admitido entre los tecnocomplejos atribuidos al
Auríñaciense evolucionado y el más antiguo Grave-
145
tiense (que se dilata en el tiempo hasta alcanzar un
rango de unos 7.000 años en el Cantábrico), aún
cuando se registre cierto solapamiento entre ambos.
2.2. Cronología absoluta del período
En la actualidad, existe un número muy importante de dataciones absolutas, básicamente radiocarbónicas, para el conocimiento de la transición del
Paleolítico medio al superior en el Cantábrico. El
incremento de dataciones no ha redundado sin
embargo (como se detalla en el siguiente punto) en
una clarificación total de la secuencia en la que se
desarrollan los acontecimientos para el marco aquí
descrito (Cuadro 1). Cuando nos acercamos ya al
centenar de dataciones para el marco cronológico y
geográfico descritos, las últimas fechas obtenidas en
Esquilleu, La Güelga, Cueva Morín o El Castillo
continúan planteando cuestiones tan interesantes
como cuál es la verdadera fecha en la que podemos
dar por concluido el Musteriense, en qué momento
se datan las primeras manifestaciones del Paleolítico
superior, cuál es la adscripción filética de los grupos
humanos que confeccionaron unos y otros complejos
materiales, o si existe un Castelperroniense en el
Cantábrico con una lectura similar a la descrita para
el marco francés (o los marcos franceses, en la medida que regiones como el noreste, Poitou, el piedemonte pirenaico o el Périgord presentan modalidades
de Castelperroniense-Chatelperroniense no estrictamente idénticas). A la vista de la tabla, parece necesario concluir que son necesarias dataciones suplementarias a fin de ir completando la información disponible y que, aún así, parece difícil resolver qué tratamiento se debe dar a aquellas fechas no acordes
con el cuadro general.
Pasarnos con esta observación a un segundo apartado de valoración cualitativa de las fechas disponibles. La tabla presentada muestra una situación acumulativa que comprende fechas elaboradas a finales
de los años 60 (algunas de Cueva Morín o de Lezetxiki) y muy recientemente (2004), procesadas por el
método de C14 convencional o AMS (e incluso TL,
ESR o Th/U), desde numerosos laboratorios y sobre
soportes en hueso, madera, carbón, diente, sedimento o espeleotemas. Es evidente que este estado de la
cuestión traza un panorama muy difícil de interpretar, pero no están claros los criterios según los cuales
podemos dar por amortizadas e inválidas algunas
fechas, más allá de las evidentemente discordantes
(entre las que podemos encontrar, además, algunas
obtenidas a partir de soportes y laboratorios teóricamente solventes, por métodos adecuados y en
momentos relativamente recientes).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la region cantábrica
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA.
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAILLO FERNÁNDEZ
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Yacimiento
Referencia lab. Método
Soporte
Fecha BP
Nivel
Atribución
Referencia
Esquilleu
Mad- ?
TL
Cuarcita
88.585 ± 8.250
VI
Musteriense
Carrión 2002
Lezetxiki
1PH-LzV2
Th/U
Hueso
70.000 ± 9.000
V
Musteriense
Sánchez 1991
Lezetxiki
IPH-LzV I
Alpha (Th/U)
Hueso
57.000 ± 2.(X)0
V
Musteriense
Sánchez 1991
Esquilleu
Mad-3300
TL
Tierra
53.491 ± 5.114
XXIh
Musteriense
Baena et al. 2006
Esquilleu
Mad-3299
TL
Tierra
51.034 ± 5.114
XXId
Musteriense
Baena et al. 2006
Esquilleu
OxA-I1414
AMS
Carbón
49.700 ± 1.600
XVIII
Musteriense
Baena et al. 2006
GifA-95521
AMS
Carbón
>47.700
XIV*
Musteriense
Fortea 1999
La Viña
La Viña
GifA-95537
AMS
Carbón
> 47.600
XIII basal
Musteriense
Fortea 1999
Arrillor
OxA-6084
AMS
Carbón
45.7(X) ± 1.200
Amk
Musteriense
Hoyos et al. 1999
Arrullar
OxA-6251
AMS
Hueso
45.400 ± 1.800
Amk
Musteriense
Hoyos et al. 1999
20b
Musteriense
Cabrera et al. 1996
Hoyos et al, 1999
El Castillo
GifA-92506
AMS
Carbón
43.3(X) ± 2.900
Arrillor
OxA-6250
AMS
Hueso
43.100± 1.700
Sink-I
Musteriense
La Viña
GifA-95546
AMS
Carbón
42.2(X) ± 2.200
XIII basal
Musteriense
Fortea 1999
Axlor
Bta- I 44262
AMS
42.010 ± 1.280
D
Musteriense
González Urquijo et al. 2004
El Mirón
GX- 271 12
AMS
41.280 ± 1.120
130
Paleolítico medio
Straus et al. 2002
Carbón
El Castillo
OxA-2477
AMS
Carbón
41.100 t 1.700
18e
Aur. de Transición
Hedges et al. 1994
El Castillo
OxA-2475
AMS
Carbón
40.7(X) ± 1.600
18b
Aur. de Transición
Hedges et al. 1994
El Castillo
OxA-2476
AMS
Carbón
40.700 ± 11.500
18e
Aur. de Transición
Hedges et al. 1994
18c
Aur. de Transición
Cabrera y Bischoff 1989
AMS
Carbón
40.0(X) ± 2.100
El Castillo
ESR
Diente
40.000 ± 5.000
l8c
Aur. de Transición
Rink et al. 1995
El Pendo
ESR
Diente
<40.000
B
Paleolítico Medio
Montes y Sanguino 2001
AMS
Carbón
39.80) t 1.400
18e
Aur. de Transición
Hedges et al. 1994
11
Musteriense
Maillo et al. 2001
El Castillo
El Castillo
AA-2405
OxA-2478
Cueva Morin
GifA-96264
AMS
Carbón
39.770 ± 730
El Castillo
GifA- 89147
AMS
Carbón
39.500 ± 2.000
18c
Aur. de Transición
Cabrera et al. 1996
El Castillo
GifA-89144
AMS
Carbón
39.300 ± 1.900
20b
Musteriense
Cabrera et al. 1996
Esquilleu
Beta-1 49320
AMS
Carbón
39.000 ± 300
XII
Musteriense
Baena et al 2006
18b
Aur. de Transición
Hedges et al. 1994
Cabrera y Bischoff 1989
OxA- 2474
AMS
Carbón
38.500 ± 1.300
El Castillo
AA-2406
AMS
Carbón
38.500 ± 1.800
18b
Aur. de Transición
Arrillor
OxA-6106
AMS
Hueso
37.100 ± 1.0(X)
Lmc
Wiirm Ill
Hoyos et al. 1999
El Castillo
AA-2407
AMS
Carbón
37.100 ± 1.8(10
18b
Aur. de Transición
Cabrera y Bischoff 1989
El Castillo
OxA-2473
AMS
Carbón
37.000 ± 2.200
18b
Aur. de Transición
Hedges et al. 1994
Cueva Morin
GifA-96263
AMS
Carbón
36.590 ± 770
8
Auriñaciense arcaico
Maillo et al. 2001
La Viña
Ly-6390
C14
Carbón
36500 ± 750
XIII
Auriñaciense
Fortea 1995
Esquilleu
AA-37882
AMS
Carbón
36.500 ± 830
XIF
Musteriense
Carrión 2002
Cueva Morin
S1-951a
C14
Carbón
35.000 ± 6.777
10
Chatelperroniense
Stuckenrath 1978
Esquilleu
AA-37883
AMS
Carbón
34.380 ± 670
VI
Musteriense
Carrión 2002
El Castillo
GifA-95539
AMS
Carbón
34.300 ± 1.(X1)
16
Auriñaciense arcaico
Cabrera et al., 2002
Labeko Koba
Ua-3324
AMS
Hueso
34.215 ± 1.265
IX inferior
Castelperroniense
Arrizabalaga 2000e
Volterra 2001
El Castillo
El Pendo
ESR
Diente
33.700 ± 1.300
B
Paleolítico Medio
La Viña
GifA-95463
AMS
Carbón
31.860 ± 680
XIII
Auriñaciense
Fortea 1999
Labeko Koba
Ua-3321
AMS
Hueso
31.455 ± 915
VII
Protoauriñaciense
Arrizabalaga 2000e
Us-3322
AMS
Hueso
30.615 ± 820
V
Auriñaciense Antiguo
Arrizabalaga 2000e
Paleolítico Medio
Volterra 2001
Stuckenrath 1978
Labeko Koba
El Pendo
ESR
Diente
30.500 ± 300
H
Cueva Morin
SI-954
C14
Carbón
30.465 ± 901
7+6
Auriñaciense antiguo
Labeko Koba
Ua-3325
AMS
Hueso
29.750 ± 740
IX superior
Protoauriñaciense
Arrizabalaga 2000e
Carbón
27.580 ± 210
128
Paleolítico superior inicial
Straus et al. 2002
El Mirón
GX- 27113
AMS
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantdbrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑIACIENSES (50.000-27.000 BP)
Yacimiento
Referencia lab Método
Soporte
Fecha BP
Nivel
Atribución
Referencia
Cueva Morin
SI-955
C14
Carbón
27.565 ± 865
7
Auriñaciense antiguo
Stuckenrath 1978
Labeko Koba
Ua-3320
AMS
Hueso
26.910 ± 530
VII
Protoauriñaciense
Arrizabalaga 2000c
Cueva Mono
S1-951
C14
Carbón
26.660 ± 577
10
Chatelperroniense
Stuckenrath 1978
Labeko Koba
Ua-3034
AMS
Hueso
26.575 ± 505
IX inferior
Castelperroniense
Arrizabalaga 2000e
Cueva Morin
SI-956
C14
Carbón
26.565 ± 1.324
8'
Auriñaciense arcaico
Stuckenrath 1978
Cueva Morin
SI-952
C14
Carbón
26.485 ± 556
8'
Auriñaciense arcaico
Stuckenrath 1978
Cueva Morin
SI-952a
C14
Carbón
26.205 ± 757
8'
Auriñaciense arcaico
Stuckenrath 1978
Cueva Morín
S1-955a
CI4
Carbón
26.105 ± 1.535
7
Auriñaciense antiguo
Stuckenrath 1978
Labeko Koba
Ua-3035
AMS
Hueso
23.365 ± 350
V
Auriñaciense antiguo
Arrizabalaga 2000e
Labeko Koba
Ua-3323
AMS
Hueso
21.665 ± 305
IV
Auriñaciense antiguo
Arrizabalaga 2000c
Lezetxiki
1-6144
C14
Hueso
19.340 ± 780
lila
Auriñaciense
Altuna 1972
Esquilleu
Mad- ?
TL
Cuarcita
15.546 ± 1.116
VI
Musteriense
Carrión 2002
ESR
Diente
14.3(X) ± 700
D
Paleolítico Medio
Volterra 2001
AMS
Hueso
12.050 ± 130
11.1
Musteriense
Carrión 2002
El Pendo
Esquilleu
AA-29664
147
Cuadro I. Dataciones de la Transición entre el Paleolítico medio y superior en la región cantábrica.
2.3. Sistematización interna del período, desde el
fin del "Musteriense clásico" al "Auriñaciense
evolucionado"
En un artículo reciente (Arrizabalaga 2004a), uno
de nosotros repasaba el complejo (o simple) estado en
el que se encuentra la sistematización del inicio del
Paleolítico superior en el sudoeste europeo. En primer lugar, tal y como atestiguan los debates entre
diversos autores, un aspecto clave en la investigación
actual radica en el establecimiento o aceptación de
una secuencia regional, en la que puedan verificarse
relaciones de sustitución y/ o coexistencia entre
diversas fases cronológicas y culturales (y, de modo
colateral, de los tipos humanos que las protagonizan).
Entendernos que es éste el nudo del debate actual
entre quienes interpretan de modo diferente el registro arqueológico que testimonia el tránsito entre el
Paleolítico medio y el superior en el sudoeste europeo. Aunque resulta evidente que no existe modo
alguno de vincular directamente tecnocomplejos
industriales y comportamientos simbólicos con los
tipos humanos que los desarrollaron, existen indicios
(Saint-Césaire, Arcy-sur-Cure, entre otros) que han
ido desdibujando el modelo anteriormente trazado.
La identidad establecida entre Musteriense/ Paleolítico medio/ Neanderthal de una parte y Auriñaco-Perigordiense/ Paleolítico superior/ Hombre Moderno de
otra, ha sido definitivamente cuestionada. No es este
el lugar más adecuado para reflexionar en clave historiográfica acerca de cómo se asientan los conceptos
en la Taxonomía y Sistemática que termina dando
origen a la Prehistoria corno disciplina científica
(Arrizabalaga 1998a). Sólo queremos hacer hincapié
en algunas observaciones al hilo de este problema:
1.—A diferencia de lo que sucede con el Solutrense o el Magdaleniense, el conjunto del Paleolítico
superior inicial dista aún mucho de alcanzar cierta
estabilidad en su organización interna, entendida ésta
como una sistematización dotada de apoyos variados
(geocronología, paleoambiente, caracterización
industrial, aprovechamiento del medio y comportamientos culturales, etc.), válida para un amplio espacio geográfico y aceptada por la mayoría de los especialistas en la materia.
2.— El origen de este fenómeno puede guardar
cierta relación con diversos accidentes historiográficos. Así, G. de Mortillet omitió durante más de treinta años cualquier mención al "Auriñaciense" en la
secuencia paleolítica francesa. También resulta llamativo observar que en las décadas de los años 30, 40
y 50 conviven interpretaciones unifiléticas (sensu
Breuil), bifiléticas (sensu Peyrony) y trifiléticas (sensu Garrod) para el período intercalado entre el Musteriense y el Solutrense. Aún hoy, resta por resolver
definitivamente la cuestión perigordiense, en los términos en los que la planteó Peyrony, esto es, comportando una continuidad en lo básico entre el Castelperroniense y el Gravetiense, a pesar de la trascendencia que tendría esta constatación, si llegara a probarse. La formulación del concepto de Perigordiense,
como cultura prehistórica, estuvo en origen firmemente vinculada a una etnia o raza humana, que conviviría en el tiempo (y acaso, en el espacio) con otra
etnia auriñaciense.
3.—A pesar de lo dicho, muchos autores emplean
indistintamente conceptos como Perigordiense inferior y Castelperroniense/Chatelperroniense o Perigor-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
148
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ
diense superior y Gravetiense, sin valorar la carga
ideológica tan distinta que subyace entre ambas sistematizaciones. Esta carga se observa, muy en particular, para establecer en qué términos se fijan las
secuencias regionales Qpuede haber coexistencia en
un mismo medio de ambos supuestos phvla y, por
tanto, las famosas interestratificaciones?) y cuál es el
tipo humano que las protagoniza (resulta contradictorio ver en el neanderthal al autor de los depósitos del
Perigordiense inferior y en el humano moderno al
autor de los del Perigordiense superior, esto es, continuidad industrial y ruptura antropolôgica a un tiempo). Valoración semejante merecen las menciones al
Auriñacoperigordiense (como sinónimo de Paleolítico superior inicial) o la referencia reiterada a las fases
de Auriñaciense y Perigordiense propuestas por Peyrony y reacondicionadas posteriormente por Sonneville-Bordes.
4.— Este dilema entre continuidad . y ruptura (que
no es privativo del inicio del Paleolítico superior,
puesto que afecta también a todos los períodos de
tránsito) se ve agravado por otras distorsiones del
registro arqueológico. Así, las limitaciones metodológicas del radiocarbono llevado en este periodo a su
extremo, la escasez de secuencias continuas que abarquen un lapso de tiempo lo suficientemente largo, la
relativa rareza de los conjuntos castelperronienses y
de otros complejos de tránsito (como el Uluzziense
italiano), lo infrecuente de encontrar restos humanos
fósiles antes del. Gravetiense, etc. contribuyen a prolongar el debate.
Casi un siglo después de que Breuil lo planteara
por vez primera, el problema de la sistematización
del Paleolítico superior inicial aún no está resuelto y
quizás no está ni siquiera maduro para ser resuelto en
breve plazo. Nuestra interpretación de la secuencia
cantábrica, apunta hacia una secuencia cronocultural
simplificada y que se desarrolla en términos de sucesiôn sobre el marco regional. Simplificada, porque
intercalados entre el Musteriense y el Gravetiense,
reconocemos el Castelperroniense, el Auriñaciense
arcaico (con diversas variantes), el Auriñaciense antiguo y el Auriñaciense evolucionado. Se sigue así el
modelo propuesto por Laplace, entre otros para el
yacimiento vasco-continental de Gatzarria (Sáenz de
Buruaga 1991). En términos de sucesión porque, una
vez descartada la posibilidad de interestratificaciones
en El Pendo (Montes y Sanguino 2001), y mientras
no se contraste suficientemente la propuesta de
Menéndez para La Güelga, no existen situaciones
estratigráficas en el Cantábrico que permitan sugerir
coexistencia o convivencia entre grupos tecnológicamente vinculados a phyla Musteriense/ Paleolítico
superior o Auriñaciense/ Castelperroniense.
En buena parte de los yacimientos cantábricos en
los que está debidamente acreditada una secuencia
ininterrumpida, como en La Viña, Cueva Morín,
Labeko Koba (Arrasate, Guipúzcoa) se reproduce,
total o parcialmente, esta sucesión. Sin embargo, el
hecho de que una o varias de estas fases estén ausentes de una secuencia estratigráfica (por ejemplo, el
huidizo Castelperroniense) resulta fácil de resolver
sobre el procedimiento habitual: hiatos de registro o
de ocupación humana. En coherencia, esta secuencia
simplificada y en términos de sucesión conduce a
cuestionar la relación entre Castelperroniense y Gravetiense y a proponer la supresión del término Perigordiense y el concepto subyacente, cuando menos
para el marco regional descrito.
Unas líneas de reflexión en relación con los llamados complejos industriales de transición en la Península Ibérica, y en particular, en el área cantábrica. El
Musteriense "clásico" presenta un marcado carácter
ajerárquico desde la perspectiva cronológica: se configura corno lo que algunos especialistas han denominado "cultura meseta", en la que no resulta posible
discriminar circunstancias industriales más antiguas
o más recientes. En este sentido, creemos más correcto hablar del final del. Musteriense, que del Musteriense final, en tanto no esté adecuadamente caracterizado, con un rango geográfico amplio, tal Musteriense final. Por otro lado, el Castelperroniense o el
Auriñaciense arcaico vienen describiéndose, para
nuestro medio geográfico, como los primeros complejos del Paleolítico superior, aunque muchos autores cuestionan la existencia de un Castelperroniense
en la Península Ibérica, arguyendo que en realidad se
trata, bien de "conjuntos musterienses con puntas de
chatelperron", bien de "mezclas estratigráficas entre
unidades del Paleolítico medio y superior", bien de
elementos extraños, toda vez que conjuntos como el
de Morín 10, por variables como el número de puntas
de chatelperron o el índice de laminaridad que presentan, "no se parecen al Chatelperroniense francés".
Estos tres argumentos, que podrían ser perfectamente válidos (y de hecho, lo son en algún caso),
también pueden ser rebatidos. El Castelperroniense
de Cueva Morín no se parece al Castelperroniense de
otros yacimientos franceses, como éstos tampoco se
parecen entre sí, o al menos no está trazada una línea
netamente discriminante que deje a un lado el Musteriense, de otras condiciones "chatelperronienses" que
se repitan en Arcy-sur-Cure (Yonne), Gatzarria
(Zuberoa), Quinçay (Poitou-Charentes) o el propio
sitio epónimo. Si querernos valorar el número de puntas de chatelperron en la Península Ibérica, no estaría
de más recordar que existen más azagayas de base
hendida en diversos niveles del Auriñaciense antiguo
KOBIE (Serie Anejos n." 8), ario 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
francés que todas las recuperadas en la Península Ibérica, sin que nadie se cuestione la existencia de este
estadio cronocultural, con el mismo nombre, al sur de
los Pirineos. Otro tanto podríamos decir acerca de los
buriles de Noailles, que aparecen en "grandes" cantidades en sitios como Aitzbitarte III (Errentería, Guipúzcoa), Antoliñako Koba (Arteaga, Guipúzcoa) o La
Viña, aunque sólo el nivel gravetiense de Isturitz
aporte una cantidad superior a la suma de todos los
sitios peninsulares. En definitiva, el Castelperroniense de la Península Ibérica se parece al francés (pendiente éste de configurar aún, en nuestra opinión), en
un grado similar a otras fases cronoculturales del
Paleolítico superior.
Lo que merece ser valorado es la posición estratigráfica de estos conjuntos con respecto al Paleolítico medio y superior. Siempre y cuando se repita la
circunstancia de que estos conjuntos se sitúen a
techo de las secuencias musterienses y/o muro del
Paleolítico superior (como parece suceder), hemos
roto con el mencionado carácter ajerárquico del
Musteriense y estaríamos hablando, bien de un verdadero Musteriense final, bien de un primer conjunto del Paleolítico superior. No somos partidarios de
mitificar la nomenclatura: de hecho, los autores de
este texto nos referimos indistintamente a Chatelperroniense y Castelperroniense o a Auriñaciense
arcaico y Protoauriñaciense. La discusión debería
acotarse, por tanto, a si el conjunto de los caracteres
del nivel lo aproxima más al Paleolítico medio o al
superior. Con relación a la supuesta mezcla de conjuntos Paleolítico medio y superior para dar unos
niveles "híbridos", sólo emplearemos dos argumentos. En primer lugar, los debates acerca de la estratigrafía deben acometerse a pie de corte, en los propios yacimientos. En segundo lugar, debería aclararse qué tipo de Paleolítico superior inicial contiene
un lote de materiales susceptible de dar lugar a estas
quimeras tipológicas, al mezclarse con el Musteriense. Por encima de los supuestos niveles chatelperronienses de Cueva Morín, Labeko Koba y
Gatzarria se sitúan sendas unidades Protoauriñaciense, bien caracterizadas por las laminitas de retoque semiabrupto (frecuentemente, tipo Dufour). Sin
entrar en un análisis frecuencial, aún más determinante, diremos que una única laminita Dufour (entre
varios cientos en las tres cuevas) ha sido descrita en
el nivel 10 de Cueva Morín (Arrizabalaga 1995) y
ninguna punta de chatelperron característica ha sido
descrita en los niveles Protoauriñacienses respectivos (nivel 8 de Cueva Morín, VII de Labeko Koba o
cjn2 de Gatzarria). De donde se deduce que, para
aceptar tal mezcla, sería necesario explicar en primer lugar qué Paleolítico superior, por debajo del
Auriñaciense arcaico, con puntas de chatelperron y
149
sin laminitas de retoque semiabrupto puede originar
tan curioso fenómeno, sin denominar castelperroniense a esta manifestación. Todo ello, sin perjuicio
de aceptar que en estas o cualquier otra excavación
existen elementos imponderables que hacen imposible rechazar categóricamente la percolación en el
yacimiento o adjudicación indebida durante el proceso de campo o procesamiento y estudio del material, de alguna pieza individual.
Por otro lado, existen algunas situaciones que
resultan más difíciles de cualificar: en varios yacimientos asturianos (como exponente, nos referiremos
a la Cueva del Conde), la Cueva de El Castillo o
Lezetxiki parece registrarse una casuística algo más
complicada que la descrita. Intercalados entre el clásico Musteriense, sin rasgos de tránsito (como la
Cadena Operativa de producción laminar) y un Paleolítico superior "característico" (entendido por éste el
que presenta una gestión avanzada de los recursos
líticos y cinegéticos, industria ósea, leptolitización en
diverso grado e incluso testimonios de comportamiento simbólico y/o gráfico) localizamos diversos
conjuntos. Desde el punto de vista filético, estas
series basculan de manera más clara hacia el Auriñaciense que hacia el Castelperroniense y se encuentran
en distintos puntos intermedios de una escala virtual
en cuyos extremos dispusiéramos el Musteriense y el
Auriñaciense antiguo ("típico", "clásico", "I", "con
azagayas de base hendida", etc.). Por su difícil ubicación ha generado una nomenclatura diversa, desde el
"Auriñacomusteriense" propugnado por Jordá para la
Cueva del Conde, hasta el genérico "Auriñaciense
antiguo (que no típico)" propuesto por Arrizabalaga
para Lezetxiki, pasando por el "Auriñaciense de transición" de Cabrera y Bernaldo de Quirós en la Cueva
de El Castillo. A partir de la exhaustiva datación del
nivel 18 de la Cueva de El Castillo y de cada uno de
sus subniveles, podemos deducir que estas situaciones de transición ocuparían el espacio cronológico
que en otros yacimientos se corresponde con rasgos
materiales de final del Musteriense y del Castelperroniense, entre 40000 y 37000 BP. Sin embargo, el
número de dataciones comprendidas en esta horquilla
cronológica en el Cantábrico, si dejamos fuera las
dataciones de El Castillo, resulta aún insuficiente
para definir un modelo, sea éste alternativo o complementario, al descrito más arriba. Lo que sí permite es,
nuevamente, definir un panorama sensiblemente más
diverso y complejo del que venía siendo trazado en
anteriores décadas. En esta misma línea de argumentación, dataciones recientemente obtenidas en yacimientos como Esquilleu o La Güelga, sorprendentemente bajas para la cultura material en la que deben
ser contextualizadas, invitan a plantear un modelo
abierto.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
150
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAILLO FERNÁNDEZ
Recapitulando, si somos capaces de soslayar la
escasez de información válida y disponible para una
vasta región, hasta aproximadamente el 40000 BP se
describen situaciones unánimemente adscritas al
Musteriense. El periodo comprendido entre 40000 y
37000 BP muestra en algunos casos (ejemplo paradigmático de ello sería el de la Cueva de El Castillo)
rasgos de transición entre el Paleolítico medio y el
superior y una filiación de su cultura material próxima a la del Auriñaciense. Con independencia de que
estas situaciones se puedan prolongar en el tiempo
más allá de la fecha señalada (o de que ésta sea la percepción que obtengamos de la acumulación de los
diversos errores que implica el protocolo de datación
absoluta), fechas más recientes del 37000 BP suelen
suponer que se retorna la clásica secuencia de Auriñaciense arcaico (o Protoauriñaciense, o Auriñaciense 0), Auriñaciense antiguo (o Auriñaciense típico,
o Auriñaciense clásico, o Auriñaciense I, o Auriñaciense con azagayas de base hendida) y Auriñaciense evolucionado (o évolué). En el milenio que media
entre 28000 y 270000 BP, observamos cierto solapamiento entre algunas fechas adjudicadas al Auriñaciense evolucionado y las más antiguas adscritas al
Gravetiense. Desde el punto de vista de la cultura
material, se trata de conjuntos manifiestamente distintos, por lo que es de suponer que esta situación
obedece a una circunstancia real (bien dentro de un
mismo espacio geográfico, o en espacios diferentes)
o, de nuevo, a un espejismo generado por la acumulación de errores dentro del procedimiento de datación.
2.4. Medio ambiente. Paleobotánica, Arqueozoologia y Paleoclimatología
Casi todos los yacimientos excavados han sido
estudiados de primera mano o revisados según la
perspectiva de la Arqueozoología de grandes mamíferos. En nuestro ámbito de trabajo, la principal activación de estos análisis se inicia con la Tesis de Altuna (1972), que recopila una serie de datos previos,
poco sistematizados, e inicia una larga trayectoria,
primero en solitario y luego en compañía de P. Castaños, K. Mariezkurrena y otros. Deben añadirse los
trabajos de J. Bouchud sobre Isturitz, de Lavaud
sobre Gatzarria y de algunos otros especialistas para
colecciones concretas de Cantabria y Asturias, como
El Pendo y El Castillo. Si estos son los documentos
que afectan a la fauna de ungulados, la lista se amplia
todavía notablemente si consideramos todos los grupos de fauna: sólo para el País Vasco, deben computarse las aportaciones de Chaline, Zabala y Pemán
para el estudio de micromamíferos, de Eastham y
Elorza, para las aves, etc. La enumeración de las
especies y porcentajes presentes en cada uno de los
depósitos considerados resultaría relativamente
extensa, por lo que preferimos guiarnos de diferentes
síntesis de reciente publicación sobre la presencia del
componente principal en la dieta de origen animal del
Paleolítico superior inicial en la zona: los ungulados
cazados por los seres humanos (Altuna 1992a, 1992b,
1994; Castaños 1986, 1990).
Las biocenosis de finales del Würm II y del interestadial wülmiense se caracterizan en general por
conjuntos de escasa significación climática, en la que
son más frecuentes los marcadores de clima templado, que los de frío. Así mismo, las principales reflexiones de Altuna sobre las faunas de macromamíferos del Würm III pasan por la constatación de que, a
diferencia de lo que se comprueba en Aquitania y el
País Vasco Continental, las faunas presentes en el
área cantábrica tienen pocas apetencias frías, efecto
acrecentado por el papel de bolsa-refugio para especies templadas que no pueden seguir emigrando hacia
el Sur. Así, «transforman nuestra zona en una región
de biocenosis monótonas 1y poco cambiantes a lo largo del tiempo, aunque se den variaciones climáticas
importantes.» (Altuna 1992a, 22). Los escasos indicadores de clima frío se sitúan fundamentalmente en
la mitad superior del Würm III (Auriñaciense y Gravetiense de Lezetxiki, Gravetiense de Amalda [Zestoa, Guipúzcoa] y El Castillo, Gravetiense de Cueva
Morín y Santimamiñe, etc.), aunque hay que sumar
las evidencias frías del tramo superior del nivel IX y
la base del nivel VII (entre Castelperroniense y Auriñaciense arcaico) de Labeko Koba. Tampoco las evidencias templadas son frecuentes a partir del final del
Musteriense: el jabalí es muy poco frecuente, lo mismo que el corzo (salvo en la serie de Cueva Morín,
donde está bien representado).
El estudio por especies y niveles revela que el
nexo que une las estrategias de aprovisionamiento de
sucesivos niveles dentro del mismo yacimiento, prima sobre la clasificación cronológica de los niveles.
En algunas colecciones guipuzcoanas de esta época
como Lezetxiki, Amalda, Ekain (Deba, Guipúzcoa) y
Aitzbitarte IV, se observa un predominio del sarrio;
en Labeko Koba será el gran bóvido; mientras que en
Bolinkoba será la cabra; en Santimamiñe, Cueva
Morín y El Pendo el ciervo; en Cueto de la Mina, el
caballo. En términos globales, la abundancia de dos
familias (caballo y bovinos) tiende a reducirse a lo
largo del Wiirm III, asentándose la dicotomía entre
caprinos/ ciervos para el medio cantábrico, todos
ellos taxones de pobre lectura ecológica. En resumen,
la significación ecológica de las especies cazadas en
el medio cantábrico refleja fundamentalmente elementos topográficos y de cobertera vegetal del
medio, más que aspectos de orden climático (salvo
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
limitadas excepciones como el reno, el mamut o el
rinoceronte lanudo, como ejemplo de los cuales señalaremos el tramo superior del nivel IX y el nivel VII
de Labeko Koba). Desgraciadamente, los restantes
grupos de fauna (aves, peces, reptiles, anfibios,
micromamíferos, moluscos, etc.) no están sistemáticamente estudiados en todos los yacimientos, se presentan en reducida proporción (o están ausentes absolutamente), no figuran cuantificados (sólo como una
lista de especies) o se ha prescindido de interpretar su
significación climática o cultural. En estas condiciones, resulta imposible obtener un adecuado provecho
de estos datos.
El registro arqueobotánico cantábrico para la transición entre el Paleolítico medio y el superior presenta un panorama poco elocuente (puede consultarse
una síntesis reciente, a propósito de la publicación de
Labeko Koba: Iriarte 2000). Prescindiendo del medio
pirenaico central (los análisis polínicos se concentran
en el oriente de los Pirineos, a cargo de S. Farbos),
disponemos a escala regional de análisis polínicos de
yacimientos arqueológicos del Paleolítico superior
inicial en: Isturitz, Le Basté, Amalda, Ekain, Lezetxiki, Labeko Koba, El Otero (Secadura, Cantabria),
Rascaño (Mirones, Cantabria), Salitre, Cueva Morín,
El Pendo, Esquilleu y La Riera. Tan sólo se dispone
de un análisis antracológico, correspondiente a El
Castillo. Desde la perspectiva de la Antracología,
para este período sólo contamos con la referencia del
nivel 18 de El Castillo (Uzquiano 1992), caracterizado en sus diferentes subunidades por una gran sobrerrepresentación del abedul, al que siguen las Rosáceas de tipo Sorbus y el Pinus syl vestr-is. Desde el
punto de vista ecológico, la autora del estudio destaca la continentalización de la serie a partir del paso al
Paleolítico superior: la humedad que podía venir de la
influencia marina se rarifica, siendo favorable al apogeo del abedul.
Paradójicamente, la abundancia relativa de datos
polínicos sobre estas cronologías no redunda directamente en una percepción más nítida del desarrollo del
paisaje vegetal en estas fechas. Tanto el registro polínico, como el sedimentológico, se sitúan en el umbral
crítico de datos en el que resulta difícil encontrar convergencia entre las fases supuestamente coetáneas.
De un modo muy sintético, y atendiendo fundamentalmente a las líneas impuestas por las secuencias
más completas (Isturitz, Labeko Koba o Cueva
Moría), intentaremos ordenar la información, con el
apoyo de algunas recopilaciones (Iriarte 2000; Sánchez 1993).
La secuencia polínica tradicionalmente aceptada,
establecida a partir de los trabajos clásicos de M.M.
151
Paquereau y Arl. Leroi-Gourhan, sitúa las culturas
aquí estudiadas entre dos interestadios, el Würm II/III
(Hengelo o Les Cottés) y el Würm III/IV (Laugerie).
Dentro de este lapso, que se dilata aproximadamente
entre 35000 y 21000 BP, se han creído reconocer tres
fases de atemperamiento sucesivas, denominadas
Arcy, Paudorf (o Kesselt) y Tursac. Entre ellos se
intercalarían, lógicamente, oscilaciones más frías
(Delpech et al. 1994; Leroi-Gourhan 1994). Más
recientemente, se propuso desde diversos ámbitos (en
nuestra región, Sánchez 1991 y 1993, Uzquiano
1992) la reforma de este cuadro y su adaptación a los
datos proporcionados por otras modalidades de registro (estadios isotópicos 4 a 2 del registro marino,
depósitos continentales como La Grand Pile o Les
Échets), simplificando notoriamente la secuencia:
concluido el interestadio Würm II/III, no existirían
verdaderas fases de atemperamiento hasta bien entrado el Würm IV (Balling). Todo este período se desarrollaría dentro del llamado Pleniglaciar antiguo, en
un medio frío y árido, con sólo algunos pequeños
matices. Sin embargo, más recientemente la misma
autora (Sánchez y d'Errico 2003), a partir de distintos
análisis polínicos efectuados sobre el sedimento de
fondos marinos y de la lectura ambiental deducida de
otros sondeos (el programa GRIP, concretamente)
reformula drásticamente su propuesta, sugiriendo
ahora una secuencia intrincada, con drásticos cambios ambientales (entre condiciones de calor y extremo frío) que se suceden con una cadencia milenaria.
En este sentido, parece admitirse que el incremento
de datos en un medio regional bien estudiado origina
casi siempre una mayor complicación en el cuadro
cronológico, cultural y ambiental, con mayores matices regionales, topográficos y cronológicos, y no al
revés.
La información disponible (escasa) para la conclusión del Musteriense parece relatar unas circunstancias dominantemente atemperadas (Lezetxiki,
Cueva Morín). En términos generales, da la impresión de que el Castelperroniense se desarrolla en Cantabria en las primeras pulsaciones frías del Würm I.II
(Morín 10, Pendo VIII), mientras que en Le Basté,
esta misma fase se ubica en un medio relativamente
templado (con un 25 % de AP), al igual que en Labeko Koba IX inferior, quizá correspondiente al interestadial würmiense. Las fases del Protoauriñaciense (o
Auriñaciense arcaico) parecen situarse tanto en Cantabria, como en Euskal Herria en un entorno muy
frío. Según el modelo clásico, el Auriñaciense antiguo y el evolucionado abarcan un dilatado período,
entre los atemperamientos de Arcy y Tursac, lo que
origina que se observen ocupaciones en entornos
fríos o templados, incluso dentro del mismo depósito,
como sucede en Isturitz o Cueva Morín. Finalmente,
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
152
VICTORIA CABRERA VALDÉS , ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL IVIAÍLLO FERNÁNDEZ
el Gravetiense parece desarrollarse unánimemente en
una fase de severo enfriamiento, con los mínimos
relativos de frecuencia de pólenes arbóreos de todo el
período.
Concluyendo con esta somera exposición, podemos referirnos a los análisis sedimentolôgicos. En
este área, el estado de la cuestión a trazar resulta aún
más pobre, puesto que no resulta frecuente que se realicen revisiones analíticas de la Sedimentología de
yacimientos con excavaciones antiguas, a diferencia
de lo que sucede con la Palinología. De este modo,
sólo contamos con aquellos análisis desarrollados
durante la excavación o el estudio original del correspondiente depósito, en La Riera, El Pendo, Cueva
Morín, Rascaño, Amalda, Labeko Koba, Lezetxiki y
Gatzarria, con aportaciones consignadas bibliográficamente en los epígrafes de Areso, Aranzasti, Olaskoaga y Uriz (1984, 1990), Areso y Uriz (2000),
Butzer (1971, 1973, 1980), Hoyos y .Laville (1982),
Kornprobst y Rat (1967), Laville y Hoyos (1981,
1994), Lévêque (1966) y Thibault (1970). Las dos
secuencias originalmente más completas (El Pendo y
Cueva Morin) fueron inicialmente estudiadas por
Butzer (1971, 1973, 1980), que en citas posteriores
enmienda muchos de los aspectos ambientales por él
mismo avanzados. Para terminar de completar la distorsión de la peŕcepción del problema, en sendos artículos (Hoyos y Laville 1982; Laville y Hoyos 1994)
se revisan ambas secuencias, modificando notablemente las impresiones de Butzer. Análisis más
recientes, como los elaborados para Labeko Koba
(Areso y Uriz 2000), permiten ir estableciendo un
cuadro de ámbito cantábrico en el que prima la alternancia de periodos frescos y atemperados, en un rango cronológico ligeramente más amplio que el que
propone la última visión obtenida desde la Palinología (ver más arriba).
A la vista de esta situación, los datos que se puedan presentar tienen un rango exclusivamente individual. Como afirman Laville y Hoyos en un trabajo de 1983, publicado más recientemente (1994,
209): «...Teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, creemos que no puede establecerse por el
momento ninguna secuencia clirncítico-cronológica
para el período aurifñaco-perigordiense en el Can.tábrico». En este tema en particular, cabe esperar
que el avance de las investigaciones de campo, y la
entrada en la bibliografía de los análisis de La Viña,
Aitzbitarte III, Antoliñako Koba, Sopeña, Esquilleu
o La Güelga, entre otros, vayan completando una
verdadera secuencia regional de referencia que pueda ser contrastada con la estipulada por Laville
(1973 en origen, publicado en 1975) para el área del
Périgord.
3. LA TRANSICIÓN PALEOLÍTICO MEDIO/
SUPERIOR EN EL CANTÁBRICO
Como consecuencia de muchos de los factores
planteados hasta aquí, si se nos permite parafrasear a
Breuil en uno de sus artículos clásicos de la llamada
Batalla Auriñaciense, "...por- todas partes, la realidad
resulta mucho rnás compleja de lo que un primer vistazo habría hecho suponer". Las circunstancias historiográficas de la investigación y otras analíticas,
supuestamente más objetivas, como la Geocronología
o las disciplinas paleoambientales, nos han trazado
un panorama difícil de simplificar, que se hará aún
más intrincado a medida que superpongamos los restantes factores incluidos en esta exposición.
3.1. Valoración de la validez del marco empleado
Del mismo modo que hemos intentado acotar la
cronología a exponer, debemos de esbozar —y argumentar— un marco geográfico a estudiar, tanto desde
la perspectiva teórica del modelo regional empleado, como de los límites a fijar para el mismo. El
modelo de región que viene siendo aplicado de
modo sistemático en los estudios prehistôricos para
el medio cantábrico es el de una región "natural"
conformada como corredor. Con frecuencia, se recurre incluso a la expresión "corredor cantábrico" o
"Cornisa Cantábrica" para referirnos a una banda
geográfica alargada (más de quinientos kilómetros)
y estrecha (no más de 40 kilómetros, hasta la divisoria de aguas), orientada de oeste a este y bien acotada por el norte (mar Cantábrico) y sur (Cordillera
Cantábrica). Más difusos resultan los límites occidental y oriental, como puede comprobarse en cualquier síntesis que se consulte, puesto que la Cornisa
Cantábrica se considera como una región "natural"
y ello comporta cierta dificultad para establecer
fronteras netas de acuerdo a diferentes criterios geográficos (Arrizabalaga 2006). Con la intención de
superar el simple empleo de actuales divisiones
administrativas, se suele recurrir al cauce (o la cuenca) de diversos ríos (Eo o Nalón, por el extremo
occidental, Bidasoa o Adour, por el oriental) para
delimitar el medio cantábrico. Como consecuencia
de lo cual, los territorios de Galicia y del País Vasco continental se incluirán ocasionalmente en las
síntesis de Prehistoria cantábrica. Este desbordamiento geográfico del Cantábrico irá más lejos,
puesto que, por dos motivos distintos (la acentuada
continentalidad del conjunto de Galicia y las bajas
altitudes a las que resulta viable traspasar la divisoria de aguas en el País Vasco en dirección al Valle
del Ebro), el cierre del Cantábrico hacia territorios
más meridionales sólo resulta neto en los actuales
territorios de Asturias y Cantabria occidental.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004, Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
La información que venimos obteniendo desde
diferentes registros para el inicio del Paleolítico superior (Arrizabalaga et al., en prensa) denuncia las dificultades existentes para fijar tales límites en el Cantábrico. Realmente, consideramos muy probable que
esta visión restrictiva del modelo regional sólo sea
válida para aquella porción del Cantábrico (Asturias y
sector occidental y central de Cantabria) en la que
existe una verdadera frontera altitudinal, con cotas
casi insalvables durante el Pleistoceno, que da paso
además a una altiplanicie de una altitud media significativa (en torno a 900 m). Por contra, tanto en su
extremo occidental, como, sobre todo, oriental (la
Depresión Vasco-Cantábrica), resulta difícil de mantener un modelo de región cerrada y el propio registro
arqueológico nos indica reiteradamente que existían
movimientos de población con respecto a las regiones
vecinas. Si bien la falta de cavidades en el entorno
occidental de Asturias y Galicia (motivada por el sustrato geológico local) propicia una visión sesgada de
la ecumene paleolítica y puede dar la impresión (errónea) de la existencia de una frontera, en el extremo
oriental del Cantábrico asistimos a un auténtico desbordamiento del mapa de dispersión de hallazgos
(sobre todo hacia Navarra), incrementada por la documentación de que las fuentes de aprovisionamiento de
buena parte del sílex empleado en Bizkaia o Gipuzkoa
se ubiquen en el territorio actual de Alava y Navarra.
Los testimonios de Paleolítico medio o superior (y del
Auriñaciense) en otros puntos más bajos del Valle del
Ebro certifican, de modo progresivo, que ni los Pirineos, ni mucho menos los llamados Montes Vascos,
han representado una auténtica frontera. En este sentido, a lo largo de la siguiente exposición se harán, ocasionalmente, menciones a otros yacimientos ubicados
en estos territorios. E igualmente, nos permitimos
cuestionar la validez del modelo regional cantábrico,
al menos como único paradigma válido para el conjunto del Paleolítico superior en el norte peninsular.
3.2. El protagonista humano del proceso. Los fósiles humanos en la región
La presencia de restos antropológicos dentro de
los niveles arqueológicos (de por sí, controvertida),
plantea una problemática especial para el período
estudiado en este trabajo. Desde el mismo hallazgo
de un esqueleto de Homo sapiens neanderthalensis
en un contexto de industrias castelperronienses en
Saint-Césaire se ha alterado el cuadro evolutivo que
venía siendo tradicionalmente admitido. Ésta partía
de la simplificación pedagógica que suponía la simultánea sustitución del Paleolítico medio por el Paleolítico superior y del Neanderthal por el Hombre
Moderno (nuevas poblaciones, nueva cultura). El
problema resulta especialmente conflictivo durante
153
las primeras fases del Paleolítico superior, debido a la
ya comentada penuria de datos fiables que afecta a
esta época. Como quiera que no es éste el lugar más
oportuno para detallar el desarrollo de tal polémica,
podemos remitirnos a una síntesis correcta del tema,
aunque un poco antigua para el ritmo de renovación
de las corrientes interpretativas en Antropología Física (Montes 1988, 83-85).
Por lo que respecta al tema aquí presentado, puede tener una especial relevancia el que se presente un
catálogo actualizado de los restos disponibles para el
ámbito de esta reflexión (sin que se dicte, frecuentemente, un claro diagnóstico filético), con el fin de que
se refleje, también en nuestro entorno, la escasez de
evidencias para el período de tránsito entre el Paleolítico medio y el Paleolítico superior inicial (Basabe
1982; de la Rúa 1990 y 1992, entre otros):
• En la Cueva del Forno o del Conde, una reciente revisión de las colecciones antiguas ha permitido
descubrir una mandíbula humana de caracteres arcaicos pero que parece, finalmente, corresponder a un
humano de tipo moderno. Así mismo, nuevas excavaciones (Arbizu et al. 2005) han entregado diversos
materiales antropológicos inéditos.
• También en Asturias, el excelente lote de 650
restos humanos, correspondiente a un mínimo de 5
individuos, recuperado en la Cueva del Sidrón, datado por diferentes métodos geocronológicos (C 14,
Racemización de aminoacidos y ESR), parece corresponder a individuos neanderthales del período de
transición hacia el Paleolítico superior, con una edad
media de entre 41.000 y 39.000 años BP (Fortea et al.
2003).
• Una hemimandíbula infantil con caracteres
arcaicos y un molar adulto, en el nivel 18 de El Castillo (Auriñaciense antiguo) provenientes de la antigua excavación de Breuil, Obermaier y Alcalde del
Río (Garralda et al 1992) y un lote más amplio, aún
inédito, recuperado de las recientes campañas de
Cabrera y Bernaldo de Quirós (Cabrera et al.
2004.).
• Una bóveda craneana muy incompleta y en
paradero desconocido en Camargo (Revilla de
Camargo, Cantabria; también atribuida al Auriñaciense).
• Tres supuestas inhumaciones en el nivel 8 de
Cueva Morín (Auriñaciense arcaico). Según unos
complicados procesos químicos de conservación de
las estructuras (Madariaga 1973), se habrían preservado los moldes de los cuerpos, pero ni uno sólo de
sus restos óseos o dentarios.
• Un canino infantil localizado dentro del nivel
XI de la cueva de Esquilleu, que podría clasificarse
como neanderthal (Baena et al 2000).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
154
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNANDEZ
• Con grandes dudas, un cráneo de varón adulto
encontrado durante los trabajos de acondicionamiento de la entrada de la cueva de Santián, carente de
contexto (González Sainz y González Morales 1986),
ha sido atribuido al Auriñaciense según la supuesta
datación de las figuras pintadas en la cavidad.
• En Isturitz, varios lotes de restos humanos (de
la Rúa 1990): Isturitz 5 (hemimandíbula y falange
proximal de un adulto) del Auriñaciense; Isturitz 6a
(restos de uno o dos varones adultos) y 6b (restos de
un mínimo de cuatro adultos) del Gravetiense; Isturitz 7a (al menos dos adultos y un juvenil) y 7b (cuatro o cinco individuos) del Auriñaciense final. Según
Saint-Périer (Saint-Périer y Saint-Périer 1952), que
recoge observaciones de Vallois, un maxilar inferior
del lote 6 presenta rasgos arcaicos, que recuerdan al
neanderthal. Por último, en el conjunto 6 se ha descrito recientemente una rama mandibular masculina con
signos de abrasión (Buisson y Gambier 1991).
• Un molar humano en el nivel Cbci-Cbf de
Gatzarria (Auriñaciense antiguo) (Sáenz de Buruaga
1991).
• A juzgar por la reconstrucción estratigráfica del
depósito de Lezetxiki (incluso atendiendo simplemente a los cortes estratigráticos originariamente presentados) y a la excavación de uno de nosotros, al
menos una de las piezas dentarias presentadas corresponde al nivel III, y no al IV. Seria, por tanto, un
material adscrito al Auriñaciense, y no al Musteriense, como se describió en principio. La consideración
de que se trataba de restos humanos de neanderthales
pudo tener bastante que ver con la adjudicación posterior de ambas piezas dentarias al nivel IV.
• En Axlor (Dima, Vizcaya), cinco piezas dentarias y un pequeño fragmento de maxilar neanderthales fueron recuperadas durante la excavación clásica
en el nivel III (Basabe 1973; Ríos 2004).
• En la cueva de Arrillor existe una nueva pieza
dentaria atribuida a un neanderthal dentro de un nivel
con industria musteriense (Bermúdez y Sáenz de
Buruaga 1999).
Considerando el volumen de información que
aportan las distintas porciones anatómicas (las piezas
dentarias son muy poco elocuentes), el hecho de que
vari as de las evidencias no puedan consultarse o sean
de procedencia dudosa y que las estructuras de Cueva Morín no proporcionen datos antropométricos,
podemos constatar, también en nuestro ámbito regional, el vacío de documentación que afecta al SW de
Europa para el tránsito Paleolítico medio/Paleolítico
superior (Gambier 1992, 1993), con las únicas excepciones de Isturitz y, sobre todo, Sidrón.
Resumiendo este apartado, podríamos señalar que
el corpus de restos antropológicos recuperados y dis-
ponibles en nuestro ámbito geográfico y cronológico
es muy reducido (más aún en los momentos iniciales
del Paleolítico superior). Demasiado restringido para
evaluar en términos antropológicos las características
de los pobladores de la región. Excepción hecha de
los restos de Cueva Morín (aceptando la lectura que
González Echegaray y Freeman hacen de esta estructura), no existen evidencias directas de prácticas
rituales vinculadas a los restos humanos, ni siquiera
de que la presencia de éstos en niveles arqueológicos
guarde relación con la inhumación intencionada de
los cadáveres.
Finalmente, no podemos perder de vista el hecho
de que los restos antropológicos pertenecen a los protagonistas de nuestras preocupaciones, a los autores
de nuestros artefactos y a los cazadores que cobraron
las piezas cuyos restos analizamos con tanto detenimiento. Su propia presencia en los mismos niveles
arqueológicos supone una llamada de atención de la
realidad frente a un amplio corpus de teorías, supuestamente explicativas de su presencia ahí, no sólo en el
aspecto ritual, y antropológico, sino también apelando a supuestos flujos de «migración» y/o «difusión»
de elementos. Dos trabajos de Clark (Clark 1992a,
1992b, este último en particular) analizan desde una
perspectiva epistemológica la naturaleza del problema, en particular en lo que se refiere al Paleolítico
superior inicial. Podríamos sintetizar el desarrollo
teórico de Clark en la siguiente cita:
«... Ln información biológica, demográfica y cultural del género requerido para documentar a la
migración se transmite mediante el intercambio de
genes y la difusión cultural respectivamente, y exlzibird estabilidad o cambio en el transcurso del tiempo
y el espacio. Aunque tales mecanismos de transrrriSión pueden conceptualizarse en abstracto, por l o
general no podemos aprovecharnos de estos datos
para determinar si ha ocurrido una presunta migración ci cursa ciel gramo grueso ciel registro arqueopaleontológico...» (Clark 1992b, 29-30).
3.3. Tipología de los asentamientos. Territorialidad y ocupación del territorio
Como puede comprobarse más adelante, en este
mismo capítulo, la noción de territorialidad aplicada
a las situaciones de tránsito al Paleolítico superior ha
sido frecuentemente tratada, aunque desde una perspectiva concreta, en la órbita de la reconstrucción del
territorio de explotación económica alrededor del
yacimiento (como punto de partida, Bernaldo de Quirós 1980,
.
1982). Se trata de una visión íntimamente
ligada al conocimiento que tenemos de la ecumene
prehistórica en este periodo y por tanto, a la modali-
KOBIE (Serie Anejos n." 8). afio 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
dad de asentamiento más frecuente (la cueva). En
efecto, a diferencia de lo que es más habitual dentro
del exiguo registro del Paleolítico inferior cantábrico,
el Paleolítico medio en primera instancia y el Paleolítico superior, plenamente, se caracterizan por la
ocupación sistemática de abrigos rocosos y, sobre
todo, cavidades que son frecuentes en la región.
Debemos de interrogarnos, en primer lugar acerca de
la fiabilidad del mapa de dispersión que ahora mismo
reconocemos para los principales yacimientos cantábricos de este periodo. Los yacimientos en cueva, por
su más fácil localización y su delimitación precisa
han simplificado de manera extrema la tarea de prospección arqueológica: todos sabemos que, hasta
determinada altitud (unos 300 a 400 m.s.n.m.), cualquier cueva del Cantábrico con ciertas dimensiones y
buena orientación presenta buenas opciones para
haber sido ocupada durante el Paleolítico superior,
por lo que, tradicionalmente, la actividad de prospección y sondeo se ha centrado en estos lugares, dando
lugar a un sesgo difícilmente mensurable. Por el contrario, en aquellas áreas al exterior que se encuentran
cubiertas por una tupida masa de vegetación (como
corresponde a nuestras circunstancias climáticas) el
sesgo es inverso: apenas conoceremos yacimientos al
aire libre, infravalorando este modo de hábitat. Estas
son las circunstancias que motivan que prácticamente nada podamos decir del Paleolítico medio o superior inicial al oeste del valle del Nalón: el sustrato
geológico no propicia la formación de cuevas.
Prescindiendo de este fenómeno, en la medida de
lo posible, no es demasiado lo que podemos señalar
respecto a las redes de territorialidad que no se sus-
155
tenten en los criterios de explotación del medio
(materias primas líticas, explotación cinegética y de
otros recursos bromatológicos, como los litorales), o
en el incipiente conocimiento de las más antiguas
manifestaciones gráficas del Cantábrico. Cabe destacar el gran avance que se ha registrado en el conocimiento de este periodo durante las dos últimas décadas y que, nuevamente, este avance ha permitido falsas- algunas de las hipótesis que se habían establecido
para el período (por ejemplo, el elemento diferencial
del Auriñaciense o el Gravetiense asturianos, que no
resiste hallazgos como el de La Viña). Sin embargo,
resulta más complicado construir nuevas teorías,
puesto que las anteriores habían empleado la evidencia negativa o la ausencia de yacimientos como criterio determinante, y estos vacíos de determinadas formas de asentamiento o materiales arqueológicos van
difuminándose con los nuevos hallazgos. Esto es,
prescindiendo de los criterios arriba indicados, la
arqueología del periodo estudiado presenta en la
actualidad una apariencia más homogénea (dentro de
la diversidad) para el conjunto del marco cantábrico
de la que tuvo nunca. A fecha de hoy no resulta sencillo observar en lo material diferencias sustanciales
para este medio geográfico y cronológico, más allá de
las trazadas a partir de la concentración extraordinaria de yacimientos en los valles del Nalón, el PasMiera, el Oka o el Deva guipuzcoano.
3.4. Principales depósitos arqueológicos del período (Fig. 1)
En esta recopilación de datos nos han resultado de
especial interés varios trabajos de I. Barandiarán
MAR CANTÁBRICO
El Cierro
La Riera
Altitud en metros
3751-- - I:
0 400 1000
PORTUGAL
Figura I. Localización de los principales yacimientos citados en el texto.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
El Pendo El Ruso
El Otero
Morin
El Mirón
Arenillas
0
50
kilómetros
100
Antoliñako koba
Ekain
I
156
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI. Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ
(1967, 1980a y 1988), F. Bernaldo de Quirós (1982),
A. Moure (1970, 1972), J. M. Gómez Tabanera
(1974) y C. González Sáinz y M. González Morales
(1986).
3.4.1. Galicia
El sustrato silíceo del área galaica no propicia la
existencia de cavidades, medio en el que se localizan
habitualmente la mayor parte de los yacimientos del
Paleolítico superior inicial conocidos. En otras áreas
que plantean una problemática similar, como Bretaña
(Monnier 1980, 1990), estos yacimientos se ubican
en depósitos al aire libre o pequeños abrigos bajo
roca. Recientemente, ha sido descubierto y excavado
un yacimiento gallego correspondiente al Paleolítico
superior inicial (A Valiña, Castroverde, Lugo), aparentemente, al Castelperroniense, por una alta datación recientemente obtenida (los autores lo refieren al
Paleolítico superior inicial o Perigordiense). Existen
distintos trabajos de referencia al respecto (Llana y
Soto 1991a, 1991b; Fernández Rodríguez et al.
1993).
3.4.2. Asturias
Las secuencias asturianas se caracterizan por una
presencia muy notoria del Solutrense y Magdaleniense (de la Rasilla 1983, 1984), pero las anteriores fases
culturales (Musteriense o Paleolítico superior inicial)
también tienen cierto grado de representación.
Cueva de La Vicia (Manzaneda-Oviedo). Dentro
del destacado proyecto de investigación que se viene
desarrollando en las dos últimas décadas en el valle
medio del río Nalón, a cargo de J. Fortea y otros (Fortea 1981, 1992), las cronologías tratadas aqui también
llevan camino de conocer una drástica renovación. El
principal depósito de la zona excavada y con niveles
de estas cronologías es La Viña, yacimiento del que
contamos con referencias de la presencia de estratos
musteriense (XV al XIII basal), una rica secuencia
auriñaciense (desde el XIII inferior, Auriñaciense
arcaico al XI, Auriñaciense evolucionado) y otro nivel
Gravetiense, con múltiples buriles de Noailles (Fortea
1992, 1995, 1999). Además de la presencia de industria ósea poco habitual en el Cantábrico, como la azagaya de base hendida del nivel XIII, existen en esta
cueva algunas expresiones gráficas, en forma de grabados parietales adscritos al Auriñaciense.
Cueva del Conde o Cueva del Forro (Tuñón). Se
trata de un abrigo amplio, descubierto y excavado por
el Conde de la Vega del Sella en 1915 y del que sólo
se publicaron breves notas (Vega del Sella 1915).
Años después es empleado por Jordá para definir el
Auritiaco-Musteriense cantábrico (Jordá 1957). Con
posterioridad, L.G.Freeman desarrolló, entre 19621963 dos campañas de excavación en un espacio interior de la cavidad, descubriendo una estratigrafía más
detallada (Freeman 1977) con niveles auriñacienses y
musterienses. Entre ellos, los que más nos interesan
son las unidades A, B y C. A la vista de los materiales
presentados, en estos niveles resulta muy llamativa la
presencia de elementos líricos de sustrato, en especial
denticulados, que suponen cerca del 50 % de la industria. Esta situación permitiría, eventualmente, pensar
en un desarrollo in situ desde los estadios musterienses a un Auriñaciense antiguo, muy particularizado
por el peso del sustrato (como ocurre en el caso de
Lezetxiki). Sin embargo, las excavaciones del Conde
de la Vega del Sella aportaron un buen lote de azagayas losángicas y triangulares, de sección aplanada,
que refiere la serie a un Auriñaciense evolucionado (o
a una fase avanzada del Auriñaciense antiguo).
Actualmente el yacimiento está siendo excavado por
un equipo dirigido por G. Adán y J. L. Arsuaga.
Cueva Oscura de Perlora (Carroño). Este yacimiento ha sido desgraciadamente destruido por la
actividad de una cantera, antes de que se completara
en éi la actividad de excavación. En la década de los
sesenta se realizó un pequeño sondeo (Fernández y
Mallo 1964), donde se pusieron en evidencia siete
niveles. El que interesa en este trabajo es el 7, de 15
cm. de espesor, en el que tienen un peso importante
los útiles arcaicos (sensu Chung 1972) como son las
raederas carenadas y denticulados, así como una punta de Chatelperron.
Cueva del Cierro (El Carmen). El área principal
del yacimiento fue excavada entre 1958 y 1959 por
Jordá. Con posterioridad, en 1977, A. Gómez revisó la
estratigrafía de Jordá e inició de nuevo la excavación
del depósito. La excavación de Jordá permanece casi
inédita (a excepción de breves referencias, que afectan
sobre todo a los niveles solutrenses). Sobre la estratigrafía de El Cierro existe una notoria confusión, que
puede corresponder a un error de las referencias en la
excavación, citado por P. Utrilla (1981). En esta versiôn, el nivel V (capa 6) está constituido por arcilla
estéril; el nivel auriñaciense sería el VI (capas 7 y 8),
con matriz cenicienta y presencia de hogares. Bernaldo de Quirós (1982) refiere como niveles lo que Utrilla denominara capas, de modo que serían auriñacienses los niveles VI, VII y VIII. Finalmente, Straus
(1983) asegura haber encontrado tres puntas solutrenses «... del nivel IV, que descansaba por encima de un
nivel «auriijaciense»...» (op.cit., pág.41). En definitiva, puede asumirse que existen tres unidades (llámense capas o niveles, en función a la envergadura que se
de a sus diferencias internas) bajo el Solutrense de El
KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantiibrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
Cierro. La revisión de los mismos a cargo de Bernaldo de Quirós nos muestra una degradación de efectivos hacia la base (81 útiles en el nivel 6, 62 en el nivel
7 y 20 en el nivel 8). A la vista de la misma, la posibilidad de adscripción más verosímil para estos tres
niveles (bastante parecidos entre sí) es el Auriñaciense arcaico o Auriñaciense antiguo, aunque con una
caracterización muy especial, originada por el dominio de la cuarcita entre las materias primas.
Cueva de Amero (Posada de Llaves). Se trata de
una pequeña cueva en el oriente asturiano, muy próxima a la también tratada Cueto de la Mina (Posada
de Lianes, Asturias). Descubierta por el Conde de la
Vega del Sella en 1919, fue excavada ese mismo año
por el Conde de la Vega del Sella y Obermaier. Desgraciadamente, esta excavación nunca fue publicada
en extenso y sólo disponemos de algunas referencias
dispersas (Vega del Sella 1923; Obermaier 1925).
Entre los tres niveles descritos (Musteriense, Auriñaciense y Asturiense), los que aquí nos interesan son el
B y el C. La existencia de varias azagayas de base
hendida en el nivel (según Obermaier) ubica con bastante precisión el conjunto del nivel B dentro de un
Auriñaciense antiguo.
Cueto de la Mina (Posada de Llaves). El depósito se sitúa en un gran abrigo sobre el río Calabres,
excavado entre 1914
. y 1915 por el Conde de la Vega
del Sella y publicado por el mismo, poco después
(Vega del Sella 1916). En Cueto de la Mina fueron
detectados nueve niveles, todos ellos muy pobres en
industria. La unidad F resulta claramente Solutrense,
mientras que los niveles G y H fueron atribuidos al
Auriñaciense superior (sennsu Breuil). Hoy existe bastante confusión en su adscripción: algunos atribuyen
a un momento Gravetiense el G y al Auriñaciense
antiguo el H (González Echegaray 1971a; Moure
1970); otros (Bernaldo de Quirós 1982) prefieren
considerar como Auriñaciense el nivel G (con reservas) y claramente Perigordiense el H.
La Riera (Posada de Llaves). Esta pequeña cueva
fue descubierta por el Conde de la Vega del Sella en
1916 y excavada conjuntamente por este mismo prehistoriador y Obermaier. La publicación de estos trabajos fue objeto de una memoria conjunta con Balmori, años más tarde (Vega del Sella 1930), aunque parecen no afectar a la porción presolutrense de la secuencia. Lo mismo ha sucedido con una segunda ronda de
excavaciones de Clark (1974) y Gómez Tabanera
(1976). Tan sólo las recientes campañas, dirigidas por
G.A. Clark, L.G. Straus y M. González Morales
(1976-1978) vuelve a afectar a un único nivel Auriñaciense (1), separado de la primera ocupación solutrense (4) por dos niveles estériles (2 y 3) (Straus y Clark
157
1986). Este nivel 1 sólo ha sido excavado en 2 m, y
ha producido una escasa industria lítica, de difícil adscripción, aunque Bemaldo de Quirós (1982) la ponga
hipotéticamente en relación con el Auriñaciense evolucionado de El Cierro o El Conde.
Otras referencias. Altuna (1972), al referirse a las
secuencias estratigráficas asturianas menciona unas
catas desarrolladas en 1969 por G.A. Clark en Balmori (Llaves), en cuya base, bajo un dudoso nivel
solutrense, parece haber algunos materiales (al menos
faunísticos) correspondientes al Auriñaciense (Clark
1974-1975).
Recientemente, en la Güelga (Onis) han sido descubiertos una serie de niveles correspondientes al
momento que nos concierne y en cuyos resultados,
muy preliminares, se plantea una interestratificación
Auriñaciense/Chatelperroniense (Menéndez et al.
2005).
3.4.3. Cantabria
Constituye el área central de la región cantábrica
y presenta una importante dispersión de yacimientos
de este periodo.
Esquilleu (Castro-Cillorigo). En curso de excavación por parte de J. Baena, se trata de un rico yacimiento con no menos de catorce niveles de ocupación
musteriense y fechas llamativamente bajas para el
techo de la secuencia. Se ubica en el desfiladero de
La Hermida, en un abrupto paso sobre el río Deva,
casi en el límite entre Asturias y Cantabria (Baena y
Carrión 2002; Baena et al. 2000, 2005, 2006). La
interpretación de Esquilleu se está intentando realizar
desde una perspectiva regional, incluyendo diferentes
yacimientos al aire libre y en cueva de la Comarca de
la Liébana (El Habario, El Arteu, Fuentepara o la
Cueva de La Mora) que podrían estar relacionados
con Esquilleu en una red de ámbito comarcal.
Altamira (Santillana del Mar). En el vestíbulo de
esta cavidad emblemática para la Prehistoria cantábrica existía un yacimiento arqueológico que fue
excavado en fases sucesivas por distintos prehistoriadores (Sanz de Sautuola, Alcalde del Río y Obermaier), desde 1.878. En la base del depósito (bajo sendos paquetes datados en el Magdaleniense inferior y
el Solutrense superior) se ha señalado la presencia de
restos líticos paralelos a los del Auriñaciense y el
Musteriense, sin más precisiones (González Sainz y
González Morales 1986).
Sin embargo no encontramos en ninguna
colección materiales, pues no debemos olvidar que H.
KOBIE (Serie Anejos n.' S), atto 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
158
VICTORIA CABRERA VALDÉS. ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAILLO FERNÁNDEZ
Obermaier al hablar de sus excavaciones en Altamira
dice: "Es muy probable que se encuentren más abajo
otras capas paleolíticas, especialmente del Auriñaciense, puesto que existen en el interior de la cueva
grabados y pinturas de esa época" y que no pudo
alcanzar dados los problemas de estabilidad de la
bóveda (Breuil y Obermaier 1935, 178; 1984, 196),
lo que parece indicar que los niveles son más
justificar la idea cronológica de las figuraciones de H.
Breuil que una auténtica realidad ya que nadie
posteriormente ha trabajado en la secuencia inferior,
por otro lado no podemos olvidar que nos encontramos de nuevo con un Auriñaciense "pre-Peyrony"
por lo que no podemos excluir que como en otros
yacimientos (Salitre) se estuviese hablando de un
Gravetiense.
Cudón (Torrelavega). Desgraciadamente, se trata
de otro yacimiento correspondiente a las cronologías
aquí tratadas completamente desaparecido. Los niveles altomedievales del yacimiento fueron descubiertos por Alcalde del Río. En 1960, el propietario del
terreno donde se localiza la cavidad excavó íntegramente el yacimiento, sin autorización, remitiendo los
materiales al Museo de Santander, donde fueron estudiados por Beguines en 1968. El estudio de Beguines
hace referencia a cuatro unidades estratigráficas,
todas ellas muy pobres y con elementos de escasa significación. La más rica, la superior o I, incluye varios
elementos tipológicamente relacionados con el
Paleolítico superior y una punta de chatelperron, lo
que ha conducido en algún caso (Bernaldo de Quirós
1982) a considerar este nivel como Castelperroniense, con reservas.
Hornos de la Peña (San Felices de Buelna). La
cavidad de Hornos de la Peña fue descubierta en 1903
Figura 2. Vista de El Castillo (Foto F. Bernaldo de Quirós).
por Alcalde del Río, que dio una primera descripción
de sus representaciones parietales (Alcalde del Río
1906) e inicia posteriormente la excavación de una
galería intermedia. La excavación de otra galería en
los primeros metros del desarrollo de la cueva fue la
primera tarea que asumió en Cantabria el Institttt de
Paléontologie Humaine, en 1909 y 1910 (Breuil y
Obermaier 1912). En la excavación de Hornos de la
Peña se distinguieron cinco unidades, entre el Musteriense y el Neolítico. La que aquí nos interesa es la b,
calificada de Auriñaciense, con un buen número de
útiles computables (más de 200) y un resto óseo con
un frontal de caballo grabado (Obermaier 1925).
Cueva de El Castillo (Puente Viesgo). La Cueva
de El Castillo fue descubierta por D. Hermilio Alcalde del Rio en 1903. A partir de 1910, H. Obermaier y
P. Wernert comenzaron la excavación principal que
continuo hasta 1914, cuando el inicio de la Primera
Guerra Mundial obligó a suspender los trabajos. La
excavación de H. Obermaier representa la síntesis
general de todo el Paleolítico, y en la que se puede
observar los cambios o pervivencias culturales a lo
largo de la gran horquilla temporal que abarca (Fig.
2). En 1973, V. Cabrera retorna los estudios sobre el
yacimiento, recopilando en primer lugar la documentación inédita y los materiales recogidos por H. Obermaier, publicándolos posteriormente (Cabrera 1984),
al mismo tiempo que se reiniciaron las excavaciones
arqueológicas en el yacimiento en 1980 con un equipo interdisciplinar, dirigido por la misma autora y F.
Bernaldo de Quirós (Cabrera Valdés y Bernaldo de
Quirós 2000).
Las investigaciones actuales se han centrado en el
área exterior del vestíbulo, abordando especialmente
los niveles relacionados con los inicios del Paleolítico superior y el Musteriense. Estos trabajos han ofrecido un marco cronológico contrastado a partir de
dataciones por diversos métodos físico-químicos,
como el Acelerador de Partículas del Carbono 14, el
ESR y el U/Th, que nos sitúan estos niveles de la ocupación humana entre los 150.000 y los 30.000 años,
antes del presente. Presenta así el Paleolítico medio
(unidades 26 a 20), y todo el Paleolítico superior (con
niveles del Auriñaciense (unidades 18 y 16), el Gravetiense (unidades 14 y 12), el Solutrense (unidad
10), el Magdaleniense Inferior Cantábrico (unidad 8),
el Magdaleniense superior (unidad 6), el Aziliense
(unidad 4) y la Edad del Bronce (unidad 2).
La unidad 18 se corresponde con la reocupación
de la cueva tras un derrumbe. En este momento se
han descubierto toda una serie de evidencias que han
puesto de relieve la importancia de Cantabria en los
procesos de transición hacia el Paleolítico superior.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
Esta unidad se divide en dos niveles que presentan
actividades distintas. El nivel 18c presenta el nivel
más antiguo de los cazadores recolectores del Paleolítico superior, y se muestra con abundantes restos de
carbón en una zona donde aquellos barrieron sus
hogueras para realizar otras nuevas. Por los restos
podernos deducir que hace 40.000 años tenían una
caza especializada en el ciervo, con capturas difíciles.
De estos animales aprovecharían el asta corno materia prima para realizar puntas de azagayas. La tecnología de la talla de los utensilios de piedra muestra ya
claras pautas del Paleolítico superior (Auriñaciense),
iniciándose la decoración de utensilios de uso cotidiano con marcas simbólicas. El nivel 18b se formó por
una ocupación ligeramente posterior fechada hacia el
38.500 BP, en la que se mantienen pautas parecidas al
anterior en la tecnología lírica y en la caza, aunque
difiere en la actividad realizada (descuartizamiento
de animales cazados) y en una intensificación de las
manifestaciones simbólicas, iniciándose el arte figurativo sobre elementos mobiliares.
La Flecha (Puente Viesgo). Situada en Monte Castillo, fue descubierta en 1951 cuando se realizaba el
camino de acceso a Las Monedas. El depósito, exclusivamente musteriense, fue excavado por García
Lorenzo sin demasiado control metodológico y publicado en detalle años más tarde (Freeman y González
Echegaray 1968) y más recientemente por I. Castanedo (2001). El conjunto debe adscribirse dentro del
Musteriense final a juzgar por la datación obtenida.
Cueva del Pendo o San Pantaleón (Escobedo de
Carrurrgo). Se trata de una cavidad de muy grandes
dimensiones (150 metros de longitud y 30 a 50 metros
de anchura). El yacimiento de El Pendo fue descubierto por Sanz de Sautuola en 1878 y sondeado poco después por él mismo (Sanz de Sautuola 1880). Con posterioridad realizan campañas de excavación J. Carballo (en los años 1910, 1926, 1930 y 1932) y O. Cendrero en 1915 (Carballo 1924, 1960). Entre 1953 y
1957, J. Martínez Santa Olalla articuló un equipo
internacional de trabajo para excavar en el yacimiento, trabajos que incidieron sobre importantísimos
niveles del Paleolítico superior inicial y permanecieron inéditos hasta una recopilación muy posterior
(González Echegaray 1980). Recientemente (Montes
y Sanguino 2001) se ha cuestionado el valor de la integridad de la secuencia de esta cueva, considerándola
alterada, por lo que no la trataremos en extenso. Baste saber que era uno de los puntos en los que se había
propuesto la existencia de una interestratificación
entre el Auriñaciense y el Castelperroniense.
Covalejos (Velo de Piélagos). La cavidad fue descubierta en 1872 y excavada en 1879 por E. de Pedra-
159
ja (Sanz de Sautuola 1880). El yacimiento es olvidado hasta una revisión de su estratigrafía llevada a
cabo por A. Moure (1968). Recientemente (19972002) ha sido excavada por J. Sanguino y R. Montes
poniendo al descubierto una interesante secuencia
con un nivel Auriñaciense antiguo (nivel B), otro
Auriñaciense arcaico (nivel C) y una importante
secuencia Musteriense (D, H, I, J, K, M y O) que
abarca desde los 100.000 hasta los 40.000 años BP
(Sanguino y Montes 2005; Martín et cal. 2006).
Cueva de Camargo (Revilla de Camargo). El
yacimiento de Camargo fue descubierto y excavado
por Marcelino Sanz de Sautuola en 1878, actuación
que ha generado desde un primer momento copiosas
referencias (Sanz de Sautuola 1880; Sierra 1909; Carballo 1924; Obermaier 1925). Uno de los niveles descubiertos (el e) fue adscrito al Auriñaciense, con su
industria litica y un discutido cráneo humano. Todos
los restos de esta excavación han desaparecido.
Cueva Moríti (Villanueva de Villaescusa). El yacimiento de Cueva Morin fue descubierto por Obermaier y Wernert, en el año 1910. Poco después, en
1911, fue reconocido por José Luis Ezquerra, quien lo
notificó a Jesús Carballo (González Echegaray
1971b). Ese mismo año, ambos investigadores cursaron una primera visita al yacimiento, que repetirían
.
se
poco más tarde en compañía de L. Sierra. En 1912
registra la primera intervención sobre el sedimento de
Cueva Morin: un sondeo de un metro cúbico, a la
izquierda de la entrada, protagonizado por Carballo y
el ingeniero Beatty, que descubrió ya una rica estratigrafía con un mínimo de tres niveles de ocupación.
Sobre los restos de esta cata, Orestes Cendrero recuperaría, en 1913, una serie de restos, que publicará
(Cendrero 1915) añadiendo un avance estratigráfico
en tres niveles (Neolítico, Aziliense y Magdaleniense), respectivamente. En 1915,
.. Carballo emprendió
un segundo sondeo en Cueva Morin, en colaboración
con F. Fernández Montes. La primera edición de «El
Hombre Fósil» de Obermaier (1916), que cita Morin
como «Cueva de Villanueva» no recoge estos últimos
trabajos (aún inéditos), sino sólo los primeros de
Cendrero y Carballo.
Los primeros trabajos de excavación sistemáticos
en Cueva Morin, a cargo de Carballo, se emprenden
en 1917 y perduran hasta 1919. Estas campañas fueron publicadas por la Junta Superior de Excavaciones
y Antigüedades (Carballo 1923). En la campaña de
1917 fue abierta una trinchera longitudinal desde la
entrada de la cueva hasta la sala central (10 metros de
longitud, un metro de ancho y dos de profundidad).
En la misma se descubrió la serie de niveles postpaleolíticos y paleolítico superiores, así como algún
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
160
VICTORIA CABRERA VALDÉS. ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA.
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI. Y JOSÉ MANUEL MAILLO FERNÁNDEZ
nivel musteriense. Por lo que aquí nos afecta, fueron
diferenciadas una unidad Auriñaciense superior (Gravetiense) y otra Auriñaciense inferior (que debería ser
Castelperroniense en la clasificación de Breuil, pero
resulta más probable que corresponda al gran paquete Auriñaciense). En las sucesivas campañas de 1918
y 1919, la trinchera fue ampliada en la zona cercana
a la entrada, en una extensión de 25 a 30 metros cuadrados.
Concluida la primera campaña de Carballo, el
Conde de la Vega del Sella, en compañía de Cendrero, visitó Cueva Morín. Fue invitado por Carballo a
desarrollar campañas de excavación en Cueva Morín,
tras concluir él sus trabajos anuales. De este modo,
concluidas las campañas de Carballo de 1918 y 1919,
se desarrollaron otras tantas actuaciones bajo la dirección del Conde de la Vega del Sella. En 1920, el Conde de la Vega del Sella intervino en Cueva Morín,
acompañado de H. Obermaier. La estratigrafía de
Vega del Sella fue publicada con anterioridad a los
trabajos ya concluidos de Carballo (Vega del Sella
1921). En cuanto a los niveles aquí contemplados, se
reconocen ahora tres fases dentro del Paleolítico
superior inicial (Auriñaciense «inferior», «medio» y
«superior»). Contra lo que pueda suponerse, el llamado Auriñaciense inferior no parece guardar relación
con el Castelperroniense, sino quizás, con el conjunto de los niveles 8a y 8b, a juzgar por las industrias
descritas. Concluidos los trabajos del Conde de la
Vega del Sella en 1921, el yacimiento queda desatendido hasta 1962, en que J. González Echegaray, animado por L. G. Freeman, ejecuta un sondeo de comprobación en Cueva Morín, verificando la existencia
de un yacimiento, todavía importante. Los trabajos
actuales, que han proporcionado el mayor volumen
de datos arqueológicos comenzarán en septiembre de
1966 y proseguirán en sendas campañas durante los
años 1968 y 1969.
La campaña de 1966 consistió en excavar parte
del testigo que los antiguos excavadores dejaron
sobre la pared derecha de la cueva, con el fin principal de verificar la estratigrafía. De los tres cuadros de
metro cuadrado excavados, en el IA se llegó a la base
del nivel 7; en el IB, hasta el nivel 9; en el IIB, hasta
el 12. También se abrió un área de trabajo en el interior de la cueva (cuadros IXA, XA y IXB), en la que
se excavó hasta el nivel 5b (inclusive). En la campaña de 1968 se diversifican las áreas de trabajo. Prácticamente se trabaja, en distintos niveles, sobre toda
la superficie cuadriculada. De esta campaña se obtiene ya una exacta percepción del impacto de las campañas antiguas sobre la integridad del depósito y la
estratigrafía del yacimiento, que se describe en la primera memoria de excavación (González Echegaray
1971b). Para el período objeto de este capítulo debe
anotarse la serie de niveles dispuesta entre el último
nivel Musteriense (nivel 11) y el Auriñaciense evolucionado (nivel 5b).
Cueva del Ruso (Igollo). En la década de los años
80 se efectuaron una serie de trabajos en esta cavidad,
próxima a Santander. Dentro de los niveles estudiados el nivel V es considerado Musteriense cantábrico
(Muñoz 1991) o Auriñaciense en posteriores revisiones (Castanedo 2001). El nivel IVb, clasificado en
principio como solutrense, ha sido adscrito recientemente al Auriñaciense evolucionado tras la datación
de dicho nivel (Muñoz y Serna 1999).
Ciriego (Santander). Obermaier (1925) cita la
presencia de materiales auriñacienses (entre otras
cronologías) en este establecimiento litoral, muy prôximo a Santander. Esta cita la toma Moure (1970),
especificando que algunos de los materiales actualmente recogidos en el depósito encajan tipológicamente con industrias auriñacienses y gravetienses, y
estarían en relación con la existencia de una cantera
natural de sílex.
Cueva del Rascaño o Mirones (Mirones). La primera referencia disponible del yacimiento del Rascaño se remonta a 1912, en una información proporcionada por Carballo (Straus 1981a). Comisionado por
la C.I.P.P. y en compañía de Gómez Riaño, Carballo
comenzó la excavación de Rascaño, recuperando
materiales magdalenienses y azilienses hasta que
recibió una carta de Hernández Pacheco, instándole a
que entregara sus colecciones a Sierra, tras lo que
suspende sus trabajos. Gómez Riaño y Sierra continúan esporádicamente algunas excavaciones en Rascaño, hasta que en 1921, Obermaier visita el yacimiento y reactiva las campañas de excavación sistemática. En 1974, Barandiarán y González Echegaray
abordan la excavación de dos pequeños testigos que
restaban de los antiguos trabajos, que publicarán posteriormente en una memoria (González Echegaray y
Barandiarán 1981). Los niveles que afectan al sujeto
de esta exposición son el 9 y el 7, ambos atribuidos a
un genérico Auriñaciense. El nivel 7, dispuesto bajo
una unidad 6, estéril arqueológicamente, se caracteriza por un posible buril, una raedera en cuarcita, una
lasca retocada, un compresor, un núcleo y algunas
evidencias más sin retocar (hasta un total de 13 restos). Presenta una datación (lo mismo que el nivel 9)
que será examinada en el correspondiente apartado.
El nivel 9 amplia un poco su número de efectivos
(22), entre los cuales merecen ser destacados dos
láminas auriñacienses, tres raederas en cuarcita, una
escotadura en cuarcita y un núcleo en sílex (González
Echegaray 1981).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2()04. Las sociedades del Paleolítico en la región catttúbrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.0X)0 BP)
Cueva del Salitre (Ajanedo-Miera). La cueva del
Salitre tiene unas dimensiones amplias y restos de
arte parietal en sus paredes. Fue descubierta, como
tantas otras en el oriente de Cantabria, por Sierra
(1909) quien la excavó, del mismo modo que Carballo (1924). Las referencias de ambos autores establecen la existencia de un nivel «Aurifiaciense», por
debajo de otro Solutrense. Dada la antigüedad de la
referencia (pre-Peyrony) no podemos excluir que se
trate de un nivel Gravetiense, pues durante las excavaciones que realizamos unos de nosotros (Bernaldo
de Quirós y Cabrera) descubrimos en la base de la
secuencia evidencias que nos hicieron plantearnos
esta hipótesis.
Cueva de El Mirón o del Francés (Ramales de la
Victoria). Se trata de una de las más antiguas menciones de yacimientos en Cantabria, remontándose el
hallazgo de materiales a 1903 (Alcalde del Río 1906;
Sierra 1909), relacionada con la vecina cueva con arte
rupestre de Covalanas. Las citas a la Cueva del Mirón
son frecuentes hace ya casi un siglo (Cabré 1915;
Obermaier 1916, 1924). Sin embargo, no será hasta
1973, con ocasión de la Tesis Doctoral de Straus,
cuando se retornará el interés hacia esta cavidad. En
1996 se inician las tareas de excavación sistemática
en El Mirón, a cargo del equipo de investigación
codirigido por M. R. González Morales y L. G.
Straus, trabajos que se prolongan hasta el presente.
Más recientemente ha sido identificado un grupo de
niveles (130-128) en el sondeo de El Corral, adscritos, por las dataciones obtenidas y algunos materiales, al Musteriense terminal y el Paleolítico superior
inicial (Straus et al. 2002).
Cueva del Otero (Secadura). El descubrimiento
del yacimiento corresponde, como tantos otros en
Cantabria, a L. Sierra, en la fecha de 1909. Con posterioridad (no se conoce la fecha) J. Carballo efectuó
varias catas en la cueva. Las dos primeras citas de
esta cueva se deben a Obermaier (1916) y Carballo
(1924), en ambos casos entre los yacimientos con
niveles magdalenienses. La excavación arqueológica
planificada del relleno, a cargo de González Echegaray, García Guinea y Beguines, se fraguó durante la
actuación en la vecina cueva de La Chora (1962). La
excavación se desarrolló en 1963, y la adscripción
cronológica de los elementos de la serie se hace a
diversas fases del Auriñaciense evolucionado (niveles 6, 5 y 4) y del "Auriñacomusteriense" (nivel 8).
3.4.4. Bizkaia
Conocemos diferentes estratigrafías de interés en
Bizkaia, aunque el gradiente de dispersión de yacimeintos es manifiestamente decreciente desde la
161
máxima densidad localizada en Cantabria. Este hecho
puede guardar cierta relación con el proceso de investigaciôn historiográfica.
Venta Laperra (Karrantza). La primera investigación arqueológica en el depósito data de 1904, cuando fueron encontradas las representaciones rupestres
ubicadas en sus paredes por parte de L. Sierra (Alcalde del Río et al. 1911). Durante el verano de 1931 se
desplazaron al lugar T. de Aranzadi y J.M. de Barandiarán, con el ánimo de explorar las cuevas de los
conjuntos del Bortal y Venta Laperra, documentando
los grabados reconocidos por Sierra y efectuando
sondeos en algunos de estos depósitos (Barandiarán
1958). Las referencias proporcionadas por los excavadores del depósito son breves, al considerarse el
yacimiento como prácticamente estéril. La cata se
efectuó sobre una superficie aproximada de cuatro
metros cuadrados, bajo los grabados, en la pared oeste de la cueva. Se describen cuatro unidades estratigráficas, entre las que sólo se incluye una mención
cronológica (musteroide) en relación a la más baja
unidad D. En una mención posterior (Barandiarán
1953) se cita el yacimiento como «...prehistórico con
capas aurinzaciense y musteriense reconocido en
1931 por J.M. de Barandiarán». (op.cit. [redición de
1978: 183-184]). En otras menciones dentro del mismo trabajo se localizan citas aisladas a Venta Laperra
con referencia a hallazgos musterienses y aurifiacienses. Más recientemente (desde 2001) esta cueva está
siendo reexcavada por parte de Ruiz Idarraga y
d'Errico (2002, 2003, 2004).
Polvorín (Karrantza). Pese a la cercanía de la cueva de Venta Laperra, cuyas representaciones artísticas
fueron reconocidas ya en 1904, no se conoce ninguna
actuación arqueológica en la cueva de El Polvorín
hasta 1931, año en que Aranzadi y Barandiarán desarrollaron en ella una breve campaña de excavación. A
tres metros y medio del dintel de la entrada se dispuso la superficie de excavación, de cuatro metros de
longitud y tres de anchura. En el curso de la misma se
alcanzaron más de tres metros y medio de cota. Se
trata, por lo tanto, de un depósito sedimentario de
gran potencia, a pesar de su escasa superficie. Las
referencias proporcionadas por los excavadores del
depósito son breves, dentro de la memoria de actuaciones en el Bortal y Venta Laperra (Barandiarán
1958). Se describen siete unidades estratigráficas,
entre la A y la G, casi sin indicaciones cronoculturales. En cuanto a la adscripción general del yacimiento, nos atenemos, en principio, a la consideración de
J.M. Barandiarán: «... Todos los niveles, salvo el prinzero, nos recuerdan a un paleolítico superior que
puede tener desarrollo más importante en otros sectores del yacimiento.» (op. cit., 52). En una mención
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
162
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA.
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAiLLO FERNAN.DEZ
posterior (Barandiarán 1953) se cita el yacimiento
como «...Yacimiento con industria de facies auriñaciense...». (op.cit. [redición de 19781:184). Con ocasión de la elaboración de la Carta Arqueológica de
Vizcaya (Marcos 1982) se efectúa un primer repaso a
los materiales depositados, adscribiéndolos estratigráficamente de acuerdo al criterio del excavador
(cuatro niveles, el superior de los cuales es cerámico
y el inferior, musteriense; los niveles II y III serían
auriñacienses). A partir de las figuras de los materiales presentados por J.M. Barandiarán, Ruiz identificó
y describió varias azagayas de base hendida correspondientes a la segunda unidad descrita, o nivel II
(Ruiz 1989). Posteriormente se produjo una nueva
publicación de Ruiz (1994) sobre los yacimientos de
Polvorín y Venta Laperra.
Kurtzia (Barrika-Sopela). La estación costera de
Kurtzia, asociada a los afloramientos de sílex del litoral vizcaíno, comparte muchos elementos con otros
lugares, como los conjuntos litorales del Laburdi o el
cántabro de Ciriego. El principal problema planteado
por estas series es su carácter de yacimientos de
superficie, sin (o con muy limitadas) secuencias estratigráficas. Todos estos problemas afectan al yacimiento de Kurtzia (en realidad, una serie de distintos afloramientos de material arqueológico como 011agorta,
Iturralde, Aspiribie y Kurtzia), descrito principalmente en una publicación conjunta (Barandiarán et al.
1960). Entre las unidades detalladas por los autores en
aquellos puntos en los que se ha detectado estratigrafía, es el nivel C 1 (con puntas de retoque simple, raspadores en extremo de lámina, lasca y hocico, raederas, algún buril, puntas y láminas de dorso) el que nos
interesa. Este nivel ha sido reiteradamente adscrito al
Auriñaciense, partiendo de la definición dada por los
autores del trabajo («...En conjunto, la industria lítica
de este nivel tiene matiz auriñaciense...») (Barandiarán et al. 1960). Por otro lado, las diversas excavaciones que viene desarrollando el equipo de M. Muñoz
en Kurtzia desde principios de los años 80 (Muñoz
1998) solamente han entregado materiales musterienses. Es muy probable que en el conjunto de afloramientos arqueológicos del área definida por Barandiarán existan materiales adscribibles al Paleolítico superior inicial, aunque resulte complicado aislar e identificar tales elementos.
Santitnatniñe (Kortezubi). La actuación arqueológica sobre el depósito pleistocénico de Santimamiñe
está originada por el hallazgo de pinturas rupestres en
el sitio en 1916 y 1917. Tres investigadores (Aranzadi, Eguren y Barandiarán) aúnan sus esfuerzos en
1918 para excavar un gran depósito paleolítico en una
cavidad con figuraciones rupestres, en la misma línea
de Breuil, Obermaier y otros en El Castillo y Hornos
de la Peña, pocos años antes. Tras localizar el yacimiento prehistórico situado en la entrada de Santimamiñe, este grupo de investigadores lleva a cabo en
1918 la primera campaña de excavación, que se renovará, anualmente, hasta 1926. Las memorias de estas
campañas y la descripción de las figuras fueron publicadas en sucesivas entregas (Aranzadi et al. 1925,
1931; Aranzadi y Barandiarán 1935; Aguirre 2000).
La estratigrafía descubierta en estas primeras campañas de trabajo resulta de un gran interés por cuanto
muestra una seriación muy completa de niveles, entre
un posible Auriñaciense y algunas ocupaciones históricas en el revuelto superficial. La mayor parte de la
superficie de la cueva resulta afectada por estos primeros trabajos. De hecho, cuando J.M. de Barandiarán retorna al yacimiento, en 1960, sólo excavará un
testigo de aquella primera actuación que amenazaba
con derrumbarse, en la pared sur del área central de la
cueva (Barandiarán 1962b). Además de las memorias
individuales de excavación y de descripción de las
figuras (1976a, 1976b, 1976c, 1976e), en el tomo
correspondiente de las Obras Completas de J.M. de
Bararuliaraîn (IX) se incluye una recapitulación sobre
todos los trabajos llevados a cabo en Santimamiñe
(Barandiarán 1976d). En la misma se presenta una
visión conjunta y resumida de todos los trabajos desarrollados en Santimamiñe, así como una interrelación
entre las secuencias de los dos grandes ciclos de
excavación ejecutados en la cavidad. Esta recapitulación constituye el punto de reflexión fundamental
para comprender la secuencia del yacimiento. Dentro
de la misma, las unidades que afectan al contenido de
este trabajo son los niveles descritos como IX y X,
quizás Auriñaciense y Chatelperroniense, aunque sin
excesiva seguridad.
Antoliriako Koba (Arteaga). La primera mención
de la existencia del yacimiento se debe a J.M. de
Barandiarán (1925) que, en una breve nota de 1947
completa la referencia a la cata desarrollada en Antoliñako Koba en 1923, en la que se citan niveles paleolíticos. Con mucha posterioridad, J.C. López Quintana recuperaba algunos materiales arqueológicos solutrenses expoliados de esta cueva, lo que conduce al
sondeo (1995-1996) del lugar por parte de M. Aguirre. De manera ininterrumpida, desde 1997 hasta la
fecha se vienen sucediendo campañas de excavación
en Antoliñako Koba (Aguirre 2000). Bajo una interesante secuencia estratigráfica Magdaleniense y Solutrense, se localizan varias unidades adscritas a
momentos del Paleolítico superior inicial, de muro a
techo: Complejo de base (niveles A-c: Ljk-Mn-Smc),
quizás adjudicables al Auriñaciense antiguo; Nivel
Sm-Lmbk inf-Smb, Auriñaciense, probablemente
evolucionado; Nivel Lmbk sup, datado en 27.390 ±
320 BP y adscrito al Gravetiense; Nivel Lab, nueva-
KOBIE (Serie Anejos n." 8), agio 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑAC1ENSES (50.0(K)-27.000 BP)
163
mente Gravetiense, aunque incluye puntas foliáceas
solutrenses en algún tramo.
Axlor (Duna). El sitio de Axlor fue descubierto
por J.M. de Barandiarán en 1932, cuando recoge y
publica algunos elementos líticos de este abrigo, que
adscribe al Musteriense (Barandiarán 1932, 111). En
1967, el mismo Barandiarán se decide a abordar la
excavación sistemática de Axlor, encontrándose ya
los niveles superiores del abrigo muy alterados por
remociones efectuadas por pastores, que llegaron a
vaciar hasta dos metros de sedimento en algunas
áreas. Las excavaciones tienen lugar entre 1967 y
1974. Las memorias de excavación fueron publicadas
anualmente, en primer término, y de modo recopilado después (Barandiarán 1980) en las Obras Completas del autor. Barandiarán recoge en sus trabajos la
referencia de ocho unidades estratigráficas, las dos
superiores (I y II) prácticamente desmanteladas por la
actividad incontrolada ya citada anteriormente. Desde la unidad III hasta la IX, se citan ocupaciones musterienses del abrigo, en un modelo de habitación
similar al de Lezetxiki, si bien con una densidad de
hallazgos muy superior. A partir de 1999, primero
corno actividad de salvamento y luego en campañas
sistemáticas, vienen desarrollándose nuevas campañas de excavación en Axlor, bajo la dirección de
González Urquijo e Ibáñez Estévez (2003, 2004).
Además de nuevos (abundantes) materiales líticos y
faunísticos, esta reexcavación está permitiendo obtener algunas fechas de C14 y nuevas muestras que
ayudarán a la caracterización completa del sitio.
3.4.5. Gipuzkoa
El territorio más oriental dentro del medio cantábrico incluye una buena variedad de sitios con interesantes estratigrafías para definir las situaciones de
tránsito entre Paleolítico medio y superior.
Lezetxiki (Arrasate). Descubierto en 1927 por J.
Jauregui, este yacimiento será excavado, en primera
instancia, por J.M. de Barandiarán, con diversas colaboraciones, entre 1956 y 1968 y da lugar a numerosas publicaciones (Barandiarán 1960, 1963, 1964,
1965a, 1965b; Barandiarán y Altuna 1966, 1967a,
1967b, 1970; Barandiarán et al. 1959; Barandiarán y
Medrano, 1957). La serie de niveles detallada (con
una profundidad de hasta nueve metros), la existencia
dentro de ella de un proceso particular de transición
Paleolítico medio/ superior, y la presencia de restos
fósiles humanos han permitido que este sitio constituya una de las obligadas referencias de la investigación cantábrica (Fig. 3). La caracterización de los
niveles transicionales (IVc, IVa y IIIa) como musterienses, Auriñaciense arcaicos o auriñacienses anti-
Figura 3. Vista de Lezetxiki (Foto A. Arrizabalaga).
guos ha consumido buena parte de los debates en torno a Lezetxiki, lo mismo que la valoración de las
dataciones obtenidas en 1990 por el laboratorio de
Geocronología del Institut de Paléontologie Humaine
de Paris para sus niveles basales. Pretendiendo aclarar estas circunstancias, uno de nosotros viene excavando en varios puntos de Lezetxiki desde 1996
(Arrizabalaga 1997, 1998c, 1999, 2000b, 2001, 2002,
2003, 2004b; Arrizabalaga et al. 2005). En líneas
generales, el actual estado de las investigaciones permite corroborar las consideraciones avanzadas por
Barandiarán en la excavación clásica, configurándose
una transición entre el Musteriense y el Paleolítico
superior poco característica y progresiva, marcada
por la adición de sucesivos elementos tecnológicos y
culturales a unos conjuntos industriales "arcaizantes"
marcados por el peso abrumador de los elementos de
sustrato. Elementos de sustrato a los que se incorporan, de modo claro, por ejemplo componentes leptolíticos que marcan una cadena operativa laminar (que
convive con otra que produce puntas levallois).
Labeko Koba (Arrasate). Aunque el yacimiento ya
se conocía desde 1973 como punto de interés paleontológico, su investigación se precipitará como consecuencia del trazado de la Variante de Arrasate, que
comportó, en último término, la destrucción de la cavidad. Bajo la dirección de uno de nosotros (A. Arrizabalaga) se desarrollará una excavación de urgencia,
según un detallado protocolo, a lo largo de dieciséis
meses (1987 y 1988). Los resultados de esta intervención fueron publicados en diferentes avances y en una
memoria completa (Arrizabalaga y Altuna 2000). El
conjunto de la secuencia de Labeko Koba es objeto de
esta exposición, desde el nivel IX inferior (breves ocupaciones chatelperronienses), hasta la serie de unida-
KOBIE (Serie Anejos n.° S), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
164
VICTORIA CABRERA VALDÉS. ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI. Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ
des VI a III (Auriñaciense antiguo), pasando por el
nivel VII, adjudicado al Auriñaciense arcaico.
Ekain (Deba). En 1969, A. Albizuri y R. Rezábal,
del Grupo Antxieta de Azpeitia desobstruyeron una
pequeña galería en la cueva, localizando las figuras
rupestres. Poco después, miembros de este grupo,
J.M. de Barandiarán y J. Altuna practicaron una cata
en la boca de la cavidad, planeando inmediatamente
la excavación arqueológica del depósito. Ésta se
desarrolló a lo largo de seis campañas, las tres primeras (1969-1972) bajo la dirección de J.M. de Barandiarán y las tres restantes (1973-1975), bajo la de J.
Altuna. Esta modalidad de desarrollo de la excavación origina ciertas diferencias en el tratamiento del.
depósito, en la estratigrafía adjudicada y los materiales obtenidos, que resultan claramente explicitadas en
la memoria final de la excavación (Altuna y Merino
1984). Además de esta memoria, contamos con una
síntesis sobre los resultados de todas las campañas de
excavación (Barandiarán y Altuna 1977), en la que se
detallan los resultados industriales y estratigráficos
de las mismas. A destacar, las unidades inferiores con
materiales pobres, pero indicativos, de ocupaciones
chatelperron.ienses y auriñacienses.
Ania lda (Zestoa). J.M. de Barandiarán descubrió
el yacimiento en el curso de una prospección, en
1927, y como tal, consignada en sus primeros catálogos de yacimientos arqueológicos (Barandiarán,
J.M., 1946, 1953). En todo caso, la referencia a
Amalda en estas menciones y en alguna referencia
posterior, previa a la excavación reciente (Barandiarán, I., 1967; Altuna 1972), no pasa de recordar la
mención de materiales de un presunto Paleolítico
superior en el lugar. La primera ampliación notoria de
información proviene de la Carta Arqueológica de
Guipúzcoa (Altuna et al 1982) y de las anotaciones
en la revista Arkeoikuska de 1981-82, 1983 y 1984.
.
La Carta Arqueológica de Guipúzcoa de 1982 presenta los resultados preliminares de la excavación (en
curso en aquella fecha), con los principales datos
estratigráficos del yacimiento. El primer número de
la revista Arkeoikuska (1981-82) desecha ya la posibilidad de que exista una ocupación Castelperroniense en Amalda, sospechada inicialmente por la presencia de varias puntas de Chatelperron entre el techo del
nivel Musteriense y la base del Gravetiense. La última campaña, detallada en el número de Arkeoikuska
de 1984, describe ya la estratigrafía que será publicada en la memoria final de la excavación: un nivel
musteriense (VII), dos perigordienses (VI y V), uno
solutrense, uno de la Edad del Bronce, otro tardorromano y, finalmente, vestigios medievales. La excavación arqueológica de Amalda se desarrolló entre los
veranos de 1979
.
y 1984, bajo la dirección conjunta de
J. Altuna y A. Baldeón. A lo largo de las seis campañas sucesivamente efectuadas, fue excavada una
amplia superficie del depósito, aunque a distintas
alturas debido a las discontinuidades cuantitativas y
cualitativas en las condiciones del depósito.
Aitzbitarte III (Errenteria). En este significativo
yacimiento, muy próximo al clásico de Aitzbitarte IV,
ha venido desarrollando excavaciones desde 1985 a
2002 el equipo de J. Altuna. El desarrollo de estas
investigaciones puede ser seguido puntualmente a
partir de los informes remitidos (Altuna 2002, 2003).
Los trabajos han sido articulados en torno a dos áreas,
una de ellas interior y otra exterior, siendo esta última
la que ha proporcionado informaciones más determinantes. De los mencionados informes puede deducirse la presencia en el sector exterior de materiales
correspondientes, tanto al Magdaleniense, como al
Solutrense, a una excepcional ocupación Gravetiense, de la variedad caracterizada por la abundancia de
buriles de Noailles (nivel IV), que se encuentran a
cientos en este nivel, y al menos un nivel Auriñaciense (niveles Va y Vb). El nivel superior, entre estos
últimos, es el que ha entregado las dataciones en torno al 31.000 BP consignadas en el capítulo de cronología.
4. EXPLOTACIÓN ECONÓMICA DEL MEDIO
4.1. Aprovisionamiento de materias primas
líticas
Sin duda, uno de los grandes "descubrimientos"
de los estudios paleolíticos en los últimos 20 años es
el estudio y localización de las fuentes de materias
primas empleadas en los yacimientos (Geneste 1992;
Karlin 1992). Sin embargo, debemos advertir que en
la literatura científica, cuando se trata de materias primas se suele dedicar el trabajo al sílex, siendo el resto de materias primas relegadas a un segundo plano,
cuando no al olvido. Esto se debe a que en las regiones en donde se realiza con profusión este tipo de
estudios el sílex es muy abundante y otro tipo de
materia prima, excepcional. Con este encuadre, debemos ubicar la Cornisa Cantábrica, de la que se ha
comentado desde antiguo que existía poco sílex y de
mala calidad. Por ello, los estudios sobre la localización y origen de las materias primas en esta región
son muy reducidos. Además, éstos se han realizado
con metodologías diferentes, por lo que son comparables sólo parcialmente, existiendo lagunas regionales
como en Asturias, en donde no hay trabajos para los
tecnocomplejos tratados aquí, con lo que una síntesis
regional resulta un ejercicio difícil. También debemos recordar la geografía original de la Cornisa can-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la region cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
tábrica, más montañosa hacia el oeste y con diferente
sustrato geológico.
Los trabajos sobre materias primas en la región
también se han centrado en el sílex, ya que la localización de otras materias primas es, a priori, un trabajo
más sencillo. Para los trabajos de localización de las
fuentes de aprovisionamiento de sílex hay que destacar
una serie de limitaciones de las que partir: la orografía
de la región y la dispersión del sílex (sobre todo en la
zona central de la cornisa), así como el difícil acceso a
muchos de los afloramientos, que hacen que el estudio
sea realmente complicado. Pese a ello, disponemos de
algunos trabajos, tanto en el País Vasco (Tarriño 2000,
2001), como en Cantabria (Sarabia 1999a).
Para el País Vasco y el periodo que nos ocupa,
disponemos del estudio realizado en Labeko Koba
(Tarriño 2000), en el que se analiza el origen de las
materias primas de los diferentes niveles que incluyen el Chatelperroniense, el Auriñaciense arcaico y
el Auriñaciense antiguo. Tres son las variedades de
sílex empleadas en el yacimiento: Urbasa, Treviño y
Flysch. El sílex de Urbasa se encuentra en el borde
norte de la sierra de Urbasa entre el Puerto de Lizarraga y el limite provincia entre Navarra y Álava a
unos 40 km. al sur del yacimiento. El sílex de tipo
Treviño se encuentra en los afloramientos de los carbonatos lacustres Miocenos del Sinclinal de Miranda-Treviño a unos 50/60-Km. al sur de Labeko Koba.
Por último, el sílex de tipo Flysch, cuyos afloramientos más cercanos están en las turbiditas del Sinclinorio vizcaíno entre Getxo y Gernika, a unos 60/70
Km. al norte del yacimiento. Estas tres fuentes de
materias primas también son empleadas en el Musteriense Final de Axlor, dicho yacimiento tiene el sílex
del Flysch a 30 Km. al norte y los tipos Urbasa y Treviño a 40/50 Km. al sur (González Urquijo et al.
2006).
En Labeko Koba, el tipo de sílex más empleado es
el de Urbasa en los niveles VII (Auriñaciense arcaico) y V (Auriñaciense antiguo), mientras que el de
tipo Treviño lo es en el nivel VI y IV (ambos Auriñaciense antiguo). El sílex de tipo Flysch es el más
abundante, pese a ser el más lejano geográficamente
en el nivel IX (Chatelperroniense). Este tipo de sílex
tiene una presencia casi testimonial en muchos de los
niveles de Labeko Koba, pero adquiere proporciones
importantes en aquellos niveles con escasos efectivos
líticos como el propio nivel IX —en donde es el más
abundante— o el nivel VI (Auriñaciense antiguo)
(Tarriño 2000).
En la Comunidad de Cantabria encontramos una
dicotomía en el empleo de materias primas, así en la
165
mitad oriental el sílex es más abundante en los conjuntos líticos (p. ej. Cueva Morín, El Ruso o El Otero), mientras que en la zona occidental y Asturias su
presencia es menor (p. ej. El Esquilleu). En Cantabria
se han identificado hasta un total de 28 variedades de
sílex (Sarabia 1999a). Este hecho, contrasta fuertemente con las variedades de sílex identificadas en el
País Vasco. Creemos que el empleo de diferentes
metodologías de estudio son las causantes de esta
diferencia tan abrumadora. El hecho de realizar la
identificación mediante análisis macroscópicos en
Cantabria puede haber provocado la identificación de
numerosas variedades de sílex, que en un estudio
microscópico pueden definirse con mayor precisión.
La mayoría de los afloramientos en los que se puede
hallar sílex corresponden al Cretácico inferior
(Aptiense/Albiense), Cretácico superior (Senoniense)
y Terciario. El sílex de mejor calidad y más abundante en los valles centrales es el correspondiente al Cretácico superior, que se ubica en la zona costera de la
ciudad de Santander. En cuanto a la zona oriental de
Cantabria, pese a no tener estudios específicos, el
sílex de tipo Flysch es muy abundante, por ejemplo,
en el Auriñaciense evolucionado de El Otero.
Debemos constatar que en los yacimientos estudiados como Cueva Morín o El Castillo (Sarabia
1999a, 1999b), las fuentes de aprovisionamiento
están en un radio de 10/15 Km. Esto marca una dicotomía importante en relación con el modelo que acabamos de describir para Labeko Koba, en donde existía un territorio de captación de más de 50 km de distancia del yacimiento, no sólo para el Auriñaciense
antiguo, sino para el arcaico y el Chatelperroniense, o
incluso para el final del Musteriense de Axlor (Tarriño 2003) y Lezetxiki. Por el contrario, en Cantabria,
encontramos cierta "localización" en la captación de
la materia prima en apenas una decena de kilómetros
de radio distancia. Aunque este hecho no indica un
territorio de adquisición de recursos menor, sí lo
parece para el sílex, aunque podemos afirmar que se
captan aquellas materias primas adecuadas a las actividades que se van a realizar. Esto explicaría porqué
en El Castillo la materia prima principal es la cuarcita de grano muy fino con la que se tallan hojitas en el
nivel 16 (Cabrera Valdés et al. 2002), y en Cueva
Morin se emplea de forma mayoritaria el sílex (González Echegaray 1971a, 1973), estando ambas cuevas
separadas por escasos 15 km.
El resto de materias primas como la cuarcita, la
arenisca o la caliza se encuentran en posición secundaria, por lo que no conocemos su origen. Debemos
añadir que la red fluvial de la Cornisa Cantábrica provoca que muchas terrazas pleistocenas hayan sido
erosionadas, con lo que tampoco tenemos la certeza
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
166
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS °UIDOTTI. Y JOSÉ MANUEL MAILLO FERNÁNDEZ
de que los afloramientos secundarios localizados en
la actualidad sean los empleados en la transición
entre el Paleolítico medio/ superior y el Auriñaciense.
4.2. Dieta y alimentación: recursos y especialización cinegética
Junto al estudio de los restos de industria, el análisis de la fauna, y su significado económico y ecológico, nos permite considerar las culturas de un modo
más amplio y comprender mejor su evolución. Los
grupos humanos durante el Pleistoceno tuvieron una
economía depredadora en la que dependieron de los
recursos del medio ambiente. En este sentido, un factor que a veces se tiende a olvidar es precisamente la
relación cazador-presas. Durante el largo tiempo en
que los grupos humanos poseyeron una economía
depredadora, éstos no tuvieron control directo sobre
la capacidad reproductora de sus presas, por lo que
tuvieron que adaptar su economía a las tendencias
reproductivas naturales de las mismas. Es lugar
común entre los prehistoriadores el hablar de cômo
las mejoras técnicas implican una mayor y más abundante caza, lo que permite un mayor crecimiento
demográfico. Sin embargo, esta ecuación no parece
exacta. Una economía deprededadora se basa en unos
recursos limitados por las posibilidades del medio
ambiente, por lo que un aumento de las piezas cazadas se traduce también en un descenso de las piezas
potenciales (Colinvaux 1983). Se produce la paradoja de que un aumento de la tecnología cinegética se
debe traducir en un mayor control social del grupo
humano sobre estos recursos, pues un uso indiscriminado de los mismos actuaría de forma negativa sobre
el grupo, reduciendo sus posibilidades de supervivencia. Así, se van produciendo los modelos de «sociedades opulentas» con un tiempo bajo de obtención de
recursos y reorientando el tiempo restante en actividades de socialización del grupo (Sahlins 1972; Lee
1968), llegando al extremo de los pueblos de pescadores-recolectores de la Costa Noroeste de Norteamérica, con su sistema de redistribución o «Potlach»
(Suttles 1968). De esta forma, los cambios demográficos se presentan como un proceso enormemente
delicado y sólo se podrán producir sin riesgo para la
supervivencia cuando el grupo humano controle los
recursos (cf. la ganadería o la agricultura) o cuando
sea posible el envío de excedentes de población a
otras áreas vírgenes (cf. el Norte de Europa en el
Postglaciar). En áreas como el Suroeste de Europa, de
la que forma parte la Región Cantábrica, la densidad
de población no debió de cambiar de forma importante durante el Pleistoceno, manteniéndose la relación
presa-depredador. La aplicación de modelos de baja
densidad de población y fuerte movilidad se presenta
como una alternativa para comprender los cambios
culturales pleistocenos.
El emplazamiento conocido de los yacimientos en
el Paleolítico superior antiguo parece reflejar la misma situación de los asentamientos musterienses
(Freeman 1973), localizándose a lo largo de la estrecha franja costera del Mar Cantábrico, ocupando la
zona de bajas colinas de la Marina y llegando hasta
los bordes de la cordillera cantábrica. Aunque basándose en aproximaciones, la información disponible
indica una muy baja densidad de población durante el
Musteriense cantábrico (Butzer 1986). La presencia
de los yacimientos musterienses se sitúa mayoritariamente en los anchos valles de regiones montañosas
de baja altitud (Cabrera Valdés y Bernaldo de Quirós
1992). La presencia de depósitos a lo largo de los ríos
en los valles interiores, en altitudes entre 300 y 100
metros, son la evidencia que nos sugiere unas estrategias de subsistencia más especializada como la caza
de la cabra. Butzer (1986) observó que las proporciones de los tipos de asentamiento eran similares para el
Paleolítico Medio y el superior. En cada caso, un tercio de los yacimientos son asentamientos interiores (9
de los 27 yacimientos del Paleolítico superior inicial
conocidos, y tres de los 9 musterienses). Por otro lado
los cálculos de Straus (1983) y Clark (1983) y la densidad de útiles (por volumen de sedimento), así como
la recurrencia en la ocupación del yacimiento sugieren cambios de asentamiento a través del tiempo.
Los aportes más importantes y más directamente
relacionados con la alimentación son los restos de
fauna. En primer lugar, tenemos que hacer una serie
de consideraciones sobre la importancia relativa de
estos restos. La presencia de huesos de animales en
un yacimiento paleolítico se debe a dos causas principales. Por un lado, tenemos los animales cuya existencia en una ocupación humana se debe a la acción
selectiva del cazador sobre el medio ambiente. Por
otro lado, están los animales que viven en el yacimiento de forma natural, bien coexistiendo con el
hombre o bien ocupando la cueva cuando se produce
su abandono. Partiendo de estas consideraciones
vemos cômo vamos a tener dos conjuntos cuya
importancia económica es desigual. Una categoría es
la de los elementos aportados por el hombre, constituyendo el reflejo cultural del medio. La otra representa el biotopo específico y natural de la cueva.
Como en los demás periodos del Paleolítico superior, los biotopos terrestres son los más utilizados,
con alternancias entre ellos basados en la variedad de
los tipos de yacimientos. El uso de recursos marinos
es por el momento conocido pero sin la intensidad
que veremos en el Magdaleniense. La presencia en
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
167
algunos yacimientos de conchas de Patella, Littorina,
Pecten o Septa nos indica que estos biotopos se aprovechaban, aunque los yacimientos situados en la costa de este momento se encuentran en la actualidad
sumergidos. Más espectacular es el hallazgo en la
Unidad 18 de la Cueva de El Castillo de un diente de
cachalote (Phvsiter racrocephalus), seguramente
procedente de un animal muerto en la costa, hecho
éste habitual en la región. Los grandes mamíferos
como Manunuthus están presentes en Castillo 1.8b, y
Dicerorhinus en Castillo 18b, 18c y en la Unidad 20,
Otero 5 y Conde B, así como Coelodonta en Lezetxiki o Labeko Koba. La presencia de rinocerontes esta
basada fundamentalmente en la presencia de molares,
lo que indica una importante selección y quizás su
transporte como trofeos. Los carnívoros son habituales en todos los yacimientos. Debemos en primer
lugar considerar que los restos de Ursus spelaeus
deben en la mayoría de los casos de provenir de animales muertos en el propio yacimiento, al utilizarlo
como lugar para pasar los inviernos. Otros como el
lobo (Canis lupus), el zorro (Vulpex vulpex), Felidae,
Panthera, Gulo, Mustela o Meles aparecen en los
yacimientos representados por huesos de la cabeza y
las extremidades, reproduciendo el clásico modelo de
los animales utilizados por su piel. La presencia de
Hyaena en yacimientos como Castillo 18b o Labeko
Koba se sitúa en la parte superior de los niveles, en el
área más rica también en restos de microfauna procedente del alimento de las rapaces, indicando el
momento de abandono por los humanos y su uso por
éstas y los carroñeros.
ricos en industria y restos de fauna (generalmente de
ciervo) como El Castillo y otros de disgregación,
ocupados por algunos individuos, con menos variabilidad tipológica y en los que los restos de fauna presentan cantidades equilibradas de ciervo y otros animales. En esta categoría podríamos incluir Morín,
Lezetxiki, o el Otero, junto a ocupaciones muy efímeras (Ekain). El tercer grupo es el ya citado de los yacimientos especializados en la caza de cabras corno
Rascaño o el Conde.
Considerando las cantidades de animales representados en cada yacimiento y relacionándolas con la
cantidad de carne que éstos aportan, podemos comprobar (Bernaldo de Quirós 1982) que la carne representa una cantidad limitada y que podernos observar
una cierta distinción entre niveles, pocos con mucha
cantidad y muchos con poca. Esto nos permite proponer una cierta dicotomía entre los yacimientos, con
algunos de ellos utilizados por la generalidad del grupo, y otros ocupados por un segmento del mismo.
Esta alternancia también presenta algunos yacimientos con caza especializada, cuyo mejor ejemplo son
lugares como el Conde, especializados en la caza de
cápridos (Bernaldo de Quirós 1982). Yacimientos con
caza especializada en ciervos se detectan también en
este momento, corno en la cueva de El Castillo
(Cabrera Valdés 1984; Dari 2003), con una importancia numérica que ha sido confirmada en las recientes
excavaciones. Por desgracia, no son muchos los yacimientos que puedan equipararse a éste. Sin embargo,
esto nos permite identificar el modelo clásico de ocupación de grupos de fusión-fisión. Con yacimientos
de agregación, generalmente grandes en superficie,
Tenemos que considerar siempre que los grupos
humanos paleolíticos vivían en gran medida de la
caza, por lo que sus técnicas deberían alcanzar un
máximo de efectividad con un mínimo de esfuerzo.
La economía en el transporte de los productos de la
caza, desde el lugar de abatimiento al campamento,
debe evitar pesos muertos y, por otro lado, determinar
el aprovechamiento máximo del animal, tanto en sus
productos alimenticios (carne y grasa) como en las
partes con valor utilitario (cuernos y piel). Así,
podrían obtener el mejor partido de los animales y su
beneficio ser máximo. De esta forma, tendríamos un
modelo básico: separación de las extremidades del
esqueleto axial y transporte del animal en cuartos.
Las variaciones estarán, entonces, en el aprovechamiento de partes del animal destinadas a otras actividades, como la piel, los tendones, etc.
La aparición relativa de las distintas partes del
esqueleto nos permite deducir la existencia de toda
una serie de actividades encaminadas hacia un mejor
aprovechamiento de las piezas cazadas. En primer
lugar, el despiece de los animales (butchery) representa una serie de ventajas en relación con el transporte de los animales. El abandono de partes del animal sobre el terreno de caza implica una economía de
peso, pues se aportarían al campamento las partes
más ricas en recursos alimenticios, evitando pesos
muertos, para conseguir así un mejor rendimiento por
pieza cazada. El estudio de las marcas encontradas en
los huesos, fundamentalmente en forma de cortes o
incisiones provee un importante campo de contraste
de las técnicas de descuartizamiento y carnicería de
un animal. Este tipo de estudios ha sido utilizado desde hace mucho tiempo como prueba de las actividades antrópicas sobre los restos óseos. Sin embargo,
fue el trabajo de Binford (1981) el que planteó la sistematización de un estudio de las marcas y cortes
sobre los huesos.
Ecológicamente, consideramos que las especies
presentes en los yacimientos de este momento se pueden situar en tres tipos de biotopos. El ciervo y el corzo representan un biotopo forestal, boscoso. El caballo y los grandes bóvidos representarían el campo
KOBIE (Serie Anejos n." s). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
168
VICTORIA CABRER.A VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MALLO FERNÁNDEZ
abierto, pradera o braña, mientras que la cabra y el.
rebeco indicarían uno rocoso y abrupto. Se ha escrito
mucho sobre la ecología de estos animales y sobre su
validez. Desgraciadamente, estas especies están todas
(salvo el corzo y el rebeco) extinguidas de forma
natural en la región cantábrica. Sin embargo, podemos caracterizar su ecología y comportamiento comparándolos con zonas donde se conservan en la actualidad. Un aspecto que nunca debemos olvidar es que
las características fisiográficas de la región cantábrica y la situación de los yacimientos permiten con un
mínimo esfuerzo acceder a cualquiera de estas áreas
geográficas desde la mayoría de los yacimientos, con
lo que su eventual significado climático debe ser considerado siempre con extrema prudencia (Bernaldo
de Quirós 1980, 1982).
En este sentido analizarnos las presencias de los
diferentes animales, atendiendo al número de animales identificados y su presencia por yacimientos. Los
datos, en general, nos presentan dos modelos. El primero vendría representado por el ciervo, del que tenemos presencia de muchos ejemplares en la mayoría
de los yacimientos, estructura que por otro lado es
común a las diferentes etapas, atestiguándose desde
el Musteriense al Paleolítico superior final. Esta
estructura contrasta con la representada por las demás
especies, como el corzo, el gran bóvido, el caballo y
el rebeco, con pocos animales en la mayoría de los
yacimientos. Si consideramos que el número de yacimientos es aproximadamente el mismo, debemos
considerar la existencia de diferentes actitudes en
relación con estos animales. La clave nos la indica la
cabra, presentando la doble tendencia, pues si bien es
numerosa en pocos yacimientos también está representada por pocos animales en muchos yacimientos.
La existencia de «cazaderos» especializados, como
Rascaño, El Conde o Amalda, nos permite considerar
que en el caso del ciervo podríamos encontrar también especialización en su caza. La existencia de
especialización en la caza de los ciervos, durante el
Magdaleniense, fue propuesta por Freeman (1973)
.
y
Altuna. Sin embargo, vemos que esta tendencia no es
exclusiva del Magdaleniense, pues ya se detecta en el
Auriñaciense.
La comparaciôn entre los resultados del análisis
ecológico y la topografía del área circundante nos
permitirá establecer el «territorio» controlado por
cada yacimiento. Este último presenta dos áreas fundamentales de la que obtiene sus recursos. Una, el
territorio propiamente dicho, representaría el área de
recursos cercanos y cotidianos; otra, el área de captación, sería un concepto más amplio, al contener también los territorios de otros yacimientos ocupados por
el grupo humano en sus desplazamientos. El desarro-
llo de técnicas de análisis de fuentes de materias primas líticas permite explicar este modelo.
Estas áreas pueden ser extensas o restringidas.
Según los paralelos etnográficos (Cambell 1968; Binford 1.983), los grupos cazadores presentan una máxima movilidad dentro de un área. En ella tienen varios
campamentos de carácter estacional o temporal e,
incluso, algunos lugares funcionales como talleres,
cazaderos, etc. De esta forma, se van creando áreas de
habitación con caracteres que varían de una a otra.
Cada uno de los campamentos tiene una zona de captación, esta zona o «territorio» tendrá dimensiones
variables según sea su orografía y la naturaleza de los
recursos. Durante el Paleolítico superior, según los
datos ofrecidos por la fauna, vemos cómo existieron
suficientes recursos para mantener poblaciones de
tamaño medio (Jochim 1976). Junto a las limitaciones puramente geográficas, tenemos que considerar
también que la distancia recorrida por los cazadores
no debe ser muy grande, pues de otro modo sería más
económico trasladar el campamento.
Hasta el momento actual hemos analizado los
yacimientos desde una perspectiva exclusivamente
económica, considerando su «territorio» y el área
donde obtienen sus recursos. Sin embargo, al hablar
de territorio debemos considerar que cada mínima
unidad arqueológica de un yacimiento representa,
cuando menos, una ocupación humana, y que el grupo humano no es estático, sino que utiliza y ocupa
diferentes yacimientos, o incluso el mismo en espacios de tiempo mínimos y recurrentes. Como vimos
anteriormente, los grupos de cazadores-recolectores
presentan una economía dinámica, con una serie de
movimientos hacia diferentes lugares, movidos por
factores variables. Este modelo dinámico representa
la estructuración de los diferentes lugares dentro de
un esquema básico. En los modelos etnográficos
observarnos una dicotomía entre campamentos base o
hábitats principales y otros yacimientos orientados
hacia funciones específicas. Este mismo esquema
indica, así, la existencia de grandes hábitats que se
ocupan en determinadas épocas del año y que se
abandonan para ocupar otros de menor tamaño. Estos
últimos presentan una variedad muy amplia: van desde cazaderos especializados, a talleres y a hábitats
complementarios de segmentos del grupo.
En este sentido podemos conocer a través de los
análisis de crecimiento de los dientes la presencia de
una estacionalidad, que nos implica la existencia de
una organización y una jerarquización de los yacimientos dentro de un modelo especifico de gestión
del territorio. Los resultados de los análisis de crecimiento de los dientes realizados por A. Pike-Tay
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantâbrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
(Pike-Tay et al. 1999) sugieren unas capturas anuales
a lo largo del musteriense y del Auriñaciense de Transición de El Castillo. A pesar de esto, los patrones
estaciónales de la muestra Musteriense difieren en
algo de la muestra de la Unidad superior. La mayoría
de los animales fueron cazados desde finales de otoño hasta la primavera o comienzos del verano (i.e.
fases del cemento de crecimiento completo, bajo crecimiento, temprano crecimiento) en los niveles Musterienses, y del invierno hasta la primavera (bajo crecimiento y temprano crecimiento; un período estacional ligeramente más limitado) en el Auriñaciense de
Transición. Mientras que todos los grupos están
representados, los animales adultos jóvenes dominan
los conjuntos. En Cueva Morín los resultados de
estos análisis sugieren que los animales se cazaron
durante el final del otoño y/o el invierno durante el
Musteriense y el Auriñaciense Antiguo.
Los modelos de gestión del territorio se corresponden, de forma general, con los datos de grupos de
cazadores-recolectores actuales (Cambell 1968; Binford 1983; Lee y De Vore 1968; Yellen 1977). En él
se debe considerar también la «duración» de la ocupación. Es este un concepto difícil de cuantificar. Es
conocida la expresión, común entre los arqueólogos,
de que el resultado es el mismo si cien personas ocupan un día el yacimiento que si una persona lo ocupa durante cien días. Sin embargo, esto no es siempre verdad. La temporalidad del yacimiento está en
función de otros factores. Uno sería la limitación
física del yacimiento. Grandes cuevas, como la Cueva de El Castillo, pueden albergar un número alto de
personas, otras, como Cueva Morín, Lezetxiki, el
Otero, Rascaño, etc., no presentan un espacio habitable suficiente. Otro factor puede ser, si se aplica críticamente, la presencia de elementos estilísticos.
Este factor es uno de los utilizados por M. Conkey
(1980) para su análisis de Altamira como lugar de
agregación, así vemos como El Castillo se presenta
como un importante lugar donde podemos detectar la
presencia de elementos estilísticos. Otro factor
podría venir de la propia presencia de los elementos
de la cadena técnica, tanto lítica como ósea. Estas
cadenas no aparecen siempre completas en los yacimientos. La cadena técnica ósea, si bien no está perfectamente estudiada, nos aporta un ejemplo claro.
La presencia de instrumentos como las azagayas o
los arpones no siempre están acompañados del suficiente número de varillas, astas trabajadas, etc. como
su número dejaría entender, por lo que su fabricación
no se ha realizado in situ sino que ya se han llevado
fabricadas al yacimiento, indicando que las diferentes fases de la cadena técnica se han realizado en
varios lugares.
169
Esta variación en la estructura del grupo se presenta de forma variada, pero repetida, en los estudios
antropológicos. Junto a explicaciones económicas,
vinculadas con un mejor aprovechamiento de recursos no renovables por la acción directa del grupo
humano, se apoyan también en un sistema de control
social. Las agrupaciones y disgregaciones del grupo
se inscriben dentro de un modelo relacionado con la
liberación de tensiones internas (Godelier 1989). La
convivencia constante de todos los individuos del
grupo tiende a generar tensiones internas que pueden
llegar a crear conflictos. Una separación, siquiera
temporal de los mismos, libera estas tensiones y evita que se acumulen, lo que puede poner en peligro la
estabilidad del grupo. No parece casualidad que grupos con una economía principalmente depredadora,
pero sedentarios, como los highlanders de Papúa o
los Amazonios, se encuentren entre las poblaciones
más violentas, en las que la guerra intergrupos actúa
como motor de liberación de estas tensiones. Por otro
lado, debemos considerar que existen relaciones
supragrupales que actúan como factores favorecedores de la viabilidad genética. Estas relaciones, que
permiten el intercambio de elementos reproductores,
posibilitan la supervivencia global de los grupos a la
vez que refuerzan la cohesión interna de las sociedades (Wobst 1976).
De esta forma, podemos situar el problema de una
forma general. Los niveles arqueológicos de los yacímientos representan ocupaciones puntuales, situadas
no sólo en la gran escala del tiempo sino también en
una escala anual o mensual. El problema nos hace
volver considerar a los yacimientos arqueológicos
como representaciones de momentos y no de un contirutuin. Así pues, debemos plantearnos que el objetivo actual de la Prehistoria se debe orientar hacia el
conocimiento de estos «momentos» y, de esta manera, ver cómo los yacimientos se ocupan y abandonan,
no de forma nómada y aleatoria sino dentro de esquemas y modelos de ocupación del territorio social de
los grupos humanos. En los estudios sobre Rascaño o
Ekain, Altuna (1981; Altuna y Mariezkurrena 1984,
1985) encuentra un modelo que no se puede interpretar siempre como estacional, pero que tampoco permite hablar de una ocupación continuada, aunque si
implica momentos de abandono de la cueva. La presencia, habitual, de restos de egagropilas procedentes
de la alimentación de las rapaces indica que éstas
ocuparon la cueva en alternancia con los grupos
humanos. El conocimiento de esta estructuración es
el marco de referencia sobre el que situar nuestro
nivel de conocimiento. La existencia de una estructuración es también un elemento de la cultura humana.
La complejidad o simplicidad de esta estructura es
reflejo de la propia complejidad o simplicidad de la
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
17()
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, X JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ
cultura. Una sociedad no es sólo compleja porque nos
presente un arte desarrollado, o unas cadenas técnicas
elaboradas. También lo es si su estructura social es
compleja. La comprensión de los cambios estilísticos
o técnicos sólo se pueden entender dentro de sociedades en las que el control social es elevado, en las que
existe una relación social de pertenencia y exclusión
de «los otros».
Como vernos, este marco nos presenta un modelo
de posibilidades, detectables mediante análisis detallados de la industria y los restos de caza, que nos permitirán analizar igualmente la estructura social de los
grupos paleolíticos. También nos debe poner en aviso
sobre la movilidad de los grupos humanos. La presencia de recursos en un área determinada no obliga,
como dijimos al principio, a su sobre-explotación
sino más bien a un control social de los recursos. En
un trabajo clásico de revisión, Binford nos pone en
aviso sobre la dificultad de interpretar un espacio de
300.000 Km' con una excavación de varios metros
cuadrados (Binford 1983). En este mismo trabajo
presenta desplazamientos realizados por un grupo
Nunamuit de más de 200 Km en un año (Binford
1983, Fig. 49). También se comparan los territorios
de los Nunamuit o los bosquimanos G/wi con el área
clásica del Musteriense de la Dordoña (Binford 1983,
Fig. 51), así como,la suma de áreas de ocupación que
un miembro de estos grupos visitaría en un año. Esta
representa mas de 13.000 Km' (casi la extensión de
Cantabria y Asturias juntas) (Binford 1983, Fig. 52).
La estructuración del territorio en la región cantábrica ha sido abordada por diferentes autores como
entre otros. En general,
Butzer (1986)
.
o Straus (1986)
.
estos autores han propuesto la aceptación de un
modelo teórico de ocupación atendiendo a las características de los yacimientos, a su situación y a los
materiales arqueológicos encontrados. Sin embargo,
en todos ellos se nota un cierto nivel de estatismo. La
tendencia general es la identificación de varios lugares centrales o campamentos base que se articulan
con otros subordinados. En algunos casos (Butzer
1986) se propone la existencia de dos «modelos» de
territorio, uno costero y otro interior. En este modelo
estas dos zonas son competitivas y pueden soportar
grupos humanos diferentes. Sin embargo, la propia
realidad geográfica de la región hace difícil pensar en
cómo un pasillo tan estrecho puede soportar una densidad de población tan alta como para permitir la
existencia de grupos humanos diferentes en estas
zonas.
Si comparamos la región cantábrica con otras
zonas cercanas culturalmente, como la Dordoña o los
Pirineos, observarnos un primer aspecto fundamental.
Geográficamente, la región cantábrica es un pasillo
con una dirección de movilidad principal este-oeste.
Dordoña o los Pirineos se encuentran situadas en
zonas con posibilidades de expansión en otras direcciones. En el caso de los Pirineos, se detecta, junto a
una dirección este-oeste, otra sur-norte (Bahn 1984).
Por un lado encontramos una relación MediterráneoAtlántico junto a otra Pirineos-Dordoña. En el caso
de la Región Cantábrica el eje fundamental es País
Vasco-Asturias. La comunicación con el sur con el
valle del Duero es una posibilidad no demasiado
empleada (Tarriño y Normand 2002).
Creemos que, en general, se puede seguir un
modelo con tres tipos de yacimientos: unos yacimientos base o de agregación de gran tamaño, muy ricos y
variados en industria y restos óseos, normalmente
con especialización en la caza de ciervos, y que a
veces se relacionan con yacimientos que presentan
largas estratigrafías. Un ejemplo seria la Cueva de El
Castillo, en la que ya se detecta, en el auriñaciense,
un predominio de restos de ciervos (Cabrera Valdés
1984; Dari 2003). Junto a estos se encontrarían otros
de menor tamaño, con cantidades equilibradas de
ciervo y otros animales, que podrían representarían
campamentos temporales, como Morín o Lezetxiki.
Por último, otro grupo de yacimientos especializados
en la caza de cabras, situados en las zonas rocosas
como Rascaño. A este esquema se deberían unir los
yacimientos especializados en la obtención de materias primas, aunque por el momento no tenemos ninguno que presente estas características.
5. TECNOTIPOLOGÍA DEL PERÍODO
ANALIZADO
5.1. Gestión de las materias primas
Mediante el estudio de la gestión de las materias
primas en un yacimiento, intentamos llegar a conocer
el territorio de un grupo humano, así como la importancia de ciertas materias primas en relación con los
esquemas de débitage, actividades económicas, etc.
(Perlès 1991); pero también, junto al estudio de la
tecnología lítica, la identificación de tradiciones culturales que nos ayuden a la identificación de los diferentes tecnocomplejos, más allá de las clasificaciones
tipológicas.
Como norma general, el empleo del &lex en los
conjuntos líticos tiene una ascenso diacrónico, según
avanzamos desde el Musteriense Final hasta el Auriñaciense evolucionado, el uso del sílex, tanto entre el
material bruto como en el retocado, es mayor. Debemos comentar que esta dinámica es mayor en la zona
KOBIE (Serie Anejos n.° 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.0(0-27.(Xí) BP)
oriental de la cornisa cantábrica, básicamente desde
el Pas hacia el este, ya que es la zona de la región en
donde más cantidad de sílex encontramos, como ya
se ha apuntado. Sin embargo, podemos citar algunos
ejemplos significativos que rompen con esta dinámica y que deben ser tratados brevemente. Uno de los
ejemplos puede ser el creado por Lezetxiki y Labeko
Koba (Arrizabalaga 1.998b). Ambos están a unos cinco kilómetros lineales el uno del otro, y mientras en
Lezetxiki el empleo de materias primas diferentes al
sílex es bastante importante (32% en el Auriñaciense), el vecino yacimiento de Labeko Koba presenta
casi todos sus efectivos líticos realizados sobre esta
materia prima (Arrizabalaga 1998b). En la vecina
Cantabria, un modelo similar es el que plantean El
Castillo y Cueva Morin (Maillo Fernández 2003).
Para uno de los niveles del Auriñaciense arcaico de
Cueva Morin (nivel 8) el empleo del sílex es del
85,6%; mientras que para El Castillo, del que dista
poco más de 10 km. lineales, el uso del sflex es menor
al 20% (Cabrera et al. 2002). Este modelo no puede
explicarse por alteraciones tafonómicas, ni por errores de excavación, sino que debe entenderse dentro
del comportamiento económico de los grupos que
habitaron esta región. Las respuestas deben ser variadas, aunque nos decantamos por la hipótesis del uso
de materias primas locales para realizar ciertas actividades económicas para las que el empleo de materias
primas de buena calidad puede resultar un hecho
antieconómico. Nos estamos refiriendo a actividades
como el corte de madera o despedazado de grandes
masas cárnicas, para las que materias primas de peor
calidad pueden resultar igual de eficaces que el sílex.
Además, no debemos olvidar un hecho que consideramos muy importante: el sílex se suele presentar en
la región cantábrica en nódulos de pequeño tamaño,
mientras que las rocas de grano mayor (areniscas, ofitas) se encuentran en tamaños superiores, lo que las
hace más idóneas para estos trabajos al poder realizarse piezas más masivas que con el sílex (Arrizabalaga 1998b; Maíllo Fernández 2003).
Debemos constatar que en aquellos conjuntos líticos en los que predomina el sílex la laminaridad es
mucho mayor, tanto en soportes como tales como en
el índice de alargamiento de los mismos (Arrizabalaga 1995). En cuanto al destino de los soportes según
su materia prima, debernos comentar que las piezas
sobre sílex son empleadas en mayor proporción en la
elaboración de raspadores, buriles, piezas con retoque
lateral, piezas de dorso, etc.; mientras que los soportes sobre materias primas diferentes al sílex (cuarcita,
caliza, arenisca, etc.) se emplean en piezas de sustrato (raederas, muescas y denticulados) o no son retocados. Esto lo comprobamos en yacimientos corno
Cueva Morin, en donde en el nivel 10 (Chatelperro-
I71
niense) las piezas de sustrato se realizan en un 50%
en materias primas diferentes al sílex, o en el nivel 8
(Auriñaciense arcaico) con un 45%.
5.2. Tecnología y esquemas operativos líticos
Realizaremos un breve repaso por las características esenciales para definir, desde un punto de vista
tecnológico, los tecnocomplejos definidos en la
Cornisa Cantábrica en la transición entre el Paleolítico medio y superior: Musteriense Final, Auriñaciense de Transición, Chatelperroniense, Auriñaciense
arcaico, antiguo y evolucionado.
5.2.1. Musteriense Final
Para abordar la caracterización tecnológica del
Musteriense Final contarnos con el estudio de los
niveles 1 1 y 12 de Cueva Morin (Mafllo Fernández
2003), los datos preliminares de la Unidad 20 de la
cueva de El Castillo (Cabrera et al. 2000, 2004; Maíllo et al. 2004), el estudio realizado en la cueva del
Esquilleu (Baena et al. 2000; Carrión 2002) y los
datos preliminares de Axlor (González Urquijo et al.
2006) y Covalejos (Martín et al. 2006). Los esquemas
operativos presentan una gran variabilidad, sobre
todo, desde un punto de vista regional. Así, en la cueva del Esquilleu (situada en la zona de Picos de Europa), la variabilidad interna es bastante acentuada en
los diferentes niveles. En su nivel XI, el esquema
operativo principal es de tipo Quina sobre nódulos de
gran tamaño que no son agotados métricamente. El
resto de esquemas (Levallois y Discoide) están muy
poco representados. En su nivel IX predomina el
esquema Levallois recurrente unipolar y en el nivel
III el esquema operativo principal es de tipo discoide
jerarquizado. Esta variabilidad también la observamos en el yacimiento de Axlor (González Urquijo, et
al. 2006) ya que en el nivel N presenta un esquema
operativo principal de tipo Levallois orientado a la
obtención de lascas y puntas; mientras que los niveles B, C y D presentan un esquema operativo principal de tipo Quina y cuya finalidad es la obtención de
lascas espesas con dorso, destinadas a la elaboración
de raederas con retoque Quina.
En la zona central de Cantabria, el esquema operativo principal es de concepción discoide en los
yacimientos de El Castillo (Unidad 20) y Cueva
Morin (niveles 11 y 12) o La Flecha (Castanedo
2001). Se emplean dos métodos: uno unifacial con las
superficies jerarquizadas y otro, bifacial, en el que no
existe tal jerarquización. Este último, en Cueva
Morin, se emplea con materias primas de grano grueso como la ofita y la arenisca. Estas materias primas,
al aparecer en nódulos de mayor tamaño, permiten la
KOBIE (Serie Anejos n." S), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
172
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI. Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ
obtenciôn de soportes más largos y espesos (Maíllo
Fernández 2003). Existen dos direcciones de explotación de este tipo de esquemas y cada una de ellas proporciona soportes con características diferentes: cordal y centrípetas. Los soportes obtenidos con la primera dirección son las lascas de dorso limitado, las
puntas pseudolevallois y las lascas desbordantes, su
función es la de mantener la convexidad periférica de
la superficie de explotación. Los segundos son las
lascas de morfología cuadrada y las que son más
anchas que largas. Su función en el desarrollo del
débitage es la de eliminar dicha convexidad (Boëda
1993).
En El Castillo existe un esquema operativo destinado a la elaboración de hendedores. Para ello, se
emplean materias primas de grano grueso y cuyas
dimensiones permiten la elaboración de este tipo de
instrumentos, como son la arenisca y la ofita. En los
niveles 11 y 12 de Cueva Morín, no se encuentran
hendedores, pero sí en los seis niveles infrayacentes
descritos como Musterienses. Creemos que esta
ausencia está ligada a la superficie de excavación
(un metro cuadrado), más que a cambios en la cornposición tecno-tipológica de los niveles arqueológiCOS.
Uno de los esquemas operativos más interesante
de los que han sido identificados en el Musteriense
Final cantábrico es el de la producción de hojitas
(Cabrera et al. 2000; Maíllo Fernández 2001; Maíllo
Fernández et al. 2004). Estas hojitas se consiguen a
partir de núcleos de morfología prismática y gestión
unipolar semienvolvente. Dos variantes son posibles: una sola tabla o dos tablas adyacentes. En el
primero de ellos, la explotación se gestiona a partir
de soportes frontales y soportes obtenidos en la confluencia entre la tabla y el flanco. Estos últimos,
mantienen el cintrado del núcleo. En los núcleos con
dos tablas adyacentes, la arista entre ambas mantiene al cintrado del mismo. Los soportes, aunque escasos, están retocados en Cueva Morin (una hojita de
dorso y una hojita con retoque semiabrupto e indirecto); mientras que algunas hojitas de El Castillo
presentan huellas de uso y restos de posible enmangue. También, en el vecino yacimiento de Covalejos
(nivel H), encontramos un esquema operativo de
hojitas a partir de la captura oportunista de aristas de
productos de talla desechados (Martín et al. 2006).
Desde el sistema de análisis analítico y estructural,
constatamos también este proceso de laminaridad en
conjuntos corno Lezetxiki IV (Arrizabalaga 1995),
Arrillor (Hoyos et al 1999) y en los yacimientos del
vecino País Vasco continental de Abri Olha 2 y
Gatzarria (Laplace y Sáenz de Buruaga 2000, 20022003).
5.2.2. Auri><taciense de Transición
Tecnocomplejo identificado, por el momento, en
los niveles 18b y 18c de la cueva de El Castillo (Lloret y Maíllo 2006). Tecnológicamente, la producción
lítica está dominada por los esquemas operativos de
concepción discoide con dos métodos bien definidos:
unifacial y bifacial. La mise en forme es sencilla. En
el método unifacial se realizan una serie de extracciones secantes, no invasivas en el futuro plano de percusión para garantizar una relación angular adecuada
entre éste y el plano de lascado. Si la relación angular, de manera natural, es óptima para el débitage,
ésta no se modifica o se realiza parcialmente. En el
método bifacial, no parece que exista una fase previa
de mise en forme a la de producción plena. En ambos
métodos, los soportes empleados son, generalmente,
cantos. Resulta interesante constatar como las materias primas de grano más grueso (arenisca, ofita) presentan una tipometría mayor que las de grano más
fino (cuarcita o sílex), lo que marca el grado de
explotación de dichas materias.
El débitage se inicia con la extracción de lascas
corticales en las dos direcciones que han sido comentadas: cordal y centrípeta. Es interesante constatar
cómo en los núcleos de menor espesor los negativos
son menos secantes que en aquellos cuyo espesor es
mayor. Esto es debido a que en los núcleos de menor
espesor no es posible realizar una explotación cuyos
ángulos sean secantes, por lo que se realizan en dirección subparalela a la cornisa que separa ambas caras
del núcleo. Este hecho, provoca que la :morfología
final del núcleo sea muy similar, morfológicamente, a
los núcleos Levallois recurrentes centrípetos.
La técnica empleada durante toda la secuencia de
débitage es, exclusivamente, la percusión directa con
percutor duro.
Se ha identificado, de forma más discreta, un
esquema operativo laminar de hojitas muy similar al
ya descrito para el Musteriense Final. La mayoría de
los núcleos están realizados sobre cuarcita, siendo
muy escasos los de sílex. La fase de mise en forme es
sencilla, existiendo una adecuación morfológica del
núcleo en relación con los soportes deseados. No se
aprecian negativos en los núcleos que puedan advertir de la existencia de crestas anteriores ni posterolaterales. El inicio del débitage se lleva a cabo
mediante la extracción de una lasca de entame, así
como de algunas piezas de tendencia laminar que
bien han podido realizar la misma función. A partir
de este tipo de piezas, la tabla se abre hacia los flancos mediante la extracción de soportes de morfología
tendente a laminar que presentan un lateral cortical.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.0(X}_27.000 BP)
En el nivel 18c la totalidad de los núcleos presentan
una sola tabla de morfología rectangular o cuadrada,
que se desarrolla de forma paralela al eje longitudinal del soporte escogido, lo que podría indicar un
aprovechamiento de los nódulos para buscar soportes lo más largos posibles en relación con el nódulo
trabajado.
El plano de percusión se realiza mediante la
extracción de una lasca que despeja la zona de cortex
o bien, cuando esto no es posible, se prepara mediante pequeñas extracciones. Cuando la morfología del
canto lo permite, se deja un plano de percusión cortical. Este plano de percusión es oblicuo con respecto
a la tabla del núcleo. Este hecho, junto a la curvatura
basal del mismo permite la explotación del débitage
laminar. La tabla del núcleo se dispone sobre el lado
más ancho del soporte.
Los núcleos presentan una morfología prismática
y una explotación unipolar. A partir de la lasca-laminar de entame se va abriendo la tabla mediante soportes semicorticales hacia tos flancos que se van reduciendo hasta el máximo de la anchura ofrecida por la
morfología esférica u ovalar del núcleo con lo que
queda configurada la tabla del núcleo. Los soportes
obtenidos mediante este tipo de explotación correspondería a hojitas o lasquitas laminares de no demasiada longitud y relativamente anchas.
La dinámica del débitage es semienvolvente y
unipolar como hemos comentado. Las cornisas parecen ser demasiado elaboradas antes de la extracción
de un soporte, esto lo certificarían tanto los núcleos
como los mismos soportes. Los soportes no son de
gran tamaño, presentan negativos paralelos y, en
muchos casos restos de cortex en los laterales. Este
hecho, puede indicar una búsqueda de la recurrencia
a base de ampliar la tabla y acondicionar el cintrado
del núcleo mediante este tipo de soportes "desbordantes". Aunque consideramos que el esquema de morfología prismática y gestión unipolar es el principal
en estos dos niveles de la cueva de El Castillo, no
debernos descartar otros esquemas de tipo raspadorcarenado y buril-carenado presentes en la colección.
La técnica empleada es la de la percusión directa con
dos modalidades: con percutor duro y blando.
173
balaga y Altuna 2000), los vestigios arqueológicos
son muy escasos.
Tras el estudio tecnológico realizado recientemente en Labeko Koba (Arrizabalaga 1995, 2000a) y
Cueva Morín (Maíllo Fernández 2003), podemos
afirmar que el esquema operativo más numeroso es
de concepción discoide, bajo el método unifacial con
superficies jerarquizadas: una como plano de percusión y la otra como plano de explotación. Dicha
explotación se realiza sobre todas las materias primas. El plano de percusión se realiza mediante una
preparación periférica cuya finalidad es lograr una
relación angular entre la superficie de lascado y de
percusión apta para el débitage. Los soportes obtenidos son los mismos que hemos descrito en el apartado anterior: de dirección cordal y centrípeta.
Desde un punto de vista cualitativo, los esquemas
operativos laminares resultan más interesantes y relevantes (Fig. 4). Dos son los métodos empleados: prismático unipolar y prismático bipolar. El primero de
ellos se realiza a partir de nódulos de morfología
cúbica en la que la preferencia para el inicio de explotación es la cresta de núcleo. A partir de aquí, la tabla
se abre hacia uno de los flancos, que son perpendiculares a ésta. Los soportes obtenidos son hojas rectilíneas, no muy espesas y con ligera curvatura distal. El
plano de percusión es liso y se produce mediante la
extracción de una lasca que prepara la superficie. Ésta
se reaviva durante el desarrollo del débitage.
Por su parte, el método prismático bipolar mantiene los mismos requisitos morfológicos que el anterior, pero con dos planos de percusión que son preparados de manera idéntica al anterior método. A partir
de éste se obtienen hojas de morfología rectilínea y
que son destinadas en su gran mayoría a la elaboración de puntas de Chatelperron. Se ha constatado en
algunos yacimientos chatelperronienses, como Rocde-Combe (Pelegrin 1995), corno uno de las direcciones de extracción era la principal, desde donde se
obtenían las hojas destinadas a confeccionar puntas
de Chatelperron, mientras que los soportes extraídos
desde el sentido opuesto tenían como función acondicionar el cintrado de la tabla. En los niveles chatelperronienses cantábricos no hemos podido discernir
esta modalidad de explotación.
5.2.3. Chatelperrozzie>'zse
Este tecnocomplejo tiene una presencia menor en
la región cantábrica. Tras su descubrimiento en Cueva Morín (González Echegaray y Freeman 1971), ha
sido identificado en unos pocos yacimientos en los
que, a excepción de Cueva Morín (Maíllo Fernández
2003, 2005) y Labeko Koba en el País Vasco (Arriza-
En los dos esquemas, la técnica empleada es la
percusión directa, tanto con percutor blando, como
duro. Esta última ha sido constatada en las fases finales de algunos núcleos.
En el nivel Chatelperron.iense de Cueva Morín no
existe una producción específica de hojitas ya que las
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la region cantábrica
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÏLLO FERNÁNDEZ
174
CUEVA MORIN 10: CHATELPERRONIENSE
ESQUEMA PRISMÁTICO BIPOLAR
Lámina de cresta
Punta de Chatelperrón
Hoja
CUEVA MORN 10: CHATELPERRONIENSE
ESQUEMA PRISMÁTICO UNIPOLAR
Flanco de núcleo
Cresta de núcleo
Hoja
Fisura 4. Esquema de la producción laminar del Chatelperroniense.
que aparecen en dicho nivel son obtenidas de manera
accidental durante la explotación de hojas.
5.2.4. Aurifiaciense arcaico
Se trata del tecnocomplejo mejor conocido, desde
un punto de vista tecnológico, de la transición Paleolítico medio-superior de toda la cornisa cantábrica.
La caracterización tecnológica la llevaremos a cabo a
partir de los estudios realizados en el nivel 16 de El
Castillo (Cabrera et al. 2002), en los niveles 9 y 8 de
Cueva Morin (Maíllo Fernández 2003), del nivel A
de Covalejos (Ortega et al. 2003) y del nivel VII de
Labeko Koba (Arrizabalaga 1995,
.
2000a).
El esquema operativo laminar más común en este
tecnocomplejo es el realizado a partir de núcleos de
morfología prismática de gestión unipolar (Fig. 5).
Una de las características esenciales es que existe un
continuum entre la producción de hojas y de hojitas a
partir de la reducción paulatina de estos núcleos prismáticos. Podemos afirmar que la búsqueda de hojitas
es el objetivo principal de la explotación laminar, a
tenor del material retocado. Los soportes empleados
como núcleos son cantos o fragmentos de morfología
cúbica. La mise en forme es sencilla. El inicio del
débitage se corresponde con soportes de tipo cortical,
existiendo una adecuación morfométrica previa del
soporte empleado con el tipo de explotación al que va
a ser sometido. Tan sólo si el volumen inicial es cúbico se emplean crestas antero-laterales. A partir de la
primera pieza cortical, la tabla se desarrolla en dirección a los dos flancos gracias a la extracción de lascas laminares. El plano de percusión se prepara
mediante la extracción de una tableta de núcleo que
genera una superficie lisa y ligeramente cóncava.
Dicha superficie se ve reavivada durante el transcurso del débitage mediante la extracción de nuevas
tabletas de núcleo o semitabletas.
El débitage presenta una gestión unipolar, en
donde observamos dos tipos de soportes cuya morfología está en relación con la localización de su
extracción en el núcleo, jugando ambos diferentes
papeles en la dinámica del débitage. Por un lado,
tenemos soportes de morfología rectilínea, con curvatura débil y los negativos de la cara dorsal paralelos y que son extraídos de la zona central de la tabla;
estos soportes corresponden a la producción predeterminada. Por otro lado, soportes de negativos convergentes y con cierta curvatura y robustez en su tercio distal y que poseen, en ocasiones, restos de cortex o plano natural en uno de sus laterales. La función de estos soportes es la de controlar el carenado
y el cintrado del núcleo.
La mayoría de los núcleos presentan una dinámica semienvolvente, pero existe algún caso en la que
ésta es envolvente. La bipolaridad se emplea poco y
en momentos finales de la explotación del núcleo. La
técnica empleada es la de la percusión directa con
percutor blando.
Existe una producción de hojitas a partir de otros
esquemas operativos como son el de tipo raspador
carenado y buril carenado. Son algo más comunes en
Castillo 16 y Labeko Koba VII, que en Cueva Morín
KOBIE (Serie Anejos n." 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURINACIENSES (50.000-27.000 BP)
AURIÑACIENSE ARCAICO DE CUEVA MORIN
PRODUCCIÓN LAMINAR
Hoja
auriñaeiense
~F
Hoja frontal
efectivos, el método empleado es el discoide unipolar
con las superficies del núcleo jerarquizadas.
5.2.5. Auriiiaciense antiguo
Hoja desbordante
Reducción
del núcleo
Ili
Hoja
retocada
Raspador
Hojita
intercalada
Hojita desbordante
Representado de forma muy amplia, desde un
punto cuantitativo y cualitativo, en las colecciones de
Cueva Morín (niveles 7 y 6) y Labeko Koba (niveles
IV, V y VI), que constituyen la base para esta síntesis
tecnológica.
Lo primero que podemos comentar, en relación
con el tecnocomplejo anterior, es la disociaciôn entre
la producción de hojas y de hojitas. Las primeras se
obtienen a partir de núcleos prismáticos de gestión
unipolar y las segundas a partir de núcleos del tipo
raspador-carenado. Pero estos dos esquemas, aunque
claros, permiten cierta permeabilidad, sobre todo
desde los núcleos de hojas, que en algún caso han
producido hojitas. Los núcleos de tipo raspador-carenado no son tan flexibles, ya que en muchos casos,
las condiciones métricas de los mismos son ya reducidas.
1-lojita Dufour
Hojita frontal
Figura 5. Esquema de la producción laminar del Auriñaciense arcaico.
9 y 8. Sin embargo, en todos los casos su peso específico en la producción laminar es muy limitado. En
el método de obtención de hojitas de tipo raspador-carenado, los soportes suelen ser lascas en los que la
explotación de hojitas se efectúa en sentido transversal al eje longitudinal y empleando la cara bulbar
como plano de percusión. La tabla suele estar marcada por una cresta o una muesca que prepara una arista lateral que guía la explotación de las hojitas. La
tablas suelen ser anchas y de morfología cuadrada o
rectangular lo que provoca que las hojitas sean, más
o menos curvas, pero sin torsión. En cuanto al método de tipo buril carenado, los soportes empleados
como núcleos son, generalmente, lascas. También se
emplea el eje transversal para dirigir la explotación.
Las tablas son proporcionalmente anchas de morfología rectangular, lo que genera soportes rectilíneos
pero con algo de torsión.
El débitage de lascas, a partir de esquemas operativos de concepción discoide, sigue teniendo una gran
importancia. De hecho, las lascas son los productos más
numerosos, tanto en los soportes brutos como entre los
retocados en algunos yacimientos (el 41,6% de los
soportes retocados de Morín 8 son lascas). En Cueva
Morín, en donde disponemos de la serie más amplia de
Las hojas obtenidas a partir de núcleos prismáticos
de gestión unipolar son relativamente anchas y de
negativos paralelos entre sí. Los núcleos de hojas son
escasos en los conjuntos estudiados, ya que estos son
tallados hasta su agotamiento y reconvertidos a otras
estrategias de explotación (poliédricos, núcleos amorfos, etc.). El inicio de la explotación se realiza a partir
de lascas-laminares corticales, aunque en ocasiones se
emplean las crestas de núcleo, aunque en menor medida. En cuanto a las modalidades de reavivado de los
núcleos, podemos comentar que destacan los de tipo
flanco de núcleo, frente a otras modalidades como la
neo-cresta, y que suele ser paralela su extracción al
sentido de la explotación laminar. La técnica empleada es la percusión directa con percutor blando.
La producción de hojitas es más variada, encontrando dos métodos. Ambos son los tipo prismático
de gestión unipolar y los de tipo raspador carenado.
Los núcleos de morfología prismática no son una
reducción de los de hojas, sino que son empleados,
exclusivamente, en la producción de hojitas. La
mayoría de ellos están realizados sobre tectoclastos
(Maíllo Fernández 2000) o sobre lasca. Los primeros
aprovechan, de manera general, el lado más ancho del
soporte, lo que desemboca en la obtención de hojitas
relativamente anchas sobre una tabla de morfología
rectangular. Por otro lado, en los núcleos cuyos
soportes son lascas, se aprovecha el extremo distal de
la misma para ubicar la tabla, siendo ésta de morfología triangular. Los soportes obtenidos son hojitas curvas y en algún caso con ligera torsión.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
176
VICTORIA CABRERA VALDÉS. ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA.
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI. Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNANDEZ
Los núcleos de raspador carenado se realizan también sobre lascas espesas y tectoclastos. La tabla se
ubica en el extremo distal, siendo la cara bulbar el plano de percusión. Este plano no se reaviva en el transcurso del débitage. La tabla suele ser corta y relativamente ancha. Los soportes obtenidos son hojitas de no
demasiada longitud (no más de 3 cm) y curvas, sobre
todo en su tercio distal. La torsión no representa una
característica de este conjunto. El inicio del débitage
se realiza mediante la extracción de lasquitas-laminares corticales que van despejando la tabla. Esta puede
definirse mediante una muesca lateral de tipo clactoniense (Lucas 1997). Las modalidades de reavivado
son variadas y han sido empleadas con profusión.
Destacan las lasquitas de reavivado de las muescas
laterales y las laquitas-laminares. La técnica empleada es la percusión directa con percutor blando.
La producción de lascas está constada en estos
niveles, pero su peso específico es más limitado. Los
esquemas de tipos discoide se mantienen de manera
casi testimonial. Pero otro tipo de lascas son buscadas. Nos referimos a las lascas espesas y corticales
destinadas a la elaboración de núcleos de tipos raspador carenado, como se ha constatado en yacimientos
como Brassempouy o Gato Preto (Bon 2002; Almeida 2001).
5.2.6. Auriñaciense evolucionado
Este tecnocomplejo es, quizás, el menos conocido
tecnológicamente de los que tratamos en este capítulo. Los resultados que aquí se exponen sólo pueden
ser tratados de manera provisional, ya que se están
realizando análisis tecnológicos de varios conjuntos
(El Otero, Hornos de la Peña, El Ruso).
Lo primero que debemos constatar es que sigue
existiendo una gran dicotomía entre los esquemas de
producción de hojas y de hojitas. Las primeras se
obtienen a partir de núcleos de morfología prismática
y gestión unipolar. Mientras, las segundas se obtienen
mediante esquemas operativos de tipo raspador carenado. En la producción de hojas podemos observar
como existe una producción de soportes que podemos
denominar grandes (siempre tomando la cornisa cantábrica corno referencia), ya que sobrepasan los seis
centímetros de longitud. Así, en el nivel 4 de El Otero, nos encontramos con dos tipos de hojas de estas
características. Por un lado, hojas anchas y espesas
que, aunque fracturadas se puede presumir en ellas
unas dimensiones considerables y, por otro, otras
hojas entre los siete y diez centímetros. No podemos
asegurar que se trate de una reducción métrica de los
núcleos o de dos métodos diferentes. Pero en ambos,
el inicio del débitage se realiza a partir de crestas
antero-laterales, ya que son perpendiculares al flanco
del núcleo Son numerosas las lascas típicas de preparación de crestas en las colecciones, así como de planos de percusión. Algunos de los núcleos presentan
dos planos de percusión y algunas hojas negativos
bipolares. Esto podría indicar un esquema operativo
bipolar, pero no lo creemos así. En ocasiones en los
núcleos unipolares, se genera un plano de percusión
opuesto que es empleado en caso de accidentes de
talla en la tabla. A favor de esta argumentación tenemos una hoja sobrepasada que presenta restos del plano de percusión opuesto solamente preparado, y algunas hojas bipolares con negativos de reflejados en su
cara dorsal. La técnica empleada en todo el proceso
es la percusión directa con percutor blando.
La producción de hojitas se realiza, de manera
principal, a partir de esquemas de tipo raspador carenado. Las modalidades de preparación son variadas.
La tabla, generalmente de morfología triangular, presenta una arista muy marcada y curva en la confluencia con uno de los flancos al menos. Esta arista curva
va a guiar la extracción de soportes que, debido a esta
curvatura y a su posición lateral, van a presentar curvatura y torsión, lo que representa una característica
esencial de las hojitas de este tecnocomplejo. Para
generar esta morfología triangular se llevan a cabo
una gran variedad de modalidades. De esta manera
encontramos núcleos con una gran muesca clactoniense en un lateral, o dos muescas, muesca en un
lateral y arista en el otro, aristas basales, etc.
Existen también esquemas operativos de tipo buril
carenado, pero su importancia en la economía lítica
es marginal. Generalmente, aprovechan el extremo
distal de una lasca espesa y la tabla se dispone de
manera transversal el eje de la pieza. Las tablas son
también triangulares y los soportes son similares a los
arriba comentados. Tanto en este esquema, como en
el anterior, la técnica empleada es la percusión directa con percutor blando.
La producción específica de lascas es muy marginal, aunque éstas están muy presentes en las colecciones, pero son procedentes de la preparación de los
núcleos laminares.
5.3. Tipología lítica y ósea
Aunque resulta ocioso recordarlo, no debemos
olvidar que aunque falten análisis de tipo sedimentario, palinológicos, faunísticos, etc, siempre está presente el estudio de la industria lítica.
También debemos señalar que está pendiente de
valoración el efecto distors.ionador introducido por el
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
177
empleo de diferentes métodos de clasificación tipológica en estas colecciones. El apriorismo que supone la selección de la lista tipológica de F. Bordes
(1961) o D. Sonneville-Bordes y J. Perrot (1954,
1.9.55, 1956) enfatiza, quizás artificialmente, la ruptura entre el Paleolítico medio y el superior (para
ahondar más en esta problemática ver González
Echegaray y Freeman 1971). La utilización de la
Tipología Analítica, con un mismo criterio para clasificar colecciones de Paleolítico medio y superior,
da una visión de mayor continuidad para este
momento de transición (Laplace 1966b; Laplace y
Sáenz de Buruaga 2002-2003).
Los conjuntos que podemos encuadrar dentro de
lo que denominamos "Musteriense Final" están compuestos por una serie de piezas retocadas que impiden
realizar un análisis unitario debido a la variabilidad
de las colecciones. Así, podemos encontrar conjuntos
clasificados como Musteriense de denticulados
(.Morin 11 y 12, La Flecha 5, El Conde D), o Charetiense tipo Quina (El Castillo Unidad 20', Esquilleu
XI, Axlor B, C y D), o Musteriense Típico, todo un
cajôn de sastre para algunos investigadores (Vega
Toscano 1988), como en el caso de Esquilleu IX o los
niveles de Covalejos, o Musteriense Cantábrico como
el Esquilleu III.
5.3.1. Musteriense Final
Como es de esperar en el Musteriense de denticulados está muy representado este tipo de piezas retocadas. En el resto, destacan las raederas sobre el resto de piezas retocadas. En el Musteriense Quina destacan las raederas confeccionadas mediante esta técnica de retoque escaleriforme, pero que pueden o no
estar asociadas al débitage tipo Quina, mientras que
en el Musteriense típico (cantábrico o no) son las raederas confeccionadas mediante retoque simple las
que prevalecen, sobre todo las simples frente a las
dobles.
El Musteriense resulta uno de los tecnocomplejos
más difíciles de definir, ya que a cierto polimorfismo
debemos añadir una crisis muy seria en sus sistemas
de análisis y definición, lo que incorrectamente se
denominó "sistema Bordes" (Vega Toscano 2001).
Hoy día, las facies musterienses han dejado de ser
una herramienta interpretativa y, tan sólo, son una
herramienta descriptiva.
Algunos conjuntos del Musteriense Final, como la
Unidad 20 de El Castillo o la secuencia superior del
Musteriense de Cueva Morín y El Pendo presentan
hendedores, lo que llevó a F. Bordes a plantear la
existencia de una facies nueva denominada Vasconiense (Bordes 1953) y Musteriense de tradición
Achelense para otros (Freeman 1964). Esta ,facies
estaba caracterizada por la aparición de hendedores
sobre lasca y cuya ubicación geográfica sería la zona
oriental de la cornisa cantábrica y el País Vasco continental (ya que también se encuentra en Abri Olha I
y II y Gatzarria). Sin embargo, un estudio más profundo de la realidad tipológica de estos conjuntos llevó a desestimar tal apelación, siendo los hendedores
un elemento más del conjunto a tener en consideración, pero no el elemento discriminante del mismo
(Cabrera Valdés 1983).
Grupo Tipológico
18c
18b
Raspadores
Perforadores
26
7,4
6,25
Buriles
Piezas de dorso
5,5
7,5
0,4
Truncatura
1,2
9,1
Hojas retocadas
8
Sustrato
Dufour
49
0,6
7,5
43,75
20
Hemos hecho alusión, a la hora de describir la tecnología lítica, a que existían algunos esquemas de
obtención de hojitas en algunos yacimientos de la
región cantábrica como El Castillo, Morín, Covalejos
o La Viña. Sin embargo, entre el material retocado
apenas disponemos de este tipo de soportes. Sólo en
El Castillo y Morin, encontramos hojitas retocadas
(Fig. 6), algunas con retoque semiabrupto (Cabrera et
al. 2000; Maíllo Fernández 2001; Sánchez Fernández
2005). En este sentido, sí podemos observar una tendencia a la laminaridad en la elección de soportes
para ser retocados corno ocurre en los niveles IVc y
IVa de Lezetxiki (Arrizabalaga 1.995), en donde algunos raspadores se realizan sobre hoja (Baldeón 1.993).
5.3.2. Auriñaciense de Transición
Este tecnocomplejo está definido, por el momento, en la Unidad 18 de El Castillo, en los niveles 18b
y 18c (Cabrera et al. 2001). Ambos niveles presentan
una composición tipológica muy similar (Cuadro 2).
El conjunto está dominado por las piezas de sustrato
(sobre todo las raederas), aunque lo más destacado
son las piezas de tipo Paleolítico superior. Los raspadores son bastante más abundantes que los buriles:
20% en el 18b y 26% en el 18c, mientras que los buri1
Cuadro 2. Grupos tipológicos del nivel 18 de El Castillo.
Nos referimos al trabajo realizado por V. Cabrera (1984), en la
actualidad la Unidad 20 ha sido excavada y se ha dividido en
cuatro niveles actualmente en curso de estudio.
KOBIE (Serie Anejos n." 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
178
VICTORIA CABRERA VALDÉS. ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA.
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ
sino que lo valorarnos en su justa medida, como un
elemento más a añadir, puesto que existen otros
como las estrategias de caza (Pike-Tay et al. 1999)
y, sobre todo, las evidencias de industria ósea y de
manifestación simbólica que serán puestas en valor
más adelante.
La industria ósea es muy escasa, pero significativa. En el nivel 18c disponemos de dos fragmentos
distales de azagayas sobre asta de ciervo, de un
anzuelo sobre fragmento óseo similar a los aparecidos en los niveles auriñacienses de Castanet (Averbouth y Cleyet-Merle 1995), de un punzón sobre
esquirla ósea además de algunas piezas con incisiones y grabados, tanto en el nivel 18b como en el 18c.
Esta industria ósea pondría en relación estos niveles
con la Unidad 18 estudiada por V. Cabrera y el lote de
diez azagayas aparecidas en las excavaciones de
Obermaier (Cabrera Valdés 1984).
2
f
~~
4
5
5.3.3. Chatelperroniense
Como ya se ha comentado, los conjuntos chatelperronienses son muy escasos en la cornisa cantábrica, tan sólo Ekain X; Labeko Koba IX y Cueva Morín
8
9
Figura 6. Útiles retocados del nivel 20e (Musteriense final) de El
Castillo (según Sánchez 2005).
les presentan porcentajes más bajos (5,6% y 7,5%).
Entre los raspadores destacan los de tipo auriñaciense (carenados, en hocico espeso y nucleiformes), que
representan el 18,6% en el 18c y el 9,5% en el 18b en
relación con todo el conjunto retocado. Los soportes
sobre hojitas no son muy numerosos, tan sólo contamos con una hojita Dufour en el nivel 18c (Fig. 7).
El conjunto lítico del Auriñaciense de Transición
está dominado por una tecnología que podríamos
denominar "musteriense", como ya hemos comentado en otro epígrafe de este trabajo. Lo realmente
significativo de la industria lítica es que sobre estos
soportes de tipo musteriense se realizan piezas de
tipo Paleolítico superior. Este comportamiento no es
nuevo, en numerosos yacimientos musterienses se
hallan piezas como raspadores o buriles, sin embargo, no en la proporción y variedad que encontramos
en los niveles 18b y 18c de El Castillo. Pero, no consideramos a la industria lítica como el componente
diferenciador con respecto a la tradición anterior,
c:\
Figura 7. Útiles retocados y producción laminar de la Unidad 18 de
El Castillo (Auriñaciense de Transición).
KOB1E (Serie Anejos n." 8), año 21)04. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
1.0 deben ser tenidos en cuenta a la hora de caracterizar este tecnocomplejo, y el primero de los yacimientos simplemente de manera testimonial. Otros yacimientos, como La Güelga, El Cudón, Polvorín, Venta Laperra, El Pendo deben ser puestos en cuarentena
debido a lo escaso de sus efectivos líticos, lo provisional de sus resultados o lo problemático de su depósito (Arrizabalaga 1995; Menéndez et al. 2001,
2005). Otros, directamente descartados como el caso
de A Valiña (Fernández 2000-2001).
El morfotipo más significativo de este tecnocomplejo, la punta de Chatelperron, se encuentra en muy
baja proporción en las series estudiadas. Lo mismo
ocurre con las piezas de dorso que en Morïn 10 representan el 4%. Debemos comentar que en otros yacimientos con menos efectivos líticos, como pueden ser
Labeko Koba IX y Ekain X. este tipo de piezas son
muy numerosas. Así en Labeko Koba IX, de doce
piezas retocadas, tres son puntas de Chatelperron y
tres son hojitas de dorso. En Ekain X de seis piezas
retocadas, dos son puntas de Chatelperron, una es una
microgravette y también existe una pieza de dorso
total. Por lo que pese a su escasa cantidad de efectivos, estos conjuntos son significativos (Fig. 8).
En cuanto al resto de elementos tipológicos, debemos comentar que no hay raspadores sobre hoja. Que
los buriles se hallan en menor proporción que los raspadores y que las piezas de sustrato son importantes
en el conjunto, así en Morín representan casi el 54%
de los útiles retocados. En relación a este hecho, algunos autores (Rigaud 2001) argumentan que la aparición de piezas de sustrato en porcentajes amplios está
ligado a procesos postdeposicionales en aquellos
yacimientos con niveles musterienses subyacentes,
ya que en los que no presentan dichos niveles musterienses el porcentaje de piezas de sustrato es poco
significativo. En este sentido queremos comentar que
algunos yacimientos sin niveles musterienses subyacentes, presentan porcentajes importantes de piezas
de sustrato como Les Tambourets con un 18% (Bricker y Laville 1977) y Roc-de-Combe 8 con casi la
misma proporción (Pelegrin 1995).
La industria ósea es muy escasa en el Chatelperroniense, en donde debemos destacar el impresionante
conjunto del nivel X de Arcy-sur-Cure (Leroi-Gourhan y Leroi-Gourhan 1964). En el. Chatelperroniense
de la cornisa cantábrica sólo en el nivel IX de Labeko Koba encontramos restos de industria ósea, se trata de un fragmento distal de azagaya de sección ligeramente aplanada u oval. Además, algunos útiles que
entran dentro de lo que se denomina industria de hueso poco elaborada, como una escotadura retocada
sobre tibia de caballo, una esquirla con retoque y una
4
179
14
6
13
11
14
Figura 8. Útiles retocados del Chatelperroniense de Cueva Morin.
lasca ósea. Además de cinco bases de asta de desmogue de Megaceros interpretados corno percutores
(Mujika 2000).
Algunos autores han clasificado el Chatelpenoniense cantábrico como atípico (Carrión 2002) al
carecer del número de puntas de Chatelperron que
existen en otros yacimientos franceses denominados
clásicos como Quinçay (nivel En) con un 34,9 % de
puntas de Chatelperron o Roc-de-Combe 8 con un
35% (Lêveque 1993; Pelegrin 1995). Sin embargo,
aún reconociendo que las puntas de Chatelperron son
discretas en las colecciones cantábricas, están en
armonía con otros yacimientos chatelperronienses
más próximos como Gatzarria Cjn3 con un 1,2%, y
Les Tambourets con un 3,28% (Laplace 1966a; Sáenz
de Buruaga 1991; Bricker y Laville 1977). Por tanto,
no deberíamos hablar de un chatelperroniense atípico, sino que, tal vez, la poca aparición de puntas de
ChatelpelTón en los conjuntos se deba a elementos,
que aunque desconocidos por el momento, presentan
un marcado carácter regional (cornisa cantábrica y
norte de los Pirineos). Además, este hecho está ligado a un bajo empleo del débitage prismático bipolar
en todas las colecciones.
KOBIE (Serie Anejos n." 8). año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAILLO FERNÁNDEZ
180
5.3.4. Auriñaeiense arcaico
Este tecnocomplejo no dispone de demasiadas
colecciones en la región cantábrica: Morín (niveles 9
y 8), Labeko Koba (nivel VII), Covalejos (nivel A),
Castillo (nivel 16) y, tal vez, los niveles XIII y XIII
inf del abrigo de La Viña (González Echegaray 1971,
1973; Maíllo Fernández 2003; Arrizabalaga 1995;
Arrizabalaga y Altuna 2000; Ortega et al. 2003;
Cabrera et al. 2002; Fortea 1995). El Aurifiaciense
arcaico, Protoauriñaciense, etc, presenta una importante coherencia interna entre las series estudiadas,
sobre todo, entre las más abundantes (Morín 9 y 8 y
Labeko Koba VII). La primera sistematización
moderna de este tecnocomplejo en conjunto fue la
realizada por uno de nosotros (Bernaldo de Quirós
1982) y, excepto la división interna de sus facies,
puede ser mantenida en sus puntos esenciales. En ese
trabajo se planteaba la posibilidad de dos facies en el
seno de este tecnocomplejo: una facies Morin con
abundantes hojitas Dufour y una facies Pendo con
total ausencia de éstas. En la actualidad, pensamos
que la facies Pendo debe ser omitida, en parte por la
cuarentena a la que se ha sometido a la integridad del
yacimiento (Hoyos y Laville 1982), en parte, por la
coherencia que presenta con Cueva Morín si se omite este elemento.
Siguiendo los índices planteados por SonnevilleBordes (Sonneville Bordes y Perrot 1953), en todas
las series prevalece el GA frente al GP, excepto en
Labeko Koba, sin duda, debido a la no inclusión de
algunos morfotipos, como las hojitas Dufour, en la
definición del índice del Grupo Auriñaeiense (Arrizabalaga 2000a). En cuanto a los morfotipos, sin duda,
el más característico es la hojita Dufour. Ésta se
encuentra en porcentajes importantes en muchos de
los conjuntos con corpus numéricos publicados
(Cuadro 3). Estas Dufour son, en su mayoría, catalogadas dentro del subtipo Dufour- (Demars y Laurent
1989) y se caracterizan por ser de perfil rectilíneo,
ligeramente curvas y no presentar torsión (Fig. 9).
Morin 9
Morin 8
Dufour
6,8
19,9
Hojas auriñacienses
1,2
1,7
18,79
24,8
Retoque lateral
LK VII
45,14
1,12
16
Carenados
4,2
7,9
0,79
Buriles
2,14
5,4
5,5
24,7
7,3
Sustrato
44
Cuadro 3. Índices tipológicos del Auriñaeiense arcaico.
4
2
3
~
8
7
6
12
CD Hi)
CI)
16
t
17
Figura 9. Útiles retocados del Auriñaeiense arcaico de Cueva Morin.
Los raspadores son más numerosos que los buriles
y destacan, entre los primeros los de tipo carenado,
aunque su peso en el total de las series retocadas es
variable. En este caso presentan frentes anchos y son
considerados como núcleos de hojitas. Las hojas auriñaciense están presentes de manera discreta (no
sobrepasando el 2 %). Debemos destacar el papel que
representan las piezas con retoque lateral en uno o
dos lados con porcentajes muy elevados (> del 15 %).
Por último tenemos que constatar la importancia en
algunos conjuntos de las piezas de sustrato (raederas,
denticulados y muescas). Así, Cueva Morín presenta
porcentajes muy elevados (44% en el nivel 9 y 24
en el 8), mientras que en Labeko Koba VII son más
discretos (± 7%). Por último, el conjunto de buriles
no presenta un peso muy importante en las series analizadas, no llegando en ningún caso al 6%, y siendo
más numerosos los diedros que los buriles sobre truncadura, excepto en Labeko Koba VII, donde las truncaduras presentan un porcentaje importante en el conjunto.
La industria ósea, dentro de la tónica cantábrica,
es muy escasa. Así, en Cueva Morín (nivel 9) dispo-
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
nemos de un fragmento distal de azagaya aplanada en
muy mal estado de conservación (González Echegaray 1971a), otra punta de azagaya sobre asta en Castillo 16 (Tejero et al. 2005) y en Labeko Koba (nivel
VII), en donde se hallaron tres fragmentos (uno
mesial y dos distales) de azagayas de sección aplanada, dos punzones, seis compresores-cinceles y tres
fragmentos óseos con incisiones (Mujika 2000).
2
Con todo esto, los conjuntos analizados dentro del.
Auriñaciense arcaico tienen su relación más próxima
con los vecinos yacimientos de Gatzarria (niveles
Cjn l y Cjn2) y del nivel C4d de Isturitz, ambas en el
País Vasco continental (Laplace 1966a; Sáenz de
Buruaga 1991; Turq y Normand 2005; Normand
2002). Ampliando el marco geográfico también se le
puede relacionar con el Auriñaciense arcaico del arco
mediterráneo, tanto peninsular con yacimientos como
el nivel H de L'Arbreda o Reclau Viver (Ortega et al.
2005; Soler 1999), como francés e italiano con yacimientos como La Laouza 2b, Esquicho Grapaou, Rainaude o la más alejada Arcy-sur-Cure (Bazile y
Sicard 1999;
.
Bon y Bodu 2002; Onoratini 1986,
2004).
Desde un punto de vista historiográfico, este tecnocomplejo se ha definido por su industria ósea, más
concretamente por la azagayas de base hendida.
Como todos los tecnocomplejos paleolíticos, el Auriñaciense antiguo fue definido para el Perigord francés
y su traslación a la Península Ibérica obligó a una
serie de transformaciones. Lo más destacado es que
en la cornisa cantábrica no encontrarnos las dos, facies
detectadas en la región francesa (Sonneville-Bordes
1966), nos referirnos a las facies Castanet y Ferrasie.
La primera, caracterizada por la casi ausencia de buriles y la abundancia de raspadores y de hojas retocadas. La segunda se identificaba por la presencia de
raspadores auriñacienses en proporciones elevadas y
de buriles (pero siempre en menor número que los
raspadores), así como por lo escaso de las hojas auriñacienses (Fig. 10).
LK4
Morin 7
Morin 6
Dufour
9
0,3
2,3
3,34
Hojas auriñacienses
4,4
6,6
1,4
3,1
21,3
14,5
I 1,6
1 1 ,9
5,4
10,7
16,8
17,5
16,2
15,5
28,6
24,1
Retoque lateral
Carenados
Sustrato
3
6
8
9
Figura 10. Útiles retocados e industria ósea del Auriñaciense antiguo
de Labeko Koba.
5.3.5. Auriñaciense antiguo
LK 5
181
Cuadro 4. Índices tipológicos del Auriñaciense antiguo.
En la cornisa cantábrica, debernos hablar de un
auriñaciense antiguo genérico, sin facies internas
(Cuadro 4). Los conjuntos con mayor número de
efectivos son Cueva Morín 7 y 6; Labeko Koba 5 y 4;
mientras que Polvorín I y El Conde (niveles A y B)
han de ser tomados con mayores reservas debido a la
fecha de la excavación en la primera y lo excepcional
de su colección la segunda. Se caracteriza por un
aumento de los raspadores carenados y espesos, aunque de manera discreta y un descenso, aunque parezca paradójico, del material sobre hojita, sobre todo la
hojitas Dufour-, las cuales son muy escasas, sólo en
Labeko Koba V representan el 9%, lo que significa el
porcentaje mayor de los estudiados. Para su excavador, este nivel estaría dentro del Auriñaciense antiguo, pero con elementos de la tradición anterior
(Auriñaciense arcaico) del nivel VII como sería la
presencia importante de hojitas Dufour (Arrizabalaga
2000a). Las hojas auriñacienses aumentan en relación
con el Auriñaciense arcaico, aunque de manera
moderada, sólo en Labeko Koba IV llega al.6,6%. La
presencia de buriles es discreta en todas las serie, destacando los diedros sobre los realizados sobre truncadura.
La industria ósea del Auriñaciense antiguo está
caracterizada y definida por la azagaya de base hendida, sin embargo, muchos de los yacimientos de este
momento localizados en la cornisa cantábrica carecen
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
182
VICTORIA CABRERA VALDÉS, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNÁNDEZ
de industria ósea. Destacan el conjunto de Polvorín I
con al menos tres azagayas de base hendida, Labeko
Koba VI con un ejemplar de sección aplanada sobre
asta y otra de sección biconvexa en el nivel V del
mismo yacimiento, y las halladas en el nivel. B de
Covalejos. Además de las azagayas de base hendida,
podemos hablar de otra serie de elementos catalogados como industria ósea, tales corno un ápice de azagaya de sección subcircular en el nivel V de Labeko
Koba y un fragmento mesial de azagaya sobre asta de
sección aplanada-subrectangular. Con ellos, aparecieron en todos los niveles de este yacimiento numerosas esquirlas óseas empleadas corno retocadorescompresores, así como un alisador sobre costilla, una
pieza intermedia y un fragmento de varilla decorada
en el nivel IV como elementos más destacados (Mujika 2000).
Como ya hemos comentado, la azagaya de base
hendida ha sido empleada corno elemento diferenciador y clasificador del Auriñaciense antiguo. Sin
embargo, hemos podido comprobar en lo últimos
años, como puede aparecer en otros contextos. Nos
estamos refiriendo a su aparición dentro de colecciones que corresponden al Auriñaciense arcaico, en este
sentido disponemos del ejemplo de l'Arbreda en
Girona (Maroto et al. 1996), y en la región cantábrica puede citarse la azagaya de base hendida hallada
en el nivel XIII de La Viña (sector occidental), cuyo
conjunto lítico podría corresponder a un momento
anterior al Auriñaciense antiguo (Fortea 1995). Ya
hemos comentado en varias ocasiones (Maí110 Fernández 2002; Bon et al. 2006) que debemos de ser
algo más laxos a la hora de interpretar el utillaje óseo
y lítico de un conjunto arqueológico, para no caer en
postulados ultratipologistas que obligan a perder la
perspectiva de conjunto.
Interesante resulta la evolución de las piezas de
sustrato en las diferentes colecciones. En algunas
corno Morín 7 y 6 el porcentaje desciende en relación
con el Auriñaciense arcaico, mientras que en Labeko
Koba V y IV aumenta considerablemente. Caso aparte merecen los casos de Lezetxiki III, con gran número de piezas de sustrato y de retoque lateral o de los
niveles A y B de el Conde, donde encontramos un
69,5% y 63,3 % respectivamente, sobre todo de denticulados, lo que para algunos investigadores representa una alteración de carácter post-deposicional
(Bernaldo de Quirós 1982). Sin embargo, pensarnos
que tanto Lezetxiki III, como Conde A y B son conjuntos que podemos denominar Auriñacienses poco
definidos, anteriores tanto al Auriñaciense arcaico
como al Auriñaciense antiguo tal y como aquí ha sido
definido, y en los que los elementos de tradiciones
anteriores están muy presentes.
5.3.6. Auriñaciense evolucionado
Este tecnocomplejo es, sin duda, el más difícil de
definir tipológicamente. Varios son los problemas
que plantea su localización en la cornisa cantábrica.
El primero es el escaso número de yacimientos que
pueden ser encuadrados en el Auriñaciense evolucionado, el segundo la escasez de evidencias líticas que
contienen dichos niveles o lo poco característico de
su industria, como ocurre en Cofresnedo 4.3 o El
Ruso IV, cuya dataciôn ha servido para encuadrarlos
en este tecnocomplejo (Ruiz y Smith 2003). El tercero es la fecha de excavación de algunas series de referencia como Hornos de la Peña o Cierro. Por último,
la propia idiosincrasia de este tecnocomplejo y la
amplia variabilidad interna de sus industrias, lo que
hace muy difícil una sistematización homogénea del
mismo (Bernaldo de Quirós 1982; Barandiarán et al.
1996).
En líneas generales, el Auriñaciense evolucionado
se puede caracterizar por una mayor presencia de los
raspadores sobre los buriles, aunque estas diferencias
deben ser matizadas: en algunas series como Hornos
de la Peña, Otero 6, Cierro VII y VI esta diferencia es
muy marcada, en otros casos corno Morín 5inf u Otero 4 ambos porcentajes son más similares, y en uno
(Otero 5) los buriles sobrepasan a los raspadores
(aunque las evidencias líticas de este nivel son muy
escasas). Entre .los raspadores, baja la presencia de
los carenados que van a presentar frentes triangulares
y son más numerosos los raspadores planos en hocico (Fig. 11). Entre los buriles, siguen destacando
ampliamente los diedros sobre los realizados sobre
truncadura, algunos de ellos de tipo busqué como en
La Viña XI (Fortea 1992). Las hojas auriñacienses
están más presentes que en momentos anteriores,
pero su proporción, salvo en Hornos de la Peña y Otero 4, no sobrepasa del 5%.
La industria sobre hojitas, sobre todo la presencia
de hojitas Dufour-, es muy escasa en las colecciones
excavadas en fechas más recientes como La Viña,
Antoliñako Koba o El Otero. Este hecho, contrasta
vivamente con otras industrias francesas del mismo
tecnocomplejo en cuyas series son muy abundantes
las hojitas Drfour-, como Pataud 8 o Le Flageolet I
(Chiotti 1999; Lucas 2000).
Las piezas de sustrato (raederas y denticulados)
son poco importantes en las series estudiadas, excepto en Antoliñako Koba (niveles Lmbk y Smb), ya que
caracterizan la colección lítica (Aguirre 2001, 64).
La industria ósea es, también, poco abundante. Se
caracteriza por la azagayas losángicas (halladas en
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
183
este sentido, para muchos autores, la llegada de los
humanos modernos traería consigo el ritual del enterramiento a Europa de una manera habitual (Mellars
2004). Sin embargo, el comportamiento funerario no
es una actividad o un rito típico o exclusivo de los
humanos modernos venidos desde el este, sino que está
también atestiguado en las sociedades del paleolítico
medio, tanto de Próximo Oriente, como de Europa.
12
C) 13
(::),
14
Figura II. Útiles retocados e industria ósea del Auriñaciense
evolucionado (según González Echegaray 1971).
Otero) o las fusiformes y aplanadas de Morín (nivel 5
inf), en el Ruso IVb encontramos también un conjunto de industria ósea variado como una azagaya de
base rebajada, otra con aplastamiento central y varios
fragmentos de sección circular. Otros elementos relevantes son una espátula sobre costilla en el mismo
nivel de El Ruso, y una serie de colgantes sobre caninos atrofiados de ciervo y de carnívoros (Otero,
Ruso) y sobre concha en El Ruso y Cofresnedo
(Muñoz 1991; Ruiz y Smith 2003).
Con todo, nos encontrarnos ante un tecnocomplejo de difícil definición tanto por las propias industrias
como por las características propias de las mismas,
las cuales pueden responder a situaciones que, por el
momento, no llegamos a concretar como condicionantes geográficos, económicos o tradicionales.
6. COMPORTAMIENTO SIMBÓLICO Y
PRIMERA ACTIVIDAD GRÁFICA
6.1. Primeros testimonios de comportamiento
funerario
El enterrar a los muertos es uno de los comportamientos habitualmente atribuidos a los humanos. En
En la Cornisa Cantábrica sólo tenemos un yacimiento con evidencias funerarias para los momentos
que nos atañen. Se trata de Cueva Morín, en donde se
pusieron en evidencia los restos de, al menos, cuatro
sepulturas (Freeman y González Echegaray 1973). Se
tratan de cuatro sepulturas con fosa excavada sobre
los estratos musterienses. De los cuatro, sólo Morín I
y Morín II están completas, ya que las otras dos
(Morín III y Morín IV) fueron severamente mutiladas
en el transcurso del enterramiento de los individuos
de las dos primeras. Lo excepcional de estas sepulturas es que los restos de la inhumación no son restos
orgánicos, sino pseudomorfos de sedimento fino de
carácter arcilloso, los cuales formaron un molde, parcialmente deformado por el propio peso de los sedimentos, de los cuerpos humanos. La explicación a
este proceso es que en ciertas condiciones de elevada
humedad y temperatura, los tejidos de un cuerpo se
convierten en "grasa calavérica" o adipocira.
Morín I y II presentan sendas fosas y túmulo. En
ambos casos presentan un pequeño pozo comunicado
con las fosas mortuorias. Presentan, además, pseudomorfos de posibles ofrendas animales (Freeman y
González Echegaray 1973).
Su interpretación cultural plantea serias dudas.
Aunque se asignó en un primer momento al Auriñaciense arcaico, la ausencia de la parte superior de la
estratigrafía (mutilada por las excavaciones de J. Carballo y el Conde de la Vega del Sella), junto con las
dataciones obtenidas en hogares situados en la parte
superior de los túmulos, muy coherentes entre sí,
hace que seamos cautos a la hora de interpretar dicho
conjunto.
En cuanto a la especie humana sepultada en las
diferentes tumbas de Cueva Morín, huelga decir que
fueron, sin duda, asignadas al Homo sapiens sapiens,
ya que en los años de su descubrimiento estaba más
que asumido que el Paleolítico superior era obra de
éstos. Sin embargo, hoy en día, con la ausencia total
de humanos modernos hasta cerca del 30.000 BP
(Garralda y Vandermeersch 2004) y los matices que
tiene la transición entre el Paleolítico medio/superior
en la región cantábrica, como vemos en este capítulo,
ponemos en cuarentena aquella conclusión.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), afilo 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
184
VICTORIA CABRERA VALDES, ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA.
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTTI. Y JOSÉ MANUEL MAILLO FERNÁNDEZ
"simbólicos" parte de la capacidad de los "investigadores modernos" en su reconocimiento como tal, que
se complica por el hecho de sólo contar con materiales perecederos (las discusiones sobre el valor del
ocre y como se utilizaba son buena prueba de ello).
Es por esto que en los últimos años se está valorando
la presencia de materiales "no utilitarios", es decir,
que no se puedan explicar por otras causas, como
soporte para poder hablar de elementos "simbólicos".
Figura 12. Concha musteriense de Lezetxiki (Foto A. Arrizabalaga).
6.2. El inicio de la actividad gráfica. Diversos
soportes, distintas técnicas, diferentes expresiones
La presencia de evidencias artísticas durante estos
momentos es un aspecto de gran importancia, pues va
a ser precisamente su presencia, uno de los caracteres
definidores del Paleolítico superior en contraposición
con su ausencia'durante el Paleolítico medio. La existencia de un comportamiento complejo ha sido considerada corno uno de los factores que permitieron a los
humanos modernos "triunfar" sobre los grupos neanderthales. Sin embargo, éste es quizás uno de los
aspectos más elusivos en la investigación prehistórica, ¿como identificar estos comportamientos? El uso
del ocre como elemento de comunicación en forma
de decoraciones corporales ha sido reconocido dentro
de la parafernalia neanderthal (Hovers et al. 2003).
Pero, sin embargo, otros elementos como los huesos
con marcas no tienen el mismo consenso, dada su
rareza en el registro anterior a los humanos modernos. El problema principal viene de la propia atribución de "simbólico" que sobredimensiona la presencia de estos elementos en el contexto del Paleolítico
superior. El carácter de "simbólico" hace referencia a
su uso corno instrumento de comunicación entre los
individuos de un determinado grupo y, por tanto, a su
valor como factor aglutinador del mismo, lo que
redundaría en beneficios organizativos por parte de
los humanos modernos que estarían en la base de su
supervivencia. El problema parte, precisamente, de
ese carácter de "simbólico". Por definición, los elementos simbólicos parten del acuerdo entre el emisor
y el receptor de los mismos, son arbitrarios y sólo se
pueden identificar si conocemos el carácter del acuerdo establecido y es, precisamente éste, el que desconocemos. En general, la identificación de elementos
Desde un tiempo a esta parte, se han producido
hallazgos en diversos niveles del Musteriense final de
materiales que entran dentro de esa clasificación de
"no utilitarios", como son las conchas de los niveles
III y IVc de la cueva de Lezetxiki (Arrizabalaga,
2006). Se trata de conchas pulimentadas y con posibles huellas de preparación para su uso suspendidas
(Fig. 12). Otro ejemplo de esto sería el empleo de
ámbar en algunos yacimientos auriñacienses como
Cueva Morín, El Pendo, Labeko Koba, Gatzarria e
Isturitz, con lo que debemos valorar la hipótesis de
cierto carácter regional en este tipo de comportamientos y usos.
Otro elemento "simbólico" procede del nivel 21
de la cueva de El Castillo. Se trata de un canto de
cuarcita de aproximadamente 5,7 cm de largo que
presenta en su cara exterior una línea formada por
cuatro puntos piqueteados con un quinto situado encima y en la parte central de la línea (Cabrera Valdés et
al. 2004). Las características de los piqueteados
excluyen cualquier interpretación funcional, tanto por
su situación como por su morfología, lo que obliga a
admitir su carácter artificial y, por lo tanto, a considerar la pieza dentro de la problemática del origen del
"simbolismo" (Fig. 13).
Figura 13. Canto con puntuaciones de El Castillo (Foto F. Bernaldo de
Quirós).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
Los diferentes niveles de la Unidad 18, atribuida
al Auriñaciense de Transición nos han aportado
diversas piezas cuyo carácter artificial nos permiten
incluirlas aquí. Entre los efectivos recuperados destaca la presencia de utensilios de diversas tipologías así
como elementos de arte mueble.
El nivel 18c, datado aproximadamente en 40.000
BP, presenta un fragmento distal de cincel en el que
se observan una serie de incisiones cortas y rectilíneas situadas en el borde izquierdo de la cara superior
y orientadas de manera transversal con respecto al eje
longitudinal de la pieza (Cabrera et al. 2001). También encontramos un fragmento mesial de metápodo
de ungulado que presenta una serie de incisiones en la
cara superior. Las incisiones están constituidas por
tres marcas profundas de contorno irregular dispuestas dos de ellas paralelas entre sí y perpendiculares
respecto al eje longitudinal de la pieza, mientras que
la tercera se desarrolla en dirección oblicua y divergente con respecto a las anteriores (Cabrera y Bernaldo de Quirós 1999). Más interesante es un fragmento
óseo aplanado que presenta trazos pintados en su cara
superior. Dichos trazos configuran una representación figurativa que ha sido interpretada como una
cabeza de animal orientada hacia el flanco derecho
del fragmento óseo conservado. Mediante análisis de
composición por SEM hemos detectado la presencia
de grafito natural. El nivel I 8b, datado en 38.500 BP
presenta varias piezas, destacando el fragmento proximal de un hueso hioides, posiblemente de Cervus
elaphus, con decoración de trazos grabados y pintados en su cara superior (Cabrera et al. 2001). La
decoración está constituida por trazos grabados y pintados en negro que conforman lo que se ha interpretado corno la pata delantera de un animal (Fig. 14).
La identificación de los pigmentos que componen los
trazos pintados ha revelado la presencia de manganeso, lo que nos permite proponer que se realizó con un
lápiz de este mineral, cuya incisión dejó las marcas
presentes en su interior (Tejero et al. 2005).
185
Isturitz, estas últimas ubicadas en el País Vasco continental.
Dentro de la categoría de huesos con marcas debemos citar un fragmento de metacarpo de cérvido, que
presenta una serie de incisiones que presentan sección en "V" y se disponen paralelos entre sí en dirección transversal al eje longitudinal de la pieza. La
ubicación de dichos trazos sobre la superficie epifisaria no parece responder a patrones de descarnado, por
lo que, por el momento, se ha incluido en la categoría
de elementos óseos incisos sin una finalidad práctica
aparente. Estas piezas se pueden poner en relación
con otras aparecidas en las excavaciones de Obermaier con incisiones muy profundas sobre su cara
superior (Cabrera 1984; Corchón 1986).
Pertenecientes a niveles del Auriñaciense antiguo
y evolucionado, debemos destacar la presencia de
colgantes en dientes perforados de animal, como los
dientes de ciervo del Otero 5 y 4, Morin 7, 6 y 5inf
(Corchón 1986), también tenemos la presencia de
huesos con líneas incisas de Morin 6 y 5inf, y el nivel
VII de Labeko Koba (González Echegaray 1973;
García y Arrizabalaga 2000).
También procedente de este nivel tenernos una
plaqueta de arenisca de morfología triangular que
presenta cuatro trazos grabados sobre una de sus
caras. Los trazos se sitúan sobre la superficie aplanada del objeto, mientras que la cara opuesta ofrece una
concavidad de origen natural. Las incisiones muestran sección en U y parecen haber sido realizadas con
un útil lítico de filo grueso.
Es interesante constatar también la aparición de
restos de ámbar en algunos niveles auriñacienses de
yacimientos tanto de la región cantábrica, como de
su prolongación norpirenaica, corno es el caso de
Labeko Koba, Cueva Morín, Pendo o Gatzarria e
Figura 14. Industria ósea y arte mueble de la Unidad 18 de El Castillo
(Foto F. Bernaldo de Quirós).
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
186
VICTORIA CABRERA VALDÉS. ALVARO ARRIZABALAGA VALBUENA,
FEDERICO BERNALDO DE QUIRÓS GUIDOTT'I, Y JOSÉ MANUEL MAÍLLO FERNANDEZ
Una pieza excepcional es el hueso pintado de la
cueva del Salitre (Corchón 1986), caso único aunque
la falta de revisión de los materiales hace difícil asegurar si se trata de un autentico auriñaciense o ya de
un gravetiense.
Quizás sea la pieza de Hornos de la Peña la más
conocida (Barandiarán 1967;
.
Corchón 1986). Se trata de un fragmento de hueso frontal con una figura
del anca de un caballo grabada profundamente y que
se ha puesto en relación con un grabado parietal de
caballo situado en la boca de la misma cueva. Se
situaría en un contexto de un Auriñaciense Evolucionado.
Como se puede observar, la presencia de elementos que podemos situar dentro de un contexto simbólico (con las limitaciones expresadas) en el final del
Paleolítico medio y en el Auriñaciense es relativamente importante, y nos permite establecer unas
líneas de continuidad entre ambas etapas, sea quien
sea el autor de los materiales.
7. RECAPITULACIÓN
A tenor de lo expuesto en las páginas precedentes,
los problemas inherentes a la transición entre el
Paleolítico medio y el superior, así como a la evolución interna del Auriñaciense, son cuestiones aún por
resolver, en la que caben todavía más preguntas que
respuestas. Lo escaso de los conjuntos "válidos" para
este tipo de síntesis en la región cantábrica, lo reducido de las dataciones radiométricas, de las secuencias
estratigráficas amplias y la ausencia de restos humanos fósiles forman parte de esta limitación. Limitación que puede ser extensible, en mayor o menor
medida, a todo el continente europeo. Con estas premisas previas, los puntos de discusión más relevantes
de este momento en la región cantábrica son los
siguientes.
1. Existen pocos yacimientos arqueológicos aptos
para un estudio en profundidad. Son escasos los que
presentan una secuencia estratigráfica amplia que
permita rastrear cambios de carácter diacrónico y que
estén acompañados de analíticas, más allá de las tipológicas. En este sentido disponemos, además, de una
desigual presencia de los diferentes tipos de conjuntos industriales. Así, podemos comentar que el final
del Musteriense está presente en toda la región cantábrica, aunque bascule más hacia el este, lo que es una
constante para todo el momento estudiado. Por otro
lado, existen numerosos yacimientos en proceso
avanzado de estudio que ayudarán a comprender
mejor dicho periodo (Axlor, Covalejos, Lezetxiki por
ejemplo). Sin embargo, los conjuntos que podemos
denominar "transicionales", como el Auriñaciense de
.Transición y el Chatelperroniense, son conocidos de
manera muy somera ya que se encuentran en escaso
número de yacimientos y sus conjuntos industriales
son poco significativos. En cuanto al Auriñaciense
arcaico y el Auriñaciense antiguo su presencia resulta también limitada, pero las colecciones sí son más
significativas. Estando más o menos bien definidas
desde un punto de vista industrial, se debería ahondar
en la problemática de su industria ósea. Sin embargo,
adolece de lo mismo que el resto de conjuntos industriales: bases sedimentológicas y geomorfológicas
definidas, estudios de paleoambiente y paleoeconomía, etc. Por último, el Auriñaciense evolucionado es
un conjunto industrial escaso y cuya variabilidad
interna es muy acusada, por no hablar de la casi
ausencia de cualquier otro tipo de análisis que no sea
el industrial.
2. En cuanto a los datos aportados por la cronología radiométrica y, aunque no debemos descartar en
ningún caso problemas derivados de la idiosincrasia
de los propios métodos empleados y la correlación
entre ellos, parece que existe un solapamiento entre
diferentes conjuntos industriales en el tránsito entre el
Paleolítico medio y el superior. Este hecho, de ser
correcto, plantea una serie de elementos de análisis
muy interesantes, más allá de la propuesta teórica que
defendamos para este periodo. Si realmente existió
un solapamiento entre varios tecnocomplejos, se abre
una serie de interrogantes que deberán ser puestos en
valor y discutidos por los diferentes equipos de investigación. Cuestiones corno cuál es la naturaleza de
dicha coexistencia y a qué responde dicha variabilidad industrial, o cuál es el tipo humano responsable
de las mismas son sólo algunas cuestiones a contestar. Sin embargo, cuando estudiamos las escasas
secuencias estratigráficas regionales observamos que
no existe ningún tipo de interestratificación entre
conjuntos industriales que varíe el modelo admitido
de manera general por la comunidad científica, a
excepción de los datos preliminares de La Güelga.
3. Con los datos conocidos hasta la actualidad, la
región cantábrica presenta una casuística, cuanto
menos particular en relación con el modelo admitido
para la transición entre el Paleolítico medio y superior (Mellars 1996, 2004). A raíz de dichos datos,
podemos observar una transición menos dramática y
más gradual entre uno y otro. Este paso gradual presenta una línea que une el Musteriense Final con el
Auriñaciense, y no tanto con el Chatelperroniense,
que parece intrusivo en la región. En este sentido,
podemos observar dicha transición dentro de un
modelo en mosaico a partir de las colecciones arqueo-
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LA TRANSICIÓN AL PALEOLÍTICO SUPERIOR Y LA EVOLUCIÓN DE LOS CONTEXTOS AURIÑACIENSES (50.000-27.000 BP)
lógicas y desde, lo que podemos denominar, elementos innovadores y perduraciones dentro del marco de
las características generalmente admitidas, tanto para
el Paleolítico medio, como para el superior y que,
pese a numerosos ejemplos que rompen dicha norma,
ha sido mantenida sin apenas revisión. Recordemos,
brevemente cuales son:
— Innovaciones: en la región cantábrica, exceden
la anécdota los conjuntos pertenecientes al Musteriense Final que presentan elementos característicos
del Paleolítico superior en un contexto claramente
protagonizadas por el neanderthal, sin ningún tipo de
posible influencia o aculturación. En este sentido,
debemos destacar la elaboración de industria de hojitas en yacimientos como El Castillo, Cueva Morín,
La Viña, Lezetxiki o Covalejos. La producción de
hojas ya es conocida en el Paleolítico medio desde
antiguo (Révillion y Tuffreau 1994), pero la de hojitas era considerada por algunos autores como la verdadera innovación de los humanos modernos debido
a las implicaciones que generaba en las estrategias
cinegéticas (Bar Yosef y Kuhn 1999). Con este
hecho, dichas implicaciones deben matizarse o
admitirse para momentos del Paleolítico medio. Otro
de los aspectos a tratar es la constancia del pensamiento simbólico y de la estética personal a partir de
los ejemplos de Lezetxiki y El Castillo. En el pri mero con la aparición de dos objetos ornamentales
sobre concha, y en el segundo con la existencia de un
fragmento de cuarcita con una alineación de puntos
que no corresponde a un uso doméstico.
187
— Pervivencias: como ya se ha indicado, no está
suficientemente valorado el efecto distorsionador
generado por el uso de diferentes métodos de análisis
tipológicos. Pese a ello, los esquemas de débitage discoides son empleados durante las diferentes fases del
Auriñaciense en mayor o menor medida. Este tipo de
débitage presenta una serie de premisas tecnológicas
que lo alejan de los esquemas operativos de tipo
"oportunista" con los que se asocian los métodos de
lascas del Paleolítico superior (Peresani 2003). A su
vez, las estrategias de caza empleadas son las mismas
entre el final del Musteriense y el Auriñaciense arcaico, tanto en época de captura, como en edad de las presas (Pike-Tay et al 1999). Estos dos hechos, plantean
la necesidad de abordar el papel de las tradiciones de
los grupos de cazadores-recolectores que habitaron en
esta región, ya que desde los grupos neanderthales se
comienzan a generar aquellos elementos característicos de los humanos modernos, elementos que se mantienen y potencian durante el Auriñaciense.
Estos hechos descritos arriba y pese a lo escaso de
algunas evidencias arqueológicas, ubican a la región
cantábrica en una de las posiciones clave para conocer la naturaleza de la transición y del conocimiento
de los primeros complejos del Paleolítico superior.
Una realidad que se ha tornado mucho más compleja
y sutil que los modelos imperantes y aceptados hasta
la fecha.
KOBIE (Serie Anejos n.° 8), año 2004. Las sociedades del Paleolítico en la región cantábrica
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