Nace la Fundación SGAE ANTONIO ONETTI. Presidente LA FUNDACIÓN SGAE NACE AHORA, recogiendo el importante legado de la Fundación Autor, establecida por la Sociedad General de Autores y Editores en el ya lejano año de 1997. El cambio de nombre no se limita a lo meramente anecdótico, sino que es nuestra intención que signifique la consolidación de un nuevo proyecto fruto de una nueva época en la gestión de la entidad fundadora, la SGAE. Recordemos que la historia de la SGAE se remonta a finales del siglo XIX. El 16 de junio de 1899, el compositor Ruperto Chapí y el comediógrafo Sinesio Delgado fundan la Sociedad de Autores Españoles, junto a Miguel Ramos Carrión, José Francos Rodríguez, Tomás López Torregrosa, Carlos Arniches, Quinito Valverde, José López Silva, Eugenio Sellés, Eusebio Sierra y Vital Aza, que fue su primer Presidente. Desde entonces, y ha transcurrido más de un siglo, los mejores creadores de este país han continuado perteneciendo a ella y organizándose de manera colectiva para gestionar sus derechos vinculados a la Propiedad Intelectual. La SGAE del siglo XXI, que agrupa a más de cien mil autores y administra un repertorio superior a los cinco millones de obras musicales, dramáticas, coreográficas y audiovisuales, tiene el objetivo de lograr una Sociedad más democrática, transparente y dedicada al reconocimiento de su actividad en favor de los creadores. Tras el nombramiento de la nueva Junta Directiva de SGAE en la primavera de 2012, e intentando recuperarnos como institución de los tristes sucesos de julio de 2011 y los hechos que los desencadenaron, se tomaron algunas decisiones prioritarias, entre las que estaba el fortalecimiento y recuperación de su Fundación. Quizás sea necesario recordar que esta es una institución creada y sostenida económicamente por los propios autores. En sus 16 años de existencia, los socios han aportado más de 350 millones de euros a la misma para desarrollar, básicamente, una labor promocional y asistencial que revierte en gran medida en la ciudadanía. En apenas unos meses, y después de la constitución del nuevo Patronato, la Fundación ya tenía un Plan Director que regiría la actividad entre el año 2013 y el 2016, así como un Manual de Buenas Prácticas. Tras unos meses de puesta en marcha del Plan y del desarrollo de nuevos programas llega, pues, en otoño de 2013, el momento de certificar este nuevo rumbo, ya consolidado, con un nuevo nombre. El cambio de denominación nos permite, además, explicitar sin ambigüedades ni subterfugios el vínculo entre la Fundación y su fundadora, la SGAE. Somos autores y estamos orgullosos de ello. Cuando se constituyó la Fundación Autor, aún era frecuente, en el imaginario colectivo, referirse a SGAE como “autores”, por lo que aquel nombre remitía de manera clara a su casa matriz. Pero más de quince años después, ciertas cosas han cambiado, y la distancia nominativa entre la Fundación y SGAE se iba haciendo cada vez más grande. Con este cambio queremos, pues, incidir en el papel social que la propia SGAE desempeña desde hace varias décadas, aunque algunos sectores de la sociedad intenten obviarlo o soslayarlo. La Fundación SGAE tiene un propósito claro, que no es otro, siguiendo nuestro Plan Director, que “contribuir a que la autoría y, con ella, los autores miembros de las entidad fundadora, experimente cambios positivos en las condiciones en las que esta tiene lugar, facilitando tanto su desarrollo como el contacto con el público y la sociedad, su presencia más allá de las fronteras del Estado español y analizando su posición en el conjunto del sector de la cultura y las industrias culturales”. Desde este punto de vista, la Fundación SGAE trabaja, en primer lugar, para los creadores, para los autores y editores miembros de SGAE. Ellos constituyen el elemento fundamental en la cadena de desarrollo de la materia cultural y artística, el elemento sin el cual apenas podrían desarrollarse no ya solo los resultados de esa creación, sino tampoco el sector cultural en su conjunto que, desde el punto de vista de la generación del Producto Interior Bruto y de puestos de trabajo, ha sido uno de los más activos en la economía española. A ellos van dirigidos múltiples programas, incluyendo unas novedosas líneas de ayudas directas para impulsar la creación y la promoción internacional de nuestro repertorio, así como un amplio conjunto de acciones promocionales, becas, iniciativas formativas, estudios y actividades de carácter asistencial. Pero también, la Fundación SGAE trabaja para los usuarios del derecho de autor, es decir, aquellos agentes culturales -tanto públicos como privados-, que tienen en la autoría el núcleo de su actividad y de cuyo desarrollo también depende el propio trabajo de los autores. Un sector cultural profesionalizado, con datos y análisis, estable y eficiente producirá, como es obvio, mayores y mejores oportunidades para el conjunto de los creadores. Además, la Fundación SGAE dirige algunos de sus proyectos hacia las administraciones públicas que tienen entre sus fines el apoyo a la creación y la promoción, estimulando nuevos programas o coordinando, cuando es posible, objetivos y estrategias. Resulta necesario destacar que la Fundación SGAE también tiene entre sus prioridades a la sociedad. Así, es frecuente que desde nuestra Fundación organicemos actividades conjuntas con centros de enseñanza, organizaciones sociales y políticas, medios de comunicación y asociaciones ciudadanas de carácter cultural, educativo y social, promoviendo la presencia de la creación en la sociedad e impulsando la democratización del acceso a la cultura. La Fundación SGAE inicia, como tal, su programa de actividades en un contexto económico, social y cultural en el que los efectos de la crisis económica, tanto en la actividad pública como en la demanda privada, están generando un horizonte lleno de incertidumbres para el sector de la cultura y las artes. Por citar tan sólo algunas cifras de nuestro Anuario 2013, desde 2008, el número de espectadores de las artes escénicas ha descendido más del 30%, siendo las bajadas del 24% y del 14%, para los casos de la música popular en vivo y la música clásica, respectivamente. Otros sectores, también afectados por procesos como el cambio de paradigma tecnológico, como la música grabada o el vídeo, han visto descender sus ventas desde 2008 en torno al 50% (el 48% para la música grabada y el 60% para el vídeo). La exhibición del cine en salas acumula, desde 2007, una pérdida del 20% en el número de espectadores. La reducción de las ayudas públicas a la cultura, el incremento del tipo del IVA aplicado a los bienes y servicios culturales y la falta de modelos de financiación alternativa introducen, si cabe, aún más dudas a un sector productivo que representa, según los últimos datos disponibles en el Ministerio de Cultura, alrededor del 4% del PIB en España, y que genera más de 750.000 puestos de trabajo. Y según el Banco Mundial, el aporte económico del sector cultural ha superado el 7% del PIB generado a nivel planetario. Por tanto, cultura y economía son dimensiones de la vida humana que actualmente no pueden ser desligadas. En este contexto de crisis, el apoyo de las instituciones públicas a la cultura se ha reducido sustancialmente; como evidencia el V Informe Anual sobre ayudas públicas en España realizado por la Comisión Nacional de la Competencia, y con datos de 2011 (último disponible). Sin entrar en comparativas nocivas para todos, deberíamos recordar que ámbitos como la agricultura y la pesca (con menor peso en el Valor Añadido Bruto que la cultura) reciben ayudas públicas por un total de 691 millones, mientras la cultura obtuvo 96,1 millones. Eso sin tener en cuenta las importantes externalidades positivas que sobre el legado a generaciones futuras o la contribución a la imagen del país puede tener nuestro sector, así como los efectos multiplicadores sobre otros ámbitos productivos como la hostelería, el turismo y los transportes. ¿Alguien puede valorar lo que representaría la imagen de nuestro país en el exterior si no fuera por lo que aportan a ella los autores? ¿Y si hablamos de su valor simbólico? La cultura requiere de independencia en su génesis y en su gestión, y reconocimiento de la verdadera importancia que tiene para el desarrollo de los individuos y de la sociedad en su conjunto. El contexto actual influye sobremanera en la actividad que la Fundación lleva a cabo, obligándonos a optimizar nuestros recursos y a precisar nuestros objetivos. En total, en 2013, la Fundación destinó más de dos millones de euros en concepto de ayudas a los socios de SGAE, incluyendo la asistencia social, programas de promoción internacional y ayudas a la creación y a la formación. Junto a estas medidas, también se llevaron a cabo iniciativas de promoción, investigación y formación, contribuyendo, por ejemplo, a elevar hasta más de 27.000 la cifra de estudiantes que han asistido a cursos organizados por la Fundación desde su puesta en marcha. Este año hemos impulsado más de 200 actividades en audiovisual, artes escénicas y música; y hemos organizado más de 70 cursos por los que han pasado más de 1.500 alumnos. En total, en 2013, hemos incrementado en un 58% nuestra inversión en el programa de asistencia social y en un 66% en el sistema de ayudas a la promoción y la formación. Comienza, pues, una nueva etapa en la que recogemos lo mejor que se hizo en la anterior y en la que introduciremos nuevas líneas de trabajo, adaptándonos a las circunstancias de un entorno social y económico en el que el papel de la cultura y las artes, estimulando la innovación y generando cohesión social, es más relevante que nunca. Por ello, las palabras del gran autor Miguel de Unamuno son más actuales que nunca: “Solo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe...Solo la cultura da libertad...No proclaméis la libertad de volar sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La libertad que hay que dar al pueblo es la cultura.”