COMPARACIÓN PLATÓN-ARISTÓTELES Y ACTUALIDAD DE SU PENSAMIENTO Es innegable la influencia que Platón ejerció sobre Aristóteles quien toma para su doctrina aspectos esenciales del Platonismo. Sin embargo –no podía ser de otro modo tratándose de un gran pensador- sometió a dura crítica la doctrina central del pensamiento platónico: la teoría de las ideas. Aristóteles coincide con Platón, 1) en la concepción del conocimiento como conocimiento de lo universal y en la identificación de este universal como principio de las cosas y 2) se centra como Platón en el mundo de las cosas individuales y trató de explicar su esencia, el ser de las cosas, que para Platón estaba en las ideas y para Aristóteles en la forma, o en la unión de materia y forma. Una diferencia sustancial en este aspecto es que mientras Platón centra su interés en el abstracto e inmutable plano de las ideas, Aristóteles acentúa el mundo sensible que nos rodea. Es cierto que se educó en esta concepción platónica de la realidad, aunque con el tiempo la fue abandonando al descubrir sus inconvenientes: no entiende la relación platónica idea-cosa, la “participación”. Aristóteles vincula con más claridad la esencia de una cosa, su idea, a la cosa misma (no puede existir separada de ella). Por otro lado, si el mundo sensible es una copia imperfecta de las ideas, para Aristóteles sería inadmisible la existencia de las ideas perfectas de todo lo malo y negativo que hay en el mundo. Otro grave inconveniente que Aristóteles descubre en la Teoría de las ideas es que no consigue explicar lo que caracteriza el mundo material y sensible: el movimiento y el cambio, ya que las ideas platónicas son inmóviles y eternas y no pueden ser causa ni del movimiento ni del cambio. Aquí se introduce una genialidad de Aristóteles al afirmar que el movimiento es paso de potencia (capacidad de ser) a acto (Ser de hecho). De modo general podemos decir que el plano de las ideas platónico, más allá de lo sensible (Aunque no debemos entender esto como un “lugar”) es relegado en Aristóteles a favor del mundo sensible. El cuadro de Rafael en los museos vaticanos, que refleja a Platón con el dedo índice levantado y a Aristóteles con la palma de la mano hacia abajo, es expresión plástica de lo que venimos comentando. Otra de las grandes cuestiones filosóficas que enfrenta a maestro y discípulo fue la naturaleza del conocimiento. Ambos dieron respuestas diferentes a esta cuestión. Para Platón el conocimiento consistía básicamente en un proceso de recuerdo. El alma, afín a las esencias inmutables (ideas), ya las había contemplado antes de reencarnarse, es decir, las ideas son innatas, se encontraban ya en el alma y ahora sólo precisa recordarlas (reminiscencia). Sin embargo, Aristóteles no acepta la existencia innata de las ideas. Para él, el alma al nacer, es como una “hoja en blanco”, vacía, y todo lo que lleguemos a conocer lo iremos adquiriendo a través de la información que nos proporcionan los sentidos. El dualismo ontológico de Platón llevaba a un alejamiento e infravaloración de lo sensible. Sin embargo, para Aristóteles, no hemos de alejarnos de las cosas sensibles y materiales, porque éstas son las únicas que nos pueden acercar al auténtico conocimiento, por lo que no comparte la devaluación platónica de los sentidos. Aunque para Aristóteles, con los sentidos no es suficiente, sino que el entendimiento humano ha de ser capaz de abstraer las formas inteligibles de las cosas, prescindiendo de lo particular y sensible, que le presentan los sentidos. El proceso es el siguiente: nuestros sentidos perciben un objeto, después la imaginación forma una imagen; entonces el entendimiento agente ilumina la imagen y extrae su forma inteligible, es decir, lo que hay en ella de universal y abstracto, que es el fundamento o esencia de la cosa. Por otro lado, la concepción aristotélica del hombre difiere esencialmente de la de Platón. Este último mantenía que el hombre era un compuesto de dos realidades contrapuestas tanto por su naturaleza como por su origen; cuerpo y alma cuya unión era antinatural y forzada, accidental y transitoria. Para Platón el alma es de naturaleza espiritual, inmaterial, eterna e inmortal y procede del mundo inteligible, mientras que el cuerpo es de naturaleza material y mortal, raíz de todo mal, por su vinculación a lo sensible, que lleva a Platón a mantener una concepción negativa del cuerpo. Aristóteles, sin embargo, frente a esta visión platónica del hombre, no establece oposición entre cuerpo y alma, como si se tratara de realidades de naturalezas contrarias, por lo que no cree que esa unión sea accidental, ni antinatural, sino que afirma que la unión entre cuerpo (materia) y alma (forma) es una unión sustancial, esencial, natural; ambos constituyen una única sustancia: el ser viviente. En consecuencia, Aristóteles niega la inmortalidad del alma que defiende Platón., aunque sí acepta la existencia de un “entendimiento” inmortal, no personal. Por último comentamos también un tema presente en ambos filósofos: La ética y la política. La concepción aristotélica del ser humano como unión sustancial de alma y cuerpo comporta una ética radicalmente diferente a la Platónica. Si Platón, por entender el hombre como un alma que se une accidentalmente a un cuerpo, había despreciado todo lo sensible al considerarlo negativo, y había propuesto como única forma de liberación el desprecio de lo corpóreo y su férreo control por la dimensión racional del alma (Recordamos el mito del “carro alado”) la ética de Aristóteles buscará el justo medio entre el materialismo y el espiritualismo. Aristóteles no rechaza el cuerpo como malo, sino que le otorga su justa importancia: el hombre que se deja llevar por las inclinaciones sensibles o corpóreas, que no sabe dirigir sus pulsiones racionalmente, pierde el equilibrio. Concede, pues, un protagonismo al cuerpo (en la línea de su defensa de lo sensible) que no tiene cabida en Platón. En el campo político encontramos coincidencia. Para ambos el hombre es un ser social por naturaleza y sólo en sociedad puede alcanzar su perfección y felicidad. En cuanto a la actualidad, podemos decir que toda la tradición Occidental es una relectura del sabio Ateniense y que, tras la figura de Cristo, posiblemente sea el personaje que ha dejado una impronta más fuerte en la Historia de la Humanidad. Sus diálogos suponen la primera gran obra escrita del pensamiento occidental. Cuando hablamos de su influencia no queremos decir que se haya seguido de forma acrítica. Autores y corrientes de gran relieve han cuestionado sus postulados. Ya Aristóteles inicia, aun siendo discípulo, una crítica a su dualismo ontológico. Kant va a imponer también límites a una razón platónica, todopoderosa, y en la modernidad, Nietzsche lo somete a una crítica demoledora. Popper va a señalar que Platón es , nada más y nada menos, el padre de los totalitarismos por su versión de la organización política. Una de las razones fundamentales para explicar la presencia sobresaliente de Platón es en gran parte la religión cristiana, que aprovecha las categorías filosóficas platónicas para verter en ellas la fe, dándole un empaque ideológico que le ayudo a su difusión y que ha marcado de manera notable su moral. Platón es un filósofo sublime y cercano. Por lo general todos los grandes pensadores necesitan de intérpretes para acercarnos a su pensamiento. En Platón, lo hacemos con relativa facilidad. Hasta en eso es genial. Es también, pese a los más de 2000 años que nos separan de él, un autor perfectamente actual. Los temas que le preocuparon siguen estando presentes y son motivo de análisis en nuestro tiempo: corrupción y discurso políticos, influencia de los medios de comunicación (Se habla de algunos grupos informativos bajo el apelativo de “la caverna mediática”) programas “basura” que adormecen al pueblo, Preocupación por un desarrollo educativo (por eso se habla tanto de “pacto”), apelación a la comunicación para llegar a acuerdos compartidos, que tiene en Habermas un prestigioso defensor, pero que ya encontramos en los diálogos platónicos, etc. La confianza en la Verdad que busca Platón, hoy se ha desdibujado con un relativismo ya presente también en su tiempo. Incluso hemos dejado un espacio del corazón para nuestro filósofo. Así hablamos de “amor platónico”, sin caer en la cuenta la distancia temporal que nos separa de aquel pensador inigualable. Platón, en definitiva, nos muestra el anticipo de los grandes interrogantes que siguen cuestionando al hombre.