Morder el anzuelo; Agustín Alcoberro

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CAPÍTULO 1
Dos ruedas y un triangulo
Es la introducción al libro. Miguel, protagonista y narrador de la historia, explica cómo es Merche (la chica de
la que está enamorado) y qué hace: juega en el equipo de básquet del barrio, hace aeróbic, estudia flauta dulce
en el conservatorio y ha sacado con buenas notas el ultimo curso de bachillerato; además tiene muy buen tipo,
unos ojos vivos de color cielo, una sonrisa preciosa, el pelo rubio y es muy inteligente. Por otra parte, dice que
la chica se había comprado una moto con el dinero que obtuvo dando clases particulares a niños de primaria y
de la ESO y que se había sacado el carné de conducir a la primera.
También nos explica que Jorge (otro chico que andaba detrás de Merche) era cursi, alto y bobo y que no
paraba de dar bombones y flores a Merche. Tenía 25 años y era hijo de buena familia. Al igual que Merche
jugaba en el equipo de básquet pero era incapaz de dar un paso sin que le pitaran dobles y por eso se quedaba
bajo la canasta para que uno de sus compañeros se la pasara y pudiera encestar.
Con ocasión de la celebración de San Juan, organizaron una fiesta y compraron bebidas, comida, pero sobre
todo, consiguieron petardos. Todo parecía perfecto hasta que Merche le dijo a Miguel que no podía ir a la
fiesta porque había quedado con Jorge para una cena de categoría.
CAPÍTULO 2
Alarma general
Merche da la alarma de que le han robado la moto y llama a Miguel (al cual despierta de un profundo y
plácido sueño). Después de una larga conversación telefónica (y de una buena tabarra) consigue que Miguel
acepte ayudarle a buscarla y, aunque con cierta mala gana, éste se compromete a recorrer a pie algunas calles.
Al parecer, Merche ya ha convencido a Jorge (que ya está dando vueltas con el coche) y espera convencer
también a otros conocidos para que le ayuden en la búsqueda.
Así que, pronto y bien mandado (aunque somnoliento y cabreado) Miguel se viste y le dice a su madre que
volverá a la hora de comer. Dado que se había acostado muy tarde y que nada más levantarse ya se iba otra
vez de casa, sin desayunar siquiera, la madre (como todas las madres en estos casos) comienza a refunfuñar y
a echarle la culpa a las malas compañías. Y el padre (como todos los padres) le dice que no hay para tanto ...
CAPÍTULO 3
Una bolsa sobre dos ruedas
A las siete y media, los tres personajes, recorrían con el descapotable de Jorge las vías rápidas de Hospitalet.
Más de la mitad del barrio se había movilizado para encontrar la moto de Merche pero no habían obtenido
resultados.
Al final se detuvieron a la altura de una vieja fábrica y se encontraron con un embotellamiento poco común en
aquella zona. Salieron del coche y vieron que había un accidente. Se dieron cuenta que la moto del chico
accidentado era la de Merche. Jorge se fue porque llegaba tarde al trabajo y mientras Merche y Miguel
recogían la moto se fijaron en que había una bolsa no muy lejos de allí y la cogieron; dentro había un millón
de pesetas y también una nota en la cual ponía lo siguiente: a las once en la plaza del ayuntamiento de
Hospitalet.
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Contra toda lógica, Merche se empeñó en acudir a la plaza que mencionaba la nota (pues suponía que había
que hacer algún intercambio con el dinero) y volvió a convencer a Miguel para que la acompañara.
CAPÍTULO 4
Una cinta que pesaba un kilo
Como la distancia era corta, pronto llegaron cerca de la plaza donde presuntamente había que entregar el
millón de pesetas. Se sentaron en la terracita de un bar situado en los jardincitos de arriba. Desde allí
dominaban toda la plaza.
Después de estar un rato sentados, escucharon las campanas de la iglesia dando las once. Entonces Merche se
echó la bolsa al hombro dispuesta a pasearse por la plaza para que la vieran. Miguel se lo impidió aduciendo
que quien acudiera a la cita, seguro que esperaba encontrar a un chico. Por ello, haciéndose el machito se puso
a pasear con la bolsa.
A los cinco minutos apareció un hombre muy bien vestido, de napia prominente, con gafas, que andaba un
poco de lado y que tenía un extraño tic en las cejas. Tras presentarse, le dio una cinta de vídeo a cambio del
millón (pensando que estaba tratando con el chico de la moto), no sin antes filosofar un poco y darle recuerdos
para su jefe, antes de despedirse.
Miguel se dirigió a la terraza del bar donde esperaba Merche. Ésta le preguntó qué le había dado. Miguel le
dijo que una cinta.
Intentaron seguir al individuo que iba en un coche de aspecto imponente, pero no pudieron ni tomar la
matrícula. Sin embargo, les entró la risa floja.
CAPÍTULO 5
Hagamos volar la imaginación
Merche y Miguel no paran de cuestionarse qué había en esa cinta y quién estaba tan loco como para pagar un
millón de pesetas pos ese pequeño cachivache de apenas unos centímetros cúbicos.
Como ven que dándole vueltas al asunto no resolverían nada, pensaron en ver la cinta. Pero ahí estaba el
problema, no tenían ningún vídeo de las características necesarias para poder verla. De pronto, Merche se
acordó de que Jorge tenía un vídeo capaz de revelar el contenido de la cinta. Miguel se puso a refunfuñar
porque no le agradaba la idea de ir a casa de Jorge, pero Merche (una vez más) consiguió convencerle.
Quedaron en ir por la tarde (a las tres y media) a casa de Jorge y se despidieron. Miguel se quedó con la cinta.
A las tres y cinco, anticipándose al resto de la familia, Miguel ya había terminado de comer. Llegó a casa de
Jorge a las tres y cuarto (por desgracia). Como Merche llegó media hora más tarde, tuvo que explicar a Jorge
toda la historia.
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Jorge se cabreó muchísimo porque habían sido muy irresponsables (especialmente con Miguel, pues no debió
permitir que Merche hiciera esa locura). Así que el pobre Miguel tuvo que aguantar él solito todo el sermón de
Jorge. Cuando llegó Merche, suspiró aliviado.
CAPÍTULO 6
2
Un atraco
Los tres se pusieron a ver la grabación. Las líneas verticales de colores desaparecieron y dieron paso a una
imagen (que se movió un par de veces, y finalmente apareció nítida y clara). Al principio parecía que la cinta
no valía un duro pero, poco a poco, empezó a demostrar por qué valía un millón.
Apareció un coche deportivo (que parecía extranjero) del cual bajaron dos policías municipales. Uno de los
guardias llevaba gafas oscuras y era moreno, tenía la cara morena y chupada, una barbilla bien afeitada,
angulosa y espesa, la boca grande y de labios finos y era alto y delgado (sin duda muy ágil). El otro era recio,
rechoncho, de hombros anchos, llevaba una barba pelirroja y rizada y, al igual que el otro, llevaba unas gafas
negras. Los dos hombres sacaron del capó una valla de obras y la colocaron en mitad de la calle. Era una calle
poco transitada, con fábricas y huertos. Pensaron que posiblemente fuera algún lugar de la Zona Franca, cerca
del puerto.
Los dos policías se apoyaron en la valla y parecían esperar algo. Entonces vieron cómo se acercaba un furgón
característico de las empresas de seguridad (la empresa era: Binsegur). Uno de ellos (tras detenerse el
vehículo) le dijo al conductor que le enseñara su documentación, mientras tanto el otro policía miró el
contenido del furgón. A partir de ahí todo fue muy rápido, los dos policías sacaron sus pistolas y desarmaron
al conductor del furgón y al acompañante, obligándoles después a desnudarse. Finalmente, los dos policías
(ahora vestidos con la ropa de los conductores) se largan con el furgón.
Después Merche, Jorge y Miguel se ponen a discutir sobre lo que habían visto. Llegan a la conclusión de que
se trata de un atraco del que hablaron los periódicos no hace mucho y que todavía no habían detenido a los
delincuentes. El botín era de más de quinientos millones de pesetas.
Merche propone hacer una visita al ladrón de la moto que se hallaba en el hospital, para lo cual se ofrece
voluntaria. Por otra parte, Miguel tiene la impresión de que los policías no llevaban el uniforme
reglamentario, sino que se trataba de disfraces.
CAPÍTULO 7
La linterna, El Ayer y el hospital de Bellvitge
Al día siguiente de ver la cinta, Miguel fue a los locales de los periódicos La Linterna y El Ayer, al objeto de
consultar los números atrasados. Sólo encontró un artículo en cada uno de los periódicos sobre el asunto. El de
La Linterna era del 17 de junio y el de El Ayer del 19 de junio. Ambos mencionaban que el robo se produjo el
5 de junio. El primero de ellos se refería al atraco de forma más escueta y precisa. El segundo abordaba el
asunto de forma más sensacionalista.
Le sorprendió que tardaran tanto en sacar la noticia desde que se produjo y que luego ya no volvieran a
mencionar nada sobre el asunto. No obstante, compró los dos periódicos y se los llevó a casa para mirarlos
más detenidamente.
Por la tarde le dejó leer los periódicos a Merche y esta le contó que había estado en el hospital para ver si le
sacaba algo al chico, pero el pobre estaba inconsciente y sólo pudo hablar con su madre que no le aclaró
mucho sobre lo sucedido porque estaba muy asustada.
Después de hacer diversas preguntas sobre las circunstancias del robo y los intereses que podían tener algunas
personas para que no se diera mucha información del asunto, sin que llegaran a ninguna conclusión seria,
Merche le contó que había quedado para cenar con Jorge. Miguel, aunque se sintió ofendido, hizo de tripas
corazón y se mostró comprensivo, pero le pidió a Merche que, en la investigación, podían prescindir de hablar
de Jorge. Merche aceptó.
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CAPÍTULO 8
Dos uniformes de policía municipal
Merche y Miguel empiezan a hurgar por las tiendas de disfraces para ver si lo que decía Miguel sobre lo de
los uniformes de policía era verdad (que eran disfraces).
Cuando ya habían recorrido unas cuantas tiendas sin obtener resultado alguno se plantean dejarlo, pero Miguel
está muy convencido de sí mismo y siguen buscando.
Al final en la última tienda les dicen que no hace mucho se habían encargado unos uniformes de policía.
Entusiasmados, los chicos le preguntaron donde se encontraban aquellas personas (lo dijeron con la excusa de
que querían hacer una obra de teatro) y el señor se la dio.
CAPÍTULO 9
Un barbero sin sentido de humor
Merche y Miguel van hasta donde les había dicho el señor de la tienda y dan con una barbería.
Miguel le dice a Merche que se quede fuera para no levantar sospechas pero no le hace caso y entra dentro
junto con Miguel.
Una vez dentro, Miguel empieza a preguntar al barbero cosas para ver si le sacaba algo del atraco. Como no le
sacaba nada, Miguel le preguntó si tenía un hermano policía y el barbero le puso la navaja de afeitar en la
garganta a Miguel, para que ni él ni Merche pudieran escapar.
El barbero ata a los dos y los deja en un cuarto pequeño y oscuro. Éstos intentan escaparse pero no pudieron
porque estaban muy bien atados.
CAPÍTULO 10
Conversación a tres voces
Mientras Merche y Miguel están atados en el cuarto se oyen tres voces. Son los tipos del atraco.
Tras varias discusiones sobre qué hacían con los chicos, deciden llevárselos a una casa apartada de todo.
CAPÍTULO 11
Un caserón de Valvidrera
Los atracadores meten a los chicos en el coche y se van a toda velocidad por las calles muy poco transitadas.
Mientras duraba el trayecto, Merche y Miguel no paraban de hacerse señas.
Por fin llegaron al caserón donde Miguel fue interrogado. Éste les mintió diciendo que era de la Binsegur y
otras historias. Pero no parecían creérselo. Como no les parecía muy convincente fueron a preguntarle a
Merche para ver su versión de los hechos, pero justo a tiempo aparareció uno de los atracadores gritando que
venía la policía. Aprovechando la confusión Miguel se fue a buscar a Merche y los dos se fueron como el rayo
por una ventana.
CAPÍTULO 12
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La huida
Merche y Miguel empiezan a correr bosque adentro (no se sabe en qué dirección) en la huida precipitada y
después siguiendo la carretera que conducía a Barcelona. Cansados se tumbaron bajo una encina y empezaron
a charlar. Después continuaron su camino y oyeron unos cuantos coches que pasaban. Pensaron que sería la
policía que había rodeado la zona. Se pusieron a hacer auto−stop y cogieron un taxi que les llevó a sus casas.
Merche se dio cuenta al salir del taxi que le habían robado la cartera. Afortunadamente llevaba el carné en los
bolsillos.
CAPÍTULO 13
Cuando crees que ya acaba, vuelve a empezar
Una vez en casa, el hermano pequeño de Miguel lo despertó y lo miró con cara sonriente como si hubiera
tenido una noche de orgía o alguna cosa así. Después se duchó y se puso a leer los periódicos pero no
encontró nada. En ninguno de los periódicos ponía nada sobre el atraco. Y no sólo eso, sino que en la tele
tampoco decían nada.
Después le llamó Merche un poco preocupada. Le dijo que había quedado con Jorge hace una hora y que
todavía no había venido. Miguel no le dio importancia y se fue a dormir.
Al cabo de un rato (como de costumbre) lo despertó su hermano diciéndole que Merche había vuelto a llamar.
Éste se puso al teléfono y Merche le contó que Jorge había desaparecido y que tenía su número en la cartera
que los atracadores le habían robado.
Miguel se dirigió a casa de Merche.
CAPÍTULO 14
Un taladro mecánico
Miguel va a casa de Merche para hablar. No paran de cuestionar cosas que le habían podido pasar a Jorge.
De pronto a Merche se le ocurre llamar a Binsegur y preguntar por el señor Margarit, haciéndose pasar por su
sobrina del pueblo.
El hombre que le contestó al teléfono le dijo que no estaba, pero le dio su dirección.
CAPÍTULO 15
Un contable corrupto
Debían ser las ocho cuando Miguel y Merche iban a visitar a Margarit. Llamaron al timbre y Merche dijo que
eran unos estudiosos de la Biblia, pero como el señor dijo que no le interesaba Miguel puso el pie en la puerta
y se abalanzó sobre aquél y le pegó una consecutiva tanda de golpes que si no llega a ser por Merche lo deja
tieso en el suelo. Después lo ataron con una cuerda que había en la casa del señor.
Tras una terrible interrogación consiguen que les diga que Jerónimo Puig (que era el nombre de un señor que
anteriormente le propinó una paliza) podía tener retenido a Jorge.
Miguel y Merche lo desatan y le dicen que se vaya unos días de la ciudad.
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CAPÍTULO 16
Una mansión de altura
A las nueve y media Merche y Miguel ya habían localizado la casa; era una casa enorme pintada de color
marrón chocolate, rodeada con una gran verja.
Como supusieron que de día no habría manera de entrar, esperaron al anochecer para entrar en la casa.
Sobre las diez Miguel divisó un coche del cual salían unos gorilas que abrieron la puerta y entraron en la
finca.
Miguel pensó que no podía ocurrir lo mismo que en la barbería y por eso le dijo a Merche que se quedara
esperando fuera y que si en media hora de reloj no habían vuelto, que llamase a la policía.
Miguel se adentró en la finca y cogió una estaca y una cuantas piedrecillas. Acto seguido catapultó las piedras
hacia la dirección contraria a la suya para intentar que el gorila fuera hacia el lugar donde las piedras habían
impactado. Pero no le salió muy bien porque el gorila fue hacia las piedras pero se volvió inmediatamente y
Miguel no tuvo otro remedio que atizarle un garrotazo en el cogote con la estaca y lo escondió, pero no se le
ocurrió quitarle el arma.
Cuando entró en la casa se encontró con tres puertas; se fue por una oscura donde no se veía ni torta y por eso
encendió unas cerillas que llevaba en el bolsillo. Después se puso a llamar a Jorge (en voz baja) y éste le
contestó. Miguel le pidió que no cesara de hablar para poder orientarse y así lo hizo. Miguel miró a Jorge con
cara de pena porque le habían metido una paliza. También oyó a los atracadores de antes que estaban
prisioneros en otra habitación. Con un enorme esfuerzo levantó a Jorge y lo llevó fuera de la casa donde les
esperaba Merche. Después se largaron y Merche llamó a la policía.
CAPÍTULO 17
¿Se ha acabado todo?
Al día siguiente, Merche fue a casa de Miguel (aprovechando que su familia se había ido al campo).
Merche le cuenta que había estado en el hospital para ver a Jorge y, acto seguido, Merche se le declara.
Miguel se lleva una gran sorpresa puesto que pensaba que le gustaba Jorge.
Después, Miguel casi explota de ira, mientras que Merche ni se inmutaba porque en la tele, en los periódicos y
en otros medios de comunicación, los policías no paraban de ponerse medallas y en realidad no habían hecho
casi nada.
Y como despedida del libro Miguel (el narrador) nos invita a continuarlo.
VOCABULARIO
Chupatintas: Persona que pasa la mayor parte de su vida en una oficina o que es muy cursi.
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