Castán - Conceptos básicos - Academia Nacional de Derecho y

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LOS CONCEPTOS BASICOS DEL DERECHO DE LAS OBLIGACIONES
RECOGIDOS EN EL DICCIONARIO DE AUTORIDADES DE LA REAL
ACADEMIA ESPAÑOLA
(1726-1739)
*
Por José M.ª Castán Vázquez **
PROPOSITO DE ESTAS NOTAS
El derecho de obligaciones, que es obviamente una de las ramas más importantes
del derecho civil por su vieja tradición, su extensa temática y su importante proyección en
la vida jurídica, posee un amplio bagaje de conceptos y una rica terminología. Muchos son,
en efecto, los términos peculiares que se manejan constantemente en sus tratados
doctrinales y que se aplican diariamente en la práctica y en el foro. De sus voces corrientes,
unas proceden del derecho romano y están consagradas en la lengua castellana por su uso
durante siglos en España e Iberoamérica; otras, menos antiguas, nacieron en la doctrina
jurídica actual e ingresaron en los diccionarios. Indagar el origen y evolución de los
términos más usuales ofrece, seguramente, algún interés para los cultivadores de la
disciplina. Las presentes notas aspiran solamente a señalar la recepción que algunos
conceptos básicos del derecho de obligaciones tuvieron en el admirable diccionario llamado
“de Autoridades”, publicado por la Real Academia Española, como primero de sus
diccionarios, en el siglo XVIII.
Seis tomos integran aquella obra, auténtica joya de nuestra lengua. El primero salió
de la imprenta de Francisco DEL HIERRO el año de 1726, con portada que decía:
“Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su
naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios, refrenes y otras
cosas convenientes al uso de la lengua. Dedicado al Rey Nuestro Señor PHELIPE V (que
*
Publicado en “Estudios de Derecho de Obliaciones y Contratos” (Libro Homenaje a Fernando Hinestrosa),
Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007.
**
Miembro de Número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid – España y miembro
Correspondiente de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba – Argentina.
1
Dios guarde) a cuyas expensas se hace esta obra. Compuesto por la Real Academia
Española”. El tomo sexto y último, impreso en la “Imprenta de la Real Academia
Española”: por los Herederos de Francisco DEL HIERRO” apareció en 1739. A través de
esos riquísimos volúmenes cabe encontrar numerosas voces que recogen conceptos del
derecho de obligaciones con apoyo de textos literarios y jurídicos procedentes de
autoridades de la lengua española y de cuerpos legales hispánicos. En la transcripción de
los que aquí recojo, he adoptado casi siempre la grafía actual para facilitar la labor de la
imprenta y suavizar el esfuerzo del lector; en las referencias del Diccionario de
Autoridades, empleo la sigla “D. A.” 1.
Estas breves notas se ofrecen como aportación, ciertamente modesta, al homenaje
que juristas de dos continentes rinden a un especialista eminente de derecho de
obligaciones, el Profesor Fernando HINESTROSA, rector de la Universidad Externado de
Colombia, a quien en días ya lejanos de 1966 tuve la fortuna de conocer personalmente en
Bogotá y con quien a través de los muchos años posteriores he tenido ocasión de coincidir
en jornadas jurídicas (en Sassari, en Roma, en Bogotá, en Madrid...), en las que pude
siempre apreciar su cultura jurídica y su calidad humana, que son, por otra parte, bien
conocidas en España, donde recientemente ha sido nombrado Académico Honorario de la
Real Academia de Jurisprudencia y Legislación por acuerdo unánime del Pleno de
Numerarios. Grato es dar testimonio de ello, como lo es también el que estas notas se
publiquen en un país como Colombia, donde el castellano se conserva con singular cariño y
se usa con ejemplar corrección.
I. LA ATENCIÓN AL DERECHO EN EL “DICCIONARIO DE AUTORIDADES”
En el movimiento académico español del 18 fue el hecho más importante la
fundación de la Real Academia Española con el encargo regio de elaborar el Diccionario de
la Lengua. Vencidas algunas dificultades con que la fundación tropezaba, el 3 de octubre de
1714, como expone Fernando LÁZARO CARRETER, “FELIPE V pudo, por fin, estampar
1
La misma metodología he empleado en trabajos anteriores sobre aquel diccionario, como “La recepción de
voces de derecho mercantil en el Diccionario de Autoridades”, en Estudios jurídicos en homenaje al profesor
Aurelio Méndez, Madrid, Civitas, pp. 123 a 125, y “Los conceptos básicos de la responsabilidad civil en el
Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española”, en Estudios de responsabilidad civil en
homenaje al profesor Roberto López Cabana, Buenos Aires, Dykinson, 2001, pp. 69 a 75.
2
su firma tras las de sus renuentes consejeros al pie del conocido documento que funda
oficialmente la Academia, la pone bajo la protección de la Corona y le encomienda la
formación de un Diccionario español” 2. El mandato se cumplió con la elaboración del
llamado Diccionario de Autoridades, a cuya aparición ya me he referido.
No fue grande, ciertamente, la aparición de juristas en el elenco que redactó el D.A.,
pero algunos hubo desde los primeros momentos de la gestación de la obra. Ya en la
tertulia de humanistas que se reunía en el palacio madrileño del Marqués de Villena, y que
fue importante para la redacción del D. A., estaba presente el abogado gallego Andrés
GONZÁLEZ DE BARCIA
3
cuya participación en los trabajos lexicográficos no fue
pequeña 4. Otros de los primeros académicos poseían, sin duda, conocimientos jurídicos, y,
en todo caso, incorporaron en su obra numerosas voces referentes al derecho. El D. A. tiene
así una notable vertiente jurídica digna de estudio5, y es evidente que en su elaboración se
consultaron textos legales y se buscaron referencias al derecho entre los textos literarios.
Veamos algunas muestras de ello, espigando por los tomos del D. A., donde podemos ver la
recepción de los conceptos básicos del derecho de obligaciones.
II. ALGUNAS VOCES DE DERECHO DE OBLIGACIONES RECIBIDAS EN EL
“DICCIONARIO DE AUTORIDADES”
Cinco acepciones de la voz “obligación” ofrece el D. A.; en la primera, tras advertir
que la palabra “viene del latino obligatio” (en la obra es normal recoger las etimologías), da
una definición de la obligación como “vínculo que estrecha a dar alguna cosa, o ejecutar
alguna acción, procedido, o concurriendo pacto según ellas” (D. A., V, p. 4). Como
autoridad se cita un texto de don Pedro SALAZAR de MENDOZA. La concepción
tradicional de la obligación como un vínculo, procedente del derecho romano y latente en
2
F. LAZARO CARRETER. Crónica del Diccionario de Autoridades, Madrid, Real Academia Española,
1972, p. 32.
3
Cfr. ibíd., p. 19.
4
4 Ibíd.,p. 23.
5
Un trabajo modélico a este respecto es el del notario español e ilustre bibliógrafo MANUEL ANDRINO
HERNÁNDEZ. “La temática notarial en los diccionarios de la Real Academia”, Anales de la Academia
Matritense del Notariado, t. XXIX, pp. 269 a 293.
3
las definiciones actuales6, está así recogida en el D. A.; la segunda acepción es: “La
escritura que se hace en el Escribano, a favor de otro, de que cumplirá aquello que se
ofrece, y a que obliga”, lo que dice venir de obligatorio in scriptis.
Al contrato, tan importante en derecho de obligaciones, se refiere con esmero el
D.A., que al dar su etimología dice que “viene del latino contractus, por cuya razón
escriben algunos “contracto”; “pero el uso común ha suprimido la “c” para suavizar la
pronunciación”. Al sustantivo masculino contrato lo define como “convención última,
perfecta y recíproca, entre dos o más partes, observada la solemnidad prevenida por
derecho para su forma y sustancia” (D. A., ii, p. 569). Como autoridades cita una norma de
la Nueva Recopilación en la que “establecemos que si dos personas se obligaren
simplemente por contrato...”, y un pasaje de las Empresas políticas de don Diego de
SAAVEDRA: “ ¿Qué firmeza habrá en los contratos, si el Príncipe que ha de ser la
seguridad de ellos, falta a la fe pública?”.
De los dos elementos —el débito y la responsabilidad— que ahora distingue la
doctrina en Obligaciones, el D. A. refleja el primero: el sustantivo masculino débito
significa “lo mismo que deuda” y procede “del latino debitum” (D. A., iii, p. 32). La cita es
a un texto de las Disertaciones eclesiásticas del Marqués de Mondéjar (“Decretaron se
remitiesen a los vecinos de Campania los débitos atrasados”). El elemento
“responsabilidad” no fue incorporado, en cambio, al D. A., no encontrándose en él tal voz,
aunque sí el adjetivo “responsable” con esta definición: “el que está obligado a responder, a
satisfacer por algún cargo”. Y se nos advierte que “es voz introducida modernamente”
(D.A., v, p. 598). Es esta cita relativa a una de las pocas palabras, por cierto, que no va a
acompañada de una cita de autoridad, como es característico en la obra, lo que puede
indicar la escasa tradición y antigüedad de los términos “responsabilidad” y “responsable”,
tan empleados hoy en el lenguaje jurídico y el común.
A los sujetos personales de la obligación —el acreedor y el deudor— se refiere el D.
A. con esmero. De la voz “acreedor”, procedente de creditor, da dos acepciones. En la
primera es el que tiene acción y derecho a pedir a otro alguna cosa, o porque se le haya
prestado, o por cualquier otro motivo que produzca obligación a su favor” (D.A., i, p. 68).
Se cita el libro Morales de Plutarco, de Diego GARCÍA (“Alejandro libertó de las deudas a
6
Cfr. por todos F. HINESTROSA. Tratado de las obligaciones, t. I, Bogotá, Universidad Externado de
Colombia, 2002, p. 55.
4
los macedones, y pagó a sus acreedores”) y las Rimas de don Félix DE ARTEAGA (“¿Pues
cuándo el acreedor/de la paga se ofendió?”).
Al deudor se le define como “el obligado a pagar o satisfacer alguna deuda, que
comúnmente se toma por el que debe alguna cantidad de dinero”, indicándose que “viene
del latino debitor, que significa esto mismo” (D. A. III, p. 248). Aquí se cita la ley de la
Nueva Recopilación que dispone que “ninguno sea osado de aquí en delante de receptar
malhechores, que hubieren cometido delito, ni deudores que huyeren por no pagar a sus
acreedores”.
De las clasificaciones de las obligaciones que hoy nos exponen los tratados, el D.A.
recoge con cuidado la que distingue entre obligaciones naturales, civiles y mixtas. A la
obligación natural la define como “la que por venir de contrato, no admitió en el derecho
civil, y qué por tanto no causa acción en el fuero judicial, subsiste solamente en el interno:
como la que contrajo el hijo de familias en el mutuo”. La obligación civil es “la que no
subsistiendo en realidad, consta de suerte en el fuero judicial, que puede el que aparece
deudor ser estrechado por el juez a su cumplimiento: Como en el que confesó por escrito el
recibo de alguna cosa que no le fuere entregada y no puede probar la omisión de la
entrega”. La obligación mixta es “la que subsiste en realidad y consta para el fuero judicial
por instrumento legítimo: Como el que recibió el empréstito y lo confesó por escrito.
Dícese mixta porque toma del derecho natural la subsistencia, y del civil la coacción a su
cumplimiento”. Las etimologías respectivas de estas tres clases son: obligatio naturales,
civilis obligatio y mixta obligatio (D.A., V).
Otra especie de importancia actual reflejada en el D.A. es la de las obligaciones
mancomunadas. En él la voz “mancomunada” es “la unión con que dos o más personas se
obligan al cumplimiento o ejecución de alguna cosa”, y el sustantivo masculino
“mancomún” es “la unión de dos o más personas a la satisfacción o ejecución de alguna
cosa”, que “úsase regularmente como adverbio, diciendo de mancomún”. Recógense
también el verbo “mancomunarse” y el participio pasivo “mancomunado” (D.A., IV, p.
473).
Al cumplimiento normal de las obligaciones se refieren varias voces. El verbo
“cumplir” se define como “ejecutar plenamente lo que es la obligación de cada uno”. Del
sustantivo “cumplimiento” se ofrecen ocho acepciones, una de las cuales es como “el acto
5
de cumplir alguno con lo que tiene obligación”; la cita es al Quijote (“Y te alientes y
animes a esperar el cumplimiento de mis promesas”) (D.A., II, p. 701).
La teoría del pago puede verse reflejada a través de varias voces. El verbo “pagar”
es “dar uno a otro, o satisfacer lo que le debe”; su origen está en solvere (D.A., V, p. 77); se
cita el libro de Fray Hortensio Felix PARAVISINO Adviento y cuaresma (“Quitó los treinta
palios y pagó con ellos la deuda”).
Con el verbo “pagar” se relacionan otras voces. Así, el participio pasivo “pagado”;
el adjetivo “pagadero” y los sustantivos “paga” y “pagador”, derivado éste de solutor; se
recoge también las frases “pagar de contado” y “dar carta de pago”: consiste ésta en
“otorgar jurídicamente instrumento por donde conste la paga y satisfacción que se ha hecho
de alguna deuda” (D.A., V, pp. 10 y 18 a 78). E igualmente se incluye el sustantivo
masculino “finiquito”, que es “el remate de las cuentas, o el despacho que se da para que
conste estar ajustadas y satisfecho el alcance que resulta de ellas”, citándose la ley de la
Recopilación que ordena que “en fin de cada tres años, dé su cuenta y saque finiquito” (D.
A., III, p. 32).
El posible interés se define como “dar, o tomar dinero a daño”, advirtiendo que es
“frase con que se explica dar o recibir dinero, pagando o percibiendo interés por retenerle”
(D.A., III, p. 6).
De la espera dice el D.A. que “es término muy usado en lo jurídico, y en lo
extrajudicial corresponde a “plazo” y tiempo señalado que se concede para disponer y hacer
alguna cosa: como dar satisfacción de una deuda, o cumplir una obra concertada; y cita la
ley de la Recopilación que preceptúa: “Mandamos que por una deuda no se lleven más de
unos derechos de ejecución: y que si la parte diere espera y el alguacil fuere pagado...”
(D.A., III, p. 599).
El sustantivo femenino “quita”, tan relacionado con espera, es recogido como “voz
muy usada en lo forense” que significa “la remisión o liberación que hace el acreedor al
deudor, de la deuda o parte de ella”, citándose la ley de la Recopilación de Indias que dice:
“Mandamos que por ninguna causa ni razón, se den ayudas de costa en penas de cámara,
quitas, ni vacaciones” (D.A., V, p. 473).
En orden al incumplimiento de la obligación, cabe advertir que el D.A. no recoge
las voces “solvencia”, “insolvencia” e “insolvente”, pero sí la de “solvente”, que procede de
6
solvens y significa “el que está desempeñado de sus deudas, y en posibilidad de pagar las
que contrajere de nuevo”, “siendo palabra que se usa mucho en lo jurídico” (D.A., VI, p.
147).
Otros varios términos referentes a la extinción o transformación de las obligaciones
incluye el D.A., como son los de “cesión”, “dación”, “consignar”, “subrogación”,
“confusión”, “compensación” o “novación”, cuyas definiciones no recojo por no alargar
estas notas. Por la misma razón no recojo las voces relacionadas con el incumplimiento de
la obligación, como “dolo”, “culpa”, “caso” y “mora”, que aporté a mi trabajo anterior
sobre la responsabilidad civil en el D.A.
Sí quisiera al menos recoger, finalmente, algunas voces que tienen frecuentemente
uso en la vida jurídica actual en relación con el incumplimiento de los deudores. Así el
verbo “alzarse”, del que se dice que “entre hombres de negocios, banqueros y mercaderes,
es lo mismo que quebrar, retirándose de la Iglesia, u otro paraje seguro, llevándose las
haciendas ajenas”; se cita la ley de la Recopilación que ordena: “ningún mercader, ni
cambiador, ni sus factores, se alcen con mercaderías, ni dineros, ni otra hacienda alguna...”
(D.A., I, p. 256). Cabe notar que no se incluye la voz “alzamiento” en el sentido jurídico
actual.
De la voz “embargo”, del latín sequestratio, el D.A. ofrece cinco acepciones. La que
aquí interesa lo define como “secuestro y detención de bienes y hacienda, hecha por
mandamiento de juez competente” (D.A., III, p. 382). Se citan una norma de la
Recopilación que habla de “los decretos y embargos que los jueces hacen por deudas” y un
pasaje de la Vida del gran tacaño de Quevedo en que se dice “pidieron embargo por la
deuda”. Se recoge la frase “sin embargo de embargos”, que se dice ser “usada en lo
forense” y “por la cual manda el juez competente se pague por el libramiento que da de los
bienes, o dinero que está embargado por él, o recargado por otros jueces o acreedores”
(D.A., III, p. 383). Se recoge también el sustantivo “embargador”, que viene de
sequestrator, y el verbo embargar, de sequestrare (D.A., III, p. 382); en relación con este
último se cita la frase de El Lazarillo de Tormes de que “entran a embargar la hacienda de
mi amo”.
Es de señalar, por último, que el D.A. incluye, definiéndolos con bastante acierto,
dos conceptos de gran importancia en la vida jurídica y económica actual: el concurso de
7
acreedores y la quiebra. El concurso consiste en “poner, depositar, entregar alguna persona
sus bienes en manos, arbitrio o disposición de la justicia, para que por su medio, y hasta la
concurrente cantidad, se paguen sus deudas en su lugar y grado” (D.A., II, p. 424). La
quiebra tiene tres acepciones; la tercera, que es la jurídica, afirma que “entre los mercaderes
y comerciantes es el acto o acción de alzarse y quebrar, perdiendo la fe de su comercio, y el
crédito de la seguridad de su trato” (D.A., V, p. 469). La autoridad que aquí se cita es la ley
de la Nueva Recopilación que manda “que los dichos Concejos sean obligados al
saneamiento de cualquier quiebra que hubiere, por falta de no ser abonados los dichos
cogedores”.
CONCLUSIÓN
A través de los seis densos tomos del D.A. cabe encontrar la mayoría de los
conceptos básicos del derecho de obligaciones, recogidos con sus etimologías, resumidos
con definiciones que eran jurídicamente correctas en su tiempo e incluso pueden serlo en el
nuestro, y generalmente apoyados en la autoridad de fuentes literarias castellanas y textos
legales hispánicos. Entre estos últimos fue frecuente la cita del Fuero Real, la Nueva
Recopilación de las Leyes del Reino y la Recopilación de las Leyes de Indias, que eran
cuerpos legales conocidos, sin duda, por los académicos juristas que formaron parte del
eficaz grupo de redactores de la obra.
Cuando hace algunos años un ilustre miembro actual de la Española, don Fernando
Lázaro CARRETER, analizó en su discurso de ingreso el D.A., pudo escribir: “Aquel
Diccionario, del que nos separan casi dos siglos y medio, no ha muerto aún: debe seguir
con la debida profundidad” 7. Grato es advertir que en el concreto campo del derecho de
obligaciones, único en el que han entrado estas notas, el D.A. denota un considerable
conocimiento de la materia y conserva un valor permanente, recogiendo la mayoría de los
conceptos básicos de la doctrina civil moderna. Sus voces, con tanto cuidado y erudición
redactadas en el Siglo de las Luces, siguen siendo, sin duda, útiles en el siglo actual.
7
CARRETER. Ob. cit., p. 18.
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