Capítulo 30 Aneurismas de las arterias viscerales João Luiz Sandri Telmo P. Bonamigo Claudio de Melo Jacques José Monteiro de Souza Netto ANEURISMAS VISCERALES Los aneurismas de las arterias viscerales son poco fre­ cuentes, pero de gran importancia, ya que muchas ve­ ces, se presentan como salidas con riesgo de muerte y alta mortalidad. Existen en la literatura más de 3.000 casos relatados, siendo la mayoría recuento de casos y pequeñas series; pocos autores presentan experiencia con más de 30 casos. Los aneurismas viscerales son menos frecuentes que los periféricos y tienen características clínicas diversas, de acuerdo con su localización. Su diagnóstico difícil­ mente es realizado en bases clínicas, pues generalmente son asintomáticos, y sólo un pequeño número de ellos alcanza una dimensión que permite su diagnóstico por la palpación de la masa pulsátil. Cuando eso ocurre, normalmente hay síntomas dependientes de su expan­ sión. La ruptura asintomática en pacientes puede ser la primera manifestación del aneurisma visceral. El aneu­ risma de la arteria esplénica puede romperse con mayor frecuencia que los demás, principalmente en mujeres embarazadas, alrededor del tercer trimestre de gesta­ ción. Shanley et al., relataron un alto índice de morta­ lidad relacionado con la ruptura, en una revisión de la literatura inglesa, entre 1985 y 1995, con tasa de morta­ lidad, variando de 21%, para los aneurismas hepáticos, a 100% para los aneurismas celiacos.1, 2 Los aneurismas viscerales son diagnosticados con mayor frecuencia en virtud de la evolución de los mé­ todos diagnósticos por imágenes que permiten el diag­ nóstico accidental, que sería realizado si no hubiese la disponibilidad de los métodos diagnósticos como la ultrasonografía, la resonancia magnética y la tomogra­ fía computarizada, recursos largamente utilizados en el diagnóstico de patologías abdominales electivamen­ te y en la emergencia. Los aneurismas viscerales más comunes son los de la arteria esplénica (48%), los de las renales (30%), de las hepáticas (6%) y los de la me­ sentérica superior (6%). Los demás aneurismas que comprometen las arterias intestinales (yeyuneal, élea y cólica), gástrica, gastroduodenal, pancreáticaduodenal y mesentérica inferior son más raros.1-6 Estudios de ne­ cropsia sugieren que los aneurismas esplénicos pueden ser más frecuentes que los aneurismas de la aorta abdo­ minal. Estos aneurismas tienen gran importancia en ser reconocidos, pues hasta 25% de ellos pueden compli­ carse en ruptura, y la mortalidad después de la ruptura es alta, situándose entre 25 y 70%.7 Entre los aneurismas viscerales y los periféricos, hay otra diferencia interesante. En tanto que éstos general­ 608 Aneurismas de las arterias viscerales mente son de origen ateroesclerótico, los otros tienen otras causas, pudiendo ser secundarios a la displasia fibromuscular, alteraciones de la pared arterial, cons­ tatadas en la gestación, trauma, embolia micotica y las alteraciones degenerativas de la ateroesclerosis.5,7 Diagnóstico El aneurisma visceral intacto puede presentar una gran dificultad diagnóstica. La primera manifestación puede ser su ruptura. Los síntomas son muy poco expresivos, y pueden ser confundidos con manifestaciones clínicas secundarias a otras causas de patologías abdominales. Cuando estos aneurismas están en proceso de expan­ sión, podemos determinar dolor de localización abdo­ minal o lumbar, sin ninguna relación a la posición, acti­ vidad o ingestión alimentaria.9 El examen físico puede ser normal, pues estos aneurismas generalmente no son palpables. En esta circunstancia, los aneurismas acos­ tumbran ser diagnosticados solamente con los exáme­ nes de imagen, entre ellos, la radiografía simple de ab­ domen, que puede enseñar la calcificación, la ecografía abdominal realizada con sospecha de otra enfermedad y la tomografía computarizada del abdomen, una indi­ cación muy frecuente para la definición diagnóstica de patologías intracavidad. Cuando el diagnóstico es reali­ zado en esta condición se dice que fue hecho acciden­ talmente, o hallado en el examen. Los pacientes con ruptura de un aneurisma visceral pueden presentar un cuadro de dolor abdominal agu­ do importante, con o sin alteración hemodinámica y, capítulo 30 609 eventualmente, con hemorragia gastrointestinal, debi­ do a la corrosión de la pared intestinal por el aneurisma que estableció una fístula responsable por el sangrado. Frente a la ruptura, generalmente, el cirujano realiza una laparotomía de urgencia, muchas veces, sin sos­ pecha diagnóstica definitiva. Otras veces, la ruptura es contenida, y la alteración hemodinámica es de menor importancia, lo que viabiliza la realización del examen de imagen que permite el diagnóstico preoperatorio. Una radiografía simple de abdomen podría enseñar­ nos una calcificación a lo largo de la pared del aneuris­ ma en la topografía del vaso comprometido (Fig. 30-1). La ecografía puede definir sus dimensiones, y la to­ mografía computarizada puede mostrar con más detalles el diámetro del aneurisma, la presencia o no de trombos, la presencia de calcificaciones en su pared y de sangre alrededor del aneurisma, si existiera ruptura taponada. La tomografía computarizada, con la tecnología ac­ tual, posibilita el mapeamiento del paciente con alta reso­ lución espacial en el corto tiempo de apnea, permitiendo imágenes con menos artefactos.10La arteriografía puede ser el examen de mayor definición, pues muestra la pre­ sencia del aneurisma, y su localización, indicando si exis­ ten ramos arteriales envueltos, si es el único o es múltiple. Por tanto, puede ser muy importante y debe tomarse en cuenta como conducta terapéutica (Fig. 30-2). Tratamiento La conducta terapéutica, frente al paciente con el aneu­ risma visceral, puede ser diversa, desde el tratamiento A Fig. 30-1. Radiografías simples del abdomen en perfil (A) y AP (B) realizadas por problemas de la columna lumbar muestran calcificación característica, en el cuadrante superior izquierdo del abdomen, sugiriendo un aneurisma de la arteria esplénica, que debe ser esclarecido. B Fig. 30-2. Arteriografía selectiva de la arteria mesentérica superior, muestra aneurisma. 610 sección iv Cirugía Vascular quirúrgico inmediato, en caso de una ruptura con cua­ dro hemorrágico agudo, hasta la observación monitori­ zada del paciente con el aneurisma asintomático, descu­ bierto de forma accidental. En la situación de emergencia, pudiera hasta ser difí­ cil la localización correcta de las coyunturas proximal y distal de un aneurisma de arteria mesentérica, de cara al hematoma que distorsiona la anatomía normal. Se reco­ mienda, entonces, absoluto cuidado para no aumentar la extensión de las lesiones por disección inadecuada. En situación electiva, pudiera ser observado, hasta compro­ bar la existencia del crecimiento del aneurisma, que jus­ tifique la terapia quirúrgica o intervencionista. Además del tamaño del aneurisma, su localización y la relación con el órgano que irriga debe influir en la conducta y el tratamiento. En general, se entiende como importante un aneurisma visceral con tamaño mayor de 2 cm y, a partir de ese tamaño, es considerado el tratamiento, cuya modalidad será indicada, de acuerdo con el caso.11 La técnica quirúrgica puede ser variada, pudiendo consistir en una exclusión del aneurisma con una liga­ dura pura y simple de las coyunturas proximal y distal del aneurisma, por la técnica de Matas, que es indicada frecuentemente en aneurismas localizados en ramos de la arteria mesentérica superior o en la arteria esplénica. Otra alternativa es la maniobra técnica ya descrita, com­ plementada por la interposición de un injerto venoso que pueda restaurar el flujo sanguíneo del segmento ex­ cluido. Esta técnica utilizada para tratamiento de aneu­ risma de arteria mesentérica superior, se muestra en la Fig. 30-3. Algunas veces, es necesaria la interposición de la prótesis de material sintético, optando, en la mayoría de los casos por PTFE, debido a la menor incidencia de infección. La selección de cada una de las variantes téc­ nicas podrá depender de la localización anatómica del aneurisma, de la necesidad de revascularización, de su etiología y de la experiencia del cirujano.8 El tratamiento quirúrgico abierto de los aneurismas viscerales continúa siendo el patrón para la reparación de estos aneurismas, pero las técnicas endovasculares pueden ofrecer más alternativas para la terapéutica. Estas técnicas mínimamente invasivas pueden ofrecer ventajas, cuando se comparan al tratamiento conven­ cional. El tratamiento endovascular ha sido cada vez más empleado para determinados tipos de aneurismas viscerales. Salam et al. recomiendan que ese tratamiento sea orientado por algunos parámetros, entre los cuales deben ser considerados: el estado clínico del paciente, la anatomía de los vasos envueltos, la calidad de la cir­ culación adyacente al aneurisma, o sea, lo que el vaso irriga, si puede ser ligado o excluido sin daño al órgano irrigado, así como la experiencia comprobada de quien ejecuta el procedimiento.11, 12 Las técnicas endovascula­ res son menos invasivas, pero no sin riesgos. El tamaño y la localización del aneurisma también deben ser considerados, pues hay relatos de tratamien­ tos endovasculares de aneurismas de gran tamaño, en que se corre el riesgo de reperfusión del aneurisma.13 Existen varias posibilidades de tratamiento endovas­ cular: exclusión de aneurisma por medio de la emboli­ zación del propio aneurisma o de sus vasos efluentes, o el implante de stents revestidos, excluyendo el aneuris­ ma de la circulación y manteniendo el flujo en el vaso principal, en el caso que la anatomía lo permita.14-16 Existe una diversidad de materiales para emboliza­ ciones a la disposición para el tratamiento endovascu­ lar. Los materiales utilizables para la embolización son los coils, balones destacables, material de hiloguía an­ giográfico, usado como alternativa a los coils, cuellos con base de N-butil-2-cianoacrilato (Histoacryl), y Onix, material desarrollado para embolización de aneurismas cerebrales, puede ser usado en otras localizaciones. Lina et al., relataron como complicaciones de estos procedimientos, la ruptura del aneurisma secundario al aumento de la presión durante el momento de la inser­ ción del material embólico, la trombosis incompleta del aneurisma y la no obliteración de ramos colaterales que pueden mantener el aneurisma “presurizado”.17 Uno de estos casos es descrito por Chiesa et al., aquí mostrado en la Fig. 30-4, donde el voluminoso aneurisma de ar­ teria hepática, tratado por embolización, fue reperfun­ dido o no logró la trombosis deseada y fue sometido a tratamiento quirúrgico, con interposición de la prótesis de PTFE.18 Por tanto no siempre la embolización es una solución, y estos autores recomiendan un abordaje qui­ rúrgico más agresivo, al igual en los casos asintomáticos, debido a los bajos índices de morbilidad y mortalidad. Con los resultados observados por estos autores con tra­ tamientos endovasculares, éstos recomiendan ese tipo de tratamiento apenas para casos seleccionados. Exis­ ten relatos en la literatura de ruptura de aneurismas tratados por embolización donde aparentemente ha­ bía exclusión completa. Otras complicaciones de estos procedimientos incluyen: oclusión inadvertida de otro vaso, migración de coils e infección. Tenemos que en­ fatizar que el tratamiento endovascular percutáneo es menos invasivo, pero no está exento de riesgos.18, 19 Las mayores ventajas de los procedimientos endovas­ culares serían su realización en pacientes con limitacio­ nes clínicas o con aneurisma en posición anatómica muy especial, como un aneurisma de la arteria pancreáticoduodenal en paciente con pseudoquiste de páncreas.20 El tratamiento endovascular debe ser ofrecido, por tanto, con mucha cautela y en casos seleccionados. Hay Aneurismas de las arterias viscerales Fig. 30-3. Aspecto intraoperatorio de aneurisma de la arteria mesentérica superior. A capítulo 30 Fig. 30-4. (A) TC abdominal mostrando reperfusión de un aneurisma de la arteria hepática. (B) Aneurismectomía muestra la formación incompleta de trombos inducida por embolización percutánea con coils y guías. 611 B (Cortesía del profesor Roberto Chiesa. Universidad Vida-Salud, Milán). casos para tratamientos endovascular y quirúrgico. En la actualidad, entre tanto, el tratamiento endovascular cuenta con muchos recursos técnicos que pueden excluir al aneurisma visceral con seguridad, pero los artefactos de imágenes generadas por los materiales utilizados pueden perjudicar el acompañamiento postoperatorio por la tomografía.13, 21 Otra forma de tratamiento que se utiliza más recientemente, sobre todo para el trata­ miento de los aneurismas de la arteria esplénica, es la videolaparoscopia, pues la facilidad técnica de abordaje y la simplicidad de la ligadura con exclusión del aneu­ risma la convierten accesible, esta técnica será detallada adelante.22, 23 A continuación, serán discutidos, de forma separa­ da, varios tipos de aneurismas viscerales. ANEURISMAS DE LA ARTERIA ESPLÉNICA El aneurisma de la arteria esplénica es más frecuente­ mente encontrado en el abdomen, después de la aorta abdominal, y de las arterias iliacas, por esto es el aneu­ risma visceral más frecuente.1, 5, 7, 11, 24 Su real prevalencia varía mucho, desde 0,098% en una serie de necropsias a 0,78% en un estudio de 3.600 angiografías, a 10,4% en una serie de necropsias realizadas en pacientes de 60 años o mayores, con especial atención dada a la arteria esplénica.25, 26 Su diagnóstico accidental puede ser rea­ lizado por la radiografía simple del abdomen, cuando se ha calcificado o en arteriografía abdominal en hasta 0,8% de los casos.25 La técnica diagnóstica con mayor sensibilidad es la tomografía computarizada, proceso por el cual la mayoría de los casos actualmente son diag­ nosticado de forma accidental.10, 27 En cuanto a la génesis, Stanley & Fry relataron cua­ tro situaciones que aumentan la prevalencia de ese tipo de aneurisma. Son éstas: la displasia fibromuscular, la hipertensión porta, la artritis localizada y el embarazo y, principalmente, el multiparidad. Éste aneurisma es más frecuente en mujeres, y el diagnóstico acostumbra a ser realizado durante la gestación. La hipertensión porta determina una incidencia mayor de aneurisma espléni­ co, varía de 8 a 50%.28-30 En cuanto a su localización, 80% de éstos se sitúan en la sección distal de la arteria.26 Los pacientes con aneurisma de la arteria esplénica generalmente son asintomáticos, pero la presencia de dolor en el cuadrante superior izquierdo del abdomen y epigastrio puede ser una manifestación precoz de una ruptura inminente. Trastek et al., en una serie de 100 casos, observaron dolor abdominal en solamente 27 ca­ sos. El examen físico puede ser poco específico, pues el aneurisma acostumbra a ser de pequeñas dimensiones y, como está situado profundamente en el abdomen, no es palpable. Puede haber, entre tanto, esplenomegalia en 45% de los pacientes, pero esto no es una señal espe­ cífica de la enfermedad.20, 31 En la evolución clínica de estos pacientes, la ruptu­ ra es la complicación más temida. Hay dos grupos de pacientes con riesgo de ruptura: el primero es el de las mujeres embarazadas, pues 25 a 40% de los aneuris­ mas rotos de la arteria esplénica ocurren en mujeres embarazadas, generalmente en el tercer trimestre de gestación;18, 28 el segundo grupo es el de los pacientes so­ metidos a trasplante hepático, que presentan una mor­ talidad muy alta cuando hay ruptura del aneurisma. Actualmente, en el trasplante hepático, se ha hecho énfasis en el estudio de la arteria esplénica, debido a la asociación de complicaciones, principalmente a la ruptura del aneurisma esplénico, posttrasplante. Va­ rios autores sugieren que la caída de la presión porta, a consecuencia del trasplante, puede estar asociado a un